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Plumilla Educativa
La entrevista narrativa1
Peter Alheit2
Aclaración3 Consideración4
Resumen
Este artículo es un intento por hacer más accesible a los estudiantes la in-
formación científica sobre la “entrevista narrativa” (cf. Kallmeyer & Schütze,
1997; Schütze, 1978; Hermanns, 1981) y situar a los legos en la materia
en posición de poder emplear correctamente la entrevista narrativa como
instrumento de investigación social cualitativa. Necesitamos una simplifi-
cación, que es, no obstante, apropiada para la materia a tratar. El intento
me parece justificado, pues sé por experiencia que el encuentro con los
textos científicos disponibles a menudo plantea problemas de entendimiento
a los estudiantes.
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ra del “contar” diario. Si tenemos la opor- siguiente escena: “¿Qué quieres decir?”,
tunidad de contar algo a otras personas, sería la pregunta que haría al final el
si un círculo de oyentes o incluso uno solo oyente, que ha estado escuchando tanto
nos regala toda su atención, es porque tiempo. Se sentiría confuso, perplejo e
tenemos algo que contar. Firmamos una irritado. “¿Qué quieres decir? ¡Eso es lo
suerte de contrato y tenemos que cumplir que llevo haciendo cada día, cinco días
con nuestra pequeña parte para asegurar- a la semana durante años!”. “Lo siento,
nos de que el contrato se mantiene: entra pero no veo qué tiene eso que ver con-
en juego entonces “el reglamento para migo, ¿por qué me cuentas eso?”. Si el
contar una historia”. Deberíamos desta- narrador ahora hiciese un remate del tipo:
car, en este punto, que el contar diario “¿Sabías que hoy fue la vez número cinco
(el contar espontáneo) no es, de ningún mil?”, habría una justificación para su
modo, lo mismo que la forma literaria de narración, y el oyente podría reaccionar
narrar – la forma épica. No hay un “duro” de modo apropiado: “¡No me digas! ¡Cin-
criterio estético. Sin embargo, tenemos co mil, jaja! ¡Qué bueno!”. Pero sin ese
una noción clara de si una persona es remate, es algo sin sentido, irrelevante
buena narrando o no. Así que debe haber y embarazoso que el hablante repita su
algún criterio oculto. historia a una tercera persona: “Imagínate
La condición previa básica de toda que vino un tipo y me contó… ¡Vaya un
historia es que debe haber algo que valga loco!”. Pero no es la propia experiencia
la pena contar. Esto no es para nada un del día a día sobre la que el otro le ha ha-
aspecto tan trivial como puede parecer blado lo que le parecería una locura, sino
a primera vista, lo que podemos aclarar el hecho de hablar sobre la experiencia
mediante un ejemplo negativo: “Imagine del día a día”. (1975, 1ss).
tan sólo a alguien hablando a otra persona Dicho de modo más preciso: el na-
y contándole a esta sin más explicaciones rrador ficticio no ha contado nada, sólo
algo como esto: “Esta mañana a las seis ha informado. La narración de historias
y media el despertador sonó, me levanté requiere algo que hará que la persona a
y fui al baño; me lavé los dientes, me la que se le ha contado quiera, cuando
duché, me afeité, me peiné y me vestí. tenga la oportunidad, transmitir a su vez
Mientras desayunaba –mientras tanto mi el incidente inesperado. Lo que hace falta
mujer había hecho el café- leí el periódico, es un remate, una complicación. La na-
bueno, los titulares más que nada, es todo rración diaria también necesita remates.
un montón de basura, luego fui a coger el También sigue el patrón de “orientación,
tranvía que, como siempre, llegó tarde. Al complicación, solución” que se encuentra
final conseguí llegar a tiempo a la oficina, en la base de todo cuento y de todo chis-
donde mis compañeros estaban teniendo te (cf Labov & Waletzky, 1973). Sin esa
la típica charla mañanera sobre el tiempo tensión no podemos contar una historia.
y lo que vieron anoche en la tele y qué Y para ello tengo que seguir unas reglas
tenemos hoy, y entonces ya empezamos que sólo puedo abandonar bajo mi cuenta
[el hablante da varios detalles sobre su y riesgo.
trabajo diario], hasta mediodía. Fui al co- Una historia que se empieza tiene que
medor de empresa con el señor Meier –el tener un final (“la ley del cierre”). No se
papeo es siempre lo mismo, pero no está puede simplemente empezar a contar una
tan mal- y luego volvimos al trabajo hasta historia e interrumpirla de repente o, sin
las cuatro y media: ordenar el despacho, ningún comentario, cambiar las normas
lavarse las manos, etc.” Etc.” (Michel, sobre la presentación del argumento.
1975, 1). Eso sería bastante embarazoso. Cuando
Michel tuvo la brillante idea de añadir los niños pequeños – a imitación de los
a su historia inventada del día a día la adultos- hablan y hablan sin ir al grano,
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