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Diego Ladrón de Guevara

(1641-1718)
Eclesiástico y administrador colonial español, virrey de Perú (1710-1716). Nació en
Cifuentes, en la provincia de Guadalajara. Estudió teología y fue catedrático de Derecho
en la Universidad de Alcalá de Henares. Fue nombrado obispo de Panamá y con
posterioridad de Guamanga. En 1689 fue encarcelado por orden del gobernador y
capitán general José de Guzmán y Ávalos, con el que mantuvo discrepancias personales,
pasando a ser obispo de Quito. En 1710 fue nombrado virrey de Perú. Logró
incrementar la producción de plata de las minas de Potosí y estimuló la producción de
las de San Nicolás y Huancavelica. Puso límites a la fabricación ilegal de aguardiente de
caña y controló las fábricas autorizadas, gravándolas con altos impuestos. Denunciado
por malversación en las cajas reales, fue destituido en 1716. Falleció dos años después
en México.
En Huamanga
Preconizado obispo de Huamanga (2 de noviembre de 1698), se dio el pase a las bulas
correspondientes al año siguiente y tomó posesión de su nueva sede el 7 de julio de
1700. Efectuó la visita pastoral; y además de proteger el establecimiento de
la Universidad de San Cristóbal, impulsó la terminación del convento e iglesia de Santa
Teresa. Pero pronto hubo de trasladarse al obispado de Quito (1705), que se hallaba
vacante.

Carmíneo Nicolás Caracciolo


Hijo de Marino Caracciolo, 4° Príncipe de Santo Buono, y de su esposa, Donna
Giovanna Caracciolo de Principe de Torella. Ambos progenitores pertenecían a la
dinastía Caracciolo. Es ancestro de la que fuera reina consorte de España entre 1871 y
1873, María Victoria dal Pozzo della Cisterna, primera mujer de Amadeo de Saboya.
Su nombre completo fue: 'Don Carmine Nicolás Caracciolo, quinto príncipe de Santo
Buono, octavo duque de Castel de Sangro, duodécimo marqués de Buquianico, conde
de Esquiabi, de Santobido y de Capracota, barón
de Monferrato, Castillón, Belmonte, Roca
Espinalberti, Frainefrica, Grandinarca y Castelnuovo, señor de Nalbeltide y de la ciudad
de Auñón, y grande de España de primera clase'. Su nombre se detalla de varias
maneras diferentes, incluyendo Carmine Nicola Caracciolo, Carmine Niccolo
Caracciolo, Carmine Nicolás Caracciolo y Carmino Nicolás Caracciolo.
Carmine Caracciolo era descendiente de una antigua familia noble de Nápoles y fue un
Príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico. Tanto su padre como su madre eran de
la dinastía Caracciolo. Él fue exiliado de Nápoles en el 1707 cuando pasó a la Corona
de Austria, porque fue un defensor de los Borbones. Sus bienes fueron confiscados. Un
culto hombre de letras, fue embajador en Roma y Venecia (1702). Se casó con
Donna Giovanna Costanza Ruffo dei Duchi di Bagnara. Tuvieron varios hijos.
Fue el primer italiano a ser nombrado Virrey del Perú. Esto ocurrió en 1713, aunque
retrasó algún tiempo en viajar a América. Llegó a Cartagena de Indias en la guerra
del Conde de Vega Florida, donde llegó a ser consciente de la corrupción en la política
y el comercio del virreinato. Él trajo con él las órdenes de la Corona para poner fin al
contrabando francés, algo que ha sido protegida y alentada por sus predecesores
inmediatos.
Entró en Lima y tomó posesión de su cargo el 5 de octubre de 1716. En celebración de
su llegada, el poeta Peralta publicó un panegírico en su honor, al igual que Bermúdez de
la Torre, "El sol en el zodíaco". Ambos son extravagantes en sus elogios para el nuevo
virrey.
En 1717 el Virreinato de Nueva Granada se creó en el norte del Perú, a partir de la
Audiencias de Bogotá, Quito y Panamá. Sin embargo, este establecimiento sólo duró
hasta 1724, cuando los territorios fueron devueltos a el Virreinato del Perú.
El Virreinato de Nueva Granada se restableció sobre una base más permanente en 1734.
Entre los acontecimientos notables de su administración se encuentran los siguientes:
Fue incapaz de detener el contrabando. Durante su administración hizo que muchos
misioneros convirtiesen en la montaña, y se fundó el Colegio de Ocopa. Una epidemia
afectó a 60.000 indígenas. Una Real Orden prohibió el marcado de los esclavos negros.
Debido a los abusos de los encomenderos por el sistema de mita, Caracciolo solicitó su
abolición, aunque el rey decidió no actuar según sus recomendaciones.
El 15 de agosto de 1719 se produjo el primer eclipse total de sol registrado en Lima
desde la conquista española, justo antes de mediodía. El eclipse inspiró posteriormente
procesiones de penitentes.
Se desempeñó como virrey hasta 1720. Murió en 1727.

