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La Violencia de la Interpretación

de Piera Aulagnier

Reseña de la obra
En el libro que pasaré a reseñar, Piera Aulagnier se propone realizar un
cuestionamiento del saber psicoanalítico acerca de la psicosis. Sostiene que no deben
ser pensados exclusivamente los aspectos en los que el psicótico se encuentra en
menos en relación al neurótico, sino que resalta la importancia de considerar también
lo suplementario, lo referente a la creación psicótica. 
La primera advertencia a realizar al lector reside en la no concordancia exacta entre el
modo en que algunos conceptos son utilizados por la autora y la acepción clásica que
dentro de la teoría psicoanalítica los mismos poseen. Conceptualizaciones tales como
las de proceso primario, proceso secundario, imaginario, simbólico, pequeño y gran
otro, no poseen idéntico sentido al que en su origen le fue otorgado por quienes los
forjaron, sino que son reinterpretados por Aulagnier; aclarándolo en algunos casos,
pero omitiendo hacerlo en otros, lo que podría llevar a la confusión a quien recién se
adentra en la teoría analítica. 
La psicosis lleva a la autora repensar aspectos metapsicológicos, por lo que la
primera parte de libro consiste en un replanteo de antiguas nociones. Propone un
modelo de aparato psíquico centrado en la forma en que en cada momento se realiza
la actividad de representación. De esta manera distingue tres modos de
funcionamiento o procesos de metabolización: el proceso originario, el proceso
primario y el proceso secundario.
Estas tres modalidades se suceden temporalmente, si bien la instalación de un nuevo
proceso nunca implica que el anterior sea abandonado. Cada uno de ellos posee un
postulado básico y remodela la realidad externa de modo que pueda insertarse dentro
de su esquema. 
Sostiene que la psique se encuentra desde el vamos sumergida en un espacio
heterogéneo (que tornará homogéneo a través de la representación) por lo que la
situación de encuentro es continua. Plantea que, frente a todo encuentro, lo que
prima es la anticipación. La realidad excede siempre los límites de respuesta del
hombre. Ya sea a través de un exceso de sentido, de gratificación, de frustración o de
protección, el sujeto se encuentra en un desfasaje permanente. Asimismo, la oferta
precede siempre a la demanda por lo que los actos y dichos maternos llegaran
siempre antes de que el niño esté preparado para entenderlos. A diferencia de
Winnicott, Piera Aulagnier plantea que el pecho es dado antes que la boca sepa que lo
espera. 
Dos conceptos de importancia establecidos en la obra son los de violencia primaria y
secundaria. Por violencia primaria se entiende "...lo que en un campo psíquico se
impone desde el exterior a expensas de una primera violación de un espacio y de una
actividad que obedece a leyes heterogéneas al yo..."(3). Se trata de una acción
necesaria y que contribuirá a la futura constitución del yo. A través de ésta se le
impone a la psique ajena un pensamiento, acción o elección producidos por el deseo
de quien lo impone, pero que da respuesta a una necesidad a quien le es impuesto. De
esta forma, se consigue entrelazar deseo de uno y necesidad del otro, dando lugar a la
demanda. El deseo de quien ejerce la violencia pasará, a partir de allí, a ser
demandado por quien la padece. 
Por otro lado, violencia secundaria hace referencia a "un exceso por lo general
perjudicial y nunca necesario para el funcionamiento del Yo"(4) y que se apoya en su
precedente, la violencia primaria. En este caso se trata de una violencia ejercida
contra el yo, ya sea por un conflicto con otro "yo" o con un discurso social que
intenta oponerse a toda suerte de cambios que pudieran producirse en los modelos por
él previamente instituidos. 
La obra continúa con una descripción de lo que se plantea como primer modo de
funcionamiento, el proceso originario, y su modalidad representativa, el pictograma.
