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Nociones de despojo y restitución de la autonomía del campesinado catatumbero

Relatos de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat)

Claudia Marcela Castellanos Acosta

Universidad Industrial de Santander


Facultad de Ciencias Humanas
Escuela de Derecho y Ciencias Políticas
Maestría en Derechos Humanos
Bucaramanga
2017

1
Tabla de contenido

1. Introducción 6

1. Aproximación conceptual al despojo de tierras del campesinado 9


1.1 Caracterización conceptual del despojo de tierras y territorios 9
1.1.1 Definición fáctica y clasificación según los métodos y los fines del despojo 9
1.1.1.1 Medios o técnicas para el despojo de tierras y territorios 10

1.1.1.2 Uso y aprovechamiento de las tierras despojadas 13

1.1.2 Aproximación teórica y política a la definición del despojo de tierras y


territorios 14
1.2 Despojo del campesinado, organización social y exigibilidad de derechos 17
1.2.1 Despojo, identidad y territorio campesino 18
1.2.2 Despojo y memoria colectiva 21
1.2.3 Despojo, desigualdad y problema agrario 22
1.2.3.1 Evolución de la propiedad rural en Colombia 23

1.2.3.2 Origen y primer intento de reforma agraria: Sentencia de la Corte Suprema


en 1926 y expedición de la Ley 200 de 1936 24

1.2.3.3 Ley 100 de 1944 y el contrato de aparcería para las contrarreformas


agrarias 26

1.2.3.4 Reforma agraria social: Ley 135 de 1961 26

1.2.3.5 La contrarreforma agraria del Pacto de Chicoral 27

1.2.3.6 Ley 160 de 1994, una reforma marginal mediada por el mercado de tierras
29
1.2.4 Despojo y paramilitarismo 31
1.3 Caracterización jurídica del despojo 33
1.3.1 Antecedentes jurisprudenciales sobre el despojo antes de la Ley 1448 de 2011
33
1.3.2 Despojo y restitución de tierras según la Ley 1448 de 2011 35
1.3.3 El despojo en la Ley 1448 de 2011 36

2
1.3.3.1 El proceso de restitución de tierras en la Ley 1448 de 2011 38

Procedimiento mixto 39
Definición operativa de víctima 41
Amplia legitimación en la acción de restitución de tierras 41
Presunciones respecto al despojo 42
Facultades especiales de los jueces de restitución 42
1.3.3.2 El derecho a reclamar tierras y territorios despojados 43

2. Aproximación al contexto de despojo en el Catatumbo 45


2.1 Aproximación geográfica a la región del Catatumbo 45
2.2 Proceso de poblamiento y colonización en el Catatumbo 49
2.3 Aproximación al conflicto armado en el Catatumbo 53
2.3.1 La incursión paramilitar en el Catatumbo 56
2.3.1.1 El terror paramilitar 57

2.4 Las economías del despojo paramilitar 59


2.4.1 La industria de la palma de aceite en el Catatumbo 60
2.4.2 Explotación de carbón a cielo abierto: proyecto de megaminería en el
Catatumbo 62

3. Proceso y aproximación a la noción de despojo en la memoria colectiva de las


comunidades campesinas del Catatumbo 64
3.1 El despojo desde la percepción del campesinado catatumbero 64
3.1.1 El despojo, referente histórico del Catatumbo 65
3.1.2 El despojo implantado y los mecanismos de desposesión en el Catatumbo 66
3.2 El despojo de lo propio: el campo y el campesinado catatumbero 67
3.2.1 La fundación del campo y el campesinado catatumbero: de colonos a hijos del
Catatumbo 68
3.2.2 El origen y la originalidad del campesinado catatumbero 70
3.3 El tejido social es nuestra autonomía: memorias de resistencia al despojo 73
3.3.1 Las Juntas de Acción Comunal: autonomía y autogobierno del campesinado
catatumbero 74

3
3.3.2 El tejido social del campesinado catatumbero 75
3.4 Retornamos para defender y permanecer en el Catatumbo 79
3.5 Del despojo a la restitución: Asociación Campesina del Catatumbo y la Zona de
Reserva Campesina de hecho 81
3.5.1 Resistir al despojo, restituir el tejido social 83
3.5.2 Organización y movilización social para la restitución del campesinado 85
3.5.2.1 Los refugios humanitarios 87

3.5.2.2 La Mesa de Interlocución y Acuerdo (MIA) 88

3.5.2.3 Las audiencias populares 89

3.5.2.4 Las audiencias de cultivadores de coca 89

3.5.2.5 Las estrategias de movilización social 90

3.5.3 La Zona de Reserva Campesina de hecho y de derecho 90

Conclusiones 97
La noción de despojo en la memoria colectiva de las comunidades campesinas de
Ascamcat 97
El despojo paramilitar en el Catatumbo, referente de la memoria colectiva de Ascamcat
98
La noción de despojo en la memoria colectiva de las comunidades campesinas sustenta
formas de resistencia, de organización social y de autonomía territorial 99

Bibliografía 100

4
Lista de imágenes

Figura 1. Tipos y modalidades de despojo de tierras y territorios en Colombia 12


Mapa 1. Ubicación de la región del Catatumbo 46
Tabla 1. Jurisdicción municipal de la zona de reserva forestal serranía Los Motilones en
Norte de Santander 47
Mapa 2. Figuras de ordenamiento territorial en la región del Catatumbo 48
Mapa 3. Reducción del territorio barí entre los años 1900 y 1970 49
Mapa 4. Implementación de la industria petrolera desde la concesión Barco hasta la firma
del contrato Chaux-Folson en 1930 51
Tabla 2. Compras masivas de tierra en Tibú para la legalización del despojo por medio de
la agroindustria y de la ganadería extensiva 60
Mapa 5. Títulos mineros en el Catatumbo y el proyecto de megaminería 63
Figura 2. Movilización social en el Catatumbo 77
Mapa 6. Polígonos de la Zona de Reserva Campesina 93

5
1. Introducción

La región del Catatumbo se ha caracterizado por fuertes procesos de organización social


que se han vivido en la zona. Desde la lucha campesina e indígena por la defensa y el respeto
a los derechos humanos se procuró la búsqueda de reivindicaciones propias como el derecho
a la tierra y al territorio, así como el acceso y la garantía de condiciones de vida digna. Se ha
afirmado que en el Catatumbo la violencia paramilitar de 1999 a 2004 impactó
significativamente a la población campesina. Esto también sucedió con su proyecto de vida,
sus luchas por el territorio y el reconocimiento de sus derechos sociales, culturales y
económicos. Fue así como estos hechos alteraron el paisaje, el territorio y la vida social y
cultural de la región, al imponer proyectos económicos como el cultivo de la palma aceitera
y las concesiones mineras para la explotación de carbón a cielo abierto.
Los procesos de destrucción de la organización social, el despojo de tierras y territorios, el
arrasamiento del tejido social y de los proyectos de vida de las comunidades campesinas son
resultado del proyecto paramilitar en la región del Catatumbo. Los efectos y las
consecuencias generados por la incursión y el control paramilitar sobre la población
campesina en el Catatumbo han sido invisibilizados. Así mismo, estos hechos se han
establecido en un escenario de naturalización, en el que pareciera que la condición campesina
implica la convivencia en contextos de violencia, despojo y destierro en donde se niegan sus
derechos y el ejercicio de su ciudadanía.
Resulta importante conocer los procesos de despojo desde la experiencia vivida por las
víctimas, en este caso, por la comunidad campesina, que fue una de las más afectadas por el
paramilitarismo en el Catatumbo. Sin embargo, este trabajo no da cuenta de los relatos de
guerra, de sus acciones o dinámicas, sino que narra las maneras en que el campesinado
catatumbero, que hoy hace parte de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat),
resistió y sobrevivió al despojo paramilitar, y describe los mecanismos con los que la
población intenta restituir y contrarrestar los efectos del despojo.
Los relatos parten de los referentes de la memoria colectiva del campesinado de Ascamcat
sobre el despojo paramilitar y, a la vez, sobre la noción de despojo que han creado. Desde
allí fue posible entender los mecanismos de organización social y las acciones de
movilización para la exigibilidad y la reivindicación de los derechos. De igual manera, se
logró comprender que el despojo de tierras y su restitución trascienden los postulados
normativos sobre la recuperación de las tierras y vinculan acciones colectivas de formación
de autonomías territoriales, como la Zona de Reserva Campesina de hecho, que integra
formas de reconocimiento de derechos y, además, promueve la reconstrucción de la
identidad, la cultura y la territorialidad campesina.
Este trabajo se enfocó en identificar los procesos de subjetivación de la experiencia del
despojo paramilitar en la memoria colectiva del campesinado catatumbero, que sobrevivió y
resistió al paramilitarismo y luego conformó Ascamcat. Se realizaron 7 entrevistas a hombres
y mujeres, algunos fundadores de la Asociación y otros que se integraron a Ascamcat a partir

6
del trabajo organizativo. Las entrevistas reúnen diferentes experiencias en relación con la
violencia y el despojo paramilitar en el Catatumbo. Los perfiles de los entrevistados son:
1. Líder campesino fundador de Ascamcat. Sufrió desplazamientos internos en el
municipio de Teorama. No abandonó la zona e impulsó el proceso organizativo de
Ascamcat desde las primeras asambleas, con la comunidad de la vereda El Suspiro,
municipio de Teorama. En el 2005 sufrió un desplazamiento por la operación Fortaleza
I, realizada por el Ejército colombiano.
2. Líder campesino fundador de Ascamcat. Desplazado por el conflicto armado en el 2002.
Fue líder del retorno de comunidades desplazadas del Catatumbo en el 2013, en la parte
alta del corregimiento La Trinidad. Participó del proceso de constitución de Ascamcat y
fue elegido como el primer presidente de la Asociación.
3. Lideresa campesina de Ascamcat. Se desplazó a Venezuela durante el periodo de control
paramilitar en el Catatumbo. Retornó en el 2004, pero fue nuevamente desplazada de la
vereda El Suspiro. Fue delegada por su comunidad en el año 2005 para participar en un
foro en Bogotá, donde denunció la situación de la región. Es fundadora de Ascamcat y
ha impulsado el proceso organizativo desde su creación.
4. Líder campesino de Ascamcat. Fue víctima de confinamiento por parte del control
paramilitar en el corregimiento de La Gabarra, municipio de Tibú. Se integró a Ascamcat
desde el 2008 y participó activamente del refugio humanitario. Actualmente pertenece a
la Junta Directiva de la Asociación.
5. Líder campesino de Ascamcat. Sobreviviente de la masacre de La Gabarra y de la
persecución paramilitar a los presidentes de las Juntas. Se desplazó a Venezuela y
retornó al Catatumbo en el 2005. Hoy integra Ascamcat, es presidente de la Junta y
concejal del municipio de Teorama.
6. Líder campesino de Ascamcat. Sobreviviente del exterminio de la UP y de la persecución
contra los negociadores de las marchas cocaleras en 1998. Fue víctima del exilio.
Retorna al Catatumbo y se integra a Ascamcat en el 2009, durante el proceso de
audiencias populares en los municipios del Catatumbo.
7. Líder campesino de Ascamcat. Presidente de la Junta de Acción Comunal en el
municipio de Hacarí. Después de ser víctima del desplazamiento, en el Catatumbo,
regresó y en el 2011 se integró a Ascamcat.
El trabajo de campo para esta investigación se realizó de 2015 a 2017, con la participación
en las dinámicas organizativas de Ascamcat, por medio de las siguientes actividades: a)
visitas y entrevistas a campesinos colonos del Catatumbo que en los años 60 y 70 llegaron a
las veredas El Suspiro, en el municipio de Teorama; y Martillo Alto, Martillo bajo, La
Angalia y Las Lajas, en el municipio de Tibú. Estas visitas se realizaron en el mes de febrero
de 2015. b) Participación en los balances de Ascamcat, en enero y junio de 2015, febrero y
julio de 2016 y enero de 2017. c) Participación en las 7 audiencias populares realizadas desde
mayo a julio de 2015 en los municipios de Convención, Tibú, Teorama, San Calixto, Hacarí,
El Carmen y El Tarrra. d) Participación en el 4.° Encuentro de Zonas de Reserva Campesina,
realizado en Tibú en septiembre de 2014, y la conmemoración de los 10 años de lucha y
organización de Ascamcat, que se realizó en el corregimiento de San Pablo, municipio de
Teorama, en diciembre de 2015.

7
Los resultados se ordenan en tres partes: en la primera se presenta la caracterización
conceptual de despojo y se integran los enfoques antropológicos y jurídicos de la noción; en
la segunda hay una aproximación al contexto de despojo en la región del Catatumbo; en la
tercera se hace referencia a la noción de despojo del campesinado y se analiza cómo esa
noción afirma referentes de identidad territorial y constituye un campo y un campesinado
catatumbero. Finalmente, se describen los procesos mediante los que se intentaron restituir
los efectos del despojo y enfrentar las amenazas de desposesión o desterritorialización, al
narrar cómo por medio del retorno y de los refugios humanitarios se creó y se constituyó la
Zona de Reserva Campesina de hecho, que hace parte de un proyecto de autonomía territorial
de las comunidades que resisten al despojo.

8
1. Aproximación conceptual al despojo de tierras del campesinado

1.1 Caracterización conceptual del despojo de tierras y territorios


El concepto de despojo ha adquirido relevancia en los últimos años, debido a la acción de
restitución de tierras, amparada en la Ley 1448 de 2011, que surge como una categoría para
dar a conocer los procesos, las modalidades y los responsables del abandono o de la pérdida
violenta y forzada de la tierra. Del mismo modo, el despojo como categoría de análisis ha
sido utilizado para estudiar situaciones relacionadas con el conflicto armado, pero también
con aspectos que tienen que ver con procesos de configuración de identidades.
Arias y Caicedo 1 afirman que el despojo describe aspectos centrales del conflicto armado
en Colombia, e indican que el control de la tierra, la destrucción del territorio y la persecución
de comunidades políticas y autónomas han sido objetos de guerra. El Centro Nacional de
Memoria Histórica (CNMH) ha documentado las formas violentas en que el paramilitarismo,
en complicidad con las autoridades civiles y militares, despojó comunidades de sus tierras, a
partir de la toma militar y del desplazamiento a sangre y fuego de pueblos enteros y con la
apropiación forzosa y fraudulenta de los derechos de propiedad, posesión y usufructo de
tierras, en donde se implementaron proyectos económicos de gran escala en asocio con
agentes privados, públicos, legales e ilegales.

1.1.1 Definición fáctica y clasificación según los métodos y los fines del despojo

El CNMH 2 ha definido el despojo como un proceso en el que intervienen actores que


implementan diversos recursos o métodos en virtud de las condiciones particulares de las
regiones y de los intereses que motivan ese tipo de acciones. Se ha identificado este proceso
con un ciclo en el que la usurpación de tierras no es el único fin, sino que puede ser solo un
eslabón de la cadena. En esta concepción se encuentra implícito lo que el CNMH 3 ha
denominado ‘la cadena de despojo’, ya que existe una relación entre el desplazamiento, el
abandono forzado y el despojo de tierras; situaciones que restringen significativamente el
acceso, uso y disfrute de los bienes que fueron arbitrariamente arrebatados.
En el contexto normativo y judicial colombiano se ha asumido una definición fáctica de
despojo. Este se entiende como el proceso «mediante el cual, a partir del ejercicio de la
violencia o la coacción, se priva de manera permanente a individuos y comunidades de
derechos adquiridos o reconocidos en su condición humana, con relación a predios,

1
ARIAS VANEGAS Julio y CAICEDO Alhena. Aproximaciones al despojo desde Colombia. Revista
Colombiana de Antropología. Julio-diciembre, 2016, vol. 52, n.° 2, pp. 7-15. ISSN: 04866525.
2
GRUPO DE MEMORIA HISTÓRICA. El territorio en disputa: memorias del despojo y resistencias
campesinas en la costa Caribe (1960-2010). Colombia: Taurus Pensamiento, 2010, p. 46. ISBN:
9789587580600
3
Ibíd, p. 43.

9
propiedades y derechos sociales, económicos y culturales» 4. Con base en esta aproximación
se ha propuesto una clasificación del despojo bajo dos categorías: la primera lo ordena a
partir de las técnicas o medios utilizados para lograr la usurpación de la tierra y el territorio;
la segunda lo tipifica según el uso o el aprovechamiento de tierras y territorios despojados 5.

1.1.1.1 Medios o técnicas para el despojo de tierras y territorios

El Área de Memoria Histórica 6, en la primera categoría, sobre tipología y modalidades,


clasificó los despojos en dos categorías: aquellos en los que se usa la violencia y aquellos en
los que se recurre a la implementación ilegal de figuras jurídicas y otras formas que en
apariencia no son violentas, coercitivas o ilegales. Los despojos obtenidos por medio de la
coerción y del uso de la violencia alteran la relación material y simbólica entre las tierras y
las comunidades, lo que ocasiona el desplazamiento forzado y el abandono de territorios. Se
consideran en esta categoría:
• Las amenazas directas e indirectas contra la vida y la integridad física, que han sido
usadas como estrategia para el vaciamiento de territorios.
• Los daños a la vida e integridad física, mediante actos ejemplarizantes y cadenas de
pánico, son actos premeditados o contingentes de violencia física hacia las comunidades
rurales. Asesinatos selectivos, masacres y torturas ocasionan la huida de los miembros
de la comunidad y el consiguiente abandono de las tierras y la transformación rápida y
violenta de la vida social, económica y política del territorio.
• Las compraventas forzadas y otros actos de enajenación logrados mediante algún tipo
de coerción se constituyen como hechos que provocan el desplazamiento forzado.
Los despojos que se logran mediante el uso ilegal de figuras jurídicas agrupan todos los
casos en los que un particular, o la autoridad pública, adjudica derechos sobre la tierra, por
medio de actos constitutivos de ilegalidades: coerción, violación de normas de
procedimiento, presión a autoridades públicas. De esta manera, obtienen la apropiación ilegal
de derechos sobre la tierra, sin tener en cuenta los derechos y las expectativas de terceros.
Dentro de esta modalidad se encuentran:
• Compraventa de propiedades y mejoras a bajo precio. Estas tienen lugar en contextos de
violencia, lo que facilita la venta de tierras.
• Compraventa de parcelas colindantes. Este tipo de transacción requiere un ambiente de
regulación social y política, ordenado a partir del ejercicio de la fuerza mediante la
configuración de cuerpos armados que coexisten con autoridades locales y regionales,
de orden policial, militar y civil. Una propiedad se va ampliando a partir de la
adquisición, por diversos mecanismos, de parcelas colindantes, lo que posibilita la
conformación de corredores en espacios determinados.

4
ÁREA DE MEMORIA HISTÓRICA. COMISIÓN NACIONAL DE REPARACIÓN Y
RECONCILIACIÓN (CNRR). El despojo de tierras y territorios: aproximación conceptual. Bogotá:
Kimpres Ltda, 2009, p. 30. ISBN: 9789587193138.
5
Ibíd, p. 36.
6
Ibíd, pp. 35-58.

10
• Arrendamiento con o sin contrato. Dados los contextos de violencia, las comunidades
rurales son forzadas a establecer contratos de arrendamiento de larga duración, para el
establecimiento de actividades agroindustriales o de otra índole comercial. Como
resultado se ven forzados a desplazarse.
• Contratos de usufructo. Estos se realizan para el aprovechamiento comercial, lo que
genera una apropiación del uso del suelo, pero no de la propiedad. Esto provoca el
abandono del predio, de modo que se disfraza el despojo con este tipo de contrato.
• Adjudicación de derechos sobre la tierra mediante actos administrativos sin fundamento
legal. Esta modalidad constituye el despojo por vía administrativa.
• Readjudicación de predios de reforma agraria a victimarios. Se realiza por medio de
actos ilegales y constituye una forma emblemática de despojo por vía administrativa.
• Ilegalidad por adjudicación de derechos sobre la tierra. Se realiza mediante sentencias
judiciales sin fundamento legal, se constituye en despojo por vía judicial.
• Falsificación de títulos de propiedad y escrituras. Su principal efecto es anular
formalmente, ante las autoridades públicas, los derechos sobre los bienes inmuebles de
sus legítimos titulares.
• Firma de documentos en blanco para la transferencia o enajenación de derechos de
propiedad.
Existe otro tipo de despojo que reúne diversas modalidades relacionadas con el conflicto
armado y la crisis económica del sector agropecuario, que se expresa por medio de embargos,
cobros de hipotecas, remates o transacciones comerciales. En muchos casos, los propietarios
son obligados a abandonar el predio, que resulta ser rematado por entidades financieras o
acreedores. También existen transacciones comerciales inequitativas y forzadas por el
contexto de violencia.

11
Figura 1. Tipos y modalidades de despojo de tierras y territorios en Colombia

Fuente: ÁREA DE MEMORIA HISTÓRICA (CNRR). El despojo de tierras y territorios:


aproximación conceptual. Bogotá: Kimpres Ltda, 2009, p. 53. ISBN: 9789587193138.

12
1.1.1.2 Uso y aprovechamiento de las tierras despojadas

El Área de Memoria Histórica 7 clasifica los casos de despojo según el uso y


aprovechamiento que le dieron los despojadores o sus aliados económicos y políticos. No
obstante, considera que la tipología puede ser arbitraria, pues desconoce la complejidad de
los procesos de despojo y estima que puede ser una «estrategia relativamente estructurada y
planeada; y, en otros casos, es un hecho constitutivo de la dinámica de la guerra y el ejercicio
del terror, sin que medie la apropiación de bienes materiales» 8.
En todo caso no puede desconocerse la relación que existe entre el modelo de desarrollo y
el ejercicio de la violencia, en la que el despojo responde a los intereses estratégicos de la
explotación de recursos naturales por parte del Estado y de inversionistas privados. Las líneas
de inversión del capital y la salvaguarda de las condiciones de seguridad para la inversión, e
incluso las políticas públicas, responden a las lógicas de empresarios: «Cada vez es mayor la
influencia del ámbito privado en la formulación de política pública, que se traduce en
ejercicios de carácter jurídico, militar, político y económico y conducen al despojo de
propiedades rurales y urbanas» 9.
A partir de las declaraciones de los paramilitares en el proceso de la Ley de Justicia y Paz,
el Área de Memoria Histórica 10 ha propuesto dos maneras de aprovechamiento de las tierras
despojadas: una de carácter político-militar y otra de carácter económico, que pueden
presentarse de manera simultánea o transmutarse en el tiempo. La clasificación del despojo,
a partir de los usos y los fines alcanzados en las tierras y territorios, responde a intereses de
carácter político, militar y económico. Además, está afectada por múltiples relaciones que se
establecen, por ejemplo, entre los modelos de desarrollo, el ejercicio de la violencia y la
implementación de políticas públicas, que responden a líneas estratégicas de inversión de
capital, desarrollo de industrias y explotación de recursos naturales. El despojo para fines
político-militares se consigue por medio de la vía armada, lo que promueve el desplazamiento
forzado y el vaciamiento de los territorios, para luego repoblar las tierras despojadas y
conseguir una red social sujeta al control político y militar que se impone tras el despojo 11.
Dentro del aprovechamiento militar se encuentra:
• El despoblamiento de regiones que servían de corredores militares para los grupos
armados. «En algunos casos ese vaciamiento respondió a los procesos de acumulación
del capital y a la transformación y recomposición productiva de industrias» 12.
• La adquisición de predios para obtener ventajas militares, mediante la conformación de
corredores y la expulsión de la población. «En este caso, tal vez la intención inicial no
es la expropiación de la propiedad ni del territorio, sino más bien la de afectar la dinámica

7
Ibíd, pp. 65-67.
8
Ibíd, p. 65.
9
Ibíd, p. 67.
10
Ibíd, pp. 69-73.
11
Ibíd, p. 69.
12
Ibíd, p. 59.

13
política y militar de la insurgencia, lo que genera en el mediano plazo la expulsión de la
población y potencia el control futuro del territorio y de las propiedades» 13.
• Masacres y otras formas violentas de expulsión de la población. En este caso, se genera
una acción de guerra contra la población civil que busca afectar la relación social y
política establecida entre la población y el territorio.
Dentro de la categoría del despojo con fines económicos se afirma que este ha generado
significativas rentas para distintas clases de actores y agentes sociales. Por ejemplo, ha sido
aprovechado por actores civiles (empresarios, comerciantes, políticos, especuladores de
bienes raíces, etc.), para el impulso y la consolidación de procesos industriales, como los
agrocombustibles. El CNMH 14 considera que las entidades estatales han demostrado que la
apropiación de las tierras de los campesinos tenía como objetivo la obtención de rentas y la
implantación de proyectos productivos, sin desconocer que el despojo también se promovió
para el control de la producción y el tráfico de coca.
Al analizar el despojo de tierras perpetuado por los paramilitares, Gutiérrez 15 propone una
clasificación que responde al criterio de usos o fines del despojo, y señala que existe un uso
estratégico y uno clientelista. Según el autor, el despojo estratégico hace referencia a los
procesos con los que se buscaba el control territorial y cuya principal motivación era la lucha
antisubversiva. «En algunos casos, este control tuvo como elementos el enfrentamiento y el
desplazamiento de la población, pero en otros la lucha contra la guerrilla se tradujo en una
estigmatización total de la población. Esto condujo a casos como el del Catatumbo, en el que
el uso de la violencia estaba conscientemente orientado a expulsar a los pobladores, con la
idea de que todo el que hubiera vivido más de tres años allí era guerrillero» 16.
El uso clientelista, o político-electoral, señala la manera en que, a partir de los procesos de
despojo, se consolidó un poder militar y un control económico en los territorios. Esto generó
un orden social de adscripción política que favoreció la cooptación de los puestos de
autoridades públicas y la reconfiguración clientelista de las relaciones de poder regional y
local. El despojo con fines clientelistas buscó consolidar los apoyos políticos locales para el
accionar de los paramilitares y garantizar el ejercicio del poder público y privado. Para ello,
los paramilitares presionaban la usurpación y la transferencia de propiedades a antiguos
dueños o terratenientes vecinos para la ampliación o el inicio de nuevas explotaciones.

1.1.2 Aproximación teórica y política a la definición del despojo de tierras y


territorios del campesinado

13
Ibíd, p. 70.
14
CENTRO NACIONAL DE MEMORIA HISTÓRICA (CNMH). Tierras y conflicto rurales: historia,
políticas agrarias y protagonistas. Bogotá: CNMH, 2016, p. 291. ISBN: 978-958-8944-30-2.
15
GUTIÉRREZ SANÍN Francisco. Propiedad, seguridad y despojo: el caso paramilitar [en línea] [revisado el
22 de noviembre de 2016]. Estudios Socio-jurídicos. 2014, vol. 16, n.° 1, pp. 43-74. Disponible en:
http://revistas.urosario.edu.co/index.php/sociojuridicos/article/view/2937/2377. ISSN-e: 2145-4531.
16
Ibíd, p. 62.

14
El Área de Memoria Histórica analizó políticamente el despojo y propuso una definición
teórica que superó la descripción de hechos. Los estudios realizados hasta el 2009 17 no
abordaban la relación entre el despojo de tierras y las afectaciones sobre el territorio o el
proyecto de vida de las comunidades campesinas. Tampoco tenían en cuenta la
correspondencia con las formas de tenencia de la tierra del campesinado colombiano y sus
reivindicaciones. Por tal razón, el Área de Memoria Histórica propone una aproximación
conceptual en la que se incluyen esas perspectivas y el despojo se constituye como una
categoría que da cuenta de los conflictos por la tierra y el territorio en Colombia, pero también
por las reivindicaciones y luchas del campesinado.
Es así que, a partir de este enfoque, se superan los conceptos formales del derecho civil o
penal –según ellos, el despojo es la pérdida de un derecho sobre un bien 18–, y se integra una
perspectiva política para comprender la relación entre el despojo, la concentración de tierra,
la reestructuración de las relaciones sociales de poder y la apropiación de recursos naturales
y de territorios, pero también la manera en que se arrebatan las formas de organización de la
población campesina, lo que restringe su autonomía y sus procesos políticos. En este enfoque
se confrontan la acumulación de tierras y el modelo de agricultura comercial y de gran escala.
En el despojo analizado políticamente se plantea que el robo, la usurpación de tierras y la
falta de acceso por parte del campesinado a la propiedad rural en Colombia se inscriben en
procesos históricos de conformación de territorios y de disputas por su control. Esto tiene
como consecuencia una afectación a la persona y su dignidad. Sin embargo, al mismo tiempo
fundamentan proyectos autónomos y de definición de identidades y territorialidades de
comunidades campesinas. Por tanto, el despojo no puede ser analizado solamente como un
evento violento, sino que debe enmarcarse en un proceso histórico de desigualdad que
trasforma el espacio y las relaciones sociales, mediante la imposición de usos, espacialidades
y modos de poder, que provocan la privación de formas de vivir y de ser y que a la vez
generan la redefinición de identidades, significados y patrones de relación con el territorio19.
El concepto de despojo debe entenderse como un proceso continuo y que está relacionado
con ‘la acumulación por desposesión’. Esta explica que el capitalismo, para su reproducción,
necesita de un proceso de constante despojo, «que se refleja en procesos de mercantilización
y privatización de la tierra, de acaparamiento de bienes comunes y de expulsión violenta de
poblaciones campesinas, entre otros»20.
Supone una reedición a escala gigantesca del cercado de tierras comunales en la Europa
de los siglos XV y XVI. Como entonces, se vuelve a utilizar el poder del Estado para impulsar
estos procesos contra la voluntad popular. El desmantelamiento de los marcos reguladores
destinados a proteger a los trabajadores y al medioambiente de la degradación ha supuesto la
pérdida de derechos duramente alcanzados. La cesión al dominio privado de los derechos de

17
Por ejemplo, el Ministerio de Agricultura y Desarrollo tipificó el despojo de tierras a partir de métodos
implementados. La Comisión de Seguimiento a Política Pública sobre Desplazamiento Forzado identificó
bienes y tierras despojadas de la población desplazada. Alejandro Reyes elaboró un estudio que narra
múltiples formas de despojo relacionadas con el narcotráfico.
18
Área de Memoria Histórica. CNRR. Óp. cit., p. 27.
19
Ibíd, p. 95.
20
HARVEY David. El nuevo imperialismo. Madrid: Akal, 2004, p. 144. ISBN: 978-84-460-2066-0.

15
propiedad comunales obtenidos tras largos años de encarnizada lucha de clases […] ha sido
una de las fechorías más sobresalientes de los planes de desposesión emprendidos en nombre
de la ortodoxia neoliberal 21.
La acumulación por desposesión explica las formas en que se reproduce el capital. Sin
embargo, esa acumulación puede «tener lugar de muchas formas diferentes y en su modus
operandi hay mucho de contingente y fortuito»22. De este modo, el análisis de las formas de
acumulación por desposesión debe «acompañarse de entendimientos concretos de las
historias, las memorias y los significados específicos del despojo»23, para comprender que
este claramente tiene que ver con mucho más que la pérdida de la tierra o de un bien, y que
está relacionado con las luchas sociales que desencadena.
La concepción política de despojo también conlleva el análisis de la relación entre tierras
y territorios, pues se considera que la privación por medios violentos o coercitivos de la tierra
implica «el saqueo material y simbólico de la población rural» 24 . Así mismo, supone el
despojo de «los lazos socioterritoriales que le permiten ser un sujeto social, cultural,
económico y político» 25 . Por tanto, se transforma radicalmente el uso, la tenencia y la
relación con el territorio, pero también el proyecto de vida individual y comunitario, así como
los procesos de autonomía política y territorial. Este tipo de afectaciones tienen implicaciones
directas sobre el reconocimiento de los derechos del campesinado a la tierra, al territorio y a
una identidad que se conforma a partir de esa relación.
En consecuencia, se señala que en el despojo «existe la intención manifiesta de robo,
expropiación, privación, enajenación de un derecho, pero también de espacios sociales,
comunitarios, hábitats y culturas» 26. El despojo no solo hace referencia a bienes materiales,
sino a los aspectos más íntimos, sagrados y propios con los que cuentan las comunidades,
como los lazos sociales y las relaciones con el territorio, que constituyen parte esencial de su
identidad. Garzón afirma que para el campesinado el despojo de tierras representa la pérdida
de la función de la tierra en la vida social y cultural de sus comunidades 27.
Ojeda 28 ratifica que el despojo no puede analizarse como un evento de violencia por medio
del que se expropia un derecho o un bien, sino que debe comprender el efecto en las
relaciones materiales y simbólicas que sostienen la vida. En consecuencia, «no solo se
despoja lo que había, sino los anhelos y los planes para el futuro» 29. Así mismo, el despojo

21
Ibíd, p. 118-119
22
Ibíd, p. 119
23
HART Gillian. Desnaturalizar el despojo: una etnografía crítica en la era del resurgimiento del
imperialismo. Revista Colombiana de Antropología. Julio-diciembre de 2016, vol. 52, n.° 2, p. 156. ISSN:
04866525.
24
Ibíd, p. 30
25
Ibíd, p. 96
26
Ibíd, p. 25.
27
GARZÓN Maite Yie. Narrando (desde) el despojo: mediaciones morales y conceptuales de la noción de
despojo en las luchas de los sectores populares rurales de los Andes nariñenses. Revista Colombiana de
Antropología. Julio-diciembre de 2016, vol. 52, n.° 2, pp. 85-88. ISSN: 04866525.
28
OJEDA Diana. Los paisajes del despojo. Revista Colombiana de Antropología. Julio-diciembre de 2016,
vol. 52, n.° 2, pp. 33-34. ISSN: 04866525.
29
Ibíd, p. 34.

16
restringe la capacidad de «decidir sobre el territorio, la vida misma y el propio cuerpo, por
eso el despojo está asociado a la pérdida de la autonomía y la capacidad para reproducir la
vida»30.
Esta aproximación conceptual del despojo plantea un reto importante en la formulación de
políticas o mecanismos de reparación y restitución, con el fin de que superen el enfoque de
la simple devolución del bien y logren la implementación de un «ordenamiento territorial
donde la recomposición de las relaciones socioterritoriales de la población despojada sea el
centro del proceso de reparación y restitución»31.

