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LAS HUELLAS DEL TABÚ:

APROXIMACIONES AL CONCEPTO DE ESTIGMA*

Por Marija Miric

Resumen:

Con la finalidad de acercarse a una estructura teórica para la comprensión del fenómeno de estigma y de las
dimensiones psicológicas que le subyacen, se parte una perspectiva psicoanalítica sobre el significado
cultural del tabú y el papel del mecanismo de culpa en el mismo. Basado en este análisis, el estigma es
entendido como una marca de ruptura con tabúes sociales, vinculados, esencialmente, a las pulsiones
sexuales y agresivas del ser humano.

Abstract:

Theoretical fundaments for understanding the stigma phenomenon and underlying psychological dimensions
are approached, based on a psychoanalytical perspective concerning the cultural meaning of taboo and the
role of the guilt mechanism in it. Based on this analysis, stigma is comprehended as a mark of persons‟
violation of some of the socially established taboos, related, essentially, to sexual and aggressive impulses.

El término “estigma” está siendo ampliamente empleado en ciencias sociales y, cada vez más, en
investigaciones de las diversas áreas de salud pública, especialmente en los tópicos relacionados con la
enfermedad mental y aquellas afecciones de salud frecuentemente ligadas a la discriminación y el
aislamiento social de las personas que las padecen, tales como el VIH/SIDA. No obstante, y a pesar de su
empleo frecuente tanto en el ámbito científico como en el lenguaje coloquial, apenas puede hablarse de una
definición establecida del mismo.

Por otro lado, aún cuando puede identificarse una cantidad considerable de publicaciones sobre el tema en los
últimos años, dirigidas sobre todo a constatar la presencia y consecuencias del estigma asociado a ciertas
condiciones o contextos sociales, llama la atención el poco esfuerzo correspondiente dirigido a la
delimitación conceptual del estigma en el marco de las ciencias sociales contemporáneas. Frecuentemente, el
uso del término en las investigaciones empíricas está sujeto a la suposición de que todas las partes
involucradas entienden lo mismo cuando se refieren al fenómeno de “estigma”. Más aún, las pocas
definiciones propuestas hasta la fecha, tienden a limitarse a su descripción, las formas en que se presenta en

*
Artículo publicado en Miric, Marija: “Las huellas del tabú: Aproximaciones al concepto de estigma”, Paradigmas, Año I, No.1.,
pp.50-62, 2003.
1
la sociedad y sus consecuencias observables, sin procurar una comprensión más cabal de este fenómeno y las
complejas dinámicas socio-culturales en las cuales está fundamentado.

Esta ausencia de una definición conceptual clara se ha visto reflejada en el creciente número de estudios
dedicados al tema que traducen el término de “estigma” a diferentes dimensiones operacionales.
Consecuentemente, se obtienen resultados divergentes y, con frecuencia, contradictorios entre sí,
contribuyendo a una confusión general sobre el estigma, su etiología y secuelas en diferentes espacios de
vida humana; uno de ellos es el ámbito de lucha contra la epidemia del VIH/SIDA, donde el impacto
negativo del estigma ha sido reconocido internacionalmente1.

En el caso de las dimensiones psicológicas implicadas en el estigma, la tendencia dominante desde la


psicología contemporánea ha consistido, básicamente, en concebir el estigma sentido por la persona como
fuente o, cuando menos, probable desencadenante de determinadas dificultades en su funcionamiento psico-
social. A partir de ahí, la asociación positiva entre el estigma y diversas problemáticas de salud mental,
interpretadas como reacciones a éste, ha sido observada y confirmada una y otra vez; entre otras, en personas
que reportan sentir altos niveles del estigma, ha sido identificada la presencia de ansiedad generalizada y
sintomatología depresiva2, así como sentimientos de vergüenza, culpa e inferioridad3.

No obstante, pocos intentos se han hecho para identificar y analizar las dimensiones psicológicas que
subyacen y median en el fenómeno de estigma; entre otros aspectos, permanecen poco conocidos los factores
psicológicos que intervienen en la reacción de las personas a un atributo potencialmente estigmatizante,
afectando, en consecuencia, la naturaleza y la intensidad del estigma experimentado a partir de éste.

