Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El Estructuralismoensusmargenes PDF
El Estructuralismoensusmargenes PDF
ISBN: 978-987-1074-92-1
Reservados los derechos para todos los países. Ninguna parte de la publicación incluido el diseño de
cubierta, puede ser reproducido, almacenado o transmitido de ninguna forma, ni por ningún medio,
sea este electrónico, químico, mecánico, electroóptico, grabación, fotocopia o cualquier otro, sin la
previa autorización escrita por parte de la editorial.
C o l e c c i ó n
Nombre(s) Propio(s)
Índice
Presentación
Fernando Gabriel Rodríguez y Mauro Vallejo.................................... 9
Primera parte:
Dificultades en el estructuralismo
Segunda parte:
Los no-estructuralistas
Presentación
10
Fernando Gabriel Rodríguez - Mauro Vallejo
11
Presentación
A los fines de ilustrar ese desborde, nada mejor que recuperar un frag-
mento del escrito de Barthes acerca de sí mismo (Barthes, 1975). El autor
remarca que su obra puede ser escandida en función de ciertas palabras-
guía, que se fueron sucediendo a medida que su producción cambiaba
de rumbo.
12
Fernando Gabriel Rodríguez - Mauro Vallejo
Demás está aclarar que los autores responsables de cada capítulo del libro no
coinciden necesariamente en su juicio valorativo sobre el estructuralismo. Ha habi-
do plena libertad para juzgar o no juzgar, para extenderse o limitarse en forma y
contenido. De esta amplitud en las pautas de la escritura surge la desproporción,
en longitud y notas, que tiñe los materiales. El abanico abarca un espectro variado
de cautelas y rechazos, incluyendo cruces ideológicos que los lectores sabrán detec-
tar. Se han respetado los estilos, sesgos, simpatías y antipatías. La comisión era
tan sólo describir este acontecimiento socio-cultural francés desde la otra vereda, y
el objetivo está cumplido en un mosaico polifónico de voces concertadas bajo un
mismo impulso de trabajo.
Referencias bibliográficas
13
Afanes incumplidos
del sueño estructuralista
Lenguaje, lógica y formalización
en Lévi-Strauss y Lacan
Fernando Gabriel Rodríguez*
*
Licenciado en Psicología (UBA).
15
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
16
Fernando Gabriel Rodríguez
Generalidades
Del estatuto que conviene al estructuralismo y las dificultades para dar con él
17
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
Para la ToM, Carruthers (1996), Gordon (1996), Meltzoff (1995), Meltzoff (2002),
Premack & Woodruff (1978), Wimmer & Perner (1983), entre una bibliografía que ya
recorre varias décadas; para sus relaciones con los trastornos autistas, cfr. Baron-Cohen
(1991), Baron-Cohen, Leslie & Frith (1985), Leslie (1987) y Frith (1991, 2003).
18
Fernando Gabriel Rodríguez
El signo lingüístico es acuñado por Saussure (1915). El estructuralismo ha rescatado
en él la noción de valor: el signo adquiere el suyo en un contexto sígnico. Pero si en el
estudio de la lengua puede postergarse el cuidado del referente no está claro que otro
tanto pueda hacerse en la investigación social, en antropología, en el abordaje de la his-
toria. En la medida en que el lenguaje es asumido como una forma de interacción entre
individuos que obran sobre el mundo, el referente media en toda comunicación, sea en
interés directo de los dichos, sea como el fondo frente al cual lo dicho se decodifica inte-
ligiblemente. La función informativa del lenguaje (Jakobson, 1963), incluso el coherentismo
de la ciencia han de acabar en algún punto mirando hacia el mundo, hacia el fenómeno,
a lo que presenta cierta visibilidad.
19
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
Barthes dirá que en ese léxico se trata fundamentalmente de una actividad, actividad
de simulacro (propone un objeto sobre lo real) que abarca tanto al pensamiento científico
como a la poética.
20
Fernando Gabriel Rodríguez
Recordemos: bajo el rótulo de binarismo se entiende en lingüística una pauta que
ordena las lenguas por presencia/ ausencia de rasgos especificativos. Donde se ha revelado
más fecundo ha sido en la fonología, distinguiendo rasgos de sonoridad: vocálico/ no vo-
cálico, consonántico/ no consonántico, nasal/ oral, denso/ difuso, continuo/ interrupto,
estridente/ mate, recursivo/ infraglotal, sonoro/ sordo, tenso/ flojo; y rasgos de tonalidad:
grave/ agudo, bemolizado/ no bemolizado, sostenido/ no sostenido (Jakobson & Halle,
1967).
21
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
La manera de formalizar, en realidad modelizar, se presta a controversia. Para Milner
(2002), el estructuralismo matematiza sin reducir la thesis a la physis, lo positivo a la na-
turaleza. Los discutibles resultados obtenidos por la investigación de corte estructuralista
dan la palabra, de una parte, a los que reivindican la inaplicabilidad del método de las
ciencias naturales a las sociales (defendiendo, por ejemplo, la hermenéutica) y de otra par-
te a quienes estarían dispuestos a llevar la reducción hasta los últimos confines. A medio
camino, no queda claro de qué forma podría no tratarse de naturalismo si, como Milner
sostiene, el estructuralismo está parado sobre la ciencia moderna definida como acopla-
miento de matematización y verificación empírica. Según él, cuando Lévi-Strauss traza
la oposición naturaleza/cultura, “se trataba para él de señalar que la exigencia de ciencia
cuyo programa él establecía no debía pasar por una renaturalización” (Milner 2002: 202).
Sin embargo, Lévi-Strauss entiende que las leyes sociales se reducen o se espejan en las
leyes del cerebro para procesar información del medio, con lo cual ¿por dónde pasaría esa
diferencia categórica? A favor de Milner, sobran lugares donde Lévi-Strauss sostiene que
esa partición entre lo universal y natural versus lo cultural y normativo (nómico), sólo es
metodológica. En sus palabras, “Si usted entiende por naturaleza el conjunto de manifes-
taciones del universo en el cual vivimos, es muy cierto que la cultura es ella misma una
parte de la naturaleza. Cuando oponemos naturaleza y cultura, tomamos el término natu-
raleza en un sentido más restringido que concierne a lo que, en el hombre, es transmitido
por la herencia biológica. Desde este punto de vista, naturaleza y cultura se oponen, ya
que la cultura no proviene de la herencia biológica sino de la tradición externa, de la edu-
cación. Ahora, usted puede decir: la cultura en sí misma, el hecho de que haya hombres,
de que estos hombres hablen, de que estén organizados en sociedades que se distinguen
las unas de las otras por diferentes costumbres e instituciones, todo esto es, desde un cierto
punto de vista, una parte de la naturaleza, y está en derecho de plantear –pero es una
visión metafísica– la homogeneidad de la naturaleza” (Charbonnier 1961:185). Pero allí
mismo agrega de su propia metafísica (“reintegrar la cultura en la naturaleza y, por último,
la vida en el conjunto de sus condiciones físico-químicas”): naturalismo en que incluso
resuena, contra la protesta de exclusividad de la cultura, un designio reduccionista.
22
Fernando Gabriel Rodríguez
encarnará el factótum para todo aquello ante lo cual las viejas ilusiones
de la Ilustración quedaron obsoletas. El expediente del lenguaje sirve al
estructuralismo para una refundación de saberes sociales. La víctima de
la revolución será el monarca indiscutido del sujeto cartesiano (más su
correlato liberal, el individuo libre dueño de sus actos).
En efecto, la comunidad espiritual que hubiera entre las disciplinas
culturales ahora encuentra un nuevo centro. ¿Que hay de común entre
antropología, lingüística, psicología (en verdad, el psicoanálisis), sociolo-
gía, filología, economía o historia, cuando el eje que las mancomuna, el
hombre, la res cogitans, ha sido desbancado? En el punto de comunión se
encuentra lo simbólico entendido como aquel registro del que surge el
orden y la significación. Lo simbólico aporta las claves de funcionamiento
en las que el símbolo, en su calidad basal de una unidad computativa, di-
gita los movimientos para un juego autónomo de relaciones e intercam-
bios. (Aquí precisamente, entre estas relaciones e intercambios de lugares
se produce un mestizaje poco transparente entre lenguaje y lógica, fono-
logía y método deductivo, que empaña la vocación del estructuralismo
por lo que llama formal). Indicativo es, además, que la organización del
material en la malla simbólica siga los lineamientos del sistema sígnico
lingüístico, saussureanización del universo de las significaciones que tem-
pranamente ha sido replicada.
Dicho en un aforismo, para el estructuralismo el diccionario importa
menos que la reglamentación gramatical (sobreentendiendo que esta no
presenta, a veces, otras reglas que las de una oposición que da su sitio a
cada mínima unidad componencial). Esto en concreto parece haber sido
un estandarte de su enfoque y de su praxis. Será abonado por distinto
tipo de herramientas, con la fonología como aquel préstamo mayor, aun
si se habla de lógica y de formalismo en un sentido que alude a la lógi-
…“se han de rechazar las conclusiones precipitadas de algunos lingüistas y semió-
logos que han negado el carácter de signo a fenómenos que no se adaptan al modelo
lingüístico. Pero también se han de evitar las transposiciones fáciles del modelo lingüístico
a tipos de signo que no lo soportan” (Eco, 1973: 105). Lévi-Strauss se defiende, acusado
por Haudricourt y Granai de identificar lenguas con sociedades (habrían cometido “el
mismo error de Gurvitch”), sosteniendo que él ha dicho simplemente que aquel abordaje
con parámetros lingüísticos es de más profundidad, “lo cual no excluye que haya otros
aspectos cuyo valor explicativo sea menor” (Lévi-Strauss, 1959: 122). La aclaración deja
las cosas como estaban: el lenguaje manda sobre lo demás. Manda sin ser lenguaje, porque
–según se verá– sólo resulta una fonología. “El estudio de una lengua no sólo conduce
(…) a la lingüística general, sino además, más allá de esta última, nos lleva con un mismo
movimiento hasta la consideración de todas las formas de comunicación” (Ibid.).
23
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
Había que ser Roger Caillois para echar sobre Lévi-Strauss estos mismos reproches en
el discurso de ingreso del padre estructuralista a la Academia Francesa, el 27 de junio de
1974: “Esta –la estructura– es descubierta por una perspicacia combinatoria que descubre
oposiciones y congruencias, connivencias y exclusivas, afinidades y alergias, isomorfismos
y…Debo detenerme. No logré encontrar en ninguna parte una palabra que se opusiera
a esta. (…) ¿No será que el sistema otorga demasiadas facilidades desde el principio para
llenar el más mínimo vacío? (…) Se ve que el campo está ampliamente (¿demasiado
ampliamente?) abierto. (…) Una teoría que se presenta como ciencia lo afirma en vano
a partir del momento en que la estructura misma del sistema lo vuelve irrefutable. (…)
Es una mera cuestión de ingenio. La capacidad de absorción que [estas construcciones]
demuestran es infinita e irremediable. Por ende, sólo serán para-científicas” (Bilbao & al.,
2009: 482-3)
24
Fernando Gabriel Rodríguez
cerá lo vago de este punto de partida, apenas algo más que una intención.
Acto seguido Piaget puntualiza: el estructuralismo debe confrontar con
diferentes concepciones según sea la disciplina. En matemáticas se opone,
por el expedientes del isomorfismo, a la compartimentación de sus diver-
sas especialidades. En lingüística se opone al comparativismo que había
postergado, detrás de los métodos y la afición de la filología, su objeto
indisputable, i.e. la lengua. En psicología diverge de aquellos ensayos de
atomización que habían alimentado al conductismo, la psicología de los
laboratorios europeos en general y la escuela reflexológica. En filosofía,
reniega del historicismo y las apelaciones a un sujeto en posición de
ejercer un control sobre aquello que elige o sabe hacer. Luego tenemos
su definición: una estructura es un sistema de transformaciones que res-
ponde a leyes. Conforme con ellas (tomando mayor o menor cuenta de
las propiedades de los elementos) se retroalimenta autorregulativamente,
se equilibra sin recurso a instancias exteriores. Ya aquí tenemos algunas
dificultades. ¿Cuál es el estatuto de esto recién definido: es un heurístico,
una metodología, acaso una atalaya filosófica? “En segunda aproximación,
aunque se puede tratar de una fase tanto ulterior como inmediatamente
subsiguiente al descubrimiento de la estructura, ésta debe poder dar lugar
a una formalización. Únicamente hay que comprender muy bien que
esta formalización es la obra del teórico, mientras que la estructura es in-
dependiente de él” (1968/ 1969:10-11). La estructura no es metodológi-
ca, sino ontológica, y en cualquier caso la formalización es una instancia
deseable a la que la ambición científica del estructuralista debe aspirar. De
ello, el estructuralismo será metodológico sólo porque ha desentrañado
una ‘materia’ estructural.
La discusión que sigue atañe entonces al nivel en que se puede pre-
sumir que la estructura es en efecto real, y en todo caso, si la posición se
puede defender tanto para el lenguaje como para, en un pie de igualdad,
la inteligencia, los organismos físicos y la cultura en general. ¿La estructu-
ra, cada cual, es lo más real, lo irreductible de su campo? ¿Cómo conviven
todas entre sí? Para Lévi-Strauss las estructuras se vacían en la estructura.
Para Lacan es la estructura lo que constituye lo simbólico como el or-
den rector (lo imaginario posee leyes propias –Lacan, 1975–, no es en sí
mismo estructural sino que se estructura desde el mirador-significante).
Así, la dualidad de structural/ structurel, en francés, exhibe su fecundidad. “Structural re-
mite a la estructura como sintaxis, structurel remite a la estructura como realidad [concreta
de una organización]” (Pouillon 1966/ 1969:13).
25
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
26
Fernando Gabriel Rodríguez
Coincide con Pouillon, para quien el conjunto organizado de una estructura cons-
ta de dos únicas propiedades: totalidad e interdependencia (1966/1969:5), preñadas (la
27
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
tercera) de una “sintaxis de transformaciones que permiten pasar de una variante [de la
estructura] a otra” (1966/ 1969: 8).
10
Por otro lado habría que suavizar eso de que se ignore, entre los estructuralistas, todo
uso matemático del término estructura. El punto es que, según Milner (2002), el estruc-
turalismo más genuino comienza a perderse cuando Lévi-Strauss y Lacan recurren a las
matemáticas; sin embargo, ambos se mantendrán dentro del rótulo, máxime Lévi-Strauss,
que nunca se ha apartado de él.
28
Fernando Gabriel Rodríguez
desde uno u otro mirador, con mayor o menor agencia del sujeto en
la constitución de su universo (aunque el espacio para los imaginarios
quede recortado en el tipo de pensamiento que aquí comentamos), tanto
si hubiera o como si no hubiera clases naturales, se impone la percepción
de que es posible una objetividad (o bien una intersubjetividad) sobre las
propiedades llamadas intrínsecas (affordances) de los objetos. Se puede ser
relativista-cultural sin caer en un concepto de estructura que anonada el
ser en sí y por sí de los entes del mundo.
Pasemos a (b): transformaciones. Hay grandes diferencias entre el gru-
po de transformaciones proposicionales de Piaget (grupo INRC: identi-
dad, inversión, reciprocidad, correlatividad, parte de aquella psico-lógica,
o lógica operatoria, que plantea la forma ‘grupo matemático’ para la des-
cripción de la aptitud intelectual de los adolescentes), el cuadrado se-
mántico de Greimas y Rastier (1968), las oposiciones de Jakobson (1963)
y Lévi-Strauss, la valoración de la estructura en Benveniste (1966-1977)
o Dumézil (1952). Lo más problemático es que la estructura oscila en
algunos autores entre un orden cerrado de operaciones algebraicas y una
clasificación. Por cierto, tampoco la lógica operatoria de Piaget consiste
en cadenas deductivas sino en un sistema de conjuntos intertransforma-
bles de proposiciones, pero al contrario de algunos ensayos simplemente
taxonómicos la diferencia consiste en que su trabajo ha producido una
cartografía del pensamiento natural que sí puede evaluarse y no repo-
sa sobre una lectura subjetiva11. Esto obedece a que puede llevarse sin
dificultad a un plano de contrastación. Cuando el criterio se elastiza
demasiado y las transformaciones son de tan vasta amplitud que todo
puede colocarse de alguna manera en relación, cabe la suspicacia de si
con ‘transformaciones’ no se está diciendo una trivialidad.
11
“La lógica de Piaget contiene ciertas definiciones, pero como su intención no era
construir un sistema deductivo carece de axiomas y de reglas explícitas de inferencia. Esta
lógica, elaborada en un nivel intuitivo, presenta una serie de estructuras formales suge-
ridas por la observación del psicólogo, y que en algunos casos, como el grupo de trans-
formaciones de la lógica proposicional, corresponde a verdaderas estructuras algebraicas”
(Castorina 1970: 121). Así, tomando por ejemplo el caso de la disyunción llamada inclu-
siva tenemos I= p V q, N= p ↓ q, R= p | q, C= p • q. Aplicada una operación cualquiera,
el grupo producirá una nueva que le pertenzca. Lo mismo para cada una de las dieciséis
operaciones binarias de la lógica proposicional. Cuando las operaciones de estructuración
en Lévi-Strauss son presentadas, no es ya el rasgo formal, ajeno al contenido, lo que se
discute, sino que se haya configurado, por un lado, un álgebra digna del nombre, por otro
que esto condiga rigurosamente con el campo de fenómenos al que se adscribe.
29
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
30
Fernando Gabriel Rodríguez
bría quizás que sopesar si mejor que el soslayo de Piaget no hubiera sido
una reevaluación del límite de la estructura. Pero esto era contrario al
dictum de la etnología lévi-strausseana: todo lo cultural entra en las redes
del lenguaje.
La ambigüedad surge del hecho de que lógica y lenguaje son las muleti-
llas o las contraseñas con que los discursos estructuralistas evangelizaban
territorios bárbaros. Lógica puede ser metáfora de ordenación, esto está
claro, pero en simultáneo está el empeño por neutralizar los contenidos
y operar variables al modo de las ciencias formales (lógica de los mitos,
de los parentescos, del significante, del fantasma, cuantificación del pro-
ceso de sexuación). En relación con el lenguaje, ¿todos los estructuralistas
entienden lo mismo? Ni siquiera en este punto medular parece haber
acuerdo llano. Donde Lacan y Lévi-Strauss consideraban que su núcleo
era una pura posibilidad combinatoria, Barthes iba a multiplicar los pla-
nos de incidencia de los signos, todos igualmente relevantes (ligadura del
significante y el significado, de los signos y el tesoro de la lengua, de los
signos y la actualidad del enunciado) –Barthes, 1964. Aun si la posibili-
dad combinatoria está regida por la oposición, cuando se aborda el eje
sintagmático consta una sola prescripción, más bien ausente de gramati-
calidad (por ende ausencia de lenguaje en un sentido propio): serie lineal
hecha de un elemento detrás de algún otro. Se habla de leyes y gramática
cuando las determinaciones promovidas pecan de tibieza y se mantienen,
simplemente, para sostener que es el lenguaje lo que ordena el mundo.
