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17. Buscar refugio en Dios. Invoco a menudo la presencia de Dios para protegerme, a modo de escudo,
de mi propia lujuria o emociones, o de la lujuria o emociones de los demá s. Tan pronto como me siento
abrumado o veo la imagen de refiló n y me entran deseos de volver la cabeza y beber, digo: "Recurro a
Tu presencia para protegerme de mi lujuria (o de lo que sea)." Pero, ¡tengo que ser yo el que sujete y
levante ese escudo! Tengo que acudir a Dios en bú squeda de protecció n.
Otro mensaje que Le envié hoy, después de algunos añ os de sobriedad es má s o menos: "Rechazo esta
lujuria (u otra emoció n o actitud negativa); quiero que tú Te hagas cargo de ella." Cada vez que lo hago,
da buenos resultados, pero primero tengo que renunciar a la misma.
18. Mirar a la lujuria a los ojos.
Estoy aprendiendo una forma nueva de resistir a las tentaciones que sufro durante el día para evitar
que reaparezcan y me ataquen mientras duermo.
He observado que a veces puedo, durante el día, en vez de renunciar de verdad a la lujuria, recurrir a la
fuerza de voluntad para arrinconarla en algú n lugar fuera de mi vista.
A veces, después de haber hecho esto, la lujuria regresa en forma de sueñ os eró ticos y lo hace de un
modo tal, que me daba cuenta perfecta de que podía sucumbir a la adicció n en sueñ os, sin necesidad de
tocarme para nada, y sabiendo que tenía la opció n y la libertad de no hacerlo. ¡Llama la atenció n lo
poderosas y terribles son esas tentaciones!
Estoy tan harto de verme en situaciones límites, que he decidido tomar medidas preventivas.
Antes de irme a dormir, repaso de forma deliberada todas las tentaciones con que la lujuria me asedió
durante el día, y miro a las personas de frente.
Expongo cada persona a la luz, ante Dios, y en actitud de rendició n, admito mi impotencia ante la
lujuria. Digo: "Conoces mi corazó n, cuá nto deseo sumergirme en la lujuria.
A ti te la entrego.
Ven y vence a mi lujuria.
La rechazo, no quiero tener ninguna relació n con ella—sea consciente o inconscientemente—.
Quiero que tú te hagas cargo de ella.
Por favor, ayú dame a mantenerme sobrio de toda mi lujuria esta noche".
A menudo añ ado una oració n por la persona objeto de la tentació n, para así salir de mí mismo en
actitud de dar. Es mi forma de mantenerme puro a nivel inconsciente. Es la forma en la que supero el
miedo a la caída durante el sueñ o.
RESUMEN
Estas diferentes formas de combatir la lujuria requieren prá ctica, pero son muy eficaces.
Para programarme a mí mismo para la lujuria me hicieron falta muchos añ os.
Descubrí que lleva tiempo interrumpir esta programació n y programarme a mí mismo para la realidad.
Cuando recurría a las técnicas citadas, me sentía artificial y forzado.
No quería hacerlo; no me sentía bien.
Trato de no confiar nunca má s en esos sentimientos enfermizos; ellos son los responsables de que esté
hoy aquí, de que me encuentre en esta situació n.
Tomar algunas de estas medidas era como matar una parte de mi ser, ya que iban contra mis
inclinaciones naturales.
Pero descubrí que lo que necesitaba para alcanzar la libertad era declararle la guerra a mi forma
antigua de pensar y de obrar.
Tenía que llevar a cabo una serie de acciones, me apeteciera o no.
Me conviene tener siempre presente que no es la persona que está fuera la causante de mi lujuria y de
mi malestar; soy yo.
Esto trae a colació n otro tema.
La lujuria de la que quiero estar sobrio es la mía.
Yo la convertí en lo que es.
Soy adicto a la lujuria.
Del mismo modo, soy una persona resentida e iracunda, una persona que juzga y condena, una persona
miedosa.
No existe cura para mí si niego, evado o tapo mis defectos. "Los secretos son la medida de mi
enfermedad."
Por otra parte, puedo vivir libre del poder que estos defectos ejercen sobre mí, si recurro a Dios en vez
de a estas emociones negativas.
De esta forma obtengo una tregua día a día, hora a hora, de esa prisió n que es la lujuria, etc., siempre
que mi actitud sea la correcta.
Y lo es si trabajo los pasos.
Al parecer Dios, al no extirpar de mi naturaleza la tendencia a la lujuria, al resentimiento, al miedo, etc,
ha decidido no eliminar esa parte de mí en la que viven y surgen mis defectos.
Si lo hiciera, no tendría ninguna necesidad de É l, sería un autó mata.
De lo que se trata es de lograr una victoria progresiva sobre la lujuria.
Yo mismo soy lo que podríamos llamar un pecador.
Pero Dios, para transcender mis pecados, me suministra el poder del que yo carezco. ¡La victoria se
produce a través de la gracia de Dios que se manifiesta en mi impotencia!
Esa es la bella paradoja de este programa: en y por mi impotencia recibo el poder -y el amor- que
proceden de lo alto.
Y esa es la diferencia entre negarse a sí mismo y rendirse.
La negació n de mí mismo -el reprimirme- só lo me ha supuesto sufrimientos y fracasos.
Reconocer lo que soy, rendirme y confiar en el poder divino me produce alivio, libertad y gozo.
La recuperació n es un trabajo interno.
La lista de sugerencias que te ofrecemos para vencer la lujuria siempre estará incompleta.
Cada persona que se mantiene sobria, a medida que su recuperació n se enriquece, añ adirá a esta lista
en la que se refleja nuestra experiencia colectiva aquello que le ha resultado ú til.
Nuestras vidas, tal cual son, son el verdadero libro, "conocido y leído por todos los hombres".
A medida que el tiempo transcurre, descubrimos má s cosas, y todo mejora.
É sta es la gran aventura de la recuperació n de la adicció n al sexo.