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Literatura española del Barroco
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Literatura española del Barroco
Rasgos más destacados en los recursos literarios empleados (ver listado de la Guía II):
o Metáfora: consiste en denominar un objeto por el nombre de otro con el que presuntamente
guarda alguna semejanza. (término real imaginario).
o Metonimia o sinécdoque: establecer entre los objetos relaciones de causalidad. Dar a un objeto
el nombre de una de sus partes o a una parte el nombre de la otra, o a una parte el nombre del
todo.
o Retruécano.
o Zeugma.
o Acumulaciones expresivas.
o Hipérbole: realizar una ponderación exagera para conseguir un efecto expresivo de gran
intensidad.
o Quiasmo: paralelismo cruzado en una frase o verso.
o Onomatopeyas.
o Diseminación-recolección.
o Alusiones.
o Paranomasia: se sitúan próximas en la frase dos palabras que se parecen fonéticamente.
o Calambur.
o Alegoría: también llamada metáfora continuada.
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Primera parte de la Galatea (1585): primera novela del autor. Responde a las
características del género pastoril al enlazar una serie de cuadros protagonizados por
pastores (personajes convencionales que expresan sus dolores de amor y se quejan
poéticamente en el marco de una naturaleza también convencional). Sin embargo,
Cervantes realiza una reinterpretación del género pastoril que entronca con toda una
tradición que se remonta a las bucólicas virgilianas, pasando por Garcilaso (por
ejemplo, introduce elementos de muerte en el mundo pastoril, en el cual todo este tipo
de manifestaciones se encontraba ausente).
Se trata de una obra dividida en seis libros que narran varias historias que se van
entrecruzando con un motivo común: el amor. La casuística de episodios amorosos es
muy variada y no se restringe solamente a protagonistas pastoriles. La filosofía está
influenciada por el neoplatonismo de los Diálogos de Amor de León Hebreo, así como
por la obra pastoril por excelencia, la Arcadia de Sannazaro. Es importante hacer notar
la alternancia entre prosa y verso con las composiciones de diversos tipos de metros
que salpican el poema. Su adscripción genérica plantea problemas a los críticos, pues
la debilidad de su trama hace que muchos la consideren más próxima a la poesía que a
la novela. El propio Cervantes, según señala en el prólogo, concibe la obra más como
poesía (égloga pastoril) que como novela busca una elevación en discurso,
artificiosidad en el estilo, gran elaboración retórica y recuerda que los pastores son
ficciones literarias y máscaras poéticas (a pesar de la verosimilitud del clima) y prometió
una segunda parte en varias ocasiones, pero nunca llegó a escribirla.
o Elicio y Galatea: núcleo principal. El padre de Galatea desea casarla con el rico
Erastro.
o Otros episodios son protagonizados por distintos pastores y exploran otros
matices sentimentales.
El elemento pastoril, central en esta novela, reaparece en otras obras (como los motivos
pastoriles del mismo Quijote).
Las novelas ejemplares (1613): Independientemente del año de publicación, algunas de
estas novelas se escribieron con bastante anterioridad y no fueron concebidas de forma
conjunta. Probablemente entre 1590 y 1612, fechas en las que Cervantes redacta
también otras novelas cortas (como las incluidas en la primera parte del Quijote).
Siguiendo la tradición italiana de los novellieri o la de los cuentos tradicionales al estilo
del Patrañuelo de Timoneda, Cervantes crea una serie de novelas que son algo más
que un texto prototípico con personajes inertes: añade el realismo y una mayor
complejidad psicológica y social que da a sus textos un carácter propio. A este realismo
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En el peregrinar, les suceden infinidad de casos y topan con muchos personajes, cada
uno con una historia. En el centro de todos los personajes está el amor, ya sea
platónico y puro o lujurioso.
La novela comienza in media res en una isla de bárbaros donde han caído presos tras
diversas peripecias. Conseguirán huir tras diversas aventuras y en su camino se irán
juntando personajes, relatos, aventuras… con numerosas anagnórisis (reencuentro y
reconocimiento de dos personajes a los que el tiempo y las circunstancias han
separado).
Un naufragio separará a los viajeros, obligados a peregrinar y que posteriormente
volverán a reencontrarse. Tras lo cual, el desenlace recoge la conversión de
Sigismunda a la fe católica tras curar de una enfermedad que le provocan con
hechicerías y el casamiento con Persiles.
Cervantes vuelve a mostrar preocupación por la verosimilitud, recurriendo de nuevo a
alucinaciones, sueños…La novela puede considerarse una de las versiones
contrarreformistas del esquema bizantino.
Los pastores de Belén: prosas y versos dedicados al Niño Dios y a su propio hijo.
Tonalidad religiosa y de desengaño en un ambiente familiar y folclórico típico de la
Navidad (tipo Arcadia pastoril a lo divino).
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suele hablar de novela corta o cortesana, subrayando los orígenes italianos y la vinculación con el
modelo de Boccaccio. Sin embargo, en España no es un género autónomo sino una mezcolanza de
elementos narrativos.
Los autores de la novela corta aceptan una tradición resumida en Cervantes (tradición oral +
narraciones didácticas + modelos de la narración italiana):
Objetivos: entretener y enseñar, marcándose buena parte de la producción con una
intención didáctica.
Acción: escenarios urbanos con personajes de clase social acomodada que se relacionan
en tramas amorosas y galantes con enredos diversos. Dos tratamientos del amor: casto e
idealizado / sensual.
En el fondo de las tramas se dibuja un marco social con elementos costumbristas y
personajes de estratos sociales más bajas, pero normalmente no de ínfima condición social.
Estructura: predomina la miscelánea (novelas de tipo italiano + relatos jocosos + picarescos
+ paródicos + poesías…).
Fuentes de inspiración: variadas y procedentes de todos los géneros anteriores nacionales y
de los novelistas italianos.
Principales autores:
1) Alonso de Castillo Solórzano: escritor cortesano que destaca por su abundante producción
novelesca y por su puesto al servicio de los nobles en situación de mecenazgo, lo que hace que
su producción sea toda para el ámbito cortesano y carezca de originalidad.
Autor de colecciones novelísticas de consumo, integrado cómodamente en el sistema. Trata
una gran variedad temática y de elementos genéricos, lo que no impide la aparición de
elementos comunes de la novela corta como los abundantes retratos de los personajes y una
tendencia descriptiva centrada sobre todo en la vestimenta.
En 1625 publica Tardes entretenidas, colección de seis novelitas cortesanas que inaugurará
una nutrida serie en este género. Son relatos de marco, que narran unas damas reunidas en
una quinta en mayo, que se quieren entretener con historias al estilo italiano (realismo +
caricatura + burla + bocetos de costumbres). Es una colección variada en temática y tono
Por ejemplo, El amor en la venganza advierte a los reyes sobre el cuidado en la elección de sus
ministros y en La fantasma de Valencia un caballero finge ser un fantasma para visitar a su
amada.
2) Salas Barbadillo: dedicado a la vida alegre y literaria, más que a los negocios, tiene ciertos
problemas al difundir sátiras contra algunos alguaciles. Caracterizan sus obras la presencia de
elementos jocosos, que se acercan a la caricatura costumbrista y a la picaresca. Su estilo se ha
calificado de “conceptismo jocoso”, que no llega a los extremos quevedianos, pero utiliza los
juegos y los chistes lingüísticos con gran soltura. Entre sus obras destaca Don Diego de Noche:
relata nueva aventuras que le suceden a don Diego, una cada noche (citas nocturnas,
problemas de honra, encuentros con supuestos cadáveres, aventuras con trasgos y
duendes…).
3) Céspedes y Meneses: vida muy turbulenta (encarcelado, a punto de ser ejecutado, condenado
a galeras, desterrado…). En todo caso, cuenta con una faceta de historiador que traslada a la
novela (detalles históricos precisos) e inclinación a lo trágico y morboso. Mezcla la belleza y el
horror en descripciones macabras de escenas eróticas y fiestas lujosas.
Dejando a un lado sus obras históricas, en 1623 publica Historias peregrinas y ejemplares,
compuesta por seis novelas cortas dedicadas a sendas aventuras amorosas y situadas cada
una en una ciudad distinta. Todos los relatos son aventuras sentimentales con episodios
trágicos y aire de novelística italiana.