Fray Diego Morcillo Rubio de Auñón


(1642-1730)
Eclesiástico y administrador colonial español, virrey de Perú (1716; 1720-1724). Nació
en Villarrobledo, Albacete, el 3 de enero de 1642. Ingresó muy pronto en la Orden de
los Trinitarios Descalzos, en Toledo, y estudió Teología en la Universidad de Alcalá,
ciudad donde fue nombrado predicador de cámara del rey Carlos II. Fue calificador del
Consejo Supremo de la Inquisición. En 1701 fue nombrado obispo de Nicaragua, y en
1708 resultó designado obispo de La Paz. En 1713, cuando era arzobispo de Charcas
(Alto Perú), le llegó el nombramiento de virrey interino del Perú por parte del monarca
Felipe V. Entró en Lima el 15 de agosto de 1716 y ejerció el cargo durante cincuenta
días, hasta la llegada del nuevo virrey, el príncipe de Santo Buono, tras lo cual volvió a
su arzobispado de Charcas. Como virrey en propiedad de Perú, entró en Lima el 26 de
enero de 1720. A la muerte del arzobispo de dicha ciudad, Antonio de Zuloaga, le
sucedió en la sede episcopal. Durante su mandato fueron canonizados por el Papa
Benedicto XIII dos importantes santos de Perú, Toribio Alfonso de Mogrovejo y
Francisco de Solano. Donó grandes sumas de dinero a su Orden de trinitarios, a obras de
caridad y hospitales, y fundó en su pueblo natal un convento de carmelitas descalzas.
Tuvo fama de inteligente, culto y buen administrador. Cesado en 1724 después de los
graves incidentes acaecidos en Paraguay, murió en 1730 en Lima, en cuya catedral fue
enterrado.
Jose Antonio de armendariz
Zarpó de Cádiz el 31 de diciembre de 1723; llegó a Cartagena de Indias en febrero de
1724, tras haber hecho escalas en Portobelo, Panamá, Perico y Paita. En Panamá
desautorizó la tolerancia hacia los comerciantes ingleses y atacó a los piratas que
merodeaban en las proximidades de las costas. Hizo su entrada oficial en Lima bajo
palio el 14 de mayo de 1724 recibiendo el poder de manos del arzobispo Diego
Morcillo, a quien iba a atribuir después la responsabilidad de la crisis que atravesaba el
virreinato.
En el gobierno económico ordenó una revista de indios para reorganizar el sistema
fiscal que quedó incompleta, aunque consiguió aumentar el número de tributarios en
más de veinte mil. A pesar de asumir la defensa de la mita forzada y su aumento para
reactivar la producción en las minas de Potosí y Huancavelica, este sector continuó en
declive. El virrey prestó especial atención al aumento de ciertos impuestos como la sisa,
naipes y pulperías para mejorar los ingresos de la Real Hacienda. Por último, mandó
encarcelar a varios oficiales de la Casa de la Moneda por corrupción. Dispuso por bando
del 17 de junio de 1724 la aplicación de la pena de muerte a toda persona que fuera
descubierta practicando el comercio ilícito. No obstante, el contrabando prosiguió a
cargo de los navíos franceses y holandeses por los puertos de Arica e Iquique, lo que
obligó al virrey a contratar con la compañía privada del marqués de Torre Tagle el
apresamiento de los mismos. Poco después, prohibió que los barcos ingleses
transportaran mercancías españolas. Finalmente, reglamentó las condiciones para el
embarque de la "plata piña" hacia España.
En defensa, asesorado por el marino Blas de Lezo, dispuso que, en Guayaquil, se
acelerara la carena de los navíos "Capitana" y "Almiranta", al tiempo que hizo poner
una nueva a quilla al navío de guerra San Fermín. Fortaleció a un coste de 150.000
pesos el puerto de El Callao con nuevos rompeolas y murallas que encomendó al
ingeniero Nicolás Rodríguez. También hizo una inversión apreciable en el refuerzo de
las defensas militares de Santa Marta, Cartagena de Indias, Portobelo, Panamá,
Valdivia, Buenos Aires y Montevideo.
Bajo este gobierno comenzó una coyuntura de rebeliones en los Andes. La sedición más
importante ocurrió en Paraguay en 1721 cuando José de Antequera, fiscal de
la Audiencia de Charcas, se excedió en sus atribuciones de juez pesquisador, ordenó la
destitución del gobernador Diego de los Reyes y asumió tal cargo en contra de lo
dispuesto desde Lima. Antequera expulsó a los jesuitas del territorio guaraní en 1724, lo
que provocó que el virrey encomendara su captura a una expedición militar comandada
por el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala. Antequera huyó a
Córdoba desde Tucumán, se refugió en un convento franciscano, y luego partió
clandestinamente hacia Lima, en donde fue capturado en 1726. Al finalizar su proceso,
que duró cinco años, fue ahorcado en la Plaza de Armas de Lima. Otro alzamiento que
el marqués de Castelfuerte tuvo que enfrentar fue el que protagonizaron los mestizos de
Cochabamba liderados por Alejo Calatayud en 1730. La causa de esta rebelión fue el
rumor de que el virrey quería empadronar a este sector social para que pagara
impuestos. Calatayud fue capturado y ajusticiado en su celda en enero de 1731. A esos
desórdenes se unieron insurrecciones indígenas en Azángaro, Carabaya, Cotabambas y
Castrovirreina, que tuvieron como causa los abusos que cometían los corregidores en el
sistema de repartos de mercancías.
En cuanto al Patronato Real, en 1730 se inauguró en Lima el monasterio de las
Nazarenas, en 1732 el marqués de Casa Concha culminó las dos portadas posteriores de
la Catedral y se fundó una casa de recogimiento para mujeres de mal vivir. Las
denuncias del virrey referidas al enriquecimiento ilícito de los curas de parroquia y las
órdenes religiosas provocaron su enfrentamiento con el cabildo eclesiástico. Con
la Inquisición, las relaciones también fueron tensas, sobre todo en 1732, cuando el
marqués de Castelfuerte fue obligado a comparecer ante el Santo Oficio en calidad de
testigo de una causa por sacrilegio. Entre los desastres naturales acontecidos durante su
mandato cabe destacar el terremoto de Santiago de Chile y Concepción de 1730 que
destruyó templos y casas.
Su gobierno culminó a los 11 años, 7 meses y 21 días cuando la Corona le relevó y
nombró en su lugar al marqués de Villagarcía. Al concluir su memoria de gobierno, en
parte redactada por el polígrafo Pedro de Peralta y Barnuevo, José de Armendáriz partió
hacia Acapulco a bordo del navío San Fermín el 17 de enero de 1736. En premio a sus
servicios, Felipe V le otorgó el collar de la Orden del Toisón de Oro. Residió en
Pamplona y en Madrid, lugar este último en el que murió, sin descendencia, el 16 de
abril de 1740, por lo cual todos sus títulos nobiliarios fueron legados a su hermano.

