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1. Introducción
Los bienes son aquellos objetos susceptibles de apropiación humana cuya clasificación tiene larga
data y que además resulta muy variada y compleja. En el presente trabajo nos enfocaremos en
una clasificación específica, esto es, la de los bienes inmuebles[1] y la de los bienes muebles[2]
conforme a nuestro Código Civil peruano de 1984.
Una pregunta que el lector podría formularse es (sobre todo aquellos estudiantes que recién van a
llevar su primer curso de derecho civil este semestre) ¿tiene trascendencia práctica alguna el que
un bien sea calificado de mueble o de inmueble? Naturalmente que sí, una primera diferencia, la
tendríamos en los casos la de transferencia de propiedad de un bien.
Para el caso de un bien mueble[3] bastará la traditio (entrega), en cambio cuando se trate de
bienes inmuebles[4], en principio, “la sola obligación de enajenar trasmitirá el bien”
(consentimiento) sin la necesidad de entregarlo. Es decir, aquella persona que decida adquirir un
bien inmueble obtendrá la propiedad de este sin la necesidad de tomar posesión del bien (no
obstante, eso no implica que posteriormente no vaya a tomar posesión del bien cuya propiedad ya
adquirió por medio, por ejemplo, de una compraventa). Esto último bajo la teoría del sistema
francés. Y para oponerla frente a terceros será necesaria su inscripción en los Registros Públicos.
Una tercera diferencia surgiría en materia de garantías, o sea en el caso de afectaciones de bienes
para asegurar el cumplimiento de obligaciones. Las garantías sobre bienes muebles están
reguladas en la ley de garantía mobiliaria[7] (antigua prenda) mientras que las garantías sobre
bienes inmuebles[8] están plasmadas en el Código Civil con el nombre de hipotecas.
Una cuarta aparecería cuando se quiera adquirir la propiedad un bien por el paso del tiempo, es
decir, a través de la prescripción adquisitiva de dominio. Para el caso de bienes muebles[9] se
deberán cumplir unos requisitos y para los inmuebles[10] otros.
2. Los bienes
Para un sector de la doctrina francesa, no hay palabra más frecuentemente usada en latín que la
palabra res. La res, es el objeto que existe en la naturaleza, objeto material y concreto pero que
puede ser también un derecho ideal y abstracto. La noción romana de res es más rica y muy
diferente de la cosa del derecho moderno. Hay cosas de las que el derecho solo se ocupa para
declararlas comunes a todos los individuos (el aire, la atmósfera), pero la mayor cantidad de las
cosas son útiles o deseadas, ellas tienen un “valor”, y como tales, ellas son calificadas de bona.
(Ourliac y De Malafosse, 1971, p. 13)
Según una doctrina italiana, cosa es cualquier entidad material o inmaterial, que sea jurídicamente
relevante, esto es, que sea tomada en consideración por la ley, en cuanto constituye o puede
constituir objeto de relaciones jurídicas. Cosa es la referencia objetiva del derecho subjetivo.
Advierte que objeto del derecho y cosa no son categorías que coincidan ya que hay entidades que
constituyen objeto de derecho sin ser en modo alguno consideradas como cosas. (Biondi, 1961,
pp. 26-27)
Si bien para el derecho no es muy clara la definición del concepto de “cosa” a su entender si se
llega a considerar válida aquella precisión por la cual las cosas están comprendidas dentro de los
bienes. Siguiendo a Josserand, este autor comprende dentro del concepto de bienes a las cosas y a
los derechos, entendiéndose por estos últimos a los bienes incorporales. Él considera que los
bienes, en el sentido jurídico de la palabra, son todos los elementos activos del patrimonio y que
los “bienes verdaderos” en la acepción jurídica de esta expresión, es decir, los valores económicos,
son, o los objetos materiales que caen generalmente bajo los sentidos, o los derechos
ordinariamente establecidos sobre dichos objetos. (Castillo Freyre, 2013, p. 57)
2.- El mar, los lagos, los ríos, los manantiales, las corrientes de agua y las aguas vivas o estanciales.
