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El enfoque antropológico en el estudio de los procesos de salud- enfermedad –

atención: principales contribuciones y desafíos1


Lic. Silvina Buffa
I.-Introducción
El presente trabajo busca reflexionar acerca de los aportes del “enfoque antropológico” en el estudio
de los procesos de salud- enfermedad- atención (S/E/A en adelante). Para ello se ofrece una
aproximación a los desarrollos principales de la Antropología Médica (AM en adelante) y/o de la
Salud2.
Posteriormente se comparan las concepciones de S/E/A del enfoque biomédico y antropológico,
dado que éste último ha buscado complejizar la mirada biomédica o la denominada medicina científica.
Allí se analizan las principales contribuciones de la AM, a partir de lecturas teóricas y prácticas
etnográficas, relativas a la construcción cultural de la S/E/A, las implicancias de considerar el punto de
vista nativo y de asumir una perspectiva relacional respecto de los procesos de S/E/A.
Finalmente se reflexiona sobre algunos desafíos que presentan los contextos actuales en el estudio
y abordaje de los procesos de S/E/A, que pueden enriquecer las discusiones y perspectivas de otras
disciplinas en general y de la Psicología en particular.

II.-Aproximaciones al enfoque antropológico: Antropología Médica- Antropología de la Salud


El estudio de los procesos de S/E/A es, desde hace varias décadas, objeto de un creciente interés por
parte de la Antropología. Para aproximarnos a como ha sido vista la salud y la enfermedad por los
antropólogos, debemos referirnos al proceso de constitución de la AM, en tanto especialidad de la
Antropología Social o Cultural que se ha ocupado de investigaciones etnográficas, producciones
teóricas e intervenciones sobre los procesos sociales y las representaciones culturales de la salud y la
enfermedad así como de las heterogéneas estrategias construidas para mantener o modificar las
condiciones de vida y de salud de los conjuntos sociales (Campos Navarro, 1992).
Martínez Hernáez (2008) desde una revisión histórica3, destaca tres modelos predominantes y
sucesivos4 en el proceso de conformación de la AM y que responden a diferentes etapas en el
tratamiento antropológico de temáticas referidas a la salud, la enfermedad y sus formas de atención o
curación. La primera de ellas se corresponde con el llamado Modelo Clásico en donde predominó una
marginalidad de temas “médicos” en trabajos5 antropológicos y una ocultación e inclusión de los
sistemas terapéuticos nativos en temáticas que los investigadores consideraban más propios del mundo
nativo, como las “creencias”, la magia, la religión y/o la brujería. Así, fundamentada en la distinción
entre ciencia y creencia, la medicina indígena era percibida como un sistema místico o irracional dado
que la mentalidad indígena era generalmente asociada a la imprecisión y el error. Luego se habría
desarrollado el denominado Modelo Pragmático, donde predominó una Antropología aplicada a los
programas de salud en países en desarrollo y a ciertas problemáticas socio- sanitarias. En muchos casos

1 Ponencia elaborada para Concurso de Cargo Prof.Adjunto en Catedra Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana.
Facultad de Psicología. U.N.C. 2013.
2 Las nominaciones varían según el contexto de referencia. Para Comelles y Martínez (1993, 1997) hablar de AM o de la Medicina remite al

marco de la antropología norteamericana y canadiense, mientras que en ciertas producciones europeas y latinoamericanas usan la noción
de Antropología de la Salud. Esta última nominación, acuñada con más fuerza en las últimas décadas, sería más abarcativa de posibilidades
teóricas, epistemológicas y metodológicas alrededor de la salud y surgiría de cuestionar el riesgo de que la AM se limite a estudiar las
formas occidentales de la medicina (Dias Duarte, 1996). En la actualidad muchos referentes de la AM se definen como parte de colectivos
más amplios e interdisciplinarios como Salud Colectiva o Epidemiología Sociocultural (Menéndez, 2004; 2009).
3Diferentes autores coinciden en que el proceso histórico de construcción de este campo ha variado de acuerdo a cada contexto regional,

nacional y local por lo que se encuentran diversas reconstrucciones históricas referidas a determinado país o región (Menéndez,1985;
Canesqui, 2003; Comelles y Martínez,1997). Recupero la propuesta de Martínez Hernáez que ofrece una revisión de diferentes contextos.
4 si bien los modelos reflejan una sucesión temporal referida al trayecto y proceso de constitución intelectual de la AM contemporánea,

también pueden coexistir en la actualidad (Martínez Hernáez, 2008).


5 Aquí se ubica los trabajos de Tylor, Fraser, Rivers, Malinowski y Evans Pritchard que refieren a ciertos procesos terapéuticos en el

análisis de la mentalidad nativa. Otros trabajos (Radcliffe-Brown y Firth) destacan–escasamente- el impacto de ciertas enfermedades
consideradas externas (por provenir de la naturaleza o de la colonización) en las culturas nativas que estudian (Martínez Hernáez, 2008).

