Está en la página 1de 3

MOVIMIENTO DE EDUCADORES POR LA PAZ

INFORME SOBRE JULIO CASTRO


Por el Mtro. Prof. Julio Arredondo Larrosa

Primera Parte: El secuestro

Los días 22 y 23 de marzo de 2011 se realizaron la segunda y tercera audiencia del juicio
penal por el asesinato y desaparición forzada del maestro, sindicalista y periodista Julio Castro
Pérez. Un juicio muy particular… un juicio sin acusados , por ahora, porque los impunes no hablan,
no recuerdan nada, no tienen la valentía de hacerse cargo de lo que hicieron…. y los que protegen
a los impunes nos niegan el derecho de saber la verdad.

Pero 34 años de silencio no borran el compromiso de hacer justicia, de honrar su vida, su


obra, su ejemplo. Vamos a recuperar a Julio Castro porque vamos a “conocer” a Julio Castro, al
político, al hombre, al educador, al pedagogo, al militante y amigo solidario.

Al ver un diario en la mañana del 27 de setiembre de 1977 el rostro conocido llama mi


atención, el título –Persona Buscada- me alarma. Es el maestro que junto con el Dr. Arlas y Reina
Reyes formaron la Lista 77 del Frente Amplio como Grupo de Independientes al que yo había
votado en 1971. El maestro Castro no aparece requerido como tantos otros compatriotas que son
objeto de requisitorias del Servicio de Información y Defensa sino como ¡persona perdida!. Se trata
del maestro promotor de la educación rural y las misiones sociopedagógicas en Uruguay, del
pedagogo que recorrió los rincones de América como asesor en educación, se trata del periodista
agudo y de clara exposición co-fundador de Marcha, se trata del co-fundador de la Federación
Uruguaya del Magisterio y del Frente Amplio.
Casi dos meses después de su detención las fuerzas represoras, las mismas que lo secuestraron
publican su foto con rostro serio y lentes, acompañada del siguiente texto:
“PERSONA BUSCADA
El Departamento de Vigilancia de la Dirección de Investigaciones, solicita con especial
interés, la cooperación de la población para ubicar el paradero del Sr. Julio Castro Pérez,
oriental, casado, de 68 años de edad, quien falta de su domicilio desde el 1° de agosto
próximo pasado, de donde salió guiando una camioneta marca indio, color amarilla y
negra, techo negro, matrícula N° 129024, la que tampoco ha sido localizada hasta el
presente. Por cualquier información, comunicarse a los teléfonos 900510 y 989101 interno
244.”

Se trata de una operación de las que en la jerga belicista se llaman de “inteligencia” y cuyo
fin es confundir, desinformar, distorsionar la realidad o encubrir acciones. En este caso, la policía
dice desconocer el paradero de la persona que fue secuestrada y asesinada por ellos mismos a través
del Departamento III del Servicio de Información y Defensa donde trabajaban, entre muchos otros
de distintas reparticiones de las FFAA, funcionarios policiales como el Oficial Principal de la
Dirección Nacional de Información e Inteligencia, Brigada de Narcóticos Juan Ricardo Zabala, o
Ricardo Medina y José Sande.
Hubo otra operación de este tipo que detallaremos posteriormente, mucho más compleja y
extendida en el Estado uruguayo: quisieron hacer creer que Julio Castro había “huido” a Buenos, en
ella ministros y ministerios cómplices del Plan Cóndor mintieron ante la población y los
organismos internacionales de Derechos Humanos fraguando documentos y declaraciones.

Pero, qué fue lo que ocurrió esa soleada mañana de invierno ? Quién vigilaba a Julio ese
lunes 1º, cómo supieron que lo encontrarían en la casa de su amigo Efraín Quesada, un periodista
brasileño corresponsal del New York Times e IPS con el que Julio se reunía frecuentemente y al que
visitaban políticos como Batlle, Vasconcellos , Carlos Julio Pereyra o Mario Heber y todo
periodista extranjero de alguna importancia que pasaba por Montevideo, como Niedergang de Le
Monde o Flavio Tavares del Excelsior de México y O Estado de Sao Paulo. Julio estuvo allí unos
veinte minutos y al salir cuando se dirigía a su camioneta amarilla de techo negro fue flanqueado
por Zabala y de los Santos (alias Delon), le sacaron la llave, lo empujaron al asiento de atrás de la
camioneta de la armada, lo sentaron junto a Barboza y cuando de los Santos abordó la camioneta de
Julio partieron rumbo a la nueva cárcel clandestina que llamaban “la casona” ubicada en Millán y
Loreto Gomensoro.