El postulado básico de lo originario es el de autoengendramiento: todo lo
representado se va a vivenciar como creado por el sujeto. Para caracterizar la forma
de representación pictográfica, Aulagnier se nutre del concepto de especularidad,
tomado del estadio del espejo de Jacques Lacan. En el pictograma se ignora la
dualidad de un órgano sensorial que percibe un objeto y un mundo exterior percibido
por éste. Es así que "lo representado se presenta ante la psique como presentación de
ella misma; el agente representante considera a la representación como obra de su
trabajo autónomo, contempla en ella al engendramiento de su propia imagen". Para lo
originario, objeto exterior y zona erógena constituyen una unidad por lo que se puede
hablar de "objeto-zona complementario".
La ilusión de que la zona erógena crea al objeto que le proporciona placer trae como
contrapartida el que la ausencia de satisfacción o la inadecuación de la misma sea
vivida como ausencia o defecto de la zona. Esto nos lleva a que el deseo de destruir el
objeto sea acompañado del deseo de eliminar la zona erógena, lo que constituirá el
prototipo de la castración, posteriormente remodelado por lo primario.
El ingreso a lo primario como modo de representación se da a partir de la aceptación
de la existencia de otro cuerpo y, por lo tanto, otro espacio psíquico separado del
sujeto; aceptación que contradice el postulado de autoengendramiento, característico
de lo originario. La derivación de todo lo existente del poder omnímodo del Otro, es
el postulado básico del proceso primario. Si bien el pecho ya no se vivencia como
parte fusionada al sujeto, el cuerpo propio es sentido como consecuencia del poder
omnipotente del deseo de otro, dependiendo placer y displacer de este mismo. Lo
característico de lo originario es la producción fantaseada y la puesta en escena.
La metabolización de un argumento tomado de lo originario llevará a la producción
de una fantasía limítrofe entre lo originario y esta modalidad de metabolización: la
escena primaria. Asimismo, el postulado característico de lo primario lleva a la autora
a pensar el concepto de masoquismo primario como ocasionado por la interpretación
del displacer, que el sujeto inevitablemente experimentará en algún momento, como
provocado por un deseo del Otro cuyo objeto sería su sufrimiento. La falta de placer
es interpretada como el deseo de Otro de su no placer. 
Junto con el reconocimiento del pecho como exterior a sí, también se produce la
constatación de un "otro lugar" que no es el pecho, anticipando de esta forma la
existencia de la figura paterna.
En lo primario se producen, asimismo, los prototipos de aspectos estructurantes que
culminarán su desarrollo en el proceso secundario: el prototipo del Edipo, de la
castración y de identificación.
Lo secundario, se basa en la representación de tipo ideica, teniendo al discurso como
principal bastión. El que todo lo existente posea una causa inteligible capaz de ser
conocida por el discurso, constituye el postulado central de este proceso. Aulagnier
trabaja el pasaje de lo primario a lo secundario, centrándose en las condiciones que
deben darse para que el yo advenga. 
Una aspecto a destacar en el citado recorrido lo constituye el concepto de la autora de
"deseo del padre". Mientras que, a partir de las teorizaciones lacanianas, el lugar del
padre suele estar asociado a la interdicción, la separación y el no, Aulagnier rescata lo
atinente al deseo del padre. Entiende por el mismo la vivencia del padre relacionada
con el no haber sido castrado por su propio progenitor, lo que se lo demuestra la
presencia del hijo. Es así que afirma que "el deseo del padre apunta al niño como una
voz, un nombre, un después: ve en él al que le confirma que la muerte es la
consecuencia de una ley universal y no el precio con el que paga su propio deseo de
muerte en relación con su padre"(5). Se vincula con el deseo de engendrar un hijo
como garante de una tradición, como sucesor de una función. Asimismo, señala que
el padre constituye el primer "Otro sin pecho", característica específica que lo desliga
aún más del registro de la necesidad y lo inserta en un plano de satisfacción o
intercambio puramente libidinal. 
La segunda parte de la obra está abocada al estudio de la psicosis paranoica y
esquizofrénica, si bien, más que en la patología en sí, se centra en la potencialidad
psicótica, condición necesaria pero no suficiente para que la primera se produzca.
