Está en la página 1de 20

LA EDUCACIÓN EMOCIONAL: CONCEPTOS FUNDAMENTALES

1. La educación emocional

1. 1 ​El concepto de educación emocional Bisquerra (2000: 243) define la


educación emocional como: Un proceso educativo, continuo y permanente, que
pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del
desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo
de la personalidad integral.

Para ello se propone el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las


emociones con el objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos
que se planten en la vida cotidiana. Todo ello tiene como finalidad aumentar el
bienestar personal y social.

De esta definición se desprende que la educación emocional debe ser un proceso


intencional y sistemático, sin embargo, en la actualidad por lo genial se deja al
azar la educación emocional de los ciudadanos, con consecuencias más o menos
desastrosas.

Goleman (1996) propone como una posible solución forjar una nueva visión
acerca del papel que deben desempeñar las escuelas en la educación integral del
estudiante, reconciliando en las aulas emoción y cognición. En tal sentido, la
educación debe incluir en sus programas la enseñanza de habilidades tan
esencialmente humanas como el autoconocimiento, el autocontrol, la empatía y el
arte de escuchar, así como el resolver conflictos y la colaboración con los demás.

Para autores como Steiner y Perry (1997: 27) la educación emocional debe
dirigirse al desarrollo de tres capacidades básicas: “la capacidad para comprender
las emociones, la capacidad para expresarlas de una manera productiva y la
capacidad para escuchar a los demás y sentir empatía respecto de sus
emociones”
Por su parte Greeberg (2000: 41) sostiene que si queremos enseñar las
habilidades necesarias para la inteligencia emocional será necesario que en las
escuelas y, también, en los hogares, se fomente el tipo de entorno emocional que
ayude a las personas a desarrollarse emocionalmente, del mismo modo en que se
han creado entornos físicos que fomentan el desarrollo corporal e intelectual.

Bisquerra (2001: 8) advierte sobre la necesidad de diferenciar lo que podría


llamarse educación afectiva y educación del afecto. Al respecto afirma:

La educación emocional supone pasar de la educación afectiva a la educación del


afecto. Hasta ahora la dimensión afectiva en educación o educación afectiva se
ha entendido como educar poniendo afecto en el proceso educativo. Ahora se
trata de educar el afecto, es decir, de impartir conocimientos teóricos y prácticos
sobre las emociones.

1.2. La educación emocional desde la pedagogía.

La preocupación por la incorporación de las habilidades sociales y emocionales en


la educación no es nueva. A lo largo de la historia de la pedagogía, numerosos
han sido los pedagogos que han abogado por su inclusión en el currículum.
Flórez (2001: 17) destaca que en la indagación teórica centrada en la formación
se han encontrado ciertos sentidos que se han erigido como principios
pedagógicos que continúan vigentes en el discurso contemporáneo. Uno de esos
principios pedagógicos es el afecto y lo explica de la siguiente manera:

La primera matriz de formación humana es el afecto materno, cuyo suplemento y


relevo posterior en la sociedad moderna es la comprensión afectuosa del
maestro. La afectividad consciente, la motivación, el interés, la buena disposición,
los estímulos positivos, la empatía, son variaciones pedagógicas del principio que
articula la cabeza con el corazón, la razón con el sentimiento, lo cognitivo con lo
afectivo, como lo plantearon Comenius y Pestalozzi.
Por su parte Dewey (1933 en Elias, Hunter y Kress, 2001: 135) en su obra “Cómo
pensamos”, reflexionó profundamente acerca de la naturaleza de la escuela y
concluye que además de dedicarse a la formación académica, las escuelas deben
ser espacios donde los estudiantes aprendan acerca de la democracia, las
habilidades necesarias para preservarla, el estado mental reflexivo para avanzar
en ella y del clima social y emocional necesarios para ejercerla. En su libro,
expone en líneas generales algunas de las habilidades que son necesarias para
los ciudadanos en democracia – no sólo habilidades intelectuales sino también
habilidades sociales para el intercambio de perspectivas, el diálogo social y las
transacciones interpersonales.

