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PUNTA DE MATA CUENTA SU HISTORIA

Beltrán Trujillo Centeno

Preámbulo
Punta de Mata es la capital del municipio Ezequiel Zamora, está localizada
en el epicentro de la llamada Zona Oeste del estado Monagas y data de inicios
de la década del 40 del siglo pasado, cuando en su actual espacio territorial
comenzó a operar The Consolidated of Petroleum Company, de origen
estadounidense, empresa que transcurrido algún tiempo, pasó a manos de la
Sinclair Oil Refening Company, de la misma procedencia.
En ese tiempo, el área que hoy ocupa mi municipio, formaba parte de la
jurisdicción del vecino Santa Bárbara de Tapirin, de estirpe colonial, pero al
contrario de ahora, mi hoy amplia superficie estaba escasamente poblada solo
en los sitios denominados Musipán, San José, El Carito, El Potrero, Tejero
viejo, Casupal y Pirital.
The Consolidated of Petroleum Company comenzó a operar, junto con la
Standard Oil Venezuela, en el ámbito espacial del llamado “Campo Santa
Bárbara”, pero al poco tiempo, por causas no determinadas, la primera quedó
sola en el área, que entonces abarcaba, además del nombrado enclave colonial,
la superficie del ahora municipio Ezequiel Zamora.
Por circunstancias sobrevenidas, la transnacional petrolera se vio obligada
a construir sus campos residenciales en Punta de Mata, pero aún así, le asignó
el nombre de “Santa Bárbara”, tanto a su principal asiento habitacional -luego
conocido como “Campo Americano” y posteriormente con las
denominaciones de “Campo Rojo” y “Los Pinos”-, como a sus áreas de
servicios: aeropuerto, hospital, campo de golf, club social, etc., mas no en
memoria de la patrona espiritual de los bomberos y de los artilleros, sino en
virtud de que para la época, la actual capital del municipio Ezequiel Zamora
no figuraba en el mapa del estado Monagas, por lo que a criterio de la
empresa, citar como residencia o domicilio al naciente centro poblado, se
podía prestar a confusiones.
Con esta publicación, no exenta de errores, omisiones y subjetividades,
ahondo en el camino trazado por mi primer cronista, Nicolás Aranguren,
lamentablemente fallecido en plena etapa productiva, sin otro interés que
rescatar, difundir y preservar trozos y trazos de la memoria histórica de Punta
de Mata, una pequeña ciudad a la que por cierto se le hace un flaco servicio al
calificarla ante propios y extraños, a través de medios de comunicación
amarillistas, como “Zona roja”, es decir, como arropada, de pies a cabeza, por
la delincuencia.
La verdad, pura y simple, es que a Punta de Mata, como a cualquier otra
ciudad en proceso de crecimiento, no le es ajena la delincuencia, en distintas
manifestaciones, pero de allí a calificarla de “Zona roja”, hay un trayecto
bastante largo, lamentablemente transitado, en un trecho, por quienes no le
tienen amor a la pequeña urbe, y del otro, por personas que no miden las
consecuencias de su palabreo irresponsable.
¿Y es qué quién se va a arriesgar a invertir y a vivir en una ciudad tildada
por propios y extraños como “Zona roja”, es decir, en la que nadie podría salir
a la calle sin el riesgo de ser atracado o asesinado?
¿Cuántas personas, en razón de sus actividades, salen diariamente de sus
casas en Punta de Mata, y regresan a sus hogares, para hacer válida una frase
del habla popular, “sanas y salvas”?
¿Cuál es el porcentaje de actos delictivos, con relación al número de
personas que en Punta de Mata salen cotidiamente de sus hogares, a distintas
horas, bien al trabajo, ya a estudiar, y a otras tantas actividades que genera la
pequeña ciudad? ¿Insignificante, verdad?
¿No es acaso una ofensa a la gente laboriosa y honesta de Punta de
Mata, que es la mayoría, ligarla con una ínfima minoría de delincuentes?
Conste que al expresar lo que dejé dicho en los anteriores segmentos,
ejerzo, como comunidad digna de respeto, mi legítimo derecho a la defensa,
frente a una agresión a todas luces intolerable, por lesiva a la ética y a la moral
de una colectividad que como cualquier otra, trabaja, estudia, sueña, se
divierte y abre caminos a un mejor porvenir.
Al grano
La verdad –y esto pocas personas lo saben- es que pude llamarme o
pudieron darme por nombre Santa Ana de Amana, de haber predominado el
criterio de quien o de quienes a comienzos de la década del 40 del siglo
pasado, en el sitio que actualmente ocupa mi Redoma principal, erigieron una
valla con esa denominación. Venía yo de las carpas de lona que en la “Mata
del Hererero”, específicamente en el sitio llamado “Laguna e´campo”,
montaron técnicos de The Consolidated of Petroleum Company, para
protegerse de la lluvia y del sol, a tiempo que la transnacional estadounidense,
la cual tenía su centro de operaciones en la vecina Santa Bárbara de Tapirín,
iniciaba operaciones en el área que actualmente ocupo.
Para esa época, un hombre de piel blanca, de pequeña estatura, de
temperamento nervioso, audaz, hablachento y de espíritu aventurero, de
nombre Héctor Chacín, popularmente conocido como “Tetico”, nativo de la
cercana y nombrada población colonial, se las había ingeniado para que la
petrolera norteamericana le permitiera construir la que pasaría a ser la primera
casa en un sector que luego sería conocido como “La Majagua”.
Investido del nombramiento de guardabosques, figura creada por la
petrolera estadounidense para encubrir su expresa prohibición de ocupar mi
actual espacio territorial con cualquier fin, Santos Barrios, oriundo de
Cantaura, estado Anzoátegui, montado en una mula mansa y bien aperada,
-animal que no obstante su fortaleza, en cierto modo se resentía del excesivo
peso del jinete- recorría diariamente el área y velaba porque nadie construyera
una casa o fomentara una siembra en el sector.
Sin embargo, para sorpresa de Santos Barrios, Héctor Chacín había
recibido “luz verde” de jefes de la Consolidated, para construir la nombrada
primera casa de “La Majagua”, en la que además de cerveza fresca, el hábil
comerciante no tardaría en ofrecer a los petroleros estadounidenses, en gran
parte solteros, -o con las parejas en sus sitios de origen- los “servicios” de
mujeres de la “vida alegre”, a decir de entendidos en la materia, damiselas en
ejercicio de “la profesión más antigua de la humanidad”.
Para Chacín, el negocio marchaba viento en popa, ya que a falta de
hielo para enfriar la cerveza, solía conservar la bebida enterrada a flor de
tierra, en zanjas cubiertas con una mezcla de tierra y sal en granos, ambiente
que generaba un grado de humedad que le permitía al envase y a su contenido,
mantenerse en un ambiente fresco; en tanto que mujeres de la estirpe antes
señalada, nunca le faltaban en el sitio, dado que los “musiúes” se habían
granjeado la fama de ser muy “generosos” con las féminas, al momento de
pagar los “favores” sexuales, lo cual se explica por el hecho que cobraban en
dólares y compraban con bolívares.
Empero, en lo que sus protectores consideraron un abuso de confianza,
de la noche a la mañana Chacín pintó un letrero, visible a distancia, en la
pared principal de la casa, con la frase en español “Consolidada de Petróleo”,
por lo que sus protectores, entre estupefactos y disgustados, le ordenaron
desocupar de inmediato el sitio. Mas, había ocurrido que, subrepticiamente,
otras personas habían construido casas en el sector, por lo que a la petrolera
norteamericano y a su flamante “guardabosques” se les hizo cuesta arriba
detener la avalancha de “invasores”, que no tardaría en extenderse a un
terreno cercano, que luego sería conocido como “Campo Ajuro”
Olvidaba contar que en ese tiempo, tanto la Guardia Nacional como la
Policía, actuaban como activos cancerberos no sólo de The Consolidated of
Petroleum Company, sino también de los presuntos o reales propietarios de las
tierras, en este caso concreto, de las sucesiones Bermúdez y Tucker, la primera
de origen caicareño (Caicara de Maturín, Monagas) y la segunda oriunda de
Europa, las cuales recibían beneficios pecuniarios de la petrolera por
“derechos de servidumbre”.
De forma tal, pues, que en apretado resumen, puedo contar que si bien
The Consolidatec of Petroleum Company inició sus actividades en “Mata del
Herrero” y “Laguna e´Campo”, es en “La Majagua” donde desde el punto de
vista urbanístico, nazco como centro poblado, y le corresponde al
santabarbareño Héctor Chacín, como ya expresé, el mérito de pionero de la
ocupación del sitio, un día no determinado de inicios de la década del 40 del
siglo pasado.

Mis orígenes
Al contrario de los pueblos de misión fundados por religiosos españoles
en el actual territorio del estado Monagas, yo carezco de partida de
nacimiento, por lo que tuvo razón mi primer cronista, Nicolás Aranguren, al
tomar como punto de referencia de ese parto sobrevenido, la fecha de
perforación del primer pozo petrolero en lo que transcurrido cierto tiempo, en
virtud de reformas político-territoriales, pasaría a ser mi ámbito espacial.
De forma tal, pues, que mis orígenes, como dejé dicho, hay que
buscarlos a comienzos del siglo pasado, cuando la Standard Oil Venezuela y
The Consolidated of Petroleum Company, empezaron a operar el “Campo
Santa Bárbara”, desde la población de este mismo nombre, para lo cual se
vieron obligadas a construir un puente de madera sobre el río Amana, entre los
vecindarios Morón y Musipán; pasarela que tras largos años de uso, fue
destruida por un incendio intencional.
