Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. EL DELITO
Antes de profundizar se debe recordar que en esta normativa se debe ver una
unidad con la Ratio para el examen de doctrinas. En efecto, en la Ratio se define
el procedimiento a seguir en los delitos que se refieren a la defensa de la fe.
Ambas normas provienen del mismo esfuerzo, como la Congregación misma
explica en la Carta a los Obispos que estamos comentando. Así se debe entender
la ausencia de los delitos que se refieren a la fe en las presentes Normas no como
una consideración de estos delitos como menores, sino como fruto de la
complementariedad de la Ratio para el examen de doctrinas y de las presentes
Normas.
del Código en 1983: y es la reserva que se hace a la Santa Sede de los delitos
cometidos por un clérigo en pecado contra el sexto precepto del Decálogo con un
menor de dieciocho años. Se puede decir que esta sí es una innovación, además
importante, de la actual normativa. Para estos casos se debe aplicar la normativa
aprobada, en la que no hay que olvidar, además, que el plazo de prescripción en
estos delitos cometidos por un clérigo con un menor de dieciocho años, el plazo
corre desde el día en que el menor cumple los dieciocho años. Se debe resaltar,
por lo tanto, que esta regulación corresponde a un esfuerzo de la Santa Sede por
intervenir prontamente en las heridas detectadas.
Los delitos tipificados como graves en esta normativa -siempre referidos a los
sacramentos y a las costumbres, no a la fe- se dividen en tres apartados: delitos
contra la santidad del sacramento de la Eucaristía, delitos contra la santidad del
sacramento de la Penitencia, y un único delito contra las costumbres, el ya citado
delito de abuso sexual contra un menor, cometido por un clérigo.
El canon 1367 del Código de derecho canónico, y el canon 1442 del Código de
cánones de las Iglesias orientales, sancionan con excomunión -que será latae
sententiae reservada a la Santa Sede para los fieles latinos, y excomunión mayor
ferendae sententiae para los orentales- a “quien arroja por tierra las especies
consagradas, o las lleva o retiene consigo con una finalidad sacrílega”. Como se
ve, en el tipo penal se distinguen dos modos de cometer este delito: por un lado,
quien arroja por tierra las especies sagradas, y por otro quien las lleva o retiene
consigo con una finalidad sacrílega.
La segunda parte del tipo parece de clara interpretación: llevarse o retener las
especies sagradas con finalidad sacrílega es una conducta que difícilmente podría
confundirse. Pero de la primera parte del tipo sí surgen dudas. Ante todo, la duda
que surge es si sólo se debe considerar el acto de arrojar las especies, o si más
bien se debe incluir algún tipo de sacrilegio más. La duda ha sido planteada al
Consejo Pontificio para la interpretación de los textos legislativos, que promulgó
una Respuesta sobre el significado de la palabra abicere. La respuesta está
acompañada, además, de una nota aclaratoria de Monseñor Julián Herránz,
Presidente de dicho Dicasterio.
De acuerdo con dicha nota aclaratoria, "el verbo abicit no se ha de entender sólo
en su sentido estricto de arrojar, ni tampoco genéricamente en el sentido de
profanar, sino el significado más amplio de despreciar, menospreciar, humillar. Por
3
Nótese que, por contraste, que en este segundo caso se debe tener en cuenta la
intención del delincuente para que haya delito, que es la de cometer un sacrilegio:
debe ser esa la intención y no otra, por reprobable que ésta sea. Así, no comete el
delito quien se lleva las Sagradas Formas por descuido, aunque desde luego
habrá que corregirle para que no cometa un descuido en una materia tan grave
como es ésta. En este caso falta la intención de cometer un sacrilegio, es decir, de
despreciar gravemente a la Eucaristía. Por eso, aunque semejante descuido sea
quizá imputable moralmente, falta la intención de cometer el sacrilegio, por lo que
no comete el delito.
Como se ve, por una misma conducta -el atentado de matrimonio- puede haber
hasta tres efectos jurídicos: una pena, que es la censura de suspensión; y dos
actos administrativos: la expulsión del instituto religioso o sociedad de vida
apostólica, si es el caso, y la remoción del oficio eclesiástico, si ejercía alguno.
Aquí nos detendremos en la pena de suspensión.
