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¿Cómo salir de la adicción sexual?

Extraído del libro Sexólicos Anónimos©, p. 159-170, S.A. Literature.


 
 
La victoria sobre la lujuria
 
Cuando interrumpimos nuestras conductas adictivas habituales y somos
capaces de mantenernos sobrios durante un cierto periodo de tiempo,
descubrimos que aunque no cedamos a nuestras compulsiones, las
obsesiones todavía nos persiguen, aunque a veces puedan desaparecer
durante un tiempo.
 
La lujuria, tal como lo hemos comprobado, puede adoptar muchos
disfraces, y a medida que avanza la sobriedad aprendemos a
reconocerlos. Para una persona, la lujuria puede consistir en desear a
alguien. Para otra, en la obsesión con que la deseen. Para otra, se puede
presentar como una necesidad sexual o emocional desesperada de
alguien. En cualquier caso, es nuestra actitud interna la que constituye el
problema, y el trabajo que corresponde a nuestra recuperación ulterior
consiste en un cambio de actitud y en la victoria progresiva sobre la
lujuria.
 
La lujuria sólo cede ante el trabajo lento y paciente del programa en
compañía de otros que hacen lo mismo. Esta es una de las razones por
la que necesitamos permanentemente la fraternidad de la sobriedad. Las
recompensas son infinitas y nos proporcionan la auténtica libertad que
siempre hemos anhelado.

En el siguiente texto, un miembro nos cuenta cómo venció la obsesión


que tenía con la lujuria. Estas sugerencias nos han ayudado a muchos a
mantenernos sobrios y han resultado útiles para vencer la lujuria y las
tentaciones.
 
Cómo vencí mi obsesión con la lujuría

¿Cómo la vencí? No fui yo. Una mujer de AA, después de intervenir en


una reunión, me dijo citando el capítulo quinto de Alcohólicos Anónimos
que 'Dios podía y lo haría si lo buscábamos'. Así fue como lo conseguí.
Permitiéndole a Dios que lo hiciera, ya que yo no podía. Pero Dios podía
y lo haría—y así sucedió—. Pero tuve que asistir a las reuniones y
aprender cosas como esas. 'Reuniones, reuniones, reuniones,
reuniones'. Eso fue lo que me decían. 'Sigue trayendo el cuerpo'. 'Trabaja
los pasos, trabaja los pasos, trabaja los pasos'. Yendo a las reuniones y
trabajando los pasos; de este modo lo logré. Así fue como aprendí a
dejar que la gracia de Dios penetrara en mí y eliminara la obsesión. Paso
a relatar las conductas que me ayudaron:
1. Dejar de practicar la compulsión. Interrumpí mis actividades
sexuales adictivas en todas y cada una de sus formas, incluidos los actos
sexuales conmigo mismo y las relaciones sexuales fuera del matrimonio.
La obsesión con la lujuria no disminuye si sigo practicando conductas
lujuriosas.

2. Dejar de satisfacer la obsesión. Esto significaba eliminar dentro de


mi esfera de control todos los materiales impresos y visuales y otros
símbolos de mi tiranía. Tenía que dejar de satisfacer a la lujuria en las
miradas, en el uso de la televisión, de las películas y de la música, y
dejar de utilizar y de escuchar el lenguaje de la lujuria.
 
También tenía que dejar de vivir exclusiva y permanentemente encerrado
en mí mismo. Eso era una de las ventajas que proporcionaba el asistir a
muchas reuniones. La mayoría de nosotros vivimos encerrados en
nosotros mismos, rara vez estamos en el mundo real.

3. Participar en la fraternidad del programa. No conozco a nadie que


pueda permanecer sobrio y libre de la obsesión con la lujuria sin la ayuda
de otros adictos. Yo no pude. La fraternidad es donde tiene lugar la
acción, donde está la magia, donde se establece la Conexión, donde nos
sentimos parte de algo.
 
Al principio, lo único que era capaz de hacer era asistir a las reuniones.
Más tarde seguí el consejo que me habían dado de participar en la
mecánica de las mismas: colocar las sillas, limpiar, ocupar puestos tales
como los de encargado de las publicaciones, tesorero o secretario. El
hecho de participar hizo que me sintiera parte integrante de algo, en vez
de estar aparte de todo- mi eterno problema. Más tarde fui capaz de salir
a tomar café, comencé a tratar a los miembros de forma individual, e
inicié el molesto pero necesario proceso de mejorar relacionándome y
abriéndome a otros fuera de las reuniones.