Después de la perforación del pozo “El Lirial 1”, en las inmediaciones
del nombrado caserío Morón, la Standard Oil Venezuela, por causas que no
fueron del dominio público, se retiró del área, mas no así The Consolidated of
Petroleum Company, empresa que, por el contrario, extendió sus operaciones
hacia lo que hoy es el municipio Ezequiel Zamora.
Diariamente, de Santa Bárbara de Tapirín, población de origen colonial
fundada el 13 de marzo de 1754 por fray Casimiro de Borja, con indios
kariñas, salían improvisadas unidades de transportes de trabajadores
petroleros contratadas, entre otros, a Francisco Silva Acuña, Juan Antonio
Natera y Luis Gonzaba López, que de ida y vuelta, cubrían la ruta Morón-
Musipán-“Laguna é Campo”, pasando por mi hoy Avenida Bolívar, a través
de la única carretera de tierra abierta entonces por la petrolera estadounidense,
para sus operaciones en el sector.
A tiempo que The Consolidated of Petroleum Company abría
operaciones en mis actuales dominios, representantes de la empresa
transnacional gestionaban ante las autoridades civiles de Santa Bárbara de
Tapirín, terrenos y permisos para la construcción de sus campos residenciales,
pero se hallaron con la férrea oposición tanto del ente gubernamental, como de
los llamados “notables” del poblado, a que ese proyecto habitacional se
concretara en el antiguo pueblo de misión.
Argumentaron entonces los “notables” del poblado, que de
materializarse la construcción de esos campos residenciales en Santa Bárbara
de Tapirín, sus hijas quedarían expuestas a casarse o formar pareja con obreros
petroleros, lo cual significaría la ruptura de la estructura social clasista
predominante en el poblado desde tiempos de la colonia, en el marco de la
cual los matrimonios de los santabarbareños y de las santabarbareñas, se
convenían y concretaban en el estrecho círculo de la familia y de las
amistades, como fue el caso emblemático de cinco hermanas Salazar, casadas
con cinco hermanos Garantón.
Lo simpático del cuento es que la pretensión de los “notables” de
hacer de Santa Bárbara de Tapirín una especie de “isla” racial, fracasó
estrepitosamente, ya que a partir de la década del 60 del siglo pasado, los
hombres del petróleo irradiaron su influencia sobre el antiguo pueblo de
misión y derribaron las barreras sociales por siglos mantenidas.
Por “notable” se entendía y tenía en aquel tiempo, a un personaje por
lo general “blanco y de buena familia”, civil o militar retirado, domiciliado en
determinada localidad, que además de saber leer y escribir, poseía
determinados bienes muebles e inmuebles (tierra, hato, hacienda, vivienda,
negocios, etc.), tenía garantizado el respeto de la comunidad y gozaba del
reconocimiento de las autoridades constituidas.
La figura del “notable”, de estirpe remota, fue enaltecida a un grado
tal en los gobiernos autocráticos del general Antonio Guzmán Blanco, que éste
ordenó ubicarlos y censarlos, a los fines de garantizarles, de ser necesaria, la
protección del Estado, lo que en la vida práctica otorgó a tales personajes, una
influencia determinante en la toma de decisiones en los asuntos públicos de la
época, y así se explica el caso concreto de lo acordado entonces en Santa
Bárbara de Tapirín.
Planteadas así las cosas, a la petrolera estadounidense no le quedó otra
alternativa que edificar sus campos residenciales en lo que hoy es mi ámbito
espacial, empezando por el “Campo Santa Bárbara”, obra encomendada al
constructor italiano Ángelo De Marta, quien además de confortables
viviendas, incluyó en el proyecto vías internas, áreas verdes, cerca perimetral,
hospital, club social, campos de golf y aeropuerto, para uso exclusivo de
familias norteamericanas, es decir, en consonancia con el modo de vida que
éstas habían dejado atrás para venir a Venezula, de modo tal que no las
invadiera la nostalgia, ni las perturbara la incomodidad.
El proyecto incluyó también la plantación en el área de 17 variedades
de mangos, fruta tropical entonces no tan abundante, como ahora, en
Monagas, parte de las cuales aún se mantienen en pie y en ciclos productivos;
labor ecológica y ambiental llevada a cabo en aquel tiempo bajo la dirección
del también estadounidense Mariano Oporto, quien por cierto formó familia
en Venezuela, donde quedó sembrado para siempre.
Mi primer improvisado hospital, construido por la petrolera
norteamericana, también llevó por nombre “Santa Bárbara”, estuvo
localizado en el sitio que actualmente ocupa la “Plaza de la Revolución”, y
fue destruido por un voraz incendio, lo que obligó a la empresa a levantar otro,
en tiempo récord, -el que hoy se conoce como “Luis González Espinoza”, en
memoria del médico del mismo nombre, nativo de Aguasay- en atención a que
le resultaba dificultuoso y costoso enviar los pacientes al de Caripito,
construido por la Standard Oil Venezuela, posteriormente conocida como
Creole Petroleum Corporation.
Los primeros pacientes ingresados al hospital “Santa Bárbara”,
dirigido por el doctor Manuel Palacios, fueron un joven de nacionalidad china,
quien por causas no determinadas, intentó hacerse el harakire, práctica suicida
de origen japonés, y un niñito norteamericano herido de un disparo de rifle en
la cabeza, por un compañerito de juegos.
No obstante la gravedad de la herida, el asiático pudo ser rescatado
de las garras de la muerte por los médicos y enfermeras que lo atendieron,
pero no así, el pequeño norteamericano, cuyo cadáver fue trasladado a los
Estados Unidos por sus padres, quienes dolidos por el desgraciado suceso, no
volvieron a Venezuela, o al menos a Monagas.
Luego del trágico suceso, alrededor de la vivienda habitada por el
matrimonio estadounidense en el “Campo Santa Bárbara”, se tejió una
leyenda, según la cual, desde el inmueble, que desde entonces quedó
inhabitado, un “catirito” llamaría a niños del sector, a jugar con él, por lo que
la resistencia a ocuparlo, se prolongó por largo tiempo.

¿Por qué Santa Bárbara?


Como quiera que la petrolera estadounidense no disponía de otro
punto de referencia para comunicarse interna y externamente que el “Campo
Santa Bárbara”, la empresa se vio obligada a dar este nombre a todas mis
instalaciones en la hoy capital del municipio Ezequiel Zamora, es decir, a su
campo residencial, hospital, club social, aeropuerto y campo de golf.
De lo dicho se desprende que la denominación “Campo
Americano”, no surgió por iniciativa de The Consolidated of Petroleum
Company, sino del uso popular, en virtud de que había sido proyectado y
construido para uso exclusivo de gerentes, técnicos empleados y familiares de
origen estadounidense.
Queda claro, asimismo, que de “Campo Santa Bárbara”, ese
sector residencial ha pasado por las denominaciones de “Campo Americano”,
“Campo Rojo” y “Los Pinos”, y es propicia la oportunidad para dejar
asentado que la única que hoy día conserva el nombre originario, es la escuela
creada por la industria petrolera en El Tejero, a la cual asisten cotidianamente
niños, niñas y adolescentes de Punta de Mata, vinculados familiarmente a
trabajadores de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA).
Al hablar de mis orígenes, considero pertinente aclarar que no
están en lo cierto, desde el punto de vista histórico, ni geográfico, quienes me
señalan como fruto de un despojo de tierras a Santa Bárbara de Tapirín, pues si
bien es verdad que por circunstancias sobrevenidas, nací en la para la época
jurisdicción del vecino municipio, no es menos cierto que éste siguió
conservando su integridad territorial, a la luz de la medición y entrega que de
sus resguardos indígenas, le hizo personalmente, en 1783, Luis Cháves y
Mendoza, comisionado para tal fin por el rey Carlos III, de España.
Lo que si está documental e históricamente demostrado, es que al
momento de asignárseme, en fecha relativamente reciente, la porción de ejidos
por el rumbo oeste, no se dejó constancia alguna de la llamada “Legua del
Potrero”, asignada por el nombrado Cháves y Mendoza a los indígenas de
Santa Bárbara de Tapirín, en la oportunidad antes señalada, para que se
dedicarán a la cría de ganados.
La verdad histórica, en el mismo orden de ideas, es que Santa
Bárbara de Tapirín nunca llegó a plantear, y menos a reclamar, por vía
amistosa ni judicial, la propiedad de esa legua de tierras, por lo que a estas
alturas del devenir de ambos municipios, bien se puede hablar, en lenguaje
coloquial, de “clavo pasado”.

La batalla de “Campo Ajuro”


Quedamos en que luego de la ocupación de “La Majagua”, la avalancha
de los sin techo se extendió hacia “Campo Ajuro”, llamado así porque con la
experiencia de lo ocurrido con la primera, la petrolera norteamerican, con el
apoyo de los latifundistas, de la Guardia Nacional y de la Policía, acentuó las
medidas que prohibían la construcción de casas en el sector.
Ocurrió, sin embargo, que quienes se habían propuesto lograr un
espacio para improvisar una vivienda en terrenos cercanos a un morichal que
les garantizaba el agua, lucían dispuestos a enfrentar cualquier riesgo, a los
fines de alcanzar ese objetivo; de allí que hombres, mujeres, niños, niñas y
adolescentes, se dieron a la tarea de ocupar, desmalezar el espacio y de darle
inicio a la construcción de las primeras casas.
A solicitud de la transnacional petrolera, la reacción de la Guardia
Nacional y de la Policía, no se hizo esperar, y ante la negativa de los
ocupantes de los terrenos a paralizar las actividades, entró en juego el
“lenguaje” de las peinillas y de los sables, seguidos de la destrucción de las
precarias construcciones y de la privación de la libertad de los líderes de la
“invasión”, en tiempos cuando poco o nada se hablaba de derechos humanos
y mucho menos, como ahora, de derecho a la vivienda.