Si nadie está dispuesto a discutir que no hay lenguaje que no sea
gramatical, ello no quita que haya pensamiento, comunicación y pasio-
nes humanas que puedan situarse más allá de la gramática (en su más
lata acepción). Hay comunicación en la gestualidad protodeclarativa y
protoimperativa, preanunciando lo que será la capacidad para efectuar
atribuciones mentalistas a los semejantes (Baron-Cohen, 1991). La indi-
cación con el dedo extendido es motivada, surge a instancias del objeto
(con el que se muestra en la contigüidad del índice peirceano) y falta en
ella el rasgo de arbitrariedad: el gesto no se opone, como pide la estruc-
tura, y sin embargo es comunicativo y es convencional (como se da en el
caso del gesto de ‘chau’), luego es un hecho cultural. De allí se quiebra el
emparejamiento de gramática y cultura. Esa semántica del gesto, holística
(Goldin-Meadow, 2005) o global-sintética (McNeill, 1992) no responde
por reglas. ¿Será pues pre-humana? Sin ir más lejos la gramaticalidad de
las emisión verbal convive con el gesto. Antes de haber gramática gesto
31
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
12
Cfr. Butcher & Goldin-Meadow (1993); Capirci & Volterra (2008); Capirci, Contal-
do, Caselli & Volterra (2005); Capirci, Iverson, Pizzuto, & Volterra (1996); Goldin-Mea-
dow (2005); Goldin-Meadow, McNeill & Singleton (1996); Gullberg, De Boot & Volte-
rra (2008).
13
Español, 2004; Rivière & Español, 2003; Español, 2003, Rodríguez, 2010. Los estu-
dios en primatología pueden mostrar como los símbolos (y los significantes) gozan de
vitalidad entre especies no-humanas tan dispares como chimpancés, bonobos y delfines,
ya sea en su medio natural, ya en una situación de cautiverio y aprendiendo una lengua
de señas o de lexigramas (Corballis, 2002; Fouts & Tukel Mills, 1997; Savage-Rumbaugh
& Lewin, 1994; Savage-Rumbaugh, Shanker & Taylor, 1998).
32
Fernando Gabriel Rodríguez
14
“Ahora bien, la función simbólica o semiótica, además del lenguaje, comprende la
imitación bajo sus formas representativas (imitación diferida, etc. que aparece en el tér-
mino del período sensoriomotor y sin duda garantiza el enlace entre lo sensoriomotor
y lo representativo), la mímica gestual, el juego simbólico, la imagen mental, etc., y muy
a menudo se olvida que el desarrollo de la representación y de la idea (sin hablar aún de
las estructuras propiamente lógicas) está unido a esta función semiótica general y no al
lenguaje únicamente” (Piaget, 1968: 73)
33
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
plazado una filosofía por otra, ésta con un rebrillo de saber científico. En
cualquier caso, lo simbólico es el nombre del enclave donde ir a desen-
trañar la condición humana en radical fractura con lo natural.
La condición humana es inhumana, en paralelo con que el símbolo no
está en el mundo para simbolizar nada sino para combinarse y, de rebote,
algunas veces, producir la significación. Esta inhumanidad, deconstruc-
ción del Hombre, es lo que menos se podría haber esperado desde la
muerte de Dios, a consecuencia de lo cual se presagiaba un Superhombre
–en su lugar acude la ciencia jovial que Nietzsche oteaba sobre el hom-
bro. No el Superhombre sino paradojalmente un método y una vacancia
de sujeto. De esta manera, donde había sentido, consciencia volente, el
Yo, ocurre un desmadejamiento por el que esas cláusulas eran tan sólo
un espejismo que debía exiliarse con todos los fardos y los fueros de los
humanismos. Ahora resulta un Yo, un sujeto y un sentido que se posicio-
nan como efectos de un principio-agente a cuyo desenvolvimiento se
reducen. Es la estructura lo que, para retomar la última cita de Deleuze,
significa (hace pasar por la malla de signos) lo real.
Si la estructura es en última instancia de lenguaje esto es porque el
lenguaje, bajo la modalidad de extrema latitud sobre la que se hace pre-
ciso discutir, es en sí mismo la estructura básica y el vaciadero de todas
las estructuras. Ambas categorías se encuentran y se sintetizan en una
designación común: orden simbólico, donde toda gramática, de lengua
natural o artificial, toda sistematicidad y axiomaticidad, el pensamiento
racional tanto como el divagatorio, la mitología, la poética, las artes, la
cultura en su conjunto quedan comprendidas. Lo cultural en su más
plena envergadura se activa de esa matriz de lugares intercambiables que
define lo simbólico. Las culturas, en plural, son nada más aleatorizaciones
de la condición simbólica, todas equivalentes en cuanto a que se reducen,
nacen y colapsan en los avatares de un dispositivo sin intencionalidad ni
rumbo (Lévi-Strauss, 1962). Ni el idealismo hegeliano ni el Diamat de
Marx: la civilización es puro cuento y no se avanza hacia ningún destino.
Menos hacia la libertad.
Como su nota de mayor originalidad el estructuralismo interpone el
lenguaje entre el registro de la imagen y el de lo real. La partición an-
tes pasaba por discriminar la realidad sensible de mundo suprasensible o
conceptual (el complemento de teoría o Razón que contenía de punta
a punta Ideas y cálculo, categorías del pensamiento puro, silogística y
filosofía política: todo ligado en una dimensión fuera de la naturaleza
34
Fernando Gabriel Rodríguez
35
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
las notas esenciales con las cuales caracterizarla. De ello tenemos que el
modelo es, desde la experiencia, una abstracción y no una concreción.
Cuando pretende el estructuralismo que el lenguaje, en su modalidad
más des-semantizada, sea el arranque para el pensamiento de lo real, la
vacuidad en el lugar de los significados, la ausencia de propiedades per-
ceptuales y conceptos lleva el pretendido formalismo incluso más allá de
donde está para la lógica y la matemática. En simultáneo, no está practi-
cando más que una tarea de modelización de aquel segundo tipo, esto es,
formalizando a partir de la realidad.
Esta postulación de asepsia se enfatiza a veces hasta convertirse en un
antirrealismo por el que las condiciones perceptuales/ físicas de los obje-
tos quedarían supeditadas a lo que acontezca en el seno de la estructura.
Esto va de la mano del protagonismo de los símbolos. Pero Saussure,
santo patrono de los estructuralistas, nunca llega tan lejos: al destacar
que en la estructura sólo cuentan diferencias no descree de los sonidos
o del pensamiento, que ya existen, ambos, con sus respectivas cualidades
positivas. Ese mutuo recorte de conceptos y materia fónica (par convo-
cado a coincidir en divisiones arbitrarias) sólo funda los signos de la rea-
lidad (signos lingüísticos, para más dato, que son nada más una porción).
El estructuralismo defiende una radicalidad de lo simbólico en la cual
pasa por alto que quizás otros parámetros de significación extralingüística
puedan articular la significación humana en una jerarquía inclusive más
fundamental15.
15
Las dos masas amorfas de Saussure se escinden recíprocamente en unidades sígnicas
independientes (masa del pensamiento, “caótico por naturaleza”, y masa del sonido). Esto
ha llevado a suponer que antes del cruce y del recorte no hay conceptos propiamente
dichos. Así: “cada término [signo] lingüístico es un miembro, un articulus donde se fija una
idea en un sonido y donde un sonido se hace el signo de una idea” (Saussure, 1915). La
intuición arrima ‘fijación’ y ‘masa amorfa’ para concluir de ello que en Saussure no hay
pensamientos previos a la lengua. Verba significant rei mediantibus conceptibus. ¿Y antes de la
palabra, nada? “Del lado del análisis lingüístico más refinado, Saussure responde a una exi-
gencia subrayada por los mejores lógicos: aquella que favorece distinguir entre (a) la refe-
rencia concreta (…) y (b) la manera por la cual el signo propone a nuestra representación
subjetiva este objeto [referencial]” (De Mauro, nota 231, en Saussure, 1915b traducción
propia). Pero esto nada dice de los términos de lengua no referenciales. ¿No existen antes
de la lengua? “Saussure se contenta con decir que el pensamiento es lingüísticamente amor-
fo fuera de la lengua. Saussure, de la misma manera que no niega que exista una fonación
independiente de las lenguas (es al contrario partisano de los derechos autónomos de una
ciencia de la fonación), no niega que exista un mundo de percepciones, de idealizacio-
nes, etc. independientemente de las lenguas y que la psicología puede estudiar” (De Mauro,
nota 227, en Saussure, 1915b traducción e itálicas propias). De cualquier modo, con o
36
Fernando Gabriel Rodríguez
sin Saussure, las investigaciones sobre formación de conceptos entre niños preverbales
(Mandler, 1992; Mandler, 2000; Nelson, 2000) han descubierto que existen categoriza-
ciones suficientemente funcionales antes de acceder a las primeras fases de la adquisición
lingüística. Por lo demás, si la lengua es sistema y por sí misma puede permitirse obviar el
referente, quien estudie la cultura, en tanto la cultura es material-simbólica, nunca podría
omitir de su bitácora el objeto. Al arrastrar la lengua más allá de sus fronteras, olvidando el
habla y su función realizativa, las ciencias humanas estructuralistas descuidaron un flanco
importante.
16
El desplazamiento, en S/Z (1970) más allá de los baremos estructuralistas no oculta
la deuda; la intuición del texto está nutrida del análisis estructural, fuera de que Barthes
descrea o se aparte del problema de la cientificidad.
37
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
38
Fernando Gabriel Rodríguez
17
En Lacan tenemos, a la vez, que el inconsciente es el discurso del Otro, en varios
momentos de su enseñanza, y que “jamás he dicho que sea un discurso” (Lacan, 1981),
dentro de una larga nómina de otras definiciones.
18
Para ser justos, Lacan es cuidadoso: “nunca dije que eso preconsciente [habla del
tiempo preverbal] tuviese en sí mismo una estructura de lenguaje” (Lacan, 1981:235). Allí
cunde la significación imaginaria, natural, biológica: puro intercambio de una informa-
ción vital. No obstante, en la gestualidad lo motivado se intersecta con las convenciones
culturales sin que se evidencien las características de una estructura, y la cultura es en
Lacan un heterónimo de la estructura. [Motivado no reviste aquí ni en lo que sigue la
carga semántica de Barthes, para quien indica lo multiconnotativo, sino todo lo contrario:
recoge el significado estándar en las investigaciones de semiosis preverbal donde equivale
a ‘generado por el referente’].
39
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
La antropología de Lévi-Strauss
40
Fernando Gabriel Rodríguez
19
Esta postura y deuda se verá modificada. En 1975 Lacan reconoce a Quine tener una
versión de la estructura diferente a la de Lévi-Strauss (Lacan, 1976).
20
(Recogido más tarde en Lévi-Strauss 1959)
41
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
A K
u i p T
Crudo
Asado
(-) (-)
Aire Agua
(+) (+)
Ahumado Hervido
Cocido Podrido
42
Fernando Gabriel Rodríguez
43
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
21
Esta noción de mana se encuentra también en Lévi-Strauss como significante flotante
o valor simbólico cero (Lévi-Strauss, 1950), a instancias del fonema cero de Jakobson. No
debe confundírsela ni con el falo lacaniano (Basualdo, 2003; Basualdo, 2006) ni con la de-
riva del significante. El significante flotante corresponde más bien a la función semiótica
entendida como posibilidad de significar.
22
Ese destino cartográfico de lo simbólico sobre lo real hace pensar en la versión fi-
gurativa del lenguaje en el más joven Wittgenstein, el tractariano, para el que el lenguaje
refleja en sí mismo lo que llama forma lógica del mundo. En un segundo tiempo afirmará
que la filosofía debe purgar del uso del lenguaje toda propensión a divagar y tomarse
licencias (Investigaciones filosóficas). En términos de Lévi-Strauss, hasta donde pudiera co-
extenderse entre ambas perspectivas una coincidencia, eso es precisamente aquel angos-
tamiento que la ciencia ha pergeñado sobre la mitología y las artes. En el mismo lugar en
donde Wittgenstein propone hacer silencio y, luego, despejar la vaguedad y ambigüedad,
la etnología lévi-straussiana reconocerá como perfectamente lógicos tantos discursos como
la estructura pueda concretar. En su acepción, la lógica está separada de la racionalidad
para significar ‘capacidad de forjarse categorías’.
44
Fernando Gabriel Rodríguez
45
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
46
Fernando Gabriel Rodríguez
24
Curiosamente, Piaget carga contra el Foucault de Las palabras y las cosas con razones
semejantes a las que utilizará Reynoso contra Lévi-Strauss, pero reconociendo por su
parte afinidad con la obra del etnólogo. [“Foucault se ha fiado de sus intuiciones y ha
sustituido por la improvisación especulativa toda metodología sistemática. Entonces
eran inevitables dos peligros: en primer lugar la arbitrariedad en los caracteres atribuidos
a una episteme, eligiendo unos en lugar de otros posibles y omitiendo algunos a pesar de
su importancia, y en segundo lugar, la heterogeneidad de las propiedades supuestamen-
te solidarias, pero pertenecientes a distintos niveles de pensamiento aunque histórica-
mente contemporáneos” (1968: 106). La refutación del cuadro sobre la episteme de los
siglos XVII y XVIII parece palmaria: mientras el pensamiento biológico se mantenía en
un agrupamiento taxonómico con ordenación lineal, la matemática había accedido “al
análisis infinitesimal y a unos modelos de interacción (que nada tienen de lineales)” -
1968:106)]. ¿Por qué este mismo cargo no es llevado paralelamente contra Lévi-Strauss?
47
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
48
Fernando Gabriel Rodríguez
49
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
25
Barthes, 1966 y 1967.
26
La pretensión de un determinismo lingüístico en sentido fuerte ha sido desechada –
fundamentalmente para las categorías concretas. La formación de los conceptos básicos no
está afectada por la lengua. Que la lengua y la cultura influyan en las zonas donde nuestra
50
Fernando Gabriel Rodríguez
percepción es indecisa o no juega un papel central, tal el caso palmario de conceptos como
‘obligación’, ‘derecho’, ‘libertad’, ‘soberanía’, éso resbala de la discusión. El gran problema
es que la construcción social quiera abarcar colores, formas y tamaños. Estas características
tienen lugar en el nivel de la organización de sensaciones, donde la universalidad de los
principios guestaltistas todavía conserva su vigencia. No es que el lenguaje no tenga inci-
dencia sobre el pensamiento, sino que no habría motivos para argüir la precedencia de la
lengua sobre la cartografía mental más básica del mundo. Esta anterioridad de lo simbólico,
junto con la aseveración de que el lenguaje sólo puede haber nacido todo de una vez (en Lévi-
Strauss, 1950), llevan el planteamiento hacia un punto de apoyo del que emerge, como
consecuencia, un creacionismo incompatible tanto con las especulaciones dominantes del
campo filogenético como con las del registro ontogenético (ver nota 40).
51
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
fueron recogidos por los estructuralistas, que agruparon los distintos tipos
de semiosis bajo la etiqueta de lenguaje (queriendo decir: fonología). Es
cierto que Saussure dio a la lingüística el lugar central de la futura ciencia
semiológica, pero no desechó otras formas de la significación.
En la cultura, ¿los significados son realmente, en lo que cuenta (respete-
mos el punto de vista que estamos analizando), epifenómenos sin realidad
causal? Lo imaginario queda subyugado por una potencia que le tuerce
el brazo. La paradoja es que si, con Saussure, vamos de la imagen acústica
(significante) a componer, junto con el significado, una amalgama sígnica
convencional, con Lévi-Strauss volvemos del signo lingüístico al signifi-
cante y de este a los fonemas, prescindiendo del significado. El retroceso
es presentado como una ganancia del saber científico porque se alcanza
así el nivel formal. ‘Forma’ del signo que equivoca su naturaleza con la
de otro formalismo al que pide prestados nuevos componentes: lugares
vacantes y elementos vicariantes. Cuando se da por hecho haber trepado
hasta el nivel de lo formal, el estructuralista puede hablar de lógica –aun
si el recurso, por ejemplo, al grupo de transformaciones (Lévi-Strauss)
debe contar con la mayor benevolencia del lector (Reynoso, 1990), y si se
paga en ello el precio de ver convertirse la letra-grafema en la letra-varia-
ble de un sistema lógico, o el entramado de las relaciones interpersonales
en un supuesto modelo (en cuya lógica, si tal, falta lo proposicional).
En contexto
El programa científico
52
Fernando Gabriel Rodríguez
tanto más singular cuanto que ayer se buscaba al contrario por todos los
medios situar los propios trabajos en el seno de la corriente colectiva de
renovación estructuralista” (Dosse 1992, t.2: 223).
1966 supo ser el año de la mayor prensa y difusión, publicándose
los Écrits de Lacan, Critique et Verité, de Barthes, Sémantique structurale, de
Greimas, Le mots et les choses, de Foucault, Problémes de linguistique générale,
de Benveniste, La religion romaine archaïque, de Dumézil, Forme et significa-
tion, de Jean Rousset, Pensée formale et sciences de l’homme, de Granger, Du
miel au cendres, de Lévi-Strauss y un número monográfico en Les temps
modernes, la revista del devaluado Sartre (un volumen que ya hemos cita-
do, coordinado por Pouillon). Como si con aquella difusión todo llegara
a un punto culminante y no pudiera subseguir sino un goteo de desin-
tegración, la nueva década verá a los grandes estructuralistas en un derro-
tero libre donde la estructura experimenta mutaciones o es desatendida.
Barthes se vuelca a la literatura, Foucault se orienta hacia la biopolítica,
Jakobson se concentra en la función poética y Lacan apunta a cierta ma-
themización (si no matematización) del sujeto del inconsciente27.
27
En el camino, Lacan habrá dejado atrás sus préstamos constantemente practicados al
saber lingüístico. “La proposición general formulada por Lacan, a partir de la cual debe
entenderse su utilización de la terminología lingüística, es que el inconsciente está estruc-
turado como un lenguaje. La cuestión pertinente es saber si el acceso a ese inconsciente se
ve facilitado por el uso de conceptos que, en todo caso, son apenas aproximativos o irre-
levantes. En este sentido, los lingüistas han sugerido amablemente a Lacan que no fuerce
la utilización de la lingüística para un tipo de problemas teóricos que ganarían más con
un tratamiento derivado de semiologías como la que construye Prieto.” (Sazbón 1976:
39). Lacan atenderá a estas sugerencias y en su seminario XX, bastante más tarde, liquidará
el asunto sosteniendo que la lingüística le importa un bledo. Hay que decir, no obstante,
que Lacan irá de a poco, durante los muchos años de su seminario, despejando cierta
mescolanza entre aquello que toca al psicoanálisis y lo que queda más allá, pero en su
derrotero las jurisdicciones por momentos pueden confundirse y el lenguaje queda asi-
milado con la ontología. Que “la estructura es real” (Discurso a la ORTF, 1966b) significa
que lo real está per se ya estructurado. La premisa de una estructura simbólica autónoma y
primaria en la gestación del sujeto permanece intacta como el corazón de su propuesta.
Tratándose en Lacan del sujeto del inconsciente, “el sujeto tomado y torturado por el
lenguaje” (1981: 276), la posibilidad de que bajo la libre asociación quede proscripto a
cero el referente asoma, a veces, fácil de admitir (otras no tanto), y parece que el mundo
de las cosas simplemente desbordara a la función (y campo) de la palabra (y el lenguaje)
en psicoanálisis. Pero ocurre que el pensamiento mismo es un efecto de estructura, como
consta allí en Televisión (1973), punto que lleva la estructura y el lenguaje así entendido
más allá del sujeto del inconsciente.
