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WENCESLAO J. GONZALEZ (Ed.) EL PENSAMIENTO DE L. LAUDAN RELACIONES ENTRE HISTORIA DE LA CIENCIA Y FILOSOFIA DE LA CIENCIA UNIVERSIDADE DA CORUNA SERVICIO DE PUBLICACIONS FEBREIRO 1998 NATURALISMO NORMATIVO Y EL PROGRESO DE LA FILOSOFIA! Larry Laudan A) Introduccién. La identidad estructural entre Ja Ciencia y la Filosofia El Progreso y sus problemas”, especialmente su primera parte, fue un libro acerca de cémo funcionan las Ciencias: cémo se evaliian las teorias, las formas en que se llevan a cabo los debates cientificos, y sobre el sentido 0 los sentidos del “progreso cientffico”. En varios lugares de ese libro, insistf tam- bién —con enunciados dogmiticos y sin argumentos detallados— en que la Filosofia (en especial, la Filosofia de la Ciencia y la Epistemologia) funciona més o menos exactamente de la misma manera que las Ciencias. Debido a motivos todavia un poco oscuros para mf, mi tesis sobre la identidad estructural entre la Ciencia y la Filosofia ha atrafdo tanta atenci6n y ha generado tanta controversia como el modelo detallado del cambio cientffi- co que se desarrollé en el libro. Por eso, durante las décadas posteriores a la aparicién de mi libro, me he visto forzado, por el debate originado, a explorar las implicaciones de la idea de que la Ciencia y la Epistemologia son elemen- tos de la misma empresa. En mi comentario de hoy, quisiera resumir mi Pensamiento sobre este tema tal como lo he desarrollado durante la pasada década. Por motivos que voy a explicar pronto, llamo a mi posicién Naturalismo normativo. Como todos los otros ismos, el “naturalismo” est disponible en una gran variedad de versiones. Hay, por ejemplo, un naturalismo ético y un natu- ralismo metafisico. Mi preferencia favorita es la variedad epistemolégica. El naturalismo epistemoldgico no es tanto una Epistemologia como una Metaepistemologia. Basicamente, este naturalismo mantiene que las tesis y | Texto presentado el 28 de febrero de 1996 en las Jornadas en torno al Pensamiento de L. Laudan, Congreso organizado por la Facultad de Humanidades (Campus de Ferrol) de la Universidad de A Corufia. Este trabajo, redactado originalmente en lengua castellana, ha sido revisado por el Coordinador de las Jornadas, Wenceslao J. Gonzélez. A la hora de la publicacién, como Editor de este volumen, ha afiadido las referencias bibliogréficas a los libros de Laudan citados en estas paginas. 2 LaupaN, L., Progress and its Problems. Towards a Theory of Scientific Growth, University of California Press, Berkeley, 1977. Vers. cast. de J. Lopez Tapia: El Progreso y sus problemas. Hacia una Teorta del Crecimiento Cientifico, Ed. Encuentro, Madrid, 1986. 106 Larry LAUDAN las hipétesis de la Filosofia deben de ser juzgadas segtin los mismos princi- pios de evaluacién que usamos en otras 4reas de la vida, tales como la Ciencia, el sentido comin y la Ley. Mas especfficamente, este naturalismo insiste en que la Teorfa del Conocimiento est4 en continuidad con otros tipos de teorfas sobre la constitucién del mundo y sobre la accién humana. Insiste, ademés, en que la Filosofia no es anterior a estas otras formas de investiga- cién ni superior a ellas como un tipo de saber. Por eso, el naturalista niega que la Teorfa del Conocimiento sea sintética a priori (como insistieron I. Kant y R. Chisholm), 0 que sea un conjunto de “convenciones titiles” (segiin palabras de K. Popper), 0 unas investigaciones “protocientificas” (como en P. Lorenzen), 0 la alternativa vergonzosa a “la conversacién edificante” (pro- puesta por R. Rorty). El epistemélogo naturalista toma en serio la idea segtin la cual su dis- ciplina es la Teoria del Conocimiento. E] interpreta las tesis epistemolégi- cas como teorfas o hipétesis sobre la naturaleza de la investigaci6n, sujetas precisamente a las mismas estrategias de juicio y evaluacién que aplicamos en la evaluacién de las creencias del sentido comtn o de las Ciencias. Sin