1.3. Justificación de la educación emocional

La educación emocional se justifica en función de las siguientes premisas:

a. Desde la propia finalidad de la educación: el Informe a la UNESCO de la


Comisión Internacional sobre Educación para el siglo XXI, también llamado
“Informe Delors” propone a los países fundamentar sus esfuerzos educativos en
cuatro pilares básicos: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a ser y
aprender a vivir. Igualmente recomienda que “cada uno de estos pilares debería
de recibir una atención equivalente a fin de que la educación sea para el ser
humano en su calidad de persona y de miembro de la sociedad, una experiencia
global” (Delors, 1996: 96). El aprender a ser y el aprender a vivir, son aspectos
implicados en la educación emocional.

b. Desde el análisis de las necesidades sociales:​ el tipo de sociedad predominante


genera continuas tensiones emocionales por el estrés en el trabajo, el
hacinamiento en las grandes ciudades, los conflictos familiares, las noticias
constantes de guerras, la violencia, la marginalidad social. Todas estas
situaciones generan una gran vulnerabilidad emocional en los ciudadanos que se
ve constatada en las estadísticas que indican un aumento de personas con
trastornos emocionales y un elevado consumo de ansiolíticos y antidepresivos.

Estas necesidades generan demandas al sistema educativo, se reclama la


configuración de una nueva ciudadanía que sin renunciar a la defensa de sus
derechos participe en la construcción de una sociedad con un elevado nivel de
cohesión social, solidaridad y justicia social.

c. Desde el desarrollo de las investigaciones en el campo de la neurología y la


psicología​: en los últimos años se ha tenido un avance significativo acerca de las
inteligencias múltiples, la inteligencia emocional y del funcionamiento del cerebro
emocional. Especialmente las consideraciones acerca de la modificabilidad de la
inteligencia emocional, impone la consideración de estos avances en los procesos
educativos.

d. Desde el reconocimiento de los factores afectivos y motivacionales en el


proceso de aprendizaje​: las investigaciones han demostrado el papel que juegan
las actitudes positivas, de aceptación y autoeficacia, que favorecen el control
emocional y la realización de las tareas académicas con mayores expectativas de
logro.

e. Desde el avance de las tecnologías de la información y la comunicación s​ e


corre el peligro de que las relaciones interpersonales se vean limitadas por las
nuevas tecnologías donde prevalecen los trabajos en línea, los estudios a
distancia que pueden provocar un aislamiento del individuo que afecte su vida
emocional. Esta situación exige una educación que le brinde al individuo las
herramientas cognitivas, procedimentales y actitudinales que le permitan afrontar
con éxito esas nuevas demandas.

f​. Desde los resultados de los procesos educativos: los elevados índices del
fracaso escolar, las dificultades de aprendizaje, el nerviosismo ante los
exámenes, el abandono de los estudios, la indisciplina escolar son situaciones
que pueden provocar estados negativos como la apatía, la agresión, la depresión,
que deben ser atendidos desde los sistemas educativos.

1.4. Marcos teórico de la Educación Emocional

Los fundamentos de la educación emocional se encuentran en las aportaciones de


la pedagogía, la psicología y la neurociencia.
a. ​Aportes de la pedagogía:​ muchos pensadores a lo largo de la historia han
insistido en la importancia de la educación afectiva. De tal manera que pedagogos
como Pestalozzi, Monstesorri, Freinet, Freire, Simón Rodríguez y Prieto Figueroa
han insistido en la importancia de integrar lo cognitivo y lo afectivo en el proceso
educativo.

b. ​Aportes de las teorías de las emociones:​ Los aportes más contemporáneos en


las teorías de la emociones de Arnold (1970), Fridjda (1988), Lazarus (1991),
entre otros, han permitido penetrar en la comprensión de la complejidad de las
emociones y de los procesos emocionales.

c. ​La psicología humanista que defiende la bondad básica de los seres humanos,
así como su tendencia a lograr niveles cada vez más altos de desarrollo. Aunque
han sido numerosas las contribuciones a la psicología humanista, destacan los
aportes de Maslow (1982) y Rogers (1977, 1978), quienes señalan que una de las
metas de la educación es satisfacer las necesidades psicológicas básicas, ya que
no puede alcanzarse la autorrealización mientras no sean satisfechas las
necesidades de seguridad, pertenencia, dignidad, amor, respeto y estima.
Aspectos estos últimos totalmente relacionados con la afectividad.

