Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ensayo - Michel de Montaigne - Antología PDF
Ensayo - Michel de Montaigne - Antología PDF
Ensayos escogidos
Daniel Dumonstier (1574-1646), retrato de Michel de Montaigne, óleo, 1585
Michel de Montaigne
Ensayos escogidos
michel de montaigne, ix
la pasión de andar, xi
el autor al lector, 3
libro i
libro ii
libro iii
bibliografía, 241
michel de montaigne
cuerdo. Al final de sus días, una jo- que no fueron pocos. Montaigne se
ven amiga parisina, María de Gour- extasiaba en la variedad y en lo cam-
nay, fue su compañía. biante, por eso sus digresiones, tan
Siempre lo aquejó el “mal de comunes en sus ensayos, semejan
piedra” (cálculos urinarios), del que los múltiples afluentes de un gran
había muerto su padre y, al parecer, río e, incluso, contrariando el cau-
también su abuelo. La enfermedad ce normal de la corriente, él sí pre-
fue una de sus mayores preocupa- fería devolverse a su antojo.
ciones filosóficas y literarias. De Montaigne es nuestro contempo-
ella se sirvió para su creación y, más ráneo por muchas razones. Su estilo
que una pesada carga, fue una mis- se nos muestra tranquilo, ligero y es-
teriosa e inusitada experiencia, no pontáneo, cercano a la oralidad, pro-
para conocerse, sino para encontrar- curando reflejar la naturaleza de la
se con su cuerpo y espíritu, que eran conversación cotidiana: algo desor-
puro movimiento, tal como él creía. denada, sin rumbo fijo, entre agra-
Aquella teoría de Aristóteles sobre la ciada y risueña; no en vano este en-
melancolía de los hombres de genio, sayista descreyó de las preceptivas
algo ensimismados y un tanto calla- que prefería más bien pasar por alto.
dos e inasibles, como a un lado del Con las palabras procuró dibujar su
mundo, para la época del ensayista humanidad, y no tanto su talento,
conservaba toda su vigencia no sólo del que desconfiaba y se burlaba. Sus
médica sino mística; es sabido que el frases son cortas, evitan la grandi-
Renacimiento tardío concebía una locuencia y los largos periodos su-
idea integral de la sabiduría. bordinados. De allí que afirmara
Era un vigía de sí mismo, perse- que su escritura era doméstica y
guía sus propias ideas y emociones frívola y que tenía como fin ser “los
procurando adivinar adónde lo lle- ensayos de mi vida”: la huella de su
vaban, pero sólo por divertimiento, existencia, fiel y sincera a sí misma.
pues nunca le interesaron las certi- Apreciaba, como pocos, la fecundi-
dumbres ni lo acosó la perturbado- dad del silencio.
ra necesidad de demostrar algo. Su Su obra completa es un solo libro:
escritura conserva con vivacidad el Ensayos, que sufrió dos modificacio-
registro de los lugares recorridos, nes en la cantidad de notas y citas
La pasión de andar • xiii
sa tolerancia por los hombres y las antes que Locke. Por eso el padre
culturas, de la que también hacían del ensayo señaló los caminos que
parte los animales; hay una afirma- otros habrían de seguir, tanto en el
ción que lo dice todo al respecto: pensamiento como en la literatura, y
“Cuando juego con mi gata, ¿quién para demostrarlo están las obras de
sabe si no es ella la que está divir- Robert Louis Stevenson, Oscar Wil-
tiéndose conmigo, más bien que yo de, Gilbert Chesterton, Andre Gide,
con ella?”. Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges,
Su amistad de juventud con Es- Augusto Monterroso, por sólo nom-
teban de La Boëtie es legendaria, brar a algunos de los autores más in-
como la de Agustín y Alipio, o la de fluenciados por él, no en los temas,
Orestes y Pilades. Cuando La Boëtie sino en la naturaleza de su creación:
murió, al poco tiempo de conocidos, una originalidad que emerge de una
cuenta Montaigne que sintió como búsqueda espiritual.
si su propia vida se desgarrara en Es una búsqueda como la del via-
mil pedazos: “Yo era él, y él era yo”, jero que vagabundea por los caminos
confiesa. Su amigo, durante los cin- sin una meta de llegada. La necesi-
co años que estuvieron juntos, lo fue dad del encuentro con el ser interior
todo: confidente y maestro. Algunos se inicia en el desconocimiento de lo
escritores dicen, entre ellos Arreola, que está a la vuelta de la colina o del
que sus ensayos quizás no sean otra río. Y tal camino, como en sus ensa-
cosa que una conversación imagina- yos, va apareciéndose en la medida
ria con la que él intenta conservar que se transita: Montaigne, cuando
viva la memoria de aquel que ya no escribe, sabe lo que dice pero no lo
está a su lado. Uno de los más di- que dirá; su creación no se construye
vulgados es el que lleva por nombre bajo una estructura arquitectónica e
“De la amistad”, y en el que cuenta inamovible, sino que se gesta bajo la
esta bella y triste historia. actividad orgánica de lo mutable que
Antes que Rousseau, Montaigne a cada instante toma giros inespera-
ya había concebido al “buen salvaje”; dos. Es la pasión de andar, que es la
al igual que la duda y el escepticismo del peregrino solitario que se per-
antes que Descartes; y los conceptos mite vivir en incesante migración,
de formación lúdica para los niños como buen renacentista que era. Su
xviii • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
cañonera y fue descuartizado por los do nos empuja hacia los actos esforza-
sitiadores. En el cerco de la misma dos, que antes no realizamos faltando
fue memorable el terror que opri- a nuestro deber y a nuestro honor. En
mió, sobrecogió y heló el ánimo de la primera memorable batalla que los
un noble que cayó en tierra muerto romanos perdieron contra Aníbal,
en la brecha, sin haber recibido he- bajo el consulado de Sempronio, un
rida alguna. Terror análogo acomete ejército de diez mil infantes a quien
a veces a muchedumbres enteras. En acometió el espanto, no viendo sitio
uno de los encuentros de Germánico por donde escapar cobardemente,
con los alemanes, dos gruesas colum- arrojose al través del grueso de las co-
nas de ejército partieron, a causa del lumnas enemigas, las cuales deshizo
horror que de ellas se apoderó, por por un esfuerzo maravilloso causan-
dos caminos opuestos; una huía de do muchas bajas entre los cartagine-
donde salía la otra. Ya nos pone alas ses. Así, afrontando igual riesgo como
en los talones, como aconteció a los el que tuvieran que haber desplegado
dos primeros, ya nos deja clavados para alcanzar una gloriosa victoria,
en la tierra y nos rodea de obstáculos huyeron vergonzosamente.
como se lee del emperador Teófilo, Nada me horroriza más que el
quien en una batalla que perdió con- miedo y a nada debe temerse tan-
tra los agarenos, quedó tan pasmado to como al miedo; de tal modo so-
y transido que se vio imposibilitado brepuja en consecuencias terribles
de huir, adeo pavor etiam auxilia formi- a todos los demás accidentes. ¿Qué
dat [El miedo que horroriza de todo desconsuelo puede ser más intenso
hasta de aquello que pudiera soco- ni más justo que el de los amigos de
rrerle. Quinto Curcio, III, 11], hasta Pompeyo, quienes encontrándose en
que uno de los principales jefes de su su navío fueron espectadores de tan
ejército, llamado Manuel, le sacudió horrorosa muerte? El pánico a las
fuertemente cual si le despertara de naves egipcias, que comenzaban a
un sueño profundo, y le dijo: “Si no aproximárseles, ahogó sin embargo
me seguís, os mataré; pues vale más de tal suerte el primer movimien-
que perdáis la vida que no que caigáis to de sus almas, que pudo advertirse
prisionero y perdáis el imperio”. Ex- que no hicieron más que apresurar
presa el miedo su última fuerza cuan- a los marineros para huir con toda
Del miedo • 7
la diligencia posible, hasta que lle- tanto que los pobres, los desterrados
gados a Tiro, libres ya de todo te- y los siervos, suelen vivir alegremen-
mor, convirtieron su pensamiento a te. El número de gentes a quienes el
la pérdida que acababan de sufrir, y miedo ha hecho ahorcarse, ahogarse
dieron rienda suelta a lamentacio- y cometer otros actos de desespera-
nes y lloros, que la otra pasión, más ción, nos enseña que es más impor-
fuerte todavía, había detenido en sus tuno o insoportable que la misma
pechos. muerte.
Reconocían los griegos otra clase
Tum pavor sapientiam omnem mihi ex de miedo que no tenía por origen
animo expectorat. el error de nuestro entendimiento,
[El horror ha alejado la energía lejos de y que según ellos procedía de un
mi corazón. Ennio en Cicerón, Tuscula- impulso celeste; pueblos y ejércitos
nas, VI, 8]. enteros veíanse con frecuencia poseí-
dos por él. Tal fue el que produjo en
Hasta a los que recibieron buen nú- Cartago una desolación horrorosa: se
mero de heridas en algún encuentro oían voces y gritos de espanto; veíase
de guerra, ensangrentados todavía, a los moradores de la ciudad salir de
es posible hacerlos coger las armas el sus casas dominados por la alarma,
día siguiente; mas los que tomaron atacarse, herirse y matarse unos a
miedo al enemigo, ni siquiera osa- otros como si hubieran sido enemi-
rán mirarle a la cara. Los que viven gos que trataran de apoderarse de
en continuo sobresalto por temer de la ciudad: todo fue desorden y furor
perder sus bienes, y ser desterrados hasta el momento en que por medio
o subyugados, están siempre sumi- de oraciones y sacrificios aplacaron la
dos en angustia profunda; ni comen ira de los dioses. A este miedo llama-
ni beben con el necesario reposo, en ron los antiguos terror pánico.
que filosofar es prepararse a morir
Dice Cicerón que filosofar no es otra luego, pues ¿quién pararía mientes
cosa que disponerse a la muerte. Tan en el que afirmara que el designio
verdadero es este principio, que el que debemos perseguir es el dolor
estudio y la contemplación parece y la malandanza? Las disensiones
que alejan nuestra alma de nosotros entre las diversas sectas de filósofos
y le dan trabajo independiente de la en este punto son sólo aparentes;
materia, tomando en cierto modo un transcurramus solertissimas nugas [No
aprendizaje y semejanza de la muer- nos detengamos en esas fugaces ba-
te; o en otros términos, toda la sabi- gatelas. Séneca, Epístolas, 117]; hay
duría y razonamientos del mundo se en ellas más tesón y falta de buena fe
concentran en un punto: el de en- de las que deben existir en una pro-
señarnos a no tener miedo de mo- fesión tan santa; mas sea cual fuere
rir. En verdad, o nuestra razón nos el personaje que el hombre pinte,
burla, o no debe encaminarse sino siempre se hallarán en el retrato las
a nuestro contentamiento, y todo su huellas del pintor.
trabajo tender en conclusión a guiar- Cualesquiera que sean las ideas de
nos al buen vivir y a nuestra íntima los filósofos, aun en lo tocante a la vir-
satisfacción, como dice la Sagrada tud [Montaigne emplea casi siempre
Escritura. Todas las opiniones del la palabra virtud en la acepción la-
mundo convienen en ello: el placer tina, más amplia y comprensiva que
es nuestro fin, aunque las demos- la actual; lo mismo expresa con ella
traciones que lo prueban vayan por la fuerza, vigor y valor, que la inte-
distintos caminos. Si de otra manera gridad de ánimo y bondad de vida]
ocurriese, se las desdeñaría desde misma, el último fin de nuestra vida
Que filosofar es prepararse a morir • 9
gusto puro y amigable, sin que nin- tinua de tormento, que de ningún
guna otra voluptuosidad sea extinta. modo puede aliviarse. No hay lugar
He aquí por qué todas las máximas de donde no nos venga; podemos
convienen en este respecto; y aunque volver la cabeza aquí y allá como si
nos conduzcan de un común acuerdo nos encontráramos en un lugar sos-
a desdeñar el dolor, la pobreza y las pechoso: quae quasi saxum Tantalo,
otras miserias a que la vida humana semper impendet [Es siempre amena-
está sujeta, esto no es tan importante zadora, como la roca de Tántalo.
como el ser indiferentes a la muerte, Cicerón, De los fines, I, 18]. Con fre-
así porque esos accidentes no pesan cuencia nuestros parlamentos man-
sobre todos (la mayor parte de los dan ejecutar a los criminales al lugar
hombres pasan su vida sin experi- donde el crimen se cometió; du-
mentar la pobreza, y otros sin dolor rante el camino hacedles pasar por
ni enfermedad, tal Xenófilo el músi- hermosas casas, dispensadles tantos
co, que vivió ciento seis años en cabal agasajos como os plazca,
salud), como porque la muerte pue-
de ponerles fin cuando nos plazca, y Non Siculae dapes
cortar el hilo de todas nuestras desdi- Dulcem elaborabunt saporem;
chas. Mas la muerte es inevitable: Non avium citharaeque cantus
Somnum reducent:
Omnes eodem cogimur; omnium [Ni los platos de Sicilia podrán despertar
Versatur urna serius, ocius, su paladar; ni los cánticos de las aves, ni los
Sors exitura, et nos in aeternum acordes de la lira podrán tampoco devol-
Exsilium impositura cymbae: verle el sueño. Horacio, Odas, III, 1, 18].
[Todos estamos obligados a llegar al
mismo término; la suerte de cada uno ¿pensáis, acaso que en ello reci-
de nosotros se encuentra en la urna birán satisfacción, y que el designio
para salir de ella tarde o temprano y final del viaje, teniéndolo fijo en el
hacernos pasar de la barca fatal al des- pensamiento, no les haya trastor-
tierro eterno. Horacio, Odas, II, 3, 25]. nado el gusto de toda comodidad?
y por consiguiente si pone miedo Audit iter, numeratque dies, spatioque viarum
en nuestro pecho, es una causa con- Metitur vitam; torquetur peste futura.
Que filosofar es prepararse a morir • 11
[Preocúpase del camino, cuenta los días nos, teniéndola como de mal agüero,
y mide su vida por la extensión de la solían ablandarla y expresarla con
ruta, vive sin cesar atormentado por la perífrasis: en vez de decir ha muerto,
idea del suplicio que le espera. Claudia- decían ha cesado de vivir, vivió; con
no, Contra Rufino, II, 137]. que se pronunciara la palabra vida,
aunque ésta fuera pasada, se consola-
La muerte es el fin de nuestra ca- ban. Hemos tomado nuestro difunto
rrera; el objeto necesario de nuestras señor Juan de esa costumbre roma-
miras: si nos causa horror, ¿cómo es na. Como se dice ordinariamente,
posible dar siquiera un paso adelan- la palabreja vale cualquier cosa. Yo
te sin fiebre ni tormentos? El reme- nací entre once y doce de la maña-
dio del vulgo es no pensar en ella, na, el último día de febrero de mil
¿mas de qué brutal estupidez puede quinientos treinta y tres, conforme al
provenir una tan grosera ceguera? cómputo actual que hace comenzar
Preciso le es hacer embridar al asno el año en enero. Hace quince días
por el rabo: que pasé de los treinta y nueve aires,
y puedo vivir todavía otro tanto. Sin
Qui capite ipse suo instituit vestigia retro. embargo, dejar de pensar en cosa
[Puesto que en su torpeza quiere avan- tan lejana sería locura. ¡Pues qué!,
zar echándose atrás. Lucrecio, IV, 474]. a jóvenes y viejos ¿no sorprende la
muerte de igual modo? A todos los
No es maravilla si con frecuencia tal atrapa como si acabaran de nacer;
es atrapado en la red. Sólo con nom- además no hay ningún hombre por
brar la muerte se asusta a ciertas gen- decrépito que sea, que acordándose
tes y la mayor parte se resignan cual si de Matusalén no piense tener por lo
oyeran el nombre del diablo. Por eso menos todavía veinte años en el cuer-
le pone mano en su testamento hasta po. Pero, ¡oh pobre loco!, ¿quién ha
que el médico le desahucia; entonces fijado el término de tu vida? ¿Acaso
Dios sabe, entre el horror y el dolor te fundas para creer que sea larga, en
de la enfermedad, de qué lucidez de el dictamen de los médicos? Más te
juicio disponen los que testan. valiera fijarte en la experiencia dia-
Porque esta palabra hería con ex- ria. A juzgar por la marcha común de
tremada rudeza los oídos de los roma- las cosas, tú vives por gracia extraor-
12 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
a un hermano mío, el capitán San Dum mea delectent mala me, vel denique
Martín, de edad de veintitrés años, fallant,
que había dado ya testimonio de su Quam sapere, et ringi.
valer: jugando a la pelota recibió un [Consiento en pasar por loco o por
golpe que le dio en la parte superior inerte, siempre que el error me sea gra-
del ojo derecho, y como le dejó sin to, o que yo no lo advierta, mejor que
apariencia alguna de contusión ni ser avisado y padecer con mi sapiencia.
herida, no tomó precaución de nin- Horacio, Epístolas, II, 2, 126].
gún género, pero cinco o seis horas
después murió a causa de una apo- Pero es locura pensar por tal medio
plejía que le ocasionó el accidente. en rehuir la idea de la muerte. Unos
Con estos ejemplos tan ordinarios vienen, otros van, otros trotan, dan-
y frecuentes, que pasan a diario ante zan otros, mas de la muerte nadie ha-
nuestros ojos, ¿cómo es posible que bla. Todo esto es muy hermoso, pero
podamos desligarnos del pensamien- cuando el momento les llega, a sí pro-
to de la muerte y que a cada momen- pios, o a sus mujeres, hijos o amigos,
to no se nos figure que nos atrapa les sorprende y los coge de súbito y
por el pescuezo? ¿Qué importa, me al descubierto. ¡Y qué tormentos, qué
diréis, que ocurra lo que quiera con gritos, qué rabia y qué desesperación
tal de que no se sufra aguardándo- les dominan! ¿Visteis alguna vez nada
la? También yo soy de este parecer, tan abatido, cambiado ni confuso?
y de cualquier suerte que uno pueda Necesario es ser previsor. Aun cuando
ponerse al resguardo de los males, tal estúpida despreocupación pudiese
aunque sea dentro de la piel de una alojarse en la cabeza de un hombre
vaca, yo no repararía ni retrocedería, de entendimiento, lo cual tengo por
pues me basta vivir a mis anchas y imposible, bien cara nos cuesta lue-
procuro darme el mayor número de go. Si fuera enemigo que pudiéramos
satisfacciones posible, por poca glo- evitar, yo aconsejaría tomar armas de
ria ni ejemplar conducta que con ello la cobardía, pero como no se puede,
muestre: puesto que nos atrapa igual al poltrón
y huido que al valiente y temerario
Praetulerim... delirus inersque
videri, Nempe et fugacem persequitur virum;
14 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Paulo Emilio respondió al emisario Jam fuerit, nec post unquam revocare
que le envió su prisionero el rey de licebit.
Macedonia para rogar que no le [Muy pronto el tiempo presente des-
condujera en su triunfo: “Que se aparecerá y ya no podremos evocarle.
haga la súplica a sí mismo.” Lucrecio, III, 915].
A la verdad en todas las cosas,
si la naturaleza no viene en ayuda, Ni éste ni ningún otro pensa-
es difícil que ni el arte ni el ingenio miento ponían el espanto en mi áni-
las hagan prosperar. Yo no soy me- mo. Es imposible que al principio no
lancólico, sino soñador. Nada hay sintamos ideas tristes; pero insistien-
de que me haya ocupado tanto en do sobre ellas y volviendo a insistir,
toda ocasión como de pensar en la se familiariza uno sin duda; de otro
muerte, aun en la época más licen- modo, y por lo que a mí toca, halla-
ciosa de mi edad: ríame constantemente en continuo
horror y frenesí, pues jamás hom-
Jucundum quum aetas florida ver ageret. bre alguno estuvo tan inseguro de
[Cuando mi edad florida gozaba su su vida; jamás ningún hombre tuvo
alegre primavera. Catulo, LXVIII, 16]. menos seguridad de la duración de
la suya. Ni la salud que he gozado
Hallándome entre las damas y hasta hoy, vigorosa y en pocas ocasio-
en medio de diversiones y juegos, nes alterada, prolonga mi esperanza,
alguien creía que mi duelo era oca- ni las enfermedades la acortan: figú-
sionado por la pasión de los celos, raseme a cada momento que escapo
o por alguna esperanza defrauda- a un gran peligro, y sin cesar me re-
da; sin embargo, en lo que pensa- pito: “Lo que puede acontecer ma-
ba yo era en alguno que habiendo ñana, puede muy bien ocurrir den-
sido atacado los días precedentes tro de un momento”. Los peligros,
de unas calenturas, al salir de una riesgos y azares nos acercan poco o
fiesta parecida a la en que yo me nada a nuestro fin, y si consideramos
encontraba, con la cabeza llena de cuántos accidentes pueden sobreve-
ilusiones y el espíritu de contento, nir además del que parece ser el que
murió rápidamente, y a mi memo- nos amenaza con mayor insistencia,
ria venía aquel verso de Lucrecio: cuántos millones de otros pesan so-
16 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
bre nuestras cabezas, hallaremos que [¿Por qué en una existencia tan corta
nos siguen lo mismo en la mar que formar tan vastos proyectos? Horacio,
en nuestras casas, en la batalla que Odas, II, 16, 17].
en el reposo, frescos que calenturien-
tos: cerca está de nosotros en todas de todas habremos menester para
partes: Nemo altero fragilior est; nemo in tal trance. Uno se queja más que de
crastinum sui certior [Ningún hombre la muerte, porque le interrumpe la
es más frágil que los demás; ninguno marcha de una hermosa victoria; otro
tampoco está más seguro del día si- porque le es preciso largarse antes de
guiente. Séneca, Epístolas, 91]. Lo que haber casado a su hija o acabado la
he de ejecutar en vida me apresuro a educación de sus hijos; otro lamenta
rematarlo; todo plazo se me antoja la separación de su mujer, otro la de
largo, hasta el de una hora. su hijo, como comodidades princi-
Alguien hojeando el otro día mis pales de su vida. Tan preparado me
apuntes encontró una nota de algo encuentro, a Dios gracias, para la
que yo quería que se ejecutara des- hora final, que puedo partir cuando
pués de mi muerte; yo le dije, como al Señor le plazca, sin dejar por acá
era la verdad, que hallándome cuan- sentimiento de cosa alguna. De todo
do la escribí a una legua de mi do- procuro desligarme. Jamás hom-
micilio, sano y vigoroso, habíame bre alguno se dispuso a abandonar
apresurado a asentarla, porque no la vida con mayor calma, ni se des-
tenía la certeza de llegar hasta mi prendió de todo lazo como yo espero
casa. Ahora en todo momento me hacerlo. Los muertos más muertos
encuentro preparado, y la llegada de son los que no piensan en el último
la muerte no me sorprenderá, ni me viaje:
enseñará nada nuevo. Es preciso es-
tar siempre calzado y presto a partir Miser!, o miser, aiunt, omnia
tanto como de nosotros dependa, y ademit
sobre todo guardar todas las fuerzas Una dies infesta mihi tot praemia vitae
de la propia alma para el caso: [¡Ay, infeliz de mí!, exclaman; un solo
día, un instante fatal me roba todas
Quid brevi fortes jaculamur aevo las recompensas de la vida. Lucrecio,
Multa? III, 911].
Que filosofar es prepararse a morir • 17
Soy partidario de que se trabaje y Quin etiam exhilarare viris convivia caede
de que se prolonguen los oficios de Mos olim, et miscere epulis spectacula dira
la vida humana tanto como se pueda, Certantum ferro, saepe et super ipsa cadentum
y deseo que la muerte me encuentre Pocula, respersis non parco sanguine mensis;
plantando mis coles, pero sin temer- [Antiguamente se acostumbraba a ale-
la, y menos todavía siento dejar mi grar con homicidios los festines y a po-
huerto defectuoso. He visto morir a ner ante los ojos de los invitados com-
un hombre que en los últimos mo- bates horrorosos de gladiadores; a veces
mentos se quejaba sin cesar de que su éstos caían en medio de las copas del
destino cortase el hilo de la historia banquete e inundaban las mesas con su
que tenía entre manos, del quince o sangre. Silio Itálico, XI, 51].
diez y seis de nuestros reyes:
y como los egipcios, después de
Illud in his rebus non addunt: nec tibi earum sus festines, mostraban a los invita-
Jam desiderium rerum super insidet una. dos una imagen de la muerte por
18 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
uno que gritaba: “Bebe, y... alégrate, material nos falta para temerla; si es
pues cuando mueras serás lo mismo”, más larga, advierto que a medida que
así tengo yo la costumbre, así tengo la enfermedad se apodera de mí voy
yo por hábito guardar, no sólo en la teniendo en menos la vida. Entiendo
mente, sino en los labios, la idea y la que tales pensamientos y resolucio-
expresión de la muerte. Y nada hay nes deben practicarse hallándose en
de que me informe con tanta solici- buena salud, y así yo me conduzco,
tud como de la de los hombres: “qué con tanta más razón cuanto que en
palabra pronunciaron, qué rostro mí comienza ya a flaquear el amor
pusieron, qué actitud presentaron”, a las comodidades y la práctica del
ni pasaje de los libros en que me fije placer. Veo la muerte con mucho
con más atención; así se verá que en menos horror que antes, lo cual me
la elección de los ejemplos muestro permite esperar que cuanto más vie-
predilección grande por esta mate- jo sea, más me resignaré a la pérdida
ria. Si compusiera yo un libro, haría de la vida. En muchas circunstancias
un registro comentado de las diver- he tenido ocasión de experimentar
sas suertes de morir. Quien enseñase la verdad del dicho de César, quien
a los hombres a morir los enseña a aseguraba que las cosas nos parecen
vivir. Dicearco compuso una obra de más grandes de lejos que de cerca, y
título análogo, mas de diverso y me- así, en perfecta salud, he tenido más
nos útil alcance. miedo a las enfermedades que cuan-
Se me responderá, acaso, que el do las he sufrido. El contento que me
hecho sobrepuja de tal modo la idea, domina, el placer y la salud, muéstra-
que no hay medio que valga a atenuar me el estado contrario tan distinto,
la dureza de nuestro fin. No importa. que mi fantasía abulta por lo menos
La premeditación proporciona sin el mal, el cual creo más duro estando
duda gran ventaja; y además, ¿no es sano que pesando sobre mí. Espero
ya bastante llegar al trance con tran- que lo propio me acontezca con la
quilidad y sin escalofrío? Pero hay muerte.
más. La propia naturaleza nos da la Estas mutaciones y ordinarias
mano y contribuye a inculcar ánimo alternativas nos muestran cómo la
en nuestro espíritu; si se trata de una naturaleza nos hace apartar la vista
muerte rápida y violenta, el tiempo de nuestra pérdida y empeoramien-
Que filosofar es prepararse a morir • 19
to. ¿Qué le queda a un viejo del vi- ataques de la muerte. Pues como es
gor de su juventud y de su existen- imposible que permanezca en repo-
cia pasados? so mientras la teme, si logra ganar
la calma (cosa como que sobrepuja
Heu!, senibus vitae portio quanta manet! la humana condición), de ello pue-
[¡Cuán pequeña es la parte que queda de alabarse entonces, pues es harto
a un anciano en el festín de la vida! difícil que la inquietud, el tormento
Pseudo-Galo, I, 16]. y el miedo, ni siquiera la menor mo-
lestia se apoderen de ella.