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se estudió la cultura de grupos nativos por encargo de la biomedicina (lo que se entendió como una
dependencia teórica de la Medicina occidental). Esto habría llevado a plantear la dicotomía medicina/
cultura y luego biomedicina/ etnomedicina. Finalmente se encuentra el Modelo Crítico en el que se ubican
muchos de los trabajos actuales de la disciplina, caracterizado por la incorporación de la biomedicina
como objeto de estudio y la explosión de teorías diversas sobre la salud, la enfermedad, el cuerpo y el
conocimiento científico.
Así encontramos que en el campo de la AM se viene gestando un proceso de transformación tanto de los
intereses de investigación, cuanto de las categorías que enmarcan el conocimiento del campo. El interés
por la biomedicina, como objeto central de la reflexión, dio lugar al estudio de diferentes modelos
terapéuticos que, aunque asociados a grupos y/o culturas particulares, pueden en la actualidad, ser
encontrados en diversos contextos6. De este modo, la AM destaca cómo la biomedicina se constituye
en uno de los modelos posibles y por cierto hegemónico, pero no el único, para entender y abordar los
procesos de S/E/A. A partir del cuestionamiento de la hegemonía, centralidad y normatividad del
enfoque biomédico, se puede reconocer una transformación en las categorías centrales del pensamiento
en la AM: desde categorías centradas en la enfermedad, las prácticas y saberes de la medicina científica,
hacia los malestares, dolencias y padecimientos en diversos contextos sociales, a partir de una
perspectiva relacional y procesual.
Como parte de estos desplazamientos y transformaciones, las investigaciones antropológicas fueron
incluyendo diversas temáticas y problemas referidos a los cuidados, el cuerpo, las relaciones de poder,
de género, étnico-raciales y el papel de las emociones, entre otros. Estas temáticas aportaron al estudio
de los procesos de salud, curación y/o atención de los padecimientos y a la vez incluyeron saberes y
teorías que fueron más allá de la AM, lo cual llevó a la revisión hasta de dicha nominación, a partir de lo
cual se propone más bien hablar de Antropología de la Salud (Dias Duarte, 1996; Alves y Rabelo,
2004); además se reconoce la necesidad de complementar con aportes de otras sub áreas disciplinares,
como la Antropología del Cuerpo7, de la Persona8, de la Religión y lo sagrado 9, estudios sobre el
Estado en la implementación de Políticas10, etc.(Carrara, 1994).
En este ensayo recupero principalmente estudios desarrollados desde la AM y de la Salud, en el
contexto latinoamericano, que abordan diferentes dimensiones del proceso S/E/A, considerando las
particulares condiciones en que se producen ciertos padecimientos y se construyen determinadas
significaciones socioculturales ante los mismos (Menéndez, 1997). La consideración tanto de los
procesos simbólicos como de las condiciones materiales y la estructura social en que se producen los
procesos de S/E/A, se constituye en un aporte del enfoque antropológico a otros estudios.

III.- Concepciones sobre el proceso salud/enfermedad/atención


Desde la Antropología sociocultural sostenemos que la cultura es constitutiva y a la vez constituyente
del desarrollo humano. La misma juega papel determinante en la construcción de concepciones de
salud y enfermedad, condicionadas por el grupo étnico, la clase social, las creencias religiosas, el género,
la generación y la historia de la sociedad a que pertenece (Menéndez, 1997; Sismondi, 1997).
La Antropología sostiene que la salud y la enfermedad son universales. Pues todos los grupos
humanos conocen o han conocido las enfermedades y la necesidad de protegerse de las mismas. La
6 Es el caso del crecimiento de las denominadas medicinas “alternativas” entre las que se incluyen tanto las denominadas medicinas
indígenas o medicinas nativas americanas, como las medicinas provenientes de Oriente (particularmente China y Japón), las cuales son
reinterpretadas y reapropiadas culturalmente de acuerdo a patrones de “Occidente” por considerarlas más suaves, naturales y holistas, por
integrar lo corporal-material y lo espiritual. (Luz, 1997; Douglas,1998; Collin Harguindeguy, 2006).
7 Aquí se encuentran estudios sobre representaciones del cuerpo en diferentes contextos culturales e instituciones de salud, usos y sentidos

asignados al cuerpo y su relación con la alimentación, el ejercicio físico, la sexualidad y el cuidado estético del cuerpo, etc.
8 Días Duarte (1994) propone trabajar desde una Antropología de la Persona, a fin de incluir dimensiones religiosas y morales implicadas

en los padecimientos “mentales”, que en los sectores populares se manifiestan como “problemas de nervios”. Éstos suponen una síntesis
entre lo físico y lo moral, en tanto dimensiones de la persona que no logran integrarse en categorías como salud mental o psicosocial.
9Estos estudios aporta valiosos conocimientos relativos al papel de lo sagrado, lo espiritual en la cosmovisión de ciertos pueblos, así como

los símbolos, ritos y ceremonias asociados a ciertos padecimientos y/o sus modos de curación (Martínez Sarasola, 2010).
10 existen investigaciones que analizan la organización de los sistemas de salud, la gestión de políticas y/o implementación de programas

de salud, atendiendo a las perspectivas de los usuarios y/o de los agentes estatales implicados en los mismos (Ortale, 2008 ; Pozzio, 2011).

