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Personajes:
LUCRECIA
JULIA
RAQUEL
SOFIA
VALENTINA
La escena:
Lucrecia, una de las mujeres tiene unos 55 a 65 años. Está vestida de luto, al
igual que Julia, de 45 años y Sofía, de 27 Julia no para de llorar, aunque a
veces no lo hace con sonidos, sólo se le caen lágrimas. Sofía es la más
elegante de las tres. Julia es alta, muy alta, corpulenta. La cuarta de las
mujeres es Valentina. Tiene aproximadamente 20 años. Viste también ropas
negras, aunque no está de luto. Tiene el pelo teñido de dos colores: rojo y azul.
Los labios pintados de negro. La piel muy blanca. Cuando habla lo hace en
alemán. Pero habla poco. Fuma constantemente marihuana. La quinta mujer
es Raquel, de unos 40 años. Viste muy masculinamente y sus modos lo son
también. Está muy seria. Como si estuviera enojada por algo que no tiene
remedio. Todas son ciegas, aunque esto no lo descubrimos al inicio. Pareciera
que ninguna sabe que las demás son ciegas. Los bastones blancos los irán
sacando de sus bolsos o carteras muy entrada la obra. Son ciegas “nuevas”,
por lo que no tienen las costumbres de los ciegos, ni los demás sentidos más
agudizados que los videntes. Esto hace que muchas veces le hablen
claramente a una, pero su mirada se dirija a otra. Esto deberá crear cierta
confusión en el discurso.
ESCENA I
(Cuando ingresa el público las cinco mujeres están sentadas. Todas, menos
Valentina, lloran desconsoladamente, sin parar. Niegan con la cabeza, miran al
cielo, suspiran. Cuando el público ha terminado de ingresar, se produce un
APAGÓN)
ESCENA II
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LUCRECIA.- (Intranquila) ¿A mí se refiere?
SOFÍA.- Bueno, el caso es que Coire un día se muere, pero en pleno velorio se
despierta. Había sufrido un ataque de catalepsia. Con ese antecedente, el tipo
se hace construir un cajón, un féretro, me refiero, pero le hace agregar un
sistema por el cual, él desde adentro, puede accionar una campañilla que
suene afuera del cajón. (Le habla a Raquel, pero mira a Julia) Una campañilla.
Si el tipo sufría otro ataque de catalepsia y lo enterraban vivo y se despertaba
adentro del cajón cerrado, tocaba la campañilla y de afuera se avivaban que
estaba vivo. ¿Se entiende, ahora?
RAQUEL.- Disculpe, pero usted nos cuenta todas estas cosas porque estamos
de duelo o es su tema… las ciencias ocultas...
SOFÍA.- ¡Escéptica!
SOFÍA.- (Raquel sale hacia el baño. Va hacia un lado. Vuelve. Se dirige a otro
y finalmente a un tercer lugar donde parece encontrar el baño) (Pausa) Ahora
que pienso... ¿José Luis sabrá que está muerto?
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nada que hacer, o porque le gusta el café hervido y el olor a nardos y calas, le
pido, al menos, que respete a quienes estamos motivadas por otros
sentimientos más profundos.
SOFÍA.- Sólo trataba de que no nos la pasemos llorando todo el tiempo como
usted. (Pausa larga,Raquel vuelve desde el baño)
VALENTINA.- Ich rauche einen Joint. Sie riechen den Geruch von Marihuana.
Hat es Keine bemerkt? Und wenn ich einschlafe, so entschuldigen sie mich, ich
leide an Narkolepsie. (Traducción: Estoy fumando un porro. El olor que sienten es de la
marihuana. ¿Ninguna se había dado cuenta? Y si me duermo, disculpen, sufro de narcolepsia.)
SOFÍA.- ¿Qué?
JULIA.- Que yo lo del colegio. El inglés. ¿Quién fue la que preguntó si alguien
sabe inglés?
SOFÍA.- (Alarmada) Creo que dijo que fue asesinado. ¿Cómo lo sabe?
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LUCRECIA.- No dije nada.
SOFÍA.- Sí.
LUCRECIA.- Sí.
JULIA.- Sí.
LUCRECIA.- Yo.
JULIA.- Yo.
