Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Viviendas para Los Trabajadores
Viviendas para Los Trabajadores
Rosario, 2011
Índice
Reconocimientos................................................................................................. 11
INTRODUCCIÓN.............................................................................................. 13
CAPÍTULO I
Un municipio singular........................................................................................ 25
CAPÍTULO II
De municipio regulador a ciudad activa............................................................ 35
CAPÍTULO III
La Vivienda del Trabajador: una crónica........................................................... 59
CAPÍTULO IV
La Compañía de Construcciones Modernas....................................................... 71
CAPÍTULO V
La construcción................................................................................................... 89
CAPÍTULO VI
El conflicto.......................................................................................................... 123
CAPÍTULO VII
La apropiación de las viviendas......................................................................... 147
CAPÍTULO VIII
Una empresa inmobiliaria más........................................................................... 157
CAPÍTULO IX
Culminación de un proyecto............................................................................... 177
CAPÍTULO X
El ocaso de la ciudad activa............................................................................... 195
BALANCE.......................................................................................................... 205
Siglas más utilizadas
E
ste libro es una versión corregida de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales
La Vivienda del Trabajador de Rosario (1923-1948), que realicé en la Facul-
tad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sección Argentina. Presentada en
mayo de 1996 y aprobada meses más tarde, se basó en un proyecto que había llevado
a cabo como Investigadora Asistente del CONICET, con sede en el Centro Universi-
tario Rosario de Investigaciones Urbanas y Regionales de la Facultad de Arquitectura
Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario. A pesar del tiempo
transcurrido, se ha preferido mantener el texto original, madurado a mediados de los
años 1990, como representación cabal de un estado de la cuestión. Sus principales
hipótesis continúan siendo válidas y, a pesar de las muchas contribuciones en el tema
de las políticas de vivienda, la consideración particular de las iniciativas locales en los
años 1920 y de la particularidad de Rosario como “municipio activo”, no han recibido
nuevas interpretaciones.
Fruto tardío y trabajoso de más de diez años de preocupaciones sobre las políti-
cas de vivienda pública en Argentina, son muchos aquellos con los que estoy en deuda
por su apoyo y estímulo.
En primer lugar, con la generosidad y desinterés de mi director Ricardo Falcón
que a pesar de no conocerme y de provenir de una disciplina “marginal”, me aceptó
sin prejuicios como su becaria, y luego me acompañó durante casi quince años, in-
troduciéndome en el universo de la historia social, guiando mis lecturas, sugiriendo
perspectivas y, sobre todo, alentándome con su abierta confianza en mi trabajo.
En segundo lugar, quiero expresar mi gratitud a mis amigos y compañeros en
esta empresa de la historia urbana, que supieron cuestionar, iluminar y hasta desafiar-
me con su incredulidad, y contribuyeron a que las hipótesis aquí planteadas adqui-
rieran consistencia. En especial deseo agradecer los comentarios de Jorge Francisco
Liernur y Jeremy Adelman a ponencias donde exponía parcialmente las ideas aquí
desarrolladas, a la paciencia y los comentarios de mis compañeros del Curdiur
Pancho Torrent, Noemí Adagio, Silvia Pampinella y Oscar Bragos que también apor-
taron sugerencias a partir de sus propias investigaciones sobre la ciudad de Rosario
y, finalmente, a mis amigas Silvia Docola, Agustina Prieto y Alicia Megías, que ge-
nerosamente me ofrecieron su afecto y contención y leyeron con cuidado el borrador
final de la tesis.
Mis hijos Alejo y Ana Julia y mi hermana Trichi debieron soportarme en los
momentos críticos y estaré siempre reconocida por su jubilosa paciencia. También
por el respaldo amoroso de Gonzalo del Cerro, mi compañero de este último tramo,
cuyo entusiasmo y admiración casi infantil por la escritura y las ideas me alimentan
constantemente.