embargo, aparte de este punto de acuerdo general, la Epistemologia natura- lista se bifurca en senderos diferentes. Eso no debe resultar sorprendente ya que, aunque todos los naturalistas acepten que la Filosofia debe usar los mismos métodos que las Ciencias, ellos no estén de acuerdo acerca de la respuesta a la pregunta: {cudles son esos métodos? El naturalista mas cono- cido de nuestra época —W. V. Quine— acepta un punto de vista minimo sobre las estrategias metodolégicas disponibles al cient{fico; por lo que a él respecta, el tinico método legitimo de las Ciencias es el hipotético-deducti- vo, combinado con un principio de simplicidad. Otros, como yo, que cree- mos que las Ciencias usan estrategias de prueba mucho més amplias que las permitidas por Quine, tenemos una actitud més tolerante acerca de los métodos legitimos de una Teorfa naturalista del Conocimiento. (Por ejem- plo, como mostré en Progress and its Problems, las Ciencias, ademis de los métodos empfricos, usan muchas veces métodos conceptuales para la eva- luacién de teorfas cientfficas, por lo que no me molestarfa encontrar el uso de tales métodos en Filosofia). Pero todos los naturalistas, ya sean empiristas estrictos, como Quine, o pluralistas como yo, tenemos que enfrentarnos a una objecién de todos los antinaturalistas y superarla. Los antinaturalistas dicen —y con raz6n— que la Teoria del Conocimiento ha tenido tradicionalmente un importante papel nor- mativo y prescriptivo. En realidad, en la concepcién de la mayorfa de nues- NATURALISMO NORMATIVO Y EL PROGRESO DE LA FILOSOFIA 107 tros antecesores, tales actividades agotaron el papel del epistemélogo. Descartes, Leibniz y Kant, de forma notoria, nos dicen cé6mo debemos cons- truir y formar nuestras convicciones y cémo debemos probarlas. Pero, la Ciencia no parece usar un discurso normativo. La Ciencia describe y explica al mundo; ella no da orientaciones 0 consejos al mundo ni al cientffico. Por lo tanto, los enemigos de] naturalismo plantean ret6ricamente la siguiente pregunta: “{cémo puede mantener el naturalista que las tesis filo- s6ficas y las tesis cientfficas tengan la misma naturaleza, dado el contraste entre el caracter descriptivo de la Ciencia y el cardcter prescriptivo de la Epistemologia tradicional?”. Asi se da pie a la falacia naturalista en su caracteristica forma epistemoldgica: las afirmaciones descriptivas acerca del conocimiento (por ejemplo, del tipo que se encuentran en Psicologia) y las reglas prescriptivas acerca del conocimiento (del tipo que se espera encontrar en Epistemologfa) no se pueden posiblemente someter a las mis- mas formas de adjudicacién. Al enfrentarse a esta cuestién, algunos natu- ralistas ceden en el debate. Por ejemplo, Quine parece aceptar que no hay ningtn lugar apropiado para cuestiones normativas en una Epistemologia estrictamente naturalizada. En efecto, Quine relega la Epistemologia al papel de ser un subcampo de la Psicologia descriptiva. Pero, desde mi punto de vista, el abandono de un papel normativo y critico para la Filosoffa deja mucho que desear. Para evitar tal desastre, tenemos que pre- servar ese papel para la Filosoffa, aun cuando esto signifique cometer la falacia naturalista, es decir, aun cuando tengamos que encontrar una mane- ra de deducir o inducir las normas de los hechos. La cuestidn principal es si podemos encontrar una forma de conectar los reinos descriptivos y nor- mativos. Traté de resolver este problema en una serie de articulos en los afios ochenta y también en mi libro Science and Values}, Hoy no voy a recapitular todos los argumentos esgrimidos en esas publicaciones. Pero les daré mis conclusiones mas importantes: 1) Las reglas normativas de la Epistemologia han de ser entendi- das como imperativos hipotéticos, los cuales conectan fines y medios; 2) la correccién y la validacién de tales reglas dependen de la correccién de ciertas aserciones y regularidades empfricas; 3) por eso, un elemento decisivo para decidir si aceptar o no una 3 Laupan, L., Science and Values The Aims of Science and Their Role in Scientific Debate, University of California Press, Berkeley, 1984. 