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DE JUDIT A MARÍA.

La recepción del libro de Judit en la Iglesia

FRANCISCO VARO

PALABRAS CLAVE: Judit, Sagrada Escritura, Mariología.


RESUMEN: Los primeros ciclos iconográficos en torno a Judit tienen su origen en la Edad
Media. Tal vez la primera representación con clara referencia mariológica sea la Judit de
Giorgione, pintada en torno al año 1505. Representa a Judit que, absorta en meditación tras
su victoria, aplasta con su pie la cabeza de Holofernes, del mismo modo que se suele
representar a María aplastando con su pie la cabeza de la serpiente en alusión al texto del
Protoevangelio (Gn 3, 14). Judit vencedora de un poderoso e impío enemigo como Holofernes
es figura de María, que triunfa sobre el demonio y el pecado. El autor realiza en estas páginas
un exhaustivo recorrido por la historia de la lectura del libro de Judit en la Iglesia y de la
aplicación de su enseñanza a la Iglesia y a Santa María, y concluye: “al preguntarle al libro de
Judit qué expresa acerca de la historia de la salvación, encontramos que el libro de Judit, más
que informar de una victoria concreta en la historia antigua, testimonia la victoria del entero
pueblo de Dios, la Iglesia, representada egregiamente por María, sobre el mal, sobre el
demonio y el pecado; y señala las armas adecuadas para conseguir esa victoria, empuñadas
admirablemente por María, que son la audacia de la fe, la oración y el sacrificio”.

FROM JUDITH TO MARÍA


KEY WORDS: Judith, Sacred Scripture, Mariology.
SUMMARY: The earliest Marian iconography around the character of Judith dates back to the Middle
Ages. The first representation that makes clear reference to Mary may be Giorgione’s Judith, painted
around 1505. It represents Judith, deep in meditation after her victory, crushing the head of Holofernes
under her foot, in the same way that Mary is represented crushing the head of the serpent in the text of the
Protoevangelium (Gen 3, 14). Judith’s defeat of Holofernes, a powerful and faithless enemy, is a figure of
Mary, who triumphs over the devil and over sin. The author details the history of the Church’s
interpretation of the Book of Judith and of the way the understanding derived from it has been used in her
teachings regarding Mary and regarding the Church. He concludes saying that “when we ask the Book of
Judith about the history of Salvation we discover that it does more than a simple relation of the ancient
history of a specific victory; it refers to the victory of the entire People of God –the Church, most eminently
represented by Mary– over sin, evil, and the devil. It also indicates the weapons, admirably wielded by
Mary, which are required for such victory: the courage of her faith, her prayer, and her sacrifice”.

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Judit. Giorgione. Museo del Ermitage.


(AA.VV., La pintura de los grandes museos,
vol. 8, ed. Planeta, Barcelona 1981, p. 11).

La imagen de Judit con la cabeza de Holofernes forma parte de los recursos


iconográficos habituales en la ornamentación de templos, capillas o retablos
dedicados a la Santísima Virgen María. Lo mismo sucede con las
representaciones de otras mujeres del Antiguo Testamento que tienen algún
protagonismo en la historia de la salvación, como Eva, Rut, Ester, Sara, Raquel,
Débora o algunas otras. Esa costumbre responde de ordinario a una lectura
tipológica, o más bien alegórica, de los textos bíblicos, que ve preanunciada a
la Madre de Dios en determinados personajes de la Sagrada Escritura.

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Los primeros ciclos iconográficos en torno a Judit tienen su origen en la


Edad Media, más en concreto, se encuentran en la Biblia de Roda (siglo XI)
actualmente en la Biblioteca Nacional de París (Ms. Lat. 6, f. 134v.) y en la
Biblia Gumpert (siglo XII) conservada en Erlagen, en la Biblioteca de la
Universidad (cod. 121, f. 259). Estas representaciones alcanzarían su
máximo desarrollo entre los siglos XVI y XVIII. Sin embargo, al principio
no hay señales claras de que la representación del personaje bíblico de Judit
tenga relación alguna con María.
Tal vez la primera representación con clara referencia mariológica sea la
Judit de Giorgione, pintada en torno al año 1505 y que se conserva en el
Museo del Hermitage en San Petersburgo. Representa a Judit que, absorta
en meditación tras su victoria, aplasta con su pie la cabeza de Holofernes,
del mismo modo que se suele representar a María aplastando con su pie la
cabeza de la serpiente en alusión al texto del Protoevangelio (Gn 3, 14).
Judit vencedora de un poderoso e impío enemigo como Holofernes es figura
de María, que triunfa sobre el demonio y el pecado.
Esta sugerente presentación no es fruto sólo del genio creador de
Giorgione, sino más bien, bella expresión artística de una interpretación
alegórica que ya, en ese momento, tenía una tradición de varios siglos.
¿Cómo y por qué se había llegado a tal identificación? La cuestión es
delicada, ya que si no se conoce la historia de lo sucedido, poner a María en
relación con Judit parece una invitación a honrar e imitar a la mujer que
protagoniza uno de los relatos más violentos de la Biblia. En efecto Judit,
valiéndose de engaños, sedujo a un aguerrido general que había sembrado
el terror entre el pueblo y terminó cortándole la cabeza, y llevándosela en
un saco a casa. ¿No constituye esto una justificación del uso de la violencia
para hacer frente a situaciones de opresión política? En realidad, no han
faltado en nuestros días interpretaciones que, apoyándose entre otras en esta
figura, han presentado a María como paradigma de una ideología
revolucionaria1.

1. R. Horsley hace una interpretación del Magnificat en la que sitúa a María en las tradiciones
de Débora y Judit para decir que ese hermoso himno de María refleja una ideología de
revolución. Cfr. R. HORSLEY, The Liberation of Christmas: The Infancy Narratives in Social
Context, Crossroad, New York 1989, pp. 107-114.

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En el presente estudio nos proponemos indagar en las raíces del


nacimiento y desarrollo de esa alegoría. Para eso investigaremos la historia
de la recepción cristiana del libro de Judit, prestando particular atención a
los aspectos que, con el paso del tiempo, llevarían a descubrir en Judit
rasgos propios de María.
Comenzaremos, pues, con una presentación sintética del libro de Judit
en sí mismo, para asomarnos, a continuación, a los temas que más llamaron
la atención a los primeros lectores cristianos, y seguir, por último, las
huellas que esas lecturas han ido dejando en la vida de la Iglesia.

El libro de Judit

El libro de Judit es uno de los llamados deuterocanónicos del Antiguo


Testamento, es decir, forma parte del canon recibido en la Iglesia, pero no
de la Biblia Hebrea. Se conservan varias familias de manuscritos de un texto
griego, del que se suele considerar que es traducción de un original
semítico2. Las traducciones vetus-latina y siriaca proceden del texto griego,
pero en la Vulgata san Jerónimo hizo una revisión de antiguas traducciones
latinas teniendo a la vista un texto arameo3. Sin embargo, no ha llegado
hasta nuestros días ningún ejemplar de ese texto arameo ni de un posible
texto hebreo originario.

2. Hay una buena edición crítica que es la de R. Hanhart, Iudith. Septuaginta. Vetus
Testamentum graecum auctoritate Academiae Scientiarum Gottingensis editum, VIII/4,
Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen 1979.
3. En el prólogo de su traducción escribe: “Apud Hebraeos liber Judith inter apocrypha
legitur: cujus auctoritas ad roboranda illa quae in contentionem veniunt, minus idonea
judicatur. Chaldaeo tamen sermone conscriptus, inter historias computatur. Sed quia hunc
librum Synodus Nicaena in numero sanctarum Scripturarum legitur computasse, acquievi
postulationi vestrae, immo exactioni: et sepositis occupationibus, quibus vehementer
arctabar, huic unam lucubratiunculam dedi, magis sensum e sensu, quam ex verbo verbum
transferens. Multorum codicum varietatem vitiosissimam amputavi: sola ea, quae
intelligentia integra in verbis Chaldaeis invenire potui, Latinis expressi. Accipite Judith
viduam, castitatis exemplum, et triumphali laude, perpetuis eam praeconiis declarate.
Hanc enim non solum feminis, sed et viris imitabilem dedit, qui castitatis ejus
remunerator, virtutem ei talem tribuit, ut invictum omnibus hominibus vinceret, et
insuperabilem superare”. Praefatio Hieronymi in librum Judith, PL 29, col. 37.

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El argumento del libro habla de la presencia de Dios en medio de su


pueblo, que sufre y combate, y del triunfo que finalmente alcanzan los
judíos sobre sus enemigos con la ayuda del Señor. Su desarrollo se puede
dividir en dos apartados: primero se presenta el escenario bélico, y después
la acción se centra en la intervención salvadora de Judit4. En hebreo el
nombre de la protagonista, Judit, quiere decir “judía”. Se trata, pues, de un
gentilicio empleado como nombre propio. Esto sugiere que, tal vez para el
autor sagrado, Judit representaría a todo el pueblo judío.

Ataque de Holofernes (Jdt 1-7)

En la primera parte del libro se habla de una expedición militar llevada


a cabo por un ejército sumamente poderoso que pretende conquistar
Jerusalén. Holofernes reúne una ingente tropa e inicia su campaña
sembrando la destrucción y la muerte. La orden de que les preparen “tierra
y agua” (Jdt 2, 7), fórmula persa para designar todo lo necesario para que el
ejército vencedor pueda pasar y establecerse en un país, indica la voluntad
de Nabucodonosor de que los pueblos le quedasen sometidos. Ultrajó a
todos, incluso a los que no le opusieron resistencia. Pero la mayor afrenta
consistió en forzar a las poblaciones conquistadas a que adorasen a
Nabucodonosor y lo invocaran como a un dios (cfr. Dn 3, 1-7).
Por eso, el peligro que se cernía sobre Jerusalén era particularmente
insidioso, ya que no se trataba solamente de que sus habitantes pudieran
morir o quedar sometidos a un poder extranjero, sino que cabría el peligro
de que fuesen forzados a la idolatría, obligados a tributar a un hombre el
culto que sólo es digno de Dios (Jdt 3, 8). Esta situación se vivió de hecho
en Judea, de modo particularmente intenso, durante la dominación
seléucida, en la cual, además de la opresión militar, se intentaba imponer la
divinización del monarca.
Los israelitas recibieron con temor las noticias del avance de Holofernes,
y se dispusieron a resistir. De una parte, se aprestaron a la lucha preparando

4. Así estructuran su contenido la mayor parte de los comentarios. Cfr. C. A. MOORE, Judith.
The Anchor Bible, 40, Doubleday, Garden City 1985, pp. 56-58 y J. VÍLCHEZ LÍNDEZ, Tobías
y Judit, Verbo divino, Estella 2000, pp. 238-239, entre otros.

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fortalezas, reuniendo alimentos y distribuyendo a sus hombres en


posiciones estratégicas (Jdt 4, 4-8). De otra, se esforzaron en buscar la ayuda
de Dios mediante la oración y la penitencia (Jdt 4, 9-15).
El mensaje del libro se va desvelando en estos primeros capítulos cada
vez con más claridad. La lucha que se plantea se refiere ante todo a un plano
religioso. El ejército enemigo representa la fuerza de la impiedad y el
orgullo de quien piensa que tiene todo el poder y no necesita contar con
Dios. Los hijos de Israel son, por el contrario, hombres piadosos conscientes
de que sólo en Dios pueden encontrar fortaleza, y de que la súplica es el
mejor modo de reconocer su dependencia de Dios.
Como lo auguraban las terribles informaciones acerca del progreso de las
tropas enemigas, Holofernes llegó con su temible ejército a los alrededores
de Betulia y plantó sus tiendas frente a los israelitas, que estaban asustados
y cavilaban sobre el modo de impedir la invasión de su ciudad. A los ojos
del general extranjero los hijos de Israel son un pueblo insignificante por lo
que no sabe nada de ellos y, antes de atacar, pide información a sus
consejeros para disponer su estrategia.
Ajior, el comandante de los ammonitas, toma entonces la palabra para
responderle. Este personaje, cuyo nombre significa “mi hermano es luz”, tiene
una intervención desconcertante5. Le hace a Holofernes un resumen de las
grandes etapas de la historia de Israel y le explica que la singularidad de ese
pueblo no se puede comprender con criterios exclusivamente políticos o
sociológicos; le informa también que su pervivencia no depende de la fuerza de
las armas, pues es un don de su Dios. El discurso consta de tres partes: historia
del pueblo judío (Jdt 5, 5-16), fidelidad a Dios como explicación de su
fortaleza (Jdt 5, 17-19) y consejos a Holofernes para que pondere si realmente
le interesa enfrentarse con ellos o no (Jdt 5, 20-21). Se trata de una visión
teológica de la historia que puede ser comprendida también por los paganos.
Holofernes responde airadamente a Ajior y exalta el poder divino de
Nabucodonosor con expresiones que son típicas del lenguaje profético. Así
sucede, por ejemplo, cuando dice que Nabucodonosor “habló, y las palabras

5. Cfr. H. CAZELLES, “Le personnage d’ Achior dans le Livre de Judith”, Recherches de Science
Religieuse 39 (1951), pp. 125-137.

