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Azin Nanji
1. Introducción
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166 Las grandes tradiciones éticas
ción clara entre el bien y el mal que no está sujeta a las vicisitudes de los hombres. Al fundamentar
un código moral en la voluntad de Dios, se da al ser humano la oportunidad de responder creando
una conciencia racional que confirme la validez de la revelación. Así es posible una base más
amplia de la acción humana, si llega a aplicarse la racionalidad a resultas de la revelación para crear
criterios que abarquen la totalidad de acciones y decisiones humanas. Estos temas se representan en
la versión coránica del relato de la creación y vuelta de Adán.
Adán, el primer hombre, se distingue de los ángeles existentes, a los cuales se les pide
postrarse ante él, en virtud de su capacidad donada por Dios, de «nombrar las cosas», es decir, de
concebir el conocimiento susceptible de ser descrito con el lenguaje y codificarse; esta capacidad
no era asequible a los ángeles, considerados seres unidimensionales. Sin embargo, esta capacidad
creadora conlleva una obligación de no sobrepasar los límites fijados. En el Corán, satán
ejemplifica el exceso, pues éste desobedece el mandato de Dios de honrar a Adán y postrarse ante
él, negando así su propia naturaleza y límites innatos. Con el tiempo, también Adán se apartará de
los límites establecidos por Dios, y perderá su honorable condición, que tendrá que recuperar
posteriormente luchando y superando sus propensiones en la tierra, el escenario que permite la
elección y la acción. Finalmente recupera su anterior condición, lo que prueba la capacidad de
volver al curso de acción correcto mediante la comprensión racional de su fracaso y trascendiendo
la llamada a dejar de lado esa racionalidad y poner a prueba los límites fijados por el mandato de
Dios. El relato de Adán refleja por ello todo el potencial de bien y mal incorporado en la condición
humana y la saga de la respuesta humana desplegada ante una revelación divina continuada a lo
largo de la historia. Ilustra la lucha constante de la humanidad por descubrir el medio que permita el
equilibrio entre la acción y la sumisión al criterio de Dios. Es éste el sentido en que el término
Islam equivale a revelación original, que exige la sumisión para conseguir el equilibrio, y en el que
un musulmán es alguien que busca conseguir mediante la acción ese equilibrio tanto en su vida
personal como en la sociedad.
La calidad humana que engloba el concepto de valor ético ideal del Corán se resume en el
término takwa, que en sus varias formas aparece más de doscientas veces en el texto. Este término
representa, por una parte, la fun-damentación moral subyacente a la acción humana, mientras que
por otra significa la conciencia ética que da a conocer al ser humano sus responsabilidades para con
Dios y la sociedad. Aplicada al contexto social general, takwa se convierte en la marca universal y
ética de una comunidad verdaderamente moral.
¡Oh seres humanos! Os hemos creado del hombre y de la mujer y dividido en dife-
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rentes grupos y sociedades, a fin de que lleguéis a conoceros mutuamente —los más nobles de
vosotros, a ojos de Dios, son los que poseéis takwa (49:11-13).
Más concretamente, cuando se refiere a los primeros musulmanes, el Corán alude a ellos como
«una comunidad del camino intermedio, testimonio de la humanidad, igual que el mensajero (es
decir, Mahoma) es testigo para ti» (2:132).
El ummah o comunidad musulmana se concibe así como el instrumento mediante el cual se
traducen los ideales y mandamientos coránicos a nivel social. Los individuos devienen así
depositarios mediante los cuales una visión moral y espiritual se consuma en la vida personal. Son
responsables ante Dios y ante la comunidad, pues ésta es el custodio mediante el cual se sustenta la
relación de la alianza con Dios. El Corán afirma la doble dimensión de la vida humana y la vida
social —material y espiritual— pero estos aspectos no se conciben en relación conflictiva, ni se
supone que las notas espirituales deban predominar de modo que devalúe los aspectos materiales
de la vida. El Corán, que reconoce la complementariedad entre ambos, afirma que la conducta y
aspiraciones humanas tienen relevancia como actos de fe en los más amplios contextos humano,
social y cultural. Es en este sentido como mejor puede comprenderse la idea de que el Islam
representa una forma de vida total.
Un ejemplo de un aspecto de semejante concepción es el énfasis del Corán en la ética de
corregir la injusticia en la vida económica y social. Por ejemplo, se insta a los individuos a gastar
toda su riqueza y bienes en:
1 la familia y parientes
2 los huérfanos
3 los pobres
4 las personas itinerantes sin hogar
5 los necesitados
6 liberar a los esclavos.
