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Glosario Desde Kojeve
Glosario Desde Kojeve
1. Logos
2. Deseo
3. Deseo de reconocimiento
4. Pluralidad de conciencias
Antropología: amo
Filosofía: socrática
Antropología: Esclavo
Política: Iglesia > comunidad de los que negándose a si mismos se convierten a la religión
revelada. Todos iguales ante dios.
Antropología: Ciudadano guerrero – trabajador; amo esclavo (se lo reconoce por otros
hombres libres e iguales)
Política: Estado Universal (viene del primer momento) y homogeneo (viene del 2do momento).
El hombre que contempla es “absorbido” por el objeto que contempla no puede ser “vuelto
hacia sí mismo” sino por un Deseo: por el deseo de comer, por ejemplo. El Yo (humano) es el Yo
de un Deseo o del Deseo.
El ser mismo del hombre, el ser autoconsciente, implica pues y presupone el Deseo. Si el Deseo
animal es la condición necesaria de la Autoconciencia, no es la condición suficiente de ella. Por
sí solo ese Deseo no constituye más que el Sentimiento de sí.
Satisfacción del deseo: negación, destrucción o al menos transformación del objeto deseado.
El deseo torna inquieto al hombre y lo empuja a la acción. Nacida del Deseo, la acción tiende a
satisfacerlo, y sólo puede hacerlo por la “negación”, la destrucción o por lo menos la
transformación del objeto deseado. Si la acción que nace del Deseo destruye una realidad
objetiva para satisfacerlo, crea en su lugar, en y por esta destrucción misma, una realidad
subjetiva. El Yo del Deseo es un vacío que no recibe un contenido positivo real sino por la acción
negatriz que satisface el Deseo al destruir, transformar y “asimilar” el no-Yo deseado. Y el
contenido positivo del Yo, constituido por la negación, es una función del contenido positivo del
no-Yo negado. Si en consecuencia el Deseo conduce sobre un no-Yo “natural”, el Yo será
“natural” también. El Yo creado por la satisfacción activa de tal Deseo tendrá la misma
naturaleza que las cosas sobre las cuales lleva ese Deseo: será un Yo “cosificado”, un Yo
solamente viviente, un Yo animal. Y ese Yo natural, función de un objeto natural, no podrá
revelarse a él mismo y a los otros sino en tanto que Sentimiento del sí. No llegará jamás a la
Autoconsciencia.
Deseo humano (autoconciencia) fijado sobre otro deseo, el deseo del otro, el reconocimiento.
El Deseo humano debe dirigirse sobre otro Deseo. Para que haya Deseo humano es
indispensable que haya ante todo una pluralidad de Deseos (animales). Por eso, la realidad
humana sólo puede ser social. La sociedad solo es humana en tanto que conjunto de Deseos
que se desean mutuamente como Deseos. La historia humana es la historia de los Deseos
deseados.
Desear el Deseo de otro es pues en última instancia desear que el valor que yo soy o que
“represento” sea el valor deseado por ese otro: quiero que él me “reconozca” como un valor
autónomo. Todo Deseo humano, antropógeno, generador de la Autoconsciencia, de la realidad
humana, se ejerce en función del Deseo de “reconocimiento”. Y el riesgo de la vida por el cual
se “reconoce” la realidad humana es un riesgo en función de tal Deseo. Hablar del “origen” de
la Autoconsciencia implica por necesidad hablar de una lucha a muerte por el
“reconocimiento”.
Uno debe reconocer al otro sin ser reconocido. (Esclavo del amo)
Para que la realidad humana pueda constituirse en tanto que realidad “reconocida” hace falta
que ambos adversarios queden con vida después de la lucha. Mas eso sólo es posible a
condición que ellos adopten comportamientos opuestos en esa lucha. Uno de ellos debe
abandonar su deseo y satisfacer el deseo del otro: debe “reconocerlo” sin ser “reconocido” por
él. Pero, “reconocer” así implica “reconocerlo” como Amo y reconocerse y hacerse reconocer
como Esclavo del Amo.
La Autoconsciencia existe en y para sí en la medida y por el hecho de que existe (en y para sí)
para otra Autoconsciencia: es decir, que ella sólo existe en tanto que entidad- reconocida. [El
hombre que quiere hacerse reconocer por otro no desea de ningún modo reconocerlo a su vez.
Si lo consigue, el reconocimiento no será mutuo y recíproco: será reconocido pero no
reconocerá a quien lo reconozca.]
El hombre, para ser, en efecto, verdaderamente “hombre”, y saberse tal, debe pues imponer a
otros la idea que se forja de él mismo: debe hacerse reconocer por otros (en el caso límite
ideal: por todos los otros). Debe transformar el mundo (humano y natural) donde no es
reconocido, en un mundo donde ese reconocimiento sea posible. Esa transformación del
mundo hostil en un proyecto humano de un mundo que esté de acuerdo con ese proyecto, se
llama “acción”, “actividad”. Esa acción comenzará por el acto de imponerse al “primer” otro
que se encuentre. Y puesto que ese otro, si es un ser humano, debe hacer lo mismo, la
“primera” acción antropógena toma necesariamente la forma de una lucha: de la lucha a
muerte entre dos seres que se creen hombres; de una lucha por puro prestigio con miras al
”reconocimiento” por el adversario.