VALENTINA.- Ich. Narkolepsie. (Traducción: Yo. Narcolepsia) (Se ríe mucho vuelve
a repetir “narkolepsie”, pero en medio de la palabra se duerme)
(Silencio espeso.)
LUCRECIA.- Según tengo entendido sí. De otra forma sería una casualidad.
Además, para algo estamos aquí. Por algo nos citaron. ¿Habrá más que no
han venido?
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JULIA.- ¿A ustedes también las contagió?
RAQUEL.- (Se dirige a Lucrecia, pero mira a Julia) Que la ceguera de José
Luis era contagiosa.
LUCRECIA.- Sí, pero yo tenía entendido que el contagio era por vía sanguínea
o sexual.
JULIA.- Efectivamente.
LUCRECIA.- Lucrecia.
JULIA.- Yo soy Julia, encantada. (Le hace un saludo tocando con su bastón el
de ella)
SOFÍA.- Yo soy Sofía. ¿No se los había dicho? (Por Raquel) Y usted. La que
me peleaba, digo... usted es Raquel, según dijo cuando llegó.
RAQUEL.- Hablar, habla en alemán. Debe ser alemana. ¡De vuelta ese olor!
LUCRECIA.- Creo que él me odió desde que nos casamos. Yo tenía apenas
trece años. Él era un hombre de treinta, trabajador, buen marido, creo. Pero yo
era una niña. Él no me había tocado jamás. Esos arreglos familiares,
¿entienden? Nos casaron. Hace muchos años, se entiende. José Luis
trabajaba todo el día. (Pausa) Tuvimos nuestra primera relación sexual a mis
diecisiete años. Antes, yo no había querido saber nada. (pausa) Y después,
tampoco. Pero me mantuve virgen hasta ahora. No se asombren. Es increíble
lo que una mujer es capaz de hacer por mantenerse virgen. Yo me había
entregado por atrás. ¿Entienden? Un día viene y me dice: “Lucrecia, no
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aguanto más”. Yo le contesté: “Bueno, dale, pero que yo no me de cuenta,
porque te mato”. Como era médico me anestesió y yo ni me enteré del asunto.
Tuvimos esa sola relación y me contagió su enfermedad. Lo hizo a propósito.
Por eso les sigo que aún soy virgen y lo seguiré siendo. Mi himen sólo se lo
entregaré a Dios, cuando él me llame. Y sin anestesia, claro. (Pausa) Soy muy
religiosa. Devota de la desatanudos y de la rosa mística.
LUCRECIA.- ¿Cómo?
LUCRECIA.- ¿Usted que sabe? ¿Usted sabe algo de mí? ¿Usted me conocía
de antes?
JULIA.- Espere, espere. No dije nada. Sólo dije que me parecía que usted leía
poco de cosas científicas. Nada más. No se vuelva loca.
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JULIA.- Bueno, vio que dicen que el cáncer no es hereditario, pero hay casos
en que sí. Pero lo cierto es que ahora hay un montón de casos de hombres con
cáncer de próstata y antes los tipos no sabían ni siquiera que tenían una
próstata.
SOFÍA.- Un órgano.
LUCRECIA.- ¿Cómo?
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SOFÍA.- Yo no tengo problemas con los olores. No tengo olfato. Lo perdí hace
tiempo. Cuando recién me había quedado ciega, me choqué con una puerta de
blindex. Me di con la nariz en el vidrio y me partí la glándula olfativa. No huelo
nada. Ni buenos ni malos olores.
SOFÍA.- ¡Qué cosa! Yo soy casi todo lo contrario. No le digo que vivo teniendo
orgasmos constantemente, pero los tengo independientemente de estar
manteniendo relaciones sexuales.
RAQUEL.- Se masturba.
SOFÍA.- No. Eso es lo raro. Los tengo en los momentos menos esperados. En
la cola de una Banco, mientras me lavo los dientes...
SOFÍA.- Hágalo. (A las demás) Esta mujer dice cada cosa. seguro que cree
que el hombre llegó a la luna.
JULIA.- ¿Cómo?
JULIA.- Lo vimos por televisión. Todos. Bueno, en esa época, todas veíamos,
¿no?
SOFÍA.- No. Ni un hombre ni una mujer. Menos dos hombres, como nos
quisieron hacer creer. Todo se filmó en un estudio de cine. Y los astronautas,
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que en realidad era actores, firmaron un pacto de silencio por mucho dinero.
