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GESTIÓN PÚBLICA INTERSISTÉMICA Y GESTIÓN DEL RIESGO:

OBJETIVOS Y COMPONENTES DE LA GESTIÓN SOCIO GUBERNAMENTAL


PARA LA PREVENCIÓN, ATENCIÓN, MITIGACIÓN Y SUPERACIÓN DE LOS
IMPACTOS SOCIO ECONÓMICOS DEL COVID-19
Formatti Consultores SAS, Expertos en Gestión Pública y Gestión Empresarial
Santiago de Cali, Valle del Cauca, 7 abril del 2020.

Autores:
- Ángel Nahudk Haya Peña. Administrador de Empresas, Politólogo, Especialista en Gobierno y
Políticas Públicas. Director Ejecutivo (Chief Excutive Officer - CEO).
- David Andrés Santos Ruiz. Politólogo, Especialista en Gobierno, Maestrando en Gobierno y
Políticas Públicas. Director de Proyectos (Chief Project Officer - CPO).

Colaboración técnica:
- Santiago Madroñero Ballesteros. Médico General.

“No hay que temer nada en la vida,


solo hay que entenderlo. Ahora es el
momento de entender más, para que
podamos temer menos” Marie Curie.

La prevención, atención, mitigación y superación de la pandemia es el objetivo


número uno de los entes territoriales hoy, y será así durante los próximos meses;
sin embargo, esta debe ser desarrollada en el marco de una gestión integral con la
que además de pensar la gestión del riesgo desde una perspectiva interdisciplinar,
se fortalezca la respuesta a muchas otras situaciones sociales y económicas que
“no están en cuarentena”, diseñando y armonizando herramientas de gestión
pública para este fin.

Asistimos a lo que podría ser una crisis sistémica sin precedentes por lo menos en
las últimas tres generaciones por cuenta de los impactos del COVID-19, pero
también estamos ante la oportunidad de mejorar nuestro sistema de relaciones
políticas, sociales y económicas, nuestra relación con el ambiente y nuestra
relación con nuestro propio cuerpo y mente.

En el mundo se tiene reporte de más de 1,3 millones de infectados y más de


76.000 muertos. Poco más del 80% de estas muertes se concentra en tan solo 7
países: Italia (16.523), España (13.897), Estados Unidos (11.008), Francia (8.926),
Gran Bretaña (6.159), Irán (3.872) y China (3.331), los cuales, a excepción de Irán
y China, forman parte de lo que algunos denominan “primer mundo” o países
ricos, países que cuentan con una infraestructura de salud y programas de
seguridad social mucho más robustos que el nuestro, pero que han visto cómo
colapsan dichos sistemas debido a la veloz propagación de la pandemia. 

En Latinoamérica, las estadísticas oficiales son lideradas por Brasil, en donde ya


han fallecido 566 personas y las cifras de contagiados llegan a las 12.240
personas. Le sigue Ecuador, con 191 fallecidos -aunque se estima que son
muchos más porque ha habido evidencias del intenso drama que se vive en las
calles de ciudades como Guayaquil, así como de la incapacidad de las
autoridades para recoger a los cadáveres que permanecen en las calles y los
andenes- y México con 125 fallecidos. 

Para el caso colombiano, enfrentamos una pandemia que hasta el momento deja
un saldo de 46 personas fallecidas en el territorio nacional, 1.579 personas
diagnosticadas con la enfermedad y 88 personas recuperadas. Sin duda, hay un
enorme subregistro de casos -no sabemos cuántas personas en realidad están
infectadas-, lo que ha llevado al gobierno nacional a ampliar el plazo de
cuarentena obligatoria, que originalmente estaba previsto hasta el 13 de abril, al
27 de abril, es decir, dos semanas más. Y no sabemos si ese plazo se seguirá
ampliando o si continuaremos con un “aislamiento preventivo inteligente” como lo
han hecho algunos países europeos. Todo dependerá de las cifras que se tengan
al finalizar este nuevo periodo de cuarentena, y muy probablemente de las
condiciones políticas que se generen tras una posible decisión.