Jose Antonio de Mendoza


Estimando que la dilatada experiencia de don Antonio en el gobierno de la Nueva
España sería apropiada para refrenar los ímpetus sediciosos y dirigir sagazmente la vida
peruana, la corte le asignó los cargos de virrey, gobernador y capitán general del Perú y
presidente de la Real Audiencia de Lima (8 de julio de 1549). Fue de este modo el
primero en la extensa serie de mandatarios novohispanos que recibieron como premio el
traslado al gran virreinato de América del Sur.
En su reemplazo, el Consejo de Indias nombró a Luis de Velasco como virrey de la
Nueva España, ante quien, antes de partir, dejó Mendoza una relación de su gobierno
(25 de noviembre de 1550).
Mendoza, ya achacoso y enfermo, se embarcó en Acapulco, tocó tierra en los puertos
de Realejo y Panamá y llegó finalmente a Tumbes (costa norte del Perú), el 15 de mayo
de 1551. Desde aquí prosiguió por el camino terrestre de la costa e hizo su entrada
solemne en la Ciudad de los Reyes (Lima) el 12 de septiembre de dicho año, aunque sin
entrar bajo palio. Recibió el mando del presidente de la Audiencia Gobernadora, Andrés
de Cianca.
A pesar de su mala salud y de las secuelas de una hemiplejía, se dedicó a poner orden en
la administración y el servicio público. Su mandato sería breve, durando solo diez
meses,
Obras y otros sucesos importantes

