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EL BOGOTAZO.

EL BOGOTAZO.

Juan David
Torres Plazas.
Deybith Fabián
Flores Marín.
GRADO

NOVENO.

Adrián Vento Martínez.

INSTITUCION EDUCATIVA LA FLORESTA.

Mosquera Cundinamarca.

JULIO 2020.

Contenidos:

Narración de los acontecimientos del bogotazo……………………………………………………………………..1


ABSTRACT:
como ya se sabe la muerte de Gaitán fue un suceso que no solo marcó si no que cambió
la historia de Colombia, sin embargo quedan dudas sobre cómo fueron los sucesos, así que
es importante relatar estos acontecimientos para dar claridad sobre qué actitud tomaron los
ciudadanos al ver que este líder político fue asesinado, a partir de esto es importante
informar sobre que protestas o marchas precedieron por la inconformidad e injusticia
cometida, cabe recalcar que es importante mencionar ¿qué pasó con Colombia después de
todo lo anteriormente mencionando, que problemas y consecuencias tuvo el pueblo? la
serie de sucesos partiendo de que Bogotá no era una ciudad y después de esto se convirtió
en una, edificios grandes, empresas, sitios de ventas y muchas cosas más que se hablaran
mas adelante.

OBJETIVO GENERAL.

Representaremos hechos y sucesos relevantes que conllevaron a que aconteciera el


llamado Bogotazo.

OBJETIVOS ESPECIFICOS.
-Quien fue Gaitán a candidato de la presidencia.
- Breve pensamiento de filosofía partiendo del acontecimiento que cambió la historia del
Bogotazo ¿Cómo murió Gaitán?
-Informar sobre las protestas que acontecieron en dicha época.
-las consecuencias que tuvo el pueblo y la historia de Colombia después del
acontecimiento. “POS-BOGOTAZO”.

EL BOGOTAZO.
Todo empieza cuando se lanza a la presidencia “Jorge Eliecer Gaitán Ayala” el cual era

reconocido por los colombianos debido a su gran enfoque hacia el pueblo y el bienestar de

este, pero era cuestión de tiempo antes del trágico día que cambio la historia de Colombia.

Era el día 9 de abril de 1948 cuando este caminaba por un cera común y corriente

cuando al salir de comer fue recibido con 3 tiros de revolver, 2 en el pecho y 1 en el cráneo,

y siendo llevado a la clínica más cercana a la ubicación en este caso la “clínica central” en

donde los médicos hicieron hasta lo imposible para salvar su vida, pero a las 2:05 P.M se

informó al pueblo sobre la muerte de Gaitán.

El hecho era esparcido por todo Bogotá y grandes multitudes se dirigieron hacia el lugar

del incidente donde todavía estaba la sangre fresca de Gaitán, poco después, se dirigieron

por su supuesto asesino el cual se llamaba Juan Roa Sierra, fue linchado por el pueblo,

llevando su cuerpo hacia el palacio de justicia en donde intentaron crucificarlo.

Poco a poco el hecho era más grande causando que salieran cada vez más y más

manifestantes los cuales iban destruyendo todo a su paso buscando de cierta forma la

supuesta “paz”.

Los disturbios duraron alrededor de 3 días en los cuales tuvieron que intervenir el

ejército nacional.

Pero esto no acabaría aquí ya que de este incidente saldrían nuevos movimientos

políticos que marcarían tiempo después a la historia colombiana y su pueblo.

MARCO METODOLOGICO.

A la 1: 10 de la madrugada del 9 de abril, Jorge Eliecer Gaitán terminaba su emocionada

defensa del teniente Jesús Cortés y pedía para él la absolución, alegando que había obrado
en legítima defensa del honor del Ejército al ultimar de dos disparos al periodista Eudoro

Galarza Ossa.

El teniente Cortés, cuenta Arturo Alape en su libro Memorias del Olvido, había visitado a

Galarza en su despacho del diario La Voz de Caldas (Manizales) para exigirle una

rectificación por haberlo acusado de abuso de autoridad. Ante la negativa del periodista, le

propinó dos disparos a quemarropa.

Gaitán pensó en el profundo silencio de una masa herida, como protesta y antídoto para

detener la muerte colectiva

La defensa de Gaitán fue tan efectiva que logró la absolución del militar. A las 2 de la

madrugada las barras sacaron a Gaitán en hombros y de pronto él se encontró con la

soledad de la ciudad.