Un soldado de la guardia de
César, que se hallaba molido y des- Non vultus instantis tyranni
trozado, pidió al emperador licen- Mente qualit solida, neque Auster
cia para darse la muerte. César, al Dux inquieti turbidus Adriae,
contemplar su decrépito aspecto, le Nec fulminantis magna Jovis manus.
contestó ingeniosamente: “¿Acaso [Ni la mirada cruel del tirano ni el ábre-
crees hallarte vivo?” Mas, guiados go furioso que revuelve los mares, nada
por su mano, por una suave y como puede alterar su firmeza, ni siquiera la
insensible pendiente, poco a poco, y mano terrible, la mano del tonante Júpi-
como por grados, acércanos a aque- ter. Horacio, Odas, III, 3, 3].
lla miserable situación y nos fami-
liariza con ella de tal modo, que no Conviértese en dueña de sus con-
advertimos ninguna transición vio- cupiscencias y pasiones, dueña de
lenta cuando nuestra juventud aca- la indigencia, de la vergüenza, de la
ba, lo cual es en verdad una muerte pobreza y de todas las demás inju-
más dura que el acabamiento de rias de la fortuna. Gane quien para
una vida que languidece, cual es la ello disponga de fuerzas tal ventaja.
muerte de la vejez. El tránsito del Tal es la soberana y verdadera liber-
mal vivir al no vivir, no es tan rudo tad que nos comunica la facultad de
como el de la edad floreciente a una reírnos de la fuerza y la injusticia,
situación penosa y rodeada de ma- a la vez que la de burlarnos de los
les. Del cuerpo encorvado se amino- grillos y de las cadenas.
raron ya las fuerzas, y lo mismo las
del alma; habituémosla a resistir los In manicis et
20 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Compedibus, saevo, te sub custode tenebo. el venir a la vida nos trae al par el
Ipse deus, simul atque volam, me solvet nacimiento de todas las cosas, así la
Opinor, muerte hará de todas las cosas nues-
Hoc sentit: Moriar. Mors ultima linea tra muerte. ¿A qué cometer la locura
rerum est. de llorar porque de aquí a cien años
[Te cargaré de cadenas en pies y manos, no viviremos, y por qué no hacer lo
te entregaré a un cruel carcelero. —Algún propio porque hace cien años no
dios me libertará en el momento que yo vivíamos? La muerte es el origen
quiera. —Ese dios, así lo creo, es la muer- de nueva vida; al entrar en la vida
te: la muerte es el término de todas las lloramos y padecemos nuestra for-
cosas. Horacio, Epístolas, I, 16, 76]. ma anterior; no puede considerar-
se como doloroso lo que no ocurre
Nuestra religión no ha tenido más que una sola vez. ¿Es razonable
más seguro fundamento humano siquiera poner tiempo tan dilatado
que el menosprecio de la vida. No en cosa de tan corta duración? El
sólo el discernimiento natural lo trae mucho vivir y el poco vivir son idén-
a nuestra memoria, sino que es ne- ticos ante la muerte, pues ambas co-
cio que temamos la pérdida de una sas no pueden aplicarse a lo que no
cosa, la cual estamos incapacitados existe. Aristóteles dice que en el río
de sentir después. Y puesto que de Hypanis hay animalillos cuya vida
tan diversos modos estamos amena- no dura más que un día; los que de
zados por la muerte, ¿no es mayor la ellos mueren a las ocho de la maña-
pena que ocasiona el mal de temer- na acaban jóvenes su existencia, y los
los todos para librarnos de uno solo? que mueren a las cinco de la tarde
¿No vale más que venga cuando lo perecen de decrepitud. ¿Quién de
tenga a bien, puesto que es inevita- nosotros no tornaría a broma la con-
ble? Al que anunció a Sócrates que sideración de la desdicha o dicha de
los treinta tiranos le habían conde- un momento de tan corta duración?
nado a morir, el filósofo contestó La de nuestra vida, si la compara-
que la naturaleza los había condena- mos con la eternidad, o con la de
do a ellos. ¡Qué torpeza la de ape- las montañas, ríos, estrellas, árboles
narnos y afligirnos cuando de todo y hasta con la de algunos animales,
duelo vamos a ser libertados! Como ¿no es menos ridícula?
Que filosofar es prepararse a morir • 21
Prima, quae vitam dedit, hora, carpsit. “Si no habéis sabido hacer de ella
[La hora misma en que nacimos dismi- el uso conveniente, si os era inútil,
nuye la duración de nuestra vida. Sé- ¿qué os importa haberla perdido?
neca, Hércules furioso, III, v. 874]. ¿Para qué la queréis todavía?
22 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Cur amplius addere quaeris, jez del mundo: con ello ha hecho su
Rursum quod pereat male, et ingratum partida; después comienza de nue-
occidat omne? vo, y siempre acontecerá lo mismo.
[¿A qué querer multiplicar los días, que
dejaríais perder lo mismo que los ante- Versamur ibidem, atque insumus usque.
riores, sin emplearlos mejor? Lucrecio, [El hombre da vueltas constantemente
II, 941]. en el círculo que le encierra. Lucrecio,
III, 1093].
“La vida no es, considerada en
sí misma, ni un bien ni un mal; Atque in se sua per vestigia volvitur annus.
es lo uno o lo otro según vuestras [El año comienza sin cesar de nuevo la
acciones. Si habéis vivido un día lo ruta que antes ha recorrido. Virgilio,
habéis visto todo: un día es igual a Geórgicas, II, 403].
siempre. No hay otra luz ni otra os-
curidad distintas. Ese sol, esa luna, “No reside en mí la facultad de
esas estrellas, esa armonía de las forjaros nuevos pasatiempos:
estaciones es idéntica a la que vues-
tros abuelos gozaron y contempla- Nam tibi praeterea quod machiner,
ron, y la misma que contemplarán inveniamque
nuestros nietos y tataranietos. Quod placeat, nihil est: eadem sunt omnia
semper.
Non alium videre patres, aliumve nepotes [No puedo encontrar nada nuevo ni
Adspicient. producir nada nuevo en vuestro favor;
[Vuestros nietos no verán sino lo que vie- son y serán siempre los mismos place-
ron vuestros padres. Manilio, I, 524]. res. Lucrecio, III, 945].
falta para la muerte: para ello todos Nec desiderium nostri nos afficit ullum.
vuestros esfuerzos son inútiles. Tan- [Entonces no nos preocupamos de la
to tiempo como permanecéis en ese vida ni de nuestra persona... entonces
estado de temor, nada vale ni a nada no nos queda ningún amargor de la
conduce. Igual da que hubierais existencia. Lucrecio, 932, 935].
muerto cuando estabais en brazos de
vuestra nodriza: “Es la muerte menos digna de ser
temida que nada, si hubiera alguna
Licet, quod vis, vivendo vincere secla, cosa más insignificante que nada.
Mors æterna tamen, nihilominus illa
manebit. Multo mortem minus ad nos esse
[Vivid tantos siglos como queráis, la putandum.
muerte seguirá siendo eterna. Lucrecio, Si minus esse potest, quam quod nihil
III, 1126]. esse videmus.
[La frase precedente es la traducción de
“Y si a tal estado de ánimo lle- estos dos versos de Lucrecio, III, 934].
garais, no experimentaríais descon-
tento alguno: “Ni muertos ni vivos debe con-
cernirnos; vivos, porque existimos;
In vera nescis nullum fore morte alium te, muertos, porque ya no existimos.
Qui possit vivus tibi te lugere peremptum, Nadie muere hasta que su hora es
Stansque jacentem? llegada. El tiempo que dejáis era tan
[¿No sabéis que la muerte no dejará subsis- vuestro u os pertenecía tanto como
tir otro individuo idéntico a vosotros, que el que transcurrió antes de que na-
pueda gemir ante vuestra agonía y llorar cierais, y que tampoco os concierne.
ante vuestro cadáver? Lucrecio, III, 898].
Respice enim, quam nil ad nos ante acta
“ni desearíais una vida cuya pér- vetustas
dida sentís tanto. Temporis aeterni fuerit.
[Considerad los siglos sin número que
Nec sibi enim quisquam tum se, nos han precedido; ¿no son esos siglos
vitamque requirit. para nosotros como si no hubieran
(…) existido jamás? Lucrecio, III, 985].
24 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Fortis imaginatio generat casum [Una sola imaginación produzca las fie-
imaginación robusta engendra por bres y la muerte de los que no sa-
sí misma los acontecimientos], di- ben contenerla. Hallándome en
cen las gentes disertas. Yo soy de una ocasión en Tolosa en casa de
aquellos a quienes la imaginación un viejo pulmoníaco, de abundan-
avasalla: todos ante su impulso se te fortuna, el médico que le asistía,
tambalean, mas algunos dan en tie- Simón Thomas, facultativo acre-
rra. La impresión de mi fantasía me ditado, trataba con el enfermo de
afecta, y pongo todo esmero y cui- los medios que podían ponerse en
dado en huirla, por carecer de fuer- práctica para curarle y le propuso
zas para resistir su influjo. De buen darme ocasión para que yo gustase
grado pasaría mi vida rodeado sólo de su compañía; que fijara sus ojos
de gentes sanas y alegres, pues la en la frescura de mi semblante y su
vista de las angustias del prójimo pensamiento en el vigor y alegría
angústiame materialmente, y con en que mi adolescencia rebosaba,
frecuencia usurpo las sensaciones y que llenase todos sus sentidos de
de un tercero. El oír una tos con- tan floreciente estado; así decía el
tinuada irrita mis pulmones y mi médico al enfermo que su situación
garganta; peor de mi grado visito a podría cambiar, pero olvidábase de
los enfermos cuya salud deseo, que añadir que el mal podría comuni-
aquellos cuyo estado no me intere- carse a mi persona. Galo Vibio apli-
sa tanto: en fin, yo me apodero del có tan bien su alma a la compren-
mal que veo y lo guardo dentro de sión de la esencia y variaciones de
mí. No me parece maravilla que la la locura, que perdió el juicio; de tal
De la fuerza de imaginación • 27
suerte que fue imposible volverle a do el día anterior con interés grande
la razón. Pudo, pues, vanagloriar- a una lucha de toros, y toda la noche
se de haber llegado a la demencia soñó que tenía cuernos en la cabeza;
por un exceso de juicio. Hay algu- y efectivamente, el calor de su fan-
nos condenados a muerte en quie- tasía hizo que le salieran. La pasión
nes el horror hace inútil la tarea comunicó al hijo de Creso la palabra,
del verdugo; y muchos se han visto de que la naturaleza lo había privado.
también que al descubrirles los ojos Antíoco tuvo recias calenturas a cau-
para leerles la gracia murieron en sa de la belleza de Stratonice, cuya
el cadalso por no poder soportar la hermosura habíase sellado profun-
impresión. Sudamos, temblamos, damente en su alma. Refiere Plinio
palidecemos y enrojecemos ante las haber visto cambiarse a Lucio Cosicio
sacudidas de nuestra imaginación, de hombre en mujer el mismo día de
y tendidos sobre blanda pluma sen- sus bodas. Pontano y otros autores,
timos nuestro cuerpo agitado por sí cuentan análogas metamorfosis ocu-
mismo algunas veces hasta morir; rridas en Italia en los siglos últimos.
la hirviente juventud arde con ím- Y por vehemente deseo, propio y de
petu tal, que satisface en sueños sus su madre,
amorosos deseos:
Vota puer solvit, quae femina voverat,
Ut, quasi transactis saepe, omnibus, Iphis.
rebus, profundant [Ifis pagó siendo muchacho las prome-
Fluminis ingentes fluctus, vestemque sas que hizo cuando doncella. Ovidio,
cruentent. Metamorfosis, IX, 793].
[El texto de Montaigne parafrasea es-
tos dos versos de Lucrecio, IV, 1029, en En el Vitry francés vi a un sujeto
las dos líneas que los preceden]. a quien el obispo de Soissons había
confirmado con el nombre de Ger-
Aunque no sea cosa desusada ver mán; todas las personas de la locali-
que le salen cuernos por la noche a dad le conocieron como mujer hasta
quien al acostarse no los tenía, el su- la edad de ventidós años, y le llama-
cedido de Cipo, rey de Italia, es por ban María. Era, cuando yo le conocí,
demás memorable. Había éste asisti- viejo, bien barbado y soltero, y con-
28 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
taba que, habiendo hecho un esfuer- tonces declaraba haber oído voces,
zo al saltar, aparecieron sus miem- que al parecer sonaban a lo lejos, y
bros viriles. Aun hoy hay costumbre echaba de ver sus heridas y quema-
entre las muchachas del Vitry de duras. Que el accidente no era fingi-
cantar unos versos que advierten do sino natural, probábalo el hecho
el peligro de dar grandes brincos, de que mientras era presa de él, la
que podría exponerlas a verse en víctima no tenía pulso ni alentaba.
la situación de María-Germán. No Verosímil es que el crédito que se
es maravilla encontrar con frecuen- concede a las visiones, encantamien-
cia el accidente referido, pues si la tos y otras cosas extraordinarias pro-
imaginación ofrece poder en cosas venga sólo del poder de la fantasía; la
tales, está además tan de continuo cual obra más que en las otras en las
y tan fuertemente identificada con almas del vulgo, por ser más blandas
ellas, que para no volver al mismo e impresionables. Tan firmemente
pensamiento y vivo deseo, procede arraigan en ellas las creencias, que
mejor la fantasía al incorporar de creen ver lo que no ven.
una vez para siempre la parte viril Casi estoy por creer que esos
en las jóvenes. burlones maleficios con que algu-
A la fuerza de imaginación atribu- nas personas suelen verse trabadas
yen algunos las cicatrices del rey Da- (y no se oye hablar de otra cosa)
goberto y las llagas de san Francisco. reconocen por causa la aprensión
Otros, el que los cuerpos se eleven de y el miedo. Por experiencia sé que
la tierra. Refiere Celso que un sacer- cierta persona de quien puedo dar
dote levantaba su alma en éxtasis tan fe como de mí mismo, en la cual
grande, que su cuerpo permanecía no podía haber sospecha alguna,
largo espacio sin respiración ni sen- de debilidad ni encantamiento, ha-
sibilidad. San Agustín habla de otro biendo oído relatar a un amigo suyo
a quien bastaba sólo oír gritos lasti- el suceso de una extraordinaria de-
meros, para ser trasportado instan- bilidad en que el del cuento había
táneamente tan fuera de sí, que era caído cuando más necesitado se ha-
del todo inútil alborotarle, gritarle, llaba el vigor y fortaleza, el horror
achicharrarle y pincharle hasta que del caso asaltó de pronto la imagi-
recobraba de nuevo los sentidos. En- nación del oyente o hízole atrave-
De la fuerza de imaginación • 29
sas falsas de curación, a fin de que mendábale dos o tres más en forma
el efecto de la fantasía supla la in- idéntica. Jura mi testigo que para
utilidad de sus pócimas. Saben bien economizar el gasto, pues el enfer-
que uno de los maestros de su arte mo pagaba como si las hubiera re-
les dejó escrito que hubo personas cibido, la mujer de éste le presentó
a quienes hizo el efecto sólo la vis- varias veces sólo agua tibia; el efecto
ta de la medicina. Hame venido lo nulo descubrió el engaño, y por ha-
apuntado a la memoria recordando ber encontrado inútiles las últimas,
la relación que me hizo un boticario fue necesario volver a las preparadas
que estaba al servicio de mi difun- por la farmacopea.
to padre, hombre sencillo, suizo de Una mujer que creía haber traga-
nación, que es un pueblo nada char- do un alfiler con el pan que comía,
latán ni embustero. Contome haber gritaba y se atormentaba como si
tratado largo tiempo en Tolosa a un sintiera en la garganta un dolor in-
comerciante enfermizo, sujeto al mal soportable, donde, a su entender, te-
de piedra, que tenía con suma fre- níalo detenido; pero como no había
cuencia necesidad de darse lavativas hinchazón ni alteración en la parte
y se las hacía preparar por los mé- exterior, una persona hábil que esta-
dicos, según las alternativas del mal; ba junto a ella consideró que la cosa
luego que le presentaban el líquido no era más que aprensión, que obe-
con todos los adminículos veía si es- decía a algún pedacito de pan que la
taba demasiado caliente, y héteme había arañado al pretender tragarlo;
aquí a nuestro enfermo tendido boca hizo vomitar a la mujer y puso a es-
abajo, con todos los preparativos ad- condidas en lo que arrojó un alfiler
mirablemente dispuestos, pero que torcido. La paciente, creyendo en
en fin de cuentas no tomaba lavativa realidad haberlo expulsado, sintiose
alguna. Alejado el médico de la alco- de pronto libre de todo mal y dolor.
ba, el paciente se instalaba como si Sé que un caballero que había dado
realmente se hubiese aplicado el re- un banquete a varias personas de la
medio y experimentaba efecto igual buena sociedad se vanagloriaba, por
al que sienten los que le practican. pura broma, pues la cosa no era cier-
Y si el facultativo consideraba que ta, de haber hecho comer a sus invita-
no se había puesto bastantes, reco- dos un pastel de gato; una señorita de
De la fuerza de imaginación • 35
personas desconocidas y mostrar sus tante; ni que nada hay tan contrario
conjeturas como moneda corriente. a mi estilo como una narración dila-
De las acciones que pasan ante su tada. Falto de alientos, deténgome a
vista y que se prestan a interpreta- cada momento. Ignoro más que una
ciones varias opondríanse a prestar criatura los vocablos y frases que se
juramento ante un juez, y por íntimo aplican a las cosas más comunes; por
trato que tuvieran con un hombre eso he tomado a mi cargo el escri-
rechazarían igualmente el responder bir sólo sobre aquellas materias que
con plenitud de sus intenciones. Ten- se acomodan a mis fuerzas. Si me
go por menos aventurado escribir impusiera un asunto determinado,
sobre las cosas pasadas que sobre las mi medida podría faltar a la suya,
presentes, entre otras razones porque y como la libertad mía es tan gran-
en las primeras el escritor no tiene de, emitiría juicios que, en mi sentir
que dar cuenta sino de una verdad mismo y conforme a las luces de la
prestada. razón, serían injustos y censurables.
Me invitan algunos a relatar los Plutarco nos diría seguramente
sucesos de mi tiempo, consideran- que en sus obras no es él responsable
do que los veo con ojos menos des- si todos sus ejemplos no son entera-
apacibles que los demás, y más de mente auténticos; que fueran útiles a
cerca, por la proximidad en que la la posteridad y estuvieran presenta-
fortuna me ha puesto de los jefes de dos de modo que nos encaminaran
los distintos partidos. Pero no saben a la virtud, fue lo que procuró. No
aquéllos que por alcanzar la gloria ocurre lo mismo que con las medici-
de Salustio no me procuraría ningún nas con los cuentos antiguos: en és-
mal rato, como enemigo jurado que tos es indiferente que la cosa pasara
soy de toda obligación asidua y cons- así, o de otro modo diferente.
de la amistad
[Conocido yo mismo por mi afección E sol dietro a chi fugge affretta il piede:
paternal hacia mis hermanos. Horacio, [Así en medio de los fríos y los calo-
Odas, II, 2, 6]. res el cazador va en seguimiento de la
liebre, al través de montañas y valles;
La afección hacia las mujeres, aun- mientras le escapa desea darla alcance,
que nazca de nuestra elección, tam- y cuando la coge ya no hace caso de
poco puede equipararse a la amistad. ella. Ariosto, Orlando furioso, canto X,
Su fuego, lo confieso, estrofa 7].
Neque enim est dea nescia nostri, luego que se convierte en amis-
Quae dulcem curis miscet amaritiem, tad, es decir, en el acuerdo de am-
[No soy desconocido a la diosa que bas voluntades, se borra y languide-
mezcla una dulce amargura con las pe- ce; el goce ocasiona su ruina, como
nas del amor. Catulo, LXVIII, 17]. que su fin es corporal y se encuentra
sujeto a saciedad. La amistad, por el
es más activo, más fuerte y más contrario, más se disfruta a medida
rudo, pero es un fuego temerario, que más se desea; no se alimenta ni
inseguro, ondulante y vario; fuego crece sino a medida que se disfru-
febril, sujeto a accesos e intermiten- ta, como cosa espiritual que es, y el
cias que no se apodera de nosotros alma adquiere en ella mayor finura
más que por un lado. En la amistad, practicándola. He preferido antaño
por el contrario, el calor es general, otras fútiles afecciones a la amistad
igualmente distribuido por todas perfecta, y también La Boëtie rindió
partes, atemperado; un calor cons- culto al amor; sus versos lo declaran
tante y tranquilo, todo dulzura y sin demasiado. Así es que las dos pasio-
asperezas, que nada tiene de violen- nes han habitado en mi alma, y he
to ni de punzante. Más aún, el amor tenido ocasión de conocer de cerca
no es más que el deseo furioso de una y otra; jamás las he equipara-
algo que huye de nosotros: do, y actualmente considero que en
mi espíritu la amistad mira de un
Come segue la lepre il cacciatore modo desdeñoso y altivo al amor y
Al freddo, al caldo, alla montagna, al lito; le coloca bien lejos y muchos grados
Né piú l’estima poi che presa vede; por bajo.
