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FÁBULAS

Y
ANTIFÁBULAS

URANITO EDITORES
ARGENTINA - CHILE - COLOMBIA - ESPAÑA
Estados Unidos - MÉXICO - PERÚ - VENEZUELA - URUGUAY
Graciela Repún
Fábulas y antifábulas / Graciela Repún y Enrique Melantoni ; ilustrado por
Walter Carzon. - 1a ed. - Buenos Aires : Uranito Editores, 2013.
48 p. ; 24x17 cm. - (Dicen por ahí)

ISBN 978-987-1831-80-7

1. Narrativa Infantil . I. Enrique Melantoni II. Walter Carzon, ilus. III. Título.
CDD 863.928 2

Edición: Anabel Jurado


Diseño: Marcelo Torres
Ilustraciones: Walter Carzon
Corrección: Malena Rey

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida,


sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las
sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o
total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos
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© 2011 by Graciela Repún y Enrique Melantoni


© 2011 by EDICIONES URANO S. A. - Argentina
Paracas 59 - C1275AFA - Ciudad de Buenos Aires
info@uranitolibros.com.ar / www.uranitolibros.com.ar

1a edición

ISBN 978-987-1831-80-7
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723

Impreso en Gráfica Galt


Ayolas 494 – CABA
Enero 2012

Impreso en Argentina. Printed in Argentina


Graciela Repún
Enrique Melantoni

FÁBULAS
Y
ANTIFÁBULAS
Ilustraciones:
Walter Carzon
ÍNDICE

Introducción: Esopo estaba sentado.........................................5

1. El zorro y el cuervo
La fábula que todos conocemos ....................................................7
La antifábula.................................................................................. 10

2. El perro y su reflejo
La fábula que todos conocemos.................................................. 15
La antifábula.................................................................................. 17

3. Un pez en la mano vale por dos en el arroyo


La fábula que todos conocemos.................................................. 21
La antifábula.................................................................................. 23

4. El hombre y la fantasma
La fábula que todos conocemos.................................................. 27
La antifábula.................................................................................. 30

5. El perro y el cocodrilo
La fábula que todos conocemos.................................................. 35
La antifábula.................................................................................. 37

6. El pastor y las ovejas


La fábula que todos conocemos.................................................. 41
La antifábula.................................................................................. 44

A modo de cierre: Esopo se calló............................................ 47


Introducción:
Esopo estaba sentado

Esopo estaba sentado en la escalera de mármol de un


edificio ubicado frente a la plaza del pueblo. Como de cos-
tumbre, se encontraba rodeado de oyentes. Porque Esopo te-
nía fama de ser un gran inventor de historias. Historias en las
que los animales hablaban y eran los protagonistas. Historias
que hacían pensar en la diferencia entre actuar bien y actuar
equivocadamente.
Los adultos siempre lo escuchaban en silencio, prestando
mucha atención. Pero esta vez, Esopo había decidido contar sus
creaciones a un grupo de niños.

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1.
El zorro y el cuervo
(La fábula que todos conocemos)

“Un zorro hambriento descubrió, en lo alto de un árbol,


a un cuervo que sostenía un trozo de queso en su pico. El zorro,
que quería quedarse con el queso, comenzó a alabar su bella
voz, diciendo que no había otra igual entre las aves cantoras.
Al rato de escucharlo, la vanidad hizo que el cuervo abriera el
pico para graznar, y se le cayera el queso. El zorro lo atrapó
al vuelo y se alejó satisfecho, dejando al cuervo sin comida y
avergonzado”.

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Esopo terminó su historia con una sonrisa, pensando que
los niños sabrían sacar alguna enseñanza de ella. Esperaba que
todos hubieran entendido la moraleja y reflexionaran sobre los
peligros de dejarse llevar por la vanidad.
Pero uno de sus oyentes, un pequeño con un gracioso fle-
quillo, preguntó.
—Perdón, maestro Esopo…
—¿Sí?
—¿Cómo sabe que los cuervos comen queso?
—No importa si comen queso o no. Lo que importa es que
el zorro desea lo que el cuervo tiene.
—Pero, ¿por qué el zorro trataba de comerse el queso y no
al cuervo? —volvió a preguntar el del flequillo.
Antes de que Esopo pudiese responder, una niña de enor-
mes ojos color violeta, preguntó:
—¿El zorro y el cuervo estaban solos o había cerca otros
animales?
—No sé… Puede ser que hubiera alguno más…
—Y los demás animales, ¿qué hacían mientras el zorro
hablaba?
Esopo sintió una oleada de calor que le subía por las meji-
llas. Estaba empezando a perder la paciencia. Tratando de do-
minarse, con su tono más amable preguntó:
—¿Es importante saber si había otros animales o no? ¿Acaso
ese dato ayuda a entender mejor la enseñanza que se despren-
de de esta historia?
—Si hubiera habido otros animales, podrían haber ayuda-
do al cuervo, ¿no?
—O al zorro —dijo un niño con engañosa cara de bueno.
—A menos que los otros animales fueran ratas de campo.
A las ratas del campo les gusta tanto el queso que, al primer
descuido, se lo hubieran comido y no habrían dejado ni un
agujero —dijo una niña de rulos.