108 Larry LaubaN regla epistemolégica viene dado por los informes empfricos sobre las frecuencias relativas con las que varios medios epistémicos conducen a varios fines epistémicos; 4) se sigue entonces que hay normas epistemolégicas que tienen su fundamento en teorfas basadas en hechos. Estas teorfas describen cémo conducir la investigacin, pero, al mismo tiempo, ellas propor- cionan apoyo para reglas normativas. Ahora bien, es sin duda verdad que no podemos deducir las normas de los hechos; pero tenemos que recordar, de igual modo, que no podemos deducir las teorfas empiri- cas de los hechos. La no deducibilidad de enunciados normativos a partir de enunciados empiricos es un hecho que el naturalista necesita aceptar. Pero él puede aceptarlo e insistir todavia en que los hechos tienen una relevancia para las reglas normativas de la Epistemologia, precisamente en el mismo sentido en que los hechos tienen una rele- vancia para las teorfas cientificas. Los antinaturalistas suponen que, puesto que no podemos derivar las reglas a partir de los hechos, debe- mos tratar tales reglas como convenciones no empiricas. Pero ellos mismos no insisten en que debamos considerar a las teorias cientificas como convenciones, aun cuando las teorfas, como las reglas, no son deducibles de los fenémenos. El naturalista no debe tener mas temor a cometer la Ilamada “falacia naturalista” que temor al problema hume- ano de la induccién (“la falacia de la afirmacién del consecuente”). Por supuesto, las dos son falacias de Légica Formal. Tenemos que reconocerlo. Pero, habiéndolo reconocido, podemos dejarlo a un lado porque ahora entendemos que las 4reas empiricas de investigacién —como la Ciencia y como la Filosofia— tienen que usar formas de inferencia y de argumentacién que van més alld de las permitidas por los libros de Légica deductiva. Para subrayar la similitud estructural entre las teorfas cientificas y las reglas epistemol6gicas, podemos observar cambios en las teorias cientificas aceptadas y, de igual forma, en las reglas dominantes de la Epistemologfa. De modo semejante a cémo es posible concebir un progreso de las teorfas cientf- ficas, también es posible tener un concepto de “progreso” de la Filosoffa. El nticleo de mi anilisis reside en la idea de la evolucién de las teorfas epistemo- l6gicas. Esta idea —que han evolucionado las teorfas epistemolégicas— es central, porque todo el mundo acepta que las teorfas cientificas cambian. Si tengo razén acerca de las similitudes entre la Ciencia y la Epistemologia y la NATURALISMO NORMATIVO Y EL PROGRESO DE LA FILOSOFIA 109 Metodologia, entonces debemos esperar encontrar cambios diacrénicos en las teglas que guian el desarrollo de la Ciencia. De igual modo, si es que me equivoco, deberfamos ver una rigidez en las reglas de la investigacién cientf- fica. Este Ultimo punto —que las normas epistemolégicas de investigacién cientffica hayan cambiado durante los siglos pasados— ha generado mucha controversia, aun entre los filésofos de la Ciencia. De forma especifica, los seguidores de K. Popper, de I. Lakatos y de la mayorfa de los realistas cientf- ficos, han negado la existencia de tal cambio. En lo que resta de mi ponencia, quiero abordar este asunto. B) Si no esta estropeado, que no lo arreglen En un articulo publicado en 1988, el filésofo inglés John Worrall me criticé6 porque afirmé en El progreso y sus problemas, asi como en La Ciencia y los valores, que los métodos y las metas de la Ciencia han cam- biado durante la evolucién de la misma. El y yo disentimos acerca de la aseveracion segin la cual los métodos [cientificos] han cambiado y [discre- pamos] sobre nuestras evaluaciones respectivas del significado filoséfico de tales cambios, en el caso de que ocurran. Quiero acotar este debate con Worrall, porque