Está en la página 1de 8

PREGUNTA 6:

Expliquen cada uno de los 8 experimentos señalados en la separata.


1. Los experimentos sobre la obediencia ciega del polémico
investigador Stanley Milgram

A través de anuncios en un periódico de la ciudad de New Haven,


Connecticut, Milgram reclutó a un grupo de hombres de todo tipo de
entre 25 y 50 años de edad a quienes pagaron cuatro dólares y una
dieta por desplazamiento por participar en lo que ellos creían era un
estudio sobre "la memoria y el aprendizaje". Por lo tanto, estos sujetos
desconocían que en realidad estaban participando en una investigación
sobre obediencia.
Cuando el participante (sujeto experimental) llega al laboratorio de Yale,
se encuentra con un experimentador (el cual vestía bata blanca) y un
compañero que, como él, iba a participar en la investigación. El
experimentador les explica a ambos que el objetivo del experimento es
conocer mejor la relación que existe entre castigo y aprendizaje.
Teóricamente se escoge al azar quien hará de maestro y quien de
alumno. La tarea del maestro consistía en leer pares de palabras al
alumno y luego éste debería ser capaz de recordar la segunda palabra
del par después de que el maestro le dijese la primera. Si fallaba, el
maestro tendría que darle una descarga eléctrica como una forma de
reforzar el aprendizaje. Ambos introducen la mano en una caja y sacan
un papel doblado que determinará sus roles en el experimento. Al
sujeto experimental le toca la palabra maestro. Los tres hombres se
dirigen a una sala contigua donde hay un aparato parecido a una silla
eléctrica. El alumno se sienta en ella y el experimentador lo ata con
correas diciendo que es "para impedir un movimiento excesivo". Luego
le coloca un electrodo en el brazo utilizando una crema "para evitar que
se produzcan quemaduras o ampollas". Afirma que las descargas
pueden ser extremadamente dolorosas pero que no causarán ningún
daño permanente. Antes de comenzar, les aplica a ambos una descarga
de 45 voltios para "probar el equipo", lo cual permite al maestro
comprobar la medianamente desagradable sensación a la que sería
sometido el alumno durante la primera fase del experimento. El alumno
era en realidad un cómplice del experimentador que no recibió descarga
alguna. Lo que el sujeto experimental (maestro) escuchaba era una
grabación con gemidos y gritos de dolor que era la misma para todo el
grupo experimental. Tampoco se asignaba el papel de maestro o alumno
al azar, ya que en ambas hojas estaba escrita la palabra maestro. Sin
embargo, estas personas no supieron nada del engaño hasta el final de
experimento. De esta manera, para ellos, los gritos de dolor eran reales
y aún así la mayoría de ellos continuó hasta el final.
La máquina expendedora de descargas se componía de 30 llaves
marcadas con etiquetas que indican el nivel de descarga, empezando
con 15 voltios, etiquetado como descarga leve, y aumentando de 15 en
15 hasta llegar a 450 voltios, cuya etiqueta decía "peligro: descarga
severa". Cada vez que el alumno fallaba, el maestro tenía que aplicarle
una descarga que comenzaba en el nivel más bajo e que iba
aumentando progresivamente en cada nueva serie de preguntas.
El experimentador y el maestro se sitúan en la habitación anexa y da
comienzo el experimento comienza. El maestro lee las palabras a través
de un micrófono y escucha las respuestas del alumno. Los errores
iniciales son castigados con descargas leves, pero conforme el nivel de
descarga aumenta, el maestro empieza a escuchar sus quejas,
concretamente a los 75 voltios. Cuando el maestro duda en aplicar la
descarga el experimentador le empuja a continuar. A los 120 voltios el
alumno grita diciendo que las descargas son dolorosas. A los 135 aúlla
de dolor. A los 150 anuncia que se niega a continuar. A los 180 grita
diciendo que no puede soportarlo. A los 270 su grito es de agonía, y a
partir de los 300 voltios está con estertores y ya no responde a las
preguntas.
El maestro, así como el resto de sujetos experimentales que hacen de
