Afirmar que la música vallenata nació silvestre, en el
campo, que es una manifestación auténticamente bucólica, no es ningún descubrimiento, está comprobado, sin embargo, nos asaltan múltiples preguntas que estamos casi seguros que solo tendrán respuestas aproximadas, ¿año y lugar exacto de nacimiento?, ¿cómo y por qué nació?, ¿año y lugar exacto por dónde entró el acordeón al Caribe colombiano?, ¿quiénes fueron los creadores de los cuatro aires: paseo, merengue, son y puya?, entre tantos interrogantes. También es irrefutable asegurar que desde su génesis el vallenato vive en un permanente proceso de evolución, de cambios, que en algunos casos abarcan menos de una generación; naturalmente, con ciertos grados de resistencias por parte de un sector que, con razones o sin ellas, no aceptan las transformaciones, que algunos tildan de bruscas, de pérdidas de la esencia, de la autenticidad, de la originalidad. Nació antes de llegar el acordeón “¡Juejuaaaaa!, ¡jeyooooo!, ¡jueeee!”, esos gritos ensordecedores que salían de las gargantas de los arreadores de los hatos de ganados de los pueblos de la provincia de Padilla, de los valles del Cacique Upar y del río Ariguaní; de los alrededores del río Magdalena; parecen ser el origen de este género que con el tiempo se convirtió en la representación de Colombia ante el Mundo. Variadas tesis se han tejido acerca del origen del vallenato y su evolución, los investigadores coinciden en puntos como el hecho que antes de la llegada del acordeón al Caribe colombiano (Riohacha, Ciénaga, Atánquez, se disputan el punto de entrada), el ritmo de esta música existía, es probable que haya nacido de manera espontánea entre los ‘vaquianos’ del Siglo XIX, y con el tiempo los adelantados las trasladaron a los silbidos, balbuceos, toque de palmas, luego les introdujeron instrumentos de la época, indígenas y negroides, como las gaitas, flautas, maracas, silbatos, guacharacas, tambores. La patente del acordeón, el 6 de mayo de1829, por el austriaco Cyrill Demian, y su posterior entrada a nuestro país, significó el nacimiento del trío perfecto al acoplarse con dos instrumentos que años atrás lo estaban esperando: la guacharaca, de origen indígena; y el tambor, de origen negroide, ¿se juntaron los tres al mismo tiempo?, o ¿dos por separados, y luego se les sumó el otro? La esencia de lo que hoy conocemos como vallenato tal vez dio pasos antes de tocarse con los tres instrumentos clásicos, pudo interpretarse solo con acordeón, o solo con la caja, o solo con la guacharaca. A través del tiempo el vallenato ha tenido grandes exponentes, míticos y reales, que han marcado la diferencia, como los acordeoneros Francisco Moscote (‘Francisco El Hombre’), protagonista de la leyenda que cuenta que con el credo al revés venció al diablo en un duelo; Francisco Irenio ‘Chico’ Bolaño, se le reconoce como el pionero de la marcación de los bajos del acordeón, para diferenciar un aire del otro: un paseo de un son, de un merengue, de una puya; ‘Pacho’ Rada, cultivó el son y enseñó a tocar a acordeoneros incipientes que luego alcanzaron grandeza. Luis Enrique Martínez, ‘El Rey de la rutina’, creador de entradas y distintas florituras en la melodía, que aún tiene muchos seguidores. Calixto Ochoa, un genio de la composición, con más de mil 500 obras; Alfredo Gutiérrez, tres veces Rey Vallenato, inigualable tocando el acordeón; Rafael Escalona, un maestro de la composición; Guillermo Buitrago, maestro de la guitarra (instrumento clave en la historia del vallenato); y los sabaneros Andrés Landero, Lisandro Meza, y Adolfo Pacheco. El típico lo conformaban tres músicos
El grupo vallenato de antaño lo conformaban, casi siempre,
acordeonero (cantaba y componía), cajero (caja de cuero de animal) y guacharaquero (de caña de lata), que era el conjunto típico, pero con el correr de los años le fueron sumando instrumentos: guitarra, tumbadoras, batería, bajo, coros, presentador. En la década de los 60 aparecieron Los Corraleros de Majagual, una especie de Fania Vallenata, y Los Playoneros del Cesar, grupos con varios cantantes y acordeoneros, hasta cuando en 1969 surgió Jorge Oñate, referente a la hora de hablar de la separación voz-acordeón, es decir, comenzó una nueva etapa donde el acordeonero solo se dedicó a tocar. En sus inicios aún era el líder, pero llegó un momento cuando el cantante lo desplazó, así aparecieron Poncho Zuleta, Silvio Brito, Diomedes Díaz, Rafael Orozco, Beto Zabaleta, Daniel Celedón, entre otros. En 1968 nació el Festival de la Leyenda Vallenata de Valledupar, y luego más de un centenar de certámenes en toda la geografía colombiana, que se constituyeron en plataformas para impulsar a figuras nacientes y consagradas. En ese proceso de cambios, esta música pasó del Vallenato Clásico a tener varias denominaciones vagas, según el tiempo: Nueva Ola, Balanato, Vallenato Llorón, Vallenato Femenino, Brinca Brinca, Vallenato Fusionado, entre otros. En cuanto al tema de la internacionalización, se ha logrado captar el gusto de países como México, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Venezuela, Panamá, Ecuador, Paraguay, Argentina, donde llegan los grupos actuales para amenizar conciertos. En diciembre de 2015, en Namibia (África), después de un análisis exhaustivo la Unesco declaró al Vallenato Tradicional como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en Necesidad de Salvaguarda Urgente”, esto es un logro, pero a la vez un llamado a las nuevas generaciones para que no olviden las verdaderas raíces de este folclor. En el 2006 se incluyó a la Categoría Cumbia/Vallenato en los reconocidos Premios Grammy Latin, que se entregan en Estados Unidos, con resultados que aún no convencen, por la poca o nula promoción durante el acto de entrega.