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La ciudadanía, según Thomas Marshall en su ensayo “Ciudadanía y Clase Social”, suponía un “Status
que se otorga a los que son miembros de pleno derecho de una comunidad.”, comprendía una serie de
derechos de diversos tipos que igualaba a los miembros que accedían a ella. Esta concepción,
profundamente caracterizada por el estadocentrismo y por la pasividad del individuo, ha ido
modificándose y extendiéndose a lo largo de los años.
La ciudadanía crítica, enfatiza además de los derechos individuales, las diferentes dimensiones política,
económica y social. Desde esta óptica, se concibe a la ciudadanía como un proceso en construcción
permanente de derechos y responsabilidades personales que se ponen en acción desde colectivos con un
bien en común.
• Los Derechos Humanos, no sólo como una formulación legal, sino como un ideal de
humanización para todas las personas, los grupos, los pueblos y el planeta.
• La justicia y la equidad, en el marco de la libertad.
• El fortalecimiento de la identidad propia, así como también el diálogo con otras identidades y
culturas.
• La inclusión social.
• El poder ejercido desde diálogo y la lógica del servicio, en lugar de la concentración y la
centralización.
• El ejercicio reflexivo de tolerancia.
• El derecho a la manifestación.
• La participación activa en su comunidad, donde se acentúe la responsabilidad social que implica
ser ciudadano.
• Búsqueda colectiva de un bien común.
• Diálogo permanente entre ciudadanos y sus representantes para buscar soluciones razonables y
consensos acerca de las problemáticas públicas.
• Ser un agente activo de las decisiones públicas.
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Vemos por lo tanto, que ser ciudadano supone una actitud de apertura al entorno, de compromiso frente
los problemas existentes, de involucración activa en la búsqueda de soluciones y de defensa de los
valores democráticos de la igualdad, libertad, tolerancia y solidaridad.