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Línea del tiempo de la historia de la ló gica

Se considera que Aristó teles fue el fundador de la ló gica, allá por el siglo IV a. C. Aristó teles definió la
ló gica como "ciencia que estudia los razonamientos correctos", por lo que la entendía como un
instrumento al servicio de las demá s ciencias. Cualquier ciencia (la física, por ejemplo) debe construirse
con razonamientos correctos, por lo que la ló gica será de gran utilidad al ser su cometido el establecer
las formas correctas de razonamientos (de ahí que se la considere como una ciencia formal, pues no se
interesa por el contenido de los razonamientos, sino por su forma).

Para Aristó teles existía un tipo de razonamiento especialmente ú til para la ciencia: el silogismo.
Un silogismo es un razonamiento de tipo deductivo que consta de dos premisas y una conclusió n
(que se deduce necesariamente de las premisas). A continuació n tienes un ejemplo de silogismo:

(Primera premisa) Ningú n idioma muerto se habla en la actualidad.

(Segunda premisa) El españ ol se habla en la actualidad.

(Conclusió n) El españ ol no es un idioma muerto.

Durante muchos siglos, las obras ló gicas de Aristó teles (que se conocieron con el nombre latino de
Organon) fueron estudiadas y comentadas, pero sin producirse ningú n avance significativo.

Un buen ejemplo de ello lo constituye el filó sofo medieval Pedro Abelardo, que destacó por su gran
dominio de la silogística y sus estudios sobre el significado de los términos. Pero la ló gica de Abelardo,
así como la de los pensadores medievales en general, no va má s allá de la de Aristó teles. Estudiaron en
profundidad al pensador griego, al que consideraron como un maestro, asumiendo que su ló gica era
una obra terminada a la que no se podía añ adir nada nuevo.

Esta opinió n se mantuvo hasta el siglo XVIII, en el que un filó sofo de la talla de Kant pensaba que
Aristó teles había llevado la ciencia de la ló gica hasta su perfecció n, por lo que era imposible que
hubiera modificaciones de importancia (en realidad algunos pensadores, como el renacentista Francis
Bacon, habían planteado un nuevo Organon, una nueva ló gica distinta de la de Aristó teles).

Pero este panorama cambió radicalmente a partir del siglo XIX. A partir de este momento comienza una
estrecha relació n entre la ló gica y las matemá ticas. La ló gica se utilizará para estudiar la validez de las
deducciones matemá ticas y será sometida a un proceso de formalizació n simbó lica. Esto quiere decir
que para realizar los aná lisis ló gicos se empleará un lenguaje simbó lico similar al de las matemá ticas.

En esta tarea destacaron autores como Frege (1848-1925), Russell (1872-1970) y Whitehead (1861-
1947). De esta forma nace la ló gica moderna, también llamada ló gica simbó lica o matemática.

2ª. ¿Cuá l es el propó sito de la ló gica?

Como hemos visto la ló gica clá sica (desde Aristó teles hasta el siglo XIX) se entiende como la ciencia que
estudia los razonamientos correctos, centrá ndose especialmente en los silogismos. La ló gica moderna
(desde el siglo XIX hasta la actualidad), sin embargo, asume como tarea un propó sito de caracter má s
general: el estudio de las formas validas de demostració n o inferencia, es decir, la manera en que ciertas
verdades son demostradas a partir de otras previas (sea de forma inductiva o deductiva). De esta forma
la ló gica de Aristó teles es hoy en día una pequeñ a parte de la ló gica, conocida como ló gica de clases o de
predicados (que estudiaremos má s adelante).

Para llevar a cabo este estudio, la ló gica se constituye como un cá lculo o sistema formal axiomá tico: no
te asustes, se trata simplemente de un lenguaje artificial constituido por signos y reglas, que permite
"calcular", es decir, demostrar ciertas verdades a partir de otras ya establecidas a través de una serie de
pasos (las operaciones del cá lculo).

La ló gica actual ofrece un panorama de extraordinaria diversidad. Esto quiere decir que no hay un
ú nico cá lculo o sistema ló gico, sino multitud de ellos que se diferencian por los símbolos (y el
significado de los mismos) o las reglas que utilizan.

Una primera clasificació n divide la ló gica en ló gicas clá sicas y ló gicas no clá sicas.

