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LAS MALDITAS o

Lo que nos cuesta a las mujeres conseguir un hombre


de Daniel Dalmaroni

Personajes:
LUCRECIA
JULIA
RAQUEL
SOFIA
VALENTINA

La escena:
Lucrecia, una de las mujeres tiene unos 55 a 65 años. Está vestida de luto, al
igual que Julia, de 45 años y Sofía, de 27 Julia no para de llorar, aunque a
veces no lo hace con sonidos, sólo se le caen lágrimas. Sofía es la más
elegante de las tres. Julia es alta, muy alta, corpulenta. La cuarta de las
mujeres es Valentina. Tiene aproximadamente 20 años. Viste también ropas
negras, aunque no está de luto. Tiene el pelo teñido de dos colores: rojo y azul.
Los labios pintados de negro. La piel muy blanca. Cuando habla lo hace en
alemán. Pero habla poco. Fuma constantemente marihuana. La quinta mujer
es Raquel, de unos 40 años. Viste muy masculinamente y sus modos lo son
también. Está muy seria. Como si estuviera enojada por algo que no tiene
remedio. Todas son ciegas, aunque esto no lo descubrimos al inicio. Pareciera
que ninguna sabe que las demás son ciegas. Los bastones blancos los irán
sacando de sus bolsos o carteras muy entrada la obra. Son ciegas “nuevas”,
por lo que no tienen las costumbres de los ciegos, ni los demás sentidos más
agudizados que los videntes. Esto hace que muchas veces le hablen
claramente a una, pero su mirada se dirija a otra. Esto deberá crear cierta
confusión en el discurso.
ESCENA I

(Cuando ingresa el público las cinco mujeres están sentadas. Todas, menos
Valentina, lloran desconsoladamente, sin parar. Niegan con la cabeza, miran al
cielo, suspiran. Cuando el público ha terminado de ingresar, se produce un
APAGÓN)

ESCENA II

RAQUEL.- Catalepsia, se llama.

SOFÍA.- Sí, catalepsia. ¿Yo qué dije?

RAQUEL.- Es cuando se cree que alguien ha muerto, porque no presenta


signos vitales y sin embargo... el tipo está vivo. Totalmente vivo. Pero parece
muerto. Se trata, en realidad, de un accidente nervioso. El caso más resonante
que recuerdo es el del locutor Héctor Coire. ¿Se acuerdan?

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LUCRECIA.- (Intranquila) ¿A mí se refiere?

SOFÍA.- A cualquiera. Digo, si se acuerdan de Héctor Coire.

RAQUEL.- ¿Es importante que nos acordemos de quién era?

SOFÍA.- Bueno, el caso es que Coire un día se muere, pero en pleno velorio se
despierta. Había sufrido un ataque de catalepsia. Con ese antecedente, el tipo
se hace construir un cajón, un féretro, me refiero, pero le hace agregar un
sistema por el cual, él desde adentro, puede accionar una campañilla que
suene afuera del cajón. (Le habla a Raquel, pero mira a Julia) Una campañilla.
Si el tipo sufría otro ataque de catalepsia y lo enterraban vivo y se despertaba
adentro del cajón cerrado, tocaba la campañilla y de afuera se avivaban que
estaba vivo. ¿Se entiende, ahora?

RAQUEL.- (Le contesta a Sofía, pero mira a Lucrecia) Se entiende.

SOFÍA.- El tipo sufrió otro ataque de catalepsia y lo enterraron, pero la


campañilla no sonó. Un tiempo después, cuando abrieron el cajón el tipo
estaba todo arañado de la desesperación. Coire. Héctor Coire.

RAQUEL.- ¿Y para qué abrieron el cajón de Coire? ¿Cómo fue que


descubrieron que estaba todo arañado?

SOFÍA.-(Piensa, no tiene respuesta. Como si nada, dice… silencio)

RAQUEL.- Disculpe, pero usted nos cuenta todas estas cosas porque estamos
de duelo o es su tema… las ciencias ocultas...

SOFÍA.- ¿Ciencias ocultas? Como se ve que usted de esto no sabe nada.


¿Usted no será de las que no cree en los poderes síquicos del ser humano, las
posibilidades de comunicarse con los muertos, los fantasmas...?

RAQUEL.- ¿Fantasmas? Ah, bueno... lo que nos faltaba...

SOFÍA.- ¡Escéptica!

