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LA DEFINICIÓN SOCIAL
DEL ESPACIO URBANO
En la Cataluña de los siglos xvi y xvn tuvo lugar una muy notable transformació
cial, economica y social. Ello sucedió en un periodo que hasta hace poco era cons
como de decadencia y estancamiento, pero que, muy al contrario, resultó decisivo
futuro del país. Esa importante transformación se puede seguir a distintas escalas
ximación, estrechamente vinculadas las unas a las otras: el territorio catalán; su si
ciudades; cada una de las poblaciones más dinámicas; sus distintos barrios; las tien
casas, y la vida cotidiana de las familias. En todos esos niveles, el análisis y la com
sión de la transformación de la variable espacial, desde el conjunto del territorio a los
riores de las moradas, resulta fundamental para entender un período clave en la histor
Cataluña.
El territorio catalán presentaba, antes de 1550, una distribución de los núcleos de po-
blación que era el producto complejo de una historia en la que las relaciones con la capita
todavía no resultaban decisivas. A mediados del siglo xvi los pesos del conjunto "urbano"
estaban ampliamente repartidos en el país. Poblaciones que demográficamente se situaban
El proceso de cambio a escala regional, paralelo al que De Vries postula a escala euro-
pea, tuvo lugar en Cataluña de forma precoz. En el momento en el que la nueva estructura
urbana europea fue conformada por las necesidades de una economía comercial y pasó a
ser dominada por centros mercantiles en competencia, como explica dicho autor, Barcelo-
na había ya consolidado su propia región como un espacio geográfico bien articulado y
eficaz desde el punto de vista del sistema urbano. Se había construido, en el período deci-
sivo entre 1550 y 1640, un país sólidamente preparado para el futuro.
La figura que acompaña este texto muestra un hecho clave en la transformación terri-
torial y económica catalana entre 1550 y 1640 (o entre los censos de 1553 y 1702): el cla-
ro ascenso en la jerarquía urbana de los núcleos de población cercanos a Barcelona, y el
paralelo descenso de los alejados. Un fenómeno ligado a la descentralización industrial
arriba citada y a la más eficaz organización económica del país.
Pierre Vilar hizo notar que todos los textos escritos entre el siglo xiv y el xvi insistían
en el despoblamiento catalán y que, después de 1600, los redactados por los comentadores
de la decadencia castellana ponían de relieve la caída demográfica de Castilla, mientras
que, en cambio, el Principado se convertía en densamente poblado. Los testimonios surgi-
dos de Cataluña también resaltaban la densidad de población, pero indicaban algo que re-
sulta aún más significativo: la "densidad urbana". "De manera que toda Cathaluña parece
ser una sola ciudad", escribía el padre Diago en su Descripción de Cataluña de 1605;
"toda ella parece una sola población porque apenas hay distancia notable sin ella", afirma-
ba Esteban de Corbera en su texto Cataluña ilustrada... de 1632; "apenas hay legua sin lu-
gar... que toda Cathaluña es una ciudad continuada", aseguraba Manuel Marcillo en 1685
en su Crisis de Cataluña...
No todo el país, en realidad, sino una zona concreta y amplia de él podía proporcionar
la sensación de ser "una sola ciudad", y esa área era la extensa "corona territorial barcelo-
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Poblaciones entre las 50 primeras en 1553 y que en el intervalo 1553-1702 bajaron entre 5 y 19 puestos en la je-
rarquía urbana
3. Lleida; 9. Cervera; 14. La Selva; 18. Solsona; 19. Ulldecona; 27. La Seu;
28. Tàrrega; 29. Riudoms
O
Poblaciones id. id. 20 o más puestos
10. Castellò d'Empúries; 12. Puigcerdà; 13. Montblanc; 23. Torroella de Montgrí; 24. Cambrils; 25. Constanti;
31. Banyoles; 32. Falset; 33. Peralada;
36. Palafrugell; 38. Agramunt; 40. Tivissa; 42. Guissona; 44. Seros; 45. Sarral; 47. Roses; 48. Castellò de Far-
fanya; 49. Besalú
Poblaciones entre las 50 primeras en 1702 y que desde 1553 subieron entre 5 y 19 puestos en la jera
9. Manresa; 15. Sant Feliu de Guíxols; 16. Blanes; 25. Cardona; 33. Igualada
El aguardiente se producía en Cataluña desde antes del final del siglo xvn, pero hasta
la segunda mitad de esta centuria la destilación del vino se mantenía como una actividad
menor. Llegados los años ochenta, resultó crucial la entrada decidida de agentes ingleses,
holandeses y genoveses en la fabricación y la comercialización del aguardiente. Para en-
tenderlo cabe tener en cuenta la coyuntura europea, claramente marcada por las nuevas
coordenadas de política económica impuestas por el mercantilismo proteccionista de
Colbert. Siguiendo las directrices del ministro galo, concretadas entre 1664 y 1667, el
mercado francés quedó cerrado a los comerciantes holandeses e ingleses que desde el si-
glo xvi controlaban las rutas del norte del Atlántico. Los mercaderes de esos países tuvie-
ron que prescindir del proveedor francés y poner los ojos en otras áreas, como Cataluña.