12 Ana María Rigotti
L
La arquitectura y las políticas de vivienda
a arquitectura moderna se definió en relación con la vivienda. Apoyándose en
la centralidad otorgada a la cuestión urbana y a la cuestión vivienda como cla-
ves explicativas del conflicto social, los arquitectos incorporaron la vivienda
masiva como problemática a ser resuelta desde la disciplina y sustentaron en ella gran
parte de la renovación teórica y estética del nuevo siglo. Con relación a la vivienda se
definieron como técnicos sociales capaces de proponer soluciones adecuadas, univer-
sales y sustentadas en la neutralidad de la ciencia a todo conflicto social traducible en
términos espaciales. No sólo se atribuyeron la capacidad de definir los aspectos mate-
riales de las unidades habitacionales, sino la de valorar la demanda y participar en la
definición de las políticas crediticias y constructivas implementadas desde el Estado.
En nuestro país la cuestión urbana1 y la cuestión social recibieron un tratamien-
to precursor, casi contemporáneo al de las grandes capitales europeas. Higienistas,
políticos, pensadores sociales y sociedades caritativas y filantrópicas se ocuparon
tempranamente del hábitat obrero. Hacia 1900 la elite dirigente supo estructurar una
redefinición de “la política” incorporando la intervención moderada en la cuestión
social y, en particular, en la vivienda obrera. Este proceso continuó en los gobiernos
radicales y conservadores hasta alcanzar una envergadura incontestable durante el
primer peronismo, afianzando el consenso sobre el derecho a la vivienda garantizado
por el Estado. Más allá de los desniveles en la inversión, esta noción ha permanecido
incuestionada, incluyendo entre sus presupuestos la idoneidad del arquitecto como
técnico para la formulación de políticas y proyectos.
Al asumir la promoción de un hábitat adecuado y accesible para los sectores de
menores recursos (subvencionando la construcción y financiando el acceso a la vi-
vienda en propiedad) el Estado intervino de manera más o menos directa en gran parte
de la producción residencial, incidiendo en la expansión de las ciudades, el mercado
inmobiliario y la industria de la construcción. Desde los años 1940, un sector impor-
tante de la población ha trocado un hábitat tradicional –generalmente resultado de la
autoconstrucción– por viviendas incluidas en los llamados conjuntos habitacionales
regulados desde organismos fuertemente centralizados, que multiplicaron los conflic-
tos cuando las respuestas no fueron las adecuadas.
Esta experiencia argentina –precursora y ejemplar en el marco de los países de la
región– ha sido pobre en registros, evaluaciones y reflexiones críticas. Las falencias
1 Cuestión urbana: expresión de la época que se refería en forma amplia y ambigua al conjunto de nue-
vos problemas económicos, culturales, pero sobre todo sociales, relacionado con el acelerado proceso
de urbanización vinculado con la revolución industrial
14 Ana María Rigotti
Un campo en construcción
El tema de la vivienda pública estuvo dominado por una serie de presupuestos fuertes:
la noción de déficit, la vivienda compacta, la vivienda terminada, la vivienda en pro-
piedad, la subvención como estrategia redistributiva.3 La necesidad de una reflexión
histórica y crítica no es nueva y tampoco su abordaje por parte de los arquitectos.
En una primera historiografía prevalecieron los juicios valorativos sobre los ex-
plicativos o teóricos, en razón de su carácter explícitamente funcional a la fundamen-
tación o justificación de estrategias políticas o proyectuales. Dominada por el paradig-
ma del Estado Benefactor, estos trabajos consideraron las políticas de vivienda como
propias de programas redistributivos reconocibles sólo en el caso de los “gobiernos
3 AÑAÑOS, Elina y RIGOTTI, Ana María et al. “Hábitat popular, el estado y las organizaciones no
gubernamentales”, en Boletín de Medio Ambiente y Urbanización, núm. 5, 1987, pp. 99-108.