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La atracción de la fantasía moral lucianesca provoca un producto híbrido entre costumbrista, apicarado
y galería de tipos grotescos (variedades representativas de estas mezclas son en buena parte el
Buscón y el Diablo Cojuelo), donde los elementos picarescos se subordinan a estructuras diversas. En
varios latos picarescos de la etapa decadente, la técnica autobiográfica dará paso a la tercera persona
y se pierde la novelización del punto de vista, tan esencial en la formación del género.
Bajo este género, se engloban libros de muy distinta índole, propósitos y estructura; sin embargo,
todos (o la mayoría) tienen en cuenta el esquema básico picaresco, sea para asumirlo o para negarlo o
modificarlo, en un diálogo intertextual que no sería inteligible sin la consideración de ese mismo código
de referencia.
Una de las novelas picarescas o adaptaciones del modelo más importantes es la Vida del escudero
Marcos de Obregón, de Vicente Espinel, donde el autor manipula la secuencia temporal (que ya no
será lineal) y se ve influenciado por Cervantes (historias de cautiverio, la fantasía del Persiles…). El
protagonista se configura, además, como un personaje distinto de un pícaro, receptor de educación y
cuyos ejemplos vitales no son siempre negativos. Algunos críticos la sitúan fuera del género, sin
embargo la reacción frente al género picaresco realizada por Espinel hace que tenga en cuenta el
modelo.
La obra narra cronológicamente la vida y aventuras de un pícaro, que como tal, procede de una familia
muy humilde de la que deja de depender muy joven y emprende un camino terrible, lleno de viajes,
peripecias, aventuras, desengaños amorosos, castigos y un final esperanzador que supone la
conversión del pícaro, todo ello, narrado desde la perspectiva autobiográfica.
Guzmán de Alfarache es hijo adulterio y de origen infame. Muerto su padre abandona Sevilla con
intención de buscar a sus parientes en Italia. Sufre la burla y el engaño durante todo su recorrido; que
incluye su estancia como pícaro en Madrid, el rechazo de su familia en Génova (que alimentará su
deseo de venganza), la mendicidad en Roma y, ya en la segunda parte, la venganza consumada y la
vuelta a España. Esta extensión geográfica modifica el ámbito local del Lazarillo y los rasgos de la
descripción costumbrista se someten a una visión más compleja del mundo. Además, el pícaro tendrá
una vida amorosa insatisfactoria (la primera mujer le lleva a la ruina y la segunda le termina
abandonando) y será encarcelado y condenado a galeras, donde se arrepentirá. Finalmente escribirá
su vida como aviso y escarmiento de otros. La sátira y la denuncia de numerosos aspectos de la
sociedad contemporánea (elevados al prisma general del juicio universal) adquieren también amplias
dimensiones.
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El relato, emitido desde la perspectiva del Guzmán maduro, tras la experiencia en galeras, termina
cuando delata a unos compañeros que quieren fugarse, ganando en premio la libertad conversión
del pícaro que orienta la lectura de todo lo narrado en tono moral y pedagógico.
La novela constituye una pieza de gran riqueza que presenta un conjunto amplio de episodios y
digresiones morales en forma de estructura ramificada, en la que se incluye una ampliación de la
geografía, unas dosis grandes de folclore y costumbrismo, una crítica acerada y satírica hacia la
sociedad de su tiempo, y un fondo de sentido moralizante y cristiano expresado en un estilo barroco de
elaboración variada que mezcla y aúna multitud de elementos dispares que facilitan la enseñanza. El
Lazarillo le sirve como modelo literario, pero va mucho más allá de esta obra, creando una verdadera
novela “barroca” con un rico repertorio de estilos, con modelos de toda clase de periodos y paradigmas
memorables de todas las galas de elocutio.
La contrariedad entre las reflexiones y los hechos es explicable desde la mirada de un narrador
convertido que evoca desde su situación actual las conductas reprensibles (el pícaro hace lo que no
debe). En este conflicto entre la regla moral conocida y no respetada radica la lucha que supone el
libre albedrío y muestra cómo el hombre es dueño de elegir su destino, teniendo siempre abierta la
posibilidad de conversión (mensaje eminentemente cristiano). Entre las fuentes que sustentan el
trazado de la novela, además de la experiencia personal del autor, hay que tener en cuenta los
modelos literarios del Lazarillo, las confesiones religiosas (San Agustín) y la moralidad de los relatos
lucianescos. En todos ellos encuentra aspectos utilizables para su objetivo: la peregrinación física y
moral, la contraposición pecado/penitencia-arrepentimiento, el análisis de conductas y conciencias…
Así, la historia de una conversión es la línea constructiva que unifica los episodios.
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Lázaro Carreter también se ha pronunciado en contra del presunto didactismo de la obra que se le
suele atribuir por inercia al estar incluida entre las novelas picarescas. El Buscón es ante todo una obra
de ingenio, cuya máxima originalidad reside en el estilo, en la portentosa utilización de los verbos y la
intensidad de la palabra que atrae la atención sobre sí misma.
Publicada en el año 1626 con el largo título de Historia de la vida del buscón llamado don Pablos,
ejemplo de vagabundo y espejo de tacaños. En este libro encontramos una serie de capítulos de la
vida del protagonista que muestra cierta intención moralizante, aunque no tan evidente como en el
Guzmán. Aquí el protagonista es un delincuente que realmente no busca un cambio sino que desea
ascender por medio del engaño y lo que finalmente consigue es la degradación más absoluta.
En esta obra, Quevedo muestra perfectamente las nuevas tendencias barrocas, así vemos el manejo
de recursos como la intensificación y la acumulación, junto con otros como el chiste o el retruécano,
que le sirven al autor para presentar un mundo lleno de seres despreciables que viven en un mundo
igual de mezquino y macabro del que Quevedo hace una genial sátira en su gran novela picaresca.
Quevedo destruye la estructura novelesca reduciéndola a una serie de cuadros y todos los intentos
irán dirigidos a elaborar una prosa que justifique tanto pesimismo. El autor sigue las líneas de la novela
picaresca: narración en primera persona, ascendencia innoble del pícaro que predetermina su
marginación… pero rompe su trabazón. La presencia del protagonista es lo único que sirve de
elemento de unión entre los capítulos de la obra. El desarrollo lineal de la obra no se ve alterada por
las pequeñas digresiones como ocurría con el Guzmán de Alfarache. La obra se divide en 3 libros que
constituyen una cierta unidad temática.
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amistarse o reñir con personajes como Carrillo y Lope (amigos) o Góngora y Pacheco de Narváez
(enemigos). En 1639 vuelve a entrar en prisión, sin razones claras; saliendo en 1643. Fallece en 1945.
La figura de Quevedo es, sin lugar a dudas, una de las más emblemáticas del Barroco español.
Hombre barroco en sí, nos presenta siempre una riqueza y multitud de temas y estilos que abarcan
desde las obras de carácter político, histórico o religioso hasta la sátira más burlesca y mordaz de
dimensiones feroces. Su estilo literario, dentro del conceptismo intricado, presenta una enorme riqueza
y variedad de rasgos, que, aunque a simple vista parecieran sencillos a ojos del lector, es necesaria
una introspección literaria y textual para adentrarse en el juego palabra-concepto figura-burla que
establece. Su obra ha de leerse, por lo tanto, con atención y detalle, pues esconde múltiples facetas de
análisis y supone un punto de referencia para el estudio del estilo barroco, de la evolución de los
géneros (como la picaresca) o para la comprensión de otros autores.
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La serie se abre con el Sueño del Juicio Final, compuesto hacia 1605. La ficción narrativa es la
del sueño que acomete al locutor tras haber estado leyendo en el libro del Beato Hipólito sobre
el fin del mundo. Planteado el marco, el núcleo de la pieza será la descripción de juicio final, en
dos secciones: la llamada al tribunal, con la resurrección de los muertos, y el mismo juicio.
Sobre este esquema se va hilando la sátira de una colección de personajes viciosos que
volverán a aparecer en los restantes sueños y discursos, con variadas modulaciones:
avarientos, escribanos, lujuriosos, mujeres hermosas y públicas, un médico asesino, el juez
corrompido y sobornado, una fila de los bajos oficios (taberneros, sastres, zapateros), etc. En el
juicio acompañarán a estos otros personajes históricos, como Herodes, Mahoma y Lutero, y
algunos representantes de la necedad y la locura, como los astrólogos y el caballero alindado.
