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El Colegio de Mexico

Chapter Title: GÉNERO Y SALUD FEMENINA: UNA REVISIÓN DE LAS INVESTIGACIONES EN


MÉXICO
Chapter Author(s): Patricia Ravelo

Book Title: Las mujeres y la salud


Book Editor(s): Soledad González Montes
Published by: El Colegio de Mexico. (1995)
Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctv512s4d.11

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA: UNA REVISIÓN
DE LAS INVESTIGACIONES EN MÉXICO

Patricia Ravelo 1

INTRODUCCIÓN

El conocimiento de los procesos de salud/ enfermedad femenina


ha adquirido cada vez mayor importancia, no sólo en el medio
académico, en el diseño de políticas de salud y en los programas
de atención, .sino también en otros ámbitos relacionados con la
educación y con la divulgación de la información.
Los conocimientos generados por la actividad científica han
estado incorporándose muy lentamente a la enseñanza escolarizada.
a los programas de educación para la salud dirigidos al conjunto de
la población y a otras instancias de socialización informal. Por ello
es necesario producir materiales de divulgación que complementen
el conocimiento y la información que recibe la sociedad en general.
El trabajo que presento pretende cumplir con este propósito:
difundir los enfoques y perspectivas de los estudios sociales, prin-
cipalmente los de género, sobre la salud de las mujeres, no sólo
como se concebía tradicionalmen te (a partir de la reproducción Y.
de la medicina), sino de un conjunto de aspectos que incorporan
otras dimensiones como el trabajo y la sexualidad. 2

1 Socióloga, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores


en Antropología Social (CIESAS) del Distrito Federal.
2 Una versión preliminar de este artículo fue presentada en Ja Reunión
Latinoamericana de Antropología de Ja Mujer, organizada por el PIEM de El Colegio
de México en junio de 1990. La ponencia fue publicada posteriormente en la revista
Salud Problema (UAM·X, núm. 20, 1990) y sirvió de base para Ja elaboración del
trabajo final del Curso de Especialización en Estudios de la Mujer (PIEM, 1991·1992).
Contó con la asesoría de Ma. Luisa Tarrés, profesora del Centro de Estudios
Sociológicos y del PIEM.

1c:¡c:¡

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Para tener un panorama global de las principales áreas de


conocimiento sobre la salud de la mujer en México, se realizó una
exploración bibliográfica y se seleccionaron aquellos materiales
que mostraran las principales tendencias de los enfoques y pers-
pectivas de estudio. El objetivo de este trabajo consiste en presentar
un panorama general de los campos de conocimiento desarrolla-
dos desde la investigación social; busca articular las dimensiones
de género y salud femeninas al abordar principalmente los
trabajos referidos a México y en menor medida a América Latina
y otros países.
Si bien no todos los enfoques parten de alguna corriente
teórica del feminismo, muchos de ellos los ubico en el campo de los
estudios de género y feminismo desde disciplinas como la antropo-
logía, sociología, medicina social y psicología, principalmente.
La exposición del trabajo está organizada por las siguientes
áreas de estudio: salud reproductiva, salud mental, sexualidad,
salud ocupacional, morbilidad y mortalidad.

ALGUNAS CONSIDERACIONES EN TORNO A LA SALUD FEMENINA

Los aportes de algunas corrientes del feminismo son interesantes,


pues proponen como eje articulador el género en tanto condicio-
nante y determinante de los procesos de salud/ enfermedad/ muer-
te y resaltan las críticas al dominio de la visión masculina sobre casi
todas las dimensiones de la salud femenina. Éstas se expresan,
entre otras cosas, en políticas de salud y en políticas sexuales
sesgadas y discriminatorias (Millet, 1975; Vanee, 1989; Ehrenreich
y English, 1973; Basaglia, 1985; Burin, 1990; Teixeira, 1986; Loza-
no, 1989).3
Es importante señalar que el campo de conocimiento de la
enfermedad y la salud femenina (caracterizado por la hegemonía

3 Un ejemplo de estas políticas es la práctica de esterilización femenina que se


lleva a cabo por "voluntad" de las mujeres o bajo presión (considerando las
condiciones sociales en la opción reproductiva). Por ello es común que ante la falta
de opciones seguras, las mujeres, sobre todo trabajadoras, opten por la esteriliza-
ción, ya que les prometen "una vida sexual sin preocupaciones" (Barroso, 1986).

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del saber médico, a su vez hegemonizado por la perspectiva mas-


culina) ha sido recientemente explorado en México por las ciencias
sociales. A estos estudios se suman los aportes generados a partir
de las experiencias de los movimientos feministas, centrados en la
práctica militante, en proponer modelos alternativos de atención y
tratamiento desde la propia práctica femenina, en la sistematización
(aunque inicial) de este saber femenino. También están proponien-
do marcos teoricometodológic os que incorporen este saber, y una
visión crítica de cómo se ha conceptuado la salud de las mujeres y
cómo se tendrían que enfocar y resolver las enfermedades y el malestar
femenino. Sin embargo, existe una limitante de carácter teórico
(incluida la producción cualitativa y cuantitativa), pues falta impul-
sar más estudios teórico-empíricos, generar mayor información y
llevar efectivamente a la práctica de manera generalizada los cam-
bios en la conceptuación y atención de la salud femenina.
Los procesos de salud/ enfermedad femenina han sido aborda-
dos históricamente por la medicina como procesos patológicos o
enfermantes en sí mismos, e inherentes a las mismas mujeres. De
ahí el mito sobre la mujer hipocondriaca (Ehrenreich y English,
1973). Mucho se ha escrito sobre la maternidad y la sexualidad
también con una serie de mitos (Horer, 1988; Leres, 1987). Tan
sólo en la filosofía, el pensamiento dicotómico concibe a la mujer
como representante del mal (Hierro, 1991; · Maffía, 1991) y la
enfermedad, mientras que el hombre representa el bien, la salud
(Ehrenreich y English, 1973). Suponemos que e.sta misma visión
puede producirse y reproducirse también en las prácticas y saberes
populares que se extienden hacia casi toda la sociedad, incluidos
en ocasiones hasta los propios sujetos femeninos.
Los enfoques feministas o de corte especializado en estudios
de género surgen a mediados de los setenta en México y tienen su
principal efervescencia durante los ochenta. Uno de sus principa-
les aportes es la contrucción de categorías de análisis sobre la salud
femenina que incidan en el reconocimiento de un campo específi-
co de conocimiento.4

4 Castro y Bronfman llegan a la conclusión de que a partir de la relación erttre


la teoría feminista y la sociologfa médica, se está construyendo un nuevo tipo de cono-
cimiento, sea nuevo o reconceptuador del conocimiento actual, pero que está plan-

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Hay que destacar que la producción teórica generada sobre el


estudio del proceso salud/ enfermedad femenina plantea distintas
posiciones ideológicas y teóricas, pero con un común denomina-
dor: el cuestionamiento a la eficacia de las prácticas médicas
científicas, al grado de llegar a proponer la recuperación de las
pqícticas médicas alternativas (Menéndez, 1983).
Esto ha sido bastante evidente en el caso de los grupos de
mujeres organizadas en tomo a la defensa de la salud, que han
impulsado una serie de planteamientos, acciones y proyectos alter-
nativos de (auto)gestión en salud desde una mirada feminista.5
Asimismo cabe reconocer que el estudio de la problemática de
la salud de las mujeres ya ha tenido algunos avances en diversas
áreas de conocimiento, específicamente desde el feminismo, en sus
distintas corrientes de pensamiento, y en general en las áreas de
estudios de la mujer. En éstas se han abordado una gama de aspectos
tanto en el plano de la denuncia como de la acción, y de la
conceptuación teórico-metodológica (Burin, 1990; Lozano, 1989 y
1987; Goodrich et al., 1989; Castro y Bronfman, 1993). Sin embar-
go, en México los datos empíricos producto de investigaciones son
aún incipientes.
En México, las ciencias de la salud, en particular algunas áreas
de la medicina como la ginecología, la obstetricia, la nutrición y la
salud pública, entre otras, exploran perspectivas distintas impulsa-
das muchas de ellas en la práctica tanto por grupos de mujeres
como por feministas. En estas nuevas visiones se está reformulando

teando nuevos paradigmas en el pensamiento científico tanto de los procesos de


salud/ enfermedad, como en el saber médico y las prácticas médicas. Señalan que
una de las contribuciones de la teoría feminista en este campo es la insistencia en
prciblematizar los conceptos mismos de salud y enfermedad.
5 En la revisión preliminar que realicé sobre la produccción generada en tomo
a la salud de la mujer desde la perspectiva social, destaco varios de estos aspectos
referidos a los grupos organizados de manera independiente y a las áreas de
estudio encontradas (Ravelo, 1990). Igualmente cabe señalar un estudio realiza-
do en 1986 por Maricarmen Elú, sobre la involucración de los organismos de mu-
jeres én las acciones de salud, en el cual participamos con M. Loya. Registramos
más de 60 organizaciones de mujeres regionales y nacionales' que en sus programas
contemplan acciones en salud. Faltaría agregar las organizaciones o grupos creados
en los siguien~s años, al calor de la discusión de la mortalidad materna y de la
violencia hacia las mujeres (véase d Anexo 1).

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la conceptuación psicosocial del cuerpo femenino, que ha sido


permanentemente "psiquiatrizado" y "cosificado", como veremos.
La_ concepción de la salud de la mujer a partir del modelo
médico hegemónico, 6 se basa en el modelo biológico, el cual
plantea la diferencia sexual principalmente por la funcionalidad
reproductiva. La crítica realizada al modelo médico desde posicio-
nes feministas con énfasis en el área ginecobstétrica, conduce a
interesantes reflexiones e interrogantes. La salud femenina ¿puede
ser entendida como un conjunto de procesos genéricos diferencia-
les, donde la dicotomía sana/ enferma se pueda sustituir por otros
conceptos de salud que reflejen otro modelo de concebir estos pro-
cesos, que conformen a su vez una cultura de la salud femenina?,
¿se podría hablar de una ideología alternativa en esta cultura de la
salud?, y ¿cuáles serían los espacios de subalternidad o hegemo-
nía de esta cultura de la salud femenina? ¿sería únicamente la salud
reproductiva la que hace la diferencia en la salud genérica o hay
otras áreas de la salud donde encontramos esta diferenda?
El supuesto del cual parto es que los procesos de salud, enfer-
medad y muerte son procesos sociales, determinados a su vez por
otros procesos sociales, biológicos y psicológicos que significan el
deterioro, disminución o eliminación de las capacidades de desa-
rrollo físico y mental y pueden conducir a la aparición de moles-
tias, enfermedades y/ o muerte, y/ o al desgaste y envejecimiento
prematuros del cuerpo.
En el caso de las mujeres estos procesos de salud (molestias,
enfermedades, cansancio y estrés, entre otros), adquieren algunas
particularidades dado que el género, como señalaba, es un elemen-
to que evidencia aspectos diferenciales importantes.
Como punto de partida cabe señalar que los sujetos femeninos
viven condiciones y situaciones de salud menos favorables por
estar inmersos en una sociedad donde la reproducción, la sexuali-
dad y en general la salud han estado dominadas por el saber
médico hegemónico masculino. Éste es un aspecto importante a
considerar. Igualmente, hay que destacar que la mayoría de las

li Este modelo es caracterizado por Menéndez como biologista, individuali1-


ta, ahistórico, asocial, mercantilista y de eficacia pragmática (en Basaglia y otros,
1978: 15).

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actividades productivas realizadas por las mujeres están y han


estado sujetas a determinadas condiciones de género conformadas
principalmente, en este caso, por la división sexual del trabajo que
se manifiesta, entre otras cosas, en procesos de segregación ocupa-
cional y discriminación salarial. En otro sentido, el conocimiento
de la salud femenina generado desde las propias mujeres reconoce,
reforrhula y propone problematizar y profundizar el estudio de
áreas específicas de la salud femenina a la luz de los planteamientos
de autonomía y autogestión.

SALUD REPRODUCTIVA

Es interesante destacar los enfoques históricos sobre la salud feme-


nina a partir del estudio de las ideas médicas. Ehrenreich y English
(1973), quienes estudiaron el periodo 1865-1920 referido a la
sociedad norteamericana, sostienen que la primera contribución
de las ideas médicas a la ideología sexista fue haber descrito a la
mujer como enferma. La menstruación, por ejemplo, es vista como
un desorden crónico y la menopausia como una enfermedad, igual
'que el embarazo. Esta visión de la mujer-enferma se apoya también
en una serie de tabús, principalmente sobre la menstruación y el
posparto. De este modo, la reproducción constituye una de las áreas
principales donde, según estas autoras, se expresan todas las caras de
la ideología sexista, pues el médico desde entonces es quien con-
trola "legalmente" los abortos y la contracepción,7 mientras que hasta

7 Es importante señalar la relevancia asignada a la salud femenina en algunos


estudios desde la perspectiva historiográfica. Varios de ellos van en la lútea de
profundizar en el estudio sobre la relación mujer/medicina/socieda d (Ehrenreich
y English, 1973; Nash, 1984). La salud femenina y la opinión médica tienen tal
trascendencia que hasta han sido determinantes para configurar cierto prototipo
de mujer. Se ha comprobado hasta qué punto estaban difundidas las concepciones
misóginas acerca de la naturaleza y tipificación de la mujer halladas en los
escritos médicos ingleses del siglo XII (Smith, cit. en Nash, 1984: 29). También se
critica la visión biologista y misógina que ha predominado en el saber y la práctica
médica (Blerier, 1985). En el siglo XIX, ias reacciones médicas ante los problemas
nerviosos de la mujer son indicadoras del comportamiento de la época frente a
la enfermedad y a la sexualidad en general, y a la identidad sexual femenina en
particular. Estas reacciones médicas diferenciaban el diagnóstico y el tratamiento

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 205

la época moderna, en muchas sociedades, las mujeres que practi-


can el aborto son acusadas y castigadas.
El estudio del control de la natalidad, la sexualidad y la salud
femeninas ha sido un bloque temático importante en la historia de
la mujer y en la historia social. Su relevancia es tal que hasta se
propone la conformación de una nueva periodicidad de la historia
sobre la base de los cambios importantes en la demografía y la
práctica sexual (Nash, 1984: 29).
Varios estudios realizados en México han enfocado la salud de
la mujer como categoría poblacional y en función de los programas
de planificación familiar. Existen, sin embargo, otros enfoques que
incorporan a los sujetos femeninos en cuanto grupos poblaciona-
les con características particulares. Esta perspectiva de la salud
reproductiva se ha extendido notablemente. Los estudios de pobla-
ción, realizados principalmente desde la demografía, se han dedi-
cado a las características de la población femenina, 8 privilegiando
variables sociodemográficas tales como los niveles de fecundidad,
la nupcialidad y la anticoncepción, entre otros. Pero en años
recientes han aparecido trabajos que incorporan ~tros ejes de análisis,
como la "unidad familiar", para explicar los procesos de reproduc-
ción social. Incorporan los ciclos vitales y plantean la unidad
doméstica como una unidad de producción y consumo (De Oliveira

entre hombres y mujeres, pues panfan de la idea de que la causa y cura,p.ón de


muchos trastornos físicos de las mujeres era la matriz. No consideraban que la mala
salud entre las mujeres ("las enfermedades de moda") era una válvula de
escape frente a las obligaciones de la cama y la cocina (Wood en Nash, 1984), es
decir, frente a los papeles femeninos que esa época les asignaba socialmente.
11 La expansión de la población mexicana hasta la década de los setenta,
impulsó el desarrollo de importantes líneas de investigación demográfica en distin-
tas instituciones, como el Centro de Estudios Económicos y Demográficos del
Colegio de México, fundado en 1964; el Instituto de Investigaciones Sociales de la
UNAM; e instituciones privadas como la Fundación de Estudios de la Población, A.C.,
creado en 1965, que asumió el proyecto de planificación familiar del país en la
década de los setenta; el Instituto Mexicano de Estudios Sociales, A.C., fundado en
1960, especializado en temas de familia y religión (Unes, 1989: 10). Para quienes
estén interesadas( os) en los estudios de población, tanto de aspectos demográficos
como de planificación familiar en México, Unes (1989) realizó una exhaustiva
revisión de 500 referencias bibliográficas que abarcan el periodo 1968-1982.

