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AGARRALAGALARRAGA de Juan Estevez. (Escribe Hugo Sergio Ultra)


Hace algunos años, siendo docente de Literatura, estaba en un grupo de tercero,
analizando un cuento muy conocido de Cortázar “Continuidad de los parques”, en el
que el personaje central, que está leyendo una novela, es asesinado por el personaje
del libro que lee. Una vez concluida la lectura comentada, en las evaluaciones
finales, un alumno me dijo: “Profe, qué mágico que es leer” Esa expresión me
quedará grabada mientras viva.
Y es verdad, la lectura es mágica, como lo es también la acción de diagramar, crear y
escribir una historia y más mágico es, en los tiempos que estamos viviendo, confinados
por la pandemia que azota al mundo. Leer es una ventana a la vida, en la que podemos
ser más observadores y críticos con nosotros mismos; leer nos ayuda a soportar el
aislamiento, porque anhelamos el contacto con familiares y amigos, porque tenemos
necesidad de esa comunicación con los otros, que antes, no valorábamos, pues era algo
que creíamos imposible de perder. Leer entonces, nos abre la posibilidad de entrar en
otro mundo y salir cuando queramos de él, y nos permite analizar la realidad y alejarnos
de ella, a través de la ficción.
Tengo preferencia por autores nacionales y ni qué hablar si son de nuestro terruño, Es
así que, una tarde, me sumergí en “AgarralaGalarraga”, segunda novela del amigo Juan
Estevez, quien. en el año 2016, obtuvo el Premio Nacional de Literatura, con su primera
ficción “Entusiasmo Sublime”
Juan Estévez, ha incursionado el periodismo, en Diario Crónicas, en Brecha, en el
periódico Centenario de Cardona y en el recordado semanario “Entrega 2000’, por
mencionar algunos. Es mercedario, pero vive actualmente en Villa Soriano.
AgarralaGalarraga es su quinto libro, pues ha publicado: Pandorgas y otros vuelos; La
esquina del paraíso; Vecinos, además de la novela premiada y la que hoy nos ocupa.
La novela como género, nos concede generosamente que abramos sus páginas, y a
través de su trama, “la ilusión novelesca” según Cortázar, nos permite evadirnos y
asombrosamente soñar estando en vigilia. La novela de Estévez, tiene esa magia, Es de
alguna manera creada a través de episodios de su vida, sobre todo de su niñez. Por eso
me encantó, porque, me trajo reminiscencias de una niñez pasada, también de barrio, en
la que no tuvimos muchísimas cosas, pero teníamos sí, una riqueza interior forjada en el
compañerismo; en los juegos sencillos; en las lecturas de los inolvidables comics o en
las reuniones con amigos en la esquina preferida. Me trajo también recuerdos de las
remontadas de pandorgas después de volver de la escuela; de las trepadas a los árboles,
en un sitio baldío frente a mi casa; de los inmemoriales álbumes de figuritas, como
Donald Campeón de Box, o el del campeonato de fútbol de Londres 66; o de tener
alguna vez ocasión de montar alguna bicicleta prestada, mientras a golpes y raspones
aprendíamos a mantener el equilibrio, o tal vez recordar algún acontecimiento
extraordinario, que dejó en nosotros una profunda impresión. El propio autor nos ha
dicho: “Las vivencias reales sirvieron de base para desarrollar la historia. No es una
narración que cuente una historia real ciento por ciento. Hay ficción, hay sucesos
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inventados que se entremezclan con hechos reales y eso genera duda en el lector:¿ será
cierto esto?” Y es así, porque nos quedamos un poco con la intriga, porque todos
buscamos cuando leemos, el surgimiento de alguna verdad oculta, que el autor deja
apenas expuesta.
El título está compuesto por un anagrama o juego de palabras, que resulta de la
trasposición de letras de la palabra Galarraga; una original humorada, propia del estilo
del autor: AgarralaGalarraga.
Es la historia de Iván, un niño humilde, del interior, ubicada en nuestra ciudad,
Mercedes, en la década de los años 60.
Don Juan Galarraga, fue un chofer de la memorable empresa ONDA, que conducía uno
de los coches que iba desde Mercedes a Carmelo; un hombre muy amable, educado y
servicial, y a su notable figura está dedicada esta novela. Para el protagonista Iván, el
conductor se transforma en el relato, en su fiel confidente, por momentos consejero,
elevándolo a una categoría casi paternal, por admiración. Iván, lo había conocido una
vez en un viaje de regreso con su mamá, desde Montevideo.
“- ¿Cómo te llamás?
- Tengo 7 años y me llamo Iván
- ¿Iván?- viéndolo de cotelete- ¿Sabés que Iván es Juan en ruso?
-Nnno
- Si, así que somos tocayos.
Sonreía el hombre, maravillado por el tenor ingenuo de las reacciones del niño.”
El hombre, se convertirá entonces en el amigo imaginario del niño; con él dialoga en los
momentos de soledad o ingenua reflexión, al haber sido castigado por su madre, a causa
de su hermano Cerote.
“- (No puedo odiarlo, Galarraga) – sentencia regresando a otra rama del aromo
cobijado en sonrisas de niño travieso.
-(No lo haga.) contesta Galarraga, ayudándolo a contrapesar la vida.”
-(…pero da rabia…)”
Tal vez, sorprenda un poco la ilustración de la tapa, con uno de los personajes de
Disney, un enano de Blanca Nieves, juguete luminoso, que le recuerda los mofletes de
Galarraga, que brilla en la oscuridad de la noche en su humilde morada, sonriéndole con
picardía, y transformándose en el duende inspirador de la creación literaria.
Otros personajes que interactúan con el protagonista son: Lala (la madre), su hermano el
Cerote, el Cachete, Bigotes ( el escobero), Dalmita ( el amor lúdico de Iván), el Color
(pelirrojo) y José Gervasio; estos últimos forman parte del episodio más oscuro de la
novela. Como personajes circunstanciales aparecen mencionados: el chofer de Omsa
Omar Villanueva, don José Salles (el Dios Verde), que vestía como un apóstol descalzo,
y que embelesa a Iván al contemplarlo.
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En sus 16 capítulos, la obra que se desarrolla a través de una secuencia de anécdotas e