42 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
cerón, De la amistad, c. 20]. Lo que nada desde entonces nos tocó tan de
ordinariamente llamamos amigos cerca como nuestras personas. Es-
y amistad no son más que uniones cribió él una excelente sátira latina,
y familiaridades trabadas merced a que se ha impreso, en la cual explica
algún interés, o merced al acaso por la precipitación de una amistad que
medio de los cuales nuestras almas llegó con tal rapidez a ser perfecta.
se relacionan entre sí. En la amistad Habiendo de durar tan poco tiem-
de que yo hablo, las almas se enla- po su vida y habiendo comenzado
zan y confunden una con otra por tan tarde nuestras relaciones (pues
modo tan íntimo, que se borra y no ambos éramos ya hombres hechos,
hay medio de reconocer la trama él me llevaba algunos años), no te-
que las une. Si se me obligara a de- nían tiempo que perder, ni necesita-
cir por qué yo quería a La Boëtie, ban tampoco acomodarse al patrón
reconozco que no podría contestar de las amistades frías y ordinarias,
más que respondiendo: porque era en las cuales precisan tantas precau-
él y porque era yo. Existe más allá ciones de dilatada y preliminar con-
de mi raciocinio y de lo que particu- versación. En la amistad nuestra no
larmente puedo declarar, yo no sé había otro fin extraño que le fuera
qué fuerza inexplicable y fatal, me- ajeno, con nada se relacionaba que
diadora de esta unión. Antes de que no fuera con ella misma; no obede-
nos hubiéramos visto, nos buscába- ció a tal o cual consideración, ni a
mos ya, y lo que oíamos decir el uno dos ni a tres ni a cuatro ni a mil; fue
del otro, producía en nuestras almas no sé qué quinta esencia de todo
mucha mayor impresión de la que reunido, la cual habiendo arrolla-
se advierte en las amistades ordina- do toda mi voluntad condújola a
rias; diríase que nuestra unión fue sumergirse y a abismarse en la suya
un decreto de la Providencia. Nos con una espontaneidad y un ardor
abrazábamos por nuestros nombres, igual en ambas. Nuestros espíri-
y en nuestra entrevista primera, que tus se compenetraron uno en otro;
tuvo lugar casualmente en una gran nada nos reservamos que nos fuera
fiesta de una ciudad, nos encontra- peculiar, ni que fuese suyo o mío.
mos tan prendados, tan conocidos, Cuando Lelio, en presencia de
tan obligados el uno del otro, que los cónsules romanos, quienes des-
De la amistad • 45
de dinero, decía que lo reclamaba, amigo, que nada le queda para dis-
no que lo pedía. Y para probar cómo tribuir a los demás; al contrario, le
esto se practica en realidad, traeré entristece la idea de no ser doble, tri-
a colación un singular ejemplo an- ple o cuádruple; de no ser dueño de
tiguo. Eudomidas, corintio, tenía varias almas y varias voluntades para
dos amigos: Carixeno, cioniano, y confiarlas todas a una misma amis-
Areteo, también corintio. Cuando tad. Las amistades comunes pueden
murió, como estaba pobre y sus dos dividirse; puede estimarse en unos la
amigos eran ricos, hizo así su testa- belleza, en otros el agradable trato,
mento: “Lego a Areteo el cuidado en otros la liberalidad, la paternidad,
de alimentar a mi madre y de sos- la fraternidad, y así sucesivamente;
tenerla en su vejez; a Carixeno le mas la amistad que posea el alma y la
encomiendo el casamiento de mi gobierna como soberana absoluta, es
hija, y además que la dote lo mejor imposible que sea doble. Si dos ami-
que pueda. En el caso de que uno de gos pidieran ser socorridos al mismo
los dos venga a morir, encomiendo tiempo, ¿a cuál acudiríais primero?
su parte al que sobreviva”. Los que Si solicitaran opuestos servicios, ¿qué
vieron primero este testamento se orden emplearíais en tal apuro? Si
burlaron, pero advertidos los here- uno confiara a vuestro silencio lo
deros de su alcance lo aceptaron, con que al otro fuera conveniente saber,
singular contentamiento. Habiendo ¿qué partido tomaríais? La princi-
muerto cinco días después Carixeno, pal y única amistad rompe toda otra
Areteo mantuvo largamente a la ma- obligación; el secreto que juro no
dre y de su fortuna, que consistía en descubrir a otro puedo sin incurrir
cinco talentos, entregó dos y medio a en falta comunicarlo a otro, es decir,
su hija única, y otros dos y medio a la a mi amigo. Es un milagro grande el
hija de Eudomidas. Las dos bodas se duplicarse y no lo conocen bastante
efectuaron el mismo día. los que hablan de triplicarse. Nada
Este ejemplo es bien concluyen- es tan raro como poseer su semejan-
te, y sería practicado si no hubie- te; quien crea que de dos personas
ra tantos amigos en el mundo. La estimo a la una lo mismo que a la
perfecta amistad es indivisible: cada otra, o que dos hombres se quieran
uno se entrega tan por completo a su y me estimen tanto como yo los esti-
De la amistad • 49
mo, convierten en varias unidades la de que todos los resortes sean per-
cosa más única e indivisible; una sola fectamente nítidos y seguros.
es la cosa más rara de encontrar en En las relaciones que nos procu-
el mundo. El resto de aquella historia ran algún auxilio o servicio no hay
se acomoda bien con lo que yo decía, para qué preocuparse de las imper-
pues Eudomidas considera como un fecciones que particularmente no
favor que proporciona a sus amigos se relacionan con el motivo de las
el emplearlos en su servicio, deján- mismas. Nada me importa la reli-
dolos como herederos de su libera- gión que profesen mi médico ni mi
lidad, que consiste en procurarles el abogado, tal consideración nada
medio de favorecerle; y sin duda la tiene que ver con los oficios de la
fuerza de la amistad se muestra con amistad que me deben; en las rela-
mayor esplendidez en este caso que ciones domésticas que sostengo con
en el de Areteo. En conclusión: son los criados que me sirven, sigo la
estos efectos que no puede imaginar misma conducta. Me informo poco
el que no los ha experimentado, y de si mi lacayo es casto; más me in-
que me hacen honrar sobremane- teresa saber si es diligente: no temo
ra la respuesta que dio a Ciro un tanto a un mulatero jugador, como a
soldado joven, a quien el monarca otro que sea imbécil, ni a un cocinero
preguntó qué precio quería por un blasfemo, como a otro ignorante de
caballo con el cual había ganado el las salsas. No me mezclo para nada
premio de la carrera, añadiendo si en dar instrucciones al mundo de lo
lo cambiaría por un reino: “No en que es preciso hacer, otros lo hacen
verdad, señor; pero lo daría de buen de sobra; sólo hablo de lo que con-
grado por adquirir un amigo, si yo migo se relaciona.
encontrara un hombre digno de tal
alianza”. No decía mal “si yo encon- Mihi sic usus est: tibi, ut opus est facto, face.
trara”, pues se tropieza fácilmente [Tal es mi procedimiento; seguid voso-
con hombres propios para mante- tros el vuestro. Terencio, Heautontimo-
ner una amistad superficial; pero rumenos, I, 1, 28].
en la otra en que nada se reserva ni
nada se exceptúa, en que se obra con A la familiaridad de la mesa aso-
abandono completo, hay necesidad cio lo agradable, no lo prudente; en
50 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
mío! ¿No podré ya verte más? ¡Al menos creyera lo que escribió, pues ni en
me quedará el consuelo de amarte toda broma era capaz de mentir; me
mi vida! Catulo, LXVIII, 20, LXV, 9]. consta también que si en su mano
hubiera estado elegir, mejor hubie-
Pero oigamos hablar un poco a este ra nacido en Venecia que en Sarlac,
joven cuando tenía dieciséis años. y con razón. Pero tenía otra máxima
Porque veo que este libro ha sido soberanamente impresa en su alma:
publicado con malas miras por los la de obedecer y someterse religio-
que procuran trastornar y cambiar samente a las leyes bajo las cuales
el estado de nuestro régimen po- había nacido. Jamás hubo mejor
lítico, sin cuidarse para nada de si ciudadano, ni que más amara el
sus reformas serán útiles, los cuales reposo de su país, ni más enemigo
han mezclado la obra de La Boëtie de agitaciones y novedades; mejor
a otros escritos de su propia cosecha hubiera querido emplear su saber
personal, renuncio a intercalarla en en extinguirlas que en procurar los
este libro. Y para que la memoria medios de excitarlas más de lo que
del autor no sufra crítica de ningún ya están: su espíritu se había mol-
género de parte de los que no pu- deado conforme al patrón de otros
dieron conocer de cerca sus accio- tiempos diferentes de los actuales.
nes o ideas, yo les advierto que el En lugar de esa obra seria publicaré
asunto de su libro fue desarrollado otra [Los veintinueve sonetos de La
por él en su infancia y solamente a Boëtie, del capítulo siguiente] que
manera de ejercicio, como asunto igualmente escribió en la misma
vulgar y ya tratado en mil pasajes época de su vida, y que es más loza-
de muchos libros. Yo no dudo que na y alegre.
de los caníbales
Cuando el rey Pirro pasó a Italia, rra, al cual puso por nombre Fran-
luego que hubo reconocido la or- cia antártica. Este descubrimiento de
ganización del ejército romano que un inmenso país vale bien la pena
iba a batallar contra el suyo: “No sé, de ser tomado en consideración.
dijo, qué clase de bárbaros sean éstos Ignoro si en lo venidero tendrán lu-
(sabido es que los griegos llamaban gar otros, en atención a que tantos y
así a todos los pueblos extranjeros), tantos hombres que valían más que
pero la disposición de los soldados nosotros no tenían ni siquiera pre-
que veo no es bárbara en modo al- sunción remota de lo que en nues-
guno”. Otro tanto dijeron los griegos tro tiempo ha acontecido. Yo recelo
de las tropas que Flaminio introdujo a veces que acaso tengamos los ojos
en su país, y Filipo, contemplando más grandes que el vientre, y más
desde un cerro el orden y disposi- curiosidad que capacidad. Lo abar-
ción del campamento romano, en camos todo, pero no estrechamos
su reino, bajo Publio Sulpicio Galba. sino viento.
Esto prueba que es bueno guardarse Platón nos muestra que Solón
de abrazar las opiniones comunes, decía haberse informado de los sa-
que hay que juzgar por el camino cerdotes de la ciudad de Saís, en
de la razón y no por la voz general. Egipto, de que en tiempos remotí-
He tenido conmigo mucho tiempo simos, antes del diluvio, existía una
un hombre que había vivido diez o gran isla llamada Atlántida, a la en-
doce años en ese mundo que ha sido trada del estrecho de Gibraltar, la
descubierto en nuestro siglo, en el cual comprendía más territorio que
lugar en que Villegaignon tocó tie- el Asia y el África juntas; y que los
54 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
tro organismo. Cuando considero la teles, dado que el “libro de las mara-
acción que el río Dordoña ocasiona villas” lo haya compuesto el filósofo.
actualmente en la margen derecha En esta obrilla se cuenta que algu-
de su curso, el cual se ha ensanchado nos cartagineses, navegando por el
tanto que ha llegado a minar los ci- Océano atlántico, fuera del estrecho
mientos de algunos edificios, me for- de Gibraltar, bogaron largo tiempo y
mo idea de aquella agitación extraor- acabaron por descubrir una isla fér-
dinaria que, de seguir en aumento, la til, poblada de bosques y bañada por
configuración del mundo se cambia- ríos importantes, de profundo cau-
ría; mas no acontece así, porque los ce; estaba la isla muy lejos de tierra
accidentes y movimientos, ya tienen firme, y añade el mismo libro que
lugar en una dirección, ya en otra, ya aquellos navegantes, y otros que los
hay ausencia de movimiento. Y no siguieron, atraídos por la bondad y
hablo de las repentinas inundaciones fertilidad de la tierra, llevaron con-
que nos son tan conocidas. En Me- sigo sus mujeres o hijos y se aclima-
doc, a lo largo del mar, mi hermano, taron en el nuevo país. Viendo los
el señor de Arsac, ha visto una de sus señores de Cartago que su territorio
fincas enterrada bajo las arenas que se despoblaba poco a poco, prohi-
el mar arrojó sobre ella; todavía se bieron, bajo pena de muerte, que
ven los restos de algunas construccio- nadie emigrara a la isla, y arrojaron
nes; sus dominios y rentas hanse tro- a los habitantes de ésta, temiendo,
cado en miserables tierras de pastos. según se cree, que andando el tiem-
Los habitantes dicen que, de algún po alcanzaran poderío, suplantasen
tiempo acá, el mar se les acerca tanto, a Cartago y ocasionaran su ruina.
que ya han perdido cuatro leguas de Este relato de Aristóteles tampoco se
territorio. Las arenas que arroja son refiere al novísimo descubrimiento.
a manera de vanguardia. Vense gran- El hombre de que he hablado era
des dunas de tierra movediza, distan- sencillo y rudo, condición muy ade-
tes media legua del océano, que van cuada para ser verídico testimonio,
ganando el país. pues los espíritus cultivados, si bien
El otro antiguo testimonio que observan con mayor curiosidad y
pretende relacionarse con este descu- mayor número de cosas, suelen glo-
brimiento lo encontramos en Aristó- sarlas, y a fin de poner de relieve la
56 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
sin embargo, el sabor mismo y la de- o del arte. Las más grandes y magní-
licadeza se avienen con nuestro pa- ficas proceden de una de las dos pri-
ladar, que encuentra excelentes, en meras causas; las más insignificantes
comparación con los nuestros, diver- e imperfectas, de la última.
sos frutos de aquellas regiones que Esas naciones me parecen, pues,
se desarrollan sin cultivo. El arte no solamente bárbaras, en el sentido
vence a la madre naturaleza, grande de que en ellas ha dominado esca-
y poderosa. Tanto hemos recargado samente la huella del espíritu hu-
la belleza y riqueza de sus obras con mano, y porque permanecen toda-
nuestras invenciones, que la hemos vía en los confines de su ingenuidad
ahogado; así es que por todas partes primitiva. Las leyes naturales diri-
donde su belleza resplandece, la na- gen su existencia muy poco bastar-
turaleza deshonra nuestras invencio- deadas por las nuestras, de tal suerte
nes frívolas y vanas. que, a veces, lamento que no hayan
tenido noticia de tales pueblos, los
Et veniunt hederae sponte sua melius; hombres que hubieran podido juz-
Surgit et in solis formosior arbutus antris; garlos mejor que nosotros. Siento
Et volucres nulla dulcius arte canunt. que Licurgo y Platón no los hayan
[La hiedra crece sin cultivo; el árbol no conocido, pues se me figura que lo
es nunca más frondoso que cuando pros- que por experiencia vemos en esas
pera en los abismos solitarios... el canto naciones sobrepasa no sólo las pin-
de las aves es más dulce sin el concurso turas con que la poesía ha embelle-
del arte. Propercio, I, 2, 10 ss.]. cido la edad de oro de la humani-
dad, sino que todas las invenciones
Todos nuestros esfuerzos juntos que los hombres pudieran imaginar
no logran siquiera edificar el nido para alcanzar una vida dichosa, jun-
del más insignificante pajarillo, su tas con las condiciones mismas de
contextura, su belleza y la utilidad la filosofía, no han logrado repre-
de su uso; ni siquiera acertarían a sentarse una ingenuidad tan pura y
formar el tejido de una mezquina sencilla, comparable a la que vemos
tela de araña. en esos países, ni han podido creer
Platón dice que todas las cosas tampoco que una sociedad pudiera
son obra de la naturaleza, del acaso sostenerse con artificio tan escaso
58 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
y, como si dijéramos, sin soldadura guan los que lo vieron, es muy raro
humana. Es un pueblo, diría yo a encontrar un hombre enfermo, le-
Platón, en el cual no existe ninguna gañoso, desdentado o encorvado
especie de tráfico, ningún conoci- por la vejez. Están situados a lo lar-
miento de las letras, ningún cono- go del Océano, defendidos del lado
cimiento de la ciencia de los núme- de la tierra por grandes y elevadas
ros, ningún nombre de magistrado montañas, que distan del mar unas
ni de otra suerte, que se aplique a cien leguas aproximadamente. Tie-
ninguna superioridad política; tam- nen grande abundancia de carne y
poco hay ricos, ni pobres, ni contra- pescados, que en nada se asemejan
tos, ni sucesiones, ni particiones, ni a los nuestros, y que comen cocidos,
más profesiones que las ociosas, ni sin aliño alguno. El primer hom-
más relaciones de parentesco que bre que vieron montado a caballo,
las comunes; las gentes van desnu- aunque ya había tenido con ellos
das, no tienen agricultura ni me- relaciones en anteriores viajes, les
tales, no beben vino ni cultivan los causó tanto horror en tal postura
cereales. Las palabras mismas que que le mataron a flechazos antes de
significan la mentira, la traición, el reconocerlo. Sus edificios son muy
disimulo, la avaricia, la envidia, la largos, capaces de contener dos o
detracción, el perdón, les son des- trescientas almas; los cubren con la
conocidas. ¡Cuán distante hallaría corteza de grandes árboles, están fi-
Platón la república que imaginó de jos al suelo por un extremo y se apo-
la perfección de estos pueblos! Viri a yan unos sobre otros por los lados,
diis recentes [Hombres son éstos que a la manera de algunas de nuestras
salen de las manos de los dioses. Sé- granjas; la parte que los guarece lle-
neca, Epístolas, 90]. ga hasta el suelo y les sirve de flan-
co. Tienen madera tan dura que la
Hos natura modos primum dedit. emplean para cortar, y con ella ha-
[Tales fueron las primitivas leyes de la cen espadas, y parrillas para asar la
naturaleza. Virgilio, Geórgicas, II, 20]. carne. Sus lechos son de un tejido
de algodón, y están suspendidos del
Viven en un lugar del país, pin- techo como los de nuestros navíos;
toresco y tan sano que, según atesti- cada cual ocupa el suyo; las mujeres
De los caníbales • 59
ción, los dos que le sujetan destrozan un hombre vivo que comérselo muer-
a espadazos. Hecho esto, le asan, se to; desgarrar por medio de suplicios
lo comen entre todos, y envían algu- y tormentos un cuerpo todavía lleno
nos trozos a los amigos ausentes. Y no de vida, asarlo lentamente, y echarlo
se lo comen para alimentarse, como luego a los perros o a los cerdos; esto,
antiguamente hacían los escitas, sino no sólo lo hemos leído, sino que lo
para llevar la venganza hasta el últi- hemos visto recientemente, y no es
mo límite; y así es en efecto, pues ha- que se tratara de antiguos enemigos,
biendo advertido que los portugueses sino de vecinos y conciudadanos, con
que se unieron a sus adversarios po- la agravante circunstancia de que
nían en práctica otra clase de muer- para la comisión de tal horror sir-
te contra ellos cuando los cogían, la vieron de pretexto la piedad y la re-
cual consistía en enterrarlos hasta la ligión. Esto es más bárbaro que asar
cintura y lanzarles luego en la parte el cuerpo de un hombre y comérselo,
descubierta gran número de flechas después de muerto.
para después ahorcarlos, creyeron Crisipo y Zenón, maestros de la
que estas gentes del otro mundo, lo secta estoica, opinaban que no había
mismo que las que habían sembra- inconveniente alguno en servirse de
do el conocimiento de muchos vicios nuestros despojos para cualquier
por los pueblos circunvecinos, que se cosa que nos fuera útil, ni tampoco
hallaban más ejercitadas que ellos en en servirse de ellos como alimento.
todo género de malicia, no realiza- Sitiados nuestros antepasados por
ban sin su por qué aquel género de César en la ciudad de Alesia, deter-
venganza, que desde entonces fue a minaron, para no morirse de ham-
sus ojos más cruel que la suya; así que bre, alimentarse con los cuerpos de
abandonaron su antigua práctica por los ancianos, mujeres y demás per-
la nueva de los portugueses. No dejo sonas inútiles para el combate.
de reconocer la barbarie y el horror
que supone el comerse al enemigo, Vascones, ut fama est, alimentis talibus usi
mas sí me sorprende que compren- Produxere animas.
damos y veamos sus faltas y seamos [Cuéntase que los vascones prolonga-
ciegos para reconocer las nuestras. ron la vida nutriéndose con carne hu-
Creo que es más bárbaro comerse a mana. Juvenal, Sátiras, XV, 93].
64 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
se disponen a este efecto, del magu- mos sobre nuestros enemigos, que
llamiento de sus miembros y del fes- no son comúnmente sino prestadas
tín que se celebrará a sus expensas. y no peculiares nuestras. Más propio
De todo lo cual se echa mano con es de un mozo de cuerda que de la
el propósito de arrancar de sus la- fortaleza de ánimo el tener los bra-
bios alguna palabra blanda o alguna zos y las piernas duros y resistentes;
bajeza, y también para hacerlos en- la buena disposición para la lucha es
trar en deseos de fluir para de este una cualidad muerta y corporal; de
modo poder vanagloriarse de ha- la fortuna depende el que venzamos
berlos metido miedo y quebrantado a nuestro enemigo, y el que le des-
su firmeza, pues consideradas las lumbremos. Es cosa de habilidad y
cosas rectamente, en este solo punto destreza, y puede estar al alcance de
consiste la victoria verdadera: un cobarde o de un mentecato el ser
consumado en la esgrima. La esti-
Victoria nulla est, mación y el valer de un hombre resi-
Quam quae confessos animo quoque den en el corazón y en la voluntad;
subjugat hostes. en ellos yace el verdadero honor. La
[La sola victoria verdadera es la que valentía es la firmeza, no de las pier-
fuerza al enemigo a declararse vencido. nas ni de los brazos, sino la del vigor
Claudio, Del sexto consulado, v. 218]. y la del alma. No consiste en el valor
de nuestro caballo ni en la solidez de
Los húngaros, combatientes be- nuestra armadura, sino en el temple
licosísimos, no iban tampoco en la de nuestro pecho. El que cae lleno
persecución de sus enemigos más de ánimo en el combate, si succiderit,
allá de ese punto de reducirlos a su de genu pugnat [Si cae en tierra com-
albedrío. Tan luego como de ellos bate de rodillas. Séneca, De Providen-
alcanzaban semejante confesión, los cia, c. 2]; el que desafiando todos los
dejaban libres, sin ofenderlos ni pe- peligros ve la muerte cercana y por
dirles rescate; lo más a que llegaban ello no disminuye un punto en su
las exigencias de los vencedores era fortaleza; quien al exhalar el último
a obtener promesa de que en lo suce- suspiro mira todavía a su enemigo
sivo no se levantarían en armas con- con altivez y desdén, son derrotados
tra ellos. Bastantes ventajas alcanza- no por nosotros, sino por la mala
66 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
fortuna; muertos pueden ser, mas país, y les ordenó que partieran; con
no vencidos. Los más valientes son aquellos cuya muerte era de menor
a veces los más infortunados, así trascendencia decidió defender el
que puede decirse que hay pérdidas desfiladero, y con la muerte de to-
triunfantes que equivalen a las victo- dos hacer pagar cara a los enemi-
rias. Ni siquiera aquellas cuatro her- gos la entrada, como sucedió efec-
manas, las más hermosas que el sol tivamente, pues viéndose de pronto
haya alumbrado sobre la tierra, las rodeado por todas partes por los
de Salamina, Platea, Micala y Sicilia, arcadios, en quienes hizo una atroz
podrán jamás oponer toda su gloria carnicería, él y los suyos fueron lue-
a la derrota del rey Leónidas y de los go pasados a cuchillo. ¿Existe algún
suyos en el desfiladero de las Termó- trofeo asignado a los vencedores que
pilas. ¿Quién corrió nunca con glo- no pudiera aplicarse mejor a estos
ria más viva ni ambiciosa a vencer vencidos? El vencer verdadero tiene
en el combate que el capitán Iscolas por carácter no el preservar la vida,
a la pérdida del mismo? ¿Quién con sino el batallar, y consiste el honor
curiosidad mayor se informó de su de la fortaleza, en el combatir, no en
salvación que él de su ruina? Estaba el derrotar.
encargado de defender cierto paso Volviendo a los caníbales, diré
del Peloponeso contra los arcadios, que, muy lejos de rendirse los pri-
y como se sintiera incapaz de cum- sioneros por las amenazas que se les
plir su misión a causa de la natura- hacen, ocurre lo contrario; durante
leza del lugar y de la desigualdad los dos o tres meses que permane-
de fuerzas, convencido de que todo cen en tierra enemiga están alegres,
cuanto los enemigos quisieran hacer y meten prisa a sus amos para que
lo harían, y por otra parte, conside- se apresuren a darles la muerte, de-
rando indigno de su propio esfuerzo safiándolos, injuriándolos, y echán-
y magnanimidad, así como también doles en cara la cobardía y el núme-
del nombre lacedemonio, el ser de- ro de batallas que perdieron contra
rrotado, adoptó la determinación los suyos. Guardo una canción com-
siguiente: los más jóvenes y mejor puesta por uno de aquéllos, en que
dispuestos de su ejército reservo- se leen los rasgos siguientes: “Que
los para la defensa y servicio de su vengan resueltamente todos cuanto
De los caníbales • 67
antes, que se reúnan para comer mi nicación y trato con las demás, las
carne, y comerán al mismo tiempo suyas ponen cuanto está de su parte
la de sus padres y la de sus abuelos, para que ocurra lo contrario. Abri-
que antaño sirvieron de alimento gando mayor interés por el honor de
a mi cuerpo; estos músculos, estas sus maridos que por todo lo demás,
carnes y estas venas son los vues- emplean la mayor solicitud de que
tros, pobres locos; no reconocéis son capaces en recabar el mayor nú-
que la sustancia de los miembros de mero posible de compañeras, puesto
vuestros antepasados reside toda- que tal circunstancia prueba la virtud
vía en mi cuerpo; saboreadlos bien, de sus esposos. Las nuestras tendrán
y encontraréis el gusto de vuestra esta costumbre por absurda, mas no
propia carne”. En nada se asemeja lo es en modo alguno, sino más bien
esta canción a las de los salvajes. Los una buena prenda matrimonial, de
que los pintan moribundos y los re- la cualidad más relevante. Algunas
presentan cuando se los sacrifica, mujeres de la Biblia: Lía, Raquel,
muestran al prisionero escupiendo Sara y las de Jacob, entre otras, fa-
en el rostro a los que le matan y ha- cilitaron a sus maridos sus hermosas
ciéndoles gestos. Hasta que exhalan sirvientes. Livia secundó los deseos
el último suspiro no cesan de desa- de Augusto en perjuicio propio. Es-
fiarlos de palabra y por obras. Son tratonicia, esposa del rey Dejotaro,
aquellos hombres, sin mentir, com- procuró a su marido no ya sólo una
pletamente salvajes comparados hermosísima camarera que la servía,
con nosotros; preciso es que lo sean sino que además educó con diligen-
a sabiendas o que lo seamos noso- cia suma los hijos que nacieron de la
tros. Hay una distancia enorme en- unión, y los ayudó a que heredaran
tre su manera de ser y la nuestra. el trono de su marido. Y para que no
Los varones tienen allí varias mu- vaya a creerse que esta costumbre se
jeres, en tanto mayor número cuanta practica por obligación servil o por
mayor es la fama que de valientes autoridad ciega del hombre, sin re-
gozan. Es cosa hermosa y digna de flexión ni juicio, o por torpeza de
notarse en los matrimonios, que en alma, mostraré aquí algunos ejem-
los celos de que nuestras mujeres plos de la inteligencia de aquellas
echan mano para impedirnos comu- gentes. Además de la que prueba la
68 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
canción guerrera antes citada, tengo cuantas cosas encierra una gran ciu-
noticia de otra amorosa, que princi- dad. Luego alguien quiso saber la
pia así: “Detente, culebra; detente, a opinión que formaran, y deseando
fin de que mi hermana copie de tus conocer lo que les había parecido
hermosos colores el modelo de un más admirable, respondieron que
rico cordón que yo pueda ofrecer a tres cosas (de ellas olvidé una y estoy
mi amada; que tu belleza sea siempre bien pesaroso, pero dos las recuerdo
preferida a la de todas las demás ser- bien): dijeron que encontraban muy
pientes”. Esta primera copla es el es- raro que tantos hombres barbudos,
tribillo de la canción, y yo creo haber de elevada estatura, fuertes y bien ar-
mantenido suficiente comercio con mados como rodeaban al rey (acaso
los poetas para juzgar de ella, que no se referían a los suizos de su guar-
sólo nada tiene de bárbara, sino que da) se sometieran a la obediencia de
se asemeja a las de Anacreonte. El un muchachillo, no eligieran mejor
idioma de aquellos pueblos es dulce uno de entre ellos para que los man-
y agradable, y las palabras terminan dara. En segundo lugar (según ellos
de un modo semejante a las de la la mitad de los hombres vale por lo
lengua griega. menos la otra mitad), observaron que
Tres hombres de aquellos países, había entre nosotros muchas perso-
desconociendo lo costoso que sería nas llenas y ahítas de toda suerte de
un día a su tranquilidad y dicha el comodidades y riquezas; que los otros
conocimiento de la corrupción del mendigaban de hambre y miseria, y
nuestro, y que su comercio con no- que les parecía también singular que
sotros engendraría su ruina, como los segundos pudieran soportar in-
supongo que habrá ya acontecido, justicia semejante y que no estrangu-
por la locura de haberse dejado en- laran a los primeros, o no pusieran
gañar por el deseo de novedades, y fuego a sus casas.
por haber abandonado la dulzura de Yo hablé a mi vez largo tiempo
su cielo para ver el nuestro, vinieron con uno de ellos, pero tuve un intér-
a Ruán cuando el rey Carlos IX re- prete tan torpe o inhábil para enten-
sidía en esta ciudad. El soberano los derme, que fue poquísimo el placer
habló largo tiempo; mostráronseles que recibí. Preguntándole qué ven-
nuestras maneras, nuestros lujos, y tajas alcanzaba de la superioridad
De los caníbales • 69
Cuando leemos en las historias que su estado: triste bajo un semblante alegre,
Antígono desaprobó por completo alegre bajo un semblante triste. Petrarca,
que su hijo le presentara la cabeza del fol. 23, edición de Gabriel Giolito].
rey Pirro, su enemigo, que acababa
de encontrar la muerte en un com- Refieren los historiadores que, al
bate contra aquél, y que habiéndola presentar a César la cabeza de Pom-
visto vertió abundantes lágrimas; que peyo, aquél volvió a otro lado la mi-
el duque Renato de Lorena, lloró rada, cual si se tratase de contem-
también la muerte del duque Carlos plar un espectáculo repugnante.
de Borgoña, a quien acababa de ven- Había existido entre ambos una tan
cer, y que vistió de luto en su entierro; dilatada inteligencia y sociedad en
que en la batalla d’Auray, ganada por el manejo de los negocios públicos,
el conde de Montfort contra Carlos tal comunidad de fortuna, tantos
de Blois, rival suyo en la posesión del servicios y alianzas recíprocos, que
ducado de Bretaña, el vencedor, en- no hay razón alguna para creer que
contrando muerto a su enemigo, ex- la conducta de César fuese falsa y si-
perimentó duelo grande, no hay que mulada, como estima Lucano:
exclamar con el poeta:
Tutumque putavit
Et cosi avven, che l’animo ciascuna, Jam bonus esse socer; lacrymas non
Sua passion sotto’l contrario manto sponte cadentes
Ricopre, co la vista or chiara, or bruna. Effudit, gemitusque expressit pectore laeto.