Las ló gica: Principio de no contradicció n: afirma que dos proposiciones contradictorias no pueden ser
verdad al mismo tiempo. Por ejemplo, no puede ser verdad que llueva y no llueva al mismo tiempo en el
mismo sitio.as clá sicas son aquellas que respetan ciertos principios bá sicos, entre los que destacan:

Principio del tercero excluido: afirma que entre dos proposiciones contrarias una de las dos ha de ser
necesariamente verdadera. Tomemos el ejemplo anterior: llueve y no llueve; una de las dos tiene que
ser verdadera, no pueden ser las dos falsas (o llueve o no llueve, no hay una tercera posibilidad).

Principio de identidad: dice que una proposició n es siempre idéntica a sí misma, o que afirmar la
identidad de una proposició n consigo misma es siempre verdadero (A=A es verdad).

Las ló gicas clá sicas suelen dividirse en dos grandes apartados:

Ló gica de enunciados o proposicional, que estudiaremos en el Tema 2. Constituye la parte má s


elemental de la ló gica.

Ló gica de clases o de predicados, que estudiaremos en el Tema 3.

Los tres principios expuestos anteriormente parecen evidentes, por lo que podríamos pensar que
cualquier sistema ló gico debería respetarlos. No es así: las ló gicas no clá sicas se caracterizan
precisamente por no respetar alguno (o varios) de dichos principios.

Las ló gicas no clá sicas má s desarrolladas son las ló gicas plurivalentes, para las que una proposició n no
tiene por qué ser necesariamente verdadera o falsa, sino que puede adoptar otros valores de verdad
(por ejemplo, probablemente verdadera o probablemente falsa). Por tanto, no respeta el principio del
tercero excluido.

La ló gica plurivalente má s conocida es la ló gica difusa o borrosa, muy relacionada con los ú ltimos
avances en inteligencia artificial.

Fundador de la tyeroria de la logica

Se considera a Aristó teles el fundador de la ló gica como propedéutica o herramienta bá sica para todas
las ciencias. Aristó teles fue el primero en formalizar los razonamientos, utilizando letras para
representar términos. Esta precisió n debe ser tomada en cuenta puesto que la ló gica es anterior a
Aristó teles en su vertiente de ló gica informal, como él mismo reconoce.10 También fue el primero en
emplear el término «ló gica» para referirse al estudio de los argumentos dentro del «lenguaje
apofá ntico» como manifestador de la verdad en la ciencia. Sostuvo que la verdad se manifiesta en el
juicio verdadero y el argumento vá lido en el silogismo: «Silogismo es un argumento en el cual,
establecidas ciertas cosas, resulta necesariamente de ellas, por ser lo que son, otra cosa diferente». Se
refirió en varios escritos de su Ó rganon a cuestiones tales como concepto, proposició n, definició n,
prueba y falacia. En su principal obra ló gica, los Primeros analíticos, desarrolló el silogismo, un sistema
ló gico de estructura rígida. Aristó teles también formalizó el cuadro de oposició n de los juicios y
categorizó las formas vá lidas del silogismo. Ademá s, Aristó teles reconoció y estudió los argumentos
inductivos, base de lo que constituye la ciencia experimental, cuya ló gica está estrechamente ligada al
método científico. La influencia de los logros de Aristó teles fue tan grande que en el siglo XVIII
Immanuel Kant llegó a decir que Aristó teles había prá cticamente completado la ciencia de la ló gica.

En Europa, Aristó teles fue el primero en desarrollar la ló gica. La ló gica aristotélica fue ampliamente
aceptada en ciencias y matemá ticas y permaneció en uso amplio en Occidente hasta principios del siglo
XIX. El sistema de ló gica de Aristó teles fue responsable de la introducció n del silogismo hipotético, de la
ló gica modal temporal, de la ló gica inductiva, así como de términos influyentes tales como términos,
predicables, silogismos y proposiciones. En Europa durante el ú ltimo período de la época medieval, se
hicieron grandes esfuerzos para demostrar que las ideas de Aristó teles eran compatibles con la fe
cristiana. Durante la Alta Edad Media, la ló gica se convirtió en el foco principal de los filó sofos, que
participarían en aná lisis ló gicos críticos de los argumentos filosó ficos, a menudo utilizando variaciones
de la metodología del escolasticismo. En 1323, William de Ockham influyente Summa Logicae fue
publicado. En el siglo XVIII, el enfoque estructurado de los argumentos había degenerado y había caído
en desgracia, como se muestra en el juego satírico de Holberg Erasmus Montanus.

