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COLEGIO UNIVERSITARIO DR ARROYO

DOCENTE: JOEL SANCHES

ALUMNA: SOFIA ESTRADA LAZALDE

FECHA: 27/JULIO(22
Responsabilidades en la formación inicial y permanente de
los profesores.
El profesor típico de nuestra época es un especialista titulado al que se contrata para prestar servicio en alguno de
los niveles de enseñanza y en muchos casos se requiere que sea experto en alguna materia concreta. Por
ejemplo, “Profesor de Educación Secundaria, especialista en matemáticas”. Pero la titulación que le permite
acceder a la profesión docente no necesariamente le ha proporcionado una buena formación pedagógica,
particularmente para enseñar en los niveles de secundaria y de universidad. Este caso, muy abundante, del
profesor especialista en alguna parcela del saber y que carece de suficiente formación pedagógica, da lugar a
interrogantes éticos como los que vamos tratar a continuación.
¿Qué parte de responsabilidad en completar la formación inicial y en mantener una formación permanente
corresponde al profesor y qué parte de tal responsabilidad debe ser asumida por el centro que le contrata y por las
autoridades educativas? Es obvio que tanto el profesor como las instituciones educativas tienen responsabilidad
en un asunto de tanta trascendencia como éste. Porque, como ya hemos comentado anteriormente, la buena
formación inicial y permanente de los profesores no es una cuestión meramente “técnica” sino también
profundamente ética, dado que no es posible proporcionar un buen servicio docente si se carece del saber y del
saber enseñar, y en consecuencia se comete una irresponsabilidad, un daño objetivo y un mal moral cada vez que
un profesor se pone a enseñar sin la debida formación y actualización. Todo ello nos conduce a la conclusión de
que tanto el propio docente debe reconocer sus carencias y buscarles remedio, como también las instituciones
que le contratan tienen la obligación de facilitar cuanto puedan las posibilidades de formación permanente del
profesor
Puede que haya casos especiales en los que un profesor deba hacerse cargo por su propia cuenta
de formarse en asuntos que, conforme a su titulación, se supone que ya debería saber. Pero en la
mayoría de los casos, lo correcto sería que los profesores pudieran reciclarse por medio de
actividades que formen parte de su calendario laboral y de su jornada de trabajo, y no a costa de
disfrutar de un menor descanso vacacional, si bien algunos profesores podrían dedicar una parte de
sus vacaciones a formarse voluntariamente, si así lo desean.
los períodos vacacionales del profesorado no tienen por qué coincidir con los del alumnado, sino
que es preciso acondicionar los centros y cambiar la mentalidad tradicional para que los profesores
aprovechen las vacaciones del alumnado en tareas de formación y disfruten de la misma cantidad
de vacaciones que cualquier otro trabajador
En definitiva, la actitud que debe adoptar en estos temas el profesional ético es la de
responsabilidad por la propia formación como profesor como compromiso implícito en las metas
últimas o bienes internos de la enseñanza.
Ser profesor con un empleo estable
El contrato de trabajo de los profesores es en su mayoría estable, aunque siempre
hay un pequeño porcentaje del profesorado que está envías de conseguir la
estabilidad (profesores interinos). No cabe duda de que la moral de un profesional
está mucho más alta si percibe su situación laboral con tranquilidad, sin
incertidumbre. De ahí que lo correcto, desde el punto de vista de la sociedad, es
que se promueva la estabilidad en el empleo de los profesores como un requisito
básico para promover la calidad de la enseñanza. No obstante, este aspecto tiene
también algunas implicaciones éticas para la docencia, como las que comentamos
a continuación.
El sistema de acceso a los puestos docentes puede condicionar, para bien o para
mal, no sólo la selección de buenos profesionales en lugar de profesionales
mediocres y malos, sino también la actitud con la que van a trabajar durante
mucho tiempo los profesionales seleccionados. La responsabilidad moral en este
caso corresponde más bien a las administraciones educativas y a los sindicatos,
pero en última instancia, una parte de dicha responsabilidad corresponde
también a los propios profesores, y por eso hacemos aquí una llamada de
atención sobre este complicado asunto
¿Cómo puede un profesor resentido y desmoralizado, por
considerarse maltratado en los procedimientos de acceso a la
enseñanza?

Sin duda hay que apelar aquí a la responsabilidad y a la buena voluntad de los
profesores, promoviendo entre ellos una buena formación ética que les ayude a
comprender que no es éticamente aceptable que sus alumnos se vean
perjudicados por una actitud revanchista, sino que deben dirigir sus protestas y
propuestas a quienes han sido los verdaderos causantes de sus males: las
autoridades educativas y algunos sindicatos. De todos modos, puede que haya
un problema insoluble en este asunto, porque sospecho que cualquier solución
que pueda darse dejará parcialmente insatisfechos a unos y a otros (a interinos
que aspiran a consolidarse en el puesto y a titulados que aspiran a tener empleo
en la enseñanza).
Bienes internos y condiciones de
trabajo
¿Es posible promover adecuadamente los bienes internos de la profesión docente sin unas adecuadas
condiciones de trabajo?
La idea general en esta amplia pregunta es que los profesores no tendrían que hacer grandes sacrificios para
poder llevar acabo su tarea profesional con el máximo de calidad posible, sino que las condiciones de trabajo
deberían establecerse con todo cuidado y revisarse con la debida periodicidad y rigor, de manera que sean
contempladas como lo que son en realidad: condiciones de posibilidad de una buena enseñanza que pretende
perdurar. Se podría replicar que algunos profesores no hacen bien su trabajo ni siquiera en los casos en que
gozan de excelentes condiciones laborales, y seguramente así sucede a veces. Pero esa réplica indica que, junto
a la mejora de las condiciones laborales, también sería justo establecer controles y sanciones para quienes no
cumplan con su deber. Que haya algunos profesionales irresponsables no es una buena razón para empeorar las
condiciones laborales a todo el colectivo.
Por ejemplo, pensemos en la proporción semanal entre horas de aula y horas para preparación de clases
y para corrección de tareas. Si el profesor ha de dedicar demasiadas horas semanales a impartir clase en
el aula y apenas tiene tiempo –sin restárselo a su familia o a otros compromisos legítimos que tenga–
para preparar las clases y para la corrección de tareas, ¿sería justo que se le acusara de ser un profesor
irresponsable, haragán, etc., cuando se muestre que no lleva las clases suficientemente preparadas o
que no corrige adecuadamente las tareas de sus alumnos? La respuesta a esta pregunta es claramente
negativa, y así podríamos seguir analizando una por una las demás condiciones laborales del profesor.
laborales del profesor. Sin duda que el profesor como persona individual tiene su parte de
responsabilidad en que los resultados del proceso de enseñanza aprendizaje sean los mejores posibles,
y naturalmente esa parte de responsabilidad es ética también: deberá revisarla en su fuero interno y en
diálogo con otras personas que le puedan ayudar a mejorar en su labor. Pero no se olvide que también
hay una responsabilidad ética de las instituciones: también el centro docente, representado por sus
administradores, el Estado con su legislación laboral y educativa, los padres de alumnos con sus
presiones sobre el profesor, los alumnos con las suyas, los medios de comunicación con la imagen que
transmiten de los profesores, etc., son todos ellos también responsables moralmente, en cierta medida,
de que se pueda ir mejorando la enseñanza
Podemos resumir esta reflexión ética en forma de consejo para el profesor: Cuando tengas queja sobre
las condiciones laborales, haz tu trabajo lo mejor que puedas mientras reclamas a quien tenga la
responsabilidad de cambiarlas.

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