[Así el alma oculta sus secretos movimien- [Desde el momento que creyó poder
tos, adoptando una apariencia contraria a mostrarse sensible a las desgracias de
De cómo reímos y lloramos por la misma causa • 71
su yerno sin correr ningún peligro, de- los niños los que se dejan llevar por
rramó unas cuantas lágrimas forzadas y la naturaleza, y ríen y lloran por
arrancó algunos gemidos de un corazón una misma causa, sino que ningu-
lleno de alegría. Lucano, IX, 1037]. no de nosotros puede preciarse de
que, por ejemplo, al emprender al-
pues bien que la mayor parte gún viaje, al separarse de su familia
de nuestras acciones no sean sino y amigos, no haya sentido decaer su
puro artificio, y que a las veces pue- ánimo; y si las lágrimas no brotan
da ser cierto que abiertamente de sus ojos, al menos
puso el pie en el estribo con rostro
Heredis fletus sub persona risus est, melancólico y triste. Por grande que
[Las lágrimas de un heredero no son sea la llama que arde en el corazón
sino risas que la máscara oculta. Publio de las jóvenes bien nacidas, precisa
Sirio citado por Aulio Gelio, XVIII, 14]. todavía arrancarlas del cuello de sus
madres para entregarlas a sus espo-
es preciso considerar que nues- sos, diga Catulo lo que quiera:
tras almas se encuentran frecuen-
temente agitadas por pasiones diver- Estne novis nuptis odio Venus?, anne
sas y encontradas. De igual suerte parentum
que los médicos afirman que en Frustrantur falsis gaudia lacrymulis
nuestros cuerpos hay un conjunto Ubertim thalami quas intra limina fundunt?
de humores diferentes, de los cua- Non, ita me divi, vera gemunt, juverint.
les uno solo manda en los demás, [¿Es acaso Venus odiosa a las recién ca-
según la naturaleza de nuestro tem- sadas?, ¿o se burlan éstas de sus padres
peramento, así acontece en nues- simulando lágrimas que derraman en
tras almas; bien que diversas pasio- abundancia en el umbral de la cámara
nes las agiten, es preciso que haya nupcial? ¡Que yo muera si tales lloros
una que domine; este predominio son sinceros! Catulo, LXVI, 15].
no es completo sino en razón de la
volubilidad y flexibilidad de nues- No es, pues, de maravillar el que
tro espíritu y a veces los más débiles se llore cuando muerto a quien en
movimientos suelen dominar. Por modo alguno quisiera verse vivo.
esta razón vemos que no son sólo Cuando yo lanzo alguna fuerte repri-
72 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
menda a mi criado, lo regaño con to- Largus enim liquidi fons luminis
das mis fuerzas, diríjole verdaderas y aetherius sol
no fingidas imprecaciones, pero pa- Inrigat assidue coelum candore recenti,
sado el acaloramiento, si el mucha- Suppeditatque novo confestim lumine
cho tuviera necesidad de mí, halla- lumen.
ríame de todo en todo propicio, pues [El sol, manantial fecundo de luz, inun-
cambio pronto de humor. Cuando lo da el cielo con un resplandor sin cesar
llamo bufón y ternero, no pretendo renaciente, remplazando de continuo sus
colgarle para siempre tales motes, ni rayos con nuevos rayos. Lucrecio, V, 282].
creo contradecirme llamándole hom-
bre honrado poco después. Ninguna Artabano reprendió a Jerjes, su
cosa se apodera de nosotros comple- sobrino, por el repentino cambio de
ta y totalmente. Si no fuera cosa de su continente. Considerando la des-
locos el hablar a solas, apenas habría mesurada grandeza de las fuerzas
día en que yo dejara de propinarme guerreras que mandaba a su paso
recriminaciones a gritos, y sin embar- por el Helesponto, cuando se diri-
go no siempre me recrimino ni me gía a la conquista de Grecia, sintióse
desprecio. Quien por verme frío o primero embargado por el contento,
cariñoso con mi mujer estimara que al ver a su servicio tantos millares de
uno de esos dos estados fuese fingido, hombres, y su rostro dio claras mues-
se equivocaría neciamente. Nerón al tras de alegría; mas de pronto, casi
separarse de su madre, a quien man- en el mismo instante, pensando en
dó ahogar, experimentó sin embargo que tantas vidas se apagarían antes de
la emoción del adiós maternal y sin- que transcurriera un siglo, su frente
tió el horror y la piedad juntamente. se ensombreció, y se entristeció hasta
Dicen que la luz solar no es de una verter lágrimas.
sola pieza, sino que el astro nos en- Perseguimos con voluntad deci-
vía vivamente, sin cesar, nuevos ra- dida la venganza de una injuria y ex-
yos, unos sobre otros, de suerte que perimentamos contento singular por
no podemos apreciar el intervalo ni nuestra victoria; mas a pesar de ello
la solución de continuidad. Así nues- lloramos, no por la ofensa vengada,
tra alma lanza sus dardos uno a uno, pues en nosotros nada ha cambiado,
aunque imperceptiblemente. sino porque nuestra alma considera
De cómo reímos y lloramos por la misma causa • 73
la cosa desde otro punto de vista y se [Nada tan activo como el alma en sus
la representa de distinto modo; cada concepciones o sus actos; entonces es
cosa ofrece diversos aspectos y mati- más movible que todo cuanto la natu-
ces diferentes. raleza pone ante nuestros ojos. Lucre-
El parentesco, las relaciones y cio, III, 183].
amistades antiguas se apoderan de
nuestra imaginación y la apasionan por esta razón, pretendiendo de
según las circunstancias, según la todas estas formas pasajeras deducir
ocasión, mas la sacudida es tan fu- una consecuencia, nos equivocamos.
gitiva que no podemos apreciarla ni Cuando Timoleón llora la muerte
medirla: que cometiera, después de madura y
generosa deliberación, no lamenta la
Nil adeo fieri celeri ratione videtur, libertad que dio a su patria; tampoco
Quam si mens fiet propouit, et inchoat ipsa. lamenta la desaparición del tirano,
Ocius ergo animus, quam res se perciet ulla, sino que llora a su hermano. Una
Ante oculos quarum in promptu natura parte de su deber está desempeña-
videtur da, dejémosle desempeñar la otra.
de la soledad
tes. Los comerciantes que viajan por malos todos los que frecuentaban la
mar siguen una conducta prudente mala compañía, y entiendo que An-
cuando procuran que los que van en tístenes no satisfizo con su respuesta
el mismo barco no sean disolutos, a quien le censuró su trato con los
blasfemos, ni malos, estimando pe- perversos, cuando dijo que también
ligrosa toda sociedad. Por esta razón los médicos viven entre enfermos,
Bias dijo ingeniosamente a los que pues si ayudan a la salud de éstos,
sufrían con él el peligro de una fuer- deterioran la propia por el contagio,
te tormenta y llamaban a los dioses la vista continua y la frecuentación
en su auxilio: “Callaos, que no se de las enfermedades.
enteren de que estáis en mi com- El fin último de la soledad es, a
pañía”. Otro ejemplo más reciente mi entender, vivir sin cuidados y
de la misma índole: Alburquerque, agradablemente; mas para el logro
virrey de la India en nombre de Ma- del mismo no siempre se encuentra
nuel, rey de Portugal, hallándose en el verdadero camino. Créese a veces
inminente peligro en el mar, echó dejar las ocupaciones, y no se hace
sobre sus hombros un muchacho, sino cambiarlas por otras: no ocasio-
con objeto de que en su compañía na cuidados menores el gobierno de
la inocencia del niño le sirviera de una familia que el de todo un Esta-
salvoconducto para procurarse el fa- do. Donde quiera que el alma esté
vor divino y no perecer. Sin duda el ocupada, toda ella es absorbida; por
que es virtuoso puede vivir en todas ser los quehaceres domésticos menos
partes contento; puede estar solo importantes, no dejan de ser menos
hasta entre la multitud de la corte; importunos. Por habernos alejado
mas si reside en su mano la elección, de la corte y de los negocios, no que-
huirá hasta la vista de aquélla; en damos en situación más holgada en
caso de necesidad absoluta sopor- punto a las principales rémoras que
tará la sociedad palaciega; pero si acompañan nuestra vida:
de su voluntad depende el cambio,
escapará a ella. No le basta haber- Ratio et prudentia curas,
se desligado de los vicios si precisa Non locus effusi late maris arbiter, aufert;
después que discuta con los de los [No son las hermosas soledades que
otros. Carondas consideraba como dominan la extensión de los mares las
76 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
que disipan las penas: mas sí la razón [¿Por qué ir en busca de regiones alum-
y la prudencia. Horacio, Epístolas, III, bradas por otro sol? ¿Acaso basta para
1, 40]. huirse a sí mismo el huir de su país?
Horacio, Odas, II, 16, 18].
la ambición, la avaricia, la irre-
solución, el miedo y la concupis- Si el cuerpo y el alma no se desli-
cencia no nos abandonan por cam- gan del peso que los oprime, el mo-
biar de lugar: vimiento concentrará sólo la carga,
como en un navío las mercancías
Et ocupan menos espacio después del
Post equitem sedet atra cura; viaje. Mayor mal que bien se procu-
[Las penas montan a la grupa y galopan ra al enfermo haciéndole cambiar
con nosotros. Horacio, Odas, III, 1, 40]. de lugar; el mal se comprime con
el movimiento, como la estaca se
a veces nos siguen hasta los si- introduce más en la tierra cuanto
tios más recónditos y hasta las es- más se la empuja. No basta dejar el
cuelas de filosofía: ni los desiertos, pueblo, no basta cambiar de sitio, es
ni los abismos, ni los cilicios, ni los preciso apartarse de la general ma-
ayunos sirven a desembarazarnos: nera de ser que reside en nosotros,
es necesario recogerse y entrar de
Haeret lateri lethalis arundo. lleno en la posesión de sí mismo.
[El dardo mortal queda en el flanco.
Virgilio, Eneida, IV, 13]. Rupi jam vincula, dicas:
Nam luctata canis nodum arripit; attanem
Como dijeran a Sócrates que un illi,
individuo no había modificado su Quum fugit, a collo trahitur pars longa
condición después de haber hecho catenae.
un viaje: “Lo creo, respondió, sus [He roto mis ligaduras, me diréis.
vicios le acompañaron”. ¿Pero acaso el perro que después de
prolongados esfuerzos logra por fin
Quid terras alio calentes escapar, no lleva casi siempre consigo
Sole mumatus? Patriae quis exsul buen trozo de su cadena? Persio, Sáti-
Se quoque fugit? ras, V, 158].
De la soledad • 77
acaso que busca en los libros el me- grado al mundo su vida más activa
dio de mejorar su condición moral, y floreciente, conforme al ejemplo
de alcanzar vida más satisfecha y de Thales. Bastante se ha vivido
prudente? Nada de eso; llegará su para los demás; vivamos en lo suce-
última hora, y reventará, o habrá sivo para nosotros, al menos lo que
enseñado a la posteridad la medi- nos resta de existencia; dirijamos a
da de los versos de Plauto y la rec- nosotros y a nuestro sabor nuestras
ta ortografía de una palabra latina. intenciones y pensamientos. No es
¿Quién no cambia gustoso la salud, cosa nimia la de buscar acertada-
el reposo y la vida por la reputación mente su retiro; éste es por sí solo
y la gloria, que es la moneda más ocupación sobrada sin que con él
inútil, vana y falsa que exista para mezclemos otras empresas. Puesto
nuestro provecho? Como si nuestra que Dios nos da lugar para dispo-
propia muerte no bastara a darnos ner de nuestra partida del mundo,
miedo, preocupámonos también preparémonos, hagamos nuestro
de la de nuestras mujeres, de la de equipaje, despidámonos con tiem-
nuestros hijos y de la de todos nues- po de la sociedad, desprendámo-
tros servidores. Como si nuestros nos de todo lo ajeno a nuestra de-
asuntos peculiares no nos ocasio- terminación, y de todo lo que nos
naran sobrados cuidados, echamos aleja de nosotros mismos.
sobre nuestros hombros los de nues- Es indispensable desposeerse de
tros vecinos y amigos para atormen- toda obligación importante; y bien
tarnos Y rompernos la cabeza. que se guste de esto o de aquello,
no inquietarse más que de sí mis-
Vah!, quemquamne hominem in animum mo; que si alguna cosa nos interese
instituere, aut no sea en tal grado que esté como
Parare, quod sit charius, quam ipse est sibi? pegada a nuestra naturaleza, de tal
[¿Es posible que el hombre vaya a obs- suerte que no pueda separársela sin
tinarse en amar alguna cosa más que a arrancarnos la piel y llevarse consigo
sí mismo? Terencio, Adelfos, I, l, 13]. alguna parte de nuestro ser. La pri-
mera de todas las cosas de este mun-
Paréceme más adecuada la sole- do es saber pertenecerse a sí mismo.
dad para aquellos que han consa- Tiempo es ya de que nos desatemos
80 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Las naturalezas más fuertes y mejor oro y plata, según que sus medios se
templadas, hasta con su alejamien- lo consentían; al contrario; con me-
to del mundo realizan un acto ejem- jores méritos le creo porque empleó
plar y glorioso: su fortuna moderada y liberalmente,
que si de su riqueza se hubiera pri-
Tuta et parvula laudo, vado. Comprendo hasta qué límites
Quum res deficiunt, satis inter vilia fortis: puede llegar la necesidad natural, y
Verum, ubi quid melius contingit et unctius, cuando veo un pobre mendigo a mi
idem puerta, a veces más contento y más
Hos sapere, et solos aio bene vivere, quorum sano que yo, me coloco en su lugar
Conspicitur nitidis fundata pecunia villis. e intento aplicar mi alma en la suya;
[En cuanto a mí, aun cuando no pueda y continuando del propio modo con
encontrarme en situación más holgada, los otros casos, aunque crea tener la
me conformo con poco y enaltezco la muerte, la pobreza, el desdén del
apacible medianía: si mi suerte mejora, prójimo sobre mí, me determino fá-
digo que nadie aventaja en dicha ni en cilmente a no horrorizarme por lo
prudencia a aquellos cuyas rentas están que no causa horror a un hombre
fundamentadas en la posesión de hermo- que vale menos que yo, el cual reci-
sas tierras. Horacio, Epístolas, I, 15, 42]. be aquellos males con paciencia; y no
me resigno a creer que la bajeza de
En cuanto a mí, me basta con alma pueda más que el vigor o que el
mucho menos, sin ir tan lejos como esfuerzo de raciocinio para soportar
esas almas fuertes. Bástame, con la las desdichas. Conociendo cuán poco
ayuda de la fortuna, prepararme a valen las comodidades accesorias de
su disfavor; con representarme, es- la vida, nunca dejo de suplicar a Dios
tando en situación grata, la desdicha en mis oraciones que siembre el con-
venidera, tanto como la imaginación tento en mi espíritu por los bienes que
puede realizarlo, de la propia suerte nacen de mí. Yo veo jóvenes gallardos
que nos acostumbramos a las justas y que disfrutan de salud excelente, los
torneos simulando la guerra en ple- cuales se proveen anticipadamente
na paz. No tengo al filósofo Arcesilao de píldoras para tomarlas cuando el
como menos ordenado en sus cos- romadizo los moleste, al cual temen
tumbres porque usara utensilios de tanto menos cuanto que creen tener
82 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
do, que de él se aparte la vista por y el que puede abrasar su alma con
completo. Los que se curan de la ardor de fe tan viva y esperanza tan
fama, no la desvían sino a medias; grande por modo real y constante,
ocúpanse en hacer proyectos para créase en la soledad una existencia
cuando hayan salido de él; mas el llena de goces y delicias muy por en-
provecho de su designio pretenden cima de toda otra suerte de vivir.
sacarlo todavía fuera del mundo, Ni el fin ni los medios del conse-
del cual están ausentes merced a jo que daba Plinio a Rufo me satis-
una contradicción ridícula. facen; diríase que recaemos siempre
La imaginación de las personas de fiebre en calentura. La ocupa-
piadosas que por devoción buscan ción del estudio es tan penosa como
la soledad, llenando su ánimo con cualquiera otra, e igualmente que
la seguridad de las promesas divinas las demás enemiga de la salud, que
en la otra vida, está más plenamente es cosa esencialísima, razón por la
satisfecha que la de aquéllos. Propo- cual no hay que dejarse adormecer
niéndose como norma el servicio de por el placer que aquél procura. El
Dios, objeto infinito en bondad y en gusto que su pasión nos comuni-
poder el alma, halla siempre medio ca es semejante al que pierde a los
de aplacar sus deseos bien de su gra- emprendedores, a los avariciosos, a
do; las aflicciones, los dolores, con- los voluptuosos y a los ambiciosos.
viértense para ellas en cosas prove- Los filósofos nos enseñan de sobra a
chosas empleadas en la conquista de guardarnos de la traición de nuestros
la salud y dicha eternas; la muerte las apetitos, a distinguir los verdaderos
procura el paso a un estado tan per- placeres de los que van mezclados
fecto; la rigidez de su regla de vida se y entreverados con mayor trabajo;
atenúa al punto por la costumbre, y pues la mayor parte de nuestros go-
los apetitos carnales se ven enfriados ces, dicen aquéllos, nos cosquillean y
y adormecidos por la inacción, pues nos abrazan para luego estrangular-
nada los aumenta más que el uso y nos, como hacían los ladrones que los
ejercicio. Este solo fin de otra vida egipcios llamaban filistas. Si el dolor
dichosamente inmortal, merece leal- de cabeza se apoderase de nosotros
mente que abandonemos las como- antes de la borrachera, nos guardaría-
didades y dulzuras de este mundo; mos de beber demasiado; mas el de-
84 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
les sólo por las cualidades que cons- y hermoso el semblante, como acontece
tituyen su naturaleza? Tal individuo con frecuencia, el comprador no se deje
lleva una vida suntuosa, es dueño seducir por la redondez de la grupa, la
de un hermoso palacio, dispone de delicada cabeza o por el cuello levanta-
crédito y rentas, pero todo eso está do y apuesto. Horacio, Sátiras, I, 2, 36].
en su derredor, no dentro de él. Si
tratáis de adquirir un caballo, le des- ¿por qué al poner nuestra aten-
pojáis primero de sus arneses, le veis ción en un hombre le consideramos
desnudo y al descubierto; o si tiene completamente envuelto y empa-
algo encima, como antiguamente se quetado? Así no nos muestra sino
presentaban a nuestros príncipes las cosas que en manera alguna le
cuando querían comprarlos, sólo pertenecen, y nos oculta aquellas por
les cubre las partes principales, cuya las cuales solamente puede juzgar-
vista es menos necesaria para for- se de su valer. Lo que se busca es el
mar idea de sus cualidades, a fin de valor de la espada, no el de la vaina
que no se repare en la hermosura que la cubre; por aquélla no se daría
del pelo o en la anchura de sus an- quizás ni un solo ochavo si se viera
cas, sino más principalmente en las desnuda. Es preciso juzgar al hom-
manos, los ojos y el casco, que son bre por sí mismo, no por sus adornos
los miembros que prestan al animal ni por el fausto que le rodea, y como
mayores servicios: dice ingeniosamente un antiguo fi-
lósofo: “¿Sabéis por qué le creéis de
Regibus hic mos est: ubi equos mercantur, tal altura? Porque no descontáis los
opertos tacones”. El pedestal no entra para
Inspiciunt, ne, si facies, ut saepe, decora nada en la estatua, medidle sin sus
Molli fulta pede est, emptorem inducat zancos; que ponga a un lado sus ri-
hiantem, quezas y honores, y que se presente
Quod pulchrae clunes, breve quod caput, en camisa. ¿Tiene el cuerpo bien dis-
ardua cervix puesto a la realización de todas sus
[Cuando los príncipes compran sus ca- funciones? ¿Goza de buena salud, y
ballos acostumbran a examinarlos cu- está contento? ¿Cuál es el temple de
biertos, temiendo que si por ejemplo su alma? ¿Ésta es hermosa, capaz, y
un animal tiene los remos defectuosos se halla felizmente provista de todas
De la desigualdad que existe entre nosotros • 89
Audacterque inter reges, rerumque potentes vierais acostados en plebeyo lecho. Lu-
Versantur, neque fulgorem reverentur ab crecio, II, 34].
auro.
[El temor y las preocupaciones, inse- Los cortesanos de Alejandro Mag-
parable cortejo de la vida humana, no no le hacían creer que Júpiter era su
se asustan del estrépito de las armas; padre. Un día que fue herido, al mi-
muéstranse ante la corte de los reyes, y rar cómo la sangre salía de sus venas:
sin respetos hacia el trono se sientan a ¿Qué me decís ahora? —dijo. ¿No es
su lado. Lucrecio, II, 47]. esta sangre roja como la de los demás
humanos? Es bien diferente de la que
La calentura, el dolor de cabeza Homero hace brotar de las heridas
y la gota, le asaltan como a nosotros. de los dioses”. El poeta Hermodoro
Cuando la vejez pesa sobre sus hom- compuso unos versos en honor de
bros, ¿podrán descargarle de ella los Antígono, en los cuales le llamaba hijo
arqueros de su guardia? Cuando el del sol; éste contestó que no había tal,
horror de la muerte le hiere, ¿podrá y añadió: “El que limpia mi sillón de
tranquilizarse con la compañía de servicio, sabe muy bien que no hay
los nobles de su palacio? Cuando se nada de eso”. Es un hombre como to-
halla dominado por la envidia o el dos los demás, y si por naturaleza es
mal humor, ¿le calmarán nuestros un hombre mal nacido, el mismo im-
corteses saludos? Un dosel cubierto perio del universo mundo no podrá
de oro y pedrería carece por com- darle un mérito que no tiene.
pleto de virtud para aliviar los sufri-
mientos de un doloroso cólico. Puellae
Hunc rapiant; quidquid calcaverit hic,
Nec calidae citius decedunt corpore febres, rosa fiat.
Textilibus si in picturis, ostroque rubenti [Que las doncellas se lo disputen, que
Jactaris, quam si plebeia in veste por doquiera nazcan las rosas bajo sus
cubandum est. plantas. Persio, II, 38].
[La fiebre no os abandonará con mayor
premura por estar tendidos sobre la púr- ¿Qué vale ni qué significa toda
pura, o sobre tapiz rico y costoso. Con la la grandeza si es un alma estúpida
misma fuerza os dominará que si estu- y grosera? El placer mismo y la di-
92 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Vertitur, et, stomacho dulcis ut esca, nocet. [Los grandes gustan de la variedad;
[El amor disgusta cuando recibe buen bajo la humilde techumbre del pobre
trato. Es un alimento grato, cuyo exce- una comida frugal aleja los cuidados de
so daña. Ovidio, Amores, II, 19, 25]. sus pechos. Horacio, Odas, III, 29, 13].