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que pronunció no caerán al vacío” (Jdt 6, 4). Su frase recuerda a un modo


de expresarse frecuente en la Biblia, como cuando se afirma que “ninguna
de las palabras que pronunció el Señor contra la casa de Ajab ha caído por
tierra” (2 R 10, 10), o, como dice Isaías: “como la lluvia y la nieve
descienden de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra, la
fecundan, la hacen germinar, y dan simiente al sembrador y pan a quien ha
de comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí de vacío,
sino que hará lo que Yo quiero y realizará la misión que le haya confiado”
(Is 55, 10-11). El lector del libro de Judit percibe en este modo de hablar
que el combate del que se le habla es religioso más que militar.
Pese a la invitación de Ajior a la prudencia, Holofernes continúa su
avance. Para llegar a Jerusalén el temible general ha de tomar el camino que
pasa por la ciudad de Betulia, y necesita doblegarla para proseguir su
campaña. La acosa poniéndole cerco y cortando los manantiales que
abastecen de agua a la población. La situación se hace desesperada, y los
defensores de Betulia están dispuestos a rendirse si en el plazo de cinco días
no reciben una ayuda divina.

Intervención de Judit (Jdt 8-16)

En ese momento aparece Judit, una mujer viuda y piadosa, modelo de


hermosura, prudencia y fortaleza.
Cuando los ancianos de Betulia están a punto de rendirse, acosados por el
asedio de Holofernes, Judit los invita a recapacitar sobre la situación y a
contemplar los hechos desde otra perspectiva más real, desde la confianza en
Dios. En su intervención afirma, en primer lugar, que no se pueden poner
condiciones a Dios, sino que hay que suplicarle con fe y confianza (Jdt 8, 11-17).
A continuación les mueve a pensar que los habitantes de Betulia tienen motivos
para confiar en Dios, por lo que no pueden rendirse ante las dificultades, y les
invita a tomar en consideración el hecho de su ciudad es de una importancia
estratégica fundamental para la defensa de Jerusalén y del Templo, por lo que
rendirse equivaldría a hacerse responsables de la destrucción de la Ciudad Santa
y del Santuario (Jdt 8, 18-24). Por último, recuerda que Dios somete a los
hombres a distintas pruebas para purificarlos y manifestar luego su protección,
como ya hizo con los Patriarcas (Jdt 8, 25-27).

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Los ancianos responsables de la ciudad no pueden replicar a sus palabras


y la autorizan a intentar el plan audaz que les ha propuesto para salvar al
pueblo.
Lo primero que hace Judit es rezar. Su oración (cfr. Jdt 9, 1-14), llena de
sentido poético, es un ejemplo de la piedad del pueblo judío. Lo que Judit
pide constantemente, con distintas consideraciones en cada parte de su
plegaria, es la exaltación del Dios de Israel y la confusión de los enemigos.
Los enemigos de Israel, Nabucodonosor y su general Holofernes, son los
enemigos de Dios. La confrontación de la que habla este libro es una guerra
religiosa sin piedad, dirigida a arrancar del pueblo elegido la fe, el culto y
hasta su propia identidad. Por este motivo, se pide a Dios que haga fracasar
esta tentativa idólatra y blasfema quitando de en medio a sus impulsores.
Después, fortalecida por la oración y confiando en el Señor, sale de la
ciudad y se dirige hacia los ejércitos que la tienen sitiada. Judit, antes de
poner por obra su plan, incluso dentro ya del campamento enemigo, se
dedica intensamente a las prácticas de piedad: oración, baños rituales de
purificación y ayuno (Jdt 12, 5-9).
Holofernes organiza un banquete y se acerca el momento de actuar. Ella
acude ataviada con sus mejores galas, pues la ocasión dispuesta por la
providencia de Dios así lo aconseja. Al mismo tiempo mantiene
interiormente una actitud de humildad y confianza en el Señor y se
comporta en el festín con señorío y sobriedad. Finalmente, una vez que
Holofernes había bebido en exceso hasta perder el sentido, Judit se acercó
al lecho en que yacía y le cortó la cabeza. Judit emplea para cortar la cabeza
a Holofernes su “alfanje”. El texto griego habla de akinake, espada de origen
persa, corta, que llevaban a la cintura los arqueros y las tropas ligeras6.
Antes de que descubran lo sucedido, Judit regresa a Betulia llevando la
cabeza de Holofernes (Jdt 12, 10-13, 20).
Las palabras de bendición con las que Ozías le da la bienvenida a la
ciudad se inician con una exaltación agradecida al Señor: “Bendita tú, de
parte del Dios altísimo, hija, por encima de todas las mujeres de la tierra”
(Jdt 13, 18a), con unos términos que recuerdan al lector cristiano el saludo

6. Cfr. J. VÍLCHEZ LÍNDEZ, Tobías y Judit, o. c. en nota 4, p. 414, nota 102.

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de santa Isabel a María: “Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto


de tu vientre” (Lc 1, 42)7. Y siguen: “y bendito sea Dios, que creó los cielos
y la tierra, que te ha guiado para herir en la cabeza al príncipe de nuestros
enemigos” (Jdt 13, 18, b); palabras que, a su vez, contienen una cierta
referencia al Protoevangelio: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre
tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el
talón” (Gn 3, 15). Como tendremos ocasión de comprobar más adelante,
son precisamente estas palabras las que más han llamado la atención al leer
este libro en la fe de la Iglesia, y las que, entendidas en el conjunto de la
Revelación, han invitado a contemplar a Judit como figura de María.
El libro termina diciendo que Judit, después de subir a Jerusalén junto
con todo el pueblo para consagrar a Dios su parte del botín, pasó el resto de
su larga vida en Betulia donde fue feliz, honrada y estimada por todo el
pueblo. Se cierra con un hermoso himno de acción de gracias a Dios (Jdt
16, 1-17), una de las piezas poéticas más bellas del Antiguo Testamento.

Composición y recepción canónica

Es muy difícil precisar la fecha en que se compuso el libro de Judit, ya


que, debido a su peculiar género literario, no es posible identificar los
detalles narrados con alusiones históricas concretas, e incluso en algunos
casos, hay elementos narrativos que resultan incoherentes en un relato que
se leyera como histórico en el sentido actual de esta palabra8.
Por ejemplo, se habla de Nabucodonosor, rey de Nínive, reinante
después de que los judíos hubieran regresado de la cautividad y
reconstruido el Templo. En realidad la historia constata que
Nabucodonosor fue rey de Babilonia, precisamente aquél que llevó allí
desterrados a los judíos, no de Nínive, y, evidentemente, tampoco posterior
al regreso del destierro.

7. Cfr. B. E. WILSON, “Pugnacious Precursors and the Bearer of Peace: Jael, Judith and Mary
in Luke 1:42”, Catholic Biblical Quartely 68 (2006), pp. 436-456.
8. Una amplia discusión acerca del género literario de Judit puede consultarse en G. PRIERO,
Giuditta, Marietti, Torino-Roma 1959, pp. 10-20 y en J. NUNES CARREIRA, “O género
literario de Judite e os Macabeus”, Didaskalia (Lisboa) 3 (1973), pp. 215-229.

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En esa línea, también se puede observar que en su redacción es posible


encontrar expresiones típicas de la época persa como “preparar la tierra y el
agua” (Jdt 2, 7), el “dios del cielo” (Jdt 5, 8) o los nombres de Holofernes
y Bagoas, entre otros. A la vez, también se aprecian muchos elementos que
reflejan una cultura helenística, como la alusión a la gerusía de Jerusalén
(Jdt 11, 14), el empleo de coronas (Jdt 3, 7) o la mención de
Nabucodonosor como un rey divinizado (Jdt 3, 8). Además, el marco
geográfico parece fantasioso, ya que muchos topónimos, entre ellos Betulia,
no son mencionados en ninguna otra obra ni inscripción antigua y se
resisten a todo intento de identificación.
Estos detalles, entre otros, sirven para establecer lo que en teoría de la
literatura se llama un “pacto de lectura”, esto es, para fijar la perspectiva con
la que el redactor espera que el lector acceda a su obra para poder
comprenderla, teniendo en cuenta el género literario empleado. En este caso,
se trata de un género que tiene elementos comunes con los relatos aggádicos
y con la apocalíptica. En su conjunto, parece una aggadah, es decir, una
narración edificante cuyo principal objetivo consiste en ilustrar una verdad
religiosa, como es el hecho de que Dios escucha la oración de quienes confían
en él y nunca abandona a su pueblo. Pero también parece posible caracterizar
como criptografía, elemento propio del género apocalíptico, el modo en que
se presenta a Nabucodonosor, como prototipo de los enemigos de los judíos,
que podría referirse a Antioco IV Epifanes. De modo análogo, Nínive podría
ser un modo discreto de mencionar a Antioquía, la capital del reino
seléucida. Betulia es un lugar desconocido, pero la palabra significa “casa de
Dios”, y en ese contexto sería perfectamente coherente el nombre. Incluso la
propia protagonista, Judit que, como dijimos, significa “la judía”, podría
designar a todo el pueblo judío personificado en una mujer.
Teniendo en cuenta esas observaciones, se considera que la redacción del
libro de Judit habría que situarla en la primera mitad del siglo II a. C., en
el contexto de las persecuciones de Antíoco IV (175-164 a. C.) o Demetrio
I (162-150 a. C.) en el marco de la revolución macabea9.

9. Cfr. A. COLUNGA, “El género literario de Judit”, Ciencia Tomista 74 (1948), p. 125; C. A.
MOORE, Judith..., o. c. en nota 4, p. 53; J. VÍLCHEZ LÍNDEZ, Tobías y Judit, o. c. en nota 4,
pp. 242-243.

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No se conoce bien el camino seguido por los primeros manuscritos de


este libro10. Como ya dijimos al comienzo, los textos más antiguos que se
conservan, que están en griego, parece que responden a un original hebreo,
y también hay menciones literarias de que hubo alguna versión aramea. Al
no conservarse su texto hebreo ni arameo, el libro de Judit no se incluye en
la Biblia Hebrea. Tampoco se menciona en los primeros elencos cristianos de
libros sagrados de los que ha llegado noticia como son los de Melitón de
Sardes y Orígenes mencionados por Eusebio de Cesarea11, o el de Cirilo de
Jerusalén12, entre otros.
Sin embargo, hay algunos escritores de los primeros siglos, como
Clemente Romano, Clemente de Alejandría, Tertuliano o el propio
Orígenes que hacen referencia a él en sus escritos. En cualquier caso, el libro
de Judit se incluye en el códice más antiguo que se conserva de la Biblia,
–el Códice Vaticano del siglo IV–, y siempre ha aparecido en los elencos de
libros canónicos establecidos por los Concilios, hasta la definición
dogmática de Trento13.

Judit, una mujer valiente

Si se tiene en cuenta el argumento de este libro, la fecha relativamente


tardía de su composición y la compleja andadura de sus primeras copias, no
cabe esperar que se puedan encontrar muchas referencias a él en los
primeros siglos, máxime cuando, como se ha señalado, no estaba incluido
en las más antiguas listas de libros sagrados. Sin embargo, la realidad es que
hay menciones a Judit en textos cristianos muy antiguos, lo que muestra
que, en efecto, era conocido y apreciado.

10. El estudio más documentado que conocemos acerca de esta cuestión es el de A. M.


DUBARLE, “La mention de Judith dans la littérature ancienne, juive et chrétienne”, Revue
Biblique 66 (1959), pp. 514-545.
11. Cfr. Historia Eclesiástica IV, 26,14 y VI, 25,2.
12. Cfr. Catecheses IV, 35; PG 33, 497-500.
13. Para más detalles acerca de la recepción canónica del libro de Judit, véase J. VÍLCHEZ
LÍNDEZ, Tobías y Judit, o. c. en nota 4, pp. 243-246.

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Judit con la cabeza de Holofernes. Lucas Cranach el Viejo.