1:05 pm

Aquel mediodía de 1948, Plinio Mendoza, mano derecha del caudillo, tomó el brazo de

Gaitán. “Jorge Eliécer, lo que tengo que decirte es muy breve”, le dijo antes de que notaran

que Juan Roa Sierra, un joven del barrio Ricaurte, les apuntaba con un revólver. Apurado,

el abogado liberal alcanzó a reaccionar tratando de correr de vuelta al edificio del Hotel

Continental. Fue demasiado tarde: tres balas lo impactaron; dos en la espalda y una en la

cabeza, hiriéndolo gravemente.


El corazón de Gaitán dejó de latir hacia la 1:45 de la tarde, en la Clínica Central. La noticia

de su muerte se mantuvo en secreto mientras los liberales discutían el camino a seguir hasta

que poco a poco la tranquilidad de medio día se convirtió en un volcán de pasiones

incontroladas.

Cosas muy poderosas

El asesino intenta escapar. Los lustrabotas enfurecidos gritaron: “Mataron al doctor Gaitán,

¡Cojan al asesino!”. El dragoneante Carlos Jiménez capturó a Sierra.

“No me vaya a matar, mi cabo…”, le dijo el hombre en tono suplicante. El dragoneante

junto a otros dos hombres de la Fuerza Pública metieron a Roa Sierra a la Droguería

Granada. Don lo interrogaron.

- ¿Por qué ha cometido este crimen?

- ¡Ay, señor, cosas poderosas que no le puedo decir!, contestó el hombre en tono lastimero.

- Dígame quién lo mandó a matar.

- Son cosas muy poderosas que no puedo decir…


Instantes después, la multitud lo sacó a la fuerza de la droguería y comenzó a matarlo de

físico dolor.

Su madre, Encarnación viuda de Roa, recordó en los interrogatorios posteriores que su hijo

había trabajado más o menos un año en calidad de portero y también que a su hijo le venía

notando “cosas raras, como por ejemplo “creerse Santander o un personaje así como

Santander”.

Lo que pasó después fue una avalancha de caos, dolor y miseria. La radio, gran

protagonista ese día, no demoró en difundir la noticia. La zona del incidente tenía varias

estaciones cerca lo que permitió que la noticia les llegara con prontitud, así, Radio Nueva

Granada, empezó a emitir música fúnebre y locutores exacerbados invitaban a la gente al

caos, cosa que efectivamente sucedió: saqueos, matanzas, incendios, gran destrucción del

espacio público. Muchos policías, por el temor de ser linchados, habían entregado sus

armas. Desde el Colegio San Bartolomé, francotiradores de la Fuerza Pública trataban de

detener con sus disparos la avalancha popular que trataba de llegar al Palacio Presidencial.

Se dice que, mal calculados, hubo alrededor de 2.500 muertos.

La Carrera Séptima con Avenida Jiménez cumple cada año una cita con la memoria del

país. Sobre lo que ahí sucedió se han escrito libros, se han filmado películas, se dictan

cátedras y aún hoy, es un tema de tertulias y especulaciones. ¿Qué pasó? ¿Qué habría
pasado si no hubiera sucedido? El Bogotazo no solo fue un incidente violento; también

definió la identidad de Colombia.

El hecho

Aunque el cuento se ha narrado millones de veces y el final siempre será el mismo, no deja

de asombrar a propios y extranjeros: el 9 de abril de 1948, un joven abogado salía de su

oficina en el edificio Agustín Nieto rumbo al Hotel Continental. Minutos antes un grupo de

amigos, cuyos nombres quedaron para el registro de aquel día, Jorge Padilla, Alejandro

Vallejo, Pedro Eliseo Cruz y Plinio Mendoza Neira, llegaron con la intención de agasajar a

aquel hombre que venía erigiéndose como una prominente figura pública.

Abogado de la Universidad Nacional, graduado con los más altos honores de la

Universidad de Roma, penalista y político liberal que por entonces se encontraba

disputando la Presidencia de la República, Jorge Eliécer Gaitán, tenía motivos para celebrar

ese día: hace poco había ganado un caso a favor del teniente del ejército, Jesús Cortés

Poveda, quien tiempo atrás había asesinado a tiros a Eudoro Galarza Ossa, un periodista

manizalita, director de la Voz de Caldas.