Levantamiento de la pena
Una vez levantada la pena, el clérigo o el sacerdote queda ante la Iglesia, y ante
su instituto o iglesia particular, igual que antes, en lo que se refiere a la pena de
suspensión. Por lo tanto, si ha sido expulsado de su instituto o sociedad de vida
apostólica, y si ha sido removido de su oficio, por la cesación de la pena no se le
restituye en su oficio ni se le readmite. Sin embargo, el clérigo no está afectado
por la pena de suspensión.
Canon 1395 § 2: El clérigo que cometa de otro modo un delito contra el sexto
mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencias
o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años
de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado
clerical cuando el caso lo requiera.
Este canon se ha de poner en relación con los cánones 1394 § 1 y 1395 § 1, que
tipifican los delitos de atentado de matrimonio y de concubinato o cualquier otra
forma estable de pecado externo contra el sexto mandamiento. Cuando el canon
1395 § 1, por lo tanto, habla de otro modo de delito contra el sexto mandamiento
se refiere a cualquier violación externa, no estable, de pecado contra el sexto
mandamiento. Se debe recordar que el sexto mandamiento del Decálogo prohíbe
cometer actos impuros: por lo tanto, se refiere a cualquier acto sexual externo.
Vale la pena traer aquí las aclaraciones que sobre el acto sexual ha aprobado la
Conferencia episcopal de los Estados Unidos, en el preámbulo de las Normas
esenciales acerca de las alegaciones sobre abuso sexual, promulgadas el 8 de
diciembre de 2002: “una ofensa canónica contra el sexto mandamiento del
Decálogo (CIC, c. 1395 §2; CCEO, c. 1453 §1) no necesita ser un acto completo
de la cópula. Ni, para ser objetivamente grave, necesita el acto implicar la fuerza,
el contacto físico, o un resultado dañoso perceptible. Por otra parte, «la
imputabilidad [responsabilidad moral] para una ofensa canónica se presume sobre
la violación externa... a menos que sea de otra manera evidente»".
Pena prevista
La sanción se deja indeterminada: debe ser castigado con justas penas, sin excluir
la expulsión del estado clerical. Quizá resulte extraño esta solución a los que estén
acostumbrados a la precisión de la norma penal en los ordenamientos civiles. En
el derecho canónico es posible, como se ve en este caso, dejar indeterminada la
pena. No es factible explicar con detalle el sentido de esta característica del
derecho penal canónico. Pero se debe señalar que la pena indeterminada no
significa que el delincuente quede sin castigo.
Estas normas sólo rigen si el abuso sexual se comete con un menor de 18 años;
en los demás supuestos de abuso sexual están en vigor las normas de derecho
común del Código de derecho canónico o del Código de los Cánones de las
Iglesias Orientales.
Al comprobar que en ambas normas -el Código de derecho canónico y las Normas
sobre los delitos más graves- se habla de distintas edades del menor ofendido
-dieciséis en el Código, dieciocho en la Carta- surge un problema, y es que en el
Código si el ofendido es un mayor de dieciséis y menor de dieciocho, no se
comete el delito. La Congregación, en la Carta, por su parte, considera que hay
delito hasta los dieciocho. A mi juicio se debe interpretar que la Carta, en este
punto, deroga al Código. Por lo tanto, será delito cualquier abuso cometido sobre
un menor de dieciocho años.
Prescripción
El canon 1362 indica que el delito tipificado en el canon 1395 prescribe a los cinco
años; sin embargo, si el delito está reservado a la Congregación para la doctrina
de la fe, rigen las normas especiales. La Carta sobre los delitos más graves, como
ya sabemos, incluye el abuso sexual cometido por un clérigo sobre un menor de
18 años entre los delitos reservados a ella; en este caso la prescripción es de diez
años, y además la prescripción comienza a correr desde el día en que el menor
cumple veintidós años.
Por lo tanto, la prescripción será de cinco años en los abusos sexuales cometidos
por un sacerdote en todos los supuestos tipificados por el canon 1395 § 2, salvo si
se trata de un abuso sobre un menor de 18 años, en cuyo caso prescribe a los
diez años, a contar desde el momento en que el menor cumple 18 años.
Este canon protege la vida del ser humano, desde el momento de la concepción.