Pretendiendo arrojar luz sobre estas dimensiones psicológicas, el presente trabajo analizará el fenómeno de
estigma a partir del enfoque psicoanalítico, con la finalidad de perfilar una estructura teórica que sirva de
base para las formulaciones ulteriores hacia un marco conceptual consistente para el estudio de este
fenómeno.

1
Ver Leary, Mark y Schreindorfer, Lisa: “The Stigmatization of HIV and AIDS: Rubbing Salt in the Wound”, en Derlega,
Valerian y Barbee, Anita (Eds.): HIV & Social Interaction, California, SAGE Publications, 1998, pp. 12-29.; también De Moya,
Antonio; Pérez-Then, Eddy; Cáceres, Francisco y Duarte, Isis: SIDA en Dominicana: El Desafío del Siglo XXI, Santo Domingo,
PREVIHSA/Unión Europea, 2000.
2
Ver Berger, Barbara; Estwing, Carol y Lashley, Felissa: “Measuring Stigma in People with HIV: Psychometric Assessment of the
HIV Stigma Scale”, Research in Nursing & Health, Vol. 24, 2001, pp.518-529.; también Mendoza, M.; Kingsley, Y. y Goyanes,
M.: “Secondary and Tertiary Prevention Programs on AIDS in Puerto Plata, Dominican Republic”, XIV International AIDS
Conference, July 7-12, 2002, Abstract Book, Madrid, 2002.
3
Ver Berger, B. et.al.: op.cit.; también Das, Veena: “Stigma, Contagion, Defect: Issues in the Anthropology of Public Health”,
International Conference on Stigma and Global Health: Developing a Research Agenda, 2002; consultado en Internet 27/07/02 en
http://www.stigmaconference.nih.gov/FinalDasPaper.htm.
2
I. Consideraciones preliminares

I.1. El estigma en la sociedad humana

Etimológicamente, el término “estigma” está derivado de la palabra latín “Stigma, -atis”, significando “marca
hecha con hierro candente”4. Revisando las definiciones del estigma proporcionadas por algunos diccionarios
generales de lengua española, puede observarse que los significados adjudicados a este término, cuando
exceden la mera reproducción de su raíz etimológica, como “marca o señal en el cuerpo” 5, implican, con
raras excepciones6, la idea del estigma como transmisor de un mensaje marcadamente negativo sobre el
individuo que lo posee; así, el estigma indica un fallo, deficiencia o minusvalía de la persona que lo porta, ya
sea en el sentido físico, como un vestigio o signo persistente de una anomalía o enfermedad, congénita o
adquirida, o social, como una “señal de infamia, de deshonra, de bajeza moral” 7.

Esta calificación negativa de los portadores del estigma, identificados, en cierta medida, como socialmente
indeseables, puede ser identificada aún en las épocas muy antiguas de la humanidad. En la Grecia Antigua,
por ejemplo, el estigma designaba “marcas, quemadas o cortadas en la piel de las personas consideradas
como esclavos, criminales o traidores; estos individuos, como consecuencia de su condición, habían de ser
evitados, especialmente en sitios públicos”8.

A lo largo de la historia no escasean ejemplos del empleo dirigido del mecanismo de estigma para fines de
segregación y control social. A finales de la Edad Media, por ejemplo, poco después de la expulsión de la
población Judía de España, la Iglesia Católica impuso la orden de que Judíos que practicaban en secreto,
acusados de crímenes heréticos, llevaran en el pecho, por encima de la ropa, una prenda grande con el escudo
conocido con el nombre de “San Benito”. Esta estrategia de discriminación social, asombrosamente parecida
a la “Estrella de David” impuesta como marca distintiva a los Judíos durante la Segunda Guerra Mundial por
los Nazis, no persigue matar al “hereje” físicamente, sino humillarlo públicamente dentro de su comunidad,
ridiculizándolo junto a su familia, e invalidándolo como ente social.