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y Salles, 1989; García y De Oliveira, 1982; Peña Saint y Gamboa,


1988; Zuñiga et al., 1986).
El estudio de los comportamientos reproductivos relacionados
con factores socioculturales ha sido una importante línea de inves-
tigación que se ha impulsado casi desde todas las áreas disciplina-
rias. Una de las perspectivas teóricas se inscribe en el análisis del
papel reservado a la mujer en los procesos de reproducción social a
fin de explicar su condición subordinada (Selva, 1991). Desde el
enfoque médico también se ha considerado la sithación vital de las
mujeres en relación con el estado emocional que se genera durante
el embarazo, predominando una interpretación biológica que in-
corpora factores sociales (González et al., 1991).
El enfoque antropológico y sociológico médico-social ha teni-
do también importantes aportes. Propone el análisis de los proce-
sos de salud/ enfermedad/muert e articulando estos procesos en la
dimensión económica-social e ideológica-política. Esta perspectiva
está incursionando en temas fundamentales como la mortalidad
materna y la reproducdón social. Sugiere construir modelos de
investigación sobre la mortalidad diferencial (incluida la mortali-
dad etárea) a partir de los determinantes histórico-sociales de clase
social y género, aunque se consideran otros más globales como la
crisis socioeconómica, el impacto de los servicios de salud y el de
las políticas de salud (Menéndez, 1988 y 1989; Salazar, 1988;
Bronfman y Tuirán, 1984).
En cuanto a los estudios sobre embarazo, parto, puerperio y
crianza, existen varias investigaciones antropológicas y sociológi-
cas que se han realizado en comunidades rurales, semirurales,
urbanas y semiurbanas. La mayoría de estos estudios analizan las
prácticas tradicionales, su relación con la medicina científica y
las repercusiones en la salud reproductiva, incluida la salud infantil
(Osario, 1988; Zalla et al., 1988; Castro et al., 1991). En estos
estudios es interesante el reconocimiento de una "cultura médica-
materna" frente a la morbilidad infantil (Osario, 1988).
Asimismo, los_ procesos reproductivos se abordan de manera
directa e indirecta en la antropología a través del estudio de las
prácticas de las parteras empíricas, el papel de la madre, de
otras figuras femeninas y de las curanderas( os) en el cuidado
del embarazo, el parto y el posparto. Igualmente se analizan 101

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aspectos tradicionales y modernos de estos procesos y la participa-


ción de las mujeres en los mismos (Leiter, 1982; Keller y Huerta,
1976; Kelly, 1955; INI, 1985; Elú, 1990; Freyermuth, 1990; Móde-
na, 1990; Galante et al., 1988; Guadarrama y Piedrasanta, 1988;
Marcos, 1989). En Hidalgotitlán, Veracruz, por ejemplo, Módena
(1990: 126-137) encontró en el primer nivel de atención que tanto
el parto como la salud familiar forman parte de la esfera de acción
femenina. Las mujeres han mantenido el control de este espacio, a
la vez que mantienen su papel tradicional de curadoras.
Dentro del cambio en la salud reproductiva, la lactancia cons-
tituye otro de los aspectos que han despertado interés. Destaca en
este sentido el estudio de la relación de la lactancia con el trabajo
asalariado, el doméstico, las prácticas hospitalarias y los conoci-
mientos y prácticas de salud materno-infantil, para determinar
algunas de las causas que influyen en el abandono de la lactancia.
El aporte principal de estas investigaciones es que analizan los
efectos de la lactancia sobre las mujeres lactantes, rompiendo con
el enfoque que privilegia sus implicaciones para la vida del hijo
(Pérez-Gil, 1988; Ysunza, 1988; Salas, 1991; Cardad, 1988).
Es importante señalar que durante la década de los setenta las
antropólogas feministas se planteaban inyestigaciones y teorizacio-
nes para discutir el origen de la opresión femenina. Todas ellas
lo ubicaban en la expresión máxima de la diferencia biológica: la
maternidad. A partir de estos conceptos se genera una nueva
ronda de debate "naturaleza versus cultura" (Lamas, 1986: 178-
182). Creo que este ha sido uno de los terrenos más debatidos
dentro de estas corrientes, tanto en relación con la maternidad
biológica como con la social. No me detendré en estos debates
pues sería materia de un trabajo completo. Únicamente señalaré
de manera sintética, aunque parezca simple, que en esta discusión
se definen dos posiciones: una que señala los problemas de la
maternidad, incluida la crítica a la ideología dominante y al discur-
so médico; y la otra, resalta los aspectos positivos de esta experien-
cia femenina (Badinter, 1981; Tubert, 1991; Langer, 1980).
De la misma manera, la crítica al uso indiscriminado de anti-
conceptivos y a los programas de planificación familiar ha sido
tema de denuncia feminista y objeto de estudio (Hiriart, 1986;
García, 1990; De Barbieri, 1990; Deliens y Camus, 1986; Barroso,

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1986; Cardad, 1988; Llnes, 1989). En publicaciones feministas .se


hace una crítica a la ginecología dominante y se propone, además,
otra manera de hacer ginecología (Mainero, 1984; Colectivo de
Mujeres dé Boston, 1979; CIDHAL, 1982; Elías, 1984).
Dentro de esta área hay estudios sobre aborto y SIDA, así como
otros referidos a prácticas sexuales que trataremos más adelante.
Para concluir, es importante señalar que, por lo que se refiere a
esta área de la salud femenina, se están construyendo algunos
enfoques que rescatan líneas de investigación sobre cuerpo y
sexualidad, e identidad y subjetividad femeninas, como veremos
enseguida.

SALUD MENTAL

Es importante señalar que históricamente la salud de las mujeres


ha sido asociada a la reproducción, mientras que todas las funcio-
nes femeninas fueron identificadas como inherentemente enfer-
mas (Ehrenreich y English, 1973). En ese sentido, la salud mental
es otra de las áreas donde se manifiesta esta visión de lo femenino.
Si bien esta concepción tiene su origen en el modelo médico
hegemónico, sus bases de sustentación derivan principalmente de
las teorías psicoanalíticas, que han abundado sobre lo femenino en
relación con las envidias y carencias respecto del "otro" -lo mascu-
lino (Delgueil, 1989).9
La salud mental femenina, de&de la construcción de género,
representa una dimensión amplia en cuanto articula otras dimen-
siones como la sexualidad, la maternidad, la reproducción, el
trabajo y la enfermedad, entre otras.

!I Delgueil ( 1989) recorre de una manera clara los fundamentos de la teoría


psicoanalftica en relación con lo femenino y con algunas de las polémicas suscitadas
en Europa hasta la década de los setenta. Destaca la visión de la mujer integrada al
discurso masculino, desde Freud hasta Lacan, que piensan la sexualidad femenina
como subordinada y construida a partir de la envidia del pene y la supremacía del
falo. Aborda también la visión "disidente" de las voces femeninas que reivindican
otra visión de la mujer. Se refiere a Hellen Deutsch, Melanie Klein y Karen Homey,
entre otras.

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 209

Ya hemos señalado que el saber que se desprende de la expe-


riencia femenina no ha sido el hegemónico, y que domina la
"psiquiatrización" de la salud de las mujeres y en general del
cuerpo femenino. Esta psiquiatrización tiende a definir a las muje-
res como enfermas o locas. En la literatura feminista y en los
estudios de género destacan los enfoques que ponen en cues-
tión este modelo ideológico que históricamente ha explicado y
definido a las mujeres como locas (manifiestas o latentes), como indivi-
duos con comportamientos "raros" (perturbados) y desviados
(anormales) o como grupos que tienden a reproducir trastornos psi-
copatológicos (Burin, 1990 y 1987; Basaglia, 1985; Douglas, 1984).
Franca Basaglia ha desarrollado una propuesta conceptual
importante para la comprensión de la salud mental de la mujer. Su
enfoque parte de caracterizar la condición femenina por la subor-
dinación y la opresión. El concepto central de esta propuesta es el
cuerpo con el cual la mujer ha sido identificada, y del cual se
desprenden una serie de cuestiones: maternidad, contracepción,
aborto, sexualidad, lesbianismo, violación y estupro. Las diferencias
biológicas entre los sexos, según esta autora, han sido converti-
das en desigualdad social, legitimada por el poder ( 1985: 15-20).
En este marco Basaglia ubica la relación entre el disturbio
psíquico y la rigidez de las reglas de comportamiento femenino (pre-
juicios de orden moral). El problema de la locura estaría dado en
gran medida por el reducido margen de error de comportamiento
que se le concede a la mujer y por su confinamiento al ámbito
doméstico. La premisa que sienta para entender un primer nivel
de opresión de las mujeres es que "el denominador común consiste
en haber nacido mujer dentro de una cultura en la que este hecho
es, per se, un menosprecio" (1985: 34).
Las nociones que desarrolla para entender el contexto en el
que se manifiesta la locura son: la mujer como naturaleza, la mujer
como cuerpo-para-otros y la mujer madre sin madre. Estas tres carac-
terísticas que para ella conforman la condición femenina, indican
claramente la ausencia de una alternativa dialéctica: la mujer es
naturaleza prefabricada o no es mujer, es cuerpo-para-otros o no
es cuerpo, acepta su condición de ser madre sin madre o deja de
existir, todo lo cual ha impedido a la mujer ser reconocida como
sujeto histórico-social. De este modo, pasividad, desdoblamiento,

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210 LAS MUJERES Y LA SALUD

disponibilidad, son parte de su "naturaleza" y corresponden al


ideal de salud mental para la mujer ( 1985: 4 7). La propuesta
de Basaglia es invertir los términos en los que por definición se
considera "enferma" a la mujer, y tratar de entender, no sólo
interpretar, el fenómeno de la "locura" como un producto históri-
co-social ( 1985: 56 ).
Otro aporte interesante desde los estudios de la mujer es la
dimensión del cuerpo como unidad de análisis, bajo el concepto
de "cuerpo vivido". Aida Aisenson (1981) señala que el cuerpo fue
considerado tradicionalmente en tanto que materia, lo opuesto al
alma, y sólo en relación con ésta era definido. El cuerpo en tanto
existencia era visto como el factor individualizador que nos con-
vierte en una particular "presencia en el mundo". Por el contrario,
en la fenomenología, el "cuerpo" y el "espíritu" pasaron a ser
elementos constituyentes de una misma vida humana integrada. A
su vez, la psicología logra una conceptuación muy interesante al
retomar la vivencia del propio cuerpo: "El cuerpo es y el cuerpo es
sentido, y esto último constituye un punto capital". Es más que un
ente natural, es un ente humano (Aisenson, 1981: 283).
De esta manera, el cuerpo empezó a ser conceptuado a partir
de su relación con el mundo vivido. El existencialismo, entre otras
filosofías, reconoció los diversos planos del cuerpo, como cuerpo-
conciencia y como cuerpo-persona. Además, se tenía que entender
al cuerpo simultáneamente como sujeto y objeto, conciencia y no
conciencia.
Las dimensiones en el nivel humano (infraestructura, econo-
mía, superestructuras psicológicas y sociológicas), en la medida
que son determinantes en la conformación del cuerpo vivido,
muestran las diferencias particulares entre el cuerpo vivo (objeto-ser
biológico) y el cuerpo vivido (sujeto-ser histórico). El primero sólo
se relaciona en el plano biológico, como materia físico-química, y
el segundo se relaciona a través de la experiencia vital. Este úl-
timo punto ha sido desarrollado por varias corrientes del feminismo,
siendo una de las precursoras Simone de Beauvoir.
Al tratar la experiencia vivida, nos introducimos en otros
planos como el de la subjetividad femenina, ampliamente aborda-
da por Mabel Burin (1987, 1990) y el equipo de trabajo que ha
participado en varios talleres de "Reflexión sobre Mujeres y Psico-

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 211

fármacos", realizados en Argentina y otros países. Con la exposi-


ción de la propuesta teórica de esta autora sobre la subjetividad
femenina y el malestar de las mujeres, concluiré este pequeño
esbozo sobre salud mental.
Uno de los ejes de análisis en el planteamiento de Mabel Burin
para la conceptuación de la salud mental, es que la subjetividad
femenina configura los deseos y las posibilidades de transforma-
ción de esos deseos, de validar el deseo hostil y los deseos múlti-
ples. Cuestiona la reducción de los deseos amorosos a los deseos
maternales, y la realización de los deseos de trabajo en el trabajo
doméstico, en el trabajo maternal y en sus extensiones en formas
laborales extradomésticas. Los deseos inciden sobre los mismos de-
seos en tanto son representaciones culturales acerca de las mujeres.
De este modo vemos que la subjetividad en tanto estructura
valorativa de la identidad femenina no podrá considerarse aisla-
damente, sino como parte constitutiva del cuerpo vivido y de
la sexualidad. También en el terreno de la vida cotidiana se localizan
elementos que pueden llegar a romper con ella misma, con su con-
tinuidad. Tales elementos son expresados cuando se toma conciencia
de la vida cotidiana, y se manifiestan en la salud mental de las
mujeres a través de síntomas, expresiones de malestar, de protesta
sobre las condiciones de vida, etcétera.
Uno de los aportes importantes de Mabel Burin en este sentido
es que subraya la especificidad de la salud mental de las mujeres a
partir de la construcción de género. Destaca la situación de conflicto
como uno de los determinantes clave. A la vez propone la partici-
pación de las mujeres en este campo para ejercitar prácticas que
sean favorables a su salud mental:

Cada vez encontramos mayor énfasis en criterios referidos a la flexi-


bilidad en lugar de la rigidez en la organización psíquica, a la
creatividad en lugar de la repetición en cuanto a los modos de
realización de intereses, a la participación comunitaria, o en grupos
diversos, que al individualismo y al aislamiento, como modos de
acción y participación social. Esto se relaciona con la consideración
de un sujeto psíquico que, en su misma constitución, es un sujeto
social... Hay que lograr que los conflictos no se estereotipen bajo la
forma de enfermedad, sino que conserven su estado dinámico, su
movilidad y flexibilidad. Hemos hallado que las situaciones de crisis

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212 LAS MUJERFS Y LA SALUD

constituyen estados favorables para lograr tal movilidad. Es por ello


que en nuestro estudio otorgamos un énfasis tan particular a las crisis
vitales de las mujeres (Burin, 1987: 4143).