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En el Sueño del infierno, el narrador, según dice por especial providencia de Dios y guiado por
su ángel custodio (que ya no volverá a aparecer), ve dos sendas que nacen de un mismo lugar,
pero que conducen a dos lugares opuestos: la salvación o el infierno. Así, se inicia la
descripción del camino de la izquierda, de sus transeúntes y de su destino final: el infierno. Del
catálogo satirizado forman parte de nuevo los servidores de la vanidad, de la locura y la
hipocresía, observables desde la perspectiva satírica de las figuras.
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Una segunda parte del libro se centra en temas políticos, y analiza la situación europea y
española en particular, retratando satíricamente a diversos países (Venecia, Génova, Alemania,
Holanda). El cuadro de La isla de los monopantos, sátira antisemita intercalada en este
segundo libro, ha sido interpretado como un ataque a la política favorable de Olivares respecto
a los marranos. En estas páginas se concentran las principales claves de la preocupación
política quevediana: los arbitristas, el reparto de los tributos, etc.
La prosa conceptista de La hora de todos y la Fortuna con seso es el resumen culminante de
todos los recursos apuntados para los Sueños o el Buscón en su grado más alto de madurez
expresiva.
Además, siempre se busca el efecto ingenioso, como es el caso de “El coloquio de los perros” de
Cervantes y “Sueños” de Quevedo. Estos dos ejemplos son los más importantes del relato lucianesco
en el s.XVII. Otro ejemplo de relato lucianesco, aunque muy cercano a la estética de la picaresca, es
“El diablo cojuelo”.
En Los Sueños no hay duda de la influencia de Luciano de Samosata, La Divina Comedia de Dante o
las Danzas de la Muerte de Jorge Manrique, aunque cuando leemos a Quevedo, vemos las pinceladas
de Jerónimo Bosch “El Bosco”, ya que las obras del pintor son un fiel reflejo del relato quevedesco: una
realidad desgarrada y monstruosamente deformada.
Los Sueños se muestran muy próximos al surrealismo, con sus fantasías oníricas que prescinden de
toda ordenación lógica y expresan el alucinante mundo de lo subconsciente. La intención última es de
índole moral: mostrar lacras sociales y reprender vicios. Claro que el producto final, rebasa con mucho
esta aspiración.
Los relatos constituyen una serie de cuadros expresionistas, hechos al estilo de la fantasía lucianesca,
en los que la inagotable vena sarcástica del autor pone en la picota a los diversos oficios y estados.
Son relatos de estructura abierta en los que la ficción de un sueño da cabida a todo lo que pasa por la
imaginación del creador.
El tema dominante es la visión caricaturesca del mundo de ultratumba. Los tipos humanos sin
estilizaciones grotescas de los distintos “status” sociales con los que Quevedo se ensaña a fondo.
Toda la fauna social aparece deformada a la luz del esperpentismo quevedesco.
El lenguaje conceptista no puede ser más expresivo e hiriente.
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1640 – El político don Fernando el Católico: discurso panegírico en elogio a las virtudes del
rey Católico, modelo que ya había sido evocado en su primera obra. Destaca sobre todo la
prudencia y el valor. En este libro hay una parte de teoría política en la línea de los
tratadistas barrocos.
1651 – El Criticón – problemas con sus superiores por su rebeldía a someterse a la censura.
Se le destituye de su cátedra y traslada a Tarazona, donde fallece en 1658. La obra aparece
en tres partes que se dividen en capítulos, llamados por Gracián “crisis”. La primera parte
consta de 13 crisis (“En la Primavera de la Niñez y en el Estío de la Juventud), la segunda
parte otras 13 (“Juiciosa cortesana filosofía. En el Otoño de la Varonil Edad) y la tercera de
12 (“En el Invierno de la Vejez”). La obra es una alegoría, especie de novela moral y
filosófica en que se mezcla narración y sermón, sátira social y relato. Una revisión de la vida
humana, desde la niñez a la vejez, desde la ilusión al desengaño. Los personajes realizan
un viaje iniciático, Andrenio y Critilo, y son símbolo de los instintos y la razón, las dos caras
de un mismo yo.
La variedad de ámbitos y la amplitud del viaje permiten desarrollar a Gracián una mixtura
compleja de datos históricos, alusiones concretas y simbolismos molares. La alegoría
central está llena de apólogos, alegorías menores, emblemas, fábulas y toda clase de
subgéneros alegórico-morales. El Criticón es uno de los libros más ricos del siglo de oro en
reminiscencias y alusiones literarias. Obvias son las inspiraciones tomadas de obras como
La Biblia, la Summa Theologica de Santo Tomás o la literatura espiritual y religiosa.
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Manierismo y Barroco tienen en común una falta de sentido de la proporción en los elementos
metafóricos, antítesis, juegos de agudeza, mezclas de lo real e irreal. Sin embargo, el Barroco es
sobre todo emocional y el Manierismo intelectual.
Rasgos definitorios del Manierismo poético:
Pluritematismo.
Rígida y meditada estructura desintegradora.
Valoración de lo secundario.
Orden intelectual, frente al orden emotivo barroco.
Complicada estructura métrica y sintáctica, alarde técnico.
Anticlasicismo.
Subjetividad, intelectualismo, aristocracia, refinamiento…
Predominio de la fantasía.
Tendencia al arte por el arte (dimensión lúdica de la poesía).
Góngora y Quevedo presentan aspectos manieristas y barrocos.
Por otra parte, la tradición popular castellana estará presente de manera constante en los versos
de arte menor, romances, letrillas, cancioncillas, etc. El XVII es la época de esplendor del
romancero nuevo, donde la música tiene capital importancia. Todas las modalidades romanceriles
tiene representación (Flores de romances nuevos; Romancero general) con gran éxito del género.
A lo largo del siglo, aparecen también colecciones menores (romancerillos) que advierten del
cambio de los gustos. A los romances pastoriles y moriscos se unen las letrillas para cantar y las
seguidillas, poesías hechas para ser cantadas y que se transmiten por vía musical. Uno de los
romancerillos más importantes es Primavera y flor de los mejores romances de Pedro Arias
Pérez. Tanto en los romances como en los romancerillos se recogen poetas de la categoría de
Góngora y Quevedo.
Al lado de la gran tradición del romancero, encontramos otras modalidades de la poesía popular
de difusión oral (cancionero tradicional) que se divulgan ahora también en versiones impresas y,
sobre todo, en teatro Lope de Vega clave para entender la recuperación literaria de muchas
canciones tradicionales.
Otra mezcla de lo tradicional y lo individual la constituyen los villancicos y letrillas, en sus
variantes religiosas, amorosas y satíricas. Lope, Góngora y Quevedo son los más conocidos
cultivadores.
Líneas o tendencias poéticas: conceptismo y culteranismo
En la crítica de principios de siglo se solía oponer tajantemente el conceptismo al culteranismo.
Para Menéndez Pelayo, Góngora (culteranismo) era pobre de ideas y rico de imágenes; mientras
Quevedo (conceptismo) se pierde por lo profundo. En el siglo XVIII se hacen sinónimos
culteranismo y gongorismo, aunque como señala Dámaso Alonso el cultismo literario avanza
desde el Renacimiento y el gongorismo es una manifestación peculiar del mismo.
Por su parte, Parker reserva el término conceptismo para designar el procedimiento metafórico
general del Barroco y culteranismo para referirse a la latinización del lenguaje y a las metáforas
típicamente gongorinas (refinamiento del conceptismo injertando en él la tradición latinizante).
Así, el conceptismo es la estética sobre la que se basa toda la escritura barroca, incluida la
culterana.
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La poesía culta es pues una línea continua de progresiva complicación en la búsqueda de una
lengua poética autónoma, cuyas primeras etapas ya se ven en Juan de Mena y que desemboca
en Góngora y sus seguidores, según un proceso de elaboración técnica.
Otra línea poética es la “escuela cortesana” o “del amor cortés” que se transmite de Garcilaso a
Camoens, Salinas, Villamediana y Lope, en un proceso de estilización de la sensibilidad (no de la
técnica garcilasiana).