Los filó sofos estoicos introdujeron el silogismo hipotético y anunciaron la ló gica proposicional, pero no
tuvo mucho desarrollo. El término «ló gica» se encuentra en los antiguos peripatéticos y estoicos como
una teoría de la argumentació n o argumento cerrado.11 De este modo la forma argumentativa
responde al principio de conocimiento que supone que representa adecuadamente la realidad.12 Por
ello, sin perder su condició n de formalidad, no son formalistas y no se acaban de desprender de las
estructuras propias del lenguaje.13Por otro lado, la ló gica informal fue cultivada por la retó rica, la
oratoria y la filosofía, entre otras ramas del conocimiento. Estos estudios se centraron principalmente
en la identificació n de falacias y paradojas, así como en la construcció n correcta de los discursos.

En el periodo romano la ló gica tuvo poco desarrollo, má s bien se hicieron sumarios y comentarios a las
obras recibidas, siendo los má s notables: Ciceró n, Porfirio y Boecio. En el período bizantino, Filopó n.

Hasta el siglo XIX, la ló gica aristotélica y estó ica mantuvo siempre una relació n con los argumentos
formulados en lenguaje natural. Por eso aunque eran formales, no eran formalistas. Hoy esa relació n se
trata bajo un punto de vista completamente diferente. La formalizació n estricta ha mostrado las
limitaciones de la ló gica tradicional o aristotélica, que hoy se interpreta como una parte pequeñ a de la
ló gica de clases.

A través del latín en Europa occidental y de distintas lenguas orientales como el á rabe, armenio y
georgiano, la tradició n aristotélica fue considerada de forma especial para la codificació n de las leyes
del razonamiento. Solo a partir del siglo XIX cambió este enfoque.

La ló gica difusa está muy relacionada con los ú ltimos avances en inteligencia artificial. Si amplias la
informació n en el enlace anterior, puede serte ú til para la tarea del tema.

Otros tipos de ló gica no clá sica son la ló gica intuicionista o la ló gica cuá ntica (relacionada con los
fenó menos de la física cuá ntica).
Por otra parte tenemos sistemas ló gicos que tratan de acercarse a nuestros razonamientos cotidianos,
introduciendo nociones como "siempre", "nunca", "obligatoriamente", "antes", etcétera (en general
expresiones que califican de distintos modos la verdad de los enunciados).

Reciben el nombre de ló gicas modales y las má s importantes son:

Ló gica modal: se ocupa de nociones como necesidad, posibilidad o imposibilidad.

Ló gica deó ntica: trata de nociones morales, como obligatorio o permitido.

Ló gica temporal: incorpora nociones temporales, como siempre, nunca, antes o después.

Otra forma interesante de ló gica, que estudiaremos en el Tema 4, es la ló gica informal. Esta no utiliza un
lenguaje formal simbó lico, sino que se ocupa de aquellos argumentos que utilizamos en el lenguaje
ordinario y que ofrecen algú n aspecto de interés desde el punto de vista ló gico, como las falacias
(argumentos aparentemente correctos pero ló gicamente falsos) o las paradojas (argumentos que
conducen a contradicciones aparentemente irresolubles).

En los apartados anteriores expusimos que la ló gica moderna, llamada ló gica simbó lica o matemá tica,
se presenta en forma de cá lculo o sistema formal axiomá tico. Un cá lculo es un lenguaje artificial
compuesto por varios elementos. Los componentes fundamentales de un sistema formal axiomá tico son
los símbolos, las reglas y los axiomas.

Los símbolos son los signos con los que "escribimos" en nuestro cá lculo. En el caso de la
aritmética tenemos, por una parte, los símbolos numéricos: 1, 2, 3, 4, etc, y, por otra parte, los
símbolos operadores: "x" (multiplicació n), ":" (divisió n), "+" (suma), etc. Con los símbolos
construimos "frases" en nuestro lenguaje: 4+3=7; 9:3=3. Para ayudarnos a escribir frases
complejas utilizamos símbolos auxiliares: "( )" (paréntesis), "[ ]" (corchetes)..., y así podremos
escribir "(4+2)x3=18", que no es igual a "4+(2x3)=10".