53
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
Quizás no fue otra cosa, pues, que una retórica. En los 60 se fue di-
fundiendo hasta ser una doxa, como postuló Milner (2002). Sólo que él
discrimina entre la faz doxástica y otra más rigurosa que atendió al pro-
yecto cientifizador. Sucede que precisamente por su voluntad científico-
naturalista esta segunda ala estructuralista debe responder de una cierta
manera. En las palabras de Milner, existe una dificultad en cuanto a la
definición intensional de lo que una estructura deba ser. De esta dificul-
tad, no obstante, propone una explicación. “(…) las tentativas de defini-
ción directa que podrían citarse consternan por su banalidad; lo cual no
se debe a una incapacidad de los autores sino a un error de concepción:
en el programa de investigaciones que hizo de ella su axioma, la estruc-
tura no se deja definir; a lo sumo, y como mínimo, se puede mostrar su
funcionamiento” (Milner 2002:156). O también: “uno se da el concepto
de estructura” (ibid. –en una y otra cita itálica agregada). Por axioma se
comprende una proposición autoevidente, o, más contemporáneamente,
una proposición que se ha asumido como punto de partida y está libre
de tener obligaciones con el mundo empírico. ¿A cuál de estos sentidos
se recurre para declarar que la estructura es un axioma? En principio,
‘estructura’ no es una proposición, y sólo la proposición reviste las fun-
ciones de un axioma. Supongamos por descarte que el axioma rece: ‘Hay
estructura’. Para axioma, un poco vago y nadie podría desmentirlo. Nadie
podría, porque para desmentirlo es necesaria una definición, esto es que
los axiomas, inclusive más si fueran (como ya no son) verdades intuitivas,
no corren por fuera de algún diccionario básico. Si ya es un hecho tratar
al axioma como un enunciado de corte hipotético, ello lo compromete,
en el terreno de las ciencias fácticas, a una contrastación. Un axioma no
se discute, por ende no se contrasta, pero saliendo del contexto donde es
por decreto verdadero, i.e. en el sistema que comparte con otros distintos
enunciados, allí le cabe defender la calificación de verdadero. En otros
términos, los puntos de partida pueden dar lugar a una secuencia de
encadenamientos deductivos sin que nada de ello tenga valor de verdad
empírica. En consecuencia, que Milner resuelva los inconvenientes de la
verificación empírica llamando axioma a la estructura no aporta resguar-
do a la secuencia de inferencias que pueda seguir. Teniendo presente que
el axioma actual es una hipótesis, por diferencia con el axioma euclidia-
no, la estructura no queda al socaire de las objeciones indicadas porque
hubiera recibido, de Milner, un título honorífico. La liberalidad con que
se determina qué es axioma corresponde, por demás, a las ciencias forma-
54
Fernando Gabriel Rodríguez
les. Es en un SAF donde está tolerada esta amplitud, visto que el método
no toca al mundo empírico.
Pero Milner, aunque primeramente lo desestimó, sí aporta una de-
finición de la estructura. Recurre a lo que entiende ser la esencia de la
matemática: una combinación de letras, “la posibilidad del manejo ciego
de las letras”, “literalidad pura” (Milner 2002:205). ¿Pero qué letras? En-
tre las letras del lenguaje y las empleadas en la matemática parece haber
más refracción que espejamiento. En la escritura evocan los sonidos que
conforman las palabras de forma constante, en la ecuación la letra es el
lugar de una variable. No es evidente que se trate de lo mismo. Disuelta
en el mar simbólico, la matemática es igual a cualquier forma de lenguaje,
a cada lengua, al pensamiento conceptual, a la literatura y los impredeci-
bles avatares de la moda. No se hace así justicia ni a las matemáticas ni a
los demás campos ecuacionados. Se dice apenas que hay un universo o
dimensión simbólica que tiene una presencia decisiva en los hechos del
hombre. Muy asertivo pero para nada revolucionario (Cassirer: Antropo-
logía filosófica)28.
Si el estructuralismo constituye ciencia, Milner defiende que es dentro
del marco de lo que la ciencia galileana (i.e. moderna) tiene de esencial,
el par de condiciones al que no podría faltar sin desmentirse: verificación
empírica y matematización. Ningún epistemólogo renegaría de la prime-
ra; en cuanto a la segunda, hay que aclarar algunos puntos. La afirmación
supone que algo forma parte de la ciencia siempre y cuando (si y sólo si)
pueda ser matematizado. Si esto se concediera, no por ello significa que
el trabajo de matematización llevado a cabo por Lacan o Lévi-Strauss
fuera del todo pertinente. No porque hubieren hecho malas matemáticas,
aunque por cierto no estaría demás interrogar qué tiene de algoritmo
el algoritmo saussureano de Lacan29. A otros toca juzgar si estos ensayos
de matematización son serios en lo que hace al rubro técnico (para una
28
La idea de un álgebra está sugerida, es cierto, por Saussure. La diferencia entre Nacht
y Nächte, tomando su ejemplo, se hace equivaler “con una fórmula algebraica a/b (…). La
lengua, por así decirlo, es un álgebra (…)” (Saussure 1915: 153) [itálicas agregadas]. No se
puede apreciar cómo este símil se podría llevar más lejos que eso: la mera representación
con letras.
29
Un algoritmo es una secuencia de instrucciones que en número finito permite el
logro de un objetivo, la resolución de un problema, el cumplimiento de una función. La
red αβγδ de Lacan, que da inicio a los Escritos, aun cuando satisfaga la mecánica de la
definición proporcionada, peca de no estar comandada por ningún propósito y ser vir-
tualmente infinita.
55
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
30
Las opiniones están divididas en cuanto a la utilidad de la topología y los nudos en
Lacan, fuera de las inconmovibles convicciones del maestro. ¿Puede pensarse esencial-
mente al sujeto del inconsciente como una abstracción del sujeto sufriente de la clínica
– puede pensarse este pasaje sin cerrar, a espaldas de esta reducción, la vuelta al plano de
la empiria? Cuando la modelización se ha distanciado de las propiedades del ente del caso,
cuando la purga ha convertido a la persona en una sucesión de pulsaciones recogidas en
una estocástica, ¿puede volverse de este vaciamiento al tratamiento real? ¿Se justifica bien
la conversión de un plano de significados a otro diferente donde aquellas propiedades
que revisten importancia son las de una superficie? La comunicación entre la ontología
formal y la del hecho empírico no siempre pueden maridarse. Más en concreto: ¿cómo
56
Fernando Gabriel Rodríguez
57
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
31
Milner sí habla de ‘científico’ para el programa lingüístico de Praga ( Milner, 2002:
183), faro de todo lo que subsiguió.
32
Lakatos 1971/19: 25.
58
Fernando Gabriel Rodríguez
59
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
60
Fernando Gabriel Rodríguez
Ser-con parece así una cárcel en la instancia más originaria del ser-en-el-mundo. De
33
esa manera el Otro/ Uno es semejante a la cultura en sí y a la coerción que ejerce sobre
cada quien, al modo en que ya había sido descripta, en clave sociológica, en la obra de
Durkheim.
61
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
Como señala Rorty (1993), Heidegger irá dejando atrás esta versión
antropo-fenomenológica del Dasein y del habla para concentrar en el len-
guaje todos sus esfuerzos y asumirlo como una cuasi-divinidad. En sentido
contrario, Wittgenstein avanzará desde lo místico a una comprensión ins-
trumental de lo que sea el lenguaje. En el camino cae su convicción de
que el lenguaje esté fundamentalmente enlazado con el pensamiento inte-
lectivo. Para Frege, en los albores de la semántica filosófica contemporánea,
sólo se accedía por medio de su exteriorización lingüística. En el Tractatus
se produce un quiebre. El lenguaje no será ya más el puente hasta los
pensamientos, sino que estos se habrán vuelto intralingüísticos. La forma
lógica consustanciada a los hechos del mundo se vierte o se fundamenta
en expresiones del lenguaje que habían sido hasta ese punto sólo su vehí-
culo. En el contraste “puede verse la tensión existente entre un positivismo
lógico propiamente dicho, que da un primado a las formas lógicas como
algo ‘anterior’ al lenguaje, y la posición inversa que por el énfasis puesto
en la coherencia del lenguaje deduce de su gramática las formas lógicas
‘puras’” (Leocata, 2003: 156). De aquí, el lenguaje es coextensivo con los
límites del mundo. El sentido es el lenguaje, que es mi mundo34
La historia de Wittgenstein con el Círculo de Viena se ha prestado a
todo tipo de tergiversaciones, desde tomar al padre del Tractatus como un
miembro más, hasta las propias confusiones de los mismos integrantes de
la célula de Schlick, quienes creían seguir a Wittgenstein más cerca que
lo que los hechos demostraron. “Ni Schlick ni Waismann [los únicos con
los que Wittgenstein había admitido entrevistarse] –(...)– advirtieron en
1929 lo rápida y radicalmente que las ideas de Wittgenstein se apartaban
del Tractatus” (Monk, 1990/1997: 268). En sí mismo, el Círculo de Viena
realizó una personal lectura del Tractatus, acentuando en él un costado
epistemológico a partir de un comentario oral de Wittgenstein que se
llegó a denominar su (de él) ‘principio de verificación’. “El sentido de
una proposición es su medio de verificación” (Ayer 1984:38): –lo que
equivale a determinar ese sentido anticipando qué se ha de entender por
verificación del enunciado. Que una proposición tenga sentido significa
entonces ya saber cómo ha de leerse el resultado de la proyección del
pensamiento sobre el hecho que responderá aportando algún valor veri-
tativo. Bajo el principio de un isomorfismo entre proposición y mundo,
deberá fijarse algún criterio. ¿Cómo sería posible establecer de una pro-
62
Fernando Gabriel Rodríguez
63
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
35
“Era verdad que el doble movimiento de logización de las matemáticas y de mate-
matización de la lógica habilitaba para definir la matemática en sí como pura y estricta-
mente literal. Subsistía no obstante una dificultad mayor: ninguno de los procedimientos
propios de la lingüística estructural, presentada como la más consumada de las ciencias
estructuralistas, se dejaba inscribir en un formalismo lógico-matemático determinado
(…). Recíprocamente, ningún segmento de los formalismos lógico-matemáticos parecía
susceptible de implementarse directamente en ninguna de las ciencias estructuralistas: en
calidad de método expositivo a veces, nunca como método de descubrimiento” (Milner
2002: 230).
64
Fernando Gabriel Rodríguez
36
Pasar de p V q a ¬p → q, donde p: rojo y q: azul (u otro color) respeta la equivalencia
de la implicación material pero no convierte la disyunción en una condición causal.
37
Barthes esgrime “que si no hubiera más color que el rojo, el rojo se opondría, a pesar
de todo, a la ausencia de color” (Barthes 1964: 247). Pero se opondría no en su calidad de
rojo sino en representación de la categoría ‘color’, lo cual es muy distinto. La rojez no está
supeditada a tener otra-cosa-enfrente. Por otra parte no se ponen nunca los valores (rojo) y
la variable en el mismo nivel. Rojo es un elemento del conjunto de colores y le pertenece:
¿cómo podría parárselo en pie de igualdad con el color, como si no existiera entre ambos
desnivel? Este problema de las propiedades no es menor para tasar el estructuralismo. Se-
gún Milner, “Lacan (…) creyó en el minimalismo de las propiedades. Lo expresó incluso
de manera particularmente explícita. Entender que no hay más propiedades que las in-
ducidas por el sistema es entender, cuando se define el sistema como estructura, que toda
propiedad es tan sólo efecto de la estructura. Por lo tanto, que la estructura es causa” (1995:
107). Puesto que Lacan distingue claramente los conceptos del significante, esta aserción
puede muy bien controvertirse, pero también es cierto que Lacan afirma que la actividad
del pensamiento depende de la estructura (Televisión, 1973).
65
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
66
Fernando Gabriel Rodríguez
38
Para los porcentajes, cfr. Caselli, Bates, Casadio, Fenson, Sanderl & Weir (1995), Jack-
son-Maldonado, Thal, Marchman, Bates, Gutiérrez Clellen (1993), Maital, Dromi, Sagi &
Bornstein (2000). En cuanto a las cuestiones la adquisición,cfr., Jusczyk (1997), Jusczyk
(2002a), Jusczyk (2002b), Jusczyk & Aslin (1995), Jusczyk & Derrah (1987), Karmiloff &
Karmiloff-Smith (2001), Karousou (2003), López Ornat (1999), Seidenberg & Elman
(1999), Serra, Serrat, Solé, Bel & Aparici (2000).
39
Para los primeros tipos de relación intersubjetiva, Trevarthen (1980, 1987, 1998). Las
investigaciones más recientes en semiosis pre-verbal señalan una progresión del marco
significativo de la comunicación de protofonaciones y gestualidad hacia la gramaticali-
zación (Capirci, Contaldo, Caselli & Volterra, 2005; Capirci & Volterra, 2008; Karousou,
2003; López Ornat, 1999; Lopez Ornat & Karousou, 2005a y 2005b; )
40
Cuando Lévi-Strauss propone que el lenguaje tuvo que surgir todo completo de una
vez (1950), esto depende de entenderse por lenguaje un dominio más vasto, lo simbólico,
y tomar al símbolo como un fonema. Puesto que los fonemas son si y sólo si copertene-
cen a un sistema, este sistema debe nacer todo junto. De modo semejante el psicoanálisis
ha aventurado que el lenguaje está allí afuera funcionando antes de que el sujeto ingrese
a escena. Uno estaría tentado de decir que lo que existe afuera son pautas de interacción
con los objetos y los semejantes, algunas simbólicas por cierto, pero donde lo simbólico no
es para nada ese sistema que se ha sugerido. Las evidencias parecen contradecir que el
niño se encuentre de golpe dentro del lenguaje (ver nota anterior). Más bien se verifica
que el comienzo de la significación gramatical se gesta suavemente mordiendo en lo real.
En cuanto a la sintaxis, puede explicarse como un desarrollo de patrones bajo los que
se organiza, para el niño, el habla del adulto (Serra & al., 2000). En materia de filogé-
nesis no hay elementos para presumir un salto entre la ausencia y la existencia de len-
gua gramatical (Corballis, 2002; Kenneally, 2007). Para la actualidad de estas discusiones
67
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
pueden consultarse las conferencias bienales sobre evolución del lenguaje EVOLANG
<<http://stel.ub.edu/evolang2008/lin.htm>>.
68
Fernando Gabriel Rodríguez
ro” (Searle, 1989: 426). Que las neuronas no funcionen como microcir-
cuitos informáticos parece ser la determinación de la más reciente inves-
tigación neurofisiológica: “Esta visión, relativamente simplista y rígida,
no se corresponde con los últimos datos experimentales: en realidad, la
información se transmite en nuestro cerebro de una neurona a otra de
forma altamente modulada” (Ansermet & Magistretti, 2007: 32).Y “dicha
transferencia nunca es de naturaleza binaria ni de intensidad constante”
(Ibid., 44). Si no hay sino monismo de sustancia, el estructuralismo no
podría sino plantear un orden co-esencial: mundo y lenguaje por igual.
Las consecuencias son sensibles.
Supongamos alguna comunidad humana donde no exista la opción
legal de ‘divorciado’. Allí tendremos que los estados civiles serán ‘soltero’ y
‘casado’ (más otros valores eventuales). Para esta comunidad el ‘divorciado’
puede ir a parar con los ‘casados’ al mismo conjunto, porque sie ya no vive
con su cónyuge ha pasado por el matrimonio; o bien pudiera ir a parar
con los ‘solteros’, según las formas con que se conciba el paso de la sol-
tería a la conyugalidad, camino de ida o de ida y vuelta. De esta manera,
los mismos fenómenos, reales o empíricos, son recogidos socialmente con
diversa pauta organizacional, pero el casado habrá pasado –eso es segu-
ro– por un rito constatable. Estos recortes están amparados en las prácticas
sociales y están reflejados en la lengua (o simplemente son antojos de la
lengua), pero nunca se podría llevar todo el asunto hasta los límites de
pretender, por tomar un ejemplo, que en la lengua inglesa, por no haber
la distinción que el castellano ofrece para pez/ pescado, todos equivocan
la criatura viva y su cadáver). Gráficamente41
humanas, en J. Sazbón (ed.): Estructuralismo y lingüística, Nueva Visión, Buenos Aires, 1969.
Ligeramente modificado.
69
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
70
Fernando Gabriel Rodríguez
Bibliografía
71
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
72
Fernando Gabriel Rodríguez
73
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
74
Fernando Gabriel Rodríguez
75
Afanes inclumplidos del sueño estructuralista
76
Fernando Gabriel Rodríguez
77
Proximidades y distancias.
Presencia del estructuralismo
en la obra de Gilles Deleuze
Marcelo Antonelli*
Introducción
*
Profesor de filosofía (UBA), Doctorando en Filosofía (UBA-CONICET-Paris 8).
Forma parte de grupos de investigación acerca de los debates contemporáneos en torno
al lenguaje, el poder y la vida (UBACyT), el concepto foucauldiano de “biopolítica” y
la noción de vida en la filosofía francesa del siglo XX (UNSAM). Actualmente trabaja
en su tesis de doctorado, que versa sobre el concepto de inmanencia en la filosofía de
Deleuze.
“El amigo, el amante, el pretendiente, el rival son determinaciones trascendentales…”
(Deleuze, 1991, p. 10). “Lo que es esencial son los intercesores [...] Sin ellos no hay obra
79
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
[...] Yo necesito a mis intercesores para expresarme, y ellos no se expresarían jamás sin
mí: siempre se trabaja en grupo, aun cuando no se lo vea” (Deleuze, 1990, p. 171). Las
traducciones son nuestras, excepto en los casos de Lo frío y lo cruel (Deleuze, 1967), y de
Problemas del estructuralismo, de Poullion (1966), dado que hemos trabajado con las edicio-
nes en español.
Hacemos uso del término “movimiento estructuralista” siguiendo las sugerencias de
Étienne Balibar (2007, p. 155 y ss), quien lo considera el momento determinante del pen-
samiento filosófico francés de la segunda mitad del siglo XX. El autor señala la ausencia
de escuela y de fundador: el estructuralismo fue más bien un “encuentro divergente”,
razón por la cual todas las escuelas u orientaciones filosóficas se vieron implicadas. El
movimiento, esencialmente filosófico pero en absoluto unívoco, se caracterizó, según
Balibar, por un encuentro entre preguntas o problemáticas, así como por textos con valor
de manifiestos polémicos; en su conjunto, se trató de una auténtica “aventura” para la
filosofía contemporánea.