Rasgos característicos de la poesía barroca
Fulgor e intensidad desconocidos en la expresión de la belleza.
Incorporación de aspectos grotescos, feos, horribles o macabros gusto por lo anormal,
lo insólito.
El color como elemento caracterizador sentido armónico del color en los objetos (flores,
piedras preciosas…).
Intensificación de imágenes y tópicos procedentes de la poesía petrarquista (fuego,
llanto…) idealización platónica.
Incorporación de temas específicamente barrocos sobre el código petrarquista:
o Carpe diem organizado sobre el motivo del retrato, se carga de una intensa
connotación de “fugacidad de la vida” o abandona el ámbito de la belleza para
realizar un tratamiento picaresco (satisfacer los instintos).
o Visión de lo feo y degrado frente al platonismo idealizante (Quevedo, presentación
satírica).
o Motivos prostibularios, episodios obscenos, etc.
o Fábulas mitológicas que conservan la pura belleza del Renacimiento pero también
integran enseñanzas morales y pueden llegar a degradar el mito (dioses como
rufianes, ninfas rameras…) caricaturización y mofa.
o Beatus ille capacidad para expresar el desengaño.
o Ubi sunt visión de las glorias pasadas y de las ruinas frente a la destrucción
presente (sirven de lección). Calaveras, esqueletos o cenizas simbolizan la
fragilidad humana. Esta fórmula también conoce las versiones burlescas.
o Tema central del barroco el desengaño fundamentado en el tiempo y la muerte
se siente la angustia del existir como camino hacia la muerte. Vida = muerte.
o Floración de temas religiosos y morales.
o Sátira política (también relacionada con el desengaño) Villamediana es su
principal cultivador en el siglo XVII debido a sus ambiciones personales (lo que no
se da en Quevedo y Góngora).
Transmisión y difusión de las obras:
En el siglo XVII hay muchas academias en España (asociación de literatos para el cultivo de las
ciencias y las letras), reunidas generalmente en casas de nobles que ejercen el mecenazgo. Las
academias tienen cierta influencia en el ambiente general al haber una gran cantidad de poesía
escrita para ser leída en sesiones académicas.
El poeta se coloca bajo la protección, no siempre generosa, de un noble, al que suele dedicar sus
composiciones. Esta situación provoca la abundancia de poemas de circunstancias (Cervantes-
conde Lemos; Quevedo-duque de Osuna; Góngora-Villamediana-Lerma-Olivares)
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Las posibilidades de difusión eran mínimas y muchos poetas mueren sin ver impresa su obra
lírica. El volumen impreso no fue medio de conocimiento de la poesía y la transmisión manuscrita
era difícil. Ante esto, los problemas de transmisión son graves: atribuciones falsas, obras
perdidas… Han desaparecido así de nuestro mapa actual poetas como Pedro Rodríguez de
Ardila, de gran fama en la época, o no comprendemos bien los elogios a otros coetáneos que nos
parecen mediocres a juzgar por su obra conservada.
La obra suelta se transmite por los pliegos de cordel cuadernillos de cuatro y ocho folios de
poco costo y que conocen infinitas ediciones. De estos pliegos quedan muchos por investigar que
contienen piezas atribuidas a Lope, Góngora, Quevedo…
Así, podemos afirmar que el panorama documental no coincide con el real (la realidad histórica no
es la realidad documental), ya que la transmisión oral permitió gozar de gran popularidad a
composiciones que no pasaron a letra impresa.
Por otro lado, no resulta fácil ordenar la cantidad de poetas y obras del siglo XVII, aunque parece
claro que es la figura de Góngora sobre la que bascula todo el panorama de la lírica barroca.
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2.2. Grupo sevillano: Hay una clara continuidad de estilo desde Herrera hasta los autores
que más nos interesan de la escuela sevillana, lo que nos muestra la clara influencia
que este tuvo sobre los autores andaluces. Es obvio que el grupo de poetas sevillanos
del principio del s. XVII está unido por lazos de amistad, por la común lectura de
Horacio, por la moral estoico-epicúrea del Barroco y por su ética en general.
Andrés Fernández de Andrada: Epístola moral a Fabio. Casi nada se sabe sobre
el autor, toda la fama se debe a un poema singularísimo y excepcional que
conocemos como Epístola moral a Fabio, que consta de 67 tercetos y un cuarteto de
cierre. Es un poema de contenido moral y didáctico en la línea de la doctrina estoica
en su modelo senequista. Expone de manera sencilla y clara la vivencia barroca
sobre la renuncia y el desengaño de la vida en general, y el aprecio de la vida
sencilla.
2.3. Grupo aragonés: tienen en común la afición a los clásicos, el equilibrio formal y el
didactismo. Dentro del grupo aragonés hay un conjunto de poetas de corte más clásico
y otros que se adscriben a tendencias de corte gongorino. Aquí nos ocupamos
especialmente de los primeros.
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Otros poetas:
- Fray Jerónimo de San José
- Martín Miguel Navarro
- Esteban Manuel de Villegas
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Su fuerte personalidad y las nuevas formas que imprime a la poesía hacen que entre los
círculos poéticos de la época se produzcan fuertes enemistades (es el caso de Lope y
Quevedo). Sin embargo, Lope elogió a Góngora y nunca ocultó su admiración por el
cordobés, aun cuando impulsara algunas campañas antigongorinas. Góngora, en cambio,
despreció a Lope y su poesía de la claridad.
Uno de los aspectos que resultan llamativos de su obra es que esta nunca se imprimió en
vida del autor, sino que circuló en copias manuscritas, lo que ha provocado y sigue aún
hoy provocando grandes problemas a los editores de todos los tiempos. A su muerte, solo
se habían impreso doce romances y 37 composiciones varias. El mismo año de su muerte
aparece la edición de Obras en verso del Homero español (López de Vicuña), cuyo título
da ya buena idea de la exaltación de Góngora a la categoría de un clásico. En el conjunto
de su obra poética, destacan los tres grandes poemas: Fábula de Polifemo y Galatea;
Soledades y Panegírico al Duque de Lerma.
En lo que a los rasgos de su obra poética respecta, se han de tener en cuenta dos
aspectos fundamentales: en primer lugar, la versatilidad del autor para componer todo tipo
de obras, pues al lado de sus conocidas Soledades y obras largas de estilo abigarrado,
conservamos una amplísima colección de obras de arte menor, romances y coplas
tradicionales que muestran la facilidad poética que este autor barroco poseía. En segundo
lugar, es necesario tener en cuenta la riqueza expresiva de su estilo poético, uno de los
más complejos de su época (por no decir el que más). Sus juegos con el lenguaje hacen
que este se amolde a los conceptos con una flexibilidad inusitada en todos los planos, en
especial el fónico (aliteraciones y figuras variadas), el léxico y sintáctico (neologismos y
cultismos por influencia constante del latín), y el semántico (en continuos juegos
metafóricos de dificultosa comprensión).
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Literatura española del Barroco
Otro rasgo de la sintaxis gongorina son las fórmulas estilísticas, denominada así por
Damaso Alonso: A si no B; B si no A; no A sino B; A si B…). y, dentro de los recursos
sintácticos encontramos figuras retóricas de posición: plurimembraciones y correlaciones
(muy aficionado a los versos bimembres).
y en el que únicamente Acis armoniza su belleza con la de la ninfa. Pero, como señala
Jammes, en Polifemo no hay solo un aspecto monstruoso sino también un aspecto de
humanización (el cíclope se convierte en amante despechado con sentimientos tiernos e
intensos).
El comienzo del poema ha sido justamente alabado en su contraste con el paisaje marino
cargado pronto de presagios nefastos hasta la descripción de la cueva de Polifemo y del
propio gigante. Historia de amor y frustración sobre el fondo del paisaje siciliano, marcado
por la naturaleza pródiga. Góngora emprende la reelaboración de un tópico, sometiendo
los distintos elementos del tema a una rigurosa estructuración. Jammes ha llamado la
atención sobre la sólida arquitectura del poema en tres cuerpos de dimensiones
sensiblemente iguales:
a) El ambiente: el cíclope, su gruta, la Sicilia fértil o estéril, el reflejo de la belleza de
Galatea.
b) Los amores de Acis y Galatea.
c) El canto de Polifemo.