4
María Mir, José R.P (Dir.): Diccionario Ilustrado Latino-Español, Español-Latino, Decimonovena Edición, Barcelona, Bibliograf,
S.A., 1985.
5
Acebo García, Sofía y Vicien Mañé, Enrique (Eds): Pequeño Larousse Ilustrado: Diccionario Enciclopédico, 2001.
6
Tales como “estigmata”, referido a “Huella impresa sobrenaturalmente en el cuerpo de algunos santos como símbolo de su
participación espiritual en la pasión de Cristo”, que, en ciertos contextos cristianos, podría entenderse como una deseable relación
personal con la Divinidad.
7
Acebo García, S. y Vicien Mañé, E. (Eds): Pequeño Larousse Ilustrado.
8
Goffman, Erving: Stigma: Notes on the management of Spoiled Identity, New York, Simon & Schuster Inc., 1986.
3
I.2. El estigma desde las ciencias sociales: ¿un atributo o un proceso social?

Si bien puede plantearse que el estigma como fenómeno ha estado presente en la cultura humana desde sus
inicios, los primeros intentos sistemáticos de su estudio datan apenas desde unas cuantas décadas atrás. En el
1963 Erving Goffman, el pionero en el estudio sociológico del estigma, lo define como “un atributo
profundamente desacreditador dentro de una interacción social particular”9. Según él, el estigma aparece
durante las interacciones sociales, cuando la identidad social actual de un individuo – es decir, los atributos
que posee – dejan de satisfacer las expectativas sociales10. A partir de este atributo, el individuo que lo posee
es reducido en nuestra mente desde una persona completa y normal a una cuestionada, disminuida11. De
manera irónica, tal y como señala Goffman, las personas estigmatizadas tienden a aceptar y asumir las
mismas normas sociales que las estigmatizan y las descalifican para una participación social igualitaria.

Al concebir el estigma como un atributo desacreditador que deteriora la identidad social de la persona que lo
porta, Goffman, sin duda alguna, proporciona las premisas y abre el camino hacia la comprensión del
fenómeno de estigma y su fundamentación conceptual desde las ciencias sociales. No obstante, a lo largo de
su obra, Goffman se limita a describir y ejemplificar este proceso de deterioro de la identidad social a partir
de una serie de atributos frecuentemente estigmatizantes, sin llegar a trascender a un plano más explicativo
del mismo. Los autores posteriores a Goffman, en su mayoría, han seguido esta tendencia a abordar el
fenómeno de estigma desde un plano básicamente descriptivo, cada uno desde su área de experticia,
conllevando a una acumulación de información empírica de las diferentes esferas de existencia humana, sin
contar con un eje conceptual sólido que sirva de base para la sistematización y comprensión de la misma.

Paralelamente a esta acumulación de datos sobre el fenómeno de estigma, se ha observado la tendencia a


incluir en su definición otros fenómenos socio-culturales que, según lo observado, tienden a aparecer
relacionados con un atributo estigmatizante. A partir de ahí, las críticas más frecuentes a las posiciones de
Goffman sobre el estigma han girado en torno a su concentración en el atributo estigmatizante, que algunos
autores han considerado como secundario a otros factores de corte interaccional y socio-cultural en el
concepto de estigma. Así, entre otros, se ha planteado que la postura de Goffman, además de implicar una
concepción individualista del ser humano, el cual aparece como el único portador del valor, no toma en
cuenta los mecanismos a través de los cuales la cultura es reproducida por cada individuo que forma parte de
ella12.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta que la atención que pone Goffman en el atributo estigmatizante radica
en el hecho de que, para él, el estigma es este atributo, y no el proceso de interacción social del cual este
9
Ibíd.
10
Ibíd.
11
Goffman, E.: op.cit., p.3.
12
Das, V.: op.cit.
4
atributo forma parte, como lo asume una gran parte de autores posteriores a él. De hecho, Goffman no
solamente afirma la importancia de los factores socio-culturales en el estudio de estigma, sino que insiste en
que un atributo potencialmente estigmatizante está siempre enraizado en los significados compartidos
culturalmente, siendo imposible desvincularlo de un periodo histórico particular y un contexto cultural
determinado13. Por otro lado, a lo largo de su obra Goffman señala repetidamente la importancia de factores
culturales y de interacción vinculados al fenómeno de estigma, sosteniendo que éste representa un lenguaje
de relaciones, donde un atributo determinado, que puede estigmatizar un grupo de individuos, puede servir
como confirmatorio de la „normalidad‟ de otro, y no es, por tanto, ni positivo ni negativo de por sí.14