En este marco Burin introduce como una categoría de análisis


la noción de malestar, que no se encuentra en la dualidad salud/ en-
fermedad, pues este concepto no refrenda la clásica diferenciación
"sano/enfermo", "normal/patológico". El esquema teórico-crítico
de Burin sugiere que las áreas que deben estudiarse, pues
involucran la especificidad de lo femenino, son la maternidad,
la sexualidad y el trabajo femenino. Enfatiza al mismo tiempo la
importancia de feminizar las teorías y prácticas vigentes en salud
mental, y hasta las técnicas que por tradición han sido diseñadas
desde la perspectiva masculina. Esto significa incorporar la perspectiva
de las mismas mujeres sobre sus condiciones de salud y sus modos de
enfermar, incluyendo la de las mujeres profesionales y terapeutas. 10
Los aportes de Burin son amplios y se apoyan sobre una base
teórica y empírica, y creo que tendrían que ser retomados por
quienes nos preocupamos por abordar la salud mental femenina
desde la perspectiva de género, para incidir en cambios favorables
tanto dentro de las prácticas y concepciones institucionales, como
en las propias relaciones de género y en la producción teórica.
Coincido con Mabel Burin en cuanto a que la salud mental
femenina no tiene aún el lugar que merece, si bien se han hecho
avances sustanciales en la descripción de cuadros psicopatológicos

10 Las psicoterapias feministas son, sin lugar a dudas, innovaciones importan-


tes. El modelo de tratamiento centra su atención en las qutjas de las mujeres no
como cuestiones insignificantes, ni como producto de las culpas, sino ligadas a la
diferencia sexual. Por ello se señala que las nociones sociológicas de papel femenino
y de género son clave para abordar las problemática mental de otra manera. La
mujer, por ejemplo, toma conocimiento de sus síntomas como un signo de una
forma de vida que ella no puede aguantar más; no se le alienta a soportar
matrimonios malsanos y peligrosos e incluso se considera que la ira de las mujeres
necesita ser reconocida, validada y confirmada culturalmente, pues se deriva de su
papel subordinado en una sociedad cuyo sistema relacional descansa sobre la
desigualdad sociocultural. Es en el contexto en el que la ira como sentimiento se
inhibe, que se crean conflictos entre el desarrollo femenino y las actuales exigencias
culturales, lo que puede generar angustia y otros trastornos (Goodrich et al., 1989;
Kaplan et al, 1990; Reale et al., 1990).

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 213

tradicionales de las mujeres (histerias, fobias y depresiones, princi-


palmente) porque se están incorporando causas de orden socio-
cultural, tales como las formas de socialización temprana de las
niñas, la represión ejercida sobre la sexualidad femenina, las prác-
ticas sociales relativas a la maternidad y sus consecuencias y los
trastornos psíquicos derivados de los ideales culturales patriarca-
les. Por ejemplo, se conoce poco sobre el alcoholismo femenino y
sus consecuencias, así como sobre los problemas que viven las
mujeres esposas de alcohólicos y los trastornos o conflictos provo-
cados por la vivencia de estas situaciones. Pocos estudios toman en
cuenta, por ejemplo, el maltrato a estas mujeres y los graves
trastornos psiquiátricos que por ello padecen (Duarte, 1986; Jimé-
nez, 1985; Ravelo, 1991).
En México, estudios realizados por el equipo de antropología
médica del CIESAS han encontrado datos sobre la ingesta de alcohol
en mujeres, incluso de grupos infantiles, que suponen un incre-
mento de hábitos cultÜrales de alcoholización femenina (Menén-
dez, 1983; Ravelo, 1988a). Estos estudios sugieren que existe una
producción y reproducción de los patrones de comportamiento
alcohólico masculino entre las mujeres, de los cuales el maltrato a
menores realizado por mujeres es un claro ejemplo. El hallazgo,
reiterado por varios estudios, de que la mujer consume menos
bebidas alcohólicas que el hombre (Zubieta, 1988), va unido al
hecho de que la alcoholización femenina muestra tendencias cada
vez más elevadas en general, y en particular en los grupos infantiles
y juveniles.
Otros estudios describen las características del alcoholismo
femenino e incorporan el uso de psicofármacos. Se considera
incluso el alcoholismo femenino como una patología reveladora, a
la que no se le ha dado la importancia debida, a pesar de que existe
"crueldad" contra la mujer que bebe y las medidas de rehabilita-
ción para las mujeres alcohólicas son deficientes (Matrajt y Arbet-
man, 1990).
La mayoría de los estudios sobre salud mental referidos a México
han explorado una diversidad de aspectos relacionados a hábitos
sociales y culturales, trabajo, organización social, vida cotidiana,
etcétera. Sin embargo, aún son escasas las investigaciones sobre los
efectos del trabajo asalariado y doméstico en la salud mental.

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214 LAS MUJERES Y LA SALUD

principalmente el stress y la fatiga mental que generan las condicio-


nes en las que se realizan el trabajo femenino y la doble jornada,
como veremos más adelante. Además, falta profundizar ejes teóri-
cos, conceptuales y metodológicos. Esto evidentemente presenta
algunas dificultades, porque el campo de estudio de la salud
mental es vasto y especializado.

SEXUALIDAD

Este campo constituye, igual que el de la maternidad, otro de los


más debatidos dentro del pensamiento feminista. Tales debates se
han sustentado desde un principio en las obras de De Beauvoir
(1987), Freud (1968) y Langer (1980), entre otras. Desde la perspec-
tiva de género, la discusión tiene como punto de partida la crítica
al enfoque dominante que explica la sexualidad principalmente
con base en la reproducción biológica sin considerar la dimensión
psicológica y social. Sobre esta base se plantea un nuevo modelo de
relación sexual y de conceptuación de la sexualidad femenina
(Ehrenfeld, 1989). Otro punto de debate que se incorpora poste-
riormente en el feminismo es la contradicción que aparece en el
marco de las diferencias de clase y de etnia entre las mujeres
(Lamas, 1986; Lagarde, 1990). Es decir, la identidad femenina, que
incluye evidentemente la sexualidad, puede tener explicaciones
particulares y complejas a partir de su historicidad (Riquer, 1989).
Es en este marco que varias de las experiencias de discusión y
acción colectiva de grupos de mujeres reivindican el derecho de
apropiación del cuerpo y el respeto a las nuevas formas de acerca-
miento erótico: lesbianismo, homosexualidad, bisexualidad (Hi-
riart y Ortega, 1987; Chasseguet, 1977; Catalá, 1983). Al mismo
tiempo, estudios como el de Figueroa y Rivera (1993) demuestran
que para la población de varias regiones del país, el tema de la
sexualidad sigue centrado en las relaciones sexuales y continúa
siendo abordado en un sentido biologista y sexista, sin que las
mujeres logren tener un completo control sobre su cuerpo.
Por otra parte, un estudio antropológico realizado en una
comunidad indígena de Puebla (Nauzontla), encontró una serie de
procesos míticos y rituales ligados a una "cultura del cuerpo

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 215

femenino", que reconoce la diferencia y conceptúa la sexualidad


como el eje de una serie de procesos de apropiación y producción
simbólica de género y etnia. En esta comunidad la sexualidad
adquiere un valor distinto para cada grupo genérico: en el caso de
las niñas debe negarse públicamente el conocimiento acerca de ella,
mientras que los niños deben afirmarlo (Castañeda, 1993). La
virginidad y la menarquia también tienen un significado social y
cultural importante en el grupo étnico estudiado, en el que la
menarquia es vista como el fin de la infancia (Castañeda, 1993).
Este tipo de estudios significa un gran aporte pues rescata
las prácticas reales y simbólicas de culturas específicas, así como la
relación sociedad-naturaleza, lo que nos permite aproximarnos
a una antropología del cuerpo femenino. Pero si bien la investiga-
ción social en este campo es aún incipiente en México, cabe señalar
que dentro del feminismo ya se están investigando, denunciando y
proponiendo soluciones a algunos problemas educativos sobre la
menstruación (Hiriart, Meza y Pérez, 1985) y la sexualidad (crnHAL,
1982; Mujeres para el Diálogo y Regsamuni, s./f.). La sexualidad
es sin duda un área compleja, con múltiples dimensiones. Con
respecto a una de ellas, la referida a las políticas sexuales, el feminis-
mo está proponiendo una reformulación que reivindica el placer
erótico y la diferencia genérica (Vanee, 1989; Millet, 1975).

SALUD OCUPACIONAL

Es importante destacar que en México la investigación sobre salud


ocupacional femenina, desde la perspectiva de género, está en su
etapa inicial. Sin embargo, ya hay algunos avances. De los trabajos
revisados destacan los estudios realizados en dos grupos ocupacio-
nales: obreras industriales y trabajadoras del sector servicios, aun-
que ya empiezan a investigarse problemas de salud en grupos de
mujeres campesinas e indígenas.
De las investigaciones realizadas en grupos de obreras, resal-
tan las relativas a la industria maquiladora. Ésta, como sabemos, se
caracteriza por absorber fuerza de trabajo femenina, aunqu~ las
tasas de ocupación masculina han estado aumentando en los últimos
años. Es notable la preocupación y el interés por el estudio de la

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216 LAS Ml!JERES Y LA SALUD

salud de la mujer ocupada en esta rama dirigida a la exportación,


debido a que los daños a la salud son en parte irreparables y se
manifiestan de diversas maneras, fundamentalm ente en el desgas-
te y el envejecimiento prematuros, y en un nuevo perfil patológico
de la mujer obrera. Si bien son pocos los enfoques de género, es
un avance importante que las especificidades de la salud en el
trabajo femenino estén siendo estudiadas desde la sociología,
la antropología, la medicina social, la salud pública y la economía.
Dentro de la corriente de los estudios sociológicos y económi-
cos, la salud no es precisamente el problema central de la investi-
gación. Las repercusiones de las condiciones de trabajo en la salud
femenina se estudian a partir del análisis social y económico de la
fuerza de trabajo femenina en esta industria (Carrillo y Hernández,
1986; Barrera, 1990).
Existe otro grupo de trabajos impulsados por la medicina
social a partir de la metodología del "modelo obrero", que identi-
fica las cargas laborales en los procesos de trabajo. Su principal eje
es el patrón de desgaste, que destaca la incidencia de enfermeda-
des relacionadas con la carga psíquica y la tensión (Márquez y
Romero, 1988).
A estos estudios podemos agregar los aportes de las investiga-
ciones sobre riesgos reproductivos en mujeres de la industria
maquiladora de exportación, desde un enfoque de antropolo-
gía médica (Denman, 1988), o de la medicina social (Freyermuth,
1986 ). Ambos privilegian el estudio de los efectos en los procesos
de reproducción; fijan la atención particularment e en el producto
y, de manera colateral, en las mujeres. 11 Asimismo, encontramos
dos estudios que describen la situación laboral, sindical y familiar
de las obreras a partir de testimonios e historias de vida, con un
enfoque ·antropológico (Arenal, 1986; Iglesias, 1985 ). En estas
descripciones aparecen los procesos de salud/ enfermedad articu-
lados a los procesos de explotación característicos de esta rama

11 En los estudios sobre salud de la mttjer trabajadora, según Denman (1992),


hay un consenso respecto a la importancia de los problemas relacionados con el
embarazo y su producto, esto es: aborto, premadurez, bajo peso al nacer, anomalías
congénitas y mortalidad perinatal y materna.