80
Marcelo Antonelli
Bolivar Botia (1985, p. 154 y ss) lo denomina post-estructuralista; admite que se trata
de un rótulo un poco artificial, pero ya comercializado. Además, reconoce que es discu-
tible ubicar a Deleuze entre tales autores, no obstante lo cual lo justifica argumentando
que sus temas prefigurarían la posmodernidad. El término “post-estructuralismo” sería
legítimo a raíz de dos motivos: i) es la segunda fase de la filosofía francesa estructuralista,
cronológicamente posterior a los autores del “estructuralismo clásico” (Lévi-Strauss, La-
can); ii) los autores de esta generación resultan críticos con puntos clave del paradigma es-
tructural; en términos generales, se propondrían la tarea de liberar al estructuralismo de la
metafísica en que está preso, llevando más allá los límites del propio estructuralismo. Éste
se pretendía un proyecto sistemático-racional que, en el fondo, negaba la individualidad
y el acontecimiento, mientras que el post-estructuralismo proclama lo fortuito, lo alea-
torio, lo diferente. Por otro lado, los estudios norteamericanos emplean el término con
frecuencia. Holland afirma, por ejemplo, que Deleuze y Derrida formaron la columna
vertebral del “postestructuralismo francés” mediante sus respectivas obras Diferencia y repe-
tición y De la gramatología (Holland, 1999). Para la recepción norteamericana, véase Cusset,
(2007); Dosse, (2007, pp. 549-567). Por su parte, Balibar (2007, p. 164 y ss) sostiene que
no existe algo así como “el post-estructuralismo” sino que éste, llamado así en el marco
de una “exportación”, de una “recepción” o de una “traducción” internacional, es todavía
estructuralismo. Su tesis es que todos los grandes textos del estructuralismo comportan un
movimiento típicamente “estructuralista” que consiste en la deconstrucción del sujeto como
arkhé (causa, principio, origen) y un segundo movimiento “post-estructuralista” que im-
plica la reconstrucción de la subjetividad como efecto –es decir: el pasaje de la subjetividad
constituyente a la subjetividad constituida. La estructura es precisamente el dispositivo de
inversión del sujeto constituyente en sujeto constituido. El segundo movimiento es el de la
re-inscripción del límite a partir de su propia impresentabilidad: con el surgimiento de lo
irrepresentable la estructura más bien se disuelve, en provecho del flujo, de la diseminación,
de la máquina o de la cosa. El movimiento de los estructuralistas tiende a ir de un gesto al
otro, operando simultáneamente la deconstrucción y la reconstrucción del sujeto.
81
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
Deleuze se apoya en las elaboraciones sobre el proceso de denegación (Verneinung,
Verwerfung, Verleugnung), “cuya extrema importancia puso en evidencia Lacan”; en rela-
ción con la forclusión (Verwerfung), afirma que “Lacan enunció una profunda ley según la
cual lo que se cancela simbólicamente resurge en lo real en forma alucinatoria”; al tratar
el carácter inaprehensible del objeto de la ley y la operación kantiana que hace de “LA
ley” el fundamento último, remite al célebre trabajo de Lacan “Kant con Sade”; en rela-
ción con la paradoja del carácter indeterminado de la ley, sostiene que “como dice Lacan,
la ley es lo mismo que el deseo reprimido” (Deleuze, 1967, pp. 34, 68, 87, 88).
82
Marcelo Antonelli
Este desfasaje cronológico, entre el momento de la escritura y el de la publicación,
apoya nuestra clave de lectura –esto es: que el inicio del trabajo con Guattari es a la vez el
comienzo del alejamiento de Deleuze respecto del estructuralismo–, que de otro modo se
vería invalidada (pues tanto El Anti-Edipo como “¿En qué...?, con apreciaciones radical-
mente diferentes sobre el estructuralismo, salieron a la luz en 1972). Dada la importancia
que tiene la fecha de redacción del ensayo sobre el estructuralismo, hemos optado por
referirnos a él utilizando esa fecha, y no la de su edición. En el caso de los demás escritos
de Deleuze, se indicará siempre el año de su publicación.
Por ejemplo, las relaciones entre Althusser y Deleuze eran muy buenas, al punto que
Deleuze le envió el artículo junto a una carta en la cual afirmaba que su “ambición” era
difundir el estructuralismo de una manera más rigurosa que como se hacía ordinariamen-
te. Deleuze le transmitió a Althusser, además, que le mandaba el texto no sólo porque le
concernía filosóficamente, sino para que lo leyera de manera personal y le dijera si era
“publicable” (Dosse, 2007, p. 273).
Véase Deleuze (1967c).
83
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
En relación con el primer criterio de reconocimiento (la invención de lo simbólico),
Deleuze sostiene que “allí también, todo comenzó por la lingüística”: más allá de la pa-
labra en su realidad y en sus partes sonoras, más allá de las imágenes y de los conceptos,
el lingüista estructural descubre un elemento de naturaleza diferente: el objeto estructura
(Deleuze, 1967b, pp. 239-240). Asimismo, véase la alusión al “modelo lingüístico” y la
exposición del fonema en Ibíd., p. 246.
84
Marcelo Antonelli
Deleuze alude al interés de Lévi-Strauss por la teoría de los juegos, a las metáforas del
juego empleadas por Lacan, a los análisis de Althusser sobre el teatro en Brecht y Gatti.
85
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
De allí que afirme que “el manifiesto mismo del estructuralismo debe ser buscado en la
fórmula célebre, eminentemente poética y teatral: pensar, es lanzar los dados” (Ibíd., p.
245). Esta expresión también será reencontrada en Diferencia y repetición y en Lógica del
sentido.
10
Deleuze distingue tres tipos de relaciones: un primer tipo se establece entre elemen-
tos independientes o autónomos, como “3+2” o “2/3”; los elementos son reales y las
relaciones también lo son. El segundo tipo remite a términos cuyo valor no está especifi-
cado, pero que debe en cada caso tener un valor determinado (x2 + y2 – R2 = 0); dichas
relaciones son imaginarias. El tercer tipo se establece entre elementos que no tienen en sí
mismos ningún valor determinado pero que se determinan recíprocamente en la relación
(ydy + xdx = 0). Tales relaciones son simbólicas y los elementos correspondientes man-
tienen una relación “diferencial” (différentiel) (Ibíd, p. 246).
86
Marcelo Antonelli
11
Las estructuras son inconscientes y están recubiertas por sus productos o efectos. El
carácter inconsciente apunta a lo problemático: el inconsciente es siempre un problema,
lo cual no implica un momento provisorio y subjetivo en la elaboración de nuestro saber,
sino más bien una categoría objetiva, un horizonte ineluctable. El inconsciente estructural
es, para nuestro autor, diferencial, problematizador, cuestionador y serial (Deleuze, 1968,
p. 255).
12
Véase Deleuze (1967b, p. 252 y ss). El tiempo correspondiente es de actualización,
pues va de lo virtual a lo actual, de la estructura a sus actualizaciones; aún más, dado que
la estructura no se actualiza sin diferenciarse en el espacio y en el tiempo, sin diferenciar
especies y partes que la efectúan, ella produce sus efectos y partes. Tal es la noción de
génesis que en Diferencia y repetición será llamada génesis estática; su importancia radica en
resolver la aparente dificultad para conciliar la estructura y su génesis.
87
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
lo busca y ser encontrado donde no está, de allí que se diga que “falta a
su lugar”. Deleuze asigna a la casilla vacía una importancia crucial: “no
hay estructuralismo sin este grado cero”. Se trata de un “Objeto = x” u
objeto problemático que, en su ubicuidad y constante desplazamiento
(“perpetuum mobile”), produce el sentido en cada serie y no deja de
desfasarlas.13 Dicho objeto no es asignable, es decir: no es fijable en un
lugar identificable en un género o especie.14
En este marco, Deleuze comenta que la cuestión acerca de en qué se
reconoce el estructuralismo conduce finalmente a la posición de algo que
no es reconocible ni identificable. Se trata, es evidente, de una paradoja,
pues ¿cómo sería posible reconocer un elemento sin identidad? Volvere-
mos sobre este punto al tratar Diferencia y repetición, donde Deleuze deja
en claro que el estructuralismo no puede responder a la pregunta por su
naturaleza en términos identitarios (según la forma del reconocimiento,
al interior del mundo de la representación), sino que se caracteriza por
revelar la dimensión inconsciente de los problemas mismos, el horizonte
trascendental abierto y problemático.
El último criterio se refiere a la cuestión del sujeto y la práctica. Al res-
pecto, diversos autores han señalado el “anti-humanismo” o el “anti- subje-
tivismo epistemológico” del estructuralismo;15 no obstante, para Deleuze
“el estructuralismo no es para nada un pensamiento que suprime
el sujeto, sino un pensamiento que lo desmenuza y lo distribuye
sistemáticamente, que cuestiona la identidad del sujeto, que lo
disipa y lo hace pasar de lugar en lugar, sujeto siempre nómada,
hecho de individuaciones, pero impersonales, o de singularidades,
pero pre-individuales” (Ibíd., p. 267)16
Los criterios ligados al sujeto y a la praxis son los más oscuros, aduce,
en tanto criterios del futuro; el estructuralismo no sólo es inseparable de
13
Su importancia se muestra igualmente en evitar la causalidad lineal entre estructuras.
Deleuze afirma que el problema acerca de si hay una estructura que determina en última
instancia todas las otras no tiene sentido, pues entre las estructuras la causalidad misma es
estructural (Ibíd, pp. 258-265).
14
Para una caracterización más amplia de la noción, véase infra la referencia a propósito
de Lógica del sentido, en especial la nota 29.
15
Véase “La querella del humanismo” en Descombes (1979, p. 124 y ss); también Bolí-
var-Botia (1985, p. 41 y ss).
16
Balibar recoge esta indicación deleuziana y la despliega en los dos momentos del es-
tructuralismo: deconstrucción del sujeto constituyente y reconstrucción del sujeto cons-
tituido como efecto. Cf. la nota 3 de este trabajo.
88
Marcelo Antonelli
las obras que crea sino además de una práctica con relación a los pro-
ductos que interpreta. En este sentido, Deleuze atribuye al movimiento
estructuralista un potencial creativo, innovador y polémico.
Diferencia y repetición
17
Por Ideas Deleuze no entiende los meros cogitanda, sino “las instancias que van de la
sensibilidad al pensamiento y del pensamiento a la sensibilidad, capaces de engendrar en
cada caso [...] el objeto-límite o trascendente de cada facultad” (Deleuze, 1968, p. 190).
Las Ideas son problemáticas, más aún: ellas son los problemas, así como los problemas son
las Ideas mismas. El problema en cuanto tal es el objeto de la Idea; los problemas no son
un estado provisorio y subjetivo, sino un estado del mundo, una dimensión del sistema,
su horizonte o foco. Lo problemático designa la objetividad de la Idea, la realidad de lo
89
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
virtual (Ibíd., pp. 218-221 y 359). Para la dimensión problemática, véase Deleuze (1969,
pp. 67-73).
18
Las Ideas “son multiplicidades, cada Idea es una multiplicidad, una variedad”; por
“multiplicidad” cabe comprender “una organización propia a lo múltiple en tanto que tal,
que no tiene ninguna necesidad de la unidad para formar un sistema”. Deleuze enfatiza
el empleo de la forma substantiva pues ella permite escapar a la dialéctica entre lo uno y
lo múltiple:“todo es multiplicidad, inclusive lo uno, inclusive lo múltiple” (Deleuze, 1968,
pp. 236, 356).
19
Para una presentación de los problemas clásicos del estructuralismo, véase el número
de Le Temps Modernes de 1966 denominado justamente Problemas del estructuralismo. El
artículo de Jean Pouillon, “Presentación: un ensayo de definición”, busca definir con
precisión el concepto de “estructura” y distinguir el estructuralismo de otros métodos
90
Marcelo Antonelli
91
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
tienen una parte actual y otra virtual. Según la fórmula mediante la cual Proust describe
los estados de resonancia, lo virtual es caracterizado como “real sin ser actual, ideal sin ser
abstracto” y simbólico sin ser ficticio. “La realidad de lo virtual, afirma Deleuze, consiste
en elementos y relaciones diferenciales, y en los puntos singulares que les corresponden.
La estructura es la realidad de lo virtual” (Ibíd, pp. 269-270). El proceso correspondiente a
lo virtual es el de actualización, no el de realización: lo posible se realiza, pero lo virtual se
actualiza. Actualizarse es sinónimo de diferenciar (différencier), integrar, resolver. La actua-
lización, por otro lado, se hace siempre por divergencia o diferenciación (différenciation),
mientras que lo posible se realiza a imagen de lo real –que por su parte se parece a lo
posible. Es necesario atender a la diferencia marcada por los fonemas t/c en la fórmula
“(indi)-différent/ciation”; el rasgo distintivo t/c es el símbolo de la Diferencia que remite
al proceso de actualización de la Idea. La Idea en sí misma es, en su virtualidad, indife-
renciada (indifférenciée), pero determinada (différentiée). El proceso que Deleuze denomina
“différentiation” es la determinación del contenido virtual de la Idea, mientras que la
“différenciation” es la actualización de esta virtualidad en sus especies y partes distingui-
das (pp. 267 y 358). Actualizarse es diferenciarse (se différencier) mediante especies y partes,
cualidades y extensiones. La actualización es siempre una creación de líneas divergentes
que corresponden, sin semejanza, a la multiplicidad virtual (pp. 272-6). Deleuze halla en
los dinamismos espacio- temporales los auténticos agentes de la actualización.Véase Ibíd.,
pp. 276-285 y Deleuze (1967c, p. 140).
92
Marcelo Antonelli
22
En relación con la “esencia”, Deleuze aclara que si queremos conservar la palabra, es
necesario entender que la esencia de la Idea es el accidente, el acontecimiento, el sentido.
Por otro lado, con relación a la distinción entre el aprendizaje y el saber, Deleuze insiste
en la diferencia de naturaleza entre ambos: mientras que la representación y el saber se
modelan sobre las proposiciones de la conciencia que designan casos de solución, la Idea
y el aprendizaje expresan una instancia problemática, extra-proposicional o sub-represen-
tativa: “la presentación del inconsciente, no la representación de la conciencia” (Deleuze,
1968, pp. 247-248). En relación con el aprendizaje, véase Ibíd., p. 251 y ss.
93
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
94
Marcelo Antonelli
23
La expresión no aparece en Diferencia y repetición sino en Lógica del sentido. El Otro
a priori designa la estructura, mientras que este o aquel otro (cet autrui- ci, cet autrui-là)
designan los términos reales que efectúan la estructura en cada campo: “si este otro es
siempre alguien, yo para usted, usted para mi, es decir en cada campo perceptivo el sujeto
de otro campo, Otro a priori, por el contrario, no es nadie, porque la estructura es tras-
cendente a los términos que la efectúan” (Deleuze, 1969, p. 369).
95
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
24
Deleuze explica que el efecto fundamental de la presencia del otro es la posibilidad
de distinguir mi conciencia de su objeto, mientras que la ausencia del otro provoca que
la conciencia y su objeto no sean sino uno (Ibíd., pp. 358, 360 y ss.).
25
Cabe destacar el alcance filosófico del planteo deleuziano: no es el yo (moi) sino el
otro como estructura quien vuelve posible la percepción. Las teorías tradicionales de la
percepción, del cuño que fuesen, remiten las percepciones a un sujeto que percibe; aquí
Deleuze la remite a una estructura a priori ajena al yo.
26
La alusión al estructuralismo aparece también cuando Deleuze menciona a “Lacan y
su escuela” al momento de tratar las perversiones. El tema surge porque una robinsonada
es “un mundo sin otro”, y una estructura perversa puede ser considerada como la que se
opone a la estructura Otro y la substituye. El mundo del perverso es un mundo sin otro,
ergo, sin posible, puesto que “Otro, es lo que posibilita” (Deleuze, 1969, p. 371 y nota 26).
96
Marcelo Antonelli
27
Dosse señala dos aspectos que distancian el libro del estructuralismo (2007, p. 274
y ss): por un lado, la presencia de Benveniste, autor no estructuralista, de quien Deleuze
toma la triple forma de la proposición (manifestación, significación, referencia; véase “De
la proposición” en Deleuze, 1969, pp. 22-35); de otro lado, la oposición al panlingüismo
reinante, pues el acontecimiento es el que vuelve posible el lenguaje, no a la inversa (véase
“Del lenguaje”, Ibíd, pp. 212-216).
28
Por “significante” Deleuze entiende “todo signo en tanto que presenta en sí mismo
un aspecto cualquiera de sentido”; por “significado”, debemos comprender “lo que sirve
de correlato a este aspecto del sentido, es decir lo que se define en dualidad relativa con
este aspecto” –dicho de otro modo, en un sentido restringido, el significado es el con-
cepto, mientras que en un sentido amplio es cada cosa definible por la distinción que un
aspecto del sentido mantiene con ella (Ibíd, pp. 50-52).
97
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
29
Deleuze menciona a Joyce, Roussel, Robbe-Grillet, Klossowski y Gombrowicz en
la medida que se trata de autores que supieron crear “técnicas seriales de un formalismo
ejemplar”. No obstante, las remisiones apuntan privilegiadamente a los Escritos de Lacan,
a quien menciona en tres notas al pie.
30
Esta instancia paradojal circula entre las dos series estableciendo su comunicación;
“asegura la convergencia de las dos series que recorre, pero a condición de hacerlas diver-
gir sin cesar”. Ella está siempre desplazada en relación consigo misma: jamás está donde se
la busca, así como no se la encuentra donde está:“ella falta a su lugar, dice Lacan”. En rigor,
no sólo falta a su lugar, sino a su identidad, a su semejanza, a su equilibrio, a su origen. La
instancia paradojal está en exceso en una serie que constituye como significante y en defecto
en la otra que constituye como significada, aun si estas determinaciones son relativas (pues
el exceso no es sino el lugar vacío, mientras que el defecto es el objeto móvil u ocupante
sin lugar). Al comienzo de la décimo primera serie Deleuze vuelve sobre los caracteres de
98
Marcelo Antonelli
este elemento paradojal, “perpetuum mobile”: tiene por función recorrer las series heterogé-
neas, haciéndolas coordinar, resonar y converger por un lado, y ramificarlas introduciendo
disyunciones múltiples, por otro lado. Es a la vez palabra = x y cosa = x; tiene dos caras
porque pertenece simultáneamente a las dos series, pero ellas están en constante desequili-
brio. Dicha correlación asimétrica puede ser aludida de diversas maneras: exceso y defecto,
casilla vacía y objeto supernumerario, lugar sin ocupante y ocupante sin lugar, significante
flotante y significado flotado, palabra esotérica y cosa exotérica (Ibíd, p. 83).
31
Deleuze también llama a esta paradoja “paradoja de Robinsón”: en su isla desierta,
no puede reconstruir un análogo de la sociedad sino dándose de golpe todas las reglas
y las leyes, mientras que la conquista de la naturaleza es progresiva, parcial, de parte a
parte. El desequilibrio inherente a toda sociedad entre la simultaneidad de las reglas de
diversos ámbitos y la progresión en la conquista de la naturaleza es lo que hace posible las
revoluciones. En efecto, la distancia entre las dos series exige nuevos arreglos de la tota-
lidad económica y política en función de las partes del progreso técnico. A diferencia del
tecnócrata, que resulta amigo del dictador, el revolucionario se ubica en la distancia que
separa la progresión técnica y la totalidad social, donde inscribe su sueño de revolución
permanente (Ibíd, pp. 63-64).
32
Tanto “truc” como “machin”, palabras de uso coloquial en francés, son de difícil
traducción. Se trata de términos comodines empleados para designar en general una cosa;
no obstante, pueden también designar los significados apuntados.
99
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
100
Marcelo Antonelli
101
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
33
Es posible observar que, al igual que Foucault, Deleuze esquiva las convenciones
reinantes en lo que hace a las razones de la relevancia estructuralista. En efecto, Foucault
descarta dos explicaciones corrientes acerca de la importancia del estructuralismo. La
primera reside en el grado de cientificidad que habría alcanzado, en el carácter formal y
formalizable de sus análisis; la segunda sostiene que las ciencias humanas deben aplicar
los métodos del análisis estructuralista en sus dominios específicos, es decir: configurar
estructuralmente sus campos de estudio y sus objetos. Foucault rechaza ambos enfoques
argumentando que las ciencias del lenguaje, mucho antes del advenimiento del estruc-
turalismo, se situaron en un nivel de cientificidad mayor al de las ciencias humanas. La
novedad estructuralista radicaría, por el contrario, en la fecundidad epistemológica de sus
conceptos (Castro, 1995, p. 161).