. El hombre no es humano sino en la medida en que quiere imponerse a otro hombre, hacerse
reconocer por él. En primer lugar, en tanto que no es aún efectivamente reconocido por otro,
es ese otro el que es el fin de su acción, es de ese otro, del reconocimiento por ese otro que
depende su valor y su realidad humanas; es en ese otro donde se condensa el sentido de su
vida. Está pues “fuera de sí”. Pero sea su propio valor y su propia realidad los que le importan,
y quiera tenerlos en él mismo. Debe entonces suprimir su “ser-otro”. Debe hacerse reconocer
por el otro, poseer en él mismo la certeza de ser reconocido por el otro. Para que ese
reconocimiento pueda satisfacerlo, es necesario que sepa que el otro es un ser humano. En
primer término, no ve en él más que un aspecto animal. Para saber que ese aspecto revela una
realidad humana, debe comprender que el otro también quiere hacerse reconocer, y que está
dispuesto a arriesgarse, a “negar” su vida animal en una lucha por el reconocimiento de su ser-
para-sí humano. La lucha por el reconocimiento no puede por tanto terminarse sino por la
muerte de uno de los adversarios, o de los dos a la vez. [Si los dos adversarios perecen en la
lucha – la “conciencia” es suprimida completamente; porque el hombre después de la muerte
no es ya más que un cuerpo inanimado. Y si uno de los adversarios queda con vida pero mata
al otro, no puede ya ser reconocido por él; el venido muerto no reconoce la victoria del
vencedor (...) porque el hombre no es real sino en la medida en que vive en un mundo natural.
Ese mundo le es, por cierto, “extraño”; debe negarlo, transformarlo, combatir para realizarse
en él. Pero sin ese mundo, fuera de ese mundo, el hombre no es nada.]
El hombre real y verdadero es el resultado de su interacción con los otros; su Yo y la idea que se
forma de él mismo son “mediatizados” por el reconocimiento obtenido en función de su acción.
Y su verdadera autonomía es la que él mantiene en la realidad social por el esfuerzo de esta
acción]. Una es la Conciencia autónoma, para la cual el Ser-para-sí es la realidad-esencial. La
otra es la Conciencia dependiente, para la cual la realidad-esencia es la vida-animal, es decir, el
ser-dado para una entidad-otra. Aquella es el Amo; ésta, es el Esclavo. [Ese Esclavo es el
adversario vencido que no ha ido hasta el final en el riesgo de la vida, que no ha adoptado el
principio de los Amos: vencer o morir. Ha aceptado la vida elegida por otro. Depende pues de
ese otro. Ha preferido la esclavitud a la muerte, y es por eso que permaneciendo con vida, vive
como Esclavo.]
1. Por una parte, con una cosa tomado en tanto que tal, es decir el objeto cosificado del
deseo.
2. Por la otra, con la conciencia por la cual la cosidad es la entidad-esencial, es decir, con
el Esclavo que por el rechazo del riesgo se solidariza con las cosas de las cuales
depende.
Por el contrario, el Amo no ve en esas cosas más que un simple medio de satisfacer su Deseo.
Cosificación del esclavo. Necesidad de ser reconocido por otro hombre y no por una cosa.
No es solamente el Amo quien ve en el Otro su Esclavo; ese Otro se considera a sí mismo como
tal. Puesto que el Esclavo sólo trabaja para el Amo, para satisfacer los deseos del Amo y no los
suyos propios, es el Deseo del Amo el que actúa en y por el Esclavo. Pues si el Amo trata al Otro
como Esclavo no se comporta él mismo como Esclavo y si el Esclavo trata al Otro como Amo,
no se comporta él mismo como Amo. El Esclavo no arriesga su vida y el Amo es ocioso.
El Amo no es Amo más que porque su Deseo ha recaído no sobre una cosa sino sobre otro
deseo, que ha sido así un deseo de reconocimiento; por otra, al haber devenido Amo es en
tanto que Amo que debe desear ser reconocido; y él no puede ser reconocido como tal sino
haciendo del Otro su Esclavo. Mas el Esclavo es para él, un animal o una cosa. El es pues
“reconoció” por una cosa. Después de la lucha que ha hecho de él un Amo, él no es lo que quiso
ser al emprender esta lucha: un hombre reconocido por otro hombre.
[La “verdad” del Amo es el Esclavo y su Trabajo. En efecto, los otros no reconocen al Amo en
tanto que Amo sino porque hay un Esclavo; y la vida del Amo consiste en el hecho de consumir
los productos del Trabajo servil, de vivir de y por ese Trabajo.]