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 217

industrial. Incorporan además categorías genéricas como la subor-


dinación y el hostigamiento.
Cabe señalar que es principalmente en el norte del país donde
están impulsándose estudios sobre diversos aspectos de la salud
de las obreras de las maquiladoras. Las líneas de investigación que
más destacan son las referidas a las condiciones de trabajo, el
proceso de trabajo, los factores de riesgo, los procesos de desgaste
y los procesos de explotación. Cabe mencionar también una inves-
tigación realizada en la Maquiladora RCA, de Ciudad Juárez, con
389 trabajadoras, que desde una perspectiva médica-epidemiológi-
ca estudia el proceso de salud/ enfermedad. Si bien este estudio
tiene como marco referencial un enfoque de medicina social, no
logra ese objetivo porque predomina el enfoque biológico. Sin
embargo, ofrece interesantes resultados sobre las condiciones en
las que laboran estas obreras y cómo repercuten en su salud.
Dentro de los perfiles de morbilidad destacan las enfermedades
respiratorias, las gastritis, la anemia, la neurosis y las várices, entre
otras (Palomares, 1985).
Además, también empiezan a estudiarse los problemas deriva-
dos de la contaminación industrial y de la reglamentación sobre el
medio ambiente. Estas líneas de investigación son impulsadas
principalmente en las zonas fronterizas del país, caracterizadas por
el_amplio desarrollo de la industria maquiladora de exportación.
Al conjunto de estos trabajos s'e le conoce como "estudios en salud
fronteriza" (Hathaway, 1990; Segovia, 1990).
En nuestra revisión encontramos otro conjunto de estudios
referidos a las costureras del Sindicato "19 de Septiembre". Tres de
ellos combinan la perspectiva antropológica, la médica y la de género.
El estudio de Sánchez (1989) rescata la sintomatología en el desa-
rrollo de la enfermedad a partir de la historia personal de' cada
obrera, teniendo como universo de estudio un grupo de 25 costu-
reras.
Otro estudio aborda el trabajo asalariado como causa de
abandono de la lactancia a partir de entrevistas a profundidad con
cinco mujeres. Este es un estudio que contribuye al conocimiento
de los cambios generados en la lactancia por el trabajo asalariado.
Son interesantes los hallazgos, pues si bien la mayoría de las
entrevistadas opinó que una de las causas de abandono de la

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218 LAS MUJERES Y LA SALUD

lactancia es no tener tiempo por el trabajo, otras manifestaron que


éste se debe a la deformación del cuerpo (y en particular de los
senos), al hech'?i de que son amas de casa "flojas" y porque el
gobierno no hace nada por cambiar el régimen de amamantar
(Salas, 1991 ).
Por otra parte, mi propia investigación sobre las costureras
destaca las. principales molestias y enfermedades que padecen,
varias de ellas relacionadas con el exceso de trabajo y la fatiga
laboral característica en ,esta rama debido a la sobrexplotación.
Este estudio encontró que la enfermedad a veces es utilizada por
las obreras como una estrategia para recuperarse del cansancio
físico y mental. El estudio también reveló interesantes cuestiona-
mientos de la visión dominante sobre la salud femenina, y final-
mente propone algunas estrategias de solución a los problemas de
salud, como el control sobre los ritmos del trabajo y la automedi-
cación.
Otro estudio aborda desde la psicología, la relación mente-
cuerpo entre las costureras. A través de técnicas de trabajo grupal
analiza las manifestaciones somáticas de siete costureras que vivie-
ron la experiencia de los terremotos de 1985 en la ciudad de
México. Con base en los ejercicios gestálicos, e1ste estudio (Sánchez,
1989) pretendió proporcionar un conocimiento del cuerpo, pero
no del cuerpo enfermo ni somatizado, sino del cuerpo de mujer
que habla de su sexualidad.
Otras investigaciones que se están impulsando desde la prácti-
ca de la medicina social también rescatan la experiencia obrera
pero a partir de la metodología del modelo obrero. Además, hacen
una reconstrucción de las condiciones de trabajo y sus repercusio-
nes en la salud, con el objetivo de que las mujeres de esta industria,
agrupadas en un sindicato, lleven a cabo acciones de prevención
en materia de seguridad e higiene (Alvear, Ríos y Villegas, 1988).
Este estudio, que abarca una serie de aspectos laborales y tiene la
intención de perfilar un patrón de desgaste, encontró que los
daños a la salud se manifiestan a través de una serie de afecciones
producidas por estrés o tensión nerviosa.
Otro estudio realizado desde la antropología física en costure-
ras domiciliarias y fabriles de Mérida, Yucatán, hace un análisis
sociodemográfico de una población abierta, teniendo como uni-

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 219

dad de análisis la unidad doméstica y no la unidad obrera, aunque


ambas esferas se consideran indisolubles. 12
Entre los estudios realizados con mujeres ob·reras, hay que
mencionar uno sobre las repercusiones de la doble jornada y la
jornada doméstica en la salud de grupos de obreras, campesinas y
alfareras del estado de Jalisco (Oribe y Ramírez, 1988). Este estudio
plantea rebasar el ámbito reproductivo e involucrar 'los daños a la
salud de la mujer partiendo de la noción de que la mujer es un
individuo psicobiológico, de ahí que para sus autores el trabajo
femenino contribuya a explicar los daños a la salud. Encuentra que
lai; amas de casa tienen mayores problemas de salud que las
asalariadas, sugiriendo que probablemente el trabajo doméstico
influye en el deterioro mental de la mujer (ibid., 1988: 12-13).
Entre las investigaciones acerca de la salud de las trabajadoras
del sector servicios, encontramos varias realizadas con las trabaja-
doras o por ellas mismas, a través de sus organizaciones y corrien-
tes sindicales. Se ha estudiado la salud y el trabajo secretarial en la
Universidad Autónoma Metropolitana (Rangel et al., 1988) y de las
operadoras de Telmex. En esta empresa se reporta que el estrés y
la fatiga visual son los padecimientos más comunes por el uso de
nueva tecnología (STRM-Línea Democrática "22 de abril", 1987;
Del Villar, 1988). Además, en el Primer Encuentro de Trabajadoras
Asalariadas ( 1987), al que asistieron trabajadoras de las maquila-
~doras, costureras y obreras de otras industrias, hubo ponencias de
m~jeres de varias dependencias de gobierno, que denunciaron los
problemas de salud generados por la reconversión o moderniza-
ción en los centros de trabajo, como es el caso del Servicio Civil de
Carrera. Estos problemas de salud derivan sobre todo de la tensión
que provoca el mayor control sobre el trabajo.
Para el sector de trabajadoras asalariadas encontramos tam-
bién una investigación en medicina social de la Universidad Autó-

12 El proyecto global de esta investigación realizada en el Centro Regional de


Yucatán del INAH se titula "Estrategias familiares de vida y salud en los hogares de las
obreras de la industria del vestido en Mérida, Yucatán". Pretende analizar la situación
de la salud de las obreras a través de entrevistas, técnicas antropométricas e
indicadores de salud, elaborando un patrón de población "bien nutrida" (Peña y
Gamboa, 1988).

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220 LAS MUJERES Y LA SALUD

noma Metropolitana-Xochimilco, sobre las taquilleras del Metro


(Sistema de Transporte Colectivo) de la ciudad de México, cuyo eje
de análisis es la relación salud-doble jornada (asalariada y do-
méstica), registrando una relación directa entre morbilidad
general e intensidad del trabajo doméstico (Garduño y Rodrí-
guez, 1990).
Por otra parte, es interesante que ya se esté estudiando la salud
de las trabajadoras domésticas y la de las amas de casa (Uribe y
Ramírez, 1988, 1989; Goldsmith, 1984; De Francisco, 1986), aun-
que habría que hacer más estudios comparativos. Éstos analizan la
fecundidad por grupos ocupacionales, encontrando que las amas
de casa muestran las cifras más altas de embarazos terminados en
abortos, más del doble que entre las enfermeras, secretarias y
maestras (Uribe y Ramírez, 1989: 2). Otros estudios de Uribe
y Ramírez y su equipo de la Facultad de Medicina de la Universidad
de Guadalajara son resultado de un proyecto amplio que han
estado realizando sobre salud femenina y salud en distintos secto-
res de trabajadoras y amas de casa residentes en Guadalajara. El
estudio que iniciaron en 1989 es de corte transversal y descriptivo,
y comprende cuatro grupos de mujeres: enfermeras, maestras,
secretarias y amas de casa (Ramírez et al., 1991 ).
Estos autores también han levantado encuestas y entrevistas en
dos grupos poblacionales de mujeres, uno rural y otro urbano,
para identificar los problemas de salud más frecuentes y establecer
las diferencias y similitudes entre ambas poblaciones (Ramírez et
al., 1991 ). En este estudio encontraron mejores condiciones sani-
tarias e indicadores sociodemográficos más favorables para las
mujeres de la zona urbana con respecto a la zona rural, lo que abre
una importante línea de investigación respecto a la salud diferen-
cial entre grupos poblacionales del mismo género.
La salud de las mujeres que trabajan en el campo no ha sido
tan estudiada como la de los sectores que trabajan en la industria
y servicios. Sin embargo, ya se están planteando investigaciones
que tratan la relación entre trabajo asalariado rural y enfermeda-
des ocupacionales (Barrón, 1991); la salud mental de grupos de
mujeres del Istmo de Oaxaca, la mayoría ocupada en actividades
comerciales (Guerrero, 1988); y las experiencias de promoción de
la salud femenina en el medio rural (Angulo, 1988; Uribe y

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 221

Ramírez, 1991 ). Pero no hemos encontrado investigaciones sobre


la salud de las mujeres que pertenecen a grupos indígenas y que
tienen ocupaciones específicas, como artesanas o productoras
agropecuarias.
Es importante señalar que los daños y riesgos a la salud, así
como las principales alteraciones de la mujer trabajadora y las
repercusiones diferenciales de la salud de la mujer en el trabajo
(Barrientos, 1988) son aspectos contemplados en casi todos los
estudios (Barrientos, 1986; y los ya citados).
Si bien en México aún no se ha profundizado enla discusión
teórica sobre la salud de la mujer en el trabajo, dentro de la
antropología y la investigación social en general, comienzan a
realizarse esfuerzos en esa dirección (Peña San Martín, 1988;
Teixeira, 1986; Ravelo, 1986; Garduño et al., 1991; Bressani, 1988).
En general, se podría decir que los materiales que he revisado
sobre la relación salud/trabajo/mujer varían poco en cuanto a líneas
de investigación y problemáticas estudiadas. La mayoría tratan los
riesgos a la salud en el trabajo en las áreas de reproducción y salud
mental principalmente. Pese a que la mayoría se han centrado en
los aspectos reproductivos, incluidos los ginecobstétricos, no se ha
desarrollado lo suficiente este campo de conocimiento a partir de
la visión de las experiencias de las mujeres. Creo que se ha descui-
dado o abandonado, en términos de análisis, este campo tan
importante para la vida y el cuerpo femenino, sobre todo en lo que
se refiere a la teoría, a la atención de la concepción sobre la salud
que tienen las mujeres en la dimensión del trabajo y la construc-
ción de una epidemiología sociocultural, junto con la prevención
y solución a los problemas de salud de las mujeres trabajadoras.
Otra área por desarrollar se refiere al estudio de la sexualidad
en relación con el trabajo femenino, desde perspectivas que no se
limiten a considerar las prácticas sexuales con base en el estudio
del uso de anticonceptivos entre mujeres trabajadoras.
Quisiera destacar ahora algunos estudios realizados desde
otras realidades sociales, que presentan interesantes líneas de in-
vestigación, así como los aportes teóricos que registran los princi-
pales puntos de debate en este campo de conocimiento.
Ellen M. Hall (1990) presenta un análisis de las condiciones so-
ciales del trabajo y sus efectos psicosociales en grupos de mujeres

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222 LAS Ml!JERES Y LA SALUD

que se emplean y otras que sólo son amas de casaP Su concepto


central es el control del trabajo para mostrar los efectos de éste
sobre la salud. Su indicador principal es la diferencia entre los
sexos, por lo que aborda población masculina y femenina y compa-
ra el nivel de prevalencia de las enfermedades, considerando la
salud física y mental. A partir de varios indicadores para detectar
la presencia y nivel de depresión, encontró que las mujeres sin
empleo presentan tres veces más casos de depresión. También
encontró un 33% con enfermedades psicosociales severas, produc-
to de la intensidad del tral>ajo, la tensión mental, los problemas del
trabajo/ casa y otros factores más, relacionados con la educación y
el sexo.
La autora sostiene que los patrones de enfermedad son dife-
rentes para hombres y mujeres. Estos estudios indican que la vida
de trabajo tiene un impacto mayor sobre la salud mental y física de
las mujeres con respecto a los hombres, debido a las diferencias
ps~cológicas, genéticas y de estilos de vida. El stress en la vida de
las mujeres es más diverso y difuso que en la experiencia masculi-
na, por lo que se sugiere hacer más investigación sobre el ciclo de
vida y las experiencias de género, para poder fundamentar deman-
das sobre el trabajo doméstico.
Otros estudios más enfocados al campo de la reproducción
analizan las consecuencias del trabajo sobre las mujeres embaraza-
das, para proponer algunos programas de prevención en los lugares
de trabajo. Parten del hecho de que cada vez son más las mujeres
que trabajan durante sus periodos de embarazo y que se conocen
poco los efectos del trabajo sobre estos procesos, tanto para la
salud de las embarazadas como para la del feto (Ghamberlain,
1984). 14

1:l Esta autora compiló una serie de trabajos realizados en Thejohns Hopkins
University y otras instituciones gubernamentales de salud de los Estados Unidos,
sobre los efectos del trabajo "invisible" y "visible" en la salud de grupos de mujeres
suecas.
14 Los trabajos compilados por Geoffrey Chamberlain ( 1984) son producto de
una conferencia angloamericana realizada en 1983, organizada por la Royal Society
of Medicine de Londres. Aborda esta problemática desde disciplinas como la
obstetricia, la epidemiología, la patología, la toxicología y la salud ocupacional,
entre otras.