102
Marcelo Antonelli
El Anti-Edipo
34
Dado que este trabajo aborda los vínculos entre la obra de Deleuze y el estructuralis-
mo, continuaremos adjudicando a “Deleuze” las tesis expuestas, aun si corresponden, en
rigor, al dúo Deleuze-Guattari –o Deleuze-Parnet en el caso de Diálogos. Esto no implica
en absoluto una desvalorización del aporte de Guattari, fundamental a todas luces en el
derrotero filosófico deleuziano.
35
Dosse califica al libro de “auténtica máquina de guerra contra el estructuralismo” que
opone las multiplicidades al binarismo, la experimentación al formalismo, la máquina a la
estructura (2007, p. 276). Si bien acordamos con dicha descripción, corre el riesgo de acen-
tuar el aspecto negativo o crítico del libro en detrimento de la construcción de conceptos
alternativos al estructuralismo (máquina, flujos, codificación, desterritorialización, etc.).
103
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
36
Al respecto, es interesante el capítulo 10 del libro de Dosse (2007) donde relata la co-
laboración recibida de los amigos etnólogos de Guattari para escribir el capítulo tercero
de El Anti-Edipo. Los desarrollos de éste se apoyan especialmente en el texto de E. R. Lea-
ch Critique de la anthropologie y atacan a Lévi-Strauss. Sin embargo, no todas las alusiones
a Lévi-Strauss son negativas: por ejemplo, remiten a Lo crudo y lo cocido para sostener que
Edipo es la idea de un paranoico adulto antes que el sentimiento infantil de un neurótico
(Deleuze, 1972, p. 325).
104
Marcelo Antonelli
No obstante, admite que en Mitológicas elaboró una teoría de los códigos primitivos
37
105
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
hace que la máquina social no sea apta para tratar sus materiales. La pro-
puesta de Deleuze, por el contrario, reside en una interpretación “actual
y funcional: es para funcionar que una máquina social no debe funcionar
bien”. La máquina social “no funciona sino chirriando, estropeándose, es-
tallando en pequeñas explosiones”; los disfuncionamientos forman parte
de su propio funcionamiento.38
En cuarto lugar, Deleuze objeta a la concepción cambista la configu-
ración de un sistema estadísticamente “cerrado”, resultado de la separa-
ción de sus referencias económicas y políticas. Por el contrario, la tesis
deleuziana es que el sistema en extensión guarda un carácter necesaria-
mente “abierto”: la apertura es primera y se funda en la heterogeneidad
de los elementos que componen los flujos que la máquina social codifica
(Ibíd., p. 173).
Finalmente, el quinto postulado, del cual dependen los restantes, afecta
tanto a la etnología cambista como a la economía política burguesa y
consiste en la reducción de la “reproducción social” a la esfera de la “cir-
culación”. Al respecto, Deleuze afirma que
38
“Nunca una discordancia o un disfuncionamiento anunciaron la muerte de una má-
quina social que, por el contrario, tiene la costumbre de alimentarse de las contradiccio-
nes que levanta, de las crisis que suscita, de las angustias que engendra, y de las opera-
ciones infernales que la revigorizan: el capitalismo lo ha aprendido y ha dejado de dudar
de sí mismo, mientras que incluso los socialistas renuncian a creer en la posibilidad de su
muerte natural por desgaste. Nunca se ha muerto nadie de contradicciones.Y cuanto más
ello se estropea, más esquizofreniza, mejor marcha, a la americana” (Ibíd, pp. 177, 221). La
posición de Deleuze va dirigida contra la idea de que las sociedades primitivas carecen
de historia; por el contrario, afirma que están plenamente en la historia (comprendida
como una realidad abierta y dinámica en estado de desequilibrio funcional) y alejadas de
la estabilidad y armonía que les asigna.
106
Marcelo Antonelli
39
Por socius cabe entender la máquina social en su función de codificación del deseo
–extracción de flujo, separación de la cadena, repartición de partes–; en rigor, sólo las
máquinas sociales precapitalistas codifican los flujos de deseo, pues el capitalismo se ha
construido sobre flujos descodificados (Ibíd, p. 163). El socius es la superficie donde se
registra toda la producción, que a su vez parece emanar de ella; es una máquina de ins-
cripción social de la producción concebida bajo el modelo del CsO (cuerpo lleno, inen-
gendrado, elemento de anti-producción). Todos los tipos de sociedad tienen un socius
como elemento de registro, no obstante lo cual su modalidad varía en la historia; Deleuze
reconoce tres socius: cuerpo de la Tierra, del Déspota, del Capital (Ibíd., pp. 15-17). Para
una exposición sintética, véase Mengue (1994, pp. 179-180).
40
Nietzsche pone de manifiesto que el problema fundamental del socius primitivo es
el de la inscripción, el código, la marca: su tarea es dotar al hombre de una memoria que
lo vuelva responsable, capaz de prometer. Las leyes, las iniciaciones, el aparato educativo
y represivo tienen como fin “enderezar al hombre, marcarlo en su carne, volverlo capaz
de alianza, formarlo en la relación acreedor-deudor que, en ambos lados, es asunto de la
memoria (una memoria tendida hacia el futuro)” (Deleuze, 1972, p. 225).
107
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
41
La noción de “plusvalía de código” mienta la forma primitiva de la plusvalía; ocupa
un lugar central, pues constituye según Deleuze el resorte de la economía en la forma-
ción social primitiva. Ella apunta al hecho de que los fenómenos de exceso y de defecto
en los flujos de producción se ven compensados por elementos no intercambiables como
el prestigio adquirido o el consumo distribuido.
108
Marcelo Antonelli
42
Deleuze elogia el texto de Lyotard Discours, Figure por ser “la primera crítica gene-
ralizada del significante”; si bien le plantea objeciones porque volvería a introducir la
carencia y la ausencia en el deseo, reconoce el mérito de haber levantado “la hipoteca del
significante”. Cabe mencionar que Deleuze formó parte del jurado de la tesis de Lyotard
y escribió una breve reseña de tono positivo.Véase Deleuze (1972c).
109
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
43
La “ambigüedad” aludida concierne el problema de la relación entre los flujos capita-
listas y los flujos esquizofrénicos. Si bien existe entre ellos una gran afinidad, sería un error
identificarlos. Dicho brevemente, la noción de “flujo-esquizia” o de “corte-flujo” define
tanto al capitalismo como a la esquizofrenia, pero no lo hace del mismo modo: el capita-
lismo axiomatiza los flujos descodificados, los encierra en grandes conjuntos estadísticos,
desplaza sus límites inmanentes para re-encontrarlos más allá, re-territorializa los flujos
desterritorializados; por el contrario, la esquizofrenia no se deja apresar en un sistema
axiomático, franquea la barrera que los separa de las posiciones moleculares, lleva los flujos
del deseo a un límite absoluto, se desterritorializa sin re-territorializarse (Deleuze, 1972,
p. 291 y ss.)
110
Marcelo Antonelli
111
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
diferencia de naturaleza, que no reside entre un Edipo imaginario y otro estructural, sino
entre Edipo en todas sus variantes y la producción deseante. No hay para nuestro autor
ninguna diferencia importante entre lo imaginario y lo simbólico, o entre el Edipo-crisis
112
Marcelo Antonelli
113
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
de remontarse de las imágenes a las estructuras: “en verdad, tan sólo se ha hecho retroceder
la cuestión”. Sin embargo, admite que Lacan esquizofrenizó hasta la neurosis, “aflojó las
cuerdas” mediante la introducción del “objeto a” en el seno del equilibrio estructural. La
segunda generación de discípulos de Lacan, agrega, es aún menos sensible al falso proble-
ma de Edipo; pero si los primeros se vieron tentados de cerrar el yugo edípico, se debe a
que el propio Lacan denunciaba a Edipo como mito pero mantenía que el complejo de
castración era algo real.
47
“La idea fundamental es quizá esta: el inconsciente “produce”. Decir que produce
significa que hay que dejar de tratarlo, como se ha hecho hasta ahora, como una suerte de
teatro donde se representaría el drama de Edipo. Nosotros pensamos que el inconsciente
no es un teatro, sino más bien una fábrica [...] el inconsciente no tiene nada que ver con
una representación teatral sino con lo que llamamos “máquinas deseantes”...” (Deleuze,
1972d, p. 323 y ss.). Cf. también Deleuze (1972, p. 352).
48
Dosse sostiene que la concepción del inconsciente de El Anti-Edipo es de alguna ma-
nera pre-lacaniana, puesto que vuelve a destacar el papel de las pulsiones y las intensidades
en detrimento del abordaje formal y simbólico propio del lacanismo (2007, p. 283).
49
Desde esta perspectiva, Deleuze critica a Althusser por reducir la máquina a la estruc-
tura y asimilar la producción a una representación estructural y teatral (Ibíd., p. 365).
114
Marcelo Antonelli
115
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
50
Los signos del deseo “no responden a las reglas de un ajedrez lingüístico, sino a los
sorteos de un juego de lotería en los que saldrían ora una palabra, ora un dibujo, ora una
cosa o un fragmento de algo” (Ibíd., p. 368).
51
En efecto, Deleuze sostiene que, al nivel de la cadena molecular del deseo, no debe
hablarse, en sentido estricto, de un código, pues éste erige un significante despótico o se-
parado del que depende toda la cadena. Por el contrario, en la cadena molecular los flujos
se des-territorializan y atraviesan el significante, esto es: deshacen los códigos. Se trata, en
rigor, de “una cadena de fuga y no de código”. La operación es análoga a la que describi-
mos respecto de la estructura: la cadena significante se vuelve cadena de descodificación
y de desterritorialización como el reverso de los códigos y las territorialidades (Ibíd., pp.
391-392). Guattari por su cuenta lleva adelante una crítica radical del estructuralismo: en
un coloquio organizado en la universidad de Dauphine, asimila el estructuralismo a “una
enfermedad que devasta, desde hace cierto tiempo, las ciencias del lenguaje, la antropo-
logía, el psicoanálisis”; en un curso a estudiantes de la Universidad de Columbia, objeta
los análisis estructuralistas por esconder la dualidad expresión/contenido y sólo prestar
atención a la expresión; en su curso de 1973, ataca a Althusser por su separación Ciencia/
Ideología (Dosse, 2007, p. 279 y ss.).
116
Marcelo Antonelli
52
“[…] es la escasez la que se aloja, se vacuoliza, se propaga según la organización de
una producción previa. Es el arte de una clase dominante, práctica del vacío como econo-
mía de mercado: organizar la escasez, la carencia, en la abundancia de producción, hacer
que todo el deseo recaiga en el gran miedo a carecer, hacer que el objeto dependa de una
producción real que se supone exterior al deseo (las exigencias de la racionalidad), mien-
tras que la producción del deseo pasa al fantasma (nada más que al fantasma)” (Deleuze,
1972, pp. 35-36).
53
Es notable la distancia respecto de Lógica del sentido, donde Deleuze hace uso de la
noción de castración en relación con el pensamiento: “el mismo trazado de la castra-
ción se corresponde con una grieta [...] en esta grieta del pensamiento, en la superficie
incorporal, reconocemos la línea pura del Aión o el instinto de muerte bajo su forma
especulativa” (Deleuze, 1969, p. 243).
117
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
118
Marcelo Antonelli
54
También en Diálogos se repite la oposición entre la experimentación literaria y la
interpretación: de acuerdo con una fórmula devenida célebre, “Experimenten, no in-
terpreten jamás” (Deleuze, 1977, p. 60). El significante es acusado de girar siempre en
torno de papá-mamá (Ibíd., p. 58). Por otra parte, la disciplina más castigada por Deleuze
es la lingüística en su vertiente saussuriana, frente a la cual se señalan otras orientaciones
y autores. Deleuze acusa a los lingüistas de desconocer o no querer conocer la dimensión
política del lenguaje, amparándose en su condición de “apolíticos” y de puros sabios
(Deleuze, 1975, p. 45). Por otro lado, propone un uso “intensivo asignificante”, no re-
presentativo de la lengua frente a los usos simbólicos, significativos o significantes; llama
“intensivos o tensores” a los elementos lingüísticos que expresan las tensiones internas de
una lengua. Al respecto, remite a los trabajos de Vidal Sephiha (Ibíd., p. 35 y ss; notas 15-
16). Gobard es mencionado en relación a las funciones del lenguaje; Deleuze le dedicó
un texto intitulado “Porvenir de la lingüística”, que constituyó el Prefacio a La alienación
lingüística (Deleuze, 1976).
55
En Diálogos insiste en la misma idea: “¡Ah!, miseria de lo imaginario y de lo simbóli-
co, lo real siempre se deja para mañana” (Deleuze, 1977, p. 63).
56
La oposición entre la máquina y la estructura se hace presente también en relación
con el contenido y la expresión: no hay entre las formas del contenido y las formas de la
expresión una “correspondencia estructural”, sino que la “máquina de expresión” desor-
ganiza sus formas y libera contenidos.
119
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
Ahora bien, lo esencial del texto es que Deleuze introduce los con-
ceptos de “rizoma” y de “agenciamiento” (agencement). Este último apun-
ta contra el desdoblamiento operado por la lingüística en un sujeto del
enunciado y un sujeto de enunciación: la idea de nuestro autor es que
el enunciado no remite jamás a un sujeto, pues sólo hay agenciamientos
colectivos de enunciación (Ibíd., pp. 33, 145, 149-152). Si bien, como
veremos a continuación, en Diálogos el agenciamiento es contrapuesto a
la estructura, en Kafka la importancia del concepto reside más bien en el
carácter colectivo de la enunciación literaria.
Por su parte, la noción de rizoma es aún más relevante para nuestro
trabajo puesto que se dirige desde un principio contra la de “significan-
te”: Deleuze sostiene que un rizoma o una “madriguera” tiene “entradas
múltiples”, innumerables puertas; es posible entrar por cualquier extre-
mo, dado que ninguno tiene privilegio sobre el resto. La idea del rizoma
busca conectar diferentes puntos entre sí, trazar un mapa que permita
orientarse: “el principio de entradas múltiples impide por sí sólo la in-
troducción del enemigo, el Significante, y las tentativas por interpretar
una obra que no se propone de hecho sino para la experimentación”
(Ibíd., p. 7). En resumen, la noción de rizoma se dirige contra la de es-
tructura mediante su oposición al elemento significante, inherente a toda
organización estructural, erigido como instancia unitaria, trascendente y
sobrecodificadora.
El segundo texto, Diálogos, escrito en colaboración con Claire Parnet,
es fuertemente anti-estructuralista. En primer lugar, encontramos una
desvalorización del estructuralismo toda vez que se plantea una dicoto-
mía.57 La más relevante concierne la oposición entre el árbol y el rizoma:
57
Así, Deleuze opone i) una ciencia de acontecimientos a una ciencia axiomática o estructural:
ésta última aislaba una estructura que hacía homogéneos los elementos variables a los que
se aplicaba, mientras que la ciencia en la actualidad traza líneas y caminos en lugar de
construir axiomáticas; rechaza los esquemas arborescentes en beneficio de los movimien-
to rizomáticos: “ya no se trata de una estructura que encuadra dominios isomorfos, sino
de un acontecimiento que atraviesa dominios irreductibles” (Deleuze, 1977, pp. 81-82);
ii) ataca al psicoanálisis y señala diferencias entre el análisis freudiano y el estructural (la
significancia remplazó la interpretación, el significante remplazó el significado, las fun-
ciones estructurales remplazaron las imágenes de los progenitores), no obstante lo cual
sostiene que en la práctica no ve grandes cambios (Ibíd., pp. 99-100, 106); iii) distingue
un plano de trascendencia que es estructural y genético en tanto concierne a la vez el de-
sarrollo de las formas y la formación de los sujetos, y un plano de consistencia donde no
hay formas sino relaciones cinemáticas entre elementos no formados, así como tampoco
sujetos sino individuaciones dinámicas sin sujeto (Ibíd., p. 112).
120
Marcelo Antonelli
58
Dicha parte del texto corresponde exclusivamente a Parnet, no obstante lo cual el
punto en cuestión es, desde el punto de vista conceptual, legítimamente atribuible a De-
leuze.
59
Zourabichvili (2003, pp. 45, 89) subraya que el agenciamiento y la línea se oponen al
sistema de puntos y de posiciones del punto estructuralista.
60
Véanse especialmente las mesetas octava “¿Qué ha pasado aquí?” y novena “Micro-
política y segmentariedad”; también la “Conclusión” en Deleuze (1980, p. 631 y ss).
121
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
61
Cabe mencionar una crítica de orden político al estructuralismo en la medida que
se lo liga a los aparatos de poder, en particular en el caso de la lingüística saussuriana.
En efecto, Deleuze explica que existen “nuevos aparatos de poder en el pensamiento”
que cumplen un “rol represor”, pues constituyen una imagen del pensamiento ajustada
al Estado y a las significaciones dominantes, que margina el pensamiento sin imagen,
el nomadismo, la máquina de guerra, las lenguas menores. Marx, Freud y Saussure son
catalogados como un curioso represor de tres cabezas, una lengua mayor dominante que
llama a interpretar, transformar, enunciar: “inclusive el marcador sintáctico de Chomsky
es en primer lugar un marcador de poder” (Ibíd., p. 21).
62
Los regímenes de signos remiten a dos sistemas de coordenadas: o bien los agencia-
mientos son replegados sobre una componente principal como organización de poder,
con un orden establecido y significaciones dominantes (por ejemplo, la significación
despótica, el sujeto de enunciación pasional), o bien son atrapados en el movimiento
que conjuga cada vez más lejos sus líneas de fuga. En otras palabras, la máquina abstracta
de la lengua puede sobrecodificar todo el agenciamiento con un significante o con un
sujeto (máquina sobrecodificadora), o bien descubrir bajo cada agenciamiento la punta
que deshace la organización principal y hacer que el agenciamiento pase a formar parte
de otro (Ibíd., pp. 140-141).
122
Marcelo Antonelli
Mil Mesetas
123
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
63
Para una exposición sintética de las teorías medievales de la analogía, véase Ashworth
(2004).
124
Marcelo Antonelli
64
Si bien desbordaría lo límites de este trabajo desarrollar el complejo concepto de
“devenir” en Deleuze, es pertinente aclarar que la propuesta de nuestro autor no pasa por
‘volverse’ un animal, esto es: transformarse en un animal como si fuese el punto de llega-
da, un objeto con el cual identificarse, una meta por alcanzar. Por el contrario, el devenir
es “puro devenir”, es decir: sólo se produce a sí mismo, no tiene un sujeto distinto de sí
mismo. El devenir se califica como devenir-animal aun sin tener un término que sería
el animal que se deviene; esto no le quita ‘realidad’ al vínculo, no lo relega al plano de lo
imaginario o de lo simbólico (Deleuze, 1980, pp. 290-292).
125
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
65
Para una reseña de las tesis esenciales de la teoría de la expresión, véase Mengue
(1994, pp. 201-209).