En la segunda mitad del siglo I la Iglesia naciente vivió momentos


difíciles por las persecuciones a las que se vieron sometidos los seguidores
de Jesús y del Evangelio. Entre la chusma envidiosa pronto surgieron
calumnias y críticas injustas contra unos hombres y mujeres que vivían
con una rectitud y honradez admirables. Ya desde los primeros momentos
de su nacimiento, la Iglesia contó con una opinión pública adversa (cfr. 1
Pe 2, 12; 3, 13.15-16 y 2 Tim 4, 10-16). En el año 62, en el imperio de

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Nerón, también el poder político inició una persecución contra ellos


acusándolos de odio al género humano14.
Ser cristiano en situaciones tan adversas requería, pues, valentía y arrojo
para no quedarse escondido, agazapado por el temor, y para ofrecer, en
cambio, un testimonio audaz ante todos con el fin de llevarles la luz de la
fe. En la predicación e instrucciones de los pastores de la Iglesia eran
frecuentes las llamadas a la fortaleza, y, en ese contexto, encontraron en el
libro de Judit un buen ejemplo que proponer a la consideración de los
fieles.
La más antigua mención explícita en un escrito cristiano de la historia
de Judit se encuentra en la Carta a los corintios de Clemente Romano, que
habría que datar, de acuerdo con los datos suministrados por Hegesipo,
entre los años 94 y 9715, es decir, coincidiendo con la persecución de
Domiciano, en el año 95, o muy poco después. En ella se presenta a Judit
como ejemplo de valor:
“Muchas mujeres, fortalecidas por la gracia de Dios, llevaron a
cabo hazañas varoniles. La bienaventurada Judit, estando
cercada su ciudad, pidió a los ancianos autorización para salir
al campamento de los extranjeros. Salió, pues, y se expuso al
peligro, llevada del amor a su patria y su pueblo sitiado, y el
Señor entregó a Holofernes en manos de una mujer” (1 Cor LV,
3-5)16.
Algo más de un siglo después, las dificultades permanecen en todo el
Imperio Romano, tanto en oriente como en occidente, por lo que no es de
extrañar que un autor oriental como Clemente de Alejandría subraye en la
primera mitad del siglo III (hacia el año 215), el valor de Judit con unos
términos parecidos a los empleados por Clemente Romano. Pero el contexto
teológico se ha ido enriqueciendo y, a la invitación al valor se suman otros
matices en su recurso a este libro. En sus Stromata (palabra que podría

14. Cfr. D. RAMOS-LISSÓN, Patrología, Eunsa, Pamplona 2005, pp. 49-50.


15. Ibidem, pp. 68-70.
16. Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (s. II). Introducción, notas y versión española por
D. RUIZ BUENO, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2002, p. 207.

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traducirse por “tapices”) ofrece un tratado dirigido a los cristianos cultos


para enseñarles el modo de comportarse sabia y prudentemente. En el libro
cuarto, subraya sobre todo en la importancia de la lucha ascética para llegar
a la apatheia, y el sentido martirial que puede tener la lucha ascética17.
Precisamente ahí, al tratar de que la llamada a la perfección de una entrega
sin condiciones por salvar a los demás afecta tanto al varón como a la mujer,
pone en paralelo a Moisés, quien “quiso morir con el pueblo antes que ser
salvado él sólo” (Stromata IV, cap. XIX, 3) con Judit:
“Pero también Judit, perfecta entre las mujeres, estando
dentro de la ciudad sitiada y a ruego de los ancianos, sale al
campamento de los extranjeros, despreciando todo peligro, y
se entrega ella misma a los enemigos a favor de su patria, con
la fe puesta en Dios. De repente, recibe el premio de su fe: el
ser una mujer triunfadora del enemigo por su fe, se apoderó de
la cabeza de Holofernes” (Stromata IV, cap. XIX, 118, 4)18.
Así, pues, los primeros testimonios de la recepción cristiana del libro de
Judit apuntan a contemplarla como un modelo de entrega y valor a imitar
por el cristiano en medio de todas las dificultades en que pueda encontrarse.
Se trata de un valor que no es simple audacia humana, sino olvido de sí
confiando en Dios, es decir, consecuencia de la fe. Por eso, su audacia no es
temeridad, y es recompensada por aquél de quien se ha fiado.

Judit, una viuda virtuosa

La percepción que los autores cristianos tienen, ya desde el principio, de


las cualidades sobrenaturales de Judit, por encima de sus dotes humanas
como el arrojo y la iniciativa para afrontar situaciones difíciles, invita a
seguir leyendo el libro en busca de modelos de virtudes en su protagonista.
Por eso, casi a la vez que Clemente de Alejandría propone el modelo de

17. Cfr. D. RAMOS-LISSÓN, Patrología, o. c. en nota 14, pp. 157-162.


18. CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata IV-V. Martirio cristiano e investigacion sobre Dios,
Introducción, traducción y notas de MARCELO MERINO RODRÍGUEZ, Ciudad Nueva,
Madrid 2003, pp. 220-221.

50 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Judit también lo hace Tertuliano, desde una perspectiva distinta, pero que
a partir de entonces suscitará un interés generalizado: atendiendo a su
condición de viuda joven y honesta, que encuentra en la oración y el ayuno
el auxilio divino para derrotar a los enemigos.
Con su peculiar carácter vehemente, y partidario de un ascetismo
riguroso, busca en la escritura ejemplos de fortaleza en la lucha interior. En
su tratado De monogamia, escrito en su época de evolución al montanismo,
hacia el año 210, mantiene con acritud la ilicitud de unas segundas nupcias
tras la muerte del cónyuge19. En la apasionada defensa de tal inconveniencia
afirma que ejemplos de monogamia no sólo los encontramos entre los
grandes personajes bíblicos, sino también que también entre los paganos
hay muchos que dan lecciones en este asunto:
“¡Se atreverán a presentar ante Cristo la continua debilidad de
la carne como un buen motivo de privilegio! Pero por esto no
los juzgarán ya nuestro padre Isaac, ni Juan, eunuco de Cristo,
ni Judit hija de Merari, ni tantos otros santos que han dado
tales ejemplos, sino que serán los paganos los que sean
llamados a ser jueces. Se levantará la reina de Cartago a
pronunciar la sentencia contra las mujeres cristianas, ella que,
prófuga y en tierra extranjera, y que como fundamento de una
ciudad tan importante habría debido por propia iniciativa
buscar unas nupcias reales, y si embargo para no contraer un
segundo matrimonio prefirió antes abrasarse que casarse” (De
monogamia XVII, 1-2)20.

19. Cfr. R. UGLIONE, “L’Antico Testamento negli scritti tertullianei sulle seconde nozze”,
Agustinianum 22 (1982), pp. 165-178.
20. PL 2, col. 952: “Habebunt plane Christo quod allegent, speciosum privilegium, carnis
usquequaque imbecillitatem. Sed hanc judicabunt jam non Isaac monogamus pater noster,
nec Joannes aliqui Christi spado, nec Judith filia Merari, nec tot alia exempla sanctorum.
Solent ethnici judices destinari. Exsurget regina Carthaginis, et decernet in christianas,
quae profuga, et in alieno solo, et tantae civitatis cum maxime formatrix, cum regis
nuptias ultro optasse debuisset; ne tamen secundas eas experiretur, maluit e contrario uri
quam nubere”. Cfr. Q. S. F. TERTULLIANI, De monogamia. Editionem criticam cum
prolegomenis, italica interpretatione, notis et indicibus curauit Renatus UGLIONE, Società
Editrice Internazionale, Torino 1993, p. 114.

ScrdeM 51
FRANCISCO VARO

Poco tiempo después, aún en la primera mitad del siglo iii, Orígenes
repara en la figura de Judit, esta vez como modelo de oración, gracias a la
cual obtiene la ayuda de Dios. En su tratado De oratione (Peri Euchés),
compuesto hacia el año 233 ó 234 a instancias de su amigo y mecenas
Ambrosio y de su mujer Taciana, la menciona en varias ocasiones:
“También Judit, habiendo dirigido una santa oración, con la
ayuda de Dios venció a Holofernes, y una sola mujer hebrea
señaló con un marco de infamia la casa de Nabucodonosor” (De
oratione XIII, 2)21.
“Aquél que ha confiado en la alabanza a Dios –de hecho Judit
quiere decir alabanza– vence frecuentemente la cabeza de los
enemigos simbolizada en la palabra engañosa y persuasiva que
siembra el terror incluso sobre aquellos que se creía que tenían
fe” (De oratione XIII, 3)22.
“Debemos, pues, tener cuidado de que nuestra alma no se
vuelva estéril e infecunda, si escuchamos la ley espiritual con
oídos espirituales, para dejar de ser estériles e infecundos y
para ser escuchados como lo fueron Ana y Ezequías, y para que
seamos liberados como Mardoqueo, Ester y Judit de la malicia
de los enemigos espirituales que tienden insidias” (De oratione
XIII, 4)23.
En la segunda parte del mismo tratado es particularmente significativa
la cita que hace de unas palabras del libro de Judit comentando la sexta
petición del Padrenuestro:
“¿Qué significa, pues, el mandamiento del Señor de rezar el
que no nos induzca en tentación, cuando es Dios mismo el que
parece que nos tienta? Dice de hecho Judit, dirigiéndose no
sólo a los ancianos de su pueblo, sino a todos aquellos que
hayan leído estas palabras: “Acordaos de todo lo que le hizo a

21. ORIGINE, La preghiera. Introduzione, traduzione e note a cura di Normando ANTONIONO,


Città Nuova, Roma 1997, p. 74.
22. Ibidem, p. 75.
23. Ibidem, p. 76.

52 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Abrahán, de cómo probó a Isaac y lo que le sucedió a Jacob en


Mesopotamia de Siria, cuando apacentaba las ovejas de Labán,
el hermano de su madre. Porque el Señor no nos ha probado
con fuego como hizo con aquéllos para probar su corazón, ni se
ha vengado de nosotros, sino que a los que se encuentran cerca
de Él los corrige con severidad para que estén alerta” (Jdt 8,
26-27)” (De oratione XXIX, 3)24.
Pero el recurso de Orígenes al ejemplo de Judit no se limita a su tratado
sobre su oración, sino que también reaparece en varios de sus escritos
exegéticos. En su Comentario al libro de los Jueces, recurre de nuevo a su
figura para ponderar la eficacia de la oración. Cuando está haciendo un
elogio de las mujeres heroicas mencionadas en la Escritura dice:
“¿Cómo no habría de recordar a Judit, aquella heroína
magnífica, la más noble de todas las mujeres? Pues cuando ya
estaba casi todo perdido ella no dudó en prestar auxilio por sí
sola, en arriesgar su persona y su cabeza por dar muerte al cruel
Holofernes. Ella salió al combate, sin contar con las armas, los
caballos de guerra ni con otras ayudas militares (cfr. Jdt 9,7-
8), sino que con la fuerza de su alma y la confianza de su fe,
con su inteligencia y su audacia, derrotó al enemigo, y la
libertad de la patria que los hombres habían perdido la
recuperó una mujer” (Hom. in Iudices IX, 1)25.
Siguiendo con las Homilías de Orígenes, ahora sobre Jeremías,
encontramos un recurso singular al libro de Judit. Está comentando un
pasaje de Jeremías donde el profeta lamenta que, cada vez que habla, tiene
que pregonar: “¡Infidelidad a lo acordado (athesían), destrucción!” (Jr 20,
8), y se pregunta cómo es posible invocar la ruptura de lo pactado.
Responde así:
“Voy a daros, sacado de la Escritura, el ejemplo de un justo que
falta a sus compromisos, para mostrar cómo este justo ha

24. Ibidem, pp. 158-159.


25. ORIGÈNE, Homélies sur le Juges. Texte de la version latine de Rufin. Introduction,
traduction, notes et index par P. MESSIÉ, L. NEYRAND, M. BORRET (Sources Chrétiennes,
389), Cerf, Paris 1993, pp. 212-213.

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FRANCISCO VARO

pregonado con los hechos una infidelidad a lo acordado. Judit


había llegado al acuerdo con Holofernes de que durante unos
cuantos días ella se retiraría a rezar a Dios y que al cabo de
unos días ella se entregaría a Holofernes para ser su mujer.
Holofernes aceptó ese trato, y dejó a Judit salir fuera al campo.
¿Qué debería hacer Judit, atenerse o faltar a lo acordado?
Reconozcamos que debía faltarle, pues era una cosa gozosa al
Señor que faltara al pacto con Holofernes. Judit fue, pues, y
rompió lo acordado con Holofernes. Ella podría decir: yo
pregonaré la infidelidad a lo acordado, pues el hecho es que ella
pregonó la infidelidad a lo acordado.
Es, pues, bueno que por mi parte yo sea tal que pueda decir:
yo pregonaré la infidelidad a lo acordado. Esto es, yo pregonaré la
infidelidad a lo acordado con la serpiente, con el diablo. La
serpiente ya hizo en su momento un pacto con Eva. Eva tenía
amistad con la serpiente y la serpiente con Eva, pero Dios en
su bondad se empeñó en romper este acuerdo y disolver esta
mala amistad, y Dios dijo en su bondad: “pondré enemistad
entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo” (Gn 3, 15)” (Hom.
Ier. XX, 7, 40-61)26.
Al margen del singular argumento con el que se recurre a Judit (cfr. Jdt
12, 6-7.14) en este caso, conviene señalar que es la primera vez que en la
literatura cristiana se pone en paralelo a Judit con Eva, y su acción con
Holofernes en relación con el Protoevangelio, esto es, con la primera
promesa divina de salvación. Esta relación, que introduce Orígenes por
primera vez, será muy importante para comprender el curso que irían
tomando las interpretaciones de la figura de Judit en los siglos posteriores.
Pero a comienzos del siglo IV, al igual que había sucedido durante el III,
Judit sigue siendo contemplada y presentada ante todo como una viuda
virtuosa, modelo de castidad en su estado y paradigma de la eficacia de la
oración para alcanzar la victoria. Cuando Ambrosio de Milán escribe,

26. ORIGÈNE, Homélies sur Jérémie. Traduction par Pierre Husson, Pierre Nautin; édition,
introduction et notes par Pierre Nautin (Sources Chrétiennes, 238), Cerf, Paris 1977,
pp. 282-284.