Resumiendo lo anterior, puede plantearse que la diferencia esencial de las posiciones de Goffman con
respecto a las tendencias posteriores en el abordaje del estigma, no radica en su descuido de las variables
socio-culturales que acompañan a este fenómeno, sino en la no inclusión de estas variables como integrantes
del concepto mismo del estigma. Sin duda alguna, los intentos posteriores a Goffman, de contemplar como
parte del estigma los fenómenos empíricamente asociados a los atributos estigmatizantes en determinados
contextos socio-culturales, han dificultado más aun la aproximación a una definición conceptual precisa de
estigma en las últimas décadas. Las bases conceptuales formuladas por Goffman han perdido
progresivamente sus límites, desbordándose así el concepto de estigma en una confusión general de
fenómenos y conceptos, incluyendo: lucha de clases, racismo, explotación económica, violencia,
discriminación social, y violaciones de derechos humanos, con fronteras muy difusas entre los mismos.

Esta confusión general está reflejada en las definiciones de estigma cada vez más descriptivas, generales e
imprecisas. Algunos trabajos empíricos sobre el tema en la última década, han estado basados sobre las
definiciones de estigma como “un concepto amplio y multidimensional cuya esencia está centrada en la
desviación social”15 o como algo que está presente cuando “nos referimos a todo grupo de personas
evaluadas negativamente, ya sea por haber violado reglas sociales, o por ser como son y portar rasgos que no
son positivamente valuados por el resto de la sociedad”16. Más aún, no escasean investigaciones dedicadas al
tema de estigma que lo reducen a un sinónimo de discriminación y exclusión social. Si se concibe un grupo
estigmatizado como “una categoría de personas a quienes la sociedad más amplia se refiere peyorativamente
y que son devaluadas, excluidas o, de alguna otra manera, inhibidas en cuanto a sus posibilidades de vida y
acceso a las ventajas de una interacción social no restringida y libre” 17, ¿cómo establecer la distinción entre
un grupo estigmatizado y un grupo socialmente discriminado? Por otro lado, de no poder establecerse esta
13
Alonzo, A. y Reynolds, N.: “Stigma, HIV and AIDS: an Exploration and Elaboration of a Stigma Trajectory”, Social Science
and Medicine; Vol. 41, No.3, pp.303-315, 1995.
14
Goffman, E.: op.cit, p.3.
15
Alonzo, A. y Reynolds, N.: op.cit.
16
Birenbaum, A. y Sagarin, F.: Norms and Human Behavior; New York, Praeger, 1976; citado en Alonzo, A. y Reynolds, N.:
op.cit.
17
Alonzo, A. y Reynolds, N.: op.cit.
5
distinción, ¿cómo justificar el empleo del término “estigma” frente a algún otro, igualmente o más acertado,
como el de “discriminación social”?

En respuesta a esta situación de anarquía conceptual en torno al fenómeno de estigma, recientemente han
surgido publicaciones desde las ciencias sociales, encaminadas hacia una nueva concepción del mismo, que
permita conciliar, unificar y sintetizar las observaciones e inferencias realizadas en el transcurso de las
últimas décadas, con frecuencia muy discrepantes entre sí. Estas publicaciones están, en gran parte,
motivadas y referidas al impacto del estigma en planificación y provisión de servicios en salud pública,
puesto en evidencia de manera especial en atención a enfermedades contagiosas y de transmisión sexual,
como es el caso del VIH/SIDA.