1.2 Despojo del campesinado, organización social y exigibilidad de derechos


En Colombia, durante las últimas décadas, la noción de despojo ha sido una categoría de
análisis que describe procesos históricos y realidades sociales relacionados con el
arrasamiento de comunidades campesinas, la destrucción de sus formas de organización, la
imposición de economías a gran escala y la pérdida de la autonomía para el desarrollo de sus
proyectos de vida. Todos estos hechos toman fuerza si se tiene en cuenta la persistencia de
la desigualdad y la falta de reconocimiento para la protección de la identidad y la
territorialidad del campesinado.
Las narrativas del despojo han logrado develar que la condición campesina en Colombia,
como señala Sánchez 32, está asociada a una invisibilidad constante. Esto ha generado no solo
la negación de derechos, sino que ha permitido que estas comunidades sufran, de manera
sistemática y generalizada, violencias estructurales, relacionadas con la desigualdad y la
exclusión social y a la vez con violaciones a sus derechos fundamentales por la comisión de
crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad ocurridos en el marco del conflicto armado.
Los procesos de destrucción de la organización social, despojo de tierras y territorios,
arrasamiento del tejido social y proyectos de vida de las comunidades campesinas han sido
ignorados. Según Sánchez 33, se han adentrado en un escenario de naturalización, en donde la
condición campesina implica la convivencia en estos contextos de violencia, despojo,
destierro, negación de sus derechos o del ejercicio de su ciudadanía.
El despojo es una categoría de análisis de las realidades sociales del campesinado, que no
solamente da cuenta de cómo el conflicto armado en Colombia los ha involucrado y afectado,
sino que evidencia la situación de marginación y desigualdad en que el Estado colombiano
los ha mantenido. De igual manera, revela cómo el modelo de acaparamiento y concentración
de la propiedad rural se ha impuesto sobre la vulneración de los derechos territoriales del
campesinado y sobre la falta de reconocimiento de su condición como sujetos de derechos.
El despojo de las comunidades campesinas en Colombia ha promovido un proceso de
«descampesinización tanto del agro como de la democracia. En otras palabras, el agro y la

30
Ibíd, p. 34.
31
Ibíd, p. 13.
32
SÁNCHEZ Gonzalo. Prólogo. En: GRUPO DE MEMORIA HISTÓRICA. Óp. cit., p. 18.
33
Ibíd, p.18-19

17
democracia han sido vaciados de su contenido campesino» 34. Las condiciones históricas,
como la informalidad en la tenencia de la tierra, que han hecho posible la usurpación de las
tierras, generan igualmente pérdida de la capacidad de reproducción de la vida social,
identitaria y de producción del campo como su espacio social y simbólicamente construido.
Al mismo tiempo, ha existido un sistemático desconocimiento de los derechos del
campesinado.
Simultáneamente el despojo ha promovido formas de resistencia a ese proceso que ha
buscado vaciar, en un sentido material y simbólico, el campo de campesinos. Estas
resistencias se aferran a reconstruir y recrear esas maneras de ser campesino, por medio de
la recuperación de su tejido social, en las formas de producción, la economía campesina, la
organización social y comunitaria, etc. Tras distintos procesos de despojo, se arrecian las
reivindicaciones por el reconocimiento de una identidad campesina, en la que se sustenta la
reclamación de derechos especiales y específicos, y que sirve de soporte para dirigir procesos
de autonomía territorial, como las Zonas de Reserva Campesina.

1.2.1 Despojo, identidad y territorio campesino

Antes de abordar los efectos que acarrea el despojo de tierras sobre la territorialidad, la
autonomía, los medios de vida, las relaciones sociales, el sentido de pertenencia, los
referentes identitarios y el proyecto de vida del campesinado, es necesario precisar conceptos
fundamentales como los de territorio y cultura. Esto con el fin de comprender las dimensiones
y las maneras en que la usurpación de tierras, el vaciamiento de territorios, el desplazamiento
forzado, el abandono de predios y las distintas formas de despojo afectan a las comunidades
campesinas.
En primer lugar, se afirma que todas las sociedades tienen derecho a vivir su propia cultura,
ya que de allí se deriva la condición humana. En segundo lugar, la cultura es resultado de una
identidad 35 de grupo que nace de las relaciones (y la diferenciación) con otros grupos. En
tercer lugar, la cultura puede estar ligada a ciertos atributos, como la manera de usar el
territorio o una historia común, pero también a la capacidad del grupo de compartir símbolos
y significados con una lógica económica, de resistencia, religiosa, etc. En cuarto lugar,
existen relaciones históricas de dominación que impiden a los dominados decidir sobre el
ejercicio de su cultura o lo que entienden como base de su identidad.
En efecto, la identidad cultural y el hecho de pertenecer a una comunidad campesina no
son condiciones determinadas por características únicas, como el territorio o la lengua, ya
que no se nace con una identidad ni se es por naturaleza indio, blanco o campesino, sino que

34
Ibíd, p. 18.
35
En la década de 1960, F. Barth introdujo la palabra ‘identidad’ en el estudio de las relaciones entre
diferentes sociedades, para explicar que una persona no se siente parte de una cultura en abstracto, sino en
relación con personas que no son de su cultura. De este modo, las culturas existen en relación entre unas y
otras: alguien solo hace parte de un grupo cuando sabe que hay personas que no hacen parte de él.

18
se reconocen así por causas políticas, culturales y sociales. Osorio y Ferro 36 afirman que la
identidad campesina no está dada, sino que se conforma, redefine y consolida en el proceso
de sus luchas sociales. Debido a esto, se ha señalado que los campesinos son un sector social
heterogéneo presente en el campo, que ha sido históricamente subalternado y que exige hoy
el reconocimiento de una ciudadanía que los incluya como sujetos culturales, sociales y
políticos. Desde allí reivindican su autonomía territorial y su identidad.
Agier 37 señala que el territorio es concebido como un espacio apropiado por un sujeto
colectivo, es negociado, moldeado por generaciones y habitado por grupos sociales. El
territorio se configura a partir del uso y representación que hacen los sujetos de él, así como
de la manera en que lo perciben. Según Montañez 38, el espacio es una categoría que abarca
los procesos de acumulación histórica de la producción, la incorporación, la integración y la
apropiación social de estructuras y relaciones espaciales, que se entiende como el producto
de esos procesos y de las dinámicas sociales y culturales que otorgan sentido. En
consecuencia, para el campesinado, el territorio se configura a partir de la identificación con
los espacios que hacen parte de su vida social y colectiva, proceso que genera un sentido de
pertenencia espacial y cultural, que le permite crear una forma de vida propia, una concepción
del mundo, un modo de ser y, por ende, una identidad territorial 39.
El campesinado que sufre despojo no solo se ve obligado a abandonar sus tierras, sino que
experimenta un proceso de desarraigo que se evidencia en la imposibilidad de retornar a su
territorio, a los espacios cotidianos donde se desarrollaba su vida social. Beristain 40 afirma
que el despojo ocasiona la pérdida de referentes culturales, interrumpe la continuidad de la
vida, genera una experiencia de quiebre con el sentido de existencia. Donny Meertens 41
afirma que arrebatarle la tierra al campesinado no solo es privarlo de un conjunto de derechos,
sino de los medios de vida, de las relaciones sociales, del sentido de pertenencia y de los
referentes identitarios. Esto ocasiona, «en especial para la población campesina y con más

36
OSORIO Flor Edilma y FERRO Juan Guillermo. Realidades y desafíos para el ejercicio de la autonomía
campesina: reflexiones alrededor de la Zonas de Reserva Campesina en Colombia. Controversias. Junio de
2014, cuarta etapa, n.° 202, p. 21. ISSN: 0120-4165.
37
AGIER Michel. La condition cosmopolite. L’anthropologie à l’épreuve du piège identitaire. Citado por
HOFFMANN Odile. Divergencias construidas, convergencias por construir: identidad, territorio y gobierno
en la ruralidad colombiana. Revista Colombiana de Antropología. Enero-junio de 2016, vol. 52, n.° 1, p. 20.
ISSN: 0486-6525.
38
MONTAÑEZ GÓMEZ Gustavo. Introducción. Razón y pasión del espacio y el territorio. En: DELGADO
MAHECHA Ovidio et al. Espacio y territorios: razón, pasión e imaginarios. Bogotá: Unibiblios, 2001, pp.
15-23. ISBN: 958-701-086-8.
39
GÓMEZ Herinaldy. De los lugares y sentidos de la memoria. En: ZAMBRANO Martha y GNNECCO
Cristóbal. Memorias hegemónicas, memorias disidentes: el pasado como política de la historia. Bogotá:
Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2000, pp. 23-51. ISBN: 958968291X.
40
BERISTAIN Carlos Martín. Diálogos sobre la reparación: qué reparar en los casos de violaciones de
derechos humanos. Instituto Interamericano de Derechos Humanos y Ministerio de Justicia y DH del
Ecuador. Serie Justicia y Derechos Humanos, Neoconstitucionalismo y Sociedad, 2009, p. 7. ISBN: 978-
9978-92-738-0.
41
MEERTENS Donny. Entre el despojo y la restitución: reflexiones sobre género, justicia y retorno en la
costa Caribe colombiana. Revista Colombiana de Antropología. Julio-diciembre de 2016, vol. 52, n.° 2, p.
46. ISSN: 04866525.

19
fuerza para las mujeres, una ruptura con el lugar de la cotidianidad, con el relato de la vida y
su proyección hacia el futuro»42.
El CNMH, a partir de la reconstrucción de la memoria del campesinado, señala que cuando
se les despoja de sus tierras también se les priva de «bienes no materiales que hacen parte de
la vida comunitaria, y son fundamentalmente las organizaciones sociales, las normas de
convivencia para dirimir conflictos, las prácticas cotidianas de encuentro social en torno al
ocio, la solidaridad y la construcción de futuros colectivos» 43 . Ojeda 44 insiste en que el
despojo genera la privación del territorio, de la identidad y de la vida misma, y, por tanto, no
puede ser reducido al abandono y robo de predios.
También afirma que existen múltiples resistencias al despojo en las que se pueden
identificar, por un lado, la manera en que las comunidades afectadas en su autonomía y en la
capacidad de decidir sobre sus medios y formas de vida persisten en la construcción y
reconstrucción de sus referentes identitarios; y, por otro, cómo afrontan el despojo para la
defensa de sus culturas, sus territorios y sus proyectos de vida. «Por eso el concepto debe
inyectarse de comprensiones concretas de las historias, las memorias y los significados
específicos del despojo» 45.
La noción de despojo no es solo un instrumento para describir situaciones violentas de
privación de derechos, sino que desempeña un papel importante en las formas de
organización y movilización social. Al respecto, Garzón 46 afirma que la noción de despojo
ha tenido una participación en la configuración de «las identidades políticas de la población
rural y de sus luchas por transformar las condiciones que definen su acceso a bienes altamente
significativos, como la tierra y el territorio» 47. El despojo puede ser un medio por el que
ciertos procesos identitarios y políticos cobran vida, mediante la reproducción de una
«identidad campesina territorializada y de un territorio, por decirlo así, “campesinizado”»48.
El despojo puede evidenciar la manera en que el territorio, las formas de vida campesina
y la organización social y comunitaria han sido arrasados, pero también puede describir los
proyectos políticos y las luchas del campesinado que recrean, al mismo tiempo que resisten,
el despojo. En este proceso se redefinen sus identidades políticas, y es allí donde puede
inscribirse la demanda de autonomía territorial campesina que se está gestando en Colombia:
«dicha autonomía tiene una base común: la reconstrucción de la dignidad de los campesinos
como colectivo» 49.

42
Ibíd, p. 46.
43
CNMH. Óp. cit., p. 326.
44
OJEDA. Óp. cit., pp. 21-23.
45
Ibíd, p. 37.
46
GARZÓN Maite Yie. Óp. cit., pp. 33-34 y 74-77.
47
Ibíd, p. 76.
48
Ibíd, p. 92.
49
OSORIO Flor Edilma y FERRO Juan Guillermo. Óp. cit., p. 26.

20
1.2.2 Despojo y memoria colectiva
La afectación de la cultura y autonomía campesina tras el despojo de tierras y territorios y
el daño causado sobre el proyecto de vida podría aparentemente considerarse irreparable. No
obstante, persiste en la memoria colectiva y en el anhelo, o en el querer ser, el proyecto de
vida que se quiso despojar, pero que al recordarlo reconfigura identidades y territorialidades
que sustentan en el presente los procesos de reivindicación de derechos. En este contexto, la
experiencia del campesinado frente a las situaciones de despojo se expresa por medio del
recuerdo de ese pasado y a partir de una interpretación en el presente.
En este marco conceptual, la memoria se determina como un fenómeno social y colectivo,
que al ser una representación del pasado contempla lo que Ricœur denominó «el enigma de
una imagen que se da a la vez como presente en la mente y como imagen de algo ausente» 50.
Esta imagen se constituye a partir de tres cuestiones fundamentales: qué se recuerda, quiénes
recuerdan y cómo se recuerda. Además, afirma que la memoria es de naturaleza plural y
colectiva, que ostenta una pretensión de fidelidad con el pasado y cumple una función
veritativa 51, en la medida en que es una forma de validación de una verdad que otorga sentido
en el presente. Al respecto, Candau señala que la memoria «da cuenta de una verdad
semántica de los acontecimientos»52.
La memoria se constituye como un fenómeno social que parte de la experiencia individual,
privada o interna, pero que se constituye también con lo colectivo y lo público. Paul Ricœur
afirma que la memoria colectiva «descansa sobre una ligazón de memorias individuales, lo
que se explica por la pertenencia de cada uno a una multitud de colectividades, que son otros
tantos ámbitos de identificación colectiva e individual» 53 . Es claro que los procesos de
recordar son singulares e individuales, que ocurren en medio de contextos sociales, de manera
que las memorias dialécticas e interactivas se encuentran entre lo individual y lo colectivo y
además responden a los marcos de representación en los que se encuentran inmersas.
Jelin54 señala que esos marcos son históricos y cambiantes, y, por tanto, toda memoria,
más que un recuerdo, es una reconstrucción social que no es homogénea, sino plural, pues
depende de las múltiples y diversas formas de concebir el mundo, el tiempo, el pasado, etc.
Esa memoria colectiva permite trascender o ‘superar’ el dolor causado por el recuerdo para
lograr marginalizarlo: «aprender de él, derivar del pasado las lecciones que puedan

50
RICŒUR Paul. Historia y memoria. La escritura de la historia y la representación del pasado. En:
PÉROTIN-DUMON Anne (dir.). Historizar el pasado vivo en América Latina [en línea]. Anne Pérotin-
Dumon Latina: 2007. Disponible en: http://etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es_contenido.php
51
Veritativo es una locución adjetiva usada en enunciados de la lógica proposicional como ‘verificador’. Es
derivada del latín veritas veritatis (verdad), pero no ha sido incluida en el Diccionario de la lengua española
(N. del E.).
52
CANDAU Joël. Antropología de la memoria. Buenos Aires: Ediciones Nueva edición, 2006, p. 17. ISBN:
9789506024406.
53
RICOEUR Paul. Definición de la memoria desde un punto de vista filosófico. En: KISTEVA Julia,
RICŒUR Paul y WIESEL Elie. ¿Por qué recordar? Barcelona: Ediciones Granica S.A, 2002, p. 26. ISBN:
8475779093.
54
JELIN Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI Editores, 2002, p. 21. ISBN: 84-323-
1093-X.

21
convertirse en principios de acción para el presente»55. En este sentido, Pollack afirma que
la memoria colectiva reinterpreta el pasado en «función de los combates del presente y del
futuro» 56.
La manera como el campesinado, de formas individual y colectiva, recuerda, narra y
representa los procesos de despojo demuestra, como afirma Zambrano 57, que la memoria es
reflexiva, puede constituir criterios de verdad y promover colectivos que se congregan
alrededor de unos órdenes sociales de representación que inciden sobre esa voluntad
colectiva. En este sentido, afirma que «la significación de los hechos del pasado contribuye
no solamente a la apropiación del pasado, sino que permite a los agentes sociales
identificarse, pues la significación del pasado en el presente es constitutiva de la identidad
individual y colectiva»58.
Aquello que es ‘no despojado’ permite tejer la reconstrucción del proyecto de vida de las
comunidades campesinas que han sido despojadas. Es en este escenario de lo ‘no despojado’
es donde se encuentran la memoria, las formas autónomas de recordar y rememorar un pasado
que no se puede restituir porque fue arrasado. A pesar de esto, es posible restituirlo en el
presente y reconstruir un proyecto político que fundamentalmente reivindique los derechos
del ser –reconocimiento de la identidad campesina– de construir y permanecer en sus tierras
–reconocimiento de las territorialidades campesinas–, para que así puedan ejercer su
soberanía y su autonomía –reconocimiento de la economía campesina, de sus formas de
gobierno, convivencia, etc.

1.2.3 Despojo, desigualdad y problema agrario


El despojo es una noción que aborda el problema agrario en Colombia y analiza que la
tenencia, acceso y distribución de la tierra en nuestro país han mantenido una situación de
exclusión y marginación del campesinado. Igualmente se constituye como un mecanismo
que ha perpetuado las formas en que se privan arbitrariamente los derechos adquiridos o
reconocidos, con relación a tierras, territorios y derechos económicos, sociales y culturales.
La estructura agraria en Colombia ha privilegiado los procesos de concentración y
acaparamiento de tierras, al imponer los latifundios sobre la distribución y la democratización
de la propiedad agraria.
A continuación, se presenta una síntesis de las legislaciones agrarias en Colombia,
reconstruidas a partir de lo establecido por la Corte Constitucional en las Sentencias C-644
de 2012, sobre los derechos del campesinado, y C-330 de 2016, sobre la restitución de tierras.
A partir de ello, se narra la manera en que la negación histórica de la propiedad y del acceso
a tierras de estas comunidades se conforma dentro de la noción de despojo del campesinado.

55
Ibíd, p. 58.
56
POLLAK Michel. Memoria, olvido, silencio: la producción social de identidades frente a situaciones límite.
Buenos Aires: Ediciones Al Margen, 2006, p. 45. ISBN: 987-1125-76-3.
57
ZAMBRANO y GNNECCO. Óp. cit., pp. 69-70.
58
Ibíd., p. 37.

22
1.2.3.1 Evolución de la propiedad rural en Colombia
Los modelos de tenencia y los mecanismos de acceso y distribución de la tierra han
evolucionado por medio de los marcos normativos que se han creado en Colombia.
Analizarlos permite identificar otras formas de despojo y de afectación en los derechos del
campesinado, que responden directamente a la intervención del Estado en la promulgación
de leyes y buscan regular las relaciones y las estructuras agrarias. El actual sistema de
distribución y apropiación de tierras en Colombia tiene su origen en los modelos establecidos
por la Corona española, en los que la concentración de la tierra no solo ha sido un patrón en
la evolución histórica de la propiedad, sino que también se ha configurado como el modelo
de propiedad territorial que ha imperado en nuestro país.
Los sistemas de adquisición de la tierra, desde la Conquista hasta los primeros años de la
República, se establecieron a partir de los actos de enajenación que hacían los reyes o el
Estado bajo la condición de que las tierras fueran explotadas económicamente. En
consecuencia, ni las ocupaciones de hecho ni la posesión material generaron derechos de
dominio o de propiedad particular sobre la tierra; «principio que continuó rigiendo durante
los primeros 50 años de la vida republicana»59.
Durante la Conquista, la adquisición de tierras se hacía por medio de las capitulaciones
otorgadas por el soberano a los conquistadores y solo se delegaba el dominio bajo la
condición de que fueran explotadas económicamente. Posteriormente, en la Colonia, y a
partir de la Ordenanza de Felipe II de 1563, se consagra la intervención de una autoridad
pública en la adjudicación de tierras y en la expedición de despachos, que era la fuente formal
de las primeras adquisiciones privadas. Siguieron las Cédulas de Pardo de 1591, el Código
de Leyes para las Indias de 1680, la Cédula de San Lorenzo de 1754, la de San Idelfonso de
1780, la Ley del 11 de octubre de 1821, la Ley de 1843, la Ley 70 de 1886 y el Código Fiscal
Nacional de 1873, en las que se establecían las formas y oportunidades para constituir
propiedad 60.
La posesión material de tierras no se conformaba ni podía constituirse como un título de
propiedad particular, ya que era considerada como ‘usurpación dolosa’, práctica que consistía
en la detentación de la tierra. Así mismo, ‘la ocupación a título de justa prescripción’ no
generaba derechos de propiedad particular sobre la tierra y no se consideraban por sí solos
los títulos de dominio. Sin embargo, en las leyes indianas, y en las de la República, estas
ocupaciones o posesiones fueron toleradas «bajo la condición de que en unos plazos
determinados se legalizaran mediante la expedición del correspondiente título de propiedad
por parte del Estado»61.
En 1819 se produjo un cambio en la estructura agraria a partir de las luchas de
independencia, básicamente por los procesos de confiscación de tierras a españoles y criollos.
En consecuencia, el Estado vuelve a tener el dominio de las tierras y a implementar
mecanismos para su adjudicación, que mantenían los modelos de tenencia de tierras que

59
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-644 de 2012 (M. P. Adriana Guillén
Arango).
60
Ibíd.
61
Ibíd.

23
concentran el dominio y la propiedad en unos pocos privilegiados. En esta ocasión, la
adjudicación priorizaba a los miembros de los ejércitos patriotas.
Dentro de los mecanismos que se implementaron se encuentra la amortización de bienes
de ‘manos muertas’, que asignó a la Iglesia grandes extensiones de tierras. «Hacia 1860, en
Colombia una gran cantidad de bienes raíces, tanto urbanos como rurales, estaban por fuera
del mercado, pues eran propiedad de la Iglesia católica» 62 . La concentración de tierras
también se promovió por medio de la política de venta de bonos 63, dirigida a personas con
capacidad económica, jurídica y social para la compra de tierras, o por medio de las
concesiones de grandes extensiones de baldíos a empresas en contraprestación o incentivo
para la construcción de vías ferroviarias y carreteras, solo hasta 1882 (con la Ley 48) se
impuso un límite de extensión a estas concesiones 64.

1.2.3.2 Origen y primer intento de reforma agraria: Sentencia de la Corte Suprema


en 1926 y expedición de la Ley 200 de 1936
Hacia finales del siglo XIX, principalmente en la zona central del país, se promovieron
formas de colonización campesina que dieron origen a la aparcería como una modalidad de
trabajo rural «por medio de la cual un campesino arrendaba la tierra y dejaba la mayor parte
de su producción a su propietario a cambio de un pago en especie o salario» 65. El descontento
campesino con esta forma de trabajo y de relacionamiento con la tierra se manifestó en los
levantamientos indígenas en contra de la casa Arana, las tomas de tierras lideradas por
Manuel Quintín Lame en Tolima y Cauca y las huelgas promovidas en las plantaciones
bananeras que exigían nuevas formas de acceso a la tierra.
Ese tipo de manifestaciones dejó entrever que el campesinado desconocía la propiedad o
el dominio que ostentaban estas empresas sobre las tierras, al exigir que se demostrara el
título sobre las mismas y se probara que el territorio había dejado de pertenecer al Estado.
Esto se conoció como ‘la prueba diabólica del dominio’. Las reclamaciones fueron reforzadas
a partir de una decisión judicial proferida por la Corte Suprema de Justicia en 1926, «en la
que se estableció que, quien pretendiera un derecho sobre una porción de tierra rural debía
estar en capacidad de demostrar un título original, para probar que el territorio había salido
de dominio estatal» 66. Esto demandaba del Estado la recuperación de tierras baldías que se
concebían como «las áreas no cultivadas estableciendo la prescripción adquisitiva para quien
hubiese cultivado un predio privado por 5 años»67.

62
Ibíd.
63
Los bonos se implementaron como una medida de superación de la crisis económica que dejó la guerra de
Independencia.
64
Inicialmente fueron 5.000 hectáreas y posteriormente 2.500 hectáreas para este tipo de reparto de tierras.
Cfr. Ley 48 de 1882 y Código Fiscal de 1912.
65
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-644 de 2012 (M. P. Adriana Guillén
Arango).
66
Ibíd.
67
FAJARDO Darío. Estudio sobre los orígenes del conflicto social armado, razones de su persistencia y sus
efectos más profundos en la sociedad colombiana. Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas:
Colombia, 2015, p. 11.

24
La Sentencia marcó un hito para la reforma agraria en Colombia, porque introdujo una
política «favorable a la asignación de baldíos en beneficio de medianos campesinos, como
contratendencia a la orientación prevaleciente hasta entonces, inclinada al apoyo de la gran
propiedad» 68.
En este contexto se promueve una reforma constitucional y se expiden leyes que demarcan
una iniciativa fuerte de reformar las estructuras agrarias existentes en el país, que buscaban
favorecer la formación y la estabilización de un campesinado medio y la recuperación de
baldíos. Los principales marcos normativos que evidenciaron tal orientación fueron:
• Ley 56 de 1905. Estableció la posibilidad de que las tierras fueran retornadas al dominio
del Estado, si en 10 años estas no habían sido aprovechadas.
• Ley 71 de 1917. Facilitó la titulación de predios menores de 20 hectáreas.
• Decretos 839 y 1110 de 1928. Buscaron favorecer la formación de medianos campesinos
por medio de la adjudicación de baldíos en superficies inferiores a 20 hectáreas y del
establecimiento de colonias agrícolas, antecedente de las actuales ZRC 69.
• Ley 74 de 1926. Exige a los propietarios la prueba judicial de sus títulos e implementa
un procedimiento para el avalúo de mejoras. Facultó por primera vez al Estado para
expropiar tierras con fines de parcelación 70.
• Reforma constitucional de 1936. Introduce la función social de la propiedad «que
imprimió en la Constitución la consigna de que la propiedad debe servir no solo al interés
privado de su dueño o titular, sino también a los intereses sociales, en especial de los
campesinos. En caso de no cumplirse con estas premisas, resultaba admisible la
aplicación de medidas extremas como las expropiatorias»71.
• Ley 200 de 1936. Se promulga como la primera ley de reforma agraria que, bajo el lema
«La tierra es para quien la trabaja», estableció un conjunto de medidas en torno al acceso
a la propiedad para colonos que trabajaran la tierra. La amenaza constante de
expropiación, en caso de ausencia de explotación por parte de los propietarios, creaba
derechos sobre la tierra (explotación de buena fe por 5 años) y la no explotación durante
10 años los extinguía.
La Ley 200 de 1936 no respondió a la iniciativa motivada en la sentencia de la Corte
Suprema de Justicia de 1926, que insta al Estado a adoptar medidas efectivas para la
redistribución de la tierra, por medio de la prescripción adquisitiva que reconocería la
propiedad a favor del colono, tras 5 años de trabajo de este en la tierra. Según los análisis de
Legrand 72, la Ley no solo no logró introducir reformas profundas en la estructura agraria
colombiana, sino que reversó lo que pudo haber sido el eje de una política favorable a una

68
Ibíd, p. 12.
69
Ibíd, p. 12.
70
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-644 de 2012 (M. P. Adriana Guillén
Arango).
71
Ibíd.
72
Ibíd.

25
distribución de la tierra, apoyada en el reconocimiento del trabajo, piedra angular de la
Sentencia de 1926. La exigencia del título solamente operaría en el caso de propiedades
demandadas por colonos con anterioridad a 1935. Así, la Ley eludió la vía redistributiva,
descartó la desintegración de latifundios, trasladó a los colonos los costos de las
parcelaciones de las haciendas, cuyos dueños optaron por venderlas y afirmó, en síntesis, un
camino de desarrollo agrario favorable a los terratenientes.

1.2.3.3 Ley 100 de 1944 y el contrato de aparcería para las contrarreformas agrarias
A pesar de que la Ley 200 de 1936 no modificó de manera estructural los modelos de
concentración en la propiedad de la tierra, sí generó, entre los grandes propietarios, la
amenaza de alterar sus privilegios. Ante esto, se promovieron desalojos masivos, acciones y
lanzamientos permitidos por la ley. En este contexto, el Gobierno expide la Ley 100 de 1944
con «el propósito de rescatar la productividad afectada […] y atenuar los conflictos sociales
entre los propietarios y arrendatarios» 73 . La Ley declaró de conveniencia nacional los
contratos de aparcería y argumentaba que estos eran fundamentales para la explotación de la
tierra y la reactivación de la productividad.
El Estado adoptó una intervención en contra de la reforma agraria y perpetuó mecanismos
que impidieron la redistribución de la tierra bajo figuras que restringían el acceso a la
propiedad y profundizaban formas de explotación. No se implementaron medidas para
aclarar la propiedad de las grandes posesiones de tierras rurales, y, en cambio, sí se reforzaron
los mecanismos de despojo de la tierra de campesinos, indígenas y afrodescendientes. Se
considera que, con la reactivación de los contratos de aparcería en su condición de
conveniencia pública, el Estado eliminó la posibilidad de reclamar derechos de propiedad
sobre las tierras que eran trabajadas por campesinos sin tierra y promovió la «expulsión de
arrendatarios y la profundización de las condiciones de pobreza de la población
campesina» 74.
Con respecto a los efectos que generó la Ley 100 de 1944, en el informe presentado en la
Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, Darío Fajardo afirma que la ley «desestimó
el cuestionamiento a la titularidad de las grandes posesiones y tendría extendidas y profundas
manifestaciones al agravarse el conflicto armado durante los años siguientes. Durante estos
años ocurrieron expulsiones y masacres de cientos de familias campesinas y la usurpación de
sus tierras, condiciones que favorecerían el desarrollo de la agricultura comercial»75.

1.2.3.4 Reforma agraria social: Ley 135 de 1961


El segundo intento de reforma agraria se dio con la expedición de la Ley 135 de 1961, que
surgió en medio de un contexto histórico permeado por la violencia partidista de mitad de
siglo y generó el «abandono de grandes extensiones de tierra en el campo y el éxodo de la

73
Ibíd.
74
Ibíd.
75
Ibíd.

26
población rural a la ciudad» 76. El Frente Nacional, como pacto político entre los partidos
tradicionales, facilitó el cese de la confrontación armada, pero no trascendió en respuestas
encaminadas a resolver los problemas estructurales del conflicto social. Por lo tanto, se
mantuvieron las formas de tenencia de la tierra que privilegiaron la concentración y sobre las
que se impuso un modelo de producción intensiva del campo que profundizó la crisis del
campesinado y el descontento social.
En medio de este contexto, la Ley 135 de 1961 –conocida como ‘reforma agraria social’–
buscó responder a las demandas de acceso a la tierra por parte del campesinado, pero a la vez
impulsar un modelo de desarrollo económico que superara la pobreza y la falta de
productividad en el campo. Con estos propósitos, la Ley mantiene el contrato de aparcería,
implementa un régimen de baldíos y crea el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria
(Incora), como entidad encargada de desarrollar la política agraria y regular las relaciones de
propiedad y producción rural 77.
Como eje de este segundo intento de reforma agraria, la Ley creó un modelo para la
adjudicación que buscaba garantizar el acceso a la propiedad de la tierra y el desarrollo
productivo de esta. Se crea la Unidad Agrícola Familiar (UAF) como figura para el acceso a
la propiedad de la tierra por medio de la adjudicación de áreas destinadas a «que la familia
campesina pudiera desarrollar su vida, habitar la tierra y obtener ingresos suficientemente
amplios para satisfacer su sostenimiento y atender el pago de los subsidios obtenidos, la
asesoría técnica y la asistencia necesarias para alcanzar altos niveles de productividad y
comercialización de sus productos» 78.
No obstante, el modelo UAF tampoco promovió un cambio estructural en la tenencia de la
tierra en Colombia, debido a la falta de efectividad del Estado en las adjudicaciones para el
campesino. En cambio, las excepciones contempladas en la ley para adjudicar a empresas
extensiones mayores que las consideradas en la UAF (sin previa explotación), así como la
celebración de contratos de explotación de baldíos, promovieron un incremento de la
concentración de la propiedad rural, funcional a los modelos agroindustriales.
A pesar de los discretos resultados de la reforma agraria de la Ley 135 de 1961, los grandes
propietarios de la tierra rural, así como los partidos políticos y el alto Gobierno, promovieron
el Pacto de Chicoral. Este pacto se constituye en uno de los referentes más significativos de
la contrarreforma agraria en Colombia, al restringir los procesos de adjudicación de baldíos
para reformar las estructuras agrarias del país, ya que es una de las principales causas del
conflicto armado.

1.2.3.5 La contrarreforma agraria del Pacto de Chicoral


Se ha afirmado que con el Pacto de Chicoral «se consolidó el poder latifundista ganadero
y se selló cualquier posibilidad de democratización de la propiedad sobre la tierra por la vía

76
Ibíd.
77
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-330 de 2016 (M. P. María Victoria Calle
Correa).
78
Ibíd.