d. La teoría de las inteligencias múltiples de Gardner (1995) hace un significativo


aporte a la educación al integrar los estudios de la mente y del cerebro,
corroborando que la mayoría de las personas posee un gran espectro de
inteligencias.

e. El concepto de inteligencia emocional:​ Salovey y Mayer (1990) y Goleman


(1996) han profundizado y difundido el concepto de inteligencia emocional, así
como destacado su importancia en la educación integral del individuo. Se resalta
la modificabilidad de la inteligencia emocional en el sentido de que a diferencia de
lo que ocurre con el cociente intelectual, la inteligencia emocional puede mejorar
a lo largo de la vida. Yoney (2000) reconoce que, aunque algunos rasgos de la IE
son determinados genéticamente, las habilidades de la IE pueden ser aprendidas
a través de la experiencia y también es posible desarrollarla a través de la
orientación profesional. Goldie (2002) sostiene que la idea esencial es que
nuestras emociones pueden educarse: se puede enseñar a reconocer las
emociones y se puede aprender a controlarlas.

f. Aportes de la neurociencia​: Desde el campo de la neurociencia, destacan las


contribuciones de MacLean (1993), Le Doux (1999) y Damasio (1994) que han
permitido profundizar el conocimiento acerca de la estructura del cerebro y de su
funcionamiento, contribuyendo a la construcción del concepto de cerebro
emocional.

1.5. Principios de la Educación Emocional

La educación emocional ha de entenderse como un elemento imprescindible para


la promoción de una personalidad integral. A partir de las aportaciones de
Bisquerra (2000, 2002) se destacan los principios siguientes:

a. El desarrollo emocional es una parte indisociable del desarrollo global de la


persona​: se concibe a la persona como una totalidad que abarca cuerpo,
emociones, intelecto y espíritu. En ese sentido, la educación debe atender a la
educación de los sentimientos, en función de desarrollar y recobrar la capacidad
de identificar los propios sentimientos, así como de expresarlos en forma auténtica
y adecuada.

b. La educación emocional debe entenderse como un proceso de desarrollo


​ ue abarca tanto lo personal como lo social e implica cambios en las
humano, q
estructuras cognitiva, actitudinal y procedimental.

​ ue debe
c. La educación emocional debe ser un proceso continuo permanente q
estar presente a lo largo de todo el currículum académico y en la formación
permanente.
d. La educación emocional debe tener un carácter participativo porque requiere de
la acción conjunta y cooperativa de todos los que integran la estructura
académico-docente-administrativa de las instituciones educativas y porque es un
proceso que exige la participación individual y la interacción social.

e. La educación emocional debe ser flexible porque cuanto debe estar sujeta a un
proceso de revisión y evaluación permanente que permita su adaptabilidad a las
necesidades de los participantes y a las circunstancias presentes

1.6. Objetivos de la Educación Emocional

La educación emocional persigue los siguientes objetivos generales:

a. Adquirir un mejor conocimiento de las propias emociones.

b. Identificar las emociones de los demás.

c. Desarrollar la habilidad de regular las propias emociones.

d. Prevenir los efectos perjudiciales de las emociones negativas intensas.

e. Desarrollar la habilidad para generar emociones positivas.

f. Desarrollar la habilidad de relacionarse emocionalmente de manera positiva con


los demás.

2. LOS CONTEXTOS DE APLICACIÓN DE LA EDUCACIÓN EMOCIONAL

La educación emocional debe ser un proceso continuo y permanente, presente en


el desarrollo de todo el currículum académico y en la formación a lo largo de la
vida, por ello sus implicaciones educativas pueden ubicarse tanto en el plano de
la educación formal como informal. Extremara y Fernández-Berrocal (2001)
plantean que los programas no deben implementarse sólo en épocas de crisis, lo
fundamental es su carácter educativo y preventivo. Recomiendan implementar
programas integrales y permanentes en el currículo, con aplicación a todos los
niveles escolares e incluyendo a la familia y el entorno social. Concebir la
educación emocional de esta forma, favorece establecer los cimientos que
permitan el desarrollo de las habilidades emocionales básicas hacia competencias
emocionales y estrategias de mayor complejidad

