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DEL TERRITORIO A LA CASA.

SOBRE LA DECISIVA TRANSFORMACIÓN DE CATALUÑA


EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
Author(s): Albert García Espuche
Source: Historia Social , 2007, No. 58 (2007), pp. 70-95
Published by: Fundacion Instituto de Historia Social

Stable URL: http://www.jstor.com/stable/40657969

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Dossier

LA DEFINICIÓN SOCIAL
DEL ESPACIO URBANO

DEL TERRITORIO A LA CASA. SOBRE LA


DECISIVA TRANSFORMACIÓN DE CATALUÑA
EN LOS SIGLOS XVI Y XVII

Albert García Espuche

En la Cataluña de los siglos xvi y xvn tuvo lugar una muy notable transformació
cial, economica y social. Ello sucedió en un periodo que hasta hace poco era cons
como de decadencia y estancamiento, pero que, muy al contrario, resultó decisivo
futuro del país. Esa importante transformación se puede seguir a distintas escalas
ximación, estrechamente vinculadas las unas a las otras: el territorio catalán; su si
ciudades; cada una de las poblaciones más dinámicas; sus distintos barrios; las tien
casas, y la vida cotidiana de las familias. En todos esos niveles, el análisis y la com
sión de la transformación de la variable espacial, desde el conjunto del territorio a los
riores de las moradas, resulta fundamental para entender un período clave en la histor
Cataluña.

La escala del territorio. El modelo económico y territorial antes de 1550

El territorio catalán presentaba, antes de 1550, una distribución de los núcleos de po-
blación que era el producto complejo de una historia en la que las relaciones con la capita
todavía no resultaban decisivas. A mediados del siglo xvi los pesos del conjunto "urbano"
estaban ampliamente repartidos en el país. Poblaciones que demográficamente se situaban

Historia Social, n.° 58, 2007, pp. 71-95. I 71

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entre las primeras quedaban muy apartadas de la capital: Castellò d'Empúries ocupaba el
décimo puesto en la jerarquía, Puigcerdà el duodécimo, Ulldecona el decimonoveno. Esta
distribución de los núcleos de población más destacados indica unos grados de aislamiento
considerables, una forma de ocupar el territorio y de explotar sus recursos basada en una
autonomía notable de las diferentes comarcas y de sus principales poblaciones, autarquía
especialmente clara en las zonas interiores más alejadas del mar.
Este modelo económico territorial anterior a 1550 no se basaba ni en la creación de
un volumen importante de excedentes, aparte de Barcelona, ni en la multiplicación de los
intercambios dentro del propio territorio y con la capital. Las comunicaciones terrestres se
apoyaban en una única ruta principal cercana al mar que, bifurcándose, conectaba Barcelo-
na y la costa catalana con Francia, Valencia y Aragón. Las vías perpendiculares a ésta se
utilizaban poco y el territorio interior quedaba sensiblemente marginado, lo que favorecía
grados elevados de aislamiento en un buen número de comarcas catalanas.
En paralelo a esta debilidad de los intercambios, se producía una notable autonomía en
la exportación de los diversos excedentes comarcales. El conjunto de ciudades y de peque-
ños territorios tenía acceso al comercio exterior a través de numerosos puertos, con un
funcionamiento que no utilizaba ni necesaria ni principalmente el de Barcelona.
Tanto desde el punto de vista de la distribución de los pesos demográficos y económi-
cos en el territorio, como desde los grados de relación entre las distintas comarcas y nú-
cleos urbanos, Cataluña era, antes de 1550, un país con grados de interconexión e integra-
ción notablemente bajos.

Cambios territoriales y económicos (1550-1640)

La situación territorial y económica cambió a partir de 1550, y la complejidad de los


cambios que se produjeron aconseja comenzar por una explicación sintética. En el período
que transcurre entre 1550 y 1640 se transformaron las relaciones de Barcelona con el terri-
torio catalán. Se produjo una redistribución de las actividades industriales, desde la capital
hacia los núcleos relativamente cercanos a ella, un aumento de los vínculos y los intercam-
bios en buena parte del país y, en general, un mejor aprovechamiento de los recursos y ca-
pacidades productivas de todo el conjunto. En este proceso, se reforzó el mercado interior
y se propició una nueva manera de abordar las relaciones comerciales con el exterior, con
un claro impulso de las exportaciones dirigidas a Sevilla y Cádiz, por un lado, y al centro
de la Península, por el otro.
Estos factores de desarrollo económico y descentralización territorial, que a menudo
se han explicado como iniciados a finales del siglo xvn o durante el siglo xvm, tuvieron
su origen y un sólido desarrollo en el período que hemos señalado. En él se produjo una
trascendente y notoria transformación que cimentó la Cataluña urbana.
En su más que famosa obra sobre la "urbanización de Europa", Jan De Vries afirma,
para el conjunto del continente, que "la estructura urbana autárquica de la Edad Media no
podía servir como soporte urbano de una sociedad comercial e industrial", y señala que
fue durante el siglo xvii cuando se produjo la crisis urbana que dio lugar a las transforma-
ciones clave: "el período decisivo fue la primera mitad del siglo xvn". En Cataluña, esta
etapa de cambio urbano y territorial, en la que se produjo la descentralización de la pro-
ducción hacia áreas "rurales" comandadas por pequeñas poblaciones vinculadas en un sis-
tema eficaz a Barcelona, tuvo lugar entre 1550 y 1640, y estaba ya ampliamente consoli-
dada hacia 1600. Ese fue el período en el que se dio la solución de continuidad entre el
tejido urbano preindustrial, disperso e ineficaz, y el tejido urbano moderno, cohesionado
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Visión de Barcelona desde Montjuïc según Anton van Wyngaerde (1562)

El proceso de cambio a escala regional, paralelo al que De Vries postula a escala euro-
pea, tuvo lugar en Cataluña de forma precoz. En el momento en el que la nueva estructura
urbana europea fue conformada por las necesidades de una economía comercial y pasó a
ser dominada por centros mercantiles en competencia, como explica dicho autor, Barcelo-
na había ya consolidado su propia región como un espacio geográfico bien articulado y
eficaz desde el punto de vista del sistema urbano. Se había construido, en el período deci-
sivo entre 1550 y 1640, un país sólidamente preparado para el futuro.

El cambio demográfico territorial

La figura que acompaña este texto muestra un hecho clave en la transformación terri-
torial y económica catalana entre 1550 y 1640 (o entre los censos de 1553 y 1702): el cla-
ro ascenso en la jerarquía urbana de los núcleos de población cercanos a Barcelona, y el
paralelo descenso de los alejados. Un fenómeno ligado a la descentralización industrial
arriba citada y a la más eficaz organización económica del país.
Pierre Vilar hizo notar que todos los textos escritos entre el siglo xiv y el xvi insistían
en el despoblamiento catalán y que, después de 1600, los redactados por los comentadores
de la decadencia castellana ponían de relieve la caída demográfica de Castilla, mientras
que, en cambio, el Principado se convertía en densamente poblado. Los testimonios surgi-
dos de Cataluña también resaltaban la densidad de población, pero indicaban algo que re-
sulta aún más significativo: la "densidad urbana". "De manera que toda Cathaluña parece
ser una sola ciudad", escribía el padre Diago en su Descripción de Cataluña de 1605;
"toda ella parece una sola población porque apenas hay distancia notable sin ella", afirma-
ba Esteban de Corbera en su texto Cataluña ilustrada... de 1632; "apenas hay legua sin lu-
gar... que toda Cathaluña es una ciudad continuada", aseguraba Manuel Marcillo en 1685
en su Crisis de Cataluña...
No todo el país, en realidad, sino una zona concreta y amplia de él podía proporcionar
la sensación de ser "una sola ciudad", y esa área era la extensa "corona territorial barcelo-
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nesa" (Barcelonés, Maresme, Vallès, Baix Llobregat, Osona, Anoia, Bages, Penedés, Ga-
rraf), en la que los núcleos urbanos crecieron sensiblemente. Las cifras de densidades de
población que Pierre Vilar da para Castilla y Cataluña en 1553 son de 26 y 12' 1 habitantes
por kilómetro cuadrado respectivamente. Si analizamos las densidades para la Cataluña de
la "corona territorial barcelonesa", la densidad resulta ser de 1 1 habitantes por kilómetro
cuadrado en 1553 y de 22 '2 en 1702 y, seguramente, debía ser más alta aún en 1600 y en
1640. Es decir, desde el punto de vista de la densidad de población, la corona barcelonesa
tenía ya, a inicios del siglo xvii, una "masa crítica" demográfica comparable a la castella-
na y, sin duda, estaba mejor organizada por lo que se refiere al sistema urbano. Lo que
traslucen, pues, las afirmaciones de los hombres del siglo xvn es la constatación de la
existencia de un territorio catalán sólido desde el punto de vista demográfico y con un sis-
tema de ciudades suficientemente articulado como para resultar eficaz desde el punto de
vista de la economía. A ello había contribuido, sin duda, la aportación notabilísima de in-
migración francesa durante la segunda mitad del siglo xvi y los inicios del xvn.