126
Marcelo Antonelli
66
Deleuze rechaza la idea de que la lengua sea abordable científicamente sólo homoge-
neizada o estandarizada; por el contrario, sostiene, siguiendo a Labov, que lo sistemático es
la variación: hay una “variación continua” inherente, intrínseca o inmanente que trabaja
la lengua desde dentro. Hay un pluralismo irreductible de la lengua, una heterogeneidad
que los lingüistas reducen al hecho, mientras que para nuestro autor existe de derecho:
“No hay lengua en sí, ni universalidad de la lengua, sino un concurso de dialectos, de ar-
gots, lenguas especiales. No existe un locutor-auditor ideal, así como tampoco una comu-
nidad lingüística homogénea. La lengua es (…) una realidad esencialmente heterogénea”
(Deleuze, 1980, p. 14). La idea de “variación continua” consiste en una “modificación
gradual de frecuencia, por coexistencia y continuidad de usos diferentes”. El ejemplo que
ilustra este fenómeno consiste en que, en una misma jornada, un individuo pasa suce-
sivamente de una lengua a la otra: le habla “como un padre” a su hijo, luego lo hace en
tanto jefe, se dirige a su amada en un registro pueril, se sumerge en un discurso onírico
al dormitar, vuelve a la lengua profesional cuando lo llama un cliente. Una objeción po-
sible sería concebir dichas transformaciones como meras variaciones extrínsecas que no
afectan la identidad o la mismidad de la lengua en cuestión. Pero la respuesta de nuestro
autor es que, en ese caso, se estaría prejuzgando lo que está en cuestión porque se parte
de la identidad como el elemento esencial, definitorio de la lengua, cuando, en verdad
i) no es la misma fonología, ni la misma semántica, ni la sintaxis y, más fundamental aún,
ii) Deleuze defiende la idea de que la lengua no se define por sus invariantes sino por la
“línea de variación continua” que la atraviesa. El punto de vista es el de una “pragmática”
inmanente a la lengua (Ibíd, p. 119).
127
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
67
El par conceptual mayor/menor atraviesa todo el texto deleuziano: no se trata de
una oposición cuantitativa sino de una diferencia de naturaleza. La mayoría implica una
constante como metro-patrón (mètre-étalon) con relación al cual se evalúa (por ejemplo,
Hombre – blanco – macho – adulto – habitante de la ciudad – que habla una lengua es-
tándar – europeo – heterosexual). En este sentido, la mayoría supone un estado de poder
y de dominación (Ibíd., pp. 133-134).
128
Marcelo Antonelli
A esta razón de orden político cabe agregar una motivación ética. De-
leuze explica que los tres grandes “estratos” que maniatan al hombre son
el organismo, la significancia y la subjetivación; desde el punto de vista
del segundo, la consigna es: “serás significante y significado, intérprete e
interpretado, sino serás un desviado”. Ser significante y significado im-
plica para nuestro autor un estado de sujeción, un sometimiento a los
estratos que organizan nuestra realidad dominante. Frente a ello, Deleuze
reivindica lo a-significante: el principio de “ruptura asignificante” ca-
racterístico del rizoma se dirige precisamente contra los cortes dema-
siado significantes que separan una estructura (Cf. Ibíd., p. 16). Además,
nuestro autor propone como tarea ética la “des-estratificación”, esto es:
un cuidadoso trabajo sobre sí mismo68 tendiente a liberarse de la triple
imposición que nos fuerza a tener un organismo o un cuerpo discipli-
nado, a ser sujetos y a significar siempre algo mediante nuestras acciones
y discursos.
Por otra parte, es importante en el marco de nuestra indagación obser-
var que, en lugar de otorgar primacía al significante, Deleuze se concentra
en la articulación entre la “expresión” y el “contenido” como unidades
de análisis más fundamentales. El marco general está dado por las críti-
cas al estructuralismo en la medida que es esencialmente ‘panlingüista’.
Brevemente, el problema son las ya mentadas pretensiones imperialistas
del lenguaje, que quieren volverlo el intérprete del resto de los sistemas,
de manera tal que todo tipo de expresión o de semiótica remitiría a
la semiología lingüística. El lenguaje, como vimos en El Anti-Edipo, es
esencialmente sobrecodificador: traduce todos los flujos, partículas, có-
digos y territorialidades de los otros estratos; se asume como traductor o
intérprete universal. En su operación característica de sobrecodificación,
el lenguaje se postula como unidad trascendente, suplementaria a la di-
mensión del sistema considerado (Ibíd., p. 15).
En este sentido, el imperialismo del significante sobre el lenguaje mis-
mo implica que todo régimen de signos sería de tipo significante, cuando
en verdad éste no es sino un régimen de signos entre otros. Ambas pre-
68
La des-estratificación tiene por regla de oro la prudencia como “arte”, “prudencia
práctica experimental” (Deleuze, 1980, p. 198 y ss; 2003, p. 162). El proyecto deleuziano
apunta a liberarse de las ataduras con prudencia, pues lo peor no es estar estratificado
(tener un organismo, ser significante/significado, ser sujeto), sino precipitar los estratos en
un desfondamiento suicida, transformar la línea de fuga en línea de abolición y muerte,
desencadenar una catástrofe en lugar de trazar un plano que dé consistencia a nuestras
acciones, pensamientos y sensaciones (Deleuze, 1980, pp. 167 y ss, 197 y ss).
129
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
69
En el contexto de los análisis sobre los estratos en la tercera meseta, Deleuze explica
que la organización “contenido tecnológico - expresión simbólica” o semiótica distingue:
por un lado, desde el punto de vista del contenido, la “mano-herramienta” que remite
más profundamente a una máquina social técnica y a sus formaciones de potencia; por
otro lado, la expresión caracteriza la “cara-lenguaje” y remite más profundamente a una
máquina colectiva semiótica y a regímenes de signos. La referencia al respecto es Leroi-
Gourhan, quien liga los contenidos a la pareja mano-herramienta y las expresiones a la pareja
cara- lenguaje; de un lado, la mano como forma general de contenido se prolonga en las
herramientas que son en sí mismas formas de actividad; del otro, el lenguaje aparece como
la nueva forma de expresión (Ibíd., pp. 79-82).
130
Marcelo Antonelli
Conclusiones
131
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
132
Marcelo Antonelli
Bibliografía
133
Proximidades y distancias. Presencia del estructuralismo en la obra de Gilles Deleuze
134
Marcelo Antonelli
135
Michel Foucault
y el estructuralismo:
un sacerdocio apócrifo
Mauro Vallejo*
*
Docente e Investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos
Aires. Becario del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones de esa Facul-
tad. Miembro del Proyecto UBACyT (2008-2010) “El dispositivo “psi” en la Argentina
(1942- 1976): estudios de campo y estudios de recepción” (P004).
137
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
138
Mauro Vallejo
Nos referimos al pasaje de La arqueología del saber en el cual Foucault niega haber
utilizado el término “estructura” en su obra Las palabras y las cosas –vale aclarar que había
cometido el mismo lapsus en su conferencia acerca de la función autor (Foucault, 1969d,
p. 816)-. Edgardo Castro nos recuerda que en realidad ese vocablo aparece 79 veces en el
libro de 1966... (Castro, 2004, p. 121).
139
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
140
Mauro Vallejo
A tal respecto, vale agregar que de ningún modo se puede equiparar los trabajos de
141
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
Agreguemos que en ese texto temprano Foucault alude por vez primera a Lacan,
dando cuenta de que ya conocía sus escritos –lo cual no sorprende demasiado, pues había
asistido a algunas de las clases de su seminario de Saint-Anne en 1953–. Más aún, ya era
conciente de que la renovación encarada por el psicoanalista francés se sustentaba en su
uso del método estructural: “...Lacan, que busca en el lenguaje el elemento dialéctico
donde se constituye el conjunto de las significaciones de la existencia...” (Foucault, 1954,
p. 73). Empero, no hay que sobreestimar la función de innovación que Foucault asignaba
en ese entonces al uso de las ideas de la lingüística en psicología o psicoanálisis. En esos
años su interés se dirigía sobre todo al antropología existencial que hallaba en auto-
res como Binswanger. Eso permite comprender porqué, en un escrito redactado en ese
mismo período, pero aparecido recién en 1957, el autor no reconocía en el psicoanálisis
–sobre el cual ese mismo texto se explayaba bastante–, menos aún en el de inspiración
estructuralista, la posibilidad de que la psicología superara las contradicciones que la cons-
tituían (Foucault, 1957, pp. 135-137).
142
Mauro Vallejo
143
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
Otra prueba de cuán seriamente Foucault se ubicaba en las filas del estructuralismo
reside en su enojo al ver que François Wahl, en su texto clásico, lo ubicaba en un “más
acá” del estructuralismo (Dosse, 1992b, p. 107).
144
Mauro Vallejo
En diversas oportunidades Foucault hará la diferenciación entre su generación y la
predecesora, abocada sobre todo, fenomenología mediante, al estudio del sentido. En su
entrevista con Caruso aparecida en septiembre de 1967 ya no hablará de sistema, sino
del “análisis de las condiciones formales de la aparición del sentido” (Foucault, 1967b, p.
602).
En otra entrevista de 1966 Michel Foucault acomete más duramente contra Sartre,
definiendo su Crítica de la razón dialéctica como el “magnífico y patético esfuerzo de un
hombre del siglo XIX para pensar el siglo XX” (Foucault, 1966c, p. 542). En ese diálogo
el filósofo alude a la forma en que todo humanismo convoca siempre una dialéctica (pues
supone la posibilidad de liberación absoluta y verdadera del hombre), al contrario de la
razón analítica pregonada por la nueva generación.
145
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
En un escrito redactado en Túnez a principios de 1967, y publicado póstumamente,
Foucault define al estructuralismo una vez más como “...el esfuerzo de establecer, entre
elementos que pueden haber sido repartidos a través del tiempo, un conjunto de relacio-
nes que los hacen aparecer como yuxtapuestos, opuestos, implicados el uno por el otro,
es decir, que los hace aparecer como una suerte de configuración” (Foucault, 1967d, p.
146
Mauro Vallejo
Dado que sus estudios no tienen que ver con el lenguaje en sí mismo,
sino con el archivo, es decir con la acumulación de los discursos realmente
proferidos, sería vano describir como estructuralistas a sus obras. Por tal
razón, concluye: “...mi arqueología debe más a la genealogía nietzscheana
que al estructuralismo propiamente dicho” (Foucault, 1967c, p. 599).
Durante la entrevista con Caruso, publicada en Italia en 1967, Foucault
justifica de otro modo la impertinencia de ubicar sus investigaciones jun-
to a los pensadores estructuralistas (Foucault, 1967b). Para ello retoma
las tesis de su libro sobre la locura. En dicha investigación se trataba
de comprender ciertamente la génesis y los rasgos de las significacio-
nes inmediatas vividas por una sociedad que reconocía sin vacilar a los
locos, pero sobre todo estaba en juego el análisis de la forma en que la
aparición de un conocimiento positivo de la locura, comprendida como
752); y tal vez no sea difícil interpretar que en ese escrito el filósofo se ubica como un
actor más de ese movimiento. En una conferencia inédita brindada en el mismo país a
comienzos de ese año, dará una definición aún más imprecisa del estructuralismo: “...el
estructuralismo actualmente es el conjunto de los intentos mediante los cuales se trata
de analizar lo que se podría denominar la masa documental, es decir, el conjunto de los
signos, huellas, marcas que la humanidad ha dejado tras de sí y que la humanidad no cesa
de constituir aún...” (“Le structuralisme et l’analyse littéraire”, inédito; fragmento citado
en Eribon [1994], p. 227n.; véase también Dosse, 1992a, pp. 241-242).
147
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
Es decir que una mirada externa capta presuntos parecidos entre esas
obras. Si se observa desde el interior, prosigue Foucault, se ven las disimi-
litudes. Si fuese necesario colocarse desde el punto de vista de la primera
148
Mauro Vallejo
mirada, agrega, se podría afirmar que uno de los elementos en que los
mentados autores coinciden es en el cuestionamiento que operan respec-
to de la conciencia humana o la libertad del hombre. Tal y como había
sucedido en declaraciones previas, Foucault apela nuevamente aquí a una
definición del estructuralismo que pone el acento en la impugnación
que éste opera respecto de aquella categoría del humanismo. En tal senti-
do, continúa diciendo, el elemento positivo que define al estructuralismo
es la exploración del inconsciente:
Hará esa misma observación durante una entrevista publicada en Le Monde en mayo
de 1969 (Foucault, 1969b, p. 788).
149
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
En el prefacio a la edición inglesa de Las palabras y las cosas, Foucault nuevamente
definirá su proyecto como una búsqueda del inconsciente positivo del saber (Foucault, 1970,
p. 9); empero, en esa oportunidad, y a través de un pasaje que más tarde citaremos, el autor
se encarga de desmentir que su método guarde algún parentesco con el estructuralismo.
10
Sería posible demostrar que en los dos escritos que quizá deban ser considerados
como las páginas más lúcidas que Foucault dedicó al estructuralismo, el filósofo caracteri-
zará a esa corriente sobre todo por el modo en que ella condujo a reformular el problema
de la historia (Foucault, 1968c; 1972).
150
Mauro Vallejo
debajo de toda acción. Ahora bien, análisis como los que Foucault llevaba
adelante señalan que también en la escritura de la historia cabe repetir esa
puesta en cuestión de la primacía del sujeto.
De todas formas, cabe recordar que varios años después, cuando ya no precise aproxi-
11
151
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
152
Mauro Vallejo
12
En este apartado retomo algunas ideas desarrolladas en el capítulo primero de un
libro aparecido hace algunos años (Vallejo, 2006).
153
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
154
Mauro Vallejo
155
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
156
Mauro Vallejo
157
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
14
“Conocer el lenguaje no es ya acercarse lo más posible al conocimiento mismo, es
sólo aplicar los métodos del saber en general a un dominio particular de la objetividad”
(Foucault, 1966d, p. 290).
158
Mauro Vallejo
15
“En consecuencia, parece abusivo reducir el proyecto de Las palabras y las cosas a
la ilustración del buen fundamento del estructuralismo. La ‘arqueología de las ciencias
humanas’, que encuentra apoyos decisivos en el pensamiento de Nietzsche así como
en la experiencia literaria, busca situar más bien el esfuerzo de la reflexión formal en el
159
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
La segunda gran lectura que Las palabras y las cosas erige respecto del
estructuralismo se halla en los fragmentos finales de la obra, y conciernen
no ya a la ubicación de ese método en el suelo de la episteme moderna,
sino a cómo éste actúa en relación a sus objetos. De hecho, se recordará
que las páginas finales del libro de 1966 insisten en el modo en que las
herramientas de la lingüística estructural anuncian una potencial altera-
ción de diversos elementos de la ciencia moderna. La relevancia de dicha
lingüística debe medirse, primero, por el hecho de que hace las veces de
sustento de las dos contraciencias (psicoanálisis y etnología) que, según
Foucault, socavan y deshacen constantemente los intentos de las ciencias
humanas16. Pero esa importancia ha de ser sopesada fundamentalmente
por la manera en que introduce una nueva modalidad de formalización
en el dominio de las ciencias que estudian lo humano. A diferencia de lo
sucedido con otras disciplinas (como la biología o la filología) que, siendo
científicas, aportaron a las nacientes ciencias humanas del siglo XIX (psi-
cología, sociología) modelos, metáforas, imágenes y vías de aprehensión
con los cuales conocer sus objetos de estudio, la linguística procede de
otro modo; pues la emergencia de ésta en el horizonte contemporáneo, y
su incidencia en dominios como el estudio del inconsciente o del discur-
so, trastoca la naturaleza misma de lo real, dado que reconstituye aquello
a ser conocido por esas disciplinas, permitiendo considerar cada uno de
sus elementos epistémicos como componentes reductibles a su función
en un sistema de signos. En efecto, la lingüística
marco más general de un ‘retorno del lenguaje’. En esa perspectiva, Las palabras y las cosas
dibujan, en contrapunto con la “arqueología de las ciencias humanas”, el proyecto de una
arqueología de la literatura (que pone de manifiesto la experiencia del lenguaje) y el de una
arqueología del estructuralismo (cuya apuesta se congrega a partir de la posibilidad de una
teoría pura del lenguaje)” (Sabot, 2006, p. 120 n.; véase asimismo pp. 180-183).
16
“Entonces se forma el tema de una teoría pura del lenguaje que daría a la etnolo-
gía y al psicoanálisis así concebidos su modelo formal. Existiría así una disciplina que
podría cubrir en su solo recorrido tanto esta dimensión de la etnología que relaciona
las ciencias humanas con las positividades que las limitan, como esta dimensión del
psicoanálisis que relaciona el saber del hombre con la finitud que lo fundamenta”
(Foucault, 1966d, p. 369).
160
Mauro Vallejo
Más aún, y por eso mismo, esta lingüística estructural promete la po-
sibilidad de una nueva matematización en los discursos que abordan las
experiencias humanas. Al tiempo que Foucault había ya demostrado que
las ciencias humanas del período moderno se habían constituido gracias
a una especie de retiro o retroceso de un proyecto de mathesis (Foucault,
1966d, pp. 338-345) –y que por lo tanto ellas no guardaban una rela-
ción esencial con la matemática o las ciencias formales–, la irrupción del
estructuralismo permite replantear esa relación, pues se trata de revisar
si de ahora en más las ciencias humanas utilizan el mismo concepto de
estructura que las matemáticas (Foucault, 1966d, p. 370).
Foucault proseguirá ese planteo en una conferencia dictada en Túnez
en 1968 y publicada un año más tarde. Dado que ella clarifica, y en parte
corrige, una de las tesis esenciales de Las palabras y las cosas, nos permiti-
mos revisar aquí su contenido. El designio principal de “Linguistique et
sciences sociales” es matizar o cuestionar la veracidad de dos postulados
que por ese entonces gozaban de cierto consenso (Foucault, 1968c, pp.
821-822). Según el primero de ellos, la lingüística estructural inaugurada
por Ferdinand de Saussure habría alcanzado un nivel de cientificidad
y formalización muy superior al del resto de las ciencias humanas, y
ese franqueamiento le habría permitido por fin constituirse como una
verdadera ciencia, más próxima a las naturales que a las interpretativas.
El segundo postulado reza que esa posición privilegiada de la lingüística
tuvo como consecuencia una redistribución o reordenamiento de las
ciencias humanas, merced a lo cual aquella se transformó en el modelo
a seguir por parte de estas últimas. Según Foucault ambos diagnósticos
son falsos, pues ninguna de esas dos alteraciones datan del nacimiento de
la lingüística estructural, sino que pueden ser remontadas a mucho antes.
Ya desde comienzos del siglo XIX se observa, por un lado, que diversas
ciencias solicitan al estudio de las lenguas contenidos precisos o modelos
epistemológicos a ser transferidos a otros dominios, y por otro, un mayor
grado de sofisticación de las ciencias del lenguaje en comparación a otros
discursos.
161
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
162
Mauro Vallejo
17
“El estructuralismo no es un método nuevo; es la conciencia despierta e inquieta del
saber moderno” (Foucault, 1966d, p. 206); véase asimismo el fragmento de la página 293,
antes citado, y p. 349.
18
Más aún, desde un punto de vista del abordaje arqueológico, el interrogante mismo
carece de sentido, pues, en palabras de Foucault, “...no nos es posible describir nuestro
propio archivo, ya que es en el interior de sus reglas donde hablamos...” (Foucault, 1969c,
p. 221).
19
“Buscar como fenomenólogo, es decir, más acá del estructuralismo, el ser del lenguaje
definido por el estructuralismo es un proyecto contradictorio, que no puede asignar al ser
otra posición que la de resto...” (Wahl, 1968, pp. 44-45; cursiva en el original).
