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& Oxford University Press and Community Development Journal.

2010
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doi:10.1093/cdj/bsq029

Autonomı́a en América Latina:


entre la resistencia y la
integración. Ecos de la
experiencia de los Piqueteros
Ana Cecilia Dinerstein *

Resumen Este artı́culo sostiene que el ejercicio de la autonomı́a por parte de los
movimientos sociales está profundamente enraizado en contextos
socioeconómicos y polı́ticos, y, como tal, involucra una reacción
contestataria ante el estado, el mercado y los discursos hegemónicos
sobre desarrollo. La labor entonces es explicar y aprender de este
carácter contendiente de la autonomı́a en cada contexto, los procesos
mediante los cuales se mantienen vivas las prácticas autónomas de los
movimientos sociales, cómo interactúan con el estado, cómo se
institucionalizan (si ese es el caso), y las implicaciones de tal
“institucionalización conflictiva” para los movimientos sociales y para
el estado. Este argumento se explora mediante el caso del movimiento
de trabajadores desocupados de Argentina o movimiento Piquetero,
tomando el ejemplo especı́fico del municipio General Mosconi. La
capacidad de los trabajadores desocupados para obligar al estado y a
las empresas locales a adaptarse a sus demandas y ofrecerles respaldo
con un mı́nimo de intervención es considerada en otras partes del
mundo como un ejemplo de cómo los procesos comunitarios
autónomos pueden relacionarse con el estado y, al mismo tiempo,
conservar sus propias dinámicas y control.

Introducción
En las últimas dos décadas, dos transformaciones han determinado el
panorama social y polı́tico de América Latina: el costo social de las reformas
estructurales neoliberales, y la recuperación de la esperanza y de los ideales

*e-mail: sssacd@bath.ac.uk

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utópicos de las organizaciones de la sociedad civil. Como resultado, se han


realizado innumerables movilizaciones por parte de aquellos excluidos
socialmente, quienes han adoptado nuevas formas de acción colectiva en
condiciones de desempleo y pobreza. Diversos conceptos se han usado
para explicar estos esfuerzos que le atribuyen un nuevo papel a la sociedad
civil en el desarrollo (Howell y Pearce, 2001): las alternativas de autoayuda
comunitaria, las iniciativas locales de desarrollo, las nuevas cooperativas, la
economı́a solidaria, el tercer sector y la economı́a social (ver Moulaert y
Ailenei, 2005). La acción comunitaria autónoma liderada por los movimien-
tos sociales es un ejemplo más de esos esfuerzos. El ejercicio de la autono-
mı́a tiene una larga tradición en América Latina, en particular entre las
poblaciones indı́genas. No obstante, en los últimos años se ha dado una
revitalización de esas prácticas entre movimientos sociales tanto urbanos
como rurales.
Una de las principales caracterı́sticas de la acción colectiva de la “nueva
generación de movimientos sociales” ha sido tanto su renuencia a ser enca-
sillada en las ideologı́as izquierdistas tradicionales (Biekart, 2005), como su
autonomı́a frente a los sindicatos, los partidos polı́ticos y el estado (Stahler-
Sholk et al., 2007). Sus proyectos armonizan dos objetivos: la lucha en contra
de la pobreza, la exclusión social y el desempleo; y el respeto a valores
colectivos como la autonomı́a, la dignidad y la justicia social. No obstante,
en la última década, estas prácticas se han visto invadidas por las polı́ticas
oficiales. Los programas sociales financiados por el Banco Mundial
incluyen el trabajo comunitario y las microempresas dirigidas a la sosteni-
bilidad de las comunidades, y fomentan la autonomı́a entre las comuni-
dades indı́genas (Evans, 2008). Algunos creen que esas polı́ticas pueden
llegar a despolitizar las acciones de los movimientos sociales y a funcionar
como nuevas formas de “contención” frente a la resistencia de los grupos de
base (Schaumberg, 2008), al “domesticar la participación” y “disciplinar a
los pobres” (Cornwall y Brock, 2005: 7).
Por consiguiente, existe una contradicción en las interpretaciones de las
actividades de tales movimientos sociales. La acción colectiva de los
mismos o se ha recibido con beneplácito como la base de un proyecto
más amplio para “cambiar el mundo sin tomar el poder” (Holloway,
2002), o se ha desestimado por contribuir con los esfuerzos continuos del
Banco Mundial para reducir el papel del estado y redefinir las polı́ticas
sociales en términos neoliberales.
En este artı́culo, mantengo que ese es un dilema falso: el ejercicio de la
autonomı́a por parte de los movimientos sociales está profundamente
enraizado en contextos socioeconómicos y polı́ticos, y como tal, involucra
una actitud contestataria ante el estado, el mercado y los discursos
hegemónicos sobre desarrollo (Böhm, Dinerstein y Spicer, 2010). La labor
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entonces es explicar y aprender de este carácter contendiente de la autono-