54 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

dedicado a su hermana Marcelina, su De uirginibus, el primer tratado


orgánico de espiritualidad dirigido a las vírgenes, propone el ejemplo de Judit
para subrayar que lo más importante es la pureza del alma:
“Es más importante que una virgen conserve la virginidad del
alma que la del cuerpo. Si fuera posible lo mejor sería conservar
ambas cosas. Si no es posible, al menos seamos castas ante Dios,
aunque no ante los hombres. También Raab fue meretriz, pero
después de haber creído en Dios encontró la salvación. Y Judit se
adornó para agradar a un adúltero, pero como esto lo hacía por fe
y no por pasión, ninguno la consideró adúltera. Ha venido bien
este ejemplo. En efecto, si aquélla por preocuparse ante todo de
su fe conservó su pudor y su patria, tal vez nosotros conservando
la fe, conservaremos también la castidad. Pues si Judit hubiese
querido anteponer la pureza a la fe, perdida la patria, también
habría perdido la castidad” (De uirginibus II, 24)27.
Sin embargo, como es lógico, reflexiona con detenimiento sobre la
historia de Judit al ponderar las virtudes que han de caracterizar a las viudas
piadosas:
“Pero a la buena viuda ni siquiera le suele faltar fortaleza. Pues
la verdadera fortaleza es ésta que supera la naturaleza y la
debilidad del sexo28 por la devoción del alma; como sucedió en

27. PL 16, col. 213: “Tolerabilius est mentem virginem quam carnem habere. Utrumque
bonum, si liceat: si non liceat, saltem non homini castae, sed Deo simus. Et Rahab meretrix
fuit, sed postquam Deo credidit, salutem invenit. Et Judith se, ut adultero placeret,
ornavit; quae tamen quia hoc religione, non amore faciebat, nemo eam adulteram judicavit.
Bene successit exemplum. Nam si illa quae se commisit religioni, et pudorem servavit et
patriam; fortassis et nos servando religionem, servabimus etiam castitatem. Quod si Judith
pudicitiam religioni praeferre voluisset, perdita patria, etiam pudicitiam perdidisset”.
AMBROSIO DE MILÁN, Sobre las vírgenes y sobre las viudas. Introducción, traducción y notas de
Domingo RAMOS-LISSÓN, Ciudad Nueva, Madrid 1999, pp. 138-141.
28. “La infirmitas sexus era una opinión compartida en el mundo greco-romano y de ahí que el
Derecho romano sometiera a tutela perpetua a las mujeres (cfr. P. ZANNINI, Studia sulla
tutela mulierum, 1, Torino 1976, pp. 43 ss.; J. IGLESIAS, Derecho Romano, Barcelona 1993, pp.
516-517). De todas formas, ya en la época clásica se plantea la irracionalidad de la tutela
mulierum y su progresiva desvalorización (cfr. F. SCHULZ, Derecho romano clásico, Barcelona
1960, pp. 171 ss.; A. GUZMÁN, Sobre la responsabilidad del “tutor mulieris”, AHDE 46
[1976], 146)” (D. RAMOS-LISSÓN, Sobre las vírgenes..., o. c. en nota 27, p. 239, nota 144).

ScrdeM 55
FRANCISCO VARO

aquélla, cuyo nombre era Judit, y que sola pudo salvar de la


ruina y defender del enemigo a los hombres agotados por el
asedio, abatidos por el miedo, consumidos por el hambre. En
efecto, como leemos cuando Holofernes –terrible por sus
victorias en muchos combates– había constreñido dentro de
las murallas a innumerables millares de hombres, mientras los
soldados estaban atemorizados y trataban ya de su última
suerte (cfr. Jdt 7, 24-28), ella salió fuera de las murallas (cfr.
Jdt 10, 15 ss.), y fue más valiente que el ejército que liberó y
más fuerte que el ejército que puso en fuga” (De uiduis, 37)29.
Y una vez presentado el ejemplo de su fortaleza, explica cómo la alcanzó:
“Pero para aprender el celo por la viudedad madura, sigue el
orden mismo de las Escrituras. En efecto, desde el día que
murió su marido se quitó el vestido de fiesta y se vistió el de
luto (cfr. Jdt 10, 3); todos los días observaba el ayuno, excepto
el sábado y el domingo30 y los tiempos de las fiestas sagradas
(cfr. Jdt 8, 4-6), no por desentenderse de la comida, sino por
obsequio a la práctica religiosa. Esto, en efecto, significa ora
comáis, ora bebáis, todas las cosas deben hacerse en el nombre
de Jesucristo (cfr. 1 Co 10, 31 y Col 3, 17), para que también
la misma restauración corporal sea ofrecida al culto sagrado de
la religión. Así pues, santa Judit, robustecida por largas

29. PL 16, col. 245: “Sed nec fortitudo bonae viduae deesse consuevit. Haec enim vera est
fortitudo, quae naturae usum, sexus infirmitatem, mentis devotione transgreditur: qualis
in illa fuit, cui nomen Judith, quae viros obsidione fractos, perculsos metu, tabidos fame,
sola potuit a colluvione revocare, ab hoste defendere. Ea enim, ut legimus, cum
Holophernes successu multorum terribilis praeliorum, intra muros innumera virorum
millia coegisset, armatis paventibus, et de extrema jam sorte tractantibus, extra murum
processit: et illo praestantior exercitu, quem liberavit; et eo fortior, quem fugavit”.
D. RAMOS-LISSÓN, Sobre las vírgenes..., o. c. en nota 27, pp. 236-239.
30. “Es patente la lectura acomodaticia que hace Ambrosio del pasaje de Jdt 8, 6, pues en el
texto bíblico no se menciona más que el sábado y sus vísperas, pero no el domingo. Como
simple hipótesis se puede sugerir que el ayunar todos los días excepto el sábado y el
domingo era una costumbre de la cuaresma milanesa, como afirma nuestro Obispo en Hel.,
10,34 (cfr. F. GORI, Sant’ Ambrogio. Opere morali II/I. Verginità e vedovanza (Biblioteca
Ambrosiana, XIV/1) (Milano-Roma 1989) p. 279, nota 91)” (D. RAMOS-LISSÓN, Sobre las
vírgenes…, o. c. en nota 27, p. 239, nota 149).

56 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

aflicciones y por los ayunos diarios, que no busca los placeres del
mundo, indiferente ante el peligro, es más fuerte que el
desprecio de la muerte, para tramar el engaño con astucia, se
puso el vestido de fiesta que solía llevar cuando vivía su marido
(cfr. Jdt 10, 2-3), como si quisiera agradar al esposo, como si
hubiese liberado la patria. Pero ella veía otro marido a quien
deseaba agradar: Aquél ciertamente de quien está escrito: detrás
de mí viene un varón que me ha precedido” (De uiduis, 38)31.
En esta larga meditación sobre la hazaña de Judit aún son muchas las
otras virtudes que Ambrosio ayuda a descubrir en ella:
“¿Para qué proseguir narrando el resto, es decir, que
permaneció casta entre miles de enemigos? ¿Qué alabaremos
de su sabiduría cuando puso a punto un plan, de tal manera
que, habiendo elegido un hombre poderoso, lo rechazara como
inferior por su intemperancia, preparase la ocasión para la
victoria y conservase el mérito de la abstinencia y la gracia del
pudor? En efecto, no se manchó –como leemos– ni por la
comida (cfr. Jdt 12, 2), ni por el adúltero (cfr. Jdt 13, 20); no
constituyó un triunfo menor sobre sus enemigos el haber
guardado la castidad que el haber liberado a la patria” (De
uiduis, 39)32.

31. PL 16, col. 246: “Sed ut discas maturae viduitatis affectum, seriem ipsam persequere
Scripturarum. A diebus enim viri sui quibus ille defunctus est, vestem jucunditatis deposuit,
moeroris assumpsit: per omnes dies intenta jejunio, sabbato tantum, et dominica
sacratarumque temporibus feriarum, non refectioni indulgens, sed religioni deferens. Hoc est
enim, sive manducatis, sive bibitis, in nomine Jesu Christi agenda esse omnia; ut etiam ipsa
refectio corporalis sacrae religionis cultui deferatur. Diuturnis igitur moeroribus, et quotidianis
roborata jejuniis sancta Judith quae saeculi oblectamenta non quaerit, periculi negligens,
mortisque contemptu fortior; ut commenta strueret doli, vestem illam jucunditatis, qua,
vivente viro, vestiri solebat, se induit: quasi placitura viro, si patriam liberaret. Sed virum
alium videbat, cui placere quaerebat; illum utique, de quo dictum est: Post me venit vir, qui
ante me factus est”. D. RAMOS-LISSÓN, Sobre las vírgenes…, o. c. en nota 27, pp. 238-241.
32. PL 16, col. 246: “Quid caetera persequamur, quod inter millia hostium casta permansit?
Quid ejus sapientiam praedicemus, quod hujuscemodi est commentata consilium?
Potentem elegit, ut intemperantiam a se inferioris arceret, occasionem pararet victoriae.
Abstinentiae meritum, pudicitiae gratiam reservavit. Nec cibo enim, ut legimus,
maculata, nec adulterio, non minorem servatae castitatis ex hostibus revexit triumphum”.
D. RAMOS-LISSÓN, Sobre las vírgenes..., o. c. en nota 27, pp. 240-241.

ScrdeM 57
FRANCISCO VARO

“¿Qué diré de la sobriedad? En efecto, la templanza es una virtud


propia de las mujeres. Estando los hombres embriagados por el
vino y sepultados por el sueño, la viuda tomó una espada, levantó
la mano, cortó la cabeza del guerrero y avanzó sin mancillarse
entre las filas del ejército enemigo (cfr. Jdt 13, 2-12). Advertid,
pues, ¡cuánto puede dañar la embriaguez a las mujeres, cuando el
vino debilita de tal manera a los hombres que pueden ser
vencidos por las mujeres! Por tanto, oh viuda, sé sobria: en
primer lugar siendo casta con el vino, para que puedas serlo luego
con el adúltero. De ninguna manera te tentará éste, si no te tienta
el vino. Pues si Judit hubiese bebido, habría dormido con el
adúltero, pero como no bebió, la sobriedad de una sola pudo, sin
dificultad, vencer y ganar a los ejércitos ebrios” (De uiduis, 40)33.
“Y esto no fue sólo obra de su mano, sino un triunfo mucho mayor
de su sabiduría. Pues con la mano vencería solamente a Holofernes,
mientras que con la inteligencia venció a todo un ejército de
enemigos. En efecto, habiendo levantado la cabeza de Holofernes
–cosa que la sabiduría de los hombres no fue capaz de pensar–,
levantó el ánimo a los suyos y quebrantó el de sus enemigos,
incitando a los suyos con el sentido del honor, infundiendo terror
a los enemigos, que por eso fueron vencidos y puestos en fuga. Así
la templanza y la sobriedad de una sola viuda no sólo venció su
propia naturaleza, sino –lo que es más importante– hizo también
más fuertes a los hombres” (De uiduis, 41)34.

33. PL 16, col. 246-247: “Quid sobrietatem loquar? Temperantia enim virtus est feminarum.
Inebriatis vino viris et somno sepultis abstulit vidua gladium, exeruit manum, bellatoris
abscidit caput, per medias hostium acies intemerata processit. Advertitis igitur quantum
nocere mulieribus possit ebrietas, quando viros vina sic solvunt, ut vincantur a feminis?
Esto igitur, vidua, temperans: casta primum a vino, ut possis casta esse ab adulterio.
Nequaquam te ille tentabit, si vina non tentent. Nam si Judith bibisset, dormisset cum
adultero. Sed quia non bibit; haud difficile ebrios exercitus, unius sobrietas et vincere
potuit, et eludere”. D. RAMOS-LISSÓN, Sobre las vírgenes..., o. c. en nota 27, pp. 240-243.
34. PL 16, col. 247: “Nec dexterae tantum hoc opus, sed multo major trophaea sapientiae.
Nam cum manu solum Holophernem vicisset, consilio omnem hostium vicit exercitum.
Suspenso enim Holophernis capite, quod virorum non potuit excogitari consilio, suorum
erexit animos, hostium fregit: suos pudore excitans, hostes quoque terrore percellens;
eoque caesi sunt et fugati. Ita unius viduae temperantia atque sobrietas non solum
naturam suam vicit, sed quod est amplius, fecit viros etiam fortiores”. D. RAMOS-LISSÓN,
Sobre las vírgenes..., o. c. en nota 27, pp. 242-243.

58 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Judit con la cabeza de Holofernes. Lucas Cranach el Viejo.