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enfermedad, los padecimientos y/ o daños a la salud se constituyen en hechos frecuentes, continuos e
inevitables que afectan la vida cotidiana de los diversos grupos. Y la respuesta social a la incidencia de
dichos padecimientos, también se constituye en un hecho recurrente, cotidiano y necesario para la
reproducción y producción de toda sociedad. Pues ante los procesos de S/E, todos los grupos
construyen determinados modelos de atención. Por ello se habla de proceso de S/E/A, en tanto la
salud, la enfermedad y sus modos de atención forman un continuum, de procesos interrelacionados y
cosas11 o variables aislables unas de otras (Menéndez, 2009).
III. a.-Enfoque biomédico y enfoque antropológico o la crítica antropológica a la biomedicina
Muchos de los desarrollos de la AM y/o de la Salud han surgido como cuestionamiento y en un
intento de señalar ciertas limitaciones del enfoque biomédico y ofrecer propuestas superadoras del
mismo. A riesgo de esquematizar12 lo que debiera pensarse como un continuum, el siguiente cuadro
tensiona y compara los enfoques biomédico y antropológico, recuperando los planteos de diferentes
autores (Frankenberg, 2003, Menéndez, 1990; 1994; Martínez Hernáez, 2008). Así mismo, y teniendo
en cuenta que el enfoque antropológico ha buscado complejizar las miradas reduccionistas sobre la
S/E/A, cabe señalar que muchos cuestionamientos al modelo biomédico también pueden considerarse
para ciertos enfoques “psi” que individualizan y psicologizan los padecimientos y/o sus formas de
tratamiento (Correa Urquiza, Silva, Belloc, Martínez Hernáez,200613).
Enfoque Biomédico Enfoque Antropológico
Determinismo biológico. Dicotomías: naturaleza/ Lo social y cultural no está subordinado a lo biológico.
cultura; sujeto/ objeto; mente/ cuerpo; normal/ Construcción cultural de la realidad.
anormal. Unicausalidad. Unidimensionalidad. Multicausalidad. Multidimensionalidad. Histórico.
Ahistórico. Universalidad. Asocialidad, Particularidad. Perspectiva Relacional, procesual.
individualidad (caso).
Explicar. Normativo/ Eficacia pragmática Comprender/interpretar sentidos
Neutralidad “científica”, saber técnico No neutralidad: saber/poder, sentir, emociones, intereses
Curación de enfermedad, medicalización, hecho Cuidados de la salud. Hecho técnico, institucional, social,
técnico reparativo con eficacia biológica. Niega cultural, político, económico con eficacia simbólica.
otras prácticas Itinerarios terapéuticos: conjuga múltiples prácticas
Enfermedad: disease. Anomalías biológicas o Padecimientos: illness. Aflicción o malestar.
psicobiológicas que afectan al organismo. Representaciones, construcciones y categorías culturales.
Signos: evidencias “objetivas” de la enfermedad, Síntomas: mensaje, texto, simbolo con sentido.
desde los criterios del profesional. Perspectiva etic Perspectiva emic: perspectiva interna, percepciones nativas
(externa al contexto cultural)
Saber/ poder: medico. Se limita a su propio marco Saber, experiencia de quien enferma. Aceptar el punto de
referencial vista nativo. Perspectiva del actor.
Factores socioculturales: contingencias/ causas Papel determinante de relaciones sociales, factores
secundarias (pobreza, hábitos, desigualdades económicos, políticos, ideológicos.
sociales).
El principal cuestionamiento que la AM realiza al enfoque biomédico es su determinismo biológico14; esto
es considerar la autonomía y fuerza de determinación de lo biológico, respecto de las conductas
individuales y los procesos psicológicos así como de las relaciones sociales y las producciones
culturales. Ello implica comprender los fenómenos humanos desde una jerarquía en la que los procesos
biológicos, los “genes” y/o la “herencia” ejercerían una determinación en la vida humana. Así, la vida,

11 En esa línea Taussig (1995) cuestiona a la medicina occidental capitalista que cosifica el mundo, las personas y la experiencia, separa “las
cosas” del contexto social y del sentido humano al que son inherentes; y piensa a la salud y a la enfermedad como mercancías.
12 Dicho riesgo se debe a que entre el enfoque biomédico y el antropológico se encuentran una diversidad de perspectivas que se incluyen

en un continuum (Frankenberg, 2003). Por ejemplo se pueden encontrar dentro de la biomedicina algunos enfoques que sostienen un
determinismo biológico puro y otros que reconocen el papel “secundario” de factores culturales y/o sociales (Martínez Hernáez, 2008).
Según Menéndez “dentro de cada disciplina –Antropología y Biomedicina- existen tendencias diferenciadas, algunas de las cuales
presentan enfoques teóricos y metodologías más afines entre tendencias de ambas disciplinas que al interior de cada una de ellas”
(2009:84). Es el caso de la afinidad de perspectivas entre la medicina social y la epidemiología social con la AM.
13 Para los autores,los modelos “psi” poseen un sesgo individualista que percibe a los sujetos como una “isla psicopatológica” a explorarse

exclusivamente desde lógicas biológicas o psicológicas, negando las relaciones sociales que producen las aflicciones y sus abordajes.
14 Martínez Hernáez (2008) distingue tres paradigmas de la medicina occidental en que predomina/predominó el determinismo biológico,

ellos son: el Método anatomoclínico, el Bacteriológico o teoría contagionista y actualmente la Medicina molecular.

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la patología y la muerte serían resultado de causas exclusivamente biológicas, lo cual supone un
reduccionismo al orden natural de los procesos de S/E.
En esta línea, diferentes trabajos han problematizado una variedad de características definitorias de
dicho enfoque entre ellas: concepciones teórico/ideológicas dominantes referidas a la división y oposiciones
cuerpo/alma, sujeto/objeto, biologicismo, evolucionismo, énfasis en lo patológico e individualismo y se han
cuestionado ciertas exclusiones, referidas a su ahistoricidad, a-socialidad y a-culturalidad. La biomedicina
establece una relación entre institución médica o médico y paciente basada en la asimetría y exclusión del
saber/poder del paciente desde una racionalidad científica; la labor médica se orienta fuertemente al trabajo
clínico asistencial, de diagnóstico y tratamiento de la enfermedad basados en la eliminación de signos del
cuerpo, desde una construcción del cuerpo como máquina y de la enfermedad como ruptura y/o
desviación de la norma (Martínez Hernáez, 1998; 2008; Le Breton, 2005; Menéndez, 2004; 2009).
Esta concepción biomédica de S/E es cuestionada fuertemente por el enfoque antropológico que
postula que lo social y lo cultural no se subordinan a lo biológico, habiendo una interdependencia entre el
mundo social y la “realidad natural”. Dado que no es posible separar “lo natural” de “lo cultural”, aun lo
considerado natural y/o biológico, supone una construcción cultural de dicha realidad (Taussig, 1995).
Para comprender las fuertes distinciones presentes entre ambos enfoques resulta necesario reconocer
que “ambas disciplinas se gestaron a partir de objetivos diferentes, se desarrollaron en momentos
diferentes y sus relaciones son relativamente recientes en términos de campos académico/profesionales
mutuamente reconocidos” (Menéndez, 2009:75). En este sentido la biomedicina se ha orientado a
explicar ciertos fenómenos, estableciendo una unicausalidad y/o causalidad lineal de las enfermedades
(Martínez Hernáez, 1998; 2008). Además la biomedicina busca curar la enfermedad, desde un fin
reparativo, entendiendo la curación como un hecho meramente técnico con eficacia biológica, con fuerte
acento en la medicalización del cuerpo (Foucault, 1996). Mientras que la antropología más bien ha
buscado interpretar y comprender15 los procesos S/E/A desde una visión multicausal, multidimensional, que
atiende a los procesos de eficacia simbólica implicados en la curación de los padecimientos (Lévi-
Strauss,1984; Martínez Hernáez, 2008). En este sentido, diferentes investigaciones han atendido a
variadas dimensiones implicadas en las formas de enfermar y/o sanar de acuerdo al contexto socioeconómico
e histórico así como los atravesamientos e intersecciones de género16, generación17, étnico- raciales18 implicados en la
producción de ciertos padecimientos y/o sufrimientos. Por el contrario, para la biomedicina estos factores
socioculturales no juegan ningún rol o tienen uno secundario, no abordables desde su perspectiva
(Frankenberg, 2003).
De esta forma, la multidimensionalidad del enfoque antropológico pone atención a las dimensiones
sociales, culturales, simbólicas, institucionales y políticas del proceso S/E/A, que se traduce en admitir
la centralidad de lo cultural para comprender las maneras de enfermar, estar sano y/o curar/se. A
continuación se profundiza en las implicancias de considerar lo cultural en los procesos de S/E/A.