mı́a en cada contexto, los procesos mediante los cuales se mantienen vivas
las prácticas autónomas de los movimientos sociales, cómo interactúan con
el estado, cómo se institucionalizan (si ese es el caso), y las implicaciones de
tal “institucionalización conflictiva” para los movimientos sociales y para el
estado.
Usando algunos ejemplos de las experiencias de las organizaciones de
trabajadores desocupados en Argentina, este artı́culo explora cómo éstas
negocian la tensión entre la resistencia y la integración, y finaliza exami-
nado algunas implicaciones de la experiencia argentina en el desarrollo
comunitario por fuera de América Latina.

Visión general del movimiento de los trabajadores


desocupados en Argentina
Las organizaciones de trabajadores desocupados surgieron gradualmente
durante la segunda mitad de los años noventa. El desempleo aumentó
del 6% al 18% entre 1991 y 1995, y comenzó a adquirir una forma estruc-
tural, combinándose con la flexibilización y la casualización del trabajo y
el incremento de la pobreza por ingresos. La implementación drástica y
rápida de las polı́ticas económicas neoliberales, las reformas estatales y la
reestructuración y el cierre de algunas empresas tuvieron un efecto negativo
en localidades enteras debido al desempleo. En respuesta, los desemplea-
dos y sus comunidades formaron un movimiento heterogéneo que fue el
origen de lo que después se convertirı́a en las organizaciones de trabaja-
dores desocupados u OTD.
Las OTD emergieron en una serie de protestas en las que se bloqueaban
las carreteras. En un principio, estos “cortes de ruta” fueron espontáneos y
carecı́an de coherencia organizativa, reuniendo a los desempleados y a sus
comunidades locales, quienes exigı́an la creación de empleos, la realización
de obras públicas, el acceso a los servicios básicos, y la participación en el
manejo de programas de empleo, entre otros. Estas primeras protestas en
masa facilitaron la formación de una identidad colectiva (los Piqueteros)
y la conformación de nuevas organizaciones. Su estrategia de aprovechar
los recursos del estado mediante la combinación de protestas y proyectos
sociales en la comunidad, no sólo desafiaba la opinión generalizada de
que los desempleados son personas redundantes excluidas de la sociedad,
sino que influyó en el marco institucional en el que se realizaban las deman-
das sociales.
Ofrecer un cuadro conciso del rompecabezas conformado por el movi-
miento Piquetero no es el propósito de este artı́culo, ya que el tamaño, la
cantidad y la ubicación de las OTD varı́a. Estos movimientos divergen
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polı́tica y organizacionalmente y en cuanto al trabajo comunitario que


llevan a cabo (ver Dinerstein 2008). Me concentraré en la experiencia de
la Unión de Trabajadores Desocupados o UTD en el municipio General
Mosconi, en la provincia de Salta, que pertenece al segmento autónomo
de este movimiento tan heterogéneo.
La UTD lucha por la autonomı́a y la independencia de todas las organi-
zaciones polı́ticas, laborales, y del estado, a pesar de valerse de programas
sociales y de empleo estatales para desarrollar iniciativas autónomas.