Con las cifras que se han expuesto previamente y con la advertencia de que existe
subregistro, queda claro que el gobierno colombiano pudo aprovechar el tiempo
que tardó en llegar el virus a nuestro país para tomar medidas de mitigación que
hasta ahora han funcionado -en el sentido de que nuestra realidad al parecer es
distinta a la de los países anteriormente citados, particularmente los europeos y
Estados Unidos-, aunque desde la perspectiva de algunos críticos, dichas medidas
se tomaron un poco tarde, asunto en el que coincidimos, pues se pudo evitar que
el virus llegara al país mediante controles más drásticos, particularmente en los
aeropuertos, evitando con esto una situación que experimentamos hoy: la pérdida
del nexo epidemiológico, lo que implica que se reconoce la circulación local del
virus y que cualquier persona podría tenerlo o contagiarse sin necesariamente
exponerse a personas que hayan llegado del exterior del país.

Es esto precisamente lo que provoca una nueva ampliación de la cuarentena, lo


que agrava la situación para aquellos colectivos más vulnerables: personas en
situación de calle, reclusos, adultos mayores, personas con discapacidad,
personas con comorbilidades y migrantes en situación irregular. Pero no solo
estos colectivos se ven afectados. La pérdida del empleo y la reducción de
ingresos concierne asimismo a la población de estratos bajos y medios por igual,
tanto trabajadores asalariados como independientes, trabajadores informales
como empresarios, todos por igual, aunque con impacto diferencial, lo que puede
conllevar a una crisis socioeconómica de grandes proporciones si no se toman
medidas que prevengan, atiendan, mitiguen y permitan superar los efectos de la
pandemia.

Las consecuencias de la pandemia podrían ser devastadoras. Desde el punto de


vista de la salud pública, nuestro sistema de salud podría colapsar si el número de
contagiados se disparara, lo que ocasionaría aún más muertos. Cada persona que
fallece es una tragedia en sí misma para su familia y su entorno cercano. Pero
también se dejarían de atender otras condiciones patológicas que son asimismo
graves y requieren atención inmediata, exponiendo a la población que las padece
a un deterioro en su calidad de vida o a una muerte segura.

Desde el punto de vista psicosocial y económico, en las condiciones actuales del


país, la pandemia podría provocar, vía cuarentena -a mayor duración, mayor
probabilidad de ocurrencia de estos fenómenos-, entre otros: pérdida del empleo y
la consecuente reducción de ingresos; destrucción del tejido empresarial y el
menoscabo en el aparato productivo nacional; incremento de la pobreza; mayor
marginalidad; vulneración de derechos, particularmente a colectivos vulnerables;
problemas psicológicos derivados del confinamiento, aislamiento y miedo;
desobediencia civil; problemas de orden público -saqueos, asonadas, protestas,
mítines-. También podría generarse un desabastecimiento de alimentos, de
combustible, de agua, de electricidad, entre otros, si la cuarentena llegase a
afectar dichos sectores, ello en el entendido de que tanto el gobierno nacional, y
principalmente los gobiernos locales, tienen una capacidad fiscal limitada para
subsidiar muchos de los bienes y servicios vitales, subsidios que, si llegaran,
probablemente disminuirían varios de estos efectos o incluso cambiarían
totalmente el panorama anteriormente expuesto. 

Vale aclarar que, en un contexto ideal, tendría que hacerse una cuarentena severa
con subvenciones a las familias y empresas pequeñas y medianas, experiencias
anteriores, explica Richard Baldwin (2020), muestran que cuarentenas más
severas fueron las que sufrieron recesiones menos persistentes, porque la crisis
se vuelve aguda, pero no crónica. Sin embargo, esas no son las condiciones con
las que se cuenta. 

De manera que lograr un equilibrio entre la protección de la vida y la salud, por un


lado, y la satisfacción ya no del desarrollo humano, sino de las más básicas
necesidades de la población, particularmente en relación con lo económico, por
otro lado, se antoja como algo sumamente complejo y que debe gestionarse de
manera inteligente por parte de las autoridades, pero también por parte de la
ciudadanía.

Hemos sido testigos durante los últimos dos meses del colapso de los sistemas de
salud de naciones más avanzadas tecnológicamente y con muchos más recursos
económicos que la nuestra, así como de los efectos económicos y sociales que ha
generado esta pandemia en dichos países. Colombia entraría en una crisis
gravísima si un escenario como ese se presentara. Por lo tanto, es algo que
debemos evitar a toda costa.