Mas, para sorpresa de las fuerzas represivas, a medida que
organizadores del movimiento, luego de planeados, cumplían medidas de
arresto, nuevos líderes surgían de la masa, con el resultado que las casas que
eran destruidas en el día, volvían a ser levantadas en las noches, y así, la
batalla se prolongó hasta que la petrolera estadounidense, temerosa de las
consecuencias del descontento popular que tendía a generalizarse, y previendo
que de la confrontación cotidiana alguien pudiera resultar herido o muerto,
optó por ordenar el retiro de la fuerza pública de los terrenos.
Documentos protocolizados ante el Juzgado del municipio Santa
Bárbara de Tapirín, en los años 1943-1944, dan cuenta de la compra-venta de
casas en “La Majagua” y “Campo Ajuro”, por parte de Alberto Maiz Gómez,
Carmen Valdiezo, Pedro Torres, Maximiliano Alfonzo, José Delgado, Rafael
Frías Camejo, José Cloffer, Miguel Antonio Coraspe, Jacinto Sabaleti, Giovan
Montanare, Baldomero Dominguez, Edavis Marcano, B. R. Biani Guevara y
Maximiliano Alfonzo, entre otros, quienes citan como vecinos de los
inmuebles a Tobías Nieves, Lucala Banglar, Diego Romero, Aníbal Muñoz,
Francisco Rojas y Luisa Azócar, lo que revela que para esa época, ambos
centros poblados estaban consolidados. Gente de buena memoria no ha
olvidado que hasta años relativamente recientes, “Galo” García, a quien se
supone de sus primeros pobladores, mantuvo un surtido establecimiento
comercial en “Campo Ajuro”.
En el caso concreto de “La Majagua”, hay testimonio de que el
primer cine de Punta de Mata, operó en en ese centro poblado, e igualmente,
de la labor educativa emprendida en la naciente comunidad, por la maestra
Carmen Acevedo.
La batalla exitosa librada en “La Majagua” y “Campo Ajuro”, a
comienzos de la década del 40 del siglo pasado, abrió paso a otros centros
poblados, esta vez sin mayores acciones represivas por parte de la Guardia
Nacional y de la Policía, como fue el caso de “El Chispero”, por lo que es
precisamente en estos sectores, donde tuvo origen la actual capital del
municipio Ezequiel Zamora, sin desestimar la importancia que en el proceso
que me ocupa, jugaron “Mata del Herrero” y “Laguna e´Campo”.

Las razones del cronista


Tuvo razón el primer cronista de Punta de Mata, Nicolás Aranguren,
cuando remitió el origen del nombre de la actual capital del municipio
Ezequiel Zamora, a “Mata del Herrero”, donde como dejé dicho, en el sitio
conocido como “Laguna e´campo”, estableció The Consolidated of Petroleum
Coinpany, su primer campamento operacional en el área.
“La Mata del Herrero” fue un sitio de antigua data, cercano al llamado
“Camino real de Areo”, la vía más expedita entonces para trasladarse de este
poblado colonial, a Maturín, y viceversa, a través del valle de Amana, y
consistía en una asociación de árboles que se suele formar en la sabana,
gracias a que las especies más fuertes logran profundizar sus raíces de forma
tal que el contacto de las radículas con la humedad del subsuelo, les permite
desarrollarse y resistir los embates de los vientos y de la sequía.
En esa punta de mata, visible a larga distancia, acostumbraban
descansar tanto los viajeros que utilizaban el antiguo “Camino real de Areo”,
como los que desde Santa Bárbara de Tapirín y Aguasay, mantenían relaciones
comerciales con Caicara de Maturín, y al mismo tiempo, por ganaderos y
trabajadores de hatos que solían sabanear por el sector, a los fines de
determinar los sitios donde pastaba y sombreaba el ganado vacuno. No había
entonces, como ahora, cercas de alambre de púas que delimitaran los terrenos.
Nadie, hasta la fecha, se ha atribuido, ni le ha asignado a nadie en
particular, la paternidad del término “Punta de Mata”, de lo que se deduce que
tal como lo sostiene el filológo Ángel Rosenblat, en la obra Buenas y malas
palabras, es el uso, la costumbre, lo que impone la denominación estable de
un sitio, o de un pueblo. En el caso concreto de la hoy capital del municipio
Ezequiel Zamora, se supone que ante la división del joven poblado en
comunidades que poco a poco se iban integrando, una voz anónima, imitada
por otra, y muchas otras, generó una especie de eco repetido que terminó por
oficializar el nombre que ostento, el cual, lejos de desmentir o menoscabar,
confirma el origen que contribuyó a afianzar el cronista Aranguren, a quien
debo agradecimiento por dedicarle buena parte de su tiempo, a investigar y
difundir mi historia, gratitud que hago extensiva a Beltrán Trujillo Centeno,
por el mismo motivo.

“Campo Mensual”
The Consolidated of Petroleum Companay no se mantuvo ajena, en el
“Campo Santa Bárbara”, a la táctica ensayada por la Standard Oil Venezuela
a los fines de evitar que fallas y omisiones laborales propias de la empresa,
recayeran directamente sobre el personal gerencial y técnico norteamericano;
de allí que a la par de la figura del caporal, -especie de clon del “coronel de
carreteras” que en la larga dictadura del general Juan Vicente Gómez, se
ocupaba de sacarle el mayor provecho al tiempo empleado por los presos
políticos y comunes en abrir, a pico y pala, vías terrestres en la zona central
del país- la petrolera estadounidense creo, de un lado, la estampa del llamado
“Jefe de labores” –luego de “Relaciones industriales”-, y del otro, la del
“Empleado de confianza”.
Pues bien, como quiera que en el marco de la cultura racista y
excluyente del petrolero estadounidense no cabía la posibilidad de que
venezolanos residieran en el “Campo Americano” (ya el uso había eliminado
el término “Campo Santa Bárbara”), la empresa diseñó e inició la
construcción del “Campo Mensual”, es decir, de una pequeña urbanización,
dotada de ciertas comodidades estructurales, para uso exclusivo de su personal
de quince y último, incluidos los activos o potenciales caporales, jefes de
labores y empleados de confianza de la compañía.
Con la construcción de ese sector residencial, The Consolidated of
Petroleum Company logró su primer objetivo, consistente en establecer una
muralla entre el residente en el “Campo Americano” y el asentado en “Campo
Mensual”, pero sin dejar de generar en estos últimos, un efecto psicológico de
“cercanía” a los primeros, a fin de que el personal de esa nómina, se sintiera
parte de la empresa, como en no pocos casos sucedió, en perjuicio de la masa
trabajadora venezolana y del país.
Lo cierto es que para no pocos empleados de la trasnacional petrolera,
vivir en “Campo Mensual” significaba una “distinción”, un “privilegio” que
les confería la empresa, por lo que en señal de “gratitud”, se sentían
obligados a defenderla y a velar por sus intereses; fenómeno que se repetiría
mucho tiempo después, con nuevos actores, concretamente cuando tras el
golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el gobierno constitucional del
comandante Hugo Chávez Frías, técnicos, empleados e incluso obreros
petroleros, se plegaron al sabotaje contra la industria, y casualmente, desde el
sitio llamado entonces “La matica”,del mismo sector, partidarios del daño a la
industria, agredían verbalmente y amenazaban a los empleados y obreros que
asistían puntualmente a sus labores.

“Campo Obrero”
Lo que hoy se conoce como Urbanización “Canaima”, fue el
originalmente denominado “Campo Obrero”, en el marco del proceso de
estratificación diseñado por The Consolidated of Petroleum Company, para
diferenciar a los estamentos humanos establecidos en su área de operaciones
en el actual municipio Ezequiel Zamora.
Aunque menos confortables que las de “Campo Americano” y “Campo
Mensual”, a las viviendas de “Campo Obrero” se les dotó de agua, energía
eléctrica y gas directo, entre otros servicios, a tiempo que sus calles fueron
trazadas y construidas de forma tal que desde una avioneta o de un
helicóptero, hicieran perceptibles las letras “C de P”, es decir, las siglas de la
petrolera estadounidense.
Se dotó al área residencial obrera, asimismo, entre otras instalaciones,
de un club social denominado “Leoncio Martínez”, en memoria del periodista,
caricaturista y humorista venezolano del mismo nombre, quien por oponerse a
la tiranía del general Juan Vicente Gómez y a las tendencias fascistas que
surgieron en el hoy partido socialcristiano Copei tras la muerte del dictador,
sufrió cárceles, torturas y palizas, por lo que se convirtió en símbolo de
resistencia cívica ante los regímenes de fuerza y contra las ideas
ultraderechistas.
La ampliación de determinadas viviendas y el crecimiento de los árboles
plantados a lo largo de las calles de “Campo Obrero”, fueron haciendo, con el
correr de los años, cada día menos perceptibles, desde el aire, las siglas de la
transnacional petrolera.
“Campo de solteros”
El “Campo de solteros”, localizado en las adyacencias del actual
Comando de la Guardia Nacional Bolivariana, no pasó de ser una hilera de
barracas que por su aspecto desagradable y debido a su evidente insalubridad,
no tardó en ser abandonado y destruido, y que como su nombre lo indica, solía
ser ocupado por hombres sin pareja que se veían obligados a pernoctar en el
poblado.
El “Campo de solteros” no estuvo vinculado a la política habitacional de
la petrolera norteamericana, y la información que de él se tiene, es que surgió
por iniciativa de comerciantes inescrupulosos interesados en sacarle provecho
económico a la construcción de tugurios en la hoy capital del municipio
Ezequiel Zamora.
En la misma área estuvo enclavado el Comedor obrero de la
transnacional petrolera, específicamente en el sitio que actualmente ocupa la
Escuela de Formación de Guardias Nacionales “Coronel Leonardo Infante”, y
al frente de ésta, la Escuela “Miguel José Sanz”, creada por la empresa para
atender la demanda estudiantil de “Campo Mensual” y “Campo Obrero”,
valga decir, de sus obreros y empleados.