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 223

Ann Oakley sostiene que las madres siempre han trabajado y


que hay que considerar los problemas y conflictos que se suscitan
en la maternidad, lo cual desde hace años ha sido motivo de
debate. Esto evidentemente se relaciona con la concepción que se
tiene sobre la maternidad, los roles madre/padre y el rol de la
mujer en la casa y el trabajo. Oakley hace una serie de considera-
ciones acerca de la te-0ría de las privaciones maternales, de los
efectos del trabajo de las mujeres sobre los hijos desde su gestación
y, viceversa, la influencia de los hijos sobre el trabajo de las madres.
Concluye señalando la necesidad de investigar más las consecuen-
cias. del trabajo para los hijos, las madres y padres. Es interesante
destacar que encontró que quienes cuidan a los hijos mientras las
madres trabajan son los padres y las abuelas, lo que demuestra el
cambio en los roles masculino/femenino, y que aún no está resuel-
to el problema del cuidado de los hijos por parte del gobierno, la
familia y las mujeres (Chamberlain, 1984).
El conjunto de los trabajos compilados por Chamberlain
(1984) se centra en el estudio de los riesgos reproductivos y su
aporte principal es que algunos incorporan y combinan la dimen-
sión cultural, legal y médica para explicar aspectos de la ocupación,
la familia y los servicios de atención a las mujeres embarazadas.
No se quedan únicamente con la explicación biológica y propo-
nen discutir líneas de investigación que recojan los proble-
mas y conflictos que viven las mujeres embarazadas cuando
trabajan.
Otro estudio clásico es el de Vilma R. Hunt ( 1975 ). Este estudio
se centra en los riesgos reproductivos, ergonómicos, físicos, quími-
cos y biológicos, pero incorpora otras consideraciones como las
legales, históricas y demográficas. Si bien su perspectiva es médica,
aborda el análisis histórico de la participación de las mujeres en el
desarrollo económico y las ocupaciones que han tenido. Este trabajo es
pionero. Tiene el mérito de plantear los procesos de fertilidad,
esterilidad, menstruación, nutrición y otros procesos de salud
femenina relacionados con el trabajo. Plantea también algunos
aspectos de la reproducción masculina como un factor que influye
en la reproducción femenina. Destaca que la exposición a factores
tóxicos, además de afectar los procesos mencionados, puede pro-
vocar dolores de cabeza, nauseas, vómito y un conjunto de síntomas

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224 LAS Ml(JERES Y LA SALUD

de enfermedades psicogénicas. El stress es la enfermedad más intensa


y común entre las trabajadoras. Igualmente aborda otros proble-
mas, como los efectos del fumar en las mujeres trabajadoras,
encontrando un incremento del tabaquismo en las más jóve-
nes. Correlaciona el ingreso al trabajo desde temprana edad con
fumar, y critica el que en los estudios epidemiológicos no se haya
investigado este problema.
Un problema central que plantea esta autora es la inexistencia
de datos sobre mortalit'lad femenina en la industria y las conse-
cuencias que el trabajo en la industria tiene sobre la reproducción:
los abortos espontáneos, el bajo peso al nacer, la muerte fetal y
neonatal, las deformaciones congénitas, etc. Evidentemente tam-
bién los tóxicos afectan la reproducción masculina, pero la perspec-
tiva epidemiológica que domina este estudio aborda los problemas
de salud ocupacional en las mujeres trabajadoras, en particular
entre las más jóvenes, pues son quienes están mayormente expues-
tas a los riesgos en la reproducción.
Respecto a los estudios realizados en México, encontramos
una investigación exploratoria realizada por De Oliveira y García
(1992) con base en cien entrevistas a profundidad realizadas en
tres ciudades del país. Estas autoras hacen una crítica a los enfo-
ques que sostienen que la participación económica femenina lleva
por sí sola a una autonomía y poder que permiten lograr cambios
en la conducta reproductiva. Su estrategia metodológica es la
construcción de "tipos" para captar las diferencias y los matices en
las vivencias de la maternidad. Este estudio está en una línea
similar a la de Ann Oakley, pues privilegia la experiencia de la
maternidad en las mujeres. Entre sus hallazgos está que las mujeres
que trabajan viven la maternidad con ambivalencias en un importante
número de situaciones, lo que problematiza la crianza de los hijos.
Jussara Teixeira (1986: 5), por su parte, constató un abandono
relativo de las formas extremas de considerar la problemática
femenina y el problema de la salud de la mujer: por un lado, el
enfoque de la lucha entre los sexos y por otro el que reduce todo
al marco de la lucha de clases. También critica esta autora que se
reduzca el problema de la mujer al proceso de reproducción
biológica, privilegiando el tema de la planificación familiar, con lo
que las estrategias de atención se encaminan a controlar la amena-

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 225

za de explosión demográfica, en lugar de resolver las enfermeda-


des que se gestan en las relaciones familia/sociedad/producción.
Teixeira cuestiona que no se reconozca la estructura anatómica de
la mujer, su fisiología y la psicología, que se construyen en el medio
en que nace, se desarrolla y muere, como condicionantes genéricos
de los procesos enfermantes y de las posibilidades de su atención.
Las especificidades femeninas, el hecho de que la mujer esté sujeta
a presiones psicológicas de discriminación, remuneración menor
o inestabilidad en el trabajo por las posibilidades de embarazo, y
aún las reconocidas alteraciones cíclicas asociadas a la menstrua-
ción, forman un marco de incidencia diferente del proceso enferman-
te del hombre (1986: 6-7, subrayado nuestro).
En la mayoría de las publicaciones de Teixeira se aprecia una
fuerte inclinación hacia la perspectiva de género aunque no lo
explicite. La propuesta teórica de la autora es abordar el estado de
salud a partir de los riesgos y características específicas del trabajo
de la mujer (1989). Dentro de este marco de especificidades feme-
ninas, es importante considerar precisamente que el problema de
la segregación es característico del trabajo industrial. Tal segrega-
ción -según Peña y Gettman-Peña, de la Escuela de Trabajo Social
de la Universidad de Austin, Texas- ocurre en las ocupaciones
donde existen diferencias o desigualdades en habilidades, estatus
y salario (1984: 3). En estas ocupaciones, por lo general el control
de la administración, la gerencia y otros puestos de poder (como
los llamados "de confianza", otorgados a los supervisores y jefes de
producción), están mayormente ocupados por hombres.
Vale decir que no han cambiado las relaciones de poder,
manteniéndose la hegemonía del "mando" masculino de la produc-
ción, aunque no se excluya totalmente a la mujer. Fernández Kelly
-citada por estas autoras- encontró que las trabajadoras están
subordinadas a las órdenes de supervisores masculinos. Tales
relaciones de poder patriarcal son un aspecto importante de la
división del trabajo, junto con el trato diferencial a la mujer en
términos del nivel salarial, así como las actitudes y la exposición a
los peligros para la salud. Esto puede crear problemas de salud
mental (Nash y Kelly, en Peña y Gettman-Peña, 1984).
De acuerdo con estas autoras, la estratificación sexual y la
segregación ocupacional de la mujer tienen sus repercusiones

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226 LAS Ml1JERES Y LA SALUD

principalmente en la disparidad de salarios, puesto que el trabajo


femenino es menos valorado y pagado que el del hombre. La mujer
obrera es más susceptible de ser explotada por diversos mecanis-
mos, como el alargamiento de su jornada laboral, el descuento
sistemático de días, vacaciones, descansos, etc. (Nieva y Gutek, en
Peña y Gettman-Peña, 1984).
Otro problema importante que afecta la salud de las mujeres
trabajadoras es el hostigamiento sexual, tema poco estudiado
(Iglesias, 1985; Peña y Gettman-Peña, 1984). Morse y Furst repor-
tan que las mujeres que sufren hostigamiento exhiben desórdenes
o trastornos psicológicos y condiciones de stress, que se manifiestan
como úlceras, dolores de cabeza, migrañas e hipertensión (Morse
y Furst, en Peña y Gettman-Peña, 1984), además de la propensión
a padecer trastornos de salud mental. "... Brodkly conceptualiza el
hostigamiento como una demostración de dominación y control
en tanto guarda al subordinado tenso y ansioso" (Brodkly, en Peña
y Gettman-Peña, 1984).
Este fenómeno se produce cotidianamente entre aquellas tra-
bajadoras más favorecidas físicamente y que no son complacientes
con los supervisores. Toda esta situación la viven la mayoría de las
obreras debido. a que en el trabajo cuenta mucho el físico femenino
y la imagen sexual.
Del mismo modo, cabe subrayar que la productividad exigida
por las industrias donde hay un uso intensificado de la fuerza de
trabajo, como es el caso de la industria maquiladora, sin duda
produce situaciones de stress y fatiga que -como dice Iglesias
(1985)- son pocas veces reconocidas por los empresarios o incluso
por las mismas obreras. 15 Muchas de las tensiones expresadas a
través del "miedo" y el "odio" a los regaños de los supervisores
-según nos dice Iglesias (1985)-, se relacionan con el sistema de
vigilancia en las fábricas.

15 Timio (1979: 82) señala que el ambiente de trabajo puede estar cargado de
situaciones productoras de stress. Entre los estímulos de corta duración menciona:
la sobrecarga de trabajo que debe ejecutarse en una fracción de tiempo limitada; la
confusión y distracción determinadas por rumores, luces, fl.ash, hacinamiento del
ambiente de trabajo; el temor de no hacer bien y en el tiempo debido el trabajo,

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 227

Varios estudios enfocan la problemática del stress relacionada


con la dinámica social del trabajo. Igualmente han encontrado que
la repetición, la falta de control sobre el ritmo de trabajo, la
descalificación y el cambio de turnos, están ligados a problemas de
salud mental. Así, Levine y Scotch (en Peña y Gettman-Peña, 1984)
encontraron que la monotonía está asociada a una declinación en
la satisfacción del trabajo y un incremento en las enfermedades
psicosomáticas.
En ese sentido, cabe mencionar la información que aporta una
publicación de la Oficina Panamericana de Salud: en la industria
textil -donde se concentran grandes cantidades de mujeres en
Latinoamérica-, se reporta que es habitual que el ruido produzca
alteraciones cardiocirculatorias, hipersecreción e hiperacidez gás-
trica, neurosis y modificaciones endócrinas. En las obreras de esta
industria se han encontrado psiconeurosis invalidantes, psiconeu-
rosis leves y neurosis graves invalidantes. El calor excesivo produce
sensación de fatiga, cansancio y hasta colapso circulatorio. En las
trabajadoras puede favorecer la aparición de várices y en algu-
nas puede ser causa de aborto (Epelman, en OPS, 1985: 159). Vale
la pena subrayar que el dolor de cabeza, una de las afecciones más
comunes entre las obreras, puede influir en la intensidad del
cansancio, de la tensión y en los accidentes de trabajo.
Uno de los factores de alto riesgo en la industria es la intensi-
dad en el ritmo de trabajo, a través del trabajo monótono y
repetitivo que puede provocar, entre otras afecciones, cansancio
mental y físico, tensión nerviosa, ansiedad, stress y dolor de cabeza
(Ravelo, 1992). A su vez, la tensión ocasionada por el trabajo se
manifiesta en neurosis, ansiedad, úlcera gástrica y duodenal y otras
enfermedades (OPS, 1985).
Para terminar, sólo me resta señalar la importancia de impul-
sar estos estudios en México, donde no se ha prestado la atención
debida a la salud ocupacional femenina, que como hemos visto es

de quedar expuestos a críticas, de incurrir en peligros físicos. Los estímulos


productores de stress de larga duración que enumera .son: la inseguridad de
mantener el propio trabajo; la atención prolongada; el sentimiento de aislamiento
que puede encontrarse en las cadenas de montaje; la organización del tipo de
trabajo: ritmos, controles, destajo, extraordinario, etcétera.

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228 LAS MUJERES Y LA SALUD

compleja, ya que se relaciona no sólo con el ámbito laboral, sino


también con la vida social en su conjunto. En ese sentido es
igualmente importante rescatar las voces de las mujeres cuando
hacen planteos ideológicos, políticos y sociales con respecto a su
salud, su cuerpo y su sexualidad.

MORBILIDAD Y MORTALIDAD

La morbilidad y mortalidad femenina tienen dos características:


una relacionada con los procesos reproductivos y concebida espe-
cíficamente como femenina, y otra que podría considerarse como
consecuencia de los procesos de salud/enfermedad y de otros
factores socioculturales, que en el caso de las mujeres adquiere
dimensiones particulares.
En México, el estudio de la morbilidad y mortalidad femenina
no ha sido suficientemente desarrollado y únicamente hay trabajos
exploratorios o aproximativos. Quizá uno de los aportes sustancia-
les sea que se ha generado una considerable producción estadística
en los últimos ocho años y han sido las mujeres del sector salud
quienes han impulsado la recolección de este tipo de informa-
ción, que pese a sus deficiencias (por subregistro, incapacidad
técnica y metodológica, etc.), es importante considerar (Programa
Nacional Mujer y Salud, Pronamusa, 1984, 1985 y 1988; Progra-
ma Nacional Mujer, Salud y Desarrollo, 1990 y 1992). Igualmente
hay que señalar que continúan desarrollándose los estudios de
caso, sea para grupos femeninos con características específicas, o
de enfermedades; pero escasean los estudios sobre muerte femeni-
na, tema sobre el cual sólo hay algunos trabajos y datos imprecisos.
Los elementos conformadores de la identidad de género que
inciden sobre la salud se relacionan con la calidad de vida, inclui-
dos el trabajo, los servicios de salud y seguridad social; la
educación, y en general las condiciones de vida; así como con
la significación ideológica y cultural de la sexualidad, el cuerpo, la
maternidad y los procesos de salud/ enfermedad/muerte. Al mis-
mo tiempo, las políticas sexuales con respecto a la enfermedad y la
salud expresan el hecho de que los sujetos masculinos y femeninos
viven, enferman y mueren de distinta manera. En efecto, la distri-

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GtNERO Y SALUD FEMENINA 229

bución de las enfermedades, el acceso a los servicios médicos, la


atención a la salud, las condiciones de salud y trabajo, y la manera
como se perciben estos aspectos, son distintas para hombres y
mujeres.
Las mujeres viven más años y reproducen a la especie humana,
mientras que los hombres mueren antes y trabajan más años por
ingresos monetarios. Cada sexo muere de distinta manera,
por causas y condiciones diversas. La muerte de recién nacidos
varones es mayor que la femenina y su esperanza de vida es menor.
Las mujeres pueden morir durante el embarazo, el parto, el puer-
perio, o por interrupción del embarazo. También son quienes
mueren más por violencia sexual, pero los hombres, en sentido
amplio, mueren más por violencia en general. Tenemos que consi-
derar que la agresividad y la violencia tradicionalmente han forma-
do parte de los patrones de comportamiento masculino, relaciona-
dos en parte con los trabajos que realizan estos sujetos, ya que el
estrés laboral es uno de. los factores que según V. Hunt (1975)
produce actitudes violentas. Por ello, se podría considerar esta
violencia como violencia estructural.
Los procesos de salud/enfermedad y muerte conllevan una
serie de interrogantes sobre los modos de vivir y morir de cada género.
En este pequeño esbozo voy a presentar un panorama general
sobre la situación de estos procesos, destacando los datos más sobre-
salientes para las mujeres, teniendo presente las limitaciones de
la información por las consideraciones ya expuestas respecto a la
visión que predomina de "la mujer enferma".