El esclavo deberá hacer que el amo lo reconozca. El esclavo se puede suprimir en tanto tal, el
amo no. La transformación del mundo mediante el trabajo.
Pero la Esclavitud también es Autoconciencia. El Amo, por no poder reconocer al Otro que lo
reconoce, se encuentra en un callejón sin salida. El Esclavo, por el contrario, reconoce desde el
principio al Otro (el Amo). Le bastará pues imponerse a él, hacerse reconocer por él, para que
se establezca el reconocimiento mutuo y recíproco que sólo puede realizar y satisfacer al
hombre plena y definitivamente. Por cierto, para que eso sea así el Esclavo debe cesar de ser
Esclavo: debe trascenderse, “suprimirse” en tanto que Esclavo. Pero si el Amo no tiene ningún
deseo –y por tanto ninguna posibilidad- de “suprimirse” en tanto que Amo (puesto que
significaría para él devenir Esclavo), el Esclavo tiene el mayor interés en dejar de ser Esclavo. [El
Amo está petrificado en su Dominio. No puede superarse, cambiar, progresar. Debe vencer –y
devenir Amo o mantenerse en tanto que tal- o morir. Se lo puede matar; no se lo puede trans-
formar, educar. Ha arriesgado su vida para ser Amo. El Dominio es para él el valor supremo
dado que no puede superar. El Esclavo, por el contrario, no ha querido ser Esclavo. Ha devenido
esclavo porque no ha querido arriesgar su vida para ser Amo. En la angustia mortal, ha
comprendido (sin advertirlo) que una condición dada, fija y estable, aunque sea la del Amo, no
puede agotar la existencia humana. Ha “comprendido” la vanidad de las condiciones dadas de
la existencia.] El provenir de la Historia pertenece, por tanto, no al Amo guerrero que o bien
muere o se mantiene indefinidamente en identidad consigo mismo, sino al Esclavo trabajador.
Éste, al transformar el Mundo dado mediante su trabajo, trasciende lo dado y lo que está
determinado en él mismo por lo dado; él se supera, entonces, y supera, también al Amo quien
está ligado a lo dado, lo que él deja intacto porque no trabaja.
Es sólo en y por el trabajo que el hombre acaba por tomar conciencia de la significación, del
valor y de la necesidad de la experiencia que ha hecho por temor al poder absoluto que el Amo
encarnaba para él. Sólo después de haber trabajado para el Amo comprende la necesidad de la
lucha entre Amo y Esclavo y el valor del riesgo y de la angustia que ello comporta. Es pues por
el trabajo, y sólo por el trabajo, que el hombre se realiza objetivamente en tanto que hombre.
No es sino después de haber producido un objeto artificial que el hombre es él mismo real y
objetivamente más y otra cosa que otra cosa que un ser natural; y es sólo en ese producto real
y objetivo que él toma verdaderamente conciencia de su realidad humana subjetiva. A través
del trabajo el hombre llega a ser un ser sobrenatural, real y consciente de su realidad; porque
trabaja él es Espíritu “encarnado”, es “Mundo” histórico, es Historia “objetivada”.
Es pues el trabajo el que “forma -o- educa” al hombre y lo rescata del animal. El hombre
“formado –o- educado”, el hombre realizado y satisfecho por su realización es entonces
necesariamente no Amo, sino Esclavo; o por lo menos, aquél que ha pasado por la Esclavitud.
no hay Esclavo sin Amo. El Amo es por tanto el catalizador del proceso histórico, antropógeno.
Él mismo no participa activamente en ese proceso; mas sin él, sin su presencia, ese proceso no
sería posible. Porque si la historia del hombre es la historia de su trabajo y ese trabajo no es
histórico, social, humano, sino a condición de efectuarse contra el instinto o “interés
inmediato” del trabajador, el trabajo debe efectuarse al servicio de otro, y debe ser un trabajo
forzado, estimulado por la angustia de la muerte. Es ese trabajo y solamente ese trabajo, el
que libera, es decir, humaniza al hombre (el Esclavo). Por una parte, ese trabajo crea un
Mundo real objetivo, que es un Mundo no-natural, un Mundo cultural, histórico, humano. Y es
sólo en ese Mundo donde el hombre vive una vida esencialmente diferente de aquella que vive
el animal (y el hombre “primitivo”) en el seno de la Naturaleza. Por otra parte, ese trabajo
libera al esclavo de la angustia que lo ligaba a la Naturaleza dada y a su propia naturaleza
innata de animal. Es por el trabajo efectuado en la angustia, al servicio del amo, que el Esclavo
se libera de la angustia que lo sometía al Amo.