4. Admitir que era impotente . Al comienzo del todo, cuando la


compulsión me arrastraba a la acción, lo único que era capaz de hacer
era gritar: 'Soy impotente; por favor, ayúdame.' A veces hasta cien veces
al día. A medida que comencé a experimentar el primer paso a fondo, la
palabra impotencia se convirtió para mí en la más hermosa del
vocabulario. Todavía lo es. Más tarde descubrí que era impotente frente
a mí mismo.
 
Cuanto más combatía a la lujuria, más se resistía y contraatacaba; mi
fuerza de voluntad parecía incrementar el poder de la lujuria en vez de
mantenerla a raya. La lectura del primer paso del Doce y doce me ayudó
a comprender que mi impotencia era 'la base firme sobre la que se
podían construir vidas felices y plenas' (pág. 19). Finalmente, dejé de
intentar parar. Sólo admitiendo a otros miembros el poder que la lujuria
tenía sobre mí era capaz de recibir el poder necesario para vencerla.

5. Rendirme. Si no nos hemos rendido, la mera admisión de impotencia


no nos ayuda a contactar con nuestro Poder Superior. En mi caso, al
principio, admití mi derrota y capitulación al grupo a cuyas reuniones
asistía y me puse en sus manos. Esto implicaba acudir a las reuniones y
ser lo más sincero, abierto de mente, y adoptar la mejor disposición
posible. De esta forma llegué a experimentar el segundo paso y a tener
la esperanza de que un Poder superior a mí me devolvería el sano juicio.
Esto preparó el camino hacia la rendición que más tarde tendría lugar en
el paso tercero, y esta rendición consistiría en ponerme en manos de
Dios tal como Lo concebimos.
 
En lo que a mi lujuria respecta, sabía exactamente lo que para mí
significaba rendirme y qué era lo que tenía que hacer. Cada vez que
tenía alguna tentación, procedente de mi interior o del exterior, decía:
'Renuncio a la oportunidad que tengo de desear a esta persona; por
favor, libérame de este deseo.' Y tal como lo afirma 'Dios podía y lo
haría...', así sucedió. Puede que haya sentido algún malestar o miedo, y
puede que haya tenido que repetir el acto de rendición varias veces, pero
me da buenos resultados. Al principio estaba asustado, pero continuaba
sobrio, y paulatinamente, a medida que iba superando las tentaciones,
me iba resultando más fácil.

6. Sacar a la luz lo que hay en nuestro interior. Cuando comencé a ver


que por lo que parecía nunca me curaría de la posibilidad de desear con
lujuria, me vi obligado a incorporar los otros pasos a mi vida. Los pasos
cuarto y quinto me brindaron la posibilidad de examinarme críticamente.
Esto fue probablemente el cambio de actitud más importante en el primer
periodo de mi recuperación.
 
Pero tuve que continuar realizando mini-inventarios con la lujuria, tal
como se sugiere en los pasos quinto y décimo. Cuando veía que alguna
experiencia, imagen, recuerdo, o pensamiento se apoderaba de mí, tal
como a menudo sucedía, lo sacaba a la luz comentándoselo a otra
persona del programa. Los exponía al aire y a la luz del sol. La lujuria
odia la luz y huye de la misma. Ama los escondrijos oscuros de mi ser.
Una vez que permito que se acomode ahí, se reproduce como los
hongos. Pero en cuanto la expongo a la luz, mostrándosela a otro
sexólico en recuperación, pierde el poder que sobre mí ejercía. La luz
mata la lujuria. Actuaba así en casos concretos, no con generalidades. A
veces implicaba robarle a alguien su tiempo, pero me purificaba y me
mantenía sobrio. Cada vez que lo hablaba con alguien con actitud de
rendición, el poder que esa experiencia o recuerdo ejercía sobre mí
desaparecía. Otro descubrimiento nuevo e importante.