6.- derogado
11.- Los demás bienes a los que la ley les confiere tal calidad.
5.Los títulos valores de cualquier clase o los instrumentos donde conste la adquisición de créditos
o de derechos personales.
6.Los derechos patrimoniales de autor, derechos de patente, nombres comerciales, marcas y otros
derechos de propiedad intelectual.
8.Las acciones o participaciones que cada socio tenga en sociedades o asociaciones, aunque a
éstas pertenezcan bienes inmuebles.
Prima facie, cuando escuchamos hablar de bienes inmuebles lo primero que se nos viene a la
cabeza son aquellos bienes fijados al suelo (como las casas o departamentos que la gente usa para
morar), es decir, aquellos bienes que se no pueden transportar de un lugar a otro. De igual forma,
prima facie, cuando escuchamos hablar de bienes muebles, lo que se nos viene a la cabeza
inmediatamente son aquellos objetos susceptibles de transportarse de un lugar a otro. Este, si
bien, no es un criterio errado resulta muy simplista si nos atenemos a la muy detallada, y en
algunos casos que pareciera contradictoria, lista que tiene nuestro Código Civil sobre los bienes
muebles e inmuebles.
En el mismo sentido, un sector de la doctrina nacional precisa que la distinción física entre bienes
muebles e inmuebles responde –¡qué duda cabe!– a una comprobación de la realidad: no es
posible negar que, ante una colección de bienes, una de las clasificaciones que podemos adoptar
es la que separa a los que son transportables de los que no lo son. Pero esta distinción es tan
“natural” como la de que existen bienes grandes y bienes pequeños, bienes ásperos y bienes lisos,
bienes sólidos y bienes líquidos, bienes rojos y bienes azules, bienes agradables y bienes
repugnantes, bienes comestibles y bienes no comestibles, bienes orgánicos y bienes inorgánicos.
Sin embargo, ninguna de estas clasificaciones, que se encuentra en la naturaleza de las cosas, ha
sido recogida por el derecho moderno. (De Trazegnies Granda, 1982)
Agrega que dentro de una sociedad de mercado, en la que los intercambios constituyen su
ingrediente fundamental y donde las garantías de las transacciones deben ser muy seguras, el
derecho ha agrupado los bienes en función de su mayor o menor facilidad para su transferencia y
en función de la mayor o menor facilidad para entregar físicamente la cosa en garantía. Por
consiguiente, no es una característica natural del bien lo que constituye la base de la distinción
sino la utilización social de ciertas características naturales, que realiza una cultura determinada.
(Ídem)
Otro sector de la doctrina señala que en tiempos modernos ha ido perdiendo fuerza lógica la
clasificación de los bienes en estas dos categorías de muebles e inmuebles. Han surgido nuevos
bienes, como los de la propiedad intelectual o de la propiedad industrial, los títulos valores –que
llegan a constituir ingentes montañas de valor–, los automóviles, las aeronaves, las empresas
mercantiles. Su desenvolvimiento y desarrollo, emparejado con los progresos de la técnica, unido
al apogeo de la maquinaria industrial, ha hecho alcanzar a estos bienes muebles un valor e
importancia jamás sospechados, no solo intrínsecamente, sino como medios de producción en
gran escala. (Jara Flórez, 1983, p. 80)
En consecuencia, opina que ya no están justificadas las diferentes medidas de protección exigidas
en la enajenación de inmuebles con respeto a ciertos bienes muebles, pertenecientes a los débiles
jurídicos. Tampoco aquel dualismo justifica hoy el encuadramiento de ciertos bienes muebles en el
régimen traslativo genéricamente aplicado a estos, ni aquella clásica diferenciación de los sistemas
respectivos en cuanto a las formas transmisivas y de publicidad. (Ídem)
Según Luiz Pizarro Aranguren, el legislador civilista del futuro no debería obviar los datos de la
realidad que le indican, por un lado, que en las sociedades modernas los bienes llamados
«muebles» han adquirido un valor económico considerable y, por otro, que la base de las
relaciones jurídicas se basa en los mecanismos de publicidad de los derechos, siendo el más
importante de ellos el sistema de inscripciones registrales y por tanto, el criterio fundamental de
clasificación de los bienes debe ser «la registrabilidad”. (Ravina, 1998, p. 184)
Por otro lado, existen otros inmuebles, que no son tales en razón de su naturaleza como los
muebles que se convierten en inmuebles al estar en relación de accesoriedad con un inmueble
principal o los derechos que recaen sobre inmuebles. En consecuencia, estas flexibilizaciones han
hecho que esta separación tenga, actualmente, sólo un valor nominal, pues los bienes no se
estarían clasificando realmente en bienes muebles e inmuebles. (Ídem)
Finalizando, en primer lugar, hoy en día cuando hablamos de bienes muebles o inmuebles
debemos ser conscientes que los criterios de la movilidad o la fijación de un bien a la tierra no son
más determinantes para calificarlos como bienes inmuebles o muebles ya que la propia ley podrá
establecer arbitrariamente qué bien califica de mueble o inmueble independientemente de su
naturaleza.