La descentralización industrial: de Barcelona al territorio

La descentralización industrial desde Barcelona a las poblaciones de su corona territo-


rial resultó esencial en los cambios que tuvieron lugar en Cataluña entre 1550 y 1640. Por
un lado, en la Ciudad Condal disminuyó la actividad en los primeros pasos de los procesos
industriales y ese tipo de actividad aumentó, por contra, en una corona de poblaciones cer-
canas a Barcelona. Por otro, en la capital crecieron los trabajos vinculados a las etapas fi-
nales de la producción y resultó fundamental la comercialización. El aumento de pobla-
ción en las ciudades relativamente cercanas a Barcelona respondió en buena parte a ese
cambio, en el que tuvo mucho que ver el aprovechamiento de los recursos materiales y, so-
bre todo, humanos, con una nueva situación en la que hubo más población que quedó si-
tuada en lugares suficientemente cercanos a la capital como para integrarse con eficacia
en un sistema económico global comandado por ésta.
La nueva situación supuso descentralizaciones y especializaciones geográficas de la
producción que implicaban sobre todo a los núcleos urbanos y semiurbanos de la amplia
"corona territorial barcelonesa". Se produjo una dispersión ordenada de las actividades en
el territorio y una potenciación de Barcelona como centro bien integrado en el país. Los
pelaires y los curtidores, entre otros muchos oficios en ascenso en las poblaciones cerca-
nas a la capital, trabajaron en un territorio cada vez más integrado, y la Ciudad Condal
pasó a ser el centro director de Cataluña. Sumando rasgos viejos y nuevos, se convirtió en
centro mercantil, de servicios y de coordinación industrial de las poblaciones urbanas y se-
miurbanas que estructuraban el territorio catalán, y se mantuvo como espacio de produc-
ción en las fases finales de determinadas manufacturas.
Los cambios producidos entre 1550 y 1640 supusieron una reorganización general, de-
cisiva y con consecuencias en el futuro, en la que el beneficio no redundó únicamente en
los intereses barceloneses, sino que provocó el progreso de las poblaciones relativamente
cercanas a la capital y, sobre todo, el mejor funcionamiento global de la economía catala-
na, apoyada en un sistema de ciudades cada vez más eficaz.
El análisis de múltiples actividades productivas, relacionadas con el cuero, el tejido, el
hierro, el vidrio, etc. permite constatar que la especialización que afectó a las poblaciones
cercanas a Barcelona fue rica y compleja. Cada una de ellas consiguió destacar en una acti-
vidad principal, al tiempo que también lo hacía en otras, vinculadas o no a la más importan-
te. Las zonas agrícolas quedaron más claramente delimitadas y especializadas: las tierras de
74 poniente constituían la reserva agrícola, la viña se cultivó por primera vez en áreas estraté-

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gicas y se eliminó en otras que se dedicaron a actividades diferentes. El textil se potenció en
zonas que entraron fácilmente en contacto con Barcelona y lo mismo pasó con las indus-
trias del cuero o del algodón. La especialización del hierro en el área de Ripoll aprovechó la
creciente vitalidad del eje Barcelona- Vic-Ripoll y, a su vez, el crecimiento paralelo de esta
industria en Manresa utilizó la fluida relación de esta ciudad con Barcelona. Alrededor del
eje de Vie florecieron actividades como las vinculadas al hielo, impensables sin la creación
previa de potentes flujos comerciales y de transporte. El territorio se especializó, los inter-
cambios crecieron, y se multiplicaron los círculos virtuosos de la economía.

El nuevo horizonte atlántico del comercio y la descentralización marinera

En el campo de la marinería catalana se produjeron, entre 1550 y 1640, dos fenómenos


paralelos de transformación. Por un lado, el tipo de viaje que pasó a ser predominante des-
pués de 1550 fue el de cabotaje alrededor de la Península Ibérica. Por otro, los marineros
de la costa cercana a Barcelona fueron los que hicieron la gran mayoría de todo el conjun-
to de los desplazamientos por mar gestados por el comercio barcelonés.
La Ciudad Condal, con menos marineros que en el período anterior pero con el apoyo
del creciente número de los que vivían en las poblaciones costeras próximas a ella, optó en
buena medida por el Atlántico, hacia donde se había desplazado claramente el peso de la
economía global. Los numerosos viajes catalanes de la época a Cádiz y Sevilla denotan la
relación con América, y los que acababan en Lisboa señalan el vínculo con el gran mundo
portugués.
Pero si es suficientemente importante el cambio de orientación en el comercio maríti-
mo, del Mediterráneo al Atlántico, interesa subrayar el fenómeno de la descentralización
marinera. Las poblaciones que más aumentaron su participación en el transporte de origen
barcelonés, después de 1550, fueron Arenys, Canet, Calella, Pineda, Mataró, Sitges, y
también, aunque en menor medida, Lloret, Vilanova, Sant Pol, Malgrat y Caldes, presen-
tando correlaciones evidentes con su destacado progreso en la jerarquía urbana. Fue éste el
período clave en el que las poblaciones de la costa cercana a Barcelona protagonizaron, a
través de la participación en el comercio barcelonés, transformaciones esenciales que tu-
vieron repercusiones positivas en el futuro.
Se pasó de un modelo simple de relaciones a otro mucho más complejo. Para los ma-
rineros del litoral próximo a Barcelona resultaba bien distinto llevar materias primas a la
Ciudad Condal o comerciar directamente con Valencia, que realizar numerosos viajes que
transportaban lejos de Cataluña mercaderías comercializadas por agentes económicos de
la capital. Este segundo modelo aprovechó la existencia del primero, es decir, la tradición
y capacidad marinera de algunas de las poblaciones cercanas a Barcelona. Pero la capital
potenció también la marinería en otros núcleos que, en este período, surgieron demográfi-
ca y económicamente casi de la nada.
Hacia 1600, algunas de las poblaciones de la costa cercana a la Ciudad Condal habían
establecido relaciones nuevas y duraderas con toda la costa peninsular, aumentado su po-
tencia total de carga, progresado económicamente a través del comercio e incrementado
considerablemente su capacidad de fabricación de barcos.
Resultaron en especial importantes las transformaciones menos coyunturales: a la lar-
ga, el nuevo destino predominante de los viajes contó menos que el hecho de que hubiese
aumentado la potencia de los marineros del litoral cercano a Barcelona. Las poblaciones I
que se consolidaron como potentes en la navegación de cabotaje en el período 1550-1640 I
fiieron las mismas que a mediados del siglo xvm reunieron el grueso de la flota mercante I
catalana. I 75

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La mejora de los intercambios por tierra y el refuerzo del mercado interior

El incremento de los intercambios en la Cataluña del período que analizamos resultó


esencial en la maduración del sistema urbano. El interés por acondicionar los caminos y
las carreteras fue evidente durante la segunda mitad del siglo xvi. El número de carretas
aumentó aceleradamente de tal manera que hacia 1600 circulaban ya abundantemente por
una amplia zona del territorio catalán. Se conformó, sobre todo, una "corona carretera" tu-
pida, muy utilizada y bien mantenida alrededor de la Ciudad Condal. La eficacia del trans-
porte en el período lo confirman tanto el desplazamiento del hielo, que tiene la inevitable
tendencia a deshacerse, como el del vidrio, que tenía ya entonces una tozuda propensión a
la rotura.
Fueron también muy importantes en la mejora del transporte el aprovechamiento ra-
cional de la dinámica de los desplazamientos, las facilidades fiscales dadas al tráfico de
mercaderías y de personas y, muy en especial, la creación de una base estructural, esencial
de cara al futuro, establecida en este período con el aumento del número de arrieros y de
alquiladores de mulas, lenta pero progresivamente más capitalizados. De hecho, la notable
revolución en el mundo del transporte catalán de nuestro período se produjo más a partir
del refuerzo de los hombres (y de los animales) dedicados a desplazar mercaderías, que a
la mejora de las infraestructuras.
En ese sentido, los crecimientos del número de arrieros en poblaciones como Vie y
Manresa resultaron muy notorios. En Barcelona, en cambio, se incrementaron de forma
clara los alquiladores de mulas y tuvo lugar la formación de compañías de transportistas
fuertemente capitalizadas. Ese impulso permitió organizar viajes importantes a puntos le-
janos, que no podían asumir los arrieros de las demás poblaciones catalanas. Estos eran los
encargados, principalmente, del transporte de mercaderías en Cataluña, mientras que los
potentes alquiladores de mulas de la capital aseguraban sobre todo el transporte hacia el
interior de la Península. En definitiva, los transportistas catalanes consiguieron coser den-
samente el territorio articulado por Barcelona y conectarlo con puntos lejanos.
Esta serie de transformaciones es la que permitió que, en una economía que conseguía
funcionar de manera cada vez más integrada, circularan cantidades considerables de mer-
caderías, en el territorio catalán y desde Cataluña al exterior. Hacia Barcelona se llevaban
materias primas y productos semielaborados o totalmente acabados, realizados en la "co-
rona territorial barcelonesa" (clavos, hierro, hielo, tejidos, curtidos, muebles, etc.), que, en
parte, eran distribuidos a Castilla, Valencia, Mallorca, Andalucía, norte de África, Portu-
gal, Italia, etc. Hasta las poblaciones cercanas a Barcelona se hacían llegar materias primas
importadas arribadas al puerto barcelonés y productos elaborados en la capital o en el te-
rritorio, y redistribuidos desde la Ciudad Condal. A su vez, productos de alto valor añadi-
do como el vidrio, y también tejidos, joyas, trabajos en madera, en hierro, etc. circulaban
hacia el interior de la Península y otros puntos.

Un pie en Barcelona y otro en el territorio

El rol de Barcelona era el de director y dinamizador del sistema urbano catalán, en el


que los beneficiados no eran únicamente los agentes económicos de la capital. Que se pro-
dujeran numerosos desplazamientos de mercaderes y negociantes catalanes hacia la capital
para controlar los negocios vinculados a las ciudades de origen, y que buena parte de los
agentes económicos que actuaban en las poblaciones cercanas a Barcelona tuviesen procu-
rador en la Ciudad Condal, muestra los círculos virtuosos que se producían con la progre-
76 I siva integración del sistema urbano que tenía a Barcelona como cúspide.