él refleja una controversia amplia dentro de la Filosofia de la Ciencia entre los naturalistas y los antinaturalistas. En ella se sitta a K. Popper en contra de T. Kuhn; a I. Lakatos en contra de S. Toulmin; a E. McMullin en contra de D. Shapere; y a J. Worrall en mi contra. Deseo pasar revista a algunas criticas de Worrall sobre mi proyecto, ya que creo que ellas reflejan las opiniones de la mayorfa de los filésofos de la Ciencia acer- ca de este tema. 1. A Worrall le molesta la idea de que los métodos, las metas y las nor- mas de la actividad cientifica puedan cambiar con el tiempo. Mas adelante (en el apartado 2), voy a ofrecer motivos no s6lo para creer que ellos cam- bian, sino también para aceptar que seria muy extrafio que no hubieran cam- biado. Sin embargo, antes de entrar a considerar esa cuesti6n, hay una disputa anterior que es necesario tratar. Porque Worrall dice claramente que la base de su miedo es su creencia segtin la cual la existencia de tales cambios dejaria el debate epistemolégico a los relativistas. Asf escrib “Si no hay algiin principio de evaluacién fijo, entonces no cabe un punto de vista objetivo, a partir del cual podamos mostrar que el 110 Larry LauDAN, progreso ha ocurrido. De cualquier forma que se arrope, eso es relati- vismo™, En otro momento Worrall sefiala que “‘sin un nticleo de principios inva- tiables, el modelo de Laudan se desliza hacia el relativismo” (p. 275). Antes, en el mismo artfculo, habfa insistido en que “la especificacién de principios fijos de la evaluacién de las teorfas cientificas es la nica alternativa al relati- vismo” (p. 265). Quiero indicar, en primer lugar, que mi amigo Worrall ha malinterpreta- do completamente la amenaza relativista. La aseveraci6n central del relativis- ta, por lo menos sobre los métodos y las normas de la Ciencia, no es que ellos cambian sino que esas normas —cambien o no— no tienen ninguna justifica- cin indubitable. Aun cuando hubiéramos utilizado los mismos métodos desde el origen de las Ciencias, el relativista todavia preguntaria —y esto resulta apropiado— cual es su justificacién. Creo que hay una respuesta a esta pregunta relativista. De hecho, la funci6n de mi libro Science and Values consistié en proporcionar la respuesta. Pero el aspecto que quiero desarrollar ahora es mas sencillo que ese modelo. Se trata, simplemente, de considerar la amenaza del relativismo exactamente de la misma forma, tanto si los métodos de la Ciencia fueran constantes como si fueran cambiantes. Si podemos superar esta amenaza (es decir, si podemos mostrar por qué y cémo ciertos métodos son mejores que otros), entonces podemos ofrecer una justificacién de los métodos actuales de la Ciencia, aun cuando sean diferentes de los métodos del pasado. Por otro lado, si no pode- mos contestar la pregunta relativista, entonces no habria diferencia alguna entre que los métodos cambien o no lo hagan. La creencia de Worrall en que admitir el cambio metodolégico facilitaria automaticamente el debate al rela- tivista, es un sfntoma de su falta de visién para apreciar que el problema metametodolégico relativista es igualmente inevitable, ya sea con cambio metodolégico o sin él. La insistencia de Worrall en que los métodos jamés cambian es una respuesta demasiado débil. Sostiene, en esencia, que “mis métodos deben de ser correctos porque jamas los he cambiado”. (Esto es siempre el tiltimo baluarte del dogmético, cuando no puede encontrar algo més persuasivo). Por eso rechazo categéricamente la propuesta segtin la cual la tesis del cambio metodolégico, en sf misma considerada, hace més facil adoptar el enfoque del relativista. Lo que hace mas sencillo este enfoque es el rehusar el 4 WorrALt, J., “The Value of a Fixed Methodology”, British Journal for the Philosophy of Science, v. 39, (1988), p. 274. NATURALISMO NORMATIVO Y EL PROGRESO DE LA FILOSOFIA 1 enfrentarse con la siguiente cuestién: “{Cémo se justifican las reglas y las normas metodolégicas?”