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Clase N°3

Tema: La dictadura de Onganía (1966- 1969). Primera etapa de la Revolución


Argentina.

Eje problematizador: ¿De qué manera influyeron las medidas económicas y políticas
que se plasmaron entre los años 1966-1969, a los distintos actores sociales dentro del
período autodenominado por las Fuerzas Armadas: Revolución Argentina?

Objetivos de enseñanza:

 Recuperar conocimientos escolares propios de los estudiantes y analizar sus


alcances y limitaciones.
 Promover la participación crítica sobre la lectura de los textos, a través del
análisis de argumentos, hipótesis y conclusiones.
 Promover la discusión y el intercambio entre pares y la autonomía de los
alumnos.

Objetivos de aprendizaje:

 Conozcan el régimen de gobierno autoritario y represivo organizado por la


autodenominada “revolución argentina”.
 Comprendan los acontecimientos conocidos como “la noche de los bastones
largos” como parte del proyecto de represión cultural del régimen
dictatorial instaurado a partir de 1966.
 Conozcan los postulados de la Doctrina de la Seguridad Nacional.
 Utilicen distintos tipos de fuentes y elaboren sus propias conclusiones.

Bibliografía del alumno:

Historia 5 Huellas - Segunda Mitad Del Siglo XX - Editorial Estrada.

Bibliografía del docente:

Desarrollo de la clase:
Se comenzará la clase leyendo la letra de una canción de “Los gatos”: La balsa, como
recurso de disparador, la cual hace referencia a las restricciones sobre la libertad de
expresión característica de este período.

Estoy muy solo y triste acá


en este mundo abandonado
tengo una idea, esa la de irme
al lugar que yo más quiera
me falta algo para ir
pues caminando yo no puedo
construiré una balsa 
y me iré a naufragar

Tengo que conseguir


mucha madera
tengo que conseguir 
de donde pueda
Y cuando mi balsa esté lista
partiré hacia la locura
con mi balsa yo me iré
a naufragar...
Luego indagaré por el concepto de “Revolución Argentina”, y los conceptos sobre
Estado Burocrático-autoritario, Doctrina de Seguridad Nacional, la Noche de los
bastones largos protagonizada por la intervención de las fuerzas Armadas dentro de las
universidades, restringiendo la libertad de expresión y las ideologías revolucionarias
que se venían plasmando en toda Latinoamérica. Se utilizará un recurso didáctico para
la explicación expositiva mediante el “prezi”, dando a conocer las ideas principales del
período abordado.

Tiempo estimativo: 60 minutos aprox.

Actividad:

1) Lean la nota de Javier Lorca “Pegaban bien, pegaban con ganas”, publicada en el


diario “Página/12”, en el 40. º Aniversario de “la noche de los bastones largos”.
2) Con un compañero analicen el artículo periodístico y respondan las siguientes
preguntas:
a) ¿Qué actividades realizaban las universidades antes de la intervención del gobierno
de Onganía?
b) ¿En qué medida ese modelo universitario era “subversivo” para el gobierno de
facto?
3) Con algunos compañeros elaboren una breve reseña sobre “la noche de los bastones
largos”
“Pegaban bien, pegaban con ganas”

“Sáquenlos a tiros, si es necesario. ¡Hay que limpiar esta cueva de marxistas!” La


