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A
trembling leaf, hand,
steps in,
and leafs fall from
the named fall.

Who has seen Silence move


among muses,
lured has fall again; aging
were the hourglasses
that held the turquoise sands. A voice
spoke through thoughts and claimed
to have reached the lair and left, reared
by mystic habits and no faith.

Love
was made, ago, somewhere, was said.
Answers nor
will fall from rains nor misled be thee,
whoms eyes stared
are

And gones were speech


and skin
-nude, we walked the thin
ice of dreams
and came back.
I

En los escombros, de gemada maravilla, un haz


sin revés, cuyo numen hame hecho hablar. Azul
frágil de las lumbres, gutur que tras los valses del tul
muestra sus ojos, pálidos rubíes, en la tenaz
mano que se dicta en rumores de Helos -fuegos
que ascienden hacia el parear las fuentes de los ruegos.

Pertinente, un augur esquicia: he los crípticos


signos que nacen físicos y, tras nubes disueltas,
persiguen al dictor tras sus vacuas vueltas y vueltas.
Los peces suspendidos en el alado tríptico
reconocen haber herídose en vano, escamas
dejando adonde debiera haber las ramas
que los corales, mas no las algas, han circuitado.
Una viva fragancia recorre al temple fluir
en través de sus brotes a escuchar el decir.
¿Quién, de pasos rotos, ha de ir tras el núbil Hado
mientras en pensares pernocto? Remoto, nochece
el cuerpo de muertes arado -la luna decrece.

Una risa, una risa ciega


la fría metempsiquia transporta.
El aire ocultarse se niega
-la tenue oscuridad soporta.

¿Qué barco se hunde, además del mío, inútil


ante el sopor de océanos? El vuelo tímido
transusbstancia el velo, y rosas de auras límpido
orlarse de las fauces traen tras el oro fútil.
II

Ambulantes pasajeros de la nube, gráciles


recorren el andamio, mientras los juguetes negros
riman los curvos pensamientos en propio paredro.
Cruzan la viva noche sus pies de trazos ágiles.

Las cadenas, sin repente, chirrían. ¡Quién ha dicho


que el condenado nuestro hase en desesperado
cuerpo que de alas suyas va a morir helado!
La aurora resuena, y el cuello baila cual nicho
que plagas háyanse en él puesto. ¿Quién ha contado
el perlado devenir que dásenos tras los dados?
La Fortuna entrega su curda a las ígneas ratas,
mientras, en la distancia, la arena muda escancia.
¿Ese aroma, esa substancia, es nuestra fragancia,
a nosotros vuelta y de nosotros ida? Patas
de bienandantes cruzan la mirada. Nada queda,
sólo el rumor del viento que a solo hospeda.

Infinito espiral de hondo,


entre los ríos, piedras, arbustos
un follaje en que cuelgan justos,
muertos ante el argentino fondo.

Cruz de vagos suspiros encuentra a los oídos,


mientras la cena de deidófagos nos es servida.
Escupimos, mas la espesa saliva es vertida
en los alcantarillados -avanzan sus sonidos
sobre vapor de ácidas lluvias-, y así la junta
la metamorfosa natura de tierra conjunta.
III

Nueve días han pasado, Soledad, sin tu nombre;


el barro de los dedos se acumula, y los ojos
gesticulan derredóreos, cual si ser despojos
les haya dado destino de posarse en lumbre
cuyo sino me persuade de que hanme ya visto.
Enmudecido de fantasmas, suyo, me desvisto.

¿Qué es esta tímida ofrenda floral? ¿Quién hate


puesto en eternos lamentos? ¿Dice de ser, o ir,
o apaciguarse? ¡Cuánto demon aún extinguir
hase! ¿Acaso entre las frondas la sangre late?
¡Ah, Soledad!, suspendido en el azar, ¡disfraces
hanme de dar para que no arda en falsos trances!
Y si, arruinado y vespertido, me levanto
ante la inmóvil multitud de los marmóreos pastos,
he que el as, ¡y sólo el as!, de gaiano basto
ha de ungirme entre corolas, bajo un manto
de pétalos. ¡Qué ruido hilarante el de hadas
que tras los encantos de vestir llevan sus espadas!

¿O acaso la nieve derruya


lo que el decir de voz augure,
mientras el sueño nuestro procure
que tuyo Limbo el fin destruya?

¡Ah, Soledad!, confundido y sin tras conocido,


los senderos de las hierbas me retuercen; caballos
cruzan cual lucinios, y tras los verbos yo me tallo.
Heme, olvido -cuando ojos transparentes pido.
IV

Esquicia, qué rara miel de tiempo nos ha arreado,


a mí y a mi vario, durante la siega de era
en que el numenear usado me ha herido. Muerto,
aletargado, ciego, asado, heme delatado,
y la catafractal visión de esporas celestes
me tiende una mano. ¿Quién ha dicho que seamos,
y luego fuimos, encordados? El recuerdo vano
de la peregrinación, y la posesión de idos,
vueltos al suelo con el decir roído. Velado
entre los cuerpos que cruzaban el río de cuerpos,
una flor mustia, marchita, blanca, petrifica
las miradas; una musa herida, la perdida
voz que enrostrábame haber sido, ser, y el ningún
verbo mediador entre el medio y la escisión
-¿castigados, acaso, frente al ocaso, plandor
de aguas oscuras, mientras la noche horizontes
deshacía, y los mostraba ya? ¡Cuán veraz error
será el dormir entre los quietos una vez de más!
Las heridas, las hojas levitando el viento, tras
la sinfónica línea en que arden las espigas
mientras la vestidura perdida permanece,
permanece... ¿Será que el prado hecho páramo
hanos puesto entre el común un decir de ajeno?
Aun las fértiles arenas cargan voz de ecos,
mientras la tierra que mis pies cruzan nos excusa,
así el vario mí disuelto pueda hundirse. Dos
lenguas puestas en el revés de la cabeza. Dios
alguno ha de contarme qué hanme hecho sales
al aromar los vestigios de siestas infernales.
V

Y aún afuera soy, afuera estoy -un relámpago


trae dolor, rarefacción, espectronomía. Voy
sobre el color muerto de la ciclotimia -un trago
más de veneno, un único trago de más veneno y ya no soy.
Sobre el abismo abierto se posan las mordidas
de la noche, mientras vase en espasmo la vida.
Una gota de veneno, tu icor terrible, dios,
y las agujas que llueven mientras tiemblo y dudo
de mi decir ser mío, y la piel cribo -demudo
entre el pendular de ojos múltiples; ¡si fuera dos,
sólo dos en la desnuda noche, cuando la luna
tiende su bruma de esfinges sobre la vacua cuna
en que nacido fui y aún soy! El error fragua
las curvas del nocturno que dame las suturadas
lenguas que cargan mi sombra de exponentes hadas.
Heme ahogado en la mera humedad de aguas,
sin siquiera poner un pie, un dedo, un sorbo
tomar de su liminal dicción por ser estorbo.
Las hojas, desprendidas, pacen, tenues, sobre ríos
aprehendidos con el vagar la orbe vacía;
luego la risa se escribe y el pensar suicida
-las horadadas grutas transitan el bajo frío.
¿Qué alma amante regará de sonrisas viejas
el cuerpo inánime que yace entre mis rejas?
Un cristal envuelto en hiedras adivina trazos
de palabras rotas antes de fundirse en sima
-el astro matinal se lleva los vagos retazos
de formas simples con un herir de plásticas rimas.
Hay frío, estrellas, y los debidos latigazos.
VI

He Tiempo, que conserva los pasillos de los idos


-sepultas almas, corpóreos sean aún sonidos.
Los mendicantes, en través, bienandando, aullidos
siembran -en el puro hielo sombras son de los ruidos.

Autómata siervo, presa, curda de la violácea


sangre de las vides, ¿qué tan ruines croniones fueron
los que el eléctrico juicio de los ojos sufrieron?
Se recuestan serafines tras cáscaras herbáceas,
y yace el sol huido, parpadear de mariposas,
y yace confundido y en luz de sí reposa.

¿Cuáles escamas flejaran augurio de los cuervos?


¿Cuáles dijeran nuestro, y cuáles dijeran distancia?
¿Qué decir fuera aquel que lumbre hace de fragancia?
En el alcohol de imágenes y vívido acerbo
yaciera el lustro errante de memorias sin cuerpo.
Yaciera el lustro errante de memorias sin cuerpo
en los curvos criptogramas del armónico viento.
Mas, ¡ah de nosotros, nada, cuenco, cristal opiáceo
que deforma los topacios en sombrío aliento!
¡Sangre de curda humana en el plandor coriáceo!
Yaciera el céfiro crepitando entre flores.
¡Yazca el sátiro sudando atentos ardores!

He Tiempo, matando, en voces rotas, la distancia


-escrita llama suscrita al haber su instancia.
El suplicante, en través de corceles, escancia
el físico verbo del espacio ya sin sustancia.
VII

Paranaia, heredarse un dios nos prognostican,


mientras el concreto de las palabras se mastican
-¿acaso la nube, encerrada entre los aires,
traerá la voz unimúltiple del solo y autor?;
mejor estar en ataduras de sueño y estupor,
no sea que la garganta mutilada envainen.

Pronoia afilada de cordura y fin, el sur


nuestro tráenos madera teñida de un augur:
diráse la tierra un nombre y será perdida.
¿Qué epitafio correspóndenos, luego, si las pitias
del aire oscuro nacen a contarnos la herida
mortal que al suelo destos pasos circuita y sitia?

Ácido, el arreador de entrañas cruza el cauce;


prestidigita un dolor tenue e insistente.
¿Qué mente dirále astucia suya que nos miente?
Mejor descansar bajo la canópea de los sauces.

Cero que gravita, que en moción imita natura


que en pos de cíclico pronunciarse se regurgita,
¿cuánto, o cuál, será el hondo, y cuál su altura?,
¿de qué mandala huye la bestia que nos vomita?
Conservada sien de culpas, aguas bullen, preludian
los bajos la ominosa copa de barro pulcro
en que ha sido dado maná, mientras aún diluvia
horror inflamable del parasitante estupro.
¡Arda, luego, la ira sagrada de las espadas
en rostros justos y vístanse de sangre las hadas!
VIII

Viste de seda, besa sus labios de manzanas,


porta las piernas cual anzuelo, y la atención suelta.
Huele de lejos los fuegos de miradas envueltas
en la fragua del disfraz convincente, y en sanas
artimañas el espejo usa y espeja la frente ardida,
mientras cejas cuenta -que el puñal cruce herida
voluntad suspendida, simulando con la mente.
Yo no sé qué palabras usa, mas funciona. Bebe
de las aguas cosidas el brebaje y enfrente
tiene a las babas fundidas que su dopaje prueben.
Acerca un ojo de sospecha cómplice, duda
en cálculo de haber insinuado sólo rastro,
y la líquida lengua mézclase con el claustro
verde oscuro en que descansan sus voces. Sesuda,
suda, en conjurado fuego, mientras mide el tras
que de palabras se escuda. Él y el disfraz
hacen lo suyo, y de un gesto cae la culpa
deseada, mientras la cáscara de par se disuelve
-bajo una leve neblina su pensar envuelve,
y saborea el puñal que mostrará la pulpa.
Mientras de astro la visten luces del decorado,
el cruel encierro de su noche es tras sí llevado.
Mira a un costado, y de repente lazos
de magma germinal sus pelos lanzan: preguntas
cuyo fin preciso a perros de caza asusta,
sin embargo van y pasan, decorando sus trazos
con el aroma frecuente del que tanto disgusta;
cae, en rumores de las brisas, su creación:
el espejo le devuelve las sombras de su canción.
IX

Una mirilla, en el pensar. Puertas abiertas


¿Luz? Entrar. Digitar los reflejos: voz autómata,
sin juicio ni errar. ¿Bostezo? Suspiro. Las ciertas
diferencias convergiendo. ¿Carne? Viento que ata
cautiverios en madrigales y testas desiertas.
Durante, al seso cribado, por fortuna, mata
una flecha recta de orgullo y equilibrio.
¿Quién gustara de agonizar en el delirio?