La unidad se basa también en el contenido poético, en la relación entre los temas
principales que apuntan ya al mundo de las Soledades: tema rústico, del mar, las
navegaciones y el amor.
Todos los recursos del poeta culto se hallan en Polifemo, quizá más contenidos por la
forma métrica de la octava pero con acumulación de hipérbatos, construcciones absolutas,
léxico suntuario y colorista, correlaciones… El metaforismo explora renovaciones
invirtiendo la dirección de los ejes metafóricos. Es una muestra ejemplar de barroquismo.
Las Soledades: Según Pellicer el plan de Góngora constaba de cuatro soledades que
simbolizarían las cuatro edades del hombre. Díaz de Rivas habla, en cambio de cuatro
aspectos de la naturaleza.
Escritas inmediatamente después del Polifemo, Soledades consta de dos cantos: la
Soledad primera y la Soledad segunda (incompleta). Las Soledades gongorinas presentan
un hilo narrativo sumamente tenue y lo más importante en ellas será la descripción de la
naturaleza. Introduce a un joven despersonificado, el peregrino es sólo unos ojos que ven y
unos oídos que oyen a través de los cuales el poeta nos va a representar el espectáculo de
la naturaleza.
La naturaleza, como realidad y como impresión, está siempre presente. Y en
contraposición con ella asoma para ser rechazada la ciudad que aparece como símbolo del
caos, provocado por la ambición. Góngora prescinde del elemento religioso en esta obra,
tan presente en el resto de sus coetáneos. Esta ausencia, una vez más, se debe a su
rebelde temperamento, que aspira a dejar a un lado las realidades íntimas.
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Literatura española del Barroco
Las fábulas mitológicas: uno de los poemas más ambiciosos de la lírica barroca
es la Fábula de Faetón, cuya fuente argumental son las Metamorfosis ovidianas.
Hay numerosos recuerdos concretos de pasajes gongorinos y la estructura se
toma de Marino, L’Adone conciliación de dos movimientos poéticos claves en
la poesía europea del tiempo. El autor adapta la obra a la sociedad de su tiempo
con la presencia del tema de honra.
2.2. Soto de Rojas: nacido en Granada, con carácter muy altivo y propenso a
discusiones y altercados. Sus viajes a la corte le permitieron participar en las
academias literarias del Madrid del Barroco, donde entabló amistad con Góngora y
Lope.
Su obra, de raíces petrarquistas y garcilasianas e influencia marcadamente
gongorina, presenta una gran continuidad a través de tres poemas:
Desengaños de amor en rimas: dedicado al conde-duque de Olivares, fue una
de las publicaciones dirigidas indirectamente en contra de la “nueva poesía”.
Las rimas tienen dos partes: en la primera domina el tema amoroso y los
sonetos van dirigidos a una amada, siendo constantes los tópicos del
petrarquismo; en la segunda aparecen algunos poemas de entonación
religiosa, se introduce el desengaño barroco y el gusto por las descripciones de
frutas y flores.
Rayos del Faetón: también la dedica al conde-duque de Olivares en Barcelona
y desarrolla el mito de Faetón, de intensas connotaciones barrocas, en 257
octavas.
Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos: descripción
culterana del jardín que tenía en Granada. La estética es plenamente
gongorina. El “Paraíso” es la expresión de la soledad ensombrecida por el
desengaño, pero iluminada por la contemplación de la naturaleza.
2.3. Juan de Jáuregui: Personaje sevillano peculiar: pintor, teórico y poeta, que
arremetió en dura polémica contra las Soledades gongorinas. Su principal obra
poética la constituyen:
Rimas: principalmente poesías de circunstancias y donde expone su poética,
que comenta también en otros lugares como el Discurso poético.
El poema tiene 3 partes: alma (asunto), cuerpo (sentencias) y adorno
(imágenes, sonoridad, etc.) Estos 3 elementos guardan una correspondencia
guiada por el decoro y la igualdad. Jáuregui se sitúa en las antípodas de la
estilística barroca de lo "trágico y lo cómico a la vez", propone una fórmula en
que el cuidado formal se corresponda con la profundidad de los contenidos.
Esta estética, priva al autor de muchas posibilidades estéticas, por lo que en
parte, sus rimas se resienten ligeramente.
Orfeo: poema de 168 octavas en cinco cantos y muestra más consumada de
su poesía cultista. Narra la fábula de Ovidio (Las Metamorfosis). Se instala en
la estética gongorina (aunque su influencia es cuestionada) y marinista y su
aire culterano provocó las sátiras de los poetas llanos de la esfera lopiana y
del propio Lope.
2.4. Gabriel Bocángel: su poesía, de influencia gongorina pone, sin embargo, límites a
la oscuridad y el ingenio desbordado. Poeta moderadamente prolífico cuyas obras q
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Literatura española del Barroco
han sido recopiladas en 3 partes: Rimas y prosas, La lira de las musas y Los
poemas laudatorios y descriptivos. Además tiene algunos intentos en el género
dramático y de comedia sin demasiados aciertos.
Rimas y prosas: dedicado a Jáuregui, se trata de la descripción del templo de
Venus. En los sonetos vemos que las moralidades abundan, además de una
clara influencia petrarquista.
La lira de las musas: conjunto de estampas con un lenguaje que aspira a la
dulzura garcilasiana, aunque es algo más alambicado. Los romances
presentan una clara influencia por parte de Góngora y Quevedo.
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Literatura española del Barroco
La personalidad de Lope es complicada para analizarla sólo en unas líneas, pero podríamos decir
que era un personaje simpático que vivió una vida apasionada que despertaba una entregada
adhesión en sus lectores. Tan conformista y convencional en sus ideas políticas, y tan fuera de
los común en su vida personal., como él mismo decía, no se le conoció más vicio que el “natural
amor”. A pesar de sus atropellos a las convenciones sociales, nunca fue tan perverso como
Góngora y Quevedo.
El mejor documento sobre la vida de Lope de Vega son sus propias obras, de las que se
desprende su carácter vitalista y extrovertido. Fue dejando a lo largo de su inmensa producción
lírica, épica y dramática, alusiones y comentarios a su propia peripecia vital. Muchos son los
textos de Lope que aportan información sobre diversos aspectos de su vida, así por ejemplo, el
romancero juvenil describe bajo el disfraz pastoril o morisco, los primeros amores del poeta y los
conflictos que le acarrearon. La Dorotea recoge una turbulenta época de la vida del Fénix, y las
epístolas de La Filomena y La Circe completan estos textos autobiográficos capitales.
Pero las referencias a su propia vida no acaban aquí, sino que aparecen a lo largo de toda su
producción lírica, épica, incluso dramática. No se puede contener y continuamente alude a sus
odios y a sus amores y a sus vivencias en general
Llamado por Cervantes “monstruo de la naturaleza”, este autor fue capaz de cambiar las bases
del teatro y marcar su impronta en todos los sectores literarios, además de producir un ingente
volumen de poesía lírica de calidad que tuvo un amplio número de seguidores. La variedad de
estilos que abarca es notable, tanto en las formas métricas como en su temática, que oscila
desde las puras canciones tradicionales y romances hasta poemas épicos de longitud notable y
estilo elevado pasando por poemas religiosos, amorosos, paródicos, o serios. Otra de las
características notables de su obra es la combinación y mezcla de poesía-prosa-teatro, que
confieren al conjunto una unidad inseparable y de gran riqueza.
Centrándonos en la poesía, Lope acoge todo tipo de influencias (Petrarca, Cancioneros,
Romancero) y modalidades poéticas. Integra su experiencia vital en su poesía, transmutando sus
amores, gozos y melancolías en materia lírica; pero el resultado no es biografía, sino verdadera
poesía.
1. La poesía amorosa de Lope de Vega:
Centrándonos en la poesía, Lope acoge todo tipo de influencias (Petrarca, Cancioneros,
Romancero) y modalidades poéticas. Integra su experiencia vital en su poesía, transmutando
sus amores, gozos y melancolías en materia lírica; pero el resultado no es biografía, sino
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verdadera poesía. Así, su poesía amorosa se encuentra en una gran extensión y variedad de
obra lírica, que vamos a intentar clasificar:
1.2. Las Rimas: volumen que contenía La hermosura de Angélica, La Dragoneta y 200
sonetos. Después de una primera publicación, se añade a la edición Arte nuevo de
hacer comedias. Los sonetos son parte nuclear del libro y pertenecen a la tradición
petrarquista, aunque impregnados de la pasión lírica que caracteriza al vitalismo
lopiano.
