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Nanahuatzin

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Nanahuatzin-Xólotl descrito en el Códice Borgia.1

Nanahuatzin o Nanáhuatl (en náhuatl: nanahuatl, ‘bubosito’‘nanahuatl, bubas, bubones; tzintli,


diminutivo) considerado el dios que personificaba la humildad. Se autosacrificó en la hoguera
Teotezcalli realizada por los dioses en la asamblea en Teotihuacán para convertirse en el Quinto
Sol.2

Índice

1 Nanahuatzin, El Quinto Sol

2 Leyenda de Nanahuatzin

3 Nueva Era

4 Referencias

Nanahuatzin, El Quinto Sol

En un mito mexica registrado en el siglo XVI por fray Bernardino de Sahagún, se dice que veintiséis
años después de la creación de la Tierra, los dioses decidieron crear un nuevo sol. En el año 13-
Ácatl en Teotihuacán, una asamblea de dioses se llevó a cabo ordenando ayunos y sacrificios, se
preguntaron quién se haría cargo de iluminar el mundo.3

Un dios soberbio, llamado Tecuciztécatl (El originario del lugar del caracol marino), se ofreció para
alumbrar la superficie de la Tierra. Nuevamente los dioses se preguntaron sobre quién sería el otro
candidato para iluminar el mundo, pero nadie se ofreció. Finalmente, observaron a un dios que no
hablaba, sólo escuchaba. Su cuerpo estaba cubierto de llagas y tumores y le dijeron: “Sé tú el que
ilumines, bubosito”, el dios llamado Nanahuatzin aceptó la tarea.3

Durante cuatro días ambos hicieron penitencia y realizaron sacrificios sobre los dos promontorios
de las pirámides del Sol y de la Luna. Todo lo que Tecuciztécatl ofrecía era precioso. En lugar de
ramas y bolas de heno, él ofreció preciosas plumas de quetzal y bolas de filamento de oro para
encajar en ellas las espinas de autosacrificio. Ofreció espinas hechas de piedras preciosas en lugar
de espinas de maguey. Estas no estaban cubiertas con su sangre, como era la tradición, sino que
eran espinas de coral rojo.2 Mientras que Nanahuatzin ofreció cañas verdes, bolas de heno y
espinas de maguey cubiertas con su propia sangre.

Cuatro días se mantuvo el fuego, a la medianoche del último día programado para la creación del
nuevo Sol, los dioses se reunieron alrededor de una gran hoguera preparada para la próxima
cremación de los dos dioses; la finalidad era transformarse en estrellas brillantes. Los dioses
pidieron a Tecuciztécatl arrojarse primero. Tecuciztécatl intentó lanzarse a la hoguera cuatro veces
y las cuatro se arrepintió. Entonces, como no era permitido realizar un quinto intento, los dioses le
dijeron a Nanahuatzin que lo intentara, él inmediatamente cerró sus ojos, se arrojó al fuego y
comenzó a quemarse. Tecuciztécatl al ver la valentía de su compañero, se arrojó también.3

Después de que ambos fueron consumidos por las llamas, los dioses se sentaron bajo el cielo
enrojecido y esperaron el nacimiento del Sol. Los dioses no sabían en qué dirección saldría, sólo
Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, Xipe Tótec, predijeron que Nanahuatzin convertido en Sol nacería por
el oriente. Así fue, radiante y resplandeciente apareció en el oriente un imponente Sol que más
tarde sería conocido como Tonatiuh.4 Por detrás salió Tecuciztécatl como la Luna, igual de
brillante que el Sol; tanto que los dioses se preguntaron si sería conveniente para ellos tener dos
astros que alumbraran con esa intensidad al mismo tiempo. Acordaron que el brillo de la Luna
fuera disminuido, así que uno de ellos lanzó un conejo a Tecuciztécatl, atenuando su luz y dejando
una mancha oscura en su cara, tal como la conocemos hasta el día de hoy.5

A partir del sacrificio de todos los dioses, los nuevos hombres quedarían para siempre en deuda
con ellos, por lo que deberían presentar sangre propia y ajena en ofrendas. Es por eso que los
humanos, siguiendo el ejemplo de los dioses, tienen que sacrificarse a sí mismos. Esta necesidad
de presentar sangre dio origen a distintas guerras, que tienen como propósito obtener víctimas de
sacrificio para el Sol.5

Otra leyenda dice: que conscientes de la necesidad del movimiento de ambos astros, los dioses
decidieron sacrificarse. El dios del aire fue el elegido para llevar a cabo este sacrificio. Xólotl era el
único que se rehusaba a morir, cuando llegó su turno corrió a esconderse en el maíz,
transformándose en el maíz que tiene dos cañas, pero fue descubierto. Nuevamente corrió a
esconderse, ahora hacía los magueyes y se transformó en maguey de dos cuerpos, por segunda
ocasión lo descubrieron. Finalmente, se metió al agua y se transformó en ajolote, bajo esta forma
lo atraparon y fue sacrificado. A pesar del sacrificio de los dioses, el Sol no se movió. Fue entonces
que Ehécatl, dios del viento, quien sopló fuertemente y logró el movimiento del Sol. La Luna
permaneció inmóvil hasta que el astro rey se ocultó por el poniente; ella entonces comenzó a
hacer el mismo recorrido. Desde de ese día el Sol alumbra el día y la Luna brilla en la noche.6

