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Una mirada sobre la producción de conocimientos junto a movimientos

populares

El objetivo de esta presentación es compartir reflexiones y preguntas sobre


Investigación Militante (IM) (Bringel y Maldonado, 2016) y Educación Popular (EP) a
partir de la experiencia compartida con movimientos y organizaciones populares. Nos
referiremos a prácticas que llevamos adelante desde la universidad en una forma que
pretende ser integradora de las funciones de docencia, investigación y extensión
universitarias (Tommasino, 2010).
Las experiencias que me propongo compartir son las de investigación con dos
movimientos campesinos que integran la Coordinadora Latinoamericana de
Organizaciones del Campo (CLOC) y la Vía Campesina (VC): el Movimiento de
Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) y el Movimiento Campesino de Santiago del
Estero (MOCASE VC). Ambos movimientos definidos por su lucha por la tierra.
Nuestra práctica de extensión universitaria con movimientos y organizaciones
populares urbanos enlazada con la docencia, fue la fuente de las preguntas que nos
orientaron en la investigación de estos dos grandes movimientos. La Investigación
Acción Participativa y Educación Popular nos desafiaron con relación al sentido
político de nuestra investigación, al enfoque metodológico y a la misma comprensión
de los problemas y los sujetos involucrados.
Hacia fines de los 60 y principios de los 70 se iniciaron esas dos corrientes que
abordaron dimensiones fundamentales de la praxis política latinoamericana. Me estoy
refiriendo a corrientes que reconocen su origen en las contribuciones de Orlando Fals
Borda (IM -IAP) y de Paulo Freire (EP). Estos intelectuales militantes construyeron
síntesis de las movilizaciones políticas y del pensamiento de su tiempo y abrieron
cauces a nuevas experiencias, a nuevas praxis. Síntesis de un tiempo que abarcó
tanto a académicos como a organizaciones diversas, esas que desafiaban la realidad
con sus proyectos de revolución, de liberación y de socialismo y que encontraron en
los pensamientos y propuestas de estos autores una gran potencialidad.
Son innumerables los lazos que las hacen converger, pero tal vez los más
significativos a mi juicio, fueron dos. En primer lugar, volver a integrar tres espacios-
momentos–sujetos que la cultura occidental escindió: la producción de conocimientos,
la transmisión de esos conocimientos y la acción política. A partir de las contribuciones
de Fals Borda y Freire la investigación, la educación y la acción políticas podrían
concebirse como unidas, articuladas, convergentes. Tal vez con distinto énfasis según
el momento, pero articuladas por su compromiso con la transformación de la realidad.
Y, en segundo lugar, transformar el lugar de objeto de investigación o de depósito de
1
conocimientos en el de sujeto, transformaron una relación jerárquica en una entre
iguales. Concibieron a sujetos de pie, activos, protagonistas de sus destinos.
Como decíamos, estas dos corrientes fueron siempre un horizonte que nos desafiaba.

La experiencia de investigar en organizaciones en lucha

Quisiera partir de una aclaración. Desde hace varios años decidí no ser quien presente
a las organizaciones con quienes trabajo, salvo excepciones y a través de sus propios
dichos, ya que ellos asumen su propia representación. Brevemente tomaré sus
palabras para contextualizar mis reflexiones sobre nuestra vinculación.

Si bien mi trabajo de investigación fue y es con organizaciones campesinas su escala


tiene diferencias. El MST es un movimiento que actúa en el plano nacional conformado
varios cientos de miles familias asentadas y otro tanto acampadas y el MOCASE VC
que actúa en el provincial y reúne 8.500 familias aproximadamente1.

En ambos casos se indagó en dos dimensiones: la organización y los proyectos de


educación. En un texto, editado por el MST bajo la autoría de Stedile y Frei Sergio (s.f
cuya primera edición en portugués es de 1993) 2 definen al movimiento afirmando sus
peculiaridades construidas en el marco de la historia brasileña y distanciándose de las
simples clasificaciones utilizadas por la teoría social.