Se debe reconocer que la capacidad institucional de la gran mayoría de municipios


en nuestro país es limitada, tanto en términos de infraestructura hospitalaria como
en relación con la disponibilidad de recursos para atender la complejidad que
implica una pandemia de estas dimensiones. Si bien es cierto que cerca de mil
municipios en el país aún no tienen casos detectados, esto debe tomarse con
reservas debido al subregistro. Si bien desde el nivel nacional se trazan algunas
recomendaciones y deberá gestionarse la transferencia de recursos, no cabe duda
que las particularidades y singularidades territoriales harán necesario que cada
municipio desarrolle un plan de gestión contingencial adaptado a sus realidades
factuales.

De ahí la importancia de tener una hoja de ruta que posibilite una gestión pública
que incida de manera favorable en esta compleja dinámica. Esta hoja de ruta,
reiteramos, debe ser un modelo de gestión intersistémico que además opere como
enfoque y perspectiva de la gestión local.

Es precisamente en este último punto donde interesa centrar el foco de atención:


las administraciones públicas se enfrentan a enormes desafíos socioculturales,
económicos y políticos, que apenas empiezan a vislumbrarse. Aunque, a decir
verdad, el mayor de todos sus retos consiste en cómo orientarse en un terreno
inexplorado, cómo navegar con un rumbo definido en aguas desconocidas, cómo
hacer una adecuada gestión en tiempos de contingencia.

Se requiere por tanto la territorialización de un modelo de gestión pública


integral e intersistémica para la prevención, atención, mitigación y
superación de los impactos socioculturales, políticos y económicos de la
pandemia COVID-19 que se constituya en una hoja de ruta en la que las
administraciones públicas puedan confiar y que además, señale un derrotero claro
a seguir, brindando confianza asimismo a la población y logrando una mayor
aceptación-legitimidad de sus decisiones, algunas de las cuales serán, sin lugar a
dudas, difíciles de tomar e implementar.

Ello implica rediseñar o armonizar muchas herramientas de gestión local -incluidos


los planes de desarrollo municipales y departamentales que aún están en proceso
de formulación y validación-, diseñando e implementando acciones de gobierno
con las que se logre que esta crisis se traduzca en una oportunidad para
fortalecernos como sociedad de cara al futuro. 

El actual contexto, si bien plantea muchos retos y tiene lamentables implicaciones


para la salud pública, también es una oportunidad para que pensemos una mejor
manera de habitar el mundo, de formar un tejido empresarial sólido y con mayor
responsabilidad social, de construir un entramado social solidario, de retejernos
como una sociedad respetuosa y protectora de la naturaleza, de transformar
muchos de nuestros hábitos y estilo de vida, para desnaturalizar muchas ideas
erróneas acerca de la virtualidad como instrumento para la formación,
socialización, trabajo y encuentro. Para este logro hay objetivos institucionales,
fiscales, socioeconómicos, políticos, ambientales y de salud pública mínimos,
sobre los cuales debemos avanzar.

Objetivos institucionales

 Fortalecer la capacidad de respuesta institucional para la prevención,


atención, mitigación y superación de los impactos del COVID 19.
 Mejorar la comprensión de la coyuntura en términos sociales, culturales,
epidemiológicos y políticos, en el conjunto de servidores públicos. 
 Armonizar la gestión local a las demandas y expectativas emergentes del
contexto pandémico, a partir de un ejercicio de gobernanza democrática. 
 Generar un sentido compartido entre los servidores públicos, sobre la
situación social y epidemiológica, y sobre las alternativas y respuestas para
la prevención, atención y mitigación de los impactos del COVID 19.
 Identificar, potenciar y utilizar los mecanismos de diálogo e información
orientados a la ciudadanía. 
 Definir un plan de gestión intersistémico de prevención, atención, mitigación
y superación de la pandemia, con enfoque diferencial y de derechos
humanos. 

Objetivos fiscales
 Mejorar la efectividad del gasto público orientado a la prevención, atención,
mitigación y superación de los impactos del COVID 19.
 Incorporación de la pandemia en los procesos de planeación y presupuesto
para el periodo 2020 - 2023. 
 Gestionar recursos alternativos para fortalecer la capacidad administrativa y
la presencia institucional.
 Reprogramar la inversión a corto y mediano plazo, de acuerdo con las
prioridades establecidas por el Plan de Manejo de la Pandemia y los ajustes
que se realicen al Plan de Desarrollo 2020 - 2023.

