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Su afición por las matemáticas proviene también de su infancia. Su tío Jakob le enseñaba álgebra.
Resolvían ecuaciones sencillas jugando con la incógnita: el juego consistía en dar caza al animal X
hasta averiguar su nombre – el valor de la incógnita X - . A Albert le gustó el juego y se entusiasmó
con las matemáticas. Un poco más tarde descubriría el encanto de la lógica y la certidumbre
científica que encierra la geometría (…)
Desde muy pequeño Albert mostró una inclinación extraordinaria por conocer y procurar
descubrir el porqué de las cosas, e intentar descifrar lo que había detrás de la realidad visible.
Tomado de: Albert Einstein: el hombre, el científico, el ciudadano. Instituto Distrital de Cultura y turismo. Bogotá, 2006,
p. 4-5.