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CURSO 2012-2013
BIBLIOGRAFÍA................................................................................................32
1) ALGUNAS PRECISIONES, ALGUNAS JUSTIFICACIONES, ALGUNAS 3
PRETENSIONES. A MODO DE INTRODUCCIÓN.
Si ya Foucault, a pesar de sus más y sus menos con Gilles Deleuze, llegó a
considerar que el siglo XX sería para la filosofía un siglo deleuziano1, en las primeras
décadas de este nuevo milenio no podemos dejar de considerar la figura de este filósofo
francés, verdaderamente incalificable, a poco que escarbemos en la evolución de su
pensamiento, una de las vías abiertas más prolíficas de la filosofía actual. Conocido y
venerado en España, como casi todo en ciertas épocas, tarde y mal, la última década ha
conocido un auge de su pensamiento, no exento de cierto misticismo en determinados
círculos necesitados de gurús espirituales que han tomado las redes virtuales como un
campo deleuziano, descuidando la mayoría de las veces una lectura atenta y selectiva
de sus escritos, cargados de una fina ironía no siempre bien entendida. Cierto es que su
pensamiento se presta a interpretaciones abiertas, por cuanto él mismo se acerca a la
Historia de la Filosofía y a sus grandes autores, tanto los más queridos (Leibniz, Spinoza,
Nietzsche, Bergson), como los más discutidos (Kant o Hegel), de una manera asaz
personal. Pero también es cierto que, si leemos con un poco de atención, bien sean los
comentarios a los filósofos citados, bien las obras más personales y creativas, reconocemos
al instante un afán de organización y estructuración, de ordenamiento y clarificación
que llega a sorprender cuando uno se ha acercado previamente a la literatura secundaria
sobre este autor pudiendo sacar la conclusión de que el pensamiento de Deleuze es una
especie de “todo vale”, abierto sobre un plano de inmanencia en un devenir continuo de
las singularidades que lo recorren. Por el contrario, el gusto por la sistematización en el
pensamiento, exposición y estructura de sus libros, pero también en sus significativas
intervenciones en la televisión2, es tan manifiesto que siempre supone una delicia leer y
releer libros como Nietzsche y la filosofía, descubriendo en cada lectura ese magnífica
manera de estructurar que deja la impresión de que no queda nada por decir cuando,
por el contrario, la propuesta es siempre una o unas nuevas preguntas. Su escritura
es “rizomática”3, lo que no significa desorden, sino que “el rizoma conecta un punto
1 “Es preciso que hable de dos libros que considero grandes entre los grandes: Diferencia y
repetición y Lógica del sentido. Tan grandes que sin duda es difícil hablar de ellos y muy pocos así lo han
hecho. Durante mucho tiempo creo que esta obra girará por encima de nuestras cabezas, en resonancia
con la de Klossovski, otro signo mayor y excesivo. Pero tal vez un día el siglo será deleuziano” (Foucault/
Deleuze, 2005: 7). De la reseña crítica que Foucault titula Theatrum Philosophicum, publicada en la
revista Critique en 1970 y que tradujo Francisco Monge en 1995, publicado junto a la introducción
de Diferencia y repetición, aunque con el título de Repetición y diferencia: Foucault/Deleuze (2005),
Theatrum Philosophicum seguido de Repetición y diferencia, Anagrama, Barcelona, 3ª ed.
2 Se trata del programa L’abécédaire de Gilles Deleuze, según un orden de títulos propuestos
por él mismo, aunque sin especificar los temas, en conversación con su antigua alumna Claire Parnet,
condición que puso junto con la de que no fuera emitido hasta después de su muerte.
3 Como propone en su breve tratado sobre la escritura publicado con Guattari en 1976 y retomado como
Introducción a una de sus obras magnas, Mil Mesetas, unos años después. Deleuze/Guattari (1977: 50).
cualquiera con otro punto cualquiera, y cada uno de sus trazos no remite necesariamente 4
a trazos de la misma naturaleza, pone en juego regímenes de signos muy diferentes e
incluso estados de no-signos”4.
Esta es la idea que pretendemos desarrollar en las páginas que siguen, haciendo
una lectura del primer estudio de Deleuze sobre el cine, La imagen-movimiento, estudios
sobre cine 1, para acabar leyendo la filmografía más representativa del cineasta mexicano
Arturo Ripstein, como un caso particular de superación de los conceptos de la imagen-
tiempo, desde el interior mismo de los conceptos de la imagen-movimiento, como lo hizo
su maestro Luis Buñuel, para, en un giro postmoderno crear un cine personal que eleva
a lo sublime de la tragedia griega las miserias de la vida de seres vulgares y marginales.
Nos acercaremos siguiendo tres pasos complementarios:
7 Oñate, 2009: 20.
8 de las que habla la profesora Oñate, siguiendo a Gadamer, Vattimo, Foucault, Deleuze, Lyotard,
Derrida, Braudillard y un largo etcétera de pensadores, hijos de la filosofía de Nietzsche, crítica “a los
supuestos e implicaciones de la racionalidad y la sociedad moderna burguesa” (Oñate, 2009; 20), pero
también de los derroteros del segundo Heidegger y su vuelta hacia la Poesía y el Arte como fuentes de
Verdad.
1) En un primer momento, en el próximo apartado, el segundo, expondremos 6
alguanas claves del pensamiento deleuziano, las que nos permitan comprender
su acercamiento al cine: su filosofía de la diferencia, quizá, en palabras de
Boundas, “en la corriente nietzscheniana, la más consistente de las filosofías de la
diferencia”, por ser una filosofía de los procesos “en la que proceso y producción
llegan a confundirse” y por lo tanto, es la única que “en el fondo puede prevenir
la subordinación de la diferencia a la identidad”9 y así evitar el recurso a una
trascendencia, castradora de lo humano (“demasiado humano”, parafraseando a
Nietzsche).