[El hombre no alcanza su autonomía verdadera, su libertad auténtica, sino después de haber
pasado por la Esclavitud, después de haber superado la angustia de la muerte por el trabajo
efectuado en servicio de otro (que, para él, encarna esta angustia). El trabajo liberador es pues
necesariamente, en primer término, el trabajo forzado de un Esclavo que sirve a un Amo
omnipotente, que detenta todo poder real]
[No basta haber tenido miedo, ni haber tenido miedo advirtiendo el hecho de que se ha temido
a la muerte. Es necesario vivir en función de la angustia. Pero vivir así es servir a alguien a
quien se teme, alguien que inspira o encarna la angustia; es servir a un Amo (real, es decir,
humano, o al Amo “sublimado”, Dios). Y servir a un Amo, es obedecer a sus leyes. Sin ese
servicio, la angustia no podrá transformar la existencia; y la existencia no podrá pues jamás
sobrepasar su estado inicial de angustia.] [Sólo el trabajo, que finalmente permite hacer
concordar al Mundo objetivo con la idea subjetiva que lo supera desde el comienzo, anula el
elemento de locura y de crimen que afecta la actitud de todo hombre que, impulsado por la
angustia, trata de sobrepasar el Mundo dado al que teme, donde él se siente angustiado y
donde, en consecuencia, no podría sentirse satisfecho.]
[El hombre que no ha experimentado la angustia de la muerte no sabe que el Mundo natural
dado le es hostil, que tiende a matarlo, a destruirlo, que no se dan allí las condiciones
esenciales que puedan satisfacerlo realmente. Ese hombre sigue siendo pues, en el fondo,
solidario con el Mundo dado. Querrá a lo sumo “reformarlo”, es decir, cambiar los detalles,
hacer transformaciones particulares sin modificar sus caracteres esenciales. Ese hombre
actuará como reformista “hábil”, es decir, como conformista, pero jamás como revolucionario
verdadero. Pero, el Mundo dado donde vive pertenece al Amo (humano o divino), y en ese
Mundo es necesariamente Esclavo.
No es pues la reforma sino la supresión “dialéctica”, vale decir revolucionaria del Mundo que
puede liberarlo, y por consiguiente, satisfacerlo. Pero esta transformación revolucionaria del
Mundo presupone la “negación”, la no aceptación del Mundo dado en su conjunto. Y el origen
de esta negación absoluta reside en el terror absoluto inspirado por el Mundo dado, o más
exactamente por éste –o aquél- que domina este mundo, por el Amo de ese Mundo. El Amo
que engendra (involuntariamente) el deseo de la negación revolucionaria, es el Amo del
Esclavo. El hombre no puede, en consecuencia, librarse del Mundo dado que no lo satisface
sino a condición de que ese Mundo, en su totalidad, pertenezca en efecto a un Amo (real o
“sublimado”). Mas, en tanto que el Amo vive; él se halla también siempre sometido al Mundo
del cual es Amo. Puesto que el Amo no trasciende el Mundo dado sino en y por el riesgo de su
vida, únicamente su muerte “realiza” su libertad. Sólo el Esclavo puede transformar el Mundo
que lo forma y lo fija en la servidumbre, y crear un Mundo formado por él en el que será libre. Y
el Esclavo sólo llega a ello por el trabajo forzado y la angustia soportada en servicio del Amo. Al
transformar el Mundo mediante ese trabajo, el Esclavo se transforma a sí mismo y genera así
las condiciones objetivas nuevas que le permiten retomar la Lucha liberadora para el
reconocimiento que rehusó en el comienzo por temor de la muerte. En conclusión, todo trabajo
servil realiza no la voluntad del Amo, sino aquella –inconsciente en su origen- del Esclavo que,
por fin, triunfa allá donde el Amo, necesariamente, fracasa. Es sin duda la conciencia en un
principio dependiente, servidora y servil la que realiza y revela en última instancia el ideal de la
Autoconciencia autónoma, y que expresa así su “verdad”.
VER ALGUN VIDEO EN UTUBE. Entiendo la idea general, quiero aplicarla a la historia.
Fukuyama.
lo que yo sugería que había llegado a su fin no era la sucesión de acontecimientos, sino la
historia, es decir la historia entendida como un proceso único, evolutivo, coherente. Tanto
Hegel como Marx creían que la evolución de las sociedades humanas no era infinita. Ambos
pensadores, pues, postulaban un fin de la historia (para Hegel era el Estado liberal mientras
que para Marx era una sociedad comunista) Significaba que no habría nuevos progresos en el
desarrollo de los principios e instituciones subyacentes porque todos los problemas realmente
cruciales habrían sido resueltos.
La democracia liberal es la única aspiración política coherente que abarca las diferentes
culturas y regiones del planeta.
Pero mientras que el mecanismo histórico representado por la ciencia natural moderna es
suficiente para explicar en gran medida el carácter del cambio histórico y la creciente
uniformidad de las sociedades modernas, no basta para explicar el fenómeno de la
democracia. Pues no hay razón económicamente necesaria de que la industrialización
avanzada deba producir la libertad política.
