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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA
TEORÍA SOCIOLÓGICA CLÁSICA ÉMILE DURKHEIM
Ricardo Andrés Osorio Villamil
Luis Felipe Barreto

PAZ Y/O DEMOCRACIA:


TENSIONES DE LA MORALIDAD COLOMBIANA

Artículo 22 de la Constitución Política de la Republica de Colombia:


La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento.

El pasado 2 de octubre a lo largo y ancho del territorio nacional, el gobierno de Juan


Manuel Santos convoco a los colombianos y las colombianas a que refrendaran los
acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas de Colombia - FARC-EP buscando poner fin a
uno de los conflictos armados más duraderos y latentes de la historia nacional y regional ,
dicha coyuntura se presentaba como la posibilidad de ampliar los márgenes de la
democracia, garantizando la inclusión y participación política de más actores,
robusteciendo el sistema democrático y así poner fin a las vías armadas como formas y
mecanismos de la acción política. Curiosamente Frente a este panorama, la abstención
giro alrededor del 63%, que si bien no rompe con las tendencias históricas de las
diferentes elecciones, es una tasa un poco más alta que las registradas, este elemento nos
convoca a reflexionar sobre el sistema político colombiano y el desinterés de los
ciudadanos y ciudadanas por agenciarse en las urnas.

Frente a lo anterior, Colombia al igual que el grueso de países del mundo occidental se ha
consolidado como Nación a partir de la instauración y el desarrollo de un sistema político
democrático propio del mundo moderno, frente a esta afirmación, partimos del supuesto
que hay elementos comunes entre la Francia en la que habitó Durkheim y la Colombia
actual y por ende los análisis y postulados sociológicos del autor tienen vigencia al
momento de analizar la realidad de este país. Es entonces que el objetivo del presente texto
es hacer un análisis del fenómeno de la abstención en el plebiscito, como un hecho
concreto, que evidencia las maneras de pensar, sentir y hacer de los individuos, que se
desenvuelven y determinan los ámbitos de lo colectivo y que resultan ser vitales para
entender las tensiones del sistema democrático colombiano.

En principio, el Plebiscito, al igual que el referendo, el cabildo abierto y las consultas


populares son mecanismos de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía y son
formas de participación democrática, donde la inclusión de todos los ciudadanos y las
garantías de su participación son funciones del Estado, puesto que debe contribuir a la
organización, promoción y capacitación de diferentes asociaciones al interior del territorio
nacional con el objeto de que constituyan mecanismos democráticos de representación en
las diferentes instancias de participación.

En los regímenes democráticos, el voto es un deber cívico o moral de la ciudadanía que


en el caso colombiano no es obligatorio y su desenvolvimiento se da en razón del interés
individual de participar, frente a lo anterior, La abstención es la no participación en el acto
de votar de quienes tienen derecho a ello, es un no hacer que si bien no produce efectos
jurídicos, puede ser considerada como la manifestación de una o varias voluntades que se
asocia la apatía participativa. En el caso colombiano, donde la participación política se ha
caracterizado por ser limitada y en muchos casos restringida, la abstención puede asociarse
con corrientes políticas que no se integran en el juego político normal y la agencia política
se da en otros marcos, por ejemplo las diferentes movilizaciones en apoyo a los acuerdos de
paz.

Es entonces que el ejercicio del voto de los ciudadanos como titulares de la soberanía,
no se limita a las urnas, pero entendiendo que sufragio se proyecta como un escenario de
intermediación del gobierno con la ciudadana, se traduce en un mecanismo de
legitimación para los gobiernos, y desde esta perspectiva la abstención puede significar
una actitud o comportamiento del elector que no ejerce su derecho al sufragio,
desarrollando así una participación política en el no votar.
Desde una perspectiva histórica, afirmaríamos que los principios sobre los cuales se ha
edificado la democracia han estado permanentemente amenazados porque las diferentes
olas de violencia, el clientelismo y la corrupción han permeado todas las esferas de la
sociedad y han consolidado un país fracturado, donde el Estado frente a la dificultad de
generar los mecanismos necesarios para mediar las tensiones sociales, no ha podido
superar los estrechos marcos en los que se desenvuelve la acción política y ha terminado
reproduciendo prácticas que constituyen una negación a la misma democracia, por ende, es
central tener en el microscopio las prácticas y discursos que buscan la participación (o
no) y reconocimiento (o no) de más actores.