. En otros lugares he sefialado, y voy a repetirlo una vez més aqui, que la mayoria de los filésofos (K. Popper, R. Carnap, C. G. Hempel y H. Reichenbach, entre otros), a los cuales Worrall quiere defender, han acogido la exigencia relativista, por su aceptacién de un determinado andlisis de las metas y los métodos de la Ciencia, que es, sin excepciones, relativista en esencia. Popper, por ejemplo, sefiala repetidamente que los métodos de la Ciencia son “nada mds que convenciones”’. Considera asimismo que, con tal que un grupo de metas o normas cientfficas sea internamente consistente, no se las puede criticar filos6ficamente. Esto quiere decir que cada conjunto con- sistente de normas propuestas es igualmente aceptable. Reichenbach era tam- bién tolerante. Si hubiera alguna duda, pueden consultar el primer capitulo de su famoso libro Experiencia y prediccién, en donde apunta que el asunto de seleccionar las metas para la Ciencia es una “decisién de la voluntad”®. Este es el ejemplo que pone: si alguien dice que la meta de la Ciencia consiste en proporcionar felicidad a la gente, en lugar de encontrar la verdad sobre el mundo, entonces, aunque podriamos rechazar esa meta, no podrfamos decir que somos mas razonables que é1. Segtin Reichenbach, tenemos que ser plu- ralistas sobre las metas cientfficas. Rudolf Camap tomé una posicién igualmente convencionalista acerca de las metas de la Ciencia. Su famoso “principio de tolerancia” es un fiel reflejo de esta actitud subjetiva hacia las cuestiones normativas. Y, por Ulti- mo, est Carl G. Hempel que, antes de los afios ochenta, jamés indicé de qué manera se pueden justificar las reglas metodoldgicas. Por todo esto indico que ninguno de los fundadores recientes de la Filosofia de la Ciencia dan cuenta, de forma plausible, del estado epistemol6- gico de las metas cientfficas: si éstas son cambiantes o bien fijas. Obviamente, si la tradicién principal en Filosofia de la Ciencia ensefia que los métodos de la Ciencia son convenciones y que las metas son cuestiones de eleccién personal, no se requiere mucha imaginaci6n para encontrar ahi los ingredientes de una densa sopa relativista. De hecho, como he tratado de 5 Incluso el discfpulo més famoso de Popper, Imre Lakatos, admitié que “Popper jamés ofrecié una Teoria de la critica racional de las convenciones consistentes”, en Lakatos, I., The Methodology of Scientific Research Programmes, Cambridge University Press, Cambridge, 1978, p. 144. © Cfr. REICHENBACH, H., Experience and Prediction, University of Chicago Press, Chicago, 1938, pp. 10-13. 112 Larry LAUDAN mostrar en un nuevo libro, Ms alld del positivismo y relativismo’, los ele- mentos basicos del relativismo epistemol6gico se pueden encontrar en la con- fusa y chapucera Metaepistemologfa de los positivistas y empiristas légicos. Si, como Worrall, queremos encontrar una solucién a la cuestién del estado de las reglas metodoldgicas, no es suficiente decir con él: “jTodo est4 bien con tal que las metas y las reglas no cambien!”. 2. Aparte del hecho de que esta actitud no soluciona el problema, tiene otro inconveniente: resulta totalmente inconsistente con los datos hist6ricos. Si fuera verdad que la mera existencia del cambio metodolégico indica que los relativistas tienen razén, entonces la batalla ya estaria perdida desde el comienzo. Porque, como voy a tratar de persuadirles, los métodos y las metas de la Ciencia han cambiado en muchas ocasiones. En 1981 publiqué un libro, Science and Hypothesis®, que ofrecié muchos detalles sobre algunos de los cambios metodoldgicos que han ocurrido en la Ciencia entre los siglos XVII y XX. Algunos andlisis semejantes se pueden encontrar en los escritos de S. Toulmin y D. Shapere. John Worrall sostiene’ por el contrario, como hacen Popper y Lakatos, que los cambios eri los'métodos de evaluacién usados por los cientificos no han sido cambios de cualquier tipo. En respuesta a mi anélisis en La Ciencia y la