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Cambios en la ordenación demográfica de las 50 primeras poblaciones catalanas, entre 1553 y 1702

Poblaciones entre las 50 primeras en 1553 y que en el intervalo 1553-1702 bajaron entre 5 y 19 puestos en la je-
rarquía urbana
3. Lleida; 9. Cervera; 14. La Selva; 18. Solsona; 19. Ulldecona; 27. La Seu;
28. Tàrrega; 29. Riudoms
O
Poblaciones id. id. 20 o más puestos
10. Castellò d'Empúries; 12. Puigcerdà; 13. Montblanc; 23. Torroella de Montgrí; 24. Cambrils; 25. Constanti;
31. Banyoles; 32. Falset; 33. Peralada;
36. Palafrugell; 38. Agramunt; 40. Tivissa; 42. Guissona; 44. Seros; 45. Sarral; 47. Roses; 48. Castellò de Far-
fanya; 49. Besalú

en los dos grupos, la cifra indica el puesto ocupado en 1553


Poblaciones entre las 50 primeras en 1702 y que desde 1553 subieron entre 5 y 19 puestos en la jera
9. Manresa; 15. Sant Feliu de Guíxols; 16. Blanes; 25. Cardona; 33. Igualada

Poblaciones id. id. 20 o más puestos


4. Mataró; 10. Vilanova; 14. Sitges; 18. Berga; 22. Moia; 23. Figueres;
24. Arenys de Mar; 29. Esparreguera; 3 1 . Sant Hipòlit de Voltregà
40. Taradell; 41 . Castellterçol; 43. Sant Feliu de Codines; 44. Santpedor; I
47. Arenys de Munt; 48. Sabadell; 49. Torello; 50. Lloret I
en los dos grupos, la cifra indica el puesto ocupado en 1 702 | 77

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Entre Barcelona y su corona territorial cercana se estableció un auténtico entramado
de relaciones comerciales apoyada en la delegación de poderes. La proliferación de procu-
radurías indica los grados de relación comercial entre la capital y las poblaciones cercanas
a ella. Los mercaderes barceloneses controlaban parte de la producción realizada en di-
chos núcleos y, al mismo tiempo, la gente de esas localidades se desplazaba a Barcelona a
adquirir los productos acabados que, en buena medida, provenían del propio país.
La influencia de Barcelona sobre su territorio era muy fuerte. Y lo era también, en el
sentido contrario, la del territorio catalán más dinámico sobre la capital. La especializa-
ción de la Ciudad Condal como centro de negocios hizo que numerosos mercaderes de su
corona territorial se estableciesen en la capital para llevar desde allí las relaciones comer-
ciales con sus poblaciones de origen. Una situación similar se produjo con una buena parte
de la pequeña nobleza catalana que, desde finales del siglo xvi, procuró mantener un pie
en Barcelona y otro en el territorio.

Nuevos impulsos económicos y territoriales (1652-1714)

Superada la guerra de Secesión (1640-1652) y la posterior crisis, se produjo en Catalu-


ña una recuperación económica, muy evidente desde los años setenta, que se fundó en las
sólidas bases puestas en el período anterior, pero que, además, se ayudó de impulsos en
nuevos terrenos de la producción y del comercio y en el potenciamiento de ámbitos terri-
toriales hasta entonces poco integrados en los procesos económicos impulsados desde Bar-
celona, y progresivamente más autónomos, que acabamos de comentar.

El aguardiente y la incorporación del Camp de Tarragona

El aguardiente se producía en Cataluña desde antes del final del siglo xvn, pero hasta
la segunda mitad de esta centuria la destilación del vino se mantenía como una actividad
menor. Llegados los años ochenta, resultó crucial la entrada decidida de agentes ingleses,
holandeses y genoveses en la fabricación y la comercialización del aguardiente. Para en-
tenderlo cabe tener en cuenta la coyuntura europea, claramente marcada por las nuevas
coordenadas de política económica impuestas por el mercantilismo proteccionista de
Colbert. Siguiendo las directrices del ministro galo, concretadas entre 1664 y 1667, el
mercado francés quedó cerrado a los comerciantes holandeses e ingleses que desde el si-
glo xvi controlaban las rutas del norte del Atlántico. Los mercaderes de esos países tuvie-
ron que prescindir del proveedor francés y poner los ojos en otras áreas, como Cataluña.
En el Principado, el mejor puerto para conducir las exportaciones era el de Salou, el
más cercano al área de producción vinícola y de aguardiente del Camp de Tarragona. El
transporte lo debían proporcionar básicamente los barcos ingleses y holandeses, aunque a
menudo se requería el concurso de la flota catalana de cabotaje, potenciada durante la eta-
pa anterior, para llevar el aguardiente hasta Cádiz (o Lisboa), donde era trasvasado a bar-
cos del norte de Europa.
La red comercial necesaria sobrepasaba de largo la capacidad de los productores locales
y la habían de crear agentes económicos más potentes (lógicamente los de Barcelona) con
la ayuda de mercaderes ingleses y holandeses, que tenían los contactos con el norte de Eu-
y, muy especialmente con Amsterdam, puerto clave en el comercio del aguardiente.
La producción del destilado en el Camp de Tarragona y su exportación se consolidaron
notablemente a partir de 1690, con una exportación creciente hacia Inglaterra y Holanda.
En 1694 funcionaban al menos dieciocho fábricas de aguardiente en Reus y otras catorce

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Barcelona afínales del siglo xvn

en poblaciones cercanas. En ese contexto, el mercado europeo tuvo un peso fundamental,


muy por encima del colonial: el 64 % del aguardiente producido en el Camp de Tarragona
se exportaba al norte de Europa y, de éste, una tercera parte iba destinada a Holanda.
Si ingleses y holandeses afincados en Cataluña tuvieron un rol muy destacado en este
sector, la década de los noventa supuso la incorporación decidida en esta actividad de des-
tacados mercaderes catalanes, especialmente de los afincados en Barcelona, siguiendo la
línea que habían ido trazando los extranjeros. El 70 % de las órdenes de embarcamiento
provinieron de Barcelona, y los comerciantes de la Ciudad Condal y los mercaderes ex-
tranjeros afincados en la capital fueron responsables de más del 81 % de las exportaciones
de aguardiente.
Resulta evidente que los agentes económicos barceloneses tuvieron un papel importan-
te en la reactivación de la economía del Camp de Tarragona y, también, de Cataluña. Se
partió del trabajo previo de los productores locales, pero para obtener un gran crecimiento
se precisó del empuje externo, especialmente en el terreno de la comercialización y la ex-
portación. La situación era bastante parecida a la que durante la segunda mitad del siglo
xvi se había producido en otros sectores y en áreas del territorio más cercanas a Barcelo-
na. Entonces, los agentes locales (pelaires, curtidores, vidrieros...) de la corona territorial
barcelonesa partieron de grados ya existentes de desarrollo local, recibieron el impulso de
agentes económicos de Barcelona y acabaron aprovechando el crecimiento producido para
obtener niveles más altos de producción y, más tarde, de independencia. Ahora le había to- I
cado el turno al Camp de Tarragona y a sus productores de aguardiente. I

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La escala de la ciudad. Los crecimientos físicos urbanos

Los crecimientos físicos de las poblaciones cercanas a Barcelona tuvieron una impor-
tancia fundamental en la consolidación estructural de los cambios económicos producidos
en Cataluña entre 1550 y 1640. Mataró supone el mejor ejemplo entre esos crecimientos,
un caso relevante de creación de una auténtica "nueva" ciudad. Dicha población, en efecto,
cambió notablemente durante la segunda mitad del siglo xvi. La realización de una nueva
muralla, iniciada en 1570, implicó la concepción de un proyecto urbano de extensión de la
ciudad. La expansión urbana entre 1570 y 1600 fue incluso incontrolable desde el punto
de vista militar, puesto que las nuevas casas desbordaron rápidamente el perímetro de las
murallas que se estaban edificando; y acabada la fortificación, en 1600, la fuerza urbani-
zadora continuó aún durante unas décadas.
La expansión urbana de Mataró no fue, ni mucho menos, la única entre las poblaciones
cercanas a Barcelona. En Manresa, entre 1553 y 1626, se trazaron calles en espacios libres
interiores, se densificaron áreas ya construidas y se crearon extensiones fuera de las mura-
llas; en Igualada, a finales del siglo xvi y principios del xvn, se produjo una actividad
constructora en el llamado "arrabal superior"; en Sitges se cerró con murallas y se densifi-
có el arrabal durante las últimas décadas del siglo xvi; en Terrassa se superó el límite de-
fensivo en el transcurso del último tercio de la centuria, y en Sabadell y Granollers a fina-
les de ella; en Vilanova, a principios del siglo xvn, desbordado el perímetro de la muralla
que ya se había ampliado en 1557, se extendió el recinto defensivo hasta el mar y hacia
poniente; en Calella se realizaron numerosos contratos enfitéuticos para edificar solares
desde principios de siglo, pero muy especialmente a partir de los años cincuenta; lo mismo
ocurrió en Sant Martí d'Arenys y Malgrat al menos desde los años sesenta, en Sant Celoni
desde los setenta y en Santa Maria d'Arenys, Blanes y Pineda desde los ochenta.
En muchos de los núcleos de la corona territorial barcelonesa se dio, en los años que
van hasta mediados del xvn, una contradicción producto del crecimiento: se ampliaron,
modificaron y mejoraron las murallas, pero, en paralelo, las mismas poblaciones supera-
ron definitivamente los límites defensivos y se convirtieron en "ciudades abiertas". De tal
manera que, a partir de los inicios del siglo xvn, en algunas de estas poblaciones en creci-
miento la expansión física pudo efectuarse ya sin la constricción de las barreras militares.
Conviene valorar, además, los efectos económicos producidos, no ya por la decisiva y
eficaz redistribución de los pesos urbanos en el territorio, sino por los propios crecimien-
tos físicos de las localidades en crecimiento. Propietarios de la tierra, miembros de oficios
de la construcción, negociantes y pequeños inversores aprovecharon el crecimiento físico
de las ciudades para trabajar más, para especular y obtener beneficios donde antes resulta-
ba imposible hacerlo, para invertir con seguridad, para mover, en suma, la economía urba-
na. Estos agentes de la construcción de la ciudad, con la ayuda y a veces el control de los
municipios, consiguieron también establecer unos mecanismos y unas prácticas urbaniza-
doras que se aprendieron y que quedaron como herencia para el futuro. Las expansiones
urbanas, cualitativamente importantes, producidas en un área no casualmente específica de
Cataluña, entre 1550 y 1640, crearon una base de técnicas y de mecanismos ligados al cre-
cimiento urbano que se aplicaron masivamente cuando, al final del siglo xvn (de nuevo
Mataró) y, sobre todo, en el transcurso del xvm, las extensiones pasaron a ser mucho más
notables cuantitativamente.

