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Calixto de San José Túpac Inca

Nació en Tarma en 1710, hijo de Pedro Montes y Dominga Estefanía


Túpac Inca, descendiente del Inca Túpac Yupanqui. En 1727 tomó el
hábito de donado franciscano. Acompañó al comisario general, Fray
José Gil Muñoz, en su viaje a Guatemala, y, de retorno al Perú, pasó a la
provincia de San Antonio de los Charcas. En 1744 viajó por primera vez
a España, acompañando nuevamente al Padre Gil. Volvió al Perú, donde
se dedicó a la tarea evangelizadora. Su gran inteligencia y su dominio de
las lenguas nativas facilitaron su labor, identificándose con los indios,
quienes sufrían entonces los abusos de las autoridades españolas, sobre
todo de parte de los corregidores.
Luego de las fiestas de coronación del rey de España Fernando
VI (1746), Fray Calixto, a pedido de los indios, hacia 1748 redactó un
memorial elevado al rey de España, conocido como la“Exclamación
Reivindicacionista”, donde denunciaba los abusos que sufrían los indios
a manos de las autoridades españolas y reclamaba una serie de
reformas para mejorar el gobierno virreinal. Se solicitaba la supresión de
la mita y del trabajo personal que hacían los indios al servicio de los
españoles, libertad para comerciar, la libre propiedad de los bienes,
abolición de los corregidores, colegios y seminarios para los hijos de los
naturales y el cumplimiento debido de todas las Leyes de Indias.
Antes de partir nuevamente hacia España para entregar el memorial al
Rey, Fray Calixto lo hizo imprimir y lo dio a conocer con mucho sigilo a
los curacas e indios principales de Lima y Jauja. Luego, junto con Fray
Isidoro de Cala y Ortega, partió del Cuzco y marchó hacia Buenos Aires,
adonde arribaron el 15 de febrero de 1750. Eludiendo la vigilancia de
las autoridades españolas, pasaron a la colonia del Sacramento y de allí
a Río de Janeiro, en el Brasil. Se embarcaron hacia Lisboa, adonde
llegaron el 29 de julio de 1750. Partieron enseguida hacia España y
llegaron a Madrid el 22 de agosto. Al día siguiente, aprovecharon el
paso del carruaje real por la vía pública para, en un acto de audacia,
entregarle al mismo rey Fernando VI la Exclamación por la ventana del
coche. El día 24, ambos frailes se acercaron a Palacio y por uno de los
secretarios de cámara supieron que el Rey y sus ministros habían leído
el memorial.
El documento fue remitido al Consejo de Indias, para su resolución.
Fray Calixto se atrevió a decir a los consejeros que, de “no remediarse
esos males que la Exclamación expresaba, podrían sobrevenir fatales
consecuencias a la Corona”. Escribió también al cabildo de indios de la
ciudad de Lima para ponerles al tanto de sus gestiones. Tenía la
esperanza de obtener alguna respuesta de parte del Rey o del Consejo
de Indias, pues contaba con el apoyo de D. Juan Bustamante Carlos
Inca, también de linaje inca, que se desempeñaba como gentil-hombre
de Fernando VI. Como pasaran los meses y no hubiera respuesta
alguna, Fray Calixto elevó una nueva carta suplicatoria al monarca,
insistiéndole sobre la necesidad de una respuesta. Durante un año
esperó en vano alguna noticia de la corte.
A fines de 1752 recibió la orden de trasladarse a un convento
franciscano de Valencia, en donde recibió su ordenación como R.P. Fray
Calixto de San José Túpac Inca. Como no había señal de que obtuviera
una respuesta del Rey ni del Consejo de Indias, pidió formalmente su
retorno al Perú, lo que le fue concedido en 1753. Se estableció en Lima,
en donde prosiguió sus actividades y siguió vinculándose con los
curacas indios, quienes le visitaban en su celda. Pronto, la autoridad
virreinal, representada por el Conde de Superunda, consideró
sospechosas estas reuniones y resolvió, de acuerdo con el Comisario de
San Francisco, su reclusión en el convento de San Francisco de Lima en
enero de 1757. Por entonces, se habían sucedido las rebeliones
indígenas de Juan Santos Atahualpa (Gran Pajonal) y Francisco Inca
(Huarochirí), por lo que el gobierno virreinal se hallaba alerta ante
cualquier indicio de revuelta. A fines de 1757, Fray Calixto fue enviado
a España “con partida de registro”, como soliviantador peligroso. Llegó a
Cádiz, después de penosa travesía, y de este puerto fue remitido al
convento de la Recolección de San Francisco del Monte del Desierto de
Adamuz de la provincia de Granada, al que arribó en diciembre de
1760. Allí permaneció encerrado hasta su muerte el 14 de
setiembre de 1782, siendo considerado como el primer precursor
reformista del Perú y de la América hispana.
En 1727 tomó el hábito de donado de la Orden de San Francisco. Acompañó al comisario
general, Fray José Gil Muñoz, en su viaje a Guatemala. De retornó al Perú, pasó a la provincia
de San Antonio de los Charcas. En 1744 viajó por primera vez a España, acompañando
nuevamente al padre Gil. Volvió al Perú, donde se dedicó a la tarea evangelizadora. Su gran
inteligencia y su dominio de las lenguas nativas facilitaron su labor, identificándose con los
indios, quienes sufrían entonces los abusos de las autoridades españolas, sobre todo de parte
de los corregidores.