“Sin embargo, no se enorgulleció por estos sucesos quien


ciertamente tenía derecho a gozar y exultar de su victoria, no
abandonó su fidelidad a la viudez, sino que despreciando a
todos los que deseaban casarse con ella, se quitó el vestido de
fiesta y se volvió a poner el de viuda, y ni siquiera apreció los
adornos de sus triunfos, estimando que aquéllos con los que se
vencen los vicios del cuerpo son mejores que aquéllos con los
que se derrotan las armas de los enemigos” (De uiduis, 42)35.
También recurre san Ambrosio a la memoria de Judit en su De officiis,
dirigido a los clérigos, tal vez el primer tratado de moral cristiana,

35. PL 16, col. 247: “Nec his tamen elata successibus, cui utique gaudere et exsultare licebat
jure victoriae, viduitatis reliquit officium: sed contemptis omnibus qui ejus nuptias
ambiebant, vestem jucunditatis deposuit, viduitatis resumpsit: nec triumphorum suorum
amavit ornatus, illos existimans esse meliores quibus vitia corporis, quam quibus hostium
arma vincuntur”. D. RAMOS-LISSÓN, Sobre las vírgenes..., o. c. en nota 27, pp. 242-243.

ScrdeM 59
FRANCISCO VARO

inspirado en el De officiis de Cicerón, aunque apartándose del modelo


ciceroniano de moral estoica, que parte del hombre, para presentar un
modelo de moral que contempla la realidad desde el punto de vista de las
realidades sobrenaturales36. En su reivindicación de la necesidad del auxilio
divino, presenta con cierta extensión el ejemplo de esta heroína:
“He aquí que la admirable Judit se presentó a Holofernes,
guerrero muy temido por la gente, que estaba rodeado de un
ejército de asirios famoso por sus victorias. Lo golpeó primero
con la fascinación de su aspecto y la belleza de su rostro,
después lo desarmó con la elegancia de su conversación. Su
primer triunfo consistió en haber mantenido intacto su pudor
en la tienda del enemigo. El segundo, haber obtenido la
victoria ella, una mujer sobre un hombre, y haber puesto en
fuga a los enemigos de su pueblo.
Los persas estaban aterrorizados de su audacia. Ciertamente, cosa
que se admira en los dos famosos pitagóricos, ella no tuvo miedo
de arriesgar su vida ni su pudor, riesgo que es grave para las
mujeres honestas. No tuvo miedo a la espada de un solo
carnicero ni a los dardos de todo un ejército. Una mujer que
estaba entre combatientes y armas victoriosos, despreocupada de
su muerte. En cuanto a la gravedad del peligro, estaba pronta a
morir; en cuanto a la confianza en el triunfo estaba pronta a
luchar.
Judit siguió a la honestidad, y siguiéndola, encontró la
utilidad. Fue una acción honesta impedir que el pueblo de
Dios fuese entregado en manos de los gentiles, que perdiese los
ritos y sacrificios patrios, que expusiese las vírgenes
consagradas, las austeras viudas, las púdicas matronas, a los
impuros deseos de los bárbaros, liberarlo del asedio. Fue un
acto de honestidad elegir exponerse al peligro por todos, para
apartar de todos el peligro.

36. Cfr. D. RAMOS-LISSÓN, Patrología, o. c. en nota 14, p. 315.

60 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Es verdaderamente grande el prestigio de la honestidad. Tan


grande que una mujer reivindicó para sí la decisión de los más
importantes asuntos de estado en vez de dejarla a los jefes del
pueblo. ¡Tan grande que ella no dudó en tener como
colaborador a Dios mismo, tan grande que encontró tal
gracia!” (De officiis III, 82-85)37.
Como se puede comprobar por estas referencias, el libro de Judit es bien
conocido, apreciado y citado en la predicación cristiana durante el siglo IV.
En un momento en que el crecimiento de la Iglesia es notable, y tiene cada
vez protagonismo el catecumenado para la instrucción de los fieles, el
interés por impulsar la formación de los pastores, y la necesidad de alentar
a quienes como las vírgenes o las viudas requieren una particular atención
espiritual, en la figura de Judit se busca una serie de virtudes a imitar.

Judit, tipo de la Iglesia

Avanzada la segunda mitad del siglo iv, también san Jerónimo recurre a la
figura de Judit al hablar de las excelencias de la virginidad. Concretamente,
en la Carta que dirige a Eustoquia, escrita en el año 384, con una
argumentación que resulta ahora un tanto sorprendente, dice lo siguiente:

37. PL 16, 169: “Ecce tibi Judith se offert mirabilis, quae formidatum populis virum Holophernem
adit, Assyriorum triumphali septum caterva. Quem primo formae gratia et vultus decore
perculit, deinde sermonis circumscripsit elegantia. Primus triumphus ejus fuit, quod integrum
pudorem de tabernaculo hostis revexit: secundus, quod femina de viro reportavit victoriam,
fugavit populos consilio suo. – Horruerunt Persae audaciam ejus. Utique quod in illis
Pythagoraeis duobus mirantur, non expavit mortis periculum, sed nec pudoris, quod est gravius
bonis feminis: non unius ictum carnificis, sed nec totius exercitus tela trepidavit. Stetit inter
cuneos bellatorum femina, inter victricia arma, secura mortis. Quantum ad molem spectat
periculi, moritura processit: quantum ad fidem, dimicatura. – Honestatem igitur secuta est
Judith, et dum eam sequitur, utilitatem invenit. Honestatis enim fuit prohibere ne populus Dei
se profanis dederet, ne ritus patrios et sacramenta proderet; ne sacras virgines, viduas graves,
pudicas matronas barbaricae subjiceret impuritati; ne obsidionem deditione solveret: honestatis
fuit se malle pro omnibus periclitari, ut omnes eximeret periculo. – Quanta honestatis
auctoritas, ut consilium de summis rebus femina sibi vindicaret, nec principibus populi
committeret! Quanta honestatis auctoritas, ut Deum adjutorem praesumeret: quanta gratia, ut
inveniret!”. Cfr. SANT’ AMBROGIO, Opere morali I. I doveri. Introduzione, traduzione e note di
Gabriele BANTERLE, Bibliotheca Ambrosiana, Milano – Città Nuova, Roma 1977, p. 324.

ScrdeM 61
FRANCISCO VARO

“Así pues, como hemos dicho, este don de la continencia se


hallaba sólo entre los varones38, y Eva no cesaba de dar a luz
entre dolores. Pero una vez que la Virgen concibió en su seno y
nos dio a luz un niño cuyo imperio está sobre sus hombros,
Dios fuerte, padre del siglo venidero (cfr. Is 9, 6), quedó rota la
maldición. La muerte, por Eva, la vida, por María. Por eso, ya
que tuvo principio por la mujer, el don de la virginidad ha
fluido más copiosamente entre mujeres. Apenas el Hijo de Dios
entró en la tierra, se instituyó para sí una nueva familia, y así,
el que era adorado por los ángeles en el cielo, tuviera también
ángeles sobre la tierra. Entonces, la casta Judit cortó la cabeza
a Holofernes; entonces Amán que se interpreta “iniquidad”
quedó abrasado en su propio fuego; entonces Santiago y Juan,
dejados padres, redes y navecilla, siguieron al salvador,
abandonando juntamente la afición de la sangre, las ataduras
del siglo y la solicitud de la familia” (Epistola XXII, 21)39.
San Jerónimo explica que, aunque en el Antiguo Testamento, los únicos
ejemplos mencionados de celibato corresponden a varones, una vez que la
Virgen María concibió y dio a luz al Hijo de Dios, la virginidad se difundió
más entre las mujeres. Llegado a ese punto, exulta de alegría en alabanza de
los bienes derivados de la castidad aludiendo a algunos personajes que por
la castidad se vieron liberados de ataduras: Judit que venció a Holofernes,
Ester que libró al pueblo de las insidias de Amán, y los Apóstoles Santiago
y Juan que quedaron plenamente disponibles para dedicarse a su misión.

38. En los pasajes anteriores ha señalado que en el Antiguo Testamento se consideraba maldita
a la estéril, y también se habían señalado algunos personajes célibes: Elías, Eliseo y muchos
profetas como Jeremías (cfr. Epistola XXII, 21).
39. PL 22, col. 407: “Inveniebatur ergo, ut diximus, in viris tantum hoc continentiae bonum,
et in doloribus jugiter Eva parturiebat. Postquam vero Virgo concepit in utero, et peperit
nobis puerum, cujus principatus in humeros ejus, Deum, fortem, patrem futuri saeculi,
soluta maledictio est. Mors per Evam: vita per Mariam. Ideoque et ditius virginitatis donum
fluxit in feminas, quia coepit a femina. Statim ut filius Dei ingressus est super terram,
novam sibi familiam instituit, ut qui ab angelis adorabatur in coelo, haberet Angelos et in
terris. Tunc Holofernis caput, Judith continens amputavit. Tunc Aman, qui interpretatur
iniquitas, suo combustus est igni. Tunc Jacobus et Joannes relicto patre, rete, navicula, secuti
sunt Salvatorem; affectum sanguinis et vincula saeculi, et curam domus pariter
relinquentes”. Cfr. Cartas de San Jerónimo, Edición Bilingüe, I, Introducción, versión y notas
por Daniel RUIZ BUENO, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1962, p. 179.

62 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Este pasaje de san Jerónimo, aunque sea uno más de los que hablan de
Judit en el contexto de la castidad, tiene importancia en sí mismo en la
historia de la recepción del libro de Judit en la Iglesia, ya que es el primero
en el que Judit y María aparecen mencionadas en el mismo texto. No se
establece, sin embargo, una relación entre ellas, como sí sucede con Eva y
María, de larga tradición ya entonces. Simplemente sus figuras se van
acercando, aunque sea de un modo marginal.
Pero, junto a esta mención, en la obra de Jerónimo, y en paralelo a la
observación de Judit como modelo de virtudes, se puede apreciar un nuevo
modo de interpretar su historia, en la línea de la exégesis tipológica. El
primer texto de estas características fue escrito en torno al 400, cuando se
dirigía a Salvina exhortándola a que llevase una vida sobria adecuada a su
viudez. Al terminar su exhortación le dice:
“Esto es, hija mía carísima en Cristo, lo que te inculco y una y
otra vez te repito, a fin de que, olvidada de lo de atrás, te lances
hacia adelante, pues tienes a quienes seguir en tu orden: a
Judit, de la historia hebrea, a Ana, hija de Fanuel, de la
claridad evangélica, que pasaban días y noches en el templo y
con oraciones y ayunos conservaban el tesoro de su castidad.
De ahí que la una, en figura de la Iglesia, cortó la cabeza al
diablo, y la otra, sabedora de los misterios por venir, recibió la
primera al Salvador del mundo” (Epistola LXXIX, 11)40.
A la idea, entonces ya habitual, de Judit como ejemplo de viudedad
virtuosa y dedicada a las prácticas de piedad, se suma ahora una afirmación
que es totalmente novedosa: que Judit constituye un tipo o figura de la
Iglesia. No se trata de una afirmación fortuita y dicha como de paso, pues
en la obra de Jerónimo vuelve a mencionarse explícitamente al inicio del
prólogo de su comentario a Sofonías:

40. Cfr. PL 22, col 732: “Haec, filia in Christo carissima, inculco, et crebrius repeto, ut
posteriorum oblita, in priora te extendas: habens tui ordinis quas sequaris, Judith de
Hebraea historia, et Annam filiam Phanuelis de Evangelii claritate, quae diebus et
noctibus versabantur in Templo, et orationibus atque jejuniis thesaurum pudicitiae
conservabant. Unde et altera in typo Ecclesiae, diabolum capite truncavit; altera
Salvatorem mundi prima suscepit, sacramentorum conscia futurorum”. Cfr. D. RUIZ
BUENO, Cartas de San Jerónimo, o. c. en nota 39, pp. 796-797.