Objetivos socioeconómicos

 Identificar los impactos sociales negativos que puedan surgir en el territorio,


para definir acciones prospectivas de gestión del riesgo.
 Disminuir y mitigar el impacto social negativo emergente por la pandemia
de COVID-19.
 Generar procesos de formación y validación de las medidas y alternativas
definidas para la prevención, atención, mitigación y superación de los
impactos del COVID 19.
 Fortalecer el tejido social y la solidaridad pública.
 Identificar y tramitar situaciones socialmente relevantes que ameriten
acciones gubernamentales de contingencia y atención. 
 Identificar e implementar estrategias de emprendimiento y sostenibilidad
económica
 Establecer acuerdos con el sector empresarial local para mejorar su
responsabilidad y solidaridad social, así como para promover sus servicios
y productos como base del consumo local.
 Generar procesos de sensibilización y reconocimiento de las medidas y
alternativas definidas para la prevención, atención y mitigación de los
impactos del COVID 19.
 Definir estrategias para mejorar la seguridad alimentaria, priorizando la
autosustentabilidad prospectiva.
 Capacitar a la población en general en el uso de herramientas virtuales
para la comunicación y el trabajo.
 Promover entre toda la ciudadanía, procesos de resignificación de la
situación.

Objetivos políticos
 Generar dispositivos y estrategias de comunicación pública para la
participación ciudadana en la gestión de la pandemia -corto plazo-. 
 Promover e implementar instrumentos de consulta y diálogo ciudadano para
los procesos de gestión pública -largo plazo-.
 Fortalecer los procesos de gobernanza democrática a partir de la
participación en la toma de decisiones de los diversos actores que
conforman el entramado social, político y económico del municipio.

Objetivos ambientales

 Identificar los impactos ambientales positivos y negativos que puedan surgir


en el territorio para definir acciones prospectivas de gestión del riesgo y de
sustentabilidad ambiental. 
 Definir acciones sociogubernamentales de protección y sensibilización
ambiental ciudadana para una transformación positiva de nuestra relación
con el medio ambiente.

Objetivos en salud pública

 Promover hábitos de vida saludable entre la ciudadanía para mitigar el


impacto del COVID 19 en términos de morbilidad y mortalidad. 
 Diseñar, implementar y evaluar estrategias de prevención, atención,
mitigación y superación de los impactos del COVID 19 en términos de salud
pública.
 Capacitar al personal del área de la salud en los protocolos de prevención y
mitigación de los impactos sociales de la pandemia.
 Sensibilización a la población en general de las fases del contagio y el
proceso salud-enfermedad asociado al COVID-19
 Definición de medidas de prevención y aplicación en diversos ámbitos
(calles, negocios, medios de comunicación).

Estos objetivos requieren un proceso de operacionalización técnica mediante


ejercicios de territorialización diferencial con enfoque de acción sin daño, para ello,
cada territorio deberá diseñar planes de contingencia y armonizar sus planes de
desarrollo territorial. Para avanzar en esta labor, se requiere pensar la prevención,
atención, mitigación y superación de la pandemia en una doble perspectiva, como
Modelo de Gestión Pública y como enfoque para el diseño y armonización de los
actuales instrumentos de gestión pública. Esta doble perspectiva debe
entrelazarse de manera sistémica a manera de macroproceso, procesos y
procedimientos para la intervención y acción socio gubernamental inmediata, a
mediano plazo y prospectiva. 

Dicho modelo/enfoque podría estar basado en siete componentes: a)


comunicación pública y la formación ciudadana, b) democratización de la gestión
pública y la sociedad, c) diagnóstico y planeación estratégica, d) emprendimiento,
responsabilidad social empresarial y responsabilidad medioambiental, e)
fortalecimiento de la capacidad de respuesta institucional, f) intervención
multidimensional para el fortalecimiento de las comunidades, y g) sostenibilidad
fiscal y el gasto público.   

a. Componente de comunicación pública y formación. 

La creciente desinformación a la que se ve sometida la ciudadanía, ya sea por la


transmisión de información errónea o por prácticas propias de muchas
comunidades asociadas a la ausencia de contrastación e investigación de fuentes
de información que replican, así como un conocimiento del contexto y de las
implicaciones del virus limitadas a lo que se publica en medios de comunicación
masivos, reducen la efectividad de las medidas de mitigación y superación de la
epidemia. 