III. b.- La construcción cultural de la salud y la enfermedad


Dijimos anteriormente que cada conjunto social busca explicar, de acuerdo a su cultura, el fenómeno de
la salud, la vida, las enfermedades, y la muerte. Así, afirmamos que además de su naturaleza biológica, la

15 La AM o de la salud se propone comprender cómo las personas en diferentes culturas y grupos sociales se explican a sí mismos los
padecimientos o enfermedades y siguen ciertos procedimientos para sanarse. También estudia la manera en que las personas relacionan
sus creencias y prácticas sociales con aspectos biológicos, psicológicos y sociales, y cómo ello les hace vivirse como sanos o enfermos.
16 Burin et.al.(1991) sostienen que se tiende a patologizar, medicalizar e “invisibilizar” ciertos padecimientos expresados como

“malestares” de las mujeres, en lugar de analizar el ámbito sociocultural y calidad de la vida cotidiana de las mujeres. Dichos malestares
guardan relación con el agotamiento, sobrecarga de trabajos y con vivir conflictivamente el cumplimiento de los diversos roles de género.
17 Epele (2011) señala múltiples procesos que participan en el sufrimiento social y la muerte de jóvenes de sectores de pobreza. Analiza

cómo afecta a los jóvenes que viven en condiciones de marginalidad, la escasez de recursos materiales y sociales, la disolución de las redes
de protección y cuidado, la criminalización, represión policial abusiva y encarcelamiento, conflictos entre grupos locales, dificultades en el
accesos al sistema de salud, discriminación y estigma y la mala calidad y efectos deletéreos de las drogas “para pobres”.
18 Neufeld (1999) ha abordado el sufrimiento social asociado a procesos de estigmatización y desigualdades socioculturales en ámbitos

escolares y barriales. La autora muestra situaciones donde sucede el fenómeno de "hacer sufrir" y "sufrir" como parte de la interacción de
conjuntos sociales concretos en que se producen discriminaciones étnico-raciales y valoraciones (por ejemplo bolita= villero) que se
constituyen como "imaginarios sociales" que producen dolor y que por reiterado e inevitable se convierte en sufrimiento.

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salud y la enfermedad constituyen fenómenos sociales y culturales. Al hablar de la construcción cultural
de la S/E nos referimos a los marcos de comprensión específicos y circunstanciados para significar a
distintos hechos vitales como la vida, la muerte, la enfermedad y la salud.
Estas ideas demuestran la importancia que tiene la cultura o lo cultural19 en la explicación de S/E/A.
Cabe advertir que aun desde las perspectivas biomédicas se ha hecho referencia a lo cultural, pero en
general con connotaciones diferentes a las postuladas por el enfoque antropológico. Pues ya señalamos
en el apartado anterior que “lo cultural” suele considerarse como contingente o asociado a causas
secundarias de ciertas enfermedades. En este punto, quisiera ejemplificar la diversidad de sentidos que
suele asumir “lo cultural” para quienes desarrollan prácticas biomédicas o psicológicas. En trabajos de
investigación e intervención en zonas rurales de Córdoba, encontramos que los profesionales de
equipos de salud asociaban a “cuestiones culturales”, el uso de prácticas “alternativas” como la
autocuración o las consultas a curanderos por parte de los pobladores de la zona(Buffa et al.2006;
2012). Al indagar los sentidos asignados a lo cultural encontramos que en ocasiones se asocia a las
tradiciones y al pasado: “siempre hicieron eso, por eso lo siguen haciendo”; en otras se lo relaciona con ciertas
condiciones socioeconómicas-asociadas a la pobreza- en que viven ciertos grupos: “no tienen plata para ir
al médico o para comprarse remedios, por eso van a los curanderos” y en otros casos lo cultural se relaciona con
una supuesta ignorancia o a creencias erróneas: “no saben, nadie les explicó que eso no sirve”20.
En muchos casos “lo cultural” se usa para referir a lo “particular” y “relativo” de ciertas creencias o
prácticas de sus pacientes, lo cual se opondría a lo científico y asociado a una verdad universal21, válida
para cualquier persona y contexto, dado que tendría un “fundamento científico y objetivo”. Esto revelaría
una actitud de excesivo relativismo o en términos de Juliano (1997) de un ultrarelativismo esencialista
que promulga la distinción entre grupos considerados separados, yuxtapuestos sin buscar ningún tipo
de contacto o acercamiento entre sí: “ellos son así, su cultura es muy distinta a la nuestra, no se los puede
cambiar”. Así mismo pareciera que lo cultural solo atravesaría las creencias22 y prácticas de ciertos
grupos, lo cual se reflejaría en la distinción entre prácticas “científicas” por un lado y “culturales” por
otro (para apelar por ejemplo a “la gente que vive en el campo” –zona rural, aislada- o a “los bolivianos”)23 .
Esto supone que los trabajadores del sistema de salud oficial en general no se consideran a sí mismos
impregnados por prácticas y sentidos “culturales”, siendo que están mediatizados por las
representaciones socioculturales implicadas en la biomedicina y en la práctica de la profesión, en tanto
todo proceso de S/E/A es un fenómeno cultural de construcción simbólica (Idoyaga Molina, 2003).
Como veremos a continuación, la consideración de “lo cultural” en el enfoque antropológico,
supone cuestiones muy diferentes a lo que propone el enfoque biomédico (asociado al pasado, a ciertas
grupos sociales, a carencias de comprensión, educación, pobreza, etc.). Martínez Hernáez (2008) señala
que cuando desde la AM se afirma que la sociedad y la cultura están implicadas en los procesos de
S/E/A, se está haciendo referencia a las menos tres cuestiones a saber:
- en primer lugar a la construcción sociocultural de la salud y la enfermedad, en tanto cada
sociedad y/o grupo social explica ciertas patologías, define las condiciones de normalidad, anormalidad,
etc. Y a la vez las enfermedades o sus síntomas son comprendidas, como expresiones que vehiculizan
un sentido y responden a modos locales de significación (Martínez Hernáez, 1998).
- en segundo lugar al contexto sociocultural que influencia los procesos de S/E mediante prácticas
y comportamientos asociados a la causación de enfermedades y padecimientos; es decir que ciertas