ScrdeM 63
FRANCISCO VARO

“Antes de acometer el comentario a Sofonías, que es el noveno


en la lista de los doce profetas, parece que he de responder a
quienes se burlan de mí, porque, en vez de escribir para
hombres, os dedico esta obra a vosotras, Paula y Eustoquia. Si
éstos supieran que Juldá profetizó mientras los hombres
callaban (cfr. 2 R 22, 14); que Débora, juez y profetisa a la vez,
derrotó a los enemigos de Israel ante el temor de Baraq (cfr.
Jue 4, 4-16); que Judit y Ester, figuras de la Iglesia, mataron
a sus enemigos y liberaron del peligro a Israel cuando estaba a
punto de perecer, nunca se burlarían a mis espaldas. Y ya no
digo nada de Ana, de Isabel y de las demás mujeres santas,
cuya pequeña luz de estrellas pasa inadvertida ante la brillante
luz de María” (Commentaria in Sophoniam, Prol.)41.
De nuevo, la afirmación de que es figura de la Iglesia, lo mismo que
Ester. Además, ofrece una pista acerca de en qué sentido puede ser
considerada tipo o modelo, porque “mataron a sus enemigos y liberaron del
peligro a Israel cuando estaba a punto de perecer”. Aunque de momento no
se especifica más, se entiende, como lo haría la tradición posterior, que ese
enemigo al que derrota la Iglesia es el demonio o el pecado, librando así al
pueblo de Dios. Obsérvese también que este elenco de santas mujeres en el
que se menciona a Judit culmina en María.
Pero, junto a este nuevo modo de contemplar la figura de Judit, la
todavía tradicional lectura de su persona como modelo de viuda piadosa
seguía desarrollándose en paralelo, y, en las primeras décadas del siglo vi,
aún encontramos un nuevo ejemplo en la carta de san Fulgencio de Ruspe
a Galla, donde retoma el paralelo entre Judit y Ana, ambas viudas, una en

41. PL 25, col. 1337: “Antequam Sophoniam aggrediar, qui nonus est in ordine duodecim
prophetarum, respondendum videtur his qui me irridendum aestimant, quod omissis
viris, ad vos scribam potissimum, o Paula et Eustochium. Qui si scirent Oldam, viris
tacentibus, prophetasse, et Debboram judicem pariter et propheten, hostes Israel, Barac
timente, superasse: et Judith et Esther, in typo Ecclesiae, et occidisse adversarios, et
periturum Israel de periculo liberasse numquam post tergum meum manum curvarent in
ciconiam. Taceo de Anna et Elisabeth, et caeteris sanctis mulieribus, quarum velut
siderum igniculos, clarum Mariae lumen abscondit”. SAN JERÓNIMO, Obras Completas IIIb.
Comentarios a los profetas menores, Introducción, traducción y notas de Avelino Domínguez
García, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2003, pp. 260-261.

64 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

el Antiguo Testamento y la otra en el Nuevo Testamento que ya había


señalado san Jerónimo en su carta a Salvina:
“Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento tienes
ejemplos de santas viudas, que pueden edificarte. Nos
fijaremos en Judit en el Antiguo Testamento y en Ana en el
Nuevo. Si con la ayuda del Señor las imitas, aplastarás con
verdadera humildad de corazón tanto los placeres de la carne
como la soberbia terrena, para que siempre viva en ti el amor
por aquel esposo que siempre está vivo. [...] Las santas viudas
lo buscaron con la contrición del corazón y con la
mortificación del cuerpo, y lo sirvieron muy devotamente con
plena continencia del corazón y del cuerpo.
De hecho, acerca de Judit está escrito: “Judit permanecía viuda
en su casa desde hacía tres años y cuatro meses. Se había
construido una tienda en la azotea de su casa, se había ceñido la
cintura de saco y llevaba los vestidos de viuda. Ayunaba todos
los días de su viudez” (Jdt 8, 4-6). Y para que nadie piense que
esta santa viuda ayunase no por devoción del corazón, sino por
imperativo de pobreza, escucha lo que se dice continuando con
la lectura: “Era de buena apariencia y muy hermosa. Además,
su marido Manasés, hijo de Achitob, descendiente de Melchis,
de Heliab, de Nathahel, de Surisoda, de Simeon, y de Israel, le
había dejado oro, plata, esclavos, esclavas, rebaños y campos, de
los que se ocupaba” (Jdt 8, 7). Esto es: una viuda de buena
cuna, de desahogada condición económica, de edad joven y de
buen ver, desdeñó las riquezas, rechazó los placeres, aplastó las
incitaciones de la carne, y vestida de virtud no buscó contraer
un segundo matrimonio. Por eso su testimonio es tan
esplendoroso como amable es a Dios la casta viudez.
Por eso, habiendo Holofernes asediado Betulia con un
poderoso ejército, mientras todas las energías de los israelitas
languidecían desorientadas, entonces emergió la castidad para
combatir la lascivia y avanzó la humildad para ruina de la
soberbia. Holofernes combatía con las armas, Judit con los
ayunos. Aquél con la ebriedad, ésta con la oración. De tal

ScrdeM 65
FRANCISCO VARO

modo que lo que no logró hacer todo el pueblo de los


israelitas, lo llevó a cabo esta santa viuda con la virtud de la
castidad: ella sola, una mujer, decapitó al comandante de tan
gran ejército y restituyó al pueblo de Dios la inesperada
libertad” (Epistola II. Ad Gallan viduam, XIV [28-29])42.
Y en el párrafo siguiente, mientras va ponderando la digna y santa
viudez de Ana en paralelo con Judit aún añade un breve comentario que es
bien expresivo acerca de la lectura que hace de este personaje desde el
conjunto de la fe cristiana:
“Estas dos viudas, aunque vivieron en tiempos diversos, sin
embargo se consagraron ambas al misterio de una única fe, porque
el Cristo que Ana supo que se había encarnado, Judit sabía que
había de nacer” (Epistola II. Ad Gallan viduam, XV [30])43.

42. PL 65, col. 319-320: “Habes et in Veteri et in Novo Testamento sanctarum viduarum
quibus aedificeris exempla. In Veteri Testamento, Judith; Anna consideretur in Novo:
quarum si, Domino adjuvante, imitatrix fueris, et delicias carnis, et jactantiam saecularem
vera cordis humilitate calcabis, ut illius in te sponsi semper vivat affectus, qui semper est
vivus. (...) Hunc sanctae viduae cordis contritione et corporis castigatione quaesierunt, huic
cordis et corporis plena continentia devotissime servierunt. – De Judith enim scriptum est:
Et erat Judith in domo sua vidua annis tribus et mensibus quatuor; et fecit sibi
tabernaculum super solarium domus suae, et imposuit super lumbos suos cilicium, et erant
super eam vestimenta viduitatis suae, et jejunabat Judith omnibus diebus viduitatis suae.
Ac, ne quis illam sanctam viduam non devotione cordis, sed necessitate paupertatis
existimet jejunasse, audi quid de ea in subsequentibus dicitur: Et erat Judith bona aspectu,
et formosa facie valde, et prudens corde, et bona intellectu, et erat honesta valde. Quia
reliquerat ei Manasses vir ejus, filius Achitob, filii Melchis, filii Heliab, filii Nathahel, filii
Surisoda, filii Simeon, filii Israel, aurum et argentum, servos et ancillas, et pecora et praedia.
Ecce vidua praeclara natalibus, facultatibus dives, aetate juvenis, specie mirabilis, divitias
contempsit, delicias respuit, carnis incentiva calcavit, et induta virtute ex alto, non quaesivit
secundo famulari connubio. Propterea testimonio tam praeclari operis apparuit, quantum
Deo dilecta sit continentia vidualis. – Denique cum Holofernes innumero Bethuliam
obsedisset exercitu, et omnis Israelitarum virtus perturbata languesceret, egreditur castitas
oppugnatura lasciviam, et ad interitum superbiae humilitas sancta procedit. Ille pugnabat
armis, ista jejuniis; ille ebrietate, ista oratione. Igitur quod omnis Israelitarum populus
facere non potuit, sancta vidua castitatis virtute perfecit. Obtruncavit una mulier tanti
agminis ducem, et insperatam Dei populo reddidit libertatem”. Cfr. F. DI RUSPE, Le Lettere.
Introduzione, traduzione e note a cura di A. ISOLA, Città Nuova, Roma 1999, pp. 72-73.
43. PL 65, col 320: “Istae duae viduae, licet tempore fuerint diverso, unius tamen fidei
servierunt ambae mysterio; quia Christum, quem Anna cognovit in carne natum, ipsum
Judith noverat nasciturum”. Cfr. F. DI RUSPE, Le Lettere, o. c. en nota 42, p. 73.

66 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Pero la idea, propuesta por san Jerónimo, de que Judit es figura de la


Iglesia continuaba abriéndose paso, de modo que en los escritos de autores
posteriores comenzaron a aparecer nuevas menciones y desarrollos de la
misma. Sólo una breve, pero bien interesante mención de Judit, la hace san
Isidoro de Sevilla, en la primera mitad del siglo vii. Al enumerar numerosas
alegorías contenidas en la Sagrada Escritura señala:
“Judit y Ester son figura de la Iglesia, pues castigan a los
enemigos de la fe y libran del exterminio al pueblo de Dios”
(Allegoriae quaedam sacrae scripturae, 122)44.
El momento decisivo para que se percibiera plenamente esta nueva
comprensión de Judit como figura de la Iglesia fue la publicación en la
primera mitad del siglo ix del primer comentario sistemático al libro de
Judit en la literatura cristiana, obra del benedictino Rábano Mauro.
Acerca de la perspectiva desde la que accede a su lectura e interpretación son
bien ilustrativas las palabras que pone en el prólogo, dirigido a una señora ilustre,
al explicarle por qué se ha decidido a comentarle los libros de Judit y Ester:
“Por lo demás, puesto que he oído que posee un ingenio
sobresaliente, y que imita las virtudes y el ejercicio de las
buenas obras de las santas mujeres mencionadas en la sagrada
Escritura, he considerado que no sería tarea vana enviarle y
dedicarle la historia de algunas de ellas, trasladado por
nosotros en sentido alegórico al misterio de la santa Iglesia.
(...) Recibid, pues, el ejemplo de la castidad de Judit y no
ceséis de proclamar la alabanza que merece, y bendecid sobre
todo a aquél que le dio tal poder que venció al que era invicto
entre los hombres y superó al que nadie había superado”
(Expositio in librum Judith, Proemio)45.

44. PL 83, col. 116: “Judith et Esther typum Ecclesiae gestant, hostes fidei puniunt, ac
populum Dei ab interitu eruunt”.
45. PL 109, col 540: “De caetero, quia vos comperi laudabili excellere ingenio, et sanctarum
mulierum quas sacra Scriptura commemorat, virtutes ac studium in bono opere imitari,
non frustra arbitratus sum quarumdam illarum historiam, allegorico sensu ad sanctae
Ecclesiae mysterium a nobis translatam (...) Accipite ergo Judith homonymam vestram,
castitatis exemplar, et triumphali laude perpetuis eam praeconiis declarate: ipsumque
super omnia benedicite, qui ei virtutem talem tribuit, ut invictum omnibus hominibus
vinceret, insuperabilem superaret”.

ScrdeM 67
FRANCISCO VARO

Su comentario tiene particular interés cuando indica que la decapitación


de Holofernes prefigura la victoria de la Iglesia sobre el demonio,
profetizada en el Protoevangelio:
““Subiendo ella al lugar más alto, mandó que se hiciera el silencio,
y cuando todos callaron dijo Judit: Alabad al Señor Dios nuestro,
que no abandonó a quienes esperaban en él, y que a mí, su esclava,
me llenó de su misericordia, la que había prometido a Israel, y esta
noche mató por mi mano al enemigo de su pueblo” (Jdt 13, 16
b-18 Vg). ¿Qué es esto de que Judit subió al lugar más alto, sino
que la santa Iglesia convierte por su predicación a los dogmas
superiores y celestiales, para elevar allí nuestros ánimos, y provoca
a los que somos torpes a alabar a Dios por todos los beneficios que
con tanta misericordia dispensó a Israel, por cuyo poder mató al
antiguo enemigo por mano de aquella mujer, acerca de la cual a
la astuta serpiente el Señor dijo en los orígenes: “Ella te aplastará
la cabeza” (Gn 3,15)? Y puesto que la misma Verdad dijo en el
Evangelio: “Mirad, os daré potestad para aplastar serpientes y
escorpiones y sobre cualquier poder del enemigo” (Lc 10, 19)”
(Expositio in librum Judith, Ad Jdt 13, 16)46.
Rábano Mauro, pues, explicita que, en efecto, el enemigo al que la
Iglesia cortó la cabeza, de lo que es figura Judit, es el antiguo enemigo. A
la vez, obsérvese la lectura eclesiológica que ve figurada en la Iglesia la
mujer del Protoevangelio.
Pocos años después, un discípulo suyo en la abadía de Fulda, donde
estudió entre los años 815 y 825, el también benedictino Walafrido Strabo,

46. PL 109, col 575: ““Illa autem ascendens in eminentiorem locum, jussit fieri silentium:
Cumque omnes tacuissent, dixit Judith: Laudate Dominum Deum nostrum, qui non
deseruit sperantes in se, et in me ancilla sua adimplevit misericordiam suam, quam
promisit domui Israel, et interfecit in manu mea hostem populi sui in hac nocte”. Quid
est Judith in eminentiorem locum ascendere, nisi sanctam Ecclesiam ad superna et
coelestia dogmata sermonem convertere, ut illuc nostros animos sustollat, et ad
laudandum Deum pro universis beneficiis suis, quae misericorditer vero impendit Israel,
torpentes provocet, cujus virtus hostem antiquum interfecit in manu illius feminae, de
qua ad callidum serpentem Dominus in primordio ait: “Ipsa conteret caput ejus”. Et cum
ipsa Veritas in Evangelio ait: “Ecce ego dabo vobis potestatem calcandi super serpentes et
scorpiones, et super omnem virtutem inimici””.