El MST se considera un movimiento social de masas cuya principal base social


son los campesinos sin tierra, que tienen un carácter, al mismo tiempo, sindical
(porque lucha por la tierra para resolver el problema económico de las familias),
popular (porque es amplio, participan diferentes categorías y porque lucha
también por reivindicaciones populares, especialmente en los asentamientos) y
político (no en el sentido partidario sino en el sentido que quiere contribuir a los
cambios sociales). La dificultad en entender su carácter es porque no se
encuadra en las formas tradicionales de clasificar a los movimientos sociales,
reuniendo en un solo movimiento tres características complementarias:
sindical, popular y político (Op. cit.: 22-23).

Desde los inicios, definieron los objetivos fundamentales que expresan también esas
características señaladas:

1
Los datos de familias integradas a los movimientos los tomamos de los proporcionados por
esas organizaciones. Se trata, por cierto, de números que pueden variar según la fuente.
2
Nos referimos a "La lucha por la tierra en el Brasil", que tiene la forma de un texto para
difusión.
2
1. Ocupar tierra para producir con el propósito de resolver el problema económico y
de supervivencia de las familias de agricultores, familias que sin poder hacerlo de-
sean seguir trabajando en el campo.

2. la Reforma Agraria, como objetivo amplio, entendido como un conjunto de medidas


estatales en relación con la estructura de tenencia de la tierra y otras de carácter
social, que beneficiarían no sólo a los trabajadores rurales sino también a los urba-
nos.

3. una sociedad más justa, ya que esa Reforma Agraria amplia sólo será factible
"con un cambio en el actual poder político, con importantes cambios sociales." (ibi-
dem:22)

La estrategia central de lucha del MST es la ocupación de tierras. La ocupación


entendida en dos sentidos: como acción política para exigir la reforma agraria y
transformaciones en la estructura fundiaria de Brasil y como acción concreta de grupos
de familias en pos de tierra para trabajar e iniciar su integración a una organización de
carácter nacional.

Mi aproximación a este movimiento se desarrolló entre 1999 y 2001, vinculándome


como investigadora y, por supuesto, extranjera. Fue muy fácil acceder a diversos
espacios e instancias del movimiento: escuelas, asentamientos, campamentos. En todo
momento fui muy gratamente recibida y me respondieron a cada una de las preguntas
e inquietudes que tuve. Viví junto a los integrantes del movimiento los diferentes
cotidianos y pude reconocer tanto las continuidades organizativas como las diferencias
según el propósito y formas culturales desarrollados en cada espacio-momento.

En diversas oportunidades me manifestaron el agradecimiento y la valoración que el


movimiento tiene por los investigadores, ya que les permitían superar el cerco y la
estigmatización de los medios de comunicación brasileños. Los visitantes, y
especialmente los investigadores, posibilitaban que llegue fuera de sus espacios una
imagen más real de sus luchas, de sus propósitos y de sus inmensos logros.

Mi tarea de investigación no se alejó de lo convencional y entiendo que el producto tuvo


la incidencia acotada a ese noble propósito de la difusión. En el ámbito académico
argentino no fue tan bien recibido mi trabajo. La temática de educación en movimientos
sociales era totalmente nueva y provocaba, por un lado, una gran curiosidad y, por otro,
era interpretada como una propaganda de acciones en contra de la escuela pública,
amenazada y cercenada por el neoliberalismo en el gobierno. Fue muy difícil encontrar
interlocutores que contribuyan al debate y la ampliación de la mirada.

3
Unos años después, ya en mi país, encaré el trabajo de investigación con el
Movimiento Campesino de Santiago del Estero, perteneciente también a la Vía
Campesina. Una de las organizaciones de mayor envergadura de la Argentina en
cuanto a la proporción de sus integrantes con respecto al universo de campesinos que
representan, por la legitimidad que fueron logrando sus luchas y por los resultados
obtenidos en sus 28 años de existencia. En su primer congreso en 1999 se presentaron
de la siguiente forma:

Desde sus comienzos, el MOCASE asumió como estrategia central la


lucha por la tenencia de la tierra y por las condiciones de vida de las
familias campesinas. El problema generalizado de tenencia precaria de la
tierra por parte de los campesinos había generado un histórico proceso
de "desalojos silenciosos" en la medida en que no había conciencia sobre
el derecho de posesión veinteñal y a la vez no estaban dadas las
condiciones mínimas de organización para que las presentaciones ante la
justicia o los reclamos ante el poder político tuvieran alguna posibilidad
de éxito.