LUCRECIA.- (por lo bajo) ¡Ignorante!

SOFÍA.- (Raquel sale hacia el baño. Va hacia un lado. Vuelve. Se dirige a otro
y finalmente a un tercer lugar donde parece encontrar el baño) (Pausa) Ahora
que pienso... ¿José Luis sabrá que está muerto?

LUCRECIA.- ¿Qué nos quiere decir con todo esto?

SOFÍA.- Nada. Trato de hacer amena la reunión.

JULIA.- ¿Reunión? Quisiera recordarle que se trata de un velorio. Y de una


persona muy cercana, en mi caso. si ha venido por obligación, porque no tenía

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nada que hacer, o porque le gusta el café hervido y el olor a nardos y calas, le
pido, al menos, que respete a quienes estamos motivadas por otros
sentimientos más profundos.

SOFÍA.- Sólo trataba de que no nos la pasemos llorando todo el tiempo como
usted. (Pausa larga,Raquel vuelve desde el baño)

RAQUEL.-¡Qué olor que hay!

SOFIA.- Lo importante de las ciencias del alma humana es que no están


hechas para que cualquiera se interne en ellas. Si uno no está preparado, es
preferible, alejarse, no escuchar ni leer sobre ellas.

RAQUEL.- Entonces cállese. ¿Es necesario escuchar a esta señora?

JULIA.-¿Quién dijo lo del olor?

RAQUEL.- (Mirando a Lucrecia, aunque se dirige a Julia) Yo. ¿Usted también


lo siente?

LUCRECIA.- Yo no dije nada

VALENTINA.- Ich rauche einen Joint. Sie riechen den Geruch von Marihuana.
Hat es Keine bemerkt? Und wenn ich einschlafe, so entschuldigen sie mich, ich
leide an Narkolepsie. (Traducción: Estoy fumando un porro. El olor que sienten es de la
marihuana. ¿Ninguna se había dado cuenta? Y si me duermo, disculpen, sufro de narcolepsia.)

SOFÍA.- ¿En qué habla? ¿Alguna sabe? ¿Nadie sabe inglés?

JULIA.- (Llora) Lo del colegio.

SOFÍA.- ¿Qué?

JULIA.- Que yo lo del colegio. El inglés. ¿Quién fue la que preguntó si alguien
sabe inglés?

RAQUEL.-Esa mujer hablaba alemán, no inglés. Es evidente.

VALENTINA.- (Grita) Hoffentlich bringen sie sich um, diese Schlampen.


Das sind Schlampen. Verdammte.

RAQUEL.- Y ahora ¿a esta qué le pasa?

LUCRECIA.- No es momento para el alemán, acá hubo un muerto. Un hombre


que ha sido asesinado. (Se paraliza)

JULIA.- (Alarmada) ¿Cómo dijo?

SOFÍA.- (Alarmada) Creo que dijo que fue asesinado. ¿Cómo lo sabe?

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LUCRECIA.- No dije nada.

RAQUEL.- (A Lucrecia) ¿No dijo nada? Mejor, entonces. (A Valentina, que


sigue murmurando en alemán) Basta, nena.
(Valentina deja repentinamente de hablar. Largo silencio. Se sientan en sus
sillas. Se acomodan la ropa. Sofía busca, encuentra y acomoda su bastón
blanco de ciega. Las demás oyen ese sonido.)

RAQUEL.- ¿Usted tiene un bastón blanco? ¿Usted es ciega?


(Todas contestan simultáneamente.)

SOFÍA.- Sí.

LUCRECIA.- Sí.

JULIA.- Sí.

VALENTINA.- Ja. (Traducción: Sí)


(Silencio.)

SOFÍA.- Perdón. ¿quién dijo sí?

LUCRECIA.- Yo.

JULIA.- Yo.

VALENTINA.- Ja. (Traducción: Sí.)

RAQUEL.- Perdón... ¿aparte de mí, quién más es ciega? No entiendo. Estoy


confundida.

LUCRECIA.- Yo también. Yo también soy ciega y estoy confundida.

JULIA.- Y yo. Soy ciega.

SOFÍA.- Yo también. Confundida y ciega.

VALENTINA.- Ich. Narkolepsie. (Traducción: Yo. Narcolepsia) (Se ríe mucho vuelve
a repetir “narkolepsie”, pero en medio de la palabra se duerme)
(Silencio espeso.)