2) En un tercer apartado, nos proponemos hacer unas glosas del primer estudio sobre
cine, La imagen-movimiento, en la que trataremos de demostrar cómo Deleuze,
en realidad, utiliza el cine como fuente de “creación de conceptos”, comentando
los estudios de Bergson sobre la percepción, para reafirmar, en esos conceptos,
aparentemente cinematográficos, la construcción de su filosofía de la diferencia.
Partimos de un supuesto, sin el que nada en este estudio tendría sentido: que la realidad,
como demostraron los filósofos de la diferencia, es un texto susceptible de ser leído.
Cuánto más cualquiera de los aspectos de la realidad que nos rodea, la Historia (como hizo
Foucault), la Filosofía (como Derrida o Deleuze), la política, la sociedad, etc. Partimos
del supuesto del film como texto, y, como tal, un fragmento selectivo de la realidad que
encierra verdades, buscadas o no, intencionadas o no, y del que no sólo podemos sacar
entretenimiento, sino incluso formas, como el Arte en general, en las que el ser humano
se expresa, comunica, transmite, piensa o manipula la Verdad.
Pero vayamos por partes. Por cuestiones de precisión, nos parece útil tratar esos
conceptos principales caracterizando la filosofía de Deleuze según las tres vías que
desarrolla, siempre entrelazadas, pero cuya distinción nos facilitará la exposición. En
primer lugar, la filosofía de Deleuze es una ontología o una onto-etología, y trata de
explicar la realidad con el transfondo principal del concepto de Ser: explicar el ser. Como
tal, se trata de un monismo pluralista, o mejor, de un Monismo= Pluralismo. Es, como dice
Barroso Ramos, “la imagen que, filtrada a través de la arcilla filosófica, posee Deleuze
del mundo físico”12. De ella se derivan los conceptos que giran en torno a los planos de la
realidad, la génesis constitutiva de lo real y toda la filosofía como creación de conceptos,
que hacen del pensamiento de Deleuze, un sistema.
Pero no sólo, porque, como veremos en el siguiente apartado, utiliza los conceptos del
arte cinematográfico para redefinir, matizar o crear los suyos propios. Es decir, utiliza el
cine como una de sus líneas para pensar la situación del arte en la sociedad de control,
considerándolo una enciclopedia del mundo, como bien dice André Parente, quien nos
recuerda que Deleuze, implícitamente, en sus dos Estudios sobre cine, repasa la historia
del pensamiento a través del cine14. De hecho, él mismo dirá en La Imagen-tiempo: “Una
teoría del cine no es una teoría «sobre» el cine, sino sobre los conceptos que el cine
suscita y que a su vez guardan relación con otros conceptos que corresponden a otras
prácticas” (Deleuze, 1986: 370).
En tercer lugar, sobre la base de una ontología, Deleuze desarrolla una filosofía a
la manera de los estoicos, con una Lógica, una Física y una Ética. No en vano les dedica,
a su manera de comentador, no pocas líneas en Lógica del sentido, en cuanto que ellos
piensan la inmanencia contra la “onto-teología” dominante, y señalando a la vez que ellos
“fueron los iniciadores de una nueva imagen del filósofo, en ruptura con los presocráticos,
con el socratismo y el platonismo” (Deleuze, 2005: 25). Ampliaremos algo más este punto
siguiendo el interesante artículo de Alain Beaulieu15.
“El monismo no es otra cosa que la inmanencia (…) El pluralismo no es otra cosa que la
heterogeneidad o la diferencia” (Cherniavsky, Ibid: 7). Con ello tenemos un único plano
de lo real, no hay trascendencia alguna, el Ser es Uno y así se conjura la posibilidad de
que un elemento se superponga de alguna manera en un plano vertical sobre otro. Pero a
la vez, ese Ser, único y plano, es fragmentario y, por tanto, múltiple, no está dividido, sino
que es una multiplicidad en sí misma, conjurando con ello el peligro de superposición de
13 Cherniavsky A, ibid, 5. Pero en la misma línea afirma Badiou, 1997: 29: «Il faut donc souvenir
que la philosophie de Deleuze est particulièrement systématique, de ce qu’elle recueille toutes les
impulsions selon une ligne de puissance qui ne saurait varier, justement parce qu’elle assume pleinement
son statut de singularité. »
14 Parente A, “El cine del pensamiento o lo virtual como nunca visto”, en Alliez E, ed. (2002, 212 y 213).
15 Beaulieu A, “Deleuze y los estoicos”, en Beaulieu (coord.), 2007: 43-61.
elementos en el plano horizontal. De esta manera, podemos decir que la filosofía de Deleuze 9
es “un inmanentismo radical”, como la define Moisés Barroso Ramos, y en ese plano de
la inmanencia, la individuación no es un predicado real, “la cosa es su individuación, el
ser de la cosa es su devenir cosa, no puede nombrarse la cosa sin nombrar virtualmente su
individuación” (Barroso Ramos, 2006: 337). Es así como Deleuze conjura los males del
dualismo filosófico, algo común también a otros representantes del Prost-estructuralismo
diferencial francés y, en general, a lo hijos de Nietzsche, y a la vez nos introduce en
una ontología que concibe el ser como una multiplicidad de elementos heterogéneos con
una serie de interrelaciones y flujos que en continuo devenir se actualizan en estados de
cosas y tendencias, en un juego continuo que escapa al esquema virtual/real simple de
toda filosofía dualista (una potencia/acto aristotélica), para seguir un proceso no lineal
que obedece a un modelo: actual/real-virtual/real-actual/real, que es concebido como
“el movimiento que va de un estado de cosas actual, que pasa por el campo dinámico
de las tendencias virtuales/reales, hasta la actualización de ese campo en un nuevo
estado de cosas” (Boundas, en Beaulieu, 2007: 24). Un esquema que salva la relación de
reversibilidad entre lo virtual y lo real16.
