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Critica del libro pa’ que se acabe la vaina

Valeria Caicedo sanchez

Grado Décimo

Núcleo de Comunicación y expresión

Brenda Ledesma Martínez

Colegio Comfandi palmira

Palmira-Valle del cauca

2020
Guion critica del libro:

Se puede deducir y reflexionar en esta obra frente al tema de Colombia con el


resto del mundo los retos que presenta el país en cuanto a su sistema cultural,
geográfico social, y político para agudizar un sentimiento de critica que se
presenta en la reflexión especialmente en los fenómenos perjudiciales de las
entidades corruptas e infames internas y externas de nuestro país.

El reflejo de las situaciones de pobreza y de insuficiencia que han flagelado gran


parte de la sociedad colombiana las pone como principales causas, pues la
violación de las leyes provienen de sus mismos creadores, es decir las clases
gobernantes.

La realidad nacional avanza cada vez más rápido, y todo indica que a los antiguos
poderes se les complicara mucho el seguir doblegando el país a sus avaros
beneficios. Hay una nueva ciudadanía que está cansada e indignada.

Mi conclusión del libro pa’ que se acabe la vaina es un texto explicativo de lectura
sencilla con grandes observaciones y un gran repaso de la historia colombiana.

Diario del libro, conclusión:

En el libro el tema principal son los desafíos que presenta un país con la diversidad geográfica y
cultural de Colombia.

Es tan infame la realidad colombiana, tan dolorosa su historia que cuenta también con una gran
cantidad de infamias que no bastaría solo un libro para expresar todos estos aspectos.
En este libro hay indignación pero también hay generosidad y es que es realmente inquietante en
la manera en cómo se ve a las guerrillas, a Manuel Marulanda y en general al fenómeno del
narcotráfico y hace que se pregunte si acaso los sectores que han protagonizado guerras tan
terribles contra el estado, no estarían, más bien, formados por gente talentosa a la que no le dieron
espacio y que decidió abrir sus propios caminos.
La guerra de los Mil Días, dice Ospina, fue la última en la que estuvo “la Violencia de los años
cincuenta, una de las más escalofriantes guerras nacionales, sólo tuvo como ejecutores a los
pobres de ambos partidos que nada tenían que ganar en ella. En adelante, la guerra fue entre
fracciones del pueblo fanatizadas por la dirigencia, o entre el estado a los que había que
exterminar porque no representaban ninguno de los valores que la élite estaba dispuesta a
respetar”. Así, las grandes perversiones y tragedias del pueblo no son otra cosa que el resultado
de las omisiones y la irresponsabilidad del poder; dice Ospina”
La realidad nacional pareciera cambiar cada vez más rápido y al ser conscientes de que no
tenemos el interés de comprender que pasaba cuando se empezaba a escuchar sobre nuevos
acontecimientos angustiosos, comprendemos que la reflexión es inútil si se concentra en estos
nuevos sucesos que ocurren cada día en lugar de preguntarse cuál es el motivo y la causa que los
inicia. Ospina menciona solo los últimos quince años y al proceso de paz, precisamente porque
comprende que en ninguno de ellos dos están las causas y quizás tampoco esté la solución. No
hubo interés en garantizar la libertad individual, ni la igualdad ante la ley, ni tampoco la posibilidad
de que otras ideas se manifestaran en cuanto al entorno de la política. Ospina dice que, en
cualquier país, despreciar a los pobres es atentar contra el orden moral sin el cual no es posible la
vida como comunidad, y también de lo que hicieron otros países en Latinoamérica y que pareció
sumergirse en Colombia.
También surgen preguntas como… ¿Por qué tantos procesos “valiosos” fueron frustrados en algún
momento? Porque, dice Ospina, “la república no era el nombre de un proyecto nacional coherente
sino el nombre de un conjunto de negocios particulares”.
El problema entonces no eran bandoleros, las guerrillas liberales, o el comunismo internacional; ya
que, a medida que se avanza en el libro, cada vez se hace más notorio que la ideología
anticomunista que tan profundo ha llegado en nosotros es solo el pretexto que oculta una lectura
media del mundo: "La asombrosa respuesta dice, es que la élite colombiana no odia al comunismo
sino al liberalismo y lo que odia y teme son los movimientos sindicales, todos esos instrumentos de
la democracia liberal, porque pertenece a un sistema de linajes y de repulsiones anterior a la
modernidad".
William Ospina hace referencia al proceso de paz, pero anotándolo en algo más grande que ha
estado creciendo en los últimos años, algo que se ha ido creciendo poco a poco, y no exactamente
en forma de una ideología o partido. Lo de ahora no es tanto la defensa de beneficios grupales,
sino la conciencia colectiva de que sólo es posible un proyecto que reconozca la dignidad y la
importancia de cada individuo.
La circunstancia a la que puede estar haciendo alusión este libro no es a la disputa de los actores
armados en La Habana, sino lo que se habla hoy en los sectores populares, académicos, entre
otros. “Algo está cambiando en Colombia”, dice. Hay una nueva ciudadanía, y está indignada.
En Colombia se dice que sólo los políticos pueden hacer política, que sólo los juristas pueden
entender las leyes y hablar de justicia, y en ese caso desafortunado hasta el economista les dice a
los estudiantes que ellos no saben hacer cuentas. Como conclusión pienso que esto es lo más
importante o relevante de ‘Pa que se acabe la vaina’, mientras las medidas económicas han sido
desastrosas, las leyes han sido en cierta parte vulneradas y la consternación no deja de volver en
diferentes épocas o momentos; Colombia ha resistido y William Ospina nos recuerda que, a pesar
de los diferentes acontecimientos, no hay algo lo suficientemente “malo” como para frenar la
búsqueda de la libertad de un pueblo.

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