Negociando la tensión: el experimento de la UTD


El municipio de General Mosconi nació con el descubrimiento de petróleo
en la zona a principios del siglo XX. La actividad económica de esta locali-
dad de 20.000 habitantes giraba alrededor de la extracción y la comerciali-
zación del petróleo por parte de la empresa estatal Yacimientos Petrolı́feros
Fiscales (YPF). La privatización de YPF a principios de los años noventa
dejó al pueblo entero a la deriva en lo que a empleo se refiere. Después
de la reestructuración, sólo 5.600 de los 51.000 empleados conservaron su
empleo, y el desempleo alcanzó el 34,6% de la población económicamente
activa en 2001. Lo que es más importante, la privatización y la reestructura-
ción desmantelaron el cuasi estado de bienestar de YPF, que era un modelo
de desarrollo social en ese determinado territorio. Los sindicatos existentes
no ofrecieron una alternativa a la deconstrucción de YPF sino que optaron
por la supervivencia financiera a expensas de los derechos de los trabaja-
dores al crear empresas que contrataban a trabajadores que habı́an sido des-
pedidos de sus empleos.
La UTD fue creada por un grupo de trabajadores altamente calificados
que antes trabajaban para la empresa YPF, en búsqueda de soluciones
“colectivas” a la desintegración social de General Mosconi y enfocando
sus esfuerzos en recrear los valores de “dignidad” y “trabajo digno”.
Estos proyectos son diseñados e implementados según la interpretación
de los lı́deres de la UTD de las necesidades locales, mediante un proceso
de consulta o incorporando las ideas de los miembros de la comunidad.
Se concentran tanto en los problemas diarios de la comunidad como en
temas de larga data y están impulsados por el deseo de trabajar y de
crear de una manera solidaria y en contra de un ambiente de hambre, delin-
cuencia, alcoholismo, pobreza y desesperanza causado o intensificado por
el neoliberalismo. Mientras que los proyectos cooperativos se concentran
en la sostenibilidad a largo plazo en temas como la vivienda, la educación
y la protección del medioambiente, las iniciativas comunitarias tratan las
necesidades diarias como el reciclaje, la renovación de edificaciones públi-
cas y viviendas, las huertas y los comedores comunitarios, la ayuda en los
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hogares geriátricos y en las visitas del servicio de salud a los enfermos y a


los discapacitados, la producción de artesanı́as regionales, la carpinterı́a, el
desmalezamiento, y el mantenimiento y la reparación de las escuelas y de
las salas de primeros auxilios. Por consiguiente, la UTD se ha convertido
en un semi-ayuntamiento. Un ejemplo sobresaliente de esto es la reapertura
de una escuela primaria en la selva cerca de Bolivia.
Las iniciativas autónomas de la UTD están financiadas por programas
estatales. Sin embargo, no están simplemente financiadas por programas
estatales. La UTD tiene que luchar por la “reapropiación de los programas
sociales” para propósitos colectivos (Pereyra, 2002), yendo y viniendo entre
las protestas en las carreteras y los proyectos sociales en los barrios (Svampa
y Pereyra, 2003). Los recursos estatales están disponibles como resultado de
la interacción entre la movilización de los desempleados y las polı́ticas
sociales.
De esta manera, la movilización y los bloqueos de carreteras establecieron
nuevos patrones de protesta social. Aunque su objetivo inicial era lograr la
“visibilidad”, exigir la asistencia estatal y denunciar la corrupción y el clien-
telismo en la distribución del empleo y los programas sociales, con el
tiempo se han convertido en medios sistemáticos de obtención de recursos
provenientes de programas sociales para apoyar las iniciativas comunita-
rias y los proyectos cooperativos (Dinerstein, 2001; 2002). La debilidad de
las polı́ticas y programas de empleo fomentados por el gobierno desde
1996 (falta de universalidad, los escasos beneficios, la ausencia de criterios
claros para la selección de los beneficiarios y para que los “actores sociales
pueden administrar los beneficios del programa” (Garay, 2007: 306) han
generado oportunidades para las OTD de ampliarse, consolidarse y perfec-
cionar su capacidad de negociación. Como se ha mencionado, “los movi-
mientos polı́ticos de los desempleados no simplemente surgen del
descontento con el desempleo, sino que se deben construir”, y esto ocurre
cuando “la forma del estado les permite, más o menos directamente,
influir en los procesos de toma de decisiones sobre los niveles y mecanis-
mos de asistencia a los desempleados” (Bagguley, 1991: 70). La falta de cla-
ridad de las polı́ticas brindó la oportunidad a las OTD de negociar, recibir y
distribuir los beneficios individuales de los programas gubernamentales
para la creación de empleos, que de otra manera hubieran sido asignados
a beneficiarios individuales por parte del gobierno local o nacional. El
tipo y la cantidad de beneficios se establecen mediante arduas negocia-
ciones respaldadas con protestas.
La represión abierta sufrida por la UTD en los cortes de ruta durante su
periodo de formación ha cesado. Sin embargo, a nivel local ha existido una
polı́tica continua de acoso en contra de los lı́deres y los activistas de la UTD,
junto con continuos procesos judiciales por realizar actividades “ilegales”
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como la ocupación de terrenos o edificaciones, la transgresión de la propie-