Indistintamente que las campañas, en su conjunto, evidenciaron como se desarrolla la


política tradicional, diversos sectores se movilizaron alzando las banderas de una nueva
política o un nuevo escenario para su desenvolvimiento, lo que implica que hay un
cuestionamiento de las normas implícitas y no implícitas sobre las cuales se ha
construido la democracia en el país, ahora bien, bajo el supuesto que la ampliación de la
democracia es un imaginario en que se recoge el grueso de la población y que determina
los sentidos de lo común. ¿Es posible afirmar que los valores rectores de la democracia
colombiana están en crisis?

Implícitamente hemos afirmado que la actual coyuntura se presenta como un escenario


bisagra, que busca generar una ruptura dando paso hacia una sociedad en paz, en términos
generales el grueso de la población y los actores políticos se recogen en esta premisa,
desde las dos partes negociadoras, hasta la oposición del Centro Democrático con su lema
“paz sí, pero no así”; evidentemente los imaginarios de paz son bien matizados, y nos es
objetivo del presente texto hacer un análisis de los mismos, si no analizar el fenómeno de
la abstención como un fenómeno concreto del sistema democrático colombiano.

Pero si bien el objetivo no es hacer un análisis riguroso de los discursos entorno a la Paz,
estos son centrales por que evidencian las tensiones actuales de la moralidad colectiva,
ya que en términos generales, estos penetraron en el “gobierno interno” de los individuos
y determinado su relacionamiento directo con el plebiscito, donde desde diferentes
trincheras se construyeron un conjunto de mínimos morales que determinaron las barreras
y los deber ser del proceso de paz, da cuenta de ello la centralidad que asumieron las
discusiones en torno a la ideología de género frente al reconocimiento de la mujer y las
diversidades sexuales como víctimas del conflicto o la paz sin impunidad frente a la
propuestas de verdad, justicia y reparación. Esto da cuenta que los efectos sociales, en
especial en periodos de transición o crisis, son determinados por las construcciones
morales, donde a falta de unas normas comunes hay una serie de rupturas en la
solidaridad.

“Cada grupo social tiene realmente una inclinación colectiva que le es propia y de
la que proceden las inclinaciones individuales; de ningún modo nace de éstas. Lo
que la constituye son esas corrientes de egoísmo, de altruismo y de anomia que
influyen en la sociedad…Son estas tendencias de la sociedad las que, penetrando
en los individuos, los impulsan a matarse”.

En otras palabras, la refrendación de los acuerdos para la terminación del conflicto armado
con las FARC, que sumado el inicio de los diálogos con el ELN, colocan sobre la mesa, la
posibilidad de acabar un conflicto interno de más cincuenta años que ha dejado centenares
de víctimas, desplazados y desaparecidos, es un imperativo ético y político, bajo la cual se
ha reafirmado un sentido de lo común, la paz.

Por lo tanto, valorar el conjunto de violaciones de los derechos humanos a la sociedad civil
en medio de la guerra y a las organizaciones de los movimientos sociales como
formaciones políticas alternativas, nos solo nos cuestiona sobre la eficacia del Estado y los
gobiernos por ampliar los márgenes de la democracia (siendo responsabilidad
constitucional y moral de ellos), si no ha colocado en el debate a las víctimas, que al ser
centrales acuerdos, han constituido unos mínimos en la búsqueda de la paz, En términos
Durkhemianos, es necesario acentuar las formas de solidaridad.