 Debido a su avanzada edad delegó en su hijo Francisco de Mendoza la visita o


recorrido de las bien pobladas comarcas del sur, desde Lima hasta Potosí,
examinando el aprovechamiento de los recursos naturales y el tratamiento que se
daba a los indios, con especial atención a las condiciones de trabajo en el Cerro
Rico de Potosí, de inmensa riqueza argentífera. El informe de Francisco de
Mendoza, acompañado de los primeros dibujos y planos del centro minero, fueron
remitidos a España y depositados presumiblemente en el Consejo de Indias hasta su
pérdida.
 En 1552 expidió unas ordenanzas para la Audiencia de Lima, que significan el
primer código de procedimientos judiciales promulgado en el Perú, con
señalamiento de las atribuciones y obligaciones de magistrados, fiscales, relatores,
abogados y demás ministros del foro.
 Se preocupó por hacer recoger informaciones veraces sobre el Tahuantinsuyo o
Imperio de los incas, alentando al conquistador Juan de Betanzos a que culminara su
crónica Suma y Narración de los Incas (1551).
 Recibió dos cédulas, del 12 de mayo y de 21 de septiembre de 1551 que
autorizaban la fundación de la Universidad de San Marcos en el convento de Santo
Domingo de Lima.
 Concedió licencia a Baltazar Zárate para introducir camellos en el Perú como
medio de transporte, pero la empresa fracasó.
 Dictó una serie de normativas con el fin de reglamentar el uso de los bienes
comunales de los indios, conformar una compañía de alabarderos para servir como
escolta virreinal y obligar a los encomenderos a casarse.
 Finalmente, agregaremos que bajo su administración se creó el Obispado de la
Plata, en Chuquisaca; tuvo lugar la llegada de los primeros sacerdotes de la orden de
San Agustín y la celebración del primer concilio provincial limense, por
convocatoria del arzobispo Jerónimo de Loayza (1551).
Descontento de los encomenderos
A poco de empezar su gobierno, Mendoza debió enfrentar el descontento de los
encomenderos, muchos de los cuales consideraban no haber sido lo suficientemente
recompensados por sus servicios durante las guerras civiles. En noviembre 1551 se
produjo en el Cuzco una revuelta encabezada por los hidalgos Francisco de Miranda,
Alonso de Barrionuevo y Alonso Hernández Melgarejo. La Audiencia envió al Cuzco al
mariscal Alonso de Alvarado, investido con el oficio de corregidor y justicia Mayor.
Alvarado entró en la ciudad imperial el 3 de diciembre de 1551, ocasionando la fuga de
la mayor parte de los revoltosos. No obstante, ajustició a los tres nombrados cabecillas,
desterró del Perú a otros y envió preso a alguno.
Pero lo que caldeó más los ánimos de los encomenderos fue la supresión del «servicio
personal» de los indios, o sea el aprovechamiento gratuito de su mano de obra por parte
de los encomenderos. Esta medida había sido ordenada desde la metrópoli un par de
años, y más aún, Mendoza trajo una Real Cédula confirmatoria de tal orden, pero se
dejó sin efecto en el Perú por temor al estallido de revueltas. No obstante, los
magistrados de la audiencia de Lima resolvieron que no debía posponerse más la
aplicación de dicha medida, y el 23 de junio de 1552 libraron una provisión aboliendo el
trabajo no remunerado de los nativos. Mendoza avaló la decisión de los oidores (entre
los que se contaba Andrés de Cianca), en quienes prácticamente había delegado el
mando.
Dicha medida provocó, como era de esperar, la furiosa protesta de los encomenderos. Se
descubrió en Lima un plan de conspiración para apresar a los oidores y enviarlos a
España luego que falleciese el Virrey, que se hallaba muy enfermo y al borde de la
muerte. Se sindicó como cabecilla del complot al general Pedro de Hinojosa, mas este
caudillo supo congraciarse a tiempo con los oidores y quien fue ajusticiado fue su
lugarteniente Luis de Vargas.
Muchos descontentos que residían en el Cuzco pasaron a Charcas (actual Bolivia) donde
fraguaron una nueva rebelión, pero don Antonio de Mendoza ya no se enteraría de ello.
El anciano virrey murió en el palacio de Lima, el 21 de julio de 1552, y fue sepultado,
en una pomposa ceremonia fúnebre, en la sacristía de la Catedral limeña. La Audiencia
tomó el mando del Virreinato, presidido nuevamente por el oidor Andrés de Cianca.