¿Acaso los monaguillos que can- Nada hay tan molesto ni que
tan en el coro encuentran placer tanto empache como la abundan-
grande en la música? La saciedad la cia. ¿Qué lujuria no se asquearía
convierte para ellos en pesada y abu- en presencia de trescientas mujeres
rrida. Los festines, bailes, mascara- a su disposición, como las tiene ac-
das y torneos divierten a los que no tualmente el sultán en su serrallo?
los presencian con frecuencia, a los ¿Qué placer podría sacar de la caza
que han sentido anhelo por verlos; un antecesor del mismo, que jamás
mas a quien los contempla a diario salía al campo sin la compañía de
le cansan, son para él insípidos y des- siete mil halconeros? Yo creo que el
agradables; tampoco las mujeres cos- brillo de la grandeza procura obstá-
quillean a quien puede procurárselas culos grandes al goce de los place-
a su sabor; el que no aguarde a tener res más dulces. Los príncipes están
sed, no experimentará placer cuan- demasiado observados, en eviden-
do beba; las farsas de los titiriteros cia siempre, y se exige de ellos que
nos divierten, pero a los que las re- oculten y cubran sus debilidades,
presentan los fatigan y dan trabajo. Y pues lo que en los demás mortales
la prueba de que todo esto es verdad, es sólo indiscreción, el pueblo lo
es que constituye una delicia para los juzga en ellos tiranía, olvido y me-
príncipes el poder alguna vez disfra- nosprecio de las leyes. Aparte de la
zarse, descargarse de su grandeza, inclinación al vicio diríase que los
para vivir provisionalmente con la soberanos juntan el placer de bur-
sencillez de los demás hombres: larse y pisotear las libertades públi-
cas. Platón en su diálogo Gorgias
Plerumque gratae principibus vices, entiende por tirano aquel que tiene
Mundaeque parvo sub lare pauperum licencia para hacer en una ciudad
Coenae, sine aulaeis et ostro, todo cuanto le place; por eso en
Sollicitam explicuere frontem. muchas ocasiones la vista y publici-
De la desigualdad que existe entre nosotros • 97
dad de los monarcas es más daño- Alfonso que los asnos eran en este
sa para las costumbres que el vicio punto de condición mejor que los
mismo. Todos los mortales temen soberanos; sus dueños los dejan pa-
ser vigilados; los reyes lo son hasta cer a sus anchas, y los reyes no pue-
en sus más ocultos pensamientos, den siquiera alcanzar tal favor de
hasta en sus gestos; todo el pue- sus servidores. Nunca tuve por co-
blo cree tener derecho e interés modidad ventajosa, para la vida de
en juzgarlos. Además, las manchas un hombre de cabal entendimiento,
adquieren mayores proporciones el que tenga una veintena de ins-
según el lugar en que están colo- peccionadores cuando se encuentra
cadas; una peca o una verruga en sentado en su silla de asiento; ni
la frente parecen mayores que en que los servicios de un hombre que
otro lugar no lo sería una profunda tiene diez mil libras de venta, o que
cicatriz. He aquí por qué los poe- se hizo dueño de Casai y defendió
tas suponen los amores de Júpiter Siena, fueran mejores y más acep-
conducidos bajo otro aspecto dife- tables que los de un buen ayuda del
rente del suyo verdadero; y de tan cámara lleno de experiencia. Las
diversas prácticas amorosas como ventajas de los príncipes son casi
le atribuyen, no hay más que una imaginarias; cada grado de fortuna
sola en que aparezca representado tiene alguna imagen de principado;
en toda su grandeza y majestad. César llama reyezuelos a los señores
Pero volvamos a Hierón, el cual de Francia, que en su tiempo tenían
refiere también cuántas molestias su derecho de justicia. Salvo el nombre
realeza le proporciona, por no po- de Sire, que los particulares no te-
der ir de viaje con entera libertad, nemos, todos somos poderosos con
sintiéndose como prisionero dentro nuestros reyes. Ved en las provincias
de su propio país, y a cada paso que apartadas de la corte, en Bretaña,
da, viéndose rodeado por la mul- por ejemplo, el lujo, los vasallos, los
titud. En verdad, al ver a nuestros oficiales, las ocupaciones, el servicio
reyes sentados solos a la mesa, sitia- y ceremoniales de un caballero reti-
dos por tantos habladores y mirones rado, que vive entre sus servidores;
desconocidos, he experimentado ved también el vuelo de su imagi-
piedad más que ojeriza. Decía el rey nación; nada hay que más de cerca
98 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
gusto. —Por Dios, señor —repuso [No conocía los límites que deben su-
Cineas al oír esto— decidme: ¿por jetar los deseos; ignoraba hasta dónde
qué no realizáis desde ahora vuestro puede llegar el placer verdadero. Lu-
intento?, ¿por qué desde este mo- crecio, V, 1431].
mento mismo no tomáis el camino
del asilo a que decís aspirar, y evitáis Cerraré este pasaje con una an-
así el trabajo y los azares que vues- tigua sentencia que creo singular-
tras expediciones acarrearán?” mente adecuada al asunto de que
hablo: Mores cuique sui fingunt for-
Nimirum, quia non bene norat; quae esset tunam [Cada cual se prepara a sí
habendi mismo su destino. Cornelio Nepos,
Finis, et omnino quoad crescat vera voluptas. Vida de Ático, II].
de los nombres
tentes era la costumbre del empera- tiers, debió su origen a que un jo-
dor Geta, el cual ordenaba el servicio ven de malas costumbres que vivía
de los diversos platos de carnes aten- allí, habiendo llevado a su casa una
diendo a la letra con que éstas em- doncella a quien preguntó su nom-
pezaban; servíanse primero aquellas bre, que era el de María, sintiose tan
cuya inicial era la M, y así los demás vivamente ganado, al oírlo, por los
manjares. sentimientos piadosos y por el respe-
Dícese que es conveniente tener to del dictado sacrosanto de la Vir-
buen nombre, es decir, reputación y gen, madre de nuestro Salvador, que
crédito; pero además es también útil no sólo la dejó marchar, sino que se
tener uno sonoro y que fácilmente enmendó de sus yerros para todo el
pueda pronunciarse y retener en la resto de su vida. En consideración de
memoria, pues de tal suerte los reyes este milagro fue edificada en la mis-
y los grandes nos conocen con ma- ma plaza donde estaba la casa del
yor facilidad, y nos olvidan menos. joven, una capilla bajo la advocación
Entre los criados de nuestro servi- de Nuestra Señora, y luego la igle-
cio, mandamos más ordinariamente sia que hoy vemos. Esta conversión,
y empleamos con más frecuencia a vocal y auricular, tocó derecha en el
aquellos que tienen uno cuya pro- alma del pecador. La siguiente, del
nunciación es cómoda y que viene mismo género, insinuose por me-
a la lengua con mayor facilidad. Yo diación de los sentidos corporales.
he visto al rey Enrique II no poder Estando Pitágoras en compañía de
mentar a derechas a un gentilhom- unos jóvenes, a quienes oía fraguar
bre de esta provincia de Gascuña; y una conjuración, enardecidos como
porque era muy raro el que llevaba se hallaban por la fiesta que celebra-
una camarera de la reina, el mismo ban, que tenía por fin asaltar una
rey Enrique II creyó oportuno de- casa de mujeres honradas, ordenó
signarla con el dictado general de la que la orquesta cambiara de tono, y
casa a que pertenecía. Sócrates esti- merced a una música grave, severa
maba digno del cuidado paternal el y espondaica, encantó dulcemente el
dar a los hijos un nombre hermoso. ardor juvenil, y lo adormeció.
Refiérese que la fundación de La posteridad no dirá que nues-
Nuestra Señora, la Grande, de Poi- tra reforma religiosa actual no ha
De los nombres • 103
sido de todo punto escrupulosa, pues criben las historias en latín, dejaran
no sólo ha combatido vicios y erro- los nuestros como son en francés,
res y llenado la tierra de devoción, pues haciendo de Vaudemont Va-
humildad, obediencia, paz, y toda llemontanus, y metamorfoseándolos
suerte de virtudes, sino que también así para aderezarlos a la griega o a
ha llegado hasta a combatir nuestros la romana, no sabemos dónde esta-
antiguos nombres de Carlos, Luis, mos, y perdemos el conocimiento
Francisco, para poblar el mundo de de ellos.
Ezequieles, Malaquías y Matusale- Para concluir con este aserto,
nes, los cuales están mucho más con- diré que es una costumbre detes-
formes con la verdadera fe cristiana. table en nuestra Francia y de muy
Un gentilhombre, vecino mío, com- malas consecuencias, el designar a
parando las ventajas del tiempo vie- cada uno por el nombre de su tierra
jo con el nuestro, no se olvidaba de o señorío, contribuyendo además a
señalar la altivez y magnificencia de confundir y a hacer que las familias
los nombres que llevaba la nobleza se desconozcan. El menor de una
de antaño, los Grumedan, Quedra- casa rica, que recibió en herencia
gan, Agesilan; y añadía que sólo al una tierra con el nombre de la cual
oírlos resonar se advertía que aque- ha sido conocido y honrado, no
llos que los ostentaban eran gentes puede, procediendo buenamente,
de otro temple que los Pedros, Gui- abandonarle; diez años después de
llot y Migueles. su muerte la tierra cae en manos de
Yo apruebo a Santiago Amyot el un extraño que toma igual dictado;
haber dejado los nombres en latín calcúlese, pues, cómo de tal modo
en un sermón francés, sin alterarlos vamos a conocer a los hombres. No
ni cambiarlos para darles una ca- hay necesidad de buscar otros ejem-
dencia nacional. Esto parecía algo plos: podemos encontrarlos, sin sa-
rudo al principio, pero ya el uso, lir de la casa real de Francia, pues
merced al crédito que alcanzó su en ella ha habido tantas reparticio-
traducción de Plutarco, ha hecho nes como sobrenombres, por lo cual
que ninguna extrañeza veamos en desconocemos el dictado mismo del
dejarlos sin alterar. También he de- tronco. Hay tan grande libertad en
seado con frecuencia que los que es- estos cambios, que en mis tiempos
104 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Esta consideración me lleva a tra- bría aquí para cuestionar que en Lu-
tar otro asunto diferente. Sondee- ciano, quien escribió la disputa de la
mos de cerca, consideremos en qué ∑ y la T; pues como Virgilio, sienta:
fundamos esa gloria y reputación
por la cual el mundo se desquicia. Non levia aut ludicra petuntur
¿Sobre qué fundamentos se sostie- Praemia:
ne ese renombre que vamos mendi- [No se trata aquí de un premio de poca
gando e implorando a costa de tan monta. Virgilio, Eneida, XII, 764].
hercúleo trabajo? ¿Es, en conclusión,
Guillermo o es Pedro quién merece el caso es importante; trátase de
la recompensa, aquél a quien co- saber cuál de esas dos letras debe
rresponde el galardón? ¡Oh, enga- ser retribuida por el honor ganado
ñadora esperanza que en una cosa en tantos sitios, batallas, heridas,
perecedera remontas en un mo- prisiones y servicios prestados a la
mento al infinito, la inmensidad, la corona de Francia por aquel su fa-
eternidad, y llenas la indigencia de moso condestable.
tu dueño de la posesión de todas las Nicolás Denisot no ha conservado
cosas que puede imaginar y desear! más que las letras de su nombre, que
La naturaleza suministró con esto forman anagrama, y cambió toda la
un agradable juguete. Y ese Pedro contextura del mismo para edificar el
y ese Guillermo, qué son en con- de Conte de Alsinois, al cual ha gratifi-
clusión, sino una palabra, o tres o cado con la gloria de sus obras poéti-
cuatro trazos de la pluma, tan fáciles cas y pictóricas. El historiador Sueto-
de alterar, que yo preguntaría como nio no guardó más que el sentido del
la cosa más natural del mundo: ¿a suyo; y desechando el Lenis, que era
quién corresponde el honor de tan- el sobrenombre de su padre, se que-
tas victorias? ¿A Guesquin [Menage dó con el de Tranquilo, heredero de
en su Diccionario etimológico dice que la reputación de sus escritos. ¿Quién
se llamó a Duguesclin de catorce ma- creerá que el capitán Bayardo no tuvo
neras distintas: du Guécliu, du Gaya- más honor que el que le prestaron las
quin, du Guesquin, Guesquinius, Gues- acciones de Pedro del Terrail, y que
clinius, Guesquinas, etc.] o Glesquin, o Antonio Escalin se dejó robar a ojos
a Gueaquin? Mayor fundamento ha- vistas el honor de tantas expedicio-
106 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
nes y cargos como hizo y ejerció por Consillis nostris laus est attirita Laconum,
mar y tierra, por el capitán Poulin y [Ante mi gloria Esparta abatió su orgu-
por el barón de la Garde? [Antonio llo. (Este verso, traducido del griego por
Escalin era su nombre verdadero]. Cicerón, Tusculanas, V, 17, es el primero
Consideremos además que los de los cuatro que se pusieron en el pe-
nombres son sólo trazos caligráficos, destal de la estatua de Epaminondas)].
comunes a millares de individuos.
¿Cuántas personas existen en todas ni Escipión el Africano de estos
las razas con igual nombre y apelli- otros:
do? La historia habla de tres Sócra-
tes, cinco Platones, ocho Aristóteles, A sole exoriente, supra Maeoti paludes,
siete Jenofontes, veinte Demetrios y Nemo est qui factis me equiparare queat.
veinte Teodoros. Imagínese cuántos [Desde que la aurora aparece hasta que
habrán vivido de quienes aquélla no el sol se oculta no hay un guerrero cuya
habla para nada. ¿Quién impide a mi frente esté cubierta de tan nobles lau-
palafrenero el llamarse Pompeyo el reles. Cicerón, Ibíd.].
Grande? Mas, después de todo, ¿qué
medios ni qué recursos existen para ¿Los vivos se embriagan con la
impedir que mi mismo palafrenero dulzura de tales elogios, e inspirados
una vez muerto, y aquel otro hombre por ellos, sedientos de celo y deseo
a quien cortaron la cabeza en Egipto, prestan inconsideradamente por
compartan la voz gloriosa de la fama, fantasía a los muertos la pasión que
y que de ella reciban el fruto? a ellos les anima? Y poseídos de una
engañadora esperanza se creen a su
Id cinerem et manes credis curare sepultos? vez fuertes para experimentar aqué-
[¿Acaso pensáis que todo eso puede inte- lla. ¡Dios lo sabe! De todos modos,
resar a las frías cenizas y a los manes que
la tierra cubre? Virgilio, Eneida, IV, 34]. Ad haec se
Romanus, Graiusque, et Barbarus
¿Qué conocimiento tienen los induperator
dos émulos en valor, Epaminondas, Erexit; causas descriminis atque laboris
de este glorioso verso que tantos si- Inde habuit: tanto maior famae sitis est, quam
glos ha corre de boca en boca: Virtutis!
De los nombres • 107
[¡He aquí la esperanza que inflamó a tan evidente es que el hombre está más
los generosos griegos, a los romanos y sediento de gloria que de virtud! Juve-
a los bárbaros, y lo que les hizo sufrir nal, Sátiras, X, 137].
mil penalidades y afrontar mil peligros:
de la edad
mos que Mahoma ultrajó y trató con que tan brusca diversidad de actos
dureza excesiva a Chasán, jefe de emanaran de un solo espíritu.
los genízaros, porque a pesar de ver No sólo me afectan los acciden-
sus tropas malparadas por las de los tes exteriores, sino que además yo
húngaros se conducía cobardemen- mismo experimento alteración y
te en el combate, y que Chasán por mudanza por la instabilidad de mi
toda respuesta se lanzó solo, furio- posición; y quien detenidamente se
samente, en el estado en que se en- examine encontrará que el mismo
contraba, con las armas en la mano, estado de espíritu rara vez se repite
en el primer cuerpo enemigo que de nuevo. Yo imprimo a mi alma ya
se presentó ante sus ojos, la acción un aspecto, ya otro, según el lado a
no es en el fondo justificación, sino que la inclino. Si de mí mismo ha-
enajenamiento; no es proeza na- blo unas veces de diverso modo que
tural, sino nuevo despecho. Aquel otras, es porque me considero tam-
a quien ayer visteis tan dado a las bién diversamente. Todas las ideas
aventuras no extrañáis verle pol- más contradictorias se encuentran
trón mañana; merced a la cólera, a en mi alma, en algún modo, confor-
la necesidad, a la compañía, al vino, me a las circunstancias y a las cosas
o al sonido de una trompeta había que la impresionan: vergonzoso, in-
hecho de tripas corazón; su arrojo solente; casto, lujurioso; hablador,
no tuvo por origen el sereno racio- taciturno; laborioso, negligente; in-
cinio, las circunstancias le impelie- genioso, torpe; malhumorado, de
ron, y no es maravilla que sea otro buen talante; mentiroso, veraz; sa-
hombre movido por acontecimien- bio, ignorante; liberal, avaro y pródi-
tos contrarios. Esta variación y con- go; todas estas cualidades las veo en
tradicción tan versátiles que se ven mí sucesivamente, según la dirección
en nosotros, han sido causa de que a que me inclino. Quien se estudie
algunos piensen que tenemos dos atentamente encontrará en sí mismo
almas, y otros que estamos dotados y hasta en su juicio igual volubilidad
de dos fuerzas distintas, las cuales y discordancia. Yo no puedo formu-
nos acompañan y agitan de modo lar ninguno sobre mí mismo que sea
diverso, hacia el bien la una y la otra concluyente, sencillo y sólido, sin
hacia el mal, porque no concibieron confusión y sin mezcla, tampoco re-
De la inconstancia de nuestras acciones • 117
El mundo no es más que variedad Qui teneros caules alieni fregerit horti,
y desemejanza; los vicios son todos Et qui nocturnus divum sacra legerit...
parecidos, en cuanto todos son vi- [Nunca se probará con buenas razones
cios, y de esta suerte es en ocasio- que robar coles en una heredad sea un
nes el parecer de los estoicos; pero crimen tan grande como saquear un tem-
aunque todos lo sean igualmente, plo. Horacio, Sátiras, I, 3, 115].
no por ello son vicios iguales, y
aquel que ha franqueado el límite Hay en materia de vicios tanta
cien pasos más allá, diversidad como en cualquiera otra
acción humana. La confusión en la
Quos ultra, citraque nequit consistere categoría y medida de los pecados es
rectum, peligrosa: los asesinos, los traidores
[Así, pues, es imposible desviarse en y los tiranos tienen interés sobrado
ningún sentido sin perder el camino en que esa confusión exista, pero no
verdadero. Horacio, Sátiras, I, 1 107]. hay motivo para que su conciencia
encuentre alivio porque otros sean
es sin duda de peor condición ociosos, lascivos o poco asiduos en
que el que no traspuso más que la devoción. Cada cual considera de
diez; no es creíble, por ejemplo, mayor gravedad el delito de su com-
que el sacrilegio no sea peor que el pañero y trata de aligerar el suyo. Los
robo de una col de nuestra huerta. educadores mismos suelen clasificar
mal los pecados, a mi entender. Así
Nec vincet ratio hoc, tantumdem ut peccet, como Sócrates decía que el principal
idemque, oficio de la filosofía era distinguir los
De la embriaguez • 121
hombre quería. Entonces uno de sus Ciro, rey tan renombrado, ale-
criados, muchacho joven, anima- ga entre otras cosas de que se alaba
do con el anuncio, declaró haberla para probar su superioridad sobre
encontrado un día de fiesta profun- su hermano Artajerjes, que sabía
damente ebria durmiendo junto al beber mucho mejor que él. Entre
hogar y con las ropas tan arreman- las naciones mejor gobernadas esta-
gadas, que había podido usar de ella ba muy en uso el beber a competen-
sin despertarla. Este matrimonio cia hasta la embriaguez. Yo he oído
vive hoy todavía. decir a Silvio, excelente médico de
La antigüedad no censura gran París, que para hacer que las fuerzas
cosa la embriaguez. Los escritos mis- de nuestro estómago no se dejen
mos de algunos filósofos hablan de ganar por la pereza, es conveniente,
ella casi contemporizando; y hasta siquiera una vez al mes, despertarlas
entre los estoicos, hay quien aconse- por este exceso de bebida, y excitar-
ja el beber alguna vez que otra a su las para evitar que se adormezcan.
sabor y emborracharse para alegrar Hase dicho también que los persas
el espíritu. discutían sus negocios más impor-
tantes después de beber.
Hoc quoque virtutum quondam certamine Mi gusto y complexión naturales
magnum son más enemigos de este exceso
Socratem palmam promeruisse ferunt. que mi razón, pues aparte de que
[Dícese que en esta noble justa ganó la pal- yo acomodo fácilmente mis opinio-
ma el gran Sócrates. Pseudo Galo, I, 47]. nes a la autoridad de los antiguos, si
bien encuentro que la embriaguez es
Al severo Catón, corrector y cen- un vicio cobarde y estúpido, lo creo
sor de los demás, se le reprochó su menos perverso y dañoso que los
cualidad de buen bebedor: demás, los cuales van casi todos en
derechura contra la sociedad públi-
Narratur et prisci Catonis ca. Y si como dicen los estoicos, no
Saepe mero caluisse virtus. podemos procurarnos placer algu-
[Refiérese también del viejo Catón que no sin que nos cueste algún sacrifi-
el vino enardecía su virtud. Horacio, cio, creo que el vicio de que hablo
Odas, III, 21, 11]. es menos gravoso que los otros para
124 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
mente, pues es el dios que devuelve narse con ocupaciones de cada uno,
la alegría a los hombres y la juven- ni tampoco la noche que se destine a
tud a los ancianos; el que dulcifica y engendrar los hijos.
modera las pasiones del alma, de la Cuéntase que el filósofo Stilpón
propia suerte que el hierro se ablan- agravó su vejez hasta el fin de sus días
da por medio del fuego. El mismo y a sabiendas por el uso del vino puro.
filósofo en sus Leyes encuentra útiles Análoga causa, aunque no voluntaria,
las reuniones en que se bebe, siem- debilitó las fuerzas ya abatidas por la
pre que en ellas haya un jefe para edad del filósofo Arcesilao.
gobernarlas y poner orden, puesto Es una antigua y extraña cues-
que, a su juicio, dice, la borrachera tión la de saber “si el espíritu del
es una buena y segura prueba de la filósofo puede ser dominado por la
naturaleza de cada uno, al propio fuerza del vino”:
tiempo que comunica a las personas
de cierta edad el ánimo suficiente Si munitae adhibet vim sapientae.
para regocijarse con la música y con [Si el vino puede dar al traste con la
la danza, cosas gratas de que la vejez prudencia más firme. Horacio, Odas,
no se atreve a disfrutar estando en III, 28, 4].
completa lucidez. Dice además Pla-
tón que el vino comunica al alma la ¡A cuántas miserias nos empuja
templanza y la salud al cuerpo, pero la buena opinión que nos formamos
encuentra, sin embargo, en su uso las de nosotros! El alma más ordenada
siguientes restricciones, tomadas en del mundo, la más perfecta, tiene
parte a los cartagineses: que se beba demasiada labor con esforzarse en
la menor cantidad posible cuando contenerse, con guardarse de caer
se tome parte en alguna expedición en tierra impelida por su propia de-
guerrera, y que los magistrados y bilidad. Entre mil no hay ninguna
jueces se abstengan de él cuando que se mantenga derecha y sosega-
se encuentren en el ejercicio de sus da ni un sólo instante de la vida; y
funciones, o se hallen ocupados en el hasta pudiera ponerse en tela de jui-
despacho de los negocios públicos; cio si dada la natural condición del
añade además que no se emplee el alma pudiera tal situación ser viable;
día en beber, pues el tiempo debe lle- mas pretender juntar la constancia,
128 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
que es la perfección más acabada, es preciso es que cierre los ojos ante
casi absurdo. Considerad, si no, los el golpe que le amenaza, que se de-
numerosos accidentes que pueden tenga y tiemble ante el borde del pre-
alterarla. En vano Lucrecio, poeta cipicio como un niño; la naturaleza
eximio, filosofa y se eleva sobre las se reservó esos ligeros testimonios
humanas miserias, pues que un filtro de su poderío, tan inexpugnables a
amoroso le convierte en loco insen- nuestra razón como a la virtud estoi-
sato. Los efectos de una apoplejía ca para enseñarle su caducidad y de-
alcanzan lo mismo a Sócrates que a bilidad: de miedo palidece, enrojece
cualquier mozo de cordel. Algunos de vergüenza y gime por un cólico
olvidaron hasta su propio nombre a violento, si no con ayes desesperados
causa de una enfermedad terrible; y lastimeros, al menos con voz ronca y
una leve herida bastó a dar al traste quebrada:
con la razón de otros. Aunque admi-
tamos en el hombre la mayor suma Humani a se nihil alienum putet.
de prudencia, no por ello dejará de [Que no se crea, pues, al abrigo de ningún
ser hombre, es decir, el más caduco, accidente humano. Terencio, Heautonti-
el más miserable y el más insigni- morúmenos, I, I, 25. Montaigne modifica
ficante de los seres. No es capaz la el sentido de este verso para adaptarlo a
cordura de mejorar nuestras condi- la idea del texto].
ciones naturales:
Los poetas que imaginan cuanto
Sudores itaque, et pallorem exsistere toto les place, ni siquiera osaron pintar-
Corpore, et infringi linguam, vocemque nos a sus héroes sin verter lágrimas:
aboriri,
Caligare oculos, sonere aures, succidere artus, Sic fatur lacrymans, classique immittit
Denique concidere, ex animi terrore, videmus habenas.
