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Igual que con los estímulos auditivos, la intención es obtener una respuesta inmediata y
espontánea, en lugar de moverse por una idea asociada con lo que estamos viendo.
Los colores deben usarse de manera contrastada: claros y oscuros, calientes y fríos,
primarios fuertes y secundarios suaves, en distintas sesiones. La respuesta del bailarín será
probablemente muy interna y se reflejará en estados de ánimo, con movimientos exteriores
menos visibles que en el caso de los estímulos sonoros. En etapas iniciales de motivación
por medio del color habría que proseguir como con los otros estímulos, de lo simple a lo
complejo.
Durante las improvisaciones visuales no se utilizará música alguna. Sólo se hará hasta que
el bailarín tenga la posibilidad de sentir el ritmo corporal en armonía con la sensación de la
forma y el desarrollo del diseño, y hasta que pueda moverse libremente en el espacio. Lo
anterior a fin de que la concentración esté dirigida al estimulo visual.