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El 1 de enero de 1979, el país vivió uno de sus más duros momentos de orden público.

El
M-19, tras el asalto el 31 de diciembre de 1978 al Cantón Norte en Bogotá, donde sustrajo
más de cinco mil armas del ejército, fue objeto de la persecución del Estado.
En ese proceso dirigido por las Fuerzas Armadas, se decretaron centenares de
allanamientos y fueron puestos presos decenas de militantes de ese movimiento. También
cayeron muchos inocentes.

Los detenidos eran enviados a las caballerizas del ejército en Usaquén donde fueron
objeto de torturas para arrancarles la verdad sobre el aparatoso robo. El país estaba bajo
el mandato del presidente Julio César Turbal Ayala que recibió la protesta nacional y
mundial por el caso de los apremios.

De cómo salvamos a Gabo de las caballerizas


Cuando el escritor tuvo que salir corriendo

Por: Francisco Galvis Ramos | abril 20, 2014

Tengo para contarles que fuimos tres abogados que lo salvamos del carcelazo
en el régimen del Estatuto de Seguridad del presidente Turbay Ayala y el
ministro de Guerra Luis Carlos Camacho Leiva y a nosotros aludió al llegar a
Ciudad de México libre y sano.

La cosa fue que un coronel le contó al magistrado Heriberto Serna Botero, este


al abogado Clímaco Giraldo Gómez y este a mí, los tres conservadores
imagínense ustedes. No obstante que siempre he sido de derecha, militante de
la Ley y el Orden, repudiaba los excesos cometidos en nombre del tal Estatuto.
Por algo se hicieron famosas las caballerizas de Usaquén.

De inmediato convoqué al periodista y amigo Iader Giraldo y a García  contador


de la Editorial la Oveja Negra  del renombrado para mal José Vicente Kataraín,
para entonces editora de gran parte de la obra de quien todavía no era Nobel, a
la cafetería de la Librería Nacional de la carrera séptima con calle 17 de Bogotá
y le dimos el encargo de poner sobre aviso a García Márquez sobre los pasos de
animal grande que iban tras de él.

García Márquez le contó al contador García que en ese momento caía en cuenta
de la presencia de personal de la Empresa de Acueducto y
Alcantarillado adelantando trabajos de nunca acabar, destacamento bajo disfraz
que en realidad lo que hacía era mantenerlo vigilado. Como pudo, García
Márquez puso pies en polvorosa y tomó un avión a México donde en la práctica
se avecindó, a las proximidades de su amigo Fidel Castro, individuo este que
tantos daños irreparables le ha ocasionado a Colombia.
En agradecimiento García Márquez me hizo saber a través del contador García
que me haría llegar todas sus obras con dedicatorias y autógrafos. Y hasta el
sol de hoy, de mañana y de siempre porque ya Gabo está hecho cenizas.

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