No es este el lugar de detallar las constantes condenas del aborto por parte de la
autoridad eclesiástica en todas sus instancias, ni tampoco de abundar en la larga y
fecunda historia de la Iglesia en defensa del derecho a la vida. Basta con traer a
colación la enseñanza de Juan Pablo II en la encíclica Evangelium Vitae: "Con la
autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos
los Obispos -que en varias ocasiones han condenado el aborto y que (...), aunque
dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina-,
declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre
un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano
inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios
escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio
ordinario y universal" (Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium Vitae, n. 62).
Nos limitaremos aquí a una breve explicación del tipo penal recogido en el Código.
Aun así, antes de continuar vale la pena aclarar una premisa.
Supuesto de hecho
Obsérvese que el tipo penal, al hablar del supuesto de hecho, no hace referencia
al motivo del aborto. Lamentablemente en las legislaciones civiles, en ocasiones,
se despenaliza el aborto en ciertos casos: por motivos terapéuticos -peligro para la
salud de la madre-, por motivos eugenésicos -si se prevé que el niño vaya a nacer
con deficiencias físicas o taras psíquicas- o por motivos económicos o incluso por
razones socioculturales. En el derecho canónico -de acuerdo con la doctrina de la
8
Iglesia, como no podía ser menos- se penaliza el aborto, sea el que sea el motivo
que ha llevado a una madre a tomar la desgraciada decisión de matar la vida de
su propio hijo. Esto en el canon 1398 queda claro, al hablar de quien procura el
aborto, sin dar excepciones.
Con mayor motivo se deben hacer las mismas consideraciones del derecho a una
posición económica, o al bienestar social o económico. No parece lógico que, en
caso de conflicto entre la vida de un ser humano y el bienestar personal o familiar,
ceda el derecho la vida. La Iglesia -y el ordenamiento canónico- demuestra una
gran valentía al recordar esta doctrina en la actualidad.
Otro de los motivos por los que algunos ordenamientos despenalizan el aborto, es
la violación de la madre. Ciertamente es un trauma para la madre que haya sido
violada, pero el subsiguiente aborto no elimina el trauma de la violación. Si la
madre ha quedado traumada por la violación, se le deberá ayudar, pero el
embarazo es un problema distinto. Piénsese además que en vez de un trauma -el
de la violación- puede tener dos: el de la violación y el del aborto.
Se debe hacer notar, además, que se incurre en el delito de aborto sólo si éste se
realiza. Es decir, si se consuma el delito. No hay delito, por lo tanto, si éste se
frustra o se queda en el grado de tentativa.
El tenor literal del canon abarca a todo el que procura el aborto. Esto se debe
referir a quien interviene en él, de modo que su actuación sea necesaria para
producir el resultado de aborto. No están sancionado, por lo tanto, otros que
intervienen en un aborto, por ejemplo el personal administrativo de la clínica,
incluso si ésta se dedica exclusiva o mayoritariamente a esta práctica. Lo cual no
quiere decir que un católico, que desee ser fiel a los compromisos de su fe, pueda
trabajar en una clínica de esas características sin plantearse problemas de
conciencia.
La excomunión también afecta a los cómplices: "La excomunión afecta a todos los
que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices
sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido" (Juan Pablo II, Carta
Encíclica Evangelium Vitae, n. 62).
Al ser una pena de excomunión latae sententiae, se debe aplicar el canon 1324 §
1, 9º, por el cual si el sujeto ignoraba sin culpa que su conducta lleva aneja una
pena, la pena se convierte en ferendae sententiae. Y si ignoraba totalmente que
9
con el aborto está infringiendo una ley, el canon 1323 , 2º exime totalmente al
infractor de una pena. Además, según el canon 1324 § 1, 4º y § 3, si el sujeto es
menor de edad no incurre en pena latae sententiae.
Se debe destacar, de acuerdo con Juan Pablo II, el sentido pastoral de este delito
e incluso de la pena: "La disciplina canónica de la Iglesia, desde los primeros
siglos, ha castigado con sanciones penales a quienes se manchaban con la culpa
del aborto y esta praxis, con penas más o menos graves, ha sido ratificada en los
diversos períodos históricos. El Código de Derecho Canónico de 1917 establecía
para el aborto la pena de excomunión. También la nueva legislación canónica se
sitúa en esta dirección cuando sanciona que "quien procura el aborto, si éste se
produce, incurre en excomunión latae sententiae", es decir, automática. (...). En
efecto, en la Iglesia la pena de excomunión tiene como fin hacer plenamente
conscientes de la gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto, una
adecuada conversión y penitencia" (Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium
Vitae, n. 62).