Pueblo Libre o “Campo Libre”.
En su fase inicial, mi casco histórico fue conocido con esas dos
denominaciones, y para decirlo con una frase del famoso cantautor venezolano
Simón Díaz, dicho sector si tiene fecha en el calendario, pues se empezó a
formar a partir del 18 de octubre de 1945, tras conocerse el derrocamiento del
gobierno presidido por el general Isaías Medina Angarita.
¿Por qué “Campo Libre” o “Pueblo Libre”?
Porque fue el único sitio de la actual Punta de Mata ocupado individual
y masivamente sin la oposición de la transnacional petrolera y sin la represión
de la Guardia Nacional, para la época, como dejamos asentado en anterior
segmento, celosa cancerbera de los intereses tanto de la empresa, como de los
latifundistas que se atribuían la propiedad de las tierras.
¿A qué se debió ese cambio de procedimientos?
A qué el grupo cívico-militar que asumió el poder, adoptó la flamante
denominación de “Junta Revolucionaria de Gobierno”, lo que hizo pensar a la
petrolera norteamericana y a los latifundistas, que estaban en presencia de un
régimen similar al de la Rusia soviética de la época de Lenin y al de México
del tiempo del general Lázaro Cárdenas, que habían puesto en marcha
procesos de reforma agraria dirigidos a poner en manos de las masas
campesinos, las tierras ociosas y labrantías.
En otras palabras, el término “revolución”, asustó e hizo permisibles,
en materia de ocupación del espacio, tanto a la petrolera norteamericana,
como a las sucesiones Bermúdez y Tucker, que optaron por “dejar hacer,
dejar pasar”, y entretando, observar el curso de los acontecimientos.
El 24 de noviembre de 1948, es decir, cuando “Campo Libre” o
“Pueblo Libre” apenas contaba tres años, un nuevo golpe de Estado puso
término al gobierno del ilustre novelista venezolano Don Rómulo Gallegos,
sucesor constitucional de la llamada “Junta Revolucionaria de Gobierno”;
oportunidad que petrolera y latifundistas creyeron propicia para recuperar el
espacio, pero ya el poblado estaba consolidado, por lo que no les quedó otra
opción que aceptar el hecho consumado.
¿Cómo y con quiénes se forma “Pueblo Libre” o “Campo Libre”?
El actual casco histórico de Punta de Mata no era otra cosa, para
inicios de la década del 40 del siglo pasado, que un espacio de sabana poblado
de chaparros, chaparrillos, mastrantos, carutos, mantecos y otros arbustos
propios del medio, en el que abundaba la paja peluda, como principal medio
de sustentación, junto a escasas leguminosas autóctonas, de las pocas reses
que pastaban en el sector, en tiempos cuando la figura del alambre de púas,
estaba lejos de separar las propiedades de los productores del campo.
Como quiera que por el sitio pasaba la única carretera de tierra
construida por The Consolidated of Company para comunicarse con sus
centros operacionales en el hoy municipio Ezequiel Zamora, a manos
anónimas se les ocurrió levantar un pequeño rancho, en el que apenas cabían
tres o cuatro personas, para protegerse de la lluvia y del sol, mientras
esperaban una “cola” de los transportistas que a través de mi actual Avenida
Bolívar, cubrían diariamente la ruta Muri-Musipán-Morón-Santa Bárbara de
Tapirín, y viceversa.
Ese ranchito estuvo localizado donde actualmente está enclavado el
edificio construido por el italiano Gabriel Pire, fallecido en años recientes, y
junto con la sede de la Logia Masónica, pasaron a la historia de Punta de Mata
entre las primeras estructuras físicas de “Pueblo Libre” o “Campo Libre”,
Igual hay que decir del inmueble que ocupa la Farmacia “Santa Rosa”,
regentada en sus orígenes por Don Ángel Sigurani, quien tuvo el mérito de
formar parte del primer grupo de militantes del Partido Comunista de
Venezuela asentado en la hoy capital del municipio Ezequiel Zamora.
Con respecto a la pregunta ¿con quiénes se formó “Pueblo Libre” o
“Campo Libre”?, la respuesta envuelve a grupos humanos de distintas
procedencias, con preeminencia de migrantes de los estados Nueva Esparta y
Sucre. Hablamos de personas, en su mayoría guiadas por el interés de sacarle
el mayor provecho al centavo de dólar petrolero, por lo que se dedicaron a la
venta, al aire libre y en improvisados locales precariamente techados, de
carnes de ganado vacuno y de cerdos; pollos vivos y por piezas; hortalizas y
tubérculos; bollos y arepas de maíz; chicha y jugos naturales; refrescos y
raspado de hielo; frituras de las más diversas especies; pescado frito y
chorizos; productos enlatados, etc., etc., para satisfacer necesidades
alimentarias de un estamento humano poco exigente en materia de confort y
de salubridad.
Se establecieron en el sector, al mismo tiempo, comerciantes en
viveres, carpinteros, albañiles, zapateros remendones y ebanistas, entre otros
oficios, hasta configurar una especie de “bazar de opulencia petrolera”, como
llamara a El Tejero de la época, el poeta monaguense J. M. Villarroel París,
con epicentro fundamental en el ámbito que actualmente ocupa el expendio de
gasolina del centro de la población. Se calcula en no menos de dos mil, el
número de personas que todas las mañanas se congregaba en el área, ya como
suministradores de bienes y servicios, bien como consumidores.
Le corresponde a una dinámica mujer conocida como “la “Chúa”
Pérez, esposa del guardabosque Santos Barrios, el mérito de pionera en Punta
de Mata en la rama de preparación de comidas para ser servidas tanto en
mesas, como para llevar (vianderas), en tiempos cuando no se conocía la
figura del restaurante y mucho menos la del hotel.
No les resultaba fácil a mis originarios expendedores de tubérculos,
legumbres y hortalizas, satisfacer la creciente demanda, dada la escasa
producción interna, por lo que se veían obligados a recurrir a agricultores
asentados en las riberas de los ríos Amana (Musipán, Morón, San José, El
Carito), por el sur, y Guarapiche (conuqueros y hacendados del entonces
Distrito Cedeño), por el norte.
Menos dificultades hallaron mis pioneros en el comercio para
atender la demanda de carnes rojas y blancas, por cuanto en el área abundaba
el ganado vacuno y porcino, igual que la gallina, el pavo, el pato, etc.,
renglones alimentarios a los que no tardarían en sumarse las carnes y los
pescados enlatados expendidos por los comisariatos de las petroleras.
Como es inevitable en toda movilización masiva, a esa migración
no escapó el tahur, el embaucador de oficio a la caza del más ingenuo para
estafarlo, ni las prostitutas que luego pasarían a formar parte de la oferta de
“servicios” de los llamados “bares” que con el correr de los años, se fueron
multiplicando y extiendiendo hacia la parte norte del joven poblado, con
características de problema social y de salud pública.
De forma tal, pues, que “Campo Libre” o “Pueblo Libre” se
formó con gente de todas partes y de ninguna parte, en este último caso, por
ajena a la cultura del arraigo, buena parte de la cual, frente a las primeras
dificultades, imitó a los “capitales golondrina” que en el caso específico de
Punta de Mata, buscaron nuevos rumbos cuando ya en manos no de The
Consolidated of Petroleum Company, sino de su sucesora, la Sinclair Oil
Refening Company, la producción de petróleo cayó a su mínima expresión en
el área.
De esa composición originaria, ineludiblemente heredé dos
situaciones que en mi ya no tan corto devenir, han influido negativamente
sobre mi proceso de desarrollo económico. Se trata, en primer lugar, de mi
dependencia del petróleo, ya que entonces nada producía; todo me venía de
afuera, y en segundo término, el escaso sentido de pertenencia asimilado por
individualidades y familias que ante los primeros contratiempos, me
abandonaron.
Debo reconocer, sin embargo, que de esa masa heterogénea
proveniente de todas partes y de ninguna parte que entonces me habitó,
surgieron familias e individualides que pese a los tropiezos económicos, se
quedaron para siempre, como sembradas sobre esta parte de la Tierra de
Gracia, para configurar, generaciones tras generaciones, al punteamatense
auténtico.
“Campo del Medio”
Por “Campo del Medio” se conoció el espacio que actualmente ocupa el
Liceo “José Gregorio Monagas”, el cual, aunque protegido entonces por una
simple cerca de alambre de púas, siempre fue respetado como oficina y
depósito de maquinarias del ingeniero italiano Ángelo de Marta, diseñador y
constructor de los campos residenciales de The Consolidated of Petroleum
Comapany en Punta de Mata. .
Precisamente en “Campo del Medio”, tuve mi primer estadio de beisbol,
con peloteros formados en una “caimanera” de “Campo Obrero” con asiento
específico en el espacio que actualmente ocupa parte de la urbanización
“Martín Márquez Añez”, quienes luego se integraron a los equipos
“Consolidada BBC”, “Sorco BBC”, “Aguardiente Santa Bárbara”,
“Transporte Marcano” y “Cachorros”, de los cuales surgieron peloteros de la
talla de Pedro Gómez, Emilio Cueche, Agapito Moya, Antonio Villarroel,
Oscar Machín, Jesús Pérez, Ángel Pereda, Cuto Mata, Héctor Rodríguez, José
Lanz, José y Darío Natera; Rafael “Tabaquito” Vásquez, Agustín Martínez,
Lorenzo Marcano, Tito Alfonzo y Manuel Morandi, entre otros.