Los sonetos de Lope son un claro exponente de la poesía petrarquista que proviene
del Renacimiento a través de Herrera, aunque en muchos de ellos la voz personal de
Lope, siempre tan intensa y vital, hace olvidar cualquier reminiscencia o parecido
estilístico. En el petrarquismo básico que sostiene el diseño formal de sus sonetos se
traslucen connotaciones eróticas de gran intensidad en alguno de los poemas famosos
de los mansos, en los que evoca la ruptura con Elena Osorio, recuerda su belleza
vivida, fuera de los tópicos de la descriptio femenina, e implora el regreso de la amada
bajo la ficción del manso huido del pastor o robado. Son frecuentes las alusiones a
Troya y a la mítica Elena, y no faltan las alusiones al destierro.
De los 200 sonetos, 117 son amorosos, un verdadero caleidoscopio del sentimiento
erótico. Aunque también aflora en sus poemas la temática del desengaño y las
reflexiones sobre la existencia humana que se teñían de pesimismo, recordándonos
ligeramente a Quevedo. Siendo la segunda parte de las Rimas donde se incluyen
temas variados.
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3. Comente las obras y propuesta estética de los principales poetas del entorno de Lope
de Vega: el conde de Salinas, Antonio Enríquez Gómez o José de Valdivieso, entre
otros que considere.
Hay un conjunto de poetas que se mantiene relativamente al margen del gongorismo y no
están situados geográficamente en los dos principales grupos (aragonés y sevillano). Su
ámbito regional es el castellano (Toledo y Madrid como núcleos) y sus modelos poéticos
provienen del petraquismo y de la poesía tradicional castellana, en una fusión marcada por la
figura e influencia de Lope.
3.1. El Conde de Salinas: su poesía se inserta en los modelos del clasicismo renacentista,
dentro de la cultura cortesana del siglo XVII. Se considera puente entre la poesía de
mediados del XVI y del principio del XVII, siendo pieza clave en la poética que va
desde Garcilaso hasta el conde de Villamediana y Lope. En su temática religiosa, no
muy abundante, destacan las confesiones de pecador arrepentido, con versos que se
acercan a los poemas sacros de Lope o Quevedo. También escribió poemas de tipo
tradicional, glosas y redondillas, aunque están al servicio de la expresión de una
sensibilidad y refinamiento cortesanos.
3.2. Pedro Liñán de Riaza: su poesía es muy variada, aunque destaca un conjunto nutrido
de poesía oficial destinada a celebraciones religiosas, eventos cortesanos, elogios de
libros y amigos… Además, los críticos que se han ocupado de este autor, destacan su
poesía sentenciosa, como el soneto “La condición humana”. Sin embargo, la fama en
su tiempo se debió a los romances, incluidos en las colecciones más importantes de la
época.
3.3. Antonio Enríquez Gómez: reúne su poesía en Academias morales de las musas,
volumen misceláneo en el que también publica cuatro comedias. Sus poemas son
predominantemente de tipo moral.
3.4. Francisco López de Zárate: su pesimismo vital responde al íntimo estado de la
conciencia del hombre barroco. Siempre salva las instituciones y la autoridad vigente.
Reunió sus obras en dos volúmenes: Poesías varias (poemas de juventud de tipo
bucólico, principalmente) y Obras varias (predomina el desengaño, los temas morales
y la desaparición de las composiciones amorosas y bucólicas).
3.5. José de Valdivieso: toledano y sacerdote, mantuvo una gran amistad con Lope y
escribió un corpus de poesía religiosa que fue muy apreciado en su tiempo
Romancero espiritual. El rasgo principal de su poesía es la capacidad para adaptar la
tradición popular a lo divino, técnica en la que fue un experto consumado.
3.6. Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache: poesía de signo renacentista
que eludió las influencias gongorinas manteniendo una gran claridad en sus versos. Su
obra integra sonetos amorosos y otros de temas muy variados, con la presencia de
reflexiones sobre la muerte y el desengaño. También realizó ejercicios épicos de
diversas tipologías, donde aparece un barroquismo más descriptivo y preciosista, y
cultivó versos de arte menor con variaciones que van de lo popular al refinamiento
cortesano.
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Literatura española del Barroco
La Epístola satírica y censoria, dirigida al Conde Duque de Olivares, es una pieza clave de
este tipo de poesía.
Poemas religiosos: en esta poesía, Quevedo imita muchos motivos clásicos procedentes
de las sátiras de Persio y Juvenal, cuyo macrocontexto cultural es compartido con las
obras de Séneca y Epicteto. La renovación de las ideas neoestoicas (movimiento filosófico
nacido en el siglo XVI que unía en su concepción elementos del estoicismo y del
cristianismo) en el Renacimiento contribuyó al establecimiento de una ética secular, que
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Literatura española del Barroco
pedigüeña y el varón sólo quiere gozar de los placeres sexuales sin pagar, a menudo un
tono agrio empapa estos poemas.
Sátiras contra las viejas: en este ámbito Quevedo se recrea y se ceba para explayarse en
sus ejercicios degradadores. No hay que esperar piedad de estos versos donde el engaño
y el desengaño están presentes por doquier, el metaforismo deforme, el feísmo
expresionista y la burla ingeniosa.
Sátiras personales: son escasas y Góngora suele ser la víctima en todas ellas. Al parecer
la rivalidad comenzó cuando el cordobés escribió unos versos contra Valladolid, el
Pisuerga y el Tajo, y el joven Quevedo salió en defensa de lo castellano. La publicación de
Polifemo y Soledades dio origen a una durísima polémica, a la agudeza de Quevedo se
sumaba su antipatía por el cordobés.
En cuanto a los poemas burlescos, su temática es similar que en las sátiras provocando de nuevo
la risa del lector. También encontramos de tono moralizante en los que lo esencial es el juego de
ingenio.
Jácaras, poemas obscenos y prostibularios: creador de este género tan característico del
Barroco español, en que se cantan las proezas de un delincuente entre ladrón y rufián. Las
jácaras son, por lo común, cartas que se entrecruzan entre un jaque (rufián) y su marca
(puta), o la relación que hace de un delincuente. Estos romances serán la anticipación del
arte valleinclanesco.
El ejercicio paródico más relevante y ambicioso es, sin duda, el extraordinario Poema
Heroico de las necedades de Orlando el enamorado parodia de los poemas
caballerescos italianos y, probablemente, junto con la Gatomaquia de Lope, el poema
paródico más importante del Siglo de Oro.
La parodia es arma satírica para la denuncia de la nueva poesía, que Quevedo atacó además en
sus escritos de crítica literaria. Entra en el campo de la parodia la reducción cómica de fábulas y
temas mitológico y el tratamiento cómico de motivos del subgénero amoroso (por ejemplo,
arrancar con un motivo tópico en el retrato petrarquista –metáfora de la nueve para la blancura de
la tez- pero, acto seguido, continuar con un retrato feroz.
Quevedo pretendió repudiar en su madurez estos “juguetes de la niñez” para asumir la máscara y
la voz del moralista serio, sin embargo son sus obras más perdurables.
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Literatura española del Barroco
Muchas de las autoras mencionadas en los estudios solo escribieron un breve poema, pero, a
diferencia de lo que sucedía antes, se imprimió y podía darse a la luz pública. La posición de las
mujeres escritoras en la sociedad cambió y se manifiesta en la aparición durante esos años de
bastantes autoras y de un fenómeno característico del Siglo de Oro, principalmente del XVII: las
justas y certámenes poéticos.
Las celebraciones públicas del Siglo de Oro se solían componer de muchos actos. La mayoría
estaban relacionados con la religión, pero también los había de carácter más lúdico, como eran
los certámenes o justas poéticas. Podían tener formato de concurso o de simple recopilación,
pero en esencia consistían en hacer una convocatoria pública a los escritores para que
presentaran a concurso un poema que cumpliera con los requisitos que en tema y formas
métricas se establecían de antemano. Los papeles con las obras se recibían durante un periodo
de tiempo determinado y luego se exponían en las paredes de alguna iglesia o edificio civil.