Ese devenir, que es el ser, es una génesis. Para empezar, lo virtual es tan existente
como lo actual, aun cuando lo virtual pertenezca a procesos no cumplidos, en ningún caso
supone un mundo ideal ajeno y opuesto a uno real donde dicha virtualidad se actualice.
La realidad lo es todo. Ninguno de los dos términos es trascendente respecto al otro.
Lo actual son los cuerpos, en realidad, el estado de cosas empíricamente observable.
Lo virtual, por su parte, tan real como lo actual, son los acontecimientos incorpóreos,
el mundo “no-orgánico”, las tendencias que pueblan como singularidades el “plano de
consistencia”.
16 Curiosamente, como veremos, a este esquema pueden asimilarse otros movimientos en diversos
campos, como en el cine. En la Imagen-acción, uno de los tipos de imagen clave del cine clásico que
centra en la imagen-movimiento la forma de organizar los materiales fílmicos, tanto en la que llama Gran
forma como en la Pequeña forma, existe ese paso triple. En el primero caso de una Situación que enmarca
a unos personajes de manera que le impelen a actuar, y a través de cuya Acción se pasa a una Situación
diferente. En el segundo caso, es la Acción la que crea una Situación que genera a su vez otra Acción.
(Barroso Ramos, 2006: 338). Deleuze con ello hace, y en esto nos recuerda a Heráclito, del 10
devenir una afirmación. Lo cual nos conduce a buscar las condiciones de la experiencia
real, y no de la posible, las condiciones de una “génesis” intrínseca a este devenir y no
las condiciones externas. Inspirándose en Bergson, propone un doble principio, que hace
hablar a Beaulieu (en Beaulieu, 2007: 29) y a Badiou (1997: 70 y ss)17 de una suerte de
empirismo trascendental: por un lado, principio inmanente de «síntesis disyuntiva» y, por
otro, un principio selectivo-compositivo o de individuación por intensidad. Por el primero,
distingue entre la inmanencia misma y lo que de ella se presenta, con lo que encontramos
acontecimientos y estados de cosas; por el segundo, lo que se presenta es una selección,
pues no todo pasa a presencia al mismo tiempo, sino que “la presencia es el ser selectivo
interior de la inmanencia” (Barroso Ramos, 2007: 339). Por lo tanto, el devenir es el
proceso inmanente de la diferencia positiva entre lo seleccionado y lo que no, y a la vez
es heterogeneidad, diferencia. “La diferencia en sí misma existe, recibe el nombre de
inmanencia y se realiza en la presencia, que es inmanente a la inmanencia” (Barroso Ramos,
2007: 340). Así retomamos lo virtual como una singularidad pre-individual, impersonal,
inactual, una realidad constituida por las relaciones diferenciales y las distribuciones de
singularidades. Por otro lado, todo aquello que se halla en la inmanencia no individuado
ni atribuido, latente, larvario (terminología que gusta de usar, especialmente a partir de El
Anti-Edipo), explica en la presencia, el proceso de actualización, dejando claro que ni lo
virtual ni lo actual tienen primacía el uno sobre el otro y que ese proceso constituye el ser
mismo.
En definitiva, como afirma Badiou (1997: 117-118), para Deleuze, el Ser es Uno,
«comme vie inorganique, comme immanence, comme donation insensée du sens, comme
virtuel, comme durée pure, comme relation, comme affirmation du hasard et comme
retour éternel. Et que le penser est synthèse disjonctive et intuition, lancer des dés,
contrainte ascétique d’un cas, force de la memoire». Esta aguda sucesión de nombres que
el mismo Deleuze da al Ser/Uno18 nos lleva al eterno retorno, que aparece en principio
como concepto tomado de Nietzsche en Nietzsche y la filosofía. El eterno retorno de lo
mismo, en relación, dentro de su particular visión de la filosofía de Nietzsche, con otros
elementos como la partida de dados (ese lanzar los dados que es el pensar) y, por tanto,
con el azar: dos elementos íntimamente relacionados en Nietzsche. Pero el eterno retorno
es, sin duda, el ser mismo, el devenir como tal, como perpetua actualización de lo virtual
que a su vez vuelve a convertirse en otro virtual al cambiar las relaciones rizomáticas en
el plano de la inmanencia. En cada acontecimiento, en todas las divergencias y en todas
17 Como el mismo Badiou afirma: Au début du primtemps de 1993, j’objectais à Deleuze que la
catégorie du virtuel me semblait maintenir une sorte de transcendance, en quelque sorte déplacée «en
dessous» des simulacres du monde, ou symétrique de la classique transcendance «au-delà».
18 Desarrollado ampliamente en Deleuze/Guattari, 1993.
las síntesis disyuntivas, precisamente lo que vuelve cada vez que se lanzan los dados, es 11
el mismo golpe de dados original que tiene el poder de afirmar el azar: “la afirmación
del azar de una sola vez, el único lanzamiento todas las veces, un solo Ser para todas las
formas y las veces, una sola insistencia para todo lo que existe” (Deleuze, 1989: 211). Es
decir, el eterno retorno es el Uno como afirmación del azar, pero también el azar es el Uno
como eterno retorno, puesto que lo que hace que un acontecimiento sea azaroso es que
tenga como potencia activa única, lo que retorna, es decir, el Gran Lanzamiento original.
En esa línea encontramos el libro sobre Bergson, que traemos a colación porque
es, precisamente sobre dos de sus tratados acerca de la percepción, sobre los que
Deleuze construye sus Estudios sobre cine, estructurados como una serie de comentarios
bergsonianos, pero llevado, como es su costumbre, a su terreno más personal.
Desde Lógica de sentido, libro en la que juegan un rol central, Deleuze parece sentir por
la filosofía de los estoicos, como por el atomismo de Lucrecio, una especial simpatía.