A partir de nuestra propia experiencia y de los aportes de los autores revisados,


especialmente de Goleman (1994, 1999), Bisquerra (2000), Antunes (2000), Ortiz

(2000), Gallego, Alonso, Cruz y Lizama (1999) se destacan a continuación


distintos contextos de aplicación:

2.1. El contexto familiar

El desarrollo de las habilidades implicadas en la inteligencia emocional comienza


en el hogar, principalmente a través de interacciones adecuadas entre padres,
hijos y hermanos. Esto ocurre a través del modelaje de los padres y de las
interacciones entre padres e hijos. A partir de sus respuestas a las situaciones de
la vida, los padres enseñan a sus hijos cómo identificar y manejar sus emociones,
apropiada o equivocadamente.

Incluso, los padres varían en la cantidad y tipo de información emocional que


proporcionan a los niños. Goleman (1996) sostiene que la familia es la primera
escuela de aprendizaje emocional y argumenta que el impacto que tiene este
temprano aprendizaje es profundo, puesto que el cerebro del niño tiene su máxima
plasticidad en esos primeros años de vida.

Bach (2001: 9) por su parte afirma: “Es en el entorno familiar donde el niño
descubre por primera vez sus sentimientos, las reacciones de los demás ante sus
sentimientos y sus posibilidades de respuesta ante ambas cosas”. Argumenta esta
autora que los niños dejarán de expresar e incluso de sentir aquellas emociones
que no sean captadas, aceptadas o correspondidas por sus padres, lo que
empobrecerá y restringirá su registro emocional. En consecuencia, es importante
que los padres sean capaces de estar en sintonía con las emociones de sus hijos,
pues la manera en que los padres manejen sus propias emociones y reacciones
ante las de sus hijos, determinará en gran medida las competencias emocionales
futuras de sus hijos.

En función de un desarrollo emocional apropiado para sus hijos, Gottman y


DeClaire en Antunes (2000: 69) sugieren a los progenitores que:

● Ayuden a los niños a identificar y etiquetar las diferentes emociones y


conectarlas con las situaciones sociales más próximas.
● Reconozcan la emoción como una oportunidad para el descubrimiento y la
transmisión de experiencias.
● Legitimen los sentimientos del niño con empatía.
● Ayuden a los hijos a nombrar y verbalizar sus estados emocionales
● Muestren los límites y propongan vías para que el niño, por sus propios
medios, resuelva sus problemas emocionales.

Cuando el niño ingresa a la educación formal es recomendable que sus padres


proporcionen una información amplia de cuál es el nivel de desarrollo de la
inteligencia emocional alcanzado hasta ese momento en el ambiente familiar. Este
reporte de los padres debe incluir, con claridad y precisión, aspectos relacionados
con la historia personal del niño, sus conductas más frecuentes, reacciones
extrañas, capacidad de adaptación, nivel o control alcanzado sobre las rutinas
diarias, aficiones y problemas o limitaciones más notables. Esta información
podría más tarde contrastarse con la observación cuidadosa y directa por parte del
educador. Este rol de los padres en el proceso de evaluación inicial del niño debe
continuar a lo largo de los primeros años de escolaridad. La educación emocional
dirigida a los padres puede abarcar cursos para padres, el apoyo emocional para
las familias, el entrenamiento comunicacional entre padres e hijos, así como la
atención individual y grupal sobre esta temática. Como lo afirma Bach (2001: 11),
la educación emocional de los padres les brinda la posibilidad de: “ … crecer junto
a sus hijos como personas, compartir con ellos sus ilusiones, debilidades e
inquietudes, descubrir quiénes son, qué sienten, qué quieren, qué esperan de la
vida y qué pueden ofrecerle a ésta y a sus hijos”. Igualmente, cuando es necesario
la educación emocional brinda a los padres la oportunidad de invertir los hábitos
emocionales negativos que heredaron y que los van reproduciendo y perpetuando
en la vida familiar.