Viviendas para los trabajadores 17
populares”.4 Sus prejuicios, más partidarios que ideológicos, se explican por haber
sido elaborados ante la perspectiva de cambios de gobierno y como respaldo o crítica
a políticas y plataformas electorales.5
En sintonía con la presupuesta idoneidad de los arquitectos, algunos autores
tendieron a analizar la vivienda pública como un hecho esencialmente disciplinar,
evaluable y periodizable según parámetros autónomos. Suponían que la Arquitectura
estaba capacitada para generar sus propias transformaciones temáticas, estilísticas y
teóricas. Cuando establecían relaciones con acontecimientos políticos, económicos o
sociales, éstos parecían correr por carriles paralelos, sin entremezclarse. Las valora-
ciones respondían a criterios arquitectónicos y urbanísticos restringidos, sin tener en
cuenta los requerimientos que procuraban satisfacer, su impacto en los usuarios o las
estrategias de poder de las que indudablemente eran parte. Incluso estos estándares
disciplinares fueron rígidos. Salvo contadas y destacables excepciones, los únicos
parámetros aceptados fueron los asociados al estilo internacional: toda otra respuesta
resultaba incomprensible o irracional.6 Es fácil comprobarlo en la consideración de las
viviendas realizadas durante el peronismo, cuya “falta de calidad” –en realidad, uso
de estilemas pintoresquistas– se justificó en la improvisación “ante tanto por hacer”
o en una voluntaria “adecuación a las imágenes populares” propias de los migrantes
del interior, para luego enfatizar la maduración conjunta –de los migrantes y de los
proyectos– hasta alcanzar el decoroso status de monobloques ascéticos y blancos, con
pilotis y planta baja libre. 7
Otras investigaciones se centraron en las estrategias políticas, legislativas y fi-
nancieras, evaluando su efectividad con relación al discurso oficial y a estadísticas
sobre la superficie y número de viviendas construidas, que los mismos autores consi-
deraban incompletas o dudosas.8 Aunque intentaban redefinir el problema con mayor
amplitud, estos trabajos revelan los límites de la sectorización y autonomía adjudi-
cados al tema: los juicios de valor predominan sobre las interpretaciones históricas
propiamente dichas y, en su restricción, no contemplan la relación de estas operatorias
4 SCHTEINGART, Martha “Políticas de vivienda de los gobiernos populares para el área de Buenos
Aires”, en Summa, núm. 71-72, enero y febrero de 1974.
5 Aún en los enfoques más preocupados por la dimensión proyectual o estética, se escalonan en los años
1956, 1959-1960, 1964, 1966, 1974, unos pocos en 1980 y se multiplican en 1983.
6 IGLESIA, Rafael “El año 29, espejo de arquitectura”, en Nuestra Arquitectura, núm. 513, l980.
7 GUTIÉRREZ, Ramón “La génesis de la arquitectura contemporánea en Argentina”, en Summa, di-
ciembre de l979. PETRINA, Alberto et al. “Análisis crítico del diseño arquitectónico del Nacionalismo
Popular”, en Summa Historia, l978.
8 SCHTEINGART, Martha “Políticas de vivienda…”, cit. YUJNOVSKY, Oscar “Revisión histórica de
la política de vivienda”, en Summa, febrero de l974; “Del conventillo a la villa miseria”, en ROMERO,
José Luis y ROMERO, Luis Alberto –directores– Historia de cuatro siglos, Altamira, Buenos Aires,
1983, Tomo II; YUJNOVSKY, Oscar Claves políticas del problema habitacional argentino, 1955-
1981, GEL, Buenos Aires, 1984.