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El rol de Barcelona y su transformación

Efectos de la descentralización industrial: el caso del vidrio

El caso de la producción de vidrio nos proporciona un ejemplo extraordinario par


ilustrar la descentralización industrial que se produjo desde Barcelona a las poblaciones d
su corona territorial, y para entender lo que ello supuso en la propia Ciudad Condal.
El muy loado vidrio catalán de final del siglo xvi e inicios del xvii, que se exponía co
orgullo cada día primero del año en la plaza del Born barcelonesa, no se producía en l
Ciudad Condal. Entre 1550 y 1640, los vidrieros barceloneses eran básicamente comer
ciantes y no fabricantes. El vidrio se elaboraba en Mataró y su zona de influencia. Entr
1590 y 1610 trabajaron en esa localidad más de sesenta vidrieros y otros lo hicieron en p
blaciones cercanas, como Vilassar, Dosrius, Vallgorguina o Teiá.
La producción realizada fuera de Barcelona, en Mataró y su entorno por los "vidriero
de horno" la recibían en la capital los "vidrieros de tienda" (o "de Hum"), que efectuaba
algunos acabados que sumaban valor y vendían el producto. Explotar los hornos en Mat
ró tenía ventajas de menor coste de mano de obra y de impuestos y, también, de una mayor
proximidad a la madera y a la arena, combustible y materia prima.
Las relaciones entre Barcelona y Mataró se establecieron, pues, siguiendo esa pauta:
producción del vidrio (de considerable calidad) en el área de Mataró, acabados en Barcelo
na y comercialización en o desde la capital. En buena parte, el vidrio era exportado por v
marítima por compañías formadas por comerciantes y vidrieros barceloneses y de Matar
en dirección a Cádiz y Sevilla, para seguir el camino de América. En poco tiempo y trav
de la exportación, en especial la dirigida al interior de la Península, los mataroneses alcan
zaron grados crecientes de iniciativa y establecieron contactos comerciales sólidos. Los v
drieros de Mataró crearon compañías, solos o con "mercaderes de vidrios" de Madrid,
vendiendo sus productos en Castilla o en Aragón y comprando diversas mercaderías "d
retorno", sobre todo lanas de Segovia y de otras ciudades castellanas.
La vidriería de Mataró continuó teniendo un peso importante después del período qu
analizamos. No por casualidad, ésta fue la primera población de España en fabricar vidr
plano. Los vidrieros mataroneses del siglo xvi y principios del xvn, así, constituyen u
magnífico ejemplo de expansión económica en una población de la corona territorial ba
celonesa, con repercusiones estructurales en el futuro.
Los cambios producidos con el establecimiento del modelo "bipolar" Barcelona-Mata
ró en el caso del vidrio supusieron transformaciones en la Ciudad Condal: por ejemplo,
desaparición de los hornos de vidrio y el desinterés creciente por la feria del vidrio de
Born, pues la vista estaba puesta en la exportación. En general, el potenciamiento de Bar
celona como centro director, comercial y distribuidor, y el descenso de la producción in
dustrial vinculada a las primeras etapas productivas tuvieron consecuencias claras en el e
pacio urbano barcelonés. En muchos campos de la actividad urbana la transformación
económica territorial supuso la eclosión de tiendas potentes, como las de los pasamanero
un reforzamiento notable de otras ya antes muy destacadas, como las de los plateros, y, en
general, la fuerza creciente del sector comercial y de las áreas urbanas en las que estab
implantado. Al mismo tiempo, las zonas industriales situadas alrededor del Ree Comt
(acequia) vieron un descenso radical de actividad, con la dismunición del número de tint
reros, curtidores y zurradores; mientras que en la tradicional área del tejido, en el barrio de
Sant Pere, se produjo una bajada igualmente radical del número de pelaires y tejedore
Por otro lado, con la mengua de personas dedicadas a los oficios del mar, las áreas centr
les de la Ribera (el tradicional barrio marinero) perdieron parte de su carácter; y se produ-
jo una desaparición casi total de dichos oficios en sectores urbanos próximos a dicho ba
rrio y que antes habían notado en sus espacios la influencia del mar. I 81

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El refuerzo del comercio barcelonés: las droguerías

Aunque hasta ahora no se haya hecho notar, en el crecimiento económico catalán de la


segunda mitad del siglo xvn la droguería tuvo un rol fundamental. Hablar de droguería en
Cataluña y, especialmente en su capital, durante el siglo xvn y sobre todo a partir de 1670
es hacerlo de un universo rico que estaba en ascenso desde que, un siglo antes, Barcelona
pasó a ser un centro más director y comercial que productivo. El "Colegio de drogueros y
confiteros" trabajaba, por un lado, en el campo de la confitería; y, por otro, en el amplio
terreno de las "drogas". Además de proporcionar muchos productos vinculados a la salud
y a la cosmética, esta segunda rama resultaba clave para mantener la eficacia de los ofi-
cios urbanos. Con tan solo considerar los productos para tintar y colorear, necesarios para
los tintoreros, pintores, doradores, ceramistas, etc., nos percatamos de que las droguerías
resultaban establecimientos básicos para la economía.
Pero la riqueza de las droguerías no se limitaba, ni mucho menos, a ellos. El total de
productos que vendían en Barcelona en el siglo xvii superaba los 1.200. Además, el au-
mento de la diversidad fue evidente a lo largo de la centuria, multiplicándose, al menos,
por 1'5. Estos establecimientos proporcionaban pegas, colas, gomas, plantas, flores, raí-
ces, labores, arroz, harina, fideos, sémola, tocino, manteca, sal, especies, jabón, esponjas,
cera, ceniza, incienso, tabaco, pipas, azúcar, miel, frutos secos, dulces... Y, además, mu-
chos productos se ofrecían en diversas variantes: 54 tipos de tabaco; 45 de azúcar; 43 de
confitura; 21 de goma; 14 de almendra; 14 de canela; 13 de brasil, 12 de jengibre; 12 de
ciruela; 1 1 de avellana; 10 de pera; 8 de arroz; 8 de pimienta; 8 de turrón; 7 de alumbre; 7
de índigo; 7 de jabón; 7 de sándalo; 7 de azufre, etc.
Los lugares de procedencia de los productos ayudan también a entender la riqueza del
mundo de las droguerías barcelonesas. Entre ellos figuran Alemania, Hungría, Flandes,
Bohemia, Venecia, Sicilia, Civitavecchia, Cerdeña, Grecia, Chipre, Creta, Mar Muerto,
Egipto, Babilonia, Armenia, Arabia, Persia, Capadócia, India, Etiopía, Siria, Bután, Cei-
lán, Borneo, China, Martinica, Jamaica, Antillas, Campeche, Perú, Guatemala, Méjico,
Honduras, Madagascar, Senegal, Islas Molucas, Mongolia, Siam, Cochinchina, Camboya,
Timor, etc. Por supuesto, la relación de lugares de procedencia de los artículos vendidos en
las droguerías de la Ciudad Condal ayuda a acabar con el tópico que presentaba a la socie-
dad barcelonesa (y catalana) del período como cerrada en sí misma.
Durante el siglo xvn se produjo un gran aumento de la importación de algunos pro-
ductos clave como pimienta, canela, zumaque, alumbre, brasil, índigo, tabaco, azúcar y ca-
cao, con un peso muy gran de los tres últimos, algo patente en la comparación de las im-
portaciones de los años 1665 y 1695. Destacan claramente, en todo caso, el papel que
jugaron el azúcar y el tabaco, con su creciente acumulación en las droguerías, el descenso
de su precio y el incremento de las variedades puestas a la venta. De los dos, el tabaco
tuvo un rol fundamental en el aumento de la potencia económica de los drogueros a partir
de los años setenta del siglo xvii. Desde las cortes catalanas de 1701-1702, con confirma-
ción en las de 1705-1706, el negocio del tabaco se estancó, es decir, se convirtió en un
monopolio que se arrendaba a una compañía para toda Cataluña, por un número limitado
de años y por un precio establecido. La importancia del producto se aprecia, entre otras
cosas, en la lucha por controlar el estanco y en la persecución de los fraudes que su im-
plantación originó.
Como indica el caso del tabaco, conviene tener en cuenta, más allá de las propias tien-
de drogueros barceloneses, el campo de acción territorial de sus ventas: fue en efecto
muy notable la red de clientes que la droguería de la Ciudad Condal tejió en el territorio
catalán. Era ya muy importante al inicio del siglo xvn, en correspondencia con los proce-
sos económicos más arriba descritos. Mientras que después de la Guerra de Secesión y a

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pesar de la crisis que originó, las redes de clientes en el país se mantuvieron casi intactas,
y crecieron después. Cada droguero barcelonés estaba especializado en el suministro a una
o más poblaciones catalanas, tal y como pasaba, en el sentido inverso de los flujos, con las
"tiendas de encomienda" barcelonesas, que vendían, cada una de ellas, los productos texti-
les elaborados en alguna población catalana concreta.
El período fundamental de 1550-1640 había puesto bases sólidas a la droguería, que
facilitaron el crecimiento del final del siglo xvii. En este segundo período, la gran compa-
ñía de drogueros que funcionaba en Barcelona y los miembros más destacados del "cole-
gio" fueron una punta de lanza de la recuperación económica en el terreno de algunos de
los negocios emergentes, que tenían que ver con el comercio de productos clave como el
tabaco y el azúcar, pero también con otros que quedaban fuera del mundo de la droguería.
En efecto, al mismo tiempo que diversos mercaderes entraban en el negocio crecientemen-
te importante del tabaco, los drogueros, convertidos muchos de ellos en negociantes desta-
cados, no tan solo potenciaron los nuevos productos de la droguería, sino que entraron en
el negocio tradicional del tejido y, sobre todo, en el emergente del aguardiente.