27
institucional. La única opción que le quedó al campesino desposeído consistió en darle
continuidad a los procesos de colonización o adelantar tomas de tierras, como ocurrió en los
años 70» 79. Cabe mencionar que dichos procesos de toma de tierras se constituyen en un
elemento importante de las formas de exigibilidad del campesinado, quienes buscaron, por
medio de acciones de hecho, los procesos de reforma agraria que no se habían logrado con
la implementación de la Ley 135 de 1961. Los procesos de la ‘reforma agraria de hecho’
tuvieron el apoyo en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc). Esta
asociación otorgó un apoyo institucional a la organización campesina e impulsó más de 384
tomas de tierras bajo la consigna de «La tierra pa’l que la trabaja» 80.
En este contexto, y como respuesta a los procesos de toma de tierras, surge el Pacto de
Chicoral entre el alto Gobierno, la jerarquía eclesiástica, representantes de terratenientes y
empresarios y partidos políticos tradicionales, quienes acordaron el desmonte de las
intervenciones del Incora, la protección de la propiedad privada y la transformación
capitalista de la agricultura, basada en la propiedad terrateniente o latifundista.
El Pacto de Chicoral, como iniciativa de contrarreforma agraria, tuvo su desarrollo en:
• El proyecto de la Ley 4.ª de 1972, «por la cual se introducen modificaciones a las Leyes
200 de 1936, 135 de 1961 y 1 de 1968»81. En la exposición de motivos del proyecto se
afirma que:
Se busca fortalecer el espíritu de empresa con sentido social y estimular el verdadero
valor del trabajo. La reforma agraria en Colombia ha reducido los términos del problema
agrario al solo y exclusivo aspecto de la tenencia de la tierra dentro de un criterio que
los principios de la moderna economía agraria estiman obsoleto [...]. Ante este contexto,
se modifican las leyes anteriores para mejorar la acción del Instituto, [...] y finalmente
para evitar la formación de expectativas exageradas y de inquietudes sin fundamento
capaces de comprometer el equilibrio social y el desarrollo de la producción.
• El Pacto de Chicoral consideró obsoleto transformar o discutir los modelos de tenencia
de la tierra en Colombia ̶ uno de los elementos centrales en los procesos de reforma
agraria ̶ , más aún cuando las «expectativas de los campesinos eran exageradas» 82. Por
lo tanto, se impone una contrarreforma agraria basada en la productividad de la tierra
como elemento central para la definición de leyes y políticas agrarias y se consolida la
concentración como modelo de tenencia en la tierra al privilegiar la agroindustria como
forma de producción en el campo.
• Ley 4.a de 1973. Estableció la figura de renta presuntiva, mediante la que el Estado
reconocería la actividad productiva del propietario de la explotación como garantía para
no intervenirla. Esa figura restringió la posibilidad de redistribución de la tierra y
fomentó la colonización al ampliar la frontera agrícola. Sin lugar a dudas, la Ley
significó un retroceso para los procesos de reforma agraria.

79
Ibíd.
80
Ibíd.
81
Ibíd.
82
Ibíd.

28
• Ley 6.ª de 1975. Nuevamente estimuló los contratos de aparcería «como relación
productiva que garantizaría la producción y la estabilidad social en el campo»83.
En consecuencia, los resultados del Pacto de Chicoral no fueron otros que incrementar los
niveles de concentración de la propiedad de la tierra y restringir los procesos de adjudicación
de la propiedad rural a campesinos sin tierra. Según el informe de la Comisión Histórica del
Conflicto y sus Víctimas, entre 1962 y 1982 solo se beneficiaron del Fondo Agrario Nacional
34.918 familias sin tierra, a quienes se les adjudicaron 18,5 hectáreas por parcela, para un
total de 648.234 hectáreas. También se adjudicaron 2’111.236 hectáreas obtenidas en
extinción de dominio, que beneficiaron a 27.933 familias con parcelas de 75,5 hectáreas. «Es
decir, en 20 años, de las 800.000 familias sin tierras del censo agropecuario de 1970 fue
favorecido el 4,36 % por el Fondo Agrario Nacional y el 7,9 %, si se incluye la extinción de
dominio»84.

1.2.3.6 Ley 160 de 1994, una reforma marginal mediada por el mercado de tierras
El tercer intento de reforma agraria se configura a partir de la expedición de la Constitución
de 1991, que contempla mandatos expresos para fomentar el acceso a la tierra y evitar el
incremento de la concentración de la propiedad rural. Integra un conjunto de figuras que se
constituyen en elementos centrales para promover cambios en las estructuras y relaciones
agrarias del país. Entre ellas se destacan:
• La imprescriptibilidad de los bienes baldíos de la nación.
• El fomento del acceso a la tierra de los trabajadores agrarios (artículo 64) 85.
• El fomento a la producción agropecuaria y de alimentos.
• La función social y ecológica de la propiedad.
• Los mandatos de la constitución ecológica que buscan ordenar y controlar la expansión
de la frontera agrícola.
• La protección de las tierras de pueblos y comunidades étnicamente diferenciadas.

83
Ibíd.
84
ARANGO Mariano, 1994. Citado en FAJARDO. Óp. cit., p. 29.
85
«El derecho constitucionalmente establecido en el artículo 64 Superior implica un imperativo constituyente
inequívoco que exige la adopción progresiva de medidas estructurales orientadas a la creación de
condiciones para que los trabajadores agrarios sean propietarios de la tierra rural. El derecho de acceder a la
propiedad implica no solo la activación de derechos reales y personales que deben ser protegidos, sino
también la imposición de mandatos que vinculen a las autoridades públicas en el diseño e implementación
de estrategias normativas y fácticas para estimular, fomentar e impulsar el acceso a la tierra, pero además la
permanencia del campesino en ella, su explotación, su participación en la producción de riqueza y en los
beneficios del desarrollo. En la medida en que el Estado solo concentre su propósito y actividad en la
producción de la tierra, olvidando su deber constitucional de vincular al campesino en dicho proceso, su
actuar se tornará inconstitucional. [Además], el acceso a la propiedad [rural] debe tener al menos las mismas
garantías del régimen común» (art. 58).

29
La Ley 160 de 1994 se reconoce como el tercer intento de reforma agraria. La Corte, en su
Sentencia C-644 de 2012, ha destacado los siguientes elementos:
• Sistema de subsidios de un 70 % del valor de la UAF y amortización del crédito restante
en un plazo no inferior a 12 años.
• Se redefinió la extensión de la UAF a partir de características agroecológicas y
topográficas que determinaran la superficie real requerida para logar la explotación
rentable. La UAF se definió, no a partir de una extensión, sino a partir de la calidad de
la tierra.
Sin embargo, la iniciativa de reformar las relaciones y estructuras agrarias con la Ley 160
de 1994 es otro intento marginal, puesto que se implementa un modelo en donde el papel del
Estado se reduce y se da paso a la intervención del mercado en el proceso de adjudicación de
tierras. La ‘redistribución’ se hace por medio de la dinámica del mercado de tierras, pero
mediante acciones afirmativas de expropiación o extinción de dominio, ni siquiera por medio
de la identificación y recuperación de los baldíos de la nación. Por otro lado, la
implementación de la Ley 160 de 1994 se vio afectada por la persistencia e intensificación
del conflicto armado, la proliferación de cultivos de coca, marihuana, amapola. Además, la
producción de drogas y el accionar criminal del narcotráfico profundizaron la inocuidad de
esta reforma.
En conclusión, los resultados de la implementación de las legislaciones agrarias en
Colombia evidencian que no se han adoptado medidas para una reforma agraria estructural
que modifique radicalmente las formas de concentración de la tierra. Al contrario, los
procesos de acumulación de tierras, por medio de las grandes concesiones que el Estado ha
otorgado a sectores industriales y empresariales sin mayores contraprestaciones, han
generado no solo unos altos índices de concentración de la propiedad rural, sino que han
sumido al campesinado en una condición de marginación y exclusión social al negarles
sistemáticamente el acceso a la tierra.
La Corte Constitucional, en Sentencia C-644 de 2012, afirma que la implementación de
las legislaciones de tierras en Colombia ha producido «que la concentración de la tierra en
Colombia no haya dejado de crecer […] la población campesina, en todo caso, sigue siendo
la población más pobre del país y la que vive en condiciones de mayor vulnerabilidad» 86. La
concentración de la propiedad de la tierra evidencia las formas en que se ha dado el despojo
de los derechos del campesinado, este responde, en gran medida, a la intervención del Estado,
no solo en la promulgación de leyes que han definido las relaciones y las estructuras agrarias
existentes, sino en la acción estatal de prevenir y luchar contra las formas violentas, ilegítimas
e ilegales con las que se les ha arrebatado la tierra y bienes no materiales de gran importancia
para el campesinado. El despojo ha sido un proceso sistemático de arrebatar, desalojar,
ocupar de manera violenta y apropiarse de manera ilegal o ilegítima de las tierras de la
población campesina.

86
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-644 de 2012 (M. P. Adriana Guillén
Arango).

30
1.2.4 Despojo y paramilitarismo

Entre el despojo de tierras y territorios y el proyecto paramilitar existe una relación que no
se puede desconocer. Se ha confirmado, a partir de las versiones libres de los comandantes
paramilitares y de las sentencias de Justicia y Paz, que se configuró una estrategia criminal
de despojo y apropiación de las tierras de las comunidades rurales que principalmente fueron
sujetos de reforma agraria. Esto se hizo con el fin de recuperar las tierras de los latifundistas
y acaparadores, para implementar proyectos económicos a gran escala (minería y
agroindustria) y repoblar los territorios ‘liberados de la guerrilla’ para ejercer control social
y político en ellos.
La relación entre el paramilitarismo y el despojo se caracteriza, en primer lugar, porque la
expansión paramilitar obedeció a una transformación de las antiguas autodefensas, «cuyo
interés no se enfocó a la lucha antisubversiva, sino que consistió en la formación y
mantenimiento de dominios económicos y políticos» 87, para consolidar élites que impusieron
a sangre y fuego un nuevo orden social. «Los señores de la guerra y sus ejércitos no solo
propiciaron la compra ilegal de tierras y el despojo de bienes, sino que se abrogaron el
derecho a decidir quién era o no ciudadano en los territorios que controlaban, es decir, quién
podía vivir en sus áreas de influencia y qué deberes debería observar» 88.
En segundo lugar, existió un despojo paramilitar que, en términos cuantitativos, resultó
bastante significativo. En algunas regiones, por ejemplo Urabá, uno de los objetivos centrales
del poder paramilitar fue el despojo de tierras y territorios 89. La apropiación violenta de
tierras de los campesinos se hizo bajo un patrón que básicamente consistía en generar terror
entre la población civil, para lograr el abandono de predios y el destierro de las comunidades.
«Se planeó y ejecutó de manera sistemática y generalizada un plan criminal contra la
población civil, del cual hacía parte la estrategia de tierra arrasada –el desplazamiento, el
abandono de tierras y territorios–, y, por consiguiente, su apropiación a sangre y fuego y su
legalización con la aquiescencia y colaboración de múltiples socios legales e ilegales» 90.
Gutiérrez 91 ha denominado este fenómeno como el ‘despojo activo paramilitar’, y señala
que el robo de tierras fue consciente y planeado y tenía como fin redistribuir los derechos de
propiedad entre otros agentes para consolidar poderes locales. Al respecto, Salinas 92 afirma
que la motivación y el discurso contrainsurgente del accionar paramilitar ocultaron el interés
por controlar el narcotráfico en las regiones y apropiarse de las tierras y los recursos
naturales, para la implementación de megaproyectos, especialmente de explotación minera y
de agroindustria.

87
CNMH. Tierras y Conflictos Rurales. Óp. cit., p. 364.
88
Ibíd, p. 365.
89
GUTIÉRREZ SANÍN. Óp. cit., p. 46.
90
SALINAS Yamile y ZARAMA Juan Manuel (relat.). Justicia y paz: tierras y territorios en las versiones de
los paramilitares. Colombia: Centro de Memoria Histórica, 2012, p. 131. ISBN: 978-958-576-081-3.
91
GUTIERREZ SANÍN. Óp. cit., p. 45.
92
SALINAS y ZARAMA. Óp. cit., p. 128-135.

31
La Corte Constitucional 93 ha señalado, dentro de las causas del desplazamiento forzado,
los intereses económicos sobre las tierras y territorios: «por parte de los actores armados
interesados, o bien en la realización directa de megaproyectos agrícolas y de explotación de
recursos naturales, o bien en el apoyo a ciertas empresas y actores económicos que
desarrollan estos proyectos, y con los cuales se han asociado para lucrarse con los beneficios
de tales actividades»94.
En tercer lugar, y a partir de las versiones libres de los comandantes paramilitares, varios
autores han afirmado la «existencia de una estrategia macrocriminal dirigida a forzar el
abandono de tierras y su apropiación violenta y fraudulenta»95. Las versiones confirman que
el despojo hacía parte de su plan estratégico y la recuperación de territorios implicaba obtener
nuevamente el control y poseer el dominio de las fincas que fueron vendidas al Incora y
adjudicadas a campesinos. La retórica de combatir la subversión disimulaba el interés de
controlar zonas y apropiarse de los territorios para la explotación de recursos naturales.
La estrategia contempla una alianza entre diferentes sectores: el institucional, con la
participación de autoridades públicas, principalmente las que tienen que ver con la
administración y regulación de las tierras (Incoder, Notarías, Oficina de Registro de
Instrumentos Públicos, etc.); y el de la seguridad, es decir, las Fuerzas Militares y de policía.
Otros sectores son: los gremios económicos y los empresarios, los agentes de la política y los
poderes locales en los cuerpos colegiados como Concejos Municipales, Congreso, Alcaldías,
Gobernaciones, etc. Los actores del narcotráfico participaron y apoyaron la expansión y
consolidación del proyecto paramilitar, y, por tanto, diseñaron y se beneficiaron del despojo
de tierras del campesinado.
Para los empresarios que los auspiciaron y financiaron se trataba de razones de seguridad
para operar y extender sus actividades económicas. Para los señores de la droga era la forma
de consolidar rutas, lavar activos y alcanzar poder y reconocimiento social y político. Para
los militares que los formaron, les colaboraron o hicieron parte de ellos, era la manera de
combatir la insurgencia y de consolidar los territorios liberados. Y, finalmente, para las élites
regionales tradicionalmente ligadas al poder político y a la tenencia de la tierra
(terratenientes), se constituía en la oportunidad de recuperar los predios que habían perdido
como consecuencia de las luchas de los movimientos campesinos de mediados del siglo XX,
y los que habían vendido al Estado para procesos de reforma agraria 96.
Bajo esa alianza se estructuró un patrón criminal de despojo que contó con sofisticadas
estrategias para su legalización: compra masiva de tierras, ventas forzadas y fraudulentas,
reversión de adjudicaciones, apropiación ilegítima de baldíos, etc. Bajo el amparo del despojo
paramilitar se crearon y fortalecieron los negocios lícitos e ilícitos, entre ellos, el
acaparamiento de tierras para la puesta en marcha de proyectos agroindustriales, forestales,
de ganadería intensiva y de minería.

93
SALINAS y ZARAMA. Óp. cit., p. 60.
94
CORTE. Citado por SALINAS y ZARAMA. Óp. cit., pp. 60-61.
95
SALINAS y ZARAMA. Óp. cit., pp. 138-140.
96
Ibíd., pp. 140-141.

32
El despojo paramilitar se enfocó de manera especial en la población campesina y en
acciones que adquirieron una connotación de contrarreforma agraria, por medio del ejercicio
de la violencia y de la imposición del terror que ocasionó graves, sistemáticas y generalizadas
violaciones a los derechos humanos de los campesinos. Además, profundizó los índices de
concentración de la tierra a partir de la compra fraudulenta y masiva de tierras: «El proyecto
paramilitar y su accionar estuvo marcado por la comisión de graves, masivas y sistemáticas
violaciones de derechos humanos, por la cooptación del Estado, y, por lo tanto, con la
intención de reformar aspectos sustanciales de la Carta Constitucional, entre ellos […] el
acceso a tierras para el campesinado con el fin de privilegiar el uso de terrenos para impulsar
grandes proyectos de desarrollo económico» 97.

1.3 Caracterización jurídica del despojo

1.3.1 Antecedentes jurisprudenciales sobre el despojo antes de la Ley 1448 de


2011

La concepción legal de despojo está relacionada con la definición del derecho a la


restitución, que se encuentra contemplada en múltiples instrumentos (internacionales y
nacionales) de protección y garantías de las víctimas. En Colombia existen antecedentes
normativos y jurisprudenciales del proceso de restitución antes de la Ley 1448 de 2011. La
Corte Constitucional colombiana, frente a la realidad de despojo y desplazamiento forzado
que sufrió el país, desarrolló una amplia jurisprudencia relacionada con los derechos a la
restitución, en la que se identifican elementos esenciales para la protección y no vulneración
de estos.
El carácter fundamental del derecho a la restitución de la tierra se establece en la Sentencia
T-025 de 2004, a partir del reconocimiento de los derechos al retorno y restablecimiento de
la tierra y de los bienes de las personas desplazadas víctimas del conflicto armado. En la
Sentencia T-821 de 2007 se define, de manera directa, el carácter fundamental del derecho a
la restitución de la tierra de las víctimas del conflicto, al afirmar que es deber del Estado
garantizar el acceso a la tierra rural a las personas en situación de desplazamiento. En la
Sentencia la Corte señala, de manera expresa, que las personas que han sido despojadas
violentamente de su tierra «tienen el derecho fundamental a que el Estado conserve su
derecho a la propiedad o posesión y restablezca el uso, goce y libre disposición de ella» 98, y
ordena:
a) Proteger a las comunidades asentadas en la tierra rural a que sean sujeto de
desplazamiento forzado, especialmente cuando existe evidencia del riesgo de que esta
conducta se lleve a cabo; y sucedido ese delito.

97
SALINAS y ZARAMA. Óp. cit., p. 131.
98
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T- 821 de 2007 (M. P. Catalina Botero
Marino).

33
b) Informar y ejercer las acciones administrativas y judiciales tendientes a lograr el retorno
en condiciones de seguridad o, de no ser ello posible, el acceso a la tierra en condiciones
razonables y bajo un enfoque de tratamiento diferencial favorable a la población
desplazada.
c) Ejercer acciones destinadas a la no repetición de los hechos que motivaron el desarraigo,
las cuales no solo se restringen a la seguridad del retorno, sino [que incluyen] el acceso
efectivo a la tierra rural 99.
Frente a la garantía y la protección del derecho al acceso a la tierra de la población
desplazada, la jurisprudencia de la Corte Constitucional, desde la Sentencia T-025 de 2004,
ha ordenado la definición de una política de tierras que atienda el despojo de la población.
En el Auto 008 de 2009 se reitera la obligación de trazar esa política con un claro enfoque de
restitución que cuando menos contenga los siguientes propósitos:
1. Contar con un mecanismo para esclarecer la verdad de la magnitud, las modalidades y
efectos de los abandonos y despojos de tierras ocurridos en el marco del conflicto
armado.
2. Identificar reformas institucionales y normativas que sean necesarias para asegurar la
restitución de bienes a la población desplazada.
3. Diseñar y poner en marcha un mecanismo especial para recibir, tramitar y resolver las
reclamaciones de restitución de tierras de las víctimas de abandonos o despojos,
teniendo en cuenta las distintas formas de relación jurídica de la población desplazada
con los predios abandonados (propiedad, posesión, tenencia, etc.) 100.
En la Sentencia T-159 de 2011, la Corte afirma que las víctimas del desplazamiento
forzado tienen el derecho fundamental no solo de obtener la restitución de sus tierras, sino
también su explotación: «[l]as víctimas del desplazamiento forzado tienen el derecho
fundamental de obtener la restitución y explotación de la tierra de la cual fueron privados y
expulsados por situaciones de violencia que no estaban obligados a soportar y que
desencadenó una vulneración masiva de sus derechos fundamentales» 101 . A partir de los
precedentes, la Corte Constitucional, en la Sentencia T-076 de 2011, ratificó que, en materia
de protección del derecho al acceso a la tierra de las víctimas del desplazamiento forzado, el
Estado tiene la obligación de
Garantizar la reparación integral del daño generado por ese delito. Ello significa la
existencia de una obligación estatal de implementación de las acciones tendientes a, entre
otros aspectos:
1. Conservar la propiedad o posesión de la tierra, tanto en su perspectiva jurídica como
fáctica.
2. Facilitar el retorno al territorio usurpado por los hechos que motivaron el desplazamiento
forzado, en condiciones de seguridad.

99
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-821 de 2007. Citada por: CORTE
CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-715 de 2012 (M. P. Luis Ernesto Vargas Silva).
100
Ibíd.
101
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-159 de 2011 (M. P. Humberto Antonio
Sierra Porto).

34
3. Garantizar que la población campesina propietaria, poseedora o tenedora de la tierra
rural, pueda llevar a cabo tanto su explotación económica como su uso para vivienda, en
condiciones compatibles con los estándares internacionales previstos para ello 102.

1.3.2 Despojo y restitución de tierras según la Ley 1448 de 2011

La Ley 1448 de 2011 es una iniciativa que busca garantizar la reparación integral de las
víctimas del conflicto armado, a partir de un conjunto de medidas que se diferencian de los
componentes de asistencia humanitaria y estabilización socioeconómica y que contemplan
acciones concretas de reparación. En este sentido, «las acciones de restitución de los
despojados» de las que habla el artículo 72 de la Ley 1448 de 2011 hacen parte de las medidas
de reparación que buscan el restablecimiento de la situación anterior a las violaciones sufridas
como consecuencia de infracciones al derecho internacional humanitario o por las
violaciones graves y manifiestas a las normas internacionales de derechos humanos,
ocurridas por el conflicto armado interno.
La anterior Ley se inscribe en un conjunto de instrumentos de justicia transicional creados
en el país, con el fin de atender los efectos del conflicto armado y reparar a las víctimas.
Aunque en el articulado no se encuentre explícita su denominación como mecanismo de
justicia transicional, sí se presenta un conjunto de disposiciones especiales y adicionales que
le otorgan esa connotación 103. La Corte Constitucional ha entendido la justicia transicional
como el conjunto de herramientas «jurídicas, políticas y sociales que se fijan con carácter
temporal para superar la situación de confrontación y violencia generalizada y establecer
condiciones que permitan la reconciliación, restablecer la confianza ciudadana y fortalecer
el Estado de derecho» 104.
La Corte Constitucional, en la Sentencia C-579 de 2013, también señaló que: «La Justicia
Transicional está constituida por un conjunto de procesos de transformación social y política
profunda, en los cuales es necesario utilizar gran variedad de mecanismos para resolver los
problemas derivados de un pasado de abusos a gran escala, a fin de lograr que los
responsables rindan cuentas de sus actos, servir a la justicia y lograr la reconciliación»105. La
Ley 1448 de 2011 es uno de estos mecanismos y debe ser considerada como una «institución
jurídica por medio de la que se pretende integrar diversos esfuerzos […] para enfrentar las
consecuencias de violaciones masivas y abusos generalizados o sistemáticos en materia de
derechos humanos, sufridos en un conflicto, hacia una etapa constructiva de paz, respeto,
reconciliación y consolidación de la democracia»106.

102
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-076 de 2011 (M. P. Luis Ernesto Vargas
Silva).
103
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia SU-254 de 2013 (M.P. Luis Ernesto Vargas
Silva).
104
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-180 de 2014 (M. P. Alberto Rojas Ríos).
105
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-579 de 2013 (M. P. Jorge Ignacio Pretelt
Chaljub).
106
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-052 de 2012 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla).

35
1.3.3 El despojo en la Ley 1448 de 2011
La adopción de la Ley 1448 de 2011 está plenamente justificada en los mandatos de la
Corte Constitucional, con el fin de superar el conflicto armado interno, tratar el problema
agrario desde un enfoque de justicia de tierras que contrarreste el despojo y la acumulación
de tierras por desposesión y atender el estado de situaciones inconstitucionales declarado en
la Sentencia T-025 de 2004. La jurisprudencia de la Corte Constitucional ha reiterado que la
Ley 1448 de 2011 es una medida excepcional que el Estado colombiano ha dispuesto para
«reducir las injusticias y la desigualdad social que padecen las víctimas del conflicto armado
interno, con el objeto de posibilitar el goce efectivo de sus derechos a la verdad, la justicia y
la reparación con garantía de no repetición, de modo que se reconozca su condición de
víctimas y se dignifique por medio de la materialización de sus derechos constitucionales»107.
Esta ley señala, en el artículo 72, que el Estado colombiano adoptará las medidas
requeridas para la restitución jurídica y material de las tierras a los despojados y desplazados
y restablecerá los derechos de propiedad o posesión. El artículo 74 define el despojo como
«la acción por medio de la cual, aprovechándose de la situación de violencia, se priva
arbitrariamente a una persona de su propiedad, posesión u ocupación, ya sea de hecho,
mediante negocio jurídico, acto administrativo, sentencia o mediante la comisión de delitos
asociados a la situación de violencia» 108.
La acción de restitución de tierras y la definición de despojo, que trata la Ley 1448 de
2011, se inscriben en el marco de un conflicto armado interno y en una situación de inequidad
social, en la que la tierra es un bien preciado cuya acumulación se persigue por cualquier
medio y genera un contexto especial que debe ser tenido en cuenta. Según lo ratificado por
la Corte Constitucional en la Sentencia T-415 de 2013, los procesos de restitución deben
«contrarrestar el despojo y la acumulación forzada de tierras por parte de ciertos actores»109.
Para definir el alcance de los procesos de restitución, la Corte Constitucional ha precisado
la concepción de despojo de la Ley 1448 de 2011 y la ha vinculado al problema histórico y
estructural de la propiedad rural, al acceso, uso y distribución de la tierra en Colombia, al
señalar «que la lucha por el control de la tierra ha sido causa de violaciones particularmente
intensas de derechos humanos, y, en consecuencia, el proceso de restitución debe responder
al imperativo jurídico y ético de propender a la dignificación de las comunidades
despojadas» 110 . Así mismo, consideró que el despojo no se circunscribe únicamente al
aspecto material de la usurpación de tierras, sino que los hechos de violencia que ocasionaron
el despojo generan «un desarraigo que incide en el ejercicio del derecho a la autonomía y
menoscaba la dignidad de la persona» 111.

107
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-415 de 2013 (M. P. Mauricio González
Cuervo).
108
CONGRESO DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA. Ley 1448 de 2011. Artículo 74
109
Ibíd.
110
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C- 330 de 2016 (M. P. María Victoria Calle
Correa).
111
Ibíd.

36
El despojo da cuenta de las realidades de comunidades campesinas que, de manera
sistemática e histórica, han sido privadas de su derecho al acceso a la propiedad rural, lo que
devela un problema estructural de desigualdad social y de exclusión en Colombia. Es
necesario señalar que el despojo trasciende, como lo señala la Corte, las esferas de la
autonomía y dignidad del ser humano. Esto da cuenta del grado de destrucción de su proyecto
de vida, pero al mismo tiempo de la capacidad de reproducción material y simbólica tanto de
su proyecto de vida como de su identidad. En este contexto, el despojo y la restitución son
conceptos centrales de la Ley 1448 de 2011, ya que prevé un conjunto de mecanismos
judiciales y administrativos especiales para restituir o devolver a sus antiguos dueños las
tierras usurpadas y reparar y contrarrestar los efectos del despojo.
Los mecanismos especiales que se contemplan para la restitución de tierras no solo se
justifican en generar las condiciones suficientes para que los reclamantes de tierras puedan
actuar de mejor manera en los procesos de restitución de sus predios, sino para que se adopten
medidas de acceso a la justicia y los responsables, o los que se beneficiaron del despojo y
abandono forzado de predios, no consoliden derechos sobre situaciones de violencia y
desposesión. Las acciones de restitución contempladas en la Ley «se constituyen en un
mecanismo de defensa especializada contra el despojo de tierras»112.
En este sentido, la Corte Constitucional ha definido los principios bajo los que debe regirse
el proceso de restitución de tierras. Según la Sentencia C-820 de 2012, la restitución debe:
1. Ser el mecanismo preferente para la reparación integral de las víctimas.
2. Asegurar que las víctimas retornen con garantías a sus territorios, es decir, en
condiciones de sostenibilidad, seguridad y dignidad.
3. Cumplir con la finalidad de promover el restablecimiento del proyecto de vida de las
víctimas.
4. Velar por la prevalencia de sus derechos, en especial, de aquellas particularmente
vulnerables o que tengan un vínculo especial con la tierra.
5. Garantizar la seguridad jurídica de la restitución.
La Corte Constitucional ha definido reglas para la implementación de los procesos de
restitución de la Ley 1448 de 2011, que han sido sintetizadas por Quinche Ramírez, entre
otros autores 113, de la siguiente manera:
1. La restitución debe entenderse como el medio preferente y principal para la reparación
de las víctimas, al ser un elemento esencial de la justicia restitutiva.
2. La restitución es un derecho en sí mismo y es independiente de que las víctimas
despojadas, usurpadas, o que hayan abandonado forzadamente sus territorios, retornen o
no, de manera efectiva.
3. El Estado debe garantizar el acceso a una compensación o indemnización adecuada para
aquellos casos en los que la restitución fuera materialmente imposible, o cuando la
víctima de manera consciente y voluntaria optara por ello.

112
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-415 de 2013 (M. P. Mauricio González
Cuervo).
113
QUINCHE RAMÍREZ Manuel Fernando. El amparo de tierras: La acción, el proceso y el juez de
restitución. Bogotá: Universidad del Rosario, 2015, pp. 41-42. ISBN: 9789587386745.

37
4. Las medidas de restitución deben respetar los derechos de terceros ocupantes de buena
fe, quienes, de ser necesario, podrán acceder a medidas compensatorias.
5. La restitución debe propender al restablecimiento pleno de la víctima y la devolución de
su situación anterior a la violación, en términos de garantía de derechos. Adicionalmente,
debe garantizar la efectividad de la garantía de no repetición en cuanto se transformen
las causas estructurales que dieron origen al despojo, usurpación o abandono de los
bienes.
6. En caso de no ser posible la restitución plena, se deben adoptar medidas compensatorias
que tengan en cuenta las otras clases de bienes que no se pudieron restituir.
7. El derecho a la restitución de los bienes demanda del Estado un manejo integral en el
marco del respeto y garantía de los derechos humanos.
El despojo es un concepto fundamental de la Ley 1448 de 2011 que, más allá de definir
una situación fáctica para efectos de la ley, ha sido contemplado como una categoría que da
cuenta de realidades sociales relacionadas con contextos de desigualdad y procesos
sistemáticos de vulneración de derechos. Por ejemplo, el campesinado ha sido privado,
violenta y arbitrariamente, de su territorio y de bienes materiales y simbólicos relevantes para
el ejercicio de su autonomía y para la configuración de identidades colectivas y territoriales
que hacen parte esencial de su sentido de vida y de su dignidad. El proceso de restitución de
tierras, como ha señalado la Corte Constitucional, debe responder no solo por el
restablecimiento de condiciones materiales para la existencia digna, sino por el sentido que
el individuo y las colectividades otorgan a su existencia.

1.3.3.1 El proceso de restitución de tierras en la Ley 1448 de 2011

La justicia de tierras de la Ley 1448 de 2011 reconoce el despojo como un proceso histórico
resultado de un contexto de desigualdad y discriminación, en el que el acceso a la propiedad
rural ha sido un elemento de disputa que ha generado una grave y sistemática violación a los
derechos humanos de comunidades excluidas. La acción de restitución de tierras se basa en
reconocer la existencia del despojo, y, por tanto, adopta medidas excepcionales para que
todos aquellos bienes despojados por causa del conflicto armado sean restituidos material y
jurídicamente a sus legítimos poseedores, dueños y ocupantes.
En efecto, la Ley 1448 de 2011 ha creado un procedimiento especial y diferenciado, por
medio del que se fijaron las reglas para la acción de restitución de tierras. Este procedimiento
busca garantizar que las víctimas del despojo puedan, en un escenario judicial, develar la
verdad 114 de lo sucedido. De esta manera, podrán evitar, por un lado, la impunidad sobre los
mecanismos y patrones legales e ilegales que dieron lugar a la usurpación de sus tierras y al
despojo de sus territorios; y, por el otro, luchar contra la concentración de la tierra y la

114
En la Sentencia T-244 de 2016, la Corte Constitucional ratifica el derecho a la verdad como uno de los
pilares fundamentales que afecta todos los procesos consagrados en la Ley 1448 de 2011. En particular, el
artículo 23 de la normativa establece: «Las víctimas, sus familiares y la sociedad en general tienen el
derecho imprescriptible e inalienable a conocer la verdad acerca de los motivos y las circunstancias en
que se cometieron las violaciones de que trata el artículo 3.º de la presente Ley» (el subrayado es nuestro).

38
suplantación de la economía campesina, o la agricultura familiar, por la agroindustria y la
minería.

El procedimiento especial que dota al reclamante de tierras de un conjunto de herramientas


para exigir la restitución se caracteriza por:

Procedimiento mixto
La naturaleza del proceso de restitución de tierras es mixta y cuenta con una etapa
administrativa y otra judicial, que permite a los reclamantes de tierras, o a las víctimas de
despojo, exigir la acción de restitución. Este procedimiento sumario se justifica, por un lado,
en la atención diferencial que el Estado debe otorgar a las víctimas al protegerlas de
procedimientos jurídicos excluyentes que facilitan el empleo de artimañas para perpetuar el
despojo; y, por el otro, en el grado de vulnerabilidad en el que se encuentran por la violación
grave y sistemática de sus derechos, lo que amerita una protección y acompañamiento
especial del Estado 115.
La acción de restitución se inicia con una solicitud ante la Unidad Administrativa
Especializada en Gestión de Restitución de Tierras Despojadas (URT) 116 , entidad que
determina la ocurrencia de los hechos que dieron lugar al despojo, la condición de víctima
de los reclamantes e identifica los derechos que tiene cada uno de los sujetos que intervienen
en relación con el predio que se pretende restituir 117.
La etapa administrativa se surte ante la Unidad de Tierras. Esa fase inicia con el acto de
apertura formal del estudio del caso, momento a partir del cual la Unidad cuenta con sesenta
(60) días (prorrogables por 30 más) para emitir su decisión final respecto de la inclusión o
no del inmueble en el registro de tierras despojadas. En ese lapso de tiempo, la Unidad efectúa
un análisis preliminar del caso en el cual verifica las condiciones de procedibilidad de las
reclamaciones, de conformidad con los requisitos establecidos por los artículos 3, 75 y 81 de
la Ley 1448 de 2011. Entre otras cosas, determina que el caso sea susceptible de ser llevado
ante los jueces para la restitución o formalización del predio, verificando que, por ejemplo,
la persona efectivamente sea víctima del conflicto, haya sido despojada de sus predios con
posterioridad al primero (1.º) de enero de 1991 118.

115
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-679 de 2015 (M. P. Luis Ernesto Vargas
Silva).
116
La Unidad Administrativa Especializada en Gestión de Restitución de Tierras Despojadas es la entidad
creada por la Ley 1448 de 2011 para dirigir la política de restitución de tierras, y, además, dilucidar la
situación fáctica de los predios reclamados para su correspondiente inscripción en el registro de tierras
despojadas.
117
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-099 de 2013 (M. P. María Victoria Calle
Correa).
118
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-679 de 2015 (M. P. Luis Ernesto Vargas
Silva).