Una mirilla: sinapsis, bucle, nodo, oración.


De afuera se imbuye y las bocas pasea.
La propia mirilla: nodo, bucle, risa, canción.
Las sirenas de Catatonia entre sí frasean.
¿Paralaje, ambición, plagio? Precisa punción:
una, luego las fuentes de varia purga sisean.
¿Una oscuridad visible, falso hermetismo,
falso eremita, fin que se hunde en sí mismo?

¿Quién imita? ¿A quién? Yo no entiendo. Abolido


el tiempo, el durante, queda su textura voraz,
cancelando distancias en que no pueda ser ido.
¿Qué suave paseo? ¿Qué leve andar? Su voz locuaz,
extraña, croa, maúlla, gruñe, aúlla, sido
su espíritu deshecho, su máscara, su disfraz.
En sus dedos carga un gesto insigne, tenue haz
de luciérnaga nívea que no tiene parecido.
En parpadeos de ceguera y terror esconde
el espiral de arconte que da hacia la fronde.
X

Nocturno,
dos voces,
un
azaroso
lago
de tres vértices
y noches
en que fue entonces
el fin puesto.
El cementerio, pared
de los horrores,
niéganos los crueles roces
de quien sea ya sin
cuerpo -verberan de las fuentes
aguas de psicodel, un
haz
de lucinio que da orden.
Caen
del espacio sienes orladas,
coronas,
y
los sangrantes
pacen
su cruz salvada.
XI

Que cae bajo el peso de su pensar. Que cae


bajo el olor de su cuaresma. Que cae sin
razón o juicio, y se envenena. Que cae, trae
la pus de su alquimia. Que cae en propio fin,
que cae en común fin. Que cae, de ver roto,
de ojo lúcido. Que cae en su sarcófago,
que gime. Que cae ante bizarros pies remotos.
Que cae con la bendición de muertos lotófagos.
Y sin embargo tiene miedo y corre en vistas.
Y sin embargo yace ciego y arde en vistas.

Que cae, por el fuego y su marca. Que cae, ya


no siendo ni su carne. Que cae de los australes
aires. Que cae, oscurece, y así destella.
Que cae al suelo, quieto. Que cae tras canales
de ruido haber dicho. Que cae cuando distrae,
que cae cuando atención presta. Que cae, vides
estrujando, gotas de embriaguez robando. Que cae
sin sien ni sentido. Que cae ante los ardides.
Y sin embargo no puede bañarse en desnudez.
Y sin embargo no puede cubrirse la desnudez.

Que cae, sin guerra o voz de mando que lo ordene.


Que cae, sin saber una palabra, y contempla.
Que cae, y bebe el azul de la frágil niebla.
Que cae, ruega o miente, y tiembla, y se templa.
Y aunque conoce el Lete, se embriaga y es y muere.
Y porque conoce el Lete se embriaga y es y muere.
XII

Una mañana de verano, en pies hermosos,


el jardín ardía de olor de hierbas húmedas,
y el pensar mudo translucía el oscuro pozo
en que los signos visten su nombre, mientras bípedas
creaturas dejaban el cariño de su sorna,
y nuestra boca que es recién nacida se soborna
con la leche que contorna su común memoria.
Una mañana de crímenes, de ojos vivos,
en el jardín que arreaba el alcohol de las norias,
mientras el cuerpo encontraba sus vergüenzas -higos,
promesas, anzuelos, amenes, certezas que pierde
la razón, huesos, condenas, el lúgubre verde.

Y la pálida piel que el aliento pierde, pútrido


aroma deja de desear sin haberlo actuado,
y los cadáveres de la cocina el árido
suelo instancian, de sonrisas semejadas, en vado.
Y los ojos que recuerdan se niegan a verlo
así el uno afuera no pueda parecerlo.

Esta noche es de otoño y un llanto cruza


la música, y música así también hace.
¿Qué lágrima conserva y por qué sus ecos usa?
En el consuelo de las musas, mis nuestros disfraces.
¿Acaso una segura llama nos acusa?
Envuelto en elementos, veo los vivos haces
de almas que a las lunas reservan sus lamentos,
de almas que visten sus disueltos tormentos.
XIII

¿Qué dijérame a quién cantar? Al nadar silencios


encuentro fuegos que hanme tejido, sensatas
simpatías que huyen, no sé por qué, en disenso
de la semejanza que aun sin querer nos ata.
¿Otredado quién, en qué, cómo, cuándo o por qué
ha bordado en espejismos el agorado qué?

¿Qué diérame a voz comerciar? La amarga corrección


de la lengua ahogada dejárame pacer en triste
tez del cuerpo cuyo movimiento es justa acción
según afuera pretenda equivaler el chiste
que gritan de pulsión en el concreto cisne
-físico vacío colapsa a quien se abisme.

¿Qué dijérale a mis ojos de las caras mudar?


Un solo cuerpo dame hablar, y su rostro cambia
mostrándome qué detrás que su vario fuera -labia
un decir inoíble, y la atención es un dudar
suspendido entre las enamoradas máscaras
que muestran a la Belleza en su pura cáscara.

¿Qué inmortal verbo, avaro, plusvalúa? ¡Locura


inextinguible de la sima oscura, y horas
cruzan con agujas el domo de fútil orador!
Digitado en la secuencia de la falsa cura,
¿qué trajérale a mis días sus rojas esporas?
¡El disfraz indisimulable de otro haz traidor!
¡Canta en distancias de simulacro, y teatros
quema sin dejar evidencia de sus vagos astros!
XIV

¿Por qué corrimos espantados? Mi otra mirada


te vio vestir de blanco. ¿Luna primera? Áureo
marfil de cobardía, compañera -memoriosa
consciencia que acosa soy, mientras me llueve orden
del burdo acorde que digito en pseudo-Caos.
El paso roto me recuerda remotos pasados
cuya lira de rústicas cuerdas habla en ruido,
y los designios me pongo, y visto me despido
de los ojos ágiles que el maquinal verbo ido
trae en consecuencia por abismos haber cruzado.
Negarnos, nos negamos. Prohibirnos, hannos dado.
¿Sentiste el fuego de los juicios rojecer tus ojos?
¿Sentiste a los legistas arrogarte propiedad?
Negarnos -nos negamos, prohibimos haber sido.
Y digo por vos, en equivocada mente ida,
que qué hiciera sino fantasías -tus piernas cruzar-
sé, mis ojos perderse, tramarse en el aire
la idea fugaz, y luego sentarse, esperar.
Y haber dicho lo que dije, y haber visto -vi
la frágil égida entre el bullicio de mareas,
el espejo, de mí hecho, mostrándote obvio no,
y mi juicio, malicioso, escurriéndose en sien
de la alada voz que recubre las noches de ensueño.
¿Vine a decir ésto? Un no sé qué, manos frías,
tuyas; la boca mía, plástica, derretida
de éter y embriaguez -nace amor y tras se va
la razón en homilía, a humillarse así.
¿Negarnos? Yo no niego. Y prohibíme callar.
¿Al llegar a casa no oísteme cantar? ¡Callar!,
decíame el fantasma que se priva su nombrar.
Mas he que el brote de palabras me ocupa, y voy
sobre caricias de céfiros que hanme dado ir
al espacio en que las lianas se confunden, hiedras
cuelgan de bronces, y muros de privarse funden.
Idiota acostumbrado a mi idiotez, me hundo
en efluvios de psicodel. ¡Que mi pensar no ocupe
ni distorsione el derredor! Fraterno corazón
común ha cedido a la moción, como cada yo,
como cada yo escindido al que llamo nuestro.
XV

Fluoresce. Fosforece, Los ojos en arroba.


Neón. Eón. El humo atmosférico. La danza
bacanal de los cuerpos contemplados. El dado
puesto sobre el paño. El icor de la burda curda.
Huir. Hay que huir. La paranoia descorpórea
-la mente suelta que pasea las corduras; bailan,
parecen bailar, parecen otear el cuerpo vivo
que en follaje se abre tras líneas de palabreo.
Huir. Hay que huir más. El suelo, puesto en medio
de los ojos; el río disuelto, verdoso -fuego
de manojos de manos, entre ansias digitando,
a los hielos horadando. El siglo que duerme, junto
en el desvarío de histeria conjunta. Alas
de la madrugada y la mente casi-funcional;
el presente, magullado, la sangre en el baño,
y aroma de guirnaldas flotando en el patio.
Cruz, o barro, o juego, o comercio, he los cuerpos
bajo el lóxico desenfreno de la razón
embebida de carne y de intercambio -labios
que apenas inteligen, veces de repetirse
el mismo acto en distinto cuerpo, y el parear
de númenes que sobre el azul se posan. Rosas
de miradas que retuercen, gotas de instanciarse,
gotas de en lejanía signarse. Cobarde, mío,
cuyo derredor diferencia y pretende,
mas ha de estallar, luego, en imprevisible papel
que deshaga la última máscara y quede
autómata que niega en sí ser mas afuera
solamente, sola mente, viéndose al verberar.
XVI

La veo venir, con la risa que me rompe. Sombra


de repente se posa tras mí, y no sé qué decir,
mas sólo viene a ver si viva aún. Escindir
el propio sí en múltiples vistas, ¿es una honra?
Y en cada habitación el mismo y vario: mi cuerpo.
Y, lo que es peor aún, el cínico fantasma
que en secuencias confusas oteo y me plasma.
¿Qué dijera aquel eterno tras de mi triste huerto?
Un muerto hice y un muerto ahora seré y soy.
Cierro las puertas a los vivos cuerpos, y vivo voy.
¿Confusión de abismos por venir? Esconderme, no,
yo no querría. Mas, la pitia que sobre mí canta,
¿no hame dado ya el intenso mañana? ¡Tanta
piel podrida y cuervo al pedo! ¡Desóllenme! ¡No!
¿Quién de su mente nos priva, de la materia audaz
de la creatura ida? ¡En canto falaz
confúndalo no! Me esquivo, esquicio, ya no sé.
¿Quién es quién? ¿Cuánto es cuál? ¿Qué dirá el lineal pensar?
Enribetado a mí, en disfraz de intuición, ¿qué
trazo de hoy la memoria de hoy fuera a secar?
Cruzo, en azar penitente, el valle de luz
en que vacíanse los ojos, deshácese la cruz,
y el sueño parece llevar sombrío maquinar.
¿Sentado en noche cuál pendulo, parpadeando,
o en los latidos de la oscuridad meando?
Entre la natura de las algas me acumulo
y la compasión de ahogados va clareando.
Llaves, trompetas, campanas; callado, disimulo.
¿Qué es lo que en esta oscuridad vacua simulo?
XVII

Es y finge, juega a sí, se enreda, y se hiere


y sufre venganzas, y bebe de las fuentes, y ríe,
y muere si se dice, y se deja ver si quiere,
y cuando le preguntan qué asienta y sonríe.