18 Ana María Rigotti
9 LIERNUR, Jorge F. “El dispositivo de la casa auto construida”, en AA. VV. Sectores Populares y vida
urbana, CLACSO, Buenos Aires, 1984; “Últimos estudios sobre la historia de la casa. Una ruptura
historiográfica”, Catálogo de la exposición Vivienda popular en Austria, FADU-Embajada de Austria,
Buenos Aires, 1989; “Comisión Nacional de Casas Baratas”, en Diccionario histórico del Hábitat, la
Arquitectura y el Urbanismo en Argentina, Ed. Preliminar, 1992. BALLENT, Anahí “La iglesia y la vi-
vienda popular: la gran colecta nacional de l919”, en Mundo urbano y cultura popular, Sudamericana,
1990; La vivienda de los sectores populares: el caso del Hogar Obrero, inédito, l990. RIGOTTI, Ana
María “Notas en torno a la historia de la vivienda pública en Argentina”, en Cuaderno del CURDIUR,
núm. 14, 1985.
10 Además de los trabajos de Liernur y Ballent ya citados, ARMUS, Diego “Enfermedad, ambiente urba-
no e higiene social. Rosario a fines del s. XIX y comienzos del XX”, en AA. VV. Sectores Populares y
vida urbana, CLACSO, l984. GHIZZARELLI, Marcelo “El espacio de la educación”, en Materiales,
núm. 2, La Escuelita, 1982; “La pequeña utopía urbana. Escuelas municipales 1880-1930, en Histo-
rias no oficiales. Sumarios, núm. 91-92, 1985. aRMUS, Diego y HARDOY, Jorge E. “Conventillos,
ranchos y la casa propia en el mundo urbano del novecientos”, en Mundo Urbano y Cultura Popular,
Sudamericana, Buenos Aires, 1990.
Viviendas para los trabajadores 19
campo que, hasta el momento, había basado sus evaluaciones en lo que “la gente”
presuntamente hacía o había hecho, en lo que quería o había querido. Con nuevos
instrumentos teóricos, hicieron de la vivienda un campo privilegiado para el estudio
de las condiciones de vida de los sectores populares.13 Confinados a la microhistoria
y a la lectura entre líneas, por las dificultades metodológicas de “una historia desde
abajo”, pusieron en evidencia la centralidad política de lo cultural y la productividad
de considerar a la vivienda como espacio de lucha contra la hegemonía de los sectores
dominantes.
La producción propia
Este libro es la culminación de varios años de trabajo en la historia de las políticas
de vivienda, cuyos avances fueron producto y debe ser entendidos con relación al
espacio de debate en que se gestó la historia urbana y de la vivienda de los años 1980.
Intentando superar los límites de una perspectiva disciplinar –sectorial y reductiva–
en el tratamiento de la vivienda pública, y de un enfoque funcionalista de las políticas
del Estado, nos nutrimos en ciertas líneas de investigación que exploraban marcos
conceptuales alternativos a la teoría urbana de los años 1970.
Particularmente iluminadores fueron los trabajos sobre políticas sociales de
Christian Topalov y Susana Magri que otorgan especial importancia a la genealogía y
topografía de las instituciones, la biografía y trayectoria de los actores, y las fuentes
de inspiración externas a la disciplina en la formulación de ideas nuevas para enfren-
tar los problemas de la ciudad. Sobre todo, estoy en deuda con Rothschild Buildings
l887/1920 de Jerry White y los aportes de G. S. Jones, que desde la historia cultural
reconstruyeron los usos, vivencias y adaptaciones de los primeros emprendimientos
filantrópicos y públicos, penetrando en sus efectos transformadores de la vida co-
tidiana de sus habitantes. En cuanto a la historiografía norteamericana, dos fueron
las vertientes más esclarecedoras: los estudios sobre las transformaciones del modo
de entender la gestión municipal de E. Monkkonen y los trabajos de G. Wright y D.
Hayden que, con inigualable finura, supieron replantear la cuestión en la domesticidad
y sus vínculos con las instituciones y el diseño de la vivienda pública.