maestros durante el experimento, se va sintiendo cada vez más ansioso.
Muchos sonríen nerviosamente, se retuercen las manos, tartamudean,
se clavan las uñas en la carne, piden que se les permita abandonar e
incluso algunos se ofrecen para ocupar el lugar de alumno. Pero cada
vez que el maestro intenta detenerse, el experimentador le dice
impasible: "Por favor, continúe". Si sigue dudando utiliza la siguiente
frase: "El experimento requiere que continúe". Después: "Es
absolutamente esencial que continúe" y por último: "No tiene elección.
Debe continuar". Si después de esta frase se siguen negando, el
experimento se suspende.
Los resultados obtenidos en el experimento superaron todas las
expectativas. Si bien las encuestas hechas a estudiantes, adultos de
clase media y psiquiatras, habían predicho un promedio de descarga
máxima de 130 voltios y una obediencia del 0%, lo cierto es que el 62.5
% de los sujetos obedeció, llegando hasta los 450 voltios, incluso
aunque después de los 300 el alumno no diese ya señales de vida.
Lógicamente, lo primero que se preguntaron los investigadores fue cómo
era posible que se hubiesen obtenido estos resultados. ¿Eran todos los
participantes unos sádicos?  La conducta manifestada por los sujetos
experimentales demuestra que esto no es así, pues todos se mostraban
preocupados y cada vez más asustados ante la complicación que estaba
tomando la situación, y cuando finalmente se enteraban de que en
realidad no habían hecho daño a nadie se sentían aliviados.
La explicación que ofrece Milgram a estos asombrosos resultados es que
los sujetos entraron en lo que él llamó "estado de agente", caracterizado
por el hecho de que el individuo se ve a sí mismo como un agente
ejecutivo de una autoridad que considera legítima. Aunque la mayoría
de las personas se consideran autónomas, independientes e iniciadoras
de sus actos en muchas situaciones, cuando entran en una estructura
jerárquica pueden dejar de verse de ese modo y descargar la
responsabilidad de sus actos en la persona que tiene el rango superior o
el poder. Hay que recordar que los sujetos del experimento accedían
voluntariamente a realizarlo, aunque en ningún momento se les dijo
que estarían en una situación en la que tendrían que obedecer órdenes.
La estructura social del experimento activaba con fuerza una norma
social que todos hemos aprendido desde niños: "Debes obedecer a una
autoridad legítima", entre ellos los representantes de instituciones
universitarias y científicas (o los profesores en los colegios), policías,
bomberos, oficiales de mayor rango en el ejército, etc. Cuando el sujeto
entra libremente en una organización social jerárquica, acepta, en
mayor o menor medida, que su pensamiento y sus actos sean regulados
por la ideología de su institución.
Para obedecer, por tanto, la autoridad debe ser considerada legítima.
En los experimentos de Milgram la figura de autoridad se reconocía
fácilmente, como sucede en muchas situaciones de la vida real:
científicos y médicos llevan batas blancas, los policías y los bomberos
llevan uniformes, etc. Todos estos símbolos son capaces de activar la
norma de obediencia a la autoridad. Por supuesto, el experimento de
Milgram no sólo dio que hablar sobre la obediencia sino también sobre
la ética en la investigación psicológica, debido al engaño y a la situación
tan angustiosa en la que habían sido atrapados los participantes.
Milgram se defendió diciendo que todos los sujetos habían sido
informados cuidadosamente de la verdad tras el experimento y que los
cuestionarios de seguimiento mostraban que el 84% tenía sentimientos
positivos acerca de su participación, el 15 % sentimientos neutros y
sólo el 13 % describió sentimientos negativos. Aún así, estos
experimentos llevaron a la introducción del "consentimiento informado",
por el que todo participante en una investigación debe tener la
información necesaria sobre el experimento, de modo que pueda elegir,
sabiendo lo que hace, si quiere participar o no.