163
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
tas del siglo XX como un designio por dar con el ser del lenguaje20. Una
tal caracterización se repite con insistencia cuando nos aproximamos al
cierre del libro de 1966 –en consonancia con ello, Edgardo Castro in-
terpretará la caída de esa ontología de la literatura como uno de los
puntos de clivaje que separan Las palabras y las cosas del siguiente libro de
Foucault (Castro, 1995, p. 234). De todas formas, la crítica de Wahl no se
detiene allí, pues la denegación de la estructura efectuada por Foucault se
prolongaría –y se basaría– en una objetable lectura acerca de la signifia-
ción de la obra de Ferdinand de Saussure. ¿Qué expone Foucault sobre
el padre de la lingüística moderna? Saussure aparece en Las palabras y las
cosas cuando se sopesa la importancia del tópico de la binaridad del signo.
Ésta, elaborada por la Lógica de Port Royal, marca el punto cero de la na-
turaleza representacional de lenguaje. Respecto de ello, Foucault sugiere
aproximar la binaridad del siglo XVII y la enseñanza de Saussure.
“...a partir del siglo XVII se preguntará cómo un signo puede es-
tar ligado a lo que significa. Pregunta a la que la época clásica dará
respuesta por medio del análisis de la representación; y a la que el
pensamiento moderno responderá por el análisis del sentido y la
significación. Pero, de hecho, el lenguaje no será sino un caso par-
ticular de la representación (para los clásicos) o de la significación
(para nosotros) (...) Es una inmensa reorganización de la cultura
cuya primera etapa será la época clásica, y quizá la más importan-
te, ya que es ella la responsable de la nueva disposición en la cual
nos encontramos presos aún...”(Foucault, 1966d, pp. 50-51)
“... última consecuencia que llega, sin duda, hasta nosotros: la teo-
ría binaria del signo, que fundamenta, a partir del siglo XVII,
toda la ciencia general del signo, está ligada, de acuerdo con una
relación fundamental, con una teoría general de la representación.
Si el signo es el simple y puro enlace de un significante y un signi-
ficado (enlace arbitrario o no, impuesto o voluntario, individual y
colectivo), de todas maneras la relación sólo puede ser establecida
164
Mauro Vallejo
21
Hacia el final de la obra, leemos: “...nada nos prueba que este sacar a luz los elemen-
tos o la organización que jamás son dados como tales a la conciencia haga escapar a las
ciencias humanas a la ley de la representación. (...) ...la pareja significación-sistema es lo
que asegura a la vez la representabilidad del lenguaje (como texto o estructura analizados
por la filología y la lingüística) y la presencia cercana pero retirada del origen (tal como
se manifiesta como modo de ser del hombre por la analítica de la finitud).” (Foucault,
1966d, p. 351; véase también p. 292). Por otro lado, otros autores objetarán de un modo si-
milar la pretensión del estructuralismo de prescindir de toda hermenéutica para constituir
algo como un significante (véase Eco, 1968, pp. 384-385; Derrida, 1966, pp. 386-387).
165
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
Las objeciones y críticas dirigidas a las tesis de Las palabras y las cosas
echan luz sobre la patente vacilación o equivocidad que atraviesa una
parte del planteo acerca del método estructural. Esas salvedades, de todas
formas, no hacen mella al fundamento último de la conjetura desplegada
por Foucault, según la cual el estructuralismo forma parte de un movi-
miento más extenso producido en la episteme moderna, por el cual se
formula de otra forma la gravitación del lenguaje como recurso de acce-
so al conocimiento de las cosas.
En tal sentido, vale repetir aquí el diagnóstico que adelantamos al co-
mienzo de este capítulo. Es evidente y significativa la diferencia entre
el abordaje, pretencioso y vacilante, que Foucault construye acerca del
estructuralismo en su libro de 1966 –donde lo que se recalca es que ese
movimiento es esencialmente un método que opera una reducción de
22
De todas maneras, cabe agregar que unos años después, durante una conferencia de
marzo de 1968 en Túnez, Foucault desligaba a Saussure del terreno de la representación:
“...la lingüística saussureana no considera la lengua como una traducción del pensamien-
to y de la representación […] … el análisis del lenguaje, en lugar de ser remitido a una
teoría de la representación o a un análisis psicológico de la mentalidad de los sujetos, se
encuentra actualmente colocado en el mismo plano que todos los otros análisis que pue-
den estudiar los emisores y los receptores…” (Foucault, 1968c, p. 825).
166
Mauro Vallejo
23
Que en Las palabras y las cosas el estructuralismo sea en esencia un método no quita
que allí mismo, en contadas ocasiones, él sea pintado de modo más difuso: “El estructura-
lismo no es un método nuevo; es la conciencia despierta e inquieta del saber moderno”
(Foucault, 1966, p. 206).
24
Ver sobre todo la reseña de Roger Garaudy (Garaudy, 1967).
167
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
25
En su análisis de la relación entre Foucault y el estructuralismo, Allan Megill también
sigue de cerca los desarrollos de François Wahl, y los somete a una crítica que resulta
similar a la nuestra. En efecto, acusa a Wahl de dar una consistencia inadecuada a la epis-
teme, pues la entiende como un fundamento hecho de elementos, y no en términos de
dispersión y exterioridad. Por el contrario, “...para Foucault, no hay fundamentos firmes,
no hay un signifié trascendental u original al cual todos los signifiants puedan referirse en
última instancia.Y dada la ausencia de un signifié no puede haber ningún signo.” (Megill,
1979, p. 468; los términos en francés figuran en el original).
168
Mauro Vallejo
que lo más acertado es realizar una lectura del prefacio del libro, pues allí
el lector encuentra la tarima metodológica en que se desenvuelve todo
el razonamiento del filósofo. En la apertura de la obra, el autor establece,
en clara sintonía con la etnología estructural, una distinción entre tres
dimensiones (Foucault, 1966d, p. 5). La primera de ellas está ligada a
los “códigos fundamentales” de un cultura, entre los cuales se cuentan
los que gobiernan el lenguaje a través del cual los humanos acceden
al conocimiento de los seres. Una segunda dimensión está conformada
por las teorías científicas y filosóficas que reflexionan y explican esos
órdenes. El tercer registro es el que, poniendo fin a la resonancia con el
lenguaje de los etnólogos, apunta al núcleo esencial de la preocupación
del filósofo, y hace a las miras de la metodología arqueológica. Ella con-
forma un estrato intermedio, en el cual una cultura, más allá o más acá
de los órdenes empíricos prescritos por sus códigos, se enfrenta al hecho
de un orden desnudo. Sería el suelo en que las empiricidades aparecen
y pueden ser sometidas a un ordenamiento que las hace pensables. Esa
dimensión aporta el terreno mínimo, más acallado y profundo, en el que
las cosas adquieren voz y visibilidad. Este estrato ofrece los modos del ser
del orden, y desempeña por lo tanto un rol más fundamental.
Dado que Las palabras y las cosas busca la reconstrucción de esa dimen-
sión profunda, importa señalar en qué sentido dicha empresa se desarro-
lla a un costado del paradigma estructural. Por una parte, a los fines de
dar con ese suelo epistémico primario, los componentes de los discursos
científicos del clasicismo no son aprehendidos como partes de una se-
miología; no son reducidos a su función dentro de un sistema reglado de
intercambios. Es cierto que el sentido o la significación que circula en
esos saberes son reenviados a algo que se distingue de un sentido pro-
fundo o de una entidad de la cual emanarían; es cierto que responden a
la pulsación prescriptiva de un orden. Pero la estofa de ese orden no es
significante. Él permite, ciertamente, la emergencia de un sentido, pero
sus componentes nada tienen que ver con un sistema de elementos co-
variantes o reductibles a su función semiótica.
De hecho, tras el contenido de los enunciados se busca la existencia de
un primer ordenamiento que dictamina bajo qué cariz los seres existen
para ese conocimiento. Para ello resulta esencial el modo en que las pala-
bras representan las cosas, pero la teoría del signo aceptada y aplicada en
un determinado contexto discursivo es solamente una reflexión científica
sobre un ordenamiento más profundo –respecto del cual toda semiología
o lingüística es un efecto o un partícipe–, mas no una determinación. No
169
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
“No he querido, pues, llevar más allá de sus límites legítimos la empresa
estructuralista. (...) no he empleado una sola vez el término ‘estructura’ en
Las palabras y las cosas. Pero dejemos (...) las polémicas a propósito del
‘estructuralismo’, que sobreviven trabajosamente en unas regiones aban-
donadas ahora por los que trabajan; esa lucha que pudo ser fecunda no la
sostienen ya más que los histriones y los feriantes.”
(Foucault, 1969c, p. 336)
170
Mauro Vallejo
26
Didier Eribon tuvo el tino de recordar que incluso los lectores más entusiastas y
atentos de Foucault lo identificaron en algún momento como estructuralista (Eribon,
1994, p. 230). Un caso que nos parece ejemplar es el de Roland Barthes. En su reseña
del libro sobre la locura, el semiólogo dice que el análisis de Foucault es estructural de-
bido a que demuestra la existencia de una totalidad funcional (articulación sincrónica de
elementos), que a su vez es definida como una forma transhistórica (la locura en tanto
otro de la razón) (Barthes, 1961, pp. 234-235). Como vemos, esa caracterización vaga del
estructuralismo, que luego reaparece en los textos de Foucault analizados en nuestra pri-
mera sección, permitía incluir en ese movimiento a obras que en realidad no aplicaban el
método estructural. En tal sentido, cabe medir la falsedad de una de las observaciones de
Barthes acerca de Historia de la locura en la época clásica: “…el vínculo que une la fundación
del Hospital General a la crisis económica de la Europa de comienzos del siglo XVII o
por el contrario el que une el retroceso del internamiento al sentimiento más moderno
de que la reclusión masiva no puede resolver los problemas nuevos del paro (fines del
siglo XVIII), son vínculos esencialmente significantes” (Barthes, 1961, pp. 233-234).
171
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
27
En lo que concierne a esta confrontación entre la arqueología de Foucault y el es-
tructuralismo, seguimos de cerca el temprano análisis realizado por Dreyfus y Rabinow;
respecto de ese punto, su libro sigue siendo una referencia ineludible (Dreyfus & Rabi-
now, 1982, cap. 3).
28
En rigor de verdad, una justa apreciación de ese aspecto en el pensamiento de
Foucault exigiría una lectura de sus textos sobre literatura, redactados a lo largo de la
década del ’60, el principal de los cuales es su ensayo sobre Raymond Roussel. En ellos
172
Mauro Vallejo
el filósofo construye una verdadera teoría sobre el lenguaje literario, cuya resonancia con
las implicancias filosóficas de la arqueología no puede ser subestimada. Ese corpus merece
sin dudas un tratamiento aparte –a resultas del cual saldría reforzada nuestra tesis sobre la
diferencia entre la filosofía de Foucault y el método estructural–, y por ese motivo no ha
sido abordado aquí.
29
Otro parentesco metodológico, más frágil, estaría signado por el hecho de que tanto
Foucault como el estructuralismo analizan el funcionamiento sincrónico de los elemen-
tos de un sistema, sin preocuparse por dar cuenta del modo en que tal sistema ha nacido,
ni de la manera en que un conjunto reemplaza a otro. Esa caracterización del proceder
de Foucault –esgrimida como principal objeción por parte de los lectores más críticos
de Las palabras y las cosas (Balan, 1968; Burgelin, 1967; Margolin, 1967)– es refutada en
realidad por todos los textos del filósofo, en los cuales, en rigor de verdad, el interés recae
en la reconstrucción de los reordenamientos que hacen posible el pasaje de un orden a
otro. En el prefacio de Las palabras y las cosas Foucault lo formulaba de este modo: “…la
arqueología (…) define los sistemas de simultaneidad, lo mismo que la serie de las mu-
taciones necesarias y suficientes para circunscribir el umbral de una nueva positividad”
(Foucault, 1966d, p. 8).
173
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
30
“No se trata de transferir al dominio de la historia, y singularmente de la historia de
los conocimientos, un método estructuralista que ya sido probado en otros campos de
análisis. Se trata de desplegar los principios y las consecuencias de una transformación
autóctona que está en vías de realizarse en el dominio del saber histórico. Que esta trans-
formación, los problemas que plantea, los instrumentos que utiliza, los conceptos que en
ella se definen y los resultados que obtienen no sean, en cierta medida, ajenos a los que se
llama análisis estructural, es muy probable. Pero no es este análisis el que, específicamente,
se halla en juego” (Foucault, 1969c, p. 25).
174
Mauro Vallejo
175
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
31
Este punto está claramente presentado en (Foucault, 1968e, pp. 705-706).
32
“...lo que yo analizo en el discurso no es el sistema de su lengua, ni de una forma
general las reglas formales de su construcción: pues yo no me preocupo por saber lo que
la torna legítima o le otorga su inteligibilidad y le permite servir en la comunicación. La
temática que yo abordo es aquella referida, no a los códigos, sino a los acontecimientos:
la ley de existencia de los enunciados, lo que los ha tornado posibles –a ellos y a ningún
otro en su lugar; las condiciones de su emergencia singular; su correlación con otros
acontecimientos anteriores o simultáneos...” (Foucault, 1968d, p. 681).
176
Mauro Vallejo
En el prefacio a la edición inglesa de Las palabras y las cosas Foucault emplea el mis-
33
177
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
Palabras finales34
34
Debo algunas de las ideas expuestas en estas consideraciones finales a reiteradas con-
versaciones con Pablo Vitalich Sallán.
35
En una entrevista realizada en Paris y publicada en Japón en 1976, Foucault decía ya
algo similar: “En todo caso, yo no tengo ninguna relación con el estructuralismo y no he
utilizado jamás el estructuralismo para análisis históricos. Para ir más lejos, diría que yo
ignoro el estructuralismo y que él no me interesa” (Foucault, 1976, p. 80).
178
Mauro Vallejo
36
“¿No es posible hacer un análisis estructural del significado, que escape a la fatali-
dad del comentario dejando en su adecuación de origen significado y significante? Será
menester entonces tratar los elementos semánticos (...) como segmentos funcionales que
forman gradualmente sistema. (...) Se desearía intentar aquí un análisis estructural de un
significado –el objeto de la experiencia médica– (...) La clínica es a la vez un nuevo corte
del significado, y el principio de su articulación en un significante en el cual tenemos
la costumbre de reconocer, en una conciencia adormecida, el lenguaje de una ciencia
«positiva»” (Foucault, 1963, pp. 12-13).
37
Como es sabido, Condillac fue quien brindó a esa medicina la epistemología que
habilitaba tal superposición entre los fenómenos descriptibles y el análisis de la lengua
(Véase Moravia, 1972).
179
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
180
Mauro Vallejo
181
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
Bibliografía
182
Mauro Vallejo
183
Michel Foucault y el estructuralismo: un sacerdocio apócrifo
184
Mauro Vallejo
185
En el campo de batalla:
Louis Althusser y
el estructuralismo
Micaela Cuesta*
“En efecto: la filosofía, que pretende dejar enunciada para siempre la Verdad
de las cosas, presenta esta característica –de hecho paradójica– de ser,
por esencia, conflictiva, y ello perpetuamente. Kant dijo de la filosofía
–la anterior a la suya, claro– que era un campo de batalla”
(Althusser, 1976: 25)
*
Es doctoranda en Ciencias Sociales (UBA, CONICET), Magister en “Comunica-
ción y cultura” (UBA). Actualmente desarrolla sus actividades de investigación en el
Instituto Gino Germani (Facultad de Ciencias Sociales, UBA).
187
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
Consideraciones preliminares
188
Micaela Cuesta
Al parecer este texto fue tipeado por una secretaria de la École Normale Supérieure y
Althusser evaluó la posibilidad de incluirlo como apéndice del libro de Emmanuel Terray
titulado: Le marxisme devant les sociétés “primitives”. Empero, esta idea finalmente no pros-
peró. El texto recién fue publicado en 1997 en el tomo segundo de Ecrits philosophiques
et politiques.Ver además (Althusser, 1966a).
189
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
190
Micaela Cuesta
Miriam Glucksmann enumera de la siguiente forma estos elementos: “1) el produc-
tor directo – fuerza de trabajo; 2) los medios de producción: objetos e instrumentos; 3)
el no-trabajador, que se apropia del producto excedente. Los mismos están combinados
por medio de dos relaciones: 4) el vínculo de propiedad: relaciones de producción; 5) el
vínculo de apropiación real o material: las fuerzas productivas” (Glucksmann, 1974: 237).
La autora no considera, no obstante, que existan diferencias entre este modo de la combi-
nación y la “combinatoria” levistraussiana.Tal vez podamos atribuir esta desconsideración
al desconocimiento por parte de Glucksmann del texto de Louis Althusser aparecido el
mismo año en que se publicara su estudio.
Marx está presente en varios textos del antropólogo francés, pero es justo referir esta
interpretación de Althusser al artículo de Lévi-Strauss donde se desarrolla centralmente
la interesante polémica con Sartre en torno al estatuto de la razón analítica y la razón
dialéctica. En aquella oportunidad Lévi-Strauss (1962b) se sirve de Marx y de Freud para
argumentar en favor de su posición.
191
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
Decimos injustamente puesto que consideramos que si bien puede sostenerse que
ciertos trazos de la argumentación de Lévi-Strauss (1962a) conducen a la hipótesis que
afirma al “pensamiento salvaje” como “ciencia primera”, originaria, etc., en otros pasajes,
en cambio, la crítica a una concepción rousseauniana no deja lugar a dudas; igual de claro
es el modo en que Lévi-Strauss pone de relieve, con mucho tino y sin escamotear la
complejidad, las diferencias particulares y específicas entre los distintos sistemas de signifi-
cación o modos singulares de relacionarse con el mundo, al interior de los cuales hallamos
al “pensamiento salvaje” que, aun con y en sus diferencias, ostenta el mismo valor y realiza
operaciones semejantes a las del “pensamiento domesticado”. Al final de nuestro siguiente
apartado intentaremos profundizar en estas cuestiones.
192
Micaela Cuesta
Esta frase se encuentra en la “Introducción de 1857” y está antecedida por lo que
sigue: “La sociedad burguesa es la más compleja y desarrollada organización histórica
de la producción. Las categorías que expresan sus condiciones y la comprensión de su
organización permiten al mismo tiempo comprender la organización y las relaciones de
producción de todas las formas de sociedad pasadas, sobre cuyas ruinas y elementos ella
fue edificada y cuyos vestigios, aún no superados, continúan arrastrando, a la vez que
meros indicios previos han desarrollado en ella su significación plena, etc. En la anatomía
del hombre está la clave para la anatomía del mono” (Marx, 1982: 55).
193
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
dicho no resta mérito –dice Althusser– a las descripciones sobre las estruc-
turas de parentesco y los análisis de los mitos que realiza el antropólogo
estructuralista. No obstante, no podemos olvidar que para Althusser la
descripción es sólo un “momento” en la teorización y que, de permanecer
en ella, uno se quedaría preso de la ideología (Althusser, 1968a: 113).
Varias cuestiones suscitan estos textos, pero la imposibilidad de atender
con el mismo nivel de precisión a todas ellas nos obliga a retener algu-
nos tópicos que consideramos centrales: en primer lugar, la inquietud e
incomodidad de Althusser respecto del objeto de estudio, que se sustenta
en el reclamo de un olvido; en segundo lugar, la intención de subrayar la
relevancia de las nociones de modo de producción, de dominación/subordina-
ción y eficacia, cuestiones que nos conducen a la pregunta acerca de cómo
el estructuralismo, por un lado, y Louis Althusser, por otro, conciben
los conceptos que vuelven inteligible las lógicas de funcionamiento de
“lo social”; en tercer lugar, e íntimamente vinculado a lo anterior, nos
encontramos con una objeción al modo en que Lévi-Strauss resuelve el
problema de la variación de las formaciones sociales, objeción que invita a
revisar cómo Althusser y el estructuralismo –aun compartiendo el recha-
zo al historicismo– entienden el cambio o la transformación en la his-
toria; finalmente, se deduce una última cuestión que remite a instancias,
a primera vista, también compartidas: nos referimos al lugar del hombre
en las ciencias sociales, al rechazo –en apariencia también conjunto– al
humanismo.