Es -cree serlo, y si se dice, se hace. Horas


de viaje y el mismo lugar. Bebe si miente,
bebe si en privada oscuridad arrepiente,
y el llegar noche de cadenas claras demora.
Es y finge, juega a sí, se enreda, y se hiere,
y cuando finge ser, en las arenas se muere.

¿Qué vanagloria de hipostasiar qué le hablara?


¿No es suficiente la infinita escalera?
¿No se abre en sufrires el domo que labrara
el Demiurgo infernal que nos reserva espera?
¡Hay que huir! ¡Fortuito, delusor el vano vicio
de traducir sus movimientos sin perder el juicio!

El gnóstico en mí esquicio y canta. Es -cree


serlo, y de decirlo, se hace. ¿Acaso luces
del repente, sin palabrear, abrieron al que puses
dejó supurar? Mientras en el cuerpo me pasee
no habrá calma, paz o gracia. Mas, ¡cuánto sincero
amor me niega el negarme era a habitar!
El tenue corazón translúcido me da a pitar
de la visión del cristal frágil con la luz sin cero.
¡Esotro castillo enmohecido, ay, dicciónanos!,
¡y el reminiscio de las carnes envenénanos!
XVIII

Del alma de los canes nacen ánforas azules


-cada gruñido se disipa térrea lágrima,
y de las lágrimas brotan los parcos abedules.
De alma de canes nace la sentencia máxima:
todos tus efectos serán permutados, inclusive
los que en ardor de delirio o éxtasis olvides.

De la coraza que dientes rompe, que dientes roto


han, dase precavido consejo de otros vientos:
en tanto el mar suspende sus leyes, y abierto
yace frente tuyo el suelo, tus vanos votos
de cordura serán abolidos, en perplejidad
los ojos distantes dirán de la eterna edad.

Mas no se asuste quien al convite es invitado,


que al oro de los signos han baleado. ¡Venganza!,
grita la voz que de aires y de bocas danza,
mientras las almas danse sangre de los convidados.
¡Venganza! ¡Sacrificio!, dice la etérea rueda
que con sus susurros alimenta a la marea.

¡Del alma de los canes nacen vergüenzas, voces


de los muertos que sin reposo esbozan azar
de destino entre ladridos que condena el mar
del continuo viento oscuro que tras palabras pose!
¡Y que arda el coágulo que al decir sonroje
si alma al abismo de sus fauces se arroje!
XIX

¡Ah, esta grafía que no comprendo! ¡Esta lengua


que arde de fulgor grácil e inteligir no sé!
Si el suave río de psicodel no deshácese,
¡qué clareará el cenit -si ni en la noche mengua!
¿Cuándo la apoteosis vase yendo, o el freído
cerebro dará perenne fruto de lo reído!
Y si el azufre de las estaciones confunde
órganos y tierra, y su mirada serenidad
lleva, ¿qué reflejos o tácita natura hunde
en el ruego metamorfoso la bestia sin edad?
Si luego de cantarle a Amor, a suyas parcas
conjura en inmediata ficción de suyas marcas.
¿O acaso no escribe en etéreo lenguaje
el cielo que trajes de mentes vacuas se ase?
¡Ah, soledad ante el color que sombra se hace,
que si los humanos ojos al suelo no baje
los anillos que al cuerpo encierran resquebrajen
y haya que pasear misma tierra en ajeno traje!
Mas si la lumbre merma el finito cuerpo sufre,
y al espanto de placébeos dolores nace el goce.
Repite el Bardo la piel que sobre suya roce
piel confundida en los ríos fríos del azufre,
y el suelo es lleno de creaturas sedientas,
y las voces huyen en la medianoche hambrienta.
Y si repiente de un sentir haber ocupado
dase por vencido y encuéntralo el letargo.
De la Eternidad, los argénteos cabellos, largos
tragos de tormento danle a los cuerpos privado
-el icor de los cristales atraviesa el Hado.
XX

Las
cuatro noches
dijo
repetir decir
que le era
dicho al oìdo
en privado
sentido cuerpo haber
o percibido
afuera conocido, sol
de signo o lumbre
que arree al pensar -cero
forma de la memoria
ha
de guardar cual escoriación
de cruel
realizarse puesta finitud.
Ocasos
ve
diluirse
cuando
despierta su ya
al pender
nominal.
XXI

Escondida de los faroles, cruza la mirada


múltiple de la mosca que se arranca últimas
imágenes antes de mudar ante la súbita
presencia de la alquimia que la da por terminada.
Y cae, pendulando, hacia la tierra que verba
a su piel y la oculta entre la muda hierba.

Una luciérnaga enfrascada dase la lumbre


que le niega la habitación que la conserva viva,
mientras, tras el claro de la luna, su deriva
brilla de semejanzas a su táctil costumbre
-al huir el haz de luz, el parpadeo vacío
crea el espacio en que se ve el frágil rocío
curvar las hojas y memoriar en las humedades.
Quizás destino ande puesto en mirar olvidos,
llevando el tacto preciso de los rosedales
hacia Helos, del que sola el alma es testigo.

Nuestras ácidas gotas queman las hondas raíces


del cuerpo uno que convoca a sus cicatrices
a mostrarse en la mente de quien se extasíe
en el críptico trance de persistentes mitemas.
Diana, en deber de imperativo, se subleva
y deja que los contemplantes suyos se vacíen.
¡Gutures lluven como oráculos de sus eufemas!
Una súbita calma de las almas los eleva,
y el espíritu bailando de labio en labio
va, hasta extinguirse como alisial resabio.
XXII

Una cruz. Un páramo. Un hombre, desnudo de sí.


El campanear de los clavos cruzando las muñecas.
El cristal de los tobillos atravesados. Muecas.
El juicio del común verbo es desvestido así.
Un destino de leerse en derredor escrito
conmueve a la tierra que reacciona en mito.

Un aceite que es bebido en algarabía.


¡Elí! ¡Elí!, se escucha -nadie completa la frase.
¿Será de astros, murmura un caldeo, desfase?
Una lanza yace en manos y se hace vía.
Rotos los cielos, cosmogones contemplan el fuego
etéreo que escúrrese entre susurros. Un ruego
queda inscrito, mas la fe subyace. Las tormentas,
que azar alguno conjuró, se escribe en las sienes
que sienten la calcárea sangre huir. Espectan,
meditabundos, el último suspiro que expele.
Rotos abismos, tinieblas y caos, ya desciende
hacia el suelo gris de los que hanle ya cavado
un descanso leve a sus actos: ver desplegado
el rumor de una pasión los deja en perplejidad.
Su humor de amar y hacer amar es deleite,
mas, helo ahí, meditando su venganza. ¡Mirad
la rabia icórea gurgitar la eterna edad!
Sembrando el muerto cuerpo su eco que pleite
largas eras -ha de secretarse nombre de piedad
en derredor suyo, ¡así al regresar no urda
las puñaladas que su alma aún allá purga!
XXIII

Y Los Ángeles lo saben -¡que nadie se atreva


a tocar la piedra de ese ido que no ha muerto!
Y las salivas tentadas entiérranse al huerto
en que frasea aún su decir sin humana prenda.

Y los jardineros lo saben, y podan las ramas


en que fluorescen amores lucinados en pena.
De las hojas secas también despliéganse las venas
del común movimiento que de cielos nos entrama,
dice y agrega, mas no sea mío el arte
que corole pérgolas en jazmíneo estandarte.

De razón instrumentada, se entrega, isomorfo,


al albur que su espectro hierático lábrele.
La eterna sombra de su alma absorta ábrele
el holograma sígnico de abismos amorfos.

¡Ay! ¡Qué de mí si en saber me digo, condenado


a errar razón y hundirme en la hojarazca
que sobre los ojos míos a reposarme plazca,
mientras las vulgas manos solas vanlos destinando!
¡Qué si trazo sobre el plandor de ensueños diseñados
un corte que hiérales el corazón escanciado!

Y Los Ángeles ígneos de pensamiento alado


criban el brillo del metal forjado, y embriagan
al triste jardinero que en desespero escarba
su alma que un novel abismo ha encontrado.
XXIV

De treguas alzó un imperio, con dagas por labios,


con sonrisas radioactivas, sudor floral,
en la altiva contemplación de la propia bacanal,
mientras lúcido argüía. Fragor de sus escabios
ardía en repetidoras bocas, y venenos
cruzaban los rotos gestos con su paso ameno.

Inhibió ojos vistiendo plásticas transparencias,


y su hablar era de lejos ante atentas musas,
y su hablar era de hierro ante las apariencias,
y su soñar trenzóse en la maraña de las fusas.
Ardía en genuflexas bocas, y serpientes
retorcían a su decir que era luz de sapiente.

¿Croara su decir a lejanías, y plegara


su mente a sus efectos? Muriendo de su errar,
cayó en artesanías de la tenue pleamar
-y decir su vidrial armonía lo delegara.
Luego, el ciclo de las eras mostróle los ojos
muertos de quien tras su sino fuera mero despojo.