Julio era consciente de los riesgos que corría por las actividades solidarias que realizaba,
muchas veces se despertó de pesadillas en las que la policía golpeaba la puerta de su casa. Cuando
algún familiar muy directo le dijo sentados frente a la terminal de ómnibus en la camioneta Indio
que “ya no estaba en edad de correr esos riesgos y que debía cuidar su salud después de dos
hemorragias cerebrales” el contestó: “Yo ya estoy jugado, no voy a renunciar ahora, además si me
agarran qué le van a hacer a un viejo enfermo...?” Ese compromiso no era nuevo, 20 años antes
había terminado una conferencia en los Institutos Normales frente a decenas de estudiantes y
profesores comprometiéndose a trabajar contra las injusticias sociales y señalando: ¨el día que la
tierra se nutra con mis huesos, que no será mucho, se podrá decir de mí lo que aquel comisario de
33 declaraba en un parte policial respecto de una mujer asesinada: la pobrecita se ve que estaba
barriendo porque murió con la escoba en la mano¨.
Por eso seguía dedicando tiempo a resistir la dictadura enviando información al extranjero en
forma clandestina y muchas veces sin firma o con direcciones ajenas ya que sabía que las Fuerzas
Conjuntas violaban la correspondencia .
Por eso seguía ayudando a compatriotas, especialmente docentes, que estaban destituidos o
requeridos. A la vez mira con tristeza esa realidad y siente que todo lo que se hace es poco, en carta
a su entrañable amigo el Maestro Miguel Soler fechada el 25 de marzo de 1976 escribe:
“Desde este Cono Sur –como de sombra- los recordamos y nos felicitamos de que estén lejos. Por
aquí todo peor (…)
Nosotros bien. Queriendo ser útiles en esta debacle. Poco podemos hacer. Porque para la mayoría
todo se reduce a la lucha por el pan. No podemos, siquiera, organizar un grupo de ayuda, ni
reunirnos algunos para ver qué se puede hacer. Hay colegas que no tienen qué comer. Hay otros
que se quedan sin casa. Los más quieren irse, pero no saben a dónde ni a qué. Todo ocurrió el
primer día de clase. La gente fue a trabajar, terminadas las vacaciones y se encontraron, de golpe,
expulsados de sus escuelas (…)”
Zaira Gamundi se comunicó con los amigos y familiares cuando pasó el mediodía, su esposo nunca
se retrasaba y si algo pasaba una llamada telefónica inmediatamente daba cuenta de la situación.
Esa misma tarde ella y Julito, hijo de Castro, realizan denuncias verbales, buscan en hospitales,
indagan accidentes. Recién el día 4 la policía acepta la denuncia escrita y comienza una seguidilla
de acciones de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (a la que pertenecía Zabala)
indagando a Zaira, a los amigos y a los hijos de Julio; van al campo “El Regreso” en “Cuchilla de
Arbolito”, citan a Efraín Quesada para volver a preguntarle sobre lo que vio ese día, sobre cómo fue
ese encuentro minutos antes del secuestro, si lo notó nervioso, si habló de un posible viaje, …
declara que un vecino le contó que cree haber visto una camioneta de la Armada en la que iba Julio
Castro, que ha preguntado a través de contactos a los coroneles Galarza y Burgueño sobre su amigo
y nada le han informado, que ha pedido ayuda a United Press International para que rastreen alguna
información, … todo ha sido infructuoso.

En octubre , dos meses después del secuestro, Zaira hace intentos desesperados con la ilusión de
recuperar a Julio vivo, manda una carta al Gral. Gregorio Álvarez, pidiendo por él.
Álvarez es el Jefe de la División de Ejército IV con asiento en Minas y en pocos días pasa a
ser Comandante en Jefe del Ejército.

Señor General:

Es mi desesperación de esposa, que desde el 1º de agosto nada sé de mi marido, lo que me lleva a


pedirle, con todo respeto, me conceda una entrevista.
Hace hoy 57 días de la desaparición de mi esposo, sin que se me comunique nada y sin que se
responda a mis reiteradas gestiones ante las autoridades correspondientes.
Mi esposo es Julio Castro, el que fuera su maestro en la escuela Sanguinetti.
Estoy segura que usted tiene que recordarlo por su excepcional calidad humana, así como Julio
Castro tenía presente en usted al pequeño escolar. Hay relaciones que no se destruyen y una es la
que se establece entre el maestro y el alumno.
En nombre de ello y acuciada por la creciente desesperación, es que me decidí a insistir en mi
pedido, porque creo que sólo usted puede ayudarme y orientarme para saber dónde está y cómo se
encuentra este maestro que, próximo a los 69 años, se halla en un estado de salud que requiere
cuidados especiales.
Por favor, señor general, permita que hable con usted, permita que oiga de sus labios las palabras
que tanto necesito, haciéndome llegar una respuesta.
Reciba mi anticipado agradecimiento con mi saludo respetuoso.

Zaira Gamundi.

El General nunca contestó y encomendó al Cnel. Julio César Bonelli, que por ese entonces era Jefe
de Policía de Montevideo la “investigación” del paradero de Julio Castro; allí comienza la parodia
porque al otro día, a casi dos meses de haberlo asesinado, la dictadura publica el aviso en la prensa
bajo el título “Persona Buscada”

------------------------------
********************

También podría gustarte