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Columna: Mientras el lobo no está

Lecturas de infancia: quiero ser una niña caballero

Alzaos Brienne de Tarth, caballero de los siete reinos

Quería iniciar esta columna de otra manera. Explicar que cuando les gurises de Revista
Rabiosa comunicaron sobre la posibilidad de tener una sección, me interesó mucho
escribir sobre algunas experiencias de lecturas de literatura infantil. Estaba empezando a
justificar así este escrito, pero decidí dejarme llevar por un “salto de programa” (Sarlo
dixit). Buscando algunas cosas en casa de mis viejos en Crespo, me topé con este libro:
Igraín la valiente de Cornelia Funke (2003). Lo había olvidado, aunque lo habré leído más
de diez veces. Algo bastante recurrente en las lecturas de infancia.
Igraín la valiente es más bien una novela. Uno de esos libros que te devoras de chica. Me
lo regalo mi tía y todavía recuerdo lo que flayie al ver la tapa: en el centro, una gurisita con
armadura en un caballo acompañada por su gato, mirando hacia lo lejos un castillo
medieval.
La historia más o menos cuenta sobre una familia de magos que protegen unos libros que
tienen vida propia y guardan los secretos de la magia del reino. En el cumpleaños número
diez de Igraín (que entrena, a pesar de las expectativas familiares, para caballero), los
padres se encierran en una torre a prepararle una sorpresa con la mala suerte que el
hechizo les sale mal y se convierten en chanchos. La única forma de revertir el
encantamiento es con pelos de gigante (ingrediente que casualmente escaseaba en el
castillo). Encima de que sus padres son cerdos, Igraín y su hermano se las ven con un
brujo imperialista que viene a por los libros mágicos. Ahí nomás se escapa Igraín del
castillo para ir en busca de esos pelos. Y así es como inicia la aventura de esta niña
caballero.
La apuesta de la novela para mí está en los personajes y las situaciones “raras” que
viven. Por lo menos eso es lo que más recuerdo. Una escena de lectura en la que Igraín y
su hermano leen indicándole al libro en qué página detenerse hasta que algunas se
quedan pegadas porque éste comió mucha mermelada. Una escena de aprendizaje,
cuando Igraín se encuentra con un tipo que es caballero y éste dictamina las reglas
caballerescas para que “se le conceda el honor que le corresponde a aquel que las
cumpla, sea hombre o mujer”. O, el solo hecho de que Igraín, con diez años, salga con su
armadura acompañada de su gato por los bosques tenebrosos.
Una dinámica que practicamos mucho en los talleres sobre mediación de lectura es esta,
la de volver sobre un recuerdo de lectura de infancia. La repetimos mucho, porque cuando
en ronda compartimos esas memorias nos damos cuenta de todo lo que se juega en la
lectura. Y de que también, siempre hay algo de ese niñe lector al que seguimos volviendo
cuando nos encontramos leyendo y mediando a otres.
Seguramente les haya pasado que, en sus experiencias de lectura, la ficción llegue en el
momento justo. A mí me pasó con este libro y por eso decidí hacer un salto acá.
Casualmente antes de enviar lo que tenía ya listo para la columna, me encontré también
en un bosque tenebroso: la escuela. Había ido a entregar la carpeta de antecedentes para
inscribirme a un concurso y cuando ingreso a la institución, una persona (que supuse
ordenanza) me preguntó: "Ud. ¿qué quiere caballero?". En el momento, no pude decirle
nada porque tenía la boca tomada por la angustia. Aunque frecuentemente me encuentro
en la situación de tener que aclarar a mis interlocutores “che mirá, soy una mujer”, a
veces no me sale decirlo, y a veces sí, porque contra todo estereotipo quiero afirmar que
ese es el lugar desde el que yo me identifico. Lo cierto es que con Igraín, volví a esos
recuerdos de infancia para encontrar una certeza: a la mierda todo, yo también quiero ser
una niña caballero1.

1
El Word recuerda con azul el error de concordancia entre estas dos palabras.

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