Una fortuna. Armaron la luna en un estudio de cine, con los cráteres, las nubes,
las estrellas, todo. El módulo lunar era de cartón corrugado pintado,
sopleteado….
(Pausa larga)
LUCRECIA.- ¿Cómo saben ustedes que han tenido alguna vez un orgasmo?
LUCRECIA.- Lo que estoy diciendo. ¿Cómo saben ustedes que lo que tuvieron,
eso que ustedes dicen que fue un orgasmo, fue efectivamente eso y no una
sensación similar o hasta distinta a un orgasmo? ¿Cómo se sabe lo que es un
orgasmo?
LUCRECIA.-¿cómo sabe ella, cómo saben ustedes que eso que ella tuvo, por
más placentero que le haya resultado, fue un orgasmo y no otra cosa?
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Yo elegí “Julia”. En aquel entonces yo no tenía amigos ni parientes ni nada. Y
los compañeros del call center te conocen por tu nombre de trabajo. Ellos
saben que no es tu nombre, pero como no conocen tu verdadera identidad, te
llaman “Julia” y se acostumbran. Y vos también te acostumbrás.
JULIA.- A José Luis lo conocí por teléfono. Él llamó quejándose por la garantía
de una afeitadora eléctrica y le gustó mi voz. Me conoció como “Julia” y seguí
siendo “Julia” siempre. Fui su esposa. Ahora entiendo que fui la segunda, si
hago bien las cuentas.
JULIA.- Dije que fui esposa de José Luis. Ese hombre que me hizo la vida
imposible. Como todos los hombres. Y a usted, con sus costumbres le
recomiendo que se cuide. Estamos en tiempos de graves enfermedades
contagiosas por vía sexual.
SOFÍA.- Despreocúpese.
(Pausa larga)
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RAQUEL.- Lo odiaba. Y por eso lo maté.
LUCRECIA.- Yo debo ser tonta o acá ninguna es clara. ¿Quién mató a quién?
SOFÍA.- Absurdo.
SOFÍA.- Mi gran error fue siempre entregarme demasiado. Vivir para él. Y
cuando una mujer vive para un hombre, lo único que logra es que la adopte
como a un animalito doméstico. Un perrito fui para José Luis.
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JULIA.- Ninguna mujer puede ser feliz junto a un hombre. Cuando conocí a
José Luis me enamoré perdidamente de él, me encargué de poner las cosas en
orden. Hice que se cortara el pelo, que modernizara su forma de vestir. Le
depilé las axilas.
LUCRECIA.- ¿Usted dice que primero se dejó depilar y después la dejó por
eso?
JULIA.- Lo depilé mientras dormía. ¿Vieron que tenía un sueño muy pesado?
SOFÍA.- No creo que tanto como para no darse cuenta de que lo estaba
depilando.
JULIA.- Pelo por pelo con una pincita de depilar. Se movía, roncaba, gruñía,
pero no se despertó. Suave como la piel de un bebé le quedó.
(Todas ríen,a carcajadas. Valentina saca una pistola, apunta al lugar de dónde
vienen las risas y dispara)
LUCRECIA.- Habla.
JULIA.- Habla.
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VALENTINA.- Silencio, vieja de mierda. Cada una lo planeó durante un largo
tiempo. Pero ninguna pudo. ¿Sabían que ninguna pudo? Pero no traten de
sacarse la culpa que sentían hasta ahora. No murió por ustedes, porque yo
estuve allí para salvarlo.
VALENTINA.- No. Se puso a discutir con papá. A los gritos. Como una loca.
Empezaron a empujarse. Ella intentaba pegarle. Papá se defendía. Hasta que
ella lo empujó, él trastabilló y dio su nuca contra una pata del piano.
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VALENTINA.- Basta. Silencio. (Le apunta con el revolver) Lo sacamos del auto
y lo llevamos urgente a la guardia para que lo atendieran. Yo lo lleve en mis
brazos. Cuando entré al hospital me trastabillé con un escalón y caímos, papá
y yo, al suelo. La cabeza de papá dio directo en el borde de una camilla. Y
volvió a lastimarse. El médico de guardia me dijo enojado: “No entiendo para
qué traen a un muerto a un hospital”. Había muerto en el accidente…cuando
salí del hospital, empecé a perder la vista.
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