Efectos espaciales de los nuevos impulsos económicos

La etapa 1550-1640 había consolidado la parte comercial y directora del centro activo
de Barcelona, situada en las proximidades de puerto, de la Llotja, de la calle deis Canvis y
de la plaza del Born. Buena parte de este sector estaba consagrado a las destacadas tiendas
de tejidos, fundamentales en el despegue de la economía. En la etapa siguiente, se poten-
ció un nuevo centro comercial ubicado más hacia levante, desde la plaza del Born en di-
rección a la del Pía d'en Llull. Este espacio se fue transformando, desde su carácter perifé-
rico anterior, muy vinculado a los oficios del transporte, hasta una situación de centro
director y de comercio basado en los negocios emergentes de las droguerías y el aguar-
diente. El viejo centro del tejido y el nuevo del aguardiente y la droguería compartieron
entonces la hegemonía espacial en la dirección de la economía barcelonesa y catalana, en
una situación de complementariedad evidente, puesto que muchos mercaderes tenían ne-
gocios y propiedades en ambos lugares.
Al final del siglo xvn las droguerías proliferaron en el Born y en la calle que lo unía
al Pía d'en Llul, lugares donde se situaban hasta diecinueve de esas tiendas. En esos espa-
cios, la presencia de dichos establecimientos caracterizaba de manera determinante la
orientación comercial: allí se situaban, una al lado de otra, muchas de las más destacadas
droguerías de la ciudad y del país. Pero al mismo tiempo que se producían estas concentra-
ciones, se daba una dispersión estratégica de estas tiendas en el conjunto de la ciudad. En
efecto, más de la mitad de ellas quedaban situadas fuera de las áreas más intensamente co-
merciales, distribuidas de forma que pudieran dar servicio a toda la ciudad. En esta útil
distribución, las droguerías ocupaban lugares espacialmente singulares, imprimiendo ca-
rácter a cada uno de los barrios donde se situaban. Hay que notar, además, que no faltaban
en los espacios urbanos más destacados desde el punto de vista social, como la calle Am-
pie, la calle de Monteada, la plaza de Santa Anna o la calle de la Portaferrissa. Se trataba,
en efecto, de establecimientos que eran, al mismo tiempo, tiendas de primera necesidad y
contenedores de productos de calidad y de un innegable lujo. Su presencia proporcionaba,
simultáneamente, servicio y riqueza, funcionalidad y distinción, a los espacios urbanos
donde se situaban. I
A su vez, el negocio emerg
plaza del Born, en la calle d
ducción ni de tiendas, sino

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ciantes impulsores de la fabricación de aguardiente en Cataluña. Muy cerca de la destaca-
da casa de los holandeses Joan Kies i Arnold de Pager, cónsules de Holanda en Cataluña y
personajes clave en el crecimiento de este sector de la economía del país, se situaron otros
mercaderes, como los Mascaró o los Fontaner, que, al igual que los dos holandeses, con-
trolaban producciones destacadas de aguardiente en el territorio catalán destinadas a la ex-
portación.

Cambios sociales y culturales

En el período 1550-1640 Barcelona no sólo pasó a ser el centro económico director del
territorio catalán, el lugar al que la gente de un amplio espacio geográfico se dirigía para
trabajar, negociar, vender o comprar, sino que, como resultado y en paralelo a ello, la Ciu-
dad Condal se convirtió en un centro de servicios asistenciales, culturales y de ocio, subra-
yando sus rasgos de capitalidad.
Barcelona se transformó en el sentido de consolidar y mejorar sus condiciones urba-
nas. Los poderes públicos invirtieron en el funcionamiento de la ciudad y en los servicios
públicos, apostando por un modelo más próximo al concepto de "unanimidad social" que
al de "separación": mejora del puerto, creación del paseo de la muralla, ampliación de las
atarazanas, traída de aguas, creación de molinos, edificación de almacenes para el grano,
construcción y mejora de carnicerías, obras en el Banc de la Ciutat, consolidación de las
defensas, etc. Estas y otras mejoras, como la de la red de alcantarillado, contribuyeron de
manera directa a la modernización de Barcelona como centro de servicios del país.
La Ciudad Condal amplió también enormemente la oferta de asistencia religiosa y, lo
que es más importante, de asistencia a los necesitados. Dicha oferta pasó a ser tan desme-
surada para una ciudad del tamaño de Barcelona que tan sólo se puede comprender si la
consideramos dirigida a una población potencial y flotante que se desplazaba o vivía tem-
poralmente en la capital. Ello es también muy evidente en el caso de los hospitales, entre
los que sobresale la enorme maquinaria del Hospital de la Santa Creu. Mantener algunos
millares de enfermos en una población de 35.000 habitantes y soportar una carga econó-
mica de una gran magnitud son hechos que muestran que esa institución no era tan sólo un
hospital de Barcelona, sino el hospital de Cataluña. Los enfermos acogidos en 1500 eran
78, mientras que en 1620 llegaron a 3.998. Aumentó enormemente la capacidad, pero,
además, se hizo decisivo el peso de los enfermos que procedían del territorio catalán, que
no cesó de crecer: supusieron el 50'2 % en 1640, el 55 '7 % en 1660, el 56'4 % en 1680, el
57'8%enl700...
La apertura de los Estudis Generals (Universidad), en 1537, proporcion
la importancia de Barcelona como "espacio urbano equipado" y de la rel
gentes del territorio y de la capital. A finales del siglo xvi y principios
95 % de la población estudiantil de Barcelona provenía de Cataluña. En lo
ron formando, con un carácter marcademente instrumental, un buen núm
grantes de las familias de comerciantes y menestrales acaudalados del país
que protagonizaron los cambios económicos en poblaciones de la corona t
lonesa y de otras ciudades catalanas. No sorprende, así, el incremento de
Barcelona a partir de 1568, coincidiendo con el aumento de los intercamb
analizando. Muchos de ellos actuaban, en la Barcelona de finales del siglo
xvii, como procuradores de los intereses económicos que el grupo fami
capital.
En paralelo y como lugar bien conectado, Barcelona pasó a ser una "ciudad de taber-
nas y hostales" y un centro de ocio. El incremento de estos establecimientos resultó muy

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espectacular y tuvo una repercusión notable en la caracterización de algunas áreas periféri-
cas de la ciudad, donde se concentraron sobre todo las tabernas, como espacios urbanos
"de mala vida". A su vez, proliferaron también los trinquetes o espacios abiertos al públi-
co para el juego (pelota, argolla, billar, cartas, dados), dirigidos a los niveles populares de
la población. Durante el siglo xvii, funcionaron en Barcelona una treintena de ellos, impri-
miendo un fuerte carácter a las áreas, también periféricas, donde se concentraron.
Barcelona, por otro lado, fue, de forma creciente, una ciudad abocada a la fiesta y a la
celebración. Cualquier razón, religiosa, militar o civil, con fecha fija o no, era buena para
llenar las calles de gente, de luz, de música y de animales fantásticos. Durante las verbe-
nas de San Juan y de San Pedro las luminarias transformaban la ciudad nocturna en un es-
pacio festivo y triunfaban los cohetes y los fuegos artificiales. La fiesta del Corpus y los
días de Carnaval constituían, en todo caso, las fechas más populares. En todas esas ocasio-
nes, la música era un elemento esencial y su importancia se reflejaba también en la amplia
producción de guitarras y de cuerdas. En ese contexto, no debe extrañarnos que en las ca-
sas se hallasen a menudo guitarras, y que la gente las tocara, con asiduidad y a toda hora,
por las calles y tabernas.
El teatro era otro elemento fundamental en la ciudad, especialmente desde la creación,
al final del siglo xvi, de la Casa y corral de las comedias, situada en la Rambla. Acabada
la Guerra de Secesión, uno de los primeros edificios reparados fue el de esa institución
porque las representaciones teatrales resultaban del todo imprescindibles para la ciudad y
sus visitantes. Buena parte del público era popular y las piezas representadas cambiaban
cada uno o dos días, con series muy largas de obras diferentes, lo que indica que el teatro
gozaba de gran predicamento y constituía un rasgo importante de capitalidad.

La escala de la tienda, la casa y la familia. Mejora de las condiciones de vida


(1550-1714)

La nueva riqueza de las tiendas y la eclosión del consumo

En un contexto de reforzamiento del carácter comercial de la ciudad, resultó evidente


la mejora del conjunto de las tiendas barcelonesas. En el primer período que tratamos des-
tacó la eclosión de las tiendas de tejido, con una enorme diversidad de productos catalanes
o importados.
En la segunda etapa y junto al enriquecimiento de las tiendas ya existentes, sobresalie-
ron brillantemente las droguerías, caracterizando la transformación del período. Es por
ello que resultan el mejor ejemplo para entender la mejora de la ciudad en este capítulo. El
cuidado espacio de dichas tiendas y sus zonas funcionalmente especializadas dan idea de
su riqueza. Podían disponer de habitaciones "de las drogas", "de las almendras", "del azú-
car", "de los englutidos", "de la miel" o "de la confitura", además de contar con una estu-
fa en forma de pequeño habitáculo. La introducción creciente del tabaco durante el siglo
xvii originó otra especialización, muy notoria y visiblemente espectacular, de los espacios
y elementos de las droguerías, como la "habitación del tabaco", mostradores independien-
tes, armarios decorados y recipientes especiales, lujosamente acabados, para exponer y
guardar el producto.
Las droguerías, ricas en artículos, espacios e instrumentos de trabajo, deslumhraban a
los compradores. No era de menor importancia la presencia visible de las drogas, con el I
conjunto espectacular de las estanterías, llenas de cajones, cajas de colores y botes de vi- I
drio; todo ello completado con decoraciones escultóricas. Un espacio en el que jugaban I
también un rol esencial los olores y en el que los nombres, que sonaban mágicamente y re- | 85

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mitían a tierras lejanas y exóticas, completaban un ambiente que resultaba único entre los
establecimientos de la época.
La mejora de las tiendas barcelonesas iba, lógicamente, vinculada al incremento del
consumo. En el campo del tejido, nos referiremos más adelante a las transformaciones en
la indumentaria. En el de la droguería, la explosión del consumo fue evidente, especial-
mente en el universo complejo y rico del dulce. Este apartado despertaba pasiones encen-
didas, como muestra la enorme diversidad de productos de base, de elaboraciones y de
presentaciones. Las variedades del elemento esencial, el azúcar, eran muchas: blanco,
"bromas", candi, candi esponjado, clarificado, "cordellat", viento de rosas, menoscabado,
moreno, de pan, de polvo, de regalo, rojo, rosado, "trossam", etc. Las frutas, frutos secos y
otros elementos que constituían materias primas de los dulces eran extraordinariamente
variados: acerola, agraz, albaricoque, almendra, arrayán, avellana, berenjena, borraja, cala-
baza, castaña, cidra, ciruela, coriandro, escorzonera, flor de naranja, granada, guinda, jen-
gibre, jengibrón, lengua bovina, limón, limoncito de carne, melocotón, melón, membrillo,
mirabolano, naranja, nuez, palo santo, pepino, pera, piñón, rosa, sándalo, toronja, uva, etc.
Por otro lado, resultan significativas las muchas formas de referirse a los procesos de
endulzar y tratar las frutas, con azúcar, miel o canela: cubiertas, confitadas, enjugo, candi-
das, englutidas, emperladas, enlustradas, alcorzadas, cubiertas y candidas, cubiertas y em-
perladas, englutidas y cubiertas, etc. Los dulces más importantes eran los melindros, los
turrones y los barquillos, pero se vendían muchos otros y diversas "aguas". Además, al fi-
nal del siglo xvii se abrieron paso el cacao, la vainilla y el chocolate (que triunfó, popular-
mente, como bebida) y, en menor medida, el café.