RAQUEL.- ¿Todas ustedes, entonces, tienen algún nivel de parentesco con


José Luis?

LUCRECIA.- Según tengo entendido sí. De otra forma sería una casualidad.
Además, para algo estamos aquí. Por algo nos citaron. ¿Habrá más que no
han venido?

SOFÍA.- No existen las casualidades.

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JULIA.- ¿A ustedes también las contagió?

RAQUEL.- Es evidente. ¿Todas lo saben?

LUCRECIA.- ¿Qué cosa? ¿Qué cosa? ¿Se refieren a mí? ¡Explíquenme!

RAQUEL.- (Se dirige a Lucrecia, pero mira a Julia) Que la ceguera de José
Luis era contagiosa.

LUCRECIA.- Sí, pero yo tenía entendido que el contagio era por vía sanguínea
o sexual.

JULIA.- Efectivamente.

LUCRECIA.- ¿Entonces? ¿Quiénes son ustedes? (Se desespera. Habla al


vacío) ¿Quiénes? ¿Qué pretenden?
RAQUEL.- (Calma) Esposas, amantes, hijas, hermanas... ¿Hay más opciones
señora...?

LUCRECIA.- Lucrecia.

JULIA.- Yo soy Julia, encantada. (Le hace un saludo tocando con su bastón el
de ella)

SOFÍA.- Yo soy Sofía. ¿No se los había dicho? (Por Raquel) Y usted. La que
me peleaba, digo... usted es Raquel, según dijo cuando llegó.

RAQUEL.- Sí. Y por lo que le entendí a la chica esta, se llama Valentina o


Valentine.

JULIA.- ¿De dónde será?

RAQUEL.- Hablar, habla en alemán. Debe ser alemana. ¡De vuelta ese olor!

SOFÍA.- Bueno, empecemos. (A Lucrecia) ¿Usted quién es? ¿Qué la unía a


José Luis?

LUCRECIA.- ¿Yo? ¿Por qué yo?

SOFÍA.- Como quiera.

LUCRECIA.- Creo que él me odió desde que nos casamos. Yo tenía apenas
trece años. Él era un hombre de treinta, trabajador, buen marido, creo. Pero yo
era una niña. Él no me había tocado jamás. Esos arreglos familiares,
¿entienden? Nos casaron. Hace muchos años, se entiende. José Luis
trabajaba todo el día. (Pausa) Tuvimos nuestra primera relación sexual a mis
diecisiete años. Antes, yo no había querido saber nada. (pausa) Y después,
tampoco. Pero me mantuve virgen hasta ahora. No se asombren. Es increíble
lo que una mujer es capaz de hacer por mantenerse virgen. Yo me había
entregado por atrás. ¿Entienden? Un día viene y me dice: “Lucrecia, no

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aguanto más”. Yo le contesté: “Bueno, dale, pero que yo no me de cuenta,
porque te mato”. Como era médico me anestesió y yo ni me enteré del asunto.
Tuvimos esa sola relación y me contagió su enfermedad. Lo hizo a propósito.
Por eso les sigo que aún soy virgen y lo seguiré siendo. Mi himen sólo se lo
entregaré a Dios, cuando él me llame. Y sin anestesia, claro. (Pausa) Soy muy
religiosa. Devota de la desatanudos y de la rosa mística.

JULIA.- Yo lo maté. (Se arrepiente de lo que dijo. Llora)

SOFÍA.- ¿A quién mató?

JULIA.- No dije nada. (A Sofía)

LUCRECIA.- Tengo hambre.

JULIA.- Yo también, pero estoy a régimen.

LUCRECIA.- ¿Usted se cuida?

JULIA.- Aunque no sé para qué, porque la obesidad es hereditaria.

LUCRECIA.- ¿Cómo?

JULIA.- Lo que escuchó, que la obesidad es hereditaria. Y mi mamá era


gordita. Los hijos de los gordos tiene mayores posibilidades de ser obesos que
los hijos de los flacos. Hay una propensión a la generación de grasas mayor en
los hijos de los gordos. ¿Nunca se fijó? Antes, quiero decir, cuando podía
fijarse, ¿nunca se fijó que las nenas gorditas, seguro que al lado, tienen una
madre gorda? Las células grasas se transmiten con los genes. Son genes
obesos que se transiten de generación en generación. Eso no quiere decir que
una hija de una gorda no pueda contradecir el mandato familiar obeso. Sí que
puede. Yo lo intento hacer todo el tiempo.