2. EL DELINCUENTE
Son las penas más graves, tienen como fin medicinal el apartar al delincuente de
su conducta; esto significa que duran mientras el reo no de muestras ciertas de
arrepentimiento, sólo entonces tiene derecho a ser absuelto de la censura.
Las censuras son tres: excomunión, entredicho y suspensión. La excomunión es la
más grave pues en cierto modo significa la expulsión del reo de la sociedad
eclesial: el excomulgado no puede celebrar o recibir los sacramentos, ni participar
como ministro en ningún acto de culto público, ni ejercitar oficio, función, ministerio
o cargo alguno en la Iglesia (c. 1331).
El entredicho es semejante a la excomunión en cuanto excluye de la celebración
de actos de culto y de recibir los sacramentos, pero no del ejercicio de otros
cargos o funciones eclesiásticas (c. 1322).
10
La suspensión es una pena sólo para los clérigos, que les prohibe la celebración
de todos o algunos de los actos de la potestad de orden (culto, predicación,
sacramentos), de la potestad de gobierno y de ciertos derechos y funciones del
oficio que se ocupa; según lo que establezca la ley o decisión que inflige la pena
(cc. 1333, 1334).
Son las que miran sobre todo a castigar al delincuente privándolo, perpetua o
temporalmente, de determinados bienes, derechos o facultades. La más
importante son (c. 1336):
la prohibición o la obligación de morar en cierto lugar (es sólo para clérigos y
religiosos);
la privación de alguna: potestad, oficio, derecho, cargo, privilegio, gracia, título,
distintivo o facultad, o al menos de su ejercicio o uso, en todas partes o en cierto
territorio;
el traslado penal de un oficio a otro;
la dimisión del estado clerical. Esta pena, por ser muy grave, no puede
establecerla una ley particular (c. 1317).
La ley puede conminar otras penas expiatorias congruentes con el fin sobrenatural
de la Iglesia (p.e. la expulsión de una asociación, instituto, cofradía; c. 1312 § 2).
Además de las penas, hay castigos o medidas disciplinares que tienen como fin ya
prevenir los delitos (remedios penales), ya sustituir o agravar la pena debida por
ellos (penitencias).
Los remedios penales son la amonestación y la reprensión. La primera se puede
hacer a quien se halla en ocasión próxima de cometer un delito o se sospecha que
lo ha cometido. La reprensión se hace al que con su comportamiento ha dado
escándalo o causado desorden (c. 1339).
Las penitencias se imponen, según los casos, junto con la pena (para agravar el
castigo) o en sustitución de la misma; consisten en obras de piedad, caridad o
religión (p.e. un retiro, ayuno o peregrinación: c. 1340).
Dentro del amplio mundo del derecho, se conoce el derecho penal como la rama
del derecho que estudia los delitos y las penas. Es sabido que en la Iglesia existe
un derecho penal. Lo cual parece que sea contradictorio con el espíritu de caridad
y comprensión que debe caractarizar a la sociedad eclesiástica. Parece, por lo
tanto, legítimo preguntarse por el sentido del derecho penal en la Iglesia, y más
aún, la razón por la que la Iglesia tiene la potestad de imponer penas, que pueden
llegar nada menos que a la expulsión de su seno del delincuente, pues
básicamente en eso consiste la pena de excomunión.
Se puede decir que desde los tiempos apostólicos la Iglesia ha ejercido potestad
penal: así vemos en Hechos 8, 20, que Pedro expulsa de la Iglesia a Simón el
Mago, porque había intentado comprar la potestad de comunicar el Espíritu Santo,
inaugurando por así decirlo el delito de simonía, que por él lleva este nombre.
Tampoco San Pedro actuaba por propia iniciativa: el Señor dio indicaciones a los
Apóstoles sobre el modo de expulsar de la Iglesia: cfr. Mt, 18, 15-17. De modo que
no se puede alegar que el derecho penal, o la pena de excomunión, sea un
invento de la Iglesia en épocas modernas: ya hemos visto que los Apóstoles
aplicaban la pena de excomunión, siguiendo indicaciones del Maestro.