Hacia el lujo sin ostentación en el ámbito doméstico

Las mejoras en el ámbito doméstico acompañaron las transformaciones que analiza-


mos. Un hecho que, partiendo de dicho ámbito, afectó de forma radical el paisaje de la
ciudad desde el final del siglo xvi y el inicio del xvn fue la proliferación de balcones. Se
empezaron a realizar oberturas grandes que dejasen entrar la luz y el sol y valorasen mejor
tanto los espacios interiores como las fachadas. Las casas pasaron de tener pocas ventanas
y pequeñas a disponer de un número considerable de oberturas grandes y, especialmente,
balcones. La importancia y la significación de estos elementos se reforzaban con su cuida-
do diseño. En efecto, quedaban protegidos por cerramientos exteriores de una gran cali-
dad, riqueza y complejidad, que incorporaban elementos correderas y celosías muy traba-
jadas.
En el ámbito doméstico, pero también con repercusiones claras en el paisaje urbano,
cabe decir que la Barcelona del siglo xvn se transformó en una ciudad de huertos y de cui-
dados jardines. Grandes superficies vegetales definieron algunas áreas urbanas y, en toda
la ciudad, el verde adquirió una presencia notable en forma de pequeños jardines. Los
grandes huertos, dotados de una o más norias y con una considerable riqueza de especies
vegetales, eran útiles desde el punto de vista del suministro de alimentos. Pero la habitual
denominación de "huertos de regalo" o "de recreo", muestra que eran también un espacio
de ocio. En ellos lucía, en efecto, una gran variedad de flores, muchas de ellas llegadas de
toda Europa, e incorporaban trazados geométricos cuidados, caminos de sombra, fuentes,
surtidores, lonjas, bancos decorados con cerámica y "grutas".
Ya en el interior de las casas, en el período que nos ocupa se dio una clara evolución,
en el sentido de una mejora de la calidad de vida, en especial en las viviendas de los
miembros de los oficios y, aún más claramente, en las de los nobles, "ciudadanos honra-
dos" y otros personajes destacados. Las casas del primer grupo lograron mejoras evidentes

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en lo práctico y en lo decorativo: aumentaron, por ejemplo, el número de muebles para
guardar ropa de casa y de vestir, y el número de cuadros y de espejos. Las camas, que
mostraban mejor que cualquier otro elemento las diferencias sociales en el ámbito privado,
se enriquecieron tanto en la estructura y decoración de su base, como en los pabellones y
cortinas que las envolvían. A su vez, las joyas eran relativamente abundantes en esas mo-
radas, y también los objetos de plata y de oro.
En el grupo de los personajes destacados, que ocupaban las "cases grans" (según la
propia denominación de la época), las mejoras del ámbito doméstico fueron aún más acu-
sadas. Las plantas bajas pasaron a acoger cocheras (con coche y carroza), establos, leñe-
ros, "cocinas de bugades" (lavaderos), cavas, carboneras y otros espacios de servicio; y los
entresuelos dispusieron de estudios (a la manera renacentista), donde el propietario atendía
sus asuntos. En la planta noble, la sala se desdobló normalmente en dos o tres espacios, a
menudo se añadió además un comedor independiente y aparecieron otras estancias espe-
cializadas, como el cuarto del chocolate o, sobre todo, el imprescindible "estrado", habita-
ción destinada a las mujeres. En la segunda planta, en buena parte destinada a las personas
del servicio y aprendices, se multiplicaron las habitaciones utilizadas como guardarropa
de la familia. En la parte posterior de dichas casas se impuso el "terraplén", o jardín situa-
do al nivel del primer piso, ricamente adornado con fuentes, bancos de piedra, plafones ce-
rámicos y naranjos. Estas mejoras espaciales se acompañaron de un mayor lujo en el
amueblamiento. Muebles locales y de importación llenaron las estancias, aparecieron ar-
marios específicos para guardar la plata y el oro, y el ambiente de confort y de riqueza se
completó gracias al colorido de los cortinajes y a la calidad de los tapices que cubrían pro-
fusamente las paredes.

El triunfo de la diversidad, el color y el ornamento en la indumentaria

La indumentaria de los barceloneses evolucionó desde el final del siglo xvi hasta el
inicio del xvm, en paralelo a la mejora en las condiciones de vida. Se produjo un aumento
muy considerable de los productos de la confección, con más de 300 tipos diferentes de te-
las y ropas presentes en las importaciones del final del siglo xvn. La presencia del negro
en el conjunto de la indumentaria disminuyó después de 1652 y aumentó notablemente la
diversidad de colores. A su vez, las puntas y otros ornamentos incrementaron notablemen-
te su participación en la indumentaria barcelonesa del período.
En los hombres, el conjunto más utilizado como base de la indumentaria (el "vestido")
estaba formado por "valones" y "ropillas". Los primeros podían estar hechos con bayeta,
paño, "ratillo", sarga, seda, tafetán, tela, etc.; y las ropillas con escote, estameña, gorgorán,
paño, picote, sarga, "sargueta", tafetán, etc.; presentando ambas prendas variados colores y
profusión de ornamentos. En las mujeres, el conjunto más habitual que formaba la base
del "vestido" era el de falda y ropilla. Las faldas eran, sin duda, las que presentaban una
mayor diversidad de tejidos (azulete, chamelote, damasco, escarlatina, escote, estambre,
estameña, "moqueal", paño, picote, rizo, "sargil", satín, seda, tafetán, "talatón", terciopelo,
etc.), colores y ornamentos. Aún más que otras piezas, mostraban la diversidad y los gra-
dos de lujo a los que podía llegar la indumentaria del período.
Como es bien sabido, tanto los hombres como las mujeres utilizaban medias (de algo-
dón, estambre, filoseda, hilo, lino y cáñamo, satín, seda, torcedillo, etc.), con una conside-
rable gama de colores (negras, blancas, amarillas, encarnadas, verdes, pardas, azules, color I
de musgo, "color portugués", leonadas, plateadas, rojas). En ellas era muy notoria la varie- I
dad y riqueza de los acabados, con el uso habitual de seda y la incorporación de bordados I
y de dibujos primorosos en los ejemplares de mayor calidad. | 87

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En la indumentaria resultaba esencial la protección de la cabeza, y en este capítulo
también mejoraron la variedad y la presencia. Se utilizaban barretinas, monteras y sombre-
ros, muchos de ellos adornados con puntas, cordones, corchetes de oro, piedras violadas,
flecos... Las mujeres utilizaban, además, una profusión de capuchas, tocas y toquillas, que
se sumaban a los diversos tipos de pañuelos de cabeza, de gran vistosidad, profusamente
utilizados.
A su vez, el calzado constituía un capítulo de la indumentaria con personalidad e im-
portancia propias. Se vendía en Barcelona, convertida en "ciudad de sastres y zapateros",
una gran cantidad de tipos y de variantes. Los chapines, zapatos con plataforma de corcho
fabricados por chapineros, eran elementos especialmente bien acabados, puesto que incor-
poraban trabajos en oro y plata.
En el mismo sentido de una ostentación moderada, hombres y mujeres acompañaban
su indumentaria con un amplio conjunto de complementos. Se utilizaban abanicos, briales,
corbatas, cubrepiés, cuellos redondos, gorgueras, guantes, manguitos, polainas, tapacue-
llos, valonas, etc. Y era común el uso de cintos, de los que colgaban llaveros, cajas para
agujas, estuches, instrumentos de trabajo, bolsas de cuero para dinero, reliquias o cartas,
tahalíes para colgar la espada, amuletos y talismanes, etc. Los acabados podían ser espe-
cialmente lujosos en el caso de los cintos de las amas de casa, a menudo en plata, puesto
que constituían un símbolo de sus funciones y atribuciones en el hogar.
En definitiva, el gran número de tipos de piezas de indumentaria, la riqueza de tejidos
con los cuales eran confeccionadas (muchos de ellos importados), la amplia gama de colo-
res que presentaban y la profusión de ornamentos que las enriquecían suponían un induda-
ble gusto por la diversidad en una sociedad que, como hemos visto antes gracias a los pro-
ductos de droguería, era dinámica y abierta.

Una mirada desde la microhistoria: dos casas en el Bornet

La escala de la casa suministra valiosa información no únicamente para una ilus


de la transformación que hemos presentado, sino para el enriquecimiento de la co
sión de un fenómeno tan complejo como ése. Hemos elegido el estudio, en el largo
de la evolución de los ocupantes de dos casas contiguas situadas en la zona, tan sen
cambio, del Bornet barcelonés, en el área que más se transformó en la segunda m
siglo xvii.

