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Martha Frassineti
Introducción
¿Cuáles son los obstáculos para lograrla? ¿Por qué el aprendizaje de la Filosofía
requiere una “cognición compleja”?
hechos en clase, pero no puede reconocer violaciones de esas reglas en una definición
de Biología. Su “conocimiento” sólo sirve para cumplir tareas escolares acotadas: las
que se le piden en una asignatura determinada, en este caso, Filosofía, pero no lo puede
transferir fuera de ese ámbito.
Pero ambos estilos tienen sus aspectos negativos: el primero puede llevar a
generalizaciones apresuradas y a analogías carentes de pertinencia y el segundo, a
centrarse en diferencias triviales y a perder de vista el conjunto. Tampoco son
excluyentes, aunque parecería primar en casi todos los casos uno u otro y relacionarse
con una mayor desarrollo de uno u otro hemisferio cerebral (el holístico dependería de
las funciones del hemisferio derecho: percepciones visuales, acústicas, cinestésicas y
razonamiento espacial; el serialista, en cambio, dependería de las del hemisferio
izquierdo: percepciones lingüísticas, simbólicas, semánticas, y razonamiento
consecutivo o analítico).
Mientras que los estilos de aprendizaje tienen que ver con ciertas características
personales, en gran medida inmodificables, los enfoques, que son modos de abordar el
aprendizaje, se relacionan con motivaciones, hábitos y habilidades intelectuales.
Cualquiera de los dos estilos puede dar lugar a un proceso de cognición compleja pero
para algunos temas y materiales – tanto en Filosofía como en otras disciplinas - será
más adecuado uno u otro. No ocurre lo mismo con los dos enfoques pues, como ya se
señaló antes, el superficial no permite alcanzar una cognición compleja.
En primer término, en lo que concierne a los estilos, cabe señalar que el docente
debería respetarlos; pero además debería proporcionar contenidos y actividades
variadas de modo tal de permitir que, dentro del mismo grupo de alumnos, un subgrupo
pudiera desplegar sus habilidades intelectuales preferentemente en algunos momentos
del año escolar mientras otro grupo las desplegara en otros, ya que esos distintos tipos
de contenidos y actividades podrían darse alternativamente en el mismo año escolar.
En lo que se refiere a los enfoques, en cambio, los docentes deberían procurar que
la mayor parte de sus alumnos adoptara el enfoque profundo dado que es el que único
que permite aprender a aprender. Asimismo, deberían evitar aquellas actividades y
evaluaciones que, en lugar de apuntar a una cognición compleja, estimularan el
conocimiento frágil y el pensamiento pobre. ENTWISTLE señala al respecto que:
“el acento puesto en las cuestiones objetivas parece provocar que los
estudiantes, casi inmediatamente, adopten un enfoque superficial. Las
preguntas de selección múltiple son típicas en este sentido a menos que se
hayan diseñado minuciosamente para probar la comprensión. En Gran Bretaña
se ha atribuido a la naturaleza de los exámenes externos la tendencia de los
alumnos de 16 años a adoptar enfoques superficiales mientras que los alumnos
húngaros de la misma edad utilizan predominantemente enfoques profundos
(…). El concepto alternativo significa el planteo de preguntas abiertas y el
reconocimiento de que las respuestas tendrán diferencias cualitativas
interesantes y reveladoras, incluso idiosincrásicas. Se estimula a los
estudiantes a ver el aprendizaje como una reorganización y transformación de
su comprensión de aspectos del mundo real.” (ENTWISTLE, 1991: 95)
PERKINS, a su vez, habla de una “teoría tácita de la educación” según la cual los
educadores no postulan que la educación se base en un largo repertorio de hechos y
rutinas pero que esto es lo que sucede en las aulas donde “la acción habla más alto que
la palabra” y aporta como testimonios los resultados de investigaciones realizadas por
Goodlad quien comprobó que sólo el 5% del horario de clase se dedicaba a debate y
reflexión y por Boyer que pudo establecer que sólo el 1% de las preguntas que se
formulaban requerían respuestas más ricas e inteligentes que la mera enunciación de
hechos o procedimientos de rutina. (PERKINS, 2003: 42).
Haciendo referencia a esta situación Perkins señala ciertas causas que son para él
“alarmantes”:
- Información clara
- Práctica reflexiva
- Realimentación informativa
- Fuerte motivación
La primera se refiere a la necesidad de que los profesores presenten los temas con
claridad, destacando los núcleos temáticos. Pero no deberían quedarse allí: es
fundamental que los alumnos tengan la ocasión de realizar una práctica reflexiva, es
decir, que tengan la posibilidad de aplicar de distintas maneras lo aprendido y de volver
comprensivamente sobre sus errores. A su vez, la realimentación informativa sólo se
puede dar volviendo sobre un mismo tema de distintas maneras, relacionándolo con
otros temas, es decir, propiciando su integración. Finalmente, ¿cómo lograr una fuerte
motivación? Si ésta es extrínseca, basada sobre premios y castigos se asociará con
enfoques superficiales que tienen que ver con situaciones puntuales de evaluaciones
formales y se extinguirá más allá de ellas. (PERKINS, 2003: 51).