dad privada y las huelgas. A nivel nacional, se han establecido formas
legales de control para “despolitizar” las OTD (Dinerstein, 2008). Los
nuevos programas (2003) incluyen explı́citamente el apoyo técnico y finan-
ciero para los proyectos comunitarios: con el fin de recibir recursos, las OTD
se ven forzadas a convertirse en ONG (mediante su registro, la inspección
por parte de los ministerios correspondientes, y la evaluación del valor de
sus proyectos), o a negociar con ONG ya existentes para que los incluyan
como parte de las organizaciones y ası́ poder recibir fondos estatales (Diner-
stein, 2008). La UTD se ha resistido a este tipo de subordinación y ha nego-
ciado con una ONG para usar su número de registro para poder recibir
fondos estatales. Esta táctica le permite acceder a la financiación a la vez
que continúa diseñando sus propias estrategias e implementando sus
propias iniciativas comunitarias.
Una vez obtenidos los beneficios (generalmente equivalentes aproxima-
damente a unos 45 dólares mensuales por cabeza para un periodo de seis
meses), la UTD los distribuye de manera autónoma entre los trabajadores
desocupados registrados que están dispuestos a realizar trabajo comuni-
tario. Estos piqueteros se convierten ası́ en “trabajadores desocupados”:
una categorı́a que abarca a quienes son tanto receptores de los programas
estatales como trabajadores en proyectos dirigidos de manera autónoma
por la UTD. Para el 2005, la UTD manejaba casi el mismo número de pro-
gramas que el Ayuntamiento de General Mosconi y más que el gobierno
provincial de Salta, con cerca de 70 proyectos que incluı́an cooperativas
de vivienda, una fábrica de ropa, clasificación de semillas, proyectos de
reciclaje, la apertura de centros de formación y un proyecto para una
nueva universidad.
La UTD también hace las veces de agencia de empleo y sindicato: el regis-
tro de la información personal y el historial laboral de los trabajadores de-
socupados se usa en este caso para ejercer presión sistemáticamente a las
empresas locales para contratar a los “trabajadores desocupados” de la
UTD en cargos de construcción, extracción de crudo e ingenierı́a. El
trabajo comunitario es un prerrequisito para conseguir uno de estos
cargos temporales disponibles por medio de la UTD. Una vez que los traba-
jadores consiguen los trabajos temporales, la UTD comienza con la negocia-
ción del salario, las condiciones laborales, las pensiones y la capacitación. Si
no se cumplen las condiciones acordadas, la UTD implementa una forma de
acción directa de dos maneras: el “bloqueo del acceso”, en el que los protes-
tantes se reúnen afuera de la empresa para evitar que entren o salgan los
camiones; y el “paro de actividades” en el que los miembros de la UTD con-
tratados por la empresa realizan protestas simultáneamente dentro de la
empresa.
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Debate y desafı́os
En la introducción expresé el carácter engañoso de la pregunta abstracta
sobre si las prácticas autónomas de movimientos sociales como las OTD
son rebeldes o sumisas. La autonomı́a es una herramienta para luchar
contra el poder. Esa lucha, no obstante, tiene lugar en contextos socioeconó-
micos y polı́tico-institucionales especı́ficos.
Como otras OTD, como por ejemplo el Movimiento de Trabajadores De-
socupados de Solano, la UTD mantiene su autodeterminación y autogestión
y define al trabajo como un atributo humano verdadero que se debe usar
para la producción de bienes y servicios útiles para la comunidad y no
para hacer dinero. Sin embargo, su estrategia evita ser identificada con el
poder polı́tico, aunque mediante la resistencia, obliga al estado y a las
empresas locales a cumplir con sus demandas. Este camino es muy dife-
rente al elegido por otras OTD como el MTD La Matanza la que colapsara
después de haber rechazado los recursos estatales por completo, y cuyo
lı́der fue elegido como diputado en 2007. También se diferencia de aquellas
OTD cuyos proyectos comunitarios son financiados por el estado pero que
dependen de alianzas cercanas con los sindicatos y/o los partidos polı́ticos
y/o los gobiernos. Por ejemplo, los lı́deres de Barrios de Pie y de la Federa-
ción de Tierra, Vivienda y Hábitat (FTV) que funciona dentro de la estruc-
tura de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), terminaron
ocupando cargos gubernamentales.
Los sucesivos gobiernos locales, provinciales y nacionales han aplicado
medidas tanto represivas como de integración para combatir la doble
estrategia de las OTD de usar la resistencia como vehı́culo para el desar-
rollo comunitario y el desarrollo comunitario como vehı́culo para la resis-
tencia. El enfoque actual marca una transición en la relación entre los
Piqueteros y el estado, de una oposición abierta, a una forma de relación
que se puede clasificar como “institucionalización conflictiva” (Dinerstein,
Contartese y Deledicque, 2008), en la que la autonomı́a permanece activa
a nivel territorial pero el ethos y el funcionamiento de las prácticas autón-
omas se encapsula en el carácter de las polı́ticas públicas dirigidas a las
comunidades.
Además de su contribución con la sostenibilidad de la comunidad, la
acción de la UTD ha tenido un impacto social. Sus actividades han
transformado un contexto de desempleo y falta de integración en uno de
producción e integración. Los proyectos comunitarios generan “trabajo
genuino” o sea verdadero (útil y cooperativo), por oposición a falso (alie-
nante y subsidiario) o indigno (casual o programas gubernamentales para
la creación de empleo) (Giarraca y Wahren, 2005; Fernández Álvarez y
Manzano, 2007). En segundo lugar, posibilitan la re-creación de nuevas
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formas de socialización basadas en la solidaridad, en particular para aquel-