19 Desde la biomedicina suele pensarse “la” cultura como una realidad estable, desconociendo el dinamismo, la diversidad e hibridación
culturales (Martínez Hernáez, 2006); aquí preferimos hablar de lo cultural para evitar esencializar la noción (García Canclini,2004).
20 En contraposición a estos discursos biomédicos, estudios acerca de los itinerarios terapéuticos de diferentes grupos sociales revelan que

la preferencia por otras medicinas no se asocia a carencias de educación ni a la falta de servicios biomédicos (Idoyaga Molina, 2003).
21Como señala Le Breton “la medicina quiere situarse fuera del marco social y cultural al detentar la palabra verdadera, la única ‘científica’

y por lo tanto intocable. Remite al conjunto de otras medicinas, a la duda acerca de la validez” (1995:176).
22 Esto actualiza las distinciones entre ciencia y creencia que señaláramos caracterizaron a los primeros trabajos en AM. La comprensión

de la cultura como un conjunto de creencias más que como un sistema que organiza la experiencia subjetiva deviene en una
minusvaloración de los saberes populares y sus recursos terapéuticos(Martínez Hernáez,2006).
23 Martínez Hernáez (2006) ha cuestionado la tendencia a asociar lo cultural o intercultural solo con ciertos contextos y/o grupos

indígenas o migrantes. Esta atribución de “lo cultural” exclusivamente a ciertas minorías, convierte a los grupos mayoritarios y a los
propios profesionales, según el autor en sujetos “aculturales”.

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prácticas o pautas culturales tendrían relación con el desarrollo de los mismos. Cuando nos referimos al
contexto sociocultural, hacemos referencia a los sistemas de creencias, factores sociopolítico,
económicos, ideológicos, institucionales y condiciones de vida puestos en juego (Menéndez, 1990).
- en tercer lugar el autor considera el potencial productor de los factores sociales y culturales en la
forma de constreñimientos que impactan en la salud de las poblaciones, así por ejemplo Martínez
Hernáez advierte que la causa de la tuberculosis no es únicamente la exposición a cierto
microorganismo, “sino también la conjunción de otros factores como la pobreza, la edad, el estado
nutricional, el hacinamiento o la presencia de otras enfermedades previas” (2008: 69).
Finalmente podemos destacar que ciertos procesos sociales, económicos y culturales posibilitan
(o no) el desarrollo de diferentes modelos de atención de los padecimientos. Éstos modelos abarcan
tanto los recursos para interpretar los acontecimientos en salud como las prácticas realizadas para
resolverlos (Menéndez, 1994 ).

III. c.- La salud y la enfermedad desde el punto de vista nativo


Un aporte central de la Antropología en tanto disciplina que se orienta al estudio de la diversidad socio-
cultural, es destacar la importancia de considerar el punto de vista nativo y/o las perspectivas de los
diferentes grupos, agentes e instituciones implicados, en este caso, en los procesos de S/E/A; así
como las estrategias que desarrollan para aportar a su reproducción/ transformación biológica y
sociocultural. Para Menéndez (2009) esto supone iniciar los análisis y/o abordajes de atención de los
padecimientos a partir de lo que los conjuntos sociales expresan, hacen y usan para atender a los
mismos; es decir considerar la construcción de saberes y prácticas de los propios grupos que enferman
y/o padecen. En este sentido los estudios sobre representaciones sociales (Alves y Rabelo, 1998),
itinerarios o caminos terapéuticos (Gerhardt, 2006; Tavares y Bonet 2008) y la “carrera del
enfermo” (Menéndez, 2009) dan cuenta de los recorridos, las elecciones y estrategias de los sujetos en
relación a los cuidados de su salud, en tanto agentes transformadores que producen y no solo
reproducen la estructura social y los significados (Menéndez, 1997; Pizza, 2005).
Respecto a las representaciones de los sujetos, las distinciones entre disease24 e illness (ligadas a la
diferencia entre perspectivas emic y etic), han sido formas de diferenciar entre la perspectiva biomédica
centrada en la enfermedad25, tal como es vista por la biomedicina y los padecimientos o malestares que nos
darían cuenta de cómo son entendidos y experimentados por los propios sujetos involucrados en
dichos procesos de S/E. El uso de las categorías emic-etic se tradujo en una de las propuestas centrales
para el análisis de los problemas de S/E. La perspectiva emic (seguir el punto de vista del actor) derivó
en el uso de la categoría illness (padecimiento), cuando se hace referencia a la intención de recuperar la
experiencia humana de los síntomas y del sufrimiento; así como la forma en que los sujetos perciben y
responden a sus padecimientos (Martínez Hernáez, 1998; 2008).
Dijimos que considerar la perspectiva del actor supone también atender a las prácticas de los sujetos, y
en este punto los itinerarios terapéuticos son entendidos como la búsqueda de cuidados terapéuticos
a través de las practicas individuales y socioculturales de salud en términos de los caminos recorridos
por los individuos en la tentativa de solucionar sus problemas de salud (Gerhardt, 2006). Aquí, cabe
recuperar la importancia que autores como Menéndez (1992b; 2004) dan a la autoatención, o
autotratamiento es decir a las representaciones y prácticas que un sujeto utiliza para diagnosticar,
explicar, atender, controlar, aliviar, aguantar, curar, solucionar o prevenir los procesos que afectan su
salud sin la intervención de curadores profesionales. La autoatención implica decidir la autoprescripción
y el uso del tratamiento de forma autónoma o relativamente autónoma y es casi siempre la primera
actividad que un sujeto realiza respecto de sus padeceres. Es a partir de lo que acontece en este primer
nivel de atención y en la evolución de sus padecimientos, así como en función de las condiciones