En el Principado, el mejor puerto para conducir las exportaciones era el de Salou, el
más cercano al área de producción vinícola y de aguardiente del Camp de Tarragona. El
transporte lo debían proporcionar básicamente los barcos ingleses y holandeses, aunque a
menudo se requería el concurso de la flota catalana de cabotaje, potenciada durante la eta-
pa anterior, para llevar el aguardiente hasta Cádiz (o Lisboa), donde era trasvasado a bar-
cos del norte de Europa.
La red comercial necesaria sobrepasaba de largo la capacidad de los productores locales
y la habían de crear agentes económicos más potentes (lógicamente los de Barcelona) con
la ayuda de mercaderes ingleses y holandeses, que tenían los contactos con el norte de Eu-
y, muy especialmente con Amsterdam, puerto clave en el comercio del aguardiente.
La producción del destilado en el Camp de Tarragona y su exportación se consolidaron
notablemente a partir de 1690, con una exportación creciente hacia Inglaterra y Holanda.
En 1694 funcionaban al menos dieciocho fábricas de aguardiente en Reus y otras catorce
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Los crecimientos físicos de las poblaciones cercanas a Barcelona tuvieron una impor-
tancia fundamental en la consolidación estructural de los cambios económicos producidos
en Cataluña entre 1550 y 1640. Mataró supone el mejor ejemplo entre esos crecimientos,
un caso relevante de creación de una auténtica "nueva" ciudad. Dicha población, en efecto,
cambió notablemente durante la segunda mitad del siglo xvi. La realización de una nueva
muralla, iniciada en 1570, implicó la concepción de un proyecto urbano de extensión de la
ciudad. La expansión urbana entre 1570 y 1600 fue incluso incontrolable desde el punto
de vista militar, puesto que las nuevas casas desbordaron rápidamente el perímetro de las
murallas que se estaban edificando; y acabada la fortificación, en 1600, la fuerza urbani-
zadora continuó aún durante unas décadas.
La expansión urbana de Mataró no fue, ni mucho menos, la única entre las poblaciones
cercanas a Barcelona. En Manresa, entre 1553 y 1626, se trazaron calles en espacios libres
interiores, se densificaron áreas ya construidas y se crearon extensiones fuera de las mura-
llas; en Igualada, a finales del siglo xvi y principios del xvn, se produjo una actividad
constructora en el llamado "arrabal superior"; en Sitges se cerró con murallas y se densifi-
có el arrabal durante las últimas décadas del siglo xvi; en Terrassa se superó el límite de-
fensivo en el transcurso del último tercio de la centuria, y en Sabadell y Granollers a fina-
les de ella; en Vilanova, a principios del siglo xvn, desbordado el perímetro de la muralla
que ya se había ampliado en 1557, se extendió el recinto defensivo hasta el mar y hacia
poniente; en Calella se realizaron numerosos contratos enfitéuticos para edificar solares
desde principios de siglo, pero muy especialmente a partir de los años cincuenta; lo mismo
ocurrió en Sant Martí d'Arenys y Malgrat al menos desde los años sesenta, en Sant Celoni
desde los setenta y en Santa Maria d'Arenys, Blanes y Pineda desde los ochenta.