hipétesis, Worrall concede que los principios metodolégicos enunciados explicitamente por los cientifi- cos han cambiado; pero no quiere tomar sus enunciados en su valor riominal. Segtin parece, mantiene el punto de vista de Lakatos, segtin el cual los cienti- ficos, incluso aquellos de elite, tienen un conocimiento falso respecto de sus propios motivos para aceptar o rechazar las hipétesis. Worrall y Lakatos creen sin duda que, aunque los motivos' éxplicitamente mencionados por los cientfficos como base de sus decisiones han cambiado, sus motivos reales han sido los mismos desde la €poca griega hasta hoy. Situados ante las pruebas s6lidas de la existencia de un cambio radical en los métodos cientfficos explf- citos de una época a otra, estos defensores de una posicién parmenidea de la racionalidad cientifica se ven abocados a suponer que los cientificos son sondémbulos que bambolean de descubrimiento en descubrimiento, reducidos a.un estado de incoherencia y de autoengafio cuando quiera que traten de des- cribir aquello que hacen. 7 Laupan, L., Beyond Positivism and Relativism: Theory, Method and Evidence, Westview Press, Boulder, (Col.), 1996. 8 Laupan; L., Science and Hypothesis. Historical Essays on Scientific Methodology, Reidel, Dordrecht, 1981. NATURALISMO NORMATIVO Y EL PROGRESO DE LA FILOSOFIA 113 Pero no quiero apoyar mi propuesta sobre todo en el hecho de que los métodos explicitos de los cientificos cambian con frecuencia. Porque, por mor del argumento, estoy dispuesto a dejar a un lado todas las observaciones de los cientfficos acerca de la naturaleza de la investigacién cientffica, para ver qué métodos estan implicitos en su trabajo. Si podemos encontrar cam- bios ahi, entonces el caso seria seguro, y estarfa claro que resulta implausible la tesis de Worrall, segiin la cual hay un conjunto “de normas metodolégicas que, de hecho, los cientfficos siempre han aplicado” (p. 267). Para ver el grado del cambio en la Metodologia implicita, slo tenemos que considerar el alcance de los métodos actualmente en uso en la investiga- cién cientifica. Por ejemplo, ahora nadie pensarfa probar la eficacia de una droga sin construir un “experimento ciego” (blinded experiment). Esta inno- vacién metodolégica surgié en los afios treinta de este siglo. De igual modo, nadie ahora haria un experimento quimico o fisiolégico sin controles y varia- ciones de las condiciones iniciales; pero el uso de tales controles experimen- tales se hizo comin sdlo en este siglo. O, consideren el uso, casi universal ahora, de los métodos estadisticos: eran virtualmente desconocidos antes de mediados del siglo pasado. O, lo mds importante de todo, piensen en qué forma cabe establecer ahora una relacién causal, aun cuando se den excepcio- nes. Hace un siglo ningiin cientifico hubiera aceptado como auténtica una cadena causal que admitiera numerosas excepciones (por ejemplo, que fumar causa c4ncer). Ni Bacon ni Newton ni Stuart Mill hubieran reconocido como aceptable una ley causal que no fuera invariable. {Qué dice Worrall a la luz de tales desarrollos histéricos? Pues concede que los métodos de este tipo han cambiado en el transcurso del progreso de la Ciencia. Y sefiala, ademas, que tales innovaciones en la Metodologia de la Ciencia dependieron de “descubrimientos sustanciales” sobre la estructura del mundo (p. 274). En esto tiene razén. Muchos de esos desarrollos se debian al crecimiento de nuestro aprendizaje sobre cémo funciona el mundo. Obviamente, tales principios metodolégicos dependen del desarrollo de la Ciencia en si mismo considerado. Sin embargo, Worrall todavia cree que uno puede y debe distinguir entre, por un lado, los principios que se derivan de la investigacién cientifica misma, y, por otro, los principios que llama “forma- les, abstractos e inmutables de la buena Ciencia”. Estos tiltimos son —en su opinién— por completo independientes de lo que aprendemos sobre la consti tucién del mundo. En términos legales, son