La razón: el comunicador se negó a rectificar una información publicada por el diario en el

que el militar era acusado de maltratar a sus tropas. Vale mencionar que Galarza fue el

primer periodista asesinado en ejercicio de su profesión en la historia del país. La defensa

de Gaitán fue tan efectiva que logró la absolución del militar en la madrugada del día de su

muerte. Aquel mediodía de 1948, Plinio Mendoza tomó el brazo de Gaitán. “Jorge Eliécer,
lo que tengo que decirte es muy breve”, le dijo antes de que notaran que Juan Roa Sierra,

un joven del barrio Ricaurte, les apuntaba con un revólver. Apurado, el abogado liberal

alcanzó a reaccionar tratando de correr de vuelta al edificio. Fue demasiado tarde: tres balas

lo impactaron; dos en la espalda y una en la cabeza, hiriéndolo gravemente. Luego de

sacudirse del shock, sus amigos lo subieron a un vehículo y tomaron camino a la Clínica

Central. Allí, poco tiempo después, perecería.

Lo que pasó después fue una avalancha de caos, dolor y miseria. La radio, gran

protagonista ese día, no demoró en difundir la noticia. La zona del incidente tenía varias

estaciones cerca lo que permitió que la noticia les llegara con prontitud, así, Radio Nueva

Granada, empezó a emitir música fúnebre y locutores exacerbados invitaban a la gente al

caos, cosa que efectivamente sucedió: saqueos, matanzas, incendios, gran destrucción del

espacio público dejaron casi 150 casas destruidas y, mal calculados, alrededor de 2.500

muertos. Fueron 72 horas implacables que hoy conocemos como el Bogotazo.

Luego de disparar, Roa salió corriendo mientras se oía a la gente gritar ¡Mataron al doctor

Gaitán! Un dragoneante de la policía llamado Carlos Jiménez le cortó el paso. El asesino,

sin mayor resistencia, entregó el arma. Luego de ser capturado, el uniformado se encerró

junto a él tras las rejas de la droguería Granada; una vez ahí, cuando fue interrogado por las

razones de su acción aquel bogotano, que moriría minutos después linchado por la turba

furiosa, respondería una frase que encriptaría para siempre la identidad de los autores

intelectuales del hecho “No puedo, son cosas poderosas que no puedo decir".
La evolución de una urbe

Lo cierto es que después de aquel día Colombia, y en especial Bogotá, no volvieron a ser

las mismas. Sin embargo, no hay que malinterpretar al ‘Bogotazo’, como un borrón

instantáneo que convirtió una aldea en la metrópoli que conocemos actualmente. Antes de

que sucedieran los acontecimientos del 9 de abril, la capital de Colombia venía sufriendo

transformaciones significativas en su entorno como el cambio en el diseño arquitectónico

colonial de las casas al aceptar influencias de Italia e Inglaterra.

No obstante, aquel 9 de abril, fue un quiebre en la renovación urbanística de la ciudad.

Calles y construcciones destruidas dieron pie a acelerar el impulso de una tendencia en la

demolición de inmuebles que existían desde la época de la colonia para dar paso al auge de

la construcción de nuevas estructuras. Hasta entonces la capital crecía de forma lineal. El

aumento demográfico de los años treinta y el mejoramiento de oportunidades laborales para

la población hizo que el centro de la ciudad, donde antes convivían a la par las clases altas

y bajas de aquellos años, dejara de ser atractivo para estas últimas empujándolas a

emigrar hacia el norte.

Entonces, los barrios dispersos se conectaban por el tranvía, luego reemplazado por buses

de gasolina, y caminos coloniales. La Gobernación de Cundinamarca, el Palacio de San

Carlos y la Nunciatura Apostólica, entre otras edificaciones de la ‘vieja Bogotá’, fueron

destruidas en los disturbios. En los días que siguieron a la masacre, las medidas para
reconstruir a la capital incluyeron ampliar las calles del centro, abrir nuevas avenidas y

demoler viejas casonas.

El decreto 1370 del 28 de abril de 1948, ordenó expropiar y ocupar edificios de la

manzana ubicada entre la carrera 7 y 8 entre calles 7 y 8, para reubicar al ejército,

ministerios y otras oficinas del Gobierno, igualmente, el Concejo ordenó la ampliación de

la Carrera séptima desde la Plaza de Bolívar hasta San Diego, la carrera 6 y las calles 11, 17

y 19 entre otras. La transformación de Bogotá se gestó a lo largo de, por lo menos, 30 años

luego de los sucesos del 9 de abril. El crecimiento de la población obligó a muchas familias

a dispersarse hacia distintos puntos cardinales ampliando el espectro de la capital. Desde

entonces la división de clases se acentuó entre norte y sur, donde las familias de mayores

ingresos empezaron a asentarse en el primero, mientras que las de menores en el segundo.