LUCRECIA.- ¿Genes obesos?

JULIA.- Es el nombre vulgar. El nombre científico no me lo acuerdo. Usted lee


poco de estas cosas, ¿no?

LUCRECIA.- ¿Usted que sabe? ¿Usted sabe algo de mí? ¿Usted me conocía
de antes?

JULIA.- Espere, espere. No dije nada. Sólo dije que me parecía que usted leía
poco de cosas científicas. Nada más. No se vuelva loca.

LUCRECIA.- A mí me habían dicho de lo hereditario de la migraña.

JULIA.- ¿La migraña?

LUCRECIA.- El dolor de cabeza.

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JULIA.- Bueno, vio que dicen que el cáncer no es hereditario, pero hay casos
en que sí. Pero lo cierto es que ahora hay un montón de casos de hombres con
cáncer de próstata y antes los tipos no sabían ni siquiera que tenían una
próstata.

LUCRECIA.- ¿Qué es la próstata?

JULIA.- Una grándula.

SOFÍA.- Un órgano.

JULIA.- Fabrica el semen.

SOFÍA.- Los espermatozoides.

JULIA.- Está en el pene.

SOFÍA.- En los testículos.

JULIA.- Cerca del glande.

SOFÍA.- Entre testículo y testículo. Cerca del orificio anal.

LUCRECIA.- No mencionen esas cosas que estoy constipada.

JULIA.- Es el café. ¿Usted tomó mucho café?

LUCRECIA.- Y... el velorio. De nuevo ese olor.

RAQUEL.- Bueno, no exagere.

LUCRECIA.- No exagero. Lo que pasa es que odio los olores.

JULIA.- Use hinojo, entonces.

LUCRECIA.- ¿Cómo?

SOFÍA.- ¿Qué pavada va a decir, ahora?

JULIA.- Ninguna pavada. El hinojo es un desodorante muy bueno.

SOFÍA.- ¿Usted se pasa hinojo por las axilas?

JULIA.- No. ¿Usted es tonta? El hinojo es un excelente desodorante que actúa


de adentro hacia fuera. Hay que comerlo y se transpira sin olor.

SOFÍA.- Con olor a hinojo.

JULIA.- No, sin olor. Ignorante. Ni a hinojo ni a nada.

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SOFÍA.- Yo no tengo problemas con los olores. No tengo olfato. Lo perdí hace
tiempo. Cuando recién me había quedado ciega, me choqué con una puerta de
blindex. Me di con la nariz en el vidrio y me partí la glándula olfativa. No huelo
nada. Ni buenos ni malos olores.

RAQUEL.- Yo tuve mi primer orgasmo a los veinte años. Fue el primero y el


último. Decidí no tener más. Ojo, no me malinterpreten, no es que no haya
tenido más relaciones sexuales. Sólo que no tuve más orgasmos. Y no soy
frígida, ni nada por el estilo. Es una cuestión de principios, de decisión
personal. Me encantan las relaciones sexuales, créanme, pero el orgasmo es
otra cosa.

SOFÍA.- ¡Qué cosa! Yo soy casi todo lo contrario. No le digo que vivo teniendo
orgasmos constantemente, pero los tengo independientemente de estar
manteniendo relaciones sexuales.

RAQUEL.- Se masturba.

SOFÍA.- No. Eso es lo raro. Los tengo en los momentos menos esperados. En
la cola de una Banco, mientras me lavo los dientes...

LUCRECIA.- Bueno, se ve que usted tiene pensamientos obscenos en


cualquier circunstancia. (Se persigna)

SOFÍA.- No, no me entiende. Yo puedo estar depilándome las cejas, por


ejemplo, y pensar en lo extraño que es el comportamiento de ciertos peces en
la pecera que tengo en casa y de pronto, sorpresivamente, como un torbellino
me sobreviene un orgasmo increíble.

RAQUEL.- Se debería hacer tratar. Si por mí fuera, me haría seccionar el


clítoris.

SOFÍA.- Hágalo. (A las demás) Esta mujer dice cada cosa. seguro que cree
que el hombre llegó a la luna.

JULIA.- ¿Cómo?

LUCRECIA.- ¿Cómo, no llegó?

LUCRECIA.- ¿Usted dice que el hombre jamás pisó la luna?