39
La etapa administrativa contempla todos los procedimientos que adelanta la URT con el
fin de definir la inscripción de los predios solicitados en el Registro Único de Tierras
Despojadas. En esta etapa, la persona que reclama también aporta las pruebas que acreditan
la propiedad, posesión u ocupación de las tierras. Luego, la URT corrobora, fáctica y
jurídicamente, que el predio sea susceptible de restitución y finaliza el proceso con el acto
administrativo de inscripción del inmueble en el registro de tierras despojadas. La URT tiene
la obligación de que este procedimiento responda al interés de verdad sobre el despojo 119. La
Corte Constitucional ha ratificado que la inscripción en el registro es un requisito para iniciar
el proceso judicial de restitución, pero no debe limitar la restitución porque estaría negando
el acceso no solo a la reparación integral, sino a la justicia.
La etapa judicial del proceso de restitución de tierras se activa con la solicitud ante un juez.
Son competentes para conocer de estos procesos los jueces civiles del circuito especializados
en restitución de tierras, en los casos en que no se presenten opositores, y los magistrados de
la Sala Civil de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial, cuando se reconozcan
opositores. El proceso de restitución inicia con la admisión de la demanda y termina con el
fallo que prueba el despojo y ampara la restitución. Este contempla un conjunto de medidas
especiales propias de la justicia transicional, que contribuyen a evitar que la situación de
despojo se prolongue y a garantizar el derecho de la víctima a ser escuchada y a que su relato
se presuma verdadero.
El procedimiento especial de restitución de tierras busca restaurar bienes materiales y no
materiales de gran importancia, que garanticen al reclamante de tierras no solo el
restablecimiento de su derecho al territorio y al proyecto de vida, sino el restablecimiento de
las condiciones que le permitan vivir con dignidad y autonomía. La Corte Constitucional, en
la Sentencia C-330 de 2016, concluyó que el proceso de restitución de tierras es de interés
público, en la medida en que:
1. Se enmarca dentro de un contexto de justicia transicional cuya finalidad principal es
lograr la paz sostenible y materializar los derechos a la verdad, la justicia, la reparación
y las garantías de no repetición de las víctimas del conflicto armado.
2. El derecho a la verdad constituye un pilar fundamental del proceso de restitución de
tierras. Este derecho es imprescriptible e inalienable y afecta de forma directa el proceso
de restitución.
3. Se acepta que los reclamantes se encuentran en una posición de desventaja frente a sus
opositores, por lo que se establece el principio de buena fe, en virtud del cual se traslada
la carga de la prueba al demandado cuando el reclamante ha acreditado su calidad de
víctima y su derecho de posesión o propiedad del bien cuya restitución se pretende.
4. De conformidad con los principios que rigen el proceso de restitución, este debe llevarse
de tal forma que se proteja la vida y la integridad de los reclamantes y su derecho de
propiedad o posesión, y prevenir el desplazamiento forzado.
5. Las sentencias proferidas por los jueces de restitución no solo se refieren a la propiedad
del bien cuya restitución se pretende, sino que también se dan órdenes tendientes a lograr

119
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-180 de 2014 (M. P. Alberto Rojas Ríos).

40
de forma efectiva la restitución jurídica y material del predio, a proteger a los
reclamantes y conocer los hechos que dieron origen al despojo de la víctima 120.

Definición operativa de víctima


Para la implementación de las medidas que contempla la Ley 1448 de 2011, se ha creado
una definición operativa de víctima, que está delimitada por dos criterios: el primero hace
referencia a que la acción de restitución procede solamente en aquellas situaciones de despojo
o abandono forzado de predios a partir de 1991; el segundo alude a que los hechos hayan
ocurrido en ocasión del conflicto armado. En efecto, la Ley 1448 de 2011 considera como
titulares de la acción de restitución a «las personas que fueran propietarias o poseedoras de
predios, o explotadoras de baldíos cuya propiedad se pretenda adquirir por adjudicación, que
hayan sido despojadas de estas o que se hayan visto obligadas a abandonarlas como
consecuencia directa e indirecta de los hechos que configuren las violaciones de que trata el
artículo 3.º de la presente Ley, entre el 1º de enero de 1991 y el término de vigencia de la
Ley».
La jurisprudencia de la Corte Constitucional ha aclarado que, para los efectos de la Ley
1448 de 2011, se ha adoptado una definición operativa de víctima que se estructura a partir
del concepto de daño, cuyo amparo cubre, de manera amplia y suficiente, a las personas que
hayan sufrido menoscabo en su integridad por situaciones de despojo o abandono forzado de
tierras ocurridas en ocasión del conflicto armado interno a partir de 1991. Frente a la
delimitación temporal, la Corte Constitucional ha aclarado que dicho criterio obedece a un
enfoque de justicia transicional en el que no se desconoce la existencia del despojo antes de
los años 90, sino que es una medida operativa que busca atender las situaciones de despojo
en un contexto histórico en donde las dimensiones del despojo son significativas.
En cuanto al concepto de conflicto armado, que se usa para la acción de restitución de
tierras, la Corte Constitucional ha hecho referencia a que este no se circunscribe a la
ocurrencia de confrontaciones armadas o a las acciones violentas de un determinado actor,
sino a la comprensión del conflicto en toda su complejidad. Por tanto, recomienda analizar
cada caso con un criterio de protección, para dar prevalencia a la interpretación a favor de las
víctimas.

Amplia legitimación en la acción de restitución de tierras


El proceso de restitución de tierras es, en sí, reparador. Ha configurado una amplia
legitimación en el proceso, como se establece en el artículo 81 y 82 de la Ley 1448 de 2011,
que comprende no solo a la víctima –descrita en los términos del artículo 75 de la Ley– , sino
que se extiende a su núcleo familiar, al cónyuge o a los compañeros permanentes que

120
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-330 de 2016 (M. P. María Victoria Calle
Correa).

41
convivían con la víctima directa en el momento en que ocurrió el despojo o abandono de las
tierras. Por tanto, las decisiones sobre la restitución los contemplan 121.

Presunciones respecto al despojo


En consideración de la grave y sistemática violación de derechos humanos de las víctimas
del despojo, la Ley 1448 de 2011 prevé un conjunto de presunciones que llevan a asumir la
situación fáctica del despojo y a implementar en la acción de restitución el principio pro
víctima. El artículo 77 de esta ley afirma que el contexto de violencia generalizada y la
existencia del conflicto armado promueven relaciones de desequilibrio entre particulares que
favorecen el despojo. Así, la ley asume un conjunto de presunciones en favor del reclamante,
como medidas especiales para contrarrestar el despojo y sus efectos. Se consideran las
siguientes presunciones:
• Cualquier acto o contrato está viciado de nulidad absoluta por ausencia de
consentimiento, si a partir de 1991 se realizó una transferencia de dominio entre quien
alega ser víctima y personas que hayan sido condenadas por pertenencia, colaboración o
financiación de grupos armados que actúan por fuera de la ley, cualquiera que sea su
denominación, narcotráfico o delitos conexos.
• Cualquier negocio jurídico de transferencia de dominio celebrado a partir de 1991, en
lugares de ocurrencia de actos de violencia generalizados, fenómenos de desplazamiento
forzado colectivo y violaciones graves a los derechos humanos, es considerado nulo,
porque se presume que fue un negocio en donde hubo ausencia de consentimiento o
causa lícita.
• Los actos administrativos y judiciales que se tramitaron durante las amenazas o hechos
de violencia que originaron el despojo son nulos porque se presume que legalizan el
despojo.
• Es inexistente la posesión que se hubiere realizado sobre un predio despojado.
A partir de esto, se presume la ocurrencia de despojo cuando se celebran negocios jurídicos
de transferencias de derechos sobre la propiedad, posesión u ocupación; pero también,
cuando se expiden actos administrativos y sentencias judiciales que formalizan el despojo
que se haya dado en contextos de conflicto armado, en actos de violencia generalizada, en
fenómenos de desplazamiento forzado y situaciones de violaciones graves a los derechos
humanos. El reclamante de tierras no está en la obligación de demostrar que aconteció el
despojo, sino que se invierte la carga de la prueba y es responsabilidad de quien se opone a
la restitución demostrar que no hubo privación arbitraria ni desposesión de derechos.

Facultades especiales de los jueces de restitución


Se han otorgado amplias facultades a la autoridad judicial en el proceso de restitución de
tierras, con el fin de proteger los derechos de los reclamantes. Estas facultades «ratifican que

121
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-099 de 2013 (M. P. María Victoria Calle
Correa).

42
la naturaleza del proceso de restitución no se circunscribe a la resolución de la cuestión
litigiosa, sino que le otorga además facultades especiales a los jueces para que adopten todas
las medidas que sean necesarias para garantizar el cumplimiento del fallo, asegurar la
restitución material y jurídica del predio, así como precaver los riesgos de despojo
futuros» 122.
La Sentencia C-330 de 2016 afirma que los jueces de restitución cumplen un papel
fundamental en la protección efectiva de los derechos de las víctimas, ya que sus actuaciones
no solo obedecen a la observancia del derecho a la restitución, sino que tienen la obligación
de satisfacer los otros derechos de las víctimas. Es así que el derecho a la verdad se garantiza
en la búsqueda decidida de la historia que determinó el despojo o el desplazamiento y el
derecho a la justicia, por medio del impulso de trámites a los que haya lugar para garantizar
la efectividad de la acción de restitución y aquellos a los que pueda haber lugar con ocasión
de los hechos conocidos por virtud de su función. El derecho a la no repetición establece las
medidas indicadas en cada caso, y el juez ejerce la facultad de preservar su competencia hasta
la ejecución efectiva de sus órdenes, con el objeto de que la restitución siga amparada y el
juez pueda ordenar las medidas pertinentes.

1.3.3.2 El derecho a reclamar tierras y territorios despojados

El derecho fundamental a la restitución de tierras y territorios despojados se sustenta en el


deber constitucional de protección a las víctimas que «está directamente vinculado con la
vigencia de la dignidad humana y con el derecho de todas las personas a acceder a la
administración de justicia»123. En este contexto, la definición jurídica de despojo implica el
reconocimiento de un sujeto que exige y reclama la observancia de un conjunto de derechos
interrelacionados. Así, «una protección deficiente del derecho a la restitución es también una
desprotección al derecho del acceso a la justicia, ya que este consiste en la facultad que tiene
la víctima para exigir el restablecimiento de sus derechos»124.
La restitución también vincula los derechos de acceso a la tierra, propiedad, existencia y
preservación del territorio. La Corte Constitucional ha reconocido que «el abandono o
despojo forzado de predios rompe la relación particular que las víctimas establecen con
estos»125. El Estado tiene la obligación de «asegurar al restituido la posibilidad de ejecutar
todas las actividades relativas al uso, goce y disposición de los bienes objeto de
restitución»126, es decir, de garantizar y proteger el derecho no solo a la tierra, sino también
al territorio.
La restitución de tierras debe ser comprendida como un mecanismo que reconoce la
restitución como un derecho subjetivo, adscrito a los derechos constitucionales, de acceder a

122
Ibíd.
123
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-820 de 2012 (M. P. Mauricio González
Cuervo).
124
Ibíd.
125
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-415 de 2013 (M. P. Mauricio González
Cuervo).
126
Ibíd.

43
la administración de justicia para obtener la reparación de los daños sufridos y a contar con
la protección de las diversas manifestaciones de la propiedad. Este entendimiento se opone a
la calificación de la restitución como un mecanismo que dependa de la discrecionalidad del
Estado en tanto destaca la Corte nuevamente, le exige asumir que en materia de restitución
la víctima se encuentra habilitada para exigir, salvo que exista una razón especialmente
importante, la devolución de los bienes cuya propiedad o posesión anteriormente
ostentaba 127.
La definición jurídica de despojo y, por ende, del derecho a la restitución, que se
desarrollan en la Ley 1448 de 2011, implican el análisis de la relación del despojo con el
conflicto armado y las garantías de reparación integral y no repetición. La Corte
Constitucional ha señalado, en la Sentencia T-415 de 2013, que uno de los principales
objetivos de la Ley 1448 de 2011 es «contrarrestar los fenómenos que se derivan del conflicto
armado, como son el despojo, el abandono y la acumulación forzada de tierras por parte de
ciertos actores». El derecho a la restitución implica no solo conocer los mecanismos y
motivaciones que promovieron estas acciones, sino que es deber del Estado identificar los
responsables, los patrones de despojo y contrarrestar sus efectos, es decir, evitar la
concentración de la propiedad de la tierra, la imposición de usos y economías que provocaron
el despojo.
La restitución de tierras como componente preferente y esencial del derecho a la reparación
y su relación con los restantes derechos de las víctimas, como el acceso a la justicia, a la
verdad y a las garantías de no repetición, requiere de mecanismos efectivos y políticas
públicas que logren recuperar las tierras despojadas y restablecer las condiciones de dignidad
de las víctimas.

127
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-820 de 2012 (M. P. Mauricio González
Cuervo).

44
2. Aproximación al contexto de despojo en el Catatumbo

2.1 Aproximación geográfica a la región del Catatumbo


El Catatumbo, territorio de ocupación ancestral del pueblo Barí y de colonización
campesina, es una región ubicada en el departamento de Norte de Santander, al nororiente de
Colombia, en zona de frontera con la República Bolivariana de Venezuela. Sus características
geográficas y topográficas marcan un relieve de áreas planas, montañosas y selváticas, con
pequeños valles en las riberas de los ríos y arroyos. El paisaje se extiende alrededor de la
cuenca del río Catatumbo, en la llamada Serranía de los Motilones, en altitudes de entre los
200 m y 2.000 m 128.
El Catatumbo es una región conformada por 11 municipios: Tibú, El Tarra, Teorama,
Convención, San Calixto, El Carmen, Hacarí, La Playa, Ocaña, Sardinata y Ábrego. Está
organizada en 3 subregiones: el Alto Catatumbo, conformada por el municipio de El Carmen
y Convención; el Medio Catatumbo, definida por los municipios de Teorama, El Tarra, San
Calixto, Hacarí, Ocaña y La Playa, y el Bajo Catatumbo, por los municipios de Tibú y
Sardinata 129.
El Catatumbo cuenta con una diversidad de ecosistemas que abarca valles, selvas tropicales
y bosques andinos, además de los ríos Catatumbo, Tarra, Tibú y Sardinata. Posee múltiples
climas y pisos térmicos que han sido fuente de desarrollo de diferentes tipos de cultivos y
actividades económicas. Es una zona apta para la agricultura y la ganadería. Sus ríos poseen
una gran variedad de especies útiles para la pesca. Contiene una importante riqueza en
recursos naturales, forestales, faunísticos, hídricos y minerales (principalmente petróleo y
carbón). Su condición fronteriza hace del Catatumbo una región de «gran importancia
geopolítica y geoeconómica» 130.

128
JARAMILLO Orlando. Geografía humana de Colombia. Nordeste indígena. Tomo II [en línea]
[consultado en junio de 2015]. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1993. ISBN:
9589004156. Disponible en: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/geografia/geograf2/barí1.htm.
129
CNMH. Con licencia para desplazar. Masacres y reconfiguración territorial en Tibú, Catatumbo. Bogotá:
CNMH, 2015, pp. 28-29. ISBN: 978-958-58887-7-7.
130
ORDOÑEZ Freddy. Notas para una aproximación a la dinámica del conflicto armado en el Catatumbo: la
seguridad democrática y las transformaciones de la guerra [en línea] [consultado el 13 de febrero de 2016].
Ciencia Política.2007, vol. 2, n.° 4, p. 154. ISSN-e: 2389-7481. Disponible en:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3663554.pdf

45
Mapa 1. Ubicación de la región del Catatumbo

Fuente: CNMH. Con licencia para desplazar Óp. cit., p. 28.

46
Hacia la década de los años 80, en la región del Catatumbo se constituyen los resguardos
del pueblo indígena Barí: el resguardo Catalaura - La Gabarra, con un área aproximada de
13.300 hectáreas que abarcan la margen izquierda del río Catatumbo, en el municipio de
Tibú; y el resguardo Motilón-Barí, con una extensión de 108.900 hectáreas sobre el curso del
Río de Oro y en jurisdicción de los municipios de El Tarra, Tibú, Teorama y El Carmen 131.
Estos resguardos comparten un 77 % del paisaje con el parque nacional natural Catatumbo
Barí, creado en septiembre de 1989, mediante la Resolución Ejecutiva n.º 121 del Ministerio
de Agricultura, con una extensión de 158.125 hectáreas en jurisdicción de los municipios de
Convención, El Carmen, San Calixto, Teorama, y Tibú 132.
En la región del Catatumbo se encuentra la zona de reserva forestal (ZRF) de la Ley 2 de
1959 Serranía de los Motilones, creada con el fin del desarrollo de la economía forestal, la
protección de los suelos, las aguas y la vida silvestre 133. En la reserva se encuentran los cascos
de los municipios de El Carmen y El Tarra. Los procesos de sustracción de la ZRF se
realizaron entre los años 60 y 80, con el fin de otorgar «tierra para indígenas y para procesos
de colonización y titulación»134. Actualmente la Serranía de los Motilones comprende una
extensión de 552.691 hectáreas en la región del Catatumbo y abarca los Municipios de Tibú,
Teorema, Convención, El Tarra, San Calixto y El Carmen, entre los que se destacan Teorama
y el Tarra, por contener más del 80 % de la superficie municipal de la reserva 135.

Tabla 1. Jurisdicción municipal de la zona de reserva forestal serranía de los Motilones en


Norte de Santander

Área Área en
Departamento Municipio Porcentaje
municipal reserva
(ha) (ha)
Norte de Convención 111.059 30.996 30,98
Santander
El Carmen 166.682 96.515 57,90
El Tarra 67.977 65.250 95,99
San Calixto 39.402 10.119 25,68
Teorama 84.920 75.405 87,76
Tibú 270.907 23 0,001
Total Norte de Santander 278.308 50,36

131
JARAMILLO. Óp. cit. (sin paginación).
132
Ibíd (sin paginación).
133
IDEAM. Zonas de Reserva Forestal. Ley 2.a de 1959. Atlas temático [en línea] [consultado en enero de
2017]. Bogotá: Ideam, pp. 94-98. ISBN: 9589767931. Disponible en:
http://documentacion.ideam.gov.co/openbiblio/bvirtual/019679/SerraniadelosMotilones.pdf.
134
Ibíd, p. 95.
135
Ibíd, p. 97.

47
Fuente: IDEAM. Zonas de Reserva Forestal. Ley 2.a de 1959. Atlas temático [en línea] [consultado en enero
de 2017]. Bogotá: Ideam, p. 97. ISBN: 9589767931. Disponible en:
http://documentacion.ideam.gov.co/openbiblio/bvirtual/019679/SerraniadelosMotilones.pdf

Mapa 2. Figuras de ordenamiento territorial en la región del Catatumbo

Fuente: IDEAM. Óp. cit., pp. 99-101.

48
2.2 Proceso de poblamiento y colonización en el Catatumbo
Los primeros pobladores de la región fueron las comunidades indígenas Barí, que
habitaron el valle del río Catatumbo y cuyo origen se remite a los motilones, que desde el
siglo XVII hasta hoy se han reconocido como guerreros en la defensa del territorio y de la
cultura 136. El proceso de conquista del Catatumbo, adelantado por las primeras incursiones
de los españoles en 1529, así como los procesos de pacificación 137 del pueblo barí en 1960,
ocasionó la pérdida del 85 % de su territorio (ocupado tradicionalmente) y la disminución de
su población en casi un 90 %.

Mapa. 3. Reducción del territorio barí entre los años 1900 y 1970

Fuente: SALAZAR Carlos Augusto. La explotación y colonización petrolera: el genocidio contra los Barí.
Revista Etnias & política. Diciembre, 2005, n.° 2, p. 139. ISSN:1900 1673.

136
JARAMILLO. Óp. cit. (sin paginación).
137
El proceso de pacificación del pueblo barí se desarrolló por medio de diferentes dinámicas y programas
implementados desde el Gobierno colombiano. Vega y Aguilera identifican que, a principios de los años 60,
se llevó a cabo la ‘Operación Motilona’, que consistió en arrojarles a las comunidades “bombas de paz”,
cargadas de arroz, plátano y yuca. Con esta iniciativa se buscaba el cese de hostilidades. VEGA, Renán y
AGUILERA, Mario. Obreros, colonos y motilones: una historia social de la concesión Barco (1930-1960).
Bogotá: Fedepetrol-Cisf. 1995.

49
La colonización en la región del Catatumbo se comprende mejor si se tienen en cuenta la
implementación de economías extractivas y la conformación del enclave petrolero, que
motivaron migraciones al Catatumbo, ya que atrajeron a diferentes personas y grupos sociales
que ampliaron la frontera agrícola en esta región. Vega 138 explica que la apertura de caminos,
las obras de infraestructura y las posibilidades de empleo motivaron a grandes masas de
gente, quienes se asentaron en la zona, construyeron sus viviendas, formaron sus fincas y
cultivaron áreas de tierra. Estas fueron los primeros colonos de la región.
El etnocidio es otro proceso que marcó el proceso de colonización petrolera en el
Catatumbo. Se relacionó directamente con la persecución y acciones de exterminio físico y
cultural de la comunidad indígena barí. Lizarralde y Bekerman 139 demuestran cómo la
exploración, la explotación y la implementación de infraestructura petrolera ocasionó el
aniquilamiento de la población barí, que pasó de 2.500 habitantes en 1910 a 800 habitantes
en 1960, y, a la vez, su territorio disminuyó de 16.000 km2 a 5.100 km2 en los mismos años.
La incursión petrolera en el Catatumbo se inicia en 1905, cuando Rafael Reyes le concede
el permiso al general Virgilio Barco de explotar fuentes de petróleo en terrenos “baldíos” de
Norte de Santander. Estos terrenos eran el hábitat natural y milenario del pueblo barí, que se
vio afectado, en su gran mayoría, por la invasión de grandes compañías extranjeras 140. Hacia
las dos primeras décadas del siglo XX ya se habían instalado en territorio barí,
específicamente en las zonas bajas del río Catatumbo y el río Zulia, la Colon Development
Company, subsidiaria de la compañía Shell y la Standard Oil de New Jersey, quienes
constituyeron los campos petroleros Río de Oro en 1914; Casigua en 1915; Campo Uno,
Campo Dos, Campo Tres en 1921 y Campo Rosario en 1929. Construyeron carreteras y una
vía ferroviaria que abarcaba grandes extensiones de tierra entre la zona de Cúcuta y el actual
estado de Zulia 141.

Mapa 4. Implementación de la industria petrolera desde la concesión Barco hasta la firma


del contrato Chaux-Folson en 1930

138
VEGA Renán. Explotación petrolera y etnocidio en el Catatumbo: los barí y la concesión Barco [en línea]
[consultado en noviembre de 2015]. Revista Espacio Crítico. Enero-junio de 2007, n.° 6. ISSN: 1794-8193.
Disponible en: http://www.espaciocritico.com/revista.as.
139
LIZARRALDE Roberto y BECKERMAN Stephen. Historia contemporáneos de los barí. Antropológica.
Venezuela: Instituto Caribe de Antropología y Sociología (ICAS) de la Fundación La Salle, enero-julio de
1982, n.° 58, pp. 3-52. Disponible en:
http://www.fundacionlasalle.org.ve/REVISTA%20ANTROPOLOGICA/Antropol%C3%B3gica%2058%20
1982
140
Ibíd.
141
Ibíd.

50
Fuente: LIZARRALDE Roberto y BECKERMAN Stephen. Historia contemporáneos de los barí.
Antropológica. Venezuela: Instituto Caribe de Antropología y Sociología (ICAS) de la Fundación La Salle,
enero-julio de 1982, n.° 58. p. 17

En 1931 el Gobierno colombiano celebra un contrato de explotación con la Colombian


Petroleum Company (Colpet) y la South American Gulf Oil Company (Sagoc) denominado
Chaux-Folson. Según Concha 142, en este contrato se otorgó a la Colpet el dominio exclusivo
sobre los yacimientos petrolíferos del Catatumbo y se facultó a Sagoc para construir el
oleoducto Tibú-Coveñas. A estas dos empresas se les permitió usufructuar las tierras de la
concesión, pues en ellas se podían instalar campamentos, tanques, bodegas, edificios,
implementar potreros para ganado, hacer plantaciones, etc. Este contrato fue aprobado por el
Congreso en la Ley 80, en la que se suscribe la renegociación de la concesión Barco y se
establece una cláusula de trato a los indígenas que, según Roldan, fue «interpretada como
una licencia para el exterminio de un pueblo y representó para los indígenas la declaración
de guerra» 143.
En 1940 este consorcio norteamericano ya había construido el oleoducto Caño Limón -
Coveñas, de más de 400 km, que uniría los campos petroleros de la región de Tibú con
Coveñas. Implementaron su propio campo, Río de Oro, y más de 38 pozos en producción,
además de la construcción de una carretera que comunicaría a Tibú con el valle del río
Magdalena, que generaría grandes áreas y corredores de exclusiva actividad petrolera y

142
CONCHA Álvaro. La concesión Barco. Síntesis histórica de la explotación petrolera en el Catatumbo.
Bogotá: El Ancora Editores, 1981, 145 p. ISBN: 8489209049.
143
ROLDÁN Roque. Aproximación histórica a la explotación de petróleo en territorios indígenas. En:
PINEDA CAMACHO R. et al. Tierra Profanada: grandes proyectos en territorios indígenas de Colombia.
Bogotá: Disloque Editores, 1995, p. 270. ISBN: 958-941214-9.

51
ciertas islas de ocupación barí. La Shell se extendió hacia el suroccidente y la Colpet avanzó
hacia el oriente, entre el Río de Oro y el Catatumbo, para integrar los campos Río de Oro y
Puerto Barco a zonas de control nacional. Esto con el fin de expropiar a los barí de la parte
oriental del río Catatumbo e imposibilitar su ocupación 144.
La fuerte oposición del pueblo barí a la explotación petrolera y a la colonización de sus
territorios se convirtió en un problema para el Estado colombiano y las compañías petroleras,
quienes percibieron en los ataques de los motilones una verdadera amenaza para sus
intereses. Por lo tanto, se vieron obligados a desarrollar diferentes acciones para el control
de la zona y garantizar la continuidad de la actividad extractiva. «La impotencia militar y de
las compañías para prevenir los ataques indígenas habría determinado el lanzamiento, desde
aviones, de sal envenenada en las vecindades de sus bohíos»145.
A partir de 1948, la colonización de la región del Catatumbo se manifestó como un proceso
continuo marcado por dos momentos. El primero, hasta el año 1957, se caracterizó por el
desarrollo de una colonización petrolera en donde la presencia de las empresas, en especial
de la Colpet, marcó la dinámica de ocupación territorial al ser el principal atractivo para la
primera afluencia de colonos. A lo largo de estos años (1948 a 1957), Tibú se consolidó como
el núcleo central en el proceso de colonización. Su fundación en 1941 obedeció a la necesidad
de implementar un campamento armado que le prestara seguridad al oleoducto y a la
carretera 146.Tibú pasó de ser el lugar de concentración de obreros y directivos a ser una zona
privilegiada para el colono, que le garantizaba seguridad y la oportunidad de explorar y
ocupar predios en regiones aledañas. De esta manera, se conformaron, al sur y al oriente del
territorio barí, pequeños asentamientos como la Pista del Río de Oro, La Gabarra, Puerto
Barco, Campo Dos y la Petrólea 147.
Aparte de la bonanza petrolera, los colonos llegaron al Catatumbo al huir de la violencia
bipartidista, pero también, por el interés de ocupar tierras para acceder a la propiedad, pues
muchos de ellos no tenían u ocupaban áreas pequeñas y de baja calidad, o eran arrendatarios
o aparceros. A partir de la creación del Incora, en la década de los 60, se promueven en la
región procesos de titulación en el Catatumbo y, créditos de asistencia técnica otorgados por
la Caja Agraria 148.
La ausencia del Estado para garantizar la atención social de estas comunidades forzó la
creación de procesos de economía solidaria, tiendas comunitarias y cooperativas regionales
entorno a la ganadería, el cacao y el café. Todo este proceso se institucionalizó con la creación
de las Juntas de Acción Comunal (Ley 19 de 1958) a finales de los años 50 149. Para las
décadas de los 60 y los 70, el fríjol, la madera, la caña, el café, el arroz, el maíz y el zapote

144
LIZARRALDE Y BECKERMAN. Óp. cit., p. 21
145
ROLDÁN Roque. Óp. cit., p. 270.
146
VEGA Y AGUILERA. Óp. cit., pp. 245-246
147
Ibíd., p. 245
148
GUTIÉRREZ MONTENEGRO Niyireth Fernanda. Establecimiento de la agroindustria palmera en la
región del Catatumbo, Norte de Santander (1999 -2010). Revista Ciencia Política. 2016, vol 11, n.° 21, p.
98. ISSN: 1909-230X.
149
CNMH. Con licencia para desplazar. Óp. cit., p. 65.

52
fueron los productos centrales de la economía campesina, que se fortalecía en el marco del
comienzo de la lucha armada guerrillera y la ausencia del Estado.
En los años 80, a la inestable región del Catatumbo llegan la coca y la expansión de los
grupos armados. Parte de la expansión de las guerrillas, sobre todo del Ejército de Liberación
Nacional (ELN), se facilitó por la presión sobre la industria petrolera, especialmente ante la
construcción del oleoducto Caño Limón-Coveñas. Sin embargo, la mata de coca llegó a La
Gabarra en 1985 y fue rápidamente acogida por las comunidades campesinas ante la falta de
apoyo estatal y las dificultades de la economía campesina tradicional.
Gutiérrez 150 resalta que la economía campesina fue la principal actividad económica de la
región hasta 1992, cuando sufrió un retroceso que dio lugar al auge del cultivo de coca. Esta
disminución de la producción agrícola y pecuaria fue principalmente el resultado de: 1) «las
políticas estatales de apertura económica que produjeron para el sector campesino una
disminución de sus ingresos, además de la falta de desarrollo tecnológico en el campo»151,
2) el auge o bonanza cocalera a finales de los 80 en la región del Catatumbo, principalmente
en el municipio de Tibú, 3) el decrecimiento de la actividad petrolera y el aumento del
desempleo entre colonos, 4) el fortalecimiento del control militar por parte de las Fuerzas
Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC), quienes permitieron el cultivo de coca en la
región y las condiciones de rentabilidad del cultivo y 5) la pobreza, las escasas oportunidades
para la agricultura del campesino y los cultivos de pancoger presionaron al campesinado a
sembrar coca para mejorar sus niveles de vida.

2.3 Aproximación al conflicto armado en el Catatumbo


La región del Catatumbo se ha caracterizado en la historia colombiana como una de las
regiones en donde se ha desarrollado el conflicto armado. Esto, debido a que es una zona
fronteriza ubicada estratégicamente para la interconexión de la infraestructura energética, de
transporte, ambiental, social e industrial, requerida por el comercio trasnacional. Cuenta con
recursos naturales como petróleo, carbón y numerosas fuentes hídricas que hacen que allí se
proyecten planes e inversiones de empresas nacionales y trasnacionales con el fin de explotar
los bienes y recursos existentes 152.
El Catatumbo es una zona de ampliación de la frontera agrícola y de colonización reciente,
con una precaria presencia institucional. Allí se instalaron grupos armados que se han
disputado el control territorial, militar y político de la zona, con el fin de apropiarse de los
recursos que se generan (incluso, los provenientes de la coca) mediante la imposición de
economías de enclave o extractivas a las comunidades indígenas, campesinas y de colonos
del Catatumbo.
El CNMH 153, en el trabajo realizado para el municipio de Tibú y a partir de los testimonios
de sus habitantes, identifica cuatro ciclos de violencia. El primero, que va de 1980 a 1988,

150
GUTIÉRREZ MONTENEGRO. Óp. cit., p. 99.
151
Ibíd, p. 100.
152
ORDÓÑEZ. Óp. cit., pp. 157-158.
153
CNMH. Con licencia para desplazar. Óp. cit., pp. 51–52.

53
está relacionado con la entrada de las guerrillas en el territorio, los procesos de negociación
entre el gobierno y algunas insurgencias y los procesos de militarización e incursión de
grupos paramilitares de manera esporádica. El segundo, entre 1989 y 1996, en donde se
crecen los grupos armados, el Ejército Popular de Liberación (EPL) pacta la paz con el
Gobierno y se adopta la constitución de 1991. El tercero corresponde a la incursión,
consolidación y expansión del paramilitarismo que va desde 1997 a 2004, años en los que se
produce el mayor desplazamiento forzado de campesinos de la región. El cuarto, de 2005 a
2013, evidencia la desmovilización de los paramilitares y la implementación de la política de
consolidación.
Del mismo modo, el Centro Nacional de Memoria Histórica señala que, a lo largo y por
medio de estos procesos de violencia generalizada y desarrollo del conflicto armado, en la
región del Catatumbo «se impuso un modelo económico sustentado en la apropiación de
tierras, la agroindustria y la explotación petrolera, minera y maderera que desplazó la
economía predominantemente campesina» 154. Las sentencias de restitución de tierras resaltan
que el conflicto armado en el Catatumbo ha producido graves daños sociales y económicos
a las comunidades campesinas, quienes sufrieron violaciones a los derechos humanos e
infracciones al derecho internacional humanitario, que propiciaron procesos masivos de
desplazamiento forzado y despojo de tierras.
Los actores armados que han hecho presencia en la región del Catatumbo, que han
alimentado el conflicto y han sido responsables de dichas violaciones, son:
• Las Fuerzas Militares
Inicialmente se encontraban las unidades de la Quinta Brigada. A partir de diciembre de
2005 se conforma la Trigésima Brigada, integrada por 4.800 soldados, con una
jurisdicción compuesta por 38 municipios de Norte de Santander y 6 municipios del sur
del Cesar. En el 2006 entra en operación la Decimoquinta Brigada con jurisdicción
exclusiva en el Catatumbo y conformada por 1.300 hombres –desarticulada por ser la
responsable de las ejecuciones extrajudiciales–.
Las unidades militares que se encuentran bajo el mando de la Trigésima Brigada son los
Batallones García Rovira y Santander, con sede en Pamplona y Ocaña; el Grupo de
Caballería Mecanizado Hermógenes Maza, con sede en Cúcuta; el Batallón Plan
Especial Energético y Vial N.° 10, con sede en Convención; El Batallón Especial
Energético y Vial N.° 18, con sede en el Catatumbo); el Batallón de Artillería N.° 30,
con sede en Tibú, y el Batallón de Ingenieros N.° 30 Guasimales, con sede en Cúcuta.
La fuerza pública que actúa en la región asciende a los 10 hombres, sin contar con las
estructuras creadas recientemente, como la Fuerza de Tarea Vulcano, adscrita a la
Segunda División del Ejército Nacional que actúa en el Catatumbo 155.