2. Los experimentos sobre la conformidad social de Solomon Asch

Los estudios realizados por Solomon Asch entre 1951 y 1955 han
aportado relevantes datos sobre el comportamiento de los seres
humanos ante la presión social. Estos estudios, hoy por hoy, son
considerados clásicos en Psicología Social. El diseño experimental
consistía básicamente en que Asch pedía a los participantes que
respondiesen a unos problemas de percepción. Concretamente
solicitaba de los sujetos que indicase en un conjunto de tres líneas de
diferente tamaño cual de ellas se asemejaba más a una línea estándar o
de prueba.
 
Esta sencilla tarea no debería resultar difícil para una persona de
capacidades intelectuales medias, sin embargo, los sujetos
experimentales no siempre decían la respuesta correcta. Realmente el
experimento no consistía en una prueba de percepción, sino que
trataba de ver como la presión de grupo fuerza a variar los juicios. Las
pruebas del experimento se realizaban a un grupo de unas seis u ocho
personas, de las cuales solo uno era verdaderamente un sujeto
experimental ya que los demás (sin saberlo el sujeto experimental) eran
cómplices de investigador. Durante algunos de los ensayos de las
pruebas (ensayos críticos) los cómplices daban respuestas claramente
erróneas, es decir, elegían de forma unánime una línea equivocada
como pareja de la línea de prueba (por ejemplo, en el dibujo la línea 1
en vez de la 2, que sería la correcta). Además, emitían sus respuestas
antes de que el verdadero sujeto experimental respondiera. En esta
postura, muchos de los sujetos experimentales optaron por decir lo
mismo que los cómplices del experimentador, es decir, optaron por las
respuestas falsas, de facto, estuvieron de acuerdo con la respuesta
equivocada el 37% de las veces. Por el contrario, solo el 5% de sujetos
que respondieron a las mismas preguntas sin cómplices (es decir, sin
presión de grupo) cometieron errores. En diferentes estudios el 76% de
los sujetos apoyaron las respuestas falsas del grupo al menos una vez,
esto es, optaron por la conformidad.
Otro dato interesante que se desprenden de estos trabajos es que cerca
de un 25% de los sujetos no cedieron nunca a la presión del grupo.
También hemos de señalar que hubo sujetos que siguieron al grupo en
casi todas sus respuestas.
En otra serie de experimentos Asch hacía intervenir a un sujeto que
rompía la unanimidad de juicio existente y podía emitir: o bien la
respuesta correcta antes de que emitiese la suya el auténtico
participante, o elegía una respuesta entre la que daba el grupo y la
correcta o en tercer lugar daba una respuesta más errónea que la de la
mayoría. En los dos últimos casos este individuo rompía con la
unanimidad del grupo, pero seguía en desacuerdo con el sujeto
experimental. Los resultados obtenidos por Asch muestran que en estas
tres condiciones la conformidad se reduce. De manera sorprendente, la
reducción de la conformidad era mayor cuando el cómplice que
discrepaba escogía una respuesta peor que la de la mayoría. Todo esto
sugiere que la unanimidad del grupo es crucial. Es más fácil resistir a
la presión de grupo cuando en él no existe unanimidad.
En estudios posteriores se constató que cuando los sujetos emitían sus
juicios no en voz alta sino escribiéndolos en un papel, la conformidad se
reducía drásticamente. Este resultado señala la relevancia de distinguir
entre conformidad pública (hacer o decir lo que hacen o dicen los otros)
y la aceptación privada (sentir realmente como los otros). En muchas
situaciones de nuestra vida cotidiana seguimos normas sociales y nos
conformamos (sucumbimos a la presión de grupo), pero no por ello
mudamos nuestras opiniones personales (esto es, no hay aceptación
privada).

3. El experimento de la cárcel del profesor Zimbardo


Philip Zimbardo diseñó un experimento para ver de qué manera
personas que no habían tenido relación con el entorno carcelario se
adaptaban a una situación de vulnerabilidad frente a otros. Para ello,
24 hombres jóvenes sanos y de clase media fueron reclutados como
participantes a cambio de un pago. 
La experiencia se desarrollaría en uno de los sótanos de la Stanford
University, que había sido acondicionado para parecerse a una cárcel.
Los voluntarios fueron asignados a dos grupos por sorteo: los guardias,
que ostentarían el poder, y los prisioneros, que tendrían que
permanecer recluidos en el sótano mientras durase el periodo de
experimentación, es decir, durante varios días. Como quería simularse
una prisión de la manera más realista posible, los reclusos pasaron por
algo parecido a un proceso de detención, identificación y
encarcelamiento, y el vestuario de todos los voluntarios incluía
elementos de anonimato: uniformes y gafas oscuras en el caso de los
guardias, y trajes de recluso con números bordados para el resto de
participantes. 
De esta manera se introducía un elemento de despersonalización en el
experimento: los voluntarios no eran personas específicas con identidad
única, sino que formalmente pasaban a ser simples carceleros o presos.
Desde un punto de vista racional, claro, todas estas medidas estéticas
no importaban. Seguía siendo estrictamente cierto que entre los
guardias y los reclusos no existían diferencias relevantes de estatura y
constitución, y todos ellos estaban sujetos por igual al marco legal.
Además, los guardias tenían prohibido hacer daño a los reclusos y su
función se reducía a controlar su comportamiento, hacer que se
sintieran incómodos, desprovistos de su privacidad y sujetos al
comportamiento errático de sus vigilantes. En definitiva, todo se basaba
en lo subjetivo, aquello que es difícil de ser descrito con palabras pero
que igualmente afecta a nuestro comportamiento y a nuestra toma de
decisiones. 
Philip Zimbardo también supuso un desafío emocional. El efecto
espectador hizo que durante muchos días los observadores externos
aceptaran lo que estaba pasando a su alrededor y que, de alguna forma,
lo consintieran. La transformación en torturadores y delincuentes por
parte de un grupo de jóvenes "normales" se había producido de manera
tan natural que nadie había reparado en el aspecto moral de la
situación, a pesar de que los problemas se presentaron prácticamente
de golpe.
De entre los escombros de lo que antes había sido la etiqueta y la
costumbre no surgieron seres humanos capaces de generar por ellos
mismos un marco de relaciones igualmente válido y sano, sino personas
que interpretaban normas extrañas y ambiguas de manera sádica.