Las reglas estipulan có mo escribir correctamente las frases con símbolos. Por ejemplo, en
matemá ticas no es correcto escribir: 5+:3, es decir, no podemos poner dos operadores seguidos,
pues la frase carece de sentido. Por tanto, las reglas que estipulan cómo escribir
correctamente las frases se denominan reglas de formación de frases.

Hay reglas que permiten transformar unas frases en otras y, por tanto, deducir e inferir
frases a partir de otras. Son las llamadas reglas de transformación o de inferencia. Por
ejemplo, si tenemos la expresió n aritmética "20:10" podemos transformarla en "10:5" porque la
divisió n da el mismo resultado en ambos casos.

Los axiomas son proposiciones tan claras y evidentes que se admiten sin necesidad de
demostración. En aritmética se utilizan muchos axiomas. Uno, por ejemplo, es el que define la
propiedad de la conmutatividad de la multiplicació n (el orden de los factores no altera el
producto): es lo mismo 4x3 que 3x4 (4x3=3x4).

Pues bien, nuestro juego, el acertijo MU, constituye un sistema formal axiomá tico que contiene los
elementos bá sicos de todo sistema formal: símbolos, reglas y axiomas. Veamos en qué consisten.

Ló gica
Ciencia de las formas y de las leyes del pensamiento. En ló gica como en toda la filosofía, la lucha
entre las corrientes materialista e idealista ha proseguido siempre y prosigue todavía. La ló gica
idealista separa las formas y las leyes del pensamiento, del mundo objetivo, que existe
independientemente de la conciencia humana. De acuerdo con esta falsa concepció n, el hombre,
apoyá ndose en ignoradas propiedades innatas, establece arbitrariamente las reglas y las leyes del
pensamiento sin preocuparse de si se halla de acuerdo con la realidad objetiva. De ese modo, la ló gica
idealista no reú ne al hombre y a la naturaleza, sino que los separa y opone. La ló gica materialista,
marxista, considera las formas y las leyes del pensamiento como un reflejo de la realidad objetiva. El
conocimiento humano tiene por objeto reflejar fielmente la naturaleza, penetrar sus leyes, sin lo cual no
sería posible ninguna actividad prá ctica consciente. Lejos de levantar una barrera entre el hombre y la
naturaleza, la ló gica materialista, la ú nica verdaderamente científica, reú ne a ambos y ayuda al hombre
a conocer las leyes objetivas, a utilizarlas en su interés.