Jose Antonio manso


El 12 de julio de 1745 sucedió el virrey de José Antonio de Mendoza Caamaño y
Sotomayor, Marqués de Villagarcía.
El terremoto de Lima de 1746
El 28 de octubre de 1746, a las 22:30 se produjo uno de los más grandes terremotos que
azotaron Lima y Callao; al menos, el que más muertes produjo. Los testigos difieren en
cuanto a la duración del evento, pues unos dicen que fue de tres minutos y otros que
hasta seis. Se calcula que su intensidad fue de 10 u 11 en la Escala de Mercalli. Las
réplicas, por centenares, continuaron en los dos meses siguientes. En Lima, de 60.000
habitantes, perecieron 1.141; y en el Callao, un tsunami con una enorme ola de 17
metros de altura que penetró cinco kilómetros tierra adentro, mató aproximadamente
5.000 personas, pues apenas se salvaron 200. En Lima sólo quedaron 25 casas en pie.
La nocturnidad del sismo, al sorprender a la población en sus casas, contribuyó a
aumentar las muertes. Las secuelas de este terrible terremoto fueron el hambre y el
miedo.
El terremoto de 1746 es tal vez, al que mayor cantidad de estudios y atención le han
dedicado los historiadores y especialistas. Pero sobre todo sigue siendo el paradigma del
triunfo de la ciudad sobre la destrucción y la muerte.
El virrey José Antonio Manso de Velasco decidió vencer la desolación y tomar cartas en
el asunto, emprendiendo la reconstrucción de Lima. Hizo tan magna obra que mereció
el reconocimiento de sus habitantes y del propio rey que lo premió en 1748 con un título
nobiliario que lo dice todo y que él mismo eligió: Conde de Superunda, que quiere decir
"sobre las olas".
Viejo y cansado, a los 71 años de edad, solicita autorización a Fernando VI para
regresar a España, lo cual le es concedido. Fue reemplazado por el virrey Manuel de
Amat y Juniet

JOSÉ ANTONIO MANSO DE VELASCO, XLIII VIRREY DEL PERÚ


Muchos españoles, personajes históricos notables, son con frecuencia olvidados, puesto
que su gran protagonismo, tanto en sus aspectos positivos como negativos, se desarrolló
muy lejos de nuestras fronteras. Un ejemplo serían aquellos personajes que estuvieron
en el continente americano. Entre virreyes, militares, eclesiásticos, comerciantes,
artistas y personas anónimas del pueblo en general, algunos tuvieron papeles históricos
fundamentales en aquél continente y, por ende, para su país. Traemos aquí uno de los
principales virreyes del Perú: el riojano José Antonio Manso de Velasco, conde
Superunda.

UN MILITAR NOTABLE (1705-1736)


Nació en el pequeño pueblo riojano de Torrecilla de Cameros en 1688. Hidalgo de
pueblo. Con 17 años, en 1705, en plena Guerra de Sucesión española, inicia su carrera
militar en el bando borbónico. Acabado el conflicto, continuó participando en acciones
de guerra. El cardenal italiano Alberoni, nuevo hombre fuerte al servicio de la
monarquía española, deseoso de recuperar los territorios perdidos en Italia tras el
Tratado de Utrecht (1714), atacó la isla de Cerdeña, ataque en el que participa Manso de
Velasco en 1717. Más tarde socorrió a Ceuta ante un ataque del muley Ismail en 1720.
En 1727 participó en el intento fracasado de recuperar Gibraltar, en poder británico.
Atacó Orán (1732), y entre 1733-1736 participó en campañas italianas. Llegó al grado
de brigadier como premio a sus servicios militares en la activa política exterior de
Felipe V.