Desde este marco de referencia consideramos las políticas de vivienda como un
desglose administrativo de las políticas sociales, aún cuando intervengan y den lugar a
conflictos, instituciones y prácticas que deben ser estudiadas en su singularidad. Cree-
mos que las políticas sociales, y su historia, son el marco de referencia más productivo
13 aRMUS, Diego y HARDOY, Jorge E. “Conventillos, ranchos…”, cit. LIERNUR, Jorge F. “El dis-
positivo de la casa autoconstruida” cit.; “La ciudad efímera. Consideraciones sobre las características
materiales de la ciudad de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX”, en Estudios Sociales,
núm. 2, UNL, Santa Fe, 1993; “El nido en la tempestad. La formación de la casa moderna en Argentina
a través de manuales y artículos sobre economía doméstica”, en Jornadas Interescuelas de Historia,
Mar del Plata, 1993. pRIETO, Agustina Vivienda popular en Rosario a principios de siglo, la huelga
de inquilinos de l907, UNR, Rosario, 1984, mimeo.
Viviendas para los trabajadores 21
investigación con pretensiones de globalidad que –por las peculiaridades del caso y
la accesibilidad a ciertos documentos– ofrecía la oportunidad de ampliar y matizar
ciertas hipótesis sobre la vivienda pública.
14 En el mismo período, la Comisión Nacional de Casas Baratas sólo construyó 972 viviendas durante
veintiocho años de existencia.
Viviendas para los trabajadores 23
Un municipio singular
E
n 1923, por iniciativa de dos concejales del Partido Demócrata Progresis-
ta (en adelante, PDP), se creó la Vivienda del Trabajador como una oficina
dependiente del Banco Municipal de Préstamos de Rosario con el objeto de
“...construir, administrar, arrendar, vender, permutar, adquirir terrenos y dar préstamos
para la construcción o compra de casas baratas e higiénicas para trabajadores...”.15 El
municipio facilitaría su crédito ($2.000.000 en bonos), su aparato administrativo y
sus recursos jurídicos para un ensayo que sirviera “...de estímulo moral a iniciativas
públicas y privadas...”.
Nada se hizo hasta marzo de l926 cuando los mismos autores reabrieron el tema
con un proyecto modificatorio que sextuplicaba el monto de los bonos a emitir y
restringía sus funciones a la construcción directa o a través de terceros. En sólo tres
meses la nueva ordenanza fue sancionada y reglamentada. Dos meses más tarde se
licitaron las obras y, a pesar de las objeciones técnicas del Departamento de Obras
Públicas (en adelante, DOP), en noviembre se aprobó la única propuesta con una
ordenanza contrato y al año siguiente se iniciaron las obras.
Esta iniciativa surgió en el marco de un creciente consenso sobre la condición
de necesidad social de la vivienda que debía ser cubierta por el Estado mediante la
construcción directa administrada por instituciones especiales.16 Sin embargo, resul-
taba innovadora en el ámbito de una administración local cuyas responsabilidades se
habían restringido al ornato, la higiene y la vialidad; más aún cuando comprometía
una suma equivalente al doble de la renta anual del municipio.
El proyecto de una institución permanente para la construcción directa y venta
de viviendas individuales suponía un cambio notable respecto a las estrategias que
venía ensayando la municipalidad tendientes a promover la inversión privada en la
construcción de viviendas. Buenos Aires y Bahía Blanca fueron sede de experiencias
contemporáneas similares, aunque de menor magnitud.
Para explicarlas debemos tener en cuenta la centralidad que había adquirido el
problema de la habitación a principios de los años 1920 y el acuerdo sobre la inca-
15 Proyecto de Esteban Morcillo y Juan Diez de Andino. HCD Diario de Sesiones (en adelante, DS), 23
de marzo de 1923.
16 Como necesidad social entendemos aquella demanda reconocida como digna de la intervención pú-
blica, más allá de los intereses de sus destinatarios. Está ligada a la comprensión de lo social como
solidaridad general relacionada con el progreso, que debe ser defendida y ofrecida no importa su costo.
26 Ana María Rigotti
17 En Buenos Aires, las iniciativas de inquilinatos modelo de 1877 y 1885; en Córdoba, Pueblo Nuevo
1889, Wheelwright 1909 y Barrio G. Paz 1911.