JULIA.- Lo vimos por televisión. Todos. Bueno, en esa época, todas veíamos,
¿no?

SOFÍA.- Nunca llegó el hombre a la luna.

LUCRECIA.- Usted dice que fue una mujer.

SOFÍA.- No. Ni un hombre ni una mujer. Menos dos hombres, como nos
quisieron hacer creer. Todo se filmó en un estudio de cine. Y los astronautas,

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que en realidad era actores, firmaron un pacto de silencio por mucho dinero.
Una fortuna. Armaron la luna en un estudio de cine, con los cráteres, las nubes,
las estrellas, todo. El módulo lunar era de cartón corrugado pintado,
sopleteado….

JULIA.- Yo no he podido tener más orgasmos desde que José Luis


me contagió. Siempre, desde chica tuve orgasmos a partir de lo visual. Si yo no
veía al hombre encima de mí, si no veía su cuerpo, sus ojos, sus músculos, su
pene entrando en mí, no me excitaba lo suficiente. Soy de excitación visual,
digamos.

(Pausa larga)

LUCRECIA.- ¿Cómo saben ustedes que han tenido alguna vez un orgasmo?

RAQUEL.- ¿A qué se refiere?

LUCRECIA.- Lo que estoy diciendo. ¿Cómo saben ustedes que lo que tuvieron,
eso que ustedes dicen que fue un orgasmo, fue efectivamente eso y no una
sensación similar o hasta distinta a un orgasmo? ¿Cómo se sabe lo que es un
orgasmo?

SOFÍA.- Estoy excitada. Es una sensación increíble. (Empieza a jadear, luego


a gritar y finalmente tiene un llamativo y ruidoso orgasmo en donde dice cosas
como: “Sí”, “Ahora”, “Dame más”, “Sí, mi amor” “Así, así, así” y otras cosas pro
el estilo referidas a alguien que, obviamente, no está allí. Luego se desmaya)

JULIA.- ¡Cómo la envidio!

LUCRECIA.-¿cómo sabe ella, cómo saben ustedes que eso que ella tuvo, por
más placentero que le haya resultado, fue un orgasmo y no otra cosa?

JULIA.- Sea lo que sea, a mí me gustaría tener uno como ese.


(Lucrecia se persigna.)

SOFÍA.- (Vuelve en sí) Ay, disculpen, pero ya saben: no lo pude contener.

RAQUEL.- ¿Usted se desmayó?

JULIA.- Yo antes quería volver a ser yo misma, pero ya no.

LUCRECIA.- ¿Qué quiere decir? ¿Cómo es eso?

JULIA.- Yo no me llamo Julia. En realidad me llamo... bueno ya no recuerdo


cómo me llamo. Lo que sucede es que hace muchos años empecé a trabajar
en un Call Center. Allí, cuando entrás te dan una lista de nombres libres para
que elijas cómo te vas a llamar cuando atiendas a los clientes. ¿Se entiende?
Cuando una llama a un call center y una chica te dice “Buenos días, habla
María, en qué le puedo ser útil”, esa chica no se llama María. María es el
nombre que ella eligió entre varios de una lista que le dieron los de la empresa.

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Yo elegí “Julia”. En aquel entonces yo no tenía amigos ni parientes ni nada. Y
los compañeros del call center te conocen por tu nombre de trabajo. Ellos
saben que no es tu nombre, pero como no conocen tu verdadera identidad, te
llaman “Julia” y se acostumbran. Y vos también te acostumbrás.

RAQUEL.- Pero... José Luis....

JULIA.- A José Luis lo conocí por teléfono. Él llamó quejándose por la garantía
de una afeitadora eléctrica y le gustó mi voz. Me conoció como “Julia” y seguí
siendo “Julia” siempre. Fui su esposa. Ahora entiendo que fui la segunda, si
hago bien las cuentas.

LUCRECIA.- Y usted ¿cómo se contagió?

JULIA.- ¿Qué quiere decir?

SOFÍA.- Quiere decir si fue en una relación vaginal o anal.

LUCRECIA.- No sea grosera. Desprejuiciada. Desvergonzada.

JULIA.- Dije que fui esposa de José Luis. Ese hombre que me hizo la vida
imposible. Como todos los hombres. Y a usted, con sus costumbres le
recomiendo que se cuide. Estamos en tiempos de graves enfermedades
contagiosas por vía sexual.

SOFÍA.- Despreocúpese.