Por ello es necesario mejorar entre la ciudadanía y los servidores públicos la


comprensión de la coyuntura en términos sociales, culturales, epidemiológicos y
políticos, y de esta forma, generar un sentido compartido de las implicaciones,
necesidades y perspectivas de la gestión pública local en el contexto in y pos
pandemia; para ello es fundamental identificar y hacer uso de diversos
mecanismos de diálogo e información internos y externos a la administración
municipal. 

La intención, además de mejorar la calidad de la respuesta institucional y disminuir


la transmisión de información errónea o mal intencionada, es generar procesos de
formación, sensibilización, reconocimiento y validación de las medidas y
alternativas definidas para la prevención, atención, mitigación y superación de los
impactos del COVID-19 en toda la población.

b. Componente de democratización de la gestión pública y la sociedad

La coyuntura ha demostrado la necesidad de fortalecer el tejido social y la


solidaridad pública, pues no todas las personas gozan de la satisfacción y goce
efectivo de sus derechos en la misma proporción, ya que son evidentes las
dificultades que distintos grupos poblacionales tienen para subsistir en este
contexto, por su condición o situación. 

Además de ello, dicha labor de fortalecimiento del tejido social debería implicar, en
clave de gobernanza democrática, la generación de dispositivos y estrategias de
comunicación pública para la participación ciudadana en la gestión de la
pandemia, así como promover e implementar instrumentos de consulta y diálogo
ciudadano para los procesos de gestión pública prospectiva. Hay muchas
situaciones en el marco de la pandemia o no, así como alternativas de acción
sociogubernamental, que difícilmente son visibles si no se reconoce la voz de la
ciudadanía. 
 
c. Componente de diagnóstico y planeación estratégica

La coyuntura está generando y generará múltiples efectos en diversos aspectos


de la vida de las comunidades; pensar una gestión del riesgo y acción sin daño
implica identificar los impactos sociales, culturales y ambientales negativos que
puedan surgir o están surgiendo en el territorio, para definir acciones prospectivas
de gestión del riesgo.

Lo anterior sin desconocer que hay muchas situaciones y problemáticas públicas


que no se dan en el marco del contexto epidemiológico, pero que igualmente
requieren acciones gubernamentales de contingencia y atención, que deben ser
reconocidas y tramitadas como parte de una gestión integral en contingencia.

Con el tema ambiental y social además hay una característica particular, aquí no
solo se trata de Identificar los impactos ambientales y sociales negativos, sino
también los positivos, con la intención de promover acciones para su potenciación
social y cultural, así como la sostenibilidad de dichos impactos. 

d. Componente de emprendimiento, responsabilidad social empresarial y


responsabilidad medioambiental

Uno de los mayores impactos de la pandemia se centra en el sistema productivo.


Principalmente los trabajadores independientes, los mercados informales y la
pequeñas y medianas empresas están sufriendo un impacto económico fuerte. Si
bien muchos de estos asuntos son de macroeconomía y difícil de impactar en lo
local, sí es posible identificar e implementar estrategias de emprendimiento y
sostenibilidad económica que mejoren las condiciones de subsistencia en el
territorio.
Así mismo, esta es una valiosa oportunidad para establecer acuerdos con el
sector empresarial local y mejorar su responsabilidad y solidaridad social, así
como para promover sus servicios y productos como base del consumo local.

e. Componente de fortalecimiento de la capacidad de respuesta institucional

Es menester fortalecer la capacidad de respuesta institucional para la prevención,


atención, mitigación y superación de los impactos del COVID-19. Para esto existe
una gran diversidad de acciones posibles, siendo la armonización de la gestión
local a las demandas y expectativas emergentes del contexto pandémico, a partir
de un ejercicio de gobernanza democrática, la más estratégica; tal cosa,
garantizando la pertinencia y coherencia técnica mediante la aplicación del
enfoque diferencial, la gestión del riesgo, la acción sin daño y el enfoque basado
en derechos humanos, pues las condiciones territoriales y culturales del municipio
requieren un efectivo ejercicio de territorialización de las medidas.

Parte de dicho proceso implica definir un plan de gestión intersistémico, con una
clara orientación al mejoramiento de la efectividad del gasto público destinado a la
prevención, atención, mitigación y superación de los impactos del COVID-19. 

f. Componente de intervención multidimensional para el fortalecimiento de la


comunidad

Una intervención socio-gubernamental exitosa e integral implica el reconocimiento


de varias dimensiones en las que el COVID-19 ha tenido y tendrá impacto, tales
como la dimensión socio económica, la salud pública, el ambiente, la seguridad
alimentaria, entre otras.