Luego de las fiestas de coronación del rey de España Fernando VI (1746), Fray Calixto, a pedido
de los indios, redactó un memorial destinado al monarca español, donde denunciaba las
injusticias que sufrían los indígenas. Este documento es conocido como la Exclamación
Reivindicacionista, cuyo título completo es el siguiente:
Representación Verdadera y Exclamación Rendida y Lamentable que toda la Nación Indiana
Hace a la Majestad del Señor Rey de las Españas y Emperador de las indias, el Señor D.
Fernando VI, pidiendo los atienda y Remedie, Sacándolos del Afrentoso Vituperio y Oprobio en
que Están Más de Doscientos Años.

El rey Fernando VI, a quien entregó Calixto Túpac Inca su Exclamación Reivindicacionista.

Antes de partir hacia España para entregar este memorial al Rey, Fray Calixto lo hizo imprimir y
a fines de 1748 la dio a conocer con mucho sigilo a los curacas e indios principales de Lima y
Jauja. Luego, junto con Fray Isidoro de Cala y Ortega, partió del Cuzco y marchó hacia Buenos
Aires, adonde arribaron el 15 de febrero de 1750. Eludiendo la vigilancia de las autoridades
españolas, pasaron a la colonia del Sacramento y de allí a Río de Janeiro, en el Brasil, que era
entonces dominio del Portugal. Se embarcaron hacia Lisboa, adonde llegaron el 29 de julio de
1750. Partieron enseguida hacia España y llegaron a Madrid el 22 de agosto. Al día siguiente,
aprovecharon el paso del carruaje real por la vía pública para, en un acto de audacia,
entregarle al mismo rey Fernando VI la Exclamación por la ventana del coche. El día 24, ambos
frailes se acercaron a Palacio y por uno de los secretarios de cámara supieron que el Rey y sus
ministros habían leído el memorial.

En la Exclamación se solicitaba lo siguiente:

Supresión de la mita y del trabajo personal que hacían los indios al servicio de los españoles.

Libertad para comerciar.

La libre propiedad de los bienes.

Abolición de los corregidores.

Colegios y seminarios para los hijos de los naturales.

El cumplimiento debido de todas las Leyes de Indias.

El documento fue remitido al Consejo de Indias, para su resolución. Fray Calixto se atrevió a
decir a los consejeros que, de “no remediarse esos males que la Exclamación expresaba,
podrían sobrevenir fatales consecuencias a la Corona”. Escribió también al cabildo de indios de
la ciudad de Lima para ponerles al tanto de sus gestiones. Tenía la esperanza de obtener alguna
respuesta de parte del Rey o del Consejo de Indias, pues contaba con el apoyo de D. Juan
Bustamante Carlos Inca, también de linaje inca, que se desempeñaba como gentil-hombre de
Fernando VI. Como pasaran los meses y no hubiera respuesta alguna, Fray Calixto elevó una
nueva carta suplicatoria al monarca, insistiéndole sobre la necesidad de una respuesta.
Durante un año esperó en vano alguna noticia de la corte.

A fines de 1752 recibió la orden de trasladarse a un convento franciscano de Valencia, en


donde recibió su ordenación como R.P. Fray Calixto de San José Túpac Inca. Como no había
señal de que obtuviera una respuesta del Rey ni del Consejo de Indias, pidió formalmente su
retorno al Perú, lo que le fue concedido en 1753. Se estableció en Lima, en donde prosiguió sus
actividades y siguió vinculándose con los curacas indios, quienes le visitaban en su celda.
Pronto, la autoridad virreinal, representada por el Conde de Superunda, consideró sospechosas
estas reuniones y resolvió, de acuerdo con el Comisario de San Francisco, la reclusión de Fray
Calixto en el convento de San Francisco de Lima (enero de 1757). Por entonces, se habían
sucedido las rebeliones indígenas de Juan Santos Atahualpa (Gran Pajonal) y Francisco Inca
(Huarochirí), por lo que el gobierno virreinal se hallaba alerta ante cualquier indicio de
revuelta.

A fines de 1757, Fray Calixto fue enviado a España "con partida de registro", como
soliviantador peligroso. Llegó a Cádiz, después de penosa travesía, y de este puerto fue
remitido al convento de la Recolección de San Francisco del Monte del Desierto de Adamuz de
la provincia de Granada, al que arribó en diciembre de 1760. Allí permaneció encerrado hasta
su fallecimiento.

Reformismo

Los precursores del Perú se dividen en dos grupos: los Reformistas y los Separatistas. A cada
uno de ellos se los clasifica a la vez en criollos, indios y mestizos.

Fray Calixto Túpac Inca, si bien era mestizo, fue un representante del reformismo indio, basado
en el principio de que para mejorar la condición del indio, era preciso que se aplicara la
legislación paternalista de la corona en forma estricta, pues los malos funcionarios la
distorsionaban, por lo que resultaba del todo conveniente que ellos fueran removidos y
cambiados por funcionarios indios, para lo que partes importantes de las leyes de Indias
debían ser modificadas. (Virgilio Roel).

En contraparte, hubo una corriente separatista india, basada en el principio de que las
gestiones no podían conducir a resultado alguno, porque todo el aparato colonial estaba
fundado en la explotación, sumisión y dominio del estamento indio; como todo ese aparato se
asentaba en el poder del Estado, no cabía otra alternativa que la violencia revolucionaria para
salir de la condición en que se hallaba el indio, que era la base de sustentación de todo el
régimen (ídem). El más conspicuo representante de esta corriente, fue, al menos en su etapa
final, el cacique José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Túpac Amaru II (1780).

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