En definitiva, la educación emocional de los padres revierte en el bienestar propio


y en el de sus hijos.

2.2. El contexto comunitario

Las relaciones sociales pueden ser una fuente de conflictos, tanto en la profesión
como en la familia, comunidad y cualquier contexto en el que se desarrolle la
persona.

Estos conflictos afectan a los sentimientos, de tal forma que en ocasiones pueden
llegar a producirse respuestas violentas incontroladas. Por otro lado, vivimos en
una sociedad en la que continuamente estamos recibiendo estímulos que nos
producen tensión emocional que conducen a una pérdida de la salud y de la
calidad de vida. Así mismo, como lo destaca Bisquerra (2000), en esta sociedad
de la información y de la comunicación de masas se corre el peligro que las
relaciones interpersonales queden sustituidas por las tecnologías de la
comunicación y ello puede provocar un aislamiento físico y emocional del
individuo. En el sentido de lo anteriormente expuesto, los gobiernos locales deben
preocuparse por la educación emocional de sus ciudadanos y comprometerse a
apoyar y promover programas orientados a tal fin, como talleres de desarrollo
personal, entrenamientos en técnicas de relajación, programas deportivos que
permitan canalizar la agresividad, la depresión y el estrés, promoción de la
convivencia y la solidaridad, entre otros.
Igualmente, debe prestarse atención a la programación televisiva que llega a la
población infantil y juvenil, de manera que sea más formativa y orientadora y no
promueva patrones de conducta equivocados.

2.3. El contexto Curricular

El contexto curricular ofrece múltiples situaciones en las que es necesario tener en


cuenta la relevancia de las competencias emocionales, tales como el diseño
curricular, la concepción de las organizaciones escolares y el papel del maestro,
entre otras.
2.3.1 En los diseños curriculares

Tradicionalmente los diseños curriculares han estado centrados en el


conocimiento científico y técnico y no en el conocimiento de las personas. Parece
ser que ese desinterés por la educación emocional está influyendo en muchas de
las disfunciones sociales y emocionales de nuestra época. Las habilidades de la
inteligencia emocional deben ser estimuladas desde el diseño curricular. El nuevo
marco laboral, con su énfasis en la flexibilidad, la adaptación, el trabajo en equipo
y la innovación, requieren de la formación de un profesional con un alto nivel de
competencias emocionales, incluso Goleman (1999, p. 51 y 52) afirma que “ las
aptitudes emocionales tienen el doble de importancia que las aptitudes meramente
técnicas o intelectuales” y expone que cerca de trescientos estudios patrocinados
por empresas diferentes subrayan que la excelencia de los trabajadores depende
más de las competencias emocionales que de las capacidades cognitivas. La
incorporación de estas capacidades como propósitos en los Proyectos Educativos
es ya una realidad en muchos países del mundo y a todos los niveles de la
escolaridad.

2.3.2. El rol del maestro en la educación emocional de los alumnos

Meyer y Turner (2002) destacan que el apoyo cognoscitivo es necesario pero no


suficiente en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Los resultados de las
investigaciones más recientes confirman que las actitudes afectivas de los
profesores juegan un papel importante tanto en lo académico o cognoscitivo como
en lo interpersonal. La impronta que los procesos educacionales hacen en el
futuro emocional de los alumnos puede entenderse en dos direcciones. Por un
lado, los procesos de escolarización están impregnados de un complejo de
relaciones personales que hacen una particular huella en las personas,
principalmente en los primeros años de formación. Por otro lado, en todos los
tiempos, el maestro ha constituido un modelo a seguir para sus alumnos, por lo
tanto la manera en que maneje sus emociones se constituye en un marco de
referencia para los alumnos. Martín y Bock (1997: 181) al respecto afirman que:

Los alumnos que tienen profesores inteligentes, desde el punto de vista


emocional, disfrutan asistiendo a la escuela, aprenden sin pasar miedo alguno y
van edificando una sana autoestima. Pero, sobre todo, la postura humana del
profesor trasciende a ellos.

Para los psicólogos educacionales es fundamental que toda persona que se


dedique a enseñar tenga habilidades para relacionarse con los alumnos en
diversas circunstancias.

