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Doctora
BIBIANA RINCÓN LUQUE
Secretaria Educación Distrito de Barranquilla
E. S. D.
Atento saludo.
Nuestra columna, nuestros músculos, nuestra vista, por solo mencionar tres factores,
están siendo sometidas a un sobre esfuerzo diario que se expresa en un grado
superlativo de cansancio al finalizar el día y en enormes dificultades para despertarnos
sin dolor corporal al día siguiente. Sin embargo, seguimos cumpliendo casi que de
manera estoica y no en función de lo que ordenen nuestros superiores jerárquicos sino
impelidos por el amor a nuestros estudiantes y a nuestra profesión. Para ello no han
sido óbice las enfermedades de base que muchos arrastramos como consecuencia o
secuelas de un ejercicio profesional no suficientemente reconocido. Nos ha tocado
oficiar, aparte de docentes, de agentes de call center, encuestadores, trabajadores
sociales, sociólogos y hasta psicólogos sin serlo y sin que por ello se nos remunere.
Pero más allá de lo meramente corporal, no debería olvidarse que las condiciones de
confinamiento, la incertidumbre, los temores, los requerimientos y presiones al interior
de nuestras familias, en términos de tiempo, las preocupaciones frente a cómo se
distribuyen en nuestros hogares los equipos para hacer teletrabajo y las obligaciones
cotidianas impostergables, sumadas a la preocupación por aquellos estudiantes a los
que la pobreza y la desigualdad excluyen, sin que el Estado actúe efectivamente para
protegerlos y salvaguardar sus derechos e intereses también pueden generar un
silencioso, pero no por ello inexistente, deterioro de nuestra condición y salud mental.
No habría que perder de vista, además, que con las exigencias de entregas
permanentes de evidencias, en desmedro de lo estrictamente pedagógico, se envía un
mensaje equivocado al maestro que termina por entender que colocados en una
balanza pesan más el desarrollo apresurado de contenidos que los procesos
pedagógicos mismos.
Ahora bien, desde el punto de vista jurídico, si bien es cierto que el artículo 67
Constitucional otorga al Estado la misión de “regular y ejercer la suprema inspección y
vigilancia de la educación con el fin de velar por su calidad”, tal preceptiva en ningún caso
puede interpretarse ni tiene el alcance de colocarse por encima de otras normas
superiores y/o no pueden ejercerse con menoscabo o invalidando los alcances del
artículo 27 Superior (anterior y prevalente) en el que el Constituyente dejó
taxativamente expresado que: “El Estado garantiza las libertades de enseñanza,
aprendizaje, investigación y cátedra”, norma que se haya en perfecta concordancia con los
también artículos constitucionales 20; 68 (inciso 3), entre otros.
En otras palabras, valga acotar que el ejercicio de la función docente está protegida
contra injerencias e interferencias externas, en tanto goza de una protección de rango
Correo: accionetica2018@gmail.com Twitter: @accion-etica WhatsApp 300-6680674
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superior derivada del artículo 27 mentado. La inobservancia de tal norma implica una
clara extralimitación del servidor público que lo hiciere.
Dicho todo lo anterior, concluyo respetuosamente ante Ud., que los docentes no
requerimos del factor coercitivo ni de presiones excesivas, indebidas y constantes para
el desempeño libre y responsable de nuestro ejercicio profesional. Se equivocan
quienes así lo sienten, lo piensan y lo expresan. Los docentes requerimos es sentirnos
respetados y respaldados. Valorados en el aporte que día a día y de manera inmanente
hacemos a la sociedad.
Espero que estas líneas que constituyen de alguna manera una forma de desahogo o
de catarsis frente al asedio sean asumidas de manera asertiva y constructiva y sin
ningún tipo de prevenciones ni de retaliaciones.
Atentamente,