JULIA.- Use preservativos. No sólo por las enfermedades, sino por la


posibilidad de quedar embarazada.

SOFÍA.- ¿Embarazada por atrás?

LUCRECIA.- Yo nunca quedé embarazada.

(Pausa larga)

RAQUEL.- Yo era su hermana.

LUCRECIA.- ¿La hermana de quién? ¿Podemos ordenarnos? Si no, no se


entiende nada de lo que hablamos.

RAQUEL.- La hermana de José Luis. Él me negó siempre. Nunca quiso


reconocerme. Un hijo de puta.

SOFÍA.- Yo fui su amante. Ni siquiera fui la segunda en su vida. Fui la tercera.


La olvidada. Nunca le interesé lo suficiente.

LUCRECIA.- ¿Amante? ¿Esposas? ¿Hermana? Qué engendro era este


hombre.

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RAQUEL.- Lo odiaba. Y por eso lo maté.

LUCRECIA.- Yo debo ser tonta o acá ninguna es clara. ¿Quién mató a quién?

SOFIA.- ¿Quién es Clara?

RAQUEL.- Yo mate a José Luis.

JULIA.- ¿En qué sentido?

JULIA.- ¿Qué dice? Es imposible.

SOFÍA.- Absurdo.

VALENTINA.- Nein. (Traducción: No)

RAQUEL.- ¿Cómo “en qué sentido”?

JULIA.- Usted nunca entiende nada. (Pausa) Como los hombres.

SOFÍA.- Lamento decepcionarlas. La que lo mató fui yo.

LUCRECIA.- Dice cada cosa, esta mujer.

RAQUEL.- No diga estupideces.

JULIA.- Escuchen esto que no es ninguna estupidez. Un día no va que le digo


a José Luis: “Luichi, tenemos que hablar” Y no va que me contesta: “Juli, los
muchachos no hablamos”. “Los muchachos no hablamos”, me dice el muy
caradura.

SOFÍA.- Pero es verdad. Ellos no hablan.

LUCRECIA.- Cogen. Sólo cogen. Eso hacen.

RAQUEL.- Bueno, no exagere, señora.

SOFÍA.- (Risueña) Alguna otra cosa hacen.

JULIA.- Pero hablar, no hablan.

LUCRECIA.- De coger. Hablan de coger. De eso sí hablan.

SOFÍA.- Mi gran error fue siempre entregarme demasiado. Vivir para él. Y
cuando una mujer vive para un hombre, lo único que logra es que la adopte
como a un animalito doméstico. Un perrito fui para José Luis.

LUCRECIA.- ¿Ninguna fue feliz junto a él?

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JULIA.- Ninguna mujer puede ser feliz junto a un hombre. Cuando conocí a
José Luis me enamoré perdidamente de él, me encargué de poner las cosas en
orden. Hice que se cortara el pelo, que modernizara su forma de vestir. Le
depilé las axilas.

RAQUEL.- ¿Las axilas? ¿Y por qué hizo eso?

JULIA.- Creo que me dejó por eso.

LUCRECIA.- ¿Usted dice que primero se dejó depilar y después la dejó por
eso?

JULIA.- Lo depilé mientras dormía. ¿Vieron que tenía un sueño muy pesado?

SOFÍA.- No creo que tanto como para no darse cuenta de que lo estaba
depilando.

JULIA.- Pelo por pelo con una pincita de depilar. Se movía, roncaba, gruñía,
pero no se despertó. Suave como la piel de un bebé le quedó.

RAQUEL.- Como para que no la deje.

(Todas ríen,a carcajadas. Valentina saca una pistola, apunta al lugar de dónde
vienen las risas y dispara)

LUCRECIA.- ¿Qué pasó? ¿Qué Pasó?

JULIA.- ¿Fue un disparo?

RAQUEL.- O un tablón que cayó de algún lado.

LUCRECIA.- Yo siento olor a pólvora.

JULIA.- Usted siente olores desde hoy.

VALENTINA.- Silencio. Silencio. Se callan todas de una vez por todas.

LUCRECIA.- Habla.

JULIA.- Habla.

VALENTINA.- Silencio. Ahora silencio todas. Basta, arpías. Asesinas.


Traidoras. Les estoy apuntando.

RAQUEL.- Tranquila... (Valentina dispara al aire)

VALENTINA.- Silencio, dije. ¿Aparte de ciega es sorda, usted?. Cada una de


ustedes quiso matar a José Luis. A mi padre.