Estos actos definen la responsabilidad del musulmán por formarse una conciencia social y
compartir los recursos individuales y comunitarios con las personas menos favorecidas. Estas
conductas se institucionalizan en el Corán mediante la obligación de zakat, término que designa
«dar», «virtud», «aumento» y «purificación». Con el tiempo, esta conducta se convirtió en una
acción obligatoria, incorporada al marco de pilares rituales de la fe, que incluye la oración, el
ayuno y el peregrinaje. El Corán pretendió también abolir la práctica de la usura en la comunidad
mercantil de la Meca y Medina, estigmatizando estas prácticas como reflejo de la falta de una ética
del trabajo y una explotación indebida de las personas necesitadas.
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A nivel social, el énfasis del Corán en la familia incluye la inquietud por mejorar el
estatus de la mujer, mediante la abolición de las prácticas preislá-micas como el
infanticidio de las recién nacidas y asignando nuevos derechos a la mujer. Entre éstos
figuraban los derechos a la propiedad y la herencia, el derecho a contraer matrimonio y
a iniciar el divorcio, si es preciso, y a mantener la propia dote. La poliginica, la
pluralidad de esposas, se reguló y limitó, con lo que se permitía a un varón tener hasta
cuatro esposas, pero sólo si podía tratarlas equitativamente. Tradicionalmente los
musulmanes han entendido esta práctica en su contexto del siglo Vil, como una
costumbre que permitía la flexibilidad necesaria para abordar la diversidad social y
cultural que surgió con la expansión del Islam. Sin embargo, algunos musulmanes
modernos afirman que el nervio de la reforma coránica fue en la dirección de la
monogamia y un mayor protagonismo público de la mujer. También afirman que el
desarrollo y manifestación de costumbres y prácticas de la separación y el velo de las
mujeres fueron resultado de la tradición y costumbres locales, en ocasiones antitéticos
con el espíritu de emancipación de la mujer propio del Corán.
Como los musulmanes fueron privilegiados por el Corán como la «mejor de las
comunidades», cuya función era prescribir lo correcto y evitar el mal, la misión del
profeta Mahoma, como la de algunos profetas anteriores, incluía la creación de una
comunidad justa y ordenada según criterios divinos. La lucha en pos de este fin implicó
a los musulmanes en numerosas guerras, y el término del Corán que engloba a este
esfuerzo global es el de jihad. La jihad, término a menudo traducido de manera simple y
errónea como «guerra santa», tiene una connotación más amplia que incluye el esfuerzo
por medios pacíficos, como la predicación y la educación, y luchar por purificarse uno
mismo en un sentido más personal e interiorizado. Cuando se refiere a la defensa armada
de una guerra justa, el Corán especifica las condiciones de la guerra y la paz, el trato de
prisioneros y la resolución de conflictos, indicando que la finalidad última de la palabra
de Dios era enseñar y orientar a la gente los «caminos de la paz».
Con la formación de la comunidad musulmana empezó a ser necesario abordar la
cuestión de su relación y actitud hacia los no musulmanes con tradiciones escritas
similares, en particular con judíos y cristianos. En el Corán son denominados «pueblos
del Libro». Cuando convivían con musulmanes, como subditos, se les concedía el
estatus de «protegidos» mediante un convenio mutuo. No estaban sujetos al impuesto de
capitación y habían de protegerse sus propiedades privadas y religiosas, así como sus le-
yes y prácticas religiosas. Sin embargo, no podían hacer proselitismo entre los
musulmanes. Aun reconociendo la particularidad de la comunidad musulmana y su
estatus preeminente, el Corán estimula un amplio respeto a la
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diferencia en la sociedad humana, favoreciendo metas morales comunes por encima de las actitudes
divisorias y antagonistas:
Hemos concedido a cada comunidad una Ley y un Código de Conducta. Si Dios lo hubiese deseado,
podría haber creado sólo Una comunidad, pero más bien desea probarte a través de lo que se te ha
dado. Por ello, competid entre vosotros en pos de la bondad y la virtud moral. (5:48).
Sin hacer demasiada injusticia al proceso de debate y discusión registrado entre los
diversos grupos musulmanes, puede afirmarse que, en general, surgieron dos posiciones
claras; una asociada a Mu'tazila y la otra un enfoque tradicionalista (generalmente
asociado a la tradición Sunni en el Islam).