154
Ibíd, p. 52.
155
EJÉRCITO NACIONAL DE COLOMBIA. Ejército Nacional. Patria, honor, lealtad. Trigésima Brigada -
Cúcuta [sitio web]. Bogotá: Ejército Nacional de Colombia [consultado el 15 de marzo de 2017]. Disponible
en: https://www.ejercito.mil.co/?idcategoria=240200.

54
• Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP)
Hacen presencia en la región del Catatumbo con el Frente 33, que surge a principios de
la década de los 80. Este frente se constituyó y actúo en casi todo el departamento de
Norte de Santander, especialmente en el área metropolitana de Cúcuta, en la provincia
de Ocaña, sobre la vía Cúcuta-Tibú y en la zona de frontera colombo-venezolana
(Catatumbo venezolano). El 24 de noviembre de 2016, las FARC firmaron el Acuerdo
de Paz con el Gobierno Nacional, y actualmente se encuentran en el proceso de
implementación de este 156.
• El Ejército de Liberación Nacional (ELN)
Es el más antiguo de la región, hace presencia allí desde la década de los 70. En la
actualidad opera en la zona el Frente Arando Cacua Guerrero. En la provincia de Ocaña
se encuentra el Frente Claudia Isabel Escobar; en el centro del departamento y en la zona
de frontera, el Frente Juan Fernando Porras, que integra el Frente de Guerra Nororiental.
Actualmente se encuentran en proceso de negociación con el Gobierno nacional 157.
• Ejército Popular de Liberación (EPL)
En la zona del Catatumbo, la provincia de Ocaña y en la zona central y fronteriza del
departamento, operaron los Frentes Libardo Mora Toro y Ramón Gilberto Barbosa, que
tuvieron en los 80 un despliegue importante. Actualmente hace presencia el Frente
Libardo Mora Toro, básicamente en los municipios de San Calixto y Hacarí. Este es el
único reducto existente del EPL en el ámbito nacional 158.
• Autodefensas y paramilitares
El origen de los grupos de autodefensa se encuentra en la expedición del Decreto 3398
de 1965, que buscaba organizar la defensa nacional como respuesta al surgimiento de
grupos subversivos durante la década de 1960. El Decreto fue adoptado como legislación
permanente por medio de la Ley 48 de 1968. Esta norma permitía al Gobierno nacional
utilizar ciudadanos en actividades con tendencia a restablecer la normalidad y les
autorizaba la entrega de armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas. Adicionalmente,
estos grupos estaban encargados de cumplir funciones de seguridad. En vigencia de este
decreto surgen diferentes grupos: la Asociación de Campesinos y Ganaderos del
Magdalena Medio (Acedegam); el Movimiento de Renovación Nacional, Morena; el
Movimiento Muerte a Secuestradores (MAS); las Autodefensas Campesinas de Córdoba
y Urabá (ACCU) 159. Solo hasta 1989 se suspende la aplicación de esta ley 160.
En 1994 fue creado otro decreto que dio origen a las Asociaciones Comunitarias de
Seguridad Rural, Convivir. Su propósito era colaborar con la fuerza pública al informar

156
ORDÓÑEZ. Óp. cit., pp. 163 - 164
157
Ibíd, p. 164.
158
Ibíd, p. 165.
159
TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA Y PAZ. Sentencia contra Mancuso Gómez y otros. Octubre 31 de
2014.
160
TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA Y PAZ. Sentencia contra Jorge Iván Laverde Zapata. Diciembre 2
de 2010 fallo primera instancia.

55
sobre actividades insurgentes, organizar cooperativas o empresas comunitarias, con el
fin de proporcionar vigilancia y seguridad privada a sus miembros o asociados. Para
1997, se habían fundado 507, y existían, además, cerca de 300 empresas de seguridad
particular que prestaban servicios especiales de vigilancia con armas de uso restringido
de las Fuerzas Militares. «Esta situación facilitó a los grupos paramilitares aumentar su
poder y control territorial en zonas como Córdoba, Urabá, Magdalena Medio, Sucre, Sur
de Bolívar, Putumayo, Cauca, Meta y Caquetá» 161.
Para 1997, la ACCU inició un proceso de unificación de esos grupos que, bajo el mando
de Carlos Castaño, se consolidaron en 1997 como las Autodefensas Unidas de Colombia
(AUC) 162. Dentro de esta estructura se crea el Bloque Catatumbo, comandado por Carlos
y Vicente Castaño Gil y por Salvatore Mancuso, encargado de la estrategia política y
militar de Norte de Santander. El Bloque estaba integrado por tres frentes: 1) La Gabarra,
comandado por Alberto Pérez Betancourt, alias Camilo; 2) Tibú, integrado en el año
2000 y comandado por alias Mauro; 3) Bloque Fronteras, comandado por alias el Iguano,
integrado en el 2001 y cuya influencia se extendió a Cúcuta y su área metropolitana. Las
AUC se desmovilizaron el 10 de diciembre de 2004, en el corregimiento Campo Dos,
con 1.435 miembros 163.

2.3.1 La incursión paramilitar en el Catatumbo

El paramilitarismo es, por definición, «el apoderamiento de facto del monopolio de la


fuerza que detenta el Estado por una unidad especializada de lucha irregular contrainsurgente
que capitaliza la precariedad o insuficiencia institucional para proyectar seguridad, orden y
soberanía […]. El paramilitarismo, al menos en su definición, no compite en contra del
Estado ni define sus intereses de manera autónoma» 164 . El proyecto paramilitar en el
Catatumbo tenía como objetivo establecer un orden que garantizara la explotación de
recursos mineros y petroleros a fin de que clase política pudiera desarrollar sus negocios de
agroindustria y el desarrollo de megaproyectos sin ninguna oposición o sin “contrapoderes”
que les disputaran la hegemonía. Según Mancuso,
Las autodefensas surgieron como consecuencia de la mezcla de tres factores principales e
importantes: el abandono del Estado colombiano; la incorporación de personas civiles a la
guerra por parte del Estado, que nos delegó esta labor propia de las Fuerzas Militares de
Colombia, y la necesidad de enfrentar a la guerrilla. Surgimos en lugares distantes y
remotos a la capital colombiana, de manera aislada pero auspiciada por el Estado, con
resultados favorables en la parte militar e incidencia en la recuperación económica, política
y social de estas primeras regiones 165.
El proyecto paramilitar con las AUC se fundó a partir de la idea de que las organizaciones
sociales, las formas de resistencia y autonomía comunitarias y cualquier proceso de

161
TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA Y PAZ. Sentencia contra Mancuso […]. Óp. cit.
162
Ibíd.
163
Ibíd.
164
Ibíd.
165
Ibíd.

56
exigibilidad de derechos y reivindicación social era parte de un contrapoder para subvertir
un orden que el Estado no había podido mantener y estabilizar. Además, consideró que la
ocupación de territorios por estas comunidades impedía el desarrollo de economías fundadas
en el monocultivo y la concentración de la tierra.
Las AUC se articularon con el fin de refundar la patria bajo 166 tres núcleos temáticos que
explican que el paramilitarismo no solo fue un aparato armado, sino una alianza entre
empresarios, narcotraficantes, militares, autoridades públicas y políticos 167. El primer núcleo
propone erradicar la subversión, que es concebida «no solo con acciones guerrilleras, sino
también como toda forma de actividad popular o comportamiento contestatario y muchas
veces social»168. En el segundo núcleo se establece la «eliminación de toda forma de sociedad
política populista» 169, que está conformada por «los sindicatos, los líderes comunales, los
representantes de derechos humanos»170, quienes tenían que «ser excluidos del nuevo orden
al no garantizar la noción de seguridad nacional como ideal de las estructuras
paramilitares» 171. El tercer núcleo hace referencia al fortalecimiento del sector industrial,
básicamente a «instalar a gran escala monocultivos de palma de aceite y otros proyectos de
producción que llevaron a la transformación de la tradición agrícola que identificaba las
regiones en las que hizo presencia el fenómeno paramilitar»172.
El paramilitarismo en el Catatumbo quiso, a sangre y fuego, y por medio del terror, fundar
una nueva patria. Declaró como objetivo militar a la población civil –campesinado- que
consideró como “guerrillerada” y estigmatizó y exterminó cualquier expresión de
organización y movilización social. El discurso contrainsurgente con el que entró las AUC
al Catatumbo fue, como en todas las regiones del país, una cortina de humo para esconder
sus verdaderos intereses: el control del narcotráfico y la implementación de industrias y
economías que alimentaran los intereses de la acumulación del capital. La estrategia de tierra
arrasada, que se usó como mecanismo de guerra, buscó vaciar los territorios y despojar al
campesinado de sus tierras, para asegurar la inversión de megaproyecto viales, inversiones
petroleras, mineras y agroindustriales.

2.3.1.1 El terror paramilitar


La incursión paramilitar en el Catatumbo, según declaraciones de Mancuso, fue
planificada por los hermanos Vicente y Carlos Castaño, quienes consideraron que esta región
era una retaguardia estratégica para las guerrillas, pero también uno de los territorios que más
recursos económicos le aportaban, «por cuanto desde 1980, los cultivos de coca y el control
ejercido por la subversión en ese territorio generaban a estos grupos abundantes recursos a
los que pretendían acceder las AUC». Sin embargo, se puede afirmar que la constitución del

166
Ibíd.
167
Ibíd.
168
Ibíd.
169
Ibíd.
170
Ibíd..
171
Ibíd.
172
Ibíd.

57
proyecto paramilitar en el Catatumbo fue, además, la coalición de diferentes intereses. Al
respecto, Mancuso declaró:
Para el año 1995, el comandante Carlos Castaño me comentó que tuvo una reunión con la
cúpula militar y altos representantes del Estado, y que en esa reunión le habían pedido [...]
le pidieron al comandante Carlos Castaño que fortaleciera las Autodefensas, especialmente
en el norte del país y que conformara grupos de autodefensas en el norte del país, donde no
existían las Autodefensas; le dijeron que en las áreas donde íbamos a actuar, se iban a crear
nuevas estructuras o a fortalecer las que ya existían, colocarían comandantes de Divisiones,
de Brigadas y de Policía y aún de Fiscalías afines a nuestra ideología y a la lucha
antisubversiva, como efectivamente sucedió 173.
La constitución del Bloque Catatumbo de las AUC no fue fortuita, sino que fue el resultado
de un proceso planificado que se logró con «el apoyo de comandantes de Divisiones,
Brigadas, comandantes de Policía y en general de la fuerza pública, que facilitó el ingreso de
las autodefensas a diferentes regiones del país […]. Vale la pena mencionar que para 1997,
se reforzó la presencia militar en el Catatumbo […] además del despliegue uniformado por
las fumigaciones (de cultivos de coca con glifosato) que, por orden del Gobierno nacional,
se llevaron a cabo en la zona baja de la aludida región»174.
La toma paramilitar del Catatumbo la realizó un grupo de combatientes que desde marzo
de 2009 se reunieron con Carlos Castaño y Salvatore Mancuso en la finca La 35, o Acuarela,
donde funcionaban escuelas de adiestramiento, en las que se reentrenó al grupo de
paramilitares. «A mediados de mayo empezó su traslado al Catatumbo, efectuado en 8 o 10
camiones que albergaron a cerca de 220 hombres, quienes, al mando del capitán retirado del
Ejército Nacional Armando Pérez Betancourt, alias Camilo, atravesaron los departamentos
de Córdoba, Sucre, Bolívar, Magdalena y Cesar» 175.
Se ha comprobado que en el Bloque Catatumbo «predominó el ataque directo contra la
población civil»176, por medio de masacres, ataques violentos y notorios que provocaron
desplazamiento masivo y terror en la región. «Violencias para generar terror, aquellas
perpetradas por los paramilitares en Tibú, se inscriben dentro de un patrón de tierra arrasada
dirigido a vaciar territorios a sangre y fuego» 177.
En Tibú se recuerda la huida masiva y la desolación causada por las masacres de la
incursión paramilitar en 1999, que convirtieron su territorio en un campo de batalla, en donde
la población civil, inerme y desarmada fue la víctima. Los gabarreños rememoran que
quedaron atrapados en medio del fuego cruzado entre paramilitares y guerrillas entre La
Gabarra y Barranca. Según sus testimonios, la guerrilla, para protegerlos, habría forzado a
salir a más de 1.000 personas mientras combatían a los paramilitares […]. Ante el terror de
la llegada de los paramilitares a La Gabarra más de 3.000 pobladores migraron a otros lugares
del departamento antes de llegar a los poblados de Casigua, El Cubo y La Vaquera, en el

173
Ibíd.
174
Ibíd.
175
Ibíd.
176
Ibíd.
177
CNMH. Con licencia para desplazar. Óp. cit., p. 93.

58
estado Zulia en Venezuela. De ellos, más de dos mil personas fueron trasladas al coliseo
Eustorquio Colmenares de Cúcuta y otros prefirieron refugiarse en La Manigua. A este grupo
se suma el de más de 700 (Consejo de Estado, 2006, Acción de Grupo Masacres en La
Gabarra) que huyeron de las zonas rurales a los poblados de La Vaquera, El Cerrito y El
Ranchito, El Cruce, Frontalia, La Villa, Machiques y Casigua en Venezuela en donde
improvisaron ranchos de plástico para refugiarse. Entre los migrantes, forzados a romper
montaña para llegar al vecino país, se encontraban aquellos que huyeron de Río de Oro, La
Pista y La Cooperativa, lugares que fueron desocupados con la incursión paramilitar 178.

2.4 Las economías del despojo paramilitar


Se ha denunciado que la palma de aceite y la extracción de carbón a cielo abierto son
elementos que se relacionan con la incursión paramilitar, el terror y la violencia generalizada
en la región del Catatumbo. Especialmente, en el Municipio de Tibú, «la incursión
paramilitar permitió el desarrollo de economías de enclave que se instalaron y acrecentaron
durante o después del desplazamiento individual y masivo de 34.263 personas entre 1997 y
2004, y de las 30 masacres» 179. El CNMH reseña que en el período de mayor ocupación
paramilitar en el Catatumbo (1997 a 2004) se produjo «el abandono de 53.269 hectáreas que
representan el 19 % de la superficie del municipio de Tibú, esto puso a Tibú en el duodécimo
lugar entre los cien municipios con mayor afectación de predios por abandono forzado» 180.
La referencia a la agroindustria palmera y a la explotación de carbón como economías de
despojo se sustenta en la manera en que el desplazamiento forzado, el despojo de tierras y el
vaciamiento de los territorios, por medio de la estrategia de tierra arrasada, en la región del
Catatumbo, pero especialmente en el municipio de Tibú, permitieron la implantación de los
cultivos de palma, la reactivación de pozos y explotaciones petroleras e incrementaron la
viabilidad de la explotación de carbón a cielo abierto.
El proceso de despojo de tierras en la región del Catatumbo fue legalizado, entre otros
medios, por medio de la adjudicación de baldíos, la compra masiva de predios y el cambio
de uso del suelo. La Superintendencia de Notariado y Registro 181 afirma que, en la
adjudicación de baldíos en el municipio de Tibú, al igual que en Hacarí y La Playa,
«sobresale, con un 56 %, la tipología de resoluciones inscritas sin el lleno de los requisitos
formales y con un 32 % la compraventa masiva de predios por parte de empresas que ejecutan
megaproyectos en la zona como el cultivo de palma y la extracción de petróleo» 182 , y
concluye «que estos compradores masivos en conjunto han acumulado un total de 8.800
hectáreas y 816 m2»183.

178
Ibíd, p 94-95
179
Ibíd, p. 48
180
Ibíd, p 49
181
SUPERINTENDENCIA DE NOTARIADO Y REGISTRO. Para que los colombianos recuperen su tierra:
Informe Norte de Santander. Bogotá D. C.: 2011, p. 1274
182
Ibíd.
183
Ibíd.

59
Tabla 2. Compras masivas de tierra en Tibú para la legalización del despojo por medio de
la agroindustria y de la ganadería extensiva

Comprador Hectáreas
(ha)
Bio-Agroindustrial 1524
Palmaoriente S. A. 5587
Yanet Paola Gutiérrez de Piñeres 128
Rivera Guiza Edgar Rodrigo 266
Palmeros Aliados de Colombia S. A. 474
Ecopalma 49
Ganadería Puerto Rico Limitada 770
Total 8801
Fuente: Superintendencia de Notariado y Registro, Óp. cit., p.1274

2.4.1 La industria de la palma de aceite en el Catatumbo


La implementación y la expansión de la industria de la palma de aceite en el Catatumbo
ha trasformado drásticamente el paisaje. La industria se desarrolló básicamente a partir de
tres componentes: 1) el despojo de tierras y territorios campesinos, tras la estrategia de tierra
arrasada del paramilitarismo e implementada en la región del Catatumbo; 2) el Plan
Colombia, en especial los programas de sustitución de cultivos ilícitos y los operativos
militares de erradicación; y 3) la expedición de un conjunto de leyes y normas para la
promoción y el fomento de cultivos de palma de aceite.
El despojo paramilitar en el Catatumbo tenía como objetivo «instalar a gran escala
monocultivos de palma de aceite y otros proyectos de producción que llevaron a la
transformación de la tradición agrícola que identificaba las regiones en las que hizo presencia
el fenómeno paramilitar» 184 . Molano 185 ha denunciado la compra masiva de tierras en el
Catatumbo después del paso de los paramilitares, así como la implementación de alianzas
productivas 186 como una política pública creada en el 2001 para la sustitución de cultivos

184
TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA Y PAZ. Óp. cit.
185
MOLANO BRAVO Alfredo. Paramilitarismo y palma en el Catatumbo [en línea] [consultado el 15 de
marzo de 2017]. En: El Espectador. Bogotá: 3 de marzo de 2012. Disponible en:
http://www.elespectador.com/impreso/judicial/articulo-330074-paramilitarismo-y-palma-el Catatumbo
186
Las alianzas productivas se pueden describir a partir del siguiente esquema: los tenedores de la tierra se
asocian, ponen la tierra y aportan la mano de obra; la sociedad recibe de parte del Banco Agrario un crédito
por el cual responden en forma solidaria sus asociados y, en últimas, estos tenedores con sus tierras; la
semilla, los fertilizantes, los fungicidas y la asistencia técnica son suministrados por el “aliado comercial”,
quien tiene la exclusividad para comprar la producción a precio de bolsa y efectúa los descuentos por medio

60
ilícitos. Señala que existen desde 12.500 a 20.000 hectáreas de palma sembradas, y que, con
el paso del paramilitarismo, «Las organizaciones populares quedaron destrozadas, y las
relaciones sociales, interrumpidas. La gente huía y la tierra quedaba abandonada, sus precios
se desplomaron. Las ventas y permutas se generalizaron. […] Se preparó así el terreno para
nuevos usos del suelo y nuevas formas de tenencia» 187.
El segundo factor para la expansión de la agroindustria de la palma de aceite en la región
del Catatumbo hace referencia a los programas de erradicación. Entre estos, Más Inversión
para el Desarrollo Alternativo Sostenible (Midas); un programa de la Agencia de Estados
Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés), que buscaba el
desarrollo de agronegocios, de explotación forestal comercial y reformas para el crecimiento
económico y el mejoramiento de la competitividad. Gutiérrez afirma que: «[...] este programa
tuvo un gran impacto desde que el Gobierno nacional, en cabeza de Andrés Pastrana, en el
año 1998, asignó a Carlos Murgas Guerrero el proyecto de fomento de palma de aceite en la
región, cuando era socio de la Hacienda Promotora las Flores S. A., y más delante de la planta
extractora Catatumbo. En ese momento Murgas fue el ministro de Agricultura y desde el año
1980 hizo parte de la Junta Directiva de Fedepalma» 188.
Yamile Salinas 189 afirma que el Plan de Desarrollo y Paz para la Región del Catatumbo,
financiado por el Plan Colombia, promocionó proyectos de caucho, cacao y palma, así como
inició los programas de erradicación de cultivos de coca. En 2001, 360 hectáreas de coca
fueron erradicadas y se sembraron 1.000 hectáreas de palma. En el 2004 comenzó la segunda
fase, en la que la semilla y la asistencia técnica para la siembra de palma fueron suministradas
por la hacienda Las Flores, de propiedad de Carlos Murgas. Los beneficiarios del proyecto
conformaron la Asociación de Pequeños Productores de Palma (Asopagdos), así como 17
asociaciones más de pequeños productores (Asovictoria, Asopalcat, Asopaltibú, Asopalcer y
Napa), con quienes la hacienda Las Flores constituyó uniones temporales para la producción
de aceite de palma. De esta manera, Carlos Murga, por medio de su hacienda Las Flores, se
convierte en promotor y socio de la agroindustria en la región.
Desde mediados de 2003 se inició una de las ofensivas militares más fuertes que haya
vivido la región del Catatumbo, especialmente en los municipios de Tibú, El Tarra y
Teorema 190. La Operación Holocausto estuvo a cargo de la Quinta Brigada (en cabeza del
entonces general Duván Pineda) y del Batallón N.° 1 Contra el Narcotráfico, con el propósito
de «abrirle paso al Plan Colombia» 191 en el Catatumbo, «donde la última gran acción militar

de deudas adquiridas por los cultivadores, los relacionados con el crédito bancario y una cuota que se
destina a la construcción de una planta extractora de biodiésel en Tibú que pertenece a los cultivadores. Ibíd.
187
Ibíd.
188
GUTIÉRREZ MONTENEGRO. Óp. cit., p, 106.
189
SALINAS Yamile. Catatumbo: análisis de conflictividades y construcción de paz. Bogotá: PNUD -
Embajada de Suecia, diciembre de 2014, p. 13.
190
ALTO COMISIONADO DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LOS REFUGIADOS. Algunos
indicadores sobre la situación de los derechos humanos en la región del Catatumbo [en línea] [consultado en
marzo de 2017]. Octubre de 2004. Disponible en: http://www.acnur.org/t3/uploads/media/669.pdf?view.
191
BEDOYA Jineth. La ofensiva en el Catatumbo [en línea] [consultado el 26 de marzo de 2017]. En: El
Tiempo. Bogotá: 22 de septiembre de 2003. Disponible en:
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1017149(2003).

61
fue hace más de 20 años»192. La primera fase de la operación consistió en fumigar 2.000
hectáreas. En la segunda fase se pretendía asperjar por lo menos 10.000 hectáreas más,
además de capturar a los cabecillas Timochenko (FARC), Gabino (ELN) y Camilo (AUC)193.
Las operaciones registraron un desplazamiento en dos modalidades: primero, quienes
abandonaron sus tierras ante la amenaza de los operativos; segundo, cuando ya se habían
iniciado las operaciones militares.
El tercer componente tiene que ver con las medidas legislativas que favorecieron el
desarrollo del modelo de la agroindustria palmera. La Ley 397 de 2007 reglamentó la
constitución de zonas francas para proyectos agroindustriales, de las que las primeras se
crearon en los municipios de Codazzi (Cesar) y Barrancabermeja (Santander). En las zonas,
además del acopio, se produce la transformación para biodiésel y glicerina. La Ley 939 de
2004 se desarrolla por medio de los Decretos 1970 de 2005 (por el que se reglamenta
parcialmente la Ley 939 de 2004), 2929 de 2007 (por medio de la que se dictan disposiciones
para promover el uso de biocombustible en el país, así como medidas aplicables a los
vehículos y demás artefactos a motor que utilicen combustible para su funcionamiento) y el
Conpes 3510 (sobre lineamientos de política para promover la producción sostenible de
biocombustible en Colombia) 194.
La configuración de la política pública en torno a la agroindustria de aceite de palma con
fines de biodiésel se concentra en los Conpes 3477 de 2007 y 3510 de 2008, en los que se
contextualiza el panorama de esta agroindustria y se propone una serie de mecanismos y
acciones de diferentes instituciones y organismos que permiten fomentar la competitividad
del gremio. Lo anterior se realiza por medio de la implementación de múltiples estrategias,
que van desde incentivos tributarios, apoyos financieros y mejoramiento de infraestructura
hasta recursos para investigación.

2.4.2 Explotación de carbón a cielo abierto: proyecto de megaminería en el


Catatumbo
La explotación de carbón a cielo abierto se abre paso por medio del desplazamiento, el
abandono forzado de tierras y el desplazamiento masivo que sufrió la región. Es necesario
evidenciar que desde 1996 se otorgan concesiones mineras para la explotación de un
yacimiento de carbón que se encuentra en el municipio de Tibú, en el Bajo Catatumbo, en
proximidad con el resguardo Motilón-Barí. Las empresas titulares han planificado proyectos
para la explotación, de alrededor de 37 títulos mineros que se entregaron en las zonas en que
las masacres y el terror paramilitar provocaron la huida masiva de campesinos, especialmente
en el corregimiento de La Gabarra, en Tibú, donde existen 35 títulos mineros.

192
Ibíd.
193
Ibíd.
194
ROCHA Y. Política pública de biocombustibles -biodiésel- y desarrollo sostenible en Colombia (2002-
2008). Trabajo de grado para obtener el título de politóloga. Bogotá: Facultad de Ciencia Jurídica y
Políticas, Universidad de San Buenaventura, 2013, 98 p.

62
Actualmente la explotación de carbón representa uno de los mayores intereses en el
Catatumbo. Las empresas que se encuentran tras este megaproyecto son dos canadienses, una
mexicana y cinco, al parecer, colombianas. Río de Oro, La Esmeralda, Promexco, Sopromin,
Carbo Fuels And Minerals, Geofisin U.E, Prominorte, y Mora & Mora. Las empresas
impactarían una zona superior a 25.000 hectáreas, en los municipios de Convención,
Teorama, Tibú, El Tarra, así como 1.531 hectáreas ubicadas en la vereda Caño Mariela 195.

Mapa 5. Títulos mineros en el Catatumbo y el proyecto de megaminería

Fuente: ASCAMCAT. Plan de Desarrollo Sostenible para la constitución de la Zona de Reserva Campesina
del Catatumbo: Plan de desarrollo alternativo para la reconstrucción y permanencia de la economía campesina
en la región del Catatumbo, Norte de Santander. Cúcuta. 2012, p. 139.

195
ORDÓÑEZ. Óp. cit., p 159.

63
3. Proceso y aproximación a la noción de despojo en la memoria colectiva de las
comunidades campesinas del Catatumbo

3.1 El despojo desde la percepción del campesinado catatumbero


El despojo, narrado desde la percepción de campesinos que integran Ascamcat, referencia,
de manera general, procesos violentos que desestructuran la vida social y comunitaria e
implican desplazamientos, migraciones y destierros. Los cambios que experimentan las
comunidades campesinas en su vida social y en su territorio son abruptos y contrarios a sus
anhelos y proyectos de vida. La experiencia es traumática y rompe con todos los elementos
de referencia e identificación del campesinado: su familia, hogar, comunidad, organización,
territorio, etc. Lo único que pervive en ellos es el recuerdo de esa vida pasada a la que quieren
regresar, pues el despojo es una experiencia que el campesinado no quiere volver a sufrir.
El despojo es duro, es el destierro, es huirle a alguien que uno no conoce; huyéndole a un
tigre que uno no ha visto. Si ve, todo el cambio que hubo, todo el tránsito, hoy mi familia
también está desvertebrada, mis vecinos están desvertebrados, la cultura se acabó a raíz de
eso, lo que era la cacería; la pesquería; el jornalero; el sembrar maíz, la yuca; y a raíz de
eso, el Gobierno habla de que la coca fue un problema, a raíz del desplazamiento, porque
nosotros cotidianamente éramos productores de toda clase de agricultura, frijol maíz, cacao,
yuca plátano, café, una vez que otra sembrábamos arroz; teníamos nuestra comida,
criábamos gallinas, marranos, chivos, todo eso se acabó 196.
En la experiencia vivida por el campesinado, el despojo se representa por medio de la
imposición de situaciones que los obligó a salir, huir, perder su cotidianidad y los expuso a
situaciones ajenas y adversas. En los relatos sobre el despojo se evidencia la manera en que
se quiso imponer un no ser campesinos, ya que el desplazamiento los llevó a entornos
diferentes, en donde no lograron consolidar lazos y mucho menos desarrollar procesos de
identificación territorial. Experimentaron situaciones en las que no pudieron ser campesinos.
Ya salimos y pasamos de ser campesinos a ser desplazados, y ya empezamos a ser
mendigos, a mí me duele todos los días tener que decir que el estado colombiano, por medio
del paramilitarismo, nos llevó a que nosotros pasáramos de buenos trabajadores, buenos
campesinos a unos mendigos miserables. ¿Por qué digo así? porque fue tan dura la
situación, que tocó llegar a pedir, a mendigar en la ciudad, yo llegué a esa ciudad obligado,
yo no conocía esa ciudad, como mi persona la mayoría de gente no la conocía, nunca me
pude acoger a la ciudad porque yo soy del campo, yo conozco los caminos, la gente de mi
territorio, yo conozco es la tierra 197.
En este mismo sentido, se afirma que el despojo provocado por la violencia paramilitar en
el Catatumbo logró “descampesinizar” esta región: «porque en esa época, hubo un
desplazamiento de más de 120.000 personas a Cúcuta, Ocaña y a otras ciudades del
nororiente. Cuando hablo de “descampesinizar”, me refiero a esos miles que salieron de 5 o

196
Líder campesino de Ascamcat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realizada el 18 de enero de 2017.
197
Ibíd.

64
6 años y que hoy viven en los barrios más pobres de las ciudades, y pues en su mayoría no
retornaron ni volvieron, dejaron de vivir en el Catatumbo, dejaron de ser campesinos»198.

3.1.1 El despojo, referente histórico del Catatumbo


Las comunidades campesinas del Catatumbo, que después del desplazamiento y el despojo
paramilitar crean Ascamcat, al narrar sus experiencias de organización, identifican, o
caracterizan, una noción de despojo relacionada con procesos cíclicos e históricos en los que
persiste el interés de externos –representados por las multinacionales o el Gobierno– de
arrebatarles lo que ellos consideran que les pertenece, que básicamente es el Catatumbo y el
derecho a permanecer en él dignamente.
En efecto, la noción de despojo en el Catatumbo se relaciona con la historia de las
economías extractivas, principalmente con la manera en que el gobierno apoyó el desarrollo
de la industria petrolera y la manera violenta en que reprimió la resistencia del pueblo barí,
hasta casi el exterminio de su población y la usurpación de su territorio ancestral. Prueba de
ello es la firma del contrato Chaux-Folson y la Ley 80 de 1931, que autorizó el ataque y la
persecución a sangre y fuego del pueblo barí, cuando define que «El Gobierno les prestará a
las compañías contratantes la protección debida para prevenir o repeler la hostilidad o los
ataques de las tribus de motilones […] lo que hará por medio de cuerpos de policía armada o
de la fuerza pública en cuanto sea necesario» 199.
El despojo aparece como un elemento de configuración de la historia del Catatumbo. Es el
resultado de hechos y situaciones que se caracterizan por el interés de extraños en desarrollar
proyectos de explotación de los recursos naturales e implementar modelos de desarrollo
económico en la región. También se caracteriza por la violencia ejercida contra la población
habitante de los territorios –violencia que generalmente es amparada por las leyes
colombianas–. Sin embargo, como consecuencia de estos procesos, también se destaca las
formas de organización de los pobladores de la región, para oponerse a dichos modelos y
resistir al despojo de sus territorios y proyectos de vida.
Desde los inicios de la Colonización, la historia del despojo siempre ha estado marcada
por sangre. Si uno revisa la historia de los 30, de lo que ocurrió con los indígenas, eso hizo
que estuviera marcada por sangre. Si uno revisa lo que ocurrió en la década de finales de los
90 y principios de 2000, pues ese despojo se incrementó casualmente con la ofensiva de
ejércitos privados llamados paramilitares –se ha comprobado que actuaron en complicidad
con las Fuerzas Militares, políticos, empresarios–. A partir de la profundización de ese
despojo, implantaron economías de palma de aceite, que hoy ocupan 20.000 hectáreas en la
zona del Catatumbo 200.
Para nosotros, el despojo es como esa mano oscura que abre brecha para que lleguen las
famosas multinacionales o la agroindustria. Entonces, buscan exterminar a un pueblo

198
Líder Campesino de Ascamcat. Fundador de la asociación. Entrevista 7 de abril de 2017.
199
AVELLANEDA Alfonso. Petróleo, colonización y medioambiente en Colombia. De la Tora a Cusiana.
Bogotá: Ecoe ediciones, 1998, p. 18. ISBN: 9586481697.
200
Líder campesino de Ascamcat. Fundador de la Asociación. Entrevista realizada el 7 de abril de 2017.

65
humilde, pobre, para apropiarse de sus bienes y territorio. Que en gran parte lo lograron –
compañeros que regalaron sus fincas por huir, para que no les quitaran sus vidas, y hoy en
día, son esas grandes palmeras–. Y antes no había palma, antes era la cultura campesina.
También a todas las organizaciones sociales las exterminaron, todo lo que oliera a
organización, fuera Juntas de Acción Comunal, Comités, Cooperativas, cualquier forma de
organización social, lo pusieron como objetivo militar. A la gente la mataron o se fue 201.
La historia del despojo se convierte en un referente de la memoria del campesinado del
Catatumbo. Esta hace énfasis en la relación existente entre los procesos de explotación de
recursos naturales y la violencia, con los que no solo han buscado desocupar los territorios,
sino que, además, han pretendido exterminar las formas en que el campesinado se define y
construye por medio de la organización social y comunitaria y con la configuración de
proyectos de autonomía territorial y política que consolidan territorios e identidades, que se
defienden y reclaman su reconocimiento y su protección.
Para nosotros, el despojo ha sido una estrategia de guerra para cumplir un cometido de
enclave económico. Ellos generaron toda una política de tierra arrasada, en algunas zonas
y veredas del Catatumbo, en el desarrollo de esa guerra de paramilitares y guerrilla, entre
1999 y 2005, hubo veredas en donde no quedo ningún habitante. Lo que esta gente no
esperaba, era que la gente retornara y aparte de retornar pues se organizara, y es lo que
prácticamente les ha imposibilitado a ellos consolidar y asentarse en otros proyectos de
enclave, como la explotación de carbón a cielo abierto en el Catatumbo, y la reactivación
de pozos petroleros en las profundas selvas del Catatumbo 202.