La "Casa Ivorra ": mercaderes, nobles, hielo y transportistas

La "Casa Ivorra" estaba situada en la calle de Gensana, justo en el ángulo con la plaza
del Bornet. Se trataba de una morada importante, con el correspondiente patio central, "al-
berch" medieval primero y "casa gran" después, que llegó sin grandes modificaciones has-
ta su derribo originado por la construcción de la Ciutadella, después de los hechos de
1714.
Sabemos que, a mediados del siglo xv, era propiedad del mercader Pere Rovira, perso-
naje notable, especialmente por formar compañía comercial con su cuñado Gaspar Mont-
many, uno de los grandes mercaderes del período. Estos negociantes ejemplifican magní-
el tipo de mercader catalán totalmente volcado en los negocios mediterráneos,

Nostrum. La Guerra Civil catalana (1462) afectó profundamente a la economía del país,
Ificamente propietarios de grandes naves que alcanzaban regularmente la parte más oriental del Mare
pero muchas de las familias de mercaderes barceloneses se habían enriquecido en la etapa

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Casa del siglo xviii en la calle Tapineria
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anterior, ascendiendo al mundo de la pequeña nobleza y de la renta. Galceran Rovira, nieto
de Pere Rovira y que como su padre Pere Climent y su abuelo vivió en la casa, formó ya
parte de los "ciudadanos honrados", y se casó con la hija del también ciudadano honrado
Joan Ángel Despuig. El hijo de Pere, Galceran Rovira Despuig, "ascendió" a doncel y
contrajo matrimonio con Eleonor Çalbà, hija de otro doncel. Cuando, en el año 1565, Gal-
ceran murió en la casa del Bornet, su morada mostraba un nivel de lujo, muy considerable,
propio de un privilegiado, que se hacía patente en las cajas, cofres, ropas y joyas de la vi-
vienda, y se completaba con la posesión de otros bienes inmuebles.
El ascenso de la familia hacia la nobleza, partiendo como en tantos otros casos de los
orígenes mercaderes medievales, se acentuó con la boda de Francesca, hija de Eleonor,
con Joan Ferrer de Claresvalls, señor de Claresvalls; y, más tarde, con su matrimonio en
segundas nupcias con el noble Francese de Cardona. Anna de Cardona, hija de Francesca,
se casó a su vez con el doncel Pere Bernât Codina; mientras que la otra hija, Isabel de Car-
dona, lo hizo con el noble Bernât de Çalbà i Vila. Francesca Rovira murió el año 1610,
pero ya no lo hizo en la casa del Bornet, sino en la de su yerno Bernât, situada en la zona
noble barcelonesa de la calle Ampie. El nivel de la familia la había llevado fuera de la casa
que analizamos, que había podido ser la morada de un mercader destacado, pero no era el
mejor lugar posible para los herederos ennoblecidos.
Después de su etapa mercadera, primero, y noble, después, la casa del Bornet entró en
una fase de uso que encajó perfectamente con la nueva situación económica del período.
En efecto, sus nobles propietarios (los Ivorra, señores de Sant Vicenç dels Horts, por ma-
trimonio de Caterina Çalbà, hija de Isabel de Cardona, con Dalmau d'Ivorra d'Anca Luna
i Ballerà) la arrendaron a la compañía responsable de traer hielo diariamente a Barcelona.
El suministro de hielo, instituido formalmente desde 1600, fue una de las piezas clave en
la economía del período. La casa del Bornet funcionó durante décadas como "casa de la
nieve", sede de la compañía y punto donde se guardaba, para el día siguiente, el hielo no
consumido. Durante la segunda mitad del siglo xvii, otra casa cercana tomó el relevo en
ese uso y, entonces los Ivorra alquilaron la del Bornet al transportista Antoni Oliach. Éste
convirtió primero la casa en hostal (muchos de su oficio tenían también la condición aso-
ciada de hostaleros), con el nombre de Hostal de la Perdiu. Los tiempos habían cambiado
y, al final del siglo xvn, ese era un uso muy rentable en una Barcelona intensamente co-
nectada con el territorio. Más tarde, Oliach ascendió hasta lo más alto de su gremio gra-
cias a las relaciones con el ejército (suministros al tren de artillería), y pasó a ser uno de
los transportistas más destacados del país. En el momento de su muerte, acaecida el año
1703, su nivel de enriquecimiento era bien evidente en los lujosos vehículos que utilizaba
y alquilaba, y en la riqueza de su casa, en la que destacaba la enorme cantidad de ropa
para el hogar y de vestir que había acumulado.

La "Casa Duran ": el nuevo universo de los drogueros

Justo al lado de la "Casa Ivorra" quedaba un pequeño edificio que abría puerta al Bor-
net: la "Casa Duran". Sus dimensiones eran modestas y, en consonancia y también por su
situación urbana, fue ocupada por gentes del mundo de los oficios. Allí vivieron el tintore-
ro Antoni Vinyes, a principios del siglo xvi, y el soguero Joan Mascort, a mediados de esa
centuria. La situación de la casa cambió radicalmente tras la muerte del hijo de Joan, el
también soguero Joan Mascort, ocurrida en 1589. Dos años después, en efecto, la propie-
dad estaba en manos del droguero Pau Duran, y la casa se mantuvo en poder de esa familia
hasta su derribo para levantar la Ciutadella.
90 La familia Duran llegó a ser una de las más destacadas (sino la más importante) en el

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mundo de los drogueros catalanes. Ella sola bastaría para entender y valorar la ascensión de
este oficio y su papel en la historia de Barcelona y de Cataluña, notable en el período 1550-
1640, y aun más brillante durante el nuevo impulso económico de finales del siglo xvii.
Su pujanza económica muestra también el incremento de la centralidad de esta área de
la ciudad. En efecto, cuando la familia Duran aparece ya instalada en el Bornet, a finales
del siglo xvi, las droguerías más importantes de la ciudad quedaban situadas en el Born, la
cúspide de este tipo de establecimientos; pero en el transcurso del siglo xvii, los Duran y
su droguería ascendieron hasta el escalón más alto de su arte, al tiempo que mejoraba la
centralidad del área urbana donde estaban situados. El rol de estos drogueros en la zona
fue sin duda pionero.
No hay aquí lugar para abordar la evolución rica y compleja de esta familia singular y
de sus actividades, pero sí para reseñar el decidido ascenso económico y social de los
miembros de ella que vivieron en la casa del Bornet durante más de 125 años.
En 1594, Pau Duran era uno de los cónsules del colegio de drogueros, y algunos exá-
menes para obtener la maestría del arte de droguero y confitero se realizaron en la casa del
Bornet. Pau murió en ella en 1607, ostentando un nivel económico bien apreciable en el
número de censos y censales que poseía. Antoni Duran, heredero de Pau, continuó a cargo
de la droguería hasta que pasó a manos de su hijo, Antoni Pau Duran, examinado en 1634
y que se convirtió en uno de los miembros más destacados de su "arte". Así, cuando Anto-
ni Pau Duran murió, la droguería del Bornet disfrutaba ya de un nivel muy alto. Cuatro hi-
jos suyos trabajaron como drogueros, y entre ellos continuó a cargo de la tienda Josep,
quien, fruto del ascenso económico de la familia, se casó con la hija de un doncel. Con el
concurso de su hermano Vicenç, con quien formaba compañía, Josep se convirtió en el
más brillante droguero de la ciudad y en uno de los más potentes mercaderes del país. Con
su empuje, el establecimiento del Bornet pasó a ser la cúspide de la droguería catalana.
Desde los primeros años ochenta, había entrado en el negocio de la fabricación y venta de
tabaco, en alza en ese período. Después de muchos años de destacar en esta actividad, la
compañía de los Duran logró, en 1702, el arrendamiento del estanco o monopolio del taba-
co en Cataluña, en un momento en el que el comercio de este producto era ya clave en el
país. Este estanco y la droguería del Bornet pasaron a ser la referencia esencial del impor-
tantísimo negocio del tabaco.
Las dos casas, evolucionando en sus contenidos una al lado de la otra, constituyen un
magnífico símbolo de la transformación catalana que nos ocupa. La primera fue la morada
de un típico mercader catalán de los que trabajó con gran energía en el comercio medite-
rráneo. La familia se enriqueció y ennobleció, dejó los negocios y pasó a ser uno más de
los miembros de la pequeña nobleza catalana. La morada ya no era un lugar adecuado para
sus miembros, y el edificio pasó a tener un uso emblemático de la transformación del pe-
ríodo: casa de la nieve. Más tarde, fue transformada en hostal, otro uso en alza en la época,
y fue después la sede del transportista más destacado del país, en un momento en el que
esta ocupación era fundamental en Cataluña.
A su lado, la pequeña casa que primero acogió oficios modestos, se convirtió, desde su
compra por parte de los drogueros Duran, en la punta de lanza de la droguería catalana,
sede del estanco del tabaco, y en un espacio cuya potencia económica se irradiaba a todo
el territorio catalán y mucho más allá de él. En efecto, los productos de medio mundo lle-
gaban hasta la tienda del Bornet y se distribuían en todas direcciones. La primera casa re-
presenta, en sus orígenes, la potencia y opulencia del comercio mediterráneo. La segunda,
un mundo volcado hacia el Atlántico, con mucha menor apariencia y ostentación, pero con I
una gran eficacia. Eficacia que también mostraron los protagonistas de la transformación I
de los usos de la casa grande, implicados de la forma más activa posible en algunos de las I
actividades emergentes del nuevo período: el suministro de hielo y el transporte. | 91

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A MODO DE EPÍLOGO: CASA, BARRIO, CIUDAD, SISTEMA URBANO

Todas las escalas de aproximación al fenómeno de transformación en Cataluña que he-


mos analizado se pueden hacer patentes en el episodio de la construcción de la Ciutadella,
después de 1714, que cierra el período en estudio. El derribo de mil casas en unos barrios
concretos de Barcelona, enlaza con la capacidad de recuperación que proporcionó el sistema
urbano catalán constituido ya a finales del siglo xvi, y consolidado a partir de 1652. En este
como en otros casos, la comprensión de todas las dimensiones (físicas, económicas, socia-
les, culturales) de la variable espacial, abordando la complejidad y diversidad de las casas,
de los barrios y del territorio, resulta fundamental para entender correctamente el episodio.