7. Confiar. Cuando ya iba siendo capaz de vivir libre de la lujuria, e iba


confiando cada vez más en el poder de Dios para vencer la obsesión,
adquirí la costumbre de comenzar el día con una oración en la que,
durante ese periodo de veinticuatro horas, ponía mi lujuria y me ponía a
mí mismo en las manos de Dios. Esto quería decir que estaba
aprendiendo a vivir sin la lujuria y que quería sinceramente liberarme de
la misma. Ahora comienzo el día con la oración del tercer paso (de
Alcohólicos Anónimos , pág. 59), cambiando algunas palabras para que
se adecuen a mi caso personal. Es más o menos así:

'Te ruego que me mantengas sobrio y me protejas de la lujuria hoy,


porque solo yo no puedo...En este día te ofrezco mi voluntad y mi vida,
para que obres en mí según tus deseos. Libérame de la servidumbre del
ego, para que pueda cumplir mejor tu voluntad. Elimina los obstáculos
que haya en mi camino y haz que mi victoria sobre los mismos sea un
testimonio para aquellos que con el apoyo de tu fortaleza, de tu amor y
de la puesta en práctica de tu forma de vida, reciban mi ayuda.
Concédeme hoy lo que necesite. Hágase tu voluntad y no la mía'.

8. Utilizar las publicaciones del programa. El Doce y doce y


Alcohólicos Anónimos fueron mis primeras guías en el trabajo de los
pasos. Siempre encontré lo que necesitaba en esos documentos
fundacionales del programa de los doce pasos. Muchos de nosotros
descubrimos que trabajar los principios descritos en nuestras
publicaciones ensancha el horizonte de nuestra sobriedad y es muy útil.
Al utilizarlos aprovechando la soledad y el recogimiento de nuestros
momentos de tranquilidad, enriquecemos la visión que tenemos de
nosotros mismos y de nuestra recuperación, de acuerdo con nuestra
realidad y circunstancias.

9. Trabajar los otros defectos. Descubrí para mi sorpresa que la lujuria


no era mi problema fundamental. Era sólo un síntoma más de mi
enfermedad espiritual subyacente- mis actitudes enfermizas. La lujuria
era sólo una manifestación más de esta enorme fuerza negativa que
yacía en mi interior y que trataba de irrumpir de la forma que fuera. Tan
pronto como la lujuria comenzaba a disminuir, aparecía el resentimiento.
Más tarde el miedo. Después el espíritu crítico y de condena. Era como
intentar taponar el agujero de una presa. Mientras tratas de tapar una
grieta, se abre una nueva en otro lugar, porque hay una masa enorme de
agua tras la presa, y la presión que ejerce hará que se desborde por el
punto más débil.
 
Esta masa enorme de agua es mi lado destructivo y negativo. Y el grado
en el que puedo conectar con la fuerza positiva (Dios) revela la medida
en la que estoy desconectado de la parte negativa en cualquiera de sus
formas. Gracias a Dios, hoy soy libre y capaz de decidir qué es lo que
quiero.
 
La consecuencia más positiva de tener que trabajar mis defectos para
liberarme de la obsesión con la lujuria es la posibilidad de conectar
finalmente con la vida. Pero no puedo liberarme de una obsesión
mientras estoy ebrio de otra. No puedo estar libre de la lujuria mientras
me encuentro borracho de resentimientos, etcétera. Asistí a reuniones de
estudio de los pasos para conocer los métodos que otros utilizaban para
superar sus defectos. Me dijeron que una de las mejores formas de
cortar de raíz los resentimientos es rezar por la persona a la que guardo
rencor. Pide para ellos lo que quieres para tí, me recomendaron. ¡Me dio
resultado! La primera persona que me ayudó a alcanzar la sobriedad fue
objeto de innumerables oraciones diarias. Al parecer no le beneficiaron
mucho (¿quién sabe?), pero a mí me impidieron caer en la trampa del
resentimiento.

10. Aprender a dar en vez de recibir. Esta técnica también daba


buenos resultados con la lujuria. Cuando capto una imagen apetecible de
refilón, en vez de dejarme llevar por el impulso que me arrastraba a mirar
y beber, rezaba por esa persona y continuaba mi camino sin mirarla.
Podía ser un simple: 'Dios la bendiga y le proporcione lo que necesite'. O
dependiendo de la intensidad del estímulo lujurioso, podía ser más
ferviente: 'Dios la bendiga y le ayude; hágase Su voluntad en su vida'.
 