3.1.2 El despojo implantado y los mecanismos de desposesión en el Catatumbo


La relación que se establece entre el despojo y los procesos de economías de enclave
(extractivismo) que, por medio de marcos normativos, políticas públicas y guerra contra la
población civil, se han desarrollado históricamente en la región, reflejan los intereses de los
sectores del poder político y económico para la acumulación del capital. Estos procesos se
han efectuado mediante los mecanismos de lo que Harvey ha denominado ‘acumulación por
desposesión’, y que para las comunidades del Catatumbo se hacen evidentes cuando señalan
que «La industria de palma aceitera en la región es como la expresión más fuerte del despojo.
Ese despojo, además, fue financiado con recursos institucionales, impulsado por el Estado
colombiano y financiado también por Gobiernos extranjeros como el norteamericano» 203.
Para las comunidades campesinas en el Catatumbo, el despojo adquiere una connotación
de ‘proceso implantado’. Esto debido a las políticas que han desarrollado los Gobiernos
(nacionales y locales), no solo mediante la legalización de los cuerpos privados de seguridad,
que dieron origen al paramilitarismo ni por la connivencia y apoyo de las Fuerzas Militares
y autoridades civiles en el desarrollo de sus planes, sino por la elaboración de programas y

201
Líder campesino de Ascamcat. Resistente y confinado por el paramilitarismo. Entrevista realizada el 16 de
enero de 2017.
202
Líder campesino de Ascamcat. Fundador de la Asociación. Entrevista realizada el 7 de abril de 2017.
203
Líder campesino de la Ascamcat. Fundador de la Asociación. Entrevista realizada el 7 de abril de 2017.

66
políticas 204 que incentivaron la guerra de tierra arrasada contra la población civil y
legalizaron los despojos con la agroindustria y los proyectos de explotación de carbón a cielo
abierto.
La noción de ‘despojo implantado’ también hace referencia a la percepción que tienen las
comunidades campesinas del Catatumbo frente al hecho de que el Estado ha estado ausente
y no ha garantizado la prestación de servicios sociales ni ha cumplido sus obligaciones en
materia de promoción, protección y respeto de los derechos civiles, políticos, económicos,
sociales y culturales. Por el contrario, el Estado ha estado presente en el impulso a la
explotación de recursos naturales (Estado extractivista), en que sí brinda seguridad y reprime
violentamente a las comunidades que se han opuesto a tales planes, y persigue a líderes y a
organizaciones sociales para impedir el ejercicio de la autonomía de las comunidades,
expresada, entre otros, en modelos de producción y subsistencia campesina.
La noción de despojo implantado se manifiesta por medio de la falta de garantías no solo
para el acceso a la tierra, sino para poder desarrollar, de manera permanente, formas de
producción propias del campesinado, que ha sufrido de una progresiva desatención por parte
del Estado y carece de políticas públicas de promoción y protección de sus prácticas de
producción. La falta de vías, así como de infraestructura, en toda la región del Catatumbo,
también ha dificultado la comercialización de la producción agrícola campesina. La
informalidad en la tenencia de la tierra y la falta de reconocimiento de los derechos de
propiedad campesina sobre sus fincas se han constituido en elementos que hacen parte del
proceso de despojo en la región del Catatumbo.
La constante intervención de los agentes del capital, que quieren explotar los recursos
naturales de la región, se configura para los campesinos –también para los indígenas– en un
referente de memoria que, en el presente, se manifiesta por medio de la amenaza latente de
saqueo que genera la privación violenta de un territorio que consideran como parte de su
identidad y en el que están arraigados sus derechos, sus anhelos de vida y el desarrollo de sus
proyectos futuros. Esta percepción de amenaza en el Catatumbo es la interpretación que el
campesinado ha elaborado a partir de su memoria, en la que el despojo está relacionado con
el saqueo de los recursos naturales, la usurpación de las tierras y territorios de indígenas y
campesinos; pero también, con el ataque a la población que, a principios del siglo XX y por
la explotación de petróleo, casi acaba con el pueblo barí. Un siglo después, con la arremetida
paramilitar y el desarrollo de la agroindustria, desplazó y masacró al campesinado
catatumbero.

3.2 El despojo de lo propio: el campo y el campesinado catatumbero


Los elementos de la memoria colectiva del campesinado catatumbero señalan el despojo
como una noción que ha afectado la construcción de referentes de identidad. El despojo ha

204
Según Sentencia de Restitución del Tribunal de Cúcuta del 25 de junio de 2014, los fines del despojo en el
Catatumbo se relacionaron con la implementación de la agroindustria, la creación del Programa
Gubernamental de Sustitución de Cultivos en el Catatumbo con 13.000 hectáreas de palma (1998), que
promovió la adquisición de predios a cualquier costo.

67
promovido una manera de ser. Es decir, el despojo ha formado a un campesinado catatumbero
que reivindica un origen con la región que ha fundado y que se resiste a que, de manera
violenta, arbitraria, ilegítima e ilegal, otros lleguen a privarlos de la relación que han tejido
con ese territorio, donde esperan permanecer y continuar sus proyectos de vida, de manera
digna y con autonomía territorial. Por tanto, la identidad del campesinado catatumbero se
erige también a partir de la resistencia al despojo y en defensa colectiva del territorio
catatumbero.
El despojo, como categoría de análisis, no solo da cuenta de los procesos de usurpación
violenta, sino que denota la manera en que las comunidades campesinas en el Catatumbo
configuran un sentido de sus derechos como atributos de un sujeto (campesino, sujeto de
derecho) que, en efecto, reclaman para sí. En consecuencia, la memoria del despojo del
campesinado catatumbero se convierte en un catalizador de sus luchas sociales, por medio
de la que se generan mecanismos de resistencia al despojo y se gestan sujetos de poder
constituyente 205.

3.2.1 La fundación del campo y el campesinado catatumbero: de colonos a hijos


del Catatumbo
El proceso de colonización campesina, que tuvo lugar en la región del Catatumbo, se da
entre los años 1940 y 1960, principalmente por el proceso de enclave de la economía
petrolera que se desarrolló en la región desde 1905 con las concesiones que se otorgaron al
general Barco para la explotación de petróleo. Durante estos años, y de manera masiva, entran
colonos a la región del Catatumbo, atraídos por las fuentes de trabajo que generaban las
explotaciones de petróleo, consideradas como una oportunidad para el mejoramiento de la
calidad de vida. La infraestructura petrolera y la apertura de caminos contribuyeron a que los
trabajadores, sus familiares y amigos buscaran asentarse en esta región.
Posteriormente, a mediados de los años 40, fenómenos como la explosión de la violencia
política en Colombia; la crisis de la economía tradicional campesina provocada, en particular
por la reactivación de los contratos de aparcería en su condición de ‘conveniencia pública’,
y los efectos de la implementación de la Ley 100 de 1944 promovieron la expulsión de
campesinos sin tierra y la profundización de las condiciones de pobreza de esta población,
así como las masacres y la usurpación de tierras de familias campesinas para favorecer el
desarrollo de la agricultura comercial. Estos hechos motivaron la migración de colonos hacia
estos espacios: «Muchos de los nuevos pobladores del Catatumbo venían huyendo de la

205
El sujeto de poder constituyente se entiende a partir de la definición de Antonio Negrí en la cual «el poder
constituyente se pone como algo que hace nacer una forma externa al sistema jurídico, que abre a un nuevo
poder constituido», que desde una «subjetividad colectiva prefigura nuevas identidades, nuevas
consistencias sociales», que entiende que lo político se encuentra en la determinación creativa y en la
cooperación, y no en un código “iusnaturalista”, determinado por la voluntad general –voluntad burguesa–
que se opone a la capacidad de configuración. Por tanto, el poder constituyente es el poder de lo colectivo
cuando crea y constituye modos de vida, institucionalidad propia, reglamentos propios en contraposición a
lo ya constituido (NEGRI Antonio. El poder constituyente. En: HARDT Michael et al. Imperio, multitud y
sociedad abigarrada. La Paz: Comuna, 2008, pp. 103-111. Disponible en:
http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/coediciones/20140805042026/06poder.pdf

68
violencia política de Norte de Santander y de otras regiones del país […]. Otros estaban
vinculados a los procesos de colonización promovidos por la Caja Agraria y el Incora» 206.
A partir del proceso de colonización se gesta una historia en la memoria del campesinado
catatumbero, relacionada con la manera en que campesinos colonos fundaron su finca. Este
proceso implicaba civilizar un territorio hostil y salvaje para establecer familias, comunidad
y constituir territorios. El proceso se relacionaba con la subjetividad, en la que las
experiencias vividas de llegar a un lugar, desmontarlo, cultivarlo, recorrerlo, trabajar la tierra
para establecerse y hacer familia generan un sentido de pertenencia con el lugar que da origen
a un territorio campesino, al igual que configura una identidad campesina 207. Así, a medida
que se funda el campo, se funda el campesinado. Este proceso constituye la identidad del
campesinado catatumbero y se convierte en uno de los referentes colectivos de la memoria
sobre el despojo.
Los nuevos habitantes encontraron pajuiles, tigres, dantas, micos, marranos y chuchecas, y
en la selva y en los ríos, picure, panche, lauche y jabonero […]. Ellos […] establecieron
modos de subsistir en un territorio ajeno e inhóspito, y es así como en los cultivos de pan
coger y ganadería participaba toda la familia: mi mamá, mis hermanas se vestían y se iban
con los hombres a sembrar arroz, ajonjolí, y yo me quedaba en la cocina y la cacería era
abundante, o sea que ahí trabajaban las niñas y [los] niños. Mis hermanos se iban con
nuestros suegros a sembrar 208.
Hoffman 209 refiere que la subjetivación es la relación entre territorio y sujeto social, en la
medida en que el primero existe porque hay un sujeto social que lo conoce y con el que se
identifica. Esta noción define el proceso de formación de un sujeto territorial, en el sentido
de un sujeto de derechos. De modo que los procesos de subjetivación no solo definen
identidades territoriales, sino que fundamentan las exigencias para el reconocimiento de
derechos, que se conciben como parte de su ser.
En este sentido, la Corte Constitucional ha reconocido ese proceso de identificación
territorial como un hecho fundamental para la cultura campesina, por medio de la
promulgación de varias sentencias que mantienen una línea jurisprudencial de protección al
campo 210 y que lo definen como el territorio del campesinado. La Corte reconoce la relación
que el campesinado establece con las tierras que han fundado a partir de las que se desprenden
dimensiones de la vida relevantes para su condición humana, como el territorio y su cultura.
En la Sentencia T-763 de 2012 se afirma que «es importante el reconocimiento de la cultura
campesina del país y de la necesidad de proteger su acceso a la tierra y al territorio, y con

206
CNMH. Con licencia para desplazar. Óp. cit., p. 37.
207
Diario de campo. Recorrido por la zona baja del Catatumbo y observación de los campesinos antiguos de
la zona. Del 8 al 13 de marzo de 2015.
208
CNMH. Con licencia para desplazar. Óp. cit., p. 37- 38
209
HOFFMAN. Óp. cit., p 20.
210
«El ‘campo’ como bien jurídico especialmente protegido por la Constitución. Para efectos de este estudio,
‘campo’ se entiende como la realidad geográfica, regional, humana, cultural y económica que por lo mismo
está llamada a recibir una especial protección del Estado, por los valores que en sí misma representa. De
otra parte, el campo es […] el espacio natural de la población campesina». CORTE CONSTITUCIONAL
DE COLOMBIA. Sentencia C-644 de 2012 (M. P. Adriana Guillén Arango).

69
ello, su forma de vida culturalmente diferenciada» 211 , debido a que «existe una relación
intrínseca entre la tierra y territorio: la tierra hace alusión a la base física de un asentamiento
humano, mientras que el territorio hace referencia a las relaciones espirituales, sociales,
culturales, económicas, entre otras, que tejen las personas y las comunidades alrededor de la
tierra»212. Relación que «existe también entre los campesinos y el espacio físico en el cual
desarrollan sus labores diarias. Esa relación hace parte de las particularidades de la cultura
campesina» 213. Esta definición es retomada en la Sentencia C-623 de 2015, y en ella se afirma
que:
El campo no puede ser reconocido únicamente como un área geográfica ordenada por
regímenes distintos de autoridades nacionales o locales, por derechos de propiedad privada,
posesiones, ocupaciones, planes de ordenamiento territorial y por tierras baldías que
administra el Estado. En cambio, debe ser entendido dentro de su especificidad como bien
jurídico protegido para garantizar derechos subjetivos e individuales, derechos sociales y
colectivos, así como la seguridad jurídica, pero, además, es herramienta básica de la
pervivencia y el progreso personal, familiar y social 214.
La Corte Constitucional afirma que el derecho al territorio, por parte de las comunidades
campesinas, tiene relación con la dignidad humana y con el proyecto de vida. De este modo,
ostenta una naturaleza “ius fundamental” y un carácter subjetivo, al considerar que el entorno
juega un papel fundamental para el desarrollo del ser humano y la posibilidad de cumplir sus
aspiraciones. El derecho fundamental al territorio de la población campesina está reconocido
en el artículo 64 de la Constitución nacional, delimitado por la Ley 160 de 1994 y por la
Jurisprudencia Constitucional. Allí se ratifica la obligación del Estado de garantizar ciertos
bienes y servicios a la población rural debido a su especial condición de vulnerabilidad y con
el fin de que puedan desarrollar sus proyectos de vida, acordes con su forma de vida
culturalmente diferenciada y la materialización efectiva de otros derechos fundamentales
como el trabajo, la vivienda y el mínimo vital.
El anhelo por permanecer y diseñar su proyecto de vida en las tierras que el campesinado
ha fundado en el Catatumbo se encuentra arraigado en la memoria colectiva de quienes hoy
reclaman y reivindican un territorio, un Catatumbo para el campesinado. Este reclamo surge
como respuesta a los intentos de despojo, tras los procesos violentos de destierro y exterminio
de la población catatumbera. El reconocimiento de los derechos territoriales, por medio de la
jurisprudencia de la Corte Constitucional, responde, en gran medida, a las demandas de estas
comunidades.

3.2.2 El origen y la originalidad del campesinado catatumbero


El proceso de colonización campesina en el Catatumbo no es homogéneo, sino que, por el
contrario, reúne una multiplicidad de situaciones que contemplan desde los campesinos que

211
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia T-763 de 2012 (M. P. Jorge Ignacio Pretelt
Chaijub).
212
Ibíd.
213
Ibíd.
214
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-623 de 2015 (M. P. Alberto Rojas Ríos).

70
huían de la violencia bipartidista y llegaron a esta zona hasta los que, atraídos por la bonanza
petrolera, cacaotera o maderera, llegaron y ocuparon las tierras que en alguna época fueron
habitadas por los barí. Este proceso no desconoce la violencia con la que se invadió el
territorio Barí –principalmente por la colonización petrolera–, al reconocer la existencia de
unas dinámicas de colonización campesina que contaron con la autorización y permiso de los
indígenas y que, en la actualidad, los barí los identifican como los ‘antiguos’. Estos son las
familias campesinas a quienes les permitieron ocupar tierras y asentarse en el Catatumbo,
cerca de las comunidades, bajo acuerdos de convivencia y reglas de cuidado con el
territorio 215.
Estos “antiguos campesinos” ocuparon tierras y han convivido con las comunidades
indígenas por más de medio siglo, bajo unos acuerdos que se establecieron para el cuidado
de la selva y el uso de los recursos naturales –permisos para cortar madera, cazar, etc.–. En
esas zonas de cercanía y vecindad con las comunidades barí permanecieron los campesinos,
crecieron sus familias y establecieron relaciones de amistad y compadrazgo. Fundaron una
cooperativa de campesinos e indígenas, Coopbarí, y en los procesos de mayor violencia
paramilitar fueron los indígenas quienes protegieron a la comunidad campesina, al guiarlos
por los caminos de la selva para huir de los paramilitares 216.
El reconocimiento de la existencia de unos campesinos antiguos, habitantes del
Catatumbo, denota un principio en el que se legitima no solo la ocupación campesina, sino
en el que se fundamenta la identidad catatumbera –tanto la indígena como la campesina–,
relacionada con el deber de cuidar el territorio de los foráneos «de aquellos que no hacen
parte de la región, de los que solo quieren llevarse las riquezas» 217. Se forma en la memoria
colectiva un referente del ‘otro’, de lo ajeno, que no es del Catatumbo, que se relaciona con
el que viene a llevarse las riquezas, a acabar con la organización social para menoscabar su
autonomía, busca desterrarlos para despojarlos de una manera de ser. Al mismo tiempo y en
oposición a ese ‘otro’, se define lo propio, o como lo llaman algunos campesinos ‘la
originalidad’» 218 . En este contexto, cobra relevancia el reconocimiento por parte de las
comunidades campesinas de lo que significa ser originario 219 o ser hijo del Catatumbo:
Soy campesino original del Catatumbo. El Catatumbo es una región acogedora. Es donde
uno, o todo el que nace en el Catatumbo, crece bajo la esperanza de conformación de una
región. Cada quien, que va naciendo en el Catatumbo, tiene el fin de quedarse en el
Catatumbo. Por eso yo, pues, he tenido la oportunidad de gozar de los privilegios que brinda
el Catatumbo desde antes del paramilitarismo, cuando nací, pues vivimos una época, no
rica, no muy cómoda, porque fue una época sufrida, de trabajar; no hubo educación; la

215
Diario de campo. Recorrido por la zona baja del Catatumbo y observación de los campesinos antiguos de
la zona. Del 8 al 13 de marzo de 2015.
216
Ibíd.
217
Lideresa campesina. Desplazada de la vereda El Suspiro por la operación Fortaleza I. Fundadora de
Ascamcat.
218
Líder campesino de la Ascamat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en el 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realizada el 18 de enero de 2017.
219
Observaciones del diario de campo. Asamblea Anual de Ascamcat. Cartegenita, municipio de Convención,
enero de 2017.

71
salud siempre ha sido muy mala. Pero bajo esas condiciones fuimos creciendo, me fui
poniendo hombre junto a mi familia, y eso nos fue formando… 220.
En ese sentido, la “originalidad catatumbera” se crea a partir de dos referentes. Uno está
relacionado con la capacidad de crear, de darle origen a algo: haber fundado fincas, haber
construido el campo catatumbero por medio del trabajo con la tierra, al producir comida y
criar animales, pero también mediante los procesos de organización social y comunitaria, que
han adecuado la región con una rudimentaria infraestructura –carreteras y caminos veredales,
escuelas, acueductos, etc.– y un fuerte tejido organizativo, que constituye parte de la vida del
campesinado catatumbero.
Yo nací y crecí en el Catatumbo alto. Cuando me casé en 1958 nos vinimos a vivir al
Catatumbo medio, por los lados de San Pablo y El Aserrío, donde tuvimos a las hijas e
hijos. A finales de la década de los 60 fuimos a fundar un campo por los lados de filo
gringo, quizás impulsados por la necesidad de tener un lugar donde criar a nuestros hijos.
Además, porque era una zona en apertura de madera, casería y pesca […]. Mi esposo Tito,
mis […] hijos eran muy trabajadores en la agricultura y posteriormente en la ganadería, así
como inquietos por conocer las experiencias y liderazgos de otras personas, para dar
solución a la marginalidad de la zona. Hay que resaltar a los colonos que se destacaron en
promover y liderar formas organizativas naturales, locales y regionales y lucharon por el
progreso 221.
El segundo referente que define la originalidad del campesinado catatumbero se encuentra
en el lugar que les dio el origen, es decir, en el lugar que los formó. Por eso hoy muchos
afirman que son hijos del Catatumbo: «Con la violencia paramilitar esa vida cambió, porque
empezó a infundirse entre nosotros el terror, el temor, el destierro, el desplazamiento, y ya
no pudimos ser creadores o poseedores de la tierra que había fundado nuestro padre, donde
nosotros nacimos […]. Somos hijos del Catatumbo y por eso defendemos nuestras tierras y
nuestro territorio» 222.
El Diccionario de la lengua española define «originario, ria»223 como un adjetivo que se
usa para señalar «que da origen a alguien o algo», o «que trae su origen de algún lugar,
persona o cosa». Este doble sentido es el que se expresa cuando se dice ser un campesino
originario o hijo del Catatumbo, ya que el campo catatumbero es configurado a partir del
trabajo con la tierra en la producción de alimentos, por medio de la conformación de
comunidades, relaciones y organización social y es allí, y por medio del ejercicio de dichas
prácticas, que se constituye el campesino catatumbero.
La definición de lo ‘originario’ también se encuentra relacionada con el campesinado que
llega al Catatumbo con la esperanza y el proyecto de quedarse. Esta noción, sin lugar a dudas,

220
Líder campesino de la Ascamat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en el 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realizada el 18 de enero de 2017.
221
LÓPEZ R. Héctor. Colonización y primeras luchas campesinas en el Catatumbo. Bogotá: La Fogata, 2016,
p. 18. ISBN: 9789585941311.
222
Líder campesino de la Ascamat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realizada el 18 de enero de 2017.
223
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española (23.a ed.). Madrid: 2014.
Disponible en: http://dle.rae.es/?id=RDOEARr.

72
está relacionada con la experiencia de destierro y desplazamiento que han enfrentado las
comunidades campesinas, quienes mantienen la expectativa de poder permanecer –de
retornar y no volver a desplazarse forzadamente– en los lugares en los que definen una
identidad territorial. Además, devela el carácter cíclico que se experimenta en el despojo, en
el que el proceso de colonización, desplazamiento y retorno han sido el resultado de procesos
históricos de despojo que se han dado de manera sostenida, por medio de formas muy
evidentes o casi imperceptibles, pero, aun así, violentas.

3.3 El tejido social es nuestra autonomía: memorias de resistencia al despojo


La configuración territorial del campo en el Catatumbo ha sido un proceso de definición
de identidades culturales, sociales y políticas, que representan para los campesinos ese ‘lugar
de acogida’ en donde, a partir del anhelo y la esperanza de permanecer, han generado formas
de organización social y comunitaria, por medio de las que ‘fundaron’ su vida, su región y
una manera de ser y querer seguir siendo un campesinado catatumbero. Estas identidades
permitieron que, a pesar de la ausencia de un Estado de bienestar –contrario al Estado
extractor, que siempre ha estado presente–, las comunidades campesinas del Catatumbo, de
manera autónoma y autogestionaria, consiguieran niveles de vida que, en medio de la pobreza
y la marginación, les garantizó el desarrollo de una economía campesina que arraigó los
proyectos de vida de las familias colonas que arribaban a la región con la esperanza de
permanecer allí.
Las relaciones sociales y comunitarias fundadas en la necesidad y precariedad de las
condiciones materiales de vida permitieron constituir una multiplicidad de estructuras de
organización social y comunitaria. Estas fueron funcionales, en la mitigación de las
condiciones de marginación y pobreza. En su lugar, promovieron formas comunitarias de
producción, comercialización, gobierno, convivencia, regulación, etc., que se constituyeron
en referentes de una autonomía campesina y se gestaron ante la falta de atención del Estado
y como parte de sus luchas y reivindicaciones.
Todas esas expresiones organizativas, asociativas y cooperativas nacen como producto de
las mismas necesidades que tienen sus habitantes. Su columna vertebral son las mismas
comunidades. Estos procesos, que tienen su génesis en las necesidades de las comunidades,
dieron origen a algo muy íntimo entre sus habitantes: las más altas expresiones de hermandad
y solidaridad, que iban desde los convites para sacar enfermos en hamacas desde las regiones
más apartadas [y llevarlos] a los centros de salud u hospitales municipales hasta los préstamos
de unos granos de sal o de querosén entre los vecinos para poder sobrevivir en tan difíciles
condiciones de abandono y miseria. Estas expresiones de solidaridad, que no están
contempladas en los códigos ni en las leyes de la República, fueron el primer escalón que
posibilitó que el campesinado del Catatumbo diera un salto a la lucha política reivindicativa
y se convirtiera en un sujeto político en la vida nacional 224.
Los procesos agrarios, asociativos y comunales son el resultado de la creatividad
campesina, como, por ejemplo, el trabajo conjunto para la construcción de acueductos. Otras

224
LÓPEZ R. Óp. cit., p. 43.

73
son las formas de apropiación de figuras legales, como las Juntas de Acción Comunal (Ley
de 1958) y las Asociaciones de Usuarios Campesinos (Ley 135 de 1961): «todas estaban
autorizadas por las leyes colombianas y eran lícitas sus actividades» 225. Lo único que no era
lícito, según el Gobierno, «eran esas movilizaciones a pueblos y ciudades» 226. En estas se
expresaba el descontento por la ausencia de programas y políticas del Estado para apoyar el
campo catatumbero y el rechazo a la presencia de multinacionales en los territorios que no
solo explotaban el petróleo, sino que empobrecían la región al llevarse toda la riqueza.

3.3.1 Las Juntas de Acción Comunal: autonomía y autogobierno del campesinado


catatumbero
En la memoria del despojo del campesinado catatumbero se hace mención de las Juntas de
Acción Comunal como uno de los principales referentes del proceso de organización social
que fueron creadas por la ley. Sin embargo, han sido las comunidades quienes les han
otorgado un sentido fundamental para la vida e identidad del campesinado catatumbero: «En
el Catatumbo, las Juntas fueron apropiadas por las masas populares para formar un tejido
social, se creó una especia de poder popular, las JAC fueron las que promovieron en su época
lo poco que existe en la zona, sobrevivieron al abandono del Estado»227.
A partir de esta estructura de organización social se establecen los lazos que fundamentan
el tejido social del que habla el campesinado cuando se refiere a los objetivos del ataque
paramilitar y cuando señala que su accionar se enfocó en la destrucción y aniquilamiento de
las formas de organización. Esto se dio por medio de prácticas crueles e inhumanas que
buscaban no solo acabar con la vida de quienes lideraron e hicieron parte de las Juntas de
Acción Comunal en el Catatumbo, sino provocar terror y miedo entre las comunidades, para
que estas formas se exterminaran y no se reprodujeran ni reconstruyeran, ya que eran
evidentes formas del poder y la autonomía que podían alcanzar las comunidades. «Antes de
la primera masacre, los paramilitares mandaban a llamar a los presidentes de Junta de Acción
Comunal, decían que para librarse de la muerte había que ir a hablar con el comandante de
los paramilitares. Yo no fui. Imagínese, siendo presidente, ya habían matado a los presidentes
de Junta; los estaban degollando»228.
A nosotros nos salvó la vida no estar en la organización social, yo era una persona de
carácter evangélico, no estaba metido en ningún proceso revolucionario ni social, afiliado
a la junta, por cumplir unos requisitos. Por eso me salve. En donde hubiera tenido algún
roce de izquierda me pelan. Eso no lo habían perdonado a uno. A todas las organizaciones

225
No se desconoce que estos procesos estuvieron afectados por la influencia de la presencia guerrillera y de
movimientos subversivos que alimentaron ese espíritu y contribuyeron a la implementación de prácticas de
organización que han influido en la movilización, en las reivindicaciones y en la lucha del campesinado
colombiano. Sin querer decir con esto que son los gestores de esta tradición organizativa.
226
CNMH. Con licencia para desplazar. Óp. cit., p. 55.
227
Líder campesino de Ascamcat. Fundador de la Asociación. Entrevista realizada el 7 de abril de 2017.
228
Líder campesino de Ascamcat. Sobreviviente del paramilitarismo. Entrevista realizada el 19 de enero de
2017.

74
sociales las exterminaron, todo lo que oliera a organización, fuera Junta de acción comunal,
comités, cooperativas cualquier organización social, lo pusieron como objetivo militar 229.
La autonomía de las comunidades se expresa por medio de las Juntas de Acción Comunal,
básicamente en el ejercicio de un poder constituyente que se alcanza en las prácticas de esta
estructura. Como resultado se obtienen gobiernos autónomos y propios de las comunidades
campesinas, por medio de los que se trazan manuales de convivencia, proyectos de vida
comunitaria y se generan formas de autocuidado y tributo. Además, por medio del trabajo
comunitario, se logra dotar a las veredas de ciertas condiciones básicas (agua, luz, vías,
escuelas) para la satisfacción de las necesidades de las familias campesinas. Así mismo, de
manera colectiva se definen estrategias para mantener la vida del campesinado y defender el
territorio. Por ejemplo, las Juntas de Acción Comunal han decidido que sobre sus veredas no
se construyan más oleoductos. En los años 2010-2011 obligaron a Ecopetrol a redefinir el
trazado del oleoducto Bicentenario 230.
Las Juntas de Acción Comunal son un referente para la movilización social, donde se
articulan los procesos de reconocimiento y exigibilidad de derechos del campesinado como
sujeto que demanda políticas al Estado para su reconocimiento, atención y protección, ya que
históricamente el Estado los ha ignorado. Reivindican, por medio de la movilización social,
las formas de resistencia al despojo y a la represión del Estado, el reconocimiento de una
identidad territorial campesina –una manera de ser– que permita el acceso a derechos o a
atributos que reclama como propios y que hacen parte de su humanidad.

3.3.2 El tejido social del campesinado catatumbero


La organización y movilización social en el Catatumbo han generado que el campesinado
catatumbero agencie una identidad que reclama el reconocimiento como sujeto político de
derechos, con el fin de que se promuevan formas para que el Estado garantice las condiciones
y las comunidades vivan dignamente. A la vez, estas formas de organización y movilización
generan un sujeto autónomo –el campesino en el Catatumbo– con un proyecto que le permite
crear escenarios, estrategias, mecanismos, procesos propios y autónomos para vivir en el
Catatumbo. Esta doble condición –sujeto de derechos, sujeto constituyente– se expresa a lo
largo de la historia de organización y movilización social en el Catatumbo. El trabajo
realizado por López 231 da cuenta de esta historia y logra identificar y narrar los procesos
organizativos y de movilización que hoy siguen siendo referentes para el campesinado
catatumbero.
En efecto, López 232 señala que en el Catatumbo, antes del paramilitarismo de finales de la
década de los 90, existía una multiplicidad de formas organizativas y grandes movilizaciones

229
Líder campesino de Ascamcat. Resistente y confinado por el paramilitarismo. Entrevista realizada el 16 de
enero de 2017.
230
El diseño original del oleoducto Bicentenario atravesaría los municipios de Tibú, Teorama, Convención y
el Carmen. El nuevo trazado abarca veredas del municipio de Ocaña, Toledo y otros del departamento de
Norte de Santander.
231
LÓPEZ. Óp. cit., p. 39-44.
232
Ibíd., p. 45

75
que destacaron al campesinado del Catatumbo como un sujeto político de derechos. A pesar
del paramilitarismo, y como consecuencia del mismo, guardaron en la memoria estos
procesos, con el fin de que se interpreten en el presente y se activen en las formas de
organización y movilización en la defensa del Catatumbo, para la permanencia del
campesinado en su territorio y el mejoramiento de sus condiciones de vida.
López reseña que «a partir de 1980 es cuando empieza a constituirse el campesinado del
Catatumbo en sujeto político de importancia en la vida departamental y nacional por medio
una serie de organizaciones, políticas, sindicales y populares que animan, participan y apoyan
todo este proceso dinámico y organizativo del campesinado del Catatumbo, que
contribuyeron con su apoyo y solidaridad a que este saliera a la luz pública, empezara a pelear
por sus necesidades más sentidas»233. Para la época se cuenta con una gran estructura social,
o gran tejido social, como lo llama el campesinado. que se describe a continuación:
En Tibú estaba el Sindicato de Trabajadores del Catatumbo (Sidelca), que para ese año
(1987) ya era una subdirección de la Unión Sindical Obrera (USO), con una gran experiencia
de lucha, la más importante en la zona del Catatumbo. Históricamente los trabajadores
petroleros siempre apoyaron al campesinado, fueron un apoyo fundamental en la
concentración campesina en Tibú, en el famoso paro del nororiente de junio de 1987 y en la
marcha a Cúcuta en septiembre de ese mismo año.
En Convención estaba la Asociación de Usuarios Campesinos (Anuc), que agrupa a
sectores paneleros, cafeteros, productores de plátano, frijol, cacao y maíz de este municipio.
Su participación en las luchas del Catatumbo fue esencial en la organización de las veredas
y corregimientos –uno de sus dirigentes fue asesinado después de las marchas de mayo de
1988–.
En El Tarra y Filo Gringo sus habitantes estaban organizados en la Pastoral Social del
sacerdote Horacio Olave y en el movimiento comunal que dio origen a las primeras tiendas
comunales. Estas tiendas luego se transforman en un fuerte sistema cooperativo de la zona,
con la Cooperativa Multiactiva (Coomultar) del municipio de El Tarra, que logra comprar y
comercializar el 50 % de la producción de café, maíz y cacao.
En Ocaña, varios proyectos dan origen a la Cooperativa para el Desarrollo del Nororiente
(Cencooser) y todas sus tiendas filiales en la zona del Catatumbo. A este esfuerzo se suman
las cooperativas Colsag y Coobarco de los trabajadores petroleros de Tibú, y la Coobarí, que
agrupaba a los indígenas barí y a los campesinos de La Gabarra y Río de Oro, cuyos enseres
y vehículo fueron quemados por los paramilitares en su incursión en 1999.
Por parte de los nacimientos del Río de Oro, las veredas pertenecientes al Alto Bobalí del
municipio El Carmen estaba el movimiento comunal de Asocbobalí. Este movimiento estaba
acompañado por un sistema de tiendas comunitarias y de una legislación socioambientalista,
con una serie de normas con deberes y derechos de sus moradores; regulaba el
comportamiento de la población con la naturaleza, por ser una zona de parque nacional y
resguardo barí.