¡Asesino! ¡Traidor! ¡Actor!, gritábanle sus sueños


mientras tras la égida de misterios escuchaba
-en un instantáneo pensar los ecos calculaba.
La tierra esta, con selva de contorno, ingenio
suyo comulgaba en falaz unión de naciones
que al donar sin merma creían a sus canciones
trazarse del opúsculo de la dejada guerra.
Su voz fugaz cazó, sigilosa, eras y fieras.
XXV

Caminaba, yo Tiresias, la selva, condenado,


mientras humo de formas vagas mis ojos miraban
-el bastón aún mañana vaticinaba, vado
siendo las raras aves, que entrañas se disputaban,
como plegaria que entre mis susurros olvido
mientras del oscuro aire se abren estos nidos.
Sombras nada auspiciosas trajeron en figuración
el ardor mío, confundido entre simonías,
frente al fatal Caos que disuelve la armonía.
Vestí de lejanas bestias en la transfiguración,
mas qué fuera a esconderse de su afilado
olfato que fundó la tiniebla de todo lado.
Pasé el encanto de gorgonas, de preguntas idas,
y a las sirenas mostré el mudar de mis escamas,
Mas ante los velos de Maya fueme aprehendida
la vestidura, y ya no fui hombre ni fui dama.
En derredor de los espectros que mi tras fulguraban
los cuervos de Loxias a nuevos ojos auguraban.
Y entre los ecos de mis pensares persistentes
alzóse Dite, con su común rostro conocido.
Si memoria alguna hame alguna vez herido,
el sutil genio de su engaño, ¡qué coherente!
De los lirios melodiosos al grito reprimido
de los suicidas, y sus razones y, ¡ay, sus mentes!
De las pitias comprendía terrores y espantos
y bajo sus órganos magullados yo caía.
Ni siquiera sublime Amor, de rectos encantos,
traíame el suelo, y en mi través reían.
¡Mañana será noche que a mi ya aturdía!
XXVI

Muerto, un mayo de otoño, he mi epitafio:


que silencios y soledades que hanme negado
sean sombra en los eriales de atormentados
y garras de ecos laceren pensares de garfios;
que las noches de tribuladores sean conjunto
y el distante espacio de Gracias abra su punto;
que las furias y moiras rememoren idas glorias
en el áureo espiral de la vacía memoria
y que el disperso cuerpo de uno dígase junto
y que mi alma en fría brisa arree norias;
que el rumor de la tierra muestre su silencio puro
aunque cuéstenos la lengua este fatal conjuro.

Nacido un mayo de otoño, de hojas secas


escrito, entre las brasas de las lanas envuelto,
mientras el río rugía su sonrisa fresca,
por el sonido de frágiles cristales devuelto,
heme dicho en mudos designios del ciliar tiempo
y afuera dame el lúcido delirio del viento.
¿Qué fragua de sutil sueño hame inscrito aun
el más mínimo plegarse de mi atención azur?
Bípedo, de semejanza hecho, se abre albur
ante ojos míos, sentido el espejo común,
mientras la floración conjuga su mudo augur
de los pétalos cuyos reflejos hácenme aún,
y no puedo más que ahí quedarme siendo vida,
no puedo menos que ahí quedarme siendo vida.
XXVII

Ahora que las almas duermen, ¿escuchás fluir


la sangre hacia la esfinge de nuestros destinos?
Heridos del pensar que Dioniso fijó al vino,
¿sentís el temor tanto de quedarse como huir?
Ahora que las orlas de psicodel se derriten,
¿sentís el placer alado del ajeno convite?

Ah, de ojos sucios, entre lustros de agonía


yace la vil algarabía de nuesros manjares,
y ya hemos sido, y ya era, y han añares,
¡y púlpitos de siervos aún hay en simonía!
¿Qué costumbre nos timbeó caricias y no las hambres
que nos vendan artificios del oscuro enjambre?

Qué lástima, amor de imagen, por yo haber sido


ahogado en las secuencias deste mismo oleaje,
envueltos de ventiscas, campanas y malevajes,
si vestido de felicidad me hago herido.
Que lástima, amor tácito, por los infernales
ruidos que de misterio hanme dictado anales,
Mas mi líquido travestir tu nombre ciego busca,
y caemos en el contorno de deidad etrusca
-¡Veive que ha subliminado sus astutos males!-
a ver los zafiros que ha ciclado quien la luzca.
¡Y los puñales enredámosnos en sombras burdas
mientras nos tiñe los decires la tiniebla absurda!
XXVIII

Si te hace feliz. ¿De qué felicidad me hablás,


Soledad? Si te hace vivir. ¿Vivir este, veraz?
Si afuera entero no habla, y he de comprender.
Si se te escurre entre los ojos luz súbita del haz.
¿La luz lúgubre de las velas que danse a prender?
¿El parpadeo bífido en que doyme a tender?
Con las alas quemadas de la humana historia,
¿no he de morir en quijotesca lucha hectórea?
Molinos de febril revelación, epifanías
cual dardos rojos que cubren las égidas marmóreas,
mientras el crepúsculo gurgita las agonías.
Vana mente mía pintaría violáceas nubes
que hágante sufrir nuestra inmortal sinfonía.
¿Y habría ahí también silenciados querubes?
Habría formas que a tus vivos ojos cegarían.
Beberías del icor que tus vides segaría.
¿Y habría campos de jazmines, de florecidas
lavandas? Eso y más habría. ¡Locura, luego!
De plácido resplandor pálido, un tenue fuego,
y bestias de ensueño vivas, ¡y el frondoso Ida!
¿El rumor de las sirenas lacerárame aún?
¿En encantos de Amor hallaréme en mi rubor?
El disfraz de las carnes llévase Diana al común
suelo en que los mares bañáronte con su rumor.
Perdón, mas górgona te temo -cuervos de un augur
tráenme a la cuerda lira en cuerdas de gutur.
Séte no mintiendo al ver tu disuadido humor.
Los árboles del Cronión llévanme en movimiento,
¡mas al volver diráse en mí tu entero miento!
XXIX

Ahí va, hilada de nodos, se va; los puertos


la despiden con pasos resonando en la madera.
El horizonte azulado muestra ya la pradera
en que el cuerpo suyo realice a su decir cierto.
Coreaban mayúsculas las estrellas, luciérnagas
abríanse paso entre el moho de las ciénagas.

Ahí va, escrita por las pitias de Oniria, frente


a la cruda marea con la testa levantada.
Lleva en el bolsillo unas flores regalada,
y al anochecer se recuesta a ver sus fuentes.
Coreaban vetustas sirenas de febril engaño,
acusándola de demencia y ficticios daños.

Ahí va, llorando, taciturna; lumbres nocturnas


claréanse en las aguas, y su pensar en fin descansa.
Así va, desnuda, vestida de sombra, en danza
con nudos de palabras y venenos de las urnas.
Coreaban de las musas de Oniria sus designios,
y clareaban sonrisas de mañanas en sus signos.

Ahí va, vagando, la mentira mía, en mente


que cruza las serpientes y siente el juicio helado,
mientras en llamas de fuego blanco soy alienado.
Y corea la brisa fresca, y es suficiente,
y deshágome del ditirambo que este decir
me tañe, logrando de mis sentidos por fin huir.
XXX

Él,
que se niega
nombre,
pasea los montes
hermanos,
mientras aves nacen
de sus dedos.
Él, que se niega estar
donde su cuerpo,
cancelando las aureolas
de vivos y muertos
por igual. Él rechaza dejar
a su dicción en viento
ser,
Él, que ve tras su ver, borra
dagas
que el paradojal decir hace
tormento.
Él
se recuesta,
tose,
y en lucinios
se posa
y pace.
XXXI

Un canto al canto. Deformado, roto: ¡espanto!


Un tiro de arco, que aguas busca y aguas ve.
Un cuerpo de asfalto, por el que pueda caminar.
Un dardo alado que erra en sus consecuencias.
Una embriaguez que funda la secuencia de palabras.
Un tatarabuelo cobani en Montevideo.
Un trago de cordura, una gota de lucidez.
Un pez coreuta que confúndese aguas y vientos.
Una paz vista que no llega a hacerse sensación.
Un alma a la que hiere su lluvia extraña.
Un cuerpo apenas vivo que se baña en sinos.
Un respiro de frescor, y distancias canceladas.
Y el amor enfrente, y su sombra es de sueño.
Y el amor enfrente, y su sombra es de muerte.
Un lugar de quietos, puesto en espacio de Tiempo.
Un cristo de semas hecho que se niega a nacer.
Un azar contrario, y los símbolos que son escritos.
Un símbolo que es grito y grafía no se hace.
Una voz, un beso, un grito, ya agriados, vanos.
Una mano humana que lucubra providencias.
Una mano humana que comercia providencias.
Un acúfeno de haber cruzado los límites.
Un aleteo hace dispersar sus consecuencias.
Una paciencia esquízica que placebos ase.
Un cuerpo que sorprenden las aguas vivas al quemar.
Un respiro de temor, de voz que esconde su canción.
Y el amor enfrente, y su sombra es de sueño.
Y el amor enfrente, y su sombra es de muerte.
XXXII

Mientras caminaba entre físicas cerraduras,


envueltas esfinges, alucinios, visiones, humares,
vapores, fríos, cuerpos podridos, las hendiduras
dejaban translucir el jardín de los lupanares.
Confundido, ardí, y de arder herí, y salí,
y salí confundido, y herí, y de herir ardí.

Mas, fijada la atención, de latidos hecha mente,


reconocí el silencio que aquestas tierras exigen,
y vaciándome de los signos, mi decir desdije,
y Eternidad en mi través insinuó su fuente.
Clarecido, ardí, y de arder herí, y huí,
y huí clarecido, y herí, y de herir ardí.

El espacio desplegado mostróme su vario tras,


y hubo jardines de luz tenue, y hubo horror,
y hubo estupor, letargia, y canto y amor,
y al intentar ocultarme no tenía detrás.
Confundido, canté, y de cantar herí, y huí,
y huí confundido, y herí, de cantar herí.

Envuelto en alucinios, de invertirme, luciné,


y enhebrado en haces, del sinfín, de mí, partí.
Enjuiciado por el derredor, desnudo, vespertí,
y en la horca sus abismos de hielo patiné.
Confundido, condenado, morí, y sin mí salí,
y clarecido, excomulgado, sin yo ni mí fui.
Que lluvias juzguen a los jueces de Destino sido,
que de muertos nacido ahora voy al ser ido.
XXXIII

De drogas, potestades y dementes, los azares


que del ensueño vívido roban besos al aire,
y de dragones, porcelanas, tumbas y nadies,
cuando es la madrugada y resuenan los bares.

De los ojos perlados del insomnio, por las rimas


vagando mientras suenan gotas delicadas, rosas
que en la fragua y foso de memorias nos reposan,
mientras nievan violetas de raíces en las simas,
y las lenguas de dioses supurando entre risas
mientras la melancolía nos esconda en brisas.

Y la libertad, que se hace espuma y piedras


erizadas, y el morir que es voz o eufema, la luz
criada entre espejismos de la nada y la cruz,
y la voz rota, cerca, ocupada por las hiedras.
Y las puertas que crepitan gorgonas escabiadas
ha de dar ojo o asomo de las ciclópeas hadas.

De olfatos, seducciones, y tirarse un rato


entre los astros, a ensoñar el rastro de copas
en cuyas mieles brota el aroma de las ropas
que un parpadear ignora tras encantos baratos.

Y la libertad, que de cada pétalo es nota,


tras dudar del humor de los sahumerios se agota,
y la luna muerta que viste sedas basta ratos,
cuando en mandalas se humedece la coraza,
así los ojos de la noche llénanse con danza.
XXXIV

Cuando el reloj fascina en ceros, campanarios


confunden los sonidos, y el partido arpegio
de las liras labia un subrepticio sortilegio
a los reflejos vivos que se enhebran del acuario.
La bestia cruel, con sonrisas de entrecasa, descree
que alguien más que sí a sus tercas nubes arree.