[Así, cuando el alma se aterroriza, todo [Así hablaba Eneas, con los ojos ba-
el cuerpo palidece y se cubre de sudor, ñados en lágrimas y su flota vagaba a
tartamudea la lengua, la voz se extingue, toda vela. Virgilio, Eneida, VI, 1].
la vista se enturbia, los oídos chillan y el
organismo todo se trastorna. Lucrecio, Confórmese, pues, el hombre con
III, 155]. sujetar y moderar sus inclinaciones,
De la embriaguez • 129
en el original], como decía de la refriega empuja a los soldados a
Antístenes, cuando Sextio nos ase- realizar actos tan temerarios, que lue-
gura que prefiere ser encadenado go que la calma renace, ellos son los
por el dolor antes que serlo por el primeros en sobrecogerse de admi-
placer; cuando Epicuro intenta rego- ración por las heroicas hazañas que
cijarse con el mal de gota, y volunta- llevaron a cabo. Lo propio acontece
riamente abandona el reposo y la sa- a los poetas cuando la inspiración es
lud desafiando las dolencias, rechaza ya pasada; ellos mismos admiran sus
los dolores menos rudos y desdeña propias obras y no reconocen las hue-
combatir la enfermedad con la cual llas que les condujeron a tan florido
adquiere sufrimientos duraderos, in- camino; es lo que se llama en el artis-
tensos, dignos de él; ta ardor o fuego sagrado. Inútilmen-
te, dice Platón, llama a las puertas
Spumantemque dari pecora inter inertia de la poesía el hombre cuyo espíritu
votis es tranquilo. Aristóteles asegura que
Optat aprum, aut fulvum descendere ninguna alma privilegiada está com-
monte leonem. pletamente exenta de locura, y tiene
[Desdeñando esos inofensivos animales, razón en llamar así todo arrebato,
quisiera que se presentara ante él un ja- por laudable que sea, que sobrepa-
balí con la boca cubierta de espuma, o sa nuestra propia razón y raciocinio,
que un león descendiera de la monta- puesto que la cordura consiste en el
ña. Virgilio, Eneida, IV, 158]. acertado gobierno de las acciones
de nuestra alma para conducirla con
¿Quién no juzga que tales arran- adecuada medida y justa propor-
ques son los respiraderos de un valor ción. Platón sustenta así su principio:
desequilibrado? Nuestra alma, en su “Siendo la facultad de profetizar su-
estado normal, no podría volar a ta- perior a nuestras luces, preciso es
les alturas; para alcanzarlas precisa que nos encontremos transportados
que se eleve, y que cogiendo el freno cuando la practicamos: indispensable
con los dientes, conduzca al hombre es que nuestra prudencia sea alterada
a una distancia tan lejana, que él mis- por el sueño, por alguna enfermedad
mo se pasme luego de la acción que o arrebatada de su asiento por algún
llevó a cabo. En los combates, el calor arrobamiento celeste”.
de los libros
que no hay quien pueda comparár- que era una elocuencia desquiciada
sele, y creo que nadie jamás llegará y derrengada: fractam et elumbem.
a igualarle en lo porvenir. El joven Los oradores posteriores a Cicerón
Cicerón, que sólo en el nombre se reprendieron en él la cadencia ex-
asemejó a su padre, hallándose tremada y mesurada del final de
mandando en Asia, congregó una sus períodos, e hicieron notar las
vez en su mesa a algunos extranje- palabras esse videatur, que con tan-
ros, entre los cuales se hallaba Ces- ta frecuencia empleaba. Yo prefiero
tio, colocado en un extremo, como una cadencia más rápida, cortada
suelen deslizarse a veces los intru- en yambos. Alguna vez adopta un
sos en los banquetes de los grandes. hablar más rudo, pero en sus dis-
El anfitrión preguntó quién era a cursos menudean más los párrafos
uno de sus criados, el cual le dijo su medidos, simétricos y rítmicos. En
nombre; mas como Cicerón estuvie- uno de ellos recuerdo haber leído:
ra distraído y no parara mientes en Ego vero me minus diu senem esse ma-
la respuesta, insistió de nuevo en la lem, quam esse senem ante, quam essem
pregunta dos o tres veces; entonces [Por lo que a mí toca, preferiría ser
el sirviente, por no contestar siem- durante menos tiempo viejo que de-
pre con palabras idénticas, con obje- caer antes de que la ancianidad sea
to de dar a conocer a Cestio por al- llegada. Cicerón, De senectud, c. 10].
guna particularidad, añadió: “Es la Los historiadores son mi fuerte.
persona de quien se os ha dicho que Son gratos y gustosos, y en ellos se
no hace gran caso de la elocuencia encuentra la pintura del hombre,
de vuestro padre comparada con la cuyo conocimiento busco siempre;
suya”. Molestado súbitamente Cice- tal diseño es más vivo y más cabal
rón, ordenó que cogieran al pobre en aquéllos que en ninguna otra
Cestio, e hizo que le azotaran en su clase de libros; en los historiadores
presencia. ¡Huésped descortés, en se encuentra la verdad y variedad de
verdad! Entre los mismos que juz- las condiciones internas de la per-
garon incomparable la elocuencia sonalidad humana, en conjunto y
del orador romano, hubo algunos en detalle; la diversidad de medios
que no dejaron de encontrarla tam- de sus uniones y los accidentes que
bién defectos. Bruto, su amigo decía las amenazan. Así que, entre los que
142 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
mismos, o siquiera por los que des- dirigió, ni a los soldados mismos el
empeñaron cargos análogos. Tales dar cuenta de lo que cerca de ellos
son casi todas las griegas y romanas, aconteció, si a la manera de una in-
pues como fueron escritas por mu- formación judicial no se confrontan
chos testigos oculares (la grandeza y los testimonios, y si no se escuchan
el saber encontrábanse comúnmen- las objeciones cuando se trata de
te juntos en aquella época), si en probar los menores detalles de cada
ellos hay errores, es en las cosas muy suceso. El conocimiento que de nues-
dudosas o secundarias. ¿Qué luces tros negocios tenemos no es tan fun-
pueden esperarse de un médico que damental; pero todo esto ha ido ya
habla de la guerra o de un escolar suficientemente tratado por Bodin
que diserta sobre los designios de un [Jurisconsulto francés del siglo xvi,
príncipe? Si queremos convencernos autor del libro titulado Methodus ad
del celo con que los romanos busca- facilem historiarum cognitionem, 1566]
ban la exactitud en las obras históri- y conforme a mi manera de ver. Para
cas, bastará citar este ejemplo: Asinio remediar algún tanto la traición de
Polión encontraba algún error en las mi memoria y la falta de la misma,
obras mismas de César, a que le ha- tan grande que más de una vez me
bía inducido la circunstancia de no ocurrió coger un libro en mis manos
haberle sido dable esparcir por igual que había leído años antes escrupulo-
la mirada por todos los lugares que samente y emborronado con mis no-
ocupó su ejército, y el haber tomado tas y considerado como nuevo, acos-
como artículo de fe las comunicacio- tumbro hace algún tiempo a añadir
nes que recibía de sucesos a veces no al fin de cada obra (hablo de las que
del todo demostrados, o también no leo más que una vez) la época en
por no haber sido exactamente in- que terminé su lectura y el juicio que
formado por sus lugartenientes de la misma me sugirió en conjunto, a
los asuntos que éstos habían dirigido fin de representarme siquiera la idea
en su ausencia. Puede de aquí con- general que formó de cada autor.
cluirse si la investigación de la ver- Transcribiré aquí algunas de estas
dad es cosa delicada, puesto que la anotaciones.
relación de un combate no se puede He aquí lo que escribí hará unos
encomendar a la ciencia de quien lo diez años en mi ejemplar de Guic-
De los libros • 145
ciardini (sea cual fuere la lengua que como si estas prendas estuvieran en
mis libros empleen, yo los hablo el mundo enteramente extintas. De
siempre en la mía): “Es un historia- todas las acciones, por hermosas que
dor diligente en el cual, a mi enten- sean por sí mismas, achaca la causa a
der, puede conocerse la verdad de alguna viciosa coyuntura, o a algún
los negocios de su época, con tanta interés bajo y puramente material.
exactitud como en cualquiera otro, Imposible es imaginar que entre el
puesto que en la mayor parte de infinito número de sucesos que juzga
ellos desempeñó un papel y un pa- no haya habido alguno emanado por
pel honorífico. En él no se ve ningu- la moralidad y la hombría de bien.
na muestra de que por odio, favor Por general que sea la corrupción de
o vanidad, haya disfrazado los su- una época, alguien escapa siempre
cesos. Acredítanlo los juicios libres del contagio. Aquel su criterio per-
que emite sobre los grandes, princi- manente me hace temer que haya
palmente sobre las personas que le emanado sólo de la naturaleza del
ayudaron a alcanzar los cargos que historiador. Acaso haya juzgado de
desempeñó, como el papa Clemen- los demás conforme a sus peculiares
te VII. Por lo que toca a la parte de y genuinos sentimientos”.
su obra de que parece prevalerse En mi Felipe de Comines se lee lo
más, que son sus digresiones y dis- que sigue: “Encontraréis en esta obra
cursos, los hay buenos, y enriqueci- lenguaje dulce y grato, de sencillez in-
dos con hermosos rasgos, pero en genua; la narración es pura y en ella
ellos se complació demasiado; pues resplandece evidentemente la buena
por no haber querido dejarse nada fe del autor; exento de toda vanidad
en el tintero, como trataba un asun- cuando habla de sí mismo y de afec-
to tan amplio, tan rico, casi infinito, ción y envidia cuando habla de los
en ocasiones su estilo es descosido demás. Sus discursos y exhortaciones
y denuncia la charla escolástica. He van acompañados más bien de celo y
advertido también que entre tantas de verdad que de alarde de saber. En
almas y acciones como juzga, entre todas sus páginas la gravedad y auto-
tantos acontecimientos y pareceres, ridad muestran al hombre mecido en
ni siquiera uno solo achaca a la vir- buena cuna y educado en el gobierno
tud, a la religión y a la conciencia, de los negocios importantes”.
146 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
En las Memorias del señor del Bellay sos con sobrada frecuencia, y a veces
[Estas Memorias son menos conoci- sin fundamento, en ventaja nuestra,
das que las obras precedentes; con- omitiendo cuanto pudiera haber de
tienen diez libros, de los cuales los escabroso en la vida del adversario
cuatro primeros y los tres últimos del emperador. Pruébalo el olvido en
fueron escritos por Guillaume Du que dejaron las maquinaciones de los
Bellay, y los restantes por su herma- señores de Montmorency y de Brion,
no, Guillermo de Langeay; por eso y el nombre de la señora de Etampes,
Montaigne escribe en plural “seño- que ni siquiera figura para nada en
res del Bellay” después de haber ha- el libro. Pueden ocultarse las accio-
blado de un solo autor] escribí: “Es nes secretas, pero callar lo que todo
siempre grato ver las cosas relatadas el mundo sabe, y sobre todo aquellos
por aquellos que por experiencia hechos que produjeron efectos de
vieron cómo es preciso manejarlas; trascendencia pública, es una falta
mas es evidente que en estos dos au- imperdonable. En conclusión; para
tores se descubre una falta grande de conocer por entero al rey Francisco
franqueza y no toda la libertad que los hechos acontecidos en su tiem-
fuera de desear, como la que brilla po, búsquense otras mentes si quie-
en los antiguos cronistas, en Joinvi- re creerse mi dictamen. El provecho
lle, por ejemplo, amigo de san Luis; que de aquí puede sacarse reside en
Eginard, canciller de Carlomagno, y la relación de las batallas y expedi-
de fecha más reciente, en Felipe de ciones guerreras en que los de Bellay
Comines. Estas memorias son más tomaron parte, en algunas frases y
bien una requisitoria en favor del acciones privadas de los príncipes de
rey Francisco contra el emperador la época, y en los asuntos y negocia-
Carlos V, que una obra histórica. No ciones despachados por el señor de
quiero creer que hayan alterado nada Langeay, donde se encuentran mu-
de los hechos principales, pero sí chas cosas dignas de ser sabidas y re-
que modelaron el juicio de los suce- flexiones nada vulgares”.
de la crueldad
quería a todo trance que se aprobara este discurso ocúrreseme que el alma
una ley injusta en favor de los ple- de Sócrates, que es la más perfecta
beyos; y habiendo por su conducta de cuantas conocí, sería, según lo
incurrido en la pena capital, que Sa- expresado anteriormente, un alma
turnino había establecido contra los poco elevada; pues en manera algu-
intransigentes, decía, condenado ya, na puedo imaginar en aquel filósofo
a los que le acompañaban a la plaza el esfuerzo más insignificante contra
pública, “que practicar el mal es ta- viciosa concupiscencia: dado el tem-
rea facilísima y muy cobarde, y que ple de su virtud altísima, no puedo
hacer bien allí donde el peligro no suponer en él ninguna dificultad
amenaza, es cosa vulgar, pero que el ni violencia. Conozco su razón, tan
realizarlo cuando le sigue el peligro fuerte y tan serena, que jamás dio
es oficio propio del hombre virtuo- lugar a que germinara siquiera en
so”. Estas palabras de Metelo nos re- su alma el más insignificante asomo
presentan de una manera palmaria de apetito vicioso. A una virtud tan
lo que yo quería probar: que la vir- relevante como la suya nada puede
tud no admite la facilidad por com- ser superior; paréceme verle cami-
pañera, y que el fácil camino de pen- nar con ademán triunfante y pom-
diente suave por donde discurren posamente, sin ninguna suerte de
las almas ordenadas, dotadas de una impedimentos ni de trabas. Si la vir-
buena inclinación natural, no es el tud no puede lucir sin el combate de
de la verdadera virtud; ésta ha me- encontrados deseos, ¿habremos de
nester una ruta espinosa y erizada; asegurar por ello que tampoco existe
necesita dificultades con que comba- cuando no tiene que rechazar el vi-
tir, como hizo Metelo, por medio de cio y que sea necesario este requisito
las cuales la fortuna se complace en para que la honremos y la pongamos
quebrantar la rigidez de su carrera, en crédito? ¿Qué sería en este caso
o la procura las internas dificultades el generoso placer de los discípulos
que acompañan a los apetitos desor- de Epicuro, quienes hacen profesión
denados y a las imperfecciones de la expresa de acariciar blandamente y
humana condición. procuran contentamiento a la virtud
Mi disquisición llega hasta aquí con la deshonra, las enfermedades,
sin dificultad alguna; mas al fin de la pobreza, la muerte y la tortura? Si
150 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
la acción misma, que Catón vio con sada, al parecer, que siguió a una
mayor claridad y en toda su per- existencia débil, juzgo que fue oca-
fección, de un modo que nosotros sionada por una causa igualmente
no podemos alcanzar, por haber débil y adecuada a la persona que
manejado todos los resortes. Pláce- la experimentó. La satisfacción, la
me la opinión de que juzgan que facilidad con que aquella muerte
un abandono tan hermoso de la fue soportada por Catón, y a cuyo
vida no hubiera sido digno en nin- estado llegó por la sola fuerza de su
guna otra existencia si no es en la alma, ¿habremos de considerar que
de Catón; sólo a él incumbió aca- rebajan en lo más mínimo el bri-
bar sus días de la manera que los llo de su virtud? ¿Quién que tenga
acabó; por eso ordenó con razón en su cerebro algún tinte, siquiera
a su hijo y a los senadores que le sea ligero, de la verdadera filosofía,
acompañaban que miraran por su puede imaginar que Sócrates estu-
seguridad y se pusieran en salvo. viera libre de todo temor en su pri-
Catoni, quum incredibilem natura tri- sión, encadenado y condenado? ¿Y
buisset gravitatem, eamque ipse perpetua quién no reconoce en este filósofo
constantia roboravisset, semperque in pro- no ya sólo la firmeza y la constancia,
posito consilio permansisset, moriendum que tal era su estado normal, sino
potius, quam tyranni vultus adspiciendus, también no sé qué nuevo contenta-
erat [Catón, a quien la naturaleza miento y una alegría regocijada en
dotó de una severidad inflexible, las palabras que pronunció y en los
fue siempre constante en sus prin- ademanes que adoptó en sus últi-
cipios y en sus deberes, y fortificó mos instantes? El estremecimiento
por la costumbre la firmeza de su de placer que sintió al pasar la mano
carácter. Por eso prefirió la muer- por su rodilla cuando le despojaron
te antes que soportar la presencia de los hierros, ¿no acusa el estado
de un tirano. Cicerón, De oficios, I, de placidez de su alma al verse des-
31]. La muerte de un individuo es poseído de las molestias pasadas y
siempre semejante a su vida; no nos puesto ya un pie en el camino de las
convertimos en otros para morir. Yo cosas venideras? La memoria de Ca-
juzgo de la muerte según la vida, y tón me sea indulgente, pero yo con-
si se me cita alguna serena y repo- sidero su muerte como más trágica
152 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
y más severa; mas la de Sócrates es semillas mismas del vicio sean des-
todavía, yo no sabría explicar el por arraigadas, que el impedir a viva
qué, más hermosa. Aristipo contes- fuerza su progreso, y habiéndose
tó a los que se compadecían de su dejado sorprender por las emocio-
suerte: “Los dioses lo quieren así”. nes primeras de la pasión, armarse
Vese en las almas de Sócrates y Catón y fortificarse para detener su curso
y en los que los imitaron (pues dudo y vencerlas, y asegurar que el segun-
mucho que haya existido quien los do estado no sea aún más perfecto
haya igualado), una tan perfecta que el de estar simplemente dotado
costumbre en la práctica de la vir- de una naturaleza de buena índole y
tud, que se diría que entró a formar verse por sí mismo libre de desórde-
parte de la naturaleza de ambos. nes y vicios, no creo que ni siquiera
No es una virtud penosa, produci- merezca ser puesto en duda. Si efec-
da por el esfuerzo, ni conforme a tivamente la última manera de ser
los preceptos que la razón dicta; la hace al hombre inocente no le hace
esencia misma de sus almas, su vida virtuoso; si bien le libra de ejecu-
normal y ordinaria eleváronla a tal tar malas acciones, no le hace apto
altura, merced al prolongado ejerci- para realizar las buenas. Esta con-
cio de los consejos de la filosofía, la dición es además tan cercana de la
cual encontró en ellos una naturale- imperfección y de la debilidad, que
za espléndida y hermosa; así que las yo no acierto a distinguir los límites
pasiones viciosas que en nosotros que las separan; por lo mismo los
nacen y germinan, no encontraron calificativos de bondad e inocencia
brecha por donde penetrar en sus empléanse a veces con significación
espíritus; la rigidez y firmeza de sus desdeñosa. Algunas virtudes, como
almas ahogó y extinguió las concu- la castidad y la sobriedad y la tem-
piscencia tan luego como éstas in- planza, podemos poseerlas merced
tentaron agitarlas. a la debilidad corporal; la firmeza
Ahora bien; que no sea más her- ante el peligro (si es lícito llamarla
moso, merced a una resolución ele- así), el menosprecio de la muerte, la
vada y divina oponerse al nacimiento resignación en los infortunios, se en-
de las tentaciones y haberse forma- cuentran a veces en el hombre por no
do a la virtud de tal suerte que las juzgar acertadamente de semejantes
De la crueldad • 153
más desordenado, creo que mis su- Natalis horae, seu tyrannus
frimientos hubieran sido grandes, Hesperiae Capricornus undae:
pues casi nunca intenté oponer la [Sea que yo haya visto la luz bajo el
firmeza de mi alma al embate de las signo de Libra o el de Escorpión, cuya
pasiones; por poco vehementes que mirada es tan terrible en el momento
éstas hubiesen sido en mí, las hubie- del nacimiento, o bien bajo el de Ca-
ra dado rienda suelta. De suerte que pricornio, que reina en los mares de
no tengo gran cosa que agradecer si Occidente. Horacio, Odas, II, 17].
me encuentro completamente libre
de muchos vicios, sea como fuere, es lo cierto que
profeso horror a la mayor parte de
Si vitiis mediocribus et mea paucis los vicios. La respuesta que dio An-
Mendosa est natura, alioqui recta; velut si tístenes a quien le preguntó cuál era
Egregio inspersos reprehendas corpore, naevos; el mejor aprendizaje que había de
[Mis defectos son insignificantes y en seguirse para llegar a la virtud, que
escaso número; podrían compararse estaba formulada en dos palabras,
con las pecas esparcidas en un semblan- las cuales eran: “Olvidar el mal” no
te hermoso. Horacio, Sátiras, I, 6, 65]. parece poder aplicarse a mí, dada
la naturaleza de mi carácter en este
pues lo debo más al acaso que al punto. Odio el vicio, como llevo di-
discernimiento. Hízome descender cho, por razones tan individuales,
la fortuna de una raza famosa en tan mías, que el instinto mismo con
hombría de bien, de un padre bue- que nací lo he conservado sin que
nísimo, quien yo no sé si inoculó en nada haya sido fuerza bastante para
mí una parte de su naturaleza; o aca- alterarlo; ni siquiera mis propias
so los ejemplos del hogar doméstico reflexiones, que por haberse apar-
y la buena educación de mi infancia tado en algunos puntos del camino
hayan ayudado insensiblemente a mi ordinario, pudieran haberme lan-
condición moderada, o quién sabe si zado fácilmente a la ejecución de
nací tal cual soy: actos que mi inclinación natural me
hiciera odiar. Diré algo que parece-
Seu Libra, son me Scorpius adspicit rá inexplicable y hasta monstruoso:
Formidolosus, pars violentior mis costumbres son más morigera-
De la crueldad • 155
Los que igualan con el Censor a Ca- da. Este rasgo no me parece muy
tón el joven, matador de sí mismo, laudable; es lo que con razón llama-
colocan en el mismo rango dos na- mos “caer de nuevo en la infancia”.
turalezas hermosas y de carácter Todas las cosas tienen su época ade-
análogo. El primero dio a la suya cuada, hasta las más óptimas, y yo
diversidad mayor de ocupaciones puedo rezar el padre nuestro sin ve-
y sobresalió en las empresas milita- nir a cuento. Quintilio Flaminio fue
res y en el desempeño de los cargos destituido del mando, ejerciendo el
públicos, mas cuanto a la virtud del cargo de general, porque le vieron
joven, sobre ser blasfemia ponerla separado de las tropas en el mo-
frente a ninguna otra en punto a vi- mento del conflicto dando gracias a
gor, es más pura que la del antiguo. Dios en una batalla que ganara.
Y en efecto, ¿quién osaría aligerar a
éste de ambición y envidia, habién- Imponit finem sapiens et rebus honestis.
dose atrevido a atacar el honor de [El hombre prudente es dueño de sus
Escipión, el cual sobrepuja en bon- acciones aun para hacer el bien. Juve-
dad y en todo género de excelencias nal, VI, 444].
no ya al viejo Catón, sino a todos los
demás hombres de su siglo? Como Eudemónides viera a Je-
Cuéntase entre otras cosas del nócrates, ya caduco, asistir puntual-
primer Catón, que hallándose ya en mente a las lecciones de su escuela:
la vejez extrema se puso a estudiar la “¿Cuándo llegará éste, dijo, a saber
lengua griega con deseo ardiente, algo si a estas horas aprende toda-
como para aplacar una sed atrasa- vía?” Encomiaban algunos al rey
Thiénon, Louis-Désiré, Vista de la torre que
servía de habitación a Montaigne, 188?,
dibujo de pluma con tinta china; 9,5 x 14,8 cm,
Biblioteca Nacional de Francia
168 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Tolomeo porque endurecía su per- sa; digo adiós a todos los lugares
sona todos los días en el ejercicio de que abandono, y a diario de lo que
las armas, pero Filopómeno decía: tengo me desposeo. Olim jam nec
“No es cosa digna de alabanza que perit quidquam mihi, nec acquiritur...
un monarca de su edad se ejercite plus super est viatici quam viae [Hace
en ellas; fuera mejor que supiera ya mucho tiempo que mis bienes ni
alcanzar partido para lo venidero”. crecen ni menguan; para lo que
Debe el joven hacer sus preparati- me queda por vivir tengo de sobra.
vos, el anciano disfrutarlos, dicen Séneca, Epístolas, 77].
los filósofos, y el vicio mayor que
éstos advierten en el hombre es que Vixi, et quem dederat cursura fortuna
nuestros deseos rejuvenecen sin ce- peregi.
sar. Constantemente comenzamos a [Viví y cumplí la misión que el destino me
vivir de nuevo. tenía mandada. Virgilio, Eneida, IV, 653].
Nuestro estudio y nuestro anhe-
lo debieran sentir algunas veces la Y en conclusión, todo el alivio
vejez. Tenemos ya un pie en la se- que en mi vejez encuentro consiste
pultura, y nuestros apetitos y perse- en que me amortigua varios deseos y
guimientos no hacen sino renacer: cuidados, los cuales apartan el sosie-
go de la vida: el cuidado del trato so-
Tu secanda marmora cial, el de las riquezas, el de la gran-
Locas sub ipsum funus, et, sepulcri deza, el de la ciencia y el de la salud
Immemor, struis domos. de mi individuo. Aprende aquél
[Haces tallar mármoles cuando la muer- [Catón el Censor] a hablar: cuando
te te amenaza, y piensas sólo en edificar le precisa enseñarse a callarse para
casas sin acordarte de construir un se- siempre. Puede el estudio continuar-
pulcro. Horacio, Odas, II, 18, 17]. se en todo tiempo, pero no el apren-
dizaje: ¡en verdad que es cosa triste
El más delicado de mis designios un anciano deletreando el a b c!
cuenta sólo un año de duración:
pienso sólo desde ahora en acabar, Diversos diversa juvant; non omnibus
me desentiendo de toda esperan- annis
za nueva y de toda nueva empre- Omnia conveniunt.