18 Una síntesis en LIERNUR, Jorge “Comisión Nacional…”, cit.
28 Ana María Rigotti
experiencia “de los países más civilizados de la tierra”,19 se sumaban ciertas particula-
ridades locales que contribuían a adjudicar a la vivienda una posición clave en la con-
flictividad social. Tanto en Buenos Aires como en Rosario, las condiciones sanitarias
y constructivas –universalmente negativas– de la vivienda obrera estaban agravadas
por los alquileres “más caros del mundo” elocuentemente ilustrados por la estadísti-
ca.20 Los potenciales perjudicados por estas políticas de protección social constituían
una franja social amplia de sectores urbanos no dinámicos –los propietarios de inqui-
linatos– cuyo enriquecimiento se sustentaba en la apropiación rentística del esfuerzo
productivo de trabajadores y capitalistas. A ellos se hacía, al menos retóricamente,
responsables de alentar el malestar social con su apetencia especulativa. En realidad,
el imputado no era el dueño del inquilinato sino el casero –intermediario indispensa-
ble debido a la alta concentración de la propiedad– que subarrendaba los cuartos y
controlaba la vida del conventillo desde su vivienda lindera con el ingreso y la calle.
En las nuevas referencias al hábitat de los trabajadores apenas se mencionaba el
terror higiénico y el desorden moral. Preocupaba la deficiente reproducción energé-
tica y física “de las masas trabajadoras”, por sus efectos nocivos para estos mismos
sectores y como evidencia de la iniquidad de las relaciones de clase que justificaba
la huelga, la organización obrera y el debilitamiento de la confianza en el gobierno.
En ese contexto se debatieron las primeras iniciativas legislativas para la cons-
trucción de casas para obreros, que se alternaban en consonancia con agravamientos
coyunturales de la conflictividad social.21 Esos debates conformaron un abanico de
tópicos discursivos, aparatos institucionales y modelos arquitectónicos y formales en
los que confluían, y confrontaban, este reformismo oligárquico, la doctrina social de
la Iglesia, el anarquismo, el socialismo y un incipiente saber profesional de arquitec-
tos y urbanistas.
19 La preocupación de los poderes públicos europeos por la habitación del pobre comenzó a mediados
del siglo XIX, cuando entendieron que los focos epidémicos se desarrollaban particularmente en los
abarrotados y paupérrimos barrios obreros, fruto de la vertiginosa concentración de población urbana
vinculada con la producción industrial y la especulación salvaje que tomó en sus manos su alojamiento.
Se sumaba su probada potencialidad para sangrientas revueltas sociales y para el desarrollo de ideas
y conductas “inquietantes” tanto para la reproducción de la fuerza de trabajo como para la seguridad
ciudadana. Se multiplicaron las encuestas, los congresos, las publicaciones, los barrios modelo, las ini-
ciativas filantrópicas y, a fines de siglo, las legislaciones de promoción y control de la vivienda obrera
en Prusia, Inglaterra, Bélgica y Francia.
20 En nuestro país una pieza costaba $17,5, el 35% del salario promedio en oposición al 15% de Hambur-
go y 11,75% de Liverpool para alojamientos más amplios.
21 I. de Irigoyen “Casas para Jornaleros peones etc.” (1904), E. Gouchon “Expropiación de tierras en los
ejidos de los pueblos” (1905), C. de Estrada, Rodríguez Jurado, Parera, Serrey, Moreno y Peña “Casas
para obreros” (l910), P. Luro “Construcción de casas para empleados públicos” (1912), M. Gonnet
“Hogar Nacional del Obrero” (1913) y las leyes 7102 y 9677 creando la Comisión Nacional de Casas
Baratas en l915. RIGOTTI, Ana María “Reformismo oligárquico y casas para obreros”, en Estudios
Sociales, núm. 1, UNL, Santa Fe, 1991.