La tradición Mu'tazila afirmaba que como Dios es justo y recompensa y castiga en
ese contexto, los seres humanos deben poseer el libre arbitrio para que puedan ser
plenamente responsables. Por ello negaba que los actos pudieran estar predestinados. En
segundo lugar, afirmaba que dado que las nociones éticas tenían un significado objetivo,
los seres humanos poseen la
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Estas categorías fueron ulteriormente incorporadas por los juristas a un doble marco
de obligaciones: obligaciones hacia Dios y hacia la sociedad. En cada caso, la
transgresión se concebía tanto en términos legales como teológicos, constituyendo tanto
un delito como un pecado. Estos actos eran punibles según la ley, y los juristas
intentaron especificar y elaborar las condiciones bajo las cuales esto podía suceder. Por
ejemplo, uno de los castigos por robo o asalto en los caminos era la amputación de una
mano y en los casos menores una paliza. Tradicionalmente, los juristas intentaron tener
en cuenta el arrepentimiento activo para mitigar estos castigos, siguiendo una tradición
del profeta de limitar la aplicabilidad de estos castigos a los casos extremos.
Algunas de estas categorías han recibido atención en varios países musulmanes en la
época reciente, donde se han reformulado los procedimientos jurídicos tradicionales,
pero existe una considerable discrepancia en el mundo musulmán sobre la necesidad y
aplicabilidad de algunos de estos procedimientos. Donde se aplican, este castigo se
impone mediante tribunales Shari'a y se impone por jefes musulmanes designados. Los
juristas o expertos legales también actúan de interpretes de la Shari'a y son libres de
formular opiniones legales informadas. Estas opiniones pueden solicitarlas individuos
que desean asegurarse de la intencionalidad moral de determinados actos, pero en la
mayoría de las escuelas legales musulmanas estas opiniones no tienen por qué ser
vinculantes. Las cuatro principales escuelas legales Sunni se consideran mutuamente
reflejo de posiciones normativas sobre cuestiones de interpretación legal y ética. Para
estos juristas musulmanes, tanto la ley como la ética versan en última instancia sobre
obligaciones morales, consideradas el foco central del mensaje islámico.
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4. Enfoques filosóficos
Entre los Shi'a, que a diferencia del grupo Sunni tras la muerte del profeta Mahoma
otorgaron autoridad legítima a su primo y yerno Ali, y posteriormente a sus
descendientes designados, conocidos como imanes, se desarrolló la noción de
racionalidad bajo el mandato rector del Imán. El Imán, al que se consideraba guiado por
Dios, actuó al comienzo de la historia del grupo Shi'a tanto como custodio del Corán y
de la doctrina del profeta como intérprete y guía para la elaboración y sistematización de
la concepción coránica tanto del individuo como de la sociedad. Al igual que las pri-
meras escuelas teológicas y filosóficas, el shi'ismo afirmaba el uso del discurso racional
e intelectual y se comprometió a una síntesis y ulterior desarrollo de los elementos
adecuados presentes en otras religiones y tradiciones intelectuales fuera del Islam.
Una muestra de una obra sobre ética de un escritor Shi'a es la conocida Etica
Nasiría, de Nasir al-din Tusi (f. 1275). Desarrollando los enfoques filosóficos ya
presentes entre los musulmanes y asociándolos a concepciones Shi'a relativas a la guía
espiritual, Tusi llama la atención a la necesidad de
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6. Perspectivas sufi
ral, los Sufis subrayaban la vinculación entre una conciencia interior de la moralidad
basada en la experiencia, y su expresión externa, a fin de que la verdadera acción moral
abarcase y penetrase la totalidad de la vida.
En el ámbito institucional, los grupos Sufi organizados enseñaban la conformidad a
los valores musulmanes tradicionales pero añadían el componente de disciplina y
purificación interior. Como las prácticas que imbuían disciplina y conciencia moral
variaban en las diversas culturas y tradiciones del Islam, muchas prácticas locales eran
apropiadas. Entre éstas figuraba, por ejemplo, la aceptación de los usos y prácticas
morales de la tradición local, como las de Indonesia y otros países, donde tuvieron lugar
conversiones a gran escala. Las prácticas éticas Sufi proporcionaron así un puente para
incorporar a la conducta moral musulmana los valores y prácticas éticas de tradiciones
locales, lo que ilustra la universalidad de las perspectivas del sufismo musulmán acerca
de la unidad de la dimensión interior de las diversas creencias. Al-Ghazali, el jurista y
teólogo Sunni antes citado pasó a ser defensor del pensamiento Sufi, pero intentó
sintetizar las perspectivas morales de la Shari'a con la noción de piedad interior
desarrollada por los Sufis. Concibió las obligaciones decretadas por Dios como punto de
partida para la formación de una personalidad moral, siempre que con el tiempo
condujese a un sentido ético de motivación interior. Sin embargo, fue reacio a aceptar el
énfasis de algunos Sufis en una base de la acción moral anclada en la experiencia y
orientada subjetivamente.
Bibliografía
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Otras lecturas