los que nunca antes han trabajado, como es el caso de los jóvenes (muchos
de los cuales corren el riesgo de involucrarse en actividades delincuen-
ciales, y abuso de drogas y alcohol), y las mujeres, que constituyen la
mayorı́a de los participantes de la UTD y cuya primera experiencia
laboral es su participación en diferentes proyectos comunitarios coordina-
dos por la organización. En tercer lugar, los proyectos autónomos han
ampliado el espacio público para el diseño y la implementación de “polı́ti-
cas”, al ofrecer una “polı́tica de asistencia social desde abajo” (Steinert y
Pilgram, 2003). En cuarto lugar, los esfuerzos de la UTD desafı́an las prác-
ticas paternalistas de los polı́ticos locales argentinos en la distribución de
los programas sociales entre los beneficiarios potenciales de las polı́ticas,
estableciendo el trabajo voluntario en la comunidad como un prerrequisito
para todos los participantes que desean beneficiarse de las “polı́ticas” y ser
incluidos en una proyecto cooperativo de mediano a largo plazo o conse-
guir un empleo por medio de la UTD.
La experiencia de la UTD enfrenta al menos cuatro problemas relaciona-
dos en particular con sus lı́deres. En primer lugar, a pesar de que las
mujeres constituyen la mayorı́a de los participantes de la UTD y trabajan
de lleno en sus actividades -se consideran a sı́ mismas como “luchadoras
sociales” cuya acción colectiva es una forma de “realizar polı́ticas sociales”
(Discusión de grupo focal, 29.6.06)- esto no se refleja en el liderazgo actual.
En segundo lugar, la UTD sufre de la “personalización” innata del lide-
razgo. Los tres fundadores y lı́deres de la organización son muy respetados
por todos los participantes de la UTD y por los residentes del General
Mosconi por su valor, sus habilidades organizacionales y de negociación,
su desprecio por el poder, su honestidad y sus estoicos estilos de vida.
Los lı́deres no consultan a los participantes a diario sino sólo cuando se
requiere una movilización o se necesita organizar un evento. Se realizan
asambleas para discutir el desarrollo y las acciones futuras de proyectos
en particular. Los participantes de la UTD han establecido una relación
de dependencia con el lı́der principal a quien llaman “El Jefe” o “Papito”.
Con el respaldo de los miembros movilizados, él personalmente negocia
empleos temporales y condiciones laborales con las empresas y le exige al
gobierno nacional materias primas, soporte financiero y otros recursos.
Esto se debe en parte al modus operandi de la UTD, que es similar al de
los sindicatos, y a una tradición de fuerte liderazgo sindical en el paı́s.
No obstante, aunque la UTD no ha sido sobresaliente en cuanto al desar-
rollo de la “democracia desde abajo”, su liderazgo fomenta el desarrollo
autónomo de las cooperativas una vez éstas se crean. Éste ha sido un
proceso de aprendizaje para los participantes y los coordinadores de los
proyectos por igual.
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En tercer lugar, la UTD corre de cierta forma el riesgo de reproducir (en