Entre estas publicaciones se destaca el trabajo de B. Link18, quien amplía la idea original de Goffman,
proponiendo concebir el estigma, no como un atributo, sino como un proceso social. Según Link19, el proceso
del estigma comienza cuando los grupos dominantes de una sociedad reconocen ciertas diferencias humanas
– sean éstas verdaderas o no; continua, si se considera que las diferencias observadas implican información
desfavorable sobre las personas designadas; en la medida en que ocurre esto, se consigue su rotulación social
a partir de estas diferencias. Las personas rotuladas son clasificadas en una categoría aparte, separando así el
“nosotros” de “ellos”. La culminación del proceso de estigma ocurre cuando las diferencias designadas
desencadenan distintas formas de desaprobación, rechazo, exclusión y discriminación. Esta visión del
estigma como proceso permite integrar en un todo coherente los fenómenos que aparecen vinculados a los
atributos estigmatizantes, manteniendo a la vez intactos los límites entre ellos. Así, para Link los fenómenos
como la desaprobación, rechazo, exclusión y discriminación forman parte del proceso de estigma, pero no se
confunden con el estigma mismo, siendo éste un concepto más amplio; representan únicamente su fase de
culminación.

Resumiendo lo anterior, Link asigna el término “estigma” a todo el conjunto de fenómenos, sintetizados en
fases de un proceso coherente, que de alguna manera intervienen en el impacto social de un atributo
estigmatizante, en lugar de limitarlo al atributo en sí, como hacía Goffman. Sin embargo, estudiando más
detenidamente los cambios introducidos de esta manera, se observa que son más bien de carácter
terminológico. Link no añade ningún elemento nuevo para la comprensión de este proceso que designa como
“estigma”, ni de mecanismos por los cuales se desencadena, limitándose a describir las diferentes fases del
mismo.

Tomando esto en cuenta, definir el estigma como un proceso social, ampliando el concepto original para
incluir los fenómenos sociales vinculados, complejiza su abordaje sin aportar nuevas perspectivas teóricas

18
Link, Bruce y Phelan, Jo: “Conceptualizing stigma”, Annual Review of Sociology, Vol.27, pp.363-385, 2001.
19
Ibíd.
6
para su comprensión. El estigma, sin duda alguna, forma parte y logra su impacto a través de un complejo
proceso social, parcialmente compatible con los planteamientos de Link. No obstante, resulta, si no equívoco,
cuando menos poco productivo, asignarle el nombre de estigma a este proceso en su totalidad; mas bien, sin
descuidar el estudio de otros eslabones de este proceso, el estigma ha de ser comprendido como un fenómeno
social independiente antes de poder ser abordado como integrante de un proceso social.

A partir de lo anterior, nos parece más fructífero partir de la concepción de Goffman del estigma como un
atributo profundamente desacreditador, para luego analizar el impacto psicosocial que logra un atributo de
este tipo a través de un proceso social fundamental: el de la comunicación humana. En este primer momento,
y antes de entrar en consideraciones sobre los mecanismos de estigma en la sociedad contemporánea,
exploraremos el camino hacia la comprensión de los orígenes de este fenómeno y las dinámicas psicológicas
en los cuales está sustentado, desde un enfoque psicoanalítico.

El tabú y el estigma

El ser humano, hoy en día, se autodefine como un ente bio-psico-social, reconociendo así, de manera
implícita que, sin cualquiera de estas tres dimensiones dejaría de ser lo que es; de ahí que la vida en sociedad
está reconocida como un aspecto fundamental de la condición humana. Ahora bien, la preservación de esta
vida en sociedad, si bien facilita la supervivencia para los individuos que la integran, desde sus inicios ha
exigido restricciones considerables de lo individual en beneficio de lo colectivo, en sus diferentes vértices.

El psicoanálisis freudiano20 ha señalado repetidamente que el ser humano dista mucho de un ser dócil, que
vive en busca de amor, acudiendo a la agresión únicamente en defensa propia; al contrario, a partir de su
constitución psíquica, tiende a la satisfacción inmediata e indiscriminada de sus pulsiones, de naturaleza
tanto sexual y agresiva. A partir de ahí, el prójimo, en un inicio, no representa más que un objeto para
satisfacer estas pulsiones, ya sea convirtiéndolo en un objeto sexual, apoderándose de los frutos de su
producción, produciéndole dolor o matándolo; no caben dudas que el sostenimiento de una comunidad
humana en estos fundamentos sería muy poco viable.