Pero muy en contravía de lo que debe ser el fortalecimiento de la democracia, consolidando


escenarios de integración y cohesión que fortalezcan los lazos de solidaridad, en los
últimos meses el asesinato y persecución de líderes y lideresas sociales que hacen uso de
su derecho de expresión y movilización, esta inaugurando una nueva embestida que limita
más de lo que construye.
Desde la perspectiva de Durkheim , el 63% de abstencionistas, evidencia que hay una
crisis del sistema democrático, siendo un fenómeno que se desenvuelve al interior de un
sistema social cargado de tensiones irresueltas, donde el Estado no ha podido ser
determinante para mediar un conjunto de relaciones sociales que se desencadenan en torno
a dichas tensiones, es decir, si bien el plebiscito se desarrolla en los márgenes de la
democracia, no priman los valores democráticos y se evidencia que prevalecen las
tensiones morales individuales y en estos términos, el puente hacia la paz que
aparentemente fue dinamitado por las tensiones morales latentes en la sociedad, no sería
más que la no realización de una moral democrática.

es posible afirmar que la defensa del sistema democrático y la construcción de la paz son
dos horizontes para el grueso de la sociedad, y en concreto habrian un conjunto de deberes
definidos e ideales compartidos que prevalecen sobre las posturas particuales. Pero en la
medida que no hay un consenso real de que es paz y como se desenvuelve la democracia,
el debate se limita a los tipos ideales de los distintos actores sin que exista una
realización plena de la democracia en el campo práctico. Entonces se podría afirmar que la
abstención es un indicador que da cuenta de la dificultad de sobreponer los valores
democráticos sobre los particulares, Es evidencia de un estado de anomia, donde los
conflictos renacen constantemente pues no hay unos marcos colectivos que los
individuos estén obligados a respetar y hay choques permanentes entre los distintos
actores para rechazarse y reducirse mutuamente, puesto que el objetivo de la sociedad de
suprimir o moderar la guerra no se ha cumplido porque no se ha consolidado unos
máximos que regulen la vida social .

“Nada más falso que este antagonismo que con mucha frecuencia se ha querido
establecer entre la autoridad de la regla y la libertad del individuo. Por el
contrario, la libertad (nos referimos a la libertad justa, a la que tiene la sociedad el
deber de hacer respetar) es ella misma el producto de una reglamentación.
Únicamente a la regla social es posible poner un obstáculo a estos abusos de
poder. Ahora es cuando sabemos qué complicada reglamentación es necesaria
para asegurar a los individuos la independencia, sin la cual su libertad no es más
que nominal”
(Durkheim, prefacio 2da edición)

La anomia social a la que hacemos referencia es la falta de regulación, que en este caso
repercute en una normatividad débil e ineficaz sobre la vida social y su conjunto
normativo. Esto se da porque no existen unos grupos constituidos efectivamente para
reglamentar las distintas funciones de la vida social. Es un problema bastante profundo
dado que la división del trabajo no puede producir solidaridad orgánica, dando paso a crisis
muy profundas entre los diferentes sectores de la sociedad.

En la sociedad colombiana predomina una solidaridad orgánica, pero es preciso reconocer


que las formas organizativas al interior del país son bastante heterogéneas y proyectar un
sistema democrático, así como en la mayoría de sociedades modernas, implica comprender
la complejidad de sus relaciones. Reconociendo que el objetivo de la división social del
trabajo es generar mayor solidaridad, Durkheim afirma que esta se genera en la medida
que aumenta la densidad moral y el volumen moral, por lo tanto la construcción de unos
referentes comunes de paz en el marco de un sistema democrático, hace necesario generar
más interacciones entre los diferente actores a lo largo y ancho del país haciendo énfasis en
las víctimas del conflicto y la vinculación de los actores históricamente excluidos y así
hacer más latentes y continuas del relaciones que enfrentados al reto de ser una sociedad
fragmentada, superar los vínculos de interdependencia construidos al margen del
conflicto y egoísmo, seguirá reproduciendo una conciencia colectiva fragmentada.