Morbilidad

La mayoría de los estudios sobre el tema que nos ocupa plantean


algunas consideraciones teórico-metodológicas de importancia,
pero adolecen de escasez de información derivada de investigación
empírica. Sus enfoques se centran en los riesgos que enfrentan las
mujeres debido a las situaciones específicas que viven, tanto a nivel
micro como macrosocial. Consideran dimensiones tales como el
ciclo vital y su relación con otras variables sociodemográficas; la
participación en el mercado laboral; la crisis socioeconómica; las
políticas sexuales de salud y enfermedad, etcétera. En estos estu-

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230 LAS MUJERES Y LA SALUD

dios predomina una visión que separa las esferas de la vida social
en pública y privada. Pero a estas alturas resulta difícil pensar que
las relaciones sexuales corresponden enteramente a lo "privado",
cuando los cuerpos femeninos son controlados por las políticas
públicas.
Creo importante destacar algunas apreciaciones en el sentido
de diferenciar la salud genérica. El hecho de que las mujeres vivan
más que los hombres no significa que su calidad de vida sea
mejor. 16 Ellas enferman más y utilizan más los servicios de salud
que los hombres (Castro y Bronfman, 1993; Ramírez y Uribe,
1990). Ellas son quienes además cuidan la salud de los otros y de
la familia, lo que supone mantener también un espacio de poder y
control. Sin embargo, aquí valdría la pena preguntarnos ¿por qué
si las mujeres han tenido este control sobre la salud familiar, no lo
han tenido sobre su propia salud?, ¿son los elementos ideológicos

1ti Menéndez ( 1988) señala que Ja diferencia en la esperanza de vida al nacer,

de la mujer respecto del varón, ha aumentado 6.34 años entre 1930 y 1985. Esta
diferencia operaría en todos Jos grupos etáreos, y se incrementaría a partir de los
35 ai'ios de edad. Toda una serie de factores que afectan negativamente Ja salud de
la mujer (doble explotación, deficiente alimentación, ausencia de la presencia/sos-
tén de la figura paterna) supuestamente debieran tener consecuencias en el incre-
mento de Ja mortalidad femenina en relación con la del varón, pero no es así, y no
se cuenta con explicaciones específicas para Ja situación mexicana. Castro y Bronf-
man (1993) seiialan que si bien no existen explicaciones concluyentes sobre estas
diferencias, desde una perspectiva feminista se han propuesto diversas hipótesis,
que Verbrugge (en Castro y Bronfman, 1993) ha agrupado en cuatro categorías: a)
exposición diferencial a los riesgos; b) diferencias debidas a factores psicosociales;
c) diferencias debidas a un sesgo sexista por parte de los médicos y d) diferencias
de orden biológico (ésta es la de menor peso). Por su parte, Ramírez y Uribe (1990),
en su estudio sobre mortalidad de Ja mujer en Jalisco 1960-1980, encontraron que
esta diferencia por grupos de edad se ahonda al iniciar la edad productiva: en el
grupo de 30 a 34 años, el hombre presentó para 1980 un riesgo de muerte 58%
mayor en relación con las mujeres. Si bien no se cuenta con explicaciones precisas,
se ha sugerido que son los mayores índices de empleo en el hombre lo que lo expone
a una cantidad más alta de riesgos, puesto que es precisamente en Ja edad produc-
tiva donde se registran las diferencias. Estos autores piensan que el incremento de
la participación de la mujer en el trabajo remunerado supondría una homogeneiza-
ción de los riesgos y, por tanto, las tasas y porcentajes de defunción por sexo
tenderían a ser similares, pero hasta 1980 esto no había ocurrido, por lo que el
problema se debe investigar más a fondo.

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 231

los que han influido para que esto no ocurra?, ¿cuáles serían los
elementos que han imposibilitado esta apropiación?
Coincido con Menéndez cuando se cuestiona por qué hay una
"ausencia" no sólo del "padre" sino del varón en el proceso de
salud/enfermedad/atención a nivel de la familia/grupo doméstico
(Menéndez, 1990), problema que debiera estudiarse. Asimismo,
coincido con Castro y Bronfman ( 1993) cuando señalan la ambi-
valencia que existe en el hecho de que las mujeres enfermen con
mayor frecuencia en términos de salud mental, porque más que
recibir apoyo psicosocial ellas lo brindan; pero pareciera que la
capacidad de las mujeres (socialmente adquirida) para estable-
cer vínculos afectivos se estaría reflejando en la mayor esperanza
de vida femenina.
También cabe resaltar que los procesos de salud-enfermedad-
muerte son distintos entre las propias mujeres, según sean las
condiciones sociales, económicas y culturales en las que se encuen-
tren. Por ejemplo, el estudio realizado sobre la población femenina
del estado de Jalisco encontró que las mujeres que viven en zonas
rurales y urbanas presentan diferentes problemas de salud (Ramí-
rez et al., 1991). Estas diferencias se reflejan en la prevalencia de
varios padecimientos. Los de las mujeres de zonas rurales son
de carácter inespecífico (mareos, tos, fiebres), mientras que entre
las mujeres de zonas urbanas son más comunes la anemia y la
tendencia a la diabetes. Ramírez y Uribe (1991: 162) señalan que
esto se debe al acceso diferenciado a los servicios de salud.
En cuanto a la experiencia de la reproducción, cabe mencionar
que en Ocuituco, en el estado de Morelos, una comunidad
rural con un índice de marginación medio bajo, el embarazo es
vivido por las mujeres como el resultado fatal de ciertas circuns-
tancias a las que no son ajenos los representantes de la medicina
moderna, y es interpretado también como un medio para acceder
a otro fin: la salud. El embarazo, según estas mujeres, les evita las
hemorragias provocadas por el uso de anticonceptivos (Castro,
Bronfman y Loya, 1991).
Pasando al contexto de las ciudades, de acuerdo con la opinión
de las médicas que atienden el Centro de Desarrollo Integral de la
Mujer de la colonia Guerrero, en la Ciudad de México, existen
diferencias en las actitudes ante los embarazos entre las mujeres

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232 LAS Ml!JERFS Y LA SALUD

multíparas y las mujeres con pocos hijos. Entre las primeras el


embarazo no requiere ningún tipo de dedicación al cuerpo, mien-
tras que las mujeres con pocos hijos dedican más atención a cada
embarazo y recurren con mayor frecuencia a los servicios médicos
(Selva, 1991).

Morbilidad reproductiva

Me interesa resaltar en este contexto algunas consideraciones


vertidas en un estudio de corte médico realizado con mujeres em-
barazadas y con trastornos ginecológicos, que se atienden en el
Instituto Nacional de Perinatología (Inper). A partir de categorías
tales como "acontecimientos de vida", "respuestas de enfrenta-
miento al stress" y "estado emocional", este estudio explica los
elementos "significativos"· relacionados con el estado emocional de
las mujeres durante el embarazo y a raíz de padecer trastornos
ginecológicos (González et al., 1991). Según los autores, hay
dos grandes grupos de padecimientos que se han estudiado en el
área reproductiva: los padecimientos relacionados con la función
menstrual y los padecimientos relacionados con la fertilidad y la
gestación. En el primer grupo predominan los estudios relativos al
síndrome premenstrual y la dismenorrea. En el segundo grupo hay
varias posiciones controvertidas alrededor de la relación de la
presencia de trastornos emocionales durante el embarazo. Una de
ellas sostiene que el embarazo es un estado de bienestar psicológi-
co, mientras que otra afirma que en este periodo se presentan
muchos trastornos psiquiátricos. Las evidencias muestran, según
estos autores, que el embarazo es "una etapa de tensión y ansie-
dad", por lo que hay una interrelación entre stress y complicaciones
ginecobstétricas. Incluso algunos de estos estudios han encontrado
una relación entre alteración emocional y uso de servicios médicos
(González et al, 1991 ), por lo que sería interesante impulsar inves-
tigaciones sociales sobre los efectos de los servicios de salud en las
mujeres embarazadas, ya que -como señala García (1990)- cada
vez es mayor la necesidad de los servicios de salud por parte de
la población femenina en edad reproductiva.
Igualmente es interesante destacar cómo viven las mujeres sus
procesos de menstruación. Un estudio realizado con mujeres de

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 233

Nauzontla, Puebla, encontró que la experiencia de la primera


menstruación fue traumática para la mayoría de las mujeres adul-
tas entrevistadas, pues mostraban desconocimiento y temor
frente a lo que les iba a suceder, dado que el silencio es la forma
en que se las deja arribar al conocimiento de sí mismas. En esta
comunidad campesina e indígena las prácticas sexuales aparecen
asociadas a una parte de la patología femenina; la menstruación
y el embarazo son concebidos como enfermedades, y la virgini-
dad significa preservar la inocencia. Lo socialmente deseable
allí es que en el momento de la iniciación sexual la mujer sangre
profusamente y presente síntomas de enfermedad, pues así de-
mostrará que llegó totalmente virgen a esa relación (Castañeda,
1993).
Continuando con la sexualidad, un estudio con enfoque antro-
pológico, basado en la información generada por la Encuesta sobre
Determinantes de la Práctica Anticonceptiva en México (Edepam),
realizada en 1988 en tres regiones de la República Mexicana
(Noroeste, Bajío y Sureste), encontró que sólo 7% de las mujeres
respondió que la decisión sobre las relaciones sexuales debe ser
tomada por la mujer, contra 31 % que se inclina a pensar que esta
decisión debe tomarla el hombre. Los autores vinculan estos resul-
tados al hallazgo de que la toma de decisiones en torno al propio
cuerpo no recibe la misma valoración e importancia que se atribu-
ye a la relación sexual (Figueroa y Rivera, 1993). En vista de que
este estudio abarcó poblaciones heterogéneas en cuanto a sus
características socioeconómicas, demográficas y culturales, no
pueden generalizarse los resultados.

SIDA

Ya que estamos en el terreno de las relaciones sexuales, me interesa


resaltar uno de los padecimientos que han cimbrado a toda la
sociedad: el SIDA. Esta enfermedad implica valoraciones sociales y
morales sobre la sexualidad, lo que le imprime abordajes distintos
a su estudio. No basta con señalar las cantidades de mujeres
infectadas por SIDA, sino poner a discusión qué formas de ejercicio
de la sexualidad y las relaciones amorosas se pueden tener a
partir de este nuevo riesgo que pone en peligro la vida. Varios

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234 LAS Ml!JERF.S Y LA SALUD

estudios han evidenciado los alcances de este problema en los


terrenos ideológicos, sociales y culturales (PIEM, 1992).
Es importante mencionar que las mujeres constituyen un gru-
po de "alto riesgo", debido a que son infectadas y a su vez pueden
ser vía de infección sexual, sanguínea y perinatal (Valdespino et al.,
1992). Como señala Lozano ( 1992), por su papel de reproductoras,
las mujeres se ven doblemente implicadas: en sus propios cuerpos
y en los de su progenie.
Hasta 1990 se habían notificado 5 907 casos de SIDA en México,
de los cuales 837 correspondieron a mujeres (Valdespino et al.,
1992: 30). Al evolucionar la epidemia, la proporción de casos de
mujeres se ha incrementado: en 1987 aumentó 6% y en 1990, 16.
La proporción de casos de SIDA en México pasó de 16 hom-
bres por cada mujer enferma en 1987 (Pronamusa, 1988), a 5
hombres por cada mujer en 1990, lo cual rompe con la idea de que
ésta es una enfermedad homosexual; ahora se habla de una "hete-
rosexualización" de la transmisión del SIDA (Valdespino et al, 1992:
31). De acuerdo con Showalter (cit. en Barquet, 1992), quien
caracteriza esta situación como producto de la anarquía sexual del
fin de siglo y de las crisis de género, esta situación puede llevar a
una alianza entre feministas y homosexuales.
El problema de que la mayoría (63%) de los casos de SIDA en
mujeres corresponda a amas de casa (Valdespino et al., 1992: 31)
no .ha sido suficientemente estudiado, pues -como dice Lozano
( 1992)- sólo se las ha tratado como grupo vulnerable pero no se
habla de los cónyuges, ni de cómo inciden los estereótipos de com-
portamiento sexual en este aspecto del fenómeno. Tampoco ~e ha
tratado con profundidad el problema de que sean las mujeres
quienes en su mayoría cuiden a los enfermos de SIDA, como es el
caso de las enfermeras. 17 De la misma manera, hay que tener

17 Una investigación sobre personal de salud de un hospital del seguro social en


Chihuahua, el Hospital General Regional núm. 1, encontró que 73.84% del personal
que atiende a los enfermos de SIDA es femenino, en su mayoría enfermeras. En gene-
ral, el personal encuestado opina que la población en riesgo sigue siendo la homo-
sexual (62.56%) y sólo 7.17% considera a la población heterosexual. Lo importante
es que la mayoría conoce las medidas de seguridad en el mantjo de pacientes con
SIDA (93%), aunque continúan las actitudes de rechazo (Guerrero et al., 1991).

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 235

presente que la mayor parte (61%) de las enfermas de SIDA adquie-


ren la infección por transfusión sanguínea en hospitales, por
motivos obstétricos, quirúrgicos y traumáticos. La tercera parte de los
casos ocurrieron por contagio mediante relaciones heterosexuales
(Sepúlveda, 1989). Esto nos demuestra que el género le imprime
características específicas a la experiencia de las mujeres que
contraen esta enfermedad, por la manera como la adquieren y
como la viven.