En sus Cuadernos filosóficos (ver), Lenin ofrece una profunda definició n materialista de la ló gica: “La
ló gica es la ciencia que estudia no las formas exteriores del pensamiento, sino las leyes del desarrollo
de ‘todas las cosas materiales, naturales y espirituales’, es decir, las leyes que rigen el devenir de todo el
contenido concreto y el conocimiento del universo; ella representa el balance, la suma, la conclusió n de
la historia del conocimiento del mundo” (Ed. rusa). Las leyes de la ló gica son los reflejos del mundo
objetivo en la conciencia subjetiva del hombre.
La lucha entre el materialismo y el idealismo impregna toda la historia del desarrollo de la ló gica. En
la Grecia antigua, esa ciencia era ya un método para polemizar, que oponía dos opiniones contrarias.
Los filó sofos materialistas griegos consideraban la naturaleza como un proceso en desarrollo. Por lo
tanto, su ló gica tenía un cará cter dialéctico. En la filosofía de Heráclito (ver) los gérmenes de la ló gica
dialéctica aparecieron con má s brillo. El mérito de haber formulado los principios de la ló gica
corresponde a Aristó teles, creador de la lógica formal (ver). Fue él quien primero estudió
sistemá ticamente el pensamiento y sus leyes, clasificó los juicios, fundó la teoría de los razonamientos,
&c. A pesar de su tendencia idealista, la ló gica de Aristó teles no separa las formas del pensamiento del
ser. “En Aristó teles”, escribe Lenin, “se ve en todas partes confundirse la ló gica objetiva con la ló gica
subjetiva, pero de modo tal que la ló gica objetiva sobresale en todas partes” (Cuadernos filosóficos, Ed.
rusa). En la ló gica aristotélica se alían importantes elementos dialécticos al curso metafísico. Aristó teles
se alza contra la teoría de la contradicció n de las cosas, enseñ ada por Herá clito. Su ló gica fue
ampliamente utilizada por la filosofía medieval: los escolá sticos la habían transformado en medio para
demostrar “verdades” teoló gicas.
En los tiempos modernos, la ló gica recibió nuevos adelantos gracias al desarrollo de las ciencias
experimentales. A este respecto, es preciso reseñ ar muy particularmente el papel de F. Bacon (ver).
Contrariamente a Aristó teles, que estudió principalmente la ló gica deductiva, Bacon es el creador de la
ló gica inductiva, es decir, de un sistema de reglas y procedimientos que permiten llegar a lo general a
partir de los hechos particulares. Posteriormente, la ló gica tomó un cará cter cada vez má s formal. La
ruptura entre la ló gica y la naturaleza, entre las formas del pensamiento y su contenido objetivo,
alcanza su punto culminante en la filosofía de Kant (ver). Su ló gica, formalista y metafísica, se funda en
la oposició n entre la realidad considerada aló gica, es decir, desprovista de toda ló gica objetiva, y el
pensamiento ló gico propio del hombre, a priori, independientemente de la experiencia del mundo
exterior. La teoría de Kant fue criticada por Hegel (ver), creador de un sistema de ló gica dialéctica que
señ aló un progreso importante en el desarrollo de las doctrinas ló gicas. Pero la ló gica de Hegel es
también idealista. A la ruptura kantiana entre la ló gica y la naturaleza, Hegel opone el principio de
identidad del ser y del pensamiento. De acuerdo con esta filosofía, la ló gica del pensamiento, de las
ideas, de los conceptos, sería la fuente y la base del desarrollo del mundo material. En su lucha contra la
ló gica metafísica, Hegel creó la ló gica dialéctica, pero en su conjunto, su ló gica idealista no podía servir
de instrumento del conocimiento.
Hacia mediados del siglo XIX, la filosofía materialista rusa de vanguardia aportó una contribució n
importante al progreso de la ló gica. Belinski (ver), Herzen (ver), Chernishevski (ver), criticaron la ló gica
idealista de Hegel y la reestructuraron en el espíritu del materialismo filosó fico. Sin embargo, só lo el
marxismo colocó la ló gica sobre un só lido terreno científico.
La ló gica dialéctica, poderoso instrumento del conocimiento humano, es estudiada profundamente
en los trabajos de los clá sicos del marxismo-leninismo. Estos comenzaron por establecer en términos
precisos el lugar y el alcance de la ló gica formal, tradicional, y las relaciones entre esta ló gica elemental
y la ló gica dialéctica. Lejos de negar la necesidad de la ló gica formal, una vez eliminadas las
deformaciones idealistas y escolá sticas, el marxismo destaca su papel en el establecimiento de las
reglas elementales del pensamiento científico. Pero la ló gica formal no es má s que el grado inferior de
la ló gica, comparable, como lo dice Engels, a las matemá ticas elementales. La ló gica formal enfoca los
fenó menos y los objetos al margen de sus correlaciones y de sus interdependencias, como si fueran
inmó viles e inmutables. No tiene en cuenta el desarrollo, los cambios, las contradicciones de las cosas,
&c. Las leyes del pensamiento que establece la ló gica formal, reflejan los objetos independientemente
de los procesos que se desarrollan en su seno. Esta manera de abordar la naturaleza era histó ricamente
necesaria. “Había que investigar las cosas antes de poder investigar los procesos. Había que saber lo
que era tal o cual objeto, antes de pulsar los cambios que en él se operaban” (Engels, “Ludwig
Feuerbach y...”, en Marx/Engels, Obras escogidas, t. II, p. 362, Ed. esp., Moscú , 1952). La ló gica formal no
es menos indispensable cuando se trata del desarrollo mental del individuo. Por ejemplo, un niñ o es
incapaz de concebir los objetos como procesos antes de haberlos conocido como estables e invariables.
Ademá s, en su vida cotidiana, el hombre tiene que tratar con cosas y relaciones simples para cuyo
conocimiento, las reglas elementales de la ló gica son perfectamente suficientes. Pero lo que es
suficiente para comprender las cosas y las relaciones simples, es insuficiente para el conocimiento
científico de fenó menos y relaciones complejas. En ese sentido, la ló gica formal tiene sus límites, má s
allá de los cuales, es inoperante. La ló gica formal, indica Lenin, “recurre a definiciones formales, se
ocupa de lo que es má s habitual, o de lo que salta a la vista, y no puede ir má s lejos... La ló gica dialéctica
exige que hagamos algo má s. Para conocer realmente un objeto, es preciso estudiar todos sus aspectos,
todos los vínculos y los eslabones intermedios. No llegaremos jamá s a hacerlo de una manera completa,
pero esta exigencia de universalidad nos pondrá al abrigo de los errores y del dogmatismo. Primer
punto. En segundo lugar, la ló gica dialéctica exige que el objeto sea considerado en su devenir, desde el
ángulo de su ‘automovimiento’ (como dice Hegel a veces), de su cambio” (Obras, Ed. rusa). Por eso, la
ló gica dialéctica pone en manos del hombre de ciencia un instrumento fiel y por lo tanto poderoso, de
conocimiento del mundo objetivo en toda su complejidad, en su desarrollo y en su cambio, capaz de
tener en cuenta el pasaje de una forma a otra, &c.