68 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

escribió otro comentario a Judit, de tipo alegórico, donde, siguiendo a su


maestro, Judit es presentada como figura de la Iglesia. A ella se refiere
explícitamente al comentar la frase “y le dijo Judit” (Jdt 8,30 Vg)
dirigiéndose a los ancianos de Betulia, cuando les dice que se queden esa
noche a la puerta (Jdt 8,32 Vg).
““Y les dijo Judit”. Judit, esto es, la Iglesia, encarga a los
presbíteros la puerta, esto es la solícita custodia del
campamento de Dios para que estén siempre preparados con
un cuidado vigilante y solícito y armados con oraciones contra
las insidias de los enemigos” (Liber Iudith, Ad Jdt 8, 30)47.
Como se puede apreciar, la relación tipológica entre Judit y la Iglesia
que había sido propuesta por san Jerónimo a comienzos del siglo V, fue la
que tuvo un más amplio desarrollo en la alta Edad Media, hasta llegar a
imponerse sobre las lecturas de Judit en busca de ejemplos para una
viudedad virtuosa, que habían sido las más frecuentes en la Edad Antigua
y que continuaron realizándose hasta el siglo VI.

Judit, alegoría de María

En el siglo XII, aún se mantenía viva la interpretación tipológica de Judit


en relación con la Iglesia, como lo refleja la afirmación de Aelredo de Rievaulx:
“La maravillosa viuda Judit, en figura de la Iglesia, destruyó al
diablo cuando cortó la cabeza de Holofernes”48.
Además, la relación con la Iglesia, como el comentario de Rábano
Mauro, es a través de la mujer del protoevangelio que vence al demonio.
Sin embargo, en el propio siglo XII, como se puede constatar en las
fuentes literarias, la devoción a Santa María recibió un fuerte impulso entre

47. PL 113, 736: ““Et dixit illis Judith” Judith, id est Ecclesia, commendat praesbyteris
portam, id est castrorum Dei sollicitam custodiam, ut pervigili et solerti cura contra
hostium insidias semper parati assistant et orationibus muniti”.
48. AELREDUS RIEUALENSIS, Sermo 45, lin. 221, Cetedoc Library of Christian Latin Texts (soporte
electrónico): “Ibi illa mirabilis uidua Iudith, quae in figura Ecclesiae destruxit diabolum
quando abscidit caput Holofernis”.

ScrdeM 69
FRANCISCO VARO

el pueblo cristiano, y esto habría de tener importantes consecuencias en la


lectura de la Biblia. En esa época, muchos de los textos del Antiguo
Testamento que, hasta entonces, habían sido interpretados con una exégesis
eclesiológica comenzaron a ser leídos desde una perspectiva mariológica.
Este cambio no fue simple fruto de la piedad popular, sino consecuencia
de la profundización teológica en las verdades de la fe en el seno del Pueblo
de Dios. Quizá el autor que lo explica con mayor claridad es el cisterciense
Isaac, abad del monasterio de Stella, a mediados del siglo XII:
“Pues así como la cabeza y los miembros son un hijo a la vez
que muchos hijos, asimismo María y la Iglesia son una madre
y varias madres; una virgen y muchas vírgenes.
Ambas son madres, y ambas vírgenes; ambas concibieron sin
voluptuosidad por obra del mismo Espíritu; ambas dieron a
luz sin pecado la descendencia de Dios Padre. María, sin
pecado alguno, dio a luz la cabeza del cuerpo; la Iglesia, por la
remisión de los pecados, dio a luz el cuerpo de la cabeza.
Ambas son la madre de Cristo, pero ninguna de ellas dio a luz
al Cristo total sin la otra.
Por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas, se
entiende con razón como dicho en singular de la virgen María
lo que en términos universales se dice de la virgen madre
Iglesia, y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en
general lo que en especial se dice de la virgen madre María; y
lo mismo si se habla de una de ellas que de la otra, lo dicho se
entiende casi indiferente y comúnmente como dicho de las
dos” (Sermo LI. In Assumptione Beatae Mariae Virginis)49.

49. PL 194,1863: “Sicut namque caput ac membra, unus filius, et plures filii, sic Maria et
Ecclesia una mater, et plures; una virgo, et plures. Utraque mater, utraque virgo; utraque
de eodem Spiritu sine libidine concipit; utraque Deo Patri sine peccato prolem fundit. Illa
absque omni peccato corpori caput peperit; ista in omnium peccatorum remissione capiti
corpus edidit. Utraque Christi mater, sed neutra sine altera totum parit. Unde in
Scripturis divinitus inspiratis, quod de virgine matre Ecclesia universaliter, hoc de virgine
Maria singulariter; et quod de virgine matre Maria specialiter, id de Virgine matre
Ecclesia generaliter jure intelligitur, et cum de alterutra sermo texitur, fere permistim et
indifferenter de utraque sententia intelligitur”.

70 ScrdeM
DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

En ese nuevo contexto teológico no es de extrañar que si Judit había sido


considerada como tipo de la Iglesia, se comenzara a vislumbrar también
como figura de María. Y así se hace por primera vez, que sepamos, en un
sermón de Pedro Comestor, que fue beneficiario de Notre Dame de Troyes
entre 1148 y 1160, año en que se trasladó a París. Refiriéndose a la historia
de Judit, afirma:
“Cuanto de loable se encuentra aquí o allá, describe correcta y
claramente a la Madre del Salvador”50.
Y, tras caracterizarla como una mujer virtuosa añade:
“¿Quién podría negar que una mujer adornada gratuitamente
con tales virtudes es buena? Pues bien, la bondad que esta mujer
muestra, apunta manifiestamente, aunque místicamente, a la
bienaventurada Virgen”51.
Más desarrollado, aunque con unas características similares, ya que
posiblemente conocía el sermón de Comestor, es el sermón que compuso
Helinando, monje cisterciense de Froidmont, que vivió entre los siglos XII y
XIII, sobre la Asunción de María52. Este sermón consta de tres secciones. En la
primera, Helinando reza a Judit e introduce la premisa del mismo: Judit es tipo
de la Virgen María. Para justificarlo comienza por explicar que Dios habla a través
de la Sagrada Escritura ofreciendo a la vez imágenes y realidades, expresadas a
través de los cuatro sentidos de la Escritura. En la segunda sección afirma que toda
la historia de Judit puede ser entendida místicamente referida a María, y ofrece
una interpretación alegórica. Judit, representa a María. Nabucodonosor, al
demonio. Holofernes, al rico de este mundo pagado de sí mismo. Y así, muchos
otros detalles del relato: la cabeza de Holofernes, su tienda; y otros personajes,
como Bagoas. El desarrollo de la alegoría mariana lo realiza en la tercera parte

50. El manuscrito no editado de este sermón se encuentra en la Biblioteca Municipal de Troyes


(ms. 1515, f. 108rb-110vb). La cita es del f.109rb. Está tomada de A. T. THAYER, “Judith
and Mary: Hélinand’s Sermon for the Assumption”, en J. HAMESSE et alii, Medieval Sermons
and Society: Cloister, City, University, Fédération Internationale des Instituts d’Études
Médiévales, Louvain la Neuve, 1998, p. 68.
51. Ibidem, f. 109 va.
52. Nació hacia el año 1160 y murió en 1237. Para más detalles biográficos véase B. M.
KIENZLE, “Hélinand de Froidmont et la prédication cistercienne dans le Midi (1145-
1229)”, en VV.AA., La prédication en Pays d’Oc (XIIe-début Xve siècle) [Cahiers de Fanjeaux,
32], Privat, Toulouse 1996, pp. 37-67.

ScrdeM 71
FRANCISCO VARO

glosando sobre todo las palabras de Jdt 14, 18, a las que comenta una por una:
“Una sola mujer de los hebreos ha llenado de vergüenza la casa del rey
Nabucodonosor. Mirad, Holofernes yace en tierra y su cabeza no está”53.
En los años siguientes, la conexión entre Judit y María se fue
consolidando hasta llegar a ser ampliamente aceptada. Hacia la mitad del
siglo XIII san Buenaventura presenta en sus Collationes de Septem Donis
Spiritu Sancti la victoria de Judit sobre Holofernes como una señal de que la
Virgen triunfaría sobre el demonio:
“La bienaventurada Virgen posee este precio porque es fuerte y
valerosa triunfando noblemente, lo que se significa en el libro de
Judit, donde se dice: “Una mujer hebrea ha cubierto de afrenta
la casa del rey Nabucodonosor” (Jdt 14, 18). Judit cortó la cabeza
de Holofernes y todos los suyos huyeron. Se escribe en el
Evangelio: “Lo que será para ti misma una espada que traspasará
el alma” (Lc 2, 35), y Judit mató a Holofernes con la espada de
éste. – ¿Cómo significa, pues, Judit a la Virgen gloriosa? Atiende
al Antiguo y al Nuevo Testamento. El santo Simeón dice: “Lo
que será para ti misma una espada que traspasará el alma” (Lc 2,
35), es decir, un dolor vivo. ¿De dónde este dolor? Ciertamente
de la pasión de Cristo. ¿Quiénes fueron los autores de la pasión
de Cristo? Los judíos, los paganos, Pilatos. Éstos fueron los
instrumentos, pero ¿quién los movía a ello? Ciertamente el
diablo preparaba la espada con que fue atravesada el alma de la
Virgen; y ésta quedó curada y el diablo vencido. (...) No
permitamos, pues, a su ejemplo, que seamos vencidos”54.

53. Cfr. A. T. THAYER, “Judith and Mary”, o. c. en nota 50, p. 64.


54. “Possidet beata Virgo istud pretium quia fortis et strenua nobiliter triumphans quod
significatur in Iudith ubi dicitur una mulier hebraea fecit confusionem in domo
Nabuchodonosor. Iudith amputauit caput Holoferni et omnes sui fugerunt. In evangelio
dicitur tuam ipsius animam pertransibit gladius et Iudith interfecit Holofernem proprio
gladio. Quomodo igitur iudith signat Virginem gloriosam? Vide Novum Testamentum et
vetus. Sacer Simeon: “tuam ipsius animam pertransibit gladius” id est dolor vivus. Unde?
Certe de passione Christi. Quis intulit passionem Christo? Iudaeus, paganus, Pilatus. Isti
fuerunt instrumenta sed quis movebat eos ad hoc? Certe diabolus faciebat gladium unde
transfigebatur anima Virginis, et ipsa curata est, et diabolus victus (…). Igitur ad eius
exemplum non permittamus nos vinci”. SAN BUENAVENTURA, Colaciones sobre los dones del
Espíritu Santo, collatio vi, n. 23, en Obras de San Buenaventura, ed. por B. APERRIBAY et alii,
tomo 5, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1948, pp. 538-539.

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DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

La Virgen y el Niño con san José y san Juan Bautista. Pontormo (Jacopo Carucci).
Museo del Ermitage. (AA.VV., La pintura en los grandes museos, vol. 8, ed. Planeta,
Barcelona 1981, p. 24).

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FRANCISCO VARO

En el siglo XIII son cada vez más frecuentes las aplicaciones a María
de palabras que en su origen estaban dirigidas a Judit. Especialmente
aquellas con las que los habitantes de Betulia le dan la bienvenida tras
su hazaña: “tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel, tú el
orgullo de nuestro pueblo” (Jdt 15, 9). Un buen ejemplo se puede
encontrar en un sermón del dominico Aldobrando de Cavalcanti sobre la
Virgen María:
“Es bendita entre las mujeres porque las libras de los
enemigos, las excusas ante el varón, las honras ante Dios. Pues
las mujeres estaban sometidas al diablo por el pecado, estaban
dejadas de Dios, pero la bienaventurada Virgen María las libró
de los enemigos porque su hijo Cristo destruyó al diablo: “de
modo que por su muerte destruyera a aquel que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hb 2). Las excusas
ante el varón: si dice el varón “por ti soy condenado”, la mujer
puede responder “por mi eres salvado”. Igualmente las honró
ante Dios, porque el mismo es hijo de Dios e hijo de la mujer:
“Dios envió a su hijo nacido de mujer” (Ga 3). Por estas tres
cosas se dice de ella: “tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría
de Israel, tú el orgullo de nuestro pueblo” (Jdt 15,9)55.
Un último impulso a la popularidad de la interpretación alegórica de
Judit como prefiguración de María lo proporcionaría el Speculum Humanae
Salvationis, una obra anónima del siglo xiv, que tuvo una amplia difusión y
en la que se desarrollan diversas series de tipologías organizadas en torno a
la vida de la Santísima Virgen María56.

55. ALDOBRANDINI DE CAVALCANTIBUS Sermones festivi (Textum Parmae 1864 editum; Corpus
Thomisticum [88680]), pars 2 n. 33: “Est benedicta a mulieribus, quia eas ab inimicis
liberas, quo ad virum excusas, quo ad Deum honoras. Mulieres enim per peccatum a
Diabolo tenebantur, a Deo aspernabantur; sed beata virgo ab inimicis liberavit, quia
Christus filius ejus Diabolum destruxit. Heb. 2: ut per mortem destrueret eum qui mortis
habebat imperium, idest Diabolum. Quo ad virum excusat. Si dicit vir, propter te
damnor; mulier potest respondere. Per me salvaris. Item honoravit quo ad Deum, quia
idem est filius Dei et filius mulieris. Galat. 3: misit Deus filium suum natum ex muliere.
Propter haec tria dicitur de ea, Judith 15: tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu
honorificentia populi”.
56. Cfr. H. DE LUBAC, Exégèse médiévale, Paris 1959, p. 339.