vez de oponerse a) las prácticas paternalistas de distribución de beneficios
entre los sectores pobres establecidas por los polı́ticos. Los procedimientos
que usan los lı́deres de la UTD para decidir quién participa en los proyectos
entre aquellos que realizan trabajos comunitarios no son claros. La UTD
está reproduciendo involuntariamente a menor escala la falta de universa-
lidad de las polı́ticas sociales en Argentina.
Una observación más que aplica en la mayorı́a de las OTD tiene que ver
con la dificultad de ir más allá de las necesidades especı́ficas de su comu-
nidad para articular demandas más universales que beneficiarı́an indirecta-
mente el desarrollo de la comunidad local. A pesar de que la UTD ha
realizado varios intentos para adoptar los temas relacionados con el me-
dioambiente y ha trabajado con otros movimientos en los debates y las
acciones en contra de la destrucción de los recursos naturales por parte
de las multinacionales (por ejemplo, la “Reunión Internacional para la
Soberanı́a y los Recursos Naturales” en 2006 y el foro “Salta Alerta” en
2004), se ha involucrado apenas marginalmente en la lucha más general
por polı́ticas sociales universales y beneficios de desempleo y propuestas
de ingreso– ciudadano, al menos hasta ahora.

Conclusión
¿Cuáles son las implicancias de la experiencia argentina en el desarrollo
comunitario por fuera de América Latina? La crisis económica y polı́tica
actual que afecta al Norte global puede requerir una consideración cuida-
dosa de los escenarios potenciales que pueden surgir, y una revisión siste-
mática de las polı́ticas implementadas para responder en época de crisis
(por ejemplo en la Argentina en 2002), incluyendo tanto los cambios en
las alineaciones estratégicas de los movimientos sociales hacia formas
más autónomas de acción y las estrategias gubernamentales para incor-
porar las propuestas de los movimientos en sus polı́ticas.
¿Puede la autonomı́a ofrecer una “salida” convincente a la crisis? Las con-
diciones necesarias para el ejercicio de la autonomı́a para el desarrollo, en
mayor o menor medida, difieren considerablemente en el tiempo y el
espacio. A partir del análisis de la experiencia de las OTD, es claro que las
condiciones económicas, la existencia de una resistencia de base, la forma
existente de sindicalismo, la presencia o ausencia de organizaciones no
gubernamentales, la forma del estado y las caracterı́sticas de sus polı́ticas
(su falta de universalidad, por ejemplo) pueden ser en conjunto o individual-
mente catalizadores o inhibidores del desarrollo de las prácticas autónomas.
La creación de General Mosconi como un “espacio popular” (Cornwall,
2004: 2) ha sido el resultado de la acción colectiva desde abajo de la UTD
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para reconciliar dos ambiciones: la lucha en contra de la exclusión social y el