Aborto

El aborto plantea un problema semejante. Según Lozano (1992), el


cuerpo y la sexualidad de la mujer pasan a formar parte directa de
un debate público en el que las categorías de "femineidad" son
definidas cultural e ideológicamente. Como lo señalábamos ante-
riormente, hay un control público del cuerpo femenino. La discu-
sión acerca de cómo debe abordarse el aborto ha sido permanente
en el feminismo por diversas razones coyunturales. El debate
que se produjo en México a partir de la propuesta legislativa
de despenalización en Chiapas, es ilustrativo. Como señala Tarrés
(1991): "Pareciera que en este tema el aborto, más claramente que
en otros, la consigna feminista de que lo privado es público, cobra
un sentido asombroso", pues más allá de las mujeres y feministas
que participan en el debate, en el escenario también intervienen
distintos actores radicales y conservadores, con argumentos de
tipo ético/jurídico/legal.
En ese sentido me parece importante resaltar la postura femi-
nista que propone fundamentar la despenalización del aborto a
partir de otro giro: no se trata de aborto, sino de interrupción del
embarazo (Lagarde, 1991; Cifrián et al, 1986). Esta visión me
parece interesante ya que centra la atención en el proceso que viven
las mujeres como sujetos y no en la tradicional visión que pondera
el aborto para referirse sólo al embrión, perspectiva en la que la
mujer queda como simple depositaria de aquél y de su proceso
(Lagarde, 1991: 40).
Existen dos tipos de aborto, el espontáneo y el inducido o
provocado. En el primero, las causas pueden ser naturales (de
tipo orgánico), externas (sociales, económicas, ecológicas y cultu-

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236 LAS MUJERES Y LA SALUD

rales) y maternas (ihcluye maternas-sociales, como la desnutrición


o el exceso de trabajo). El aborto es inducido cuando la mujer
decide voluntariament e interrumpir el embarazo, sea porque éste
no es deseado o porque se trata de un embarazo complicado
médicamente (Vilchis, 1991 ).
El aborto tiene varias modalidades: amenaza de aborto, aborto
terapéutico (por riesgos a la salud), aborto séptico (aborto infecta-
do), aborto ético (por violación y delito sexual), aborto incompleto
(la expulsión ~o es total), aborto consumado (expulsión de em-
brión y placenta), aborto eugenésico (por malformacione s del feto)
(Cifrián et al., 1986). A esta lista yo agregaría uno más: el aborto
iatrogénico, provocado por el sistema de salud.
La situación del aborto en México es alarmante. Según Vilchis
( 1991 ), actualmente el Instituto Mexicano del Seguro Social reco-
noce que se practican 700 mil abortos ilegales clandestinos anua-
les, colocándolo como la quinta causa de muerte materna. El
aborto además ocupaba entre el segundo y cuarto lugares, de
1984 a 1986, como causa de morbilidad hospitalaria, según regis-
tros de hospitales públicos y privadqs (Pronamusa, 1988).
La práctica ilegal de los abortos inducidos tiene importantes
complicacione s y riesgos para la salud. Puede generar laceracio-
nes y desgarros del cuello del útero, hemorragias internas, aborto
séptico y perforación uterina. Las condiciones de ilegalidad en las
que se lleva a cabo complican la situación, por lo que las femi-
nistas han dado mucha importancia a abordar el problema desde
el ámbito jurídico (Vilchis, 1991). Además, proponen construir
herramientas para una investigación/ acción epidemiológica del
problema de salud respecto al aborto, para que sean escuchadas las
voces femeninas en el diseño de políticas de salud dirigidas a
mujeres (Vilchis, 1991: 48). De ahí que entre las principales deman-
das del movimiento feminista estén la maternidad libre y voluntaria
y la despenalizació n del aborto.

Mortalidad materna

El aborto es una de las principales causas de la mortalidad mater-


na, con una clara tendencia al incremento: en 1988 de las 1 522
defunciones maternas, 128 correspondiero n. al aborto y en 1989

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 237

de 1 518 defunciones, 133 se debieron también a esta causa. 18 En


estos años el aborto ocupó el segundo lugar como causa de morta-
lidad materna. El primer lugar lo ocuparon las causas obstétricas
directas y el tercero las causas obstétricas indirectas. 19 La gravedad
del problema es evidente, pese a las limitaciones de la información
estadística. En efecto, hay que tomar con cierta reserva los datos
oficiales sobre aborto como causa de mortalidad, ya que existe un
gran porcentaje de muertes por abortos clandestinos que no están
registradas. Esta situación es similar a la que ocurre en el caso de
la violación.
La mortalidad materna tiene características importantes para
considerar en términos ideológicos y sociales. En primer lugar, me
interesa señalar que la mortalidad materna, en varios sentidos, no
afecta exclusivamente a los sujetos femeninos, dadas las implicacio-
nes que para las familias tiene la pérdida de estos sujetos. En
segundo lugar, es probable que algunas de las causas de mortali-
dad materna se puedan prevenir, sobre todo en el caso de las causas
obstétricas indirectas, algunas de las cuales se refieren al aborto.
Otras causas obstétricas directas (hemorragia en el embarazo y el
parto; toxemia en el embarazo; infecciones del aparato genitouni-
tario en el parto; parto obstruido y complicaciones del puerperio), tal
vez sean más difíciles de prevenir.2°
Si bien es cierto que han disminuido las tasas de mortalidad
materna, esta disminución no es muy considerable y por lo menos
en el caso del aborto, más bien aumentó. Ello amerita estudios
más profundos. Partir no sólo de las estadísticas oficiales sino de

18 1NEGl/s.5A, "Defunciones generales por causa, sexo y edad", Estados Unidos


Mexicanos, lista básica, 1989, cit. por Hartman, 1992.
rn Dirección General de Salud Materno Infantil (DGSMI), 1990, cit. en Ma. del
Carmen Elú, Doble jamada, 2 de octubre, 1990: 7.
20 Es importante destacar que la mortalidad materna ha sido también uno de
los problemas que preocupan al feminismo. La Red Mundial de Mujeres por los Derechos
Reproductivos y la Red de Salud de las Mujeres de América Latina y el Caribe
aseguran que en 1989 habfa más de 100 publicaciones sobre mujeres que dieron
información acerca de los problemas de la reproducción, particularmente de la
mortalidad materna. Esto es resultado de la campaña de difusión impulsada a partir
del 28 de mayo de 1987, fecha que fue declarada "Dfa de Acción por la Salud de la
Mujer". Estos grupos se plantearon la lucha permanente contra estas muertes, la mayo-
ría consideradas evitables (De la Fuente, M., Doble jornada, 7 de mayo, 1990: 5-6).

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238 LAS MUJERES Y LA SALUD

otras fuentes de informacion, utilizando otras herramientas meto-


dológicas, pues las actuales son deficientes.21
Pasando a otras causas de mortalidad femenina, me interesa
destacar los tumores malignos y la diabetes mellitus. Éstos se
encontraron registrados dentro de las diez pricipales causas de mor-
talidad general para las mujeres en 1989.22 Cabe señalar que en
1987 los tumores malignos ocuparon el primer lugar dentro de las
diez principales causas de mortalidad femenina entre los 25 y los
44 años; los accidentes ocuparon el segundo lugar; las enfermeda-
des del corazón el tercero, y las causas maternas el cuarto lugar.
En el caso de la mortalidad por cáncer, la incidencia es más
alta en la mujer. Según las estadísticas nacionales, en 1983 la tasa
de defunción por 100 000 habitantes fue de 37.7 para el género
masculino y de 44.0 para el femenino (Pronamusa, 1988). Esto se
relaciona con el hecho de que en las mujeres, sobre todo de edad
madura, aparecen con mayor frecuencia tumores malignos. Entre
las causas de mortalidad general los tumores malignos ocuparon
en las mujeres el segundo lugar y en los hombres el tercero
(Hartman, 1992).
En el grupo de mujeres jóvenes (20 a 44 años) los cánceres más
frecuentes como causales de muerte son en el cuello del útero y

21 Menéndez señala algunos problemas técnico-metodológicos que se deben


tener en cuenta en las investigaciones sobre mortalidad. Uno es la necesidad de que
entre investigadores y sector salud se establezcan cuáles son las "verdaderas" tasas
de mortalidad. Otro se refiere a los instrumentos de captación, a la calidad de la
información obtenida y a la profundidad de la misma. El tercer punto es un "falso
problema": se refiere a la utilización de factores aparentemente "biológicos" para
explicar las tasas de mortalidad (en particular la infantil), cuando en realidad éstas
están determinadas por las condiciones sociales. En ese sentido -según Menéndez-
la determinación en el nivel social es el nivel explicativo estratégico y no el biológico
(1988: 57). Creo que estas apreciaciones son importantes para el caso de la
mortalidad materna y de la mortalidad femenina en general, a nivel nacional y
estatal. Iguahnente cabe señalar que hay que impulsar los estudios sobre mortalidad
de manera desagregada por edad, sexo, ocupación; a nivel regiona~ por clases
sociales, grupos étnicos, etc., para tener un panorama más fidedigno sobre la
problemática de la mortalidad desde la perspectiva social.
22 Secretaría de Salud, "Principales causas de defunción por entidad federativa
y sexo, 1989", Dirección General de Estadística, lnfonnática y Evaluación, México,
diciembre, 1991, en Hartman, 1992.

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 239

mamas; leucemias y linfomas; estómago y tráquea; bronquios y


pulmón. De acuerdo con las estadísticas de 1987, se registraron
2 945 muertes femeninas por cáncer y 1 712 muertes masculinas
(Cisneros, 1992).
Cabe señalar que el cáncer cérvico-uterino y el mamario pueden
ser detectados y tratados a tiempo, de modo que con medidas pre-
ventivas podría disminuir la tasa de mortalidad por estas causas
(Elú, 1990: 104; Cisneros, 1992).
La diabetes es otro de los padecimientos que es principal causa
de muerte. En 1989 ocupó el tercer lugar en la mortalidad general
femenina y el noveno en la mortalidad general masculina (Hart-
man, 1992). Es también uno los padecimientos que llega a ser la
primera causa de muerte a partir de los 45 años en la población
femenina (Pronamusa, 1988).23

Violencia hacia las mujeres

En este marco de problemas de salud, me interesa presentar el


referido a la violencia sexual, que ha cobrado grandes proporcio-
nes a varios niveles. Tan sólo en 1979 se cometieron 60 mil
violaciones, y hasta entonces, tres mil mujeres morían anualmente
a consecuencia de la violación (Fernández, 1980). Las estadísticas
son aún menos confiables que las que existen para otras áreas, pues
las estimaciones se realizan a partir de las denuncias presentadas,
y sabemos que son pocas las mujeres que llegan. a presentar
denuncia. Es probable que sea por esta razón que las cifras pro-
puestas por el Centro de Apoyo a Mujeres Violadas (cAMVAC) en
1985 siguen siendo bajas, aunque alarmantes: 80 000 violaciones
en la República mexicana, de las cuales sólo 1 074 fueron denun-
ciadas legalmente (Unidad de Comunicación Alternativa de la
Mujer, s./f.).

23 En el trabajo de Guerrero (1988), realizado desde el punto de vista de la

etnopsiquiatrfa, se encontró que la diabetes es un padecimiento importante. Este


estudio toca aspectos de la salud mental de un grupo de mujeres del ltsmo de
Oaxaca en relación con su vida cotidiana. Resalta, entre otras cosas, experiencias
biológicas y culturales relacionadas con la reproducción y el papel genérico. La
obesidad comúnmente observada en estas mujeres se asocia con psicosis manfa-
codepresiva y con la diabetes mellitus.

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240 LAS MUJERES Y LA SALUD

La lucha contra la violencia sexual ha sido históricamente una


de las banderas de lucha del movimiento feminista (véase el anexo
2). El debate suscitado alrededor del discurso jurídico y de la
necesidad de crear instancias que atiendan este problema ha sido
abundante, similar al del aborto. Este problema es a mi parecer uno
de los que sintetizan una multiplicidad de aspectos inscritos en
distintos órdenes: el sexual, el de salud, el religioso, el moral, el
ideológico y el jurídico, que afectan a las mujeres de casi todas las
sociedades. Muchos mitos han ocultado la problemática de fondo
y no se ha considerado que éste sea uno de los problemas que
afecten con mayor amplitud e intensidad la integridad e identidad
de las personas que lo padecen.24 Cabe destacar que, además, este
problema puede afectar a mujeres de cualquier sector social a
cualquier edad, siendo el de las menores un caso alarmante.
Si bien desde la perspectiva feminista la violencia ha tenido
distintos abordajes, no hay suficiente información acerca de sus
efectos sobre la salud, aunque desde el punto de vista antropológi-
co, médico-social y psicológico, ya hay algunos estudios de caso
que han explorado esta problemática (Martínez, 1990; Ravelo,
1991; Ramírez et al., 1991). Resalta en estos estudios el hecho de
que las mujeres en su mayoría son violentadas por varones y esta
violencia no sólo genera efectos en la salud física y mental sino que
en algunos casos puede conducir a la muerte.
La violencia se presenta en diversos ámbitos: el doméstico, el
laboral, el escolar y el de la calle. Si bien la padece la población en
general, nuevamente encontramos que presenta particularidade s
según las condiciones de clase y etnia. Por ejemplo, quienes viven
en barrios obreros, trabajan en zonas industriales, en centros de
trabajo donde los puestos de mando o de dirección son ocupados
por personal masculino, enfrentan mayores riesgos de violencia y
hostigamiento sexual. De la misma manera, la situación de opre-
sión que viven campesinas e indígenas supone también el ejercicio
de la violencia contra ellas.

24 Brownmiller (1975), pionera en el estudio de la violación, señala que los


mitos de que "las mujeres provocan la violación" o que "les gusta que las golpeen",
entre otros, están construidos sobre falsos principios reforzados por algunas tesis
inspiradas por Freud, alrededor de un supuesto "masoquismo femenino".

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 241

El caso de la violencia doméstica es también preocupante, ya


que se conocen poco sus efectos sobre la salud y como causa de
muerte (Martínez, 1990; Ravelo, 1991). Esta práctica en muchos
casos se vincula con los procesos de alcoholización masculina. 25
Igualmente, cabe señalar que se está investigando la violencia
doméstica desde las situaciones de subordinación (De Oliveira y
García, 1992).26

Salud mental y morbilidad

La salud femenina, como hemos visto, constituye un vasto campo


de estudio que no se reduce a la salud reproductiva. Un trabajo
realizado bajo el supuesto de la existencia de cuatro modos de
organización social de la realidad mexicana -campesina, urbana,
marginal y metropolitana-, nos da una idea de la amplitud de la
problemática de la salud mental (Matrajt y Arbetman, 1990). Este
estudio encontró diversas patologías en mujeres de estos grupos,
destacando las depresiones psicóticas, neuróticas, adicciones a
psicofármacos y enfermedades psicosomáticas como úlceras y co-
litis nerviosa (Matrajt y Arbetman, 1990).
Otros estudios sobre la salud mental femenina aplican una
perspectiva médica. Según un estudio, los problemas derivados de
la condición femenina son: a) el síndrome premenstrual; b) los
síndromes psiquiátricos que aparecen durante el embarazo;
e) las psicosis puerperales; d) la depresión posparto; e) la interrup-
ción del embarazo; j) la anticoncepción hormonal; g) la histerecto-
mía o extracción del útero; h) los trastornos psicosexuales de la
mujer; i) los trastornos esquizofrénicos. Este estudio señala que los
trastornos mentales generados en la mujer adulta joven, en la mujer
de edad mediana y en la mujer de edad avanzada se derivan, para el

25 En un estudio exploratorio que realicé en Chihuahua sobre violencia sexual,


encontré un considerable índice de violencia doméstica; 42.9% de estos actos
ocurrieron bajo los efectos de la ingestión de bebidas alcohólicas (Ravelo, 1991).
2li Ferreira (1989) realizó un amplio estudio sobre las mujeres golpeadas. A
panir de entrevistas trata de indagar por qué soportan golpes las mujeres. Los
resultados son complejos por la multiplicidad de variables internas y externas, por
lo que la autora considera que no se pueden abordar desde una sola perspectiva.