Viviendas para los trabajadores 29
22 Hasta 1941 intervino en la construcción de 827 unidades. RIGOTTI, Ana María “Dos utopías argenti-
nas en el debate sobre el hábitat obrero de principios de siglo”, en Cuaderno del CURDIUR, núm. 28,
UNR, Rosario, 1986.
30 Ana María Rigotti
23 El proyecto de Juan F. Cafferata (l914) proponía la inversión de sólo 1 millón de pesos, pero admi-
nistrada por una comisión permanente de varios miembros. Los adjudicatarios debían ser obreros,
argentinos (es decir, electores), mayores de edad, casados con familia, con dos años de antigüedad en
el trabajo, certificado de buena conducta y un mes de alquiler depositado en el Banco Municipal de
Préstamos como garantía.
Viviendas para los trabajadores 31
La condición municipal
Rosario fue la primera municipalidad instituida según normas posteriores a la Cons-
titución de 1853, reconociendo su independencia “…de todo poder, en el ejercicio
de las funciones administrativas que le son propias…”. Estas atribuciones sufrieron
un drástico recorte con la Constitución provincial de 1890 que suprimió el carácter
electivo del intendente y excluyó de las funciones municipales el registro civil y de la
propiedad, los juzgados de paz, la policía y la instrucción pública. También privó de
voto a los extranjeros y de la recaudación de la contribución directa y patentes a los
municipios, reduciendo su autarquía.24
Emergente de una vieja disputa regional, esta coyuntura es traducible en términos
de la oposición entre política y administración: la política propia del Estado-nación,
la administración relativa a la comuna en tanto corporación de vecinos con derecho a
administrar sus intereses particulares con fondos que le son propios.25
La distinción entre administración y política fue el núcleo de los primeros de-
bates sobre la institución municipal. Si bien en un principio Sarmiento consideraba al
gobierno comunal como cuerpo político, con primacía de lo público sobre lo privado,
no tardó en acordar con la tesis alberdiana del gobierno local como administración de
los fondos personales de los vecinos, administrado por ellos en tanto contribuyentes,
relegando el poder político y la categoría de ciudadano al Estado-nación.26 A medio
camino entre lo privado y lo público, las cuestiones comunales fueron asimiladas a
las domésticas y el municipio a una corporación civil de carácter económico a cargo
de “…actividades no esenciales, aunque muy útiles para los habitantes de la ciudad…
”..27 Esta postura se inscribe en la tradición administrativa del Imperio Romano que,
24 La contribución de Rosario alcanzaba a un 55% del presupuesto provincial, de la cual recuperaba sólo
el 15%, luego de su distribución con numerosas irregularidades en tiempo y forma, como un recurso
más de coerción a la gestión municipal.
25 En el decreto de Urquiza declarando a Rosario ciudad, se consideraba a las municipalidades “…como
una asociación de familias unidas por intereses, bienes y derechos comunes…”, con miembros elegi-
dos popularmente entre los “…vecinos afincados, padres de familia de probidad notoria, respetabilidad
y práctica en los negocios…”. Si bien en principio se instituyó el voto universal, desde 1860 rigió el
voto calificado acorde a esa noción de intereses comunes. Desde 1927, la profesión y la administración
de bienes propios sólo siguió rigiendo como criterio para las mujeres y los extranjeros.
26 TERNAVASIO, Marcela Municipio y política, un vínculo conflictivo. Análisis histórico de la construc-
ción de los espacios locales en Argentina 1850-1920, Tesis de Maestría, FLACSO, 1992, inédita.
27 GRECA, Alcides Derecho y Ciencia de la Administración Municipal, Tomo 3, p. 33, citado por TER-
NAVASIO, Marcela Municipio y política…, cit.
32 Ana María Rigotti
28 BRAVO, Mario “Proyecto de reforma de la ley orgánica municipal”, en Diario de Sesiones de la Cá-
mara Nacional de Diputados, 1913, pp. 260 y ss.