Cada cosa quiere su tiempo • 169
dar el orden del mundo. ¡Borricada era en Grecia cosa nueva el ver a al-
perjudicial e insoportable! Por lo que gunos castigados y desterrados por
a mí toca, considero a algunos hom- el delito de agradar de sobra a sus
bres muy por encima de mi medida, paisanos, como lo prueban el ostra-
principalmente entre los antiguos; y cismo y el petalismo.
aun cuando reconozca claramente Hay aún otra acusación en el mis-
mi impotencia para seguirlos ni a mo pasaje que me sienta mal por
mil pasos, mi vista no deja de con- Plutarco: donde Bodin escribe que
templarlos ni de juzgar los resor- aquel acomodó, de buena fe, los ro-
tes que así los elevan, de los cuales manos con los romanos y los griegos
advierto en mí la semilla en cierto entre sí, pero no los griegos con los
modo: hago lo propio con la extre- romanos; pruébanlo, dice, Demós-
ma bajeza de los espíritus, que no tenes y Cicerón, Catón y Aristides,
me espanta, y en la cual tampoco Sila y Lisandro, Marcelo y Pelópi-
dejo de creer. Penetro bien la forta- das, Pompeyo y Agesilao, conside-
leza que para remontarse emplean, rando que favoreció a los griegos
admiro su grandeza y sus ímpetus, procurándoles compañeros tan des-
que encuentro hermosísimos, abra- emejantes. Este cargo va contra lo
zándolos. Si mis ánimos no llegan a que Plutarco tiene de más excelente
tan encumbradas cimas, mis fuerzas y laudable, pues en sus comparacio-
se aplican a ellas gustosísimas. nes (que constituyen la parte más
El otro ejemplo que Bodin ale- admirable de sus obras, en la cual, a
ga entre las cosas increíbles y ente- mi ver, tanto a sí mismo se plugo), la
ramente fabulosas, dichas por Plu- fidelidad y sinceridad de sus juicios
tarco, es lo de “que Agesilao fuera igualan su profundidad y su peso:
multado por los eforos por haber Plutarco es un filósofo que nos ense-
sabido ganar el corazón y la volun- ña la virtud. Veamos si nos es dable
tad de sus conciudadanos”. No me libertarle de ese reproche de preva-
explico la marca de falsía que en ricación y falsía. Lo que se me antoja
ello encuentra, mas lo que si diré es haber motivado tal juicio, es el bri-
que Plutarco en este punto habla de llo resplandeciente y grande de los
cosas que debían serle mucho me- nombres romanos que nuestra ca-
jor conocidas que a nosotros; y no beza alberga; no admitimos que De-
176 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
que hubieran reído durante nuestra hablaré aquí de tres mujeres que
vida. ¿No es para resucitar de despe- emplearon también el efecto de su
cho el ver que quien me escupió a la afección y bondad hacia sus maridos
cara cuando me tenía delante venga cuando éstos se encontraban próxi-
a cosquillearme los pies cuando ya mos a morir. Son, sin embargo, ca-
no existo? Si algún mérito encie- sos algo distintos de lo que vemos, y
rra el llorar a los maridos, éste no de una convicción tan palmaria que
pertenece sino a las que en vida les costaron la vida a quienes los pusie-
rieron; las que deshonraron que se ron en práctica.
rían luego por fuera y por dentro. Tenía Plinio el joven un vecino que
Así que, no paréis mientes en esos se hallaba horriblemente atormenta-
ojos húmedos, ni en esa voz lasti- do por algunas úlceras que le habían
mera. Considerad más bien el por- salido en las partes vergonzosas. La
te, el tinte y las mejillas gordas bajo mujer de éste, viéndole en perfecto
los velos enlutados. Por ahí sólo estado de languidecimiento, rogole
hablan con elocuencia y claridad, y que consintiera en que ella examina-
son contadas aquellas cuya salud no ra con todo detenimiento y de cerca
va mejorando, circunstancia que no el estado de su mal para luego decir-
miente jamás. Ese continente cere- le francamente el desenlace que de
monioso no mira tanto a lo que pasó la enfermedad podía esperarse. Lue-
como a lo que pueda venir; más go de obtenida licencia de su marido
que pago, es adquisición. Recuerdo y de haberle curiosamente reconoci-
que siendo niño vi a una dama ho- do, convenciose la mujer de que la
nesta y muy hermosa, viuda de un curación era imposible, y de que todo
príncipe, la cual vive todavía, que cuanto podía esperarse era arrastrar
llevaba más adornos de los que las penosamente y por tiempo dilatado
leyes de nuestra viudez consienten. una existencia dolorosa y lánguida.
A los que la censuraban contestaba En consecuencia, aconsejole como
diciendo que no frecuentaba nuevas remedio soberano que se diera la
amistades y que no pensaba en vol- muerte; mas como le viera algo rea-
ver a casarse. cio para realizar tan dura empresa,
Para no ponernos en abierta con- díjole: “No creas, ¡oh amigo mío!
tradicción con nuestras costumbres que los dolores que te veo sufrir no
180 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
me hacen penar tanto como a ti, y Las otras dos de que voy a hablar
que por librarme quisiera servirme eran nobles y ricas; entre éstas los
de la medicina que te ordeno; quiero ejemplos virtuosos se encuentran
acompañarte en la curación como te difícilmente.
acompañé en la enfermedad; aleja Arria, esposa de Cécina Peto,
ese temor de tu alma, y está segu- personaje que ejercía la dignidad
ro de que solo placer hallaremos en consular, fue madre de otra Arria,
el tránsito que debe libertarnos de casada con Trasea Peto, aquel cuya
tantos tormentos; contentos y juntos virtud fue tan renombrada en tiem-
partiremos”. Dicho esto y reaniman- po de Nerón, y por medio de este
do el vigor de su marido resolvió la yerno abuela de Fannia. Necesario
esposa que se lanzarían al mar por es consignar estos detalles, porque
una ventana de la casa, y para llevar la semejanza de los nombres y for-
hasta el fin la afección vehemente y tuna de estos personajes hizo a mu-
leal con que en vida lo había amado chos incurrir en error. Como Cécina
quiso que muriera entre sus brazos; Peto fuera reducido a prisión por las
a este fin, no teniendo en ellos se- gentes del emperador Claudio des-
guridad cabal, y temiendo que des- pués de la derrota de Escriboniano,
pués de enlazados se soltaran por cuyo partido había seguido, su es-
la caída y el pavor, se hizo ligar es- posa suplicó a los que le conducían
trechamente con él, abandonando a Roma que la recibieran en el na-
así la vida por el reposo de la de su vío, donde su presencia evitaría el
marido. Esta mujer era de extrac- número considerable de personas
ción baja, y sabido es que entre tales que había de serles necesario para
gentes no es peregrino el tropezar su servicio, al par que los gastos
con algún rasgo de singular bondad consiguientes, pues ella se encarga-
y fortaleza: ba de servir de camarera y cocinera
y a llenar todos los demás oficios.
Extrema per illos Rechazada su proposición, se lanzó
Justitia excedens terris vestigia fecit. en una barquilla pescadora que al-
[La justicia al abandonar estas tierras quiló al instante y siguió a su esposo
deja en ellas sus últimos vestigios. Vir- de esta suerte desde Esclavonia a
gilio, Geórgicas, II, 473]. Roma. Llegados a la ciudad, un día,
De tres virtuosas mujeres • 181
con apacible y sereno semblante, zos, rogola que soportara con cal-
y pidió que le llevaran papel para ma su desventura por el amor que
hacer su testamento; como le recha- le profesaba, y la dijo además que
zara el capitán este servicio, volvio- había llegado la llora de mostrar, no
se del lado de sus amigos y les dijo: por discursos ni disputas, sino por
“Puesto que no puedo dejaros otra efectos, el fruto que de sus estudios
cosa en reconocimiento de lo que os había sacado, y que creía abrazar la
debo; os otorgo lo mejor que poseo, muerte no ya sólo sin dolor, sino con
o sea la imagen de mis costumbres y regocijo. “Por lo cual amiga mía, de-
de mi vida, las cuales os ruego con- cía Séneca, te ruego que no la empa-
servéis en vuestra memoria, a fin ñes con tus lágrimas a fin de que no
de que practicándolas así adquiráis parezca que tú misma te prefieres a
la gloria de sinceros y verdaderos mi buen nombre; apacigua tu dolor;
amigos”. Al mismo tiempo el filóso- sírvate de consuelo el conocimiento
fo, ya dulcificaba sus palabras para que tuviste de mi vida y de mis ac-
contrarrestar la amargura del dolor ciones, gobernando el resto de la
que los veía sufrir; ya las hacia gra- tuya con las honestas ocupaciones
ves para reprenderlos: “¿Dónde se a las cuales estás habituada”. A esto
fueron, decía, los hermosos precep- Paulina, algo más animada, alentan-
tos filosóficos? ¿Qué se hicieron las do la magnanimidad de su alma por
provisiones que durante tantos años una afección nobilísima: “No, Séne-
hicimos contra las desventuras de la ca, respondió, no puedo privaros de
vida humana? ¿Por ventura era para mi compañía en trance semejante;
nosotros cosa nueva la crueldad no quiero que penséis que los vir-
de Nerón? ¿Qué podíamos esperar tuosos ejemplos de vuestra vida no
de quien matara a su madre y a su me hayan todavía enseñado a saber
hermano, sino que diera también morir bien; ¿y cuándo podría acabar
muerte a quien le gobernara, enca- mejor, ni más dignamente, ni mas a
minara y educara?” Luego de haber mi gusto que con vosotros? Estad,
dirigido a todos estas palabras, vol- pues, seguro de que nos vamos jun-
viose hacia su mujer, que agobiada tos”. Entonces el filósofo, conside-
por el dolor desfallecía de ánimo y rando como buena la deliberación
de fuerzas; estrechola entre sus bra- de su mujer, y al mismo tiempo por
184 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
sus libros como de un semillero don- Omnis posteritas lacites in carmina duxit.
de se guarda toda suerte de saber: Amnemque in tenues ausa est deducere
rivos,
Qui, quid sit pulchrum quid turpe, quid Unius foecunda bonis.
utile, quid non, [Del cual, como de fuente inagotable,
Plenius ac melius Chrysippo et Crantore la posteridad sacó raudales de poesía,
dicit: y de él sólo nacen bienes fecundos,
[Mejor y más sabiamente que Crisipo y como un manantial da origen a nume-
Crantor nos declara lo que es honesto rosos arroyuelos. Manilio, II, 8].
y lo que es inmoral, lo útil y lo inútil.
Horacio, Epístolas, I, 2, 3]. Contra lo que conforme al orden
natural acontece, produjo la obra
y como dice Ovidio, más excelente que pueda imaginar-
se, pues cuando las cosas nacen son
A quo, ceu fonte imperfectas, luego van puliéndose y
perenni, fortificándose a medida de su creci-
Vatum Pieriis ora rigantur aquis; miento. Homero llevó a cabal sazón
[En cuyas fuentes perennes las bocas la infancia de la poesía y de las otras
de los vates beben las aguas del Perme- artes dejándolas cumplidas y per-
so. Ovidio, Amor, III, 9, 25]. fectas. Por eso puede llamársele el
primero y el último poeta, confor-
y Lucrecio, me al testimonio que de él nos dejó
la antigüedad, o sea “que no habien-
Adde Heliconiadum comites, quorum unus do tenido nadie a quien poder se-
Homerus guir, tampoco encontró ninguno que
Sceptra potitus; imitarle pudiera después”. Sus pala-
[Agrega los compañeros del Helicón, bras, según Aristóteles, son las úni-
entre los cuales Homero es el único so- cas que tengan movimiento y vida,
berano. Lucrecio, III, 1030]. las únicas sustanciales. Como Ale-
jandro el Grande encontrara entre
y Manilio, los despojos de Darío una suntuosa
arquilla, ordenó que se la reservaran
Cujusque ex ore profuso para guardar su Homero, diciendo
De los hombres más relevantes • 189
que era el mejor y el más fiel de sus Nada hay tan vivo en los labios de
consejeros que le guiara en las cosas los hombres como su nombre y sus
militares. Por la misma razón decía obras; nada tan conocido y tan reci-
Cleomenes, hijo de Anaxandridas, bido como Troya, Helena y sus gue-
“que era el poeta favorito de los la- rras, que acaso jamás hayan existi-
cedemonios, como ejemplar maes- do: designamos todavía a nuestros
tro en la disciplina guerrera”. A jui- hijos con los nombres que él forjó
cio de Plutarco merece Homero esta hace tres mil años; ¿quién no co-
singular y particularísima alabanza: noce a Héctor y a Aquiles? No ya
“¡Es el único autor del mundo que sólo algunos pueblos particulares,
no haya jamás causado ni hastiado a sino la mayor parte de las naciones
los hombres, mostrándose al lector buscan su origen en las invencio-
siempre distinto, y constantemen- nes del poeta. Mahomet, segundo
te floreciente en nuevos encantos”. de este nombre, emperador de los
Aquel calavera de Alcibíades pidió turcos, escribió a nuestro pontífice
en una ocasión a un individuo que Pio II, diciéndole: “Me sorprende
ejercía las letras un ejemplar de Ho- que los italianos se levanten en ar-
mero, y sacudiole un sopapo porque mas contra mí, en atención a que
no lo tenía. La cosa le produjo im- somos de un origen común; los dos
presión igual como si alguien hubie- pueblos descendemos de los troya-
ra encontrado hoy a un clérigo sin nos, y yo, como ellos, tengo empe-
breviario. Jenófanes quejábase un ño en vengar la sangre de Héctor
día a Hierón, tirano de Siracusa, de contra los griegos, a los cuales los
que estaba tan pobre que ni siquie- italianos están favoreciendo contra
ra podía sustentar a dos criados, a mí”. ¿No constituye esto una noble
lo cual, aquél repuso: “Homero, comedia que los reyes, los empera-
que era mucho más pobre que tú, dores y las repúblicas vienen tantos
alimenta más de diez mil, muerto siglos ha representando, y a la cual
y todo como está”. Elogio grande este inmenso universo sirve de tea-
hacía Panecio de Platón cuando le tro? Siete ciudades griegas entraron
nombraba “el Homero de los filó- en debate sobre el lugar de su naci-
sofos”. Aparte de todo esto, ¿qué miento: ¡hasta tal punto su obscuro
gloria puede equipararse a la suya? origen procurole honor!
190 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Smirna, Rhodas, Colophon, Salamis, ginar algo por encima del hombre;
Quios, Argos, Athenaes. que dio origen entre sus soldados a
Otro de mis hombres relevantes tantas dinastías reales, dejando des-
es Alejandro Magno, pues conside- pués de su muerte el mundo dividi-
rando la edad en que comenzó sus do entre cuatro sucesores, simples
expediciones guerreras; los pocos capitanes de su ejército, cuyos des-
medios con que contó para realizar cendientes gobernaron después, tan
un designio tan glorioso; la autoridad dilatados años, manteniéndose en
que supo ganar en su infancia entre posesión de reinos tan amplios; tan-
los más grandes y experimentados tas eximias virtudes como se guarda-
capitanes de todo el mundo, de los ban en su alma: justicia, templanza,
cuales iba seguido; el extraordinario liberalidad, cumplimiento de las
favor con que la fortuna abrazó y fa- palabras, amor a los suyos y huma-
voreció tantas y tantas expediciones nidad para con los vencidos, pues
arriesgadas y casi temerarias: en sus costumbres no se encuentra
ningún punto débil, como no sea en
Impellens quidquid sibi summa petenti alguna de sus acciones, particulares,
Obstaret, gaudensque viam fecisse ruina; raras y extraordinarias; mas preciso
[Derribando cuanto se oponía a su afán es considerar la imposibilidad de
de gloria, y alegre abriéndose camino concluir tan imponente movimiento
por entre las ruinas. Lucano, I, 149]. conforme a los preceptos comunes
de la justicia. Tales hombres deben
aquella grandeza de haber, a la ser juzgados en conjunto, con arre-
edad de treinta y tres años, paseado glo al fin principal de sus miras.
sus armas victoriosas por toda la tie- Entre aquellas que pudieran engen-
rra habitable, y en media vida haber drar algún cargo figuran la ruina de
desarrollado todo el esfuerzo de que Tebas y de Persépolis, la muerte de
la humana naturaleza sea capaz, de Menandro, la del médico de Efes-
tal suerte que no es dable imaginar tión o tantos prisioneros persas y
la legítima duración de su existencia soldados indios con quien acabó de
con la continuación de su crecimien- súbito, contraviniendo a la palabra
to en fortaleza y fortuna hasta un dada, y el asesinato de los coscia-
razonable término de años, sin ima- nos, de quienes aniquiló hasta los
De los hombres más relevantes • 191
niños de corta edad. Todos éstos son Qualis, ubi Oceani perfusus Lucifer unda,
arranques difíciles de justificar; y por Quem Venus ante alios astrorum diligit
lo que toca a la muerte de Clito, la ignes,
culpa fue enmendada con demasía. Extulit os sacrum caelo, tenebrasque
Esta, como todas sus demás accio- resolvit;
nes, testimonian lo bondadoso de su [Cual bañado en las ondas del océano
complexión, por sí misma inclinada el rey de la luz, cuyo fuego ama Venus
a lo justo excelentemente y hecha a la más que el de los otros astros, muestra
bondad; por lo cual se dijo de él con al cielo su rostro sagrado y disipa las
sumo acierto “que de la naturaleza tinieblas. Virgilio, Eneida, VIII, 539].
recibió sus virtudes y los vicios de las
circunstancias de su vida”. Cuanto a la excelencia de su saber y capa-
lo de ser un poco amigo de alabar- cidad; la duración y grandeza de su
se y algo impaciente en punto a oír gloria, pura, nítida y exenta de man-
hablar mal de su persona, como por cha y envidia, y el que todavía largo
lo que toca a los pesebres de sus ca- tiempo después de su muerte se tu-
ballos, arneses y frenos que esparció viese por religioso artículo el creer
en las Indias, todas estas cosas, a mi que sus medallas fueran presagio
ver, son atribuibles a su edad y a la de felicidad para los que las lleva-
extraña bienandanza de su fortuna. ban; el hecho de que tantos reyes y
Quien consideró al propio tiempo príncipes hayan escrito sus gestas
tantas virtudes militares: diligencia, con profusión mayor de la que los
previsión, paciencia, disciplina, su- historiadores trazaran los de todos
tileza, magnanimidad, resolución y los reyes y de todos los príncipes; y
acierto, en todo lo cual, aun cuando hasta la circunstancia misma de que
la autoridad de Aníbal no nos lo hu- aún hoy los mahometanos, que me-
biera enseñado, fue el primero entre nosprecian todos los demás libros,
todos los hombres; la singular belle- reciban y honren sólo el de su vida
za y raras condiciones de su persona por especial privilegio, confesará
hasta rayar en lo milagroso; aquel que tuve razón de preferirlo al mis-
porte y aquel ademán venerables mo César, el cual únicamente le es
bajo un semblante tan joven, sonro- comparable. No puede sin embargo
sado y resplandeciente: negarse que haya más labor propia
192 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
ser vivida que yo conozca entre los “que en una batalla había que huir
vivos, como generalmente se dice, el encuentro de un amigo que mi-
adornada de mejores y más apeteci- litara en el partido contrario, sin
bles prendas, es a mi ver la de Alci- sacrificar su vida”. Y como su hu-
bíades, todo bien considerado. manidad para con sus mismos ene-
Mas como Epaminondas dio migos le hiciera sospechoso a los
siempre muestras de una bondad ojos de los beocios, porque luego
excesiva, quiero apuntar aquí algu- de haber forzado milagrosamente
nas de sus opiniones. El más dulce a los lacedemonios a abrirle el paso
contentamiento que en toda su vida que pretendían obstruir a la entra-
experimentara, según él mismo tes- da de Morea, cerca de Corinto, se
timonia, dice que fue el placer que conformó solamente con vencerlos
procuró a su padre y a su madre con sin perseguirlos tenazmente, fue
su victoria de Leuctres; relegábase honrosísimamente desposeído del
de buen grado, prefiriendo el pla- cargo de capitán general por seme-
cer de ellos al propio contentamien- jante causa. Avergonzados sus con-
to, tan justo y tan pleno en una tan ciudadanos, tuvieron por necesidad
gloriosa acción: no creía “que fuera que reponerle pronto en su grado,
lícito, ni siquiera para recobrar la li- reconociendo cuánto dependían de
bertad de su país, el dar la muerte él la gloria y la salvación de todos:
a un hombre sin conocimiento de la victoria le seguía como su sombra
causa”; por eso desplegó tan poco por los sitios todos donde guiaba, y,
ardor en la expedición de Pelópi- cuando murió, acabó también con
das, su compañero de armas en la él la prosperidad de su país, como
liberación de Tebas. Decía también con él había nacido.
del arrepentimiento
Los demás forman al hombre: yo lo blo dice, de siete en siete años, sino
recito como representante de uno de día en día, de minuto en minu-
particular con tanta imperfección to: precisa que acomode mi historia
formado que si tuviera que mode- a la hora misma en que la refiero,
larle de nuevo le trocaría en bien pues podría cambiar un momento
distinto de lo que es: pero al pre- después; y no por acaso, también
sente ya está hecho. Los trazos de intencionadamente. Es la mía una
mi pintura no se contradicen, aun fiscalización de diversos y movibles
cuando cambien y se diversifiquen. accidentes, de fantasías irresueltas,
El mundo no es más que un balan- y contradictorias, cuando viene al
ceo perenne, todo en él se agita caso; bien porque me convierta en
sin cesar, así las rocas del Cáuca- otro yo mismo, bien porque acoja
so como las pirámides de Egipto, los objetos por virtud de otras cir-
con el movimiento general y con el cunstancias y consideraciones, es
suyo propio; el reposo mismo no el hecho que me contradigo fácil-
es sino un movimiento más lángui- mente, pero la verdad, como decía
do. Yo puedo asegurar mi objeto, Demades, jamás la adultero. Si mi
el cual va alterándose y haciendo alma pudiera tomar pie, no me
eses merced a su natural claridad; sentaría, me resolvería; mas cons-
tómolo en este punto, conforme es tantemente se mantiene en prueba
en el instante que con él converso. y aprendizaje.
Yo no pinto el ser, pinto solamen- Yo propongo una vida baja y
te lo transitorio; y no lo transitorio sin brillo, mas para el caso es indi-
de una edad a otra, o como el pue- ferente que fuera relevante. Igual-
196 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
mente se aplica toda la filosofía bre más sabio que existir pueda; en
moral a una existencia ordinaria y segundo lugar, ningún mortal pe-
privada que a una vida de más rica netró nunca en su tema más aden-
contextura; cada hombre lleva en sí tro, ni más distintamente examinó
la forma cabal de la humana con- los miembros y consecuencias del
dición. Los autores se comunican mismo, ni llegó con más exactitud
con el mundo merced a un distin- y plenitud al fin que propusiera a
tivo especial y extraño; yo, princi- su tarea. Expuse la verdad, no hasta
palmente, merced a mi ser general, el hartazgo, sino hasta el límite en
como Miguel de Montaigne, no que me atrevo a exteriorizarla, y me
como gramático, poeta o juriscon- atrevo algo más envejeciendo, pues
sulto. Si el mundo se queja porque parece que la costumbre concede a
yo hablé de mí demasiado, yo me esta edad mayor libertad de charla,
quejo porque él ni siquiera piensa y mayor indiscreción en el hablarse
en sí mismo. ¿Pero es razonable que de sí mismo. Aquí no puede aconte-
siendo yo tan particular en uso, pre- cer lo que veo que sucede frecuen-
tenda mostrarme al conocimiento temente, o sea que el artesano y
público? ¿Lo es tampoco el que pro- su labor se contradicen: ¿cómo un
duzca ante la sociedad, donde las hombre, oímos, de tan sabrosa con-
maneras y artificios gozan de tanto versación ha podido componer un
crédito, los efectos de naturaleza, libro tan insulso? O al revés: ¿cómo
crudos y mondos, y de una natura- escritos tan relevantes han emana-
leza enteca, por añadidura? ¿No es do de un espíritu cuyo hablar es tan
constituir una muralla sin piedra, flojo? Quien conversa vulgarmente
o cosa semejante, el fabricar libros y escribe de modo diestro declara
sin ciencia ni arte? Las fantasías de que su capacidad reside en un lugar
la música el arte las acomoda, las de donde la toma, no en él mismo.
mías el acaso. Pero al menos voy de Un personaje sabio no lo es en to-
acuerdo con la disciplina, en que das las cosas; mas la suficiencia en
jamás ningún hombre trató asunto todo se basta, hasta en el ignorar:
que mejor conociera ni entendiera vamos conformes y en igual senti-
que yo entiendo y conozco el que do, mi libro y yo. Acullá puede re-
he emprendido; en él soy el hom- comendarse, o acusarse la obra in-
Del arrepentimiento • 197
ña a las conciencias sanas. Un alma rante como éste; la buena estima del
valerosamente viciosa puede aca- pueblo es injuriosa. ¿A quién con-
so revestirse de seguridad, mas de fiáis el ver lo que es laudable? ¡Dios
aquella complacencia y satisfacción me guarde de ser hombre cumplido
no puede proveerse. No es un plan conforme a la descripción que para
baladí el sentirse preservado del dignificarse oigo hacer todos los
contagio en un siglo tan dañado, días a cada cual de sí mismo! Quae
y el poder decirse consigo mismo: fuerant vitia, mores sunt. [Los vicios
“Ni siquiera me encontraría culpa- de antaño son las virtudes de oga-
ble quien viese hasta el fondo de ño. Séneca, Epístolas, 39]. Tales de
mi alma, de la aflicción y ruina de entre mis amigos me censuraron y
nadie, ni de venganza o envidia, ni reprendieron abiertamente, ya mo-
de ofensa pública a las leyes, ni de vidos por su propia voluntad, ya ins-
novelerías y trastornos, ni de falta al tigados por mí, cosa que para cual-
cumplimiento de mi palabra; y aun quier alma bien nacida sobrepuja no
cuando la licencia del tiempo en ya sólo en utilidad sino también en
que vivimos a todos se lo consienta dulzura los oficios todos de la amis-
y se lo enseñe, no puse yo jamás la tad; yo acogí siempre sus catilinarias
mano en los bienes ni en la bolsa de con los brazos abiertos, reconocida
ningún hombre de mi nación, ni viví y cortésmente; mas, hablando ahora
sino a expensas de la mía, así en la en conciencia, encontré a veces en
guerra como en la paz, ni del traba- reproches y alabanzas tanta escasez
jo de nadie me serví sin recompen- de medida, que más bien hubiera
sarlo”. Placen estos testimonios de incurrido en falta que bien obrado
la propia conciencia, y nos procu- dejándome llevar por sus consejos.