Por último, el jurado hacía público su veredicto en una ceremonia, donde otorgaba los premios. El
ámbito del certamen era siempre oral. Sin embargo, lo más habitual era que una vez celebrado,
todo el festejo se recogiera por escrito perpetuando el prestigio de la entidad que había celebrado
el festejo (la ciudad, el cabildo, la universidad). No siempre se publicaba todo y a veces el
certamen podía ser reducido a los poemas ganadores o a algunos destacados y, casi nunca, se
llegaban a editar todas las obras. En todo caso, entre estos poemas son muchos los que se
deben a una mano femenina y, a partir de lo conservado podemos hacernos una idea aproximada
y confirmar que no existió un veto explícito hacia las mujeres. La primera mujer participante es
una monja en una justa de Barcelona, en 1601. A partir de entonces y hasta 1650, la presencia de
mujeres poetas es casi constante y en aumento, posteriormente irán desapareciendo de las justas
poéticas.
Las mujeres que escriben para las justas son autoras de ocasión, de quienes apenas
conservamos más que un poema y que, por tanto, es difícil considerarlas escritoras en toda la
extensión del término, aunque su alto número muestra su participación activa en la cultura
pública. Algunas serán poetas reconocidas, como en el caso de Cristobalina Fernández de
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Literatura española del Barroco
Alarcón, poeta muy conocida que vivió en Antequera a caballo entre los siglos XVI y XVII. De sus
obras, casi lo único conocido hoy procede de este tipo de actos.
Con todo, la importancia de esta poesía y las tendencias observadas a través de su estudio nos
demuestra la visibilidad pública de las escritoras. Este desarrollo se muestra en los prólogos de
escritoras. Durante el siglo XVI y los primeros decenios del XVII lo normal es que pidan disculpas
por su estilo, justifiquen su audacia y expliquen las razones que las han llevado a escribir,
siempre dentro de una moralidad intachable y por una buena causa. Como ejemplo de este
cambio podemos hacer referencia a un prólogo de María de Zayas, donde exhortar al lector a
comprar su obra expresándose en pie de igualdad con los hombres, y no recurriendo al tópico de
la humilitas para ganar su benevolencia.
Esta sociedad que admitió a la mujer escritora como un elemento quizá exótico, pero aceptable,
no estuvo exenta de tensiones, porque las críticas no desaparecieron (coincide con la aparición
del mote quevediano de la “culta latiniparla” o del personaje de la mujer sabia o pedante en la
comedia, como en La dama boba de Lope de Vega). Ambos son una muestra del impacto que
tenía como fenómeno social. Son críticas plagadas de tópicos (sabia/ culta = fea, sin capacidad
de ama, no futura madre, incumplimiento del rol primordial).
Desde estas condiciones la escritura femenina se amplía mucho en el siglo XVII, por lo que
pasamos a agruparlas por promociones para valorar en cada grupo la posible influencia y
afianzamiento de los modelos femeninos anteriores y las sucesivas modificaciones en el proceso
de imitación-desvío del modelo que produce el cambio.
Nacidas antes de 1580: su obra se publica entre 1600 y 1610, durante su etapa de
madurez. Ciertamente no son muchas autoras, aunque es relevante que en un lapso de
tiempo relativamente breve se concentre la publicación de varias obras. Su importancia
estriba en que estas escritoras no se limitan a hablar desde la experiencia y autoridad del
yo, como hacía Teresa de Jesús u otras monjas, sino que amplían el espacio de la
escritura femenina donde la autora deja de ser objeto del texto y pasa a ser el sujeto que lo
emite. Las hagiografías son el primer intento por crear una “genealogía femenina del
saber”, que se quiere consolidar por medio del ejemplo de cierto tipo de santidad ligada al
conocimiento: Santa Ana, maestra de la Virgen; y Santa Catalina, una de las sabias de la
Iglesia, autora de cartas y consejera del Papa. Por otra parte, no hay que olvidar que su
tema es religioso y que las hagiografías eran, sin duda, uno de los géneros más leídos
entre las propias mujeres (modelo vital).
Nacidas entre 1590 y 1605: a partir del asentamiento de la escritura pública, se desarrolla
una segunda generación que representa en toda su amplitud a las escritoras del Siglo de
Oro. Sus obras comienzan a aparecer a partir de los años 30 y el número sorprende en
comparación con la etapa anterior. La paulatina apropiación del derecho a escribir y a
publicar que se venía produciendo eclosiona en este momento. Las autoras no escriben
para sí mismas ni para un círculo reducido, sino porque desean ver su obra publicada, que
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Literatura española del Barroco
alcance a un público mayoritario, que las aprecie y les dé fama. En este período se podría
considerar que existen auténticas escritoras, que lo son por varias razones: desean
relacionarse y destacar dentro del grupo de literatos al que pertenecen y con el que se
asocian, en Madrid, en Sevilla, Zaragoza o Lisboa; su actividad literaria no se limita a una
sola obra o a un género, sino que tienen una creación continuada. Cabe subrayar que
algunas de ellas escriben con un claro propósito económico, ya sea por el mecenazgo
directo (las relaciones de Ana de Castro Egas y Ana Caro Mallén), por el vínculo
contractual con algún organismo oficial (las obras dramáticas de Ana Caro) o por los
“derechos de autor” (María de Zayas).
Desde el punto de vista literario, la equiparación autorial con los hombres se manifiesta en
varios aspectos. Los tópicos de la justificación en los preliminares a sus obras aunque
siguen aludiendo a la propia condición femenina, no están ligados exclusivamente a ese
hecho y admiten ser letradas, tener deseo de publicar, buscar ganancias económicas, etc.
Con esta seguridad son capaces de abordar una significativa variedad de géneros (la
comedia, la novela, la poesía amorosa, el tratado educativo o la relación de festejos), en
buena medida de amplia difusión, es decir, sin coartadas morales para la escritura ni
limitaciones hacia su grupo lector. Si bien es cierto que no introducen modificaciones en las
estructuras genéricas, sí lo hacen en los temas, relacionados con su condición de mujeres.
Las poetas Leonor de la Cueva, Violante do Céo y Marcia Belisarda introducen la posición
femenina del emisor de una forma evidente y retratan sus sentimientos amorosos con la
misma sensibilidad que los poetas-hombres los propios; Luisa María de Padilla, aun sin
romper con la ideología conservadora propia de la tratadística, en sus consejos de
comportamiento para la aristocracia concede a las mujeres un espacio propio de gobierno
y exige para ellas el respeto de sus maridos, alejándose de otros tratados donde solo se
defendían valores de sumisión. Donde más claramente se advierten los puntos de vista
femeninos es en la ficción: en la novelística y en las dramaturgas. Dado que en esos
géneros los personajes femeninos ocupaban un lugar prominente, las autoras encontraron
un terreno abonado y cómodo donde llevar la libertad en la ficción por los cauces de sus
intereses, a fin de convertir sus obras en un vehículo de expresión de sus aspiraciones de
género, patente en la mayoría de los casos en el argumento y planteadas ocasionalmente
de forma directa.
Nacidas a partir de 1650: quiebro cronológico en las autoras nacidas entre 1630-45, que
publicarían entre 1665-90 explicaciones: crisis económica, descenso de la
alfabetización, sucesivos conflictos bélicos y sociales, pero no estaríamos más cerca de
conocer las causas precisas de lo que parece mostrarse como el agotamiento de una
moda, la de la cultura pública femenina, y el retorno a valores más conservadores para el
comportamiento de las mujeres. En todo caso, son cinco las autoras de este grupo, de las
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Literatura española del Barroco
que solo tres dan sus obras a la imprenta: Juana Josefa de Meneses, sor Juana Inés de la
Cruz y Mariana Sallent. Mientras que el genio literario de sor Juana Inés está fuera de toda
duda y su pluma se atrevió con todos los géneros, Sallent solo es autora de una biografía
de Santa Clara en verso y Meneses, Condesa de Ericeira, solo publicó en vida un poema
en octavas en torno a los tópicos barrocos del desengaño, no obstante parece que escribió
otras obras, hoy perdidas. El verso narrativo y el tema religioso de lectura sencilla son las
notas dominantes de este tiempo de ocaso.