orden la pronunció hace cuatro décadas el jefe de la Policía Federal, Mario Fonseca,
obedeciendo con rigor vertical el mandato del general Juan Carlos Onganía, apoyado
por una extendida aquiescencia social, incluidos vastos sectores universitarios. El
objetivo de la “Operación Escarmiento”, minuciosamente cumplido el viernes 29 de
julio de 1966, era desalojar las cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires
(UBA) que estudiantes y profesores mantenían ocupadas en rechazo a la intervención
recién decretada por la dictadura militar. El método aplicado fue la irrupción de la
Infantería, con especial saña en Ciencias Exactas y en Filosofía y Letras –las
facultades más renovadoras–, primero lanzando gases lacrimógenos y luego
descargando bastonazos sin discriminar hombres de mujeres, ni alumnos de docentes,
graduados o decanos. En la perspectiva de las posteriores tragedias nacionales, la
Noche de los Bastones Largos resultaría un simbólico y sombrío preludio. Para la
UBA, marcaría el final de sus años dorados (…) Un mes después de derrocar al
presidente Arturo Illia, Onganía decretaba el cese de la autonomía en las
universidades, sedes dilectas del enemigo interno para la Doctrina de la Seguridad
Nacional. Había anunciado un plazo de 48 horas para que las autoridades académicas
decidieran si se cuadraban o renunciaban, pero no esperó. En la noche del mismo
viernes 29 envió a la policía a las facultades de Ciencias Exactas, Filosofía y Letras,
Arquitectura, Medicina e Ingeniería, pacíficamente tomadas, al igual que el rectorado
de la UBA, donde el rector Hilario Fernández Long se había recluido para manifestar
su rechazo. Cerca de las 22 la Infantería ya rodeaba la Manzana de las Luces, sobre
Perú al 200, donde funcionaban Exactas y Arquitectura. Adentro había cientos de
personas: alumnos cursando y otros, junto con docentes y autoridades, intentando
resistir la intervención militar durante el fin de semana. Habían cerrado puertas y
ventanas, habían montado barricadas usando bancos y pupitres. Con los cascos
puestos y los bastones preparados, los policías esperaban la orden de actuar. Cuando
los vio, el vicedecano de Arquitectura, Carlos Méndez Mosquera, se acercó a uno de
los oficiales y le preguntó qué pasaba. “¡Ataquen!”, fue la respuesta, un alarido,
prólogo de los gritos y estallidos que seguirían. A pocos metros de allí, en Exactas, los
hechos se replicaban. “¿Cómo se atreve a cometer este atropello? Todavía soy el
decano de esta casa de estudios”, increpó Rolando García al uniformado que
encabezaba el operativo. Un corpulento subalterno rompió filas e intentó romperle la
cabeza con su bastón. Con sangre sobre la cara, el decano se levantó y repitió sus
palabras. También se repitió el bastonazo. “Pegaban bien, pegaban con habilidad,
pegaban con ganas”, resumiría luego Manuel Sadosky, entonces vicedecano de
Exactas. Sobre la Avenida Independencia al 3000, en la Facultad de Filosofía y Letras,
policías armados habían superado el hall e ingresaban al patio y las aulas. Estudiantes
y docentes corrían, tratando de esquivar insultos y culatazos. Algunos lograron
escapar por las ventanas, muchos más fueron golpeados y detenidos. También era
desocupada la Facultad de Ingeniería. Sólo en Medicina no se registraban incidentes.
Disipados los gases lacrimógenos, la Infantería comenzó a arrear a la gente y
organizar el desalojo de Exactas. Primero todos contra la pared de un aula, brazos
arriba y piernas separadas: “¡Al que apoye las manos en la pared, le reviento los
dedos!”. Los lamentos y las súplicas dejaron oír una falsa orden: “Preparen,
apunten...”, simulacro de un fusilamiento que no fue. Después, como es fama, los
universitarios fueron ordenados en fila y, camino a los camiones celulares, debieron
pasar de a uno por entre dos formaciones de policías, una a tres metros de la otra,
mientras sus cuerpos eran sucesivamente molidos a patadas y bastonazos. Por milagro
o porque sabían calculadamente lo que hacían, no hubo muertos. Sí muchos heridos y,
se estima, más de 500 detenidos. Los profesores, en su mayoría, fueron liberados a la
madrugada. (…) Al otro día, Onganía clausuró todas las universidades por tres
semanas. Para el 22 de agosto la intervención había sido instrumentada. Ese día
asumía Luis Botet como rector interventor de la UBA. Su proclama: “La autoridad está
por encima de la ciencia”. Desde aquel momento, la UBA pasó a ser una institución
vigilada, con policías de civil transitando sus pasillos y espiando lo que ocurría en las
aulas a través de pequeñas ventanas en las puertas. Con todo, el resultado sería el
inverso al deseado por la dictadura militar: la actividad política no haría más que
crecer en las facultades. La renuncia y el exilio de cientos de profesores e
investigadores desmantelaron el proyecto de universidad científica que, a contrapelo
del modelo profesionalista, había comenzado a gestarse en la UBA desde 1957, tras la
recuperación de la autonomía. Un proyecto que había multiplicado el número de
profesores con dedicación exclusiva (eran 9 en 1958 y 700 en 1966), había
modernizado las estructuras curriculares, renovado el plantel de profesores y abierto
nuevas carreras (Sociología, Psicología, Educación, Economía), había creado los
departamentos de Extensión y de Orientación Vocacional... Manuel Sadosky había
fundado el Instituto del Cálculo, donde puso en funciones la primera computadora del
país, en 1961. El sabotaje y posterior destrucción de la célebre y enorme Clementina,
ocurrido durante la intervención militar, suele ser recordado como símbolo del saqueo
sufrido por la universidad pública. Pero, aunque llevó décadas, hoy existe Clementina
II. Otras pérdidas institucionales continúan sin reemplazo, como tantas capacidades
potenciales amputadas que nunca pudieron realizarse. Creada en 1958, Eudeba –la
editorial de la UBA que gerenció Boris Spivacow– llegó a publicar y distribuir más de
10 millones de libros a precios populares, con enorme éxito comercial y cultural. Hasta
julio de 1966.
Lorca, Javier. “Página/12”. Edición especial, 29 de julio de 2006.

Tiempo estimativo: 25 minutos aprox.

Actividad N°2:
Lean el siguiente fragmento del discurso del general Onganía en la Academia Militar
de West Point, en los Estados Unidos, donde planteó algunos de los lineamientos de la
llamada “Doctrina de la Seguridad Nacional”

“[…] Las fuerzas armadas son el brazo fuerte de la Constitución […]; no es, pues,
legalmente concebible que ese brazo, creado precisamente para sostenerla, se vuelva
para sustituir, injustamente, a la voluntad popular […].El acatamiento es debido y
referido en última instancia a la Constitución y a sus leyes, nunca a los hombres o a los
partidos políticos que circunstancialmente pudiesen detentar el poder público.[…] Está
claro entonces, que tal deber de obediencia habrá dejado de tener vigencia absoluta, si
se produce, al amparo de ideologías exóticas, un desborde de autoridad que signifique la
conculcación de los principios básicos del sistema republicano de gobierno, o un
violento trastocamiento en el equilibrio e independencia de los poderes, o un ejercicio
de la potestad constitucional que presuponga la cancelación de las libertades y derechos
de los ciudadanos. En emergencias de esa índole, las instituciones armadas, al servicio
de la Constitución no podrían, ciertamente, mantenerse impasibles, so color de una
ciega sumisión al poder establecido, que las convertirían en instrumentos de una
autoridad no legítima […].

Onganía, Juan Carlos. Diario “La Nación”, 7 de agosto de 1964


.Con un compañero, conversen sobre el contenido del discurso:
 ¿Qué derecho se arrogaban las fuerzas armadas a partir de esta doctrina?
 ¿Con qué objetivo?
Relacionen estas ideas con el accionar de las fuerzas armadas durante el conflicto con
las universidades, en julio de 1966
Tiempo estimativo: 20 minutos aprox.

Como modo de cierre realizaremos entre todos una síntesis del período abordado.

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