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http://www.puntofinal.cl/535/sybila.htm
Pese a que la recién liberada, quien es muy querida por las presas de Perú
debido a sus innumerables huelgas de hambre para obtener beneficios
carcelarios, nunca pidió el indulto presidencial, su madre en varios libros
denunció las irregularidades del juicio que condenó a Sybila a 15 años de cárcel
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E-mail: Tutaykiri@gmail.com
El documento señala que la Cancillería realizó numerosas gestiones destinadas a
conseguir la libertad de la Arredondo, las que finalmente permitieron obtener una
disminución de la pena y adelantar su salida del recinto penitenciario de
Chorrillo.
Nov-2002
Estimado Señor:
Las dos veces que fue detenida anteriormente fue absuelta, y esta última
todavía no ha sido llamada a ninguno de los tres juicios que ahora le han sido
abiertos.
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recreación, estudio o trabajo, trátese de libros, lana, lápices, agujas o papeles,
por ejemplo.
Todo lo antes informado, sin embargo, se ve minimizado por una acción ya sin
nombre: el día 26 de noviembre fue objeto de una brutal golpiza, sin qué ni por
qué, junto con las internas de su pabellón. Mi abuela, la escritora chilena Matilde
Ladrón de Guevara, a quien se le concedió excepcionalmente visita directa por
gestiones de su Embajada en Lima, pudo observar los fuertes hematomas que
cubrían parte del cuerpo de mi madre. Por otro lado, a mí se me entregó una
receta médica indicando que debía comprarle antiinflamatorios y analgésicos.
Esta locura, ordenada y ejecutada por gentes cuyos corazones y mentes han
de estar bastante enfermos, amenaza, además, con hacerse una práctica
usual, puesto que no es la primera vez que ocurre.
Por todas estas razones, es que acudo a usted para que, si lo cree conveniente y
le fuera posible, envíe algún tipo de comunicación muy breve y sencilla
expresando su preocupación por la integridad y la vida de la señora Sybila
Arredondo viuda de Arguedas.
Atentamente,
Si nos hemos reunido aquí (me siento presente, al unísono, como cuerda de una
guitarra afinada en la misma nota) es para difundir, como secreto a voces, el
optimismo que ellos, José María Arguedas, Mariátegui, como también Vallejo y
otros muchísimos “soldados desconocidos” del pueblo, nos han contagiado y
encendido como un dínamo energético vital; permitiéndonos asumir con aliento y
perseverancia, en la brega junto a los pueblos del mundo, actores de la historia
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E-mail: Tutaykiri@gmail.com
nos recuerden cómo quiso ser instrumento de servir al pueblo, de defender al
campesinado, al indio, de todo corazón y pasión.
Expreso aquí, mi esperanza y la certeza de que -junto a los pueblos del mundo-
seguiremos escuchando y evocando la trayectoria de los mejores hijos del pueblo
del Perú -como lo fueron Mariátegui, José María Arguedas o Vallejo- y
descubriéndolos y acompañándolos en el presente, aunándonos, por ejemplo, en
la acción de solicitar la amnistía para los presos políticos en las cárceles peruanas
como Piedras Gordas, de la Base Naval del Callao, de Cantogrande, de Mujeres
de Chorrillos y otras, recordando cómo, de su paso por la prisión política, José
María mastica pacientemente su terrible experiencia, durante unos 18 años,
hasta la aparición de su obra “El Sexto”, pronta a ser publicada en francés.
Y para culminar:
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afinidad con José Carlos Mariátegui, Lenin, su amor por el indio, el
campesino, su repudio por la feudalidad, el gamonalismo, etc.
Por otra parte, es fácil, sin embargo, recordar momentos de sus obras de
creación (digamos, literarias), o de diversas opiniones vertidas por él en
otros trabajos, que muestran y demuestran todo esto, más después del
proceso vívido de la guerra campesina, guerra civil, etc. Por ejemplo,
recuerdo el diálogo casi final de la obra que dice:
Quizá habrás leído mi novela “Los Ríos Profundos”. Recuerda, hermano, el más
fuerte, recuerda. En ese libro no hablo únicamente de cómo lloré lágrimas
ardientes; con más lagrimas y con más arrebato hablo de los pongos, de los
colonos de hacienda, de su escondída e inmensa fuerza, de la rabia que en la
semilla de su corazón arde, fuego que no se apaga. Esos piojosos, diariamente
flagelados, obligados a lamer tierra con sus lenguas, hombres despreciados por
las mismas comunidades, esos, en la novela, invaden la ciudad de Abancay sin
temer a la metralla y a las balas, venciéndolas. Así obligaban al gran predicador
de la ciudad, al cura que los miraba como si fueran pulgas; venciendo balas, los
siervos obligan al cura a que diga misa, a que cante en la iglesia: le imponen a la
fuerza. En la novela imaginé esta invasión con un presentimiento: los hombres
que estudian los tiempos que vendrán, los que entienden de luchas sociales y de
la política, los que comprendan lo que significa esta sublevación de la toma de la
ciudad que he imaginado. ¡Cómo, con cuánto más hirviente sangre se alzarían
estos hombres si no persiguieran únicamente la muerte de la madre de la peste,
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del tifus, sino la de los gamonales, el día que alcancen a vencer el miedo, el
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horror que les tienen! “¿Quién ha de conseguir que venzan este terror en siglos
formando y alimentado, quién? ¿En algún lugar del mundo está ese hombre que
los ilumine y los salve? ¿Existe o no existe? ¡Carajo, mierda!”, diciendo, como tú
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lloraba fuego, esperando, a solas. Los críticos de literatura, los muy ilustrados,
no pudieron descubrir al principio la atención final de la novela, la que puse en su
meollo, en el medio mismo de su corriente. Felizmente uno, uno solo, lo
descubrió y lo proclamó, muy claramente.
Yo hermano, sólo sé bien llorar lágrimas de fuego; pero con ese fuego he
purificado algo la cabeza y el corazón de Lima, la gran ciudad que negaba, que
no conocía bien a su padre y a su madre; le abrí un poco los ojos, los propios
ojos de los hombres de nuestro pueblo, les limpié un poco para que nos vean
mejor. Y en los pueblos que llaman extranjeros creo que levanté nuestra imagen
verdadera, su valer, su muy valer verdadero, creo que lo levanté en alto y con
luz suficiente para que nos estimen, para que sepan y puedan esperar nuestra
compañía y fuerza; para que no se apiaden de nosotros como del más huérfano
de los huérfanos; para que no sientan vergüenza de nosotros, nadie.
Cartas entre Hugo Blanco y Arguedas:
http://www.luchaindigena.com/2009/05/cartas-entre-jose-maria-arguedas-y-
hugo-blanco/comment-page-1/
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