En ese tiempo tuve lo que bien puedo calificar de Mecenas del béisbol,
pues nunca escatimaron recursos económicos para impulsar este deporte en
Punta de Mata, empezando por Coil Gil, un norteamericano excepcional,
popularmente conocido como “Mister Gil”, creador del “Consolidada BBC”;
José “Cheito” Marcano (“Transporte Marcano”); Jesús Farías López
(“Aguardiente Santa Bárbara”); Antonio Hurtado (“Cachorros”); Luis
Francisco Aranguren, Celso Mirabal, Luis José Guzmán, Cirilo Agostini, Juan
Alvarez, Luis Espinoza y Manuel Palacios, entre otros.
En Leonel Collins, joven que lamentablemente perdió la vida, en plena
etapa creativa y productiva, en un accidente de tránsito ocurrido en las
inmediaciones de El Tejero, tuve a mi más destacado pedalista, triunfador en
competencias locales, regionales y nacionales. En su memoria, el Velódromo
de Maturín, la capital del estado Monagas, lleva su nombre.
Ya consolidado “Pueblo Libre” o “Campo Libre”, entre éste y “Campo
del Medio” fijó residencia Andrés Rocca, socio de Germán Briceño Salazar,
en el negocio de trnsporte de trabajadores petroleros; ambos nativos y
provenientes de Santa Bárbara de Tapirín, el primero murió trágicamente al
poco tiempo de su estada en la localidad.
Proceso educativo formal
Mi proceso educativo formal tuvo su punto de partida en “La Majagua”,
con la maestra Carmen Acevedo, ya nombrada, y prosiguió con la creación,
como dejé dicho, por parte de The Consolidated of Petroleum Company,
-exclusiva para su personal venezolano- de la Escuela “Miguel José Sánz”, en
el sitio que actualmente ocupa la Unidad Educativa “Doña Menca de Leoni”,
cuya dirección fue ejercida por el maestro Raúl Weky, quien posteriormente
fue sustituido en este cargo por el profesor Antonio “Toño” Febres Guevara.
Los niños y niñas provenientes de parejas estadounidenses, disponían de
escuela propia, en el “Campo Santa Bárbara” (luego “Americano”),
conforme a los programas didácticos de sus sitios de origen, con el agregado
de nociones de castellano.
En la nombrada escuela “Miguel José Sanz” cursaron estudios niños y
niñas que con el correr de los años, habrían de tener, en su condición de
profesionales universitarios, una destacada participación en distintas facetas
de la vida nacional, como son los casos, entre otros, de César Miguel Rondón,
escritor de telenovelas; Rosa (Rosita) Caldera, periodista; José Azócar
Aquilera, economista y político; Ramón Yánez, docente, periodista y político,
y Miguel Tineo, comerciante y columnista de medios impresos.
Cuando se consolidó “Campo Libre” o “Pueblo Libre”, en un sector de la
hoy Calle 5 de Julio del naciente poblado, funcionó una escuelita de primero a
segundo grados, a cargo de José Ángel Lamus, mejor conocido como “El
renco Lamus”, debido a un defecto físico que le impedía caminar
normalmente.
Poco tiempo después, la nombrada escuelita, a la que cada alumno tenía
que llevar su asiento, fue oficializada con el nombre de “Eloy Palacios”, el
más ilustre de los escultores monaguenses, y en ella entraron a prestar
servicios, entre otras, las maestras Trina de Fermín y Rosa de Golindano, bajo
la dirección de Cenaida de Abreu, con una matrícula que pasó de tercero a
sexto grados.
En 1952, cuando el entonces coronel Marcos Pérez Jiménez decidió
postularse como candidato a Presidente Constitucional de la República, a los
fines de “legalizar” el mando que en la práctica ejercía desde el
derrocamiento del gobierno de Don Rómulo Gallegos y del asesinato del
comandante Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de
Gobierno, Trina de Fermín, Rosa de Golindano, Valle Barboza y Carmen
Zamora, docentes de la “Eloy Palacios”, se negaron a afiliarse al Frente
Electoral Independiente (FEI), organización política formada por partidarios
de la dictadura, por lo que fueron destituidas de sus cargos.
La reacción de la comunidad educativa no se hizo esperar y se tradujo
en la negativa de los padres y representantes, a enviar a sus hijos e hijas a la
escuela, por lo que las autoridades educativas de la época, a fin de que el
conflicto quedara reducido a ese ámbito, se vieron obligadas a dejar sin efecto
la decisión.
Posteriormente, el profesor Antonio “Toño” Febres Guevara, abrió al
público el primer liceo privado de Punta de Mata, con dos secciones de primer
año, a cargo de Juan Vásquez, Graciosa Chersia y José Navarro, docentes de
la “Miguel José Sanz”, quienes percibían diez bolívares por hora de clases.
El liceo fundado por Febres Guevara funcionó en la casa de Nicanor
Lozada, y al año siguiente abrió dos nuevas secciones de primer año y dos de
segundo, pero cesó en sus funciones debido al anuncio de la creación de un
plantel oficial, a los fines de atender la creciente demanda estudiantil de la hoy
capital del municipio Ezequiel Zamora.
En la actualidad, Punta de Mata muestra significativos avances en el
campo educativo, como asiento de instituciones que van desde el preescolar,
hasta la docencia universitaria, pasando por el bachillerato y la educación
técnica media y superior, es decir, marca distancia con las escuelitas de su
pasado, todavía no remoto.
En el proceso educativo de Punta de Mata juega un papel de primer
orden Ramón Ledezma, quien en las últimas décadas del siglo pasado,
motorizó exitosamente un movimiento de opinión por la creación en la hoy
capital del municipio Ezequiel Zamora, de la actual sede de la Universidad
Nacional Abierta (UNA).
Ledezma, nativo de Caicara de Maturín, se inició como distribuidor
de la Cervecería del Zulia en el área, y luego de dedicarse a la ganadería de
doble propósito (leche y carne), creo y presidió la Asociación de Ganaderos de
la Zona Oeste del estado Monagas, y destaca hoy como exitoso comerciante
en la rama de materiales para la industria de la construcción.
Aunque luzca paradógico, avalado por su amplia hoja de servicios a
Punta de Mata, Ledezma se postuló, respaldado por el partido socialcristiano
Copei y sectores independientes, como candidato a alcalde del municipio
Ezequiel Zamora, pero el electorado favoreció al profesor Francisco “Paco”
Vietri, propuesto por Acción Democrática, un hombre prácticamente
desconocido en la localidad.
Proceso urbanístico
“Pueblo Libre” o “Campo Libre” se empezó a formar desordenadamente,
dado que en la competencia por apropiarse del predio más conveniente a sus
intereses, cada quien se creyó entonces con derecho a actuar con criterio
individualista, sin considerarse sujeto a ninguna ordenanza de desarrollo
urbanístico, por la sencilla razón que no la había; de allí la tendencia al
predominio, en el reparto del terreno, del que se consideraba el más fuerte.
Sin embargo, no contaron quienes así pensaban y actuaban en aquel
momento, con el fuerte carácter y la irreversible disposición del comisario del
naciente caserío, Ernesto Gíbori, de imponer orden en la ocupación del
espacio, de forma tal que además de la longitud apropiada, cada calle y cada
cuadra guardara la simetría aplicada por los fundadores de los pueblos de
misión y de doctrina en tiempos de la colonia española.
Provisto de estacas y de una cinta métrica, y acompañado por Luis José
Guzmán, a la sazón enfermero del hospital “Santa Bárbara”, Gibori se ocupó
pacientemente de trazar las calles y cuadras del casco histórico de la naciente
población, no sin antes vencer la resistencia, por vía de la persuasión y del
plan de machete, de quienes ya en posesión de determinados espacios, se
negaban a someterse al orden establecido.
La situación más tensa la enfrentó el comisario Gíbori, al llegar al
sector que actualmente ocupa mi plaza principal; terreno que ya había sido
ocupado o marcado por personas interesadas en establecerse en ese lugar, y
que se negaban a entender que el pueblo que estaba naciendo, tenía que
disponer de un espacio apropiado para la plaza, la jefatura civil y la iglesia.
La tesis de Gíbori terminó por imponerse sin mayores consecuencias
que lamentar, y fue así como el excelente funcionario, me facilitó la
posibilidad de erigir en ese sitio, aparte de la plaza, mi primera iglesia, en este
caso gracias a los esfuerzos de un grupo de noespartanos encabezado por el
doctor Ángel López Rondón, quien donó al templo la imagen de la Virgen del
Valle y gestionó la visita a la población, a los fines de bendecir la estampa, del
Obispo de la Diócesis de Ciudad Bolívar, Monseñor Bernal.
Eso ocurrió en ocasión de celebrarse mis primeras fiestas patronales,
en cuyo mayor esplendor se empeñaron, además de López Rondón, el doctor
Manuel Palacios y su esposa Isabel; Hermágoras Hernández, Luis José
Guzmán, Jesús Fermín y José “Cheíto” Marcano, entre otros margariteños y
no margariteños devotos de la Vigen del Valle.
Posteriormente, Ramón Berti, el primero en constituir una línea de
transporte de pasajeros con destino a Maturín y viceversa, tuvo una
participación bastante activa y entusiasta en la organización de mis fiestas
patronales, en tiempos cuando los modestos gastos de la celebración, los
cubría la propia feligresía; todo lo contrario de hoy, cuando los asume la
Alcaldía del municipio, con la colaboración económica de PDVSA.
En resumen, debo reconocer –y de paso agradecer- que de no haber
sido por la enérgica actitud del comisario Ernesto Gíbori y la colaboración de
Luis José Guzmán, otra habría sido, en materia de desarrollo urbanístico, la
historia de mi casco histórico, parte del cual ha caído víctima de la mal
llamada “piqueta del progreso”, por lo general irrespetuosa del patrimonio
arquitectónico de los pueblos.