En muchos de los núcleos de la corona territorial barcelonesa se dio, en los años que
van hasta mediados del xvn, una contradicción producto del crecimiento: se ampliaron,
modificaron y mejoraron las murallas, pero, en paralelo, las mismas poblaciones supera-
ron definitivamente los límites defensivos y se convirtieron en "ciudades abiertas". De tal
manera que, a partir de los inicios del siglo xvn, en algunas de estas poblaciones en creci-
miento la expansión física pudo efectuarse ya sin la constricción de las barreras militares.
Conviene valorar, además, los efectos económicos producidos, no ya por la decisiva y
eficaz redistribución de los pesos urbanos en el territorio, sino por los propios crecimien-
tos físicos de las localidades en crecimiento. Propietarios de la tierra, miembros de oficios
de la construcción, negociantes y pequeños inversores aprovecharon el crecimiento físico
de las ciudades para trabajar más, para especular y obtener beneficios donde antes resulta-
ba imposible hacerlo, para invertir con seguridad, para mover, en suma, la economía urba-
na. Estos agentes de la construcción de la ciudad, con la ayuda y a veces el control de los
municipios, consiguieron también establecer unos mecanismos y unas prácticas urbaniza-
doras que se aprendieron y que quedaron como herencia para el futuro. Las expansiones
urbanas, cualitativamente importantes, producidas en un área no casualmente específica de
Cataluña, entre 1550 y 1640, crearon una base de técnicas y de mecanismos ligados al cre-
cimiento urbano que se aplicaron masivamente cuando, al final del siglo xvn (de nuevo
Mataró) y, sobre todo, en el transcurso del xvm, las extensiones pasaron a ser mucho más
notables cuantitativamente.
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El rol de Barcelona y su transformación
La etapa 1550-1640 había consolidado la parte comercial y directora del centro activo
de Barcelona, situada en las proximidades de puerto, de la Llotja, de la calle deis Canvis y
de la plaza del Born. Buena parte de este sector estaba consagrado a las destacadas tiendas
de tejidos, fundamentales en el despegue de la economía. En la etapa siguiente, se poten-
ció un nuevo centro comercial ubicado más hacia levante, desde la plaza del Born en di-
rección a la del Pía d'en Llull. Este espacio se fue transformando, desde su carácter perifé-
rico anterior, muy vinculado a los oficios del transporte, hasta una situación de centro
director y de comercio basado en los negocios emergentes de las droguerías y el aguar-
diente. El viejo centro del tejido y el nuevo del aguardiente y la droguería compartieron
entonces la hegemonía espacial en la dirección de la economía barcelonesa y catalana, en
una situación de complementariedad evidente, puesto que muchos mercaderes tenían ne-
gocios y propiedades en ambos lugares.
Al final del siglo xvn las droguerías proliferaron en el Born y en la calle que lo unía
al Pía d'en Llul, lugares donde se situaban hasta diecinueve de esas tiendas. En esos espa-
cios, la presencia de dichos establecimientos caracterizaba de manera determinante la
orientación comercial: allí se situaban, una al lado de otra, muchas de las más destacadas
droguerías de la ciudad y del país. Pero al mismo tiempo que se producían estas concentra-
ciones, se daba una dispersión estratégica de estas tiendas en el conjunto de la ciudad. En
efecto, más de la mitad de ellas quedaban situadas fuera de las áreas más intensamente co-
merciales, distribuidas de forma que pudieran dar servicio a toda la ciudad. En esta útil
distribución, las droguerías ocupaban lugares espacialmente singulares, imprimiendo ca-
rácter a cada uno de los barrios donde se situaban. Hay que notar, además, que no faltaban
en los espacios urbanos más destacados desde el punto de vista social, como la calle Am-
pie, la calle de Monteada, la plaza de Santa Anna o la calle de la Portaferrissa. Se trataba,
en efecto, de establecimientos que eran, al mismo tiempo, tiendas de primera necesidad y
contenedores de productos de calidad y de un innegable lujo. Su presencia proporcionaba,
simultáneamente, servicio y riqueza, funcionalidad y distinción, a los espacios urbanos
donde se situaban. I
A su vez, el negocio emerg
plaza del Born, en la calle d
ducción ni de tiendas, sino
En el período 1550-1640 Barcelona no sólo pasó a ser el centro económico director del
territorio catalán, el lugar al que la gente de un amplio espacio geográfico se dirigía para
trabajar, negociar, vender o comprar, sino que, como resultado y en paralelo a ello, la Ciu-
dad Condal se convirtió en un centro de servicios asistenciales, culturales y de ocio, subra-
yando sus rasgos de capitalidad.