Plantea que el denominador común de la esquizofrenia y la paranoia lo constituye un
enunciado acerca del origen no compartible con el discurso de los otros, al que
denomina pensamiento delirante primario. El mismo puede no ocasionar síntomas
manifiestos en la medida en que se encuentre enquistado en la psique, pudiendo
tornarse en psicosis manifiesta si las condiciones posteriores así lo determinan. 
A modo de contextualización cabe señalar que su tesis sobre la teoría delirante
primaria, que a continuación expondré, puede visualizarse como continuando de la
vieja concepción freudiana del delirio como un intento de curación por parte del
psicótico y alejándose radicalmente de las teorías que ven a la psicosis como un
déficit con respecto al ideal de normalidad.
La función del pensamiento delirante primario es la de crear sentido donde el
discurso del Otro no lo ha ofrecido, al verse el sujeto obligado a enfrentarse a la falta
de un enunciado sobre el origen. Para la autora, el yo en la psicosis no se encuentra
ausente, sino que es el artífice de la reorganización de la relación que deberá
mantener entre su propio espacio psíquico y el discurso del Otro. La nueva
significación que el sujeto produce contradice la lógica y el orden causal del discurso
de los otros que lo rodean. Es creada en el momento en que el infans se convierte en
niño, al acceder al registro de la significación. Tal es así, que afirma que "el
pensamiento delirante se impone la tarea de demostrar la verdad de un postulado del
discurso del portavoz notoriamente falso. Implícita o explícitamente, ese postulado se
refiere al origen del sujeto y al origen de su historia: las primeras cosas "oídas"
referentes a este doble origen se le han revelado al sujeto como contradictorias con
sus vivencias afectivas y efectivas"(6). 
El enunciado acerca del origen es el que responde a la pregunta: "¿cómo nacen los
niños?", equivalente a "¿cómo nace el yo?", otorgando el primer párrafo en la historia
del sujeto, sobre el que se edificarán las posteriores identificaciones. Sostiene que "el
primer párrafo no puede presentarse como una serie de líneas en blanco: si así fuere,
el conjunto de los otros estarían expuestos al riesgo de que en algún momento, al
inscribirse allí, alguna palabra los declare totalmente falsos"(7). 
La respuesta al interrogante sobre el origen debe entrelazar nacimiento, niño, placer y
deseo, produciendo un enunciado que, de alguna forma u otra, remita a la siguiente
concatenación: "en el origen de la vida se encuentra el deseo de la pareja parental a la
que el nacimiento del niño causa placer"(8).
Posteriormente pasa a estudiar los factores que harían que la esquizofrenia
"adviniera" en la constitución psíquica de un sujeto. Por el lado materno (Aulagneir
considera a la madre como primer portavoz que se dirige al niño), la tendencia
productora de la potencialidad esquizofrénica la constituye la ausencia de un "deseo
de hijo" que habría sido recibido por parte de su propia madre y que sería transmitido,
a su vez, al infans. No existe el deseo de producir un ser nuevo, diferente de lo ya
repetido, siendo borrados todos los elementos singulares de ese niño. En ocasiones el
nacimiento es vivenciado, por parte de la madre, como una repetición invertida de su
relación madre-hija con su propia progenitora. 
Estudiando las causas de esa falta de deseo de hijo, destaca la importancia del fracaso
de la represión en el discurso materno: algo atinente de la relación de esa madre con
su propia progenitora no ha podido ser reprimido en su yo, impidiendo por tanto el
acceso a la función materna. 
Como otra de la causas, remarca el exceso de violencia en el discurso materno o de la
pareja parental, que se apropia de la capacidad de pensar del niño. Al hablar, el niño
rompe la ilusión materna (necesaria en un comienzo) de conocer sus pensamientos.