11
Las tres finalidades se dan en el derecho de la Iglesia. Que las penas eclesiásticas
tienen un sentido de prevención parece claro: la prevención general -advertencia a
la sociedad de la pena que acarrea determinada conducta- parece que esté
además mejor regulada en el derecho de la Iglesia, mediante la institución de la
contumacia, peculiar del derecho canónico, por la cual el delincuente no incurre en
la pena si no ha sido previamente amonestado (cfr. canon 1347). También en el
caso de la prevención especial, pues está previsto por el derecho que se agoten
los medios pastorales para procurar la enmienda del reo (cfr. canon 1341). Pero
se debe examinar con más atención la finalidad de la retribución.
El actual código de derecho canónico trata desde luego con un nuevo talante el
derecho penal, como consecuencia de que actualmente se ha querido dejar más
patente la subordinación a la salus animarum, que ya se ha comentado. Pero eso
no exime a los pastores, por supuesto, de preservar el bien común de la sociedad
eclesiástica, lo cual parece que también debe incluir el señalar las conductas que
más gravemente apartan de la Iglesia. Por el bien de todos los fieles se deben
12
señalar esas conductas, y eso se hace a través del derecho penal. Difícilmente se
podría defender el bien común si no se articula un sistema para indicar los actos
más graves.
Se puede concluir, por lo tanto, que la Iglesia usa legítimamente una potestad
recibida del Señor cuando sanciona con penas las conductas más graves.
Según el canon 1314, “las penas generalmente son ferendae sententiae, de modo
que sólo obliga al reo desde que le ha sido impuesta; pero es latae sententiae, de
modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito, cuando la ley o el
precepto lo establece así expresamente”.
Es posible concluir, por lo tanto, que puede constituir una verdadera obligación de
justicia la tipificación de delitos y la imposición de la pena de excomunión.
Más si se considera que en esta pena -como en todas- la Iglesia intenta agotar los
medios de reconciliación con el delincuente antes de proceder a la imposición de
la pena. El derecho canónico establece unas medidas de cautela que llevan a
agotar los posibles remedios, antes de llegar a la excomunión. Entre ellos, se
cuenta una institución de tanta tradición en el derecho canónico como es la
contumacia. De acuerdo con el canon 1347, no se puede imponer una censura
-entre las que se cuenta la excomunión- si no se ha amonestado antes al
delincuente al menos una vez para que cese en su contumacia. Si no cesa en ella,
se puede imponer válidamente la censura. Por lo tanto, en ningún caso ocurrirá
que se le impone a un fiel una censura de excomunión sin su conocimiento, y sin
que se le haya dado la oportunidad de enmendarse.
se salve en el día del Señor. Sin rodeos San Pablo exige a los corintios que
apliquen la pena: “¡echad de entre vosotros al malvado!” (I Cor 5, 13).
El delito que lleva aneja la excomunión latae sententiae, por lo tanto, puede
quedar en el fuero de la conciencia del delincuente. La legítima autoridad, sin
embargo, puede considerar oportuno declarar la excomunión: por lo tanto, se debe
distinguir entre excomuniones latae sententiae declaradas y no declaradas.
Además, se debe tener en cuenta que el canon 1335 suaviza los efectos de la
excomunión cuantas veces se trate de atender a un fiel en peligro de muerte. Esta
indicación se refiere al ministro que ha incurrido en excomunión; el canon. 976, por
su parte, concede facultad a cualquier sacerdote, incluso aunque no esté
aprobado, de absolver de cualquier censura.
Religioso con votos perpetuos, no clérigo, que atenta matrimonio: entredicho latae
sententiae: canon 1394,4
16
En este artículo nos referimos ante todo a las censuras eclesiásticas -excomunión,
entredicho y suspensión- latae sententiae no declaradas. Para las censuras
eclesiásticas ferendae sententiae, y también latae sententiae declaradas, se
puede consultar el canon 1355. En la legislación vigente existen dos modos de
remisión de las censuras eclesiásticas latae sententiae, uno ordinario y otro
extraordinario.