El surgimiento del MOCASE resulta un punto de quiebre con esta


situación preexistente, de modo tal que el silencio se convirtió en
conciencia del derecho hecha palabra y acción. Se promovió la
organización para la autodefensa de los pobladores, se acompañó con el
asesoramiento legal y la defensa jurídica correspondiente, se fue
logrando una mayor visibilidad política ante los dueños del poder, se
amplió la articulación y los lazos solidarios con otros sectores de la
sociedad que se sintieron atraídos por esta lucha. (1º Congreso MOCASE,
1999)

Mi primera aproximación no fue la investigación sino un proyecto conjunto entre


organizaciones campesinas y mi universidad, al que le sucedieron varios más. Estos
proyectos estuvieron vinculados a: el acompañamiento de estudiantes campesinos en
las universidades, el proyecto de formación de maestros, la recuperación y
sistematización de memorias del movimiento, la investigación compartida sobre
conocimiento de los campesinos, la formación de estudiantes universitarios como
educadores, la participación como docente en su universidad y en otros espacios, entre
muchas tareas. En forma simultánea con alguno de estos proyectos realicé la
investigación que integró, junto con la del MST, mi tesis doctoral. Ya la temática de
movimientos sociales y educación estaba instalada en el ámbito académico y la
recepción fue más enriquecedora.
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Sigo vinculada en forma permanente al movimiento, compartiendo diversas instancias,
acompañando sus luchas de distintas formas, sintiéndome, y creo que, reconocida por
los integrantes del movimiento, como compañera, aunque no comparta el día a día ni
sea cabalmente una de sus militantes.

Con respecto a los tres procesos de investigación de los que participé con MOCASE
VC, quisiera detenerme en algunas reflexiones y tensiones que los acompañaron y
acompañan.

La primera investigación, la realicé con formato tradicional, pero con el resguardo y la


exigencia por parte del movimiento de que fuera acordada en su asamblea. Estuvo
atravesada en mi interior por algunas tensiones entre la magnitud de la lucha a la que
me aproximaba, el temor a hacer pública información que pudiera perjudicar a esa
lucha y también por cierta culpa por la apropiación individual de esa información para la
obtención del grado de doctora. Esta culpa se ahondaba aún más cuando evaluaba
que mi trabajo era poco significativo frente a una organización que estaba en una lucha
de gran magnitud. Antes aún de terminar mi trabajo de tesis me encomendaron encarar
un proceso de recuperación-recopilación de la memoria-historia del movimiento,
posiblemente un signo de valoración de mi forma de vinculación y, a la vez, un pedido
de aportar a una tarea largamente postergada por las urgencias del día a día y que
consideraban muy necesaria. Este proceso, continua con un equipo grande al que, por
falta de tiempo, no integro. Se trata de un proceso de recopilación de testimonios orales
que se va publicando como libros que recogen la memoria de cada central que integra
la organización. Fueron muchos los debates en el inicio de este proyecto alrededor de
la forma que adoptaría el material producido, la metodología del trabajo de campo pero,
particularmente, cobró relevancia la definición de la organicidad del equipo de
investigadores con respecto al movimiento y la participación de éste en el trabajo. Las
propuestas de Investigación Acción Participativa nos desafiaban. Se resolvió
concebirse como lo que denominamos “proyecto orgánico”. Este tipo de vinculación
implica que el movimiento, en su asamblea, resuelve con qué central o sobre qué
temática se avanzará. El grupo de investigadores continúa, junto a los campesinos de
esa central o área, la planificación y seguimiento del trabajo que incluye, por supuesto,
el análisis y corrección del borrador antes de su publicación.