233
Ibíd., p 40

76
El pueblo barí contribuyó de manera significativa a todo este proceso organizativo del
Catatumbo, con su asociación Asopbarí y con la cooperativa Coobarí.
Para 1985, hacen presencia en el Catatumbo organizaciones políticas del escenario
nacional, como la Unión Patriótica (UP), el Frente Popular y el movimiento A Luchar 234.
Las diferentes formas de organización entre las comunidades campesinas del Catatumbo
promovieron múltiples movilizaciones sociales dentro y fuera de la región, a fin de exigir a
los Gobiernos que invirtieran en la región y respetara la vida. Restrepo asegura que, a partir
de los datos de luchas sociales del Cinep, en el Catatumbo, desde el año 1975, se registran
un total de 111 movilizaciones campesinas que «reivindican el derecho al territorio, a la
vivienda y a predios rurales o de frontera urbano-rural; así como la prestación de servicios
públicos e infraestructura, la necesidad de vías, entre otras. También el derecho a la vida, la
libertad y la integridad y los derechos económicos, sociales y culturales […] y finalmente
[…] las demandas de subsidios y respaldo a la producción agrícola, [...] la exigencia de
políticas reales y eficaces para la erradicación de cultivos, reformas agrarias» 235.
Este acumulado de organización y movilización social hace parte de la memoria colectiva
del campesinado que, al relatar los procesos de despojo en la región, referencia que después
de los procesos de movilización social y negociación con las autoridades del Estado, viene,
por parte de los grupos paramilitares –la mano negra–, el asesinato de los dirigentes y líderes
que participaron activamente en las movilizaciones. Esto constituye maneras de despojo para
el campesinado, en la medida en que con estas acciones se busca generar temor y arrebatarle
sus dirigentes al campesinado para que se agoten las organizaciones. Sin embargo, los
procesos de despojo no acaban con identidades y prácticas sociales y culturales, sino que se
reinventan y se reconstruyen.

Figura 2. Movilización social en el Catatumbo

Fuente: RESTREPO. Óp. cit., p. 17.

234
Ibíd, p. 41-43.
235
RESTREPO Ana María. Protesta en el Catatumbo: ¿y la historia? [en línea] [consultado en abril de 2017].
Revista Cien Días Vistos por Cinep. Junio-agosto de 2013, n.° 79, p. 17. ISSN: 0121-3385. Disponible en:
http://www.cinep.org.co/publicaciones/PDFS/20130801e.catatumbo79.pd

77
En este contexto, el paro del nororiente de 1987 y las marchas cocaleras de 1998 son
referentes en la memoria del campesinado catatumbero.
El 7 de junio de 1987, la Coordinadora Popular del Nororiente 236 lideró durante 7 días un
paro cívico regional en 45 municipios de los departamentos de Cesar, Bolívar, Santander,
Norte de Santander y Arauca, para exigir al Gobierno nacional desarrollo regional, protección
de derechos humanos, desmilitarización, reforma agraria, servicios públicos, rebaja en
impuestos, empleo, salud, educación, defensa de los recursos naturales frente a las
multinacionales, vivienda y vías. Tres meses después, los campesinos de Norte de Santander
volvían a movilizarse para exigir el cumplimiento de los acuerdos del paro y el respeto a la
vida. Un año después, 16 dirigentes de la Coordinadora Popular habían sido asesinados por
grupos paramilitares. Ante esta situación, en 1988, las marchas pusieron en la cabeza de sus
acciones la defensa de la vida, por encima de sus carencias regionales y sociales 237.
En octubre de 1998, cuando ‘se oía que vendrían los paramilitares’ […], 15.000
campesinos e indígenas de las zonas rurales y del casco urbano de Tibú marcharon hacia
Cúcuta para expresar «que no queríamos paramilitares y tampoco fumigaciones […]». Esta
marcha es ampliamente recordada por la población de Tibú debido al incumplimiento de los
acuerdos, el primero de ellos era que no ingresarían los paramilitares: ellos mismos dijeron
que nos aseguraban que el grupo armado no iba p’allá […]. El segundo se refería a no iniciar
las fumigaciones en tanto formulaban el Plan de Desarrollo y Paz del Catatumbo y el Plan de
Vida del Pueblo Barí, y se pusieran en marcha alternativas económicas para la sustitución de
los cultivos de coca. Sin embargo, […] como al año y ocho meses nos fumigaron 238.
Este proceso de organización y movilización social constituye al campo y al campesinado
catatumbero, que, frente al despojo, fortalece sus formas de posesión y apropiación de un
territorio, al mismo tiempo que fortalece sus identidades. A partir de estas se constituyen
subjetividades frente a lo que las comunidades campesinas consideran sus derechos.
Construcciones que responden, en parte, a la noción de despojo que manejan a partir de las
experiencias vividas –desplazamientos forzados, usurpación violenta de tierras, persecución,
etc.– pero también a los anhelos y proyectos de vida organizativos y territoriales que
promueven autonomía. La Corte Constitucional ha señalado en su jurisprudencia que los
derechos surgen como una aspiración legítima de los pueblos frente a los Estados, sin
importar la ausencia de un reconocimiento explícito en la normativa, pues se dan luego de
una larga lucha histórica de reivindicación, frente al aparato estatal.
En este aspecto, se puede afirmar que la experiencia del despojo fundamenta también
reivindicaciones por el reconocimiento de derechos, así como la potencialización de la
movilización y la organización social del campesinado. En consecuencia, los relatos de
despojo de las comunidades campesinas del Catatumbo narran los procesos de autonomía
con los que se resisten a las formas de exclusión y marginación social, pero también dan
cuenta de la reivindicación de derechos y los mecanismos de exigibilidad de estos.

236
las Coordinadores Populares estaban integradas por los dirigentes de las organizaciones sindicales,
campesinas, comunales y populares para disponer la movilización.
237
VARGAS Julián. A pesar de todo caminaron las marchas. Citado por RESTREPO. Óp. cit., p. 2.
238
CNMH. Con licencia para desplazar. Óp. cit., p. 47-48.

78
La noción de despojo, que se crea desde la memoria del campesinado catatumbero, se
relaciona directamente con los procesos de significación, que llevan a la construcción y
apropiación de derechos, así como con los procesos históricos de estructuración de sentidos
(o de significación). Estos procesos promueven formas de organización que, a su vez,
constituyen sujetos colectivos –a partir de una experiencia común– alrededor de una
identidad política que exige y reivindica un proyecto político de autonomía territorial
fundado en la noción de lo que consideran que les pertenece y tienen derecho.

3.4 Retornamos para defender y permanecer en el Catatumbo


Tras la incursión paramilitar en el Catatumbo, el campesinado fue despojado por más de 5
años (de 1999 a 2005) de sus fincas, su territorio y sus formas de producción, organización
y autonomía. Estos aspectos se relacionan con los ámbitos más íntimos y privados de la vida,
como la familia y los lazos sentimentales, pero también con el territorio que habitaban y el
tejido social que habían construido:
En esos años se despojó la vida del campesino. Lo que más nos arrebato fue la paz, la
tranquilidad, nuestras familias, porque lo único que puedo decir con certeza, el único
proyecto que creció en ese tiempo fueron los cementerios. Por eso hay muchas viudas,
huérfanas, mucho desplazamiento. Ese fue el daño más grande que le pudo causar a las
familias, la desarticulación familiar. […] Hubo mucho despojo con el paramilitarismo, nos
despojaron desde la cultura en adelante, en algunas regiones, compañeros en medio del
terror y del miedo terminaron entregándole sus tierras a los latifundistas por poca plata,
para preservar su vida. Vendían su finca a precio no justo. Se vendía en 2 o 3 millones de
pesos para poder huir. La cultura se despojó, […], por ejemplo, en La Gabarra solamente
había la cultura nuestra. Esa gente trajo muchas culturas de la gente del país, mucha
desarticulación, mucha descomposición social 239.
El despojo se manifiesta en la memoria del campesinado catatumbero como un proceso
violento mediante el que, y en el caso específico de la incursión paramilitar, se ejerció terror
para desterrar: «Así nos pasó a nosotros con los paramilitares, cuando los paramilitares
venían lejos, ya uno sentía temor, porque hablaban de motosierras, hablaban de castrar
hombres, hablaban de hacer el corte de franela, de picar a los campesinos, de violar a las
mujeres, de un sinnúmero de cosas, era un terror para desterrar. Imagínese va todo enlazando
el terror desterrando, era la única forma de desterrar al campesino»240.
El fin del control paramilitar y los anhelos de regresar provocaron procesos de retorno que
se dieron como una respuesta al destierro y al desplazamiento. En efecto, el campesinado que
abandonó forzadamente sus fincas regresó y refundó su campo: «Las tierras tocó
abandonarlas por ese tiempo, dejarlas solas, perder todo. En el campo hubo veredas donde
no quedó un alma, cuando las comunidades retornaron las casas estaban en bosque, les tocó

239
Ibíd.
240
Líder campesino de la Ascamat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en el 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realiza el 18 de enero de 2017.

79
llegar a fundar de nuevo, a refundar las tierras abandonadas, nuevamente a sembrar,
comenzar de cero» 241.
El retorno permitió el reencuentro con los vecinos que sobrevivieron y que también
tomaron la decisión de regresar. De esta manera, se volvieron a encontrar en comunidad y
empezaron a trabajar colectivamente en la adecuación de la vereda: construir y arreglar los
acueductos, reconstruir la escuela y volver a organizarse por medio de la Junta de Acción
Comunal: «Como comunidad, esa fue la primera tarea que nos propusimos, organizar la
junta, recuperar los caminos, restablecer la escuelita, poner los niños a estudiar, esa fue una
meta, que ya la experiencia de antes nos enseñó que teníamos que estar organizados» 242.
Sobrevivir al paramilitarismo significó la posibilidad de resguardar la vida, pero también
de retomar la labor del campo y el trabajo organizativo «que toco abandonar o dejar votado».
El retorno es regresar no solo al Catatumbo, sino recuperar el territorio y la organización
social. «Retornamos a nuestras veredas, para recuperar el sentido de pertenencia, construimos
la casa, la agricultura, sembramos el plátano, la yuca, las gallinas, volvimos a estabilizarnos,
[…]. Y todos los días, recuerda uno, como si fuera hoy, recuerda los compañeros que
mataron, los vecinos, los amigos»243.
El retorno se constituye para el campesinado del Catatumbo en la oportunidad de refundar
su finca, su región; mantener y reconfigurar una identidad que se redefine a partir del despojo,
en el anhelo de no volver a ser desterrados y en las ganas de organizarse para exigir sus
derechos, defender y reivindicar al Catatumbo como el territorio de indígenas y campesinos,
en donde esperan permanecer y desarrollar sus proyectos de vida individual y comunitaria.
El retorno es el proceso mediante el que, después de ser desterrados y despojados por el
paramilitarismo y por la guerra desatada entre este grupo y las guerrillas, algunas familias,
pocas, vuelven a sus tierras para recuperar esa manera de ser. Las mismas comunidades que
huyeron de sus fincas y de su territorio vuelven para refundar el Catatumbo, organizarse y
recuperar el tejido social y, de manera colectiva, sus formas de vida en la reconfiguración de
identidades políticas y territoriales alrededor de un proyecto que «defienda al territorio, y el
campesino que se resista al desplazamiento y que trabaje en un proceso que tenga como meta
la defensa del territorio para la permanencia y la vida digna del campesinado en el
Catatumbo»244.
Estas prácticas, mediante las que el campesinado regresa para reconstruir su entorno, su
territorio y su identidad, son procesos de subjetivación que fundamentan una identidad
territorial y la acción política que trascienden la recuperación de tierras o predios
abandonados a la reconstrucción de una comunidad, la reconfiguración de su territorio y su
tejido social. El retorno adquiere entonces una connotación que hace referencia a las formas
de resistencia al despojo y, a la vez, a las formas como se pueden echar para atrás los avances
de este.

241
Líder campesino de Ascamcat. Resistente y confinado por el paramilitarismo. Entrevista realizada el 16 de
enero de 2017.
242
Ibíd.
243
Ibíd.
244
Ibíd.

80
El retorno se manifiesta como el proceso mediante el que se busca recuperar lo que les fue
arrebatado. Es encontrarse con los sobrevivientes del paramilitarismo, con los compañeros
que hicieron parte de la organización y retomar el trabajo organizativo. Es volver a organizar
y constituir las Juntas de Acción Comunal, recuperar las comunidades, recuperar esa
originalidad, la manera de ser y vivir en el Catatumbo. Es reafirmar una identidad territorial.
Lograron despojarnos, sí, se quedaron con algunas tierras; pero no lograron lo que ellos
querían, que era quedarse con todo. Se quedaron por un tiempo, pero ha sido más fuerte el
campesino. A pesar de ser gente humilde, trabajadora, ha sido más fuerte que ese proceso
que ellos traían, que era acabar con todo, que era que ojalá las juntas comunales, nada de
eso, volviera a surgir. Pero fue que, al contrario, en vez de acabarse esas ganas de luchar,
esas ganas de organizarse, lo que hizo fue que crecieron mucho más. Esto creció mucho
más porque la gente se volvió a organizar y agarró mucha más fuerza; entonces no lograron
despojar el Catatumbo 245.
Retornar al Catatumbo y volver a trabajar en el proceso, en la organización y movilización
social, para la exigibilidad de derechos territoriales y la constitución de un proyecto de
autonomía territorial, como la Zona de Reserva Campesina, es la manera como el
campesinado del Catatumbo, que hace parte de la Asociación Campesina del Catatumbo, ha
contrarrestado el despojo. «El despojo y la violencia paramilitar nos han dado fuerzas para
organizarnos y ser hoy día lo que somos y seguir en la lucha y en la defensa del territorio.
Porque, de una u otra manera, nos tocó llenarnos de valentía y defender a los campesinos,
defender el territorio y seguir luchando, qué vamos a hacer nosotros con que la gente se nos
desplazara, con todo el tiempo tener que huir. Igualmente es nuestro territorio, estamos en
nuestro Catatumbo»246.

3.5 Del despojo a la restitución: Asociación Campesina del Catatumbo y la Zona de


Reserva Campesina de hecho
El campesinado retorna al Catatumbo con el fin de restituir su dignidad como un colectivo
que reconstruye y recupera su territorio y sus formas de vida para permanecer en él, para
seguir siendo campesinos, resignificar su quehacer y situarse ante una sociedad como un
sujeto político que reivindica y exige derechos. En este sentido, cobra especial importancia
en la memoria colectiva del despojo el proceso de organización y movilización social –
reconocido como el tejido social– que fue perseguido y casi aniquilado durante el control
paramilitar, y que, en el retorno, aparece como la posibilidad de que el campesinado recupere
su autonomía, pueda decidir por sí mismo, mejore sus condiciones de vida y logre el
reconocimiento de su existencia, culturalmente diferenciada, y de unos derechos que se
sustentan en una identidad territorial.
El retorno lleva implícitamente a la necesidad de organización. Da cuenta de que el despojo
paramilitar dejó entre el campesinado catatumbero un “sentimiento de organizarse” que se
sustenta, en criterios de justicia, de indignación, pero también en que es un mecanismo que

245
Ibíd.
246
Lideresa campesina. Desplazada de la vereda El Suspiro por la Operación Fortaleza I. Fundadora de
Ascamcat.

81
puede ser efectivo para prevenir nuevos destierros o contrarrestar los efectos del despojo. «El
paramilitarismo fue una experiencia que vivimos nosotros de mirar la injusticia tan grande,
y entonces el retorno de la gente hizo que nuevamente nos reuniéramos, conformáramos la
Junta de Acción Comunal y ya uno quedó como con esa indignación por la injustica que esa
gente cometió, entonces ahí fue donde tomamos la decisión de organizarnos para ayudar a
proteger el territorio, con nuestras capacidades»247.
El retorno del campesinado catatumbero a la región y su necesidad de organización –o
reconstrucción del tejido social– adquirieron un sentido especial en su memoria colectiva,
pues referencian las situaciones derivadas del despojo que se identifican principalmente con:
1. La desestructuración del tejido social del Catatumbo, que se expresó en la desaparición
de las Juntas de Acción Comunal y con la destrucción y persecución de toda forma de
asociación comunitaria o comunal.
2. El destierro y la desterritorialización de las comunidades campesinas del Catatumbo, que
fueron despojadas y hoy se resisten a sufrir nuevamente tal situación de desarraigo e
indignidad.
3. El proceso de acumulación forzada de tierras en el Catatumbo, que afectó a muchas
familias campesinas, que vieron cómo se legalizó el despojo y se desconocieron sus
derechos de propiedad, posesión, ocupación y tenencia de tierras, que favoreció no solo
la concentración de la tierra, sino también la agroindustria.
4. La “descampesinización” del campo y el campesinado catatumbero. Esto se manifiesta
en el cambio abrupto en el paisaje –de fundos cultivados con comida, coca y ganado, a
grandes extensiones de palma–, en la disminución de la agricultura de pan coger y de
producción de alimentos, en la destrucción casi total de la economía campesina; pero,
sobre todo, en la imposición de formas de vida y de producción en el territorio, que
implicaron, además de la desaparición de las identidades campesinas, el fundamento para
el desconocimiento del campesinado como un sujeto político de derechos.
5. La pérdida de las autonomías individual y comunitaria, ya que el despojo menoscaba la
dignidad de la persona en el sentido de que le arrebata el derecho a su territorio y a poder
vivir en él, según su cultura, usos y costumbres.
Las formas en que las comunidades campesinas recuerdan y significan los procesos de
despojo paramilitar generan, en el presente, un conjunto de mecanismos para contrarrestar
los efectos de este. Retoman o recrean prácticas sociales y culturales y acumulados históricos
sobre los que se reconfigura una identidad política y territorial, alrededor de la que se crean
mecanismos de asociación, reconstrucción de la organización social y la refundación de un
proyecto colectivo basado en la reivindicación de los derechos del campesinado, en la
defensa del territorio y en dotar su quehacer de un nuevo sentido, para la permanencia y la
vida digna del campesinado en el Catatumbo.

247
Líder campesino de Ascamcat. Resistente y confinado por el paramilitarismo. Entrevista realizada el 16 de
enero de 2017. Antes del paramilitarismo no estaba organizado. Pertenecía a la Junta porque era un requisito
de la comunidad. Hoy es dirigente de Ascamcat.

82
3.5.1 Resistir al despojo, restituir el tejido social
En los anhelos del campesinado de permanecer en el territorio que fundaron se circunscribe
la creación de la Ascamcat, que surge del retorno del campesinado a la región, de la necesidad
de organización y a partir de una acción de resistencia contra el despojo provocado por el
ataque militar a una comunidad campesina:
Ascamcat nace a raíz de un desplazamiento que hubo en el año 2005, a finales del mes de
julio en El Suspiro. Fue un desplazamiento ocasionado por la fuerza pública. A la vereda
El Suspiro entra mucha fuerza pública, y en ese momento los hombres tienen que irse
porque ellos decían que cualquier hombre que estuviera allí era guerrillero. Las mujeres de
una u otra manera teníamos que quedarnos ahí y resistir, porque uno se enamoraba de la
tierra, de la matica de jardín que tenía, del animalito del patio y decía uno y pa’dónde nos
vamos a ir. Resistimos como 20 días conviviendo con la fuerza pública y a lo último ya no
pudimos, porque empezaron a desnudar a las mujeres, a decir que éramos guerrilleras y
prácticamente nos tocó que salir huyendo de la vereda El Suspiro hacia el corregimiento de
San Juancito. Caminaron desde El Suspiro, mujeres embarazadas. Para evitar y para
protegerse de que pasara otra masacre, porque siempre se dijo y se tuvo desconfianza de
que la fuerza pública andaba con los paramilitares, nos tocó a la fuerza volvernos a
desplazarnos, de igual manera, la cuestión de los morteros que nos tiraban a diario en la
vereda El Suspiro, los helicópteros, los ametrallamientos. Todo eso nos llenó de terror y lo
mejor fue irnos. […] De ahí nace Ascamcat por medio de la Junta de Acción de San
Juancito, una invitación que tuvimos a un foro en Bogotá, por la vida del nororiente, eso
fue a donde nosotros viajamos tres delegados de las familias que estaban desplazadas en
ese potrero, fue Carmito (que logró un retorno al Catatumbo en el 2013), un joven de San
Juancito y mi persona. […] vamos al foro, damos a conocer la problemática, nadie sabía lo
que estaba pasando. No se había vuelto a hablar de las masacres que se habían cometido.
Pasaron los paramilitares y todo se quedó callado. Nosotros llevamos los documentos y fue
cuando dimos a conocer todo lo que estaba pasando, y en el 2005 todavía éramos
perseguidos por la fuerza pública y paramilitares, ahí conocimos a compañeros de la
Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra y de la universidad, y nos empiezan
como a abrir los sentidos, nos dicen que toca seguir denunciando a nivel nacional para que
no se quede ahí, toca sacar a nivel internacional, toca denunciar para recibir alguna ayuda.
No podemos regresar sin que se nos brinden las garantías. Porque de igual manera había
muchas mujeres niñas. Nosotros seguimos gestionando 248.
Ascamcat nace en medio de un contexto de despojo y resistencia. Es el resultado de los
procesos de «destierro y retorno […] es una respuesta para que el campesinado no se fuera a
desplazar»249. Es también la reacción frente a la experiencia de «desolación y muerte del
paramilitarismo, Ascamcat nace en respuesta a todo lo que estas personas dejaron, muertos,
desplazamientos masacres» 250 , pero también a «las arbitrariedades del Gobierno» 251 .
Enfrentar el presente y el futuro, para contrarrestar los efectos y prevenir y resistir los nuevos

248
Lideresa campesina. Desplazada de la vereda El Suspiro por la operación Fortaleza I. Fundadora de
Ascamcat.
249
Ibíd.
250
Ibíd.
251
Líder campesino de Ascamcat. Fundador de la Asociación. Entrevista realizada el 7 de abril de 2017.

83
procesos de despojo, es uno de los motivos del surgimiento de la Asociación. El ataque a la
vereda El Suspiro fue un hecho que anunció que, a pesar de la desmovilización de los
paramilitares, la persecución al campesinado catatumbero, el destierro y las violaciones
graves a sus derechos no cesarían.
Es irónico porque el 2 de diciembre de 2004 se desmoviliza Mancuso de La Gabarra del
Catatumbo, si no estoy mal en enero o marzo de 2005 se desmoviliza el bloque de Jorge 40
de la parte del Cesar, pero en respuesta a eso Uribe manda todos los operativos a cubrir los
lugares, eran los mismos paramilitares, pero ya transformados en ejército. Entonces,
Ascamcat nace en respuesta, o preparándose para lo que venía, fue muy duro, porque tener
que enfrentar la Móvil 15 o la Brigada 30 con los falsos positivos, que todo el mundo es
conocedor de lo que hizo esa gente, 68 campesinos asesinados y los muchachos de Soacha,
no lo podemos olvidar 252.
La Asociación Campesina del Catatumbo nace de un colectivo de más o menos 300
personas que se vieron obligadas a huir de la vereda El Suspiro y a refugiarse en el
corregimiento San Juancito, debido a las acciones del operativo militar Fortaleza I. Estas
personas deciden no desplazarse de la región, sino, al contrario, se proponen recuperar su
tejido social para enfrentar el despojo.
Las vivencias organizativas y las trágicas experiencias de represión nos impulsan a
recuperar y mantener nuestro tejido social, a seguir luchando por nuestros territorios y
nuestros derechos, por la vida digna y la paz en el Catatumbo, por eso decidimos en medio
de una asamblea regional, con participación de aproximadamente 300 campesinos y
campesinas desplazadas, con la participación activa y solidaria de 60 campesinos de otras
veredas, constituir la Asociación Campesina del Catatumbo 253.
Una vez creada Ascamcat, en medio de las comunidades desplazadas, estas y algunas
comunidades campesinas decidieron retornar nuevamente a su trabajo organizativo. Líderes
y lideresas sobrevivientes del paramilitarismo, los hijos del Catatumbo, las personas
desplazadas y las comunidades campesinas que fueron víctimas del despojo y quienes
sintieron la necesidad de organizarse colectivamente retomaron o iniciaron un proceso
organizativo en defensa del campesinado y del territorio. «Nosotros nacemos en esperanza,
es la esperanza de los campesinos del Catatumbo, por eso Ascamcat se nombra contra el
desplazamiento, por los campesinos, para que el campesino se sienta dueño de donde está
viviendo, se sienta fortalecido, y empezamos a convocar, a dar capacitaciones y a defender
el territorio»254.
Ascamcat es ciertamente una forma de restituir el despojo de la organización social, «el
paramilitarismo descabezó el movimiento social, con la profundización de la guerra en la
zona, el movimiento social quedó prácticamente desarticulado en un período más o menos

252
Líder campesino de la Ascamat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en el 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realizada el 18 de enero de 2017.
253
ASCAMCAT. Escrito de coadyuvancia a la acción de tutela del pueblo barí presentada al Tribunal
superior de Bogotá el 31 de marzo de 2014. [Documento sin publicar. Archivo de Ascamcat].
254
Líder campesino de Ascamcat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en el 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realizada el 18 de enero de 2017.

84
de 6 o 7 años»255. Es un proyecto «de la nueva generación […] de los hijos del Catatumbo,
que, en medio de las cenizas y también como respuesta a la violencia estatal, retoman el
trabajo organizativo»256.
Es un proceso muy lento. Bastante difícil por la falta de liderazgo y el temor que existía en
ese momento, nos tocó surtir todo ese proceso de formación política y organizativa, y lo
que nosotros hemos llamado hoy reconstrucción del tejido social, porque prácticamente
hasta las juntas de acción comunal habían quedado desarticuladas. Y todo este proceso se
fue dando en escuelas, en lo que fue la primera escuela de Ascamcat, que se llamó Ángel
David Jaimes 257, en honor y homenaje a él… 258.

3.5.2 Organización y movilización social para la restitución del campesinado


Ascamcat es, para el campesinado que la constituye, la «continuación de la experiencia
histórica, organizativa y política que ha tenido la zona del Catatumbo»259. Es resultado de
todo el acumulado histórico de resistencia al despojo, «somos las luchas comunales de los
años 70, las luchas políticas de la UP y de las marchas cocaleras, promovidas por el partido
comunista en los años 90» 260.
En consecuencia, se han adoptado mecanismos y reivindicaciones como resultado de ese
acumulado, que son referentes de la memoria colectiva y fundamentan la acción política para
contrarrestar los efectos del despojo, restituir la vida del campesinado catatumbero y para
seguir enfrentando las múltiples formas de desposesión. A partir de la memoria colectiva de
Ascamcat se resignifican los procesos de organización y movilización social, con el fin de
restituir la vida del campesinado catatumbero, que retornó para refundar su identidad y su
territorio y, a la vez, para permanecer y desarrollar su proyecto de vida individual y
comunitario en el Catatumbo.
Por lo tanto, los campesinos organizados en Ascamcat consideran que la constitución de
una Zona de Reserva Campesina en el Catatumbo puede contrarrestar los efectos del despojo:
1) la desestructuración del tejido social del Catatumbo, 2) el destierro y la
desterritorialización con la consecuente pérdida de autonomía, 3) la acumulación forzada de

255
Líder campesino de Ascamcat. Fundador de la Asociación. Entrevista realizada el 7 de abril de 2017.
256
Ibíd.
257
Ángel David Jaimes Pérez nació en La Playa, Norte de Santander, el 24 de diciembre de 1954. Fue líder
social, miembro fundador de la Unión Patriótica (UP) y dirigente del Partido Comunista Colombiano
(PCC). Fue elegido alcalde de Tibú en el periodo 1990-1992 y concejal del mismo municipio en el periodo
1988-1990. Se destacó como dirigente al llevar la vocería de la comunidad en las negociaciones del paro del
nororiente colombiano en 1986. También jugó un papel importante en la organización de las marchas
campesinas del Catatumbo en 1996 y 1998. David fue asesinado por paramilitares en la zona de frontera el 7
de junio de 2004, cuando se encontraba organizando un foro público que se llevaría a cabo en Caracas,
Maracaibo y San Cristóbal (Venezuela), cuyo propósito era denunciar la grave crisis humanitaria del área
fronteriza. Fuente: ASCAMCAT. David Jaime: in memoriam [en línea]. En: Prensa Rural. Lunes 24 de
diciembre de 2007. Disponible en: http://prensarural.org/spip/spip.php?article177
258
Ibíd.
259
Ibíd.
260
Ibíd.

85
tierras en el Catatumbo y 4) la “descampesinización” del campo y del campesinado
catatumbero.
Las Zonas de Reserva Campesina, definidas en los artículos 1, 79, 80, 81 y 84 de la Ley
160 de 1994, son un mecanismo que busca regular, limitar y ordenar la ocupación,
aprovechamiento y adjudicación de las tierras baldías de la nación para «fomentar la pequeña
propiedad campesina, evitar o corregir los fenómenos de inequitativa concentración de la
propiedad rústica y crear las condiciones para la adecuada consolidación y desarrollo de la
economía de los colonos» 261. La Corte Constitucional, en Sentencia C-371 de 2014, afirmó
que los artículos correspondientes a la ZRC «son una herramienta para la realización de
importantes mandatos constitucionales como promover el acceso progresivo de la población
campesina a la tierra, proteger la producción de alimentos y en términos generales mejorar
la calidad de vida de los campesinos, especialmente los más pobres y vulnerables» 262.
Para el campesinado organizado en Ascamcat, la figura de Zona de Reserva Campesina es
una forma de «apropiarnos del territorio, decirle no al saqueo multinacional, decirle que el
campesinado organizado tenemos derechos sociales, políticos, económicos y culturales, y
que también somos sociedad» 263, una «respuesta a lo que nunca hemos tenido, al desarrollo
y a la inversión que el Estado colombiano debe hacer dentro de un territorio»264. La Zona de
Reserva Campesina «se opone al destierro y a la extracción de minas en la región del
Catatumbo»265.
Ascamcat considera que la Zona de Reserva Campesina es una forma de restituir la vida
del campesino, por medio de la recuperación y fortalecimiento 1) de sus formas de
organización campesina, que referencian como «reconstrucción del tejido social; 2) de la
economía campesina no solo por medio de la agricultura, sino en la reconstrucción de las
redes de comercialización, cooperativas y tiendas comunitarias; 3) de sus formas de
participación y autogobierno; 4) de planes de desarrollo sostenible para el Catatumbo; 5) de
la defensa del territorio, a partir de del uso de la tierra para la producción de alimentos, y no
para la explotación minera o la agroindustria, y 6) para el acceso a la propiedad de la tierra y
la recuperación de la territorialidad campesina.
La Zona de Reserva Campesina hace parte de la afirmación de una identidad territorial y
política desde la que, de manera dual –entre sujeto de derecho y sujeto constituyente–, se
reclama y se constituye un campesinado como sujeto político que, desde Ascamcat, le exige
al Estado el reconocimiento y la garantía de sus derechos. Desde la colectividad, y a partir
de acciones de autonomía, crea sus propias reglas, toma decisiones, crea mecanismos o
institucionalidad y lidera territorialidades desde la que, no solo se aparta, sino que resiste y

261
Artículo 70 Ley 160 de 1994. Citado en la Sentencia C-371 de 2014 (M. P. Jorge Ignacio Pretelt Chaljub).
262
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-371 de 2014. (M. P Jorge Ignacio Pretelt
Chaljub).
263
Líder campesino de Ascamcat. Resistente y confinado por el paramilitarismo. Entrevista realizada el 16 de
enero de 2017.
264
Líder campesino de la Ascamat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en el 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realizada el 18 de enero de 2017.
265
Ibíd.

86
enfrenta los modelos de economías de enclave que el Gobierno diseña e impone para el
Catatumbo.
Los mecanismos, la acción política y la propia institucionalidad, que han constituido a
partir de la memoria sobre organización y resistencia al despojo en el actual proceso
organizativo y en las formas de movilización social de Ascamcat, evidencian el proceso de
apropiación y significación de esos referentes de la memoria y de figuras legales como las
ZRC 266, que son resultado de reivindicaciones de campesinos colonos de mediados de los
años 80 y representa, en la actualidad, su proyecto de autonomía territorial para resistir y
enfrentar el despojo. El proceso de apropiación y constitución de la Zona de Reserva
Campesina se ha gestado a partir de los siguientes mecanismos.

3.5.2.1 Los refugios humanitarios


Son figuras de protección que se han adoptado e implementado para las comunidades
campesinas que sienten un riesgo de desplazamiento a causa de procesos de erradicación de
cultivos de coca, confrontaciones, operativos militares y ataques contra la población civil.
Esta figura permitió el fortalecimiento de la organización social y la reconstrucción del tejido
social, pues «las familias se reencontraron, fue un lugar de refugio, se encontró lo que el
paramilitarismo había desvertebrado» 267.
El primer refugio humanitario que conformó Ascamcat en la vereda Caño Tomás, del
corregimiento de Fronteras, ubicado en el municipio de Teorama, fue un mecanismo de
protección y prevención al desplazamiento forzado, ya que durante los primeros meses de
2009 se implementaron, con gran intensidad, operativos de erradicación manual forzada y
con gran militarización en la zona. Esta situación generó miedo, zozobra y condiciones de
inseguridad alimentaria para muchas de las familias de la región. El refugio se construyó
colectivamente, y allí se rencontraron amigos, familia, vecinos, después de casi una década
de vivir aislados y con el temor de la violencia paramilitar. Este refugio fortaleció el proceso
organizativo y de reconstrucción del tejido social.
Las políticas de lucha contra las drogas –la erradicación de los cultivos de coca– en el
Catatumbo han representado formas de represión y despojo para el campesinado. En
consecuencia, el campesinado construye refugios humanitarios para prevenir

266
Varios estudios señalan que las Zonas de Reserva Campesina son producto de procesos de exigibilidad
política del derecho a la tierra por parte de colonos y pequeños propietarios, y resaltan dos sucesos
determinantes. Por un lado, las discusiones que tuvieron lugar en 1985 entre el Gobierno y las comunidades
rurales en el bajo y medio Caguán, con la finalidad de avanzar procesos de ordenamiento territorial y buscar
alternativas a las formas cómo se venía efectuado la ocupación del territorio, la colonización y la expansión
de la frontera agrícola. Y, por otro lado, y las negociaciones que se llevaron a cabo al final de la década de
los 80 con el campesinado localizado en el parque nacional natural Serranía de la Macarena, cuando el
Gobierno adelantaba la delimitación del Área de Manejo Especial de la Macarena; en aquella ocasión los
campesinos solicitaron que les fueran tituladas las tierras de mediana extensión a cambio de su compromiso
de preservar los bosques y demás recursos naturales existentes en la región.
267
Diario de campo. Observaciones acompañamiento al trabajo Audiencias Populares de Participación
Política, abril-junio de 2015.