Comencé a hacer lo mismo con las modelos de los anuncios que ejercían
un poder semejante sobre mí. Cuando actúo de esta forma, me siento
mejor y recibo algo que es limpio, fuerte, libre y bueno. De alguna
manera, me convierto en un canal transmisor del bien, en vez de abrirle
un conducto a la lujuria a través del cual penetre la maldad. El grado en
el que bebo de esa imagen indica en qué medida soy esclavo de la
misma; la medida en la que doy de mí a otro es la medida en la que me
libero de su poder. Además...resulta mucho más fácil conseguir la victoria
dando que intentándolo a través del fastidioso y mortificante recurso a la
fuerza de voluntad.
 
Haz la prueba alguna vez: no puedes desear con lujuria a alguien por
quien rezas de este modo. He aquí una experiencia tal como la relata
una mujer de SA:

Recuerdo al comienzo de mi sobriedad un video muy sugestivo en unos


grandes almacenes. Sentí una atracción irresistible, y sin darme cuenta
de lo que me había pasado, esa imagen se apoderó de mí. Comencé a
rezar una y otra vez por esa cantante. El resultado fue increíble. Desde
entonces lo he hecho muchas veces, y siempre me da buenos
resultados.

Esta acción puede servir para enmendar de forma indirecta los daños
causados a todos los objetos anónimos de mi lujuria y de mis actos
sexuales- esos extraños a los que ayudé a consolidar su forma de vida
destructiva. Parece ser una ley natural del universo: recibo en la medida
que doy.

11. Elegir un padrino de SA. Necesitaba a alguien que tuviera una


visión de mí más objetiva que la que yo tenía, aunque esa persona
tuviera también sus propios defectos. (Cada vez que me decidía por un
padrino encontraba que tenía defectos lo suficientemente grandes como
para justificar mi rechazo si hubiera querido buscar una excusa). Lo que
me daba mejor resultado era pedir ayuda y seguir sus instrucciones.
Establecimos un contacto regular y hacía lo que me decía. Esto me
transformó en una persona dispuesta a aprender y me evitó muchos
sufrimientos y pérdida de tiempo.

12. Buscar amigos del programa. El sexolismo me había impedido


disfrutar de la verdadera intimidad. Me había convertido en un ser
solitario, incapaz de dar y de recibir amor. Para recuperarme tuve que
dejar de aislarme y comenzar a tratar a la gente. Pero no sabía cómo
hacerlo. Al principio, para mantenerme sobrio, me vi forzado a hacer
algunas llamadas telefónicas. Después, a medida que le contaba a otros
mis tribulaciones y ellos me hablaban de sus problemas, se fue creando
un vínculo entre nosotros. Compañeros de sobriedad- ¡qué alegría!
Contribuyó a que ese mundo interior, tan gris y solitario, del ego aislado
se transformara en la luz radiante de los tiempos alegres que pasábamos
juntos. La victoria sobre la lujuria no era la aburrida y deprimente
experiencia que yo me temía. Comenzaba a contactar con la vida y a
sentir brotes de gozo. Comenzaba a adquirir lo que la lujuria en realidad
había estado buscando. No puedo liberarme de la tiranía de mis deseos
lujuriosos y disfrutar de la experiencia de la liberación interior sin este
contacto con lo real.

13. Transmitir el mensaje de mi recuperación. Al principio, comencé


cautelosamente a hablar de mi obsesión sexual y de mi deseo de
recuperación a los que en sus alusiones dejaban traslucir tener
problemas semejantes. No sabía que esto era parte del paso duodécimo.
Lo hacía porque quería. Después comencé a transmitir la verdad de mi
propia experiencia en otras reuniones a las que asistía. Muy pocos
respondían, pero el caso es que a mí me ayudaba.
 
Bill W. de AA solía decir que el paso duodécimo 'exige poco dinero y
mucho tiempo'. Descubrí que estar dispuesto a emplear una fracción del
tiempo y del dinero que había empleado en mi adicción, en transmitir el
mensaje de recuperación, me ayudaba a mantenerme sobrio. Cuando
doy desinteresadamente así de mi tiempo y de lo que tengo, recibo los
valiosísimos dones de la liberación de la lujuria, además de alegría y
serenidad. En el transcurso de este proceso, he dado los primeros pasos
vacilantes e inseguros en el aprendizaje de cómo amar a otro ser
humano. No podía pedir mejor recompensa.