Gíbori se ausentó del poblado con destino desconocido, y Guzmán,
luego de establecer y explotar el primer expendio de gasolina de Punta de
Mata, se radicó en Maturín, donde se dedicó al expendio de repuestos para
vehículos y la actividad gremial, como fundador, junto a Eduardo Sánchez
Garantón y otros empresarios locales, de la Cámara de Comercio e Industria
del estado Monagas, hasta su fallecimiento en años recientes.
De forma tal, pues, que en materia de desarrollo urbanístico,
mucho debo a Ernesto Gíbori y a Luis José Guzmán, pues de no ser por sus
previsiones sobre la materia, mi crecimiento habría sido caótico, por lo que
sería justo que de alguna forma, se les reconozca y recuerde como
benefactores de la hoy capital del municipio Ezequiel Zamora.
Servicios públicos
En su fase inicial, “Pueblo Libre” o “Campo Libre”, careció de los
servicios públicos básicos, por lo que para proveerse de agua, sus habitantes se
veían obligados a adquirir el preciado líquido de camiones cisternas, por lo
general en condiciones insalubres; a abrir aljibes en los patios de las casas, o
recurrir a manantiales de las riberas del río Amana, donde con el paso de los
años se hizo famoso el conocido como “Los chorritos”, sin que faltaran
quienes subrepticiamente perforaran, en horas de la noche, la tubería a través
de la cual primero The Consolidated of Petroleum Company y luego la
Sinclair Oil Refening Company, transportaban agua, desde Muri, a sus campos
residenciales. En 1956, en la administración del gobernador José Domingo
Colmenares Vivas, en colaboración con la Oficina Interamericana de Salud,
fue perforado el segundo pozo de agua de mi acueducto propiamente dicho. El
primero, de escasa capacidad, no pasó de ser un precario sistema operado por
Juan Russo.
A falta de energía eléctrica, buenas resultaban entonces, para alumbrarse,
las lámparas de kerosén, de carburo y de gasolina, a tiempo que los más
pudientes económicamente, se servían de pequeñas plantas eléctricas de
fabricación inglesa, en su mayoría traídas de contrabando desde Trinidad, con
las cuales, aparte de satisfacer sus propias necesidades, alumbraban sectores
adycentes a sus casas y negocios. En vista de esta situación, cuando lejos
estaba de llegar Cadafe al poblado, Luis Bianchi, Juan Carvajal y Luis José
Guzmán, constituyeron una pequeña empresa de servicio eléctrico que
cobraba por bombilla y aparato de radio, pero ocurrió que gran parte de los
usuarios dejaban de declarar el número de unidades que en realidad utilizaban,
por lo que el negocio no les resultó rentable a sus promotores.
Demás está decir, en materias de servicios públicos, que el poblado
nacido al calor de los mechurrios de la industria petrolera, tuvo que esperar
largo tiempo para conocer la cloaca, e igual hay que decir de calles asfaltadas
y aseo urbano y domiciliario.
Proceso de transculturación
La circunstancia que en aquella época en la hoy capital del municipio
Ezequiel Zamora coincidieron individualidades y familias provenientes de
distintas localidades del país y del exterior, dio a origen a un proceso de
transculturación que se proyectó en el tiempo y en el espacio, hasta nuestros
días. Del norteamericano, el lugareño aprendió la técnica de la perforación,
extracción, manejo y transporte del petróleo, y al mismo tiempo, a jugar el
béisbol, en tanto que el estadounidense conoció las propiedades nutritivas de
la arepa, del casabe y de otros rubros alimentarios criollos.
A través de sus llamados Comísariatos, la petrolera norteamericana
introdujo al mercado local una serie de productos embutidos -envasados y no
envasados- que trastocaron y contribuyeron a cambiar los patrones de cosumo
tradicionales en el medio, a tiempo que por otro lado, sus técnicos y
empleados avivaron la tendencia del venezolano a la imitación, al consumir en
su presencia cigarrillos importados que como el Chesterfield, el Camel y
Lucky Stray, le expidieron carta de despido al Capitalio, al Casino y al
Bandera Roja, de fabricación nacional. Igual ocurrió con los rones criollos,
que en aquella época de bonanza se vieron desplazados por el whisky escocés
y el canadiense, pero no sin antes el primero conquistar la preferencia de no
pocos estadounidenses.
En el mismo orden de ideas, el migrante de Nueva Esparta, Sucre, Zulia
y Barinas, por ejemplo, trajo a la actual Punta de Mata su cultura alimentaria,
pero al mismo tiempo, aprehendio la de otras entidades del país, con lo que se
hizo común en el medio, la destreza en la preparación de diversos platos a
base de carnes rojas y blancas, entre los que destacan el hervido de res con
abundante verdura; el sancocho de pescado a la usanza del que populariza el
famoso cantautor Gualberto Ibarreto; el “cuajao” de pescado, de baba o de
morrocoy; la arepa con chincharrón; el acure matado con piedra (ají picante
ligado con sal); la cachapa y el bollo de maíz tierno; la bola de plátano; el
paloapique (liga de arroz con frijoles); la parrilla criolla; la fogata maracucha;
el cruzado de gallina con pescado; el pebre de conejo, el asado negro, el
sancocho de mondongo con plátano maduro y chaco (batata), y el pabellón
con baranda, entre muchos otros.
Al proceso de transculturación no escapan expresiones musicales
grupales e individuales, y es así como en determinadas épocas del año, a las
tradicionales parrandas de aguinalderos se suman en la hoy capital del
municipio Ezequiel Zamora, manifestaciones culturales como “El Carite”,
“La Lancha Nueva Esparta”, “El Pájaro Guarandol”, “El Sebucan”, “El
Toro” y “Los locos”, entre otras, algunas de las cuales, independientemente
de su origen, son asumidas como propias por la comunidad.
Echa raíces y se expande en la Punta de Mata de entonces, de igual
forma, la canta popular, con expresiones como el joropo, el polo coriano, el
polo margariteño, el bolero, la guaracha, el tango, el pasodoble, el galerón
oriental (con su expresión más conocida: el Velorio de Cruz de Mayo), para lo
cual se hace uso del acordeón, la sinfonía, el cuatro, el violin, el furruco, el
tambor, la guitarra, el bandolín y las maracas.
El proceso, como dejamos dicho, se proyecta en el tiempo, y se
profundiza, con la emigración europea que aumenta a partir de la dictadura del
general Marcos Pérez Jiménez, y explica la asimilación, por parte de los
lugareños, de expresiones culturales de origen italiano, portugués y español.
De los primeros, aprendimos a consumir las llamadas “pastas alimenticias”,
con el macarrón como abanderado; de los segundos, el pan de trigo, y de los
terceros, la paella, entre otros productos y platos exógenos, cuyo creciente
consumo terminó por crear una dependencia cada día más acentuada en todo
el país.
En la prosecución del carácter racista de la política inmigratoria de la
Venezuela rural (Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras), la de la
dictadura perezjimenista excluía a los negros, a los indios y a los amarillos,
por considerar que no contribuían a mejorar la raza; de allí que en la fase
inicial de Punta de Mata, la comunidad china era bastante reducida, y se
dedicaba, fundamentalmente, a oficios como cocinar, lavar y aplanchar ropa
Lo que nadie llegó a pensar, en aquel tiempo, fue que con el correr de
los años, además de multiplicarse, la colonia china de Punta de Mata pasaría e
ejercer la hegemonía en la rama de abastos, supermercados, restaurantes,
jugueterías, etc., etc., con tendencia a dominar todo el espectro comercial en la
capital del municipio Ezequiel Zamora.
En el proceso de transculturación puntemantense que se inicia a
comienzos de la década del 40 del siglo pasado, hay también un ingrediente
árabe, con preeminencia de libaneses y sirios, inicialmente incorporado por
Nadim Farah, Antonio Saurani, José Nafah y Andrés Liche, de los primeros en
asentarse, en calidad de comerciantes dedicados a distintas ramas de la
actividad, en la hoy capital del municipio Ezequiel Zamora.
Luchas sindicales
Las luchas sindicales petroleras que repuntan en el oriente del país en la
década del 40 del siglo pasado, aunque con epicentro en El Tigre, estado
Anzoátegui, se manifiestan en El Tejero y Punta de Mata, motorizadas por un
movimiento bajo control, de un lado, de los comunistas, entonces -divididos
en “rojos” y “negros”-, y del otro, de los adecos; de allí que en el lenguaje
cotidiano, en esa época se hablara de “sindicatos rojos”, “sindicatos negros”
y “sindicatos blancos”, es decir, de un movimiento sindical petrolero
parcelado, a la medida de los intereses de las transnacionales del crudo.
Del primer sindicato petrolero constituido en Punta de Mata surgieron
líderes de la talla de Policarpo Correa, Nazario Salazar, César Guerra,
Guillermo Farrera, Antonio Vívenes y Carlos Moreno, quienes tras el ascenso
al poder del partido Acción Democrática, en octubre de 1945, fueron
desplazados por Luis Aguilera, Juan Bautista Ferrer, Antonio José Malavé,
Juan Cortez, Miguel Natera, Alfredo López, Benito Pereda, Mentol Hidalgo,
Leocadio Rivera, Enrique Tineo y Jesús Aguilera.
En la obra Apuntaciones para la historia de Punta de Mata, obra de
Beltrán Trujillo Centeno, este autor hace un recuento de la evolución e
involución del movimiento sindical petrolero en Punta de Mata, hasta el
derrocamiento de la dictadura perezjimenista, el 23 de enero de 1958. Cabe sin
embargo, hacer un paréntesis para hablar someramente de un aspecto no
enfocado en el libro:
Se trata del rol que jugaron Punta de Mata y El Tejero, en la huelga
petrolera de 1950, motorizada fundamentalmente por los comunistas, y en
marco de la cual dirigentes obreros de ambas localidades, burlaron las
medidas de control y la persecución que sobre ellos ejercía la Seguridad
Nacional y asistieron, en Caripito, a una reunión presidida por Jesús Faría,
factor esencial del conflicto, en la cual se acordó prolongar la huelga, hasta
sus últimas consecuencias.