De acuerdo con este canon, el Ordinario -el Obispo diocesano, el Vicario General
y el Episcopal- pueden remitir una pena no reservada a la Santa Sede a sus
súbditos y a quienes se encuentran en su territorio o hubieran delinquido allí. Y
puede hacerlo en cualquier momento; por lo tanto, para que sea eficaz no es
necesario que lo haga dentro del fuero sacramental. Además, cualquier Obispo
puede remitir las penas latae sententiae establecidas por ley, pero sólo dentro del
ámbito de la confesión sacramental.
La potestad de remitir del canónigo penitenciario, como se ve, se refiere sólo a las
censuras latae sententiae no declaradas. No puede remitir otra pena, ni tampoco
una censura ferendae sententiae ni tampoco una censura latae sententiae
declarada. Y además lo ha de hacer en el fuero sacramental. Y la puede ejercer
respecto de sus diocesanos y de quienes se encuentren en su diócesis.
Peligro de muerte
El agobio moral
Canon 1357 § 1: Sin perjuicio de las prescripciones de los cc. 508 y 976, el
confesor puede remitir en el fuero interno sacramental la censura latae sententiae
de excomunión o de entredicho que no haya sido declarada, si resulta duro al
penitente permanecer en estado de pecado grave durante el tiempo que sea
necesario para que el Superior provea.
De acuerdo con este canon, cualquier confesor puede remitir algunas censuras
latae sententiae. Para ello, son necesarios que se cumplan los siguientes
requisitos:
Algunas indicaciones
El sacerdote que se halle ante uno de los supuestos aquí contemplados deberá
ejercer con la mayor delicadeza su oficio de buen pastor, comprendiendo y
acompañando al penitente. Al mismo tiempo, respetando las normas de la Iglesia
18
La mayor parte de los delitos se refieren a los clérigos y religiosos, cuyo estatuto
personal tiene una especial relevancia en la vida de la Iglesia. Otros atañen a
cualquier fiel, pero aún en estos casos, si el reo es un clérigo o religioso, la pena
puede ser más grave, llegando incluso a la dimisión del estado.
TITULO 1
DELITOS CONTRA LA RELIGION Y LA UNIDAD DE LA IGLESIA
c. 1364-1369
DELITO PENA
Apostasía, herejía, cisma c. 1364 Excomunión latae setentiae (preceptiva)
Otras penas, hasta la expulsión del estado
clerical (facultativa).
Participación prohibida en las sagradas Justa pena (preceptiva)
celebraciones c. 1365
Bautismo y educación de los hijos en una Justa pena (preceptiva)
religión acatólica.
Profanación y sacrilegio de la Eucaristía. Excomunión latae sententiae reservada a la
sede apostólica (preceptiva)
Si es por un clérigo c1367 Otras penas, también la expulsión del
estado clerical (facultativa)
Perjurio (mentir bajo juramento) frente a la Justa pena (preceptiva)
autoridad eclesiàastica c. 1368
Blasfemia, lesión de las buenas costumbres, Justa pena (preceptiva)
injuria, odia y desprecia contra la religión o
la Iglesia, con espectáculo público,
reuniones y escritos
TITULO II
DELITOS CONTRA LAS AUTORIDADES ECLESIASTICAS Y LA LIBERTAD
DE LA
IGLESIA
c.c. 1370-1377
DELITO PENA
Violencia física contra el Romano Pontífice Excomunión latae sententiae reservada a la
si es de un clérigo c. 1370,1 santa sede (preceptiva)
Violencia física contra el Obispo si es de un Entredicho latae sententiae (preceptivo)
clérigo c. 1370,2 También suspensión latae sententiae
(preceptivo)
Violencia física contra un clérigo o religioso Justa pena (preceptiva)
por desprecio de la fe, de la Iglesia, de la
autoridad, del misterio c. 1370,3
Enseñanza persistente de doctrina Justa pena, a no ser no se haya retractado
condenada y refuto pertinaz del magisterio después de la amonestación de la sede
auténtico apostólica o del ordinario (preceptiva).