Promesas vacuas, y palabras que los actos niegan,


sobre el roto sello, en su lengua bífida, torna
tras el donado círculo que su ceño transtorna.
Mientras tanto, las plantas de duro humo se riegan
cuando fluoresce canto en la mirada pasajera
que cruza, vigilando, con disfraz de mensajera.

Así, en cerebral mezcla, Cerbero se nos muestra,


y en cada fauce una puñalada se refleja
-pero el cristal, que a reja honda asemeja,
la cadena de los pasos en ladridos demuestra.

Esta testaruda mente burda me aconseja


que vuelva del decir a los delirios, y del vidrio
del ornamento mediador a los pulcros cirios
que tras vistas lejanas el pleamar me maneja
-la bestia cruel, con sonidos de guirnalda, parea
cada sentencia hectórea que el derredor frasea;
bajo la parra me anochezco, si así me deja
en la ficticia libertad que el palabrear marea.
Esta cruda mente en ruinas del símil mí condena
el espacio en que he de errar con desnudez por pena.
XXXV

Hay un silencio, y la casa está perdida, muda


de certidumbres ante los jardines de mil verdes.
Hay un silencio, y el sol el horizonte pierde
ante la agónica mirada que afueras desnuda.

Hay un silencio, y una tumba, y sed y hambre,


y hay el veneno circulando entera sangre.

Hay un silencio y hay una despedida ciega,


y rumor de memorias, demonios y enjambres.
Hay un silencio y una mano que almas siega,
y una lápida y sed y lágrimas y hambre.

Hay una fragua, sospecho, de ensueños de vigilia,


aun si la muerte entre suspiros se arrima,
aun cuando la muerte llueve de ojos encima.
Hay una fragua, sospecho, de voraz terribilia
cuando parcas se enamoran y vese su espanto
escanciarse en luminios de palábreo encanto.

Hay un silencio y una fragua y su sospecha,


y el iris de ala ágil que vistas divierte.

Hay un éter meditando entre sus hojas hechas


mientras la grafía de suaves trazos nos pervierte
-se asoma, levitante, en voz de orden acecha,
y sus ojos confundidos de follaje advierte.
Hay un silencio, una fragua, un éter, y sombra
que en el ocaso ido de los días nos escombra.
XXXVI

Así, enterrados los abandonamos, a juicio


de ciénagas y de fantasmas, con el clavicordio
que las égidas les talla entre culpas y sobrios
arcontes que andan aún su ardido quicio.

¿Quién cantará razón de que húndase este,


que a mi mirar plandece cual pálido zafiro?
¿Qué pena llevará entre sus últimos suspiros?
Véolo ya haber sido en sufrir de fuego aqueste,
mas sueño de horror aguárdale si su rostro muestre.
¡Sueño de horror guárdale voz que su rostro muestre!

Así, enredados nos aquietamos, en oscuros


aires del sangrante caos que de lágrimas ríe,
esperando que el físico percibir se enfríe
y crucen al sellado lar que la esfinge da muros.

¿Qué error, que yo ignora, hame puesto a pendular


furia de mares en que haz de Gracias avizoro?
¡Lléname de temores ante su plandor de oro!
La voz fúndeseme ajena; la fosa circular
muéstrame de haber sido lo que no supe mirar.
¡Y los vitrales se abren y no hay qué respirar!

Así, aterrados nos quedamos, de ver su pasear


la cándida luz que nuestra persona desuella.
¿Será que vista nuestra dale grito en que parear
su ánima en despliegue tras ecos de sus huellas?
El viento trae ruidos de su inmortal querella.
XXXVII

Ya no me recuerda -ni yo me recuerdo, huido-,


ni sé qué, cuándo, por qué o qué es que fuera
aquello que, en puertas de psicodel, fue Afuera,
mientras mi vista errante buscaba su sonido.

Ya no me recuerdo -ni sé si la recuerdo, o hay


fantasmas, fantasías, jugando el cenicero
que de ascuas hizo cenizas y lugar a cero.
Ya no me recuerdo y Nadie es mí, y es quien hay.
Y en los deslices de la coraza agujereada
cruza Amor, muerto, entre los céfiros y su Nada.

¿Qué clarear de ojos, o vaticinio de las pitias,


llevóme a tierras que envuelve el canto de Eolo?
Ya no me recuerdo, y no puedo decirme solo,
si el parlante derredor la mirada me sitia.

¿Qué burlar de mí, de yo en engaño, parecióme


encantamiento y revelóse siendo delusión?
Ya no me recuerdo, mas vago espectro de emoción
trae lágrimas reídas del través que velóme.

¿En qué aletear doré al numen que me deshizo?


¿Era cuerpo, idea, persona, proyección, juicio
disuelto en el letargo del coro de esquicios?
Ya no me recuerdo, y muerto soy y muerto piso
la eléctrica caricia con que las nubes besan
memoria ajena puesta en mí de quienes rezan.
XXXVIII

¿Quién, con máscara de tu rostro, cruzó mis pensares?


¡Ay, la voz viva que entre pantallas talle claves
y al sur de cónclaves y estatuas yo me lave
mientras cada decir mío tus bocas permutaren!
Mas en el cauce de siniestros rastros, errante, voy
mientras la caza y la trompeta dicen quienes soy.

¿En la humedad de dulces cadaveres yace yo?


Tibio astro ciego que cardúmenes arrea
hace a los númenes confundir su vil tarea:
dormir entre las formas que traduzca un quéséyo.
Y si se asoman en visiones carnavalezcas,
que el erial se abra y sublimadas gotas crezcan.

Lágrimas no, y lágrimas del no que también es no,


cuando el tejido penelópeo nervios deshaga
y a la esperanza inánime cruce daga
sutil, que el mar entero a sus manos sales donó.

¿Quién, con máscara de tu rostro, domó mis azares?


¡Ay, la voz, cáscara, gesto de los similes ceros
que sin nombre ni pero yacen en mi desespero!
¿Acaso aguas de gritos rujan en los posares
que tu cuerpo escrito dejó sobre paganos dioses?
¡Apenas hace noche y ya huyen los adioses!
¿Tras el canto de luces gimientes constelares,
acaso, el sino al que pliéganse doce voces?
Casas arden en símbolos, y saxos gambetean
las órdenes que Caos, holgazán, nos ribetea.
XXXIX

M'apprit l'esprit, cygne qui naît blanc – préfère simplement


son marteu qui fixe, si vous le vouliez, les absolus lieux !
À cóte des nuits, des marbres, du délire, la mort de les dieux,
et la clarté des gouttes dans l'oreille perce naturellement.
Cris de fortune dans les plats, dans l'argenterie ! et les rêves
que le soleil cache des tumbes et infinit se achève...

Fables de formes, pluie nocturne fragile, mon coeur n'est pas des
{ yeux !
et les lilas ne sont pas étonnés, mais regrets purs
- le sang de terre profonde donne naissance à bleu de doubles
{ deux !
et les jasmin se durcissent face au sud, avec Amour,
enveloppé dans un crime de cristal et ailes taciturnes,
sonnant ses doigts las corde froides de l'mort que pluie des
{ nocturne...

Fruit étrange, miroir des années, quel corps passe la solitude ?


Dans la multitude liquide de sulfure que brille, tu guéris
mes yeux de la lune qui éfface, tandis que marche l'assassin gris,
même lorsque le cygne repose à gelée altitude.
Que dira le placebo mirage, notre opium, l'ambroisie,
quand un coup de piano finît d'abîmer votre chanson ?
Des lys aux bouches ignées de la obscurcie Poésie !
Mes amis m'attendent assis devant la potence. Alors !
Voilà ! Les nuages ne s'ouvrent pas, et les fenêtres ferment.
Voici l'homme malade que pensait qui'l savait, où il est : seuil
{ Rien !
XL

Doix
plumes de noit, que
disent-ils
quand l'huile va, verte,
sur les brumes ?
Fouet à la main, bandé,
le coloré
s'amuse dans l'ombre de
chats et de les nuages.
Et un certain nome refusé.
Clorophylle du sommeil
s'ouvre dans son feuillage éthéré,
tandis que le nome réfute.
Un
cycle de formules coagulées est
alors
tiré avec fils vers les alouettes.
Un chanteur
dit
des bruits muets
- ses doigts
dansent l'espace noir - :
plumes tombent
sur les herbes.
XLI

Una silueta de voz en la calle -tu oceánide


nadie que no puede evitar su nombre un rato-,
un arcoiris que traza al horizonte su trato,
y las estrellas de mar en que duermen tus náyades.

El acorde que se rompe, los labios rojos, blancos.


Los labios sobre el pavimento, y cruza la gente
buscando una resaca o un rato demente;
el acorde que rompe tu silueta en un banco,
dibujado en tinta blanca, corrigiendo piedras
con caldo de luna del que subirán rotas hiedras
del ensueño en que descansan cuerpo, vos y penas.
Ahora que el rumor de otoños cae al ceño,
y lo curva, y lo esconde, y ríos de sueño
hace, una silueta de tristeza tuya cena.
Dibujado en tinta china, con ardor de fragua,
una marca inánime que media nuestras aguas.

Una silueta de voz en el viento ecuánime,


tu oro de estatuas, y el andar desanimado
que muestra el hondo lienzo cuando lo ha marcado
el demon que susúrranos su coro magnánime.

¡Ardor de almas y páginas, si el lauro jura


que ha de decimar el Hado, sea la tortura!

El amor que se rompe, mi torpeza unánime.


Una voz tuya que en derredor, al sonar, permuta:
Belleza rompe en llanto cuando su soledad muta.
XLII

Y la sustancia se hace una, y de gris brama,


y en el hondo de mirar, pendulás, escalera,
mientras sangres hierven, hija de fiebre y espera,
aun cuando de la servil pupila se derrama
aroma de infinitud en flores plásticas,
corduras de ensoñación de sus luces antárticas;
y la sustancia se multiplica y azul roe
las babas de amaneceres que bañan ventanas,
mientras éteres bullen en ciegas miradas vanas,
aun cuando párpados la fútil llama corroe
-tuyos, nuestros, entre sándalos y las voces ruines
que llevan vestidas los espectrales jazmines.

Y la sustancia se hace ceniza, entre showbiz


y telones mudos, cuando el aciago obscurecer,
mientras ojos vanse tras su espiralado parecer,
aun cuando pseudo areopagita en flor de liz
las hieráldicas vestiduras pone en visiones
de las áureas nubes que supradicen sus canciones;
y la sustancia se hace esquicia, oscura, varia,
con máscaras de limbo envuelta, en unidad suelta,
mientras las avaras sensaciones llueven en muertas
aún frentes, que a la cordura van en contraria
moción a fuentes que en la abstractura orla de alas
a la mente que démones y velos escala.
XLIII

Hay un viento de aire, y un viento que el lar muerto


del cuerpo anima. Una oniria friza los rezos
que alado pensar contrae de Tiempo. Cerezos
florecidos, en otros ojos puestos, cruzan muerto
ojo mío que en vestido de descanso yace.
Es la cama, kamma, y es el frío que hace.

