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El Vallenato a través del tiempo

Por AGUSTÍN BUSTAMANTE TERNERA


agustinbus1992@hotmail.com

Afirmar que la música vallenata nació silvestre, en el


campo, que es una manifestación auténticamente bucólica,
no es ningún descubrimiento, está comprobado, sin embargo,
nos asaltan múltiples preguntas que estamos casi seguros
que solo tendrán respuestas aproximadas, ¿año y lugar
exacto de nacimiento?, ¿cómo y por qué nació?, ¿año y lugar
exacto por dónde entró el acordeón al Caribe colombiano?,
¿quiénes fueron los creadores de los cuatro aires: paseo,
merengue, son y puya?, entre tantos interrogantes.
También es irrefutable asegurar que desde su génesis el
vallenato vive en un permanente proceso de evolución, de
cambios, que en algunos casos abarcan menos de una
generación; naturalmente, con ciertos grados de resistencias
por parte de un sector que, con razones o sin ellas, no
aceptan las transformaciones, que algunos tildan de bruscas,
de pérdidas de la esencia, de la autenticidad, de la
originalidad.
Nació antes de llegar el acordeón
“¡Juejuaaaaa!, ¡jeyooooo!, ¡jueeee!”, esos gritos
ensordecedores que salían de las gargantas de los
arreadores de los hatos de ganados de los pueblos de la
provincia de Padilla, de los valles del Cacique Upar y del río
Ariguaní; de los alrededores del río Magdalena; parecen ser
el origen de este género que con el tiempo se convirtió en la
representación de Colombia ante el Mundo.
Variadas tesis se han tejido acerca del origen del vallenato y
su evolución, los investigadores coinciden en puntos como el
hecho que antes de la llegada del acordeón al Caribe
colombiano (Riohacha, Ciénaga, Atánquez, se disputan el
punto de entrada), el ritmo de esta música existía, es
probable que haya nacido de manera espontánea entre los
‘vaquianos’ del Siglo XIX, y con el tiempo los adelantados las
trasladaron a los silbidos, balbuceos, toque de palmas, luego
les introdujeron instrumentos de la época, indígenas y
negroides, como las gaitas, flautas, maracas, silbatos,
guacharacas, tambores.
La patente del acordeón, el 6 de mayo de1829, por el
austriaco Cyrill Demian, y su posterior entrada a nuestro país,
significó el nacimiento del trío perfecto al acoplarse con dos
instrumentos que años atrás lo estaban esperando: la
guacharaca, de origen indígena; y el tambor, de origen
negroide, ¿se juntaron los tres al mismo tiempo?, o ¿dos por
separados, y luego se les sumó el otro?
La esencia de lo que hoy conocemos como vallenato tal vez
dio pasos antes de tocarse con los tres instrumentos clásicos,
pudo interpretarse solo con acordeón, o solo con la caja, o
solo con la guacharaca.
A través del tiempo el vallenato ha tenido grandes
exponentes, míticos y reales, que han marcado la diferencia,
como los acordeoneros Francisco Moscote (‘Francisco El
Hombre’), protagonista de la leyenda que cuenta que con el
credo al revés venció al diablo en un duelo; Francisco Irenio
‘Chico’ Bolaño, se le reconoce como el pionero de la
marcación de los bajos del acordeón, para diferenciar un aire
del otro: un paseo de un son, de un merengue, de una puya;
‘Pacho’ Rada, cultivó el son y enseñó a tocar a acordeoneros
incipientes que luego alcanzaron grandeza.
Luis Enrique Martínez, ‘El Rey de la rutina’, creador de
entradas y distintas florituras en la melodía, que aún tiene
muchos seguidores. Calixto Ochoa, un genio de la
composición, con más de mil 500 obras; Alfredo Gutiérrez,
tres veces Rey Vallenato, inigualable tocando el acordeón;
Rafael Escalona, un maestro de la composición; Guillermo
Buitrago, maestro de la guitarra (instrumento clave en la
historia del vallenato); y los sabaneros Andrés Landero,
Lisandro Meza, y Adolfo Pacheco.
El típico lo conformaban tres músicos

El grupo vallenato de antaño lo conformaban, casi siempre,


acordeonero (cantaba y componía), cajero (caja de cuero de
animal) y guacharaquero (de caña de lata), que era el
conjunto típico, pero con el correr de los años le fueron
sumando instrumentos: guitarra, tumbadoras, batería, bajo,
coros, presentador.
En la década de los 60 aparecieron Los Corraleros de
Majagual, una especie de Fania Vallenata, y Los Playoneros
del Cesar, grupos con varios cantantes y acordeoneros, hasta
cuando en 1969 surgió Jorge Oñate, referente a la hora de
hablar de la separación voz-acordeón, es decir, comenzó una
nueva etapa donde el acordeonero solo se dedicó a tocar. En
sus inicios aún era el líder, pero llegó un momento cuando el
cantante lo desplazó, así aparecieron Poncho Zuleta, Silvio
Brito, Diomedes Díaz, Rafael Orozco, Beto Zabaleta, Daniel
Celedón, entre otros.
En 1968 nació el Festival de la Leyenda Vallenata de
Valledupar, y luego más de un centenar de certámenes en
toda la geografía colombiana, que se constituyeron en
plataformas para impulsar a figuras nacientes y consagradas.
En ese proceso de cambios, esta música pasó del Vallenato
Clásico a tener varias denominaciones vagas, según el
tiempo: Nueva Ola, Balanato, Vallenato Llorón, Vallenato
Femenino, Brinca Brinca, Vallenato Fusionado, entre otros.
En cuanto al tema de la internacionalización, se ha logrado
captar el gusto de países como México, El Salvador,
Honduras, Costa Rica, Venezuela, Panamá, Ecuador,
Paraguay, Argentina, donde llegan los grupos actuales para
amenizar conciertos.
En diciembre de 2015, en Namibia (África), después de un
análisis exhaustivo la Unesco declaró al Vallenato Tradicional
como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en
Necesidad de Salvaguarda Urgente”, esto es un logro, pero a
la vez un llamado a las nuevas generaciones para que no
olviden las verdaderas raíces de este folclor.
En el 2006 se incluyó a la Categoría Cumbia/Vallenato en
los reconocidos Premios Grammy Latin, que se entregan en
Estados Unidos, con resultados que aún no convencen, por la
poca o nula promoción durante el acto de entrega.

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