Como puede comprenderse, tras lo dicho en el punto anterior, los estoicos deleuzianos
son bastante personales y no hace distinciones entre las escuelas históricas del estoicismo,
sino que son tratados ante todo como un bloque. En realidad, como dice Beaulieu20, “no
deja de retomar y problematizar, por su cuenta, las interrogaciones estoicas «¿Qué es
vivir en consonancia con la naturaleza?», «¿qué es la simpatíaa entre las cosas?», «¿Qué
es asentir ante lo que nos sucede?», etc.”. Puede afirmarse que las tesis deleuzianas sobre
la Naturaleza y el caosmos, la vida inorgánica y el acontecimiento impersonal derivan del
modo de razonamiento estoico. Por otro lado, el desarrollo de la filosofía como sistema,
que tanto gusta a Deleuze, lo hace bajo el esquema estoico de tres partes complementarias
interrelacionadas entre sí: una Lógica, una Física y una Ética, que viene a constituir una
nueva metafísica que dé cuenta de la lógica de las multiplicidades, del funcionamiento
de un mundo físico que constituye el Ser inmanente y la ética que suscita semejante
concepción.
Por supuesto, para Deleuze no hay una lógica “sino diversas lógicas particulares
que explican las leyes de aparición y de agenciamiento de fenómenos distintos (sentidos,
sensaciones, multiplicidades)21. Esto significa evidentemente una ruptura con la lógica
predicativa y las orientaciones estoicas y tiende más bien hacia una lógica irracional que
tiene más bien una función explicativa. De la misma manera, como la de los estoicos,
su Física propone una Naturaleza inmanente tan sólo a sí misma, eludiendo (en el caso
deleuziano, impidiendo) cualquier atisbo de trascendencia o división de mundos, aún sin
recurrir al concepto de “vacío” estoico, existe también una exterioridad, un afuera tan real
como el adentro del caosmos una vez actualizado y constituido en evento, pues dicho evento
no es sino un pliegue, un cruce de flujos entre lo inorgánico y lo orgánico que pertenece
20 En este interesante artículo de Alain Beaulieu, “Deleuze y los estoicos”, en Beaulieu, coord.
(2007: 43-61) hace un repaso conciso sobre los puntos que aquí simplemente voy a esbozar, pero que dan
una idea bastante característica de la filosofía de Deleuze como sistema.
21 Beaulieu, ibid, 48.
de igual manera a la inmanencia, o sea, al Ser. Finalmente, en el campo de la Ética, en el 13
que parece separarse más de modelos estoicos al rechazar cualquier preocupación por la
idea del Bien, y en un pensamiento donde parece difícil alcanzar algún tipo de reposo o
dominio de sí como objetivo pues encontramos “arrebatos hacia la desmesura, la locura
y el delirio, siempre involuntariamente engendrados por las fuerzas impersonales”22,
es curioso cómo, sin embargo, Deleuze recupera como principio la concepción estoica
de vivir conforme a la naturaleza, aunque, al estar dicha naturaleza deleuziana tan sólo
parcialmente organizada, deviene un modo de vida evidentemente caósmico, pero del
que derivan una serie de consecuencias éticas particulares, de resonancias tanto estoicas
como spinozistas. Una etología que analiza actitudes, pero que nunca reduce los cuerpos a
esencia o a instrumento de conocimiento, sino que las describe en la capacidad de dichos
cuerpos por producir relaciones de afectabilidad, independientemente de la especie a la
que pertenecen. Recordemos las técnicas de camuflaje de la mariposa pero también las
zonas de indiscernibilidad entre los reinos, como el “pirsch” o método de caza arcaico en
que el cazador parece utilizar algunos elementos de uso del cazado sin tratar de imitarlo23.
Como conclusión, traduzco unas frases de Alain Badiou, con quien Deleuze
mantuvo un puñado de diferencias, en una especie de disputatio, que él mismo24 relata
con cariño y admiración. Estos son los principio generales que gobiernan la filosofía de
Deleuze (y traduzco directamente): “y que son, creo yo, fieles a su espíritu y muy alejados
de la doxa que se ha constituido alrededor de él:
Primera glosa:
Los cuatro primeros capítulos son un planteamiento abierto de los conceptos tomados de
Bergson, que giran en torno a lo que Deleuze llama las tres tesis sobre el movimiento. La
primera tesis viene a decir que el movimiento no se confunde con el espacio recorrido, que
es pasado, mientras el movimiento es presente y es el acto de recorrer. Además, mientras
el espacio es infinitamente divisible, el movimiento no lo es, pues su división lo hace
cambiar de naturaleza. Pero aporta otro enunciado a la misma tesis y es que el movimiento
puede reconstruirse con posiciones en el espacio o con instantes en el tiempo, pero sólo
uniendo a esas posiciones o instantes la idea abstracta de una sucesión, es posible dicha
reconstrucción, porque el movimiento siempre tendrá una, y única para cada movimiento,
duración concreta y cualitativa. Para Bergson, el cine reproduce esa falsa ilusión como
una nueva paradoja de Zenón, e incluso considera, frente a la fenomenología, que así
funciona la percepción natural. Lo cierto es que el cine lo que nos da no es la fórmula
“cortes inmóviles+movimiento abstracto”, sino el movimiento como dato inmediato que
pertenece a la imagen, es la imagen-movimiento, es decir, la ilusión no es corregida en la
percepción, sino que se nos da con la imagen-movimiento. Según Deleuze, la crítica de
Bergson al cine en sus inicios, como generador de esa ilusión, no le hace percatarse que,
en su fórmula de los cortes móviles de Materia y memoria presiente la esencia del cine.
“1) No hay solamente imágenes instantáneas, es decir, cortes inmóviles del movimiento;
2) Hay imágenes-movimiento que son cortes móviles de la duración; 3) Por fin, hay
imágenes-tiempo, es decir, imágenes-duración, imágenes-cambio, imágenes-relación,
imágenes volumen, más allá del movimiento mismo” (I-M, 26).