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Un niño de hermosa nariz torcida empezó a llorar.
—¡Las ratas me dan miedo!
—A mí me dan miedo los quesos con agujeros —dijo un
pelirrojo.
Estas no eran las reacciones que Esopo esperaba cuando les
contó su fábula.
Quizás si probaba cambiándola un poco…

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El zorro y el cuervo
(La antifábula)

“A lto en la rama, el cuervo observaba al zorro acercar-


se. Llevaba bien sujeto en el pico un trozo de queso amarillo,
SIN agujeros. Lo había perdido la hija de un aldeano esa ma-
ñana, que saltando distraída no notó cuantas cosas caían de su
canasta.
El zorro deseaba el queso, pero, ¿cómo hacer para acercar-
se? A los zorros no se les da bien eso de treparse a los árboles.
En cambio, tienen un gran talento para el engaño.
—Buen día, amigo cuervo —le dijo, mientras se paraba
bajo el árbol—. ¡Qué hermosa mañana nos ha tocado hoy!
El cuervo miró a su alrededor. Lo único distinto que tenía
esa mañana de las anteriores era el bocado que había encontra-
do para el almuerzo. Apretó más fuerte el pico.
—Para que la mañana fuera todavía más perfecta —seguía
diciendo el zorro— solo faltaría que una garganta privilegiada
para el canto entonara una melodía. Entonces jugarían las hojas
con un viento cálido y bailarían las flores, alegres.
El cuervo no entendía nada. ¿De qué hablaba ese zorro
loco? ¿Por qué decía tantas frases ridículas?
—Por desgracia —continuó el zorro—, no tengo talento
musical. Pero la suerte me permitió encontrarme con un cantor
maravilloso.

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Tan fuerte hablaba el zorro, que los animales de los alrede-
dores fueron acercándose, curiosos por saber a quién se refería.
Entre los que llegaban había liebres, pájaros, leones. De todo,
menos ratas de campo. Escuchaban escondidos entre la hierba,
atentos a los elogios del zorro.
—¿De quién habla? —se preguntaban unos a otros. El cuer-
vo también sentía curiosidad y escuchaba fascinado.
—Ayer, conversé con el ruiseñor. Le pedí que me hiciera un
panorama de la música actual, comparando su exquisito can-
to con el de los otros pájaros —continuó diciendo el zorro—.
Fue bastante amable con todos, salvo cuando habló de tu voz.
Dijo (y yo solo repito, no es mi intención ofender) que no era
más que un graznido desagradable. Soy un zorro viejo y algo
sé… Tanta crítica me hizo dudar, pensé que tal vez hablaba de
envidia… ¡Y tuve la buena suerte de encontrarte! Con que solo
cantaras unas notas, ya podría darme por satisfecho…
Sin que el zorro lo notara, los demás animales murmuraban
a su alrededor.
—¿El cuervo es un gran cantor? ¡Lo tenía bien escondido!
Parece que lo aseguró el ruiseñor. O que el ruiseñor lo quiso
ocultar… Pero como siempre dicen, ¡en el bosque todo se sabe!
Y lentamente se fueron acercando por detrás al zorro, que
no hacía sino pensar en el queso amarillo.
—Por favor, amigo cuervo —insistía—. Una pequeña melo-
día y seguiré feliz mi camino.
El cuervo nunca había imaginado que su voz pudiera des-
pertar envidia. Pero, ¿por qué no comprobarlo? Esponjó las
plumas, trató de recordar qué canciones sabía… Abrió el pico y
comenzó a emitir un largo y chirriante graznido. El queso cayó
directamente en las fauces del zorro, que se preparó para salir
corriendo.
Pero no pudo.
De todas partes surgían animales con lágrimas en los ojos.

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—¡Es maravilloso! ¡Qué sonido rústico! ¡No empalaga,
como el del ruiseñor! ¡Es la música moderna que necesitába-
mos! —comentaban—. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo! —aplaudían.
El cuervo descendió de la rama para saludar a sus
admiradores.
—Toma —le dijo entonces el zorro, devolviéndole la mitad
del queso—. Compartamos.
Luego giró hacia los demás animales y anunció:
—Este espectáculo fue gratis. Para el próximo, que será esta
tarde, tendrán que abonar una pequeña entrada…
Todos los animales aplaudieron sus palabras”.

E sopo esperó a ver cómo reaccionaban los niños. Había


cambiado el relato. Y su moraleja.
¿La habrían entendido?
Sus pequeños oyentes estaban pensativos. Alentado por ese
silencio, Esopo comenzó a narrarles otra historia. 

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