Barcelona se transformó en el sentido de consolidar y mejorar sus condiciones urba-
nas. Los poderes públicos invirtieron en el funcionamiento de la ciudad y en los servicios
públicos, apostando por un modelo más próximo al concepto de "unanimidad social" que
al de "separación": mejora del puerto, creación del paseo de la muralla, ampliación de las
atarazanas, traída de aguas, creación de molinos, edificación de almacenes para el grano,
construcción y mejora de carnicerías, obras en el Banc de la Ciutat, consolidación de las
defensas, etc. Estas y otras mejoras, como la de la red de alcantarillado, contribuyeron de
manera directa a la modernización de Barcelona como centro de servicios del país.
La Ciudad Condal amplió también enormemente la oferta de asistencia religiosa y, lo
que es más importante, de asistencia a los necesitados. Dicha oferta pasó a ser tan desme-
surada para una ciudad del tamaño de Barcelona que tan sólo se puede comprender si la
consideramos dirigida a una población potencial y flotante que se desplazaba o vivía tem-
poralmente en la capital. Ello es también muy evidente en el caso de los hospitales, entre
los que sobresale la enorme maquinaria del Hospital de la Santa Creu. Mantener algunos
millares de enfermos en una población de 35.000 habitantes y soportar una carga econó-
mica de una gran magnitud son hechos que muestran que esa institución no era tan sólo un
hospital de Barcelona, sino el hospital de Cataluña. Los enfermos acogidos en 1500 eran
78, mientras que en 1620 llegaron a 3.998. Aumentó enormemente la capacidad, pero,
además, se hizo decisivo el peso de los enfermos que procedían del territorio catalán, que
no cesó de crecer: supusieron el 50'2 % en 1640, el 55 '7 % en 1660, el 56'4 % en 1680, el
57'8%enl700...
La apertura de los Estudis Generals (Universidad), en 1537, proporcion
la importancia de Barcelona como "espacio urbano equipado" y de la rel
gentes del territorio y de la capital. A finales del siglo xvi y principios
95 % de la población estudiantil de Barcelona provenía de Cataluña. En lo
ron formando, con un carácter marcademente instrumental, un buen núm
grantes de las familias de comerciantes y menestrales acaudalados del país
que protagonizaron los cambios económicos en poblaciones de la corona t
lonesa y de otras ciudades catalanas. No sorprende, así, el incremento de
Barcelona a partir de 1568, coincidiendo con el aumento de los intercamb
analizando. Muchos de ellos actuaban, en la Barcelona de finales del siglo
xvii, como procuradores de los intereses económicos que el grupo fami
capital.
En paralelo y como lugar bien conectado, Barcelona pasó a ser una "ciudad de taber-
nas y hostales" y un centro de ocio. El incremento de estos establecimientos resultó muy
La indumentaria de los barceloneses evolucionó desde el final del siglo xvi hasta el
inicio del xvm, en paralelo a la mejora en las condiciones de vida. Se produjo un aumento
muy considerable de los productos de la confección, con más de 300 tipos diferentes de te-
las y ropas presentes en las importaciones del final del siglo xvn. La presencia del negro
en el conjunto de la indumentaria disminuyó después de 1652 y aumentó notablemente la
diversidad de colores. A su vez, las puntas y otros ornamentos incrementaron notablemen-
te su participación en la indumentaria barcelonesa del período.