ESTANCIA AMERICANA, SU SEGUNDA ETAPA DE GLORIA (1745-1761)


Con ya 49 años, en 1737, militar notable, inició su carrera americana, continente en el
que residió veinticinco años (1737 a 1762), volviendo a España en desgraciadas
condiciones con 74 años, viejo y cansado. Felipe V le confió la capitanía general de
Chile tras rectificar un posible destino inicial en Filipinas. En sus nueve años de
mandato en Santiago de Chile (1737-1745) negoció la paz con los cacíques de los
hostiles mapuches (araucanos), ofreciendo garantías de mejores condiciones de vida a
los indios. Repobló territorios fundando nuevas ciudades, entre ellas la de Rancagua.

En 1745 es nombrado XLIII virrey del Perú, en sustitución de José Antonio Caamaño y
Sotomayor, conde de Villagarcía de Arousa. Tenía ya 57 años. Practicamente su
mandato peruano de dieciseis años (1745-1761) va a coincidir con el reinado de
Fernando VI. Dos grandes problemas le van a ocupar en sus primeros años.
Nada más llegar a Lima, tiene que enfrentarse a una de las grandes rebeliones indígenas
en el virreynato: la de Juan Santos Atahualpa, cacíque indígena, educado con los
jesuitas. Desde 1742 y hasta 1760 organizó la guerra de guerrillas. Organizó la
sublevación de los shipibo-conibos en la selva, llegando a atacar Jauja. Aunque no logró
su objetivo de atacar Lima, nunca fue capturado, a pesar de la represión que desató el
virrey, y fue considerado un precursor de la independencia.
El segundo reto que tuvo que afrontar fue el terrible terremoto de 1746, que destruyó
casi por completo la capital limeña, acompañado de un tsunami que arrasó El Callao.
Miles fueron la víctimas. El virrey se empeñó en la reconstrucción rápida y modélica de
la ciudad, la cual estuvo concluida en 1748. En 1747, en el contexto de la
reconstrucción inició las obras del Real Felipe, en honor del recientemente fallecido
Felipe V. Es una fortaleza inmensa que tuvo como cometido la defensa de la ciudad ante
posibles ataques piratas, aunque ya por esos años la piratería ya estaba en declive. Fué
el último bastión de la resistencia española casi ochenta años después, tras la
obstinación del general español Rodil. Hoy es uno de los museos más turísticos del
Callao-Lima, propiedad del ejército peruano actual.
Juan Santos Atahualpa, cacíque indio que sublevó la selva peruana.
Nunca fue capturado.
Detalle del Real Felipe.

Por todos estos servicios, el rey Fernando VI le ennobleció nombrandole I conde de


Superunda, que viene a ser sobre la onda, como vencedor de los desastres de aquél
tsunami. Muy apreciado en Perú, tiene una calle en pleno centro de la capital limeña,
calle que sale de la Plaza de Armas en dirección NO, hacia el bellísimo convento de
Santo Domingo y la no menos Casa de Osambela, del empresario naviero navarro
pasado al bando de los emancipadores.
Casa de Osambela en la calle limeña del conde de Superunda.

EL DESDICHADO FINAL (1761-1767)


En 1761, reinando el nuevo monarca en Madrid, Carlos III, empezaba su calvario. Tenía
73 años, cansado y viejo, conseguía su traslado a España, siendo relevado por el nuevo
virrey: el catalán Manuel de Amat y Junyent. En 1762, en el largo viaje hacia España
desde Lima por el Pacifico, el istmo de Panamá y La Habana, le sorprende una
declaración de guerra contra Gran Bretaña. La Habana es atacada por una flota
británica. Juan de Prado Portocarrero, capitán general de Cuba, decide entregarle la
responsabilidad de la defensa. La capital caribeña se encontraba casi desguarnecida y,
tras una resistencia de dos meses, hubo de capitular. En anciano conde fue hecho
prisionero por los británicos.
Llegado a España fue procesado por capitular. El rey Carlos III firma la sentencia que le
condenaba al destierro en Granada y a la expulsión del Ejército. Murió en 1767, en la
localidad cordobesa de Priego, pobre y despreciado. Fue enterrado en la iglesia de San
Pedro. Contaba 79 años. Triste final de una vida consagrada al Estado.
Calle del bello pueblo andaluz de Priego de Córdoba,
lugar de enterramiento del conde de Superunda.