ra saludable beneficio esta alegría Principalmente nosotros que vivi-
natural, la sola remuneración que mos una existencia privada, sólo vi-
jamás nos falte. sible a nuestra conciencia, debemos
Fundamentar la recompensa de fijar un patrón interior para acomo-
las acciones virtuosas en la aproba- dar a él todas nuestras acciones, y
ción ajena es aceptar un inciertísimo según el cual acariciamos unas ve-
y turbio fundamento, señaladamen- ces y castigamos otras. Yo tengo mis
te en un siglo corrompido e igno- leyes y mi corte para juzgar de mí
Del arrepentimiento • 199
mismo, a quienes me dirijo más que siones nos arrastran, pero aquellos
a otra parte; yo restrinjo mis accio- que por dilatado hábito permane-
nes con arreglo a los demás, pero cen anclados y arraigados en una vo-
no las entiendo sino conforme a mí. luntad fuerte y vigorosa no están ya
Sólo vosotros mismos podéis saber sujetos a contradicción. El arrepen-
si sois cobardes y crueles, o leales y timiento no es más que el desdecir
archidevotos; los demás no os ven, de nuestra voluntad y la oposición
os adivinan mediante ciertas conje- de nuestras fantasías, que nos llevan
turas; no tanto contemplan vuestra en todas direcciones haciendo des-
naturaleza como vuestro arte, por aprobar a algunos hasta su virtud y
donde no debéis ateneros a su sen- continencia pasadas:
tencia, sino a la vuestra: Tuo tibi ju-
dicio est utendum... Virtutis et vitiorum Quae mens est hodie, cur cadem non puero
grave ipsius concientiae pondus est: qua fuit?
sublata, jacent omnia [Poned a con- Vel cur his animis incolumes non redeunt
tribución vuestro propio juicio... El genae?
testimonio interno que la virtud y [¡Ay!, ¡que no pensara yo antaño como
el vicio se procuran es cosa de gran actualmente! ¡o que no dispusiera yo hoy
peso: prescindid de esta conciencia, incólume del lustro con que mi juventud
y todo cae por tierra. Las primeras brillaba! Horacio, Odas, VI, 104].
palabras están sacadas de Cicerón,
Tusculanas, I, 25; y la frase siguien- Es una vida relevante la que se
te del mismo autor en De la natu- mantiene dentro del orden hasta en
raleza de los dioses, III, 35]. Mas lo su privado. Cada cual puede tomar
que comúnmente se dice de que el parte en la mundanal barahúnda y
arrepentimiento sigue de cerca al representar en la escena el papel de
mal obrar, me parece que no pue- un hombre honrado; mas interior-
de aplicarse al pecado que llegó ya mente y en su pecho, donde todo
a su límite más alto, al que dentro nos es factible y donde todo perma-
de nosotros habita como en su pro- nece oculto, que el orden persista
pio domicilio; podemos desaprobar es la meta. El cercano grado de esta
y desdecirnos de los vicios que nos bienandanza es practicarla en la
sorprenden y hacia los cuales las pa- propia casa, en las acciones ordina-
200 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
dura puede muy bien haber sido de más importunas que en la juventud;
la misma índole en el tiempo pasa- así lo decía yo cuando mozo, y en-
do y en el presente, pero entonces tonces mi apreciación no era enten-
era más fuerte, y mostraba un con- dida a causa de mis pocos años; y lo
tinente más gracioso, fresco, alegre repito ahora que mis cabellos grises
e ingenuo; ahora la veo baldada, me otorgan crédito. Llamamos cor-
gruñona y trabajosa. Renuncio, por dura a la dificultad de nuestros humo-
consiguiente, a estas enmiendas ca- res, a la repugnancia que las cosas
suales y dolorosas. Necesario es que presentes nos ocasionan; mas en ver-
Dios toque nuestro ánimo; preciso dad acontece que no abandonamos
es que nuestra conciencia se en- tanto los vicios cuanto por otros los
miende por sí misma, mediante el cambiamos, a mi entender de peor
refuerzo de nuestra razón y no con catadura: a más de una altivez torpe
el ayuda de la debilidad de nuestros y caduca, un charlar congojoso, los
apetitos: la voluptuosidad no es en humores espinosos e insociables, la
esencia pálida ni descolorida por- superstición y un cuidado ridículo
que la adviertan ojos engañosos y en atesorar riquezas cuando no tene-
turbios. mos en qué emplearlas, descubro yo
Debe amarse la templanza por más envidia, injusticia y malignidad;
ella misma y por respeto al Dios suministran los años más arrugas al
que nos la ordenó, como asimismo espíritu que al semblante y apenas
la castidad; la que los catarros nos se ven almas, o por lo menos rara-
prestan, y que yo debo al beneficio mente, que envejeciendo dejen de
de mi cólico, ni es castidad ni tem- mostrar agrura y olor a moho. El
planza. No puede vanagloriarse de hombre camina íntegramente hacia
menospreciar y combatir el goce vo- su crecimiento lo mismo que hacia
luptuoso, quien no lo ve, quien lo ig- su decrecimiento. En presencia de la
nora, quien desconoce sus gracias y sabiduría de Sócrates, considerando
sus ímpetus y sus bellezas más iman- algunas circunstancias de su conde-
tadas; yo que conozco uno y otro na, osaría yo creer que a ella se prestó
puedo decirlo con fundamento. Pero hasta cierto punto por prevaricación
me parece que en la vejez nuestras y de propio intento, tocando tan de
almas están sujetas a imperfecciones cerca, a los setenta años que ya con-
212 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Es una costumbre de nuestra justi- [¿No veis que el hijo de Albio vive mal
cia el condenar a los unos para ad- y que Barro se ve reducido a la mise-
vertencia de los otros. Condenarlos ria? Estos ejemplos nos enseñan a no
simplemente porque incurrieron en disipar nuestro patrimonio. Horacio,
delito, sería torpeza, como sienta Sátiras, I, 4, 109].
Platón, pues contra lo hecho no hay
humano poder posible que lo des- publicando y acusando mis im-
haga. A fin de que no se incurra en perfecciones alguien aprenderá a te-
falta análoga, o de que el mal ejem- merlas. Las prendas que más estimo
plo se huya, la justicia se ejerce: no en mi individuo alcanzan mayor ho-
se corrige al que se ahorca, sino a los nor recriminándome que recomen-
demás por el ahorcado. Igual es el dándome; por eso recaigo en ellas
ejemplo que yo sigo: mis errores son y me detengo más frecuentemente.
naturales e incorregibles, y como los Y todo considerado, nunca se habla
hombres de bien aleccionan al mun- de sí mismo sin pérdida: las propias
do excitando su ejemplo, quizás pue- condenaciones son siempre acrecen-
da yo servir de provecho haciendo tadas, y las alabanzas descreídas.
que mi conducta se evite: Puede haber algún hombre de mi
complexión: mi naturaleza es tal que
Nonne vides, Albi ut male vivat filius?, mejor me instruyo por oposición
utque que por semejanza, y por huida que
Barrus inops? magnum documentum, ne por continuación. A este género de
patriam rem disciplina se refería el viejo Catón
Perdere quis velit; cuando decía “que los cuerdos tie-
214 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
nen más que aprender de los locos, malos contemplaba: mas con ello me
que no los locos de los cuerdos”; y proponía una tarea invencible.
aquel antiguo tañedor de lira que se- El más fructuoso y natural ejerci-
gún Pausanias refiere, tenía por cos- cio de nuestro espíritu es a mi ver la
tumbre obligar a sus discípulos a oír conversación: encuentro su práctica
a un mal tocador, que vivía frente a más dulce que ninguna otra acción
su casa, para que aprendieran a odiar de nuestra vida, por lo cual si yo aho-
sus desafinaciones y falsas medias: el ra me viera en la precisión de elegir,
horror de la crueldad me lanza más a lo que creo, consentiría más bien en
adentro de la clemencia que ningún perder la vista que el oído o el habla.
patrón de esta virtud; no endere- Los atenienses, y aun los romanos,
za tanto mi continente a caballo un tenían en gran honor este ejercicio
buen jinete, como un procurador o en sus academias. En nuestra época
un veneciano, caballeros. Un lengua- los italianos conservan algunos ves-
je torcido corrige mejor el mío que tigios, y con visible provecho, como
no el derecho. A diario el torpe con- puede verse comparando nuestros
tinente de un tercero me advierte y entendimientos con los suyos. El es-
aconseja mejor que aquel que place; tudio de los libros es un movimiento
lo que contraría toca y despierta más lánguido y débil, que apenas vigori-
bien que lo que gusta. Este tiempo za: la conversación enseña y ejercita
en que vivimos es adecuado para en- a un tiempo mismo. Si yo converso
mendarnos a reculones, por discon- con un alma fuerte, con un probado
veniencia mejor que por convenien- luchador, este me oprime los ijares,
cia; mejor por diferencia que por me excita a derecha a izquierda; sus
acuerdo. Estando poco adoctrinado ideas hacen surgir las mías: el celo, la
por los buenos ejemplos, me sirvo de gloria, el calor vehemente de la dis-
los malos, de los cuales la lección es puta, me empujan y realzan por enci-
frecuente y ordinaria. Esforceme por ma de mí mismo; la conformidad es
convertirme en tan agradable, como cualidad completamente monótona
cosas de desagrado vi; en tan firme, en la conversación. Mas de la propia
como blandos eran los que me rodea- suerte que nuestro espíritu se fortifi-
ban; en tan dulce, como rudos eran ca con la comunicación de los que
los que trataba; en tan bueno, como son vigorosos y ordenados, es impo-
Del arte de platicar • 215
ta lo demás; otros cuentan sus pala- públicas disputas de los hombres que
bras y las pesan como razones; hay las ciencias profesan? Mejor preferi-
quien no se sirve sino de la resisten- ría que mi hijo aprendiera a hablar
cia ventajosa de su voz y pulmones, en las tabernas que en las escuelas de
otro concluye contra los principios charlatanería. Procuraos un pedago-
que sentara; quién os ensordece con go y conversad con él; ¿cuánto no os
digresiones e inútiles prolegómenos; hace sentir su excelencia artificial,
quién se arma de puras injurias, bus- y cuánto no encanta a las mujeres y
cando una querella de alemán para a los ignorantes, como nosotros so-
librarse de la conversación y socie- mos, por virtud de la admiración y
dad de un espíritu que asedia el suyo. firmeza de sus razones, y de la her-
Este último nada ve en la razón, pero mosura y el orden de las mismas?
os pone cerco, ayudado por la cerra- ¿Hasta qué punto no nos persuade y
zón dialéctica de sus cláusulas y con domina como le viene en ganas? Un
el apoyo de las fórmulas de su arte. hombre que de tantas ventajas dis-
Ahora bien, ¿quién no desconfía fruta con las ideas y en el modo de
de las ciencias, y quién no duda si de manejarlas, ¿por qué mezcla con su
ellas puede sacarse algún fruto sóli- esgrima las injurias, la indiscreción y
do para las necesidades de la vida, la rabia? Que se despoje de su cape-
considerando el empleo que del sa- ruza, de sus vestiduras y de su latín;
ber hacemos? Nihil sanantibus litteris? que no atormente nuestros oídos
[De esas letras que ningún mal cu- con Aristóteles puro y crudo, y lo to-
ran. Séneca, Epístolas, 59]. ¿Quién al- maréis por uno de entre nosotros, o
canzó entendimiento con la lógica? peor aún. Juzgo yo de esta complica-
¿Dónde van a parar tantas hermosas ción y entrelazamiento del lenguaje
promesas? Nec ad melius vivendum, que para asediarnos emplean, como
nec ad commodius disserendum? [No de los jugadores de pasa-pasa. Su
enseño ni a vivir mejor ni a razonar flexibilidad fuerza y combate nues-
ventajosamente. Cicerón, De los fines. tros sentidos, pero no conmueve en
Así pensaba Epicuro de la dialéctica lo más mínimo nuestras opiniones:
de los estoicos, al decir de Cicerón]. aparte del escamoteo, nada ejecutan
¿Acaso se ve mayor baturrillo en la que no sea común y vil: por ser más
charla de las sardineras que en las sabihondos no son menos ineptos.
220 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
mundo no es más que la escuela del dez de sus alegaciones, excusas y de-
inquirir; no se trata de meterse den- fensas asnales y brutales, andamos
tro, sino de hacer las carreras más lu- todos los días tirándonos los trastos
cidas. Lo mismo puede hacer el ton- a la cabeza: ni penetran lo que se
to quien dice verdad que quien dice dice, ni el por qué, y responden por
mentira, pues se trata de la manera, idéntico tenor; ocasionan motivos
no de la materia del decir. La ten- bastantes para desesperar a un san-
dencia mía es considerar igualmen- to. Mi cabeza no choca rudamente
te la forma que la sustancia, lo mis- sino con el encuentro de otra; mejor
mo al abogado que a la causa, como transijo con los vicios de mis gentes
Alcibíades ordenaba que se hiciera; que con sus temeridades, importu-
y todos los días me distraigo en leer nidades y torpezas: que hagan me-
diversos autores sin percatarme de nos, siempre y cuando que de hacer
su ciencia, buscando en ellos exclusi- sean capaces; vivís con la esperanza
vamente su manera, no el asunto de de alentar su voluntad, pero de un
que tratan, de la propia suerte que cepo no hay nada que esperar ni
persigo la comunicación de algún que disfrutar que la pena valga.
espíritu famoso, no con el fin de que Ahora bien, ¿qué decir si yo tomo
me adoctrine, sin para conocerlo, las cosas diferentemente de lo que
y una vez conocido imitarle si vale son en realidad? Muy bien puede
la pena. Al alcance de todos está el suceder, por eso acuso mi impacien-
decir verdad, mas el enunciarla or- cia, considerándola igualmente vi-
denada, prudente y suficientemente ciosa en quien tiene razón como en
pocos pueden hacerlo; así que no quien no la tiene, pues nunca deja
me contraría el error cuando deriva de constituir una agrura tiránica el
de ignorancia; lo que me subleva es no poder resistir un pensar diverso
la necedad. Rompí varios comercios al propio. Además, en verdad sea
que me eran provechosos a causa de dicho, hay simpleza más grande
la impertinencia de cuestionar con ni más constante tampoco ni más
quienes los mantenía. Ni siquiera estrambótica que la de conmover-
me molestan una vez al año las cul- se e irritarse por las insulseces del
pas de quienes están bajo mi férula, mundo, pues nos formaliza princi-
mas en punto a la torpeza y testaru- palmente contra nosotros. Y a aquel
222 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
registro de sus genealogías y unio- otro donde la semilla sea menos ma-
nes, más de la mitad imaginarias ligna y rebelde. Tampoco me parece
(aquéllos se lanzan de mejor grado adecuada respuesta a quien no ad-
en estas disquisiciones cuyos títulos vierte mi culpa decirle que en él re-
son más dudosos y menos seguros), side igualmente. Nada tiene que ver
y sin embargo, él, de haber parado eso, pues siempre el advertimiento
mientes en sí mismo, hubiérase re- es verdadero y útil. Si tuviéramos
conocido no menos intemperante buen olfato, nuestra basura debiera
y fastidioso en el sembrar y hacer apestarnos más, por lo mismo que es
valer la prerrogativa de la estirpe nuestra; y Sócrates es de parecer que
de su esposa. ¡Importuna presun- aquel que se reconociera culpable, y
ción, de la cual la mujer se ve ar- a su hijo, y a un extraño, de alguna
mada por las manos de su marido violencia e injuria, debería comen-
mismo! Si supiera éste latín, preci- zar por sí mismo a presentarse a la
saríale decir con el poeta: condenación de la justicia o implo-
rar para purgarse el socorro de la
Agesis!, haec non insanit satis sua sponte; mano del verdugo en segundo lugar
instiga. a su hijo, y al extraño últimamente si
[¡Ánimo! Si no está bastante loca, irrita este precepto es de un tono elevado
más su locura. Terencio, Andria, IV, II, 3]. en demasía, al menos quien culpa-
ble se reconozca debe presentarse el
No se me alcanza que nadie acuse primero al castigo de su propia con-
no hallándose limpio de toda man- ciencia.
cha, pues nadie censuraría, ni siquie- Los sentidos son nuestros pecu-
ra estando como un crisol, en la mis- liares y primeros jueces, los cuales
ma suerte de mancha; mas entiendo no advierten las cosas sino por los
yo que nuestro juicio, al arremeter accidentes externos, y no es maravi-
contra otro del cual se trata por el lla si en todos los componentes que
momento, deja de librarnos de una constituyen nuestra sociedad se ve
severa jurisdicción interna. Oficio una tan perpetua y general promis-
propio de la caridad es que quien no cuidad de ceremonias y superficiales
puede arrancar un vicio de sí mismo apariencias, de tal suerte que la par-
procure, no obstante, apartarlo en te mejor y más efectiva de las poli-
224 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
ahora, se trata de saber si esos reci- sus hombros; por eso se ven tantas
tadores y recogedores son dignos de torpes almas entre los hombres de
alabanza por sí mismos. estudios más que entre los otros
Yo detesto toda suerte de tiranía, hombres; de aquéllos se hubieran
lo mismo la verbal que la efectiva; alcanzado varones excelentes, como
me sublevo fácilmente contra esas padres de familia, buenos comer-
vanas circunstancias que engañan ciantes, cumplidos artesanos: su
nuestro juicio por la mediación de vigor natural no medía mayor nú-
los sentidos, y, manteniéndome ojo mero de codos. La ciencia es cosa
avizor en lo tocante a grandezas que pesa grandemente: ellos se do-
extraordinarias, encontré que éstas blegan bajo su peso. Para ostentar
se componen en su mayor parte de y distribuir esta materia rica y po-
hombres como todos los demás: derosa, para emplearla y ayudarse,
su espíritu carece de vigor y pericia;
Rarus enim ferme sensus communis in illa sólo dispone de poderío sobre una
Fortuna. naturaleza robusta. Ahora bien, las
[En efecto, el sentido común es raro en de esta índole son bien raras, las
tan alto grado. Juvenal, VIII, 73]. débiles, dice Sócrates, corrompen
la dignidad de la filosofía al traer-
Acaso se los considera y advierte la entre manos; semeja esta inútil y
más chicos de lo que realmente son, viciosa cuando está mal guardada.
por cuanto ellos emprenden más y se Así los hombres se estropean y a sí
ponen más en evidencia: no respon- mismos se enloquecen:
den a la carga que sobre sus hombros
echaron. Es necesario que haya resis- Humani qualis simulator simius oris,
tencia y poder mayores en el llevar Quem puer arridens pretioso stamine serum
que en el echarse a cuestas; quien Velavit, nudasque nates ac terga reliquit,
no llenó por completo su fuerza os Ludibrium mensis.
deja adivinar si le queda todavía re- [Tal ese mono remedador del hombre a
sistencia pasado ese límite, y si fue quien un niño cubre riendo con vistosa
probado hasta el último término. tela de seda; pero le deja el trasero al
Quien sucumbe ante la carga des- descubierto regocijando así a los invita-
cubre su medida a la debilidad de dos. Claudiano, Contra Eutropio, I, 303].
226 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
la gente ordinaria que la sutil. Los el mismo?, se dice. ¿No era antes
efectos del buen sino achacámolos más aventajado? ¿Los príncipes se
a prudencia; conforman con tan poco? ¡A la ver-
dad, estábamos en buenas manos!”
Ut quisque fortuna utitur, Cosas son éstas que yo he visto en
Ita praecellet; atque exinde sapere illum mi tiempo con frecuencia: hasta los
omnes dicimus: personajes notables de las comedias
[Si os eleváis por el favor de la fortuna, nos impresionan en algún modo, y
todos alabarán vuestra habilidad. Plau- nos engañan. Aquello que yo mismo
to, Pseudolus, II, 3, 13]. adoro en los monarcas es la multi-
tud de sus adoradores: toda inclina-
por donde hablo cuerdamente al ción y sumisión les es debida, salvo
decir que en todas las cosas los acon- la del entendimiento; mi razón no
tecimientos son testimonios flacos está hecha a doblegarse, son mis
de nuestro valer y capacidad. rodillas las que se humillan. Solici-
Decía, pues, que no basta ver a tado el parecer de Melancio sobre
un hombre en un lugar relevante: la tragedia de Dionisio: “No la he
aun cuando tres días antes le haya- visto, contestó, tan alborotado es su
mos conocido como sujeto de poca lenguaje”. De la propia suerte, casi
monta, por nuestras apreciaciones todos los que juzgan las conversa-
se desliza luego una imagen de ciones de los grandes debieran de-
grandeza y consumada habilidad; y cir: “Yo no he oído lo que dijo, tan
nos persuadimos de que al medrar impregnado estaba de gravedad, de
en posición y en crédito, por hom- grandeza y majestad”. Antístenes
bre de mérito se le tiene. Juzgamos persuadió a los atenienses para que
de él no conforme a su valer, sino ordenaran que sus borricos fueran
a la manera como consideramos las empleados, lo mismo que sus caba-
fichas, según la prerrogativa de su llos, en el trabajo de la tierra, a lo
rango. Mas que la fortuna cambie, cual se le repuso que esos animales
que caiga y vaya a mezclarse con las no habían nacido para tal servicio:
masas, y entonces todos se inquie- “Es lo mismo, replicó el filósofo; la
ren, pasmados, de la causa que le cosa no ha menester sino de vuestra
había izado a semejante altura. “¿Es ordenanza, pues los hombres más
230 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
útiles en razón de las cosas de que antevenere, pro gratia odium redditur
tratan, de los cuales el autor no al- [Los beneficios son gratos mientras
canza recomendación ninguna; y pueden ser remunerados, mas si so-
hay buenos libros, como igualmente brepujan nuestros medios de reco-
buenas obras, de que el obrero tiene nocimiento, nos aparecen odiosos.
que avergonzarse. Si yo discurriera Tácito, Anales, IV, 118]: y en Séneca:
sobre la naturaleza de nuestros ban- Nam qui putat esse turpe non reddere,
quetes y de nuestros vestidos (y es- non vult esse cui feddat [Porque quien
cribiese malamente); si publicase los como vergonzoso considera el no
edictos de mi tiempo y las cartas de devolver, quisiera que nadie hubie-
los príncipes que llegan a manos del ra a quien estar obligado. Séneca,
público; si hiciera compendio de un Epístolas, 81]; y Cicerón con consis-
buen libro (y toda abreviación de un tencia menor: Qui se non putat satis-
libro bueno es un compendio torpe) facere esse nullo modo polest [Quien
el cual se hubiere perdido, o algu- cree haber pagado vuestras obliga-
na cosa semejante, la posteridad al- ciones no podrá ser vuestro amigo.
canzaría singular provecho de tales Quinto Cicerón, De la candidatura
composiciones; pero yo ¿qué otro al consulado, 9]. El asunto, supues-
honor sino el de mi buena fortuna? ta su naturaleza, puede hacer a un
Buena parte de los libros famosos hombre erudito y de feliz memoria;
son de esta condición. mas para juzgar en las partes que
Cuando leí a Felipe de Comines mejor le pertenecen, que son al par
hace algunos años (autor excelen- las más dignas (la fuerza y la belle-
te en verdad), advertí esta frase, za de su alma), necesario es saber lo
considerándola como riada vulgar: que es suyo y lo que no lo es, y en
“Que precisa guardarse de prestar esto último cuánto se le debe en lo
a su dueño un tan grande servicio tocante a la elección, disposición,
el cual le imposibilite de encontrar ornamento y lenguaje que prove-
la debida recompensa”, debí en- yó. ¡Qué decir si tomó prestada la
comiar la invención, no a quien la materia y estropeó la forma, como
escribió, pues la encontré en Tácito acontece con frecuencia! Nosotros
poco ha: Beneficia eo usque laeta sunt, que mantuvimos escaso comercio
dum videntur exsolvi posse; ubi multum con los libros encontrámonos con
236 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Tito Livio, I, y VIII, 6]. Escribiendo los cuales desconfío, y ciertas finezas
en un siglo en que la creencia en verbales que me hacen sacudir las
los prodigios comenzaba a declinar, orejas; pero las dejo correr al acaso.
dice, sin embargo, que no quiere Yo veo que algunos se dignifican con
dejar de insertarla en sus anales, ni tales cosas: no me incumbe sólo el
menospreciar una cosa recibida por juzgarlos. Preséntome en pie tendi-
tantas gentes de bien y con reveren- do; de frente y de espaldas, a dere-
cia tan grande vista de la antigüe- cha o izquierda, y en todas mis acti-
dad: muy bien dicho. Que los histo- tudes naturales. Los espíritus, hasta
riadores nos suministren la historia, aquellos mismos que son iguales en
más según la reciben que como la consistencia, no lo son siempre en
consideran. Yo que soy soberano de aplicación y gusto.
la materia que trato y que a nadie Esto es cuanto la memoria me su-
debo dar cuentas, no me creo por giere en conjunto y de un modo bas-
ello en todos los respectos: arriesgo tante incierto; todos los juicios gene-
a veces caprichos de mi espíritu, de rales son descosidos e imperfectos.
bibliografía
Libro I
Capítulo 17, Del miedo
Capítulo 19, Que filosofar es prepararse a morir
Capítulo 20, De la fuerza de imaginación
Capítulo 27, De la amistad
Capítulo 30, De los caníbales
Capítulo 37, De cómo reímos y lloramos por la misma causa
Capítulo 38, De la soledad
Capítulo 42, De la desigualdad que existe entre nosotros
Capítulo 46, De los nombres
Capítulo 57, De la edad
Libro II
Capítulo 1, De la inconstancia de nuestras acciones
Capítulo 2, De la embriaguez
Capítulo 10, De los libros
Capítulo 11, De la crueldad
Capítulo 28, Cada cosa quiere su tiempo
Capítulo 32, Defensa de Séneca y de Plutarco
Capítulo 35, De tres virtuosas mujeres
Capítulo 36, De los hombres más relevantes
242 • Michel de Montaigne. Ensayos escogidos
Libro III
Capítulo 2, Del arrepentimiento
Capítulo 8, Del arte de platicar