Leyenda de Nanahuatzin
Obtenido del libro "Los hijos de la primavera: vida y palabras de los indios" la leyenda de
Nanahuatzin dice que los antiguos mexicas creían que alguna vez la Luna había brillado tanto
como el Sol, pero que luego fue castigada. Ésta es la historia que contaban los viejos sobre el
nacimiento del Sol y la Luna.

Antes de que hubiese día en el mundo, cuando aún era de noche, se juntaron todos los dioses en
Teotihuacán, la ciudad de los Dioses y se sentaron formando un círculo.

—¿Quién se encargar de alumbrar al mundo? —preguntaron.

Entonces Tecuciztécatl, que era muy rico y muy bien vestido, se puso de pie. —Yo tomo el cargo
de alumbrar el mundo —dijo.

—¿Quién ser el otro? —preguntaron los dioses.

Pero nadie respondió, nadie quería tomar la carga. Uno a uno fueron bajando la cabeza hasta que
sólo quedó el último, un dios pobre y feo, lleno de bubas y llagas, que se llamaba Nanahuatzin. —
Alumbra tú, bubosito —le dijeron.

—Así será —respondió Nanahuatzin mientras bajaban la cabeza, aceptó sus órdenes como un gran
honor.

Antes de poder convertirse en soles para alumbrar el mundo, los dos dioses tenían que hacer
regalos y ofrendas. Para ello les construyeron dos gigantescos templos en forma de pirámide que
aún ahora se pueden ver en Teotihuacán. Cada uno se sentó arriba de su pirámide y estuvo ahí
cuatro días, sin comer ni dormir. Tecuciztécatl ofreció plumas hermosas de color azul y rojo,
piedras de oro y espinas rojas de coral de mar. Nanahuatzin no pudo regalar nada tan hermoso; en
vez de plumas ofreció yerbas atadas entre sí, ofrendó pelotas de heno en lugar de pelotas de oro y
regaló espinas de maguey pintadas de rojo con su propia sangre. Mientras los dos dioses hacían
penitencia, los otros prendieron una inmensa fogata en, la cumbre de otro templo.7

Nueva Era

El suicidio de los dioses provocó el desarrollo de la vida futura del hombre en esta nueva era. Los
actuales mexicanos descienden de los hombres que habitaron en este Quinto Sol.El dios noble y
sabio, Quetzalcóatl, recogió los huesos de los hombres de las generaciones anteriores, los llevó a
Teotihuacán y los trituró, depositándolos en un barreño. Hirió uno de sus miembros y su sangre
otorgó la vida a los primeros hombres de la nueva edad del Sol. Para estos hombres, Quetzalcóatl
encontró el maíz, que se consideraba un elemento sagrado.La piedra del Sol o Calendario Azteca,
refleja estas cinco edades o cinco soles y también sirvió a los antiguos mexicanos para los cálculos
astrológicos. Justo en el primer círculo del calendario, se puede observar a los cinco soles
generadores de vida.8

Referencias

Spranz, Bodo (1973). Los dioses en los códices mexicanos del grupo borgia. Texas: Fondo de
Cultura Económica. Consultado el 20 de noviembre de 2015.

Florescano, Enrique. El mito nahua de la creación del cosmos y el principio de los reinos. p. 58.
Consultado el 19 de noviembre de 2015.

López Austin, Alfredo (2013). El conejo en la cara de la Luna. Calle del Trabajo 31, 14269 México,
D. F.: Era. ISBN 978-607-445-228-0. Consultado el 19 de noviembre de 2015.

Peque Martínez, José Manuel (3 de julio de 2013). «El cruel Tonatiuh». Sacrificios humanos en
México. Archivado desde el original el 8 de diciembre de 2015. Consultado el 19 de noviembre de
2015.

Florescano, Enrique (1994). Memory, Myth, and Time in Mexico: From the Aztecs to Independence
(en inglés). Estados Unidos. ISBN 978-0-292-78654-7. Consultado el 19 de noviembre de 2015.

Hill Boone, Elizabeth (octubre de 1983). The Aztec Templo mayor. Symposium at Dumbarton.

Tripod (1994). «Hijos de la Primavera: vida y palabra de los indios de América». p. 94. Consultado
el 2014.

Soriano, Alfonso (Dec. 2008). Representación Y Sentido Del Sol En El Mundo Amerindio. Praxis
Pedagógica. Consultado el Web. 21 Nov. 2015.

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