desempleo, y el logro de la autonomı́a, el trabajo genuino y la justicia social,
en contra de un estado ausente y de polı́ticas ineficientes. En el Reino Unido,
en lugar de “espacios populares”, se han difundido los “espacios por invita-
ción” para la participación del tercer sector en las polı́ticas (Cornwall, 2004:
2). Mientras que los argentinos son espacios “en los que la gente se reúne
de motu propio”, los del Reino Unido son “instituciones intermediarias pro-
vistas por el gobierno”, que tienen que ver más con la intención del gobierno
de involucrar a los actores de la sociedad civil en la planeación y el suministro
de los servicios (Cornwall, 2004: 68). Sin embargo, en los casos “por invita-
ción”, los actores de la sociedad civil en el Reino Unido parecen enfrentar
las mismas tensiones que los Piqueteros en Argentina: ¿ofrecen esos
nuevos espacios creados por el gobierno oportunidades reales para la parti-
cipación autónoma de los actores de la sociedad civil o son simplemente
parte de la “plétora de asociaciones” que conforman el núcleo de las estrate-
gias de las polı́ticas de la “Tercera Vı́a” (Taylor et al., 2004)? Existe una tensión
significativa “en relación con la participación ciudadana en espacios por invi-
tación: la tensión entre “la participación en los procesos de las polı́ticas y el
mantenimiento de la autonomı́a” (Taylor et al., 2004: 74).
Empero, mi argumento ha sido que la autonomı́a parece ser ‘posible’
cuando se recrean las relaciones sociales a nivel comunitario y se trabaja
con las instituciones de la sociedad confrontando (y no evadiendo) al
estado. La acción colectiva autónoma por parte de los actores de la sociedad
civil sigue viva a pesar de las luchas constantes, continuas y a menudo
dolorosas causadas por la tensión entre la reafirmación de su autonomı́a
y la recuperación de la autonomı́a por parte del estado (Böhm, Dinerstein
y Spicer, 2010). Una lección clave de la experiencia de la UTD para aquellos
que desean mantener su autonomı́a en otros lugares es la habilidad de los
Piqueteros de manejar esta tensión. El mayor logro de la UTD ha sido su
capacidad para obligar al gobierno y a las empresas locales a adoptar y
cumplir con sus demandas, y su habilidad para recibir apoyo manteniendo
un nivel relativamente bajo de intervención por parte del gobierno en el
diseño y la implementación de las iniciativas comunitarias. En el Reino
Unido, donde el estado crea “espacios de participación”, la lucha parece
estar determinada no tanto por el dilema de aceptar o no la invitación del
estado a participar en los esquemas (Taylor et al., 2004) sino por la posibi-
lidad de pasar de “la aceptación de la invitación estatal” a “la invitación
al estado para que acepte” y, por consiguiente, respalde los proyectos
autónomos creados por la comunidad. A partir de ahı́, por ejemplo, serı́a
posible que el uso colectivo de beneficios sociales / de desempleo indivi-
duales para el desarrollo de la comunidad, financiados por programas esta-
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tales, pero concebidos, implementados y supervisados por las ONG, como


en el caso de las OTD, no fuera inimaginable en el Reino Unido.

Financiación
La investigación para este artı́culo se realizó con el respaldo económico del
Economic and Social Research Council (ESRC) RES-155-25-0007.

Agradecimientos
Quiero agradecer al ESRC por ese respaldo. Estoy en deuda con Melina
Deledicque, Gregory Schwartz y aquellos que asistieron a las presenta-
ciones de las primeras versiones de este artı́culo en los talleres “NGPA
and Labour Issues” (LSE, 10 de diciembre de 2007), “NGPA in Latin
America” (Bradford, mayo de 2008) y “NGPA Final Conference” (14-15
de enero de 2009, Londres). Gracias a los editores de la publicación especial
del CDJ, en especial a Audrey Bronstein por su útil colaboración. Aplican
todos los descargos de responsabilidad.

Ana C. Dinerstein, es docente de Sociologı́a Polı́tica en el Departamento de Ciencias Sociales y


Polı́ticas de la Universidad de Bath en el Reino Unido (Department of Social and Policy
Sciences, University of Bath). Tiene un Doctorado en Sociologı́a de la Universidad de
Warwick. Entre 2005 y 2008 fue la investigadora principal de proyectos financiados por el
ESRC dentro del Programa de acción pública no-gubernamental. Es autora conjunta del libro
El Trabajo en Debate (Herramienta, Buenos Aires, 2009), publicado recientemente. Otras pub-
licaciones recientes incluyen Social Movements and Collective Autonomy in Latin
America. The Art of Organising Hope (Palgrave MacMillan, próximamente 2011); ‘The
(Im)possibilities of Autonomy. Social Movements in and beyond the state, capital and develop-
ment’ (escrito en conjunto con Böhm y Spicer), Social Movement Studies, Vol. 9(1) 17 – 32,
(2010) y ‘Workers’ Factory Takeovers and New State Programmes: Towards the ‘Institutiona-
lisation’ of radical action in Argentina’, Policy and Politics, 35 (3): 527 – 548 (2007).

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