Demos paso, entonces, a estas cuestiones.
194
Micaela Cuesta
Recordemos que, en torno a la definición de estructura social, el principal interlocutor
de Lévi-Strauss es Radcliffe-Brown. Hacia él dirige las críticas de naturalismo (establecer
una continuidad entre organismo natural y estructura social) y empirismo (en virtud de la
identificación producida por el inglés entre las relaciones sociales y la estructura social o
los modelos), sin contar las críticas que le profiere cuando en sus análisis toma las entida-
des individuales y sus roles o filiaciones en lugar de relaciones integradas a un sistema o
totalidad que las acoge.Véase Lévi-Strauss, 1945; 1952 y Glucksmann, 1974: 232.
Recordemos las definiciones de Althusser: “la práctica teórica produce Generali-
dades III por el trabajo de la Generalidad II sobre la Generalidades I”, lo que equivale
a decir que la práctica científica produce una generalidad científica mediante el trabajo
de la teoría y los conceptos sobre las materias primas henchidas de ideología. Entre estas
Generalidades no habría identidad de esencia sino transformación real (Althusser, 1965d:
151-160).
195
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
En un texto de 1952 titulado “La noción de estructura en etnología” Lévi-Strauss
refrenda esta idea: “Las investigaciones de estructura no reivindican para sí un campo
propio entre los hechos sociales; constituyen más bien un método susceptible de ser apli-
cado a diversos problemas etnológicos, y se asemejan a las formas de análisis estructural
empleadas en diferentes dominios” (Lévi-Strauss, 1952: 251).
Distinto es lo que sucede con la filosofía. Ella no tiene propiamente un objeto. En
efecto en “La corriente subterránea del materialismo del encuentro” Althusser invita a
la filosofía a renunciar a darse un objeto para poder darse existencia: “partir sólo de nada
(rien), y de esa variación infinitesimal y aleatoria de la nada que es la desviación de la
caída” (Althusser, 1982: 40). Qué más radical que una filosofía que no pretenda ya decir
la verdad sobre las cosas, sino pensar la posibilidad y las condiciones para la ocurrencia de
un encuentro, sugiere allí Althusser.
10
Este rechazo también podría interpretarse desde su teoría del leer (crítica de la metáfo-
ra de la visión). Lo que sugerimos es que se podría cuestionar la idea que subyace a esta
196
Micaela Cuesta
sionalidad” del acto social total destacada por uno de los representantes
más caros del estructuralismo (Lévi-Strauss), era caracterizada por Henry
Lefevre en términos de ideología.
Por otra parte, en otros escritos de Lévi-Strauss la preocupación, el
objeto de la antropología estructural, parece residir fundamentalmente
en hallar invariantes; ellas deben su especificidad a su carácter inconsciente,
pero el modo en que son definidas estas invariantes tampoco carece de
problemas. Para Lévi-Strauss ellas no serían otra cosa que la posibilidad
de reducir los distintos fenómenos sociales a “la actividad inconscien-
te del espíritu” que consiste, según el autor, en “imponer formas a un
contenido” (Lévi-Strauss, 1949: 21). A propósito de esto, en “Historia y
etnología” leemos lo siguiente:
afirmación según la cual lo que un científico x no ve podría, sin embargo, ser visto por un
científico y. El problema se reduciría, así, a la posibilidad psicológica del ver y se saldaría
con la sumatoria de estas múltiples y complementarias miradas sobre un mismo objeto.
Pero aquí está la trampa: ¿se trata de un mismo objeto? Para Althusser difícilmente. Lo
que estas declaraciones olvidan es una noción clave producida por Althusser: el campo de la
problemática. Él “constituye la posibilidad definida absoluta y, por tanto, la determinación
absoluta de las formas de planteamiento de todo problema en un momento dado de la ciencia”
(Althusser, 1967b: 30).
11
Sobre esta cuestión intentaremos volver en las páginas que siguen.
197
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
(Lévi-Strauss, 1954: 320-332). Allí Lévi-Strauss distingue las sociedades auténticas de las
198
Micaela Cuesta
199
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
200
Micaela Cuesta
13
Las palabras de Lévi-Strauss son las siguientes: “Si cabe esperar que la antropología
social, la ciencia económica y la lingüística se asocien un día para fundar una disciplina
común que será la comunicación, reconozcamos desde ya que ésta consistirá sobre todo
en «reglas»” (Lévi-Strauss, 1952: 270).
201
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
14
Lo que venimos afirmando se manifiesta en la prosa del propio Althusser: en el “Pre-
facio” del ’65 (de Para leer El capital) el autor enumera cinco tipos específicos de prácticas:
la económica, la práctica política, la práctica ideológica, la práctica técnica, y la práctica
científica, en tanto en el artículo titulado “Sobre la dialéctica materialista” (1965b: 136-
189), la técnica como práctica específica, diferenciada, no aparece. Allí Althusser sólo
menciona las siguientes: económica (de producción y transformación de la naturaleza),
política, ideológica y teórica. Tal vez podamos arriesgar la explicación de esta ausencia
aduciendo que al momento de redactar este texto Althusser consideraba que la esfera de
la técnica no había aún producido su diferencia específica, su autonomía, en relación a
otras prácticas. En efecto, en una carta a Jacques Lacan datada en diciembre del ’63 el
autor refiere: “El conflicto no está entre una técnica pura sin teoría, y una teoría pura. No
existe la técnica pura… Toda “técnica” que se pretenda pura es, en realidad, una ideología
de la técnica, es decir una falsa teoría” (Althusser, 1993: 246).
202
Micaela Cuesta
Las nociones de desviación, de encuentro y de duración son las que conducen a “La
15
corriente subterránea del materialismo” que Althusser reenvía a Epicuro (y continúa con
Spinoza, Maquivelo, Hobbes, Rousseau, Derrida e incluso Heidegger) y que, según su ra-
zonamiento, ha sido reprimida, reapropiada o resignificada por el idealismo de la libertad
en procura de conjurar su peligrosidad. A esta corriente es preciso hacer justicia –sugiere
Althusser– en virtud de lo que ella habilita, esto es, un pensamiento sobre lo político y
una reformulación de la filosofía y la teoría toda.
203
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
204
Micaela Cuesta
16
Althusser nos recuerda en su “Defensa de Tesis en Amiens” el subtítulo de su artículo
“Sobre la dialéctica materialista”, esto es: “De la desigualdad de los orígenes”. En uno
de sus pasajes se desarrollan las nociones que venimos reseñando respecto de lo siempre-
ya-dado de una unidad compleja estructurada. Allí el autor afirma: “La teoría y la práctica
marxistas encuentran la desigualdad no sólo como un efecto exterior de la interacción
entre diferentes formaciones sociales existentes, sino en el seno mismo de cada formación
social.Y, en el seno mismo de cada formación social, la desigualdad no se encuentra sólo
bajo la forma de una simple exterioridad (acción recíproca entre la infra y superestructura)
sino como una forma orgánicamente interior a cada instancia de la totalidad social, a cada
contradicción” (Althusser, 1965b: 176-179). Es esta desigualdad la que constituye la esen-
cia misma de la contradicción.
205
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
17
Althusser lo dice del siguiente modo: “Ni en el primer instante ni en el último, suena
jamás la hora solitaria de la «última instancia»” (Althusser, 1965a: 93).
206
Micaela Cuesta
18
El despliegue de estas tesis se encuentra en la “Introducción” escrita por Lévi-Strauss
al texto de Marcel Mauss. Allí se adelanta la hipótesis acerca de que “el lenguaje ha tenido
que aparecer de una sola vez, en un instante se tuvo que pasar del estado en que nada te-
nía sentido a otro en que todo lo tenía” (Lévi-Strauss, 1971: 39). Este cambio radical, esta
discontinuidad no se corresponde con el campo de conocimiento que es continuo y pro-
gresivo. Hay así una “oposición fundamental entre el simbolismo marcado por la discon-
tinuidad y el conocimiento marcado por la continuidad”: el significante y lo significado
se construyeron simultáneamente y solidariamente como dos bloques complementarios,
en tanto que el conocimiento en su carácter de proceso que permite identificar aspectos
del significante y de lo significado se puso en funciones muy lentamente.
207
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
19
Algunos autores denominan “Ilusión ontológica” (Granger, 1959) a la operación que
identifica estructura/instrumento de conocimiento con especies de seres o fenómenos.
208
Micaela Cuesta
20
Producirlo, dice Althusser, de modo análogo a como Freud produjo la noción tempo-
ral propia del inconsciente. Althusser dice al respecto (en una nota al pie): “la tarea de toda
disciplina nueva consiste en pensar la diferencia específica del objeto nuevo que descubre,
en distinguirlo rigurosamente del antiguo objeto y en construir los conceptos propios re-
queridos para pensarlo. En este trabajo teórico fundamentalmente es donde una ciencia
nueva conquista, en ardua lucha, su derecho efectivo a la autonomía” (Althusser, 1967e:
170; las itálicas son nuestras).
209
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
21
Todas las cuestiones que desarrollamos hasta aquí, pero fundamentalmente nuestros
dos últimos apartados, invitan a reflexionar en torno a las nociones de causalidad que
subyacen a la concepción del todo comprometida en las distintas posiciones teóricas. Este
relevante tópico merece un tratamiento aparte que, por distintos motivos, no podemos
emprender aquí.
210
Micaela Cuesta
22
Esta disolución no ha de entenderse como una vana simplificación de los fenóme-
nos estudiados, antes bien, refiere a una reducción que sólo será legítima –afirma Lévi-
Strauss– si, en primer lugar, no empobrece los fenómenos sometidos a reducción y reúne
en torno suyo su riqueza y originalidad; y, en segundo lugar, conduce a cambiar “de pies
a cabeza la idea preconcebida que podía uno formarse del nivel, sea cual fuere, que uno
trata de alcanzar” (Lévi-Strauss, 1962b: 358). El éxito con el que Lévi-Strauss pudo dar
cuenta no sólo de esta riqueza y originalidad de los fenómenos sino de la transformación
de aquellos mediante la práctica científica, son dos de los puntos que Althusser le objeta
al antropólogo francés.
23
Recordemos lo que esta frase evoca: “sí, en algunos puntos que consideraba impor-
tantes he «pensado en los extremos», y lo he hecho conscientemente, y he curvado el
bastón en el sentido contrario” (Althusser, 1975: 134).
24
No podemos explayarnos sobre estas declaraciones, pero sí nos permitimos sugerir
que ellas encuentran asidero en el estatuto que el inconsciente tendría para Lévi-Strauss, al
menos, si tomamos en cuenta lo expuesto en la “Introducción a la obra de Marcel Mauss”.
En pocas palabras, en Lévi-Strauss el inconsciente se presenta como el lugar de la comuni-
cabilidad entre el yo y el otro, como terreno común y lugar de mediación entre el sujeto y
el objeto; en Althusser, por el contrario, el inconsciente es referido como el testimonio de
la violencia que supone el pasaje al orden simbólico. El inconsciente, en tanto seña y huella de
la «ley de la cultura», es el lugar de la ajenidad, de lo otro, de la extrañeza. Estas sugerencias
van a contramano de una mirada que festeja al inconsciente como territorio de encuen-
tro y vía privilegiada, en tanto nota común, para el adecuado acceso al conocimiento de
nuestros objetos. El desarrollo de las críticas a esta noción de inconsciente como una suerte
de “supraregistro” de la conciencia individual, esto es, como (in)conciencia colectiva sobre la
que sería posible realizar los mismos predicados que otrora recaían sobre la conciencia, se
encuentran debidamente desplegadas en una conferencia de Althusser inédita que lleva por
título “El lugar del psicoanálisis en las ciencias humanas” (1963-1964).
211
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
25
Estas apreciaciones encuentran fundamento en la intención del antropólogo de pro-
ducir mediante el conocimiento de la alteridad la “ampliación de nuestra experiencia”.
Así, en su clase inaugural de 1960, el autor afirma: “Nuestra ciencia alcanzó la madurez el
día en que el hombre occidental comenzó a darse cuenta de que nunca llegaría a com-
prenderse a sí mismo mientras en la superficie de la Tierra una sola raza o un solo pueblo
fuera tratado por él como objeto. Solamente entonces la antropología ha podido afirmar-
se como lo que realmente es: un esfuerzo –que renueva y expía el Renacimiento– por
extender el humanismo a la medida de la humanidad” (Lévi-Strauss, 1960: XLVIII).
212
Micaela Cuesta
213
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
Podemos, por último, dar fin a las reflexiones que aquí compartimos
explicitando los intereses que en gran medida guiaron estos desarrollos:
en primer lugar, una interrogación epistemológica sobre los modos de
concebir el objeto y los conceptos susceptibles de explicar los meca-
nismos y estructuras que subyacen a lo social; en segundo lugar, una
inquietud política consistente en indagar los límites que una explicación
de lo social puede encontrar toda vez que se soslaye el componente de
poder (y de violencia) que vertebra toda relación social; en tercer lugar,
una pregunta por la tarea y los desafíos de la práctica teórica. Esta últi-
ma cuestión, claro está, no resiste una definición estática, pues la tarea
estará condicionada por la lectura que reclame oportunamente la situa-
ción histórico-social concreta. No obstante, podemos retener, al menos,
el imperativo de no contentarnos con simplificaciones, la orden de no
escamotear el carácter eminentemente complejo de toda formación o
fenómeno social.Y hacerlo, además, desde una posición que no sólo no se
sitúe por fuera, ni más allá de los fenómenos sociales que busca explicar,
sino que no desconozca el carácter precario, movedizo y frágil del suelo
que soporta su práctica. Es precisamente el saber sobre esta situación, el
conocimiento respecto de la falta de garantías en la producción de un
214
Micaela Cuesta
Bibliografía
215
En el campo de batalla: Louis Althusser y el estructuralismo
216
Micaela Cuesta
217
Paul Ricoeur: la mediación
entre hermenéutica
y estructuralismo
Esteban Lythgoe*
*
Doctor en Filosofía. Investigador asistente del Conicet. Miembro PICT 2007-01611:
“Memoriografía. Análisis crítico-hermenéutico de la relación entre memoria, identidad e
historia en el marco del ‘memory boom’” Director: Daniel Brauer. Co-Director PIP 2010-
2012 Gl: “La filosofía de Heidegger entre 1927 y 1945: Historia y Política en diálogo con
Carl Schmitt y Ernst Jünger”. Director: Luis Rossi.
219
Paul Ricoeur: la mediación entre hermenéutica y estructuralismo
una filosofía reflexiva que no haga un rodeo por el lenguaje, así como
una teoría de la lengua que no conduzca a una teoría de la subjetividad.
Consiguientemente, señala la necesidad de restringir cada una de estas
instancias a un área particular: el estructuralismo a la ciencia y la herme-
néutica a la filosofía, pues los problemas surgen cuando alguna de ellas
intenta abarcar un área en la que se carece de competencia:
220
Esteban Lythgoe
Ricoeur destaca que la diacronía no se opone a la sincronía sino que se le subordina.
De haberse tomado de este último modo, la sincronía hubiera sido considerado un sinó-
nimo de estático, algo que es explícitamente rechazado por autores como Levi-Strauss
221
Paul Ricoeur: la mediación entre hermenéutica y estructuralismo
222
Esteban Lythgoe
223
Paul Ricoeur: la mediación entre hermenéutica y estructuralismo
224
Esteban Lythgoe
Cf. Ricoeur 1969, 45: “…si el ejemplo es… ejemplar o si no es excepcional.”
Término que proviene del griego kerigma que significa proclamar como un emisa-
rio. El término se aplica a la proclama por parte de los cristianos luego de la muerte de
Jesús.
225
Paul Ricoeur: la mediación entre hermenéutica y estructuralismo
Interpretación y estructuralismo:
226
Esteban Lythgoe
227
Paul Ricoeur: la mediación entre hermenéutica y estructuralismo
228
Esteban Lythgoe
so a través de, y por medio de, una lingüística de la lengua. En ese sentido
el filósofo toma distancia del desarrollo que hiciera Merleau Ponty sobre
la cuestión. Como lo explica el propio Ricoeur, “el pasaje por la lengua
restituye al análisis de la palabra su carácter propiamente lingüístico, el
cual no podría ser preservado si lo buscamos en la prolongación directa
del ‘gesto’.” (Ricoeur 1969, 249). Es en tanto que efectuación semántica
del orden semiológico que la palabra hace aparecer el gesto humano
como significante. Una filosofía de la expresión que no ha pasado por
todas las mediaciones lingüísticas está condenada a no superar jamás el
umbral propiamente semántico. Por la otra parte, también señala que el
problema de la significación no se elimina substituyéndolo con la dife-
rencia de signo a signo, como pretenden los estructuralistas. La función
semiológica está subordinada a la función semántica donde se representa
lo real por el signo. Con todo, es preciso tener en cuenta que la filosofía
del signo, que estudia el signo a nivel de los sistemas virtuales ofrecidos a
la performance del discurso, y la filosofía de la representación, contempo-
ránea de la efectuación del discurso, se encuentran en niveles diferentes,
pero que uno precisa del otro. El orden semiológico considerado solo no
es sino el conjunto de condiciones de articulación sin la cual no podría
haber lenguaje. Pero lo articulado como tal no es todavía el lenguaje
en su poder de significación, si no es gracias a la lengua cuya existencia
vuelve posible el discurso. Por lo tanto, una vez que se ha distinguido lo
semántico de lo semiológico, se debe llevar a cabo la desviación por los
sistemas taxonómicos, para luego edificar el nivel del enunciado. Solo
entonces el análisis podrá volver a la noción de intencionalidad como la
planteara Merleau Ponty.
En lo referente al sujeto, la lengua en tanto sistema carece de sujeto,
que recién se incorpora en el nivel de la efectuación. En el pasaje del
nivel semiológico al semántico es donde se deben incorporar los análi-
sis clásicos de la fenomenología al dominio de la lingüística. Frente a la
posible objeción estructuralista de que el yo es una creación del lenguaje,
Ricoeur sostiene que la capacidad del locutor de ponerse como sujeto
y de oponerse al otro como su interlocutor es una presuposición extra-
lingüística. Sin embargo, en la medida en que la fenomenología no tome
conciencia de que debe operar en el lenguaje y no con independencia
de esta dimensión, nunca se logrará superar la antinomia de la semiología
y la fenomenología.
El problema más complejo para articular ambas instancias se encon-
traría en la reducción fenomenológica. Mientras el análisis de la signi-
229
Paul Ricoeur: la mediación entre hermenéutica y estructuralismo
230
Esteban Lythgoe
responde del siguiente modo: “una filosofía reflexiva que, habiendo asu-
mido por completo las correcciones y las instrucciones del psicoanálisis
y la semiología, toma la vía larga y desviada de una interpretación de
los signos, privados y públicos, psíquicos y culturales, donde vienen a
expresarse y explicitarse el deseo del ser y el esfuerzo de existir que nos
constituye.” (Ricoeur 1969, 261).
231
Paul Ricoeur: la mediación entre hermenéutica y estructuralismo
232
Esteban Lythgoe
Bibliografía
233