estrictamente reglas de procedi- miento [o concernientes al proceso] (procedural rules), de modo que no son sustanciales. Worrall puede claramente preservar su cardcter permanente s6lo 114 Larry Laupan si insiste en que ellas son independientes de nuestro conocimiento y de nues- tras creencias del mundo. Por eso, la cuestién que se nos presenta es ésta: chay reglas de la investigacién cientffica que sean puramente de procedimien- to, que no incluyan presuposicién alguna contingente sobre el mundo, y que, por eso mismo, no dependan de lo que aprendamos? Antes de abordar este problema, serfa «til repasar la estructura del argu- mento en este punto. Al comienzo de este debate, propuse la hipétesis segiin la cual los métodos cientfficos han cambiado de vez en cuando. Como res- puesta a esta conjetura, Worrall admite que las teorfas y la retérica metodol6- gicas han evolucionado, pero insiste en que no hay cambio en la Metodologia cientffica implicita. A su juicio, todos los cientificos de las distintas épocas tuvieron los mismos instintos epistemolégicos. Traté de mostrar entonces que incluso los métodos implicitos han cambiado (por ejemplo, los principios del disefio experimental), Ahora Worrall acepta que algunos métodos implicitos son nuevos, pero todavia quiere insistir en que hay “principios formales de la buena Ciencia”, que son independientes de nuestra experiencia y que, como tales, son inmutables, 3. {Cudles son estos principios formales que son puramente procesa- les y que no hacen ninguna presuposicién corregible? En su escrito, Worrall nos ofrece sdlo este ejemplo: “cuando sea posible, las teorfas han de ser probadas en contra de sus rivales plausibles” (p. 274). Pues bien, como Worrall, creo que este principio es la clave del entendimiento cientffico. De hecho, en la otra Ponencia —Una Teorta de la evaluacién comparativa de teorias cientificas°— voy a explorar en detalle las implicaciones de este principio. Pero hoy la cuestién no es si este principio es correcto o util; sino que la cuestién es si esta regla es 0 no totalmente independiente de la expe- riencia; 0, en otras palabras, ha dirigido esta regla a la Ciencia durante todos los siglos pasados? Podemos dividir nuestra respuesta en dos partes, que corresponde a dos preguntas: a) jes esta regla puramente procesal?; y b) se encuentra en cada época de la Historia de la Ciencia? 3. a) (Es estrictamente procesal? Pues, para ser tal, tendrfa que ser inde- pendiente de los rasgos especificos de nuestro mundo, porque —como dicen ° Laupan, L., “Una Teoria de la evaluacién comparativa de teorias cientificas”, en Gonzatez, W. J. (ed), El Pensamiento de L. Laudan, Relaciones entre Historia de la Ciencia y Filosofia de la Ciencia, Publicaciones Universidad de A Corufia, A Corufia, pp. 155-169, NATURALISMO NORMATIVO Y EL PROGRESO DE LA FILOSOFIA 115 los fil6sofos— una regla de procedimiento [0 procesal] tiene que ser verdade- ra en todo mundo posible. {Es la regla de Worrall de ese tipo? Creo que no. Supongamos que viviéramos en un mundo muy diferente de éste; un mundo en el cual solamente hubiera un numero finito de objetos, un numero finito de puntos espacio-temporales, etc. Supongamos, ademas, que en ese mundo estuviéramos considerando Ia hipétesis segtin la cual “todos los cisnes son blancos”. Supongamos también que hubiéramos investigado toda la pobla- cién de los cisnes y hubiéramos determinado que cada uno de ellos es blanco. Ahora bien, en ese mundo, la regla que dice que es necesario probar cada hip6tesis en contra de sus rivales es completamente gratuita, ya que aqui podemos deducir nuestra hipétesis directamente de las pruebas empiricas (evidence). Desafortunadamente no tenemos, por supuesto, razon alguna para creer que nuestro mundo sea significativamente similar al descrito aqui. Al contra- tio, sospechamos que la clase de objetos descritos por la hipétesis sobre los cisnes es infinita. Y, porque lo creemos, pensamos también que no