En los hombres, el conjunto más utilizado como base de la indumentaria (el "vestido")
estaba formado por "valones" y "ropillas". Los primeros podían estar hechos con bayeta,
paño, "ratillo", sarga, seda, tafetán, tela, etc.; y las ropillas con escote, estameña, gorgorán,
paño, picote, sarga, "sargueta", tafetán, etc.; presentando ambas prendas variados colores y
profusión de ornamentos. En las mujeres, el conjunto más habitual que formaba la base
del "vestido" era el de falda y ropilla. Las faldas eran, sin duda, las que presentaban una
mayor diversidad de tejidos (azulete, chamelote, damasco, escarlatina, escote, estambre,
estameña, "moqueal", paño, picote, rizo, "sargil", satín, seda, tafetán, "talatón", terciopelo,
etc.), colores y ornamentos. Aún más que otras piezas, mostraban la diversidad y los gra-
dos de lujo a los que podía llegar la indumentaria del período.
Como es bien sabido, tanto los hombres como las mujeres utilizaban medias (de algo-
dón, estambre, filoseda, hilo, lino y cáñamo, satín, seda, torcedillo, etc.), con una conside-
rable gama de colores (negras, blancas, amarillas, encarnadas, verdes, pardas, azules, color I
de musgo, "color portugués", leonadas, plateadas, rojas). En ellas era muy notoria la varie- I
dad y riqueza de los acabados, con el uso habitual de seda y la incorporación de bordados I
y de dibujos primorosos en los ejemplares de mayor calidad. | 87
La "Casa Ivorra" estaba situada en la calle de Gensana, justo en el ángulo con la plaza
del Bornet. Se trataba de una morada importante, con el correspondiente patio central, "al-
berch" medieval primero y "casa gran" después, que llegó sin grandes modificaciones has-
ta su derribo originado por la construcción de la Ciutadella, después de los hechos de
1714.
Sabemos que, a mediados del siglo xv, era propiedad del mercader Pere Rovira, perso-
naje notable, especialmente por formar compañía comercial con su cuñado Gaspar Mont-
many, uno de los grandes mercaderes del período. Estos negociantes ejemplifican magní-
el tipo de mercader catalán totalmente volcado en los negocios mediterráneos,
Nostrum. La Guerra Civil catalana (1462) afectó profundamente a la economía del país,
Ificamente propietarios de grandes naves que alcanzaban regularmente la parte más oriental del Mare
pero muchas de las familias de mercaderes barceloneses se habían enriquecido en la etapa
Justo al lado de la "Casa Ivorra" quedaba un pequeño edificio que abría puerta al Bor-
net: la "Casa Duran". Sus dimensiones eran modestas y, en consonancia y también por su
situación urbana, fue ocupada por gentes del mundo de los oficios. Allí vivieron el tintore-
ro Antoni Vinyes, a principios del siglo xvi, y el soguero Joan Mascort, a mediados de esa
centuria. La situación de la casa cambió radicalmente tras la muerte del hijo de Joan, el
también soguero Joan Mascort, ocurrida en 1589. Dos años después, en efecto, la propie-
dad estaba en manos del droguero Pau Duran, y la casa se mantuvo en poder de esa familia
hasta su derribo para levantar la Ciutadella.
90 La familia Duran llegó a ser una de las más destacadas (sino la más importante) en el
Los derribos para levantar la Ciutadella causaron problemas de una enorme magnitud
en Barcelona. Junto a algunos edificios singulares, la piqueta hizo caer cerca de mil casas.
Éstas ocupaban un 17 % del total de la superfície de la ciudad. Desde un punto de vista
cuantitativo, por tanto, el sector suprimido era muy considerable, prácticamente equivalen-
te a cualquiera de las poblaciones catalanas de segundo nivel, situadas demográficamente
justo tras la capital. En efecto, en aquel momento Tortosa y Vie contaban con poco más de
mil cien casas, Mataró con mil, y Girona y Reus, con cerca de novecientas. El sector bar-
celonés desaparecido tenía la dimensión de esas poblaciones.
Pero la situación real creada por el derribo resultó más grave de lo que estas cifras in-
dican. No era lo mismo demoler ese procentaje de casas en un lugar de la ciudad o en otro.