En el capítulo 4 propone las tres variedades de imagen-movimiento: imagen- 16
percepción, imagen-afección e imagen-acción. Parte de la situación insostenible a la que
llegó la psicología clásica al poner las imágenes en la conciencia (cualitativas, inextensas)
y los movimientos (extensos, cuantitativos) en el espacio, con el gran problema de pasar
de un orden a otro. Tanto Bergson como la Fenomenología de Merleau-Ponty tratarán de
superar el atolladero y, ambos tendrán al cine como aliado, a pesar de las reticencias de
ambos. Pero de nuevo escuchamos a Deleuze cuando expone la forma en que Bergson
trata de salvar el enfrentamiento entre empirismo e idealismo en el tema de la percepción.
Tanto cine como percepción natural desconocen el movimiento. Por tanto la percepción
natural no tiene ningún privilegio. Hay una materia-flujo que no deja de cambiar, sin
puntos de anclaje que permita referencias asignables. Hay que mostrar de qué modo se
pueden formar unos centros en cualquier punto. Tanto en el cine como en la percepción
natural habría que “deducir” esos centros. La ventaja del cine es que carece de puntos
de anclaje tanto de sujeto como de mundo. Es así como Bergson expone en Materia y
memoria un mundo donde IMAGEN=MOVIMIENTO. Imagen es el conjunto de lo que
aparece, las imágenes se confunden con sus acciones y reacciones. Los movimientos
son muy claros en tanto que imágenes, no hay que buscar el movimiento en otra cosa
que en lo que se ve en él: Cuerpo, ojo, cerebro, partes del cuerpo, son imágenes. No hay
ejes ni centro. Así, el conjunto de todas las imágenes constituye una especie de plano
de inmanencia. La imagen existe en sí sobre ese plano y ese en-sí es materia. Con ello
hay una identidad absoluta entre la imagen y el movimiento. Con lo que la imagen-
movimiento y la materia-flujo son estrictamente lo mismo. “El plano de la inmanencia es
el movimiento (la cara del movimiento) que se establece entre las partes de cada sistema y
de un sistema a otro, que los atraviesa a todos, los agita y los somete a la condición que les
impide ser absolutamente cerrados. También él es un corte… es un corte móvil, un corte
o perspectiva temporal” (I-M, 91). En la nota 11 (I-M, 91), afirma Deleuze, como si se
adelantara a lo que pensaríamos después sus lectores: “Parecería que con esta noción de
plano de inmanencia, y con los caracteres que le atribuimos, nos apartásemos de Bergson.
Creemos, no obstante, que le somos fieles. Efectivamente, en algún momento Bergson
presenta el plano de la materia como un corte instantáneo del devenir, pero lo hace para
la comodidad de la exposición. Porque, como Bergson recuerda ya… se trata de un plano
en el que no cesan de aparecer y propagarse los movimientos que expresan los cambios
en el devenir. Supone, pues, tiempo. Tiene un tiempo como variable del movimiento”.
Los dos capítulos centrales de esta tetralogía describen los principales conceptos
de constitución del cine, de los que debemos destacar el encuadre, por ser precisamente la
selección de la realidad que aparece en un momento determinado, una selección buscada
que mantiene una relación interdependiente con su afuera, algo con lo que el cine desde
sus orígenes ha sabido jugar. Además, cada plano, cada fragmento del filme que se 17
caracteriza por un tipo de encuadre, mantiene una doble relación: con los elementos que
en él aparecen, los seleccionados, y con aquella parte del todo que no está presente en
ese encuadre. La analogía con la realidad misma con los intercambios virtual-actual-
virtual que suponía la singularización en un estado de cosas concreto es indiscutible. El
cine se convierte en una imagen de la Física deleuziana. La combinación de planos es
precisamente lo que conforma el montaje, el otro gran concepto de esta primera parte que
marcará el resto del libro, que distinguirá cuatro escuelas principales:
Glosa segunda:
Los siguientes seis capítulos los dedica a la descripción de los tipos de imágenes,
asociándolas a sus planos correspondientes y haciendo un análisis más cinematográfico
de sus variantes y sus ejemplificaciones en películas. Hay, con todo, una estructura que
llama la atención. Mientras que a la imagen-percepción le dedica un solo capítulo (el 5), a
la imagen-afección le dedica dos (el 6 y el 7), y tres a la imagen-acción: sus dos variantes
o formas en el 9 y 10 y las leyes de sus transformaciones en el 11. Reserva el capítulo 12
de transición hacia el siguiente libro: crisis de la imagen-movimiento y el descubrimiento
de la imagen-tiempo por parte del neorrealismo italiano.
En todo caso, destaca una afirmación de Deleuze que se impone como conclusión:
“Y si el cine supera la percepción humana hacia una percepción diferente, es en el sentido
de que alcanza el elemento genético de toda percepción posible, es decir, el punto que
cambia y hace cambiar la percepción, diferencial de la percepción misma” (I-M, 125).
Esto es algo que el cine consigue gracias a que el fotograma se constituye, al margen de la
fotografía, en el elemento genético de la imagen, precisamente en el elemento diferencial
del movimiento, en definitiva, como él mismo lo llama, es “el clinamen del materialismo
epicúreo” (I-M, 125).
25 “La imagen-afección no es otra cosa que el primer plano y el primer plano, no otra cosa que el
rostro… Einstein sugería que el promer plano no era únicamente un tipo de imagen entre otros, sino que
ofrecía una lectura afectiva del todo el film” (I-M, 131).
Si un característica nos interesa destacar del primer plano26, que nos valdrá para 19
análisis posteriores, es la propiedad que tiene (a la vez de ser una de sus característica) de
abstraer el objeto (rostro, cosa, animal, fragmento) de sus coordenadas espacio-temporales.
De esta manera, eleva el objeto al rango de entidad. En el momento en que nos aparece
un primer plano, el movimiento deja de ser una traslación para volverse expresión y se
produce una desterritorialización, queda abolida nuestra sensación del espacio, que es
propia de la imagen-afección.