14. Realizar actos de amor. La sobriedad negativa -limitarme a no


hacerlo- termina en fracaso al cabo de cierto tiempo. Eso fue lo que
conocí durante muchos meses, y ese es el motivo por el que un día, sin
tener ningún problema concreto y después de haberle dicho a un antiguo
compañero de enseñanza secundaria que era un borracho de sexo
recuperado, comencé mi viaje de regreso a la adicción. No sabía lo que
me había ocurrido. No fue un pequeño desliz. Fue una auténtica caída.
Caí con todo el equipo.
 
El aspecto más crucial de mi recuperación es que fracasaré a menos que
encuentre lo que mi lujuria en realidad está buscando. Interrumpir lo
negativo sin conectar con lo positivo no sirve de nada. Para los sexólicos
como yo nuestra opción es el todo o la nada. 'Andarnos con medias
tintas no nos sirvió de nada' dice Alcohólicos Anónimos en la página 59.
Y en mi caso es verdad.
 
La gente del programa me enseñó que los pensamientos adecuados
nunca producen las acciones adecuadas, pero que si realizo las acciones
correspondientes, los pensamientos y los sentimientos adecuados vienen
a continuación. Durante mi sobriedad sexual descubrí que sólo me sentía
inclinado a tocar a mi esposa de forma sensual, erótica o sexual. Nunca
la había tocado como persona , de forma espiritual, podríamos decir.
Pero me di cuenta que si realizaba la acción de tocarla como persona, el
deseo de hacerlo se producía a continuación. Nunca podré olvidar la
primera vez cuando, ya sobrio, después de todo ese caos y de una
separación horrible, un día fui capaz de mirarle a los ojos, de extender la
mano, tocarle el brazo y darle las gracias. ¡De qué manera esa conexión
hizo fluir la fuerza del amor! Después de haber realizado esa acción los
ojos se me llenaron de lágrimas.
 
En otra ocasión, mi esposa había preparado sopa, pero las emociones
negativas se habían apoderado de mí y me dirigía hacia la puerta, sin
saber adónde iría a continuación. Me detuve  el tiempo suficiente para
llamar a mi padrino que me recordó bruscamente que era domingo y que
estaba ocupado (ninguno de mis padrinos pretendieron ser santos). En
diez segundos identificó el “problema” (la obsesión conmigo mismo) y
después de decirme: 'Siéntate y tómate la sopa' me colgó el teléfono. Me
senté sin pensarlo, mecánicamente, y tomé la sopa que ella me había
preparado. El ansia terrible de tener que salir corriendo desapareció.
Llevé a cabo la acción, y los sentimientos surgieron a continuación.
 
La oportunidad más grande de practicar el amor no es en las reuniones,
sino en el hogar. Ese es el lugar en el que me resulta más difícil. Es
mucho más fácil para mí rezar por las prostitutas y los otros miembros de
SA que realizar actos de amor para con mi esposa e hijos. Pero tengo
que hacerlo si quiero dar el salto a la vida. ¡Y yo quiero vivir!
 
Otro acto de amor que produce resultados sorprendentes es el de rezar
por mi esposa; pedir para ella lo mejor. Está relacionado con uno de los
temas antes citados, el de la práctica de dar en vez de la de tomar.
Desde que limité mis actividades sexuales a las relaciones con mi
esposa, descubrí, al redactar mi inventario, que mi dependencia de ella
era enfermiza. En consecuencia, para poder eliminar dicha dependencia,
me abstuve con su consentimiento de toda actividad sexual con ella
durante un período de tiempo considerable.
 
Más tarde, llegué a la conclusión de que tenía que estar dispuesto a
prescindir por completo de sexo mientras mi dependencia estuviera
todavía afectada por alguna forma de 'intercambio de afecto por sexo'.
'Con esposa o sin ella, no dejaremos de beber mientras dependamos
más de otras personas que de Dios' (Alcohólicos Anónimos , pág. 91).
 
Por lo tanto, cada vez que experimentaba algún sentimiento negativo
hacía mi esposa, rezaba por ella. Lo hacía aunque no me apeteciera. Me
daba muy buenos resultados. Tengo que estar siempre dispuesto a
renunciar al resentimiento y a perdonar. Para casos como este, los pasos
sexto y séptimo nos vienen como anillo al dedo.