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DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Volvemos, pues, a lo que comentábamos al principio del presente


estudio. Cuando Giorgione pinta a Judit en los primeros años del siglo xvi
realiza una representación artística de un hallazgo de la teología y de la
piedad del pueblo cristiano que había recorrido una larga andadura bajo la
asistencia del Espíritu Santo en la comprensión y profundización de la fe:
Judit es ejemplo de valentía ante las dificultades, de viudez piadosa, tipo de
la Iglesia y figura de María. El mismo hecho de que esta convicción se
refleje en el arte, es una buena muestra de que ya entonces estaba
perfectamente asentada entre los fieles.

Sentido mariológico del libro de Judit

Las palabras con las que los ancianos de Betulia reciben a Judit tras su
gesta han servido a los cristianos desde hace mucho tiempo para exultar de
alegría ante el Señor al contemplar los ejemplos ilustres de su acción
salvadora por medio de personas escogidas que encontramos en la Sagrada
Escritura y en la vida de los santos: tu gloria Hierusalem tu laetitia Israhel tu
honorificentia populi nostri (Jdt 15,9 [Vg 15, 10]).
Sirva como ejemplo el uso que hace de esta frase de la Escritura el
Antifonario Visigótico Mozárabe de la catedral de León, escrito a mediados
del siglo x, en tiempo del abad Ikila (917-970), donde en la Misa de Santa
Eulalia se proclama la siguiente antífona:
“Alleluia magna facta es et preclara filia Syon in universa terra
alleluia. / Alleluia benedicta tu a Deo tuo in omni tabernacula
/ Iacob. Tu gloria Iherusalem tu letitia Israhel / tu
honorificentia populi nostri. In universa”57.
Pero en el mismo antifonario, se recurre también a esas palabras en las
Vísperas del oficio para el día de Santa María, en el Adviento, que comienza así:

57. “Has sido hecha grande, y preclara hija de Sión en toda la tierra, Aleluya. / Aleluya,
bendita eres de tu Dios en todos los tabernáculos / de Jacob. Tú eres la gloria de Jerusalén,
tú la alegría de Israel / tú el orgullo de nuestro pueblo. En toda”. Antifonario visigótico
mozárabe de la Catedral de León. Edición del texto, notas e índices por D. L. BROU y
Dr. J. VIVES, CSIC, Barcelona – Madrid 1959, p. 58. En el códice está en el f. 51 v, 4 s.

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FRANCISCO VARO

“Virgo Israhel ornare timphanis tuis et egredere / in coro


psallentium.
Beata es regina que prospicis quasi lumen. Egredere /
Egredere cuasi aurora valde rutilans. In coro /
Adsistit regina in vestito deaurato. In coro /
Benedicta es tu filia a Domino Deo tuo. In coro /
Benedicta tu pre omnibus mulieribus super terram. In coro /
Tu gloria Iherusalem tu letitia Israhel. Egredere / (...)”58.
A partir de los siglos XIII y XIV el empleo de este texto de Judit
aplicado a la Virgen se fue introduciendo en la liturgia, tanto en los
leccionarios como en diversas antífonas59.
Si se valoran los indicios que proporciona el uso litúrgico, junto con los
que se desprenden del detallado recorrido que hemos realizado por los escritos
cristianos siguiendo las huellas de la recepción en la Iglesia del libro de Judit
hasta alcanzar los orígenes de su interpretación en clave mariológica, cabría
preguntarse: la interpretación de Judit desde una perspectiva que mira a
María ¿se trata de una simple acomodación piadosa, o expresa algo más?
La cuestión se ha planteado en varias ocasiones, con diversas respuestas,
dentro de un acuerdo general de que en su sentido literal histórico el texto
de Judit no habla de María, como parece claro. José Alonso piensa que se
dan las condiciones “para que María estuviera en un sentido implícito en
Judit, como lo está en la mujer del Protoevangelio”60. Por su parte, Cándido
Pozo afirma:
“Evitemos la exageración de querer descubrir un sentido
bíblico mariológico en textos que para nada hablan de María.

58. “Virgen de Israel adorna tus panderos y sal / en el coro de aclamaciones. / Bienaventurada
eres, reina que brillas como la luz. Sal / Sal como aurora brillantísima. En el coro / Aquí
está la reina con vestidos dorados. En el coro / Bendita tú eres del Señor tu Dios. En el coro
/ Bendita tú eres entre todas las mujeres que hay sobre la tierra. En el coro / Tú eres la
gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel. Sal / (...)”. Ibidem, f.56v, 9. (Antifonario..., o. c.
en nota 57, p. 67).
59. Se puede comprobar repasando los índices bíblicos de los leccionarios litúrgicos tanto
anteriores como posteriores al Misal de Pablo VI, así como de la Liturgia de las Horas. Sin
embargo, el análisis completo y sistemático de este uso y de sus antecedentes históricos
merecería un estudio aparte.
60. J. ALONSO, “Sentido mariológico del libro de Judit”, Cultura bíblica 16 (1959), 95.

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DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Se trata de una aplicación por acomodación que ha sido muy


frecuente en la historia de la Iglesia. Pero no por ello
consideramos inútil el estudio de este uso eclesiástico. La
Iglesia ha expresado con palabras tomadas de la Biblia
–palabras que en la Escritura no se refieren a María– la idea
que tiene de ella”61.
En efecto, como señala Pozo, interesarse por su uso eclesiástico no es una
tarea inútil. A la luz de la hermenéutica contemporánea, el estudio de la
recepción que ha tenido un determinado libro o texto se considera
sumamente relevante para su interpretación pues, como observa Gadamer,
“el sentido de un texto supera a su autor, y no ocasionalmente, sino siempre.
Por eso la comprensión no es un proceso reproductivo sino que es, a su vez
siempre, productivo”62. Con una profunda intuición, ya lo había señalado
san Gregorio Magno en su conocido adagio: Sacra Scriptura aliquo modo cum
legentibus crescit63.
En consecuencia, tienen sumo interés los sentidos que un texto ha ido
adquiriendo a lo largo de la historia. Y eso es decisivo para su comprensión,
porque así es como se nos presentan los textos clásicos, como una especie de
partitura acompañada de los ecos de las interpretaciones que han tenido64.
En efecto, la interpretación no es el simple resultado de la aplicación de
unos métodos, sino una operación que busca la comprensión. Y en la
comprensión de la Sagrada Escritura, se requiere un peculiar equilibrio
entre los dos polos a los que siempre ha estado atenta la lectura de la Biblia
en la Iglesia: los hechos realmente acaecidos y el sentido que expresan en
cada momento, cuando se leen a la luz de la fe recibida y profesada. Por eso
se hace necesario distinguir dos momentos en la interpretación, a los que

61. C. POZO, María, nueva Eva, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2005, 127.
62. Cfr. H. G. GADAMER, Verdad y método: Fundamentos de una hermenéutica filosófica, Sígueme,
Salamanca 1977, p. 366.
63. Gregorio MAGNO, Mor. 20,1 (PL 76, 135 B-D). Véase el comentario a este texto de
P. C. BORI, L’interpretazione infinita. L’ermeneutica cristiana antica e le sue trasformazioni,
Il Mulino, Bologna 1987, pp. 27-41.
64. La importancia de la lectura primera en relación con las posteriores interpretaciones de los
textos ha sido expuesta por la estética de la recepción, especialmente por H. R. JAUSS,
“El lector como instancia de una nueva historia de la literatura”, en J. A. MAYORAL (ed.),
Estética de la recepción, Arco Libros, Madrid 1987, pp. 59-85.

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FRANCISCO VARO

podemos denominar comprensión de los textos bíblicos en su contexto originario –la


que acaba en la elaboración de lo que Paul Ricoeur llama “mundo del
texto”– y comprensión de los libros bíblicos en la Iglesia –es decir, aquélla que
tiene a los textos como expresión de revelación y como Palabra de Dios en
la Iglesia–65.
De entrada, la doctrina católica enseña que la tarea primera de la
exégesis es investigar el sentido de los textos tal como está inscrito en ellos
por el hagiógrafo inspirado (cfr. Dei Verbum, 12). Por eso, la tarea primera
del exegeta católico es buscar la intentio operis de los textos en su contexto
original. Para ello se servirá de los diversos conocimientos y metodologías
–de corte histórico, pero, sobre todo, literario– que puedan brindarle el
sentido literal originario de los textos. Toda esta tarea de interpretación está
orientada a establecer el “mundo del texto” en cuestión, y acaba ahí. El
sentido literal del texto bíblico obtenido en esta primera tarea es la
representación de realidad expresada por el texto. En el libro de Judit, a este
nivel, no se establece ninguna relación con María.
Pero aún hay un segundo momento en la comprensión de la Biblia,
porque los textos bíblicos en la Iglesia son algo más que textos inspirados,
son Palabra de Dios (cfr. Dei Verbum, 9). Ahora bien, ¿en qué sentido lo son?
La noción de Palabra de Dios es mucho más amplia que la de Sagrada
Escritura66. La Constitución Dei Verbum utiliza la expresión Palabra de Dios
para designar a tres realidades íntimamente conectadas, pero distintas: la
Revelación de Dios en la historia, la proclamación apostólica de esa
Revelación y la Sagrada Escritura como testimonio objetivo de esa
proclamación. La Sagrada Escritura es signo que no agota, pero sí señala
correctamente su significado, de la predicación apostólica. A su vez, la
proclamación apostólica es signo de una realidad mayor, a la que tampoco
agota, pero de la que también señala correctamente su significado, que es la
Revelación67.

65. Cfr. V. BALAGUER, “El sentido literal y el sentido espiritual de la Sagrada Escritura”,
Scripta Theologica 36 (2004/2), pp. 553-555.
66. Cfr. L. SCHEFFCZYK, “La Sagrada Escritura: Palabra de Dios y de la Iglesia”, Communio (ed.
española) 23 (2001/2), 154-166.
67. Cfr. V. BALAGUER, “La economía de la Palabra de Dios. A los 40 años de la Constitución
Dogmática Dei Verbum”, Scripta Theologica 37 (2005/2), 439.

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DE JUDIT A MARÍA. La recepción del libro de Judit en la Iglesia

Todo esto tiene importantes consecuencias. Porque, al leer los libros


sagrados en la Iglesia, partimos de que la revelación divina, la Palabra de
Dios, ya existe, y no se limita a lo que dicen los libros sagrados. Las palabras
de los escritos sagrados son capaces de expresar un aspecto de la referencia68
que es la revelación: ese aspecto de la revelación que cada texto expresa, es
su sentido. Pero al intentar comprender en el texto sagrado esos aspectos de
la realidad –es decir, captar su sentido– lo que estamos haciendo en realidad
es –por usar una conocida metáfora de Gadamer69– preguntarle al texto
sobre algo70. Pero en la Iglesia, lo más interesante, sin duda, es preguntarle
al texto por lo que tenga que decir sobre las realidades de la Revelación.
Porque, al ser expresión de la revelación –y serlo como Palabra de Dios–
indudablemente comunica la Palabra de Dios con actualidad.
Al preguntarle al libro de Judit qué expresa acerca de la historia de la
salvación, encontramos que sí que tiene algo que decir, algo que forma
parte de su sentido, cuando es leído en la fe de la Iglesia. Concretamente,
el libro de Judit, más que informar de una victoria concreta en la historia
antigua –que tampoco es su sentido literal teniendo en cuenta su género
literario–, testimonia la victoria del entero pueblo de Dios, la Iglesia,
representada egregiamente por María, sobre el mal, sobre el demonio y el
pecado; y señala las armas adecuadas para conseguir esa victoria, empuñadas
admirablemente por María, que son la audacia de la fe, la oración y el
sacrificio.
Francisco VARO
Facultad de Teología
UNIVERSIDAD DE NAVARRA

68. Para la clarificación de los conceptos de referencia, signo y sentido y sus relaciones, tal y como
han venido definidas desde Frege, cfr. V. BALAGUER, “El sentido literal...”, o. c. en nota 65,
pp. 552- 553.
69. H. G. GADAMER, Verdad y método..., o. c. en nota 62, p. 347 ss. Cfr. también L. ALONSO-
SCHÖKEL - J. M. BRAVO, Apuntes de hermenéutica, Trotta, Madrid 1994, p. 46.
70. Por ejemplo, si le preguntamos qué nos puede decir acerca del contexto en el que se
escribió, nos proporcionará alguna respuesta, pues habrá en él ciertos detalles que ofrezcan
indicios acerca de cómo se compuso –por ejemplo, ensamblando textos anteriores–, o de
la época en la que se escribió –por el lenguaje o la situación social que refleja–.

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