En general se puede constatar que no hay escritoras que inventen nuevos géneros o formas de
decir para expresar un yo femenino ausente de la voz pública hasta entonces. Lo más frecuente
son escritoras que utilizan los moldes genéricos conocidos, ya sea en novela, drama o poesía,
pero modulan sus convenciones en lo relativo a los temas para disentir o matizar el mensaje
masculino. Por ejemplo, las obras teatrales de Leonor de la Cueva, María de Zayas o Ana Caro
presentan tipos femeninos que actúan por cuenta propia, mujeres activas para decidir su propio
destino frente a los hombres. Sus obras respetan las convenciones del género, pero proponen
una visión de los mismos acordes con un punto de vista femenino y su visión del mundo.
La poesía:
La poesía amorosa fue el subgénero que más dificultades planteó a las mujeres, ya que exigía
reacomodar los tópicos del discurso masculino, genéricamente muy marcado, para transformarlo
a una expresión femenina. Territorio cuyo discurso era de difícil adquisición, entre otras cosas
porque la exhibición de sentimientos en la dama podía resultar deshonroso al identificar la voz
emisora de la poeta con el sujeto real de la emisión, cosa que en el poeta se podía realizar por
más que siempre nos encontremos ante un yo enunciador literario.
En Italia las poetas rompieron esos cauces muy pronto y a mediados del siglo XVI existen ya
antologías de mujeres, pero en España el diálogo poético con la mujer tardó en establecerse. Una
de sus vías se hallaba en la égloga y la prolongación parcial de su universo en los libros de
pastores supuso un modelo para la participación de las mujeres en el diálogo amoroso, pues las
protagonistas reales de estas obras son las mujeres, que encuentran su expresión al proyectarse
el poeta en la voz femenina.
La disolución de la voz única del poeta hombre en el molde poético petrarquista dio lugar a la
polifonía y con ella hubo cabida para la voz de las mujeres. Así, mientras que en los años finales
del XVI y principios del siglo siguiente predominan las poetas religiosas, poco tiempo después se
dan la mano lo social y lo literario posibilitando la aparición de poesía amorosa escrita por
mujeres: María de Zayas, Leonor de la Cueva, Violante do Ceo, Marcia Belisarda (pseudónimo de
sor María de Santa Isabel) y Catalina Clara Ramírez de Guzmán, entre ellas.
A través de la poesía de estas autoras se observa la paulatina apertura del territorio temático
amoroso. En el caso de Leonor de la Cueva se perciben las dificultades para manifestar el
sentimiento amoroso, porque para expresarse en ese terreno se oculta con frecuencia bajo
marcas de género masculino, mientras que se siente claramente cómoda en las descripciones de
las mujeres hermosas o bajo la voz de una pastora, sin explicitar la identidad masculina o
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Literatura española del Barroco
femenina de la voz poética. Por su parte, Violante do Céo expone sus penas de amor causadas
por un tú, que puede ser hombre o mujer. La voz poética en el texto tiene marcas femeninas, pero
eso no impide que utilice códigos y convenciones petrarquistas, así el lector está obligado a
desautomatizar su lectura, reacomodar la interpretación del mensaje a términos nuevos, lo que en
sí mismo es ya rompedor. Lo mismo se puede afirmar de Marcia Belisarda, también religiosa en
un convento toledano. Ambas poetas muestran cómo el código poético recibido ha sido ya
feminizado, es decir, se ha acomodado a la existencia de una voz lírica femenina que plantea su
propia tópica amorosa: la dama que se queja de la inconstancia o infidelidad del galán, la sátira a
sus modos, aspecto o vanidades, etc. Estos poemas ponen de manifiesto una visión del mundo
que defiende a las mujeres frente a las acusaciones tópicas de los hombres, lo mismo que
sucederá por esos años en la novela (María de Zayas) o en las comedias de autoría femenina.
Aunque muchas de las autoras tienen poemas en que acusan a los hombres, se quejan o les
afean sus faltas, fue Catalina Clara Ramírez de Guzmán quien se dedicó con especial gusto y
atención a la poesía satírica. Sigue procedimientos formales y tópicos que se encuentran en
Quevedo o Villamediana. Aparte de la sociedad se encuentra su familia, a la que también hay
dedicados varios poemas: a la madre, las hermanas, el hermano, el padre. En ellos evita o
suaviza el tono satírico y muestra un enorme afecto por todos los suyos.
La prosa:
Luisa María de Padilla, Condesa de Aranda, es un caso excepcional, porque compuso cuatro
tratados dedicados a la educación de los nobles y a la reforma de sus costumbres y uno sobre la
castidad. En su caso no es irrelevante el hecho de que ella perteneciera a la aristocracia
aragonesa, lo que le permitía escribir sobre temas que no solo desarrollaba sobre su erudición,
sino también como fruto de su experiencia personal. Sus obras son una proyección ampliada de
la función social de las mujeres educadas: la transmisión de esos conocimientos a sus hijos. El
destinatario se ha ampliado más allá de los muros de su casa, pero la funcionalidad última se
mantiene.
La novela cortesana fue un género extremadamente comercial, que contaba entre sus lectores
más devotos a las mujeres. Apelaban a sentimientos y situaciones que podían ser comprensibles
desde su propia experiencia y lo hacían en un estilo que no requería excesivo esfuerzo. Fueron
tres las escritoras que cultivaran el género en su vertiente profana, aunque es verdad que se trata
de algunas de las más conocidas del Siglo de Oro: M.ª de Zayas, Mariana de Carvajal y Leonor
de Meneses, que utilizó el pseudónimo Laura Mauricia. De ellas, María de Zayas fue una escritora
que podríamos llamar “de oficio”, relacionada con los círculos literarios de Madrid en los años
veinte y treinta, en los que tiene un reconocido prestigio. Sin duda Zayas es en la actualidad la
escritora más importante del período y sus dos novelas fueron apreciadas desde su propia época
La característica más sobresaliente de sus obras narrativas es que en ellas el marco no es un
mero recurso para dar pie a los relatos, sino que tiene su propia trama narrativa y las novelas se
subordinan a esta trama, apoyándola o ejemplificándola. Es asimismo muy relevante el papel que
asumen las mujeres, que al actuar como narradoras prueban la tesis que la autora defiende en el
prólogo sobre la educación de la mujer. No obstante, esa tesis ampliamente expuesta en su obra,
que cuestiona la tradición sobre la incapacidad de las mujeres para el saber intelectual, no se
aplica a otros aspectos y Zayas, en particular en los prejuicios de clase, se muestra muy
conservadora.
El teatro:
Nos han llegado pocas obras dramáticas de autoría femenina, pero en la mayoría no sabemos si
fueron representadas o si fueron escritas con intención inmediata de situarlas en el circuito
comercial. Solo en el caso de la sevillana Ana Caro existe documentación que atestigua que
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Literatura española del Barroco
cobró por escribir piezas de encargo y otras que fueron representadas, aunque solo algunas se
han conservado.
La mayor parte de las obras son comedias: El conde Partinuplés de Ana Caro es de tipo
caballeresco, La firmeza en el ausencia de Leonor de la Cueva es una comedia sobre el tema del
honor y La traición en la amistad de María de Zayas o Valor, agravio y mujer de Ana Caro son
comedias de tipo urbano. Estas obras revelan una voluntad por parte de sus autoras de
convertirlas en expresión de sus opiniones sobre determinados temas que afectaban a la mujer,
contestándolos o reinterpretándolos desde su propia óptica. La castidad, el honor, el amor y el
matrimonio o la amistad entre mujeres son temas centrales en estas obras. Utilizan su posibilidad
de expresión para pronunciarse sobre cuestiones que afectan a las mujeres: derecho a elegir
marido, las virtudes femeninas frente a los tópicos, crítica del comportamiento de los hombres
hacia las mujeres, o modelos femeninos nuevos, que incluyen el derecho a la cultura. La mayor
parte de las veces, como era tópico en la comedia, la conclusión es el matrimonio, lo que podría
hacernos creer falsamente que se ha llegado a la aceptación del sistema patriarcal y si bien es
verdad que ese sistema no se niega ni se atenta contra sus bases, tampoco es menos cierto que
por medio del desarrollo de la acción se cuestionan algunos de sus aspectos y se señalan en
parte sus debilidades y contradicciones para con las mujeres.
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