Si bien es muy significativa la participación de los campesinos en este proceso, no está


libre de dificultades relacionadas sobre todo con la articulación de tiempos entre
quienes están luchando en el territorio y los investigadores de la ciudad que tienen
otras tareas e, incluso, otras militancias.

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Desde hace varios años estamos desarrollando en forma conjunta con el área de
formación del MoCaSE VC un proceso de investigación sobre conocimientos y
aprendizajes de los campesinos. El equipo lo integramos académicos docentes y
estudiantes e integrantes del área de formación del movimiento (universitarios y
campesinos). La experiencia es muy rica en cuento a resultados y desafíos, pero
requieren, sin embargo, seguir ahondando en algunas cuestiones: a) los tiempos de
una organización en lucha y los tiempos académicos; b) las formas de encarar el
proceso de conocer y c) el sentido y destino de los resultados. A continuación,
desarrollaremos algunas reflexiones surgidas de estos procesos de indagación y muy
especialmente de este último de investigación conjunta

Investigación Militante- Investigación Acción Participativa y Educación Popular


después de 50 años
Estas corrientes latinoamericanas, iniciadas, impulsadas y fortalecidas por militantes
políticos y académicos comprometidos, pasaron por momentos de gran difusión y
despertaron expectativas. Con el avance del neoliberalismo de los 90, también fueron
olvidadas o desacreditadas en espacios académicos.
En forma creciente IAP-IM fue tomando un nuevo impulso de manos de diversos
grupos, la mayoría de ellos académicos críticos, que la desplegaron en prácticas de:
sistematización de experiencias, recuperación de saberes y memorias, cartografía
social entre muchos. Paralelamente la Educación Popular fue tomada como estandarte
y como referencia de las prácticas de las màs diversas agrupaciones.
Como respuesta a las salvajes políticas de los 90, cobran protagonismo los
movimientos populares, y con ellos, la renovación de las esperanzas de modificar la
realidad social al decir de Porto Goncalves (2002) la resistencia puede entenderse
como re-existencia (Porto Goncalves,). Esos movimientos populares posibilitaron el
desarrollo más significativo y cabal de la IM-IAP y de la EP, a partir del protagonismo
asumido por ellos en su praxis de lucha y de autogobierno. Una expresión clara de la
asunción de la condición de sujetos de la investigación y de la educación que antes
señalábamos.
En esa praxis de los movimientos se van produciendo nuevos conocimientos a la par
que se construyen subjetividades renovadas. Estos colectivos generan procesos
autónomos de formación de militantes y técnicos, es decir que forman a sus propios
intelectuales. En efecto, lo hacen sobre todo en esa praxis que pretende anticipar, ser
prefigurativa, de la sociedad que anuncian y que está urgida por encontrar respuestas
nuevas y autónomas para los problemas y desafíos que enfrentan en el cotidiano, algo
que Luis Tapia (2008) nombra como “factualización de alternativas”.
6
Así los movimientos sociales le dan una nueva dinámica a la IAP_IM y a la EP:
requieren de conocimientos provenientes de la llamada ciencia y también producen
otros a partir de sus prácticas y en el compartir con otras agrupaciones. Con esos
conocimientos generan y consolidan sus propias síntesis que son el objeto central de
la formación de su militantes. Avanzan en el diálogo de saberes cuidando de no
subordinarse a los académicos, procurando ser quienes conducen sus propias
investigaciones. Van asumiendo así, no sin dificultades, ese viejo anhelo de la IM- IAP
y de la EP de formación de intelectuales orgánicos de los movimientos (Rodrigues
Brandao, 1993; Gianotten y De Wit, 1985) y de edificación de una verdadera “ciencia
popular” (Bonilla, Castillo, Fals Borda y Libreros, 1972).

Reiteramos, esa ciencia está gestándose a partir de los conocimientos que forman
parte de la vida de las organizaciones y los movimientos populares. Se generan
también a partir de dispositivos asociados a intenciones pedagógicas, a partir de la
praxis organizativa y, en forma incipiente aún, de procesos sistemáticos de
recuperación, producción y recreación de saberes populares realizados por esos
colectivos en forma autónoma. En la vida de la organización hay apropiación,
recuperación y recreación de conocimientos provenientes de diversas fuentes y
también de los gestados en la misma praxis del colectivo, que se van consolidando en
formas diversas y singulares.