Así, a cada integrante de la sociedad humana le es exigido renunciar a una parte de la satisfacción de sus
pulsiones y deseos propios, e imponerles un límite que garantice la supervivencia del Otro, con el cual, a
cambio, podrá convivir y beneficiarse de su compañía, logrando inclusive, hasta donde éste lo permita, una
satisfacción parcial de sus pulsiones. La cultura está fundamentada sobre esta renuncia pulsional. Sin
embargo, no deja de ser cierto que, estando los componentes instintivos del ser humano propensos a la

20
Freud, Sigmund: El Malestar en la Cultura, en Obras Completas, Tomo 21, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones, 1979; ver
también: Tótem y Tabú, en Obras Completas, Tomo 13, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones, 1986.
7
satisfacción inmediata de todas las demandas presentadas por su naturaleza originalmente animal, estas
renuncias en beneficio de lo colectivo han de advertirse como dolorosas y, en el menor de los casos, molestas
para su existencia.

Por ende, para asegurar la preservación de la sociedad ha sido necesario establecer y hacer respetar unas
normas de convivencia, que impongan límites a la satisfacción de pulsiones individuales de sus miembros a
favor del bienestar colectivo. Estas normas, que constituyen el primer fundamento de toda moral humana y
sirven de soporte a la existencia del ser humano como ente social, se han establecido en forma de mandatos y
prohibiciones intransigibles, tabúes.

Dado el origen mágico-religioso de las prohibiciones tabú, vinculado con frecuencia a mandatos de una
divinidad específica, los tabúes escapan a todo cuestionamiento racional y tampoco cuentan con un
fundamento que los declare necesarios o beneficiosos para una sociedad a partir de un razonamiento lógico,
como tiende a suceder con las leyes contemporáneas. Se transmiten de una generación a otra a través de
mitos y símbolos, y son captados e interiorizados por los miembros de una cultura mediante el proceso de
socialización, siendo pocas veces accesibles a su conciencia. De esta manera, las mismas prohibiciones tabú
que se sobreentienden entre los miembros de una cultura determinada, pueden resultar completamente
incomprensibles e “ilógicas” para una persona que no pertenece a la misma.

En las sociedades primitivas, las prohibiciones tabú podían estar referidas a la restricción de ciertos placeres,
libertad de movimiento o de intercambio social, adquiriendo con frecuencia la forma de prohibición de todo
contacto con determinados grupos de personas, tanto físico como simbólico. De manera característica, según
observa Freud, la persona que rompe un tabú de este tipo pasa ella misma a ser considerada un tabú y,
consecuentemente, tratada como tal por el resto de su grupo21.

Es difícil obviar el paralelismo notable entre lo descrito hasta ahora sobre el fenómeno del tabú y las
manifestaciones comunes del estigma. En los dos casos, grupos de personas son discriminadas por el resto de
su sociedad por ser portadores de determinados rasgos; a partir de estos rasgos, se constituyen argumentos y
discursos, en su mayoría insostenibles frente a una argumentación racional, que justifiquen la necesidad
social de dicha discriminación; esta discriminación se manifiesta por la evitación de cualquier contacto con
estos grupos, sea este físico o simbólico; finalmente, los miembros de la sociedad que siguen asociados a los
grupos estigmatizados, corren el riesgo de ser estigmatizados ellos mismos.

En otras palabras, no caben dudas de que el estigma, entendido como un atributo discriminatorio,
desencadena un proceso muy similar al que provoca la violación de un tabú entre los miembros de las
culturas primitivas; las personas estigmatizadas hoy en día son tratadas por el resto de su sociedad como si

21
Freud, S.: Tótem y Tabú.
8
hubiesen roto alguno de los tabúes fundamentales de su cultura. Esto nos lleva a suponer la existencia de un
vínculo determinante entre un atributo estigmatizante y los tabúes sociales que sirven de base a nuestra
conciencia moral, referidos esencialmente a la restricción de las pulsiones sexuales y agresivas del ser
humano.