Tiempos de represión política
Punta de Mata no escapó a la represión policial que a partir de la huelga
petrolera de 1950, acentuó la Seguridad Nacional en todo el país, a cuyo
efecto, la policía política del régimen dictatorial abrió una sede en la hoy
capital del municipio Ezequiel Zamora, específicamente en la casa de esquina
que actualmente ocupa el partido socialcristiano Copei, diagonal a mi plaza
principal y al frente del actual edificio de la Alcaldía.
Aunque la Seguridad Nacional puso su acento represivo, en esa época,
en eliminar supuestas células conspirativas adecas activas en Caicara de
Maturín, donde llevó a cabo allanamientos de hogares sin orden judicial;
detenciones ilegales; ocupación y destrucción de predios agrícolas; torturas y
asesinatos, en el caso concretó de Punta de Mata, cobró la vida del dirigente
sindical Leocadio Rivera, popularmante conocido como “Cayito”.
Luego de dársele por desaparecido, el cadáver descompuesto de
“Cayito” Rivera apareció enterrado a flor de tierra, con evidentes signos de
torturas, en las inmediaciones del vecino caserío “El Potrero”. En su
memoria, una de mis calles, lleva el nombre del extinto dirigente sindical
petrolero.
La policía política del régimen perezjimenista se ensañó entonces
contra el educador y periodista Ramón Yánez, nativo de Aguasay, -en ese
tiempo domiciliado en un sector de “La Majagua”- a quien detuvo
ilegalmente; sometió a bárbaras torturas; condenó a largas pasantías por las
cárceles de Maturín y Ciudad Bolívar, y finalmente expulsó del país.
Tras un largo exilio en Chile, cuando se derrumbó la dictadura
perezjimenista, Yánez regresó al país, se reintegró a su profesión, desempeñó
la Secretaría General del Partido Comunista de Venezuela, Seccional
Monagas, y en la actualidad es director-propietario del diario Provincia, de
Cumaná,
La actuación de la Seguridad Nacional en Punta de Mata, que la
política política perezjimenista hizo extensiva a los enclaves urbanos y rurales
vecinos, causó tanto pánico en la población, que solo por necesidad, sus
habitantes se atrevían a circular por las calles adyacentes a la sede policial, a
lo que habría que sumar el temor a miembros del cuerpo de seguridad del
Estado como Tortoza, Jaspe y un sujeto conocido como “El cabezón”, a
quienes se atribuía la práctica morbosa de la tortura.
Cuando cayó la dictadura perezjimenista, quedó en evidencia el
colaboracionismo de la Sinclair Oil Refening Company con la Seguridad
Nacional, en el sentido de la transnacional petrolera suministrarle al cuerpo de
seguridad del Estado, la identidad de empleados y trabajadores de supuesta
militancia o simpatía con comunistas y adecos; circunstancia por la cual el
entonces Jefe de Relaciones Industriales de la empresa, Ernesto Hércules, tuvo
que salir del “Campo Americano”, donde no obstante su nacionalidad
venezolana se le había habilitado una suntuosa residencia, escoltado por
miembros de la Guardia Nacional, por temor a la ira popular.
Se hizo público entonces que jefes de la policía política del régimen
dictatorial de la jerarquía de Pedro Estrada y de Miguel Silvio Sanz, solían
reunirse y pernoctar en la residencia asignada a Hércules, a los fines de
planificar actividades represivas tanto en Monagas como en el resto del
oriente del país.
Rol de la Sinclair Oil Refening Company
Como dejamos dicho en anterior segmento, The Consolidated of
Petroleum Company, pionera, junto con la Standard Oil Venezuela, del
“Campo Santa Bárbara”, una vez consolidada Punta de Mata, abrió paso a la
Sinclair Oil Refening Company, también de origen estadounidense, la cual
operó en el área hasta el 28 de noviembre de 1996.
En 1946, ya en manos de la Sinclair Oil Refening Company, el “Campo
Santa Bárbara” alcanzó una producción de 12.1 millones de barriles de
petróleo, equivalentes al 18.6% del total del estado Monagas, pero para 1978,
ese nivel descendió a apenas 696.551 barriles de crudo, lo que marcó el
comienzo del fin de las actividades de la empresa en el área.
La Sinclair Oil Refening Company franqueo el camino a la empresa
Mito Juan, la cual no tardó en hacer honor a su nombre, es decir, a su
significación quimérica, y lo mismo hay que decir de Vistaven, MGO y
Meneven, que tampoco tuvieron éxito en sus operaciones en el antiguo
“Campo Santa Bárbara”,
La indetenible caída de la producción petrolera, combinada con la
creciente disminución de la nómina de la Sinclair Oil Refening Companay,
trajo consecuencias económicas y sociales graves para Punta de Mata, por
cuanto generó la migración de cientos de familias, y por lógica, la progresiva
debacle de su economía, dependiente del petróleo.
En una semejanza de las imágenes que refleja el escritor Miguel Otero
Silva en su novela Casas muertas, en Punta de Mata decenas de viviendas
fueron quedando solas, ante la dificultad de sus propietarios para venderlas, o
alquilarlas. Es más, con el paso de los años, no pocas de ellas, tras largo
tiempo de abandono, se derrumbaron.
Como caso emblemático de lo anteriormente señalado, cabe destacar el
del antiguo “Campo Obrero”, donde sin exageración alguna, hasta años
relativamente recientes, unidades habitacionales en venta, fueron ofertadas al
mejor postor hasta a cinco mil bolívares, por lo que quienes las adquirieron,
hicieron un jugoso negocio, pues las casas no tardarían en revalorizarse.
Lo que no quedó claro fue hasta dónde la Sinclair Oil Refening
Company, se hizo partícipe de la maniobra táctica urdida por las
transnacionales del crudo para hacerle creer a los venezolanos y a las
venezolanas, que las reservas de crudo del país, se habían agotado, o sea, que
Venezuela había entrado en la etapa post-petrolera.
Hablo de maniobra táctica, porque si de algo estaban seguras las
transnacionales del petróleo, no por cálculos empíricos, sino en virtud de
profundos estudios geológicos de la cuenca, era de la existencia en el subsuelo
del antiguo “Campo Santa Bárbara”, de enormes yacimientos tanto de crudo,
como de gas, por lo que se trazaron la estrategia de hacer creer lo contrario y
de esperar mejores tiempos para explotar esas reservas.
El “milagro agrícola”
El cuento según el cual el petróleo se había agotado, a la par de azuzar
la migración, creó desencanto y desconcierto en amplios sectores de la
población, pero aun así, como de la Caja de Pandora de la mitología griega,
surgió la esperanza en el llamado “milagro agrícola”, que ya se comenzaba a
materializar en los suelos de sabana de Monagas en amplios sembradíos de
maní, sorgo, maíz y girasol, entre otros cereales y oleaginosas.
¿Qué había sucedido en realidad?
Simplemente, que los suelos de sabana, hasta entonces considerados
estériles, resultaban tan productivos como los de vega, cuando se les mecaniza
racionalmente y se les aplica fertilizantes químicos.
Pues bien, el municipio Ezequiel Zamora no tardó en incorporarse a
ese proceso productivo, con respuestas positivas, pero como había sucedido en
otros estados del país, no todos sus agricultores se mostraron ajenos a las
fallas y errores que condujeron al fracaso al llamado “milagro agrícola”, y
acerca de las cuales mucho se ha dicho y escrito, por lo que no viene al caso
repetirlo.
Lo cierto que como había sucedido con el primer boom petrolero, de la
noche a la mañana el agrícola se derrumbó con menos estrépito que el
primero, pero con igual desencanto y mayor desconcierto colectivo, por lo que
la migración, lejos de detenerse, se acentuó a todo lo ancho y largo del
municipio Ezequiel Zamora, con resultados catastróficos para mi economía.
Empero, como había ocuirido en otras localidades del estado y del
país, no todo, en materia de ensayos agrícolas, resultó negativo, pues de las
tierras científica y técnicamente tratadas, surgieron pequeñas y medianas
fincas pecuarias que aunque con el correr de los años han venido pasando de
unas manos a otras, se han mantenido y han sido notablemente mejoradas.
Mucho debo, con relación a mi incipiente desarrollo pecuario, a
hombres y mujeres que tras el derrumbe del primer boom petrolero, tendieron
la vista, como alternativa de estabilidad económica, hacia el campo, entre ellos
a Ramón Ledezma y a Luis Febres Guevara, promotores de la Asociación de
Ganaderos y de la Asociación de Pequeños y Medianos Productores de Leche
de la Zona Oeste del estado Monagas, respectivamente.
Poco es lo que tengo que contar en materia de agricultura vegetal, ya
que como dejé dicho, esta actividad, en forma rudimentaria y circunscrita a
mis antiguos caseríos de las riberas del rìo Amana, nunca fue más allá de
faenas de sustentación familiar, con escasos y excepcionales remanentes que
los agricultores solían traer a un mercado improvisado en el sector que hoy
ocupa el expendio de gasolina de mi área central. De reciente data es el
esfuerzo productivo materializado en las tierras de “El Pescado”.
A Ledezma, ya hice referencia, y en cuanto a Febres, debo decir que
éste, de tradición ganadera, nació en el vecino Areo, municipio Cedeño,
ingresó a la Creole Petroleum Corporation, en Jusepín, y luego a la Sinclair
Oil Refening Company, en la que ocupó el cargo de Jefe de Relaciones
Industriales, hasta su jubilación.
El rol de Corpoven, S.A.