Manuel Amat y Junient


Fue nombrado Virrey del Perú y Presidente de la Real Audiencia de Lima en 1761,
sucediendo a José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, que había
gobernado desde 1745. Llegó a la Ciudad de los Reyes el 12 de octubre de 1761 y tomó
posesión del cargo en diciembre del mismo año.
En su gobierno se dio la Guerra de los Siete Años entre España e Inglaterra; por ello
Amat tomó medidas de seguridad para asegurar la defensa de los litorales chileno y
peruano, especialmente para proteger las zonas costeras y puertos de Chiloé,
Concepción, Valdivia, Valparaíso, las islas Juan Fernández, Lima, el Callao y
Guayaquil. Los planes de fortificación preveían la construcción de castillos, refuerzo de
murallas, construcción de cuarteles, etc. Además creó nuevos cuerpos del ejército, entre
ellos la Compañía de Dragones.
Como Virrey también mandó hacer la relación o tipología de la población: enumeración
y descripción de diferentes grupos étnicos de América del Sur. En el marco eclesiástico,
apoyó a la división y jurisdicciones eclesiásticas en el Virreinato (actualmente Bolivia,
Chile y Perú): arquidiócesis, diócesis, provincias, repartos, parroquias, etc. y promovió
asignaciones, ingresos y vías para su financiación.
Durante su período de gobierno al frente del Virreinato del Perú hizo varias obras de
infraestructura en Lima: la Alameda de Acho (1773) 3 como reconstrucción del paseo de
la Alameda de los Descalzos, la Plaza de Acho, la Quinta Presa, la Fortificación de
la fortaleza del Real Felipe, la Torre de la Iglesia de Santo Domingo y el Paseo de
Aguas en el actual distrito del Rímac. La tradición dice que dicha obra la hizo en honor
a su amante Micaela Villegas, más conocida como La Perricholi. Entre las casonas que,
según tradiciones orales y leyendas urbanas, tuvo como propiedad está la Quinta del
Prado,4 una señorial vivienda del Jr. Trujillo,5 entre otras.
Teniendo conocimiento de los descubrimientos de James Cook en la Polinesia, organizó
tres expediciones a las Islas de la Sociedad.
Patrocinó la construcción de la nueva Iglesia de Las Nazarenas, la misma que inauguró
en enero de 1771.
Su gobierno fue favorable a la corona en cuanto que aumentó considerablemente las
remesas a Madrid.
En 1773 fue condecorado por el rey Carlos III con la Orden de San Jenaro. A fines de su
gobierno se le hizo el Juicio de residencia, del cual salió favorecido.
En 1776 fue cesado como Virrey del Perú, siendo su sucesor Manuel de Guirior.

Manuel de guirior
Guirior nació en 1708, en el seno de una familia noble del Reino de Navarra. Era hijo de
don José Carlos Guirior y doña María Josefa Portal de Huarte. Entró en la Real Armada
en 1733 como alférez de navío. Una vez admitido en la Real Armada, ascendió
a teniente de fragata, teniente de navío, capitán de fragata, capitán de navío, mayor
general y jefe de la Armada. Luchó en la Guerra de los Siete Años contra Inglaterra y
también contra los piratas berberiscos en el Mediterráneo. Fue caballero de la Orden de
San Juan de Jerusalén, más conocida como Orden de Malta.

También nombrado Virrey del Perú desde 1776 hasta 1780, fomentó el comercio y


consiguió sofocar las sublevaciones de Arequipay Cuzco. Dio cumplimiento al
desmembramiento del Virreinato del Río de la Plata que significó el empobrecimiento
del Virreinato del Perú al comenzar a embarcarse la plata de Potosí por Buenos Aires.
Sufrió las actividades del Visitador José Antonio de Areche(desde junio de 1777) quien
excedió los límites de sus atribuciones produciendo la reacción de Túpac Amaru II:
Creó la Contaduría de Tributos. Fue reemplazado como virrey por el Gobernador de
Chile, el también navarro Agustín de Jáuregui. En su período llegó la expedición
científica de Hipólito Ruiz, José Pavón y Joseph Dombey.

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