La culpa

Freud llama la atención sobre el hecho de que en el ser humano, guiado por tabúes en su convivencia social,
no deja de existir el deseo de romper con la prohibición arcaica que éstos imponen sobre la satisfacción de
sus pulsiones más poderosas. Para mantener las pulsiones sexuales y agresivas dentro de los límites
establecidos por su conciencia moral, el ser humano desarrolla estrategias, algunas de ellas de naturaleza
patógena, que le permitan ignorarlas, evadirlas o transformarlas en la mayor medida posible. Estas
estrategias, conocidas dentro del psicoanálisis como mecanismos de defensa, funcionan de manera
inconsciente, y se generalizan a los afectos que, por una u otra razón, llegaron a asociarse las tendencias
pulsionales amenazantes: “Sea amor, nostalgia, celos resentimiento, dolor y aflicción lo que acompañe a los
deseos sexuales; sea odio, cólera, rabia, lo que se asocie a los impulsos agresivos, todos estos afectos deben
resignarse a soportar toda suerte de transformaciones, deben admitir toda tentativa de dominación por parte
del Yo, que procura defenderse contra las exigencias instintivas a las que aquellos pertenecen.” 22 Ahora bien,
se impone la pregunta de ¿por qué cumple el ser humano con estos tabúes, a pesar del precio tan alto que
tiene que pagar por este cumplimiento?

El incumplimiento de un mandato tabú interiorizado, tal y como refiere Freud, desencadena en el individuo
un sentimiento de culpa insoportable, cuya fuente le resulta, a menudo, del todo incomprensible. 23 En este
sentimiento de culpa ve Freud, además del motivo central para el cumplimiento con las normas morales, “el
problema más importante del desarrollo cultural”, llegando a plantear que “el precio del progreso cultural
debe pagarse con el déficit de dicha provocado por la elevación del sentimiento de culpa”24.

La reacción de culpa es una de las respuestas emocionales básicas y más arcaicas del ser humano. Las
dinámicas psicológicas que la originan pueden seguirse hasta las primeras experiencias del niño, de retirada
del objeto original de amor, que, generalmente, está traducido a la figura maternal. En estas primeras
experiencias frustrantes, el infante está invadido por una ansiedad desbordante, basado en lo que él percibe
como una pérdida permanente del amor de la madre, lo cual, en esta fase de desarrollo, equivale a su
aniquilación. Adicionalmente, este miedo de una aniquilación inminente está asociado a sentimientos de

22
Freud, Ana: El Yo y los Mecanismos de Defensa, Buenos Aires, Editorial Piados, 1974. P.41.
23
Freud, S.: Tótem y Tabú.
24
Freud, S.: El Malestar en la Cultura, p.131.
9
agresión dirigida en contra de la madre, como causante del dolor y de frustración; así, la creencia de haber
destruido su objeto de amor con su propio odio, reafirma la creencia del niño en su pérdida definitiva25. Esta
experiencia arcaica que asocia sus propias pulsiones con la pérdida de amor, fuertemente traumática para el
niño, una vez integrada le servirá como la motivación más poderosa para “portarse bien” y ajustarse a las
normas sociales introducidas originalmente por las figuras de los padres.

Sintetizando, la culpa puede describirse como angustia experimentada por el ser humano frente a la
posibilidad anticipada de la pérdida del amor. Cuando, como parte fundamental de su socialización e
integración a la cultura en la cual nace, al niño le sea exigido renunciar a una parte de su satisfacción
pulsional a cambio del amor de sus padres, esta angustia, activada como una “señal de alarma” frente a la
posibilidad de la pérdida de su amor, jugará un papel crucial en su decisión. Posteriormente a la
interiorización de las normas sociales introducidas por las figuras paternas, “el Super-yo es el sucesor y
representante de los padres (y de los educadores), que dirigieron las actividades del individuo durante el
primer periodo de su vida; continua, casi sin modificarlas, las funciones de esos personajes. Mantiene al Yo
en continua supeditación y ejerce sobre él una presión constante. Igual que en la infancia, el Yo se cuida de
conservar el amor de su amo, estima su aprobación como un alivio y halago, teme sus reproches como
remordimientos. Cuando el Yo ofrece al Super-yo el sacrificio de una renuncia instintual, espera que éste lo
ame más en recompensa; la conciencia de merecer ese amor la percibe como orgullo”26.