incidentes que vive el muchacho, de pronto deja perplejo al lector, a través de un
episodio, en el que por accidente o crimen circunstancial muere un niño, acontecimiento
del que el personaje es testigo, oculto en el follaje de un árbol. De este hecho, Estévez
“genera la duda en el lector que se pregunta: ¿Será cierto?”
Son de destacar, las expresiones en los diálogos de los personajes, del uso popular de
aquel entonces, que el autor reproduce con naturalidad, gracias a la libertad que otorga
al narrador o al poeta, la creación literaria.
No están exentos en la obra los hallazgos poéticos en las descripciones del paisajes rural
o urbano, sobre todo en lo referente a la naturaleza.
“Anduvieron revisando sin detenimiento las ramas de los mimbres, revestidas de
hojas verdes, entre las que anidaban capullos de hebras de plata explotando en flores
amarillas”
“La llovizna azul del verano mantiene vivo el pulso de las arterias que el aguacero ha
abierto en la calle”
También está presente el humor, como otro hallazgo de inteligencia del novelista:
“Cerote. El origen y significado de su sobrenombre lo pintan de cuerpo entero.
Resulta que Alberto, por ser tan negado en los avatares escolares fue enviado a que
se desastrara con una maestra particular.
- A ver Alberto sumá diez más diez…
Luego de rascarse la cabeza por un instante, entregó el cuaderno a la maestra que lee
y corrige:
-No, Alberto. Diez más diez no da doscientos.
- ¿Cómo que nooo? A ver. Uno más uno es dos, ¿no?
- Sí, claro.
- Bueno. Y cero más cero da…¡ doble cero!”
Y enterados los de la barra, comenzaron a gritarle: ¿Qué hacés doble cero?, o
¡cerobobo!o “ceroncho”, hasta que finalmente no faltó el original burlón que lo bautizó
“Cerote”
Es una constante en la narración, su condición de niño humilde y desprotegido, un claro
ejemplo es cuando dice: “…le gusta jugar a romper charcos a patadas, porque su
destino, el que a él eligió, es andar empapado. No tiene un impermeable ni paraguas
como su padrastro, para poder elegir. No viaja en auto como él”, acentuando el
egoísmo de ese hombre, con quien la falta de afecto es recíproca; de ahí la necesidad
paternal que encontró en la bondad y en la atención afectuosa de Gallaraga, al que
hubiera deseado tener como su verdadero padre.
“Nunca compartí públicamente- nos dice el autor- que una constante en mi vida ha
sido -es- lo que me cuestan, las cosas. Por eso, es que vale la pena leer este libro,
porque sin duda vamos a encontrar algo de nuestra infancia en él. Voy a cerrar este
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comentario con una frase del escritor Julio Varela, que hace una excelente síntesis en la
contratapa del libro, en la que afirma: “Estamos ante un texto que propone una
inmersión (emocional y sensorial) pero también que logra estimular un dejarse ir,
dejarse llevar por el relato, mérito sobrado y poco frecuente en la narrativa de hoy”
Los interesados en comprar la novela, pueden hacerlo llamando al 098331591.

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