4. El experimento con enfermos mentales de Rosenthal


El experimento de Rosenhan es uno de los más impactantes y
reveladores en la historia de la psiquiatría. Tiene que ver con uno de los
aspectos más polémicos de esa disciplina: la evaluación y el diagnóstico.
Tanto en los tiempos en que se hizo el experimento como ahora, el
diagnóstico psiquiátrico o psicológico tiene una buena carga subjetiva.
Depende demasiado del especialista que realiza la evaluación y de los
instrumentos que utilice para la misma.
Lo que el experimento de Rosenhan demostró es que ese método
diagnóstico tiene un altísimo índice de error. Sus conclusiones
apuntarían a que cada psiquiatra ve lo que quiere ver, de una manera
absolutamente sesgada. Lo mismo pasa con todo el personal que
atiende a los “enfermos mentales”.
Así mismo, el experimento de Rosenhan permitió verificar que los
pacientes no son bien atendidos en los centros psiquiátricos. La prueba
reveló que en esas instituciones hay discriminación, prejuicios,
deshumanización y, muchas veces, maltratos directos hacia los
pacientes.
5. El Efecto Pigmalión
El efecto Pigmalión se conoce como la influencia que una persona
puede ejercer sobre otra, basada en la imagen que esta tiene de ella.
Sus creencias podrán influir en el rendimiento del otro, de esta manera
se buscará que sus expectativas sean ciertas y se hagan realidad con
conductas que tiendan a confirmarlas.
6. Profecía autocumplida
La profecía autocumplida o autorrealizada es una predicción que, una
vez hecha, es en sí misma la causa para que se haga realidad.
La gente no reacciona simplemente a cómo son las situaciones, sino
también, y a menudo principalmente, a la manera en que perciben tales
situaciones, y al significado que le dan a las mismas. Por tanto, su
comportamiento está determinado en parte por su percepción y el
significado que atribuyen a las situaciones en las que se encuentran,
más que a las mismas. Una vez que una persona se convence a sí
misma de que una situación tiene un cierto significado, y al margen de
que realmente lo tenga o no, adecuará su conducta a esa percepción,
con consecuencias en el mundo real.
7. Los experimentos sobre adicción a la heroína con ratas.
Los conductistas en los 60 introdujeron a las ratas a un dispositivo de
suministro mediante una intervención quirúrgica. Luego, como era
costumbre, las aislaron en cajas de Skinner, es decir, en jaulas
individuales. Después les enseñaron a presionar una palanca interna de
la jaula. Cuando hacían esto, se autoadministraban una sustancia:
drogas psicoactivas.
En casi todos los casos se empleó heroína, una de las drogas más
adictivas que existen. El punto era que cada vez que las ratas movían la
palanca, inmediatamente recibían una pequeña dosis de drogas. Los
investigadores notaron que algunas de ellas, bajo ciertas
circunstancias, o en determinados momentos, accionaban
repetidamente la palanca hasta consumir altas cantidades de
psicoactivo.
Incluso algunas de las ratas llegaron al punto de olvidar comer o tomar
agua. Lo que no olvidaban era el auto suministro de heroína. Por eso,
varias murieron durante el experimento. Los investigadores
concluyeron, por analogía, que, si las personas tenían acceso a ese tipo
de drogas, correrían la misma suerte de las ratas.
El aislamiento social era un factor determinante para el consumo
continuado de las drogas. A su vez, la compañía y la libertad del parque
hacía que disminuyera significativamente el deseo de consumir. Y
cuando este se producía, los ejemplares afectados hacían lo posible por
volver a su estado normal, incluso, soportando el síndrome de
abstinencia.
8. El Efecto Hawthorne:
El efecto Hawthorne supuso un experimento de aplicación en el ámbito
social, concluyendo que los trabadores, al ser sometidos a un
experimento y ser analizados, aumentaban su productividad de manera
considerable, se cambian las condiciones de trabajo y el rendimiento de
los trabajadores mejoraba por el solo hecho de ser observados.
Además, el efecto Hawthorne 2.0 una mejora en la productividad y la
eficiencia de los empleados, gracias a la observación y de la aplicación
de la tecnología y la apuesta por herramientas y soluciones innovadoras
de trabajo en las empresas.

También podría gustarte