Corpoven, S, A., filial de PDVSA, juega un papel de primer orden en el
proceso de reactivación de la industria petrolera en mi área de influencia, con
la cual, como el Ave Fenix de la leyenda egipcia, logré resurgir de mis cenizas,
habría que preguntar por cuánto tiempo, si continuo dependiendo
económicamente, como desde mi nacimiento, de dicha actividad.
Corpoven, S. A., para la época con su centro de operaciones en Anaco,
no solo reactiva con sus exitosas actividades la economía del estado Monagas,
sino que desmiente la tesis según la cual en el antiguo “Campo Santa
Bárbara”, se había agotado el petróleo, es decir, dejó al descubierto la
maniobra táctica urdida por las transnacionales del crudo para reservarse, a
futuro, el “lomito” de la industria en el área.
La avanzada técnica que desde Anaco, estado Anzoátegui, emprendió la
reactivación de la industria petrolera en mi área de influencia, estuvo
encabezada por los ingenieros Valenzio Cataldo y Abelardo Milano, quienes
establecieron su centro de operaciones en las oficinas que hasta años recientes,
habían ocupado la Sinclair Oil Refening Company y sus eventuales sucesoras
en Punta de Mata, lo que obligó a la filial de PDVSA, a remodelarlas y a
ampliarlas.
Al mismo tiempo, Corpoven S.A. procedió a recuperar y a
reacondicionar las casas del antiguo “Campo Santa Bárbara” –también
llamado “Campo Rojo” y “Los Pinos”- para su personal técnico, excepto las
viviendas que en virtud de un juicio instaurado años antes contra la
transnacional petrolera por Baltazar Camero, César Quijada y Luis Febres
Guevara, les fueron judicialmente asignadas como propias a estos tres ex
trabajadores de la industria, por concepto de prestaciones sociales.
Las exitosas operaciones de la filial de PDVSA en el área; actividades
que incluso dieron origen al descubrimiento de los grandes yacimientos de
petróleo de El Furrial, los cuales reinscribieron a Venezuela en el mapa
petrolero del mundo, obligaron a la empresa a aumentar su personal, pero con
la particularidad que por falta de viviendas adecuadas, de instituciones
educativas y de áreas de recreación en mi área de influencia, para uso de
técnicos y empleados de la industria y sus familiares, gran parte de éstos
convirtieron a Maturín, Anaco y San Tomé, en “ciudades dormitorio”, a la
usanza de las que rodean a la capital de la República, con repercusiones
negativas para mi débil economía, ya que al terminar su faena cotidiana, ese
personal abandonaba Punta de Mata, situación que en buena medida, aún se
mantiene.
Desarrollo institucional
En sintonía con mi crecimiento poblacional, el Estado venezolano me
ha venido dotando de instituciones públicas acordes con mi condición de
capital de municipio y de segunda ciudad del estado Monagas, entre las que
cabe destacar: Alcaldía Municipal; Concejo Municipal: Registro Público;
Contraloría Municipal; Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS);
Servicio Nacional de Administración Aduanera y Tributoria (Seniat);
Comandancia de Policía; Comando de la Guardia Nacional Bolivariana;
Escuela de Guardias Nacionales “Coronel Leonardo Infante”: Banco de
Venezuela, Banco Bicentenario; Notaría Pública; Universidad Nacional
Abierta (UNA); Instituto para la Previsión Social del Magisterio (IPASME), e
Instituto Tecnológico Universitario “Ludovico Silva”, entre otras.
La joven capital del municipio Ezequiel Zamora es asiento,
igualmente, de otras instituciones públicas y privadas, entre las que resaltan
las gerencias de petróleo y gas de PDVSA; banca privada; unidades
educativas; dependencias de salud; instalaciones deportivas y recreativas, etc.
A lo anteriormente señalado, Punta de Mata añade una actividad
comercial dinámica, que absorbe parte substancial de la demanda de bienes y
servicios de la Zona Oeste del estado Monagas, lo que revela que desde la
década del 40 del siglo pasado, la pequeña ciudad asiste a un proceso
evolutivo que con altibajos, la coloca como punto de referencia en las
estadísticas de crecimiento de la Región Nor-Oriental del país.
En otras palabras, la capital del municipio Ezequiel Zamora cada día
deja más atrás y hace menos perceptible la señal; digamos, el punto de partida
de su desarrollo institucional, como fue la modesta Comisaría General desde
la cual su titular para la época, Ernesto Gíbori, impuso en el vecindario, por
primera vez en su historia, el principio de autoridad que evitó el caos
urbanístico a que hice referencia en anterior segmento.
Pionero del referéndum
El municipio Ezequiel Zamora tuvo el mérito de destacar, en el ámbito
nacional, a principios del actual siglo, entre los pioneros del referéndum
revocatorio, figura establecida en el Artículo 72 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, según el cual “Todos los cargos y
magistraturas de elección popular son revocables, transcurrida la mitad del
período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria”.
En efecto, cumplidos los requisitos establecidos en la Carta Magna y
sometida a consulta popular, la gestión de mi primer alcalde, Miguel López
Martínez, resultó reprobada, por lo que el cargo pasó a ser ejercido,
provisionalmente, por María Mata Zerpa.
Convocado un nuevo proceso electoral, en los comicios para alcalde
participaron María Mata Zerpa, disidente de Acción Democrática; Ramón
Ledezma, postulado por el partido socialcristiano Copei; Enmanuel Rojas, del
Movimiento al Socialismo (MAS), José Vicente Pereira, propuesto por un
grupo de electores, y Francisco “Paco” Vietri, de Acción Democrática, quien
fue declarado ganador por el organismo rector del proceso.
Dado lo novedoso del revocatorio, medios informativos regionales y
nacionales colocaron a Punta de Mata en el vértice del acaecer noticioso de
ese tiempo; hecho que habría de repetirse meses después, cuando se sometió a
consulta popular, no ya la continuación o no en el cargo de un funcionario de
elección popular, sino la reubicación de un centro poblado situado en
jurisdicción del municipio.
Estamos hablando de Musipán, antiguo vecindario enclavado a orillas
del río Amana, para la época profunda y riesgosamente intervenido por la
actividad petrolera, pero aunque la mayoría de sus habitantes se pronunció a
favor de la mudanza, ésta nunca llegó a concretarse, y en definitiva, se optó
porque la filial de PDVSA (Corpoven,S.A.), consolidara el caserío, proceso
que se inició en el segundo trimestre de 1993.
Medios informativos
No obstante el crecimiento que me elevó a la jerarquía de segunda
ciudad del estado Monagas, nunca he sido vista por los inversionistas de la
rama, como campo propicio para el desarrollo de empresas editoriales, y
específicamente, de períodicos. El esfuerzo más relevante, en este sentido, lo
llevó a cabo, a comienzos de siglo, José Dominguez, con el semanario El
mensajero, de escasa circulación y corta vida; fenómeno que se explica a la
luz de una cultura que entre los activos y potenciales anunciantes, le asigna
poca o ninguna importancia a la publicidad impresa.
Digo a la publicidad impresa, porque no ocurre igual con medios
como la radio y la televisión, lo que explica que en el municipio Ezequiel
Zamora, y específicamente en Punta de Mata, operen en la actualidad distintas
empresas comerciales de esta rama, a las que hay que sumar emisoras de radio
comunitarias.
Palabras conclusivas
Lamentó defraudar a quienes buscaron en este si se quiere breve texto, mi
historia, y se hallaron, simplemente, con pequeños trozos, sin orden
cronólogico, de lo que ha sido posible recabar y conservar del proceso que se
inició a comienzos de la década del 40 del siglo pasado, con actores, como
dejé dicho, de “todas partes y de ningun parte”, por tratarse de personas sin
arraigo a un sitio determinado de la geografía nacional de la época, por lo que
no pocas, con las facilidades o dificultades con las que entonces llegaron, se
fueron, sin dejar huella.
Habló de gente que luego de abandonar sus lugares de origen para seguir,
no a un hombre a caballo, -como solía hacerlo aquella que preñada de
esperanza en una vida mejor, ensillaba el suyo para secundar a un caudillo-
sino al centavo de dólar petrolero que circulaba por el país, por lo que se
sentía desligada del sentido de pertenencia a un determinado sitio, pues el
suyo no era otro que aquel que le permitiera, transitoria o permanentemente,
alcanzar el objetivo que se trazó cuando dejó atrás la tierra ajena, la mísera
propiedad, e incluso la familia.
En Apuntaciones para la historia de Punta de Mata, el autor de este
texto deja constancia de la presencia en la hoy capital del municipio Ezequiel
Zamora, de hombres y mujeres que dieron origen al poblado, pero no se puede
hablar, con propiedad, de fundadores, por cuanto muchísimamente mayor fue
la cifra de personas anónimas que, por fuerza de las circunstancias,
emprendieron esa tarea.
La historiografíca tradicional suele resaltar, como sujeto fundamental de
la historia, a la personalidad, y no al pueblo, a la masa, y Punta de Mata, no
escapa a ese signo; de allí que hable de Héctor Chacín, como el primero en
construir una casa en “La Majagua”; de Ernesto Gíbori, como el comisario
ordenador de mi proceso de desarrollo urbano; de Ramón Ledezma y Luis
Febres, como promotores de asociaciones de producción pecuaria, entre otros,
sin ánimos de omitir o de minimizar el rol del colectivo, de la masa, sin la cual
esas personalidades, no habrían podido lograr su cometido.

El autor
Beltrán Trujillo Centeno es periodista, oriundo de Santa Bárbara de
Tapirín, y en su niñez, tuvo el privilegio de presenciar el nacimiento de Punta
de Mata, lo que le ha permido, con el carácter de testigo presencial de aquel
proceso, dar a la estampa las publicaciones Apuntaciones para la historia de
Punta de Mata y De Pueblo libre a Punta de Mata.

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