La pregunta que cabe formular ahora es: ¿Cómo lograr que la enseñanza en la
asignatura “Filosofía” – en sus distintas variantes - favorezca la cognición compleja en
lugar de obstaculizarla?
Para intentar responder a esa pregunta se podrían analizar distintas variables: por
una parte, la planificación del curso, por otra las estrategias didácticas a utilizar y
finalmente, la evaluación1.
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Todos estos temas se encontrarán ampliados en otros capítulos del libro.
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Por otra parte, cualquier sistema filosófico puede ofrecer material interesante para
un proceso de cognición compleja pero es imprescindible que el alumno pueda acceder
a él y para ello que tenga ya las habilidades lectoras que requiere la fuente
correspondiente. Por eso es necesaria una tarea de diagnóstico previa que permita
realizar una selección adecuada de los sistemas filosóficos que ese grupo puede abordar
reflexivamente y un trabajo de preparación del material para guiarlos en ese abordaje.
Las estrategias didácticas utilizadas tendrían que ser variadas: si bien es cierto
que las buenas exposiciones permiten una comprensión global de los temas y a veces
proporcionan los marcos ordenadores para poder aprenderlos, la exposición como única
técnica de conducción de clase puede llevar a los alumnos a una actitud pasiva,
convirtiéndolos en receptores de la información que va volcando el profesor y en
copistas de cuadros y diagramas del pizarrón que desconocen el proceso intelectual que
fue necesario para elaborarlos. Los estudiantes deberían acostumbrarse a construir sus
propios cuadros y a cotejarlos con los del profesor y con los de sus compañeros, de
modo tal de advertir que no hay una única organización posible de los conocimientos
pero que las buenas organizaciones conceptuales tampoco admiten infinitas variantes.
Las dinámicas grupales, por un lado, pueden suscitar interés hacia determinados
temas e incidir de ese modo en la motivación y por el otro lado, pueden permitir un
aprendizaje basado en la cooperación y el intercambio. Pero también tienen sus
limitaciones: alumnos con estilos y/o con “tiempos” de aprendizaje muy diferentes
reunidos en un mismo grupo pueden sentirse presionados y perder interés en la tarea que
se está realizando. Por eso es indispensable permitir cierta espontaneidad en la
formación de los grupos y realizar un seguimiento de las distintas etapas de la tarea que
permita detectar dificultades y brindar el apoyo necesario. Lejos de ser “cómoda” para
el profesor la implementación del trabajo grupal, si éste ha de ser bien realizado, exige
una precisa planificación previa y gran flexibilidad y conocimiento de la asignatura para
poder intervenir oportunamente en la tarea que desarrolla cada uno de los distintos
grupos, a menudo con diferencias significativas entre ellos y con propuestas a veces
impredecibles.
Los recursos también pueden actuar como incentivos para que los alumnos se
interesen por los temas planteados y puedan enfocar el aprendizaje de modo profundo
pero en este caso, como en el de estudio dirigido, no hay que creer que el recurso por sí
solo favorecerá un aprendizaje significativo: es imprescindible la reflexión personal que
pueda surgir a partir de ese recurso y la movilización de conocimientos ya adquiridos
que se desencadenen a partir de él.
materiales estudiados que pudieran ilustrar el tema. Los ensayos filosóficos son una
buena propuesta para evaluar cómo los alumnos pueden elaborar un tema, argumentar a
favor o en contra de una hipótesis, reconocer contraargumentos posibles, ilustrar sus
argumentos con ejemplos interesantes. Para hacerlos, los estudiantes no podrán sino
recurrir a un enfoque profundo del aprendizaje y poner en juego una serie de habilidades
intelectuales que apuntan a una cognición compleja.
Conclusión
Dado que la asignatura “Filosofía” no suele estar presente más que un año o a lo
sumo dos en el curriculum de la escuela secundaria, parecería fundamental que los
alumnos aprendieran a aprender, en el sentido de desarrollar ciertas habilidades. Éstas
deberían permitirles ir más allá de los textos estudiados y los problemas planteados a lo
largo del (o de los) curso(s) que han tenido, para acceder comprensivamente a otros
problemas y a otros textos y para llegar a lo que aparece como un contenido
procedimental clave en la mayoría de las planificaciones de Filosofía, que es el
desarrollo del pensamiento crítico.
BIBLIOGRAFÍA