LUCRECIA.- ¿Y ésta de quién es hija? ¿De alguna de ustedes?

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VALENTINA.- Silencio, vieja de mierda. Cada una lo planeó durante un largo
tiempo. Pero ninguna pudo. ¿Sabían que ninguna pudo? Pero no traten de
sacarse la culpa que sentían hasta ahora. No murió por ustedes, porque yo
estuve allí para salvarlo.

SOFÍA.- Pero se murió igual.

VALENTINA.- Está muerto. Totalmente muerto. Usted, la tarde de la muerte, le


puso veneno en el té. (Todas se muestran sorprendidas) Y se fue. Pero José
Luis no llegó a tomarlo porque enseguida llegó usted (por Julia) que no tuvo
peor idea que ponerle un nuevo veneno en el té. Discutió con él y mi padre le
pidió que se fuera de su casa. Yo estaba detrás de las cortinas del living. Vi
todo.

RAQUEL.- ¿Vio? ¿No es ciega usted?

VALENTINA.- Me contagié ese día. Al intentar salvarlo. .. (Por Julia) Usted se


fue. Y llegó esta otra mujer, (mira a Lucrecia) usted Raquel, a usted me refiero.
¿Y qué hizo, la maldita? Le puso un nuevo veneno al té. justo llamó a la puerta
usted (por Sofía) y Raquel se fue por la puerta de servicio. ¿Y qué hizo a poco
de llegar?

RAQUEL.- Le puso veneno al té.

VALENTINA.- No. Se puso a discutir con papá. A los gritos. Como una loca.
Empezaron a empujarse. Ella intentaba pegarle. Papá se defendía. Hasta que
ella lo empujó, él trastabilló y dio su nuca contra una pata del piano.

SOFÍA.- Entonces, fue un accidente. Murió por mi culpa.

VALENTINA.- Le dije que se calle. Cuando usted se fue (por Sofía) yo me


acerqué a mi padre y al darme cuenta de que aún vivía, lo cargué en mis
brazos y lo llevé a mi auto. Arranqué lo más rápido posible, pero a unas pocas
cuadras me frenó un semáforo. Parece que papá se despertó en el asiento
trasero del auto y se bajó del auto. Todo esto lo supongo porque cuando
todavía no había cambiado el semáforo lo veo pasar, bamboleándose, frente al
capot de mi auto. Yo justo iba a arrancar... No, no lo atropellé. Saqué el pié del
acelerador justo a tiempo. Me bajé del auto y lo volví a subir. Esta vez en el
asiento del acompañante, adelante. Arranqué y me dirigí rápido al hospital.
Cuando llegamos, justo salía una ambulancia que impactó fuerte contra la
puerta delantera derecha de mi auto. Lo aplastó a papá. Y yo me estrellé la
cabeza contra el parabrisas y me lastimé.

SOFÍA.- ¡Qué horror!

JULIA.- Un accidente espantoso.

LUCRECIA.- ¡Pobre hombre!

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VALENTINA.- Basta. Silencio. (Le apunta con el revolver) Lo sacamos del auto
y lo llevamos urgente a la guardia para que lo atendieran. Yo lo lleve en mis
brazos. Cuando entré al hospital me trastabillé con un escalón y caímos, papá
y yo, al suelo. La cabeza de papá dio directo en el borde de una camilla. Y
volvió a lastimarse. El médico de guardia me dijo enojado: “No entiendo para
qué traen a un muerto a un hospital”. Había muerto en el accidente…cuando
salí del hospital, empecé a perder la vista.

JULIA.- Lo quiso salvar de un simple golpe en la cabeza y lo mató contra una


ambulancia.

VALENTINA.- Fue un accidente. Cuando quise sacarlo del auto me manché


con su sangre. Así me contagié su ceguera.

(Larga pausa. Julia, Raquel y Lucrecia tratan de moverse, de caminar, salir de


la habitación inquietas, ver qué pasó. Valentina vuelve a sacar la pistola y
dispara tiros a cualquier lado. Las demás gritan, enloquecidas. Valentina le
pega un disparo a Raquel, luego a Lucrecia y finalmente a Julia y a Sofía.
Valentina enciende un cigarrillo de marihuana. Fuma con tranquilidad mientras
sobreviene el APAGON FINAL)

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