El marxismo puso término a esa ruptura característica de la filosofía burguesa entre la teoría del ser
y la teoría del conocimiento, de las leyes del pensamiento. Lenin subraya que la dialéctica, la ló gica y la
teoría del conocimiento, representan una sola y misma cosa, pues la ló gica no puede crear leyes del
pensamiento que no concuerden con las leyes del propio ser. La dialéctica materialista que pone en
claro las leyes má s generales del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, es al mismo tiempo, la
ló gica superior del pensamiento. Las leyes de la dialéctica son también las leyes del pensamiento; la
dialéctica subjetiva expresa la dialéctica objetiva. Por eso la ló gica dialéctica establece como principio
esencial que los conceptos y las categorías no son creaciones del hombre, sino reflejos de las leyes
objetivas del desarrollo de la naturaleza y la sociedad.

Lejos de permanecer inmó viles y rígidos, los conceptos y las categorías de la ló gica son flexibles,
movedizos, son reflejos adecuados de los procesos que se desenvuelven en el mundo objetivo. La ló gica
dialéctica exige que los conceptos y las categorías estén ligados entre sí, estén en acció n recíproca como
los fenó menos objetivos que reflejan. Lenin subraya que la dialéctica de los conceptos es la conexió n e
interdependencia de todos los conceptos sin excepció n y las transiciones mutuas entre ellos.

El cará cter distintivo capital de la ló gica dialéctica marxista, en relació n con todas las teorías ló gicas
idealistas y metafísicas, es la integració n de la prá ctica en la ló gica. Los conceptos y las categorías
ló gicas no pueden surgir sino en el terreno de la actividad prá ctica que los engendra, y só lo la prá ctica
establece su validez. Lenin indica que “la actividad prá ctica del hombre tuvo que llevar a la conciencia
humana a repetir millares de veces las diferentes figuras ló gicas para que estas ú ltimas pudieran
convenirse en axiomas” (Cuadernos filosóficos, Ed. rusa). La ló gica dialéctica es irrefutable, porque ella
expresa la ló gica objetiva del desarrollo de la vida misma. La filosofía burguesa actual se alza contra la
ló gica científica, se ingenia en desfigurar esta ló gica objetiva de la vida porque ésta desemboca
necesariamente en la substitució n revolucionaria del capitalismo por el socialismo. Lo que caracteriza a
las tendencias y a las escuelas de la filosofía burguesa reaccionaria, es la defensa del alogismo, del
irracionalismo, del intuicionismo, la substitució n del pensamiento ló gico por el caos de las impresiones
y de las pasiones subjetivas, el culto de la espontaneidad, &c. La filosofía marxista denuncia como
enemigos del conocimiento humano a todos esos bravucones de ú ltima hora que pretenden liquidar la
ló gica científica. (ver igualmente Dialéctica; Método dialéctico marxista).

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