87
desplazamientos forzados y constituir, con las comunidades, propuestas frente a este tipo de
situaciones. A partir de 2009 se han constituido tres refugios humanitarios en el Catatumbo.
El Refugio Humanitario de Caño Tomás fue un espacio asambleario, entre varias
comunidades campesinas que se organizaron en Ascamcat y definieron «su programa
político, sobre hacia dónde van» 268. En el Refugio se definen seis puntos estratégicos de su
programa político: 1) la formulación de un plan de desarrollo sostenible para la región del
Catatumbo, 2) la creación de mecanismos para la protección de la vida del campesinado y el
seguimiento a la situación de derechos humanos en la región, 3) la constitución de la Zona
de Reserva Campesina en el Catatumbo, 4) la oposición al proyecto de explotación de carbón
a cielo abierto, 5) la creación de un espacio de participación de las comunidades e
interlocución con las autoridades estatales para proponer alternativas de solución a la
problemática social del Catatumbo y 6) plantear una propuesta de tratamiento social a los
cultivos de coca en la región.
El campesinado organizado en Ascamcat no solamente optó por el refugio humanitario
como una forma de autoprotección frente al riesgo de desplazamiento, sino que en la
reconstrucción de su tejido social constituyeron alternativas de vida digna para los
campesinos en la región del Catatumbo. Desde ese espacio, en donde se reencontró la familia
catatumbera, deciden reconstruir su vida y retomar una propuesta política, organizativa y de
movilización para la permanencia en el territorio, para recuperar sus comunidades y buscar
su proyecto de vida social y comunitario. «Nacen nuestras propuestas y el consenso de que
el Catatumbo es una región para el desarrollo agropecuario, para la soberanía alimentaria, la
tierra y el territorio de indígenas y campesinos» 269.

3.5.2.2 La Mesa de Interlocución y Acuerdo (MIA)


Ascamcat propone a las autoridades municipales, departamentales y nacionales un espacio
propio donde las comunidades campesinas de la región puedan participar en la definición y
en la concertación de propuestas políticas públicas que sirvan como alternativas de solución
a la crisis humanitaria y social del Catatumbo. La MIA se creó el 28 y 29 de agosto de 2009,
en el Refugio Humanitario de la vereda Caño Tomás, Municipio de Teorama. Los presidentes
de las Juntas de Acción Comunal y los líderes de las comunidades del Catatumbo, así como
autoridades del ámbito local, departamental y nacional, que quisieron comprometerse a
trabajar conjuntamente en alternativas de solución y a mantener este espacio, conforman la
MIA 270.
Uno de los objetivos principales de la MIA es «concertar acuerdos que apunten a la
formulación de políticas públicas que garanticen la protección y la realización de los derechos

268
Líder campesino de Ascamcat. Fundador de la Asociación. Entrevista realizada el 7 de abril de 2017.
269
Ibíd.
270
Las instituciones que han integrado las MIAS son: Alcaldías, Concejos y Personerías Municipales del
Catatumbo (7 municipios); Gobernación de Norte de Santander; Corpornor; Incoder; Acción Social;
Programa de la Vicepresidencia en Derechos Humanos; Presidencia de la República, por medio del Centro
de Coordinación de Desarrollo Integral; Defensoría del Pueblo Regional; Procuraduría Regional; parque
nacional natural Catatumbo Barí y el Ministerio de Agricultura.

88
del campesinado» 271. Inicialmente, se presentaron 21 puntos o temas para discutir y llegar a
acuerdos, entre ellos, la financiación y el apoyo para la elaboración de un plan de desarrollo
propio para el Catatumbo y para la constitución de la Zona de Reserva Campesina del
Catatumbo. En espacios como la MIA se plantearon propuestas con las comunidades y se
llegó a acuerdos con las autoridades en temas como derechos humanos, sustitución de
cultivos de uso ilícito, la elaboración del plan de desarrollo para el rescate de la economía
campesina del Catatumbo y para la constitución de Zonas de Reserva Campesina.

3.5.2.3 Las audiencias populares


Las audiencias populares tienen su origen en el refugio humanitario de Caño Tomás, en el
2009. Allí, se diseña y se crea, en espacios asamblearios con las comunidades, una instancia
de participación propia llamada Audiencias Populares. Se definen como escenarios en donde
las comunidades campesinas participan en la deliberación, el trazado y la toma de decisiones
sobre el quehacer de la organización social y sobre planes estratégicos de acción política. Las
audiencias también han sido un escenario para llamar a rendición de cuentas a las autoridades
del Estado y para discutir y acordar el cumplimiento de acuerdos pactados.
Inicialmente, se propusieron 7 audiencias populares en los Municipios de San Calixto,
Teorama, Tibú, El Carmen, Convención, El Tarra y Hacarí, que se desarrollaron durante el
2010. A partir de estas audiencias se avanzó en el conocimiento de la figura legal y la
elaboración de la propuesta de ZRC. Al igual que la MIA Catatumbo, las Audiencias
Populares se mantienen vigentes como un espacio asambleario y de rendición de cuentas para
Ascamcat. «Ahora se realizan audiencias corregimentales, zonales, veredales e incluso
regionales, en donde se sigue decidiendo el quehacer de la asociación, cómo enfrentar los
planes de despojo y desconocimiento de derechos del campesinado, cómo reaccionar frente
a las erradicaciones, etc.» 272.

3.5.2.4 Las audiencias de cultivadores de coca


Desde el refugio humanitario de 2009 y por medio de las 7 audiencias populares entre el
2009 y el 2010, nace la propuesta del tratamiento social y no militar a la problemática de los
cultivos de coca. Desde esa época, se definieron 7 criterios para la elaboración de dicha
propuesta. En septiembre de 2013 se realizó la asamblea de cultivadores y recolectores de
coca en el Catatumbo, en la que se definió el mandato para plantear una propuesta que genere
alternativas de sustitución a los ingresos derivados del cultivo de hoja de coca, y que retoma
esos acumulados históricos de 1997.

271
ASCAMCAT. Escrito de coadyuvancia a la acción de tutela del pueblo barí presentada al Tribunal
Superior de Bogotá el 31 de marzo de 2014. [Documento sin publicar. Archivo de Ascamcat].
272
Observaciones del diario de campo. Asamblea anual de Ascamcat. Cartegenita, municipio de Convención,
enero de 2017.

89
3.5.2.5 Las estrategias de movilización social
La movilización social se adopta como un mecanismo de exigibilidad y resistencia, que,
además, es una muestra de la reconstrucción del tejido social y de la constitución de una
organización que se reconoce como un sujeto que reclama y constituye propuestas de
autonomía territorial. En el 2009 se realizaron plantones frente a la Gobernación, para exigir
el cumplimiento de lo pactado en el refugio humanitario de Caño Tomás en el 2009 y en las
7 audiencias populares municipales. La prensa asoció ambos hechos con las marchas de 1998,
ya que enmarcaban el reconocimiento del campesinado catatumbero como un sujeto político
que resiste y enfrenta los procesos de despojo.
A finales del año 2010 se dan las ocupaciones pacíficas en las Alcaldías de los municipios
de El Tarra, Teorama y Convención. En el 2013 se realiza el paro del Catatumbo que
«consolida a Ascamcat como un actor político y social en el ámbito regional y nacional y que
genera un incentivo a la movilización agraria en el ámbito nacional»273.
Uno de los casos más notables de los últimos años en lo que concierne a la oposición a las
políticas agrarias oficiales lo constituye un paro agrario en el Catatumbo (Norte de
Santander), convocado por Ascamcat, y que inició el 11 de junio de 2012. El campesinado
de esta extensa y conflictiva región presentó al Gobierno nacional un plan de erradicación
paulatina de los cultivos ilícitos, en descenso en la zona, junto con la solicitud de legalización
de la Zona de Reserva Campesina del Catatumbo, la cual había sido objetada por el Gobierno
del presidente Santos, pese a tener un amplio respaldo de la opinión pública nacional, desde
la Iglesia católica, los partidos políticos de izquierda y de centro hasta autoridades de orden
departamental y municipal y redes de solidaridad social, más un sector de la intelectualidad
nacional […]. No obstante, el Gobierno nacional adujo que en esa región –lindante con
territorio venezolano– operan frentes guerrilleros que están comprometidos con la
formalización de la Zonas de Reserva Campesina y son figuras enmascaradas (o infiltradas)
en el paro. Esta aseveración se ha repetido, sin prueba ninguna, en múltiples casos de
movilizaciones agrarias en los territorios donde también funcionan, de hecho y derecho,
Zonas de Reserva Campesina como en Putumayo, Caquetá, Meta, Cundinamarca y
Santander 274.

3.5.3 La zona de Reserva Campesina de hecho y de derecho


El proceso para constituir la Zona de Reserva Campesina en el Catatumbo inicia, como ya
se indicó, en el refugio humanitario de Caño Tomás, con la realización de las 7 audiencias
populares municipales y en los primeros procesos de negociación e interlocución con
autoridades en la MIA. Como resultado de este proceso inicial, Ascamcat, con el apoyo de
comunidades campesinas, e incluso con presupuestos de Alcaldías y de la Gobernación,
realiza un proceso de puesta en común de la figura legal, e interpreta, desde su subjetividad,
los alcances y beneficios de esta, para sustentar sus acciones políticas.

273
CNMH. Tierras y conflictos rurales. Óp. cit., p. 545.
274
Ibíd.

90
La subjetivación es el resultado de conjugar aspectos de la memoria del despojo –que
hacen parte de la cultura del campesinado– con decisiones propias sobre recursos culturales
ajenos, como las figuras legales del ordenamiento de la propiedad rural. Esto ha generado la
apropiación de la Zona de Reserva Campesina como parte de su identidad y como sustento
de su propuesta de definición de una autonomía territorial. Para el campesinado del
Catatumbo, la figura de la Zona de Reserva Campesina de hecho representa su derecho:
Hasta el día de hoy, hemos cumplido con todos los requisitos de ley, el Estado o el
Gobierno de Colombia no ha querido escuchar o darle la firma de la ZRC del Catatumbo.
[…] sabemos que es por defender sus intereses, porque nosotros sabemos que ese territorio
que solicitamos como ZRC ya está concesionado a multinacionales, pero ahí está, llegamos
nosotros a hacer valer nuestro derecho, entonces el Estado, el Gobierno quiere darle
cumplimiento a su favor, a él le convienen más las multinacionales que tener a un pueblo
produciendo comida para el bien de la nación. Ese es nuestro derecho 275.
Según Burguete, la autonomía territorial campesina tiene como base común «la
reconstrucción de la dignidad de los campesinos como colectivo. Sus demandas se orientan
a decidir por sí mismos, en un lugar específico, a acceder y administrar recursos que les
permitan mejorar sus condiciones de vida y lograr el reconocimiento de su existencia y de su
lugar en una sociedad mayor» 276. En consecuencia, este proceso de autonomía territorial que
retoman los campesinos que hacen parte de Ascamcat cuenta con dos estrategias: por un lado,
«con el fortalecimiento en propuestas de política pública por medio del plan de desarrollo
sostenible, el plan de manejo ambiental» 277, trazado por las comunidades campesinas; y, por
otro lado, con ‘una propia institucionalidad’, a partir de la creación y apropiación de:
• La guardia campesina 278. Esta guardia se ha constituido en los municipios de Tibú,
Teorama, El Carmen, Convención, San Calixto, integrada por campesinos de la región.
Es un mecanismo de autoprotección por medio del que se protege el territorio.
• Las nuevas formas de hacer política. Proceso por medio del que «se retoman las
experiencias de las comunidades del campesinado, que antes del paramilitarismo, en
escenarios asamblearios, definían los candidatos para participar en las elecciones a
cargos públicos» 279 . Actualmente, esta es la manera en que se ha reglamentado la
participación en política en la Zona de Reserva Campesina: «Se realizan audiencias
populares, en las que se postula y se eligen las candidaturas por las comunidades. Con
ellos se firman pactos para con las comunidades, para rendir cuentas y para
comprometerse contra la corrupción» 280.

275
Líder campesino de Ascamcat. Resistente y confinado por el paramilitarismo. Entrevista realizada el 16 de
enero de 2017.
276
BURGUETE A. Autonomía: emergencia de un paradigma en las luchas por la descolonización en América
Latina. Citado por OSORIO Edilma y FERRO Juan Guillermo. Óp. cit., p 26.
277
Líder Campesino de Ascamcat. Fundador de la Asociación. Entrevista realizada el 7 de abril de 2017.
278
Ibíd.
279
Líder Campesino de Ascamcat. Sobreviviente del genocidio de la UP. Entrevista realizada el 8 de abril de
2017.
280
Líder Campesino de Ascamcat. Fundador de la Asociación. Óp. cit.

91
• «Las formas de legislación propia, por medio de las Juntas de Acción Comunal y sus
reglamentos, pero también con los mandatos constituyentes que se han generado en
espacios asamblearios en donde se discuten problemáticas y se adoptan decisiones por
las comunidades» 281. Por ejemplo, el mandato de campesinos cultivadores y recolectores
de la hoja de coca formulado en la asamblea de 2013.
• «Formas de justica propia, por medio del poder y el acumulado que tienen las Juntas de
Acción Comunal en el territorio, ya que son estas las que realizan sanciones, resuelven
los problemas entre los vecinos, entre la comunidad, con manuales de convivencia,
etc.» 282.
• «Formas de soberanía, por medio de la decisión de oponerse a las economías de enclave
y a las multinacionales consiguiendo mediante la movilización y organización social
proyectos que permitan generar y establecer la economía solidaria y campesina en el
Catatumbo»283.
La Zona de Reserva Campesina es un proceso de construcción permanente: «bastante
sensible para las economías de enclave» 284, porque se sustenta en la noción de despojo del
campesinado, que relaciona la violencia paramilitar y estatal contra el campesinado como la
causa que provocó el vaciamiento del territorio de las comunidades campesinas y la
destrucción de sus formas organizativas y de resistencia. Esto con el fin de implementar y
desarrollar el proyecto de explotación de carbón a cielo abierto. El campesinado, que hace
parte de Ascamcat, apropia la figura de Zona de Reserva Campesina como un mecanismo
que puede prevenir el despojo de sus territorios y de sus proyectos de vida, al resguardar al
Catatumbo para la vida y permanencia de los campesinos y los indígenas barí, como se
constituyó en el refugio humanitario en el 2009.
Como el Gobierno no la ha querido declarar, nosotros la declaramos de hecho, nos
sentimos poseedores de la tierra, la sentimos con el fin de ya decir la tierra es de nosotros
[…] y por eso la declaramos como patrimonio regional de los campesinos del Catatumbo,
esa tierra la tenemos que defender, que reinvertir en producción de campo, no podemos dejar
que la conviertan las multinacionales en huecos, esa tierra a manos de los campesinos, esa
tierra es campo. Alimentación, soberanía alimentaria, autosostenibilidad 285.
La Zona de Reserva Campesina representa para el campesinado la posibilidad de fundar
un proceso de recuperación y restitución de vida, identidad y territorialidad campesina en el
Catatumbo, ya que «protege y fortalece la economía campesina» 286 y promueve la
«consolidación y estabilización de las comunidades rurales, con base en la definición de los

281
Ibíd.
282
Ibíd.
283
Ibíd.
284
Ibíd.
285
Líder campesino de la Ascamat. Lideró retorno de comunidades desplazadas en el 2013. Fundador de la
Asociación. Entrevista realizada el 18 de enero de 2017.
286
CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA. Sentencia C-371 de 2014 (M. P. Jorge Ignacio Pretelt
Chaljub).

92
derechos de propiedad de los territorios, el desarrollo de actividades productivas sostenibles
y el apoyo a procesos de autogestión»287.

Mapa 6. Polígonos de la Zona de Reserva Campesina

Fuente: Fuente: ASCAMCAT. Plan de Desarrollo Sostenible para la constitución de la Zona de Reserva
Campesina del Catatumbo: Plan de desarrollo alternativo para la reconstrucción y permanencia de la economía
campesina en la región del Catatumbo, Norte de Santander. Cúcuta: 2012, p. 57

La Corte Constitucional, en la Sentencia C-371 de 2014, concluye que las Zonas de


Reserva Campesina son una figura encaminada a «la protección y fortalecimiento de las
economías campesinas […] para promover el mejoramiento de la calidad de vida de los

287
Ibíd.

93
campesinos y el desarrollo agrícola». Por lo tanto, «son una herramienta para la realización
de importantes mandatos constitucionales como promover el acceso progresivo de la
población campesina a la tierra, proteger la producción de alimentos y, en términos generales,
mejorar la calidad de vida de los campesinos, especialmente de los más pobres y
vulnerables».
La Zona de Reserva Campesina del Catatumbo, en el municipio de Tibú, no ha sido
declarada por parte de las autoridades competentes, a pesar de que Ascamcat ha cumplido
con los trámites establecidos por la ley. En su escrito de coadyuvancia a la acción de tutela
del pueblo barí, Ascamcat afirma que ha desarrollado cada una de las acciones que se
describen a continuación:
• El Incoder inicia el trámite para seleccionar, delimitar y constituir la ZRC del Catatumbo,
por la solicitud que hace Ascamcat en representación de las comunidades de los 7
municipios que participaron desde el 2009 en la elaboración de la propuesta de ZRC.
Esta solicitud se presentó formalmente en una audiencia popular, que realizó el Incoder
durante los días 2 y 3 de junio de 2011 en el municipio de El Tarra. Allí los delegados y
delegadas de Ascamcat y representantes de las Juntas de Acción Comunal de diferentes
zonas del Catatumbo manifestaron al Incoder la decisión de respaldar el proceso de
ZRC 288.
• A partir de la visita técnica realizada los días 2 y 3 de junio de 2011 (cumplimiento del
artículo 1, parágrafos 1 y 2, Decreto 1777 de 1996), el Incoder expide la Resolución
2060 de agosto de 2011 por la que se inicia el trámite administrativo para seleccionar,
delimitar y constituir una Zona de Reserva Campesina en el Catatumbo (cumplimiento
del artículo 4.o, Acuerdo 024 de 1996, Incora). En esta resolución se establece que la
Zona de Reserva Campesina del Catatumbo de Norte de Santander tendrá por objeto
«fomentar y estabilizar la economía campesina mediante el enfoque agroecológico,
aportar en la superación de las causas de los conflictos sociales que los afectan y crear
condiciones para el logro de la paz y la justicia social»289.
• El Incoder apoya con recursos financieros la elaboración del Plan de Desarrollo para la
Constitución de la Zona de Reserva Campesina del Catatumbo en cumplimiento del
artículo 84 de la Ley 160 de 1994, del artículo 4.o del Decreto 1777 de 1996 y del artículo
7.o del Acuerdo 024 de 1996 290.
• El 29 de noviembre de 2011 se realizó una reunión entre el Incoder, las Ascamcat y los
7 alcaldes de los municipios de la ZRC del Catatumbo, con el fin de reactivar los
Consejos Municipales de Desarrollo Rural (CMDR) como instancia de decisión local y
planificación de las Zonas de Reserva Campesina (cumplimiento del artículo 4.o del
Decreto 1777 y artículos 6 y 7 del Acuerdo 024 de 1996) 291.

288
ASCAMCAT. Escrito de coadyuvancia a la acción de tutela del pueblo barí presentada al Tribunal
superior de Bogotá el 31 de marzo de 2014. [Documento sin publicar. Archivo de Ascamcat].
289
INCODER. Resolución 2060 de agosto de 2011.
290
ASCAMCAT. Escrito de coadyuvancia a la acción de tutela del pueblo barí presentada al Tribunal
superior de Bogotá el 31 de marzo de 2014. [Documento sin publicar. Archivo de Ascamcat].
291
Ibíd.

94
• El 2 de diciembre de 2011 el Incoder realiza la primera revisión técnica de la propuesta
de delimitación geográfica, que se analiza con Ascamcat y Asopbarí (Asociación Pueblo
Barí). Se logra establecer la existencia de las diferentes figuras territoriales en el
Catatumbo y se evalúa la superposición de la ZRC con las zonas de resguardo indígena
barí, con el parque nacional natural Catatumbo Barí, con la zona de reserva forestal
Serranía de los Motilones 292.
• El 8 de marzo de 2012 Ascamcat presenta la propuesta preliminar de delimitación y el
Plan de Desarrollo para la Constitución de la Zona de Reserva Campesina. Corponor
emitió un concepto y unas recomendaciones sobre la delimitación y el Plan de
Desarrollo, que fueron incorporados por Ascamcat en su propuesta de la Zona de
Reserva Campesina del Catatumbo 293.
• El 4 de febrero de 2012, en Ocaña, Ascamcat presenta la propuesta de delimitación y del
Plan de Desarrollo Sostenible a los Concejos Municipales de Desarrollo Rural, quienes
emitieron conceptos favorables (cumplimiento del artículo 6, Acuerdo 024 de 1996) 294.
• En cumplimiento del numeral 3 del artículo 3 del Acuerdo 024 de 1996, el 21 de marzo
de 2012 el Incoder verifica la existencia de solicitudes de titulación de resguardos
indígenas o titulaciones de comunidades negras como propuesta para la constitución de
Zona de Reserva Campesina. La dirección técnica de asuntos étnicos del Incoder emite
la certificación y señala que el polígono de Tibú no traslapa el territorio de las
comunidades indígenas.
• Ascamcat convoca a las autoridades barí (el Consejo Autónomo de Caciques), los líderes
de Asopbarí y los líderes de las 23 comunidades barí para la puesta en común y discusión
de la propuesta de Zona de Reserva Campesina. La reunión se celebró el 16 de marzo de
2012 en el municipio de Tibú, en donde se presentó la propuesta definitiva de
delimitación territorial, la cual, para el caso del Municipio de Tibú, no se traslapa con
los resguardos indígenas, ni con sus reservas indígenas, ya que se encuentra por fuera
del límite del territorio cultural Barí 295.
• El Incoder convoca la Audiencia Pública de Zona de Reserva Campesina del Catatumbo
en cumplimiento del artículo 8 del Acuerdo 024 de 1996 Incora, que se realiza el 30 de
marzo de 2012 en el municipio de El Tarra, «con participación de aproximadamente
1.200 campesinos, con los líderes de Ascamcat y con la presencia de los 7 alcaldes
municipales del Catatumbo, funcionarios de Consolidación territorial y delegados de la
Gobernación de Norte de Santander. En el desarrollo de la audiencia pública hubo
pronunciamientos de respaldo y de compromiso de las autoridades presentes para la
constitución de la Zona de Reserva Campesina y con los proyectos priorizados del Plan
de Desarrollo de la Zona de Reserva Campesina»296.
• El 3 de mayo de 2012, en cumplimiento del artículo 7 del Acuerdo 024 de 1996 del
Incora, Ascamcat entrega formalmente el Plan de Desarrollo Sostenible y el Plan de

292
Ibíd.
293
Ibíd.
294
Ibíd.
295
Ibíd.
296
Ibíd.

95
Desarrollo Alternativo para la Reconstrucción y Permanencia de la Economía
Campesina en la Región del Catatumbo.
• El 3 de julio de 2012 el Incoder realiza revisión técnica y emite concepto institucional
de ajuste al Plan de Desarrollo. El 19 de noviembre del mismo año Ascamcat entrega al
Incoder el Plan de Desarrollo, junto con cartillas de divulgación de la Zonza de Reserva
Campesina del Catatumbo. Esta publicación se entrega a todos los alcaldes, concejales
de los municipios, al parque nacional natural Catatumbo Barí, así como a la Gobernación
de Norte de Santander, a Corponor, al Ministerio del Ambiente, al Ministerio de
Agricultura, entre otras autoridades 297.
Ascamcat presentó a las autoridades una propuesta de ordenamiento territorial para la
constitución de una Zona de Reserva Campesina, definida por tres polígonos identificados a
partir de situaciones de traslape con la zona de reserva forestal Serranía de los Motilones, y
con expectativas y aspiraciones de ampliación de los resguardos del pueblo barí, como se
observa en el mapa. En consecuencia, Ascamcat, aunque presentó la propuesta total de la
Zona de Reserva Campesina, en el 2012 solicitó ante el Incoder la declaración de la ZRC
solo en el polígono del municipio de Tibú.
No obstante, se presentaron varios inconvenientes. Por un lado, los incumplimientos del
Gobierno y la dilación en definir la declaratoria de la Zona de Reserva Campesina del
Catatumbo, por lo menos en el municipio de Tibú. Y, por otro lado, el hecho de que se
mantenía latente la amenaza de desplazamiento de las comunidades campesinas por los
proyectos de agroindustria palmera y de explotación de carbón a cielo abierto en el municipio
de Tibú. Debido a esto, en el 2014, durante el 4.o Encuentro Nacional de Zonas de Reserva
Campesina, Ascamcat declara de manera autónoma la Zona de Reserva Campesina de hecho
del Catatumbo, como una manera de restituir su territorio y sus derechos, después del despojo
paramilitar.
Recientemente, en la Sentencia T-052 de 2017, la Corte Constitucional ordenó al
Ministerio del Interior y a la Agencia Nacional de Tierras que adelanten los procesos de
saneamiento y ampliación del resguardo barí, para que, en un plazo máximo de un año,
definan las pretensiones territoriales de este pueblo indígena y procedan a realizar consulta
previa para definir la solicitud de Ascamcat de declarar la Zona de Reserva Campesina en el
Catatumbo.

297
Ibíd.

96
Conclusiones

La noción de despojo en la memoria colectiva de las comunidades campesinas de


Ascamcat
El despojo es una categoría de análisis que trasciende la definición normativa de la Ley
1448 de 2011. Por tanto, no se limita a la descripción de hechos violentos de usurpación de
tierras, sino que permite dar cuenta de las múltiples dimensiones que abarca este concepto.
El análisis sobre el despojo de las comunidades campesinas en el Catatumbo, que integran la
Ascamcat, da cuenta de una situación de marginación y desigualdad social que esta población
ha enfrentado históricamente y se constituye como parte del proceso de despojo.
El problema agrario, concebido, por un lado, como la falta de acceso y garantías para que
el campesinado acceda en condiciones de equidad a la propiedad de las tierras rurales, ha
facilitado los procesos de destierro y desposesión de tierras y derechos, y se constituye en
formas en que se manifiesta el despojo en esta comunidad campesina. Por otro lado, el
problema agrario, cuando se entiende como la concentración y los mecanismos de
acaparamiento de tierras, ha sido un factor que impulsa los procesos de despojo, por medio
de recursos y modalidades que abarca todo tipo de estrategias. Estas van desde el ejercicio
de la violencia, el terror y patrones de criminalidad –como la estrategia de tierra arrasada–
hasta la implementación de mecanismos con los que se instrumentalizan y crean recursos
legales para la formalización y consolidación del despojo de tierras –como los proyectos de
agroindustria de palma de aceite–, que no solo usurpan la tierra, sino que acaban con la
agricultura campesina.
Para las comunidades campesinas en el Catatumbo, la noción de despojo hace referencia a
un proceso implantado por un ‘otro’ que no pertenece a la región y que generalmente tiene
intereses de explotación de la tierra y de aprovechamiento de los recursos naturales. Con
frecuencia ese ‘otro’ promueve procesos de despojo desde estructuras armadas y por medio
de políticas y programas que han permitido el ataque a la población del Catatumbo y que
buscan la expoliación de las riquezas del Catatumbo.
El proceso de despojo, que es histórico y continuo, ha propiciado que del campo migren o
huyan los campesinos hacia las ciudades. En el Catatumbo, esto se ha configurado como un
proceso significativo de “descampesinización”, entendido como ese vaciamiento de la
cultura e identidad campesina en la conformación del territorio. La persecución a las maneras
de ser campesino, que se expresan en el trabajo con la tierra, para la producción de alimentos,
y, sobre todo, con las estructuras de organización social que constituyen redes o tejidos que
hacen parte de esa manera de ser, son parte de las formas de despojo que busca la
“descampesinización”.
Esto refleja que el despojo, para el campesinado, significa la pérdida de vida y condiciones
de autonomía que acarrean efectos sobre la existencia de sus comunidades, es decir, no se
despoja la tierra, se despoja de un territorio y de una identidad colectiva que le da sentido a
su forma de vida. El despojo se configura a partir de la falta de reconocimiento de derechos

97
específicos –sustentados en una identidad territorial, con el campo– para la protección y
garantía de vida digna de las comunidades, lo que ha dificultado la reproducción de la vida
social, identitaria, comunitaria y territorial en el Catatumbo. La experiencia del despojo
fundamenta reivindicaciones por el reconocimiento de derechos, así como la potencialización
de la movilización y la organización social del campesinado.
El despojo, como categoría de análisis, no solo da cuenta de los procesos de usurpación
violenta, sino que denota la manera en que las comunidades campesinas configuran un
sentido de sus derechos como atributos que, en consecuencia, reclaman para sí. A la vez,
señalan que la memoria del despojo se convierte en un catalizador de las luchas sociales, por
medio de la que se generan mecanismos de resistencia al despojo y de exigibilidad de sus
derechos.
La noción de despojo, que se crea desde la memoria del campesinado catatumbero, se
relaciona, directamente, con los procesos de significación que conllevan la definición y la
apropiación de derechos, y a formas de organización que constituyen sujetos colectivos con
una identidad política que exige y reivindica un proyecto político de autonomía territorial,
fundado en la noción de lo que consideran les pertenece y a lo que tienen derecho, que es a
vivir como campesinos en el Catatumbo.
La noción de despojo que se ha creado desde la memoria colectiva de Ascamcat, narra
procesos de desterritorialización, desplazamiento y desestructuración de la vida. No obstante,
da cuenta de los referentes de identidad colectiva de un campesinado catatumbero que,
debido a la experiencia paramilitar, ratifica su origen y sentido de pertenencia con un
territorio que han configurado a partir de las formas de vida campesina. La noción de despojo
da cuenta de los procesos de identificación y subjetividad en los que se ha construido el
campo catatumbero y el campesino del Catatumbo.

El despojo paramilitar en el Catatumbo, referente de la memoria colectiva de


Ascamcat
Para las comunidades campesinas del Catatumbo, que integran Ascamcat, las formas de
despojo que más las han afectado han sido las que se manifestaron por medio del proyecto
paramilitar. El campesinado de Ascamcat considera que este fue un mecanismo diseñado
para vaciar el territorio de las organizaciones y comunidades campesinas. Por tanto, el
despojo paramilitar se constituye en un referente de su memoria colectiva y el uso que se le
atribuye fundamenta la creación del proyecto político de reestablecer el tejido social y
defender el Catatumbo, para la vida del campesinado y la permanencia en la región.
El despojo paramilitar se comprende por medio de una estrategia de exterminio de la
organización social y de expulsión y vaciamiento de las comunidades campesinas para la
implementación de proyectos extractivos o nuevas economías de enclave, como la
explotación de carbón a cielo abierto y la agroindustria de palma de aceite. El despojo es una
amenaza latente que no está relacionada de manera exclusiva con la existencia de un aparato
paramilitar, sino con las violaciones a los derechos de los campesinos. Estas agresiones tienen
como objetivo el destierro, y a partir de ellas se relacionan los operativos y la militarización
de la región, los procesos de erradicación de la hoja de coca y las ejecuciones extrajudiciales.

98
La relación entre las acciones del paramilitarismo y los hechos de despojo se caracteriza,
en primer lugar, porque estos no son ataques antisubversivos, sino ataques contra las
comunidades campesinas que fueron estigmatizadas como guerrilleras, para arrebatarles el
control territorial, comunitario y exterminar sus formas de autonomía –como las Juntas de
Acción Comunal– y el tejido social. El objetivo de cada una de sus estrategias está orientado
a imponer un nuevo orden que garantice la explotación de recursos mineros y petroleros, sin
importar la descomposición de la vida campesina.

La noción de despojo en la memoria colectiva de las comunidades campesinas


sustenta formas de resistencia, de organización social y de autonomía territorial
Uno de los aspectos fundamentales que conlleva el análisis de la noción de despojo entre
las comunidades campesinas que integran Ascamcat se relaciona con las formas de
organización que se gestan como resistencia. En efecto, el despojo ocasionado por los
paramilitares impactó los referentes de la identidad territorial y el sentido de pertenencia del
campesinado con el Catatumbo. Estas nociones se han resignificado a partir de la memoria
colectiva, mediante el desarrollo de procesos de organización y acciones políticas que giran
en torno a la reafirmación de una identidad territorial catatumbera. Esta identidad se expresa
en nociones como «somos hijos del Catatumbo» y en acciones como la conformación de
refugios humanitarios para evitar ser desterrados nuevamente. La constitución de una Zona
de Reserva Campesina de hecho, que le permita al campesinado no solo permanecer y
recuperar sus formas de vida en el Catatumbo, sino también defenderlo de la explotación
minera, representa la reafirmación de la identidad territorial.
La memoria colectiva sobre el despojo reafirma el sentido de pertenencia con una identidad
y un territorio, que a su vez constituye una forma de organización social y movilización. Con
esto se busca, por un lado, recuperar y recrear las formas de ser campesino, su organización
social y comunitaria, etc. Por otro lado, se busca el reconocimiento de una identidad
campesina en la que se sustente la reclamación de derechos especiales y específicos y que
sirva de soporte para la implementación de procesos de autonomía territorial, como las Zonas
de Reserva Campesina.
Los procesos de restitución de las comunidades campesinas deben partir de la comprensión
de la noción de despojo e integrar los referentes identitarios y territoriales, así como los
mecanismos de recuperación y agenciamiento de autonomías que permitan contrarrestar los
efectos del despojo. Es preciso considerar que la Zona de Reserva Campesina de hecho es
una forma de restituir el tejido social, evitar el destierro y los procesos de
desterritorialización, contrarrestar la acumulación de tierras en el Catatumbo y promover la
“campesinización” del campo.

99
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