A su vez, los afectos, las cualidades-potencia tienen dos estados: uno, actualizados
en estados de cosas individuados y con sus conexiones reales correspondientes; otro, en
tanto se los expresa por sí mismos con sus singularidades propias y sus conjunciones
virtuales. En esa distinción hallamos la clave para pasar de la imagen-afección, el
segundo de los estados anteriores, la imagen-afección en su primeidad, a la imagen-
acción, el primero de los estados mencionados, las cualidades potencias actualidadas
en un estado de cosas, o sea, la imagen-acción en su segundeidad.
26 Deleuze especifica que no puede distinguirse un Primer Plano de un Plano medio o Primerísimo
Primer Plano cuando estamos hablando de la imagen-afección.
de “medios y comportamientos, medios que actualizan y comportamientos que encarnan” 20
(I-M, 203). En la relación entre ambos, medio y comportamiento, se forja la imagen-
acción en todas sus variedades, fórmula que aseguró el triunfo del cine americano. El
medio determinado es el Ambiente, lo englobante de aquellas cualidades-potencia que
pasan a ser fuerzas en el propio medio y que se incurvan en torno al personaje y lo
fuerzan a actuar, provocan en él una reacción, la acción propiamente dicha.
Glosa tercera:
29 Cayendo hasta la actualidad en la reiterativa burla del tópico mismo, pero quedando dentro de
un enorme atolladero.
4) GLOSA CUARTA A LA IMAGEN MOVIMIENTO. PULSIÓN Y MUNDOS 23
ORIGINARIOS DE ARTURO RIPSTEIN30 EN EL CINE DE LA IMAGEN-
TIEMPO. LA INVERSIÓN DEL MELODRAMA Y EL RESURGIR ESTÉTICO
DE LA TRAGEDIA GRIEGA EN EL CINE.
30 Arturo Ripstein es uno de los grandes maestros vivos del cine mexicano actual, con una larga
lista de títulos a sus espaldas. Siempre con un estilo propio, reacio a los convencionalismos del cine
comercial, desde sus comienzos, a finales de los años 70, con películas como El lugar sin límites (1978),
abraza este tipo de naturalismo desgarrado del que habla Deleuze, con el predominio de la imagen-pulsión
que no dejará de desarrollar a lo largo de su filmografía, para subvertir las normas del melodrama clásico
mexicano. Tras una serie de películas de encargo, en los 80, sin que deje de imprimir por ello el sello
personal, que no abandonará hasta hoy y que nos hace considerarlo un representante post-moderno de ese
cine naturalista que analizamos en este punto, heredero de su maestro Luis Buñuel, de quien fue asistente
de dirección en El ángel exterminador (1962), su encuentro con su actual mujer y guionista de todas sus
películas desde El imperio de la fortuna (1986), hasta hoy, le hace realizar lo que consideramos sus obras
maestras y que, pensamos, contienen la mayoría de los elementos que aquí desarrollamos del naturalismo
cinematográfico dominado por la imagen-pulsión, pero, si cabe, en un giro que le conduce más allá,
incluso, de la imagen-tiempo, como iremos exponiendo en este apartado. En concreto, nos referiremos
a la trilogía del suicidio, denominación extraoficial de tres obras maestras a las que obligadamente
habremos de referirnos: La mujer del puerto (1991), Principio y Fin (1993) y La reina de la noche
(1994), pero también a Profundo Carmesí (1996), quizá la más auténtica y visceral junto a Principio y
Fin, y el experimento trágico Así es la vida (2000), una sui-generis versión de la Medea de Séneca.
opereta, pero también un auténtico escenario natural en su máximo desgarro, un desierto 24
o un bosque virgen. Los asesinos de Profundo Carmesí recorren los desiertos del norte
de México en busca de sus víctimas. Pero también la familia de Principio y Fin, tras salir
de su casa pequeño burguesa a la muerte del padre, recalan en un sótano oscuro, sucio,
húmedo, donde los objetos se acumulan, como en el cabaret donde canta el hermano
mayor, su verdadera casa tras la petición de su madre de que abandone el hogar familiar
y se busque la vida. Pero aún los antros donde canta la Lucha Reyes de La reina de la
noche, o donde vive con su madre. O cómo no, el burdel y los almacenes donde viven
los protagonistas de La mujer del puerto. Son mundos originarios, “se los reconoce por
su carácter informe: es un puro fondo, o más bien un sin-fondo hecho de materias no
formadas, esbozos o pedazos, atravesado por funciones no formales, actos o dinamismos
energéticos que no remiten siquiera a sujetos constituidos” (I-M, 180).
En segundo lugar, sus personajes son como animales o bien, actos previos a toda
diferenciación hombre-animal, animales humanos. Doña Ignacia, la madre de Principio y
fin, matrona organizadora, castradora inconsciente de todo deseo, pulsión, tendencia, de
sus propios hijos, tras la muerte del pater familias hasta el punto de provocar la desgracia
de todos sus hijos, incluso el elegido para sacarlos de la pobreza gracias a los estudios, es
el gran felino, taimado, pero alerta, cazadora implacable de “los buenos partidos”, pero
también el roedor, que carcome los anhelos de los que la rodean. Coral, la enfermera
protagonista, de Profundo carmesí tiene rasgos de babosa, pesada, escurridiza, pegajosa,
o Nicolás, su amante español, la gran serpiente que encanta a sus víctimas. ¿Pero no tiene
rasgos de hurón, animal nocturno, oculto en sus agujeros, roedor del mundo que la rodea
Doña Victoria, la madre de Lucha Reyes, a más de ser una de las moiras tejedoras de los
destinos de su propia hija?