En segundo lugar, no se podrá más concebir que los bienes muebles tengan menor valor
económico que los inmuebles. Ya que habrá bienes muebles como los de propiedad industrial,
intelectual, títulos valores, acciones entre otros que tranquilamente puedan tener mayor valor
económico que los inmuebles.
Y tercero, es la utilización social, siguiendo a De Trazegnies, lo que determinará que bienes sean
calificados de muebles o inmuebles y no atendiendo a su naturaleza de móviles o arraigados al
suelo. Bastará darles una mirada a los artículos 885 y 886 para advertir que el criterio de su
naturaleza no se respeta.
4. Conclusiones
¿Tiene trascendencia práctica alguna el que un bien sea calificado de mueble o de inmueble?
Naturalmente que sí, una primera diferencia, la tendríamos en los casos la de transferencia de
propiedad de un bien.
Una tercera diferencia surgiría en materia de garantías, o sea en el caso de afectaciones de bienes
para asegurar el cumplimiento de obligaciones. Las garantías sobre bienes muebles están
reguladas en la ley de garantía mobiliaria (antigua prenda) mientras que las garantías sobre bienes
inmuebles están plasmadas en el Código Civil con el nombre de hipotecas.
Una cuarta aparecería cuando se quiera adquirir la propiedad un bien por el paso del tiempo, es
decir, a través de la prescripción adquisitiva de dominio. Para el caso de bienes muebles se
deberán cumplir unos requisitos y para los inmuebles otros.
Mas diferencias entre los bienes muebles e inmuebles seguirán apareciendo a lo largo de los
cursos de derecho civil que lleven los estudiantes. Nos referimos a los derechos reales,
obligaciones, contratos parte general, contratos parte especial, garantías, etc.
Consideramos al término “bien” como comprensivo tanto de las cosas físicas o materiales (casas,
autos, yates, joyas, etc.) como de los bienes inmateriales o derechos (derechos de propiedad
industrial, de propiedad intelectual, los títulos valores, derechos personalísimos como la vida, la
intimidad, etc) en tanto sean susceptibles de apropiación por parte los sujetos de derechos ergo
puedan formar parte de su patrimonio
Cuando hablamos de bienes muebles o inmuebles debemos ser conscientes que los criterios de la
movilidad o la fijación de un bien a la tierra no son más determinantes para calificarlos como
bienes inmuebles o muebles ya que la propia ley podrá establecer arbitrariamente que bien
califica de mueble o inmueble independientemente de su naturaleza.
No se podrá más concebir que los bienes muebles tengan menor valor económico que los
inmuebles. Ya que habrá bienes muebles como los de propiedad industrial, intelectual, títulos
valores, acciones entre otros que tranquilamente puedan tener mayor valor económico que los
inmuebles.
Es la utilización social, siguiendo a De trazegnies, lo que determinará que bienes sean calificados
de muebles o inmuebles y no atendiendo a su naturaleza de móviles o arraigados al suelo.