Esta es una oportunidad no solo para trabajar en la mitigación de impactos


negativos, sino para retejer conductas, percepciones y prácticas de las personas
relacionadas con su salud personal, con sus relaciones interpersonales, con su
relación con el sistema político y con el ambiente. La intención es desarrollar
estrategias que priorizando la autosustentabilidad prospectiva, fortalezcan a las
comunidades. 

g. Componente de sostenibilidad y fortalecimiento del gasto público 

Una de las mayores preocupaciones de los municipios tiene relación con los
recursos disponibles para afrontar los efectos de la pandemia, especialmente
porque para la mayoría de los municipios, el inicio de la cuarentena coincidió con
la fecha del primer pago con descuento del impuesto predial, una de las
principales fuentes de los ya de por sí precarios fiscos municipales. De manera
que el aseguramiento de recursos se erige como uno de los principales objetivos
de estas administraciones.

La gestión pública implica la organización y administración de recursos públicos


para el logro de objetivos estratégicos en materia de desarrollo social y económico
de un territorio, esto devela la importancia de un gasto público efectivo, más aún
en un contexto como el actual, en el que muchas veces la capacidad del aparato
administrativo del territorio (alcaldías y gobernaciones) es limitado respecto a las
responsabilidades y retos que la pandemia exige.  

Por ello, es clave la incorporación de la prevención, mitigación, atención y


superación de la pandemia en los procesos de planeación y presupuesto para el
periodo 2020 – 2023, lo que incluso puede implicar la reprogramación de la
inversión pública a corto y mediano plazo, de acuerdo con las prioridades
establecidas por el Plan de Manejo de la Pandemia y los ajustes que se deban
realizar al Plan de Desarrollo 2020 – 2023 en su armonización.

Además, si bien el mundo está atento a todo lo que sucede con el COVID-19, es
necesario gestionar recursos alternativos para fortalecer la capacidad
administrativa y la presencia institucional, y para ello se debe identificar otras
fuentes de financiamiento, acompañamiento o asistencia con recursos no
financieros.

En conclusión, las administraciones públicas se enfrentan a enormes desafíos


socioculturales, económicos y políticos, pero sin duda el mayor de todos sus retos
consiste en cómo hacer una adecuada gestión en momentos en los que la salud
pública, el empleo, el ingreso básico de las familias, la estabilidad económica de
trabajadores dependientes, independientes y empresas y la sostenibilidad fiscal,
entre otros factores, están gravemente amenazados por la pandemia del COVID-
19, al mismo tiempo en el que otras situaciones como la marginalidad y la
pobreza, el conflicto armado, las conflictividades urbanas, la violencia intrafamiliar,
la violencia en contra de las mujeres y la niñez, entre muchas otras situaciones,
continúan existiendo como problemáticas de urgente intervención pública, muchas
de las cuales incluso se han agudizado en este contexto.

Si bien en apariencia nos enfrentamos a una crisis sin precedentes, también se


trata de una oportunidad sin precedentes. A problemas complejos, soluciones
complejas. Esta situación nos debería llevar a una reflexión colectiva profunda con
respecto a cómo habitamos el mundo, cómo nos relacionamos, cómo es la
relación gobiernos - ciudadanos, cómo es nuestro sistema económico, cuál es
nuestra vulnerabilidad real como especie, qué importancia le damos a nuestra
salud y estilo de vida, entre muchos otros aspectos.

Es oportuno recordar que una apuesta estratégica en materia de gestión pública,


pensando en todo lo que implica el actual contexto, es avanzar hacia el
fortalecimiento y la democratización política y social de la gestión pública,
asumiendo para tal efecto al menos tres grandes retos:

 Pasar de la gerencia pública al agenciamiento y co-agenciamiento público


(construir un gobierno para y con la gente).
 Pasar de la pretensión de la gobernabilidad a la gobernanza democrática
(construir un gobierno democrático y por lo tanto de poder
obediencial y no mandatorial).
 Pasar del procedimentalismo jurídico a la acción pública y la concreción
metodológica de los marcos de la acción de gobierno.

En este sentido, esta coyuntura se erige como una valiosa oportunidad para que
las y los gobernantes realmente construyan lo público con la ciudadanía y que
avancemos todos y todas como sociedad hacia una sustantiva democratización de
la gestión pública y un crecimiento cualitativo como sociedad.

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