Finalmente, leyes, pues el mundo originario no carece de ellas: por una parte,
“la ley de Empédocles, mundo de esbozos y pedazos, cabezas sin cuello, ojos sin frente,
brazos sin hombros, gestos sin forma” (I-M, 180), ¿no cabe decir también cuerpos sin
órganos?; por otra parte, es conjunto que lo reúne todo, no en una organización sino
en una basura o ciénaga, y al fin, todas las pulsiones en una pulsión de muerte. Hemos
hablado, pues, de trilogía del suicidio. Los personajes de La mujer del puerto, Principio
y fin y La reina de la noche están dominados por la pulsión de muerte que los aboca al
suicidio, pero transitan cada cual por su mundo originario tropezando con esos “cuerpos
sin órganos” que los rodean. Perla, la mujer del puerto cohabita con Carmelo, el cantante
del prostíbulo que perdió sus órganos genitales en una venganza, convertido por tanto en
“medio-hombre”, como le llama el dueño del mismo, cantando una y otra vez la misma
canción, una canción, por otro lado, “femenina”: “Vendo placer, /a los hombres que
vienen del mar31”.
31 La canción es original del clásico del cine mexicano de Arcady Boytler de 1933, versión
anterior también del cuento homónimo de Guy de Maupassant (a quien, por cierto, Deleuze no considera
un auténtico naturalista), que era cantada, en un ritornello repetitivo por la protagonista, Rosario, en esa
versión, interpretada por la famosa actriz y cantante del momento Andrea Palma.
Los naturalistas hacen un diagnóstico de la civilización. No en vano, Nietzsche los 26
admiraba y trataba como “médicos de la civilización”. La imagen naturalista es, por
tanto, la imagen-pulsión. ¿No se adentra Ripstein, de una manera u otra, en los mundos
marginales del capitalismo tardío neoliberal, para relatar sus terribles productos, las
consecuencias nefastas de las nuevas sociedades de control, en el México finisecular?
También la imagen-pulsión tiene sus dos signos: síntomas, la presencia de las pulsiones
en el mundo derivado, e ídolos o fetiches, que son la representación misma de los pedazos
y que llenan las imágenes del cine naturalista como las páginas de la novela naturalista.
Los fetiches pueblan el mundo de Ripstein como aquellos que guardaba el tío de
Viridiana en el arcón de su dormitorio y que invita a ésta a vestirlos, el traje de novia de su
mujer, sus ligueros. La imagen que cierra Principio y fin es, en este aspecto, demoledora
y significativa, Gabriel, el hijo estudiante, ha incitado a su hermana Mireya al suicidio para
poder limpiar su nombre, mancillado por hacerse público en la facultad de derecho que ésta se
dedicaba a la prostitución. Estamos en unos baños públicos. Hay hombres. Cuando Gabrielito
se cerciora de que su hermana ha cumplido su palabra de quitarse la vida, agarra el zapato de
tacón rojo y, sonámbulo, destrozado, deambula por el laberinto de los baños con el zapato en
la mano, abrazado, llorando. En este caso, es el mundo originario de las pasiones más ocultas,
como es el inmenso laberinto de unos baños públicos de la ciudad de México, hombres que
miran hombres, deseo latente en el vapor del ambiente que empaña la imagen en un larguísimo
plano. Es, sin duda, el deambular de la imagen-tiempo de la que hablaba Deleuze al final de
La imagen-movimiento: el personaje observa, descentrado, descontrolado, no reacciona. Pero
el mundo no es ya el medio derivado, sino un mundo originario donde rebotan los fragmentos
de su vida. En esta largo plano que recorre los tres pisos de los baños buscando no sabe qué,
el comportamiento está anulado, no es posible actualizarlo, las pulsiones que han rebotado en
las paredes húmedas y en el aire neblinoso al ritmo del ruido de una máquina reiterativa que
resuena en un ritornello infinito, como marca del eterno retorno, conducen irremediablemente
a la pulsión principal que las reúne todas, la pulsión de muerte.
Encontramos, en resumen, cuatro coordenadas a las que remita el naturalismo: 27
mundo originario-medio derivado, pulsiones-comportamiento. Pero si hay algo
más consustancial y determinante es que el tiempo hace su aparición en la imagen
cinematográfica. El tiempo naturalista señalado por una maldición consustancial: “la
duración es menos lo que se hace que lo que se deshace y al deshacerse se precipita”
(I-M, 184). Es lo esencial del naturalismo. Comprende el tiempo pero sólo como destino
de la pulsión y devenir de su objeto. Ese es el escalofriante final de Principio y fin. Pero
también es el juego de pasados y presentes de La mujer del puerto, cuando la misma
historia se repite y, a la vez, se estira hacia atrás y hacia delante, según la cuentan los
tres implicados en la misma: Perla, el Marro o Tomasa, la madre de ambos. El tiempo
forma un caleidoscopio o un laberinto que encierra unas dentro de otras produciendo tres
versiones contradictorias de la misma.
Deleuze aplica esos parámetros para analizar brevemente el cine de los dos
maestros del a los que considera naturalistas. Hemos seguido la exposición deleuziana,
refiriéndonos, en este caso, al cine de Arturo Ripstein. Quedan por resumir algunas
características comunes a la imagen-pulsión:
1º) Lejos de repetir hasta la saciedad los tópicos del cine de imagen-movimiento,
en esta sociedad de la imagen repetida, creadora de simulacros, más que de realidades, en
una parte de su filmografía, elabora un metacine creador y no repetidor, en el mejor sentido
de Diferencia y repetición, retomando elementos de la imagen de una manera irónica,
que provoca la revelación de los mecanismos más oscuros y terribles de la sociedad de
control en la que vivimos. Tenemos dos ejemplos magníficos en su obra. El primero es
La mujer del puerto, sutil revisión, no ya del relato de Guy de Maupassant, sino de la
película mexicana dirigida por Arcady Boytler, en 1933, considerada una de las cumbres
del cine mexicano. Retoma la famosa canción de la misma, Vendo placer y la pone en
la voz de Carmelo, el cantante impotente del burdel, que además limpia los wáteres. El
segundo ejemplo es, pensamos, una obra maestra del cine, Profundo carmesí, recoge una
historia verídica de asesinatos ocurrida en los Estados Unidos, la hace mexicana, pero la
toma a través de una magnífica película independiente de Leonard Castle de 1969, The
honeymoon killers, y la convierte, a través de los más puros elementos de la imagen-
pulsión, en una tragedia, introduciendo incluso en el personaje de Coral, rasgos de Medea.