Reconociendo la necesidad que generar una conciencia colectiva, entendida como una
construcción de carácter social que contiene una postura general de la sociedad respecto a si
misma y hacia las demás, hay que aclarar que no es una suma de conciencias individuales
sino una “cosa” de carácter independiente que tiene un carácter coaccionador, que en el
caso que nos convoca, debe orientarse hacia una moral democrática común entre los
individuos, y en caso de ser sólida y socialmente aceptada, la sociedad generara sus propios
mecanismos de autorregulación. Esto nos problematiza, como se ha construido y
reproducido un sistema democrático sobre la primacía de los intereses individuales de
algunos sectores, haciéndolo carente de legitimidad y desembocando que las tensiones
sociales se tornen aún más conflictivas, lo cual se ha visto en los diferentes problemas
producidos entre sectores en todos los niveles de producción social, económica, política y
cultural.

Así mismo, la dificultad de generar una identidad de nación, dificulta pensarse al conjunto
de Colombianos como una unidad y el Estado, como Durkheim lo señala, al no ser capaz
de regular las relaciones sociales hace que las leyes que regulan la vida y
desenvolmimiento de la política y el derecho hayan quedado reducidas a voluntades
individuales en las que las personas de mejores posibilidades económicas y sociales
vulneran el sistema beneficiándose egoístamente. Por consiguiente, la moral que implica la
construcción del derecho colombiano es frágil y termina por ser rechazada por el grueso de
la población, generando mecanismos de resistencia como lo es la abstención.

Podríamos tomar cada uno los puntos tensionantes entre las campañas del SI y el NO en el
pasado plebiscito y encontraríamos el choque entre la ampliación de la democracia
intensificando los valores de la misma como mínimo para construir los caminos de paz
frente a lecturas particulares, totalizantes y homogeneizadoras de la sociedad. Después de
más de medio siglo de conflicto armado con las FARC, donde se han perpetuado un sin
número de crímenes hacia la población civil, hay una fractura de la conciencia colectiva,
no solo de las regiones más afectadas, sino también del país en general. Consolidando una
democracia anómala, donde los aspectos morales del tipo colectivo.

“Se habla de la necesidad de una reacción del todo sobre las partes, pero es preciso antes
que ese todo exista; es decir, que las partes deben ser ya solidarias unas de otras para que
el todo adquiera conciencia de sí, y reaccione a título de tal”

Se podría afirmar que estamos en un limbo entre una solidaridad mecánica y una orgánica
y las tensiones que hemos descrito son las tensiones similares a las existentes entre la moral
laica y la moral religiosa. Pero Durkheim afirma que la conciencia colectiva es un
fenómeno normal, y la solidaridad orgánica no es todo lo es porque la solidaridad
mecánica haya perdido terreno, entonces para haya un sistema democrático es necesarios
que se sienta de una manera general su solidaridad y es preciso que la forma como deben
concurrir los individuos, por lo menos en las circunstancias más frecuentes, sean
predominantes los valores democráticos. De otra manera, serían recurrentes nuevas
confrontaciones que busquen equilibrar el sistema donde en la constante búsqueda de este
equilibrio, cada parte trata a la otra en adversario.

Pero reconociendo que la vida social no puede concebirse sin el fluir de sus luchas. El
papel de la solidaridad no es suprimir la concurrencia de las tensiones, sino moderarla,
puesto que afectan a las condiciones generales y constantes de la vida social. Y la
realización de la paz y la democracia es un trabajo lento, tejiendo una red de lazos que
poco a poco se teje por sí sola y que hace de la solidaridad orgánica algo permanente. No
sostenemos que sea necesaria una legislación constrictiva que busque reducir la abstención,
Lo cierto es que esa falta de legitimidad de los procesos electorales no puede ser entendida
como una suma de voluntades individuales si no un malestar o deficiencia del sistema
democrático mismo.

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