Desobediencia persistente a la sede Justa pena (preceptiva).
apostólica, al ordinario, al superior, después
de amonestación c. 1371,2
22
TITULO III
USURPACION DE LOS OFICIOS ECLESIASTICOS Y DELITOS EN SU
EJERCICIO
DELITO PENA
Absolución del cómplice en pecado contra Excomunión latae sententiae reservada a la
el sexto mandamiento, no estando en peligro sede apostólica (preceptiva)
de muerte c. 1378,1
Atentar celebración Eucarística por quien no Entredicho latae sententiae (preceptiva)
es sacerdote; escuchar la confesión de parte
de quien no puede absolver válidamente;
Si es por un clérigo c. 1378,2 Suspensión (preceptiva)
Simulación de administración de un Justa pena (preceptiva)
sacramento
Simonía en celebrar y recibir los Entredicho o suspensión (preceptiva)
sacramentos
Usurpación de oficio eclesiástico o Justa pena (preceptiva)
conservación ilegítima después de la
privación o cesación del mismo. C. 1381
Consagración Episcopal sin mandato Excomunión latae sententiae reservada a la
pontificio: consagrante y consagrado c. 1382 Sede Apostólica (preceptiva)
Ordenación sacerdotal de un súbdito de
otros sin las legítimas letras dimisorias:
Ordenante Prohibición de conferir ordenes por un ano
Ordenado c. 1383 Suspensión (preceptiva).
Ejercicio ilegítimo del ejercicio sacro c. Justa pena (preceptiva)
1384
Lucro ilegítimo de las ofrendas de las misas Censura u otra pena justa (preceptiva)
1385
Corrupción de quien ejercita una función Justa pena (preceptivo)
eclesiástica: corruptor y corrupto c. 1386
Solicitación, en el acto o con ocasión o con Suspensión, prohibiciones, hasta la
el pretexto de la confesión, a pecar contra el expulasiòn del estado clerical.
sexto mandamiento c. 1387
Violación del sigilo sacramental:
Directa Excomunión latae sententiae reservada a la
Santa Sede (preceptiva)
Indirecta c. 1388,2 Castigo proporcional (preceptivo)
Violación del secreto sacramental por parte Justa pena, hasta la excomunión.
del interprete o cualquier otro
Abuso de potestad o de abuso eclesiástico c. Pena proporcional, también privación
23
1389,1 (preceptiva)
Negligencia culpable en el ejercicio de la Justa pena (preceptiva)
potestad, ministerio, función eclesiástica,
con daño a otros c. 1389,2
TITULO IV
DELITO DE FALSEDAD
c.c. 1390-1391
DELITO PENA
Falsa denuncia de solicitación; Entredicho latae sententiae (preceptiva)
Si es clérigo c. 1390,1 También suspensión (preceptiva)
Denuncia calumniosa y lesión de la buena Justa pena, también censura; satisfacción
fama (facultativa)
Falsificación de documentos eclesiásticos y Justa pena (facultativo).
uso de ellos, afirmaciones falsas en ellos c.
1391
TITULO V
DELITOS CONTRA OBLIGACIONES ESPECIALES
DELITO PENA
Ilegítima actividad comercial o negocios de Pena proporcional al delito (preceptiva)
parte de clérigos o religiosos c. 1392
Violación de las obligaciones impuestas por Justa pena (facultativa)
una pena c. 1393
Atentar matrimonio
Clérigo Suspensión latae sententiae
Religioso de votos perpetuos no clérigo c. Entredicho latae sententiae (preceptiva)
1394
Concubinato y pecado externo contra el Suspensión (preceptiva) otras penas
sexto mandamiento (facultativa)
De otro modo sea con violencia, hecho Justa pena, hasta la expulsión del estado
públicamente, con menor de 16 años c. 1395 clerical (preceptiva)
Violación grave de la obligación de Justa pena, sin excluir la privación del oficio
residencia en razón del oficio eclesiástico c. eclesiástico (preceptiva)
1396
TITULO VI
DELITOS CONTRA LA VIDA Y LA LIBERTAD HUMANA
DELITO PENA
Homicidio, rapto, detención, mutilación, Privaciones y prohibiciones (preceptiva)
herida grave c. 1397
Aborto obtenido el efecto c. 1398 Excomunión latae sententiae
TITULO VII
NORMA GENERAL
Además de los casos establecidos por esta y otras leyes, la violación de una ley divina o
canónica puede ser castigada con justa pena o penitencia, solo cuando la gravedad de la
violación exige un castigo y urge la necesidad de prevenir o reparar los escándalos. C.
1399.
24