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242 LAS MtITERES Y LA SALUD

primer grupo, de las situaciones emocionales y psicosexuales, para


el segundo, se incorporan también los aspectos de demencia presenil
y, para el tercero, estos trastornos se derivan de una sintomatología
psiquiátrica, así como de los propios trastornos orgánicos demen-
ciales (Cuevas, 1992).
Para entender los procesos de salud mental hay que considerar
lo expuesto anteriormente respecto a esta área: es importante
reconocer que la problemática de la salud mental femenina tiene
toda una dimensión biosocial referida específicamente al orden
sexual (las relaciones de género), al sistema productivo/reproduc-
tivo en su conjunto y al orden cultural y simbólico que implica
procesos de construcción sociocultural de la salud y la enferme-
dad, la sexualidad, la subjetividad femenina y el cuerpo, como ya
hemos reiterado a lo largo de este trabajo.
Para concluir, es importante señalar que la cirrosis y otras
enfermedades crónicas del hígado, si bien son más elevadas entre
los varones, también son muy frecuentes entre las mujeres, ocupan-
do el sexto sitio como causa de muerte en 1987 en edades de 25 a 44
años.2 7 Esto es preocupante ya que esta enfermedad está asociada al
consumo de bebidas alcohólicas, cuyo incremento se reflejará
probablemente en un nuevo perfil de alteraciones psiquiátricas. 28

n INECljssA, "Lista básica, 1987'', en Hartman, 1992.


~H Cabildo (1972: 116), en una encuesta realizada en la ciudad de México,
donde según él la mujer se encuentra más "liberada" y "cultivada", encontró una
proporción de una mujer por cada cinco hombres alcohólicos. Asimismo, un
estudio realizado en Antioquia, Colombia (Rojas y Osorio, 1977), mostró que 16%
de las mujeres entre 15 y 19 años bebe en forma excesiva, lo que podría ser una
manifestación de la incorporación de la mujer a las nuevas formas de relación
social. Igualmente, un estudio realizado por nosotros con grupos de nifios y niüas
escolares de instrucción primaria, encontró que 48.19% de quienes manifestaron
haber tomado bebidas alcoholicas eran del género femenino y 51.8% del masculino
(Ravelo, 1988).
Respecto a los problemas que pueden llegar a padecer las mujeres en su salud
mental, un estudio realizado entre derechohabientes del 1sssTE encontró una pro-
porción de 1.3 mujeres por cada hombre con problemas psiquiátricos. Entre Jos
padecimientos psiquiátricos encontrados en Ja población femenina, Ja Foporción
más alta corresponde a Ja esquizofrenia (41.42%), seguida por la neurosis depresiva
( 12.85%), la neurosis histérica (12.85%), el alcoholismo (5.75%) y la farmacodepen-
dencia (2.85%), entre otros (Lara y Ranúrez, 1975).

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 243

Es difícil conocer esto con precisión, ya que la mayoría de los


estudios se ha centrado en los efectos de la alcoholización femeni-
na en los procesos de gestación, en particular sobre el embrión
(Bustamante, 1980; Menéndez y Di Pardo, 1982).

A MANERA DE CONCLUSIÓN

El estudio de la salud femenina está adquiriendo relevancia en


las ciencias sociales, como hemos visto. Si bien se sigue privile-
giando el área de la salud reproductiva, hay una notable tenden-
cia en los estudios de género y de feminismo, por explorar otras
áreas. No obstante, se siguen privilegiando los elementos de
denuncia y acción, por lo que la producción teórica y la cons-
trucción de categorías y conceptos no están suficientemente
desarrolladas.
Es igualmente necesario generar información cualitativa y
cuantitativa que permita reformular la conceptuación existente
sobre la salud femenina, a partir de la categoría género. Entre las
omisiones o vacíos, están las experiencias de las mujeres sanas en
cuanto a la producción y reproducción de los saberes femeninos
sobre la salud. Otro avance imprescindible es la sistematización
del saber médico femenino a partir de la experiencia de los grupos de
mujeres organizadas. Elementos como la subjetividad, la sexua-
lidad, el cuerpo y la identidad femeninas, con todo y las dificultades
teórico-metodológicas para abordarlos, tendrían que continuar
incorporándose de manera relevante a los estudios de género.
El campo de investigación tiene que ser interdisciplinario, por
lo que en los estudios de género y el feminismo tendrán que
articularse varias perspectivas de la antropología y la sociología
médicas, de la medicina social y de la salud pública, entre otras.
Creo que si bien la visión dominante sobre la salud femenina
sigue siendo la masculina patriarcal, hay que rescatar la problema-
tización de las distintas áreas del conocimiento sobre la salud
genérica. Hay que continuar el proceso iniciado en los marcos de
lucha feminista, pero también en otros más amplios, donde la
determinación de género, clase social, grupo étnico y otros rasgos de
identidad sean el eje central. Es igualmente importante construir

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244 LAS Ml[JERES Y LA SALUD

otros enfoques para el análisis de los procesos de salud/ enferme-


dad y muerte, que sirvan también para dar respuesta a las deman-
das en los niveles preventivos, curativos y de rehabilitación, como
atinadamente ha señalado Bressani ( 1988).
Con los conocimientos que se generen se deberá incidir en el
diseño de las políticas de salud y en las políticas sexuales, cuestio-
nando los sistemas de salud, dando el debido reconocimiento a los
modelos alternativos de atención a la salud/ enfermedad femenina.
Este conocimiento evidentemente tendrá que servir de base tam-
bién para la construcción de marcos teóricos que sirvan a la
investigación y a la prestación de servicios.

ANEXO 1

Prácticas médicas alternativas en México

En México existen algunas experiencias interesantes en lo que a


prácticas médicas alternativas se refiere. ltziar Lozano señala que
el modelo feminista de las políticas de cooperación en salud es un
modelo de generación de poder o de autonomía, según el cual "son
las mujeres las que tendrían que definir sus necesidades, gestio-
nar los procesos y apropiarse o mantenerse en control del resulta-
do de éstos, a partir de espacios propios donde se genera fuerza,
para luego, o paralelamente, vincularse con procesos más amplios"
(1989: 23). Representativo de este modelo es el grupo Comuni-
cación, Intercambio y Desarrollo Humanos en América Latina
(CIDHAL). En la práctica médica y a través de talleres y publicacio-
nes, CIDHAL se ha convertido en modelo para otros centros de
mujeres. Se creó en 1974 y a partir de 1979 ha impulsado un
modelo alternativo con una metodología de educación popular,
que pretende generar el desarrollo de la conciencia a través de
grupos de autoayuda y la movilización (Lozano, 1989 y 1987).
Otros proyectos de salud popular con mujeres son los del
Municipio de Cuquio (Altos de Jalisco) (Angulo, 1988) y el Comité
Popular de Salud (médicas descalzas) de San Pedro Itzican, comu-
nidad indígena en la zona de la Ciénega Chapala, Jalisco, creado
en 1984, cuya experiencia se extendió a cinco comunidades más

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 245

de la misma región. Ambas experiencias parten de la medicina


herbolaria y de otras técnicas alternativas como la acupuntura,
digitopuntura, etcétera.
Otros proyectos de medicina alternativa en el área de salud
reproductiva son impulsados por Regsamuni, constituido en 1985,
a través del trabajo con organizaciones populares y sindicales de
la ciudad de México y de Chiapas; el grupo Salud Integral de la
Mujer, A.C. (Sipam) y el Programa de Mujeres del Servicio Desa-
rrollo y Paz, A.C. (Sedepac).
Por otra parte, varios grupos se han organizado alrededor
del problema de la violación y la violencia hacia las mujeres, como
el Centro de Apoyo a Mujeres Violadas (CAMVAC), el Colectivo de
Lucha contra la Violencia hacia la Mujer (covAc), fundado en
1984, y la Red Nacional Contra la Violencia hacia las Mujeres,
conformada por grupos plurales de mujeres a raíz de las 19
violaciones tumultuarias ocurridas en el sur de la ciudad de
México en 1989.
Asimismo otros grupos se han organizado alrededor de la
sexualidad y la maternidad, como Mujeres del Chopo (Taller del
Chopo), que no sabemos si sigue trabajando, pero estaba especia-
lizado en realizar talleres de sexualidad con grupos de distintas
edades desde 1980, y el grupo de Regsamuni, ya mencionado,
perteneciente a una red internacional dedicada a la lactancia y la
salud reproductiva. También desarrollan talleres de sexualidad y
nutrición.
Hay otros centros de mujeres que también proporcionan apo-
yo médico, psicológico, legal y laboral: el Centro de apoyo a la
Mujer Trabajadora del grupo Mujeres en Acción Sindical (MAS), el
Centro de Apoyo a la Mujer (CAM), de Colima; el Centro de Desa-
rrollo Integral de la Mujer (cEmM), de la colonia Guerrero de la
ciudad de México, entre otros.
Finalmente, es importante mencionar que las políticas y pro-
gramas de salud de la mujer han cobrado tal magnitud que las
estrategias y acciones sobre mujer, salud y desarrollo en los orga-
nismos mundiales privilegian el estudio de los factores exógenos
sociales ligados a la construcción social del género, tanto a nivel micro
como macro. Plantean estudiar la salud femenina en el marco de
las diferencias de los papeles masculinos y femeninos pues éstos

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246 LAS MUJERES Y LA SALUD

inciden en diferencias sustanciales no sólo en cuanto al modo de


enfermarse sino también en la atención médica. Además impulsan
la preparación y difusión de materiales de educación popular (OPS,
1991).

ANEXO 2

El problema de la violación y la violencia

El problema de la violación y la violencia ha sido uno de los que


más han preocupado a las feministas, y en torno a éste se han
agrupado mujeres de distintas clases sociales, grupos étnicos e
incluso religiosos y políticos. El problema es de tal magnitud en
América Latina que el Primer Encuentro Feminista Latinoameri -
cano y del Caribe, realizado en Bogotá enjulio de 1981, acordó
declarar el 25 de noviembre como Día de Lucha contra la Violen-
cia hacia las Mujeres, en memoria de dos mujeres asesinadas en
esa fecha en la República Dominicana .
Ya mencionam os algunos de los grupos en México. Faltaría
señalar que durante 1983 en México se llevaron a cabo diversos
eventos alrededor del tema de la violación. El Centro de Estu-
dios Económico s y Sociales del Tercer Mundo (Ceestem) organi-
zó en abril el Tercer Simposio de Estudios e Investigacio nes
sobre la Mujer en México, donde se discutió el tema de la
violación. En el Instituto Francés de América Latina se realizó
un taller de mayo a julio, donde participaro n mujeres profesio-
nistas de distintas organizacio nes feministas como el Movimiento
Nacional de Mujeres y el CAMVAC. También participaro n institu-
ciones educativas como la UAM-X y la UAM-Azcapotzalco, y mujeres
de otras institucione s, como la Secretaría de Salubridad y Asis-
tencia y la Comisión de Derechos Humanos de Guatemala. De
este taller se desprendió una publicación que analiza desde una
perspectiva feminista el discurso jurídico de la violación reto-
mando los documento s presentados en este simposio y los dis-
cursos de las sesiones de consulta popular sobre Administra ción
de Justicia celebradas enjulio por la Procuradur ía General de la
República (Aresti et al., 1983).

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GÉNERO Y SALUD FEMENINA 247

En 1987 se realizó el Foro Contra la Violencia hacia las


Mujeres, en Defensa de la Vida y por la Democracia, organizado
por 30 grupos de mujeres feministas, de partidos políticos de
izquierda, sindicatos y organizaciones populares, con el fin de reco-
ger denuncias, testimonios y analizar la posibilidad de crear una
Procuraduría Federal de la Mujer (Fem, diciembre de 1987, cit.
en Unidad de Comunicación Alternativa de la Mujer A. C.,
s./f.). Es importante resaltar que después de fuertes presiones a
partir de las violaciones tumultuarias ocurridas en 1989, se
logró en ese mismo año abrir la primera agencia especializada
en delitos sexuales, en las oficinas de la Procuraduría de justicia
del Distrito Federal de la Delegación Miguel Hidalgo. Dos más
se abrieron en ese mismo año en las delegaciones Coyoacán y
Venustiano Carranza.
Comenzó así una nueva política estatal en relación con las
víctimas de la violencia sexual (De Barbieri, 1990). Entre las prin-
cipales innovacione!> al Código penal está la tipificación más
precisa del delito de violación, la definición del delito de hostiga-
miento sexual y una mayor claridad en la asignación de las penas
contra el abuso sexual, así como la redefinición de los delitos.
Para más información acerca de la violación en el régimen
legal mexicano, recomendamos un estudio realizado por Gerardo
González, del Departamento de Derecho de la UAM-Azcapotzalco e
integrante de covAc. Esta investigación, en 48 agencias del Ministe-
rio Público en el D.F., indagó acerca de los procedimientos que allí
se siguieron con respecto a las denuncias de violación y delitos
sexuales. De los varios aspectos que destacan, el referente al exa-
men médico es muy ilustrativo de cómo se aplican las leyes en
México. Los informes más frecuentes señalan que es una práctica
anticonstitucio nal la realización del examen médico antes de que
a la ofendida le tomen su declaración. Gerardo González encontró
que 85.36% de los agentes del Ministerio Público consideró que
había que practicar el exámen médico antes de levantar la denun-
cia (González, s/f.).

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