Las interpretaciones solo economicas no pueden explicar por qué somos demócratas, es decir,
propugnadores del principio de la soberanía popular y de la garantía de derechos
fundamentales bajo el gobierno de la ley. Por esto es necesaria una segunda interpretación del
proceso histórico al tratar de recobrar al hombre entero y no sólo su aspecto económico . Para
hacer esto, volvemos a Hegel y a la interpretación hegeliana no materialista de la historia,
basada en la lucha por el reconocimiento.
El hombre difiere fundamentalmente de los animales en que desea el deseo de otros hombres,
es decir, quiere que se le reconozca. En especial, quiere que se le reconozca como ser humano,
o sea, como un ser con cierto valor y dignidad. Este valor se relaciona, en primera instancia,
con su voluntad de arriesgar la vida por el mero prestigio. Pues sólo el hombre es capaz de
superar sus instintos animales fundamentales – el principal de los cuales es el de conservación
– en aras a principios y metas más altos y abstractos.
La inclinación a buscar esta autoestima surge de la parte del alma llamada thymos.
Hegel creía que la contradicción inherente a la relación de amo y esclavo fue finalmente
superada como resultado de la Revolución Francesa, a la que yo añadiría la Revolución
Americana. Estas revoluciones democráticas abolieron la distinción entre amo y esclavo, al
hacer a los antiguos esclavos amos de sí mismos, y al establecer los principios de soberanía
popular y de gobierno de la ley. El reconocimiento inherentemente desigual de amos y
esclavos fue sustituido por el reconocimiento universal en el cual cada ciudadano reconoce la
dignidad y humanidad de todos los demás ciudadanos y en que la dignidad se reconoce, a su
vez, por el Estado mediante el establecimiento de derechos.
Con las revoluciones americana y francesa, afirmaba Hegel, la historia llega a su fin, pues el
anhelo que ha motivado el proceso histórico – la lucha por el reconocimiento – ha sido
satisfecho en una sociedad caracterizada por el reconocimiento universal y recíproco.
Ningún otro arreglo de las instituciones sociales humanas puede satisfacer mejor este anhelo
y, por tanto, ya no es posible ningún nuevo cambio histórico progresivo.
El deseo de reconocimiento puede proporcionar el eslabón perdido entre la economía liberal y
la política liberal. El deseo y la razón se bastan juntos para explicar el proceso de
industrialización y una gran parte de la vida económica. Pero no pueden explicar la lucha por la
democracia liberal, que en fin de cuentas se deriva del thymos, la parte del alma que reclama
reconocimiento. Si los seres humanos no fuesen otra cosa que deseo y razón, se contentarían
con vivir en estados autoritarios de economía de mercado. Pero poseen también un orgullo
thymótico de su propia valía, y esto los lleva a pedir gobiernos democráticos que reconozcan
su autonomía como individuos libres.
La lucha por el reconocimiento nos permite hacernos una idea de la naturaleza de la política
internacional. El deseo de reconocimiento que condujo al sangriento combate original por el
prestigio entre dos individuos lleva lógicamente al imperialismo y al imperio mundial.
La democracia liberal sustituye el deseo irracional de ser reconocido como más que otros por
el deseo racional de ser reconocido igual.
El “primer hombre” de Hegel difiere de los animales además en que no sólo desea que lo
reconozcan otros hombres, sino que lo reconozcan como hombre. Y lo que constituye la
identidad del hombre como hombre, es la capacidad del hombre para arriesgar su vida. El
hombre es un animal fundamentalmente social, dirigido hacia el otro, pero su sociabilidad no
lo lleva hacia una pacífica sociedad civil, sino a una lucha violenta, hasta la muerte, por el
simple prestigio. Este sangriento combate puede tener uno de tres resultados:
1. Puede llevar a la muerte de ambos combatientes, en cuyo caso termina la vida
humana, humana y natural.
2. Puede llevar a la muerte de uno de los contendientes, en cuyo caso el superviviente
queda insatisfecho, porque ya no hay otra conciencia humana que pueda reconocerlo.
3. El combate puede terminar en una relación de señor y siervo, en el cual uno de los
contendientes decide someterse a la esclavitud con preferencia a arriesgar la vida a la
muerte violenta. El señor queda entonces satisfecho, porque ha arriesgado su vida y
ha recibido el reconocimiento por parte de otro ser humano.
4. Al arriesgar la vida, el hombre prueba que puede actuar en contra de su instinto más
poderosos y fundamental, el de conservar la vida. Como dice Kojeve, el deseo humano
del hombre ha de vencer a su deseo animal de conservación. La razón por la que
combato es para conseguir que otro ser humano reconozca el hecho de que estoy
dispuesto a arriesgar la vida y que, por tanto, soy libre y auténticamente humano.