Retomando ahora la relación anteriormente sugerida, entre el atributo estigmatizante y los tabúes que limitan
las pulsiones sexuales y agresivas del ser humano, podemos constatar que las personas estigmatizadas no
solamente son tratadas por el resto de su comunidad como si hubiesen violado una prohibición de este tipo,
sino que también reaccionan como si lo hubiesen hecho: con una culpa desbordante y racionalmente
inexplicable, vergüenza y sentimientos de inferioridad27 frente a otras personas; en otras palabras, se
comportan como portadoras de un tabú.

Confirmatorias de este vínculo entre la condición estigmatizante y los tabúes referidos a las fuerzas
pulsionales del ser humano, son las observaciones de V.Das, quien, a partir del análisis del estigma asociado
a las enfermedades físicas, sostiene que la imagen corporal cambiada en algunas condiciones estigmatizadas,
parece suscitar en las personas afectadas miedos más profundos de violación de normas sexuales y, en
consecuencia, un peligro a su universo moral; encuentra apoyo empírico para este planteamiento en los datos
recolectados en diferentes investigaciones sobre las enfermedades estigmatizadas. Así, los resultados de un

25
Klein, Melanie: Love, guilt and reparation & other works, New York, Delacorte Press, 1975, pp.290-291.
26
Freud, Sigmund: Moisés y la religión monoteísta. Alianza Editorial. Madrid. 1995. p.168.
27
Ver Berger, B. et.al.: op.cit.; también Das, V.: op.cit.
10
estudio sobre la condición de lepra en Tamilnadu, India28, indican que una gran parte del estigma asociado a
esta enfermedad procede del miedo de que la persona infectada ha violado alguna de las normas sexuales
establecidas, como la de incesto o la de normas sexuales y reproductivas dentro la jerarquía de castas.
Autores de otro estudio con pacientes leprosos en Delhi29, reportan una gran preocupación de estos pacientes
por averiguar que tipo de tabú moral habían violado, dado que, siendo su enfermedad un castigo por una
conducta inmoral, pudo ocurrirles únicamente porque, aún sin darse cuenta, habían roto con alguna norma
social.

Hemos constatado así, buscando esclarecer la naturaleza del fenómeno del estigma a partir de premisas
psicoanalíticas, su vínculo estrecho con la idea de violación de algunos de los tabúes arcaicos, impuestos por
la sociedad a las pulsiones sexuales y agresivas del ser humano; formulado con otras palabras, su vínculo con
la idea del “pecado”. Este vinculo se manifiesta tanto en el trato que reciben las personas portadoras del
estigma de otros miembros de su sociedad, caracterizado por la evitación de cualquier interacción social,
como en su propia reacción frente al mismo: la activación del mecanismo de culpa.

El próximo paso en la comprensión del estigma como fenómeno social, debe dirigirse, por lo tanto, hacia la
dilucidación de la naturaleza de esta relación observada, con fines de poder acercarnos a una definición más
precisa del mismo. Por ahora, nos limitamos a constatar que el fenómeno del estigma, como signo en la
sociedad contemporánea, conlleva el significado de una marca de “pecado” cometido por la persona que lo
porta.

28
De Bruin, Hanne: “Leprosy in South India: Stigma and Strategies of Coping”, Pondy Papers in Social Sciences, Pondicherry
French institute, 1996; citado en Das, V.: op.cit.
29
Tandon, Surabhi: “Social and Individual Aspects of Chronic Illness: A Case Study of Leprosy”, Unpublished PhD dissertation of
the University of Delhi, 1999; citado en Das, V.: op.cit.
11
Bibliografía

Acebo García, Sofía y Vicien Mañé, Enrique (Eds): Pequeño Larousse Ilustrado: Diccionario
Enciclopédico, 2001.

Alonzo, A. y Reynolds, N.: “Stigma, HIV and AIDS: an Exploration and Elaboration of a Stigma
Trajectory”, Social Science and Medicine; Vol. 41, No.3, pp.303-315, 1995.

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