24 Este concepto alude a los saberes del médico o profesional de la salud, respecto de su forma de concebir la enfermedad; esta percepción
está construida alrededor de un cuerpo teórico y técnico que clasifica el padecer del enfermo.
25 En la biomedicina la enfermedad es pensada como patologías, anomalías biológicas o psicobiológicas que afectan al organismo

mediante signos y síntomas. Los signos son entendidos como evidencias “objetivas” de la enfermedad, desde los criterios del profesional.

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sociales y culturales, que el sujeto decide consultar o no a los curadores profesionales. La autoatención
en tanto es la práctica a la que más recurren los sujetos ante diferentes dolencias, constituye una
actividad constante e intermitente que no debe ser pensada en forma aislada sino como un proceso
transaccional entre estos sujetos y las diferentes formas de atención que operan como sus referentes.
Si bien hemos señalado la importancia de considerar la perspectiva de los actores respecto de sus
modos de estar sanos, enfermar y/o atender sus padecimientos, ciertos autores han advertido el riesgo
que corren las investigaciones cuando colocan el énfasis sólo en la recuperación a través del discurso, las
percepciones y las representaciones del padecer del sujeto, dejando de lado el contexto sociocultural y material que
le proporciona su marco de referencia. Pues la experiencia subjetiva del padecer no puede analizarse
cabalmente si se toma aisladamente, sin atender a la estructura y las relaciones sociales de los sujetos
(Menéndez, 1994; Taussig, 1995). Sin embargo, es posible combinar ambas posturas, considerando los
significados construidos por los sujetos en el contexto del cual provienen, desde una perspectiva relacional.

III. d.- Una enfoque relacional sobre los modelos de atención, las instituciones y los sujetos
Asumir un enfoque relacional supone reconocer que todo acto humano, como lo es el proceso de
S/E/A, opera dentro de un marco de relaciones sociales. El atender a las interacciones e intercambios
(de saber, poder, prestigio, escucha) entre curadores y usuarios de ciertas prácticas, la consideración de
las relaciones institucionales, étnicas, socioeconómicas que atraviesan los modos de enfermar o estar
sano, así como las relaciones entre diferentes prácticas y modelos de atención o cuidado, han llevado
a diferentes autores a comprender el enfoque antropológico desde una perspectiva relacional.
Un enfoque relacional se opone y a la vez ofrece una alternativa superadora de la tendencia a describir y
analizar los procesos de S/E/A en términos de polarizaciones tales como sujeto/estructura,
económico-político/simbólico, local/global, micro/macrosocial, biológico/cultural, tradicional/
científico (Menéndez, 1994; 2009).
Pensar y abordar los procesos de S/E/A desde una perspectiva relacional ha dado lugar por un lado, a
estudios y prácticas etnográficas referidas a los vínculos entre diferentes sistemas y modelos de
atención de la salud. Por otro lado, ciertos trabajos abordan la cuestión relacional en el marco de las
instituciones biomédicas u/o instituciones hospitalarias. Y finalmente la mirada relacional se
orienta también al análisis de dimensiones microsociales tales como las relaciones e interacciones
entre médico-paciente y/o curador- enfermo.
Menéndez (2009) sostiene que si partimos de analizar un tipo de prácticas y/o curadores, limitamos la
mirada y ello nos imposibilita ver las relaciones entre las diferentes prácticas y modelos de
atención. La perspectiva relacional es imprescindible de considerar al analizar las prácticas de salud y
los modelos de atención presentes en cada conjunto social. La misma permite visualizar los procesos de
síntesis, yuxtaposición, exclusión, hegemonía y subordinación, entre los diversos sistemas curativos. Esto implica
considerar que se presentan prácticas y representaciones dominantes, legitimadas, hegemónicas, y otras
subordinadas, invisibilizadas, rechazadas. Pues ya dijimos que los sujetos y grupos humanos necesitan
construir acciones, tecnologías y representaciones socio-culturales sobre sus padecimientos así como
también determinados modelos de atención; donde sólo una parte de los mismos se organizan a partir
de profesiones e instituciones específicas y especializadas, siendo la biomedicina sólo una de las
modalidades de atención en sistemas médicos pluralistas, pero que sin embargo esta se basa en una
ideología legitimada y legalizada por el Estado. En sociedades como la nuestra en razón del desarrollo
de procesos económico- políticos y técnico- científicos, la biomedicina constituye una de las formas
institucionalizadas de atención de la enfermedad, esta medicina es portadora de una ideología que la
legítima e intenta la exclusión ideológica y jurídica de otras prácticas correspondientes a otros modelos
de atención26(Carracedo, 2005).