5. Para Hegel, la libertad no era tan sólo un fenómeno psicológico, sino la esencia de lo
distintivamente humano. En este sentido, libertad y naturaleza son diametralmente
opuestas. La libertad no significa la libertad de vivir en la naturaleza o de acuerdo la
naturaleza, sino que empieza donde termina la naturaleza. La libertad humana emerge
solo cuando el hombre puede trascender su existencia natural, animal, y crear un
nuevo “uno mismo” para sí. El punto de partida emblemático de este proceso de
autocreación es el combate a muerte por prestigio.
Primer hombre
En lo que Hobbes y Hegel difieren fundamentalmente es en el relativo peso moral asignado a
las pasiones de orgullo y vanidad (es decir, el reconocimiento), por un lado, y de miedo a la
muerte violenta, por el otro. Hegel cree que la voluntad de arriesgar la vida en un combate por
el puro prestigio es en cierto sentido, lo que hace humanos a los seres humanos, el
fundamento de la libertad humana. Hegel no “aprueba” la desigual relación entre amo y
esclavo, y sabe que es bien primitiva y opresora. Pero comprende que es una etapa necesaria
de la historia humana. Hegel encuentra algo moralmente elogiable en el orgullo del
aristócrata-guerrero que está dispuesto a arriesgar la vida, y algo innoble en la conciencia
servil que busca por encima de todo la conservación de la vida.
Marx representó un gran polo de la crítica a Hegel al negar que el reconocimiento fuera
universal, pues lo impedía la existencia de clases económicas. El otro polo de crítica fue
Nietzsche: para este había poca diferencia entre Hegel y Marx, pues la meta de ambos era la
misma: una sociedad que encarnara el reconocimiento universal. Ante todo, formuló la
pregunta ¿Es que se merece la pena conseguir un reconocimiento que pueda universalizarse?
Estaba de acuerdo con Hegel en que el cristianismo era una ideología de esclavos y que la
democracia representaba una forma secularizada de cristianismo. La igualdad de todos los
hombres ante la ley era una realización del ideal cristiano de la igualdad de todos los creyentes
en el reino del cielo.
El estado democrático liberal no constituía una síntesis de la moral del señor y la moral del
esclavo, como Hegel había dicho. Para Nietzsche, representaba una victoria incondicional del
esclavo. La libertad y satisfacción del señor no se conservaban en ninguna parte.
Para Nietzsche, el hombre democrático se componía enteramente de deseo y razón, hábil para
encontrar nuevas maneras de satisfacer multitud de fútiles necesidades mediante el cálculo de
su interés a largo plazo. Pero carecía completamente de cualquier clase de megalothymia y
estaba satisfecho con su felicidad e incapaz de sentirse avergonzado de sí mismo por ser
incapaz de elevarse por encima de esas necesidades.
Hegel, en cambio, sostenía que el hombre moderno luchaba por el reconocimiento tanto
como por la satisfacción del deseo, y lo obtenía cuando el Estado universal y homogéneo le
concedía derechos.
Nietzsche creía que no era posible ninguna verdadera grandeza, excelencia o nobleza humanas
excepto en las sociedades aristocráticas. La verdadera libertad o creatividad solo podía surgir
de la megalothymia, o sea, del deseo de que se le reconozca a uno como mejor que los demás.
El deseo de ser reconocido como superior es necesario para ser superior a sí mismo el thymos
no puede satisfacerse con el conocimiento de que son meramente iguales en valor a todos los
demás seres humanos.
Al poner la propia conservación por encima de todo, el último hombre se parece al esclavo en
el sangriento combate de Hegel con el que empezó la historia. Pero la situación del último
hombre empeora como resultado del proceso histórico entero, que ha asegurado desde
entonces la compleja evolución acumulativa de la sociedad humana hacia la democracia.
Según Nietzsche, una cosa viva no puede ser sana, fuerte ni productora, a no ser que viva
dentro de cierto horizonte, es decir, de una serie de valores y creencias que se aceptan sin
crítica y de un modo absoluto.
Kojeve: el hombre llamado propiamente así cesará de existir porque dejará de trabajar y
luchar. “La desaparición del hombre al final de la historia, por tanto, no es una catástrofe
cósmica: el mundo natural sigue siendo lo que ha sido desde toda la eternidad. Y por
consiguiente no es tampoco una catástrofe biológica: el hombre sigue vivo en armonía con la
naturaleza o el Ser dado. Lo que desaparece es el hombre llamado propiamente así, es decir, la
Acción negando lo dado, y el Error, o en general, el Sujeto opuesto al objeto”.
Si el hombre alcanza una sociedad en la cual se haya conseguido abolir la injusticia, su vida
llegará a parecerse a la del perro. La vida humana, pues, entraña una curiosa paradoja: parece
que requiere la injusticia, pues la lucha contra la injusticia es lo que hace salir a la superficie lo
que hay en él de más elevado.
LIBRES Y DESIGUALES
Querrán tener ideales por los cuales vivir y morir, y querrán arriesgar la vida incluso si el
sistema internacional de Estado ha conseguido abolir la posibilidad de guerra. Esta es la
contradicción que la democracia liberal todavía no ha resuelto.