15. Reconocer y satisfacer mi sed de Dios. A medida que adquiría un


nuevo estado de conciencia, comencé a presentir que mi impulso más
importante no era ni hacia el sexo, ni el de acaparar poder, ni hacia
cualquier otra cosa que se me ocurriera, sino mi sed espiritual -el ansia
de Dios, mi necesidad del mismo Dios. Al parecer, lo que busco en estas
borracheras visuales de lujuria mientras camino por las fascinantes
avenidas del mundo es un contacto, una conexión. Lo que quiero en
realidad es establecer el gran Contacto con la fuente de mi vida. Y para
mí como enfermo, la Mujer es la fuente de mi vida, mi dios. La lujuria me
engaña y me hace creer que no puedo vivir sin ella, cuando en realidad
lo que no puedo es vivir sin Dios.
 
Así, otra técnica que uso y que me da muy buenos resultados en el
momento de la tentación es pedir— antes de volver la cabeza y beber
—'Sea lo que sea aquello que busco ahora, permíteme encontrarlo en Ti'.
Cada vez que una persona me atrae, repito una y otra vez esta oración.
Me da muy buenos resultados. ¿Hay acaso otro modo mejor de practicar
el paso undécimo?
 
Este principio de sustituir las tentaciones por la oración da buenos
resultados con todas mis emociones negativas. La presencia divina
penetra en el lugar que la lujuria, el resentimiento, el miedo o el juzgar a
otro ocupaban en mi mente y lo llena. Sustituyo lo irreal por lo Real.
Recurro a Dios en esas situaciones. Cerrar los ojos me ayuda.

16. Expulsar la lujuria y las tentaciones de mi interior. Hay ciertas


épocas en las que me da la impresión de que camino a través de un
campo de minas, con todo tipo de cargas explotando a mi alrededor. Su
severidad y persistencia hacía que me preguntara si no estaba sufriendo
un ataque. En ocasiones semejantes, he llegado al extremo de
expulsarlas oralmente de mi interior, como si se tratase de una presencia
maligna y extraña, y recurriendo, no a mi propio poder o autoridad, sino
al de mi Poder Superior.
 
No estoy seguro de comprenderlo, y tampoco le doy demasiada
importancia, pero me ha dado buenos resultados, especialmente cuando
me daba la impresión que estaba a merced de los acontecimientos. Más
tarde, en el transcurso de los años, he oído a otros miembros contar
experiencias semejantes.

17. Buscar refugio en Dios. Invoco a menudo la presencia de Dios para


protegerme, a modo de escudo, de mi propia lujuria o emociones, o de la
lujuria o emociones de los demás. Tan pronto como me siento abrumado
o veo la imagen de refilón y me entran deseos de volver la cabeza y
beber, digo: 'Recurro a Tu presencia para protegerme de mi lujuria (o de
lo que sea).' Pero, ¡tengo que ser yo el que sujete y levante ese escudo!
Tengo que acudir a Dios en búsqueda de protección.
 
Otro mensaje que Le envié hoy, después de algunos años de sobriedad
es más o menos: 'Rechazo esta lujuria (u otra emoción o actitud
negativa); quiero que tú Te hagas cargo de ella.' Cada vez que lo hago,
da buenos resultados, pero primero tengo que renunciar a la misma.

18. Mirar a la lujuria a los ojos. Estoy aprendiendo una forma nueva de
resistir a las tentaciones que sufro durante el día para evitar que
reaparezcan y me ataquen mientras duermo. He observado que a veces
puedo, durante el día, en vez de renunciar de verdad a la lujuria, recurrir
a la fuerza de voluntad para arrinconarla en algún lugar fuera de mi vista.
A veces, después de haber hecho esto, la lujuria regresa en forma de
sueños eróticos y lo hace de un modo tal, que me daba cuenta perfecta
de que podía sucumbir a la adicción en sueños, sin necesidad de
tocarme para nada, y sabiendo que tenía la opción y la libertad de no
hacerlo. ¡Llama la atención lo poderosas y terribles son esas tentaciones!
 