Toda esta ola de transformación, que se incrementó en los años 50, fue en gran medida

resultado de la visión de un urbanista Suizo de apellido Le Corbusier quién planteó una

ciudad proyectada con forma de avión donde se dejaría toda la zona residencial en las alas y

la parte administrativa en el fuselaje, aunque el plan no se completó dejó bastantes bases de

la modernización de Bogotá. Para entonces el área de la ciudad había crecido más de 3.500

hectáreas.

Posteriormente, con el plan regulador de los urbanistas Wiener y Sert, la ciudad se

dividió pensando en el aumento de la población, también se mejoró el sistema de cruces,


glorietas, intersecciones entre otros. También, empezaron a aparecer zonas de industria

pesada como Puente Aranda, industria ligera, comercio, negocios y administración. Bogotá

empezaba a tomar una nueva cara una serie de cambios y evoluciones que aún hoy no se

detienen.

Han pasado más de 70 años desde que un hombre fue asesinado en un lugar que hoy está

lleno de placas conmemorativas. Este hecho no solo marcó un cambió de rumbo para la

política del país, también abrió las puertas para que la ciudad se convirtiera en la

imponente urbe que es actualmente.

¿Roa Sierra?

Como lo expresa uno de los testigos del asesinato, Jorge Padilla (ver artículo), ni

siquiera hay la certeza de que Juan Roa Sierra hubiese sido el autor de los disparos que

acabaron con la vida de Jorge Eliécer Gaitán en el medio día del 9 de abril de 1948. Padilla,

que se encontraba en el zaguán del edificio Agustín Nieto, observó, a pocos metros de

distancia, al asesino que disparaba desde el marco de la puerta de dicho edificio, que hacia

menos de dos minutos acababa de abandonar Jorge Eliécer Gaitán en compañía de Plinio

Mendoza Neira. Padilla asegura que el sujeto al que vio disparar no era el mismo Roa

Sierra de las fotos que publicaron los periódicos. Gaitán y Mendoza salieron del Agustín

Nieto y caminaron hacia el Norte con el propósito de cruzar la carrera séptima, y subir por

la Avenida Jiménez hasta el Hotel Continental, donde pensaban almorzar junto con Jorge
Padilla, Alejandro Vallejo y Pedro Eliseo Cruz, que apenas iban a dejar el edificio cuando

se produjo el ataque contra Gaitán. Plinio Mendoza asegura que el agresor venía en

dirección norte sur, es decir, de frente a Gaitán, quien alcanzó a percatarse de que el

hombre le apuntaba con un revolver, y trató de apartarlo con las manos mientras volteaba la

cabeza como para eludir los tiros, razón por la cual dos de ellos le impactaron en la nuca,

como si le hubiesen disparado de atrás. Si Plinio Mendoza vio a un asesino que atacaba de

frente a Gaitán, y Padilla a otro que le disparaba por la espalda (Gaitán recibió, en efecto,

dos impactos en la columna, aparte de los de la nuca), hubo, por lo menos, dos atacantes, y

no se ha podido comprobar que ninguno de ellos fuera Roa Sierra.

Desde el 10 de abril de 1948 hasta hoy se han elaborado innumerables, teorías sobre el

asesinato de Gaitán, comenzando por la oficial –en que nadie cree, ni los mismos que se la

inventaron—que da como culpable exclusivo, cerebro y ejecutor, al volátil Juan Roa Sierra,

y terminando en la que, a partir de la publicación del libro El Gobierno invisible, sospecha

que la CIA preparó y ejecutó el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en plena Conferencia

Panamericana, calculado para precipitar, como precipitó, el rompimiento de las naciones

latinoamericanas con la Unión Soviética al achacarse el magnicidio a una conspiración

comunista. Lo cierto es que todos los documentos sobre el 9 de abril que cayeron en manos

de la CIA se archivaron como clasificados, por esta agencia y por el FBI. Clasificados

quiere decir inaccesibles al público. Recientemente el investigador estadounidense Paul

Wolfe ha solicitado la desclasificación de esos documentos, sin éxito. Wolfe cree que, en

efecto, la CIA tuvo una participación importante en los sucesos del 9 de abril.