En un mundo en el cual se ha resuelto en gran medida la lucha por todas las cuestiones
importantes, un esnobismo puramente formal se convertiría en la principal forma de expresión
de megalothymia, del deseo del hombre de que se le reconozca mejor que los demás . Pero el
fin de la historia significaría el fin, entre otras cosas, de todo arte que pueda considerarse
socialmente útil, y de ahí el descenso de la actividad artística al vacío.
El anhelo del reconocimiento como superior no ha desaparecido de la vida humana, pero sus
manifestaciones y su extensión han cambiado. La diferencia entre las sociedades democráticas
y las aristocráticas que las precedieron no es que la megalothymia haya sido desterrada, sino
que ha sido sumergida. Las sociedades democráticas están consagradas a la presunción de que
todos los hombres han sido creados iguales, y su ethos predominantes es el de la igualdad.
Aunque no se impide a nadie que desee que se le reconozca como superior, a nadie se le
alienta en este sentido. Así, las manifestaciones de megalothymia que han sobrevivido en las
democracias modernas existen con cierta tensión con los ideales públicamente declarados de
la sociedad.
Sintesis.
El FIN DE LA HISTORIA se realiza porque la democracia liberal realiza principios de
libertad e igualdad (la democracia liberal es inmejorable). No significa el fin del
acontecimiento, lo que finaliza es la historia en un sentido univoco (unitaria y cargada de
significado) que se venía desplegando con la vida de los hombres.
Hay dos hipótesis por las cuales tiene sentido hablar de historia con dirección (lo que
implica un fin de la historia):
4 Premisas antropológicas.
El segundo esbozo de la historia universal debería montarse sobre la dialéctica del amo
y el esclavo, esta nos permite tener una idea del hombre más compleja y profunda de
la que da la modernización (a Fukuyama le atraía el liberalismo inglés). Es por vía del
thymos que podemos explicar el deseo de reconocimiento del hombre (en términos
del capitalismo y la democracia). Esta es la innovación de Fukuyama respecto al
liberalismo inglés: una complejización de la psicología del hombre (no es solo razón y
pasión, también es deseo de reconocimiento).
Nietzsche hace un gran relato del mundo aristocrático, la idea de realización universal del
cristianismo se lleva adelante también en la democracia liberal. Nietzsche plantea disyuntiva: o
un tránsito al súper hombre o la vía del último hombre.
En la democracia liberal, al ser reconocido los hombres como iguales no pueden plantearse
particularidades. Entonces se requiere tolerancia frente a todo. Esta es una vía de la igualdad
(isotimia). Representa un gran desafío a las sociedades liberales: se plantean situaciones,
criterios, de lo que no puede ser tolerado. Las sociedades liberales recaen en la afirmación de
la vida misma:
No se puede afirmar ningún parámetro estático, pero siempre se está ante necesidad
de límites.
No se puede establecer ninguna forma de vida como superior.
Surge entonces el problema con el reconocimiento, cual es el plan inamovible que hace que
alga, quien reconoce? Las sociedades democráticas pueden conducir al reconocimiento por
igualdad pero no posee esto un criterio substantivo (punto de valoración transhistórico). El
reconocimiento que puede brindar el estado homogéneo carece de fundamento legítimo.
Interpretación económica
-Último cuarto del siglo XX: debilidad de dictaduras poderosas en el centro (tipo militar-
autoritario de derecha; tipo comunista-totalitario de izquierda): “la democracia liberal es la
única aspiración política coherente que abarca las diferentes culturas u regiones del planeta”
(Fukuyama, 1992: 14); “Una revolución liberal en economía ha precedido a veces y a veces ha
seguido la marcha hacia la libertad política en todo el mundo” (Fukuyama, 1992: 14). Según
Fukuyama, estos acontecimientos –caída de gobiernos fuertes y crecimiento material en
regímenes liberales-, ameritan volver a examinar la cuestión de si existe un vínculo entre estos
hechos o son ejemplos de buena fortuna.
-Dos intentos de esbozo de teoría de la historia universal: a) reanudación de la cuestión del
fin de la historia; b) empleo de la ciencia natural moderna como mecanismo de explicación
del carácter orientador y coherente de la historia: “La gradual conquista de la naturaleza,
posible gracias al desarrollo del método científico en los siglos XVI y XVII, ha continuado de
acuerdo con ciertas reglas concretas establecidas no por el hombre, sino por la naturaleza y
sus leyes” (Fukuyama, 1992: 15).