Bastando darles una mirada a los artículos 885 y 886 para advertir que el criterio de su naturaleza
no se respeta.
5. Bibliografía
AVENDAÑO ARANA, Francisco (2003). “Comentarios a los artículos 885 y 886 del Código Civil”. En:
Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas, Tomo V, Lima: Gaceta Jurídica, pp. 35-
46.
CASTILLO FREYRE, Mario (2013). “El tratamiento de los bienes en la legislación civil peruana”. En:
Registros Públicos, Prescripción y Caducidad, vol. 18, Observatorio de Derecho Civil, Lima:
Motivensa, pp. 49-59.
JARA FLOREZ, Humberto (1983). “Clasificación de bienes muebles e inmuebles”. En: Derecho Pucp,
n. 37, Lima: Pucp, pp. 67-94.
OURLIAC, Paul y DE MALAFOSSE, Jehan (1971). Histoire du Droit privé 2. Les Biens. Themis, Paris:
Presses universitaires de France.
RAVINA SÁNCHEZ, Raúl (1998). “El sistema de clasificación de los bienes y su importancia para el
derecho civil patrimonial”. En: Derecho & Sociedad, n. 13, Lima: Pucp, pp. 182-194.
2.- El mar, los lagos, los ríos, los manantiales, las corrientes de agua y las aguas vivas o estanciales.
6.- derogado
9.- Derogado
11.- Los demás bienes a los que la ley les confiere tal calidad.
5.Los títulos valores de cualquier clase o los instrumentos donde conste la adquisición de créditos
o de derechos personales.
6.Los derechos patrimoniales de autor, derechos de patente, nombres comerciales, marcas y otros
derechos de propiedad intelectual.
8.Las acciones o participaciones que cada socio tenga en sociedades o asociaciones, aunque a
éstas pertenezcan bienes inmuebles.
[4] Artículo 949.- Transferencia de propiedad de bien inmueble La sola obligación de enajenar un
inmueble determinado hace al acreedor propietario de él, salvo disposición legal diferente o pacto
en contrario.
[5] Artículo 1136.- Concurrencia de acreedores de bien mueble Si el bien cierto que debe
entregarse es mueble y lo reclamasen diversos acreedores a quienes el mismo deudor se hubiese
obligado a entregarlo, será preferido el acreedor de buena fe a quien el deudor hizo tradición de
él, aunque su título sea de fecha posterior. Si el deudor no hizo tradición del bien, será preferido el
acreedor cuyo título sea de fecha anterior; prevaleciendo, en este último caso, el título que conste
de documento de fecha cierta más antigua.
[6] Artículo 1136.- Concurrencia de acreedores de bien mueble Si el bien cierto que debe
entregarse es mueble y lo reclamasen diversos acreedores a quienes el mismo deudor se hubiese
obligado a entregarlo, será preferido el acreedor de buena fe a quien el deudor hizo tradición de
él, aunque su título sea de fecha posterior. Si el deudor no hizo tradición del bien, será preferido el
acreedor cuyo título sea de fecha anterior; prevaleciendo, en este último caso, el título que conste
de documento de fecha cierta más antigua.
[8] Artículo 1097.- Noción de hipoteca Por la hipoteca se afecta un inmueble en garantía del
cumplimiento de cualquier obligación, propia o de un tercero. La garantía no determina la
desposesión y otorga al acreedor los derechos de persecución, preferencia y venta judicial del bien
hipotecado.
[9] Artículo 951.- Requisitos de la prescripción adquisitiva de bien mueble La adquisición por
prescripción de un bien mueble requiere la posesión continua, pacífica y pública como propietario
durante dos años si hay buena fe, y por cuatro si no la hay.
[10] Artículo 950.- Prescripción adquisitiva La propiedad inmueble se adquiere por prescripción
mediante la posesión continua, pacífica y pública como propietario durante diez años.
Se adquiere a los cinco años cuando median justo título y buena fe.
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