Rasgos como flexibilidad, tolerancia, sentido del humor, capacidad para relajarse,
ser innovador y poder improvisar son primordiales en un maestro. Sin embargo, de
acuerdo con lo reportado por Simmonsen (1997), un estudio basado en análisis
internacionales en educación infantil, uno de cada cinco profesores no está
habilitado psicológicamente para relacionarse con los niños; lo que redunda en
dificultades en el aprendizaje y eventuales trastornos en la personalidad de los
niños.

El compromiso del docente con el desarrollo emocional de los alumnos no se


circunscribe sólo a las primeras etapas, sino que debe estar presente a lo largo de
todas las etapas del proceso educativo. El docente debe constituirse en un
mediador esencial de las habilidades emocionales en el alumno. Debe
seleccionar, programar y presentar al estudiante aquellos estímulos que
modifiquen su trayectoria emocional, le hagan sentirse bien consigo mismo y
desarrolle su capacidad para regular sus reacciones emocionales.

En el sentido de lo anteriormente expuesto, Gallego, Alonso, Cruz y Lizama (1999)


precisan que un buen profesional de la enseñanza debe tener conciencia de sus
propias emociones, tener la capacidad de controlar sus emociones, ser capaz de
motivarse a sí mismo, empatizar con sus alumnos, padres y colegas y tener
habilidades sociales para crear y mantener relaciones, para reconocer el conflicto
y saber solucionarlos, encontrar el tono adecuado para dirigirse a alumnos, padres
y colegas, entre otras capacidades.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Alexis-Boyd, L. (1998). The emotional life of teachers: A heuristic inquiry. Tesis


doctoral University of Cincinnati. Digital Dissertations, N° AAT 9919926.

Antunes, C. (2000). Estimular las inteligencias Múltiples. Madrid: Narcea.

Bach, E. (2001). Educación emocional. Los padres, los primeros. Temáticos de la


escuela española, I (1), 10-11. Barcelona: Cisspraxis.

Bisquerra, R. (2000). Educación emocional y bienestar. Barcelona: Praxis.

Bisquerra, R. (2001). ¿Qué es la educación emocional? Temáticos de la escuela


española, I (1), 7-9. Barcelona: Cisspraxis.

Damasio, A. (1994). El error de Descartes. Barcelona: Crítica.

Darder, P. (2001). Emociones y desarrollo personal. Temáticos de la escuela


española, I (1), 4-6. Barcelona: Cisspraxis.

Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana-UNESCO:

Díaz, D. y Reyes, R. (1994). Diseño Curricular para la Carrera de Educación.


Trabajo de ascenso no publicado. Universidad de Los Andes Táchira. Venezuela.

Elias, M., Hunter, L.& Kress, J. (2001). Emotional Intelligence and Education. En

Ciarrochi, J., Forgas, J. y Mayer, J. (2001). Emotional Intelligence in Everyday Life:


A Scientific Inquiry. (pp. 133-149). Philadelphia: Psychology Press.

Espejo, B. (1999). Hacia un modelo de educación integral: el aprendizaje


emocional en ¿ la práctica educativa. Revista de Ciencias de la Educación, 180,
521-535.

Extremera, N. y Fernández-Berrocal, P. (2001, marzo 24). El modelo de


Inteligencia
Emocional de Mayer y Salovey (1997): Implicaciones educativas para padres y

profesores. III Jornadas de Innovación Pedagógica. Granada, España.

Flórez, R. (2001). El campo disciplinar de la pedagogía. En Flórez, R. y Tobón, A.

Investigación educativa y pedagógica. (pp. 13-26). Bogotá: McGraw Hill.

Fridja, N. (1993). Moods, emotion episodes and emotions. En Levis, M. y Haviland,


J. (Eds.) Handbooks of emotions. (pp. 381-403). Nueva York: Guilford.

Freinet, Célestin (1979). Parábolas para un Pedagogía Popular. Los dichos de


Mateo. Barcelona: Laia.

Freire, Paulo. (1997). Pedagogía de la autonomía. México: Siglo XXI.

