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Improvisación con estímulos visuales Laban

Igual que con los estímulos auditivos, la intención es obtener una respuesta inmediata y
espontánea, en lugar de moverse por una idea asociada con lo que estamos viendo.

Los colores deben usarse de manera contrastada: claros y oscuros, calientes y fríos,
primarios fuertes y secundarios suaves, en distintas sesiones. La respuesta del bailarín será
probablemente muy interna y se reflejará en estados de ánimo, con movimientos exteriores
menos visibles que en el caso de los estímulos sonoros. En etapas iniciales de motivación
por medio del color habría que proseguir como con los otros estímulos, de lo simple a lo
complejo.

Se pueden enseñar formas y diseños a través de objetos y dibujos trazados en el pizarrón o


en el aire. El objetivo es que el bailarín perciba las sensaciones que dan las líneas rectas o
curvas, que sienta como una vivencia corporal las diferencias entre lo grande y lo pequeño,
lo estático y lo dinámico, lo armónico y lo discordante. Más adelante, el alumno podrá pasar
de un diseño a otro en forma armoniosa, con un flujo de energía que vaya de lo pequeño a
lo grande, etcétera; y, gradualmente, avanzar hacia la construcción de un diseño rítmico y
ordenado de movimiento.

Durante las improvisaciones visuales no se utilizará música alguna. Sólo se hará hasta que
el bailarín tenga la posibilidad de sentir el ritmo corporal en armonía con la sensación de la
forma y el desarrollo del diseño, y hasta que pueda moverse libremente en el espacio. Lo
anterior a fin de que la concentración esté dirigida al estimulo visual.

El objetivo es desarrollar la sensibilidad inmediata del cuerpo a los cambios de tonos,


colores y líneas, así como el flujo y velocidad de éstos en movimiento. Un cielo azul de
primavera, tiene diferente contenido emocional que un azul profundo de un mar revuelto.

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