Bogotá en llamas
Jorge Eliécer Gaitán cayó hacia la una de la tarde. Diez minutos después de haber sido

herido, el jefe del liberalismo fue trasladado en un taxi a la Clínica Central donde, a las dos

de la tarde, se comunicó al país su fallecimiento. En los minutos siguientes a los disparos

alguien señaló a un individuo como autor del atentado y el señalado, que trató de correr

hacia el palacio de San Francisco, fue estorbado por varios de los transeúntes que se

acercaban al sitio donde yacía el cuerpo de Gaitán. El presunto agresor alcanzó a refugiarse

en la Droguería Granada contigua al Hotel del mismo nombre. Tan pronto como el taxi

partió con el cuerpo agonizante del caudillo del pueblo, las gentes comenzaron a gritar

¡mataron a Gaitán! ¡Mataron a Gaitán! El señalado asesino continuaba en el interior de la

droguería, sitiado por una multitud creciente, que a los gritos de ¡mataron a Gaitán! se

abalanzó contra las rejas, que los dependientes habían bajado por sugerencia de la policía,

las hizo pedazos, arrebató de las manos de los policías al sindicado del crimen (que en el

lapso en que permaneció en la droguería se identificó como Juan Roa Sierra, negó que

hubiese tenido participación alguna en la muerte del doctor Gaitán y les dijo a los policías

que alguien lo había señalado de repente y gritado ¡ese fue!, por lo que Roa se asustó y

corrió), lo sacó de la droguería y en pocos minutos lo dejó hecho “un guiñapo

sanguinolento”, enseguida arrastrado por la multitud vociferante que lo llevó por la carrera

séptima hasta el palacio presidencial.

A las cuatro de la tarde Bogotá, o lo que hoy se conoce como Centro Histórico, era un

infierno. Los tranvías ardían en distintos puntos, numerosos edificios, la mayoría de ellos

públicos –la Gobernación, el Palacio de Justicia—eran tomados por asalto e incendiados.

Se quemó el Hotel Regina, y la mayoría de las edificaciones entre la calle 10 y la calle 17


quedaron en ruinas Se perdieron archivos históricos y jurídicos irreparables.. El palacio

Arzobispal, las instalaciones del diario El Siglo, las dependencias del Instituto de La Salle,

entre otros muchos edificios, fueron arrasados por la turba. Y de todas partes

francotiradores disparaban sin discriminar y causaron tremenda mortandad. Se acusa a la

radio de haber incitado a la revuelta, pero cuando las emisoras comenzar a tronar contra el

gobierno y a exigir el castigo inmediato e implacable de los responsables de la muerte de

Gaitán, ya la revuelta iba bien avanzada.

No se sabe quién dio la orden de soltar a los presos, ni quién mandó distribuir mares de

licor entre los amotinados, ni de dónde salieron las armas de fuego que utilizaron los

francotiradores. Parte de la Policía se unió a los amotinados y sostuvo combates con el

ejército calle por calle, hasta la madrugada del diez de abril en que, con las calles cubiertas

de cadáveres, el gobierno controló la situación.

Los periódicos de Bogotá no pudieron circular ni el 9 ni el 10 de abril. Reaparecieron el

11. El Tiempo dice en su titular de primera página a ocho columnas y 72 puntos “Bogotá

está semidestruida”. Era una semi verdad. Bogotá estaba destruida, como estaba destruida

la vida democrática de Colombia. Las llamas del nueve de abril no sólo consumieron los

tranvías y las joyas arquitectónicas de la ciudad, sino que redujeron la esencia democrática

del país a cenizas de violencia que se han esparcido por más de medio siglo, como lo había

advertido el propio Gaitán al pronosticar, días antes de su muerte, que si era asesinado

Colombia se ahogaría en torrentes de sangre por los próximos cincuenta años.


(A continuación se presentarán 3 videos de complementación).
70 AÑOS DEL BOGOTAZO.
EL BOGOTAZO UN DIA PARA NO OLVIDAR.
QUE SUCEDIA DURANTE LA MAÑANA DEL 9 DE ABRIL DE 1948.

GUION DEL DOCUMENTAL.


Se ha contactado a un historiador profesional que nos puede colaborar con algunas
preguntas:

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