Entre ojos que conozco, amigables, un cuervo


que hace festín de fetidez y curda conjunta,
aun cuando vides de mismo sarmiento nos junta.
Entre ojos que odoran transluce un ciervo.

Hay un agua de disonancia, transarmónica,


cubierta de lengua curva, comentar al costado,
pasear de piedra, salpicar del más mínimo vado,
con voz de medianía, interés, anacrónica
lucidez que se conserva, aun tras haber ido
al lar del cerebro que muéstrase freído.

Entre años que conozco, semejantes, harto


maquillarse de las muecas, complicidad de duda,
contemplativa mirada que escapa a su buda,
y risa trífida de luz, sombra, mudez, cuarto
en que traduce tierra que hay en la memoria,
no que se dice luego, cuando ya ardió de alcoholes
el verbo maculado del movimiento, y soles
de pitias que crúzannos cuando la atencion se escoria.
O símil, diferencia, enamoradas del muro
que escúrrense tras el frágil palabreo puro.
XLIV

Y en la copa del árbol, un áustreo, intermitente,


y la ceniza azul, dictada, de embriaguez calcárea,
y la cúpula, copulando su miento, sintiente,
y el erial agusanado de escamas de hectáreas,
y la noche o sombra o pan o parpadeo
y el icor festivo de deidófagos y reos.

Y en la maraña, un céfiro, lunar sentido,


y un pálpito o latido, y un bufón triste,
y un fantasma que viste blanquecer de ido,
y un olor de aromas y un críptico chiste,
y la noche o sombra o cuenco o mano
y el icor que escancia disperso un artesano

cae sobre el suelo de tierra enclaustrada, nada


siendo, mientras horas pita y ánforas nada.

Y las líneas superpuestas y las hojas secas,


y las nubes extrapoladas y los ojos fin,
y la canópea fría y la tímida mueca,
y la feérea natura y el fingido jazmín
y la noche o sombra o délfico augur del mar
y el icor del río en que dulcea su glosar

llueve sobre tierra, a hierro y sangre forjada,


yendo, mientras horas pita y en ascuas nada,
sobre nubes difusas rectas que flejan su manjar
y cae sobre el suelo de tierra anaranjada
y falsa agua de sueño sabiéndola igual nada.
XLV

Saber dónde se va -sin embargo, esperar, quieto,


entre los quietos (¿sueñan, duermen, esperan?). Abierto
al sueño pasajero -distante, de descubierto
pensar amante que de fríos pestañeos ciertos
descubran, entre el rencor de los alcoholes, aromas
de hierbas que pasean leves, continuas. Asoma
la hora del cuerpo -órgano, acto, afuera-,
y cubre el vapor su trágica belleza. Retazos
de perfumes que pasean entre suyos brazos.
Quieto, de ventana abierta, contempla, y espera
el momento exacto de caer desde su bajo
al eterno descanso pasajero. Es trabajo
nuevamente, nueva mente, de la reminiscencia
-entre tanto, un largo mientras tanto-: horadada
la cúpula, el cristal, llueve el agua helada
que muestra del disuelto cuerpo su frágil esencia.
Y la lámpara parpadea y la nube es río,
y el horizonte encima, aún obscurecido.
Sempiterna diferencia, siempre parecido,
cruza un canto tenue el cano revés del río:
aunque la sangre críptica bajo Helos nos bulla,
almas en la nocturna ágora una confluyan.

Saber dónde se va, sin embargo, esperar, quieto,


mientras la cuerda pende cual consuelo, amuleto,
y luego huir, calmo, tras la paz del pasto obsoleto,
sin dejar entre las huellas de los perennes nietos
mas que la caricia sutil de la mente plácida
y contemplar sin forma desde las fuentes ácidas.
XLVI

La ciega serpiente negra sobre el sillón estaba


y encontró mis piernas en el baño. Un dado,
como es usual, decidió el destino. Atado
de tentaciones, el rumor, subrepticio, purgaba.
Oí mis manos, luego, roer de rara gravedad,
y sonrisas y venenos lloví en serenidad.

Las ranas, que en el derredor de la barca croaban


de ruido, larga lengua negra, ornaban la selva,
y por bolsillos sin taleros, la lúcida verba
distraía al remero, y Tiresias disfrazaba
nuestros lúdicos cuerpos de tiniebla violácea,
así confundiérannos con la escena herbácea
las sombras que desde el gélido Hado ya coreaban,
sintiendo el zumbar de nuestras sangres y ánimas.
Para sorpresa nuestra, he lápidas magnánimas
ocultando lágrimas que entre los idos clareaban.
Para sorpresa mía, a Tiresias sorprendido
encontré, de su rígido bastón prendido.

¿Quién ha puesto entre los muertos tras de muerte, dijo,


y a ojos mios ha arrancado suerte y augur?
¿Qué ave extraña hame tendido a mirar del sur,
y este risueño velo que yace en mí predijo?
¡Qué astro errante traza al horizonte su albur
y confunde a mis fundidos ojos siempre fijos!

Luego, entre quejidos de promesas y tormentos,


alzónos al suelo un rígido presentimiento.
XLVII

A esta hora, en que las almas saben su muerte,


y se abren los sueños a que crucen agonías,
he que canta el espacio de sutil epifanía
la razón y persona que díctales su suerte:
a esta hora en que el dios de disfraz muestra
su rostro, y dice de su múltiple lengua nuestra
natura que al rumor del arte se conjura,
una sombra ladra en través del ermitaño:
¡ecléctico revés de suyo dialéctico daño
yace en voz de nudos líricos que jura y jura!;
entre el vuelo de palomas con escamas, susurros
de no hacer ruido si en de instante aburro.

A esta hora en que agujas placébean, calma,


aunque el disfraz de la desnudez ritual no cubra
el geómetra engaño vano que descubra
la metamorfia del espacio tras su una alma
-los alcoholes de agujas ante bruma de abismos
en que sí dice de sí siempre mismo sí mismo.
¡Dialéctico través de nudo ecléctico, año
pace en tos de mudos físicos que trases conjuran!
(Y una voz de anzuelos hecha jura y jura
que es víctima flagrante de hacer propio engaño;
entre los muelles, providentes cuervos verdes dan
al humor de fetideces la cruz en que riendo van)
XLVIII

Pasada la hora en que los muertos viven muertos,


descuidados cuerpos poseídos -el mío, entre-
ríen mientras gurgitan áureos verbos de vientre
y entre las sangres derramadas fluoresce el huerto.

Entre manos que tiemblan sueños, la rota voz urge


la triptica cruz críptica en que ruge, manando
la vista línea de ojos de afuera, mando
de dicción ciclópea que tras calcáreas fosas surge:
flor idiótica pliégaseme en la guerra ritual:
el círculo alucinado sintoniza en dial.

Saliva amarga, un puñal en el cráneo, solubles


jeroglíficos de hierofantes aún físicos,
y el horror de la carne en ojos turísticos
que Espacio escupe en oro de ungüentos volubles:
alas!, yer maniac vice, gently schized for thee to recognize
our unsolvable node of noir'd phrasing cruelly magnetized.

Pasado el poseso que ríe en tras de huellas,


queda la pálida mueca en que la noche torna
bajo el magno Febo y su astro que trastorna
-mente que a lar suyo póngase viva desuella.
Gira en redor, silente, el candor hectóreo
de violáceas tinieblas tras dardos incorpóreos.
XLIX

El viento que borra la canción -la voz que borra.


El asiento envuelto en frazadas, que frasea.
La orla que encuentra a la piel y sola se pasea.
El ritmo frágil, el equilibrio, el viento borra.
Las horas de ventiladores, pálpito de palmas
sobre corona de cristales rotos, sola alma.
El viento que borra la dicción -la voz se quiebra.
El atonal grito de las calles, la vez desierta
-el quiebre exacto, desterrado. La noche abierta
al tiritar de velas que tras su cuerpo enhebran
maledicción, ordalías, idilio y guerra
en paz dientes de león corcovando la tierra.
El viento que pinta la prisión -la voz cae, nota
tras nota hacia el piano de nuestras nubes aéreas.
El mandala que se lleva un soplo de cinérea
mente plácida que en curdas ácidas se agota.
La traición, el verbo alado, el pensar plegado
al follaje de la noosférica sombra o lado,
aun cuando el viento clinaménico sus huellas
borra -persiste el súbito plandor de vagos heraldos
que en prestidígito de sus pasos se llevan algo.
El maullar de pliegues que en ascuas oblicuas se enfuella
sobre la voz rígida de los vivos suicidados
-el aire oscuro escribe el flejarse del Hado.
El pneuma de gestos que la sin distancias cancela
-la histeria puesta con rumor libidinizado,
la claridad del lago ante súbitas estelas.
Hespérides de largos pasos dejan que se queme:
sea diamante de múltiple mirar quien condene.
L

Tez
de los risos
negros
bajo el signo
zafíreo
de éteres e iras.
Infinita
vista de musa niega,
aún si ciegue
pensar su lengua bífida,
escrita e ida
hacia tierra proscripta -voces
lleva con sutil roce
si
cruzan su mirar miserias.
Era
de mudez y de silenciares,
nos lega
luz
otoñal, de
haces
escritos, veces
múltiples
de eses.
LI

Un cigarrillo. No llueve. Y la muerte no llega.


La computadora -una-, sin embargo, me habla,
te habla. No llueve. Las máscaras sonríen. Blabla-
blá. Nadie escucha. Melancol azul se pega. Siega.

Propio otro. Negado. Indiferente su pasado.


Pasado -eco. Verbea. Ahí, aún sentado.

Un mate. Las sangres. Verbos atados, o alambre.


La compostura -la pierdo, nunca tuve, la pierdo.
Uno, dos dientes quedan. Atado. Aún. No muerdo,
mas muerdo. Una o dos neuronas quedan. Calambre.

Otredado, propio niego -timba de mí, con dados.


Un gesto pregunta, otro exclama. Pies vendados.

Un cigarillo. Costumbre. Me detengo. Me templo,


afuera templado. Es. Memoria que sólo lee
-repite, repite. Pite. Afuera por mí cree.
Materia. Vergüenza. Tener cuerpo. Aun contemplo.

Yo no dije esto -ésto, éso. Afuera, otro.


Afuera otro, y nosotros, los otros, losotro.

Un mate. Pito. Hervor, templado. Las miríadas


-estrellas, cometas, astros; sea. Besar. Mejillas.
Entre los ojos. Humedales, rosa. Mascarillas.
Entre los muaques, orillas. Dos oídos. Mirada.
LII

Manos frías. Noche de verano de manos frías.


Playas de caracol y ventanas de tentáculos.
Rumor de lavandas -florecidas. Espectáculos.
Sonrisas de que rías, sonrisas para que rías.

Y ni un aroma de humor o de oceanidas


visitas de hiedras, piedras en ventanas furtivas.