26Idoyaga Molina (2001, 2005) tras recuperar diferentes clasificaciones sobre las formas de atención, discrimina aquellas prácticas de salud
que no corresponden a la biomedicina entre: a.- prácticas de autotratamiento o autoatención que incluye desde la cura de palabra –por
invocación a la deidad y el recitado de fórmulas con poder- hasta el consumo de fármacos de laboratorio (automedicación); b.- las
prácticas curanderiles sintetizan nociones de la antigua medicina occidental -especialmente la humoral- y la terapéutica ritual en la que se

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Un interesante aporte que resulta de investigaciones etnográficas desarrolladas en diferentes contextos
es que los sistemas que devinieron hegemónicos al interior de diferentes sistemas culturales no
condujeron a la anulación o erradicación de todas las prácticas y representaciones existentes, aunque sí
contribuyeron a su modificación y / o al establecimiento de relaciones de hegemonía /subalternidad27.
De este modo investigaciones en AM encuentran que los límites entre las diversas prácticas de salud
en muchas situaciones son poco precisos, se trata de áreas no totalmente excluyentes entre sí, aunque
en una relación conflictiva y de subordinación sociocultural. Por lo tanto no podemos conceptuar los
modos de atención de la salud por sí mismos, independientes unos de otros. La forma y peculiaridad
que toman se debe al tipo de vínculos que mantienen entre sí (Arrue y Kallinsky,1991;Menéndez, 1994).
La perspectiva relacional ha permitido además analizar las relaciones que se producen al interior de
las instituciones médicas. En ese marco existen innumerables etnografías que se preguntan cómo
incide el contexto hospitalario y las dinámicas institucionales en los objetivos terapéuticos; allí se
analizan los procesos organizacionales, las lógicas institucionales y el modo en que éstas inciden en las
prácticas profesionales, la forma en que se realizan las intervenciones y se administran los tratamientos,
las interacciones entre pacientes y profesionales y la experiencia de los diferentes actores involucrados
(Mantilla, Alonso, 2012). Otros trabajos profundizan en las implicancias (a menudo negativas) de la
hospitalización y/o la institucionalización, muchos de ellos investigan en hospitales psiquiátricos
(Balzano, 2007), inspirados en los estudios de Goffman28 sobre las instituciones totales.
Estos trabajos reflejan como el orden institucional se realiza a través de las relaciones e interacciones
constantes encarnadas en los actores sociales que integran la institución y cómo las trayectorias e
identidades de los pacientes se delinean a partir de estos procesos (Mantilla, Alonso, 2012).
Con respecto a la relación médico /paciente o curador /enfermo, se encuentran diferente estudios
que analizan aspectos microscópicos referidos a las interacciones cotidianas, los intercambios,
valoraciones, que se establecen entre ambos así como las construcciones y papel de cada quien en los
procesos de curación/atención. Algunos trabajos analizan la relación médico/paciente en el marco de
prácticas biomédicas y otros estudian las relaciones entre curadores y enfermos o usuarios de ciertas
prácticas alternativas a la biomedicina. En el primer grupo de trabajos, diferentes investigaciones
analizan prácticas biomédicas y/o psiquiátricas, encontrando que el médico es quien tiene el saber y el
poder de diagnosticar, tratar y curar (Menéndez, 1990; Martínez Hernáez, 1998), tal como lo señalara
Foucault en su análisis de la práctica psiquiátrica29 donde define al médico como el dueño de la locura.
También encontramos estudios etnográficos en instituciones hospitalarias que analizan
microscópicamente los “protocolos” en las prácticas biomédicas y nos advierten de la separación entre
saber y sentir (Bonet, 1999) y el lugar –negado- que se otorga a las emociones, al dolor, al sufrimiento –de
profesionales y pacientes- en las consultas médicas (Bonet, 2006; Allué, 2009).
Entre los trabajos sobre prácticas alternativas encontramos estudios como el de Levi Strauss (1984)
donde se comparan los elementos que vinculan y separan la cura chamánica y la psicoanalítica, hasta
investigaciones sobre medicinas religiosas30. Estas producciones analizan diversos modos de relación,
comunicación e intercambios (saberes, prestigio, poderes, etc.) entre curadores y enfermos (Pinzón,1995;
Idoyaga Molina, 2005).

manipulan símbolos de raigambre católica; c.- las terapias alternativas ente las que encontramos la parapsicología, el reiki, la acupuntura, el
yoga, la aromoterapia y la reflexología, entre otras (Collin Harguindeguy, 2006).
27 Estos trabajos se inspiran en la perspectiva de Gramsci respecto del sistema de relaciones de fuerza que actúan en los procesos de salud-

enfermedad, así como en la capacidad de agencia de los sujetos individuales y colectivos en dicho sistema (Pizza, 2005).
28 Goffman (1992) fue uno de los primeros sociólogos que analizó las experiencias de los pacientes en un hospital psiquiátrico,

presentando el modo de funcionamiento de las “instituciones totales”, en tanto espacios donde el contacto con el exterior se encuentra
impedido y todas las actividades de la vida diaria se concentran allí. Goffman atendió al mundo de los internos y a través de la noción de
“carrera moral” analizó las consecuencias en la construcción de la identidad del yo, así como los vínculos entre el mundo de los “pacientes
mentales” y el de los profesionales, la construcción de estereotipos acerca de uno y otro y la distancia social entre ambos.
29 Para Foucault “las relaciones de poder constituyen el a priori de la práctica psiquiátrica: condicionan el funcionamiento de la institución

manicomial, distribuyen en su interior las relaciones entre los individuos, rigen las formas médicas de intervención”(1996: 58).
30 Aquí la religión aparece como la conexión directa entre el curador y un ser superior, en la cual interviene el “secreto” bajo la figura de

oración como un elemento de comunicación (Idoyaga Molina, 2005).