29 “La municipalización de los servicios públicos favorecería, en primer lugar, a la propia municipalidad
como organismo directriz, desde que la haría economizar gastos de corredores y empresarios, cuyas
grandes ganancias, fácil es deducirlo, se transformarían en nuevos servicios. No hay por qué aceptar
que la inteligencia y habilidad privadas sean superiores a las oficiales, ni que el control y el esfuerzo
de una casa comercial cualquiera produzcan rendimientos imposibles de ser obtenidos por la comuna”.
“Los servicios públicos”, en La Capital, Rosario, 5 de mayo de 1915.
Viviendas para los trabajadores 33
La singularidad de un municipio
Segunda ciudad de la República pero carente de entidad política propia, con una de-
pendencia y confrontación irresuelta con el poder provincial radicado en la ciudad de
Santa Fe, con una mayoría de población extranjera que buscaba caminos de partici-
pación política alternativos a la ciudadanía y el voto, cuna de una versión peculiar del
reformismo oligárquico como fue el PDP, con un Partido Socialista casi inexistente y,
según algunos autores, segundo centro mundial del anarquismo a fin de siglo, Rosario
se hizo eco de algunos tópicos del pensamiento reformador.
Si a escala nacional el pensamiento reformador y las políticas sociales resulta-
ron un registro adecuado para ensayar nuevas estrategias tendientes a preservar el
orden con relación a una población heterogénea, aluvional, lábil a la prédica de un
movimiento obrero creciente; en Rosario estuvo vinculado con la catalización del
progreso urbano y la modernización de la gestión. En una ciudad que comenzaba a
tomar conciencia de la fragilidad de su éxito ligado a ventajas comparativas que se
diluían frente a decisiones políticas que la excedían (puerto, ferrocarril), los sectores
dirigentes exploraron renovados recursos de administración del bien común –la ciu-
dad misma– ámbito pero, sobre todo, materia de su riqueza. La reforma se presentaba
como una estrategia para asegurar la rentabilidad urbana en su conjunto mediante la
continuidad de la construcción, la renovación del mercado inmobiliario, el manteni-
miento de su atracción como mercado de consumo y mano de obra, la atenuación de la
potencialidad conflictiva de la población obrera, la eficiencia y economía del aparato
administrativo y, sobre todo, la continuidad del poder de los mayores contribuyentes
frente a las seductoras ofertas de bienestar y cambio tanto por parte de las ideas disol-
ventes como del “electoralismo obrerista” que se imputaba a la UCR.
En ese marco, se operó un sustantivo avance en la democratización de la vida co-
munal y la preocupación por las necesidades sociales que, luego de algunas tentativas
exploratorias que analizaremos en el próximo capítulo, tuvieron su momento de máxi-
34 Ana María Rigotti
mo desarrollo en la década de 1920. Este proceso, del cual la Vivienda del Trabajador
fue uno de los acontecimientos más destacados, culminó con la sanción de la Carta
Orgánica Municipal de 1933, cuya elaborada preocupación por lo social era altamente
innovadora respecto al perfil de “simple empresario” adjudicado al municipio, en el
que “…no hay sino fin económico y privado…”. Se trató de la apuesta a una ciudad
activa cuyo lema –invertir en beneficio común los recursos aportados por todos– ter-
minó colisionando con los intereses de los contribuyentes. Una singular experiencia
de reforma cívica, ingeniería administrativa y filantropía científica en el marco de
una ardorosa defensa de la autonomía local por parte de una ciudad que sostuvo la
condición municipal y la administración en oposición a la política, como claves de su
identidad y subsistencia dentro del campo de poder regional.
Este proyecto institucional fue el marco de la Vivienda del Trabajador, un avance
en el mercado de la vivienda –esfera propia de la participación privada en la cons-
trucción de la ciudad– jurídica y funcionalmente distinguible de aquellos espacios
colectivos (calles, plazas, fuentes, mercados, iglesias, puentes) sobre los cuales el go-
bierno comunal tradicionalmente concentraba sus esfuerzos de control, construcción
y mantenimiento.