Efectos de la construcción de la Ciutadella

Los derribos para levantar la Ciutadella causaron problemas de una enorme magnitud
en Barcelona. Junto a algunos edificios singulares, la piqueta hizo caer cerca de mil casas.
Éstas ocupaban un 17 % del total de la superfície de la ciudad. Desde un punto de vista
cuantitativo, por tanto, el sector suprimido era muy considerable, prácticamente equivalen-
te a cualquiera de las poblaciones catalanas de segundo nivel, situadas demográficamente
justo tras la capital. En efecto, en aquel momento Tortosa y Vie contaban con poco más de
mil cien casas, Mataró con mil, y Girona y Reus, con cerca de novecientas. El sector bar-
celonés desaparecido tenía la dimensión de esas poblaciones.
Pero la situación real creada por el derribo resultó más grave de lo que estas cifras in-
dican. No era lo mismo demoler ese procentaje de casas en un lugar de la ciudad o en otro.
Como sabemos, Barcelona no era homogénea, sino muy diversa. Funcionaba como un
todo, pero estaba formada por áreas urbanas con características diferentes, y el sector afec-
tado por las destrucciones tenía una singular importancia en el conjunto urbano. Los derri-
bos resultaron considerablemente graves desde el punto de vista cualitativo, porque un
fragmento notable del sector que desapareció formaba parte del área activa de Barcelona,
del auténtico motor de la ciudad. Por allí discurría la acequia y allá se situaba, subsidiaria-
mente, buena parte de las instalaciones industriales; allí se localizaba una zona no despre-
ciable del área de mercado y también la mayor parte de la zona servidora del puerto. La
demolición supuso perder un tejido urbano con funciones importantes: parte del sector co-
mercial y zonas cercanas; el área de droguería, hostales y tabernas de las calles de Bonai-
re, del Joe de la Pilota y del Born al Pía d'en Llull; un fragmento extenso y clave de la
zona industrial del Ree Comtal y de sus alrededores; las muy densas manzanas de la Ribe-
ra, vinculadas a la actividad marinera y al puerto; todo el barrio de la Fusina, a levante de
la acequia, dedicado a huertos e instalaciones diversas, herencia de un notable urbanismo
bajomedieval vinculado al uso del agua.
Con las demoliciones se había amputado una parte del corazón de la ciudad, no uno de
sus brazos. Así pues, más allá de afectar a un fragmento de la ciudad, los derribos causa-
dos por la construcción de la Ciutadella comprometieron el buen funcionamiento futuro
del conjunto urbano.

Rol del territorio catalán en la recuperación

Lã recuperación de la ciudad tras los hechos de 1714 y la construcción de la Ciutadella


no fue tan sólo física, sino económica, y para conseguirla Barcelona contó con las fuerzas
que brindaba Cataluña.

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Como respuesta a los derribos, se produjo la densificación demográfica de los barrios
contiguos al sector desaparecido. El 90 % de los desalojados por las demoliciones y que
no dejaron la ciudad se situaron, en efecto, muy cerca del sector suprimido. Hasta el punto
que el 40 % de los afectados por la primera onda de derribos se desplazó a la zona que ha-
bía de ser inmediatamente eliminada.
Pero tan sólo el 30 % de los afectados se quedó en la ciudad. El 70 % restante encontró
refugio en alguna de las ciudades del territorio cercano a Barcelona. Para entender este fe-
nómeno hay que recordar lo que había sucedido en Cataluña entre 1550 y 1640, y se había
consolidado en las últimas décadas del siglo xvn. Se pusieron entonces las bases que per-
mitieron una recuperación relativamente rápida de una ciudad que había sufrido tan trau-
máticamente los efectos de la derrota militar. Cataluña y Barcelona se habían convertido
en realidades inseparables, conformadoras de un complejo sistema de relaciones. Hablar
de Barcelona era hacerlo de Cataluña. La capital, cúspide del sistema de ciudades catalán,
funcionaba como centro director, de distribución y de comercialización de la economía de
Cataluña. Desde el inicio del siglo xvn, mucho más que antes, los barceloneses provenían
de todo el territorio catalán, y la mayoría de ellos tenía un pie en la capital y otro en su
ciudad de origen. Esta característica se intensificó durante el siglo xvii. Así, resulta bien
fácil entender que, cuando se produjeron los derribos para construir la Ciutadella, muchos
de ellos fuesen a vivir a diversas poblaciones cercanas a la capital.
Pero además de la capacidad de facilitar la reubicación física de los afectados, lo que
resultaba aún más importante es que estas ciudades concentraban buena parte de las activi-
dades económicas del país, coordinadas en gran medida desde la capital. Era más notable
la producción de los curtidores de Manresa que la de los barceloneses y más destacada la
de los pelaires de Osona que la de los de la Ciudad Condal; mientras que el vidrio que se
vendía en Barcelona y se exportaba desde ella se fabricaba en Mataró. Estas y otras mu-
chas actividades funcionaban en un conjunto bien trabado, en el cual los terribles efectos
de la guerra en Barcelona habían supuesto, "únicamente", la ruina de una parte relativa-
mente pequeña de la producción global del país, y un contratiempo para su sector director,
ubicado en la capital. Después de la derrota y de la demolición de una parte importante de
la ciudad, la economía barcelonesa y catalana se resintió menos que si Barcelona hubiera
sido el espacio esencial de producción y la capital de un país con poca actividad y mal ar-
ticulado. Cuando tuvo lugar el desastre de 1714, Cataluña era ya, desde hacía más de un
siglo, un país dotado con una manera de ordenar las relaciones productivas y económicas
en el territorio capaz de ser eficaz en los períodos de crisis. Funcionaba con dos piernas,
imprescindibles las dos para poder avanzar: una era la capital, espacio director, de inter-
cambios y de proyección; la otra, un país bien organizado gracias a un sólido y diverso sis-
tema de ciudades.

Fuentes

Este texto es una breve síntesis de una investigación desarrollada durante treinta años y orientada
a la comprensión y valoración de los cambios producidos en la Cataluña de la alta edad moderna
(1550-1714). En ella ha sido fundamental, desde el punto de vista metodológico, analizar sistemáti-
camente y a todas las escalas de aproximación las complejas relaciones que se producen entre espa-
cio, sociedad y economía. Una serie de trabajos, producto de esa investigación, nos ahorran aquí en-
trar en el aparato demostrativo de las tesis: Un siglo decisivo. Barcelona y Cataluña 1550-1640, ■
Alianza Editorial, Madrid, 1998; El inventario, Muchnik Editores, Barcelona, 2002; Barcelona en-
tre dues guerres. Economia i vida quotidiana (1652-1714), Eumo Editorial, Vic, 2004; Inventa
d'un univers: vida quotidiana a la Barcelona del segle xvii, Museu de les Arts Décoratives, Ajunta
ment de Barcelona, Barcelona, 2006; La Ciutat del Born. Societat, espai i economia a Barcelo

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(segles xiv a xviii) (publicación-catálogo, en preparación, que recoge el estudio de contenidos espa-
ciales, sociales y económicos del ámbito urbano de las excavaciones del Born).
Además de otras muchas fuentes documentales, en este recorrido de investigación se han utili-
zado todas las que presentan una singular capacidad para valorar y explotar la componente espacial
de las diversas variables sociales y económicas. Entre estas últimas, citaremos aquí las más utiliza-
das.

Fuentes que permiten una visión global del sistema de ciudades catalán

Fogatges y Censos: facilitan información demográfica sobre el conjunto de las ciudades (de
1497 a 1718, en su mayor parte publicados por Josep Iglésies).
Documentación notarial: se han utilizado los fondos de documentación notarial correspondien-
tes a las poblaciones del territorio catalán implicadas en la demostración de las tesis: Arenys de
Mar, Barcelona, Camprodon, Cardona, Castellterçol, Esparreguera, Granollers, Igualada, La Pobla
de Claramunt, Manresa, Mataró, Moia, Puigcerdà, Ripoll, Sabadell, Sant Genis de Vilassar, Sitges,
Tarragona, Tordera, Vie, Vilafranca del Penedès, Vilanova i la Geltrú... Esta documentación permi-
te, por acumulación, aproximarse al funcionamiento del sistema de ciudades y a las relaciones entre
los núcleos.
Se han utilizado, también, las fuentes de los archivos notariales de Madrid, Sevilla (en el Ar-
chivo Histórico Provincial de Sevilla), Cádiz (en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz), Zarago-
za y Medina del Campo (en el Archivo Histórico Provincial y Universitario de Valladolid), que
aportan información sobre las relaciones exteriores de la economía catalana. Los archivos municipa-
les de todas las poblaciones citadas (y también los de Olot y Terrassa), complementan las informa-
ciones notariales.

Fuentes que permiten una visión global de la ciudad (en especial Barcelona)

Fogatges: brindan información familia a familia, localizable con la precisión de la manzana de


casas (de 1369 a 1640, fundamentalmente en la serie Conseil de Cent del Arxiu Historie de la Ciutat
de Barcelona).
Catastro borbónico: brinda información sobre las 5.500 casas de Barcelona (descripción física
planta a planta, propietario, valor económico) y las familias que las ocupaban (composición fami-
liar, oficio), localizable con absoluta precisión al nivel de la parcela, gracias al apeo inicial de 1716,
en la serie Cadastre del Arxiu Historie de la Ciutat de Barcelona.
Hipotecas: utilizadas en el caso de Mataró, permiten seguir el crecimiento urbano, parcela a
parcela y durante varios siglos, incluyendo información sobre los agentes económicos y técnicos (en
el Arxiu del Registre d'Hipoteques de Barcelona).
Documentación notarial: permite, por acumulación, obtener visiones "globales" en diversos te-
mas. En el caso de Barcelona, el trabajo se ha basado en el análisis de más de 1.100.000 actas nota-
riales del Arxiu Historie de Protocols de Barcelona.

Fuentes que permiten una visión detallada de Barcelona, hasta el nivel de la casa
y de la familia

Documentación notarial: permite un análisis extremadamente rico


en múltiples temas de vida económica, vida social, vida cotidiana...
mente los fondos del Arxiu Historie de Protocols de Barcelona; y tam
del Arxiu Historie de la Ciutat de Barcelona y de la Biblioteca de C
Documentación de origen legal: permite una aproximación riquísim
cialmente el apartado Processos en la serie Consellers del Arxiu Histor
la larguísima serie Processos del Arxiu del Veguer, del mismo archiv
General de Catalunya y los Plets de la Reial Audiencia, en el Arxiu d

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También es muy útil la documentación sobre licencias de obras, en la serie Obrería del Arxiu
Historie de la Ciutat de Barcelona; la información sobre los límites de las propiedades y la evolu-
ción de los propietarios, de las series Pabordies y Pia Almoina, en el Arxiu de la Catedral de Barce-
lona; la información sobre los contrayentes matrimoniales, en la serie Matrimoniarum del Arxiu
Diocesà de Barcelona; los datos de nacimiento, comuniones anuales, matrimonio y defunción, para
cada familia y casa a casa, en los archivos parroquiales, en especial las Llibretes de comunió pas-
qual del Arxiu de la Parroquia dels sants Just i Pastor de Barcelona; y las informaciones sobre obje-
tos de particulares retenidos por deudas, en la serie Guarda Reial de la Batilla General de Catalu-
nya, en el Arxiu de la Corona d'Aragó.

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