La madre esquizofrenógena le pide al niño "...que el piense lo que ella piensa, ya que
si llegase a considerar al suyo como agente autónomo con derecho a pensar, le
demostraría a ella que el pasado no puede retornar, que el deseo de lo mismo es
irrealizable e impensable, que su discurso carece de un concepto..." (9) (el de función
materna). A través del pensamiento delirante primario el sujeto intenta dar cuenta de
una violencia a la que lo ha sometido el portavoz y de la que, en su momento, no
pudo defenderse por carecer de los medios para ello. De no ser reinventada, la
violencia sufrida traería como consecuencia el odio de aquellos que le han dado
nacimiento, lo que implicaría odiar a todo lo exterior a sí, debido a la pareja parental
es vivida como representante exclusivo de los demás. El pensamiento delirante
primario consigue reinterpretar la violencia discursiva y vincularla a una causa que
mantenga a sus progenitores como soporte libidinal. 
Como tercera causa de la potencialidad psicótica ubica la prohibición materna acerca
de la iterrogación sobre el origen. Todo "porqué" es sentido por esta madre como un
peligro de interrogación de un "porqué del porqué" que llevaría finalmente a la
pregunta que no quiere escuchar, ya que no puede responder. 
A través del pensamiento delirante primario el sujeto creará una "teoría infantil acerca
del origen" que suplirá el enunciado faltante.
Para que la potencialidad psicótica continúe como tal y no se torne en psicosis
manifiesta, es necesaria la presencia de una voz y una escucha que, en toda ocasión
en que la "teoría infantil acerca del origen" corra el riesgo de ser cuestionada, le
proporcione la seguridad de que la misma constituye una verdad comunicable para
esa voz y esa escucha. Otro factor necesario para que la teorización delirante sobre el
origen permanezca enquistada consiste en la no repetición reiterada de momentos de
frustración, sufrimiento o duelo (tolerables para gran parte de los sujetos pero no para
ellos) que harían retornar el afecto experimentado en esas primeras experiencias.
La última porción del texto está dedicada al estudio de la potencialidad paranoica,
originada en gran medida por la percepción por parte del sujeto de un profundo odio.
Antes de proseguir, se propone destacar tres características que resaltan a la hora de
pensar el delirio paranoico. En primer lugar sitúa la imposibilidad de tolerar la menor
de duda, la más mínima falla en su sistema, debido a que ella llevaría a una avalancha
que arrastraría todo a un abismo. Como segundo rasgo plantea la importancia que
ocupa en su teorización el odio, idea central en torno a la que giran sus sentimientos,
acciones y reacciones. El tercer elemento mencionado lo constituye el lugar que
posee la escena primaria en su discurso, la posibilidad de dos representantes de la
pareja que por fuerza deben estar en conflicto, frecuentemente en una relación donde
prime el odio.
En los casos en que se presenta un potencial paranoico suele encontrarse una pareja
parental que erotiza el enfrentamiento conflictivo, mostrándolo como sustituto de la
relación sexual. Conflicto y deseo pasan a ser sinónimos y conflicto de deseos la
causa de su origen. A partir de ese momento, uno de los deseos debe ser perseguido y
atacado, el sujeto sólo podrá conservar su existencia si posee a alguien a quien odiar
y alguien por quien ser odiado (dado que sin odio y conflicto no hay origen).
Para culminar, la autora establece un paralelismo entre J. K. (protagonista de El
Proceso de Kafka) y el psicótico al enunciar que este último "...sabe desde hace
mucho tiempo que, en el proceso que el discurso del Otro inicia contra él y en el que
su delirio inicia contra los discursos de los otros, toda absolución, cuando se produce,
es aparente. También descubre a veces que los oropeles con los que se revisten los
representantes de la ley no son, a menudo, más que "frágiles apariencias"; es esta,
quizás, una de las razones que lo llevan a no rendirse y a declarar cerrado el
proceso"(10).
Así finaliza esta obra que, pretendiendo hecha luz en la comprensión del fenómeno
psicótico, no sólo cumple con su objetivo sino que, además, propone un modelo de
psiquismo en el que conceptos freudianos y lacanianos son repensados; obra de
ineludible lectura para todo aquel que se encuentra interesado en el terreno de la
psicosis.

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