Como sabemos, Barcelona no era homogénea, sino muy diversa. Funcionaba como un
todo, pero estaba formada por áreas urbanas con características diferentes, y el sector afec-
tado por las destrucciones tenía una singular importancia en el conjunto urbano. Los derri-
bos resultaron considerablemente graves desde el punto de vista cualitativo, porque un
fragmento notable del sector que desapareció formaba parte del área activa de Barcelona,
del auténtico motor de la ciudad. Por allí discurría la acequia y allá se situaba, subsidiaria-
mente, buena parte de las instalaciones industriales; allí se localizaba una zona no despre-
ciable del área de mercado y también la mayor parte de la zona servidora del puerto. La
demolición supuso perder un tejido urbano con funciones importantes: parte del sector co-
mercial y zonas cercanas; el área de droguería, hostales y tabernas de las calles de Bonai-
re, del Joe de la Pilota y del Born al Pía d'en Llull; un fragmento extenso y clave de la
zona industrial del Ree Comtal y de sus alrededores; las muy densas manzanas de la Ribe-
ra, vinculadas a la actividad marinera y al puerto; todo el barrio de la Fusina, a levante de
la acequia, dedicado a huertos e instalaciones diversas, herencia de un notable urbanismo
bajomedieval vinculado al uso del agua.
Con las demoliciones se había amputado una parte del corazón de la ciudad, no uno de
sus brazos. Así pues, más allá de afectar a un fragmento de la ciudad, los derribos causa-
dos por la construcción de la Ciutadella comprometieron el buen funcionamiento futuro
del conjunto urbano.
Fuentes
Este texto es una breve síntesis de una investigación desarrollada durante treinta años y orientada
a la comprensión y valoración de los cambios producidos en la Cataluña de la alta edad moderna
(1550-1714). En ella ha sido fundamental, desde el punto de vista metodológico, analizar sistemáti-
camente y a todas las escalas de aproximación las complejas relaciones que se producen entre espa-
cio, sociedad y economía. Una serie de trabajos, producto de esa investigación, nos ahorran aquí en-
trar en el aparato demostrativo de las tesis: Un siglo decisivo. Barcelona y Cataluña 1550-1640, ■
Alianza Editorial, Madrid, 1998; El inventario, Muchnik Editores, Barcelona, 2002; Barcelona en-
tre dues guerres. Economia i vida quotidiana (1652-1714), Eumo Editorial, Vic, 2004; Inventa
d'un univers: vida quotidiana a la Barcelona del segle xvii, Museu de les Arts Décoratives, Ajunta
ment de Barcelona, Barcelona, 2006; La Ciutat del Born. Societat, espai i economia a Barcelo
Fuentes que permiten una visión global del sistema de ciudades catalán
Fogatges y Censos: facilitan información demográfica sobre el conjunto de las ciudades (de
1497 a 1718, en su mayor parte publicados por Josep Iglésies).
Documentación notarial: se han utilizado los fondos de documentación notarial correspondien-
tes a las poblaciones del territorio catalán implicadas en la demostración de las tesis: Arenys de
Mar, Barcelona, Camprodon, Cardona, Castellterçol, Esparreguera, Granollers, Igualada, La Pobla
de Claramunt, Manresa, Mataró, Moia, Puigcerdà, Ripoll, Sabadell, Sant Genis de Vilassar, Sitges,
Tarragona, Tordera, Vie, Vilafranca del Penedès, Vilanova i la Geltrú... Esta documentación permi-
te, por acumulación, aproximarse al funcionamiento del sistema de ciudades y a las relaciones entre
los núcleos.
Se han utilizado, también, las fuentes de los archivos notariales de Madrid, Sevilla (en el Ar-
chivo Histórico Provincial de Sevilla), Cádiz (en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz), Zarago-
za y Medina del Campo (en el Archivo Histórico Provincial y Universitario de Valladolid), que
aportan información sobre las relaciones exteriores de la economía catalana. Los archivos municipa-
les de todas las poblaciones citadas (y también los de Olot y Terrassa), complementan las informa-
ciones notariales.
Fuentes que permiten una visión global de la ciudad (en especial Barcelona)
Fuentes que permiten una visión detallada de Barcelona, hasta el nivel de la casa
y de la familia
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