Los académicos y los movimientos populares

Estos movimientos con su intensa praxis productora de conocimientos y de sujetos


recreados, siguen esperando y demandando a las universidades y al sistema científico
técnico. Esperan que los académicos contribuyan con sus conocimientos actuales y
sus investigaciones a que su práctica sea cada vez más lúcida y eficaz. Pero exigen
que la producción sobre ellos les sea devuelta, es decir, que no se sostengan
prácticas extractivistas, ni que ellas nieguen sus saberes o profundicen de la
dominación de clase.
Esta relación entre movimientos y académicos está atravesada por tensiones y
contradicciones. Requiere estar basada en la confianza, la escucha, los acuerdos
claros y efectivos, la flexibilidad, la coherencia y el respeto forjados en el trabajo
conjunto. Es por eso que con frecuencia el vínculo de los movimientos se establezca a
partir de personas concretas que pueden considerarse compañeros.

Entre las tensiones más evidentes en esta relación está el grado de organicidad que
tienen los procesos de investigación en procura de ser más coherentes con los
principios sustentados y contribuir a la consolidación de los movimientos. En nuestra
7
experiencia como equipo, sostenemos, como decíamos, la relación de proyecto
orgánico, es decir, asumido como perteneciente y bajo control del movimiento popular,
aunque tengamos que responder a algunas exigencias de la vida en la universidad.
Esta opción no nos libera de las tensiones señaladas, en especial, en lo referido a los
tiempos institucionales.
La efectiva constitución de los movimientos como sujetos de la investigación, estrecha
la vinculación de los académicos con la praxis y también ahonda el desafío de revisar
las matrices de pensamiento y los abordajes metodológicos que portamos. Esta
enorme empresa de creación y recreación de una ciencia popular impone la necesidad
de revisar las racionalidades o matrices de pensamiento que se ponen en juego. Es
preciso entonces interrogarse sobre las posibles formas de colonialidad (Quijano, op
cit.; Lander, op cit.; Walsh, 2007, Freire, 1970) que pueden estar presentes en las
experiencias de trabajo compartido. Estas reflexiones no nos llevan a negarnos ni
negar nuestro conocimiento entendido siempre como fragmentario y provisional. Nos
convoca también a participar de la edificación de esa ciencia popular que implique
avanzar más allá de los límites de lo inmediato y urgente. Sumarnos a la praxis de los
movimientos populares reconociendo y aceptando que, si bien académicos y
organizaciones somos distintos, es preciso que redoblemos la vigilancia sobre
nuestras matrices de vinculación, entre personas y con los saberes, que tienden a
reproducir las desigualdades de poder de la sociedad.
Dentro de nuestras universidades y del sistema científico, por su parte, sigue estando
pendiente de resolver la legitimación de estas formas de conocer compartido con los
movimientos. Entendemos que este problema está asociado a dos cuestiones.
Por un lado, a las exigencias en relación con la autoría, así como con los tiempos y
modalidades de publicación de avances de investigación. Como sabemos se exige
que los autores sean los académicos, en forma individual o asociados entre muy
pocos, y que con estos trabajos avancen o permanezcan en sus carreras ya
prefijadas.
Por otro, el desafío aún vigente para quienes llevamos adelante proyectos de
investigación compartida, de presentación de resultados con modalidades más
rigurosas que integren fructíferamente los hallazgos de esa investigación con las
consideraciones sobre la metodología desarrollada.

Para no cerrar
Muchos de nosotros nos vemos en los bordes de nuestras instituciones, más
comprometidos con el destino de las luchas populares que con el del mundo
académico. Y nos sentimos comprometidos con la producción de otro saber, con otra
8
forma de producción de esos otros saberes, formas que respeten los sentidos, los
valores, los afectos populares. Hay mucho camino por recorrer pero no estamos
solos.

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