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vergüenza
Una mañana más, Teo se despertó sudando y muy alterado. Era una
pesadilla recurrente: a su alrededor había gente que no había visto en su vida.
De repente algo pasaba y empezaba a ponerse colorado como un tomate,
más que un pimiento morrón, y al ver cómo lo miraban y se reían de él deseaba
hacerse invisible y desaparecer para siempre de la faz de la tierra.
- ¿Qué te sucede, hijo? ¿Otra vez esa pesadilla? - preguntó alarmada la madre
acariciando su flequillo húmedo por el sudor.
- ¡Todos se ríen de mí! ¡Qué vergüenza! - dijo muy triste.
- ¿Sabes por qué se ríen? ¿Estás seguro de que se ríen de ti? - preguntó la
madre de nuevo.
Esa noche se acostó con el pensamiento de que debía averiguar el motivo por el
que sentía esa vergüenza que lo hacía sufrir tanto.
Teo se miró al cuerpo y efectivamente iba desnudo por la calle. Dio un grito, a la
vez que se tapaba con una mano la boca y con la otra entre las piernas, y sus
aspavientos hicieron que los que por allí pasaban pusieran su mirada en él. En
ese momento sintió muchísima vergüenza y empezó a ponerse muy colorado.
Fue entonces cuando la gente empezó a reír al verlo tan nervioso.
- Así que - dijo su madre repitiendo las palabras del niño - ¿vas desnudo por la
calle, y nadie te mira hasta que te das cuenta al verte reflejado en un
escaparate? ¿Cuánto tiempo llevabas paseando? - le preguntó.
Teo miró a su madre dubitativo. Tenía razón. Nadie lo había mirado, nadie había
visto su desnudez hasta que él mismo gritó y llamó la atención de la gente.
Esto significa que sentimos vergüenza según la experiencia que cada uno tiene
de sí mismo, lo que condiciona nuestra manera de ser y estar en el mundo.
Cuando sentimos vergüenza, nos sentimos expuestos y juzgados, ya sea a nivel
emocional o físico, porque nos sentimos por debajo del resto de la gente.
Los padres podemos ayudar a nuestros hijos a gestionar una situación en la que
sentimos vergüenza. Veamos algunos consejos.