Estoy tan harto de verme en situaciones límites, que he decidido tomar
medidas preventivas. Antes de irme a dormir, repaso de forma deliberada
todas las tentaciones con que la lujuria me asedió durante el día, y miro a
las personas de frente. Expongo cada persona a la luz, ante Dios, y en
actitud de rendición, admito mi impotencia ante la lujuria. Digo: 'Conoces
mi corazón, cuánto deseo sumergirme en la lujuria. A ti te la entrego. Ven
y vence a mi lujuria. La rechazo, no quiero tener ninguna relación con ella
—sea consciente o inconscientemente—.
 
Quiero que tú te hagas cargo de ella. Por favor, ayúdame a mantenerme
sobrio de toda mi lujuria esta noche'. A menudo añado una oración por la
persona objeto de la tentación, para así salir de mí mismo en actitud de
dar. Es mi forma de mantenerme puro a nivel inconsciente. Es la forma
en la que supero el miedo a la caída durante el sueño.

Resumen
 
Estas diferentes formas de combatir la lujuria requieren práctica, pero
son muy eficaces. Para programarme a mí mismo para la lujuria me
hicieron falta muchos años. Descubrí que lleva tiempo interrumpir esta
programación y programarme a mí mismo para la realidad.
 
Cuando recurría a las técnicas citadas, me sentía artificial y forzado. No
quería hacerlo; no me sentía bien. Trato de no confiar nunca más en
esos sentimientos enfermizos; ellos son los responsables de que esté
hoy aquí, de que me encuentre en esta situación.
 
Tomar algunas de estas medidas era como matar una parte de mi ser, ya
que iban contra mis inclinaciones naturales. Pero descubrí que lo que
necesitaba para alcanzar la libertad era declararle la guerra a mi forma
antigua de pensar y de obrar. Tenía que llevar a cabo una serie de
acciones, me apeteciera o no.
 
Me conviene tener siempre presente que no es la persona que está fuera
la causante de mi lujuria y de mi malestar; soy yo. Esto trae a colación
otro tema. La lujuria de la que quiero estar sobrio es la mía . Yo la
convertí en lo que es. Soy adicto a la lujuria. Del mismo modo, soy una
persona resentida e iracunda, una persona que juzga y condena, una
persona miedosa. No existe cura para mí si niego, evado o tapo mis
defectos. 'Los secretos son la medida de mi enfermedad.'

Por otra parte, puedo vivir libre del poder que estos defectos ejercen
sobre mí, si recurro a Dios en vez de a estas emociones negativas. De
esta forma obtengo una tregua día a día, hora a hora, de esa prisión que
es la lujuria, etc., siempre que mi actitud sea la correcta. Y lo es si trabajo
los pasos y las tradiciones y voy a las reuniones, a muchas reuniones.
 
Al parecer Dios, al no extirpar de mi naturaleza la tendencia a la lujuria, al
resentimiento, al miedo, etc, ha decidido no eliminar esa parte de mí en
la que viven y surgen mis defectos.  Si lo hiciera, no tendría ninguna
necesidad de Él, sería un autómata. De lo que se trata es de lograr una
victoria progresiva sobre la lujuria. Yo mismo soy lo que podríamos
llamar un pecador. Pero Dios, para transcender mis pecados, me
suministra el poder del que yo carezco. ¡La victoria se produce a través
de la gracia de Dios que se manifiesta en mi impotencia!
 
Esa es la bella paradoja de este programa: en y por mi impotencia recibo
el poder -y el amor- que proceden de lo alto.
 
Y esa es la diferencia entre negarse a sí mismo y rendirse. La negación
de mí mismo -el reprimirme- sólo me ha supuesto sufrimientos y
fracasos. Reconocer lo que soy, rendirme y confiar en el poder divino me
produce alivio, libertad y gozo.
 
La recuperación es un trabajo interno

La lista de sugerencias que te ofrecemos para vencer la lujuria siempre


estará incompleta, tan  incompleta como la lista de experiencias que
recogemos en este libro. Cada persona que se mantiene sobria, a
medida que su recuperación se enriquece, añadirá a esta lista en la que
se refleja nuestra experiencia  colectiva aquello que le ha resultado útil.
Nuestras vidas, tal cual son, son el verdadero libro, 'conocido y leído por
todos los hombres'. A medida que el tiempo transcurre, descubrimos más
cosas, y todo mejora. Ésta es la gran aventura de la recuperación de la
adicción al sexo.

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