podemos deducir la verdad de la hipotesis sobre los cisnes a partir de cualquier colec- cién posible de cisnes. Eso es porque estamos hablando sobre el procedimien- to de “probar en contra de rivales”. Mi afirmacién general es que todos los principios y reglas de evalua- cién de las teorfas cientificas hacen algunas presuposiciones substantivas acerca de la estructura del mundo en donde vivimos y acerca de nosotros como investigadores. La diferencia entre las reglas de procedimiento y las substantivas es, por eso, de grado y de contexto. Tan pronto como lo recono- cemos, esté claro que Ja verdad de cualquier regla depende, en parte, de lo que aprendamos en el futuro sobre el mundo. Pero esto es sencillamente decir que las Metodologfas y las Teorfas del Conocimiento son precisamente asf, es decir, teorias. Ellas representan nuestras mejores conjeturas acerca de c6mo hacer preguntas a la Naturaleza y acerca de cémo evaluar sus respuestas. Como todas las teorfas, son en principio tentativas, y estén abiertas a cam- bios, debido precisamente a lo que aprendemos. Este resultado no debe sorprendernos. Después de todo, ,no serfa muy extrafio que, después de miles de afios de investigacién sobre la Naturaleza, no hubiéramos aprendido que algunas reglas, inicialmente plausibles, no fun- cionaban bien, mientras que otras reglas —desconocidas para nuestros ante- cesores— funcionaban de una forma més efectiva? En otras palabras, ,por qué debemos suponer (como admite Worrall) que los cientificos cambian ruti- nariamente sus creencias sobre la estructura del mundo, pero que jam4s cam- 116 Larry LAuDAN bian sus creencias 0 sus prdcticas (aparte de su ret6rica) sobre la evaluacién * de teorfas, el disefio experimental y el andlisis de los datos? 3. b) La otra pregunta relevante a la propuesta de Worrall era: ha sido verdad que, en cada época del pasado, los cientfficos han hecho evaluaciones comparativas entre las teorfas rivales? No hay tiempo suficiente para ofrecer- les varios casos, bastaré con un ejemplo aislado. Consideren el tratamiento que hace Galileo de la teorfa copernicana. Si Worrall tiene raz6én, debemos esperar que un cientifico como Galileo hubiera comparado esa teorfa con sus rivales principales. ;Cudles eran sus teorfas rivales? Las ms importantes de su €poca eran las correspondientes a los modelos astronémicos de Kepler y Tycho. Pero, de hecho, Galileo apenas mencionaba esas teorfas en sus escri- tos ptiblicos. Es verdad que muchas veces Galileo hacfa comparaciones entre Copénico y Ptolomeo, como Worrall requiere. Sin embargo, el hecho de que Galileo evitara de forma consistente el hacer comparaciones entre el sistema de Copérnico y los mejor conocidos de su tiempo, sugiere que él no actuaba segiin la regla de Worrall. Hay muchos otros ejemplos hist6ricos de este tipo —ejemplos que casi hablan por sf mismos—, pero hoy no hay bastante tiem- po para analizarlos. Sobre la base de lo aquf expuesto, concluirfa sefialando que el cambio del método y de metas en las Ciencias es una cosa comin. Este hecho no pro- porciona apoyo al relativista, si podemos dar una explicacién y un criterio respecto del sentido en que nuestras reglas de hoy son mejores que las de ayer. El problema aquf es exactamente el mismo que el planteado en el caso del progreso cientifico en general. Si podemos resolverlo al tratar del cambio de teorfas cientificas —y creo que si es posible—, entonces tendremos auto- méaticamente una solucién para el problema del cambio de los métodos y las normas en la Ciencia. El hecho de que la Ciencia use normas y métodos cam- biantes es completamente irrelevante para el debate entre los relativistas y los no relativistas. Los relativistas como Kuhn suponen que la mera existencia del cambio del método y de meta muestra que la Ciencia no puede ser objeti- va. Paradéjicamente, ciertos realistas, como Worrall, suponen lo mismo. Ambos se equivocan.

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