-Desarrollo de la ciencia natural moderna (tecnología): efecto uniforme en sociedades: 1)
ventaja militar: dada la posibilidad permanente de guerra entre los Estados, “ningún Estado
que aprecie su independencia puede ignorar la necesidad de una modernización defensiva”
(Fukuyama, 1992: 15); 2) producción económica: posibilidad de acumulación ilimitada de
riqueza: satisfacción en serie de deseos humanos: homogeneización de sociedades: “Todos los
países que se modernizan económicamente han de parecerse cada vez más unos a otros: han
de unificarse nacionalmente en un Estado centralizado, han de urbanizarse, sustituyendo las
formas tradicionales de organización social (…) por formas económicas racionales, basadas en
la función y la eficiencia (…)” (Fukuyama, 1992: 15); interconexión a través de mercado
globales; extensión de cultura universal de consumidores. Lógica de la ciencia moderna:
evolución universal hacia el capitalismo.
-La ciencia natural moderna no basta para explicar a la democracia liberal misma puesto que si
bien los países más desarrollados son los que tienen democracias más sólidas, “no hay razón
económicamente necesaria de que la industrialización avanzada deba producir libertad
política” (Fukuyama, 1992: 16), dado que, como por ejemplo en 1776 en EE.UU., la democracia
estable puede surgir en sociedades preindustriales. Asimismo, hay ejemplos históricos de
industrialización avanzada en países con regímenes autoritarios de gobierno.
-Lógica de la ciencia natural moderna = interpretación económica del cambio histórico que
conduce al capitalismo (no al socialismo) = interpretación incompleta: “el hombre no es
simplemente una animal económico” (Fukuyama, 1992: 16). Según Fukuyama, la
interpretación económica propia de la lógica de la ciencia natural moderna no puede explicar
por qué el hombre es un ser demócrata (propugnador del principio de soberanía popular y del
imperio de la ley), motivo por el cual, además de intentar esbozar dos intentos de teoría de la
historia orientada, Fukuyama realiza una interpretación sobre el hombre entero (no solo en su
aspecto económico), para lo cual retoma la concepción hegeliana (no materialista) de la
historia basada como “lucha por el reconocimiento”.
Lucha por el reconocimiento
García Delgado:
Para poder entender el pasaje del Estado de bienestar en Argentina a un Estado
postsocial, García Delgado va a tomar 3 dimensiones para trazar una comprensión
sobre ese proceso de cambio estatal: las visiones del Estado ofrecidas por las ciencias
sociales latinoamericanas en las últimas décadas, 2)la dimensión histórica del cambio
visualizada en 3 modelos principales y 3)los factores que ponen en crisis al Estado de
bienestar.
Los estudios sobre el Estado recorren distintas etapas que se corresponden a distintos
paradigmas o cosmovisiones que influyeron en América Latina:
Neoliberalismo:
Claves del Neoliberalismo y sus características = texto de Morresi
Etapas:
1) Fundacional en los 40’,50’ y 60’ (las escuelas que describe Morresi)
2) Políticas públicas (EEUU Y el Reino Unido) 80’ : Margaret Thatcher (1978)
Privatizaciones, ruptura del pacto Corporativo. Ronald Reagan (1979) Guerra de
las Galaxias y el incremento del presupuesto armamentista, Recortes sociales,
bajar impuestos directos.
3) Reformas de 1era generación en América Latina en los 90’ : Privatización
(entregar el poder de regular áreas estratégicas del Estado a grupos
económicos), Descentralización (de salud, educación y vivienda. Lo gestionan
las provincias por primera vez), Desregularización.
4) Reformas de Segunda Generación en América Latina a mediados y fines de los
90. Implicó Reformas dentro del Estado (Ineficacia/Corrupción/burocracia):
Recursos humanos, Reestructuración de Ministerios, Mayor Transparencia,
Lógica de Mercado en el Estado
Para entender qué es el liberalismo y cómo impactó en Argentina hay que clarificar
qué es el liberalismo. Norberto Bobbio lo define como: teoría económica partidaria de
la economía de mercado que implica la protección de la propiedad privada. Es
simpatizante de un Estado que gobierne lo menos posible (Estado de Derecho) con
funciones limitadas (Estado mínimo). Además no está basado en la coacción, sino en el
consentimiento de la población.
Se pueden distinguir 3 tipos de liberalismo: clásico, moderno y contemporáneo:
Liberalismo Moderno (ético, social o igualitario): desde el Siglo XIX hasta fines del
Siglo XX.
Exponentes: Hegel, Tocqueville y J. Stuart Mill.
A diferencia del Lib. Clásico, tiene en cuenta a la democracia como un hecho
social. Es un liberalismo modificado por la aparición de un nuevo actor: las
clases populares.
La sociedad no puede autoorganizarse, sino que el Mercado requiere reglas y
autoridades.
Consideran que la meta principal del Estado es: cohesionar a una sociedad que,
librada a sí misma, se fragmentaría. La clase dirigente debe escuchar procesar y
moldear las demandas de los sectores bajos. Para eso el Estado debe satisfacer
las necesidades básicas de las clases populares.
El liberalismo Moderno es muy criticado por los neoliberales por ser: “una
traición a los valores liberales”. “Estaban equivocados o eran socialistas
encubiertos”.