Rosas rotas -blancas, rosas, celestes, eteridas-,


puestas en las manos -la mano aún sea viva.
Dedos de cenizas, como las nubes, las heridas,
y la boca agriada que de ser boca se priva.

Ni un cielo entre los ojos, vestidos de negro;


pasos de las pupilas idas -vestidas de siervo.

Crimen en el numen -era esperado. Vapores


de agua que hierve y cura de las manos frías
-sonrisa de que ría, para que ideas fría.
Vespertir -mañana, ¿quién? Drama de nuestros ardores.

Y ni cinco para alzar un muro, con esta lluvia


que disfraza rizos de roble entre pelucas rubias.

Suspiros, susurros, ¿cuán absurdos?, ex nihilo.


El espacio supurando -no es el ventilador
y boca otra no hay que la de este hablador.
Sensato, en risa de abismos pierdo el hilo.
LIII

El verde providente. La jardinería


llevóse ramas para que nuevos brotes vivan.
No hay lengua, vista que resista, uno escriba,
el sutil borde de la hojas, novel pedrería
de frágil esmeraldas floreciendo. Y eriales
ante natura, de arte hecha, verbo de diales
despliega con Eternidad de suaves pies tendida
frente a la pálida rigidez de las cortezas
que de extraña alquimia hace brotar cerezas.
Nuestra voluntad, o la mía, cae rendida
frente a Belleza, que de feéreas fuentes mana,
mientras pupilas táctiles en rubor se afanan.

El verde providente, que hierba será en el tras,


cuando la espalda hacia el magma tienda, y tierra
cubra los ojos que supiéronla adorar, no yerra
y escribe su epitafio: Here, lies. Cualquier detrás
de ésta sentencia, vacuo fuera. ¿Quién ha de dormirse
ante el fragante huir, y de la vida rendirse?
Las manos en forma de cuenco, un libro abierto
-Hölderlin, en 'Archipiélago', a mi acostado
cuerpo envuelto bajo Mineralia, del pasado
siendo la fortuna de quien haya paseado cierto-,
mientras los pájaros llévense el canto que quede
en mis manos y mi cuerpo de ido aún despliegue.

Los ojos cerrados, la moción de nuestros errantes


compañeros de tierra honda que antes fui, era,
y queden siendo viento de voz que desespera.
LIV

Y amarás hoy, aunque no queden fuerzas, vestido


de sombra segando las lágrimas disimuladas.
Así quede siempre el rastro de las almas rozadas,
aun cuando en alas incorpóreas sea ido.
Y amarás hoy, ya sin fe o fuerza, en canópeas
de araucarias que cubran a Febo de ciclópeas
dagas que llévense miradas hacia la diáfana
noche en que duermen los que han cedido a los fuegos,
disueltos, dispersos, absorbidos por ótreos ruegos,
mientras la lluvia llévase a las voces áfonas.

Y amarás hoy, ya desde el espacio sin distancia,


en soplido, suspiro, inexplicable fragancia.

Y verás haber, entre hendiduras de corazones,


el río breve, de las blancas espumas bullendo,
cuando alma tuya contémplese del ya huyendo,
entre panidas silbidos, estruendos, sinrazones,
con el ceño libertado que vestirán ensueños
aun si paño de nubes sea el mirar risueño,
y el vario éxtasis ojos vagos reminezca
en las orillas de Elíseos, con luz de diamantes,
la mirada arrobada de los viejos amantes,
mientras el cuerpo sin sustancia a su ser perezca.

Y verás amar, entre olas de eterna psicodel,


a las almas que dicen descansar en lugar aquél.
LV

Muerto he, ya, en ensueño de músicas, primero,


en hospicios que la luna reservábame, luego.
La musística natura, de éteres y fuegos,
mostrádome ha el lecho en que exhalé pero
que hame puesto nuevamente acá, en la tierra
aún verde, mas a ver cómo muda nuestra guerra.

He que dioses presentes y distantes yacen juntos


en el dulce cauce de céfiros que duermen aún,
mientras la ola inánime de parcas al común
de los cuerpos llévase al Orco del lar conjunto.
¡Ah, la cítara!, ¡infamía! ¡Cuán oscuro canto
háceme contemplar mientras deshácese el encanto!

En el manto de neblinas, vago trance augura


la noche oculta que incorpórea plaga urde
mientras en tambores de hambre coriácea aturde
el canto de sirenas, que de locuras supura.
¿Quién, en falsa cordura y cálculo, una sangre
hace brotar, al ponerse el velo, en el enjambre?

Una noche mía, que arboleda derramado


ha sobre el suelo en que pies de hoy danse a andar,
mostróme el azar que conjura a quien su hablar
hale dado tempranas tinieblas mas no el Hado.
¡Ah, la cítara!, ¡infamía! -cuán oscuro canto
háceme dictar despacio en el vulgar espanto.
LVI

Espacio -la frontera inalterada, ríe.


¿Conmigo? De mí, inalteradamente. Consigue
que el muerto Helos nazca -las estaciones persigue,
y en hojarazca envuelta de niños sonríe.
Espacio, repite, y no traduce más que ruido
-¡hace tanto que su verbo de dios se ha ido!

¿Espacio?, el éter distendido pregunta. ¿Habla


de Espacio en el preciso lugar en que no es?
¿No ves que despide inalterado a su revés?
Yo no sé a quién le habla, pero de hablar, habla.
¡Espacio!, grita, sorprendido, Helos. ¡Ni que fuera
digno el personal cuerpo de yacer en Afuera!
Yo no sé de qué hablan, pero acalorada
discusión -ficción, lógicamente- mediada llueve.
¿Espacio en que Yo, vacío, lírico, se mueve?
¡Que alguien le saque a ese cuerpo nuestras hadas!
¡Es tan boludo que si Cronión en haz lo invita
su corazón rápido palpita, su sien dubita!
Yo no sé si hablan de mí, o de quíén, o cuál, o qué,
mas, por las dudas, me reservo la desidia -huyo.
¿Espacio?, me pregunto, luego -mí, yo me escabullo,
no sea que me envuelva entre sus nudos de porqué.
Presiento, sin embargo, que en leve letargo, sombra
alguna arrima su corola sobre mí y escombra
mi razón en donde no es. ¡Espacio, boludo, allá
que el inmediato horizonte abre con su trazo!
Mas, ¿desplegado en vista no sea acá, acaso?
¡Ah!, ¡Espacio, mayusculado! Perdón. Seguí, tallá.
LVII

Cuando dos perlas se agotan, cuerdas de fraseo,


y Amor, distante, canta de ensueños, mientras cae
sobre el agua tibia de la noche, pares se distraen
amantes, mientras el unido instante fue paseo
en través de avenidas, ruido de armonías,
con los ojos buscándose en reflejos de vidrieras
aun si la mirada atenta se posa soltera
sobre el aura difusa que urde epifanías.

Y las manos se contornan, bailan, tornan, hablan


mientras el viento frágil que deshácelos los habla.

Como si el ritmo de los pasos se figurara


en las magias del órgano asfaltado que cruzan,
las voces áureas, rotas, se enjuagan y aún usan
decir de ayer que hales dado a su cintura
el beso que espejos de labios tímidos se niegan.
Quizás sea la manera, uno en ambos piensa,
y el primer astro en oros de la tarde empieza
a disolver los gestos, los cerrojos, y se siegan

hierbas de memorias haber sido, tras sí llevadas


por semejanza de amores que oscuran criadas

hiedras que sobre las piernas tensas trepan. Un augur


de caricia cruza el hielo en viento de austro,
sin embargo los ojos negados en alabastro
tallan la solución, que es amistad, mientras un gutur
de borrachos en su siento ríen -anuncian albur.
LVIII

Mas, bien se sabe, el rastro del delirio errado


las alas del sentir sublime ya han derretido;
confuso amanecer de tardes confundido,
el arrobo, o rapto, muta: he a Amor matado.
-las formas nacen y danse en vides justa embriaguez-
ya sin suelo cae al Hado de insigne vejez.

Anciano corazón decorado de la experiencia


inútil, tendido en lágrimas, sobre el suelo es.
No habrá astucia, ni saber, ni bella apariencia
que devuélvale el éxtasis del lunático través.
La forma, concreta, sobre un cuerpo ágil descansa,
mientras su mirada distante contempla la danza.

Lunático, que Diana ha cercenado, ¿no ves


llover ojos extraños de alucinadas musas?
¿Acaso su feérea natura una excusa
hate dado para huir del dorado ser que es?

En la fragua, urdimbre de la que Tiempo conmina


la accidental muerte que al alma frágil sepulta
dale movimiento, ¿lo que ensueños áureos oculta
mostró, cuando ir era vuelta, al loto de espinas?

Tras el follaje del Ida, en su bestial gelidez,


¿no fue el instante eterno de inefable placidez?
LIX

Sabés, aunque bajes la mirada en disimulo,


que el Abismo nos invitó, ¡ah!, ya tantas veces,
y aún estamos, paseando el cuerpo cual reses,
y el sueño de amor es un consuelo que emulo
-ya viste el epitafio, las rosas del entierro,
en que yacerá el resto de mis vanos yerros.

¿Que si tuvo ojos? ¡Tantos tiene! Vacuo despojo


de haber sido sígueme en áridos caminos
hacia el vagar insomne del último sonido
-¿una respiración?, ¿un latido?, me deshojo
de viles cobardías en que bíloco ahondo,
así yacer incorpóreo si otoño es fondo.

¿Que si, secuenciado, en voz de mí me fui cantado?


Cenizas de impropia risa entre los cuencos
en que deshíceme, ocupado en ruido seco
de la alada esquicia que matóme en juicio dado
-cuando la sonrisa, pleamar de simular, rozó
mi múltiple ojo, pude sólo huir al foso.

Sabés, condenado, por etéreas cadenas sigo


el súbito viento que ha sido mi único lar,
adonde la miel de esporas sobre el tácito amar
cantóme de la ida que en canto sucio persigo,
aun cuando la voz viva de vidas enramadas
sosténgame, distante, de la palabra negada.
¿Que si pienso irme sin dejar nada? Estos ecos,
paisaje de pasillos y esfinges, el viento seco.
LX

Haz
herido, haz
azul,
haz de tenue luz,
vacío
me retiro, dejo
paso a voz
que contará el manto
que rociado ha
el jardín de Oniria. Mas,
especularás vos
si ha de ser yo o mí o quién
que cuente del lugar a-
quél
del que ascuas en escamas
tierra
harán mudar en colorida
miseria.
¿Quién,
dios de disfraz,
hame
puesto en lugar
de aguas
vivas de él?
LXI

Metempsicoso y ya sin piel, adonde máscaras


se funden, el cristo ecumen que circula duda
de su ser, y de testa, rostro, gesto, mueca, muda
-púdrese alrededor su unimúltiple cáscara.
Crawl should I, schized-up throughout an unendable easter?
Will through me, oh willed of dawns!, and noir'd unreadable
{ feasters!