Gallego, D., Alonso, C, Cruz, A. y Lizama, L. (1999). Implicaciones Educativas de


la Inteligencia Emocional. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Gardner, H. (1995). Inteligencias Múltiples. Paidós: Barcelona.

Gardner, H. ( 2001). La inteligencia reformulada. Barcelona: Paidós.

Goleman, D. (1996). La inteligencia emocional. Buenos Aires: Javier Vergara


Editor.

Goleman, D. (1999). La práctica de la inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.

Greenberg, L. (2000). Emociones: una guía interna. Bilbao: Desclée De Brouwer.

Greenspan, S (1998). El crecimiento de la mente. Barcelona: Paidós.

Güel, M. y Muñoz, J. (2000). Desconócete a ti mismo: Programa de alfabetización


emocional. Barcelona: Paidós. Güel, M. y Muñoz, J. (2002). Programa de
alfabetización emocional. Desconócete a ti mismo. Temáticos de la escuela
española, I (1), 20-21. Barcelona: Cisspraxis.
King, D. H. (1999). Measurement of differences in emotional intelligence of
preservice educational leadership students and practicing administrators as
measured by the multifactor emotional intelligence scale. Doctoral dissertation,
East Carolina University, Jacksonville.

Lazarus, R. (1991). Emotion and adaptation. Nueva York: Oxford University Press.

LeDoux, J. (2002). El aprendizaje del miedo: de los sistemas a las sinapsis. En

En Morgado, I. (Edit.). Emoción y Conocimiento. La evolución del cerebro y la


inteligencia. (pp. 107-133) Barcelona: Tusquets.

LeDoux, J. (1999). El cerebro emocional. Barcelona: Ariel/Planeta.

MacLean, P. (1993). Cerebral evolution of emotion. En Levis, M. y Haviland, J.


(Eds.)

Handbooks of emotions. (pp. 67-83). Nueva York: Guilford.


McFarland, B. (1999). Out of chaos comes emotional intelligence: Integrating

behavioral strategies into the educational environment of adolescents. Tesis de


Maestría.

Prescott College. Digital Dissertations, Publicación N° AAT 1396873.

Maslow, A. (1982). La amplitud potencial de la naturaleza humana. México:Trillas.

McFarland, B. (1999). Out of chaos comes emotional intelligence: Integrating

behavioral strategies into the educational environment of adolescents. Tesis de


Maestría.

Prescott College. Digital Dissertations, Publicación N° AAT 1396873. [Consulta:

2002, enero 13]

Ministerio de Educación (1998). Currículo Básico Nacional. Caracas.

Ohm, P. (1998). Emotional Intelligence. A different kind of smart. Teaching for


success

through an emotion-based mode. Trabajo de Maestría no publicado. Prescott


College.

Digital Dissertations, Publicación N° AAT 1391459.

Ortiz, E. (2000). Inteligencias múltiples en la educación de la persona. Bogotá.

Cooperativa Editorial Magisterio.

Prieto. L. (1985). Principios Generales de la Educación. Caracas: Monte Avila

Editores.

Rogers, C. (1978). Libertad y creatividad en educación. Buenos Aires: Paidós.


Rogers, C. (1977). El proceso de convertirse persona. Buenos Aires: Paidós.

Shapiro, L. (1997).La inteligencia emocional de los niños. Bilbao: Grupo Zeta.

Simomsen, E. (1997) Maestros reprobados. Revista ¿ Qué pasa?, 1384, 27 de


octubre

de 1997. Chile.

Steiner, V. y Perry, R. (1998). La educación emocional. Buenos Aires: Javier


Vergara

Editor.

Tapia, M. (1998). A study of the relationships of the emotional intelligence


inventory.

Tesis doctoral University of Alabama. Digital Dissertations, Publicación N° AAT

9907040.

Vivas, M. (1999). Curso de Iniciación Universitaria para los alumnos de la Carrera


de

Educación del Núcleo Táchira de la Universidad de los Andes. Revista Lumen XXI,
II,

(2). Universidad Rómulo Gallegos, Venezuela.

Yöney, H. (2001). Emotional Intelligence. Marmara Medical Journal, 14, Issue1,


47-

52.

También podría gustarte