2º) Una segunda vía es la que dedica al naturalismo puro, según los parámetros
analizados propuestos por Deleuze sobre la imagen-pulsión. Este cine es simplemente
arrollador. El ejemplo máximo, para nosotros, su obra cumbre, es Principio y fin.
Curiosamente, la película es una adaptación a la Ciudad de México de la novela homónima
que Naguib Mahfuz hace desarrollarse en El Cairo. La maestría con la que está escrita
y rodada hace olvidar absolutamente ese origen. Por el contrario, la mexicanización que
32 Deleuze, 1995: 265 y ss. En los dos últimos artículos de Conversaciones, retoma el concepto
foucaultiano de sociedades de control, para exponer los mecanismos que la sociedad del capitalismo
avanzado comienza a desplegar con el fin de controlar a sus habitantes, convertidos cada vez más
en imágenes, simulacros de sí mismos, reflejados en una sociedad de imágenes auto-referentes. La
descripción deleuziana de dichas sociedades, a veinte años vista, y en el momento que vivimos, suena a
profecía escalofriante.
Ripstein opera en la historia parte de los típicos elementos del melodrama mexicano clásico 30
para, más que subvertirlos, invertirlos33, como pretendía Nietzsche con el pensamiento
occidental. Pareciera una aplicación a la imagen de aquella propuesta filosófica. La
familia, según las reglas del melodrama, es desestabilizada por un elemento externo a
ella, que provoca una serie de comportamientos extraños a las normas sociales, para, una
vez extirpado el mal (la muerte del ser malvado, la evidencia pública de su maldad o en
exilio del entorno familiar correspondiente), volver todos los personajes sobrevivientes a
ese originario núcleo familiar, perfecto medio derivado clásico. En la cámara de Ripstein,
sin embargo, la familia es precisamente la fuente de todas las desgracias. En primer lugar,
la desestabilización no viene de un elemento ajeno (amante, cuñado, suegro, criado,…)
sino, por el contrario, del cabeza de la familia, el padre, que con su muerte, y ante su
falta de previsión, ha dejado sin medios a su mujer e hijos, acostumbrados a una vida
acomodada. A partir de ahí se produce un progresivo declive, al tratar la madre de arreglar
el asunto, convirtiéndose en la causante misma del declive. Acaba agotando todos los
mundos originarios por los que pasa, su casa familiar, luego el sótano al que se trasladan,
luego uno a uno a sus hijos, incitándolos a buscarse la vida en lo que sea, incluso en
la prostitución (su hija Mireya), en el cabaret (su hijo mayor, Nicolás), para ayudar a
Gabriel, el hijo más listo, quien por otro lado no es capaz de asumir la responsabilidad que
poco a poco se le viene encima. Gabriel, a su pesar, o no, algo que nunca juzga Risptein
como director, se convierte en un ángel exterminador de su propia familia y de sí mismo.
En esta película, el burdel es el refugio de los hermanos, frente al melodrama clásico. Los
personajes son incapaces de dominar las pulsiones y la familia se va desmoronando hasta
el trágico final que ya hemos avanzado.
33 Ver el libro conjunto sobre Arturo Ripstein La solución del bárbaro, en cuyos artículos se
esboza algunas partes de esta idea: AAVV, 1998.
moderna de corte shaskesperiano. El magnífico ejemplo de esta inversión es su magnífica 31
adaptación del texto de la Medea de Séneca, que traslada a un patio de vecinos del centro
de la Ciudad de México aquellos palacios y patios de Corinto. Se trata de Así es la vida.
Jasón, Nicolás en la película, es un don nadie, boxeador frustrado, fascinado por el dinero
del dueño de la corrala, acumulado a base alquiler las viviendas de la misma a precios
abusivos. Medea, Julia, es una curandera casada con él, que ha de soportar el divorcio
cuando Nicolás la repudia y pretende casarse con la hija de la Marrana, apodo con el que
se conoce al dueño de la finca. En un rizo absolutamente metacinematográfico, o más
bien, podríamos decir, una metaimagen, el coro griego se convierte en una mediocre
conjunto musical, que, a ritmo de bolero, el mismo bolero una y otra vez, las mismas
notas musicales, las mismas maracas, va cantando, y contando, la historia al modo de
parábola o fábula moralista. Se introduce en las acciones, pero siempre a través de las
pantallas de las televisiones de las casas de la corrala. En un magnífico guiño final, Julia-
Medea, tras quemar a su rival, por medio de sus artes de bruja-curandera, generando la
combustión espontánea del traje de novia en la cama donde ella dormía, con cámaras
de televisión cubriendo el suceso a la manera de la tele-basura, asesina a sus hijos en
lo alto de la escalera y la baja destrozada, sonámbula, pero liberada, como la estrella de
un music-hall. Sale de la casa de vecinos por vez primera al exterior, la cámara la sigue
hacia un taxi característico de la ciudad de México, que vemos seguidamente alejarse a
través de la televisión de su casa, hasta que esta se apaga. ¿Una metáfora de la imagen,
del mundo de la imagen en la que vivimos? En cualquier caso, un ejemplo del metacine,
sublimado en obra de arte para hablarnos de muchas más cosas que los que la película
cuenta por sí sola.
ALLIEZ E, Ed. (2002), Gilles Deleuze, una vida filosófica, «Sé cauto»/Euphorion, Cali/
Medellín.