Trapped in thee, misfortuned, by not but a river of whirlwinds?


Vortexed out, puked, as an abstheme supplicant, rhymes flee oh
{ thy!,
yet while the doxa of bleeding strings draw, beneath our thin lie,
a dream-gaze of futures stray'd by, on a soil that by us spins.
¿Debiera, luego, silenciar el juego, a Silencio
llamar? ¿He de herir cada vez que en verbórrea sentencio?

For the shores splitted us, and none but I was a mist'd sorrow,
while the narrowed hollows -cruel oh thirsty!- brought a morning
filled with agonies of our common body, while the mourning
were I, me, us'd ago and brain fried. Where did the thin arrow
hit? A bit of this, a bit of that – a lying mystic lures
my drooling howls. Should I abstain my self from rhyzomatic
{ cures?

E tuo vestito blanco -¡los ojos me embargo! Caigo


lentamente al letargo de siestas. Hay viento sur
y es la medianoche, mientras los rizos sensibles
en derredor, tan despacio, hácenseme visibles.
LXII

For I've wept, dead oh soul, when the phone rang and none
{ answered it.
What could, disastering thee, step at sight and shine so cruelly?
Phrases flew by, as the moon stripped apart -none, truly, really,
forgot the thrice dead. A hand lifts itself, and misled my lips.
Should my ill tears hurt thy soul, when the mirror slowly
´ { shatters?
Why on earth this mere words of obscure air will ever matter?

Yet thy black wavy hair, laired in eternity, shivers me,


and the lone moon blossoms of betweens, again pale begotten.
Run should I, oh me, oh my, while time steps in, unforgotten?
Spitted for wandering, I stood in aisles while the dew sued me,
and never eyes for Love almighty had I before, oh muse
that strangely walks amused and in twistdom arises blurred and
{ fused.

Walk away!, for the deep blue ocean sweats in greenish drops,
and your corrupted vines will scale my nymph-made bleeding
{ heart!
Plastic tears yer eyes have brought upon my gaze, and golden
{ darts
will now surround your eyes with feverish fear of aegid dots!
Ride through deserts where none could hurt your foolish words
{ of sutures
and alone be left my clear horizon while I grow futures!
LXIII

Killed by the weather, here I stand. Rain has wished itself to


{ stop
and the merciful sky, mercifully schized, ran throughoutin.
Skinned from skin, the sour mouth that langues our from noir'ds
{ withins
begs me for an us from where, to I to walk out, as it bops.
Riddled, I walked in panic onto Pan's lair, and air breathing
was, as a gleaming rune out from despair, and merely reading.

Silked foundations of the marbles made god-alikeness, a jest


fell upon my steps as I waved goodbye to my noded hair.
Did the chest bit itself at crowning ceremonies? A rare
breeze of zephrys went as will, and a cold spiral formed a nest.
Love, bronzed Love, stood up and chanted? A many-made I
{ screamed, yelled.
And while the argent river stripped as lotuses went, a spell
enchanted me with dead memories of my childhood's yet dead.
Have I hesitated myself onto the mirroring lane
again, as my scarred heart bled divorced thoughts from lust or
{ pain?
Yet the sacred sphere crystalyzed itselve in none but misled
steps from the scherious stairs onto the canines filled with red,
carmine teardrops of blood as a way -and ether'd I was shred!
Oh lunacy of mine!, from flies to spiders sinking, in let
was the threat of the trifid tongue that abysses me in tics
of unworded thoughts going throughoutin of lor'd mystics!
LXIV

Flourished, washed by the ocean, a single drop of icor sips,


her oh so tender lips melt, and laughs as a me gazes through
a harrowed screen. Waves of tears have been felt, and roses wept
{ dew
over the misty mountain of thoughts made air. Oh her thin lips!,
teared from my tar'd fingers out to the nightmarish place, seen
have the horror of bellies hungry twisting. Oh, obscene
heights of veils so thin as yer words go through me, why a we
{ should
release a fortune onto not, as dry breezes of ashes
surrounds us in knotted walls, free, oh!, our hands from ill
{ washed
and not a pain felt from the falling leaves of the woods ache
{ could?
Bones from fragile hands have broken before, nurtured abysses
will not astounish us in the cruel ol' spectacle of Histery bises!

Against the wall, overwhelmed, lawless creatures, for thy season


has ended when our blood-made Law spoke through None! A
{ farce will not
suspend our motioned substraction of abstractures made knots.
Thee, the laughing, laugh 'til dull are made the gentiles, out of
{ Reason!
And cry, good old lady, while the poison slips throughout
{ gestures
for an us to know when torture dissolves, as it is measured.
LXV

And the feathers sweep on cold wind, spiralling onto the dawn
while the hourglass, confused with Time, started tearing down
{ clouds.
Who but Death could know what, after the starry smiles ceased,
{ by pounds
released the pendulum of its equilibrium onto mourn?
And the feathers shattered as mirrors, when the gaze stood in,
and the whistles of the caged rose and rose and rose within?

Subtle symphonies of homonimies stretched synthethizers


with fragile asters, prayed by Fortune, as the wind froze an I.
Gazed so simply as desire, a pair of loon globes, green as thy
stroke upon a dream forged in distances, while sympathizers
rose and rose and rose within, with the charming voice of coral
{ nymphs
while sirens yelled at none but Death, grown inside every
{ dreamt limb.

Cry oh fool, for nor it was a prince, a statue blossoming,


nor it was its lair a palace but a cave. Rain was falling
on the streets -it always is!, it always is!- and I's crumbling
voiceless were left. For thy is the gaze that upheld the rolling
ice ball onto an avalanche. None but you smiled at my hived
steps through the windy nest, and was it not but a mere cave
{ vined.
LXVI

Witches sabbath has ended, and from Animalia, back came


chanting in strange langues learnt in the land of the dead,
{ inspired
by the unending crops that at spring will rise for hands sir'd
to feed the bodies that in rapture fought, and all at fires glare
sitted and chanted and danced and spin!, but an eye was dry,
that that has seen the sun slowly dying, whom sat down and
{ cried.

Why, when we are jesting and chanting and playing the lyre,
{ nighted
sit, and spread among our sacred jar your tears, tribulating?
Wasn't won the fight, and the shadows shadowy stood, aching
in the horrors of Hade's chained, on the derelicting pyre?
I have wander myself throughtout, throughtin, and noir'd was
{ what
my glittering eyes gazed on the long horizon spread – oh bats
screeching, rats sinking gone arks, and the melody of jeweled
obscureness was gleaming from a star so far away that I
could not but break, cowardly, in retreat! A mystic's eye
was going 'round and 'round in perpetual circles, by blood
{ fueled!
Again will rise our benandantis and fight, for fertile soils
will ever be!, yet by how your voice gently breaks, afraid souls
are sitting, surreptitiously hearing this heartbreaking chat.
Afraid us not, but speak of gleams and lights and jewels at the
{ end
of what your eyes have seen -we'll not joy if blindness you
{ pretend!
Should, by grace of those who seek for joice, my words in
{ silence shut?
Speak, oh wanderer, armed by not but words of what there was
{ seen!
Every form that my mouth could spit would be to thy gods a sin!

Calmed by the sweet breeze of a zephyr passing by, the roamers


of that unnamable land sat along a fire and heard what has not
{become
yet, but the ethereal mist announced far away, and tears farmers
let fell on the blessed soil. Seeds immediately begot and
{ welcome'd
the won fertility from the Oustide war. Everybody
still knew that the voice speaking has touched souls and futures
{ muddy.
LXVII

Why you tear? I can feel the drop falling from my cheek, slowly
arriving at the courner of my mouth, and I kiss it and dries.
Has my brain fried so much that, even if my vain body tries,
melts from your solitude's wounds and fills from you, nocturnal
{ moody?
The moon stood up all night long, among veils of carmine
{ clouds
yet sleeply survives Helo's rise, and salutes our yellow bounds.

Why you fear? It is just a fireplace sparkling the wood in,


letting us see what behind the rear courtains hidden was.
Do the zapphires from thin air arised? Fear not for seas claws,
let the infinit stream of subtle light way itselve between
the sensitive scars that bodies has to carry upon paths
of emeraldine foliage, farsants disguised as beast from pasts,

while pulsing hearts remain crowned with sane thoughts


{ -beware of madness!,
for the roaming souls enchanted are by living bodies, don't
let them in, in a misstep of vain courage. I won't!, I won't!,
I hear some say. Be prepare for when realization sadness
brings, and breath deeply the obscure blue air of dream-made
{ oceans
-in living waters hide the mysterious creatures of nonsense!
Do not drown!, do not drown!, nor in lakes of thought or sense!
Calmly sink onto Eternity's lair, with humble steps -means
will dissolve in wordless streams of peaceful bliss surrounding
your soul-less being with the fragile breeze of delight wounding.
LXVIII

When the shape was done, although it may not seen as such, a
{ song
of unending choruses started -around, somewhere, somehow
lotuses vanished in thin air. Sharpened were the bows
from whose strings arrows of daring thoughts rose. Alone or
{ among
the chanting monks, a sigil stood on canvases -gleaming gold,
screeching when the sinister aisles screamed as myriads bold.

Unfolded from the gone abyss of pythagorean clouds, sun-


made rituals grew on eyes -for eyes to glare, for souls to bind
{ blind
gazes of the meat carving crows -it was already dried,
and the odour of rottenness filled the space with many hun-
gry wings, shivering while the gleaming minds, tired of anger,
{ rest.
The mist crypted vest of the seven door'd city was their nest.

Torched lamps passed by, as the shadows untied, and none


{ batted and eye
for Love had wish upon their feet a path. Yet a tear apart
fell, when the first to be gone was none but whom carried the art
by now lost -reveries come along the hollows and the I
whose memory may reveal it, blows when eclipses start.
Where should we look?, some asked. And a lighting as oblivion
{ beamed dark.
Deluging was still, and was None living on a dust-made ark.
LXIX

And as Chaos disguised itselve of darkness, pure disasters


magma'd the core. Burnt be thee who stares at us, said and then
{ veiled
the echoing vessels of aisles, voices, spectres. Seiled
was the joyful wound that brought life from the distant asters.
And when a step sounded in, the clinamen shouted radiant
bursts of chronid hordes, confusing the mind of vain maniacs.

Cruel it is, and wrath filled with!, it is said to be heard beneath


{ it.
Go oh not!, for drown in sulfure will be those whom too close
{ walk!
In the aeons of Eternity, petrified, seem to talk
the foolish souls that stepped beyond the abyssal stairs for a bit
of Creation's nature to bliss their human filled wandering
with astonishment, revelations and whole holes ordering.

Do not, can be heard, walk gently... when the outdoor juggling


any mind starts, in between the roaring beasts and the sirens
chants. Yet when a gleam from the subtle light shines bright, the
{ lyrers
sing songs of air-made castles, with their sweetened mouths
{ mumbling
words of quaternary meanings, yet silkly hidding the pain
that the stream of cloud-made rivers has again in Time sustain.

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