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IV.- Reflexiones y desafíos actuales en el estudio y abordaje de procesos de salud-enfermedad
Luego de haber presentado diferentes desarrollos y contribuciones de la AM y de la Salud, se propone
aquí una revisión crítica acerca de ciertos desarrollos actuales que proponen importantes desafíos a la
hora de pensar y abordar los procesos de S/E/A tanto para la AM como para otras disciplinas.
Hemos analizado a lo largo de este ensayo las principales distinciones entre los enfoques biomédico y
antropológico y las limitaciones de los primeros en tanto descuidan diferentes dimensiones implicadas
en los procesos de S/E/A. Intentamos reflejar que dichas limitaciones reflejadas en las oposiciones que
separan enfermedad y dolencia, curación y sanación, biológico y social, físico y moral, al desconocer la
complejidad de las experiencias implicadas en los procesos de S/E/A, muchas veces reproducen y
profundizan los malestares, la objetivación del otro y participan en la producción misma de los
padecimientos (Epele, 2010).
Sin embargo y pese a la amplia producción antropológica que ha buscado complejizar las miradas y
abordajes de la S/E/A, en la actualidad encontramos una fuerte legitimidad y expansión de los enfoques
biomédicos. La vigencia de los mismos puede observarse en auge de las tecnologías biomédicas, la
ingeniería genética y las neurociencias, entre otras. Mantilla (2012) señala que en las últimas décadas, las
neurociencias31 han tenido una expansión considerable a partir de la influencia de la biología molecular
y la tecnologización de la biomedicina que, desde la perspectiva científica, han contribuido a ver al
cerebro no sólo en su dimensión médica sino otorgándole un valor social y cultural 32. Tal auge de las
neurociencias se inscribe en un proceso mayor de rebiologización y naturalización del ser humano. Lo
cual nos lleva a reflexionar acerca de las implicancias socioculturales de estos desarrollos y a
preguntarnos cómo reconfiguran la escena social contemporánea. En tal sentidoMartínez Hernáez
(2008) plantea que estos desarrollos llevan a una redefinición inédita hasta el momento de las
relaciones entre naturaleza y cultura. Pues la “naturalización de la cultura” y la “culturalización de la
naturaleza”, tienen fuerte impacto en la organización social, en las representaciones culturales del
cuerpo, de la vida y de la salud y en una economía-política cada vez más globalizada, desigual e
interdependiente.
Por su parte, Menéndez (2009) postula que la continua expansión de la biomedicina, afecta el desarrollo
y su relación con las otras formas de atención. Dicha expansión se caracteriza por un proceso de
continuidad/discontinuidad, donde la continuidad está dada por el constante aunque intermitente
proceso de expansión basado en la investigación biomédica, en la producción farmacológica y en la
medicalización no sólo de padeceres sino también de los comportamientos; y la discontinuidad por las
orientaciones críticas surgidas al interior y por fuera de la propia biomedicina, así como por las
actividades y representaciones impulsadas por las otras formas de atención y especialmente por las
prácticas de los diferentes conjuntos sociales para asegurar la atención y solución real y/o imaginaria de
sus padecimientos.
Un mapeo de la producción académica actual acerca de los procesos de S/E/A, permite ver tanto las
continuidades y reactualizaciones de enfoques biologicistas como reflejamos anteriormente, y a la vez
las tendencias a discontinuidades, aun dentro de la propia biomedicina; así como también la expansión
de nuevos movimientos académicos y sociales que se orientan a estudiar y abordar desde perspectivas
complejas, inter y transdisciplinarias los procesos de S/E/A, (entre ellos el movimiento de Salud
Colectiva, la Epidemiologia Sociocultural, los Paradigmas Críticos). Estos movimientos insisten en la
importancia de considerar las dimensiones culturales, sociales y ético-políticas implicadas en la S/E; y
en ese marco la AM y de la Salud es especialmente permeable a los aportes de otras disciplinas y a la vez

31 Focalizo las reflexiones en torno a las neurociencias en tanto área que interpela fuertemente a la Psicología y a la práctica de los
psicólogos en nuestros contextos locales (en términos de formación académica y trabajos de investigación e intervención). Las
neurociencias pueden definirse como un conjunto de áreas de investigación sustentadas en el conocimiento científico del cerebro, que
abordan la estructura y la función química del sistema nervioso y pretenden explicar cómo los diferentes elementos que lo componen
interactúan entre sí, dando origen a la conducta humana, las emociones, la identidad personal y la vida social (Mantilla, 2012).
32 En el discurso de las neurociencias, al cerebro se le otorga un valor supremo hasta el punto que aparece como el sustrato biológico que

condiciona los comportamientos sociales y psicológicos. El cerebro es colocado como la llave para entender la sociabilidad humana. Estas
perspectivas han conducido a una visión cerebralista de la naturaleza humana y a la cerebralización de la subjetividad y las consecuencias
de dicha perspectiva se vislumbran en diversos campos de aplicación social(Mantilla, 2012).

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puede enriquecer los diálogos interdisciplinarios y los proyectos de intervención que combinen diversos
saberes, disciplinas y especialidades.
En este contexto, más allá de los aportes específicos de la AM a los procesos de S/E/A, algunos de
ellos abordados a lo largo en este trabajo, las producciones teóricas y etnográficas se conforman en un
soporte para pensar problemas centrales de la teoría antropológica y también se constituyen en insumos
para otras disciplinas, al reflexionar sobre temáticas referidas al cuerpo, el lenguaje, las emociones, las
experiencias, los cuidados, la subjetividad, los intercambios y las relaciones con la otredad. Además la
AM y de la Salud no solo aporta lecturas teóricas sino también una metodología critica, reflexiva y
autoobjetivante en el propio campo científico (Pizza, 2005).
Para Margulies y Grimberg (2003) el campo de trabajo de la AM y de la Salud se delinea como un
espacio no solo de reflexión y producción académicas sino, fundamentalmente, como un ámbito de
propuesta y acción frente a las condiciones en que impactan los procesos de la desigualdad social, el
incremento del sufrimiento y los padecimientos evitables en nuestros contextos.
Los desafíos actuales, complejos y apremiantes, hacen necesaria la adopción de una mirada, escucha y
prácticas que complejicen los abordajes y atiendan a dimensiones poco exploradas por los enfoques
biomédicos y/o psicológicos de la S/E/A, que aporte luz para comprender las formas de producción,
resistencia y creatividad transformadora de los sujetos individuales y colectivos.

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